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Revista de Artes y Secciones Académicas
Revista de Artes y Secciones Académicas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Núcleo de Loja
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Revista de Artes y Secciones Académicas Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja Nº 65 - agosto 2018
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6 Mediodía Revista de Artes y Secciones Académicas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja Nº 65 – agosto de 2018 Director Mediodía: Luis Salvador Jaramillo Directorio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja (2017–2021):
Director
Vocales principales
Diego Naranjo Hidalgo Altaira Rojas Landacay Tulio Bustos Cordero
Vocales suplentes
Gabriela Granda Rojas Luis Antonio Quizhpe
Julio Espinoza Bustamante
Secretario (e)
Editorial Gustavo A. Serrano de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Núcleo de Loja
Director Editorial: Paúl Ramírez Guamán Corrección: Carlos Alvariño Betancourt Impresión offset: Yonni Soto García Portada: Rosarios / fotografía de José Eduardo Mendieta Distribución y canje:
Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Núcleo de Loja (Colón 158-67 y Bernardo Valdivieso) Apartado postal 11–01–11 Teléfonos [07] 2571672 – 2571004 – 2570555 Loja–Ecuador nucleo.loja@casadelacultura.gob.ec www.casadelaculturalojagob.ec
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Revista“Lade Casa Artesdey laSecciones Académicas Cultura es el germen que debe prodigarse en el cauce vital del país, si anhelamos la supervivencia y la eternidad del suelo patrio”
B.C.
Contenido
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Presentación ................................................................................................. 9
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A los 71 años de vida institucional / Alfredo Jaramillo Andrade.................... 11
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La patria santa / Alfredo Jaramillo Andrade.................................................... 27
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La importancia de la obra de Héctor Manuel Carrión para las nuevas generaciones / Lenin Paladines Paredes......................................33
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La casa solariega de los Larreátegui / Miguel Luna (+)................................ 40
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Prefiero la osa / Pol Popovik Karic.................................................................. 93
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Historia del centenario del reloj público de alamor / Marcelo Reyes............. 96
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Llipta zoomorfa de Chinguilanchi / Dolores Punín de Jiménez......................101
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Recuperación de las tierras degradadas para la producción forestal en el sur de la amazonía ecuatoriana / Carlos Valarezo Manosalvas...........105
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La biodiversidad un tesoro de la humanidad que está en peligro Rafael Morales Astudillo ..................................................................................113
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Máx Berrú e Inti Illimani / José María Monteros Molina..................................121
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Festival internacional de artes vivas / José María Monteros Molina..............126
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Un viajero “anclado” en Loja / Sandy Santmyers..........................................132
•
Poesía / Manuel Hermegildo Espinosa..................................................................135
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Presentación
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a vasta y nutrida producción artística e intelectual de nuestro medio, ha llevado a la revista Mediodía (casi sexagenaria) a ensanchar su espectro editorial para convertirse en una publicación multidisciplinaria semestral de Artes y Secciones Académicas. Las profusas investigaciones en varios campos y la generosa disposición de un número creciente de colaboradores, así lo exige. Como para subrayar con pulso esta línea, publicamos en el presente número dos manuscritos de singularísima importancia: La casa solariega de los Larreátegui, reminiscencias de una autor lojano del siglo XIX; y un desconocido e inédito cuadernillo de Poesía de Manuel Hermegildo Espinosa, padre del literato y eximio propulsor de las letras lojanas, Carlos Manuel Espinosa. Ambos documentos han sido recuperados merced a la afortunada gestión investigativa del Dr. Félix Paladines Paladines. En cuanto al primer escrito, La casa solariega de los Larreátegui, se trata de una crónica deliciosamente escrita por un autor lojano nacido hace dos siglos, Miguel M. Luna, quien pasó su infancia y primera juventud en Lima. El librito, además de ser una joya literaria, es un referente histórico legítimo de la cercanía parental, afectiva y socioeconómica de Loja con el vecino país del sur, deplorablemente rota tras la guerra. Llama la atención el flexible manejo de una prosa cuya elegancia, riqueza y sencillez corresponderían más bien a una técnica moderna, muy bien lograda, antes que al estilo romántico de ese tiempo, con tardías influencias del barroco. Lo cual a su vez da la medida del talento humano surgido en estas tierras por esa extraña conjunción de factores que algunos estudiosos están aún tratando de definir. También inauguramos con este número (ad experimentum), un primer artículo bilingüe (inglés-español), sugerido por uno de nuestros colaboradores.
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CASA DE LA CULTURA ECUATORIANA BENJAMÍN CARRIÓN, NÚCLEO PROVINCIAL DE LOJA:
A los 71 años de vida Institucional Alfredo Jaramillo Andrade alfre_jaramillo@hotmail.com
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e había enterado de una hermosa realidad; sin embargo, hecha de sueños. En su apartada heredad territorial, bajo la protección y celosa vigilancia de sus padres y parientes, que tuvieron el don de flexibilizar el lenguaje castellano, corriente y familiar, hasta agigantarlo mediante la palabra escrita procuró, bajo el aliento de la ternura y del libro, la más alta de las expresiones poéticas. Benjamín Carrión es el último de quienes fraternizaron y se codearon con la gloria del intelecto pródigo. Apareció en la palestra para entregarnos su cálido mensaje humanitario y descubrir, ante nosotros, una trama confeccionada con los más sutiles hilos de la perennidad. Justamente y a tiempo estuvo aquí. Regresaba de un vuelo itinerante. De donde los vestigios de la grandeza cultural de otras etnias y naciones asombraron al hombre. Se enteró de la cultura antigua greco-latina y de la europea moderna. Se elevó, desde los Andes ornamentales de su patria y su fuego inextinto, a la cumbre de los rascacielos; y, observó, de pronto, las recias estructuras de metal y de cemento; las efigies delicadas y patéticas formas de mármol y de bronce; los grandes murales y creaciones pictóricas consagradas por el Genio Universal, bajo el signo de la eternidad. Vio cubrirse de nieve
y de sol las calles de las grandes ciudades, extrañas y presuntuosas, en donde un hermano suyo, Clodoveo, anticipó su huella. Se acomodó frente a los mares para recibir el esplendor de los renacimientos cuajados de luceros. Castillos y museos, templos testimoniales de un pasado sin parangón, congelados en un haz distante de luz para su alma joven, permanecían con una pureza intacta, capaz de magnificar las profundidades de su propio ser. Este admirable hombre se forjó de latitudes y emparentó climas para -un día destinado a la esperanza de tener una patria nueva y respetable- inquietar ideales, fomentar, reproducir y crear cultura; descubrir, vigilar y sancionar la identidad de nuestros pueblos. El hombre de la teoría bondadosa, digámoslo así, portaba apretujadas en su carcaj las agudas flechas que, unidas al fuego de la sabiduría y al cristal transparente del amor, habían de encender las auroras de un nuevo acontecer. Trancurría el año 1944. El seis de agosto, Benjamín Carrión Mora recibía el documento por el cual el Presidente constitucional de la República, doctor José María Velasco Ibarra, autorizaba la creación de una institución jamás soñada por patriota anterior alguno; aunque otros lojanos ilustres le precedieron en fundaciones
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Matriz, cuyo funcionamiento centra la ciudad capital, Quito. El veinte de febrero de 1947, toca a los lojanos la suerte de recibir tal distinción. Se crea el Núcleo Provincial de la Casa de la Cultura, en Loja.
Benjamín Carrión Mora, Clodoveo Jaramillo Alvarado
importantes como: el Banco Central del Ecuador, el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, la Escuela Naval del Ecuador, el proyecto de Reforma Agraria, el proyecto social de rescate del Indigenado, y otras instituciones más. Se trataba de dar forma al pensamiento del hombre equinoccial. De hacer que se potenciaran las inquietudes artísticas, literarias y de proyección científica al calor de una entidad organizada para el efecto: la Casa de la Cultura Ecuatoriana que, gracias a gestiones de nuestro Núcleo pasó –por Decreto Legislativo– a identificarse con el nombre de su creador “Benjamín Carrión”. (¡Gesto que constituye históricamente uno de los más logrados monumentos espirituales de gratitud surgido de nuestra tierra...!). Acto seguido, la obra del doctor Carrión Mora empieza a encender latitudes y meridianos. Se crean Núcleos, al rededor de la
El doctor Carlos Manuel Espinosa, quien me honrara con su amistad, entrado en años, fue su primer Presidente. Un hombre de prudencia mayúscula. Suscitador de Carlos Manuel Espinosa valores. Nada pedante ni orgulloso. Dueño de una personalidad definida, producto de amplias lecturas y dilatada ensoñación. Un poeta y escritor que rebozaba ternura y comprensión. A la generosidad de este ilustre personaje se debió mi incorporación como Miembro Correspondiente de la Casa de la Cultura; y se debe mi presencia en la Sección de Literatura. Para el período 1952-1954, el doctor Clodoveo Jaramillo Alvarado estaba dispuesto a sucederle. La segunda presidencia la ejerció este ilustre coterráneo, Clodoveo Jaramillo Alvarado entre 1964 y 1966. Su obra polémica: Loja contemporánea, le confiere membresía, como a uno de los luchadores sobresalientes en el plano de las conquistas sociales. Se trata de un gran
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14 gestor democrático. Invencible al amparo de la verdad. Un hombre dotado de una cultura exquisita. Locuaz en el tratamiento de temas amenos, sencillos, pero profundos. Un filósofo que columbró la esperanza del porvenir como su hermano Pío, desde la cátedra y el ejercicio del Derecho, desde la Magistratura e investigación socioeconómica de nuestra realidad provincial. En el campo educativo, fue un forjador de juventudes de grata recordación. Dispuso para nosotros, jóvenes aún, una biblioteca de la cual pudimos extraer los más refinados manjares de la poesía, del cuento y la novela, del ensayo y la historia. Nos obsequió un devenir inquieto adornado con luces de bengala. Con sabiduría propia. Se apasionó por la justicia y perseveró por alcanzarla para el mundo contemporáneo. Del doctor Víctor Aurelio Guerrero, ensayista y poeta, heredamos su contribución intelectual en revistas y periódicos como Mediodía, donde aparecieron las primeras inquietudes de una institución democrática, robustecida con la presencia elitista de eminentes figuras, dotadas de una gran ambición intelectual. Ensayista y jurisconsulto de la más alta jerarquía: Su paso por la presidencia del Núcleo (1954-1956) fue pujante y aperturista. Su fe intelectual incrementó incesantemente la biblioteca “Máximo Agustín Rodríguez”. En su presidencia, junto a los doc-
tores Jorge Hugo Rengel y Ernesto Rodríguez Witt –a la sazón concejales del Cantón– se obtuvo un solar donde más tarde se levantaría el edificio del Núcleo. El eminente jurista Jorge Hugo Rengel: sociólogo, literato, catedrático universitario de la Facultad de Jurisprudencia. Representante y admirado hombre público. Autor de libros de Derecho. Ensayista y dinámico intelectual identificado con las Jorge Hugo Rengel causas socialistas de la nación, presidió la Casa de la Cultura de 1956 a 1960, y de 1970 a 1972, por sus brillantes dotes intelectuales. Amigo de los grandes acontecimientos sociales y culturales del Ecuador y el mundo. Periodista de autoformación. Promotor y descubridor de inquietudes. Inauguró la imprenta tipográfica adquirida bajo su gestión administrativa, la que ha servido para extender la luz del pensamiento lojano a todos los rincones de la patria.
Inauguración de la imprenta tipográfica
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Como Rector del Alma Máter, como educador y hombre público, siempre atento a la búsqueda de fórmulas que faciliten el desarrollo social y agrario del país, otro idealista, el doctor José María Vivar Castro fue Presidente del Núcleo de la Casa de la Cultura en Loja, durante el período 19621964. Fomentó la inquietud literaria de los diletantes intelectuales de esa época. Mi primer libro intitulado Eslabón/Poemas de amor contra la sombra (1962), producto de la primera editorial de la institución, y gracias a la gentil invitación de este noble pedagogo, sociólogo y ensayista, estimuló y comprometió el espíritu de avanzada con el que contábamos para entonces: Carlos Eduardo Jaramillo, Rubén Ortega, Max Puertas Alarcón, Telmo, Graciela y Gonzalo Rodríguez Bustamante, Carlos Encalada Zambrano, Edmundo Cueva, Pablo y Juan Jaramillo Puertas, Alfredo Jaramillo Andrade, Walter Rodas Jaramillo, Antonio Maldonado Valdivieso, Walter Guerrero Vivanco, Germán Zambrano Palacios, Juan Quezada, entre otros. Procuró que la llama inicial, sostenida por el verso romántico no desmayara en el transcurso de nuestras vidas. El licenciado Vicente Burneo Burneo, fue otro de sus presidentes. Ciudadano político y servidor del pueblo. Sus electores le asignaron una responsabilidad importante, la de ser Alcalde del
cantón. Durante su presidencia en el Núcleo se realizaron gestiones encaminadas a fortalecer el aspecto físico y moral de la Casa de la Cultura. El licenciado Burneo es hombre que ha dejado una huella de honradez innegable. Si bien es cierto no conocemos -en lo que a producción del libro se refiereuna obra de su autoría, su paso por esta institución vale para estimular la gratitud de las presentes y futuras generaciones. Al doctor Alfredo Mora Reyes lo encontramos en los años 1972-1974, liderando, bondadosa y entusiastamente, el trabajo cultural de Loja. También la ciudadanía lo erigió Alcalde de la ciudad. Fue profeAlfredo Mora Reyes sor en la Facultad de Jurisprudencia. A su rededor buscábamos el consejo anecdotario prístino, lleno de sabiduría y modestidad. Mora Reyes fue educador que transmitió con su ejemplo las enseñanzas de Carrión Pinzano, Adolfo Valarezo, Isidro Ayora, Pío Jaramillo Alvarado. Mostró inmensa preocupación por el desarrollo intelectual de las personas. Vivió y murió en paz con su espíritu de filiación socializante. Finalmente, en un pequeño y sustancioso libro nos patentizó la imagen del Mariscal Antonio José de Sucre, como símbolos todos de
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16 la grandeza política y libertaria que hace florecer la esperanza de días justos y felices. Bajo el estímulo de sus selecciones literarias, hizo que nos familiarizáramos con honrosas personalidades de dentro y fuera del país. Protegió nuestros rumbos. Y fortaleció nuestras inquietudes de conocimiento. Al doctor Gustavo Serrano Masache, catedrático experimentado, quien nos mostró los atisbos de la literatura nacional y universal en el colegio Bernardo Valdivieso y en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Loja, en donde se Gustavo Serrano Masache desempeñara como Decano, le sucedió quien os habla: Ingeniero Agrónomo… exprofesor del prestigioso establecimiento arriba mencionado, el colegio Bernardo Valdivieso, y de la Universidad Técnica Particular de Loja. Por corto tiempo, presté mis servicios en la Universidad Nacional de Loja, Facultad de Ingeniería Agronómica. En la presidencia del Núcleo permanecí nueve años popularizando la inquietud cultural que heredamos del Maestro Benjamín Carrión Mora. Tratando de que su filosofía, concordante con el espíritu de desarrollo, no se viera obscurecida por la inactividad ni los prejuicios elitistas. Urgiendo la participación de los edu-
candos en el hecho cultural; y, preocupado de reforzar la biblioteca, a fin de satisfacer las necesidades imperiosas de consulta. Tenía publicados varios libros editados en la imprenta del colegio Bernardo Valdivieso. Mediante resolución del Honorable Consejo Directivo de la entidad que presidí, se incrementó esta producción con: El hombre que somos (1980) y Señales para el buscador de sueños (1982). Aparte se publicaron Desde las Cenizas, Del unicornio y los centauros, Los retoños del abedul, Pío Jaramillo Alvarado/Doctor en Ciencias de la patria. Durante mi administración, conjuntamente con los Drs.: Jorge Mora Ortega, Clotario Espinosa Sigcho, Arturo Armijos Ayala, Antonio Maldonado Valdivieso y Eduardo Valdivieso, se adquirió el piano y equipos de proyección cinematográfica y de sonido. Lo mismo que la copiadora para servicio público. Se instaló el nuevo sistema de impresión offset, mediante la compra de la prensa respectiva y el financiamiento total del sistema inicial computarizado; gestión valedera que ha dado lugar al montaje moderno que hoy posee la editorial, gracias al esfuerzo renovador de gente sensible por la cultura y su accionar continuo. Hablo, entonces, del licenciado Jaime Rodríguez Palacios, poeta y escritor; del arquitecto José Beltrán Beltrán, del doctor Stalin Alvear Alvear, del licenciado Mario Jaramillo Andrade, del
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doctor Marco Placencia, del licenciado Mario Jaramillo, del doctor Félix Paladines catedráticos y cultores del cuento y del ensayo; y, del joven magister Diego Naranjo Hidalgo. Todos ellos portadores de nobles ideales e inquietudes artísticas que, con la producción del libro, entre otras múltiples actividades, han vencido el estatismo que suele deteriorar la imagen institucional, sobre todo cuando no se cuenta con un afán sincero y altruista. Dentro de ese accionar cultural, tan persistente y cariñoso para con nuestra provincia, se hace constar el haber realizado la impresión de obras, de la siguiente categoría: 1949, mayo: Publicación del primer número de la Revista Viernes. 1951, 15 de agosto: Primer número de Mediodía. 1954: Publicación de Naya o la Chapetona y La campana de ciudadela. 1958, 13 de abril: Inauguración de la Editorial. 1958, 15 de agosto: Mediodía número 15. Primera publicación de la Editorial. 1959. Publicación de los libros Crónicas y ensayos de Jorge Hugo Rengel. Y Tres maestros de Alfredo Mora Reyes, publicados en la Editorial CCE., Loja. 1966. Creación de la Escuela de Teatro. Director Fabio Pacchioni, de la UNESCO. 1968, 15 de noviembre. Firma del contrato de construcción del edificio con el arquitecto Marcelo Rodríguez.
1979,
junio. Publicación de Altasierra. (Segunda época).
1985, julio 23. El Directorio resuelve la adquisición de la imprenta offset. 1986, julio. Edición de La Caza del pez y El buho y la palabra. 1987, 13 de abril. Revista Suridea Nº 1. 1992, abril. Adquisición de equipos de filmación y proyección de video. 1992, septiembre. Se publica Renacer cultural de Macará, Nº 1. Extensión de Macará. 1992, noviembre. Conformación del grupo de violines y del taller de literatura. 1992, diciembre. Publicación del Nº 1 de la revista El Picaflor de la extensión de Celica. 1993, febrero. Desde el Ahuaca, Nº 1. Extensión Cariamanga. 1993, 15 de octubre. Se conforma el Conjunto Lojanías. 1993, octubre. Adquisición de equipos de amplificación de sonido y de instrumentos musicales para uso del Conjunto Lojanías. 1994, octubre. Revista Nº 1 Pa`labrar. 1995, 20 de octubre. Inauguración de la Galería de Artes “Kingman” y dos salas de uso múltiple. (Café Galería). 1996, mayo. Se publica la revista Horizonte. Extensión de Catacocha. 1996, octubre. Compra de nuevos equipos de computación para servicio editorial. 1996, noviembre. Conformación del Ballet Contemporáneo de la Casa de la Cultura. Entre otras.
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18 Este total esfuerzo cultural de más de setenta años, ha sido orientado, mancomunadamente, a la publicación de libros, periódicos y revistas. A la exposición de cerámica, pintura y escultura. A la proyección de cine. Al incentivo de la pequeña industria. Al debate, encuentros, talleres y mesa redondas, simposios de literatura nacional e internacional con la participación de connotadas figuras intelectuales, locales, nacionales y de hispanoamericanos.
Se debe acreditar de manera especial, entre los titulares editados por el Núcleo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, los siguientes: • Revista de la Casa de la Cultura. Más de sesenta números, que justifican a plenitud los cincuenta años de vida institucional, dados los medios obsoletos y el escaso presupuesto que desde siempre ha tenido nuestro Núcleo. • Estudios Económico-Sociales del Ecuador (Reforma Agraria). José M. Vivar Castro. 1961. • Criminología. Jorge Hugo Rengel. 1961. • Presencia de Loja y su provincia. (Antropología social). Hernán Gallardo Moscoso. 1978. Y 400 años de cultura lojana.
• Memorias de un Dios fusilado. Patricio Carpio Mendieta. 1978. • Selección de cuentistas lojanos. Jorge Mora Ortega/Arturo Armijos Ayala. 1979. • Homenaje al doctor Benjamín Carrión. 1980. • Relatos y siluetas, del autor Jorge Mora Ortega. 1980. • Homenaje al doctor Benjamín Carrión. 1980. Varios autores. Director: Alfredo Jaramillo Andrade. • Banca. Angel F. Rojas. 1981. • Semblanzas y ensayos literarios. Arturo Armijos Ayala. 1982. • Media Jornada. Eugenio N. Ortega Jaramillo. 1982. • Loja en la Poesía. Arturo Armijos Ayala. 1983. • Reimpresión de Atahuallpa de Benjamín Carrión. 1984. • La dama fatal o el duende. José Antonio Figueroa Sánchez. 1985. • Pies desnudos. Manuel Agustín Aguirre. 1988. • Por qué Jesús no vuelve, Benjamín Carrión. 1989. • Blues de la calle Loja. Carlos Eduardo Jaramillo C. 1990. Publicaciones 1991 - 1995
• Apuntes Literarios, Víctor A. Guerrero. 1991. • Emiliano Ortega Espinosa. Obra rescatada. 1991.
Órganos de difusión de la CCE-L.
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• Inquietud. Manuel José Aguirre Sánchez. 1992. • Las puertas secretas de la noche. Patricio Carpio Mendieta. 1993. • Paz, bendita palabra. Graciela Rodríguez Bustamante. 1994.
• Bajo el signo de Aries, de Carlos Enrique Encalada Zambrano. 1995. Publicaciones 1996
• Oráculo del fuego, de Jaime Rodríguez Palacios. 1996. • Revista Huellas, antología. 1996.
• CELICA: 114 años de vida cantonal/ 1878-1994, del escritor Modesto Burneo Erazo. 1994. • Lágrimas/ reflexiones. pétalos y espinas/ poemario, de Juan Francisco Hidalgo Eguiguren. 1994.
• Neftalí Pascuales. Leonardo Kosta. 1996.
• Baratijas literarias. Máximo Agustín Rodríguez. 1994.
• Loja antigua en la memoria. Arturo Armijos Ayala. 1996.
• El gran día bisiesto. (Cuentos). Eduardo Carrión González. 1994.
• Los ángeles que huyeron de Sodoma, de Franklin Ordoñez Luna.
• El balcón de los colores. (Cuentos). Ruth Patricia Rodríguez Serrano. 1994.
• La vereda, Leonardo Burneo Valdivieso
• Canto y Camino. Tulio Bustos. 1994. • Poemas y canciones. Jorge Mora Ortega. • PALTAS: Leyendas y tradiciones, Laurentino Albalá Medina. 1995.
• Lingüística descriptiva de la oración simple, de Galo Guerrero Jiménez. 1996. • Relatos, cuentos y tradiciones de Loja. Teresa Mora de Valdivieso. 1996.
Publicaciones 1997
• Mediodía Nº 48 , CCE-Loja • Presagio de luna , de Tulio Bustos • Variaciones del cuerpo, de José María Sánchez
• Descentralización del Estado y desarrollo fronterizo, José Bolívar Castillo, 1995.
• Experiencias abismales, de Micaela Calle V.
• Las Artesanías en la provincia de Loja, Gabriel Gonzalo Gómez Gómez. 1995. • Entre la razón y el corazón, esquina. William Brayanes. 1995.
• Del fuego que somos, Mónica Cuenca Ojeda
• Sueños de Arena, Antonio Quizhpe. 1995.
• Prosas Silentes III, de Gustavo Serrano Publicaciones 1998 • Mediodía Nº 49 Homenaje a E. Kingman CCE - Loja
• Ensayos biográfico, Jorge Hugo Rengel. 1995.
• Me niego a pintar rosas, Estuardo Figueroa Castillo
• Con mi guitarra y mi canto. Benjamín Ortega. 1995.
• Teatro Franciscano , Dr. Carlos Fernando Peñaherrera
• Imagen del Silencio, de Iovana Jaramillo Valdivieso. 1995. • Economía Campesina y estrategias de sobrevivencia en zonas de altura/ caso San Lucas; Loja, de Teresa Criollo. 1995 • Manuel Ygnacio Monteros Valdivieso 1904-1970. José María Monteros Molina. 1995.
• Del latido profundo, Jaime Rodríguez Palacio. 1998. • Vesperal, Gonzalo Rodríguez Bustamante • Cántaro de la memoria, Iván Álvarez Vivanco Publicaciones 1999 • El emancipada, Pedro Moncayo • Mediodía Nº 50, CCE-L.
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20 • El habitante de la noche, Galo Guerrero J. • Una mujer sin soledad, Aura Aguirre Aguirre • Cuentos del manglar, Zoviet Benítez • El lenguaje del corazón, Juan Francisco Hidalgo Eguiguren • Costumbres y tradiciones de mi tierra, Heraldo Alfredo Valarezo Ramón • Florales Nocturnos, César Briceño • Poemario 2, Ángel Rogelio Loaiza Serrano • A tajitos de caña, Hernán Sotomayor Veintimilla • Talleres de motivación a la lectura 1, Luis Antonio Quizhpe. • Talleres de motivación a la lectura 2, Luis Antonio Quizhpe • Mediodía Nº 51 (homenaje a Arturo Armijos Ayala), CCE-Loja. Publicaciones 2000 • Poemas del ocaso, de José Imbaguingo P. • Revista mediodía N.52, CCE - L. • Lectura plural de la mala hora, Yovanny Salazar Estrada • La colegiala, Gonzalo Merino Pérez • Características biológicas y psicológicas de la población lojana, de Patricio Aguirre Aguirre • Jorge Hugo Rengel y la cultura o la visión de la cultura a través de la óptica del jurista, de Fausto Aguirre • Identidad y raíces, de Félix Paladines P. • De Zamora los versos, Leonardo Burneo Valdivieso. Publicaciones 2001
• El centenario de su natalicio José Miguel Mora Reyes, CCE - L. • Publicaciones 2003 • El Ecuador del mañana, Giovanni Carrión Cevallos • Rebelde Agonía, Gonzalo Merino Pérez • ¡Nombres ! ¿Qué hay en un hombre?, Fausto Aguirre. • Prejuicios de una adolescente, Lucía Figueroa. • Revista Cien Años de labor Clasista, Trabajadores Unión Obrera 1º de Mayo. • Páginas de amor, Florencia Novillo de Quito. • Ángel F. Rojas, su último mensaje a los bernardinos y toda la juventud estudiosa. Publicaciones 2004 • Identidad y transmisión cultural del migrante lojano, Ángel Conde Salinas • Grito geo-histórico o lamento utópico del indio, Dr. Antonio Quizhpe. • Sigue andando, Iván Álvarez Vivanco. • Poemario 3, de Ángel Rogelio Loaiza. • Revista Pa´labrar Nº 6. Taller Literatura. • Centro de Investigaciones Culturales de Loja. CICLO. Manuel Agustín Aguirre. Publicaciones 2005 • Mediodía revista N. 53, CCE-L. • Rememorando Leyendas, Tradiciones y cuentos folclóricos, de Héctor Nelson García Solano
• Eros y literatura, Luis Antonio Quizhpe
• Las artes plásticas del siglo XX en Loja, Ángel Aguilar M.
• Segundo Cueva Celi, centenario de su nacimiento, CCE - Loja.
• Revista científica literaria del Col. Experimental Bernardo Valdivieso.
• Salvador Bustamante Celi, Alta expresión de la cultura musical, CCE-Loja.
• Hablarán los días, de Eduardo Mora Anda.
Publicaciones 2002 • Ojos de tu huambra, Zoviet Benítez Acosta • El relato histórico de Loja, Trotsky Guerrero Carrión • El caballo de papel, Carlos Carrión
• El lenguaje de las flores, José Imbaquingo. • Escenario natural de la cultura loja, Numa Maldonado. • Historia de Puyango, de Marcelo Reyes y Justo Leiva.
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Publicaciones 2006 • Abstracciones que pululan en el invierno, Lucia M. Figueroa Robles. • Microensayos de la crítica literaria, Yovany Salazar Estrada • Piel de ébano, Beatriz Vera
Publicaciones 2008 • Impúdica, Rodríguez, Ruth Patricia • Réquien por los pájaros, Quizhpe, Carlos Santiago • Revista Pa`labrar No. 8 Taller Literatura.
• Balada del caminante, Leonardo Cueva Piedra
• El caudillo de Eloy Alfaro, Gallardo, Miguel Ángel
• Huellas, Florencia Novillo de Quito, Ildefonso Novillo Torres
• Genealogías mestizas, tomo I, Gomezjurado, Gabriel
• Profanación de la palabra, Manuel Ortiz
• Relatos de la historia de Loja, tomo I, Anda Aguirre, Alfonso
• Metáforas y paradigmas, Alfredo Jaramillo Andrade
• Economía agraria, Guerrero Carrión Trotsky
• Mediodía N.54, CCE - L.
• El Ecuador Austral, Mora, Luis F
• Revista Pa` labrar Nº7. Taller Literatura, CCE
• Relatos de la historia de Loja, tomo II Anda Aguirre, Alfonso
• Catastroyka soviética, de Iouri Alexeevich Kossatchev. • Mediodía Nº 55, CCE Loja. Publicaciones de 2007 • Los Saraguros, Punín Dolores • Crepúsculos y auroras, Carlos Encalada Zambrano • Doble realidad, Wilson Castillo • Recuerdo de Cariamanga, Idelfonso Novillo Torres • Historia aborigen del Ecuador-Los Paltas, Alejandro Erasmo • Revista No.1, CCEL - Extensión Puyango
• Revista Suridea No. 9, CCE-L • Luz y sombra, Novillo, Florencia • Una vida en anécdotas, Pinza Suárez, Benjamín • Cuéntame otro cuento, Gómez Gómez, Gabriel Gonzalo. Publicaciones 2009 • Semblanzas literarias, Maldonado Granda, Julio • Literatura y educación, Guerrero J., Galo • Revista suridea No. 10 CCE-L.
• Redacción técnica, Leoncio Loján Idrovo
• Estatura de tiempo y convergencia, Jaramillo Valdivieso, Paulina
• Relatos del colegio Bernardo Valdivieso, Numa Maldonado Astudillo
• Loja de ayer-relatos, cuentos y tradiciones Mora Valdivieso, Teresa
• El refugio de mi alma, Monserrat Sánchez
• Los procesos del desarrollo rural ecuatoriano, Aguirre Aguirre, Ramiro
• Recuerdo de Cariamanga, vivencias y añoranzas, Carlos Sarmiento Cueva • Banca, Rojas, Angel F. • Tú… mi otra piel, Figueroa Castillo, Estuardo • Revista mediodía No. 56, CCE-L. • Plantemos los sueños, Lana Castro, Mireya • Manejo de cuencas hidrográficas tropicales, Muñoz Luzuriaga, Franco • La historia oral en el aula, Proyecto Catamayo Chira
• Revista Pa`labrar No. 9, Taller de Literatura CCE-L. • Cartillas de músicos lojanos 1873-1920 Corporación Pio Jaramillo A. • Verso a verso con guitarra, Bustos, Tulio • Mi país, la tierra y sus gentes, Atarihuana Carrión, Celso
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• Revista Palabra No. 1, Instituto D.A.B • Redacción administrativa, Chamba Herrera, Leonardo • Antología latinoamericana ( UNL) Varios
• Acercamiento pedagógico, Jaramillo Andrade, Alfredo • Revista Pa`labrar No. 10, Taller de Literatura CCE-L. Publicaciones 2011
• La confesión, González Carrión, Hugo
• A la orilla de tu alma,Enrique Torres Espinoza
• Seducción de la minifalda Jiménez, Marco
• El diario de Lorenzo, Paladines, Lenin Vladimir
• Una rosa en el desierto, Velepucha Manuel • Atahualpa…, 10 de Agosto… Victimación de Alfaro, Jaramillo Alvarado, Pio
• Revista mediodía No. 58, CCE-L.
• Revista Suridea No. 11, CCE-L.
• Relatos con sal lojana, Willam Brayanes / Gustavo Novillo
• Caricias y puñaladas, Soto, Paulina
• Florales del delirio, Briceño Toledo, César
• El trovador que inmortalizó a su pueblo, Alvarez, Augusto
• Música, palabra y memoria, Palacios, Édgar
• Luzbella, Castillo, Wilson
• El pensamient Liberal y socialista en la obra de A.F.Rojas, Salazar Estrada, Yovany
• Vigilia para el encuentro, Jaramillo Valdivieso, Iovanna
• Poemas graves, Quezada, Froilán
• El gobierno federal de Loja, Eguiguren Valdivieso, Genaro.
• Bajo las aguas, Jaramillo, Luis Salvador
Publicaciones 2010 • Aventuras sin patines, Reyes, Daniel Aguirre • La lectura herramienta formación humana, Salazar Estrada, Yovani • Revista Mediodía No. 57, CCE-NL. • Relatos de la historia de Loja, tomo III Anda Aguirre, Alfonso
• Revista Suridea No.14 CCE-LOJA. • Poesía, Rodríguez Bustamat, Gonzalo. • Tras las huellas del pasado, Narváez, Georgina • El muelle de siempre, Mora, Patricio • La hermandad del mar muerto, Jaramillo I., Luis Salvador • En el secreto de los sueños, 3ra. Edición Jaramillo I., Luis Salvador
• Reflexión de la poesía, Alvarez G., Susana
• Potenciando la capacidad cognitiva y emocional, Novillo, Saquicela Claudia
• Relatos de la historia de Loja, tomo IV Anda Aguirre, Alfonso
• Revista Suridea No.15, CCE-.
• 1970 inflexión del movimiento socialista, Guerrero Carrión,Trotsky
• Proal , Palacios Riofrío, Carlos
• Revista Suridea No.12, CCE-L • El sótano y otros cuentos, Jaramillo I., Luis Salvador • Curipamba, Rojas, Angel F. • Cascajo negro, Torres, Tomás Rodrigo • Estoy contigo, Lana Castro, Mireya • Cristales rotos, Quizhpe, Carlos Santiago • Dudas Idiomáticas, Imbaquingo, José • Revista Suridea No.13 CCE-L.
• Las caderas del sol, Castro Aguirre, Edgar • Oda a la mujer, Palacios Riofrío, Carlos • El libro de los elogios, Palacios Riofrío, Carlos • Las estaciones del amor, Palacios Riofrío, Carlos • Rumbo al estío, Taller de Literatura CCE-L • Artículos periodísticos, Rojas, Angel F. • Cine y el arte plástico, Castillo Tapia, Wilson René • Cáscaras de lluvia, Jaramillo Valdivieso, Paulina.
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Revista de Artes y Secciones Académicas
Publicaciones 2012
• El víacrucis del Migrante, Camacho Sigifredo
• La victamación del General Eloy Alfaro y sus Tenientes, Jaramillo Alvarado, Pío
• Revista Suridea 20, CCE-L.
• El pasado mañana, Salazar González, Iván • Plumas de seda, Carrión Cevallos, Ana
• Guía de presentación de tesis, Chamba, Leonardo
• Revista Suridea No.16, CCE-L
• El valor de lo humano, Guerrero, Galo
• Fiorella de agua , Álvarez Galarza, Susana
• Manual del constructor, Espinoza, Rommel
• El antifaz de los bristol, Jaramillo I., Luis Salvador
• Loja en la poesía, Cuenca, Luis Bernardo
• Normas de Redacción, Chamba, Leonardo
• Un día me bañe desnudo, Jiménez, Dario
• Proceso didáctico en educación básica, Fernández, Olga María
• Genesis de luz, Novillo, Florencia - Idelfonso
• Patrón o ladrón, Bustos, Camilo
• Revista Suridea No.17, CCE-L.
• Romance y poesía, Castillo Coronel, Rafael
• Mis primeros cuentos, Rojas Meneses, Fernando • Memorias de un gran maestro, Pinza Suárez, Benjamín • Universidad pública y cambios, Guerrero Carrión, Trotsky • Memorias III encuentro latinoamericano de A.L. Varios • Me puelvo gris, González, Jaun Andres
• Revista Mediodia No. 59, Literatura y Arte CCENL
• Revista suridea No.18, CCENL. • Eugenio Espejo, tomos I - II - III, Monteros, Manuel Ygnacio • Callua, corazón de la resistencia, Hidalgo Bravo, Rodrigo • Laberinto, Luna, Galo Omar • La muerte de la tragedia, Manuel Velepucha • Cuaderno de Arena, Ajila, Kléver • Amor y piel, Toledo León, Delicio • Memorias de Carval, Valarezo, Carlos Publicaciones 2013 • Loja: Cultura de traje y corbata, Soto, Paulina • La Migración en la novelística lojana, Salazar, Yovany • Estampas lojanas, Mora de Valdivieso, Teresa • El cuervo decapitado, Jaramillo I., Luis Salvador
Publicaciones 2014 • Lo que el diablo se olvidó de llevar, Luis Salvador Jaramillo • Cantos de luna y de sol, Yolanda Díaz Ullaguari • Recopilación de valores y pensamientos de la vida para la vida, Carlos Bolívar Luzuriaga
• Revista Suridea Nº 23, CCE-Loja • Patrón o Ladrón, Camilo Bustos P. • El valor de lo humano, Galo Guerrero J. • Romance y poesía, Rafael Castillo Coronel • Venciendo el mal, Patricio Olmedo • Fisonomía, identidad y talento lojano, Benjamín Pinza Suárez • La magia del río, Tulio Bustos Cordero • Revista Suridea Nº 24, CCE - Loja • La siembra de mi alma, Magdalena Chauvin Hidalgo • Alahumbo, sentimiento puyanguense, José Alfredo Gómez Álvarez • La noche de los herejes, Wilson Castillo Tapia • Mis piedras brutas, Pablo Ruiz Aguirre • Voces en la niebla, Fernando Rojas M. • Clodoveo Jaramillo Alvarado, Alfredo Jaramillo Andrade • Proceso didáctico de la enseñanza-aprendizaje de la lecto-escritura, Olga María Fernández Fernández • Letra desbocada, ensayos literarios, Carlos Ferrer • Revista Suridea Nº 25, CCE-Loja
Mediodía
24 • Héctor Manuel Carrión, Bernardita Maldonado • Loja en la poesía, Luis Bernardo Cuenca Publicaciones 2015 • En el cauce de mis ansias, Maruja Valdivieso
• Revista El faro, ASOARTES • Los Valarezo, Reinaldo Valarezo García • Tren a Chuchubamba, Pedro Arturo Reino • Décimas de ayer con sabor a hoy, Efrén Sarango Palacios
• Revista Mediodía # 62, CCE - Loja • Revista Suridea # 26, CCE - Loja • Música para recreación del mundo Infantil Lorena Terán Ludeña
• Revista Parroquia Cristo Rey, Las Pitas, Padre Leodán Reyes
• Delirios de tortura, Alejandro Carrillo C. • La Primera noche, Marco Jiménez Figueroa • Un puente de versos, Iván Salazar González
• Revista Pa`labrar Nº 11, Taller de Literatura CCE-Loja
• María y la magia de los colores, María Celeste Torres Córdova • El ataúd volandero, César Briceño Toledo
• Revista Suridea # 27 , CCE Loja. • Con todos los soles lejanos, Bernardita Maldonado • Quilanga, Galo Ramón Valarezo • Muerte en su isla, Alejandro Carrión • Sin velas desvelado, Carlos Manuel Espinosa • Correspondencia, Carlos Manuel Espinosa • El último rincón del mundo, Tomo II Alejandro Carrión
• Revista El Faro Nº 2, ASOARTES Publicaciones 2016 • El jardinero de los Rolling Stones, Luis Alberto Bravo (Premio de Literatura) CCE-L.
• Revista Mediodía Nº 63, CCE-L. • Cartilla Matilde Hidalgo de Procel, CCE-L.
• Revista 100 años Sociedad Obreros de Loja. • Egagrópilas, Kleber Ajila Vacancela • Relatos de viento y mar, Jaime Meneses Aguirre • Ciudad de Vírgenes, Paulina Soto • Huellas en el viento, Ana Cevallos Carriòn • Confidencias, Mireya Espinosa Carriòn • Mirando al sur, Jorge Nùñez • Sombras de El Salado, Judit Ruiz Celi • Travesìa del viento en el jasmín disperso, Susana Álvarez
• Revista Suridea 29, CCE-L. • III Simposio de Literatura Pablo Palacio, Casa de la Cultura Núcleo de Loja Publicaciones 2017 • Reflexiones sobre la historia de la cultura lojana, Félix Paladines Paladines • Cursos de francés, Ernesto Carriòn, (Premio Literatura) • Creadores de la nueva América, Benjamín Carrión
• Revista Pa`labrar Nº 12, Taller de Literatura CCE-L
• Revista CECIM Nº 1, Capacitacion Integral a la Mujer
• Lira león, la oratoria de José Martí, Carlos Alberto Suárez Arcos • La sonoridad del algodón, Paulina Jaramillo
• Revista Suridea Nº 30, CCE-L. • Edgar Palacios y la magia de una trompeta, Alicia Ochoa y Jeannet Coronel
• Revista MEDIODÌA Nº 64, CCE-Loja • Hojarasca del recuerdo, Jaime Meneses Aguirre
• Revista Aserviankit, Santiago Calderòn • Lectura crìtica de la obra de Pablo Palacio, Fausto Aguirre • Simposio IV Nacional y I Internacional de Literatura Pablo Palacio, CCE-Loja. • Revista Suridea Nº 32, CCE-L.
• Revista Antologìa del jubilado, Federaciòn de Jubilados de la provincia de Loja
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Revista de Artes y Secciones Académicas
• Revista Centro para la Comunidad Vilcabamba, CCE-L. extensión Vilcabamba.
Publicaciones 2018
• Revista Suridea Nº 32 - 33, CCE-L. • C artilla Teresa Mora de Valdivieso, Alicia Ochoa y Jeannet Coronel • Coplas y amorfinos, de Teresa Mora de Valdivieso • Ensayo La emancipada, de Félix Paladines
• La matanza de Santa Ana, Alejandro Aguirre
• Colección Cultura y Libertad, Obras completas de Benjamín Carrión.
Como se puede concluir de esta revisión panorámica: cada quien, con su estilo personal, ha contribuído a la obra cultural y culturizadora en esta noble parcela de la patria ecuatoriana. De pronto –quizá– la utopía de ayer ha tomado consistencia real en el presente. Falta mucho por hacer. Sin embargo, la consciencia del hombre y la sociedad se desarrolla con innegable sentido dialéctico: desecha, prescinde, condena lo malo y lo peor para hacer ajustes de relieve y trascendencia. A veces los medios, la infraestructura de que se dispone, nos dejan cortos en la tarea de emprender la siembra con todo el vigor indispensable. Factores negativos e intrascendentes obstaculizan –por un ver– la marcha y producen crisis. A pesar de ello, se debe valorar el significado de ciertos impulsos. Impulsos condignos del cambio en la conducta de la sociedad, e individualidad humana.
En estos setenta y un años de vida de la Casa de La Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”, Núcleo Provincial de Loja, debemos exaltar la obra de su creador. Pues, ella nos da la oportunidad de hacer una patria “grande en los ámbitos de la espiritualidad, de la ética, de la solidez institucional, de la vida tranquila y pulcra. Debemos aspirar -según su y nuestro criterio- a tener el ejercicio imponderable de la cultura y respetabilidad democrática. Tenemos que ser por esos caminos que sí están a nuestro fácil alcance un “pequeño gran pueblo”, digno del respeto universal, de la consideración afectuosa y admirativa de todos”. La actividad educativa y cultural es un asunto tan delicado como serio. Por ello, debemos involucrar el aporte del joven creativo, del obrero y artesano talentosos, de los catedráticos e investigadores, del comerciante sensible al desarrollo intelectual nacional. Las instituciones lojanas, para el caso nuestro, jamás deben prescindir de sus contribuciones para lograr, mediante la actividad humanística de la cultura, la grandeza espiritual y material de Loja. Todo género de personas debe brindar su contingente -como ayer en el campo educativo- capaz de permitir alcanzar las metas de un desarrollo conjunto y armónico. Ojalá que, con el andar del tiempo, Loja cuente con un respaldo digno de su estirpe castellana.
Mediodía
26 Ojalá que, al empeño consignado por el Núcleo Provincial de la Casa de la Cultura, que nunca contó con presupuesto suficiente para plasmar sus ideales de grandeza a través de la acción culturizadora, acudan otras instituciones en el futuro y nos permitan un crecimiento más acelerado y óptimo… Porque -como lo expresara Montaigne-, “vale más tener una cabeza bien hecha que una cabeza bien llena; es decir, que vale más saber pensar que saber muchas cosas, y que, por lo tanto, el grande ejercicio del hombre es el ejercicio de aprender a pensar con su cabeza y que el gran secreto humano es no contrariar la naturaleza, tampoco convertirse en esclavo de ella”. Esperando, sobre todo, que “cada hombre lleve, en sí, la forma entera de la condición humana”. Ese es y ha sido nuestro máximo propósito.
1947
2018
ADMINISTRACIONES CCE - NÚCLEO DE LOJA PRESIDENCIA
PERIODO
Dr. Carlos Manuel Espinosa
(1947 - 1952)
Dr. Clodoveo Jaramillo Alvarado
(1952 - 1954) (1964 - 1966)
Dr. Víctor Aurelio Guerrero
(1954 - 1956)
Dr. Jorge Hugo Rendel V.
(1956 - 1960) (1970 - 1972)
Dr. José María Vivar Castro
(1962 - 1964)
Lic. Vicente Burneo Burneo
(1966 - 1968)
Dr. Alfredo Mora Reyes
(1972 - 1974)
Dr. Gustavo Serrano Masache
(1974 - 1976)
Ing. Alfredo Jaramillo Andrade
(1977 -1986)
Lic. Jaime Rodríguez Palacios
(1986 - 1988)
Arq. José Beltrán Beltrán
(1988 - 1991)
Dr. Stalin Alvear A.
(1991 - 1996)
Lic Mario Jaramillo Andrade
(1996 - 2000) (2004 - 2012)
Dr. Marco Placencia espinosa
(2000 - 2004)
Dr. Félix Paladines P.
(2012 - 2016)
Lic. Diego Naranjo Hidalgo Director provincial en funciones.
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Revista de Artes y Secciones Académicas
LA PATRIA SANTA
Al Doctor Manuel Benjamín Carrión Mora, “Creador de la Nueva América”. En los 71 años de Creación del Núcleo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, que inmortaliza su nombre.
Estuvo, desde muy temprano, sin adelantar conceptos ni el canto de los gallos, indagando verdades, en el umbral de la madrugada; de pie, como un patriarca, sobre la drástica roca gris de las circunstancias; podando -¡Toynbée!- el árbol de los sueños. A su diestra y siniestra, desde los mares abismales a donde fue..., y a donde llegó,... se reportaban las siluetas geniales del pasado tras una urgencia de manzano y huerto: ¡tras la piel afiebrada de las fuentes bíblicas que habían de mostrarnos el otro lado del pecado original...: su innegable grandeza! Estuvo para decirnos que la ignorancia no era mejor, ¡nunca mejor! que Flaubert y la Poesía que la Poesía y Baudelaire que el pulso de Unamuno y su constante luz encimentada,... hasta asumir la claridad del templo... Y, ¡que la amistad de Victor Hugo y Lamartine, que la cálida compañía del Dante y del Cervantes eran la mejor parte del Ser Hombre!
Mediodía
28 Estuvo para cantar a lo Valle Inclán para desvelizarnos a lo Baroja y Azorín para destilar un cuento de trigales y cometas y para desgravitar -por vez primera la tierra santa de sus santos... contactando la plural evidencia de nuestra América extendida y desnuda, ambarina y tersa, paridora de soles vientos y catedrales gélidas.
Viajando, sí,
-¡Oh buceador de nieves colosales y antiguas!... Defensor de la América Incásica, de la América de los Araucanos indóciles, de la de los Shyris y los Aztecas, de la de los americanos aborígenes, la América de los mestizos y de los mulatos. -Oh buceador de savia Iberoamericana: De esta savia de América “dada al diablo”, con cuentos de luna plateada, con sangre negra de toro bravío y pedernal punzante emergido desde las más oscuras entrañas. De esta América nueva germinada en la imprevista furia de los Andes que se dan -libremente- en las cascadas torrenciales, y en el agua-mansa de sus lagos, en comunión de páramo y estrépito de granizadas. Y es que fue Benjamín el titán de titanes no titanizado, sino: el aguamar, el agua-oceánica, el agua universal del hombre y su primer contacto, de perfección y libertad; el agua que de pronto sabe a lirio y a pampa dilatada, a vuelo rápido de colibrí y de cóndor,
Revista de Artes y Secciones Académicas a sangre de puma y tigre salvajemente juntas, zigzagueantes, terribles y reptantes como troncos - ofidios, como los peces grandes que soplan hacia el cielo sus aguaceros de corriente cálida. Está, Él, obligándonos a no sucumbir, allá; a continuar la lucha, porque la injusticia no puede retardar un proceso de fósiles y climas testimoniales; porque ha sido y será indispensable crear una “Nueva América” llamativa, más aún, apuntalada, con signos de seguridad radical, con entusiasmos copiosos y una mínima lamentación de pajonales. Es -se dirá- y ha sido necesario tomar ese camino por el que las batallas engrandecieron la dimensión de los padres; camino por el cual se deslizaron los sueños grandes de los héroes, el fuego inmenso de los sabios, el brillo acerado de las espadas, el casco relampagueante de los briosos caballos. Está, allí, perdurable, el hombre nuevo. Su pulsación reanuda las hazañas intrépidas: a lo Bolívar y San Martín a lo Sucre y Martí a lo Maceo y Mariátegui a lo Neruda y Vasconcelos a lo Arguedas y a lo Mistral, a lo Juárez y Espejo a lo Montalvo y Alfaro a lo Sandino y Cienfuegos a lo Fidel a lo Che Guevara...
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Mediodía
30 Estuvo, aquí, encarnando el principio de la espiritualidad, cuesta abajo de los poblados campesinos; arrancándole, estéticamente a la circunstancia, dialécticamente, la gruesa indumentaria con qué los árboles se cubren de siglos en la montaña. Este su registro fue,... y la abundante recaudación de su cosecha aprehendida por la nueva aurora, cuánto que es el “nacer” médula y tiempo, muy a pesar de lo efímero, puesto que así es la fuente y sus reflejos: su luz hiriendo los vacíos, flotando en el espacio con sus ejércitos imponderables de ternura, con los capitanes que dan solidez a las patrias libres, y cierta vitalidad a las patrias santas. Este hombre, sencillamente bueno, nacido entre retamas de amor como las malvas (el más genuino de todos aquellos que conjugaron el trueno y el relámpago…) era, a su vez, el grande de los grandes. Ennobleció... Enriqueció los itinerarios de la alegría devolviéndonos para siempre la esperanza. Este Señor de barro y llamarada avergonzó lo que debía avergonzar con su redoble profundo de campanas libertarias en frente de las dictaduras. Este Señor exento del prejuicio vulgar de las mesnadas,
Revista de Artes y Secciones Académicas se hizo prisma, iridiscencia, más acá de los dioses, afanado, seguramente, en recuperar para su pueblo la dignidad perdida y la Paz. ...Se hizo canción
creyendo que el canto desde Whitman, y mucho tiempo atrás, transparentaba democracias, y una hermosa vocación ecuatorial con tinte cósmico. ...Se hizo palabra con aliento terrestre de mazorcas. Caminó preconizando como los profetas la grandeza de su “nación pequeña”, hecha de todas las naciones, en uno como abrazo universal que repartía mirando, /como sólo Benjamín miraba/ al umbral del amanecer... Contemplando desde lo más alto la parda grímpola terrestre de azul y verde vegetal adelantados; conflagrada de guerras, muy a su pesar, y de otros disparates infrahumanos. Él, sabía, porque la incierta luz no lo espantaba,... cuál es el destino de los pueblos entre lo grotesco del primer arado y la dulzura de las espigas empotradas en el talismán vivo del suelo. Él, sabía que la Cultura es identidad consagrada a la expresión civilizadora del hombre... Y, por el hombre se desdobló en el libro de tirante veracidad,
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Mediodía
32 listo para el enganche de otras preciosas naves forjadas de eternidad. ¡... Luego, para Él, qué: ¡lo del bruñido metal de los escombros! ¡... Lo del colorido herrumbroso de las grandes ciudades! ¡... Lo del choque sexual en las barricadas del desamor! ¡... Lo del vicio generador funesto de atropellos! Sino,
en su pulcro destilado deambular: ¡... La grandeza del conocimiento, la certeza revolucionaria del fenómeno social, la distancia estelar y cósmica en la similitud de nuestra carne. Más cercano a la luz, como bandera, más necesario que nuestro aliento, más presencia, en el alma que nuestros ojos, más ágil serenidad que todas las alturas! Este pequeño y grande “santo”, /santificador de intelectos y virtudes/... no es, no fue el santo de los imbéciles, ni el único santo de todos los letrados. ¡ES... el santo de la patria de amor, del amor que derivó en semilla bajo la tierra, insurgente y resurgente, como el fuego guardado en el corazón volcánico de los hondos pedernales...! Alfredo Jaramillo Andrade alfre_jaramillo@hotmail.com
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Revista de Artes y Secciones Académicas
Lenin Paladines Paredes Buscando en el pasado:
LA IMPORTANCIA DE LA OBRA DE HÉCTOR MANUEL CARRIÓN PARA LAS NUEVAS GENERACIONES
E
NOTA: Con las debidas disculpas, la dirección editorial de la revista Mediodía publica nuevamente este discurso, aparecido en el Nº 64, correspondiente al segundo semestre de 2017. El error consistió en haberlo publicado bajo la autoría de Bernardita Maldonado, cuando el autor es Lenin Paladines P. Por esta confusión, pedimos excusas a los lectores, a Bernardita Maldonado y al señor Lenin Paladines P.
s para mí un honor formar parte de un grupo tan reconocido, que ha trabajado toda su vida por la literatura. El esfuerzo que ha hecho la Casa de la Cultura en organizar este simposio es digno de felicitar, porque contribuye a la educación cultural de todos, y representa un adelanto para nuestro propio desarrollo.
Viernes 28 y sábado 29 de noviembre 2014
Mediodía
34 Camilo José Cela decía que La más noble función de un escritor es dar testimonio, como acta notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado vivir. Por eso es que buscamos en el pasado, para entender por qué nuestro presente es así. Entender que hubo quienes, antes que nosotros, construyeron las bases de lo que hoy tenemos ante nuestros ojos. Y que es nuestra responsabilidad entender las enseñanzas para aplicarlas a nuestro tiempo, estudiar y comprender los errores para no repetirlos de nuevo, y sobre todo, regresar a ese tiempo color sepia, borroso y desgarrado, que tan extraño se nos hace a veces, tan ajeno y desolado, para vislumbrar el camino por el que hemos de andar. Recorrer el sendero que nos lleve a un porvenir más claro, brillante y esperanzador. Si un escritor es protagonista de su época. Héctor Manuel Carrión es parte de nosotros. Porque a veces, buscamos en el pasado para encontrarnos a nosotros mismos. Para entender que, nuestra historia está forjada del esfuerzo, el sudor y la sangre de aquellos que surgieron de las entrañas de la tierra para poner nuestro nombre en un papel,
para asegurarnos un futuro, para determinar con sus acciones, el devenir de los tiempos por los que habremos de caminar. El esfuerzo ingente de la Casa de la Cultura, de un equipo humano comprometido con la cultura, el saber y el patrimonio intangible de nuestra gente, se ha consolidado con esta realidad. Héctor Manuel Carrión nunca más estará perdido en el limbo del tiempo. En el pretérito imperfecto de los relojes que avanzan hacia atrás. Para nosotros, lojanos y ecuatorianos, su obra no nos será ajena nunca más.
Y su nombre, como el de tantos otros, estará marcado a fuego en el altar de los héroes. En un tiempo en el que, el conocimiento está al alcance de un
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Revista de Artes y Secciones Académicas
clic, la información se reproduce frente a nosotros como un proceso automatizado de códigos de barras y números binarios. Es imprescindible que exista alguien que nos abra los ojos y nos muestre que, como en el mito de la caverna de Platón, la realidad que vemos no tiene por qué ser necesariamente la correcta. Por eso Éluard, el surrealista, decía que existen otros mundos, pero están en este. Porque poco a poco, nuestra percepción acerca de la realidad se convierte en un cúmulo de pensamientos individualistas y distorsionados, porque poco a poco nuestro mundo, se aleja de los ot ros, esos que no llegamos a conocer. La inmensa importancia de conocer la obra de este escritor, cambiaría la manera en que vemos a la literatura ecuatoriana. Introduciría un punto de in-
flexión en nuestra propia historia, nos escocería nuestro corazón al leer al lojano, incomprendido y solitario por naturaleza, hablando de nosotros, de nuestro histórico aislamiento geográfico, de las obras que otros no se atrevían a leer, enseñando, contando, escribiendo, formando el alma de aquellos que continuarían con su legado. Siendo para su hermano menor Benjamín, aquel inspirador, aquel iluminador, como él mismo decía. Si un escritor es, efectivamente, un cronista de su propia época, Héctor Manuel Carrión, el hermano de Benjamín, nos traslada a un tiempo en que los ríos discurrían sin restricción por el campo y la ciudad era el patio de juegos, de aventuras. Un tiempo en el que el sol brillaba más y los sonidos del mundo eran distintos, cuando el aire tenía otro sabor y el tiempo pasaba más lento. Así, simbólicamente, Carrión se convertiría en padre y hermano de todos quienes, después de él, continuaron por esa senda. Así apreció a la naturaleza, al mundo, a los demás. Conocerlo es aprender a amar lo que él amó, visibilizar lo que por siempre se invisibilizó. Encontrar, en esa inmensa soledad, lo necesario para
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36 comprender la realidad de otra forma. Mucho más en estos días de ruido, humo y caos. Días en los que nos esforzamos tanto por arrancarle horas a los días y en el que la introspección, el pensamiento crítico y el conocimiento propio y plural son objetos inanimados que cuelgan sobre nuestras cabezas sin que tengamos la fuerza suficiente para alzar a ver. Esta soledad del corazón lo hizo alguien distinto, incomprendido y marginado. Esa falta de comprensión e interés surgía porque obviamente, era ajeno a las cualidades que se buscaba entre las personas. En todas las épocas de la sociedad, características especiales de comportamiento, vestimenta y pensamiento han sido requisito indispensable y fundamental para la inclusión y aceptación del individuo. Carrión sabía que pertenecía a otro tiempo, que su forma de ver la vida y de entender el funcionamiento de los engranajes que mueven al mundo provocaban el aislamiento voluntario y colectivo, y al mismo tiempo proporcionaban lo que se necesitaba para ser un hombre especial, sensible e idealista como el que más. Con la habilidad única de contar con palabras lo que sentía.
Con ese proceso incomprensible de juntar una letra detrás de otra para construir el poema más bonito del mundo. Conocerlo e imaginárselo produce el vértigo inconfundible, y la emoción interna que esas volutas de humo forman en nuestro interior, viendo a ese lojano que estudiaba a Poe, a Baudelaire y a Verlaine, que comprendía el mundo de otra forma, que, solitario caminaba por las calles de nuestra ciudad, que enseñaba y que compartía, que inspiró a tantos otros. Y al mismo tiempo embarga la tristeza en lo más profundo del alma, al saber que, con el paso del tiempo, su recuerdo se ha corroído, degenerándose y casi desapareciendo poco a poco, quitándonos la oportunidad irrepetible de saborear un momento de nuestra historia. De saber que, antes que nosotros hubo quienes nos marcaron una senda, por la que debimos caminar, quienes pusieron el nombre de nuestra ciudad en los mapas de todo el mundo, para que todo el mundo supiera que en Loja, en ese último rincón, se producía tan buena literatura como en cualquier otro lugar. Sé que Benjamín Carrión mira desde otro mundo, desde otra dimensión y sonríe. Porque
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finalmente se ha hecho lo que se debía hacer. Probablemente tomó más tiempo del que se esperaba, pero un guiño del destino hizo que el nombre de Héctor Manuel Carrión perdure en nuestra memoria, y con el aporte de todos no muera jamás. Sé que Benjamín Carrión sonríe porque esa fue su visión de la Casa, de la Casa que nos alberga hoy a todos, que preserva nuestro patrimonio intangible y cultural, que nos enseña a cada uno de nosotros, y que nos anima a compartir ese conocimiento, nos hace orgullosos de sabernos lojanos, igual que tantos otros, que junto con Carrión, con Rojas, Riofrío, Valdivieso, Palacio, Jaramillo, Mora y tantos más, nos obligan a continuar ese trazo, y que como Sísifo, no podemos evitar. Seguiremos subiendo la montaña, pero nuestro propósito será el de llevar sobre nuestros hombros nuestra historia, que es nuestra identidad, es lo que somos y seremos, y a lo que no podremos renunciar. Necesitamos más gente que lea sus obras, más gente que lo conozca, lo aprecie y se atreva a entenderlo. Necesitamos gente que lea Laurel de Sombra, Alcíbiades, Dolores e Imposible; obras del lojano solitario, incomprendido, pero con una sensibilidad
y un entendimiento del mundo únicas, que para este y otros tiempos significan tesoros preciosos que no deberemos olvidar. Necesitamos gente que lea El cuento de la patria, Atahuallpa y Por qué Jesús no vuelve; La Emancipada, Débora, Vida del ahorcado, Un idilio bobo y El éxodo de Yangana; La manzana dañada y tantos títulos que nos saben a nuestro, que nos cuentan nuestra propia historia y nos ayudan a comprender el pasado. Ese pasado que vuela encima de nosotros, y que cada vez que no sabemos a dónde ir nos enseña, porque a veces, es necesario mirar atrás para seguir avanzando. No necesariamente comprometido con la realidad social de la época, se interesaba por cuestiones metafísicas, ajenas a este mundo y sobre todo, los sentimientos humanos. Leer sus poemas es adentrarse en una realidad sensible, que evoca a las épocas en que las letras eran la mejor forma de expresar el sentimiento humano. Héctor Manuel Carrión construyó a través de sus poesías, la transparencia y la materialización de su opinión sobre el mundo y las relaciones humanas, sobre las leyendas y la cosmovisión de la época.
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38 Para esta generación, y las que vendrán después de nosotros, buscar en el pasado y vernos como en un espejo mágico a través de las obras de los intelectuales lojanos, constituye un insumo incomparable para nuestra educación cultural, para el aporte colectivo al conocimiento generalizado de nuestra propia historia. Saber quiénes escribieron las letras que moldearon nuestra estirpe y nos hicieron conocer por qué somos así hoy. Ese es el aporte invaluable de obras como las de Héctor Manuel Carrión, y será la historia la que se encargue de reconocer este aporte, pues tarde o temprano estableceremos que la influencia del escritor en todos los que llegaron después de él, ha sido el requisito fundamental para que hoy digamos con altivez, que la literatura lo-
jana marcó y seguirá marcando hitos en la historia del Ecuador. Vendrán nuevas y mejores herramientas tecnológicas de procesamiento de información, tendremos a nuestra disposición la cantidad de datos que queramos, pero el análisis consciente y profundo del mensaje se conseguirá solo a través de nuestro propio trabajo, de la preservación de las enseñanzas que nos han dejado, de la inteligencia con la que entendamos que nuestro patrimonio es nuestra responsabilidad, no de un grupo, sino de todos, y que la única forma de empezar a conservarlo es conocerlo, y apreciarlo. Comparto con ustedes un fragmento del Poema En el Tártaro griego, de Héctor Manuel Carrión.
En lo más alto del abrupto monte Hermosísima ninfa está dormida… E inebriado de amor, Sísifo olvida El fallo oído en la barca de Caronte. Lacerado, sudoso y anhelante Llega a la cima con la horrible roca, Burlona risa su dolor aloca Y se esfuma la bella torturante…
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Revista de Artes y Secciones Académicas
Rueda entonces al fondo del abismo, Cogido por la mole que le aplasta, Y aparece de nuevo el espejismo… Al rey precito, su pasión ardiente Le ciega y torna a su labor infausta, Con la roca fatal, eternamente.
La tarea es ardua, y a veces se nos antoja como la condena de Sísifo, que mira cómo la piedra rueda por la montaña cuando está a punto de llegar a la cima. Pero nadie sabe la fuerza que mueve a Sísifo a continuar. Nuestro pasado, nuestra historia, nuestra identidad y nuestro orgullo. Que digan que Loja es el último rincón del mundo, pero para nosotros, no habrá sitio más bello en el universo. Esa será la fuerza que motivará a cargar la piedra, hasta donde sea necesa-
rio. Con la fuerza de todos que será la fuerza de uno, de cada lojano que recuerde que es nuestra historia la que define quiénes somos, y hacia dónde iremos. Sábato decía que la historia no es mecánica porque los hombres son libres para transformarla. Será entonces nuestro trabajo el que haga que la obra de los escritores lojanos perdure en la consciencia colectiva de todos y al igual que Sísifo, no descansaremos hasta colocar la roca en la cima.
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MIGUEL M. LUNA
LA CASA SOLARIEGA DE LOS LARREÁTEGUI (1878–1895)
I La ciudad y el barrio En 1878 la ciudad de Lima conservaba todavía su estructura colonial, pero era ya la promesa de una gran ciudad. Extendida sobre un inmenso plano, ligeramente ondulado, desde el cerro de San Cristóbal hasta los balnearios marítimos del Callao, Miraflores, El Barranco y Chorrillos, sus dilatados horizontes hacían pensar en la urbanización de nuevas zonas que pondrían a Lima en el número de las ciudades más
populosas y mejor trazadas de Suramérica. *** Las calles recibían una denominación en cada cuadra. Eran angostas, empedradas, de cortas aceras, apenas alumbradas, en las noches, por opacos faroles de gas. Conservaban los nombres antiguos, que ninguna vanidad de última hora había pretendido cambiar: Afligidos, Alguaciles, Barbones, Borriqueras, Buenamuerte, Callejón del Gato, Camaroneros, Cascarilla, Claveles del Cercado, Condesa, Corcovado, Chirimoyo, Divorcia-
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das, Espíritu Santo, Gremios, Higuera, Inquisición, Mantas, Matasiete, Pejerrey, Peña Horadada, Pericotes, Púlpitos, Rincón del Prado, Siete Jeringas, Siete Pecados, Trapitos, Tambo del Sol… *** Casas bajas, las más de un solo piso, por temor a los terremotos. Amplias, con muros o tapiales al frente, en los que se abría la pesada puerta de roble o nogal, blasonada, a veces, con las armas familiares; detrás, el patio, con la sobria decoración de algunos árboles añosos; a continuación las habitaciones, y, por último, la huerta y la caballeriza. Así eran las mansiones residenciales. Al lado de ellas, con democrática fraternidad, se alzaban las “tiendas” de los trabajadores y las viviendas de las familias venidas a menos, que volcaban en la calle la sonrisa de sus ventanales floridos. Las casas no tenían tejados, porque en esa ciudad solo llueve por milagro. Estaban coronadas por terrazas de piso alisado, donde subían las familias en las horas de esparcimiento o hacia el atar-
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decer. Allí, rodeadas de maceteros, rimaron sus mejores madrigales las mozas quinceañeras y tuvo sutil poesía el eterno devaneo de los enamorados. Desparramados por la urbe, joyerías, bazares, tiendas artesanales, comercios de telas, almacenes de ultramarinos, boticas y pulperías, donde las transacciones se activaron con el ingenioso regateo de las señoritas o la picaresca gracia de las sirvientas. Y al lado de todo esto, de la piedra y la arcilla de las construcciones particulares, alzándose con solemne majestad en las barradas, las treinta iglesias de la urbe, que recortaban el azul con sus torres gemelas, como manos juntas para implorar al cielo la divina gracia. *** La población de la ciudad estaba formada por limeños de pura cepa, provincianos y emigrados de las cinco partes del mundo, que eran, por lo regular, personas laboriosas, de iniciativas, tan buenos ciudadanos de sus países de origen como de su patria adoptiva. Los italianos, numerosos, se habían adueñado, en buena parte, del comercio de víveres, y los chinos,
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42 más numerosos aún, poblaban un barrio especial, ocupándose en los más distintos menesteres. Como centro de importancia social y económica, Lima podía exhibir ejemplares humanos de los pueblos exóticos, arrojados allá por el flujo migratorio. Ocuparon mi imaginación infantil, sobre todo, los rusos, de barbas inmensas y vestidos extraños, que ahogaban la nostalgia bebiendo aguardiente en cantidades inverosímiles y fumando en sus clásicas pipas. Los colonos extranjeros celebraban con mucho entusiasmo sus fiestas nacionales, a las que concurrían los vecinos siempre seguros de encontrarse en un ambiente afectuoso y grato, y de comprobar, prácticamente, las bondades de una convivencia bien llevada. *** Entre los paseos más concurridos de ese tiempo se hallaban los balnearios de Miraflores y Chorrillos que, aunque de playas pedregosas, alojaban en los veranos, a las familias distinguidas. Las mujeres se sumergían en las ondas, enfundadas en amplios vestidos rayados, calzando gorritos de
trapo y babuchas de cabuya. Pero, a pesar de esa atroz indumentaria y de todas las precauciones del recato, el mar tenía muchos atractivos y las bañistas nunca dejaron de ser excepcionalmente bonitas. A las Huertas del Cerrado, a la Pampa de los Amancaes, Cerro de San Cristóbal, Alameda de los Descalzos y Jardín Botánico, se iba en los días de fiesta, rivalizando las mujeres en elegancia y los hombres en cortesía. En coche, a pie o jinetes en gallardos caballos, los jóvenes de entonces se expansionaban, logrando por doquier las más gratas impresiones. Y en la exposición, la Plaza de Armas (con sus portales de plateros y espaderos) y la Plaza de la Inquisición, se lucían las últimas modas de París –“categorías” abombadas, inexorables corsets, sombreros floridos–, que hoy asustarían a los niños nerviosos, pero que entonces eran la delicia y la vanidad de todos… *** No era ese tiempo el de las mallas de tricot, de los baños de sol, del cine donjuanesco ni de las costumbres libres de la high life. Una sencillez encantadora y una encantadora modestia presidían
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la manera de ser entonces. Distinguía a las familias de la créme la austeridad de su vida, la sobria elegancia de sus maneras, el decoro riguroso del vestir y, sobre todo, su firme y profunda religiosidad. Los actos se regían por un rigoroso respeto social; y, los que eran aristócratas, o pretendían serlo, tenían presente el cartel de los siglos caballerescos: «Nobleza obliga». Las clases medias rivalizaban en virtudes con las clases elevadas, pero dándoles un cauce más natural y espontáneo; dándoles la ingenuidad incompatible con la etiqueta, y sembrando de color y atractivo el vivir cotidiano. Y las gentes trabajadoras, sanas, activas, optimistas, mantenían una relación digna, pero conciliadora, con sus demás conciudadanos. Por eso, cuando en lo alto se reproducen los episodios engolados de las Tradiciones de Palma, en lo bajo juguetea la risa jovial de El Tunante; y entre esos dos ambientes, la nota cordial y efusiva, de limeño y de poeta, que ahí en la obra de Balarezo Pinillos, sintetiza, con vuelo ágil, el romancero ritual de la Ciudad Evocadora…
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Así, casi a los cincuenta años de ausencia, vuelvo a contemplar a Lima, tal como fue en mi niñez y juventud. El recuerdo revive sus calles, plazas, jirones y paseos, y pone en vigor la escena de esos días, que solo en mí puede repetirse. A pesar de las barreras que ha levantado después la política internacional, no he de olvidar que esa ciudad fue antaño buena y hospitalaria; y aunque estén desatados para siempre los nexos familiares que me unían a ella, es preciso que tenga para mí un calor hogareño el sol que al cruzar la Avenida Dos de Mayo, se detiene ante la columna levantada por el genio de Querol simbolizando en la eternidad del bronce el destino común del continente americano. II Los planos modernos sitúan el barrio del Carmen Bajo en el Cuartel Tercero, hacia el norte de Lima. Apartado del centro de la urbe, que gravita en torno de la Plaza de Armas, este barrio fue, para mis miradas de niño, un tesoro de distracciones pintoresco, amable, fraternal. No sabría decir, a tra-
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44 vés del tiempo, si hubo en la ciudad otros sectores más atractivos; pero, para mí, ningún muchacho era mejor camarada de juegos que el muchacho de los dos Cármenes; ninguno elevaba sus cometas con igual gallardía, ni lanzaba las bolas con tanta destreza, ni manejaba los puños con mayor coraje… *** Los huertos eran allí primorosos y los dueños descuidados o complacientes. «Ya me están cosechando» –gritaban del otro lado de los tapiales, cuando a horcajadas en las ramas nos regalábamos de las pulposas manzanas o de las rojas cerezas. Y nosotros, confusos e insatisfechos, dejábamos el “comedor”, con el seguro propósito de hacerle una nueva visita… *** Muchachas rubias y morenas, pero sonrosadas y frescas como los melocotones, nos miraban y sonreían al pasar. Las queríamos a todas porque eran “nuestras”, del barrio, y no consentíamos que los “extranjeros” se pusieran románticos ante sus ingenuas caritas de muñecas. ¿Cuántas veces, caballeros andantes de diez años, defendimos nuestro honor
y nuestra dama de la irreverencia de los intrusos, sacando, al final de la reyerta, como trofeos gloriosos, la nariz deformada y los ojos en marco? *** Evocar es volver a vivir. ¡Y cómo no evocar esas horas dulces y despreocupadas de la infancia! ¡Cómo no renovar gratitud a esos artesanos que nos permitían usar retazos y herramientas, para fabricarnos juguetes más codiciados que los de Europa! ¡Cómo no volver a tejer con una trama de ensueño esa obra en muchos cuadros que es el Teatro de la Niñez. El Drama de cristales rotos y cuchillos mellados; la Epopeya de las peleas entre los barrios; la Tragedia de los azotes sancionadores! ¡Otelo, negro por los celos hacia un rival de bucles y marinera! ¡Prometo encerrado en el cuarto de los trastos viejos, por haber robado el sol de los Amancaes, en vez de concurrir al Colegio de Barrós! *** ¡Barrios del Carmen Bajo y del Carmen Alto! Estabais cerca de la Espalda de Santa Clara, delicia de granujas, porque en sus tiendas
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se vendían los sabrosos tazones de champús y mazamorra morada, más gratos que las gelatinas y espumillas de las dulcerías centrales! Cerca también de la Acequia de Islas, tráfico heroico de nuestras noches aventureras, porque era oscura, despoblada, y en ella correteaban en forma de fantasmas, las almas de los asesinados. Y aún más, estabais cerca de la Calle de los Naranjos, donde el Mono Seco defendía a puñetazo limpio a una prima suya que era, para muchos, la chiquilla más linda de Lima. *** En la esquina opuesta de la casa de los Larreátegui, con frente a la Acequia de Islas, se alzaba la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, donde concurría la gente del barrio a cumplir sus deberes religiosos. La Acequia de las Islas era una calle larguísima, aunque casi despoblada en toda la extensión de la acera que pertenecía a nuestra familia. Por el tiempo de este relato solo tenía tres puertas: la que daba a un corralón de la casa, con dos cuartuchos habitados; la de un callejón, con piezas de alquiler a uno y otro lado, y la que conducía a la huerta, con dos
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departamentos a la derecha de la entrada. Nuestra huerta colindaba con otra mucho mayor de una familia Valverde, pero los muchachos cosechábamos de ambas, con una fraternidad digna de mejor causa. Volteando la Acequia de Islas, en la Huaquilla, se encontraba la gallera del señor Galiano, y detrás de ella un solar donde, por temporadas, funcionaban los circos. Galiano tenía también una herrería en la esquina del Carmen Bajo, cuyo golpetear recio y monótono solo cesaba con la puesta del sol. La acera este de la Acequia estaba ocupada en su mayor parte por la pared del Convento del Carmen, y al final, como para salir a la Calle de los Naranjos, una hilera de cuartos de alquiler que remataba en la pulpería de la esquina. En el curso de este relato, se conocerán otras de nuestras vecindades. *** ¡Barrios del Carmen Bajo y del Carmen Alto! Testigos de paseos nocturnos y de románticas rondas ¡Morada de viejecitos contadores de leyendas y de tenderas llenas de trapacerías! Mi emoción vuelve a
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46 vosotros como ayer, y os encuentra invariables a pesar de que habéis sido el escenario de muchas cosas y de muchos hechos… Y a pesar de nosotros mismos, que hemos deshojado los días igual que ensayos perdidos de una obra soñada, en cuya faena de escribirla y rehacerla, siguiendo el ritmo interior, nos hemos ido acercando más y más a la tumba.
II La Casa La mansión de los Larreátegui comenzaba en el número 366 del Carmen Bajo, seguía hasta la esquina de la Acequia de Islas, y por esta calle, a lo largo de toda la acera derecha hasta dar con la Huaquilla, en la que continuaba media cuadra, tocando con la casa de la familia Colfer. En la Huaquilla, solo dos casas intermedias no eran de propiedad de mis pacientes: la del doctor Navarrete y la de doña Prudencia Medrano viuda de Apesteguía. Estos datos escuetos no dan idea de la extensión de la fin-
ca. Para comprenderla, es necesario advertir que las manzanas de Lima son dos, cuatro y hasta seis veces más grandes que las de Guayaquil, y que algunas casas residenciales de allá tienen una superficie mayor que los más extensos barrios de esta ciudad. *** Añoro la casa solariega en que pasé los primeros y mejores años de mi vida. Casa esquinera rodeada de locales y departamentos, también de los Larreátegui, ocupados en mi tiempo por las familias Ibarra, Ballón y Goitizolo; por las boticas de don José María Valverde y del doctor Avendaño, y por otros establecimientos menores. Casa acogedora de propios y extraños, especie de consulado adhonorem del Ecuador, donde se recibían desde el obispo de Loja hasta los desterrados de Veintimilla y Caamaño. Sombra benéfica de viajeros y gentes pobres; mantenedora de la tradición hidalga de Iberia, en la cual el tío David, de noble continente y afables maneras, repartía protecciones y consejos con su generosidad de gran señor.
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*** El muro de la casa tenía una vejez impresionante, marcada por la pátina del tiempo. La puerta No. 378 abría paso al zaguán, que daba acceso al patio espacioso, adornado con una parra de tupida fronda. Hacia ese patio miraban las ventanas de dos departamentos, situados a un lado y otro del principal, el de la derecha ocupado por los huéspedes y el de la izquiera por la servidumbre. En el centro se alzaba el cuerpo mayor del edificio, provisto de las dependencias y el confort que se daban en esos días las personas ricas. En realidad, la casa de los Larreátegui no es un palacio, como los que describen los libros de ambiente aristocrático, ni hay en sus cuadros y muebles el sello de la tradición familiar, aunque entre sus antepasados figuran nobles de España, almirantes y privados de sus Majestades Católicas, desde Carlos Quinto. Es que los blasones, títulos y propiedades se quedaron en manos de los mayorazgos, sin que estos descendientes de segundones venidos al Nuevo Mundo, escribieran otro patrimonio que los horizontes abiertos para las conquistas del talento, el
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esfuerzo y la audacia. Por eso la rama de los Larreátegui que comienza con don David, comerciante y heredero afortunado, marido de doña Ángela Hinffen, rica descendiente de colonos austriacos, instaura en el Perú una nueva estirpe ennoblecida por el trabajo y el prestigio de sus millones. *** El principal edificio se cierra por una mampara que da a la sala amplia, muy amplia, con un reloj de péndulo visible al fondo. Debajo de él y a sus lados, chineros tallados, con una variedad de figurillas de marfil, bronce, porcelana, encanto y recreo de los niños, el gato mimado va allá a dormir la siesta, con pulcritud reveladora de la mejor educación. A un costado, el piano de voces melodiosas, con sus accesorios de caoba, para el archivo de las piezas musicales. Jarrones y floreros de Sévres, consolas con bouquets de adorno y sus respectivos espejos; mesa de centro, recibidores, canapés, mecedoras y butacas de bejuco entrelazado, escogidos entre los últimos modelos y repartidos con muy buena disposición. Fijos de las paredes, cuadros con diversos motivos, en marcos dorados.
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48 Cortinajes en puertas y ventanas; el piso ricamente alfombrado. Al centro de la sala, pendiente del techo, la araña de cristal de doce luces. *** El salón de recepciones es de dimensiones más reducidas, decorado con lujo y se usa pocas veces. Los muebles, de madera fina, primorosamente tallados, con asientos y espaldares blandos, cubiertos de raso bordado. Consolas de mármol, colmadas de artísticas curiosidades, valiosas por todo concepto. Los espejos, de cristal de roca, en forma de medallones, alternaban con los retratos de familia, entre ellos el de don David y su señora, pintados al óleo, en traje de bodas. Como era de rigor, el salón lucía un enorme tarjetero de metro y medio de alto; representaba una concha de nácar sostenida por rollizos amorcillos de color bronce. Lucían también hermosos jarrones de China; y colgante del techo, como una corona ducal que irisaba fantásticamente la luz trémula del gas, una araña de veinticuatro luminarias, fabricada con el más puro cristal de Bohemia.
Las colgaduras, alfombra y felpudos eran de suntuosidad excepcional. *** El comedor, amplio, dotado de un largo ventanal que se abría al jardín, tenía el adorno de plantas de macetero. En sus espaciosos aparadores había la vajilla más deslumbrante que puede imaginarse. Era como asistir a un derroche de matices en la magia de las Mil y una noches, el contemplar la cascada de reflejos desprendidos de esos objetos maravillosamente frágiles, traídos de Viena por el tío David, para que los admirasen sus invitados y se comentara de ellos en todas partes. Los cubiertos, de plata cincelada y con filigranas de oro, tenían grabadas, al igual que las porcelanas y cristales las iniciales de la dueña de casa dona Ángela Hinffen de Larreátegui. La mesa, de extensión, podía dar cabida a treinta personas; pero, habitualmente tomaba lugar ante ella un promedio de catorce, contando con el pequeño Víctor David, compañero inseparable de su bisabuela, la señora María Antonia Kerschner.
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Los dormitorios ofrecían la particularidad de tener cada uno su respectivo altarcillo de imágenes, para las oraciones de noche. La alcoba de los tíos, grande, dotada de una claraboya, con catres de metal dorado, roperos, cómodas, cortinajes de seda y encaje, amén de equipos completos de laboratorio y tocador. Sobre los veladores arrojaban tenue luz sendas lámparas esmeriladas, de matiz opalino, alumbrando los últimos libros que se tomaron antes de conciliar el sueño… Comunicaba con el salón, con la oficina de don David y con los otros dormitorios, teniendo salida hasta el comedor y la pieza conocida con el nombre de depósito (de muebles y cosas antiguas). *** En la oficina del tío –llamada escritorio– estaba la caja de seguridad que trajo de Europa: era de grandes dimensiones y su peso impidió que fuera sacada de allí a raíz de trasladarse la familia a un nuevo alojamiento; ocupaba el fondo del cuarto, frente a la puerta que desembocaba en el patio. A un costado había una mesa y al otro un armario lleno de libros, entre los que recuerdo
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la Enciclopedia Mellano, en veintitantos tomos; El año cristiano, con varios volúmenes del Diccionario de jurisprudencia, de Escriche; El Quijote, y una Vida de San Agustín, Santa Mónica y otros santos, obra editada a comienzos del siglo dieciséis. El escritorio ocupaba el centro del cuarto, y cerca de él, otro estante con borradores de escritos, extractos de expedientes y muchas piezas más, referentes a los juicios que sostenía don David de modo habitual. Fijos en las paredes, como genios tutelares, los retratos de Olmedo y Rocafuerte; y frente a ellos un reloj redondo, marcando con sus agujas de acero la vida cronométrica de las personas que trabajaban en este sitio. La oficina tenía como “secreto” un cuartito de dos metros por lado, donde se guardaban muchas cosas menudas y bolsitas con monedas de cambio. *** La cocina, muy grande, tenía su hilera de fogones y remataba en el horno. Servía de comedor a los criados, comunicándose con
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50 el patio y el jardín por un largo corredor. Anexo a ella estaba la despensa o bodega de víveres y licores. A los costados de la cocina y el jardín se hallaban las instalaciones de baños y letrinas; al lado opuesto, un cobertizo bajo el cual trabajaban las obras de carpintería que demandaba la reparación de la casa y del moblaje; y, por último, el depósito de cosas antiguas, en el cual había muchos libros empastados de cuero (incunables), tanto en idioma alemán como en castellano. En este depósito se guardaba un Lunario perpetuo, con grabados sobre madera, editado alrededor del año 1 500, casi imposible de leer por lo raro de su letra gótica. También recuerdo varios cuadros y alegorías, entre los cuales había uno que no dejaba de impresionarme: La conga, el horroroso baile de los esqueletos… *** Luego del corredor venían el jardín, cuidadosamente cultivado con una sección especial para aves y animales domésticos. A un costado de él se levantaba un viejo pino, alto como una
cúpula gótica, en eterno diálogo con el viento. En el centro, una glorieta cubierta de jazmines y madreselvas, nos servía de lugar de estudio y meditación. Allí, en ese ambiente tranquilo y perfumado, que vibraba levemente con el canto de jilgueros y ruiseñores, leímos las primeras obras literarias. Los clásicos, los románticos, los modernistas…, libros que superviven y libros olvidados; y allí trazamos nuestros primeros ensayos, las cláusulas afanosas y los versos trémulos, que luego leeríamos, emocionados, a maestros y amigos. Al fondo del jardín, separado por una pared, el enorme corralón o caballeriza, con entrada por el jardín de la casa y por la Acequia de Islas. En este lugar instaló el tío David, por algún tiempo, el servicio de coches y carruajes de alquiler, con cuya oportunidad la chiquillería de casa y algunos de la vecindad, hacíamos audaces ejercicios de equitación y nos regalábamos hurtando al paso, favorecidos por la estatura de los caballos, las frutas de las huertas colindantes. Otras veces nos procurábamos los mejores aperos, para lucirlos,
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orgullosos, en nuestros paseos a los campos cercanos, o allá por San Juan, en la pampa de los Amancaes. La huerta estaba en último término. Grande, aunque irregular, hallábase sembrada de diversidad de frutales. Tenía también su propia entrada. Las instalaciones de riego eran comunes con las del jardín, así como el personal que se ocupaba de su cultivo. *** Amaneceres de primavera, como fiesta de luz, en que jugueteábamos por las rosaledas dando caza a las mariposas, buscando nidos de pajarillos o siguiendo el rumbo vertiginoso de los picaflores, ebrios de miel y de aroma… Hora crepuscular de otoño, melancólica como una estrofa de Musset, en que nuestra mirada, abstraída por las preocupaciones íntimas, era indiferente al deshojarse de los árboles en el cristal opaco de la tarde… Noches claras o insondables, pero insinuadas igual que un beso de paz en el regazo de la naturaleza dormida…
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¡Horas de la Casa Solariega, que rodaron en la clepsidra del tiempo para no retornar jamás! III Los Larreátegui y sus allegados Don David
De la familia radicada en Lima, es don David Larreátegui la figura central. Lojano, descendiente de españoles venidos al Nuevo Mundo por los días de la Colonia, su apariencia y costumbres revelaban al hidalgo de antiguo abolengo: honesto, franco, dotado de una cortesía natural que le abría paso en todas partes. Muy pagado de sus antepasados, solía, en la tertulia hogareña, contar las hazañas tradicionales; sucesión interesante de aventuras y peripecias gloriosas, de esas peripecias que templaron el alma peninsular hasta convertirla en el mejor acero de conquista, poniendo bajo los pendones del Rey y de Cristo tierras dilatadas y multitudes indígenas. Cuando don David se expansionaba con sus recuentos del
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52 pretérito, todos le escuchábamos religiosamente, hasta que él mismo disipaba nuestra atención con una benévola sonrisa; y dirigiéndose a los niños, que éramos los más deslumbrados, nos hacía esta reconvención: «No se asombren, pequeños. Si nuestras familias se hubieran preocupado de escribir todo lo que han hecho, la historia sería interminable, y pocos episodios de epopeya española estarían desligados de nuestros apellidos». Profundamente religioso, cumplía con fidelidad los preceptos de Dios y de la Iglesia. Aunque realizó estudios superiores, no modificaron su mentalidad católica ni la filosofía racionalista ni los sarcasmos volterianos. Recuerdo entre sus expresiones más frecuentes, estas, que revelan la firmeza inconmovible de su fe: «El principio de la sabiduría es el temor de Dios», «Todos debemos de vivir preparados como para morir», y esta otra, que no logró explicarme la existencia del mal en la tierra: «No se mueve la hoja de un árbol sin la voluntad de Dios». Yo le llamaba “el tío David”, por nuestro parentesco colateral, y era colaborador de sus actividades, desde amanuense hasta apo-
derado y desde pupilo hasta agente judicial. Este último cargo me hizo cogerle una terrible ojeriza al papeleo abogadil que yo manejé desde pequeño; pues mi tío, eterno litigante, me cerró los horizontes de la vida y de la literatura con la excepción perentoria de sus montañas de alegatos… hasta que me escapé de la jaula dorada, perdiendo posición y fortuna a cambio de la libertad. Pero sin embargo, de esa costosa manía, a la que daban pábulo su considerable patrimonio y sus aristadas relaciones familiares, don David era un perfecto caballero y un gran señor. Con su alta estatura, empaque arrogante, facciones firmes, barba partida a la usanza española, parecía ir reviviendo a su paso la tradición familiar colmada de hechos y embellecida de leyendas. La tía Angelita
Una balada nórdica cuenta la historia de la Dama Blanca, espiritual y cristianísima castellana del medioevo alemán, que se formó de un rayo de luna la noche en
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que la desolación y el dolor cubrían la faz de la tierra. Ella trajo resignación y paz para las adversidades, con la maternal dulzura de sus consuelos y el albo prestigio de su santidad. Y desde entonces fueron menos duros los rigores del cielo y las injusticias de los hombres… Es preciso recordar esa historia, para comprender los matices del alma de doña Ángela Hinffen de Larreátegui. Amante abnegada en el hogar, piadosa del dolor y las necesidades ajenas, repartió bondades y auxilios a todos los que llegaron hasta ella en demanda de protección. Varias familias recibían su constante y cariñosa ayuda; muchos míseros hallaron en su casa el albergue y el pan de una caridad sinceramente cristiana, y varios establecimientos de socorro pudieron sostenerse con la contribución de la tía Angelita, asociada con entusiasmo a las obras de beneficencia que emprendían las familias pudientes de Lima, por iniciativa de las órdenes religiosas. Era limeña, de padre austriaco y madre española. Educada con esmero, tenía excepcional habilidad en los quehaceres propios de la mujer que debía dirigir un hogar rico y bien relacionado. Dis-
tinguida en el trato social, afable y dulce en sus maneras, cariñosa con todos y muy caritativa, no es raro que en torno suyo se hubiera formado una atmósfera de simpatía, gratitud y elogio. El recuerdo de la tía Angelita, es blanco, dulce, colmado de bondades. hasta sus reprensiones tenían amor y ejemplaridad. A ella le aprendimos a proteger a los humildes, respetar el infortunio, sentirnos hermanos de los hombres que viven con nosotros el mismo momento del drama elevado en el destino universal. A tener, en fin, conciencia plena de responsabilidad y de humanidad. La abuela
Doña María Antonia Kerschner, dama nonagenaria por los tiempos de mi llegada a Lima, era la abuela de la casa. Austriaca muy bella en su juventud, vivía para su bisnieto Víctor David, al cual tenía continuamente en las rodillas. En el comedor, el niño en su cochecito y la anciana en el sillón de brazos, se entendían de maravilla, en ese lenguaje sin pa-
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54 labras, que es el lenguaje del corazón. La abuela hacía de defensora en todas las travesuras del chiquillo, así cuando este rompía la vajilla o derramaba las viandas, como cuando, irreverente y colérico, cogía con sus manecitas los últimos cabellos de la anciana. La murmurante y llorosa ternura de la señora Kerschner, siempre sentada en su sillón, tenía toda la melancolía del pasado: la hermosura y el amor que se fueron, las ilusiones marchitadas por el frío de los años… ritmo de congoja y de dolor que adquirió su forma inmortal en la Abuelita de Langer. Me parecer verla aún, tomando el sol en el jardín, seriamente abstraída, con su cofia blanca y sus manos huesudas, hilando una hermosa madeja de recuerdos, mientras el bisnieto increpaba a la vida con su vocecita cantarina… Los demás tíos
Los hermanos de don David, en número de catorce, vivían la mayor parte en la provincia de Loja. En Lima conocí a Eliseo, comerciante, al cual se confió al-
gún negocio que dio por resultado su alejamiento de la casa. También llegué a conocer a los tíos Heliodoro y Federico, que por temporadas iban al Perú, para comprar mercaderías destinadas a la reventa. Parece que divergencias habidas por herencias y otros intereses económicos, distanciaron a los hermanos y a sus respectivas familias, hasta el punto de ser desagradables las alusiones a ellos. De allí que en lugar de haber prosperado todos los Larreátegui, mediante la ayuda y la lealtad recíprocas, varios quedaron arruinados, sin declinar por ello su enemistad ni su orgullo. Los hijos Aparte del doctor Víctor David Larreátegui, abogado millonario y misántropo, de cuya vida han publicado diferentes versiones los periódicos peruanos, el matrimonio Larreátegui–Hinffen tuvo una hija, Ángela Esther, cuya vida delicada y enfermiza apenas pudo prolongarse por un año. Pero don David, buenmozo, rico y galante, tuvo innumerables amoríos. Sin embargo, a pesar de
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su reconocida caballerosidad, no aceptó como suyos sino a muy pocos de los que se pretendían sus hijos ilegítimos. Entre los aceptados recuerdo a Abelardo y Clorinda, habidos en doña Josefa Figueroa, institutriz que regía una escuela de niños en el Departamento de Piura. Abelardo fue llevado a la casa cuatro años después de mi llegada, estuvo con nosotros algún tiempo, pero su espíritu aventurero lo empujó a enrolarse en el ejército, donde llegó al grado de alférez o, tal vez, capitán. Murió en Arequipa a fines del siglo pasado. Clorinda, profesora como su madre, se casó con un pariente de esta, también de apellido Figueroa. Yo la vi, por última vez en Nambacola, provincia de Loja, y supe, dos años más tarde, que había fallecido víctima de traidora enfermedad. Ninguno de estos hermanos ha dejado descendencia. Los otros parientes Doña Angelita tenía un hermano, llamado Juan Hinffen, que
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pasaba la mayor parte del tiempo en Piura, en la hacienda Serrán, propiedad de la familia. A ese señor le hizo préstamos de dinero un codicioso gamonal de la región, que con tal motivo y apoyándose en cuentas muy alegres, pretendió despojarle del valioso fundo. Tal el origen de uno de los juicios de don David Larreátegui. Juan Hinffen murió repentinamente, de un ataque cerebral, en la casa de Lima. *** Otro pariente era don Juan Fleischmann, rico propietario residente en Viena, albacea en cierta ocasión de una testamentaria que aportó considerable fortuna al patrimonio de los Larreátegui. Don David se trasladó a Europa con el fin de reclamarla personalmente, y la trajo invertida en cristalería, porcelanas y adornos, con los cuales instaló un almacén en la Calle del Arzobispo. *** Sabía yo que en Austria y Alemania1 doña Ángela tenía numerosos parientes, en buena po-
1. Los estados de Austria y Alemania formaron hasta 1886 la Confederación Germánica, por cuya razón se consideraron de la misma nacionalidad a los ciudadanos de ambos países aun después de disuelto el pacto de confederación en el Tratado de Praga.
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56 sición económica. Por su parte, don David estaba entroncado con antiguos apellidos de Loja. A pesar de esto, en la casa de Lima los familiares se hospedaban solo de paso y por corto tiempo. Entre los que iban con más frecuencia, tengo presente a don Miguel Echeverría, también tío mío, quien me llevó al Perú a raíz del fallecimiento de mi padre. Era comerciante emprendedor y uno de los agentes de la firma Jordán, Ransay y Compañía a la cual perteneció don David como socio capitalista. Esa sociedad proveía de ganado, en gran escala, al mercado limeño, y su liquidación motivó un interminable pleito en que mi pariente con gran denuedo tomó parte muy activa y principal. Los allegados
Acompañaban a la tía Angelita ayudándola en las faenas de casa, algunas personas cuyos nombres recuerdo con gratitud, porque me prestaron cariñosos cuidados en los primeros años. Ellos son: Petronila Gallardo, Hermelinda Figueroa, Amalia Lefebre y Dolores Cortés.
Tiempo después de mi llegada a Lima, fue a vivir con nosotros la señora Julia Schmitd viuda de Fiansón con sus hijos José, César y Julio, excelentes jóvenes, que fueron como hermanos de Víctor David y míos. De hermosa presencia y generoso corazón, la muerte segó, en plena primavera, la vida de César y Julio, quedando como último vástago de esa distinguida familia, José, poeta de reputación nacional, con quien hice las primeras armas en el estudio de la literatura, al lado de otros jóvenes amantes de las bellas letras y cuando ya los Miró–Quezada, Villarán, Amézaga, Chocano, Gamarra, Ulloa, Cisneros, Martínez Luján gozaban de merecida reputación periodística y literaria. Teníamos como maestros a don Manuel González Prada, el polemista formidable, y a don Ricardo Palma, patriarca de las letras, autor de las Tradiciones peruanas. Oficiaban como estimuladores generosos de nuestra generación las notables escritoras Clorinda Matto de Turner y Mercedes Cabello de Carbonera. Vivió también en casa la señora doña Josefina Correa y Santiago, cultísima dama peruana, viuda del escritor y hombre público lo-
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jano doctor don Miguel Riofrío, a quien acompañaba su señorita hija Carmela. El doctor Riofrío desempeñó el cargo de Ministro Plenipotenciario del Ecuador ante la Cancillería del Rímac, hasta las vísperas de la ocupación chilena. En sus mejores tiempos la casa Larreátegui Hiffen era muy concurrida por personas distinguidísimas, de diferentes nacionalidades: las familias Mandel, Porth, Pflúker, Sthal, etc., y de aquí, de Guayaquil, la familia Klinger. Entre otros asistentes del Ecuador, recuerdo a un señor Bonifaz (creo que don Neptalí), al doctor Manuel de Calisto, don José Félix Luque, don Amador y don Ulpiano Bejarano, doctor Vicente Paz, don Ricardo Vivar, don Emilio Eguiguren y una familia Bergeot… Había fiestas y tertulias brillantes, en las que se reunían el ingenio, la gracia y el talento. Visitas de muchas campanillas, entre las que causaba mayor alboroto la del señor obispo de Loja, Ilmo. y Rvmo. P. Fray José María Masiá Vidella y su secretario doctor Daniel J. Ojeda. Conversaciones amenísimas y sabrosas, en las que
resaltaba la charla colorida y ágil del general Víctor Proaño, inválido de una pierna, gran conocedor del oriente ecuatoriano, maestro del calembour y de la intriga revolucionaria. Los abogados Entre los relacionados de la familia, es indispensable poner a una nutrida cohorte de abogados y curiales, con los cuales mantenía constante trato y comunicación el tío David, en razón de sus innumerables juicios. Para su concepto, en el foro peruano brillaban las mayores capacidades de la República, pues sí que era tarea complicada moverse con soltura en ese encrespado mar de acciones y excepciones, pruebas, recursos, prescripciones, latinajos, citas eruditas y artimañas heredadas de la casuística y la sofística colonial. Los abogados más prestigiosos que estaban a cargo de los juicios de mi pariente, eran los doctores: Luciano Benjamín Cisneros, Alejandro Arenas, Agustín Soto, José María Sologuren, Amadeo Ojeda,
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58 Rosas, Larrañaga, Gutiérrez Paredes, Santamaría… ¡Que la paz sea con ellos! IV Breve historia familiar
El abolengo
El ilustrado historiador peruano don Augusto Castillo Muro Sime, publicó en La Prensa de Lima una genealogía de los Larreátegui, con motivo de la muerte de Víctor David. Según los datos que ella contiene, una rama de esa familia contrajo alianza con los Colón, descendientes del descubridor de América, llegando a adquirir el Ducado de Veraguas2 y el de Vega. Por los usos saltuarios de otras épocas, los miembros de tal linaje se han nombrado unos Larreátegui, y otros Colón de Larreátegui; pero los mayorazgos de esa línea figuran entre los Grandes de España, desde 1796. Es de notar, además, que con el advenimiento de la República se
suprimieron los títulos nobiliarios, pero se conservó como excepción el Ducado de Veraguas, en homenaje al genio inmortal de Cristóbal Colón. Según las deducciones del señor Castillo, hay posibilidades de que los Larreátegui de Loja procedan de los Larreátegui y Paz Colón; pero existe certeza de que otros de línea de Larreátegui se establecieran en la Capitanía General de Loja, y de ella venía don José de Larreátegui, cuya hija Manuela casó con don Domingo Pérez de Herbozo, Oficial Real de las Cajas de Potosí, Alcalde de Charcas y IV Conde de San Miguel de Carma. Tomamos del citado historiador los siguientes datos: Armas De sinople, con un gripo de oro y bordura jaquelada de dos órdenes de jaqueltes de oro y gules –que es de Larreátegui. De oro, con una banda de azur, el Jefe de Gules –que es de Colón.
2 El nombre de este ducado se escribe indistintamente en singular o plural.
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Origen El antiquísimo linaje de Larreátegui es vascongado y está desde tiempos remotos muy extendido en Vizcaya y Guipuzeoa. En Guipuzeoa existieron casas de ese apellido en Plasencia y Eibar, Villas del Partido Judicial de Vergara. Los solares del mismo linaje sitos en tierra de Vizcaya tuvieron su asiento en Elorrio, Partido Judicial de Durango y en Bilbao y Ermua del Partido Judicial de Marquina. De la casa de Plasencia procedían los Iracla–Larreátegui–Egocheaga. Los de Eibar venían de Doña Domenja de Larreátegui, «mujer e conxunta persona» de don Martín Pérez de Curtiniguieta. Personajes representativos Don Martín de Larreátegui e Iturbe, del Consejo Real de Castilla, Caballero de Hábito y Orden de Santiago, casado con doña
Josefa de Paz Colón, hija legítima del Licenciado don Francisco de Paz, del Consejo de su Majestad, y de doña Josefa Colón. Don Diego Colón de Larreátegui (este antepone el apellido matero al paterno), Oidor de Valladolid, Caballero de Santiago. Don Francisco Colón de Larreátegui, Colegial en Santa Cruz de Valladolid, del Consejo y Cámara de Castilla, Caballero del Hábito de Santiago. Don Pedro Isidro Colón de Larreátegui Decano y Gobernador Interino del Consejo y Cámara de Castilla. Don Mariano Colón de Larreátegui Jiménez de Embún, Undécimo Dunque de Veraguas, Décimo de Vega, Marqués de Jamaica, Adelantado Mayor de las Indias, Virrey y Gobernador Perpetuo de las Indias, del Consejo de Castilla, Presidente del Real de Hacienda, Superintendente General de la Policía del Reino, Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica y de la distinguida de Carlos III. Contrajo matrimonio con doña María Ramírez de Baquedano y Quiñónez, Hermana de la Duquesa consorte de Rivas.
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60 Don Félix Colón de Larreátegui Jiménez de Embún, Marqués de Campo de los Reales Ejércitos, Comendador de Calzadilla en la Orden de Santiago, del Consejo de su Majestad en el Supremo de Guerra. Hombre de reconocido talento, el señor Marqués, fue autor de la obra titulada III Tomo de juzgados militares de España y sus Indias impresa en Madrid, 1814, que fue hallada entre los papeles pertenecientes al doctor Víctor David Larreátegui. Hasta aquí los datos del señor Castillo Muro Sime. Don David y su descendiente
Don David Larreátegui vino al mundo hacia 1840, en la ciudad de Loja, y allí pasó sus primeros años. Hizo estudios en el Colegio de San Bernardo, cuando lo dirigía el doctor Yunga, clérigo famoso por su ilustración, dureza y excentricidades. Terminados los cursos se dedicó al comercio, con pequeño capital obtenido en préstamo de una comunidad religiosa, mediante el crédito y la garantía paterna. Fue Piura el lugar de su
primer establecimiento; de allí pasó a Lima, ampliando sus actividades en el comercio de productos y de ganados. Fue socio capitalista de la firma Jordán, Ramsay & Cía., proveedora de los mataderos de la capital. Su negocio lo puso en relación con los Hinffen Fleischmann, a la sazón monopolistas de curtiembres y propietarios de numerosos inmuebles. De esta familia fue administrador y apoderado, hasta que el destino lo ligó a ella mediante su matrimonio con doña Ángela, una de las herederas ricas del Perú. La vida de don David se caracteriza por una intensa actividad, aunque no muy productiva desde el punto de vista económico. Buen comerciante en principio, fallaba lamentablemente al confiar en la buena fe de alguien, o cuando, atraído por la majestad del Derecho escrito, encargaba a los abogados la solución de sus asuntos. Recuerdo de tres negocios que a la postre le resultaron un fracaso: el de coches de alquiler, el de cristalería, y una fábrica de cervezas. Como espíritu progresista que era, pretendió hacer del servicio de transportes una empresa organizada, con vehículos de varias
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clases y tiros bien presentables; pero su empeño se frustró por obra de los cocheros, que ya entonces gozaban de una fama tan mala como merecida. El negocio hubo de liquidarse para evitar perjuicios mayores. El comercio de cristalería lo implantó en la Calle del Arzobispo, a raíz de su regreso de Europa, y tampoco tuvo éxito, por las pésimas condiciones económicas de esos días: escasas personas podían pagar el elevado precio de cristales, porcelanas y tapices de lujo; y las existencias hubieron de malbaratarse o confiarse a comerciantes de otras ciudades, que jamás dieron cuenta de las consignaciones. Por último la fábrica de cervezas comenzó a funcionar en Loja, con la colaboración industrial de los señores Daniel Ruiz y Amadeo Peña, pero la falta de experiencia en esta industria, unida al pequeño expendio que el producto tiene en las poblaciones serranas, determinó su cierre forzoso con las consiguientes pérdidas. Como se ve, el que después sería cuantioso patrimonio de los Larreátegui, tuvo orígenes modestos. Comenzó en el comercio, incrementándose con la aprecia-
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ble herencia dejada por un doctor Granda y Barga, pariente cercano de don David. Recibió aportes menores de otras sucesiones; pero la mayor parte de los bienes que llegó a comprender pertenecían a doña Ángela, pues fueron los Hinffen–Fleischmann quienes acumularon esa gran fortuna en más de cincuenta años de trabajo inteligente y tesonero. *** Mi tío se radicó en Lima entre 1865 y 1870, y contrajo matrimonio hacia el año 76. Víctor David nació el 2 de noviembre de 1878, y dos años más tarde Ángela Esther, segunda y última hija del matrimonio, que falleció cuando apenas contaba un año de edad. En los años anteriores a la Guerra del Pacífico, la vida familiar era laboriosa, metódica, de costumbres austeras, aunque no faltaban las fiestas y reuniones, en las que se constataban las extensas vinculaciones sociales y económicas de los Larreátegui. En casa, todos debían estar levantados a las cinco y media de la mañana. Hasta las siete practicábase el aseo personal, la limpieza y el arreglo de las habitaciones. A
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62 esa hora se tomaba el desayuno y cada uno marchaba a su trabajo: el tío a la oficina, las mujeres a sus ocupaciones, la servidumbre a las faenas habituales y los niños al colegio. Se almorzaba a las once y mientras se hacía honor a las viandas iban inventariándose las labores y problemas cotidianos, que el tío en su calidad de jefe, aprobaba o desaprobaba, con las consecuencias consiguientes. A las cinco, la merienda y a las siete la cena: en este intervalo los mayores hacían tertulia y los pequeños preparaban sus deberes para el día siguiente. Luego, nueva plática y repaso de los estudiantes. A las ocho se rezaba el rosario y la novena respectiva. Después los niños y la servidumbre pasaban a los dormitorios, y los tíos a la sala, para escribir a sus allegados y amigos. A las diez de la noche se apagaban las luces, salvo fiestas u ocupaciones impostergables. La regularidad casi conventual de esa vida era interrumpida por las fiestas, santos y recepciones, en cuya celebración se ponía el mayor esmero y entusiasmo. Los aniversarios del Ecuador y del Perú; el dos de agosto, natalicio de la tía Angelita; el dos de noviembre, cumpleaños de Víctor
David; el día de San Agustín y el ocho de diciembre en que era festejado don David; las recepciones a visitantes y viajeros distinguidos, y los acontecimientos de mayor relieve familiar o nacional, ocasionaban banquetes y bailes de rango y distinción. La Navidad, reina de las fiestas se celebraba en casa con especial entusiasmo. Era infaltable el Nacimiento, con su escenario adecuado en que posaban San José, la Virgen, el Niño, los Reyes Magos y una colección de animales mansos que la tradición ha hecho benditos del Señor. Las estatuillas, talladas con arte, habían sido encargadas a Quito y resultaban tan atractivas para nosotros, como el luminoso Árbol de Navidad, colmado de juguetes y golosinas. La guerra con Chile y la ocupación vinieron a alterar profundamente esta vida apacible y feliz. Los combates sangrientos y luego la derrota, cubrieron de luto el alma peruana. La desgracia nacional, hondamente sentida por propios y extraños, produjo un estado de crisis en todo orden de actividades; pero, sobre todo, una crisis moral que había de sublimarse con la imprecación soberbia de González Prada, el soldado–poeta que se enclaustró
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por cuatro años, para no sufrir el ultraje material de un Perú avasallado por los vencedores… Durante los días de lucha el tío David prestó servicios como Oficial de la Guardia urbana, que tenía la misión de defender la ciudad de Lima. Las colonias extranjeras se hicieron cargo de la vigilancia, por barrios, y era pintoresco verlas luciendo en sus vestidos de paisanos los colores de la patria lejana, solidarizados con la ciudad en sus horas de angustia y prontos a defenderla como hijos adoptivos de ella. Cuando se produjo el colapso de Chorrillos y Miraflores, las tropas derrotadas comenzaron a saquear las casas y tiendas de chinos; pero fueron frenados por la guardia. Las propiedades extranjeras, inclusive las ecuatorianas, se respetaron. La entrada de los chilenos encontró las calles desiertas. Las familias se habían encerrado y atrincherado en sus viviendas. Nosotros, invitados por la Embajada Austro–Húngara, nos trasladamos a ella, hasta que se restableció el orden por las autoridades de ocupación. ***
Los años de dominación chilena se caracterizaron por una pobreza terrible. Hasta los ricos tenían que vender sus propiedades para subsistir. Escaseaba el circulante, y aún los tíos, que tenían ya fama de millonarios, hubieron de realizar muchas cosas de valor, pasando una época de verdadera estrechez económica. Cuando Chile retira sus fuerzas, las finanzas nacionales están deshechas. Las familias han de preocuparse, seriamente, de rehacer sus bienes. Por aquel tiempo se notan en la casa las mayores actividades; don David viaja con frecuencia al Norte del Perú, a Loja y otros lugares. En su ausencia atiende los negocios la tía Angelita, con la cooperación de sus allegados y sirvientes. Yo participo en las faenas administrativas, y a medida que voy creciendo mi ayuda aumenta de importancia. Los bienes producen alguna renta, a pesar de que las circunstancias del país no permiten ser exigentes en el cobro de alquileres. De regreso de los viajes don David atiende en su oficina, en donde dicta los fundamentos de sus alegatos, arregla cuentas y proyecta nuevas negociaciones.
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64 Varias personas participamos en estas faenas con carácter temporal o permanente. *** El autor de estas líneas entró a formar parte de la familia Larreátegui–Hinffen, en 1878, cuando Víctor David apenas contaba meses de edad. Fui, en consecuencia, el compañero obligado del pequeño vástago, cuya educación se realizó paralela a la mía, en el ambiente severo de la casa solariega. Ambos recibimos la marca de la viruela durante la terrible epidemia del año citado, escapando milagrosamente de la muerte, y soportamos el flagelo de la guerra y las penurias de la ocupación, cuando apenas abríamos los ojos a la vida. *** Los años que siguen a 1884, tienen poco que anotar. La ciudad, enlutada por la derrota, es triste, y tristes también la casa del Carmen Bajo. Las fiestas ya no se celebran. Los onomásticos son apenas recordados en el ambiente íntimo. Los negocios marchan con dificultad. La lucha cotidiana se torna más y más difícil.
Son nuestros años de estudio. Víctor David ha ido al colegio, tiene profesores particulares y progresa día a día en sus aficiones literarias. Es un muchacho serio y estudioso, dotado de singular penetración crítica. Hace preguntas capciosas y sus objeciones son incisivas. ¡Oh, será sin duda un abogado brillante, como lo anhela su padre; pero también y sobre todo, un espíritu rebelde e inflexible! Comienza a dibujarse en la lozanía de su adolescencia el sino de su tragedia íntima. En 1895 me alejo definitivamente de la casa familiar, en busca de esa libertad gloriosa que me pintan los liberales exilados y que yo asocio con cariño al nombre de mi tierra nativa. Los tíos han envejecido y en don David está agudizada la manía de los pleitos: ¡toda su fortuna depende hoy de las decisiones de jueces y tribunales! Víctor David es universitario, ayuda a su padre, y al igual que yo, comienza a aborrecer la discusión bizantina de los alegatos, donde, a veces, Pero Grullo tiene mayor peso que Hegel o Krause. Se advierte ya la decadencia en el ambiente familiar.
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Cuando después de cuatro años de separación regreso a Lima por motivos comerciales, los Larreátegui están al borde de la ruina. Don David, agobiado por las decepciones y fracasos. La tía Angelita, siempre dulce, lleva en su noble rostro el sello indeleble de hondos sufrimientos. La casa del Carmen Bajo, la de nuestros primeros años, ha sido embargada. Los tíos viven ahora en la calle Mantas Nº 54, y allí voy a darles, por última vez, mi saludo. Víctor David está en vísperas de graduarse, estudia afanosamente, con la tortura amarga de sus padres viejos, fustigados por el infortunio, vencidos en la lucha tenaz de muchos años… El 7 de abril de 1900 fallece don David Larreátegui, y tres años después su santa esposa. Mi primo es abogado y está frente a la enorme tarea de salvar sus derechos a un patrimonio comprometido en los más descabellados litigios. La sangre hidalga y esforzada de los Larreátegui sale a la palestra representada por ese hombre joven que se bate con los códigos de la misma manera que sus antepasados lo hacían con las armas, en las dilatadas comarcas
del imperio español. Lucha dura, incesante, inmisericorde en la que al cabo vence, después de un combate sin tregua, que ha gastado sus energías y deshecho su espíritu. Se salva la fortuna, se incrementa, el progreso la revalora y multiplica, es ya millonario de verdad; pero ha perdido el optimismo, la fe en la vida, la confianza en los demás. La envidia, la maledicencia y el chantaje le acechan por todas partes; y él que es solo una sombra, sin arraigo en la tierra ni en el afecto de sus semejantes; que ha quedado victorioso pero solo, irremediablemente solo, se siente extraño a la existencia y se recluye, como un cadáver viviente, en su casa de la Calle Aduana. «Triste destino de la estirpe, que el término de la lucha no ha privanza ni gratitud de su Señor, y muere abandonado, y en infortunio…» La sociedad, que es el gran señor de estos días, al igual que los reyes de antaño, se rinde ante el adulo cortesano, pero es ingrata y dura con sus mejores ciudadanos. Víctor David Larreátegui Hinffen, último vástago de una familia hidalga, cuya tradición multisecular está colmada de ha-
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66 zañas, murió para la sociedad en 1918, y para la vida, el 8 de agosto de 1942. ¡Que la piedad comprensiva de los hombres sinceros preste calor a su tumba! V Casos y anécdotas
Tesoros y brujos
Nuestra casa, vieja entre las que más, había sido curtiembre: la enorme curtiembre de los Hinffen, origen claro de una fortuna cuantiosa. Pero, antes de eso, fue parte de un convento, y antes… ¿quién podría saberlo? Siendo grande como un pueblo y vieja a pesar de los remozamientos, la gente de la vecindad aseguraba que en ella existían tesoros ocultos y que espantaban. Sugestionado por esas consejas, yo también de pequeño, oía ruidos, arrastrar de cadenas, choque de puertas abiertas con violencia y caricias escalofriantes. Tanto se dio en asegurar que allí había tesoros y tantas fueron
las prevenciones de que se buscase en distintos lugares, que don David, aunque escéptico para todo género de habladurías, comenzó a practicar excavaciones. Los muchachos nos dábamos cuenta de la búsqueda, pese a que se tomaban las mayores precauciones para evitarlo. Ver al tío reservado y alguna puerta tenazmente cerrada “por orden superior”, bastaba para que comenzáramos a murmurar: «Están buscando el entierro… Sin duda, encontrarán mucho oro y joyas». ¿Daban las excavaciones algún fruto? Nunca llegamos a saberlo; pero se hurgaba la casa, sin dejarla tranquila, sobre todo cuando el tío, urgido por la necesidad de sostener sus pleitos, requería más y más dinero. Buscar entierros era entonces una de las maneras –la más aleatoria por cierto– de allegar nuevos fondos. La gente, que fisgoneaba los inagotables recursos del tío David, adelantaba que los hallazgos debían de ser crecidos; y por otra parte, la enorme fortuna dejada por su hijo, parece reafirmar el acierto de esa suposición. Pero la verdad es que mi pariente acabó por tomar en broma la cuestión de los tesoros.
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Para conseguirlo, hacía llevar a casa un brujo muy conocido, ordenándole que adivinara el lugar donde se ocultaban los tesoros. En medio de la general expectación, el brujo se fumaba algunos cigarros, trazaba signos cabalísticos, invocaba a no sé qué potencias ocultas, y después, en estado hipnótico, recorría la casa hasta pararse en un sitio: allí golpeaba con su bastón, y pronunciaba con voz hueca: ¡AQUÍ, AQUÍ! Luego se recostaba y dormía profundamente hasta el otro día.
bar su constancia; pero acaban por enseñarles el entierro…
Don David hacía excavar en el sitio indicado, con resultado negativo, como es de suponer. Con tal motivo, llamaba otra vez al brujo y le increpaba, fingiendo enojo:
—¿Y por qué? ¿Sigue burlándose el espíritu?
—Me engañaste, tunante. No hemos encontrado nada. Pero el embustero, sin desconcertarse, replicaba: —Los mágicos no engañamos, señor. Lo probable es que nos hayamos topado con un espíritu burlón. —¿Espíritu burlón? —Sí, señor. Ellos bromean con los vivos y los engañan para pro-
—Bien, bien –decía mi tío haciendo esfuerzos por contener la risa–. Vamos a ver si no te engaña otra vez el espíritu burlón –y le dejaba repetir sus maniobras. Mas, tanto se burlaron del brujo el espíritu y mi tío, que el infeliz terminó dándose por vencido. —Mire, señor don David –le explicó un día–, no podremos encontrar jamás el entierro.
—No… es que el tesoro debe haberse enterrado con abusión. —¡Ajá! ¿Y cuál es ese nuevo invento? —Que si, por ejemplo, se mete en un hueco bastante oro, matando al mismo tiempo un conejo, no se puede encontrar después el oro sino matando otro conejo de la misma clase. Pero como no está en mi poder adivinar las abusiones, no se hallará este entierro, hasta que Dios lo permita…
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Un santo que hacía milagros
Aquella fecha se celebraba el onomástico de Víctor David, que a la sazón contaba quince años. Muy temprano el joven se había vestido y acicalado, pues tenía que hacer invitación general para el almuerzo, a varios compañeros de colegio. En efecto, después de besar a sus padres, salió de la casa con andar liviano, muy pagado de la suerte y de las ropas, el sombrero echado para atrás y el bastón describiendo parábolas. Así iba, llenando las aceras, cuando, de improviso, le salió al encuentro un grupo de mozalbetes, gritándole en guasa: —¡Eh, lechuguino! ¿Quién te regaló el vestido? Víctor David se paró en seco, y encarándose con el más atrevido, le replicó: —Mi padre, granuja, ¿y a ti qué te importa? —¡Queremos que a nosotros también nos regale! –gritaron a coro los muchachos, mientras, rodeándole, comenzaron a tirar-
le de la chaqueta, del cuello y del sombrero. Mi primo era corto de genio y fuerte de puños, de suerte que, sin esperar más, arremetió a golpes contra el grupo, derribando a los más cercanos y poniendo en fuga al resto. Pero el lance no paró allí, porque los hermanos de los derrotados, viendo que ese energúmeno rubio haría pedazos su prestigio callejero, arremetieron contra el campeón, armándose un escándalo gordo, que no paró hasta la llegada de la policía y la detención de Víctor David. Mientras tanto, el almuerzo esperaba y el santo no venía. Se enviaron emisarios a varias partes, hasta que, al fin, lo encontramos, todavía acalorado pero contrito, en un puesto de gendarmes. Gracias a mis gestiones salió inmediatamente, y como yo le preguntara por lo ocurrido me dijo: —Oye, Miguel: de lo sucedido no deben saber en casa. —No, hombre, ya lo sé. Por lo menos hoy día… —Ni mañana tampoco –contestó con acento resuelto–; de lo contrario, avisaré que tú sales de parranda con los bohemios…
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Gravemente le estreché la mano. Habíamos sellado un pacto de solidaridad perpetua. La expósita
Una ocasión se recogió en el zaguán de la casa una criatura, de pocos días de nacida, cuyo abandono fue muy comentado por la familia. ¿Quién sería el padre?, ¿quién la madre?, ¿por qué se la había dejado allí a merced de su suerte? En el poco tiempo que estuvo entre nosotros se le prestaron las más solícitas atenciones; pero la niñita hubo de ser enviada, no sin pena, a la Casa de Expósitos. Las murmuraciones con tal motivo, fueron muchas y muy variadas, llegando a decirse que don David tenía algo que ver en el asunto. Sus amigos de mayor confianza bromeaban de esta manera: «Nos han dicho, señor, que usted recibe regalos misteriosos», o «quien como usted, que se remira en obsequios tan lindos y expresivos». Y cuando mi tío trataba de protestar, lo remataban con estas palabras: «Nada, nada, señor Larreátegui, no niegue que usted es muy afortunado».
Pero el tiempo, que es el gran revelador de misterios, hizo saber después el nombre de sus verdaderos padres: la expósita era hija del tío Eliseo, hermano de don David. En la actualidad vive en Lima y figura entre los posibles herederos del doctor Larreátegui. Las balas no necesitan riego
La guerra con Chile se estaba perdiendo, según decían en la calle, por obra de una oscura confabulación. El Presidente había huido al extranjero y una tremenda anarquía se enseñoreaba en el país, a pesar de los esfuerzos de Piérola por contenerla. Los desastres del Morro de Arica, Chorrillos y Miraflores eran una prueba de la traición organizada: al frente de batalla no iban provisiones de boca y los proyectiles resultaban cambiados o inútiles. En esos días terribles, con el enemigo a las puertas de la ciudad, los pobladores resolvieron, secretamente, defenderse hasta el último hombre, si el cuerpo diplomático no obtenía una promesa formal de respeto a las vidas y
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70 honra de los limeños. Con sigilo se repartieron armas y municiones, quedando cada barrio bajo la protección del respectivo grupo de guardia urbana.
Desconcertado con esa actitud, corrí donde la tía Angelita. Ella, tan buena y cariñosa con las plantas, me permitiría darles agua y abonos.
El ambiente era pesado y tétrico. Las actividades se habían paralizado: funcionaban apenas los repartos de pan y carne.
—Tía, sus rosales y geranios están mustios. Voy a regárselos ya mismo.
Yo, aunque muy niño, participaba de la tristeza general. Sin embargo, mis preocupaciones no me impedían observar que el jardín estaba descuidado y sin riego. Mi ancestro de agricultor no llegaba a comprender por qué hasta las plantas debían sufrir las consecuencias de la guerra. Con este pensamiento me acerqué a la efigie grave de don David Larreátegui, para decirle: —Tío, hace muchos días que no se riega el jardín. —Ya lo sé –me contestó distraído–; toda la servidumbre está en el frente. —Pero, yo estoy desocupado y podría regarlo. —Tú debes arreglar las cosas, porque ya mismo vienen los chilenos –me replicó gravemente.
—¡Que Dios te libre, hijo mío! –exclamó alarmada–. El tiempo es corto para prepararse a bien morir, y te prohíbo que lo dediques a otra cosa. Yo no cabía en mi asombro. ¿Qué secreto se ocultaba en esa casa, siempre llana y franca? ¿Por qué mis tíos, tan orgullosos de su jardín, me impedían que lo cuidara? Lentamente me dirigí a la filada de macetas que bordeaban el corredor y, distraído, acaricié la tierra donde languidecía un clavel de pétalos matizados. Mi mano tropezó con un objeto duro y extraño… Seguí removiendo, con ansia, cada uno de los maceteros: ¡TODOS ESTABAN LLENOS DE BALAS! ¡Y las balas no necesitan riego, como no necesitan defensores los pueblos en cuyo corazón gallardea una fibra viril!
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El tigre de la jungla
Gobernaba el Perú la mano férrea y prócera del mariscal Andrés A. Cáceres, al cual combatían desde la sombra sus enemigos políticos, empujando a los inexpertos, para que ellos hicieran el escándalo y recibieran los palos… Contagiados por la murmuración politiquera, los “poetas de casa” habíamos compuesto un artículo irreverente, en el que comparábamos al mariscal con los tigres sanguinarios de la India, e imprecábamos al cielo para que destruyera al tirano, amén de otras lindezas por el estilo. La composición se publicó con pseudónimo en La Felpa y el mismo día los soplones encarcelaban, como presunto autor, al poeta José Santos Chocano, joven impetuoso y rebelde, que ya llenaba con sus desplantes el escenario limeño. Chocano, lejos de negar la paternidad del artículo, la había aceptado con soberbia, tomando pretexto para escribir encendidas diatribas contra los espadones que pretenden opacar la luz y estrangular el estro. Las imprecaciones del bardo atrajeron
la atención de la ciudad; muchos se interesaron por su suerte, y al tiempo que unas instituciones pedían clemencia, otras protestaban en nombre de los fueros del pensamiento… La atmósfera se encrespaba y los comentarios contradictorios circulaban con acelerada rapidez. En la casa también se comentó el asunto. Pero, ¡qué comentario! Don David Larreátegui era un entusiasta admirador del Mariscal Cáceres, a quien consideraba como una auténtica gloria peruana, paladín y héroe de la resistencia nacional al invasor chileno, hombre, en fin, que merecía su sitio de honor en los altares de la República. ¡Y a este prócer se permitía insultarlo un mozalbete sin otra ejecutoria que saber buscar consonantes! ¡Era inaudito! ¡No lo cogiera entre sus manos, porque lo haría engullir, a garrotazos, sonetos con estrambote! ¡Pobres de nosotros si el tío llegaba a descubrir el pastel y nos encontraba convictos y confesos! Habríamos tenido que oír los sermones más severos de la temporada, aparte de un justiciero recargo de trabajo en las agencias judiciales.
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¿Por qué temblar?
En las fiestas de casa eran indispensables los discursos y las congratulaciones, que corrían a cargo de los jóvenes. Con algunos días de anticipación se nos decía: «Vayan preparando las composiciones, a ver si este año lo hacen mejor que el pasado». Y nosotros nos poníamos a tejer elogios y frases cariñosas en honor de los tíos o de los huéspedes agasajados. Alguna vez llegamos a representar obras teatrales, de las que recuerdo flor de un día, en que José Fianzón hacía de negro y yo de viejo. Nos desempeñamos con el mayor entusiasmo, seguros, por anticipado, de lograr muchas felicitaciones. Pero no dejábamos de estar nerviosos, porque la concurrencia numerosa y distinguida, nos cohibía con su desenvoltura y buen gusto. Los temores aumentaban a medida que íbamos creciendo, pues, como ya componíamos versos, se nos exigía recitar décimas, romances y coplas de nuestra propia factura… Pero allí estaba para estimularnos nuestro ángel de la
guarda en forma de un señor obeso, locuaz y optimista, que nos hacía reflexiones como esta: —¿Por qué se ponen nerviosos, jóvenes? el hablar en público es muy fácil: se eleva la voz con énfasis, y se recita de la misma manera que si nadie estuviera oyéndonos. ¡Ea, muchachos, a lucirse, que las señoritas están impacientes por aplaudir a los poetas! Este ángel de la guarda, gordo como un tonel, era el doctor Manuel María Durán, boliviano desterrado de su patria. A sotto vocce se le tenía por un parlamentario formidable, asegurándose que su oratoria había sido la tumba de gobernantes y políticos. Pero todo se pasaba de exageraciones, como vamos a verlo. Un día que con más calor nos estimulaba el doctor Durán, una traviesa chiquilla propuso, con el apoyo general, que fuese él quien nos diera un discurso. El caballero trató de excusarse, pero no hubo remedio: se le hizo ruedo y el silencio quedó esperando sus palabras. Ante el asombro unánime, ese señor que tan bien hablaba en privado, no pudo decir cuatro frases.
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Se puso colorado, tosió, balbuceó algo y, por último, dejando su sitio, se sumergió entre los invitados, mientras con grandes risas le decían: —Pero, doctor Durán, haga como si no hubiera nadie… —Eleve la voz con énfasis… —El hablar es cosa muy fácil… En medio de aquel chubasco que le caía por los cuatro costados, Dolores Mandel, sentada al piano, con bella voz de messo soprano, cantaba: «¿Por qué, por qué temblar? Tranquila está la mar…» El Diablo en persona
Nuestra casa recibía muchos regalos. Gente obsequiosa y cordial la de mi tiempo, acostumbraba realzar su amistad con ofrendas materiales, y nuestra familia, bien relacionada en Perú y Ecuador, se enriquecía en esta forma de aves, objetos artísticos, manufacturas preciosas y joyas, llegando hasta completar las existencias de sus
bodegas con comestibles suculentos y vinos generosos enviados de distintos lugares. Alguien tuvo una vez la ocurrencia de regalarnos un mono lanudo y vivaracho que, encerrado en su jaula, pasaba el tiempo haciendo piruetas y causando la diversión general. Martín, que así se llamaba el bicho, era tan inteligente como travieso: imitaba la manera de andar de las damas, se atusaba los bigotes y las barbas, fumaba y bebía hasta quedar perfectamente borracho, y cuando alguien le daba trapos y tiras, se vestía como el más excéntrico de los petimetres. ¡Ah, Martín, Martín! ¡Qué susto hiciste pasar a las inocentes carmelitas cuando te escapaste de la jaula, pretendiendo ingresar en esa orden religiosa! El caso es que Martín se fugó de su encierro y fue a parar en el Convento del Carmen, frente a la casa. Limpiamente se deslizó por los tapiales y filtrándose a través de una claraboya cayó frente a cierta monja que rezaba, tal vez para ahuyentar pensamientos mundanos. Como bicho bien educado que era, hizo una reverencia y se acercó a la religiosa que, presa
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74 del más violento temor, salió de la celda, gritando: —¡Socorro, socorro! ¡El diablo, el diablo en persona! El alboroto fue enorme: las monjas caían de rodillas y hacían cruces en el aire. Llegó el capellán y encarándose con el extraño visitante, le lanzó una serie de exorcismos, en tanto que Martín, encantado de ser el centro de tantas admiraciones, ensayaba las más absurdas cabriolas. —Hijas mías, calmaos –dijo al fin el fraile, viendo que Martín no reventaba–; parece que esta vez no se trata del diablo sino de un indigno mono… Pero el indigno mono estaba haciendo una verdadera revolución: de cuarto en cuarto iba atropellándolo todo, arrojando al suelo cuanto había a su alcance, sin respetar imágenes ni otros objetos santos… La cosa hubiera parado en catástrofe, si no llega a tiempo el sacristán, que conocía a Martín y sabía de sus debilidades. Corriendo trajo una redoma de vino; con grandes aspavientos se sirvió un vaso, que bebió de un solo trago; luego volvió a llenarlo y lo dejó frente al mono, el cual,
acercándose, olió el líquido, lanzó un chillido de satisfacción y se lo tomó hasta la última gota. El pobre animal cayó al suelo, fulminado. ¡Nunca había bebido tanto! El capellán acercóse a él con un gesto de desprecio, y cogiéndole por el cogote, sentenció: —Si todos los diablos fuesen como este, ya podríamos contarnos en el paraíso… La Conga
Se equivoca quien crea que ese baile exótico acaba de ser importado de las negrerías africanas, para ponerlo de moda en los cabarets y salones alegres de las Américas. La Conga vino a nuestras tierras con los primeros esclavos y se bailó en los caseríos campestres al son de tambores y maracas, cabe un ambiente de superstición, alcohol y barbarie. La tradición peruana de mi tiempo afirmaba que era un baile macabro: los negros invocaban a la muerte, para que ella les fuera piadosa; se sometían a ella, porque era inexorable, y al venerarla,
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según las fórmulas de su rito, le pedían que destruyera a los enemigos mientras disfrutaban en el baile el vértigo de la vida… La fantasía popular atribuía a la Conga, la destrucción del antiguo Callao, acaecida a fines del siglo dieciocho o comienzos del diecinueve. A la sazón estaba en boga esa danza, y las familias salían a la playa para cantarla y bailarla en las noches de luna, cuando el espejo del mar rielaba sus festones de plata en el espacio dilatado de los horizontes. Y la canción sibilina de negros presagios, decía en el estribillo: «Ya vendrá la Conga y nos llevará; ya vendrá la Muerte y nos matará; ya vendrá la Mar y nos tragará… La Conga, la Conga…» Con las últimas palabras del estribillo, el redoblar de los tambores se hacía lento y tenue, como si, efectivamente, la danza hubiera entrado en el reino de la muerte y del silencio… Una noche en que más animados estaban los danzarines de la playa, las olas se levantaron con ciclópea violencia y cubrieron la po-
blación, dejándola sumergida con todos sus habitantes y con el sortilegio trágico de la Conga. Desde entonces –no sé si hasta ahora– esa danza fue considerada de mal augurio y llegaron a prohibir que se bailara en las negrerías costeñas. En la casa había un cuadro, pintado al óleo por los días de la inundación, que representaba la Conga, es decir, el Baile de la Muerte. Las figuras de la alegoría eran esqueletos descarnados en contorsiones horribles, y con ellos se asustaba a los muchachos rabiosos. Cuando alguien decía: «Ya viene la Conga», los granujas se ponían a temblar, y dóciles como cordero de Pascua, obedecían lo que se les mandaba. Es que el miedo a la muerte ha sido siempre el mejor profesor de moral y de virtudes privadas… El loco de la casa
Un amigo de la infancia de don David Larreátegui, llamado Dositeo Ruiz, lojano, había improvisado una gran fortuna, como consecuencia de los cual se le hizo
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76 blanco de envidias y habladurías. Estaba casado con doña Benigna Lazo, y en ella tuvo un hijo: Rodolfo. Este señor Ruiz perdió la razón, según decían, por efecto de algún brebaje que le suministraron personas malquerientes. No siendo posible curarlo en Loja, lo llevaron a Lima, como última esperanza, recomendándolo a la amistad de nuestra familia. En efecto, en casa se hizo lo posible por restablecer su salud, bajo la dirección del doctor José Casimiro Ulloa. Nada se consiguió, sin embargo, a pesar del prolijo tratamiento… pero por largos meses tuvimos un loco entre nosotros, y yo fui el encargado de supervigilar a la servidumbre, que lo atendía, previo sueldo y condiciones. Aunque muchacho y despreocupado, me interesó la suerte del infeliz, que era tranquilo y dócil, aunque su mansedumbre llevaba el sello de una dolorosa tristeza. Andaba por la casa con pasos lentos, como un sonámbulo, y en sus ratos de lucidez, recordando a su esposa e hijo, lloraba inconsolable. Yo dormía en una habitación próxima a la suya y estaba advertido de que ese hombre despertaría
alguna vez con el ímpetu de sus energías contenidas. Y así fue. Una madrugada, cuando todos dormíamos a más y mejor, Dositeo se había levantado. Rompiendo el vidrio de una mampara, corrió el picaporte y penetró en el comedor, siguiendo de allí hasta la sala. En ese lugar hizo presa de los adornos y figurillas que llenaban los chineros, y los destrozó uno por uno… Luego, puesto ya “en trance”, abrió el piano y se puso a tocar con euforia, desmelenado y en camisa de dormir, como un Wagner al natural… El artista que se agazapaba en el fondo de su desgracia, se erguía de repente, con toda su voluntad creadora; pero el médico, que confiaba poco de esas genialidades, aconsejó su inmediata reclusión en el manicomio. ¡No sabes una cosa!
El señor Miguel Orellana, casado con Leonor Larreátegui, hermana de don David, fue a parar a Lima buscando protección, trabajo y, en fin de cuentas, dinero, porque era fama que mi tío lo
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tenía a montones. Ese señor, muy pintoresco, rezumaba provincialismo en su traje y en sus maneras… Lo más característico, sin embargo, era su muletilla, pues a cada rato, y en toda conversación, intercalaba la frase: «¡No sabes una cosa!» Pero nunca explicaba cuál era esa intrigante cosa que siempre estaba en la punta de su lengua. Enamoradizo el señor Orellana, lo hacía según las prácticas populares, que no carecen de elocuencia, y por descontado se da que pellizcaba a las sirvientas y piropeaba en subido tono a las vecinas buenasmozas. Estando en la mesa, una mañana nos fatigaba con su muletilla, cuando mi primo le interrumpió: —He descubierto, por fin, cuál es la cosa de Orellana… — ¿Se trata de algún secreto? –preguntó con reserva doña Angelita. —No, mamá. Es que el tío enamora a las sirvientas…
—¡Falso, falso! —negó la muchacha que servía. El señor es galán de la champucera de Santa Clara…
—Orellana, más colorado que un tomate, no acertaba a defenderse, y repetía entre dientes: —¡No sabes, no sabes una cosa! Los cuatro Juanes
Juanito el Sacristán era muy popular en el barrio del Carmen. La razón tiene mucho peso: para él no existían los imposibles. ¿Que nadie encontraba un nombre, una dirección, un ardid, un recurso? Pues allí estaba Juanito el Sacristán. ¿Que no había quien se prestase a tal gestión delicada, a llevar un “recado diplomático”, a buscar una mercancía agotada? Menudo conflicto… ¿y para qué se había tomado el trabajo de nacer, entonces, el maravilloso sacristán? Este Juanito jamás aprendió a decir «no». Aceptaba comisiones de cualquier orden. Y era de verlo, trigueño, regordete, de ojos muy vivos, subiendo y bajando escaleras, enviando saludos, conversando aquí y acullá, en una actividad pasmosa, que no se compadecía de su redonda complexión. Todas las familias lo ocupaban y regalaban; pero un día este hombre
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78 tan servicial, tan ágil, se enfermó, y no hubo caso: mal de su agrado se vio obligado a cambiar de barrio, bien metidito en un ataúd de cinco soles. *** Otro Juan era el pulpero de Santa Clara. Italiano amable, atrayente, obsequioso de golosinas, ¿qué muchacho no se disputaba por ir a comprarle? Había adquirido el título de casero exclusivo, por la sencilla razón de que nos vendía las provisiones que faltaban en casa… pero aparte de cualquier otro mérito, tenía uno mayor: el de invitarnos a su fiestón pantagruélico del 20 de septiembre, aniversario de la entrada de Garibaldi en Roma. Allí nos llenábamos de menestrones, tallarines, ravioles, pavo trufado y diez cosas más espolvoreadas con queso de parma y rociadas con los excelentes vinos blanco y tinto ¡Qué bien sabía nuestro anfitrión cantar el corsi e ircorsi del vino! «De la terra fa a la fiasca, de la fiasca va a la boca, de la boca va a la panza…»
*** Los otros dos Juanes pertenecían a la servidumbres de la casa. Juan Eugenio, maestro de faenas femeniles, era muy diestro con la escoba, la aguja y la plancha; tan diestro, que las mujeres envidiaban sus habilidades y murmuraban por lo bajo: «Pero, ¡qué ocurrencia de muchacho! Haber nacido con pantalones…» *** El último Juan –John Johnson–, nativo del Callao, descendiente de ingleses, había sido tripulante de barcos balleneros en sus mejores años. Por el tiempo que estuvo con nosotros, ya anciano padecía de un asma incurable, único fruto de sus correrías marítimas. Formidables, estupendas correrías; aventuras dignas de una novela; energía, pasión, lucha… ¡y a la postre la vejez, mendicante de la piedad ajena! Porque los marinos padecen de imprevisión, este don Juan que conocía los siete mares del globo, que hizo de cada ilusión un puerto y de cada puerto un amor, que llenó de relatos nuestra fan-
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tasía adolescente… este don Juan hubo de recluirse, los últimos días, en una casa que hacía las veces de hospicio. Hasta allí lo llevó la protección de mi tío, y hasta ese lugar íbamos los domingos con algún socorro, a escuchar sus últimas narraciones interrumpidas por violentos ataques de tos.
tros sabíamos que todo eso era puro cuento de comadres.
Pero un día no lo encontramos. El infatigable marino había emprendido el Gran Viaje. ¿Quién podría decirnos si John Johnson llegó a su destino?
—¡Al barrio chino! ¿Saben ustedes lo que es?
Al teatro con los colchones
A los jóvenes nos atraían los misterios del barrio chino. Allí se paladeaban los paraísos artificiales y los amores exóticos, las emociones adquirían complicación, y había refinamientos sabios, que todavía no penetraban el mundo occidental… Todo esto ofrecía innumerables peligros, que era preciso evitar en defensa de las buenas costumbres; y por ello se propalaban versiones terribles de lo que sucedía en el barrio, llegando a afirmarse que quien entraba allí, ya no salía jamás. Pero noso-
Una vez enfrentamos a don David con esta solicitud: —Señor, los chinos inauguran una temporada teatral, y queremos que usted nos permita concurrir a ella.
—Sí, tío, pero hoy van familias de la ciudad y resguardará la policía. Se quedó mirándonos fijamente, y concluyó: —Está bien, pero hagan llevar los colchones al teatro. Y sin más explicaciones nos dejó confusos, calculando qué clase de broma se nos preparaba. Con todo, nos alistamos, y, descontando colchones, estuvimos en el local a la hora en punto. La representación y los espectadores eran de los más raros. Gritos, aullidos y gesticulaciones se sucedían en el tablado, donde, por las máscaras horribles y los movimientos atropellados, debía interpretarse una tragedia fabu-
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80 losa. En cuanto a los concurrentes, cómodamente recostados en sus petates, oían y fumaban con los ojos entornados. Allí permanecimos dos, tres, cuatro horas, sin que la función tuviera trazas de terminarse. Cansados, nos retiramos a la media noche. Don David nos esperaba, leyendo, en su oficina.
pesaba sobre las valiosas joyas de su familia, cuyo paradero, por otra parte, no ha llegado a determinarse. Según ese comentario, Víctor David vivió y murió en la desgracia por culpa de las joyas fatídicas, comparables en poder maléfico a las que se hallaron en la tumba milenaria del Tutankamon.
—¡Qué sorpresa! –exclamó al vernos–. Yo creí que ustedes no vendrían hasta la próxima semana.
Es preciso reconocer la rica fantasía del comentarista y su buena voluntad por comunicar un prestigio esotérico a la triste existencia del solitario de la Calle Aduana. Pero, tan intrigante historia no podría ser acogida, porque mi primo no llegó a heredar las joyas del cuento y, en consecuencia, tampoco podía ser la víctima de su inexorable maleficio.
Y como no acertáramos a responderle, concluyó: —El teatro chino se inspira en historias que duraron muchos años. Siendo sus autores realistas, pero sin una técnica adecuada para simplificar la trabazón de los sucesos, las representaciones duran varios días con sus noches… ¿Se explican ahora por qué les aconsejé que llevaran sus colchones al teatro? Joyas de familia…
Uno de los curiosos comentarios que se han escrito sobre la vida del doctor Larreátegui, es el que se refiere a la supuesta maldición que
La verdad es que las joyas procedían de las Hinffen. Eran raras, deslumbrantes, valiosas. ocupaban un cofre grande que, a su vez, contenía variedad de estuches pequeños. Su número y belleza causaban viva admiración a las personas que llegaron a contemplarlas. Pero la familia se vio obligada a desprenderse de ellas, urgida por la difícil situación económica que sucedió a la guerra con Chile. Al efecto, don David encargó a uno de sus parientes realizar un via-
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je a la Sierra, donde la crisis era menor, a fin de que las vendiera en condiciones aceptables. ¡Cuán grande sería su necesidad de dinero, para resignarse a ese sacrificio! Y sacrificio estéril, porque no le produjo ni un centavo: ¡su querido pariente alzó con todo, y no le volvimos a ver nunca más!
comendación de mis tíos, se asilaba la señora Paula Encalada, persona empobrecida pero que conservaba valiosas amistades. Esta señora, que me trataba con mucho cariño, era también de Loja, y devengaba en parte la protección que recibía de nosotros, cosiendo y mejorando la ropa de los pequeños.
Es entonces, con motivo de esta deslealtad, que conocí en su justa magnitud la grandeza de alma de mi tío. Cuando los allegados supieron del fraude, más grave y vergonzoso por ser uno de casa el que lo cometía, acudieron a lamentar lo ocurrido y lanzar toda suerte de censuras al culpable, pero don David atajaba la crítica con amable presteza:
Un día me dio un hermoso ramito de flores, encargándome que lo llevara en su nombre a la familia Mayer, que vivía en la misma calle, en una de las casas más llamativas por su elegancia. Allí doña Paula era muy estimada y de seguro su deseo era relacionarme ventajosamente, con una forma delicada e indirecta, como era la costumbre de esas épocas. Yo cumplí en parte mi cometido, pues llegué a la puerta y llamé; pero como tardase en abrirme, volví sobre mis pasos con el ramito, no sin advertir que, allá, en el fondo de una ventana, una señorita de bello rostro me miraba en silencio.
—No tiene por qué censurarse, estimados amigos –decía con acento irónico–, la verdad es que, como eran joyas de familia, no podía evitarse que mi pariente tuviese particular inclinación a ellas… Visión fugaz Frente a nuestra casa había un establecimiento de beneficencia para mujeres pobres, donde por re-
Con el andar del tiempo pude comprobar que mi impaciencia me privó de la amistad de una dama talentosa y de nobilísimo corazón: la escritora Dora Mayer, infatigable defensora de la raza indígenas.
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De tunante animador a fraile predicador… Aseguraba un castellano viejo que el noventa por ciento de los españoles se pintan como unos redomados badulaques. y concluía su afirmación con este aserto: «de joven, el español engaña a las mozas en el papel de don Juan; de hombre, a la Gloria, sentando plaza de soldado, y de viejo, a Dios, metiéndose en la sotana de un buen fraile». No sé sin don José María Pérez tenía sangre pura de español o si alguna vez visitó la elegante casaca militar; pero estoy absolutamente seguro de que… El señor Pérez integraba con Dolores Mandel y el doctor Durán el terceto animador de las fiestas y reuniones familiares. Directores de escena, cada uno en su ramo, jamás interferían, a no ser en sus ruidosas explosiones de buen humor. ¡Ah, que espiritual, inteligente y linda era la señorita Mandel! Tocaba el piano a la perfección; cantaba mejor aún, y bailaba en grado superlativo. Tenía tal atractivo, tal talento orga-
nizador, que las reuniones parecían girar en torno suyo: ella nos manejaba a su antojo para hacer representaciones, cuadros alegóricos, impromptus y bromazos, y al final de cada fiesta, no había muchacho ni viejo que pudiera decir: «apuesto el cuello a que nunca he de enamorarme de Dolores…» Al doctor Durán, obeso, locuaz y emprendedor, ya lo conocemos por otra anécdota. Pero el que nos saca de quicio por su ubicuidad, su inagotable colección de chistes y ocurrencias, su destreza en la danza y su maestría en el flirt, es este señor José María Pérez, español por lo badulaque y por todo lo demás… En ese corrillo, ¿quién es el que más habla?: el señor Pérez. En el ambigú, ¿quién brinda?: el señor Pérez. En el salón, ¿quién practica las últimas danzas?: el señor Pérez. en el jardín, ¿quién romantiza?: el señor Pérez. En el comedor, ¿quién puede servir, comer, conversar y enamorar a un tiempo?: el señor Pérez… Maestro de farristas y de alegres, de decoración obligada de salones y veladas, aún me parece ver tu calva brillante como una bola de billar, haciendo carambola sin tregua, y sacando de tu rodar mundano una sutil quintaescencia de ingenio y de espíritu!
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Pero un día te fuiste, y todos se extrañaron porque eras como el alma frívola de las fiestas. Desde entonces algo faltó en el écran social: tu conversación, tu risa y tu calva. Sobre todo, tu personalidad indiscutible de cortesano dúctil para moverse en el ambiente artificioso y brillante del gran mundo. ¿Qué había sido de él? ¿Qué nuevo rumbo siguió en su vida? Una ocasión que conversaba en Loja con don Ricardo Vivar, antiguo huésped de los Larreátegui, me informó de improviso: —Aquí está don José María Pérez, ¿se acuerda usted de él? —¡Cómo no he de acordarme! ¿Y qué hace en Loja esa mala cabeza? —Reza y predica sermones… —¿Qué me dice usted? —Que Pérez está de fraile en San Francisco, y entre pertenencias y ayunos tiene la esperanza de ganarse el cielo. ¡El badulaque hace equilibrio al borde de la tumba, y la sotana le sirve de admirable contrapeso!
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VI Nota sobre la vida y la muerte del doctor Larreátegui En el ambiente de la serenidad comprensiva y de piadoso respeto que ha rodeado la muerte del doctor Víctor David Larreátegui Hinffen, no ha faltado la nota discordante de unos pocos –muy pocos, por cierto–, que han querido juzgarle como un hombre egoísta, inútil, tarado por la más absurda de los locuras. Tejiendo una leyenda folletinesca en torno de sus bienes y vida íntima no han vacilado en remover la huerta de su padre fallecido hace 42 años, para buscar una explicación antojadiza al extraño destino de una fortuna que ni siquiera logró hacer la felicidad de su dueño. ¡Menguado talento el de quienes necesitan profanar las tumbas para dar un precario interés a sus escritos! La vida del doctor Larreátegui no es un proceso de locura y de avaricia, ni una psicopagia de carácter degenerativo, ni, menos,
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84 el fruto de una maldición esotérica… Es la vida de un hombre inadaptado, a quien un cúmulo de inmerecidas desdichas hizo renegar del trato social y del afecto de sus semejantes. Es la vida de un ser que desde la infancia estuvo señalado con el signo fatal del infortunio. Se necesita haber vivido por muchos años en el hogar de los Larreátegui, participando de las incidencias del drama familiar, para explicarse la existencia del misántropo y la magnitud de su tragedia, no por silenciosa menos intensa y agobiadora. Hemos dicho que ese hogar era profundamente católico y como tal, allí se enseñaban y practicaban las más austeras virtudes. Para nosotros, muchachos inexpertos, el bien era la norma general, y la maldad y el vicio solo excepciones abominables. De allí que, cuando Víctor David, joven mimado y pasional, se encontró de improviso frente a la sociedad, sufriera las más amargas e irreparables decepciones. Ni los amigos ni los parientes eran leales. En oscuras alianzas con extorsionadores profesionales, le acechaban para arrebatarle pedazos de fortu-
na, que su virtud candorosa no sabía defender. Recuerdo yo que en los primeros días de su orfandad le asediaron numerosas mujeres y jóvenes, reclamando parte de la herencia recibida, a título, según decían, de convivientes o hijos de don David. Mi pariente no sabía qué hacer. Me preguntó si conocía algo sobre el particular e hizo otras indagaciones, pero siempre con resultado negativo. ¿Quién podía informar de cuestiones tan íntimas como la convivencia carnal? Abrumado por la porfía, parece que resolvió el problema permitiendo a los reclamantes vivir gratis en sus propiedades y hasta usufructuar parte de ellas… Pero el anterior no es sino un aspecto de la lucha que tuvo que sostener en defensa de sus bienes que, como sabemos, estaban comprometidos en los más inexplicables pleitos. Y en este momento es preciso hacer una rectificación fundamental. Falso de toda falsedad, que don David se enriqueciera haciendo préstamos usurarios a las familias limeñas empobrecidas por las depredaciones de Chile y la crisis económica subsecuente de la ocupación enemiga. Absolutamente
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falso que los Larreátegui despojaron de sus inmuebles a los deudores, mediante ardides tinterillescos. En los diecisiete años que viví junto a ellos, supe de muchos deudores, inclusive parientes, que no cumplieron sus compromisos; pero no de personas ejecutadas y arrojadas en la miseria. En este mismo tiempo, por mis manos pasaron montañas de expedientes, pero no recuerdo que don David haya ganado ni un solo pleito; al contrario, varios fueron perdidos en instancias o definitivamente. Con mi familia ocurrió lo que sucede con muchas personas ricas que obran sin las necesarias precauciones: caen en las redes de abogados inescrupulosos, que afianzándose en los más absurdos motivos, fraguan juicios interminables con el exclusivo objeto de ganar honorarios y formarse un patrimonio. Si la fortuna de mis parientes que, como hemos dicho en otro lugar, procedía en su mayor parte de los Hinffen, llegó a salvarse, débese a que don David en los momentos decisivos tuvo el buen acuerdo de acudir a abogados muy honorables, cuyos nombres dejo anotados en otro lugar; y débese, sobre todo, a que la muerte le cortó la manía de los pleitos,
trasladando a la juventud activa e inteligente de su hijo la tarea de desentrañar un laberinto judicial más intrincado que el de Creta. Dura, excesivamente dura, fue la lucha para Víctor David, joven que creía en la virtud de los hombres y en la pureza de los tribunales de justicia. Pero a la decepción y al deslumbramiento de los primeros días sucedió la reacción terrible. Su entereza moral, la sangre batalladora heredada de sus antepasados, le lanzaron contra los enemigos visibles y los ocultos. Y fue entonces cuando su honradez defraudada, en la expectación solemne de las audiencias públicas, lanzó esas terribles palabras: ¡LADRONES! ¡FARSANTES! De estos días data su aversión a la vida sociable y su desconfianza en los demás. Esa es la raíz de su misantropía. Cometió el error de tomar la vida muy en serio; de creer que el relajo de la ética profesional debía repelerse como una ofensa personalísima; de querer una sociedad tal como la imaginó su mentalidad católica, y no como la habían deformado las miserias y las pasiones de su tiempo. Fue un inadaptado, no un loco; un místico, no un egoísta; un de-
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86 cepcionado, no un inhumano; un espíritu selecto, no un frío calculador de utilidades; un hombre recio e indoblegable, no un cobarde ni un abúlico. Si no hubiese tanta distancia entre su extremado idealismo y el irremediable materialismo que confrontan los grupos humanos de hoy; si no fuesen tan inconciliables los factores que determinaron su crisis interior, podríamos afirmar que el doctor Larreátegui, antes que la víctima de sus propias exageraciones, fue la víctima de un auténtico crimen social… Pero la sociedad no es buena ni perversa. Tiene la virtud de ser como es: no la virtud generosa que nosotros quisiéramos que tuviese. Al estudiar el caso Larreátegui, no es preciso acudir al psicoanálisis ni a los tratados de patología. Basta mirar la verdad sin prejuicios, sin esa erudición que a menudo trata de ocultar, sin conseguirlo, la incapacidad de pensar por cuenta propia; sin el error de suponer que todos han nacido para rumiar la rutina del mediocre, sin conciencia ni capacidad de rebeldía. Víctor David no fue un niño feliz, ni un joven afortunado, ni
un hombre rodeado de consideraciones, como lo merecía por sus antecedentes, moralidad y posición económica. Su infancia azarosa oscilaba entre la riqueza y la miseria, porque su padre, jugador tenaz de ese juego complicado que son los pleitos judiciales, había puesto la sólida herencia de los Hinffen–Fleischmann al borde de la ruina, en equilibrio inestable, pendiente de las decisiones de los Tribunales. Cuántas veces doña Angelita, delicada flor de santidad, lloraría ante los altares por esa peligrosa manía de su marido, y cuántas veces el niño, flagelado por el dolor materno, miraría a la vida como un juguete engañoso y triste… Más tarde, al entrar en la juventud, la orfandad lo dejó solo en la arena, rodeado de envidias y ambiciones, heredero de muchos derechos, de muchas propiedades, pero también de innumerables y enconados litigios. Desconcertado, volvió la vista a los amigos, a los parientes, y los encontró indiferentes o falaces, jamás dispuestos a prestarle apoyo, seguridades y consuelo en la lucha. Tuvo que batirse solo, zaherido en el Foro, acechado en las calles, perseguido criminalmente hasta en su propia habitación; contra él se utilizó la
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influencia política, en el intento de despojarlo; fue objeto de la saña de los mafiosos y de otras sociedades secretas, y no tuvo ni siquiera el refugio del amor, porque al llegar hasta él se convirtió en desvergüenza y en chantaje… Ese niño triste, ese joven acosado, ¿pudo ser un hombre sociable, emprendedor y útil? Si la lucha había triturado su existencia, si las decepciones lo habían deshumanizado, si la voracidad de los otros le enseñó un desdén profundo por los bienes materiales, ¿por qué extrañar que se hiciera un misántropo, que rehuyera el trato social y que Cristo Pobre fuese su divinidad predilecta? Él, inflexiblemente moral y profundamente religioso, no podía seguir otro sendero, aunque quizá alguien habría preferido que se vengara de sus enemigos, que agitara con violencia los estratos sociales y regara de odio y de luto el ambiente que no supo comprenderlo ni amarlo… Puede objetarse que el doctor Larreátegui habría resuelto, prudentemente, el problema de su vida, vendiendo sus bienes y yéndose a vivir en el extranjero; pero esa solución también le estuvo
vedada, porque cualquier negocio suyo motivaba la intervención de terceros de mala fe, y cuando alguna vez trató de retirar un cuantioso depósito bancario, se negaron a devolverle oro o monedas de cambio internacional, ofreciéndole, en cambio, un montón de billetes inconvertibles. Aún más, a consecuencia de sus acusaciones violentas al poder judicial, se pretendió, con indudable beneplácito de personas interesadas, ponerlo en interdicción civil y encerrarlo en el manicomio: esta infamia fue la causa inmediata y determinante de su encerramiento tenaz durante sus últimos años… En verdad, al hacer un balance de todos los hechos que motivaron la dolorosa tragedia de mi pariente, no puede menos de pensarse en alguna ambición poderosa, organizada, con ramificaciones por todas partes, suspendida sobre su cabeza como una zarpa ávida e inmisericorde. ¡Y ha llegado a decirse que la fortuna de los Larreátegui no ha cumplido su función social! Pero, en justicia, dados los antecedentes anotados, ¿podía don Víctor David estar en aptitud sentimental para realizar esa faena? Y en caso de estarlo, ¿la habrían dejado llevar a término las fuerzas confabu-
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88 ladas contra su persona y sus bienes? En nuestro concepto, mucho hizo al conservar su patrimonio; mucho con no disiparlo conforme a los deseos de sus envidiosos, y, más todavía, con no utilizarlo en perjuicio de sus adversarios. Pero la obra social que no realizó el doctor Larreátegui, pueden y deben afrontarla quienes van a sucederle en la tenencia material de sus millones. A ellos, que posiblemente no saben cuántas luchas y amarguras ha costado el defenderlos, les es fácil dar curso a la generosidad dotando a Lima y Loja de establecimientos de beneficencia que recuerden la riqueza y el infortunio de Víctor David Larreátegui. Y a ellos, sobre todo, les toca ayudar a muchos miembros de la familia que se encuentran en pobreza y que, procediendo del mismo tronco en línea directa y legítima, no están, sin embargo, protegidos por la ley civil. Por mi parte, como favorecido de los Larreátegui–Hinffen, antes que en el carácter de pariente, estoy obligado a refutar las falsas imputaciones que se les hacen después de su muerte. Ninguna consideración me impediría salir por los fueros de la verdad ni asumir la defensa de quienes ya
no pueden defenderse. Cumplo con ello un deber de lealtad y de conciencia, supremo homenaje a los que cultivaron estas virtudes por muchas generaciones, como blasón de hidalguía y timbre de órgano familiar. APÉNDICE Mi voto personal En el Perú se están publicando muchas opiniones relacionadas con el destino que debería darse a la fortuna del doctor Víctor David Larreátegui, y un periódico ha llegado a promover encuesta para que el público falle, en una especie de plebiscito, lo que debe hacerse con esos millones. Con el criterio estrictamente legalista, el doctor Luis Villa y varios otros ciudadanos han pedido que la fortuna pase íntegramente a la Beneficencia de Lima, basándose en el hecho de no existir vínculos morales ni afectivos entre el fallecido y sus presuntos herederos; y, de manera especial, en el abandono y desvalimiento en que lo dejaron por muchos años, hasta el momento mismo de su muerte. Respetable esa opinión, como
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todas las que se expresan sin interés directo y egoísta, no parece sin embargo de estricta justicia, porque consta que no faltaron parientes que por uno u otro motivo trataron de aproximarse al fallecido, ofreciéndole su adhesión y servicios; y que él, por su parte, los rechazó invariablemente, quizá a causa de las dolorosas decepciones que dejaron en su ánimo las personas en quienes depositó alguna vez amistad y confianza. No faltaron, pues, tentativas de sacarlo de su aislamiento y de la dura hosquedad en que se empeñó en vivir. Lo que faltó, indudablemente, fue la presencia de un pariente de sinceridad insospechable, que tuviera la suerte de inspirarle una nueva fe en la vida, restituyéndolo al seno de la sociedad. En mi opinión, absolutamente personal, no existen motivos de indignidad que impidan a los herederos legales del doctor Larreátegui entrar en el goce de sus bienes de conformidad con las reglas de partición que establece del Código Civil peruano. Lo que sí existe es una obligación a posteriori de reivindicar, espontánea y noblemente, la memoria del fallecido, segregando del acervo líquido una cantidad suficiente para
fundar dos establecimientos de beneficencia, uno en Lima, con el nombre de Víctor David Larreátegui, y otro en Loja, con el de su padre, David Larreátegui Hidalgo. Este es un deber que no establecen las leyes, pero que lo exige la conciencia honesta de que toda fortuna debe realizar una función humanitaria correspondiente a su cuantía, y que la gratitud natural para quienes les dejaron una fortuna ha de traducirse en hechos prácticos y elocuentes, y no en palabras de cuestionable sinceridad. Los herederos del doctor Larreátegui están, así, obligados a demostrar que son dignos de sucederle en sus bienes, y la mejor manera de hacerlo será conseguir que la posteridad bendiga su nombre por las obras benéficas que realizan en provecho general. Completando mi pensamiento, reafirmo, en concreto, lo conveniente que sería crear una institución de nuevo tipo, conforme a las necesidades que ha causado la guerra mundial y atendiendo al origen mismo de la fortuna Larreátegui–Hinffen, formada, como ya se ha dicho, con el esfuerzo de colonos austriacos, alemanes, españoles y ecuatorianos, en el ambiente acogedor del Perú
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90 de ayer. Un asilo de extranjeros se presenta ya, en cada país, como el complemento indispensable de los actuales establecimientos de asistencia social, para albergue y amparo de los hombres arrojados a nuestra América por las persecuciones políticas que se avecinan en el mundo. Nada más grato para mí si los peregrinos de esta migración dolorosa hallasen un refugio en el asilo que para el objeto se levante con algunos millones del doctor Larreátegui; y más grato aún, si el nuevo local está situado en el recinto de la Casa Solariega, donde por muchos años, con sinceridad y llaneza, se rindió culto a la hospitalidad practicada a la usanza de los antiguos hidalgos castellanos. Tal es, en mi concepto, una de las mejores inversiones que pudieran tener los bienes dejados por mi pariente, sin que ello sea obstáculo para que los herederos presten también socorro cordial a los miembros de la familia que se hallen más necesitados, y cuyo número, según he podido informarme, es bastante crecido en la actualidad. Queda así expresado mi voto personal en materia que, de lle-
varse a práctica, sería verdaderamente honrosa para el doctor Larreátegui Hinffen y sus herederos legales. Miguel M. Luna
Genealogía de los Larreátegui (Línea de don Manuel) Debo a la gentileza del doctor Carlos Manuel Espinosa –abogado lojano que representa los derechos de la señora Josefina Orellana de Toledo en la sucesión Larreátegui Hinffen– la integración de mis datos relativos a la genealogía de la familia, tal como se consigna en este lugar. Reciba el distinguido profesional la expresión de mi agradecimiento. Don MANUEL LARREÁTEGUI fue hijo de la señora Juana de Larreátegui. Casó con doña Micaela Hidalgo, hija de don Rafael Hidalgo y doña Josefa Luna. Fueron progenitores de: * Juana María, * Petrona Leonor, * Da-
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vid Agustín, * Dolores Filotea, * Miguel Ezequiel, * Eloy Federico, * Ruperto Nicanor, * Zoila Alegría, * José Elías, * Amador Eliseo, * Perfecto Heliodoro, * Zenón Abraham, * José de Jesús y Juan3. * JUANA MARÍA, tuvo a sus hijos Ángela Elena y Salvador. Ángela, casó con Santos Torres y tuvieron una hija llamada Zoila. Elena, tuvo a sus hijos Florinda y César. Salvador, falleció soltero y sin sucesión. * PETRONA LEONOR, casó con don Miguel Orellana y tuvieron los siguientes hijos: Josefina, Luis, Lastenia, Leticia, Manuela, Zoila y Amador. Josefina, casó con don Benjamín Toledo y tuvieron a: Ricardina, Deifilia, Griselda, 3
Benjamín y Reinaldo. Luis, falleció soltero, dejando un hijo ilegítimo llamado Vicente Erazo. Lastenia, casó con don Joaquín Ullauri y tuvieron a sus hijos Emiliano, Mercedes y Segundo. Leticia, casó con don Lizardo Aguirre y dejaron a sus hijos Eloísa, Virgilio, Rosa Delia, Heriberto, Margarita, Victoria, Lizardo y Arsenio. Manuela, casó con don Emilio Aldeán y tuvieron a Virginia, Aulogio, Zoila y Ramona. Zoila, casó con don Abelardo León y no dejaron descendientes. Amador, soltero, no dejó sucesión. * DAVID AGUSTÍN, casó con doña Ángela Hinffen4 y tuvieron a Víctor David, que
Don Manuel tuvo, además, un hijo reconocido, llamado Baldomero, en doña María de la Cruz Chacón. Este señor siguió por varios años la carrera de las armas; casó con doña Amelia Moreira y tuvo en ella a sus hijos Francisco, Valeriano Carlos, Alcides, Juana, Guillermo Gerardo, Felipe y Petita. Dejó también dos hijos ilegítimos: Luis Liborio y Baldomero Larreátegui Ludeña. El hijo natural de don Manuel residía en Guayaquil y era recordado con frecuencia por sus hermanos David y Heliodoro. Este último llegó a darme un apunte de su puño y letra con el nombre de los parientes que residían fuera de Loja, en el cual don Baldomero ocupaba lugar preferente.
4 Por un error de traducción caligráfica o tal vez por el capricho de alguien, el apellido Hinffen se escribe a veces Heimpfen, Himpfen, Hinffer, formas indudablemente incorrectas, porque en la casa de don David Larreátegui jamás se escribió de esos modos.
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92 murió el 8 de agosto de 1942, sin dejar descendientes, y Ángela Esther, fallecida en muy temprana edad. (Don David Agustín, en estado de soltería, tuvo dos hijos en la señora Esther Figueroa: Clorinda Zoila y Abelardo. Clorinda contrajo matrimonio con don Agustín Figueroa y tuvieron a María Angélica, Luz y Manuel Agustín. Abelardo, soltero, murió sin sucesión). * MIGUEL EZEQUIEL casó con Francisca León y tuvieron una hija: Emilia. Emilia, casó con don Tiberio Ordóñez y tuvieron a Rosa Francisca, Miguel y Polibio. * AMADOR ELISEO, soltero, tuvo los siguientes hijos: en Mercedes Ullauri, a Zoila Emperatriz; en Lucrecia García, a Raquel; en Dolores Estela, a Rosa filomena y Juan Manuel. Zoila Emperatriz, tuvo los siguientes hijos: Raquel, Mercedes Elisa y Susana. Raquel, soltera. Rosa Filomena, casó con
don Juan Rubio y tuvo un hijo: Carlos. Juan Manuel, soltero, falleció sin sucesión. * PERFECTO HELIODORO, soltero, tuvo los siguientes hijos: Zoila, Deifilia, Carmen Vicenta y Emilio Heliodoro. Zoila Deifilia, casó con don Rafael Andrade y tuvieron a Delia María, Laura, Zoila, Máximo, Rosario y Luz. Carmen Vicenta, casó con don Agustín Polo y tienen los siguientes hijos: Heliodoro, Rosario y Manuel Agustín. Emilio Heliodoro, casó con doña Zoila Mendieta y tiene los siguientes hijos: Celso, Lauro, Julio, Carmen, Víctor Manuel y Carlos. * DOLORES FILOTEA, ELOY FEDERICO, RUPERTO NICANOR, ZOILA ALEGRÍA y JOSÉ ELÍAS, fallecieron adultos, sin descendientes. * JOSÉ DE JESÚS y JUAN, fallecieron impúberes.
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Pol Popovic Karic
Profesor e investigador de literatura en español, inglés y francés, en el Tec. de Moterrey, México.
PREFIRIÓ A LA OSA
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l hombre joven avanzaba por el sendero del zoológico, luciendo un costoso traje de seda. Prestaba tan poca atención a las fieras enjauladas como estas a los niños de la mano de sus madres.
que llegara hasta el galán embebido en la lectura del periódico, este se incorporó al lado de la silla preparada para acoger a la joven que provocaba suspiros a su paso. Ella lo miró a los ojos y un «gracias» se escurrió entre sus labios.
El hombre subió por una colina próxima a la salida del zoológico, estiró la silla de un restaurante al aire libre, se acomodó y desplegó el periódico con lentitud ensayada. No respondió al mesero que se le acercó con pocas ganas de servirle, y menos aún de repetirle «¿Qué se le ofrece?» Es posible que el hombre, de unos treinta años más o menos, no le hubiera escuchado. Envuelto en sus ensueños más que en el periódico, el mesero no apareció en su realidad. Además, la pregunta resultó ligeramente atorada en la garganta del mesero, irritada por un caluroso día que ignoraba la llegada del otoño.
Tras un momento de atolondramiento, el hombre joven tomó la iniciativa y aventuró una pregunta ingeniada para iniciar una conversación prometedora.
La joven de ojos castaños, recién salida del autobús, iba abriéndose camino con paso alegre, sorteando con sus caderas las mesas de hierro forjado del restaurante del zoológico. Su silueta se mecía al compás de la falda que toreaba las miradas de los hombres arrancados de la monotonía de sus conversaciones y expuestos a las cejas fruncidas de sus consortes. Antes de
—¿Viniste…? —Lo dudé mucho, pero… como ves, aquí estoy —su voz tuvo un efecto relajante en el hombre joven. —Desde la semana pasada, presentía que el destino nos había unido en aquel tren por alguna razón —el hombre joven pronunció estas palabras quedamente, y luego levantó la mano para atraer la atención del mesero que los estaba observando discretamente desde el otro extremo del establecimiento. —¿Qué se les ofrece? —masculló el mesero evitando que su mirada se desviara hacia el escote de la muchacha. Dos copas de vino, una de tinto y otra de blanco, chocaron en el aire vibrante de emoción.
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94 Mientras el hombre joven hablaba, su sonrisa y gestos acompañaban el ritmo de sus palabras. Ella deslizaba su mirada por encima de un hombro del hombre joven, y luego del otro, y cuando, por una cuestión de azar, sus miradas se cruzaban, el contacto era fugaz, semejante al aleteo nervioso de los gorriones que se desplazaban entre el suelo y las sillas en espera de unas migas. —La lasaña, en este establecimiento, es fabulosa, así como se prepara en los restaurantes gourmet de Florencia —comentó con tranquilidad el joven—. ¿Has tenido oportunidad de probarla en las tierras septentrionales de Italia? —y añadió sin darle tiempo de responder—, porque en otras partes de Italia, no es igual —y esto lo dijo desaprobando con la cabeza la torpeza culinaria en tales partes. —El viaje a Florencia no figura en mis planes de momento. El trabajo de la oficina no sirve ni siquiera para pagar el carbón que consumimos el pasado invierno —dijo la joven. —Ah, es un viaje que te recomiendo para más adelante. A cada paso por esta enigmática ciudad de Florencia, que es más bien una villa artística, las obras de los famosos pintores renacentistas se conjugan con las estatuas de mármol blanco talladas con las manos providenciales de Michel Ángelo Buonarroti. Es como si la arquitectura se metamorfoseara en estatuas y estas, a su vez —el joven hizo una pausa para aspirar más aire— se despojaran de su consistencia material para emprender un viaje sibilino por las telas de los pintores italianos del silgo XVI. —¿De veras estuviste por allí? —preguntó la joven. —Claro. Como sabrás, mis obligaciones profesionales ante la empresa, que
represento en diversos países, me permiten de vez en cuando tomar unos días para empaparme de las maravillas que las culturas antiguas han tenido la bondad de heredar a la contemporaneidad. —¿Es cierto que La Mona Lisa parece observarte independientemente del lugar que ocupes en la sala? —Bien sûr. Es como una esposa celosa que vigila cada paso de su marido. Doquiera que este se encuentre, lo persigue la mirada de La Mona Lisa. —Vaya, vaya… ¿Y te persigue a ti su mirada de vez en cuando? —las comisuras de los labios empujaron las mejillas de la joven y dos hoyuelos aparecieron. El galán la miró a los ojos y respondió: —Me gustaría que tú me persiguieras. —¿Oh?… Eso no va a pasar. ¿Cómo podría yo, mujer, perseguir a un hombre como tú? Además, espero que La Mona Lisa no haya hecho uso de algún bastón para castigar a un esposo mal portado. —Pues, los italianos son muy temperamentales, nunca se sabe. Un filósofo alemán decía que el dolor justifica su existencia a través de la vida. Y algo similar ocurre con el placer. ¿No te parece? El rostro de la joven se sonrojó. Luego ella se enderezó en la silla y carraspeó: —Pues, en nuestras tierras, no se piensa así. Por lo menos, no se habla así a las mujeres. La incorporación del hombre joven interrumpió la oración de la muchacha. Como si fuera movido por algún poder extraño, el hombre se levantaba despacio con la mirada absorta por algo que se ubicaba por detrás de la muchacha.
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—¿Qué pasa? —preguntó la chica. El hombre joven iba retrocediendo con los ojos fijos en una mujer de cabello recogido que avanzaba hacia su mesa. El hombre iba dando empellones a las sillas y mesas cuyos rechinidos causaron desagrado entre los clientes del restaurante. Un golpe duro contra los glúteos le indicó que había llegado hasta la barda que marcaba el término del establecimiento. Al otro lado de la barda, yacían dos profundas jaulas sin techos, cavadas en la colina. Su muro separador venía a incrustarse en ángulo recto con la barda donde se encontraba el joven. Al otro lado de las jaulas, extendía sus ramas un gran roble. En su cima se despedían los últimos rayos de sol. El joven saltó sobre el muro separador y empezó a dominar el precipicio con los brazos estirados. Allá abajo, se despertaban gruñidos de osos pardos. Sus ojos tímidos se iban levantando junto con los hocicos hacia el hombre joven trepado sobre el muro. El joven realizó una docena de pasos cortos y rápidos que cubrieron casi la mitad del trecho que llevaba al lado opuesto del restaurante. Desde allí, el roble extendía sus nudosas ramas hacia él. De improviso, el hombre ejecutó una vuelta y un «¡Oh!» recorrió el restaurante como una ola. —¿Quiere regresar acá? —preguntó la voz de alguien, intentado quizá brindarle ayuda. —Es un loco. Al pie de la barda del restaurante, cara a cara con el hombre joven subido sobre el muro, estaba parada una mujer de cabello recogido en la nuca y mentón apretado.
Sus miradas se cruzaron. Las pupilas de la mujer ardían, paulatinamente, sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas. El hombre joven bajó los brazos como si hubiera decidido posar para una foto, guapo y flotando en el aire. Abajo, levantada sobre las patas posteriores, una osa rodeada de tres oseznos, lo observaba en silencio. La osa se estiró curvando ligeramente el lomo hacia atrás y asestó un porrazo contra el muro con las patas anteriores. El muro tembló, una ligera flexión de las corvas absorbió la sacudida sin interrumpir el enfoque del joven en el rostro de la mujer de cabello recogido. Los porrazos de un lado del muro separador se reprodujeron del otro lado, donde dos osos hermanos se pusieron a imitar los golpes y sonidos de la hembra. Se enardecían unos a otros con gruñidos. Unos llantos de niños estallaron en el restaurante. Con sus bocas abiertas de par en par, pegaron unos gritos que ni sus madres lograron silenciar. Mientras el tumulto humano crecía y se compenetraba con los graznidos de loros y chillidos de monos, pedacitos de concreto empezaron a desprenderse del muro, salpicando los hocicos de las bestias. Entre más salpicaban las piedritas, más babeaban los hocicos, pero el muro conservó su acomodo vertical. El hombre joven hizo un ademán con la mano derecha. Pareció un gesto infantil que no quebrantó la inmovilidad de la mujer. Luego, el muro se desplomó. Al día siguiente, en la primera plana del periódico matutino, destacaba el título Prefirió a la osa. Más abajo, iniciaba el artículo: «La esposa, ahora viuda, permanece desconsolada…»
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Marcelo Reyes Orellana
HISTORIA DEL CENTENARIO DEL RELOJ PÚBLICO DE ALAMOR
Fachada original de la Iglesia Matriz de Alamor. (1924)
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n el mes de diciembre de 1913, llegó como párroco de Alamor el sacerdote Dr. Lautaro Vicente Loaiza Luzuriaga, y desde su arribo, se dio cuenta de múltiples necesidades de su jurisdicción eclesiástica. Su gran espíritu emprendedor comenzó con la construcción de dos obras suntuarias: la edificación del templo con dos torres y la construcción de un parque aledaño al mismo edificio diseñado por el arquitecto quiteño Ezequiel Landázuri. Para la fachada del templo, contrató el diseño de los planos al sacerdote lazarista alemán nacido en la ciudad de Colonia, el padre Pedro Humberto Brüning Kleiss, quien concibió con su diseño barroco las torres en las que lucían dos cúpulas maravillosas. Las torres las construyeron primero los peruanos Saldarriaga que en su intento fracasaron, y en el segundo intento, el hábil constructor ecuatoriano Arsenio Espinosa, nacido en Guachanamá, logró edificar con pilotes de guayacán y tablones de cedro que fueron forrados, clavados y soldados con un grueso latón, en toda la fachada del tempo, en forma casi perfecta que al pintar el frontispicio de color verde claro, le dio la apariencia de un mármol tan nítido
que a cierta distancia no se notaban las soldaduras de los forros de latón. Desde el año 1916 empezó el contacto del Dr. Lautaro Loaiza con la fábrica de relojes de Berlín, a través del embajador alemán en Quito, y fue tan previsivo el Dr. Loaiza que envió los planos del padre alemán Pedro Brüning, con las medidas exactas de las torres, advirtiendo que el clima donde iba a funcionar la máquina era cálido-húmedo, y que la altura del terreno estaba sobre los 1300 metros sobre el nivel del mar, y que los metales del reloj debían ser anticorrosivos por la humedad ambiental, todo esto entre otras especificaciones del contrato. La fábrica relojera contestó que el precio total del reloj era de cinco mil sucres por adelantado, convertidos en marcos alemanes y depositados en la cuenta bancaria de la fábrica, ya que el reloj se construiría en unidad porque la empresa no fabricaba en serie, de ahí la razón de su alto costo en el año de 1917. El Dr. Loaiza, sin vacilar envió de inmediato el dinero a la cuenta de la fábrica alemana. De esta manera se celebró el contrato al comenzar el año 1917 y en diciembre del mismo año llegó el reloj desde el Puerto de Hamburgo hasta Guayaquil, y de allí, hasta el embarcadero de Santa Rosa en
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98 la provincia de El Oro y fue depositado en las bodegas del consignatario que fue el Comandante Víctor Ollague. En enero de 1918, el Dr. Loaiza convocó a una asamblea del pueblo alamoreño con los comités organizados por este caso, y se resolvió que el Sr. Rafael Elizalde con sus hermanos de Turinumá, y con la gente que ellos contraten por su cuenta y riesgo, traerían el reloj en el plazo máximo de ocho días. La oferta se cumplió con exactitud y el reloj fue cargado en varillas fuertes sobre los hombros humanos, y las piezas más pesadas llegaron a lomo de mula por el camino de herradura desde Santa Rosa hasta Alamor en el plazo acordado. En julio de 1918 el Dr. Loaiza contrató al famoso relojero lojano, el Sr. Francisco Castillo Arévalo para que instale el reloj en las dos torres del templo de Alamor, el Sr. Castillo culminó su trabajo con felicidad y precisión; así logró el sacerdote Loaiza que el diseño de la fachada con las torres y el reloj con toda su maquinaria, sean ciento por ciento alemanes. En diciembre de 1918 se instaló esta joya de la tecnología alemana, con 8 esferas externas y una esfera interior pequeña regula-
dora del funcionamiento de las 8 esferas exteriores. El Dr. Loaiza esperó seis años para inaugurar el reloj el 1 de noviembre de 1924 y lo hizo con toda solemnidad a las seis de la mañana, ordenando develizar las 8 esferas al tañido sonoro del ángelus, y luego, de todo el armonioso carrillón de campanas que elevaron a los cielos su coro sublime para exaltar a Dios con alegría y gratitud; luego, una banda militar entonó el Himno Nacional del Ecuador y el pueblo cantó emocionado. Finalmente se celebró el Te Deum solemne entronizando la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Ese mismo día se inauguró la primera Feria Internacional Ecuatoriana-Peruana, circulando “libras peruanas” equivalentes a 25 sucres cada billete de una libra. Los niños
Tarjeta de recuerdo de la inauguración del reloj
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alamoreños, agasajaron a sus madres en la noche con un ágape. De las dos obras suntuarias mencionadas al principio, quedaron escritos los siguientes recuerdos: •
En noviembre de 1917, un boletín informativo titulado: “El Reloj Público de Alamor”.
•
El 8 de diciembre de 1820, otro boletín informativo titulado: “La mujer alamoreña y su templo”.
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En enero de 1925, la edición del folleto de 72 páginas titulado: “El tercer reloj público de la provincia de Loja”, editado en la imprenta alamoreña “La Educación Integral” de propiedad del Dr. Lautaro Loaiza, siendo el autor del folleto el mismo sacerdote.
•
El 1 de noviembre de 1930 el Dr. Loaiza inauguró el parque “Ezequiel Landázuri” en honor al arquitecto constructor, y en la revista guayaquileña Letras y Números publicó un bello artículo de su autoría titulado “Las Madres y las Flores” en diciembre de 1930, seis años después de la inauguración del reloj.
Pasaron muchos años hasta que el Alcalde de Puyango Dr. Víctor Hugo Tinoco Montaño en su primera administración del 5 de enero de 2005 al 30 de julio de 2009, hizo la petición al Director Técnico de Loja de la Subdirección Regional del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, Dr. Jaime Pozo
Montero, y solicite al Director Nacional el trámite para ser declarado el reloj público de la Iglesia de Alamor como un bien perteneciente al patrimonio cultural del Estado en base a la petición del Alcalde de Puyango. Mediante expediente técnico del 29 de enero del 2007, la Subdirección Regional de Loja cumplió con el antecedente histórico del reloj público de Alamor, en el que consta todo el estudio histórico del Dr. Marcelo Augusto Reyes Orellana, en documento público que formó parte habilitante del acuerdo definitivo. El Director del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, mediante Oficio Nro. 551-DNPC-SRIC-07 del 19 de junio de 2007, solicitó la emisión del Acuerdo Ministerial de Declaratoria como bien perteneciente al Patrimonio Cultural del Estado al reloj público de la Iglesia de Alamor. El Ministro de Cultura Galo Mora Witt, firmó, rubricó y selló el Acuerdo Ministerial Nro. 023, cuyo texto dice: ARTÍCULO PRIMERO.DECLARAR COMO BIEN PERTENECIENTE AL PATRIMONIO CULTURAL DEL ESTADO, al reloj público de ocho esferas de la Iglesia de la ciudad de Alamor del cantón Puyango, en la provincia de Loja.
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AL CENTENARIO DEL RELOJ PÚBLICO DE ALAMOR Marcelo Reyes Orellana
Cumpliste tus CIEN AÑOS junto a tus ocho esferas jamás paralizaste tu rítmico accionar, el ángelux exacto se impone al repicar, y el carillón entona las horas placenteras.
Salmodias y maitines se van en oración y el gran reloj prosigue con tic-tac sonoro, a todos nos recuerda que el tiempo bello es oro Frontispicio actual del templo San Jacinto de Alamor, inaugurado en 2012
y nuestra corta vida tan solo es ilusión.
Reloj alamoreño de isócronos segundos, tu marcas vida y muerte tañendo entre dos mundos, ARTÍCULO SEGUNDO.El presente Acuerdo entrará en vigencia desde el momento mismo de su suscripción, sin perjuicio de su publicación en el Registro Oficial.
Finalmente afirmamos que el verdadero Mecenas de la cultura puyanguense fue el Dr. Lautaro Loaiza Luzuriaga, por su labor altruista que perdurará eternamente en el corazón de los puyanguenses.
llegaste de Alemania y en Alamor estás.
El alma de Lautaro te mira desde el cielo al ver que culminaste su visionario anhelo porque has cumplido UN SIGLO marcando tu compás.
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Dolores Punín de Jiménez
Llipta zoomorfa de Chinguilanchi
La
provincia de Loja resulta ser, hasta hoy, un campo inexplorado en arqueología. Actualmente se observa un cierto interés, tal vez curiosidad, en un determinado grupo de personas, quienes en sus recorridos ocasionales han encontrado sitios que pueden ser recintos arqueológicos y que aún permanecen ignorados. Esto, posiblemente se deba a varias razones, entre otras, la falta de recursos humanos especializados y de medios económicos que permitan realizar estudios científicamente válidos.
ración de un campo de tumbas en Chinguilanchi, en “La Cuadra”, propiedad de la familia Riofrío, y en “La Capilla” del mismo lugar. Entre los hallazgos se anotan: un sepulcro hasta entonces no profanado, del que extrajo una figura de cobre macizo y que representa a un jaguar de tipo mayoide; fragmentos de una coraza de cobre; cerámica del tipo Chaullabamba, y otros objetos, que siendo Tiahuanacoides, tienen un cierto sabor del arte de Chavín (Uhle, 1955: 15-16; Jijón y Caamaño, 1955 : 117; Jaramillo Alvarado, 1955 : 39).
El único trabajo arqueológico que se conoce es el realizado por Max Uhle, alrededor de 1918(?). Este investigador realizó la explo-
Entre los otros objetos que encontró Max Uhle en Chinguilanchi, se encuentra un idolito zoomorfo de piedra, que se guarda
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102 en el museo del Seminario Mayor de Quito (Jijón y Caamaño, 1919 : 190), que demuestra la máxima expansión septentrional de la cultura Tiahuanaco en el Ecuador. La cultura Tiahuanaco se caracteriza por representar a su dios principal con cabeza de perro y a otros dioses con animales de la floresta: puma, jaguar o serpiente. Las decoraciones son incisas. La figura denominada El Fraile de la puerta del Sol de Tiahuanaco, descrita por Marquez de Miranda (1940:101), tiene particular interés por las analogías que presenta con la llipta que se describirá más adelante. Su cabeza está trabajada muy someramente, tocada con una especie de gorro. En el rostro se destaca un par de ojos grandes y redondos y una nariz casi no modelada. La debilidad de los brazos es evidente en relación a otras partes del cuerpo, particularmente la cabeza. La palabra Llipta, de origen quichua, significa sustancia alcalina. Por extensión se dio este nombre a los objetos huecos de piedra o cerámica que fueron utilizados por los antiguos habitantes de Bolivia, Perú y Ecuador para llevar en ellos la cal apagada o la ceniza de algunas plantas con la finalidad de activar la salivación en el proceso de masticar las hojas de coca (Mason, 1969 : 142 ; Naranjo Vargas, 1974 : 614).
La coca (Erythroxylum coca L.), planta nativa de las tierras andinas, es la materia prima de la que se fabrica la cocaína. Originalmente fue considerada planta sagrada y su uso fue exclusivo de príncipes y sacerdotes; más tarde su uso se generalizó convirtiéndose en hábito colectivo. Su nombre es de origen Aimará y significa: “comida o alimento de viajeros o de trabajadores”. Las hojas eran masticadas junto con un poco de cal que libera el alcaloide, para aliviar el cansancio, el hambre y la sed. Un cocay o ración servía para una jornada de tres o cuatro kilómetros. Las hojas eran recogidas, secadas y luego llevadas en bolsas. La cal la obtenían de conchas calcinadas o de los tallos quemados de ciertas plantas y era llevada en lliptas o poporos de cerámica, piedra o calabaza (Naranjo Vargas, 1964: 614; Mason, 1969: 141). Los documentos históricos que atestiguan la presencia de la coca en el Ecuador datan de 500 años, antes y después de Jesucristo. No obstante a los contactos culturales y comerciales que siempre existieron entre la costa norte del Perú y el sur del Ecuador, ha llamado siempre la atención la ausencia de objetos arqueológicos que representen el uso de la coca en el Ecuador, desde el Guayas hacia el sur (Naranjo Vargas, 1974 : 608). La llipta que
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aquí se describe presenta características Tiahuanacoides y evidencia el uso de la coca. Esta llipta sin contexto arqueológico fue encontrada en la orilla derecha de la quebrada de Paccha, en las faldas del cerro de Chinguilanchi, al nororiente de Loja. Es una figura zoomorfa, trabajada en apatito1, de tonalidad verdosa con incrustaciones blancas, con chispas brillantes y luminosidad de tonalidad lila cuando es observada a través de un microscopio polarizante. Mide 52 mm. de alto, 55 de ancho y 23 de espesor. Su decoración ha sido realizada a base de incisos. Para su descripción se
considerarán dos caras, tres bordes y una base. En la cara anterior (figura 1), se observan los ojos que son redondos y volados; la boca incisa horizontal; y el mentón o quijada está representado por una sola línea horizontal. La cara posterior es lisa, ligeramente convexa y llana. En el borde superior presenta un tocado a manera de gorro y sobre el que descansan las manos representadas por dos cabezas de serpientes con ojos redondos y volados. Las manos se continúan lateralmente en los brazos que nacen en la parte media de los bordes laterales, dejando en la parte media superior, entre estos y la cabeza, dos orificios laterales de forma ovoidal.
(Figura 1. Vista frontal, cara anterior y cara posterior)
1 Mineral frecuente como constituyente accesorio de todas las rocas ígneas, sedimentarias y metamórficas (Dana y Hurlbut, 160:376).
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104 En la base (figura2) se encuentra una cavidad de borde circular de 18mm. Entre la base y el borde lateral izquierdo presen-
ta un pequeño orificio que pudo servir para pasar el hilo o cordel que se utilizaba para colgar la pieza al cuello de la persona.
(Figura 2. Base inferior y vista parte superior)
Bibliografía: •
Dana y Hurlbut, Manual de mineralogía, Barcelona, Reverté, 1960, p. 376.
•
Jaramillo A., P., Historia de Loja y su provincia, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1955, p.p. 39-41.
•
Jijón y Caamaño, J., Antropología prehispánica del Ecuador, Quito, La Prensa Católica, 1952, p. 117.
•
“Notas bibliográficas”, Boletín de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos, 1919, p. 3-8, 190.
•
Mason, J. A., Las antiguas culturas del Perú, México, Fondo de Cultura Económica, 1969, p. 142.
•
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Uhle, M., “Las antiguas civilizaciones del Perú frente a la arqueología e historia del continente americano, Boletín de la Academia Nacional de Historia (Ecuador), 1955, pp. 15, 35-85.
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Revista de Artes y Secciones Académicas
Carlos Valarezo Manosalvas
Sección Académica de Ciencias Naturales CCE - Loja.
RECUPERACIÓN DE LAS TIERRAS DEGRADADAS PARA LA PRODUCCIÓN FORESTAL EN EL SUR DE LA AMAZONÍA ECUATORIANA
Degradación de los suelos y pérdida de la biodiversidad en el ambiente de ladera del corredor fluvial Zamora – Nangaritza en el Sur de la Amazonía Ecuatoriana: Sector La Victoria, cantón Zamora.
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a intervención de los colonos sobre el bosque natural en el ambiente de ladera (terrenos de pendiente entre 12 % y 60 %), del corredor de la red fluvial Zamora-Nangaritza, en la zona sur de la Región Amazónica ecuatoriana, ha consistido en la extracción de las especies arbóreas de valor comercial; luego, la tumba, roza y quema de la vegetación remanente, y el establecimiento de pastizales para la ganadería bovina.
Se estima que la parte afectada alcanza alrededor del 50 % de las áreas del pie de monte, colinas y montañas bajas (cerca de 50 000 hectáreas), que desafortunadamente se sigue extendiendo a expensas de la destrucción del bosque primario.
Así, la conversión del bosque natural a pastizal, interrumpe abruptamente el reciclaje natural de los elementos nutritivos para las plantas en el ecosistema. Estos, se lixivian por efecto de la abundante lluvia, se acelera la mineralización de la reserva de materia orgánica, y se instala un proceso de erosión laminar hídrica, por lo que en un tiempo relativamente corto se degrada la fertilidad del suelo y las tierras se convierten en marginales (“desiertos de fertilidad”). De esta manera, en los suelos degradados desaparece la capa orgánica superior (en la que se almacenan los nutrientes), son fuertemente ácidos, con presencia de aluminio tóxico y severas limitaciones de macro y micronutrientes, (nitrógeno, fósforo, potasio, magnesio, zinc, boro, entre otros).
Degradación de los suelos y pérdida de la biodiversidad en el ambiente de ladera del corredor fluvial Zamora – Nangaritza en el Sur de la Amazonía Ecuatoriana: Sector Cumbaratza, cantón Zamora.
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Desde la perspectiva de la utilise usan adecuadamente, la sociedad zación productiva y la recuperación puede perderlos. de las áreas degradadas, estas tierras serían aptas para la repoblación foPor otro lado, la utilización del restal con especies de valor comercarbón vegetal en partículas de mecial, aprovechando las condiciones nos de 0,5 cm, como mejorador de de elevada temperatura y humedad la fertilidad de los suelos y para alde la zona, que la convierten en un macenar CO2 de la atmósfera (biocarbón), ha invernadedespertado ro natural, el interés de con gran potencialilos científidad de procos a nivel ducción de mundial. biomasa, Para dispoúnico en el ner de este mundo por material, en la posición forma baradel país en ta y ambienel centro de talmente la supersostenible, ficie del el proceso Deficiencia de boro en el suelo del experimento de planeta. consiste en Panguintza. Evaluación biológica de la fertilidad. En camcarbonizar Planta indicadora: tomate. bio, la baja todo residuo fertilidad de biomasa: general de los suelos, la intensa lixibasura orgánica de las ciudades, restos de las cosechas, aserrín, virutas, viación de los nutrientes y la fuerte bagazo, ramas, etc. acidez constituyen sus principales limitaciones. En este contexto, entre noviembre de 2008 y junio de 2013, con el Se debe entender que el suelo es el cofinanciamiento de la SENESCYT, recurso básico de cualquier país, se ejecutó el proyecto de investigaporque es en él donde se desarroción titulado “Gestión de la fertillan las plantas que nos proveen de lidad del suelo con enmiendas de alimentos, fibras, maderas, y más carbón vegetal en plantaciones de productos. Consecuentemente, la árboles maderables en el Sur de la clave fundamental de la soberanía Amazonía Ecuatoriana”, bajo la alimentaria es poseer suelos fértiles dirección de Carlos Valarezo May agua suficiente, recursos que, si no
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108 nosalvas, con la participación de un equipo de investigadores de la Universidad Nacional de Loja, y la contraparte científica del Prof. Wolfgang Wilcke, de la Universidad de Mainz-Alemania.
blación forestal productiva de las áreas degradadas. En virtud de ello, la investigación se concretó en la instalación de tres experimentos, en suelos de diferente material geológico, de los cantones Zamora, Centi-
Ing. Carlos Valarezo Manosalvas (Director del Proyecto, Universidad Nacional de Loja) y Prof. Wolfgang Wilcke (Contraparte Científica del Proyecto, Universidad de Mainz, Alemania), en el experimento de Panguintza, a los dos años después de la plantación.
El objetivo del proyecto fue generar conocimientos sobre el mejoramiento sostenido de la fertilidad de los suelos para la repo-
nela del Cóndor y El Pangui, en los cuales se probó efecto de la aplicación de biocarbón, cal y nutrientes, sobre el crecimiento de dos especies
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arbóreas maderables, seleccionadas como indicadoras por ser de crecimiento rápido: pachaco (Schizolobium parahybum Vell. Conc) y melina (Gmelina arbórea Roxb.), nativa y exótica, respectivamente.
Pachaco en el experimento de Panguintza a los 33 meses después de la plantación.
Para evaluar el crecimiento de los árboles, cada tres meses desde la fecha de plantación, se registraron la altura,
el diámetro y la producción de biomasa. También, se tomaron muestras del suelo de los diferentes tratamientos para monitorear la evolución de la fertilidad y cuantificar el almacenamiento de carbón (capturado en forma de
Pachaco en el experimento de La Victoria-Zamora, a los 33 meses después de la plantación.
CO2 desde la atmósfera, mediante la fotosíntesis, como una opción para atenuar el cambio climático).
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110 Los primeros resultados reflejaron que los árboles de melina y de pachaco, que recibieron las aplicaciones de biocarbón, cal y nutrientes, crecieron 1,7 y 2 cm
De los resultados obtenidos de la ejecución del proyecto se concluye que es posible recuperar los suelos empobrecidos de las laderas en el sur de la Amazonía ecuato-
Registro de trozas y de la biomasa del fuste del raleo de los árboles de melina en el experimento de Panguintza a los cuatro años después de la plantación.
por día, respectivamente, las que son tasas únicas de crecimiento para estas especies en el mundo. Después de tres años desde la plantación, estos árboles estaban listos para su utilización como pulpa de papel o para madera aglomerada, recuperándose en corto tiempo la inversión y generando significativos ingresos económicos para el productor.
riana para la producción de árboles maderables de valor comercial, como alternativa para la ganadería de pastoreo directo que es la que degrada el suelo. Para ello, se requiere controlar la acidez y aplicar todos los nutrientes deficientes. La vegetación herbácea asociada a los árboles se puede cortar para los bovinos en un sistema silvo-forrajero, diferente al silvo-pastoril; por
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Equipo de investigadores del proyecto y personal de apoyo en el raleo de los árboles de melina en el experimento de Panguintza, a los cuatro años después de la plantación.
cuanto, lo importante es evitar que el pisoteo del ganado compacte el suelo y a consecuencia de ello se mueran los árboles.
tes impactos económicos, sociales y ambientales:
Los efectos de la aplicación de los resultados obtenidos de la investigación generarían los siguien-
Generación de riqueza por la reforestación productiva de las áreas degradadas del ambiente de lade-
Económicos:
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112 ra en la zona sur de la Amazonía ecuatoriana, ya sea con las especies estudiadas u otras especies arbóreas nativas de valor comercial, que son de crecimiento más lento; así como, por su industrialización a diferente escala (valor agregado). Pago de servicios ambientales por la captura de CO2 por los árboles a través de la fotosíntesis. Sociales: Generación de empleo en todos los niveles (jornaleros, productores, obreros, transportistas, artesanos, tecnólogos, profesionales, académicos, etc.), tanto para la fase de reforestación productiva en las áreas degradadas de la zona sur de la Amazonía ecuatoriana; como, para el concomitante valor agregado de los productos obtenidos: artesanías, pequeñas, medianas y grandes industrias. La actividad forestal–industrial se constituiría en el eje del desarrollo humano sostenible de la zona, disminuyendo la emigración principalmente de la gente joven. Ambientales: Recuperación productiva sostenible de las áreas degradadas por la ganadería (alrededor de 50 000 ha), con plantaciones de especies arbóreas maderables de valor comercial.
Atenuación de la degradación del bosque primario y de la pérdida de la biodiversidad en la zona sur de la Amazonía ecuatoriana. Mejoramiento de la regulación hídrica de las microcuencas, por disminución de la compactación del suelo por la ganadería. Finalmente, de probarse y extenderse los resultados del proyecto al resto de la Amazonía ecuatoriana, se aseguraría la economía de un Ecuador pospetrolero y postminero.
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Rafael Morales Astudillo Coordinador del Área de Ciencias Naturales CCE-Loja
LA BIODIVERSIDAD, UN TESORO DE LA HUMANIDAD QUE ESTÁ EN PELIGRO
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a naturaleza o Pachamama, donde se reproduce y realiza la vida, tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos. Artículo 71 de la Constitución del Ecuador: Toda persona, comunidad, pueblo o nacionalidad podrá exigir a la autoridad pública el cumplimiento de los derechos de la naturaleza. Gracias a los millones años de evolución (aproximadamente 13 000 millones de años), los seres vivos estamos sobre esta tierra
maravillosa, rodeados de idílicos paisajes, miríadas de especies e infinitas formas de seres vivientes, de esta biodiversidad nos alimentamos en cuerpo y espíritu, nos vestimos, obtenemos materias primas para la industria y moléculas para curar nuestras enfermedades. En suma, es de la biodiversidad de donde provenimos, obtenemos prácticamente todo para hacer de esta vida un evento placentero. Y para colmarnos de más felicidad algunos de los países andinos, somos depositarios de una incalculable riqueza de biodiversidad y más específicamente de agrobiodiversidad. Las altas montañas con sus valles incrustados en su geogra-
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114 fía permiten florecer una gran cantidad de ecosistemas que en cortas distancias pueden cubrir climas que van desde templado frío pasando por subtropical a climas tropicales con niveles variados de temperatura y también de pluviosidad que pueden ir desde, muy poco, unos 45 mm en el desierto de Atacama a unos pocos miles en la Amazonía, visto de este modo la Región Andina es el paraíso donde cualquier alteración del ADN de una planta, un animal o un microorganismo, pueda tener cobijo en uno u otro sistema de los muchos que existen en los Andes y dar origen a nuevas especies vivientes. Es de esta forma que poco a poco la región se convierte en uno de los centros de origen de las especies del mundo y en otras ocasiones en centros de rediversificación de otras especies no originadas aquí pero cuando llegaron, tuvieron todas las condiciones para que las mutaciones originen nuevas formas de vida. Esta situación de privilegio fue la atracción desde que esta tierra fue colonizada por la cultura europea, por lo que a muchos científicos del más alto nivel decidieron venir al Ecuador, y más específicamente a Loja, ciudad donde se origina el presente artículo, con el objeto de entender, captar y dar a conocer al mundo esta inusitada diversidad; están entre ellos:
Alexander von Humboldt quien partió de Quito el ocho de junio de 1802 con los científicos Bonpland y Montúfar, este último encargado de llevar un diario del viaje; estuvieron en Loja y pasaron luego a Cajamarca. Humbolt y Bonpland publicaron en 1807 su libro: Le voyage aux régions equinoxiales du Nouveau Continent (Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente), con algunos de los resultados obtenidos. Otro científico de gran valor es José Celestino Mutis quien propuso en dos ocasiones: 1763 y 1764 respectivamente sendas expediciones botánicas por el Nuevo Reino de Granada (territorio que englobaba a lo que actualmente es Ecuador, Colombia, Panamá, Venezuela, norte del Perú, Brasil y oeste de Guyana, en esta expedición incorporó al botánico colombiano Francisco José de Caldas, quien se quedó en el Ecuador estudiando su biodiversidad durante cuatro años, regresando a Santa Fé en 1808 llevando un extensísimo herbario que era su principal tesoro. Mutis escribió su célebre libro El arcano de la quina, sobre la base de sus observaciones de las propiedades antifebriles de esta planta muy conocida por los indígenas de los que hoy es Loja al sur del Ecuador, que posteriormente sería clave para conquistar otros territorios infestados de mosquitos transmisores del paludismo, entre 1783-1816 escribe la Flora de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada con
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los resultados de sus investigaciones sobre la biodiversidad andina. Charles Marie de La Condamine, Militar de profesión, pero interesado en las matemáticas y las exploraciones geográficas, nombrado en 1735, miembro de la expedición a la Real Audiencia de Quito, organizada por la Academia de Ciencias de París, para medir la longitud de un grado de meridiano terrestre a las proximidades del Ecuador, pero La Condamine por su cuenta organiza una expedición por el Amazonas, y publica en París en 1744 los resultados de sus investigaciones describiendo entre otros tópicos las bondades y usos del curare preparado como poción mágica por muchas tribus americanas, incluyendo en la actualidad. Pero además dio a
conocer al mundo algunas cualidades del caucho, que revolucionó la industria y la economía de algunas regiones del Brasil; y el árbol de quina (árbol muy común en la cordillera de Uritusinga) cercana a la ciudad de Loja, árbol de cuya corteza se extrae la quinina, producto que se utilizó contra la malaria y otras fiebres por más de 200 años, la corteza de la quina se enviaba desde Loja, como producto exclusivo para la corona real de España. La expedición de La Condamine contaba con el botánico Joseph de Jussieu, este permaneció en Suramérica continuando sus estudios naturalistas durante 36 años. Sus plantas herborizadas se mantienen aún en el Museum National d´histoire Naturelle (Museo Nacional de Historia Natural) de París.
Sector Uritusinga, Loja
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116 Wilhelm Sievers de nacionalidad alemana, geólogo y geógrafo. Publicó en varias ediciones el Länderkunde Allgemeine (1891-1935), publicación que abarca la geografía de varios continentes.
útiles para el hombre. Podríamos decir sin temor a equivocarnos que en todos los rincones del mundo, el plato con el que nos alimentamos contiene por lo menos una especie originaria de los Andes de América.
Lo que atraía a estos ilustres naturalistas era principalmente la biodiversidad, tan rica en estas tierras que en un territorio tan pequeño, alberga por lo menos 1600 especies de aves, 4500 especies de mariposas, 405 especies de reptiles; 1 250 especies de peces de los cuales cerca de 800 son de agua dulce; 440 especies de anfibios y 382 especies de mamíferos, por lo que en la relación superficie y cantidad de especies el Ecuador es uno de los países más megadiversos del mundo, y colocado por el Programa Ambiental de las Naciones Unidas como uno de los 17 países más megadiversos del planeta.
Entre los productos alimenticios podríamos enumerar: papa (Solanum tuberosum), maíz (Zea mays), tomate (Solanum lycopersicum), yuca (Manihot esculenta), pimiento y ají (Capsicum annum), naranjilla
Esta biodiversidad compuesta por todos los seres vivos, en todas sus formas y expresiones, incluido el hombre, ha sido y es en la actualidad una preocupación en la medida de que, pese a su enorme importancia para las generaciones presentes y futuras, está seriamente amenazada y cada día se pierden muchas especies. Los países andinos y principalmente el Ecuador, Perú y Bolivia, por su situación geográfica y variados ecosistemas, han sido beneficiados al ser origen de muchas especies de la biodiversidad, gran cantidad de ellas
(Solanum quitoense), achote (Bixa Orellana), chirimoya (Annona cherimola), etc. Sin embargo, cuando hablamos de estas especies, en América podemos contar con más de 4 000 variedades de papa, seis tipos fundamentales de maíz: dentado, duro, blando, o harinoso, dulce, reventón y envainado y decenas de variedades por cada tipo; y más de 10 000 variedades de tomate.
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Profundizando en un caso, el del tomate de mesa, esta especie es la hortaliza más sembrada y cultivada del mundo, prácticamente no hay lugar en la tierra donde no se la cultive, inclusive en pequeños poblados aislados de África y Asia, constituye uno de los alimentos refrescantes y ricos en vitaminas al alcance de los agricultores, esta especie tan generosa para la humanidad es originaria de Ecuador, Perú y una pequeña parte de Chile, pero todas las semillas disponibles en el mercado provienen de multinacionales localizadas en países fuera de su zona de origen. El tomate tiene una especie cultivada: Solanum lycopersicum y por lo menos nueve especies silvestres todas ellas localizadas en el Ecuador, Perú y norte de Chile: (S. lycopersicum var cerasiforme; S. pimpinellifolium; S. cheesmaniae; S. abrochaites; S. pennellii, S. neori-
kii; S. chmielewskii; S. peruvianum, S. chilense); si bien de las especies silvestres algunas son comestibles y otras no, prácticamente todas estas han contribuido con genes para obtener el tipo de tomate cultivado que actualmente consumimos, esos genes han servido para dar resistencia a plagas, a enfermedades, a la sequía, al exceso de humedad, mejor sabor, mayor contenido de sólidos solubles, vitaminas, etc., es decir, no podríamos disfrutar del tomate tal como lo conocemos ahora sin la inmensa cantidad de parientes silvestres, que han contribuido para enriquecerlo y lo mismo acontece con otras especies cultivadas. Pero la región no solamente es rica en agrobiodiversidad, esta también es manifiesta en vertebrados e invertebrados. En la actualidad en el Ecuador, podríamos hablar de dos principales, sistemas de cultivo: el monocultivo en grandes unidades territoriales de banano y cacao en la costa, y el policultivo en pequeñas unidades de la sierra; desde el punto de vista de la conservación de la agrobiodiversidad, esta es difícil en las grandes plantaciones de la costa, debido a las imposiciones propias del monocultivo; pero las pequeñas unidades campesinas de la sierra y sobre todo de las estribaciones de la cordillera de los Andes hacia la Amazonía o hacia el Océano Pací-
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118 fico, siguen siendo todavía reservorios importantes de biodiversidad.
camente son demandadas por la agroindustria y el mercado global.
En un pequeño valle de la provincia de Loja llamado Casanga y en unidades productivas de 1 a 2 ha, se cultivan: 104 especies y 243 variedades, lo cual demuestra enfáticamente que, los pequeños agricultores son imprescindibles conservadores “in situ” de la agrobiodiversidad; ellos son los “custodios” de la mayor cantidad de especies y genes, mientras que cada día en el mundo se pierden importantes variedades que son necesarias para la seguridad alimentaria o se siembran aquellas que úni-
Situación obligada que nos plantea varias preguntas entre ellas: ¿hasta cuándo estos agricultores pueden seguir manteniendo esta reserva de genes tan importantes para la humanidad, considerando de que son campesinos pobres con un ingreso “per cápita” de los más bajos del país?, ¿estos agricultores terminarán cediendo frente a la presión de las variedades mejoradas, con mayores rendimientos y con mayor apoyo técnico por parte sobre todo de las empresas que comercializan semi-
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llas y otros insumos para la agricultura? la realidad nos demuestra que no, que cada día se pierden las variedades locales que jugaban un papel muy importante en la seguridad alimentaria, sembrando variedades que no les sirve mucho para su propia alimentación pero que tienen demanda en el mercado sobre todo de la industria. Y en términos más generales la pregunta que nos planteamos es: ¿con la acelerada pérdida de la biodiversidad, que podría suceder para las generaciones futuras. Si perdemos la biodiversidad que nos permite obtener nuevas variedades de plantas con mayor productividad, más resistencia a plagas y enfermedades, con más componentes bioquímicos como vitaminas y minerales? La respuesta es sencilla… sería una catástrofe y luego la siguiente pregunta, ¿una vez perdida la biodiversidad es posible recuperarla? La respuesta es también sencilla, con las actuales herramientas que tenemos una vez perdida la biodiversidad que costó miles y hasta millones de años para llegar al punto actual, será imposible recuperarla y cuando queramos arrepentirnos de no haber hecho algo para conservarla será demasiado tarde. La acelerada pérdida de agrobiodiversidad pone en peligro la alimentación de las generaciones
venideras porque sin este “capital natural” no será posible en un futuro cercano obtener nuevas variedades que resistan a las plagas y enfermedades que vendrán como consecuencia del calentamiento global. ¿Hasta cuándo los agricultores campesinos se resistirán al uso de semillas híbridas que brindan altos rendimientos pero que obligan a la dependencia de semillas e insumos y que condenan a la pérdida de variedades? ¿Hasta cuándo los agricultores campesinos podrán rehusar el apoyo técnico y económico de las empresas que comercializan las semillas híbridas y los insumos de síntesis química? Si los políticos, la industria y los consumidores apoyan a los agricultores campesinos, protegen a los centros de origen y colaboran con la conservación de la agrobiodiversidad se podrá garantizar, hoy y siempre, la producción de alimentos necesarios para la población mundial.
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Miscelánea Opinión
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M ax Berrú
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Inti Illimani José María Monteros Molina
Max Berrú Carrión (Cariamanga 5 de junio de 1942 - Santiago de Chile, 1 de mayo de 2018) Miembro fundador de la agrupación musical Inti-Illimani, donde participó como uno de sus principales cantantes durante más de 30 años entre 1967 y 1997. Sus últimos años los dedicó a su carrera solista.
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Los integrantes del grupo han sido testigos de la realidad chilena, de la historia de América Latina y de lo que ha pasado en el mundo durante las últimas cinco décadas. Han sido protagonistas de un movimiento cultural que ha estado relacionado con el quehacer social en el continente. Por eso, las preocupaciones sociales, las injusticias económicas y las problemáticas de la ecosobrevivencia son abordadas en sus canciones.
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as primeras referencias que tuve de Max, fue a través de un disco de Inti Illimani que conseguí en 1972. Sabía que era lojano, y luego comencé a reconocer la trascendencia de su voz en interpretaciones como “El arado” de Víctor Jara; “Lamento del indio” o “Dolencias”, temas tradicionales del Ecuador. Nos conocimos en el año 1984 en el Festival de la Nueva Canción en Quito, en el cual participé como integrante del grupo Pueblo Nuevo junto a Inti Illimani y los más destacados cantautores y grupos de canción social de América y España. Max Berrú forma parte del entrañable “fractal del canto universal comprometido”, en el cual nítidamente se refleja, entre otros a: Violeta, Nicanor, Isabel y Ángel Parra, Víctor Jara, Patricio Mans, Rolando Alarcón, Sergio Ortega, los Quilapayún, Aparcoa, Los Jaivas, Tito Fernández, el grupo Raíz, Los Amerindios, Illapu (Chile). Cafrune, Atahualpa Yupanqui, Guaraní, Mercedes Sosa, Gieco, Cortez, Víctor Heredia, el Quinteto Tiempo, Facundo Cabral, Caíto (Argentina). Adrián Goyzueta (Costa Rica). Roy Brown (Puerto Rico). Zitarrosa, Viglietti, Aníbal Sampayo, Los Olimareños, Nacha Guevara, Manuel Capella (Uruguay). Nicomedes y Victoria Santa Cruz, Perú Negro, Vientos del Pueblo, Tania Libertad (Perú). Milton Nascimento, Chico Buarque, Caetano Velozo, Zélia Duncan, Gilberto Gil, Edu Lobo (Brasil). Carlos y Enrique Mejía Godoy, Pancasán, Luis Pastor González, Dúo Guardabarranco, Elena y Moisés Gadea (Nicaragua). Oscar Chávez, Amparo Ochoa, Gabino Palomares, Los Folkloristas (México). Carlos Puebla, Noel Nicola, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Grupos Moncada y Manguaré, Vicente Feliú, Sara González (Cuba). Hérib Campos, Rubén Bareiro, el poeta Elvio Romero, Herminio Giménez, Epifanio Méndez, los grupo Ataúd y Ñamandú (Paraguay). Alí Primera, Lilia Vera,
Soledad Bravo (Venezuela). Pete Seeger, Holly Near, Bob Dylan, Joan Báez (EE.UU.). Rubén Blades (Panamá). Martha Jean Claude (Haití). Sonia Silvestre (República Dominicana). Savia Nueva, Emma Junaro, Luis Rico (Bolivia). Pablus Gallinazo, Ana y Jaime, el grupo Bandola (Colombia). Igni-Tawanka (El Salvador). Jatari, Jaime Guevara, Pueblo Nuevo (Ecuador)… junto a los españoles Paco Ibáñez, Pax Andión, Aute, Serrat… Pues, detrás de aquel fractal, está los millones de seres humanos del genocidio de la conquista española, el holocausto judío, las dictaduras de Latinoamérica, y los miles de seres que a diario mueren en luchas fratricidas. Describo a Max como un ser de rostro y personalidad cósmica, es decir con características de sencillez y gran sabiduría universal; posee una noble raigambre familiar, una gran sensibilidad y elocuencia interpretativa, así como una militancia consecuente
Yo quiero que a mí me entierren como a mis antepasados. En el vientre oscuro y fresco de una vasija de barro... De tí nací y a tí vuelvo, arcilla, vaso de barro. Con mi muerte vuelvo a tí, a tu polvo enamorado...
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con los procesos históricos de Chile, de América y el mundo. Reconozco en él a una de las voces fundamentales y notables del Ecuador, que ha trascendido altivamente en el tiempo y el espacio, lo cual unido a su integridad como ser humano, es motivo de orgullo para sus coterráneos y, sobre todo para quienes presumimos de su amistad. Max junto a su coterráneo Clotario Carrasco Cueva, eminente cardiólogo residente en Brasil, 2000.
*****
Carta de Max Berrú Carrión 1995: “Cuando tenía 12 años salí de Cariamanga, pequeño pueblo perdido en las montañas del sur del Ecuador, para estudiar en Quito, la capital.
Me internaron en un colegio religioso y podía salir solo un domingo al mes que aprovechaba para recorrer las calles mirando sorprendido tantas casas juntas, tantos autos diferentes y sobre todo tantas personas que parecían estar en una gran pantalla de cine porque nunca pude dialogar con alguien, todos estaban ocupados de sí mismos. A pesar del encierro no lo pasaba mal, era bueno para el fútbol y además formé un trío de música mexicana. Los interminables falsetes que yo hacía, sacaban aplausos en las veladas que semanalmente organizaban los curas. Además hacía algunos números de malabarismo que aprendí en el circo que habíamos formado con mis primos en Cariamanga. Por todas estas cosas me tenían simpatía, pero dos años más tarde me cambié de colegio.
Entre los 14 y 18 años combinaba los estudios con fútbol y canto, participando en varios programas para aficionados de la radio y dan-
do serenatas por las noches a las enamoradas de mis amigos.
El fanatismo por el fútbol me llevó a Chile al Campeonato Mundial de 1962 y cuando en Guayaquil me estaba embarcando en la nave italiana Marco Polo, junté todo el dinero que llevaba en los bolsillos y le compré una guitarra a un viejecito que la estaba ofreciendo a los pasajeros que se dirigían a las escaleras del barco. Después que terminó el Mundial decidí quedarme. Estudié Ingeniería Mecánica en la Universidad Técnica del Estado. Más tarde, mientras hacía la práctica de vacaciones en las minas de carbón de Lota, conocí a Jorge Coulón que estaba paseando por esos lados. Este encuentro casual ha marcado nuestras vidas, empezamos a cantar juntos ese mismo día. Nos dimos cita para cuando empezaran las clases y al poco tiempo estaba viviendo en su casa. El garaje de dicha casa se transformó rápidamente en el taller del Inti Illimani y allí ensayamos las primeras canciones que hemos llevado a ciudades más grandes que un Quito que me deslumbró y donde no he vuelto a encontrar problemas para comunicar, para dialogar...”
Revista de Artes y Secciones Académicas ÚLTIMO DISCO COMO SOLISTA
MAX BERRÚ
íntimo Cuento corto escrito por Max Berrú Como de costumbre los hermanos Berrú
Carrión
llegábamos
de
la Escuela pasado el medio día para almorzar en la larga mesa del comedor de nuestra casa, mientras el mudo Lequerica y el ciego Ángel María, dos pordioseros del pueblo, almorzaban en el patio, pero ese día había un tercer personaje que comía con ellos. Este […]
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Cantata “Todos los pueblos… Todas las voces” Compositor y Director: Ricardo
Monteros Tello
FESTIVAL INTERNACIONAL DE ARTES VIVAS (Gran oportunidad para desarrollar la competencia cultural y artística)
José María Monteros Molina
«Hay otros mundos, pero están en éste. Hay otras vidas, pero están en ti»
Paul Éluard
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el escritor argentino-francés Julio Cortázar: Escribe «Cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa». Esta metáfora analógica da sentido al Decreto presidencial 1416 que declara al Festival de Artes Vivas de Loja, como un evento artístico de carácter prioritario y recurrente, pues el objetivo del Decreto, según los considerandos, es que el Festival permita el desarrollo nacional de la vocación artística y creativa de las personas de todas las edades, con prioridad para niños, niñas y adolescentes, que estimule el desarrollo y financiamiento de actividades culturales a nivel nacional y garantice la diversidad de la oferta cultural, enmarcado en el Plan Nacional del Desarrollo para el Buen Vivir (20132017), que proponía entre sus objetivos fortalecer las capacidades y potencialidades de la ciudadanía, construir espacios de encuentro común y fortalecer la identidad nacional, la plurinacionalidad y la interculturalidad.
A inicios de 2017 decidí poner en el papel algunas ideas para —en el marco de la realización del Segundo Festival– contribuir al análisis de su trascendencia. Empecé por indagar la importancia de considerar la competencia cultural y artística en la formación del ser humano actual. En mérito al tiempo, comparto algunos resultados: La cultura y las artes son componentes esenciales de una educación integral que persigue el desarrollo completo del individuo. Por tanto, la educación artística es un derecho humano, para todos los alumnos, incluyendo aquellos que a menudo son excluidos de la educación, como los inmigrantes, los grupos culturales minoritarios y las personas con discapacidades. “El futuro de un país se planifica a través de prioridades como encontrar oportunidades para desarrollar los recursos creativos de las personas, capacitándoles para participar positiva y constructivamente en los vertiginosos cambios económicos, sociales y culturales y, hacer frente a la diversidad cultural, conservando la propia al tiempo de fortalecer la cohesión social. Esto significa que el progreso no solo depende de la competitividad económica, sino también de los esfuerzos para aprovechar la riqueza cultural, a través de la educación” “En este contexto, la competencia cultural y artística, que incluye tanto la habilidad para expresarse movilizando los propios recursos creativos como la habilidad para apreciar y disfrutar con las distintas manifestaciones del arte y la cultura y el desarrollo de un fuerte sentido de identidad combinado con una actitud respetuosa con la diversidad, constituye una competencia que debe ser desarrollada durante la escolarización” (Giráldez, Andrea 2007).
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¡La programación genética no basta para que se produzca el desarrollo normal del cerebro, pues también se requiere la estimulación ambiental! (Blakemore, y Frith, 2008:25-29)
Como se afirmó en la “Declaración de México sobre políticas culturales” “La cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden”. UNESCO (1982)
“El tiempo ya no se concibe como una extensión lineal, sino como un espacio multidimensional en el que coexisten diversos colectivos socioeconómicos. En cuanto al espacio, ya no se considera que la cultura dependa de un determinado marco territorial. Las culturas se entremezclan, se mezclan y se imponen unas a otras. El mundo parece haberse estrechado por obra de los medios de comunicación de masas, la política internacional y la economía mundial. En este contexto, la combinación y fusión de elementos provenientes de culturas diversas tiene su reflejo en el eclecticismo de la vida contemporánea” (Efland, Freedman y Stuhr, 2003).
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“En la mayor parte de sistemas educativos las artes tienden a estar infravaloradas, probablemente porque se parte del hecho de que no se considera que las artes tengan un valor de supervivencia. Generalmente se piensa que en la sociedad actual necesitamos el lenguaje, las matemáticas y las ciencias para sobrevivir, pero no necesitamos las artes”. “Cuando se advierten dificultades en los resultados de las evaluaciones del alumnado en dichas áreas, (por ejemplo, comprensión lectora y resolución de problemas matemáticos) aparecen titulares en los periódicos y se ponen en marcha medidas más o menos urgentes para corregir una deficiencia del sistema que se considera inadmisible. Por el contrario, el “analfabetismo artístico” es tolerado e incluso aceptado con indiferencia. Parte del problema surge —seguramente- de algunos mitos generalizados relativos a la enseñanza de las artes: 1. La expresión artística no requiere de aprendizaje, puesto que depende de dones innatos o heredados. 2. Las habilidades artísticas son totalmente diferentes de las requeridas para el cálculo, la lectura o la escritura, puesto que el arte es predominio de lo afectivo o de lo subjetivo, pero no del intelecto.
que prácticas y útiles, que están más relacionadas con el juego que con el trabajo. Sin embargo, las tareas que plantean las artes –como observar sutilezas entre relaciones cualitativas, concebir posibilidades imaginativas, interpretar los significados metafóricos que muestran las obras, aprovechar oportunidades imprevistas en el curso del propio trabajo- exigen unos modos complejos de pensamiento cognitivo”. (Eisner, 2002) Soy optimista al revisar el currículo nacional de la Educación General Básica y Bachillerato General Unificado, en cuanto al área de educación cultural y artística, que puede y debe contribuir a través de una adecuada y oportuna “mediación pedagógica” al desarrollo y adquisición de las habilidades definidas en el perfil de salida del Bachillerato, al permitir a los estudiantes: 1. Actuar con ética, generosidad, integridad, coherencia y honestidad en todos sus actos. 2. Comunicar emociones e ideas mediante el uso de distintos lenguajes artísticos. 3. Interesarse y participar activamente de la vida cultural y artística de su entorno, reconociendo la riqueza que supone vivir en una sociedad intercultural y plurinacional.
3. La identificación popular errónea de las artes con la creatividad y de la ciencia con la resolución de problemas” (Socias Batet, 1996)
4. Desarrollar el pensamiento crítico y reflexivo mediante la apreciación y el análisis de producciones culturales y artísticas de distintos géneros y culturas.
“Lo irónico es que se suele creer que las artes tienen muy poco que ver con las formas complejas de pensamiento. Se consideran más concretas que abstractas, más emocionales que mentales, se tienen por habilidades que se hacen con las manos, no con la cabeza; se dice que son más imaginarias
5. Disfrutar e integrar las actividades culturales y artísticas contemporáneas en su vida personal y laboral. 6. Valorar el patrimonio cultural propio y universal, incentivando, al mismo tiempo, nuevas creaciones.
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130 7. Percibir, analizar, experimentar e investigar las posibilidades de los distintos lenguajes artísticos, con una actitud de curiosidad permanente. 8. Idear soluciones originales e imaginativas para problemas complejos de su vida personal y laboral. 9. Desarrollar una actitud de tolerancia y resiliencia, así como habilidades emocionales y personales que les permitan comprenderse y comprender al otro, y aceptar y respetar la diversidad. Entre los objetivos generales del área que se deben evaluar a través de las destrezas con criterios de desempeño, mencionaré: 1. Respetar y valorar el patrimonio cultural tangible e intangible, propio y de otros pueblos, como resultado de la participación en procesos de investigación, observación y análisis de sus características, y así contribuir a su conservación y renovación. 2. Apreciar de manera sensible y crítica los productos del arte y la cultura, para valorarlos y actuar, como público, de manera personal, informada y comprometida. 3. Comentar las impresiones que suscita la observación de producciones escénicas (música, danza, teatro, etc.) del entorno próximo, representadas en las calles, en la comunidad, en auditorios o en otros escenarios. Entonces: la realización del Festival de Artes Vivas en Loja resulta ser un generoso pretexto para, entre otros aspectos: a) Impulsar, desarrollar o fortalecer dichas competencias en los beneficiarios.
b) Mostrar al país nuestro acervo cultural y los matices de su realidad económica. c) Ser conscientes de la responsabilidad de convertirnos cada noviembre en el escenario cultural del país proyectado hacia la aldea global. Pienso que los organizadores del Festival, destinan parte de los fondos asignados para el Festival, a su evaluación, a través de una Matriz de criterios con indicadores puntuales, básicos imprescindibles y básicos deseables. Aún no la conozco. No debemos conformamos con la apreciación cuantitativa, es decir hablar de la cantidad de espectadores o de artistas participantes. Si sumamos el análisis cualitativo, permitiría conocer las expectativas de los beneficiarios, determinar sus necesidades, canalizar los recursos, poner en juego estrategias de retroalimentación… todo en beneficio de tan delicado encargo. No olvidemos que la asignación anual supera los tres millones de dólares.
Mejor aún si se opta -para la mencionada evaluación- de un enfoque metodológico interpretativo y de inspiración etnográfica, pues las dos características básicas de este último método, se refieren a la presencia sostenida del investigador en el terreno donde tienen lugar las prácticas que analiza y, el trabajo con los sentidos y representaciones de los actores a partir de sus perspectivas y puntos de vista; lo cual permitiría contar con mejores elementos de diagnóstico, para optimizar acciones prospectivas (Wolcott, 2008; Guber, 2001). Sugiero visitar la página web, de la Red Latinoamericana de Arte para la Transformación Social, constituida en
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2005 e integrada por más de un centenar de organizaciones iberoamericanas. En el I Congreso Internacional realizado en el municipio de Archena en 2012, la antropóloga social española María Ángeles Carnacea Cruz, expresó: “Se puede hablar de transformación social cuando la mirada se orienta hacia el horizonte de sociedades más justas e inclusivas en las que la igualdad de oportunidades no sea una meta difícil de alcanzar sino el signo de un tiempo nuevo que parte de la toma de conciencia de todos y de la confianza en el potencial que encierra “el nosotros”, nuestras comunidades, en las que compartimos derechos y responsabilidades”. “Una transformación social con la cultura como eje vertebrador de desarrollo a través de la creatividad”. A la cultura no podemos seguir dejándola en el espacio del ocio y el entretenimiento. Pues, la participación debe ser entendida como un concepto dinámico. “Participar es estar presente en, ser parte de, ser tomado en cuenta por y para, involucrarse, intervenir en, etc. Participar es incidir, influir, responsabilizarse. Es un proceso que enlaza necesariamente a los sujetos y a grupos; la participación de alguien en algo, relaciona a ese uno con los otros también involucrados. Ser participante implica ser coagente, copartícipe, cooperante, coautor, corresponsable”. “A través del arte podemos generar nuevas narrativas para las sociedades contemporáneas, colocando en el centro, el lenguaje de la ciudadanía y los derechos humanos. El arte comunitario tendría tres grandes funciones:
Reclamar el lugar. Reclamar el pasado. Reivindicar la memoria.” En mi caso Añadiría: ¡Construir el futuro!
Fuentes bibliográficas:
•
Giráldez, Andrea Hayes. (2007): Competencia cultural y artística, Alianza Editorial, 2007
•
Efland, Arthur, Freedman, Kerry y Stuhr, Patricia. (2003): La educación en el arte posmoderno. Barcelona, España: Editorial Paidós.
•
Socias Batet, I. (1996): “El valor del arte y la renovación de la didáctica en las ciencias sociales”, en Iber: Didáctica de las ciencias sociales. Año III. No. 8. Barcelona: Graó.
•
Eisner, E. (1995): Educar la visión artística. Barcelona: Paidós
•
-(2002): El arte y l creación de la mente. Barcelona: Paidós.
•
Wolcott, Harri F. (2008): Ethnography: A Way of Seeing. Altamira Press.
•
Guber Rosana. (2001): La etnografía: método, campo y reflexividad. Grupo Editorial Norma
•
Ministerio de Educación (2016): Currículo de los niveles de educación obligatoria.
•
Carnacea Cruz, María Ángeles. (2012): Arte para la transformación social: desde y hacia la comunidad. I Congreso Internacional de Intervención Social, Arte Social y Arteterapia. ArchenaEspaña.
•
Blakemore, Sarah-Jayne./utafrih. 2008. Cómo aprende el cerebro. Las claves para la educación. Ariel: Barcelona.
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UN VIAJERO MUNDIAL “ANCLADO” EN LOJA World Traveler is “Stuck” in Loja Dottore Sandy Santmyers Traducción del inglés al español Carlos Valarezo Manosalvas Loja, 24 mayo / 2018
H
ay algunas características de esta ciudad mediana en el sur de uno de los países más pequeños de Sudamérica que podrían causar un poco de decepción a un visitante con mentalidad turística. Sin embargo, como un viajero que busca explorar y adoptar una cultura diferente, éstas pueden ser eludidas o totalmente ignoradas. Una de esas cualidades es el clima. Siendo una ciudad en el corazón de los Andes, la lluvia frecuente y el clima frío constituyen parte de un
T
here are a few characteristics of this midsized city in the south of one of the smaller of South American countries that might cause a bit of disappointment to a visitor with a tourist mentality. However, as a traveler seeking to explore and embrace a different culture these can be circumvented or totally disregarded. One such quality is the climate.
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entorno de montaña. Las temperaturas nunca son extremas y la lluvia mantiene el entorno verde y rico. Tal vez, más sorprendente es la característica de la culinaria que es bastante suave para una cultura latina. El sabor picante, generalmente asociado con los alimentos derivados de la cocina española, es raro y lamentablemente está ausente en la mayoría de los restaurantes y en mucha de la comida casera. Afortunadamente, Loja tiene suficientes restaurantes de especialidades para satisfacer los gustos internacionales. Como educador, de amplia formación y muchos años de experiencia en enseñanza, en más de cincuenta países en todo el mundo, encuentro que el problema más serio es la falta de aprecio por la educación. En la actualidad, en un escenario de trabajo en constante evolución y de fusionamiento de culturas, se requiere una actitud más visionaria, tanto por parte de los gestores profesionales, como de los estudiantes y más usuarios. Se dispone de la metodología y el material curricular; pero, la voluntad para impulsar los cambios necesarios parece que se rinde a la comodidad de la tradición. Tal vez, las instituciones, como la Casa de la Cultura Ecuatoriana y otras organizaciones independientes, podrían promover los cambios necesarios para llevar a Loja a una posición destacada en el siglo XXI. Cualesquiera que sean los pros y los contras de la vida en los Andes, tal vez una de las cualidades más atractivas
As a city in the heart of the Andes the frequent rain and cold weather must be acknowledged as part of a mountain environment. The temperature never is extreme and the rain does keep the surroundings rich and green. Perhaps more surprising is the nature of the cuisine which seems to be rather bland for a Latin culture. The piquant flavor usually associated with foods derived from Spanish cooking are rare and sadly missed in most eateries and much home cooking. Fortunately, Loja has a sufficiency of specialty restaurants to satisfy the international tastes. As an educator with considerable qualifications and all too many years of experience teaching in more than fifty countries around the world, I find the most serious issue is the lack of appreciation for education. Today’s rapidly evolving workplace and melding cultures requires a more forward looking attitude in both professional providers and consumers. The methodology and the curriculum material are available but the willingness to demand the necessary changes seems to be acceding to the comfort of tradition. Perhaps agencies like CCE and other independent organizations can stimulate the requisite changes to bring Loja into a prominent position in the XXI C. Whatever the pros and cons of life in the Andes, perhaps one of the more
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134 de mi experiencia de vida en Loja es la amabilidad y la calidez de la gente. Es difícil caminar por las calles del centro de la ciudad sin intercambiar sonrisas con extraños y cordiales saludos con conocidos casuales. Agréguese a esto, los afables apretones de mano y abrazos, incluidos los besos obligatorios en las mejillas de las personas más conocidas; por lo que, el día está lleno de una sensación de ser parte de la comunidad. Es muy poco notable la reserva típica de los anglosajones del hemisferio norte quienes insisten en guardar “distancia personal” cuando entablan conversación. Es raro que en Loja no haya Doctor Sandy a la entrada del sendero al monte Kilialguna forma manjaro, Tanzani, Africa, de contacto fí- octubre 2017 sico. Un gesto que expresa que eres una parte importante de mí/ nosotros. Esta es el ancla que me une a Loja por más de seis años.
more enticing qualities of life in Loja is the friendliness and the warmth of the people. It is difficult to walk the streets of Centro without exchanging smiles with strangers and cordial greetings from casual acquaintances. Add to this the hearty handshakes and embraces, including the mandatory cheek kisses, from more well- known persons and the day is full of a sense of being a part of the community. There is little of the reticence of Northern Hemisphere Anglos who insist on maintaining as much as a metre of ‘personal space’ when engaging in Dottore Sandy at the entranconversation. ce to the path for mouat KiAnd it is a limanjaro, Tanzanía, Africa, october 2017 rare exchange that does not include some form of touch. A gesture that says you are an important part of me/us. This is the anchor which binds me to Loja now after more than six years. Las Peñas, Loja
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Po e s í a
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Dr. Manuel Hermegildo Espinosa (más conocido y nombrado como Dr. Manuel H. Espinosa)
Con anuencia de los herederos del Dr. Manuel H. Espinosa, padre del literato y promotor cultural lojano Carlos M. Espinosa, publicamos este cuadernillo poético, compuesto en la segunda mitad del siglo
XIX. El manuscrito fue confiado al Dr. Félix Paladines, investigador lojano y expresidente de la Casa de la Cultura Núcleo de Loja, bajo cuya recomendación se publica hoy en Mediodía.
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Dr. Manuel Hermegildo Espinosa
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Nació en la ciudad de Loja. Casado con Isabel María Espinosa. Hijos: Carlos Manuel, Delia María, Rosa Amada y Luz Benigna. Estudió y se graduó de abogado en la ciudad de Quito y regresó a Loja, su ciudad natal, en donde ejerció su profesión de abogado. Muy dedicado y aficionado a la lectura y a la poesía.
* Transcripción textual del original. El autor, no se sabe si intencionalmente o no, discrimina la y de la i, y prefiere utilizar los signos de interrogación y admiración solo al final de la frase.
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Mi juventud Composición dirigida a mi amigo el Sr. Daniel Ojeda con cordial afecto.
Q
ué se hicieron do están las ilusiones, aquellos que soñé dorados sueños, momentos de placer! Dónde fueron, do están los halagüeños encantos i las dulces emociones de mi alegre niñez?
L
os juegos inocentes que halagaban mis infantiles años en el blando regazo maternal? El que experimentaba goce cuando de la pura inocencia me rodeaban la alegría i la paz? *
T
odo desapareció… Fué cual la llama que pasa sin dejar un solo rastro de su vivo fulgor. ¡Aí pasó mi niñez! i solo arrastro Tristeza, soledad, pesar i mi alma sumida en el dolor.
Y
en lugar de placer tan solo hastío doquier encuentro en la existencia mía marchita cual la flor, cuando apenas la aurora sonreía enviándole dulcísimo rocío ya mustia se agostó!
Y
hai es mi corazón como un desierto do el huracán horrísono zumbando se encuentra del pesar; es no más que un sepulcro abandonado tétrico, oscuro, por doquier cubierto de adusta soledad.
Mediodía
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Pasó mi infancia pura; y ya mi alma
víctima del dolor i la tristura para siempre perdió su dulce calma sumergida en el mar de la amargura.
T
risteza solo siento árido hastío en este mundo de infernal tortura y ya en mi duro padecer ansío ver abrirse ante mí la sepultura.
Q
uiera el cielo, Daniel, que tú entretanto alegre veas resbalar tu vida; te ofrezca el mundo seductor encanto, sientas la dulce paz apetecida.
Abril 15 de 1871
Meditación En la noche
(Manuel H. Espinosa)
I
Es la tarde; ya el sol ha descendido
de los montes dorando la alta cumbre y tan solo su pálida vislumbre brilla penas ya próxima a espirar. Es la tarde la brisa de los campos suspira silenciosa entre las flores regalando al ambiente los olores que robó por entre ellas al pasar.
Y
la tórtola tierna enamorada esperando a su dulce compañero triste ensaya su arrullo lastimero oculta en el añoso capulí. Peresosas se arrastran negras nubes y el pálido horizonte van cubriendo con densa oscuridad se va extinguiendo del crepúsculo el tímido lucir.
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D
esmayada en los brazos de la noche en silencio reposa la natura derramando doquiera la dulzura disipando del alma el padecer. Y más bella se ostenta entre las sombras adormida al arrullo de la brisa que suave voluptuosa de deslisa convidando al sociego por doquier.
Y
la luna que ostenta en las colinas tras las nubes la frente esplendorosa como muestra una joven pudorosa oculto tras de un velo su mirar. En medio del silencio se presenta del triste a disipar la cruel angustia con su apasible luz la frente mustia tornando alegre en medio del pesar.
A
l mirarla tan tierna y hechicera quien habrá que a su encanto, indiferente no sienta de alboroso dulcemente dentro del pecho el corazón saltar? Seguida de su corte al firmamento se adelanta sublime y majestuosa con su pálida luz i voluptuosa invitando nuestra alma a meditar.
Cuánto es dulce y poética esta hora en que el alma gozando de reposo deja oír su lenguaje misterioso sublime cual la voz del Creador! En qué dulce y feliz melancolía imponente silencio, augusta calma, misteriosas se anidan en el alma cual el aura suave entre la flor.
En que huyen los negros pensamientos que llenan de amargura nuestra vida en que la paz, la dulce paz se anida cual rocío en el yermo corazón. Y en que mi alma, Señor, a tí se eleva de un secreto poder arrebatada y su voz por las lágrimas ahogada de este mundo te envía de aflicción.
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II
En medio de la calma
que reina por doquiera en medio del silencio de la honda soledad con mís miradas fijas en la azulada esfera admiro con asombro, Señor, tu inmensidad.
D
oquiera te contemplo magnífico y sublime si rasga los espacios el trueno con fragor, si en la callada noche su brisa triste gime suave acariciando las hojas de una flor.
D
oquiera yo te escucho Señor, cuando armoniosa el ave en la enramada ensaya su canción, y cuando horrible ruje la tempestad furiosa, y brama pavoroso también el Aquilón.
Y
cuando las tinieblas envuelven la natura parece que se estiende tu sombra por doquier, y el alma poseída de asombro i de pavor contempla anonadada tu incomprensible ser.
Por tí, mi Dios, sonríe
la alegre primavera que trae a la natura las galas y esplendor, y la aridez del campo conviértese en pradera sobre él cuando derramas rocío bienhechor.
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Al ave que te canta,
al aura que murmura les das tú la armonía y el plácido rumor, y el astro de la noche le prestas la ternura que inspira cuando arroja su trémulo fulgor.
T
ú tornas halagüeña la miserable vida cercada por doquiera de lágrimas y hiel mandando la esperanza feliz y bendecida al alma cuando oprime horrendo padecer. III
Pero ah! Señor, en el lenguaje humano quien podrá tu grandeza celebrar si eres el hondo, el insondable arcano velado para el mísero mortal!
Loja, julio de 1871
Mediodía
142 Epitafio
(Manuel H. Espinosa)
A
yer nomás en deliciosa calma su sonrisa halagüeña nos brindaba y contenta y feliz nos prodigaba al lado nuestro su filial amor, y joven todavía, humilde y dócil con nosotros y tierna esposa amable, el ángel de la muerte inexorable. ¡Ai! Sobre ella sus alas ajitó!
Voló su alma dejándonos hundidos en acerba y horrenda desventura, y lágrimas por esto de amargura venimos en su tumba a derramar.
A
¡ h! las lágrimas…! si única ofrenda que a su memoria tributar podemos mientras que sin consuelo atravesemos este mundo cercado de pesar. Dic. de 1871
D
A la luna
ulce amiga del triste, tú que ahuyentas de los que sufren la cruel angustia, baña con tu fulgor mi frente mustia que la tormenta del dolor batió. Siempre te amé, desde mi tierna infancia tu trémulo lucir me embelesaba y en mi entusiasmo juvenil ansiaba volar a ti con atrevido ardor.
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O
stentábaste entonces a mis ojos tierna como de un ángel la sonrisa, bella como la gota que desliza el rocío en las hojas de una flor, era acaso tu luz mas rutilante que la que ahora temblorosa envías o engañado creí que sonreias al mirarme embebido en tu esplendor?
A
¿ caso como yo llorar perdidas las dulces horas de la infancia le da y tu indeciso resplandor remeda al traves de las nubes mi existir? Cuando tras la colina fulgurando dejas ver tu argentina cabellera rayos de luz envías por doquiera y sonrisas de amor al infeliz.
T
ú te presentas y, medrosas huyen las sombras de la noche; mil estrellas forman tu séquito triunfal y entre ellas cual reina del espacio brillas tú. Pero de pronto en medio de tu curso empaña el firmamento nube odiosa y oculta queda tu aureola hermosa, eclipsada tu regia esplendidez.
A
sí también en mi fugaz infancia resbalaba mi pié por entre flores sin que jamás amargos sinsabores turbaran de mi alma la quietud.
Loja, agosto de 1871
Mediodía
144 ***
En la llegada de C.M.E. (Carlos Manuel Espinosa) después de la campaña contra la Dictadura, a petición de su familia.
T
ornas al fin? es cierto que volvemos tras peligrosa ausencia a contemplarte, y de gozo inebriadas abrazarte tu madre y tus hermanas ya podemos?
T
ornas al fin? y del hogar materno antes morada de tristeza y llanto, vuelves a ser el suspirado encanto del amor fraternal objeto tierno?
Oh! sí, no es ilusión! Benigno el cielo
nuestras tiernas plegarias ha escuchado, y te vuelve feliz a nuestro lado a llenar de nuestra alma el vivo anhelo.
A
ngustias, soledad, tristes temores tu partida déjanos en el alma huyó contigo la apasible calma y se secaron del placer las flores.
M
as cual después de noche pavorosa irradia el sol en la azulada esfera, la natura sonríe placentera y galana se ostenta y más hermosa.
Y
gozo, animación, el nuevo día difunde por doquier, y de las aves se escuchan los alegres trinos suaves que impregnan el ambiente de armonía.
N
o de otro modo tu regreso ahuyenta la cruel desolación y la amargura, y trae a nuestro pecho la ventura y plácida quietud en él se sienta.
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Y
por esto al mirarte dulce acento de júbilo resuena por doquiera, y el hogar que antes tétrico estuviera hoy rebosa de dicha y de contento.
O
¡ h! ven de nuevo a los amantes brazos que guardan para tí tantas caricias, y del triunfo a gozar ven las delicias de nuestro amor entre los tiernos brazos.
Manuel H. Espinosa
(Improntu) En la llegada de C.M.E. (Carlos Manuel Espinosa) a petición de su mamá.
Cual alegre se ostenta la natura
cuando el sol resplandece en el oriente, así al volverte a ver, mi alma se siente inundada en raudales de placer.
A
rida y sin aroma en el verano se marchita la flor en la pradera, mas al tornar la bella primavera su perfumee recobra y su color.
A
sí también cuando a mi lado tornas después de amarga y angustiosa ausencia, ya próxima a su ocaso, mi existencia nuevas fuerzas recobra y más vigor.
Y
contenta y de dicha enagenada, mis ojos no se sacian de mirarte, y mís labios no pueden expresarte cuánto quiere decirte el corazón.
Permite que a mi pecho que te adora
te estreche en tierno y delicioso abrazo, y te brinde en mi plácido regazo de mi amor la ternísima efusión.
Manuel H. Espinosa
Mediodía
146 (Improntu)
En la llegada de C.M.E. (Carlos Manuel Espinosa) después de la campaña, en boca de un negrito.
Salud mi niño Carlitos,
por fin mis ojos os ven después que tanto han llorado de pena por su merced.
Mas ahora en vez de llanto lanzo voces de placer al mirar que volveis sano y cubierto de laurel. De edecán para serviros
aquí listo me teneis si el honor de nuestra patria a la lid llama otra vez.
Que al son del tarán-tan-plan y al lado de su merced, frente erguida y paso firme yo también sabré vencer.
Manuel H. Espinosa
Soneto En la llegada de la Virgen del Cisne
Entre acentos de incognita armonía llegó una voz dulcísima a mi oído, y ella la fausta nueva mee ha traído de que es de tu llegada el feliz día.
Mas para saludarte Madre mía, cual mi afecto filial ha pretendido, dulces fraces hallar yo no he podido que expresarte pudieran mi alegría.
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Y ya que todos con afán ahora
hacia ti vienen con la faz gozosa flores a derramar en tu presencia.
Yo ha ofrecerte también vengo Señora la flor para tus ojos más preciosa, la perfumada flor de mi inocencia.
Manuel H. Espinosa
A Celinda
Hechicera mujer, cuando te miro no sé qué pasa de mi pecho dentro, yo sé que sólo junto a ti respiro que solo entonces mi ventura encuentro. En mi negra existencia desolada
no ha brillado jamás sereno el día, y mi alma siempre de aridez cercada el blanco ha sido de mi suerte impía.
Y no hallando la calma apetecida
del mundo quise huir, torvo, insociable, aborreciendo ya mi amarga vida cual una carga odiosa, insoportable.
Pero cual una flor en el desierto
apareciste tú en mi existencia cuando sin fuerza el corazón y yerto iba a ceder de mi hado a la inclemencia.
Y al mirarte, Celinda, los enojos
sentí desaparecer y la amargura de mi odioso infortunio, y a mis ojos entonces bella apareció natura.
Mediodía
148 De tu voz argentina al dulce acento
se estremeció mi ser: reí en tu mirada ardiente como el fuego que yo siento la imagen de mis sueños realizada.
Por ti me es dulce la existencia ahora, por el encanto de tus ojos vivo, y tu eres la fuente bienhechora de quien fecunda inspiración recibo.
Y ¿quién ¡ay! resistir al sentimiento
podrá de adoración cuando te mira, si entonces el alma en dulce arrobamiento recibe el fuego que tu vista inspira?
Sí, yo te amo,
mujer, por ti he sentido quemarse el pecho en ardorosa fé, porque eres tú el ideal querido que en mis sueños de amor yo me forjé.
Porque en tu frente nacarada y pura
hay algo de inefable que me halaga y ahuyentando de mi alma la tristura en su simpática expresión me embriaga.
Porque tus ojos, donde brilla ardiente
la llama en que se abrasa el corazón, son más bellos que el sol cuando el oriente ilumina su vívido esplendor.
Porque tus labios de color de rosa entreabiertos en dulce sonreir, dejan ver la sonrisa cariñosa del angel que vigila el existir.
Porque tienes, Celinda, unas mejillas que su tinte robaron a la aurora, frescas como las rosas que a orillas suelen crecer del límpido Zamora.
Porque es tu voz más grata a mis oídos que los cantos del cisne al espirar, más dulce que en la noche los gemidos del aura entre las flores al pasar.
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Mas, ¿quién podrá pintar, sin par belleza, de tu rostro divino la expresión, de tu talle la gracia y gentileza, de tus formas, en fin, la perfección? No te ofendas, mi bien, si entusiasmado tanta gracias al mirar, tanto candor, celebrarlos tal vez haya intentado de mi lira discorde al triste son.
No te ofendas, mi bien, yo te lo ruego: solamente he querido en mi locura descubrirte, señora, el voraz fuego de mi tierna pasión, sencilla y pura pura, si, porque te amo, amiga mía, como se ama la dicha en la orfandad, como se ama la paz y la alegría y cual se ama la dulce libertad.
¡Ah si en tus ojos comprender pudiera que benigna recibes mi pasión, si tu pecho una vez se estremeciera de mi mano ardorosa a la presión!
Dichoso cual ninguno, mi existencia apasible mirara resbalar y del mundo jamás la indiferencia mi ventura viniera a perturbar.
Manuel H. Espinosa Quito, Julio 1872
Amor y fatalidad
Hechicera mujer, ¿por qué tus ojos
me miran, dime, con frialdad terrible a mí, que ardiente, un corazón sensible con todos mis afectos te entregué? ¿Por qué tus labios el desdén contrae y vaga distraída tu mirada cuando a tu lado mi alma enamorada un suspiro escapar deja tal vez?
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150 Dudas tú de mi amor? ¿Posar no has visto
en tu nítida frente mis miradas queriéndote absorver, y acaso osadas también te han revelado mi pasión? ¿No me has visto a tu lado silencioso uno a uno seguir tus movimientos, cuando absorbida en negros pensamientos has cedido al impulso del dolor?
¿Cómo no amarte si en tu níveo rostro donde fulgura una expresión divina, más bella que el fulgor con que ilumina la luna en medio del inmenso azul? Joven aun hastiabame la vida; pero yo te miré y a tu presencia alegre vi sonreirme la existencia prestando melodía a mi laud.
Desde entonces tú fuiste la que en mi alma despertando sublimes sentimientos, arrancaba a mi lira los acentos con que entusiasta tu beldad canté. Tú, quien volviendo al corazón el fuego de su perdida juventud , le hacía de entusiasmo latir y de alegría, lleno de vida, de ilusión, de fe.
Tú la que me hizo un porvenir brillante entrever de ilusiones adornado, y tú la que mi corazón helado hacía arder de gloria en la ambición. Tú fuiste, en fin, con tu belleza altiva la encarnación de mi ideal querido el dulce objeto de un amor sentido de juventud en el primer ardor. ¡Ah¡ Cuantas ilusiones en mi mente se cruzaban risueñas, cuántas horas pensando en ti, miraba encantadoras en mil cavilaciones resbalar. Mirarte y a tu lado embebecido ver deslizarse mi existencia un día olvidado del mundo, amiga mía, fue cuanto ansiaba en mi incesante afán.
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Y en mi inocente amor, beldad esquiva,
en mi tierna pasión jamás creyera que tantas gracias tu semblante uniera para de hielo un corazón cubrir. Tú me enseñaste a amar, tú arrebataste con la grata inocencia de mi vida la paz del corazón, la paz querida dejando en cambio esta ansiedad sin fin.
Muévete a compasión!... Pero es inútil! mi amor el infortunio ha condenado. Joven y bella tú, yo desgraciado… No puedes, no, a un infeliz amar, pobre soy; oh mujer! y el mundo necio de crimen califica la pobreza; no me puedes querer, sin par belleza, si, no puedes amar a u criminal. Vive, mujer, feliz, vive contenta,
el mundo te sonría por doquiera y ojalá que el pesar nunca viniera a robarte traidor la dulce paz. Sé feliz sin mi amor; otro disfrute junto a ti tu ternura y tus caricias, su vida resbalar entre delicias mire arrobado en tu hechicera paz.
Yo seguiré la senda de amargura
que inflexible ha trazado mi destino llevando de tu rostro peregrino dentro del corazón la imagen fiel. Y en mis horas alegres los acentos de mi laud serán por tu belleza, y en mis horas de lúgubre tristeza mi dolor en silencio ahogaré. Dr. Manuel H. Espinosa Quito, 1876
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LOJA
Mediodía Nº 65, revista de artes y secciones académicas, se terminó de imprimir en la Editorial Gustavo Serrano de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Núcleo de Loja, en el mes de agosto de 2018, con un tiraje de 500 ejemplares.
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V
L
SIMPOSIO NACIONAL
de
PONENCIAS - MESA REDONDA - CONVERSATORIO
Conocer, debatir y difundir las grandes aportaciones académicas e investigativas realizadas en materia literaria.
TEATRO DE ARTES SEGUNDO CUEVA CELI OCTUBRE 2018
LOJA
I SIMPOSIO NACIONAL 2014
II SIMPOSIO NACIONAL 2015
III SIMPOSIO NACIONAL 2016
LOJA
7
IV SIMPOSIO NACIONAL I INTERNACIONAL 2017