Revista Suridea N° 26

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Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Núcleo de Loja

BORIS SALINAS

Nº 26. Abril 2015

Fernando Marías Robert Walser Bayardo Cuenca Soledad Bustos Laura Giordani

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Suridea / Órgano informativo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja || Nº 26 – Abril 2015 || Editor: Luis Salvador Jaramillo || Directorio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Loja: Presidente, Félix Paladines Paladines; Vocales principales: Adriana María Jaramillo Vélez, Jorge Mijail Valarezo Loaiza, Alicia Piedad Ochoa Valdivieso, Antonio Bayardo Cuenca Mayorga; Vocales suplentes: Aura Elisabeth Ocampo Jaramillo, Leonardo Eudaldo Chamba Herera; Secretario (e): Julio Espinoza Bustamante || Imagen de portada: Escultura (Boris Salinas) || Impreso en la Editorial Gustavo A. Serrano de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja || Dirección de la Editorial: Paúl Ramírez Guamán; Diseño: Gonzalo Antonio Vega; Impresión offset: Luis Ayora Quito. Distribución y canje: Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja – Calle Colón 13-12 y Bernardo Valdivieso – Telefax 2571672 – Apartado Postal 11.01.141 Loja, Ecuador — nucleo.loja@casadelacultura.gob.ec www.casadelaculturaloja.gob.ec

C o n t e n i d o

El más solitario de los escritores solitarios Robert Walser. LSJ. Pág. 4

Genio y corazón en las manos, mágico Boris Salinas. LSJ. Pág. 25 Poesía. Paúl Chimbo Torres. Pág. 32 Cine de Guerrilla, una aproximación al cine de Fernando Cedeño. Wilson R. Castillo T. Pág. 36

Todos somos literatutra, lo queramos o no, entrevista al escritor español Fernando Marías. Carlos Ferrer. Pág. 11 Soledad Bustos, Fusión, voz y carisma. Wilson Castillo Pág. 14. La directora de comunicaciones, cuento Federico Quilodrán. Pág. 17

El nomadismo en la novelística ecuatoriana. Yovany Salazar Estrada. Pág. 37 La música y la poesía popular, formadoras de la nacionalidad ecuatoriana. Vicente Jaramillo Fierro. Pág. 41 Reliquias albergadas en alguna parte. Cuento. Darío Jiménez. Pág. 44 Rendición de cuentas CCE-L. Bases III concurso Literatura Miguel Riofrío 2015

Laura Giordani, poesía. Pág. 20 Las letras son nuestras primeras luces. Galo Guerrero Jiménez. Pág. 24

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Las formas de eros. Bayardo Cuenca. Jaime Celi. Pág. 52.


Nota Editorial Suridea y Mediodía, las dos revistas de la Casa de la Cultura

Ecuatoriana, Núcleo de Loja, vienen cumpliendo desde sus inicios el cometido para el cual fueron creadas: convertirse en los órganos de difusión del Núcleo provincial de Loja, al tiempo de promover las actividades artísticas y coadyuvar al desarrollo cultural de la ciudad y provincia. Mediodía, fundada en 1952 como un cuaderno de literatura y arte, tiene ya más de medio siglo de circulación en nuestro medio, mientras que Suridea, establecida por los poetas Franco Jaramillo y Jaime Rodríguez en la década de los 80’, supera ya el cuarto de siglo desde su creación. El tiempo se ha ido encargando de delinear, definir y delimitar el contenido de ambas revistas. En un principio Mediodía y Suridea compartían un amplio espectro de información en cuanto a cultura y artículos de interés general, pero hoy por hoy ambas revistas se van perfilando para situar a Mediodía como un cuaderno semestral de artículos de estudio, profusos no solamente en información sino también en citas y referencias bibliográficas, como una revista ensayística por la variedad de su contenido, por lo general bastante denso, que va desde Literatura hasta Geografía, Economía, Historia, Ciencias Sociales, y donde tampoco es raro encontrar amplios comentarios sobre teatro o critica plástica. En suma, una revista de consulta. En cambio, Suridea se ha ido sedimentando más bien como una publicación ágil e intencionalmente ligera, una revista trimestral de arte, como una revista literaria. Es más, en los últimos tiempos, dada la proximidad global, Suridea tiende a salir de un espacio eminentemente provinciano para abrirse paso entre lectores que no necesariamente vivan en nuestras latitudes; una revista que pueda ser leída en cualquier medio y por cualquier lector del mundo, por la universalidad de su contenido. En ese sentido se está procurando publicar entrevistas exclusivas no solamente con creadores locales sino también con escritores de la talla de Dan Brown o Fernando Marías, y rescatar asimismo la memoria de figuras literarias cimeras, tales como las de León Bloy o Robert Walser, entre otros. Por otra parte, también los libros publicados por nuestro Núcleo pasarán desde ahora en adelante por un necesario filtro editorial, para procurar que el sello de nuestra Casa mantenga una garantía de calidad. Con ello no hacemos otra cosa que cumplir con la ley natural que gobierna todo orden: renovarse o morir.

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Robert Walser El más solitario de los escritores solitarios L. Salvador J.

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ablar de Robert Walser es hablar de una de las más apasionantes tragedias literarias del siglo anterior. De carácter errante y esquivo, este solitario vagabundo autodidacta no supo hacer otra cosa en su vida que escribir siguiendo únicamente el llamado de la sangre. Muerto en el más completo anonimato, está siendo redescubierto en estos días; sus libros se traducen a todos los idiomas y se ha convertido ya, así tan irónicamente como de pronto, en un escritor de culto. Robert Walser (Suiza 1878-1956), fue ingresado (hay quienes aseguran que por la fuerza, otros en cambio dicen que por su propia voluntad) en el hospital siquiátrico de Herisau a la edad de 55 años, luego de sufrir alucinaciones auditivas, terrores nocturnos y continuos ataques de ansiedad. Ya antes había estado interno en una clínica de Berna; en esa ocasión se había internado por

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cuenta propia. En la mañana del 25 de diciembre de 1956, tras haber pasado recluido por 23 años en el sanatorio de Herisau, el apacible y solitario Robert Walser salió a dar uno de sus acostumbrados paseos por el campo. Algunas horas después, dos niños que jugaban con trineos lo encontraron muerto sobre la nieve. Hijo de padres protestantes (su padre fue Pastor luterano), Robert fue el antepenúltimo hijo de una familia de ocho hermanos. Nació en Biel, Suiza, pero no se tiene noticias de que terminara el colegio; algunos afirman incluso que lo abandonó a los 14 años de edad. Su madre era depresiva y dos hermanos suyos sufrieron de esquizofrenia. Uno de ellos terminó suicidándose. Siempre fue un trotamundos, desde muy joven, no duró en ningún empleo y siempre estuvo mudándose de ciudad en ciudad porque había dentro de él algo que lo obligaba a huir de las responsabilidades y modos de vida asumidos por la mayoría de la gente. Con todo, su carácter amante de la tranquilidad y el silencio, buscó ventanas por donde hacerse escuchar, y ese mismo temperamento introvertido estuvo reflejado en muchos de los personajes de sus libros. Empezó escribiendo poesía y pequeñas obras de teatro. En principio quiso ser comediante, pero fracasó en el empeño. Cuando finalmente decidido ser escritor, fue a radicarse en Berlín y entre los años 1907 y 1909 escribió tres grandes novelas: Los Hermanos Tanner, El Ayudante, y la tercera novela, Jakob von Guten, consi-

derada como su obra maestra. Por entonces Walser frisaba los treinta años. Su primera novela fue muy bien acogida en el ambiente literario berlinés; escritores como Kafka hablaron con entusiasmo de su trabajo. El editor Samuel Fischer le ofreció un buen contrato, puesto que Los hermanos Tanner había sido recomendada incluso por el mismísimo Hermann Hesse (Nobel de literatura 1946). Pero se vendieron tan pocos ejemplares de ese libro, que el editor rescindió del contrato cuando Walser ya había hecho planes para convertirse en escritor a tiempo completo. Este primer gran revés le provocó un profundo rechazo por todo aquello que significara culto a la fama y reconocimiento público: un

ros escritos causaron una muy buena impresión, no es menos cierto que muy pronto el propio Walser logró darse cuenta de que lo que se deseaba de él era algo distinto de lo que él era en realidad. “Todos quieren que escriba como Hesse”, se quejaba, pues el célebre escritor alemán, nacionalizado suizo, estaba en su máximo apogeo por esos días. Su segunda novela, El ayudante, pasó igualmente desapercibida, lo cual terminó revistiéndolo de un extraño poder para desembarazarse ya por completo de aquella boa constrictor que era el afán de reconocimiento público, para convertirse en el hombre solitario y manso que fue hasta el final de sus días. Pese a la esquizofrenia, que siempre

canto de sirenas que lo sedujo por unos años, pero que lo llevó a estrellarse contra los arrecifes de la decepción más profunda al verse incapaz de satisfacer los intereses económicos de las grandes editoriales. Si bien es cierto que sus prime-

estuvo acechándolo por los rincones de su yo más profundo, se mostraba generalmente sosegado. Desde entonces escribió únicamente para sí, en hojas de papel que aprovechaba al máximo con una caligrafía tan diminuta que aún hoy no alcanza a

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ser descifrada por completo. Tras el fracaso de sus primeras novelas, el joven Walser retornó nuevamente a Suiza y en Bienne escribió una serie de obras cortas pero no por ello menos valiosas. Luego de ello se mudó a Berna, donde continuó escribiendo. Casi toda esa riqueza se hubiera perdido de no ser por Carl Seeling, su amigo íntimo y confidente, quien logró recuperar dichos escritos y también algunas memorias de sus conversaciones con Walser durante sus largos paseos vespertinos.

estuvo loco, o por lo menos, que no debió estar hospitalizado por tanto tiempo, si bien por aquel entonces lo único que quería él era una habitación confortable en donde poder descansar tranquilamente. No quería nada más que eso. Y sus paseos solitarios, claro está. Con ello tenía más que suficiente. Poder soñar en un modesto rincón, sin tener que responder a continuas pretensio-

Cuando los hombres empiezan a contabilizar éxitos y reconocimiento se ponen casi gordos de autosatisfacción saturadora, y la fuerza de la vanidad los va inflando hasta convertirlos en un globo irreconocible. ¡Libre Dios a un hombre honrado del reconocimiento de la masa! Si no lo vuelve malo, sólo servirá para confundirlo y quitarle fuerzas.

Rondando los cincuenta años, se internó en una clínica de Berna sin por ello abandonar la escritura. Salió y continuó escribiendo hasta que su hermana mayor lo internó en la clínica de Herisau, debido a sus constantes alucinaciones auditivas y a fugaces raptos de agresividad, pues continuamente estaba escuchando voces. Walser, que había estado abusando del alcohol por esos años, dejó finalmente de escribir al internarse en el sanatorio de Herisau. Sin embargo, su estadía en dicho establecimiento fue singularmente serena, tanto que algunos sostienen que Walser jamás

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hemente cuando le hablaban de arte. Siempre procuró mostrarse de buen ánimo a fin de no ser una carga para nadie, escondiendo y negando hasta el último lo más hondo de su tragedia: “Es mejor vivir enlodado que triste. Dios odia a los tristes”, le escribió alguna vez a una hermana suya. Por su correspondencia, se sabe que estuvo enamorado de una dama, pero que no fue correspondido por ella. Aparte de esta desilusión amorosa, no se supo de algún otro interés por relacionarse íntimamente con nadie, lo cual siempre dio una imagen equivocada de él. Soy dueño de un enorme capital de fuerza amatoria, y cada vez que salgo a la calle termino por coger cariño a alguna cosa, a alguna persona. Hoy en día, se pretende meter enseguida en la lista negra de los raros a todo aquel que sea aún un poco dueño de sí mismo, lo que da brillante testimonio de la trágica falta de consideración, así como de una negligencia, lamentablemente demasiado arraigada en la sociedad, en los asuntos del trato y las relaciones humanas. Si me prohíben amar amo diez veces más. Todo lo prohibido vive diez veces más.

nes, no es ningún martirio. ¡Sólo la gente hace que lo sea!

Cuando los médicos le ofrecieron una habitación más cómoda, dijo que estaba muy a gusto con la que tenía. Hacía su trabajo de clasificador de correspondencia con buena gana y prontitud, y sólo se ponía ve-

Walser disfrutaba de sus paseos solitarios, contemplando y viéndolo todo, sin buscar lo novedoso o excepcional. La campiña más común, la más corriente de las calles tenían para él un carácter de extraordinario y hubieran podido servirle de marco para cualquiera de sus escritos: “Vemos más de lo que necesitamos ver”, solía decir a menudo.


Cuanta menos acción hay y más pequeño es el entorno que precisa un poeta, tanto mayor suele ser su talento (…) Las cosas cotidianas son lo bastante bellas y ricas como para poder sacar de ellas chispazos poéticos (...) Las hojas de los cerezos eran de un rojo incandescente, herido, doloroso, pero a la vez bello, que reconciliaba y alegraba. Los prados y arboledas parecían a menudo envueltos en velos y paños mojados (…) Se olían los árboles al caminar bajo ellos, se oía caer la fruta madura sobre los prados y senderos. Todo parecía doble o triplemente silencioso.

Logró vivir hasta los 78 años, de los cuales pasó los 23 últimos en el sanatorio de Herisau. Su muerte, la muerte de un paseador silencioso, armado de sombrero y paraguas, cuyo premio consistía en la simple observación de las cosas, ratifica la vida que asumió con entereza. La fotografía de su cadáver sobre la nieve parecería revelarnos una imagen sacada de sus novelas, cuando el joven Tanner hace esta reflexión: ¡Con qué nobleza ha elegido su tumba! Yace en medio de espléndidos abetos cubiertos de nieve. La naturaleza se inclina a contemplar a su muerto, las estrellas cantan dulcemente en torno a su cabeza y las aves nocturnas graznan: es la mejor música para alguien que ya no tiene oído ni sensaciones. Yacer y congelarse bajo unas ramas de abeto, sobre la nieve: ¡qué espléndido reposo! Es lo mejor que pudiste hacer. La gente está siempre dispuesta a hacerles daño a las aves raras como tú, y a burlarse de sus sufrimientos.

BASTA Robert Walser

Traducción de Harriet Quint. Cortesía de El Oriental.

Yo nací en tal y tal fecha, me educaron aquí y allá, fui como es debido a la escuela, soy eso y aquello, me llamo así y asá, y no pienso mucho. Soy hombre; desde el punto de vista civil soy un buen ciudadano y provengo de buena clase. Soy un miembro limpiecito, callado y simpático de la sociedad humana, un así llamado buen ciudadano, me gusta tomar mi cerveza con medida, y no pienso mucho. Es evidente que me encanta comer bien y también es evidente que las ideas me son ajenas. El pensar con agudeza me es totalmente ajeno, las ideas me son completamente ajenas, y por eso soy un buen ciudadano, porque un buen ciudadano no piensa mucho. Un buen ciudadano come su comida y con eso basta. No me rompo mucho la cabeza, eso se lo dejo a otros. El que se rompe la cabeza se hace odioso; el que piensa mucho es visto como una persona desagradable. Julio César a su vez, señalaba con su dedo gordo al ojeroso de Casio, al que le tenía miedo, porque suponía que tenía ideas. Un buen ciudadano no debe despertar miedo y sospechas; pensar mucho no es asunto suyo. El que piensa mucho es mal visto, y es completamente innecesario hacerse impopular. Dormir y roncar es mucho mejor que pensar y crear. Nací en tal

y tal fecha, fui aquí y allá a la escuela, leo ocasionalmente este y aquel periódico, ejerzo esa y aquella profesión, tengo esa y aquella edad, parece ser que soy un buen ciudadano y parece que me gusta comer bien. No me esfuerzo mucho en pensar, eso se lo dejo a otros. Romperme la cabeza no es de mi incumbencia, porque al que piensa mucho, le duele la cabeza, y los dolores de cabeza son completamente innecesarios. Dormir y roncar es mucho mejor que romperse la cabeza, y una cerveza tomada con medida es mucho mejor que pensar y crear. Las ideas me son totalmente ajenas, y no me quiero romper la cabeza bajo ninguna circunstancia, eso se lo dejo a los gobernantes. Por eso soy un buen ciudadano, para tener mi tranquilidad, para no tener que usar la cabeza, para que las ideas me sean completamente ajenas, y para no angustiarme, si es que acaso, llego a pensar mucho. Tengo miedo de pensar con agudeza. Si trato de pensar con agudeza empiezo a ver estrellas. Mejor me tomo una buena cerveza y dejo cualquier forma de pensamiento agudo a los líderes gubernamentales. Por mi parte, los hombres de Estado pueden pensar tan agudamente como quieran, y durante mucho tiempo hasta que se les llegue a romper la cabeza. Siempre veo estrellas cuando uso mi cabeza, y eso no es bueno, y por eso me esfuerzo lo menos que puedo y me quedo de lo lindo sin cabeza y sin pensamientos. Si solamente los hombres de Estado

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pensaran hasta ver estrellas y les reventara la cabeza, todo estaría perfecto y la gente como yo podría tomar su cerveza de manera moderada, tener preferencia por comida buena, dormir bien y roncar en la noche, suponiendo que dormir y roncar

pensar agudo y fatigante a los líderes de Estado, porque gente como yo sólo somos miembros sólidos e insignificantes de la sociedad, un así llamado buen ciudadano o burgués de miras estrechas al que le gusta tomar su cerveza con medida y le gusta

sea mucho mejor que romperse la cabeza y mejor que pensar y crear. El que usa la cabeza sólo se hace odioso, y el que difunde opiniones e intenciones es considerado una persona desagradable; un buen ciudadano no debe ser desagradable sino agradable. Con toda la tranquilidad del mundo, dejo el

comerse su linda comida grasosa y con eso ¡basta! Que los hombres de Estado piensen hasta que confiesen que ven estrellas y les duele la cabeza. Un buen ciudadano nunca debe tener dolores de cabeza, al contrario, siempre debe disfrutar su cerveza tomada con medida y debe dormir suave y roncar en las noches.

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Me llamo así y asá, nací en tal y tal fecha, en este y aquel lugar me mandaron debidamente a la escuela, leo ocasionalmente este y aquel periódico, de profesión soy eso o aquello, tengo esa y aquella edad, y renuncio a pensar mucho y con esmero, porque el dolor de cabeza y el esfuerzo se los dejo con gusto a las cabezas líderes que se sienten responsables. Gente como yo no siente responsabilidad alguna porque le gusta tomar su cerveza con medida y no piensa mucho; deja esta particular diversión a las cabezas que llevan la responsabilidad. Fui aquí y allá a la escuela, donde me obligaron a usar mi cabeza, a la que desde entonces nunca más esforcé en lo más mínimo y tampoco he empleado. Nací en tal y tal fecha, tengo este y aquel nombre, no tengo responsabilidad y de ninguna manera soy único en mi especie. Afortunadamente hay muchos como yo, los que disfrutan de su cerveza tomada con medida, que al igual que yo piensan poco y no les gusta romperse la cabeza, que mejor dejan eso con gusto a otras personas, como por ejemplo a hombres de Estado. A mí, miembro callado de la sociedad, pensar con agudeza me es ajeno, afortunadamente no sólo a mí, sino que a legiones de aquellos, que como yo, les encanta comer bien y no piensan mucho, tienen esa y aquella edad, fueron educados aquí y allá, son miembros pulcros de la sociedad y, como yo, buenos ciudadanos, a los que pensar con agudeza les es ajeno como a mí, y con eso ¡basta!


Robert Walser

EL RETIRO (Cortesía de DDOOS)

Tú ve allí, que allí todo es fácil, quiero decir que estando allí no necesitarás nada, y te sentirás bien contigo siempre. Todo lo mejor estará en y junto a ti, y todo alrededor será claro, y también tú serás clara, de tal modo que estarás eternamente satisfecha contigo y con el mundo, y de acuerdo con la vida.

Allí la tierra es verde y marrón Y blanca como una alfombra, y si quisieras Flores, bien, creo que también allí florecen, Y que tampoco falta un cielo azul. Trinan los pájaros en las ramas, Y tienen mesas y sillas en todas partes para que puedas dibujar en una hoja de papel todo cuanto sientes, si es que te apetece semejante pasatiempo. Pero más te gustará descansar y entregarte al pensamiento y soñar y sentirte sólo bien.

Tú ve. El lugar se encuentra fácil. Si quisieras, te podría acompañar; así podremos los dos alegrarnos de lo ameno y hartarnos de observar lo bello, sólo tienes que confiar en mí. Seguro que encontrarás sólo lo que quieres y que no pasará nada que no pueda hacernos felices.

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MIEDOS

MÁS LEJOS

He esperado saludos mucho tiempo, frases suaves, al menos un sonido.

Quise quedarme quieto, y me empujaron más, pasé entre negros árboles, y bajo aquellos árboles, quise quedarme quieto, y me empujaron más, pasé por verdes prados, y junto a su verdor, quise quedarme quieto, y me empujaron más, pasé por casas pobres, y en una de estas casas quise quedarme quieto, quedarme un rato largo mirando su pobreza, y cómo asciende al cielo el humo de su lumbre. Dije esto y me reí, rió también el verde, y el humo humeante, y me empujaron más.

El miedo no es de voces o tañidos: penetrar, sólo la niebla penetran. Un secreto canto en acecho oscuro: alíviame, pena, el arduo viaje.

EN LA OFICINA La luna desde fuera nos contempla, y me ve a mí, pobre criado distraído, bajo la estrecha mirada de mi patrón, cómo con timidez me rasco el cuello. No, nunca conocí rayos solares que una vida duraran, ni los conoceré. La carencia es mi sino; me agobia tener que rascarme el cuello bajo la mirada de mi patrón. Es la luna la herida de la noche, gotas de sangre, las estrellas todas. Como la dicha me queda muy lejos, me he vuelto comedido; es la luna la herida de la noche.

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DESENGAÑO Un desengaño no se olvida nunca, como es inolvidable la gracia de la dicha. Recuerdo es la nostalgia, porque es tan infinita, que no se olvida nunca.


Carlos Ferrer

Entrevista al escritor español

Fernando Marías

“Todos somos literatura, lo queramos o no”

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Juvenil) y Todo el amor y casi toda la muerte (Premio Primavera) entre otras. -¿Cómo se encara la escritura a partir del dolor por la pérdida de un ser querido? F.M.: En mi caso con fluidez, serenidad y alegría. La última expresión de mi padre antes de morir me resolvió a escribir y, durante la escritura, su energía permaneció conmigo. Viajamos juntos por el sentimiento y la memoria. Fui feliz escribiendo de la muerte y salió un libro de vida. -El territorio de la infancia que describes está lleno de fantasía y de imaginación. ¿Cuál es el papel de la imaginación cuando se escribe sobre el propi pasado? ¿Es la memoria una forma de ficción?

Entre 795 manuscritos se impuso la obra La isla del padre del español Fernando Marías (Bilbao, 1958) en la última edición del premio literario Biblioteca Breve, que convoca la editorial española Seix Barral. Marías, que no es familia del escritor Javier Marías aunque compartan apellido, aborda un itinerario para buscar su propia identidad mediante la memoria y la sombra de su padre en esta su última novela, que apuntala una trayectoria iniciada en 1991 con La luz prodigiosa, una novela que ganó el Ciudad de Barbastro. Después vendrían El niño de los coroneles (Premio Nadal), El mundo se acaba todos los días (Premio Ateneo de Sevilla), Zara y el librero de Bagdag (Premio Gran Angular de Literatura

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F.M.: Sin duda. Primero vivimos, luego fijamos en la memoria lo que nos marca y, por último, con el paso del tiempo, vamos matizando el recuerdo de aquellos hechos. Creo que es similar, por ejemplo, a lo que hace un actor con un papel largamente representado, o un músico con su canción emblemática. Somos no solo nuestro recuerdo, sino también la versión que nosotros mismos hacemos de esos recuerdos. La literatura que hacemos con nuestra vida real nos define con nitidez, y esto incluye también a quienes no son escritores. Todos somos literatura, lo queramos o no.

-La isla del padre se nutre de los recuerdos, pero también del testimonio, ya sea a través de familiares, un diario de navegación o de un archivo institucional. ¿Qué diferencia el recuerdo propio de aquello que se recrea a través de historias oídas o datos recopilados? F.M.: Dos carreteras paralelas que a veces se aproximan. Desde una, en determinadas curvas, se ve la otra. Ese contacto es emocionante y me ha dado fuerzas nuevas para avanzar. En este libro tuve la suerte de hallar el historial profesional de mi padre después de que él muriera. Fue encontrar el mapa de la


isla del tesoro. Y las viejas fotos familiares parecieron cobrar vida para hablarme. -El cine está muy presente en La isla del padre como origen de las primeras ensoñaciones. ¿Cómo es el paso del cine a la literatura, a la palabra escrita?

muchos años atrás, sin los cuales yo no habría existido. -En el episodio de la guerra civil, los datos del archivo institucional adquieren una dimensión emocional al entrar en contacto con el ámbito familiar, al personalizar los ¿Por rovenimos hechos. qué es importante ahondar de nuestro en el pasado y averiguar lo propio que pasó?

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F.M.: El cine salvó mi vida cuando yo era « adolescente. Crecí en un Bilbao (España) oscuro y sucio, en pleno franquismo, educado en un colegio de curas, pasado, F.M.: Provenilos cuales se esforzade nuestro ban cada día por fijar negarse a verlo mos propio pasado, en mi mente tierna sus negarse a verconceptos medievales. es aferrarse lo es aferrarse El cine me salvó. En la ciudad gris salían mun- premeditadamente premeditadamente a la indos nuevos y llenos de a la felicidad. Nada color de las pantallas es más lógide cine. Por eso este infelicidad” co que saber libro es un homenaje quiénes fueron al cine, a las películas nuestros anteque alimentaron mis pasados, de dónde vinieron, sueños frente a la oscuridad. qué hicieron. Solo desde el Muchas veces me pregunto conocimiento, desde la inforqué habría sido de mí y tammación veraz y desprovista de bién de toda mi generación sin prejuicios, se puede afrontar el cine. con limpieza el pasado, del que -En esta novela el azar tiene nace el futuro. Y esto incluye, un gran peso, pero también se por supuesto, a las sociedades dice que hay momentos dictaademás de a los individuos. Codos por el deseo y la voluntad lectivos de nuestro país (Espaconsciente. ¿Cuál diría que es ña) se empeñan en no mirar al la fuera mayor que le ha guiado a la hora de escribirla?

pasado, a nuestra historia. Es un error, una injusticia y una enorme cobardía. -¿Qué hay de ese niño corriendo en el pasillo de su casa de Bilbao en el Fernando Marías de ahora? F.M.: Por suerte, mucho. Sin la infancia no somos. Los primeros años son cruciales, determinantes para que acabemos por ser quienes realmente somos. Yo vengo de aquel niño y ahora, con el devenir de los años, voy de nuevo hacia él. Ojalá pudiera vivir, aunque fuera sólo un día, la luz especial de aquella época. -En la novela se dice que “las casa son barcos y las novelas mares”. ¿Cómo ha sido esta travesía? F.M.: Una de las grandes experiencias de mi vida. Fue como atravesar un océano de tiempo a bordo de un barco donde me sabía a salvo. Había en la casa soledad y espíritus favorables a la navegación, estaban el espectro de mi padre y el mío propio, o con más exactitud, el espectro del Fernando niño, del Fernando joven… No habrá otro viaje así. Fui afortunado. Es un viaje hermoso que me ha cambiado.

F.M.: El azar me fascina, sobre todo porque, a la vez, pienso que nada es casual. Es una especie de contradicción, estar obsesionado con algo que podría no existir. Como las religiones, en cierto modo también son eso. El azar es lo que otros, indocumentadamente, llaman Dios. El azar, determinando tantos de nuestros actos… Escribiendo este libro he hallado azares mínimos, acontecidos

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l o S edad Bustos Fusión, voz y carisma Soledad Bustos

presentó hace poco su disco titulado Amanecer e inscribe en la historia de la música lojana y ecuatoriana todo un hito. En esta entrevista podemos enterarnos de su formación y del momento de esplendor que vive su carrera… Por Wilson R. Castillo T.

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Conociendo que viene de una familia de músicos, a saber, su padre Tulio Bustos compositor e intérprete reconocido y su madre dedicada también a la música, ¿cuál es la verdadera influencia y legado que ha recibido de ellos para su trabajo actual? Creo que cada uno somos una mezcla de lo que escucharon nuestros padres, lo que escuchas a lo largo de tu vida en la adolescencia y más tarde descubres que eres una mixtura entre lo propio y lo ajeno que al fin ¡es universal!

El legado de mis padres y principalmente de mi padre ha sido el percibir y sentir la música como algo natural, lo escuchaba a la madrugada componiendo una canción, un poema, me transmitió el amor y admiración a lo simple y sorprendente del mágico mundo de la música que ha sido el lenguaje universal de mi familia.

pio material discográfico, en un momento de mi vida estuvo la gente precisa, fue el tiempo correcto y el proyecto inicio. Buscando en principio temas de músicos lojanos como Tulio Bustos, Kuky Ortega y en el camino descubrí que también sabía componer, y escribí mi primera canción una bossa nova que le da el nombre al disco Amanecer.

El tema que nos menciona está dedicado con cariño para alguien muy especial en su vida, puede hablarnos de esta canción. Es un tema que lo compuse a finales del 2013, lo hice para mi hija, habla sobre los sentimientos que afloran sólo cuando se es madre y ves su carita por primera vez. Tener un hijo es como un huracán que llega para quedarse, uno de los regalos de la vida más grandes que tengo.

Ahora, si bien es cierto, cantó de niña y adolescente, -es decir que el canto es una actividad natural en su vida-, ¿cómo creció Soledad Bustos hasta llegar a esta madurez? Cuéntenos algo de sus influencias musicales. Crecí escuchando música ecuatoriana, latinoamericana, luego rock, funk, electrónica; cuando tuve la oportunidad de viajar por algunos países de Suramérica escuché ritmos nuevos que me cautivaron como el bossa nova, la samba, he ido explorando y escuchando grandes cantantes y músicos del jazz, soul como Ella Fitzgerald, Aretha Franklin, entre otros; cada uno ha influido en mi camino como músico, es un proceso continuo de descubrimiento. Loja estaba esperando un disco como Amanecer, lleno de matices, con fusiones como se estilan en los mejores títulos contemporáneos. La sonoridad presente se pasea por la bossa nova, pasillos fusionados con jazz, composiciones de Kuky Ortega, cuéntenos el proceso creativo de su disco.

Como músico siempre soñé en tener mi pro-

Su puesta en escena es soberbia e hipnótica, como se diría en el argot popular, Ud. tiene ángel. ¿Está consciente de esto? (Risas) Gracias, no realmente, no lo había pensado así, creo que simplemente uno hace con pasión su trabajo, el público es quien recepta e interpreta según su apreciación, pero ¡gracias!

Sus presentaciones en vivo, incluyen temas en inglés y portugués. ¿Algún día grabará alguna composición en estos idiomas?

No lo sé realmente, creo que continuaré componiendo y el tiempo lo dirá.

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Me he preguntado varias veces, ¿de qué se compone la bebida que toma antes de cantar? Algunos músicos academicistas pueden considerarlo un defecto. En lo personal me parece parte de esos detalles que hacen inolvidables sus presentaciones. (Risas) Bueno, es agua de jengibre, nada en especial. Es importante hidratar las cuerdas vocales, antes y durante el concierto.

Durante la presentación oficial del disco Amanecer noté que fue filmado íntegramente por profesionales lojanos, ¿cuándo aparecerá el video? Sí, fue filmado por Aurora Films, una productora de excelentes profesionales y buenos amigos. Estamos en el proceso, espero pronto. P: ¿Qué es lo que aún le falta cumplir a Soledad Bustos en su carrera? Uuuf, muchas cosas, creo que seguiré preparándome y descubriendo lo que la música me trae.

Hay una acusada crisis económica para todos los productores y artistas lojanos, esto

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parece irónico en una ciudad auto-llamada potencia cultural. ¿A qué piensa Ud. que se deba? Creo que existe una clara necesidad de mejorar el nivel musical, tengo cerca grandes ejemplos de amigos músicos que han ido escalando en su carrera con mucho esfuerzo y dedicación, esto conlleva a ofrecer un buen material, propuestas innovadoras para generar un público que recepte y aprecie el arte. Sin embargo son desconsoladores los esfuerzos que el artista debe realizar con poco o casi ningún apoyo del sector público, el cual es responsable de amparar al artista (como un ciudadano más) según la ley y su cumplimiento, con el fin de impulsar y/o permitir el desarrollo de su carrera musical (producciones musicales, etc.), aunque existen avances, el camino es largo y la lucha diaria. Finalmente, le auguramos los mejores éxitos para una carrera que mantendrá el sonido de una luz que perdurará por siempre.

Muchas gracias por sus buenos deseos, de igual manera.

Soledad Bustos interpreta su música en la plazoleta de El Valle


Era bella, delgada, con la piel blanca y cuidada de actriz de cine y los ojos de uvas negras, y tenía el cabello liso y negro atado en un moño que si lo soltaba llegaría hasta los hombros. Su aspecto y la forma de girar su cabeza eran universales, al mismo tiempo podría definirse como una belleza semi oriental o como exótica hija de la cordillera andina. Vestía pantalón y chaqueta azul negro, blusa de seda blanca con un ligero corbatín, lo que después identifiqué como uniforme de la institución, pues era igual al de la subalterna que portaba una cámara fotográfica y recibía sus indicaciones. Terminaba su atuendo con unos zapatos de punta fina, taco mediano y color violeta.

La

Directora de Comunicaciones

Federico Quilodrán

El pantalón algo ajustado permitía apreciar que sus piernas eran largas, y al volverse dándome la espalda aprecié que sus hombros eran levemente más angostos que sus caderas. “Es la mujer más bella que he visto desde mi llegada a esta ciudad” pensé, cuando la observé en un pasillo soleado al extremo de un largo mesón con muestras médicas. Mientras, yo hacía cola para que me midieran la presión sanguínea y detectaran el volumen de glicemia en mi sangre, en una reunión de control de diabéticos e hipertensos en un hospital de la zona norte de la ciudad. Fue una imagen fugaz que duró unos dos minutos y desapareció de improviso entre el gentío asistente.

Eran las once de la mañana cuando comenzó una leve llovizna. Habíamos escuchado las exposiciones de varios médicos sobre historia, alimentación y otros cuidados relacionados con la diabetes. Me pareció que cuando hablaban de la hipertensión no podía establecer un vínculo comprensivo entre ambas enfermedades, especialmente porque ésta estaba relacionada con tantas… Yo estaba en la fila para aplicarme el medidor de presión, ya me correspondía y había alcanzado a quedar protegido de la llovizna, por el techo improvisado que cubría la mesa con remedios y alimentos, cuando la divisé allá en el extremo también bajo techo, me quedé mirándola, estaba sola sin su subalterna fotógrafa, hasta que la enfermera me bajó de la nube que me envolvía con un reproche por mi distracción. —¿Con quién vive? —me preguntó tras anotar dónde vivía. —Sólo —respondí. —Tiene que buscarse pareja —me recomendó, mirándome con curiosidad. Yo deseaba que terminara pronto para poder mirar de nuevo a esa “flaca divina” de pantalón azul negro. Pensando en disculparme quise saber si creía en los amores a primera vista. Se rió, me palmoteó el brazo que sirvió de testigo para medir la presión y me dijo: “Son los únicos que valen, García Márquez dice que los otros son imposibles”, y de nuevo se rió mientras atendía a quien me seguía en la fila. Volví a mirar hacia el extremo del mesón, ella había dejado de cubrirse de las gotas de

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lluvia, el viento las condujo hacía otros lugares. Deseando conocerla, me acerqué. No encontraba cómo abordarla. Al fin, ya que estaba en un hospital le dije: —Doctorcita, ¿qué papel cumple aquí? Felizmente, ella respondió. Si no lo hubiera hecho me habría sentido terriblemente incómodo: —No soy doctora. Tengo que cubrir este evento. Soy Directora de Comunicaciones. Me sentí torpe, no encontraba más palabras, al fin le pregunté sobre su profesión. Supe que existía una carrera relacionada con las comunicaciones y preguntando sobre las fotografías que tomaba su subalterna me informó que en cualquier momento, el Departamento que ella dirigía podía entregarme copias traspasándolas a un pendrive. Dos semanas después debí regresar al Hospital, a recibir con el resto del grupo de diabéticos un certificado de asistencia a un Taller sobre la enfermedad. Había empezado la procesión por dentro. La “flaca divina” “la menuda hermosa”, estaba en primer lugar y aparecía en cualquier circunstancia. Cuando un hombre se impresiona por una mujer surge inexplicablemente el temor de acercarse, de hablarle, de sentirse despreciado y en las noches llega inefable y sutil la presencia de ella. Corazón y cuerpo porfían por cuál se entibia primero, con ese calor que el amor hace brotar en los rincones cuando las sombras se han ido. Estábamos en el comedor del hospital, habilitado para la asistencia de grupos. Ella fue la maestra de ceremonias, yo podía divisarla por entre las cabezas de los asistentes de las primeras filas. De repente pensé que era la oportunidad de solicitarle las fotografías y antes que se escabullera me acerque y le recordé su ofrecimiento. Me estremecí por mi propia audacia. Ni me despedí del grupo y salí detrás de sus pasos. Ahora vestía falda en vez de pantalón y cubría sus hombros con un sobrio echarpe. Podía ver sus piernas bien torneadas y me gustó la redondez de sus tobillos. La seguí en silencio por varios corredores y escalas hasta llegar a su oficina. Se acomodó en su sillón de escritorio, me ofreció asiento frente a ella y actuó profesionalmente, traspasando de su computador a mi pendrive las fotos solicitadas, eran de reuniones anteriores del grupo de pacientes. Mi intención, además del pretexto de verla, correspondía

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a imprimirlas y montar una exposición durante la próxima reunión. Yo, me dediqué a observar cada uno de sus gestos, sus facciones; me gustaba un rictus de sus labios carnosos en su boca pequeña. Me gustaba toda ella. No tenía que decir y hablé que al jubilar opte por dedicarme a la literatura y que había escrito un cuento y después una novela. Ella sólo escuchaba, sin comentarios, afanada en copiar las imágenes; yo agregué que la novela enfrentó una buena crítica y ello dio lugar a una edición internacional. Tenía que seguir hablando, el silencio me atormentaba; también dije que daba clases particulares de matemáticas. Ella sin comentarios me devolvió el pendrive. Le pedí su teléfono y copió en una pequeña hoja de libreta de escritorio un número y me lo entregó. Ese número nunca llegó a responder. Me despidió fríamente y salí sin mirar atrás. Afuera, el grupo realizaba una rifa por un saquillo de harina y a beneficio de alguien necesitado. Compre dos números, me entregaron el quince y para el segundo: —Elija uno, cinco o siete. —Cinco —la compañera me brindó una sonrisa amplia. —¿Por qué no escogió el siete? En todo el tiempo que llevo vendiendo números, es el primero que no escoge el siete. No supe qué responder y no quise decir que había tenido intención de hacerlo. La llovizna había regresado y todos buscaban un techo acogedor. Pero las nubes estaban solamente sobre nosotros, hacia todos los puntos cardinales, un poco más allá, el cielo era azul y hermoso. Me despedí y al alejarme como rápida llamarada la recordé detrás de su escritorio… Esa noche me costó conciliar el sueño, la tranquilidad y el silencio eran mayores. Las casas tenían las ventanas iluminadas y los focos de los postes de alumbrado adquirían vida cuando permitían ver algunos bichitos que volaban en círculo adorando la luz. En algún momento mi salud se tornó delicada y sensible al frio y al calor y un médico recomendó un cambio de clima; y aquí estaba en la ciudad que cumplía los requisitos del


diagnóstico. Todo atrás. Había adquirido práctica en olvidar lo que no merecía rememorarse y recordar lo agradable, que era mucho. Y esa noche forcé la mente para pasarme como una película a todo color y en un telón enorme, mi vida de marino, mis experiencias profesionales en África y Centroamérica y las mujeres… ¡qué mujeres! Ninguna no fue valiosa, todas aportaron más que un grano de arena en la cálida convivencia de la pareja humana. Recordé y recordé hasta llegar a la Directora de Comunicaciones. Entonces el recuerdo adquirió poesía y me sumí en él como nadando en una tibia playa a la luz de la luna. En el aire de la noche había un olor a recuerdo. En medio del fresco de la noche sentí el calor de un rubor en el rostro. ¿Qué olor tenía el recuerdo? El olor del agua salada del mar cuando se transita por la playa, la fragancia de una mujer elegante que asiste a una boda, el olor del bosque de especies autóctonas, mezcla de tierra húmeda, de flores silvestres y de hojas caídas. ¿Y qué sonido tenía el recuerdo? Rumor de olas quebrándose, los acordes de la tercera parte de la Novena Sinfonía, pero también Love is a many splendor thing, el sonido del agua al caer desde una cascada, la lluvia cayendo allá fuera mientras pretendo dormir. Seguir y seguir, los sonidos no terminan: y también el rugido de una multitud celebrando el triunfo de una causa justa. ¿Qué color tiene el recuerdo? El mar desde un cerro de San Francisco. El cambiante tono rojizo de las nubes al ponerse el sol, el color uva negra de los ojos de… esa directora de comunicaciones perfecta que controla los eventos del hospital en el mes de noviembre. La competencia de una orquídea, una amapola y un capullo de rosa roja. Eso fue mi recuerdo, con su sonido, su olor y su color. Esa noche desee palparlo y acariciarlo porque dentro estaba ella. La entrega de premios del concurso de pesebres de navidad, prevista para las dos de la tarde, en el cual participó el grupo de pacientes empezó media hora después. En lo que parecía un estrado, cerca de una gigantesca reproducción de personajes bíblicos, estaba un sacerdote y autoridades de los diferentes departamentos del Hospital. Esperaba que apareciera “mi” directora de comunicaciones y me sorprendí al percatarme desde que se reu-

nió con los que ya habían llegado que sería la maestra de ceremonia. Estaba radiante, permanecía a un lado del escenario y a intervalos anunciaba a los participantes: hacía todo con una parsimonia adorable a pesar de una excesiva seriedad como diciendo “esto lo hago todos los días”. Le seguía sus pasos pero no podía mirarla tan abiertamente como deseaba porque estaba sentado al lado de la encargada del grupo de pacientes y debía comportarme como todos siguiendo con la vista a quienes se sucedían en la palabra. La ceremonia se extendía, pensaba que ella estaría cansada o aburrida, yo mientras más tiempo más podía seguirla en sus movimientos. Recordaba haber dicho que “no hay nada más atrayente en la naturaleza que una mujer hermosa” y ni un momento pude abandonar el hechizo de su presencia indiferente pero impactante. Me parecía increíble el embrujo que ejercía esa mujer. En la primavera pasada había leído el hermoso libro Los versos del Capitán, de Neruda, sobre la constancia en el amor: Detrás de todas me voy. Pero a ti, sin moverme, sin verte, tú distante, van mi sangre y mis besos, morena y clara mía, alta y pequeña mía, mi fea mi hermosura, hecha de todo el oro y de toda la plata, hecha de todo el trigo y de toda la tierra, hecha de toda el agua de las olas marinas, hecha para mis brazos, hecha para mis besos, hecha para mi alma.

Aquella tarde, sintiendo la presencia de la bella, no solamente entendí el sentido de las palabras del poeta, sino que las aprecié a plenitud.

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Laura Giordani (1964, Córdoba, Argentina).

A causa de la dictadura militar argentina, a finales de la década de los setenta se exilia con su familia en España. Ha publicado “Cartografía de lo blando” (2005), “Materia Oscura” (2010, Baile del Sol), “Noche sin Clausura” (2012, Ediciones Amargord), “Antes de desaparecer” (2014, Ediciones Tigres de papel), “Una lengua impropia” (2014, Ediciones del 4 de Agosto) y las plaquettes “Celebración del brote” (2009, Zahorí-Poesía en minúsculas) y Las varas del zahorí: poemas de la sed” (2013, Fundación Inquietudes). Sus poemas han sido incluidos en diversas antologías: Antología de Poesía (ECA -Escritores

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Cordobeses Asociados, 2002), Aldaba (2004) Antología de poetas hispanoamericanos, Cuadernos Caudales de Poesía (Edición Caudal, España, 2007), Los centros de la calle (Editorial Germanías, 2008), Por donde pasa la poesía (Baile del Sol, 2011) y ·En legítima defensa. Poetas en tiempos de crisis” (2014, Bartleby Editores) Asimismo, ha colaborado con algunas publicaciones como La hamaca de Lona, Youkali, Viento Sur, Ginebra Magnolia, Eclipse, Nayagua, The children’s book of american bird, Confines (Argentina), Grumo (Brasil-Alemania) y Galerna (USA).


ANTES DE DESAPARECER ( SELECCIÓN)

La infancia que nos aguarda (Nueve infinitivos para el regreso)

Elegir el barro, su arrojo en la disolución, ese abandono

para que los sauces se sostengan. Tierra blanda, ofrecida sin medida como la mirada de los idiotas, la ternura de los cauces. Donde las raíces se estiran hasta escuchar la confesión de los moribundos, donde las hojas se pudren con el abono de los duelos: desasidas se hunden y el árbol las mira con esa distancia con que un muerto mira sus pertenencias. La revelación no viene de lo alto, sube por los talones, los imanta hacia el regreso, yerra de los meridianos.

Rastrear lo que resistió a la crecida, su podredumbre

(o que gracias al barro no pereció). Con esa materia sobreviviente fabricar una figura que se nos parezca, como quien desteje un abrigo viejo y teje otro con su lana, eso que ellas hacían sin descanso para que lo que nos rodeaba no se desvaneciera del todo. Sus agujas siguen hilvanando algo entre el olvido y nuestros huesos. Ellas, guardianas de esas habitaciones a las que los hombres no entran, abrigando a los recién nacidos y a los recién muertos antes de que se enfríen del todo; ellas, resucitando helechos después de la helada.

Escribir desenterrando a ciegas, el tacto no miente con ese fulgor convaleciente llamado nostalgia: tumba de la que el muerto se ha marchado hace tiempo pero

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que sigue fosforesciendo en la frente como esqueleto de potrillo cuando anochece. Desenterrar con las manos y como única luz la de sus ojos menta-arrancada-del-corazón, aquel verde in-tacto.

Laura Giordani

Encontrar un atajo musical a las vísceras, esquivando

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el habla: háblame sin palabras para poder volver o con palabras que no saben todavía esas que guardan la tibieza del vientre de aquella perra los vecinos de los ligustros podados la mataron con vidrio molido por escarbar la tierra que apisonaban con celo por la luz de sus excrementos en la vereda por sus aullidos de hembra en celo a la siesta sobre todo para aplacar esa infancia triturada que aún les devoraba los huesos en los días de lluvia. Los adultos siempre escondían algo, guardaban cuchillos o restos de escarcha en los cajones. Decían solidaridad o habeas corpus mientras asaban nuestro corderito, mi compañero blanco de huesos de nube. Cómo creer en su revolución, sorda al dolor de lo que no habla; pero sí creo en la ira de entonces al descubrir la parrilla, creo fervientemente en esa ira blanca que todavía cava pozos en sus jardines: esa sintaxis homicida llamada adultez desconfío de las palabras de los maestros de las palabras dame la afasia de lo blando la certeza del tacto lo que no finge otra vez el tacto el tacto digo algo parecido a ese calor


para saber que regreso las palabras no me llevan a ese lugar in-tacto.

Decir bondad hasta que caigan las mariposas clavadas

a esa enciclopedia reseca en la que aún buscamos la palabra primavera. (Con el polvo de sus alas y los pulgares entrelazados reconstruir algo parecido al vuelo abolido). Seguir diciendo bondad hasta que todos los clavos caigan y el cuerpo revele su inocencia. Utilizar las varas cuando las brújulas confiesen su derrota. Con ellas rastrear el agua subterránea, la gracia sumergida, los juguetes perdidos al fondo del patio. Sólo ponerse en camino si las varas de sauce tiemblan.

Romperse en el regreso, sin ocultar toda la indigencia

que sobrevino. Trepar por sus rodillas-de-panendurecido hasta que calcio primero y último se confundan en la luz terminal del durazno. No creer a los espejos cuando nos llamen por nuestro nombre o digan caducidad; no somos esos que se dibujan en su agua mercurial con las respiraciones contadas.

Empujar la puerta de esa habitación que los hombres

clausuraron y ver a mamá cambiando los pañales a la abuela, siguiendo el hilo de su conversación extraviada, la viejita le llama mamá y algo parecido a la infancia vuelve a poseerle las mejillas. Anda perdida, canta canciones de otro tiempo: “vaga sola en el suelo pampeano, una loca de lánguida faz”. Aferrarse a esa sustancia invisible que viaja entre sus manos, a eso indestructible que enhebra sus cuerpos.

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LLETRAS S AS

A

ON NUESTRAS PRIMERAS LUCES

Galo Guerrero Jiménez

sí como el amor exige un cuidado especial de todos los días, las habilidades letradas de la lectura y de la escritura también son de cuidado diario, de prácticas constantes; de lo contrario, la habilidad se debilita y puede languidecer tal como desaparece paulatinamente un amor que no florece. La lectura no es una habilidad pasiva o estática: la actividad mental se pone al máximo nivel de construcción y reconstrucción de elementos lingüísticos, sociales y culturales que cada individuo posee según sea su interacción con el mundo de la lectura para entender, interpretar y valorar un texto escrito. Las prácticas de lectura, por lo tanto, deben ser constantes, persistentes, profundamente reflexivas en torno no solo a lo que dice el texto en sí sino al punto de vista que asume el autor en todo el discurso escrito. La habilidad del lector está en descubrir cuál es la ideología con la que el autor se identifica en ese discurso. Tanto el autor como el lector perviven en una determinada comunidad social, cultural, educativa, política y religiosa, y por ende, lo quieran o no, adquieren una determinada manera, muy personal, para ver el mundo, para analizarlo y para actuar en él con esa concepción ideológica, con ese punto de vista muy exclusivo,

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subjetivo. Por lo tanto, el lector no es aquel que se contenta con saber unos contenidos, sino que se interrelaciona con ellos para cuestionarse cómo fueron construidos, con qué mirada ideológica se llevaron a cabo. El momento en que el lector aprende a descubrir el punto de vista del autor, su experiencia personal se enriquece porque entran en juego dos ideologías: la del autor y la del lector, y esa interacción es la que nos construye, nos forma como lectores porque estaremos en condiciones no solo de comprender, sino de inferir y de llegar a juzgar el texto leído. Así, poco a poco, según sean las prácticas lectoras, irá surgiendo un lector con capacidad analítica y crítica, de manera que ese punto de vista sea un referente para formarse y participar como ciudadano, listo y dispuesto para influir con una relevancia muy singular en el colectivo humano al cual puede llegar. Pues, como señala Cassany, “al margen de que puedan existir unas destrezas cognitivas generales empleadas por todos los usuarios en cualquier contexto, que no negamos, practicar la lectura y la escritura implica también aprender las convenciones culturales propias de cada entorno” (2009, p. 112). Por consiguiente, para todo ciudadano alfabetizado “la lectura y la escritura son herramientas fundamentales en sus prácti-

cas profesionales, que están en constante cambio y evolución; son instrumentos esenciales para aprender a lo largo de la vida, para constituirse como un miembro activo y participativo en sus respetivas comunidades” (Cassany, 2009, p. 128). Por lo tanto, la lectura y la escritura que, en su gran mayoría, se practica en soledad y en silencio, se convierten en una fortaleza, dada la “fuerza inaudita, intensa, penetrante” (Cassany, 2009, p. 133) que el lector y el escritor llegan a adquirir con el transcurso de los años, es decir, con la práctica constante de todos los días, para atribuir un significado muy especial al discurso escrito, a la vida y al colectivo humano al cual pertenecen. Bajo esta perspectiva, la escritura y la lectura construyen un mundo. Por eso, qué difícil que es vivir al margen de ese mundo. Como señala Ángela Pradelli: “Si no leemos, ¿cómo vamos a descifrarnos, a saber de nosotros, a comprendernos? Somos eso: mujeres y hombres hechos de lecturas. Algunas noches nos aturden el vacío, la oscuridad. No obstante, cuando empieza a amanecer, las letras siempre terminan acomodándose en el plano y nos orientan, hacen más liviana nuestra desazón. Son las primeras luces que nos señalan rumbos posibles. Y este es el punto: abrirnos para poder leer esa cosmogonía” (2013, p. 22).


MÁGICO

boris salinas

Genio

y

corazón en las manos Por L. Salvador J.

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Hace diez años o más, no

recuerdo exactamente la fecha ni tampoco en qué sala de exposiciones, vi una escultura que me impactó hondamente, pues era la efigie de un pobre viejo que ejercía el oficio de carpintero, pero esculpida de un modo tal que la obra resultaba en sí misma el fiel retrato del trabajo honesto, asumido con dignidad toda la vida, aunque fuera un trabajo mal pagado, pues la figura representaba a un pobre viejo inclinado sobre una tabla a la que aplastaba con la una rodilla, mientras que con la mano derecha manejaba el serrucho y con la izquierda sujetaba el otro extremo de la tabla, en un gesto tan conmovedor que en la escultura hablaba absolutamente todo, el aspecto del viejo, su postura, su vestuario, su rostro digno y sufrido, y hasta el laborioso labrado de sus zapatos viejos de lona, y claro, yo me quedé absorto ante esa obra maestra, mirándola por largo rato, bebiendo el cóctel

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de emociones que transmitía, y leí el nombre del artista, Boris Salinas, y me dije para mis adentros este sujeto es realmente genial, y también escuché decir, no sé si ese mismo día o después, que el escultor era un chico de la calle, o un ex chico de la calle, y aquello por supuesto aumentó el misterio acerca de su persona, hasta que unos años después llegué a conocerlo por fin cuando trabajé de profesor en un colegio en el que enseñaba también Boris Salinas, y entonces alguien me dijo mira, él es Boris Salinas, el escultor, y yo respondí, ¿él es?, puesto que me lo imaginaba distinto, qué se yo, alguien con un empaque más acorde a la genialidades que salían de sus manos, pero no, Boris Salinas era de baja estatura, complexión gruesa y bastante joven y en el hablar demostraba una cultura que estaba lejos de emparentarse con la de un ex chico de la calle, tanto así que cuando en alguna ocasión una asambleísta pasó por dicho colegio promocionando servicialmente la nueva Constitución aún por aprobarse, y promocionando asimismo entre otras cosas el matrimonio homosexual y el aborto, Boris le hizo una pregunta perspicaz acerca de la conservación del medio ambiente, puesto que ya se

veía venir lo del Yasuní, y la asambleísta alegremente le respondió, ¿para no contaminar el medio ambiente?, mejor no respiremos pues, lo cual me pareció a mí la respuesta más estúpida que había oído en mi vida, y a la cual Boris respondió con un silencio sensato que desmitificó el atolondrado entusiasmo que la asambleísta suscitaba en ciertos profesores; pero de todos modos lo que quiero decir es que estamos ante quizá el más grande escultor del país, o el más grande de su generación, que sería poco decir, ya que siempre es riesgoso hablar del más grande o más importante, pero en todo caso, que es uno de los grandes lo es, y lo corrobora su última muestra, que se ha paseado por todo el país y que cerró el ciclo de exposiciones en la recién inaugurada sala Ángel Rubén Garrido de la CCE-L, muestra que recoge 16 pequeñas esculturas lúdicas de chicos y chicas de clase obrera, divirtiéndose en los juegos más humildes, mientras se dan un respiro de sus obligaciones diarias, figuras que rivalizan en belleza y dan fe de este artista prodigioso, que en un país con mejor vivir que el nuestro viviría sobradamente de su arte, pero la vida es así, como el realismo que sale de sus manos, con ese mágico ingrediente de belleza que caracteriza a toda su obra. Hablamos un momento con Boris y esto fue lo que nos dijo:


En la apertura de tu exposición en la CCE-L, hablaste de tus orígenes humildes, refiriéndote a ellos como una bendición. De haber tenido una infancia menos dura, ¿tu arte hoy sería muy distinto?

Bueno, siempre digo que gradezco la posibilidad de la vida, que me permitió conocer la pobreza. Siendo parte de la misma, se comprende tempranamente cómo funciona la sociedad… Se madura muy rápido en la calle, te haces fuerte, valiente, competitivo; eso te colma de valores de solidaridad, entrega y desprendimiento. Definitivamente, si sales de allí tienes un plus; sin esa ventaja, hoy por hoy no habría un Boris Salinas que muestre un trabajo de ese tipo. Nadie da lo que no tiene, y todos esos recuerdos y vivencias tempranas conjugadas con la realidad actual, permiten un arte cargado de vida, fantasía, de realismo social. Un día un amigo me preguntó que si no me daba miedo enseñar mi técnica a los estudiantes universitarios, por la competencia que esto generaría, y le dije que es importante la presión de otros para crecer y mejorar, y que tengo la ventaja de haber pasado mi niñez y juventud en la calle…. En tu obra prevalecen generalmente los niños: niños y niñas dando rienda suelta a sus fantasías infantiles, y también niños trabajando. ¿Qué es lo que más valoras de la infancia?

Ahora vemos niños frecuentemente en mi obra, pero he pasado por varias etapas. En los inicios, hambre y miseria era lo común en mis esculturas; luego de ello, momentos de pesimismo generaron muchos ancianos. Posteriormente, con el nacimiento de mi primer hijo, vinieron una progresión de maternidades; después, una serie de trabajadores populares. Actualmente llevo varios años trabajando en temática infantil, ya que valoro mucho la capacidad de asombro todavía intacta de los niños, su energía, imaginación, valentía, inteligencia, especialmente su curiosidad transparente, llena de ingenuidad. Me inspiro en mis hijos, en mis estudiantes niños, y en las anécdotas que guardo de mis recuerdos…. De todos modos, en toda tu obra se ve una meticulosidad que cuida hasta de los detalles más ínfimos. ¿Has conseguido esa meticulosidad con disciplina, o el ser prolijo siempre estuvo dentro de ti?

Soy muy impaciente…. indisciplinado en general, quiero las cosas ya y fácilmente; estoy en una cosa y termino en otra. El arte me ha permitido un equilibrio, aceptando el tiempo, tolerando los procesos y también me ha hecho entender que las cosas que maduran lentamente saben mejor. Ahora hago menos obras que antes y me tomo mi tiempo para desarrollar detalles y composiciones que van consciente-

mente contra las corrientes artísticas actuales, que cada vez están más vacías, sin transmitir ni decir nada, que se amparan en el discurso y no en el trabajo. Mi arte se va a ir llenando cada vez más de trabajo consciente, colmándolo de ideología y fantasía, traducida en pequeños detalles que logren transmitir mi conceptualización de manera directa, diáfana y sencilla, sin necesidad de discursos. Que mi obra hable por mí. Casi todos descubren tempranamente sus cualidades, hablamos en este caso de las habilidades. ¿Cuándo te diste cuenta de que tenías aquello que los artistas llaman el don?

Mi padre, antes de concebirme, leyó mucha historia del arte en la colección Salvat. Él era un lector voraz; a pesar de las carencias, siempre se esforzó por comprar una revista o un libro. Tenía intereses de estética.

menos o g a h a r y «Aho e antes u q s a r ob o mi tiem m o t e m a desa r a p o p detalles r a l l o r r iciones s o p m o te y c conscien on a v c que tra las n o c e t ac men tísticas r a s e t z rrien cada ve e u q , s e tual vacías.» s á m n está

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Por otro lado, mi madre, una trabajadora incansable, atendía su pequeño puesto de ropa y tejía constantemente. Yo aduzco que al momento de procrearme nací con las inquietudes de mis padres, y creo que de allí viene mi marcado interés por el arte. Mi madre siempre contaba como una anécdota el haber caminado yo muy tempranamente, y el hecho de que siempre le pedía una hoja para dibujar… Mi mejor juguete, decía. Recuerdo claramente que, como no tenía juguetes, siempre dibujaba desde niño: un carbón, la tinta de lustrar o un lápiz eran mis mejores aliados, teniendo como soporte los árboles, las paredes, la calle, el puente de la 10 de Agosto o el papel de empaque que ponían las señoras del mercado en vez de servilletas. Dibujaba teniendo como modelos a las vivanderas que convivían en mi entorno De todas las satisfacciones, ¿cuáles son las más íntimas, las más cercanas a ti, las más perdurables?

Estoy contento, realizado y feliz con lo que hago. Pero, a pesar de esto, contradictoriamente soy tremendamente insatisfecho. Terminar una escultura siempre me deja un sabor amargo: pude haberle hecho muchas cosas, pero el material o el tiempo no me lo permitieron. Y todos los días me propongo empezar. Las satisfacciones más perdurables son mi fa-

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milia, el espacio de mi casa, nuestras amadas montañas, mi mascota, mi curiosidad, cocinar, dormir, el arte, buscar la aventura, el riesgo, no caer en la monotonía. ¿Has pensado en renunciar a la docencia para dedicarte estrictamente a lo tuyo?

Siempre he pensado en eso; es para mí un sueño que espero realizar lo más pronto posible. Cuando uno envejece, tiene más ideas y menos tiempo, y quiero aprovecharlo haciendo lo que amo. Valoro la docencia y aprecio las oportunidades que me brinda de aprender enseñando, y de conocer a personas muy interesantes, que enriquecen tu condición. ¿Crees que la figura del padre y de la madre, hombre y mujer, sean imprescindibles para la recta formación de los niños?

Es muy necesario, son complementos que a pesar de sus enormes diferencias logran conjugar y canalizar la formación de los hijos. Aunque es relativo. Conozco padres que entre los dos no hacen uno, y madres que se multiplican y con sabiduría, sudor y corazón logran delinear el sendero correcto para que sus

hijos salgan adelante. El arte, ¿necesariamente debe ser bello?

No necesariamente. Esto es relativo. Yo veo lo sublime en seres frágiles, desamparados, que para algunos podrían resultar tristes, feos o inútiles. Siempre encuentro belleza en la basura, en el mercado, en actitudes ingenuas, en la pasión que genera una buena discusión, en la obesidad, la deformación del color, de la piel, las arrugas, la enfermedad; belleza patética, que denuncia, que convive, que me atrae porque cumple con los requisitos que mi pensamiento demanda y mi estética requiere.


¿Cómo miras en la actualidad la plástica lojana?

No estamos bien; y no solamente la plástica lojana, sino la ecuatoriana. Y creo que las artes plásticas en general, ya que vivimos copiando modas y tendencias impuestas por otros países y estamos generando un arte alienado, vano, lleno de moda y antivalores, un arte impuesto por un sistema injusto y corrupto. Creo que el arte somos nosotros, y ya que no se lo puede definir, debemos pelear por hacer válida nuestra propuesta, nuestros gustos, nuestra cultura, nuestros sentimientos. Debemos ser genuinos y desarrollarnos en torno a nuestra realidad. No importan los

cuenta siquiera. ismos, lo que Menos mal que importa es te r a l e e u aquí, en Loja, la calidad «Creo q tros, y o esto todavía no y el ser nos somos o l es muy fuerte, sinceros ue no se q a y pero ya se está viencon lo defie d e u p do cómo se introduce en que hamos e b e d , r i n nuestro país una inyección cemos. por r a e l e letal vía internet: doctoSiempre p i l á v r rados en arte o inse me ha hace ra t s e u n telectuales encriticado da sta, e u p o r p tre comillas, por lo que gusnuestros ra culque piensan hago, desde la t s e u n , s o t que para universidad hasta nuestros , a r u t hacer arte la actualidad, pero ientos. m i t n e s basta con yo me mantengo y s ser Debemo leer sobre evoluciono en lo dey s o n i un tema, que yo creo genu rno o t n e s profundique para mí no sarrollar alidad» zarlo y cones arte. Ojo, a re a nuestr ceptualizarno estoy en lo, sin importar contra de las la técnica, la transmivanguardias arsión o la vivencia de fe, ettísticas. Yo expericétera: lo que importa es la mento mucho todos moda: mañana lo cambias y los días con soporpasado también. Ejemplos tes, técnicas, ismos. como el primer premio en Lo que no comparto artes visuales de la XII Biees la falta de serienal Internacional de Cuendad, compromiso ca, en donde ganó una chica y trabajo de ciertas que más o menos cantaba personas, curadores ópera… o el arte invisible, y marchantes que, o poner mierda en latas, sin hacer arte, digolpearte, cortarte o simplereccionan rumbos mente gritar so pretexto de e imponen criterios arte contemporáneo. El arte que idolatran el uridebe evolucionar con equinario de Duchamp librio, inteligencia, honestiy lo oficializan en dad. Así como unos nacen el contexto de conpara escribir, otros para ser cursos, bienales y abogados, arquitectos, cangalerías, dando catantes; así mismo nacen o se bida solamente al hacen los artistas plásticos. arte vip, es decir a video, instalación y performance, dejando de lado al artista, sin tomarlo en

Entorno familiar de Boris Salinas

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Paúl Chimbo Torres

Esa mujer acabará contigo .

.

Dos moscas, moscas de plata, silenciosas moscas que detienen el vuelvo . . se sacan las alas y se revuelcan despacito sobre un chocolate a la mitad un vino destapado o los restos de la yerba mate . . no dibujan corazones en la mesa donde escribo solo cierran sus caleidoscópicos ojos para encontrarse y no les importa que la muerte venga de mis manos cuando se besan con sus pequeñas bocas de cerbatana. .

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otras moscas se acercan más unen sus sucias patas peludas, se abrazan y la novena sinfonía de Beethoven se escucha en todo el cuarto. Apago la luz para que el fornicio cumpla el rito del secreto solo entonces puedo ver las líneas que han ido dejando hasta encontrarse estelas ardiendo, cruzando el aire como navajas veo una verde azulada, otra naranja la oscuridad es una fiesta de luciérnagas en pena desparramadas y apiñadas, ebrias, multicolores . lo entiendo ahora vos eres un punto en alguna parte yo otro punto en otra parte y he tenido que venir hasta aquí para saberlo para al fin ver las líneas, espectros de colores, pequeños cadáveres de sol, verdes, amarillos, y dorados; adentro parecen tener algo ardiente como el alma de un cigarrillo . dónde estás, dónde estaremos a esta hora dos puntos que crean una línea geométricamente imperfecta vos quizá ahogándote en la música de un Stradivarius

yo abriendo puertas malditas, y así vamos componiendo un dibujo absurdo, como el de las moscas fantasma que vuelan en tinieblas. . . conozco tus dudas, espejos de las mías, y te estoy buscando para coincidir en nuestro entierro sé a dónde vas, conozco la ruta que nos llevará a ese sitio tibio y voraz apacible y brutal como nuestros corazones lejanos, lojanos viaja conmigo deja ya de inventar respuestas para consolarte apaga de una vez la luz, encuéntrame como un íncubo maravilloso condenado a escribir como castigo . .

deja de mostrarme la deseducación de tus sentidos no levantes el pulgar no me dejes buena vibra grita conmigo rayos de ácido y humo toma mi mano y escribamos; bailemos en este oasis de etéreas líneas seamos moscas, unamos por fin esos puntos sin esperanza y volemos, volemos juntos hasta explotar. ..

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Las fichas empezaron a construirse hace 27 años están hechas de huellas silenciosas y de carne. Cuando al fin quieras conocerme permite que las voces que me hablan también te llamen por tu nombre. Acércate a mí como si fueses a un circo donde las sirenas cosen con huesos trajes para hombres tristes. No me regales el perfume salvaje de los muérdagos solo lleva un pájaro y déjalo libre cuando los payasos salgan a tu encuentro. Calla, por un instante apágate a la vida y escucha la voz. ¿La oyes?, el susurro del averno otra vez me jala. Enciende una vela que no falten entre nosotros libros y el perro que te inventé por compañía, los perros se parecen a la muerte: siempre tienen hambre de huesos nuevos. Ahora cava, sigue el canto de la santa nodriza completa el rompecabezas absoluto tienes la pieza final las voces me lo han dicho. El fondo de la tierra conserva intacto el sitio que has buscado tanto. Ahí un trocito de mi lengua ha hecho nido eterno. Cuando te acuestes junto a mí el juego de Dios habrá terminado.

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El amor Y Dios dijo:

-Hágase la noche. Y el amor se hizo.


La nueva Como si no fuese bastante soportar los sábados de trabajo extra empecé a cortejarla sin medida. Era la mujer más bella de Carabanchel eguí escribiendo poesía y yo un paño de lágrimas que hace tiempo Después del fin del mundo andaba en sequía, es decir, vivía sin vivir en mí. Sus pasos por la acera eran un jazz erótico llegaste abrazando un gato que hacían bailar por igual y con las senos arañados. los ojos lascivos de sudacas, gringos, europeos, africanos y chinos. Te habían cortado los pezones ¡Cómo cantan esas piernas!―le susurré, para que los hijos de los hombres cuando llegó a la oficina buscando un decorador de interiores. se murieran de hambre. No me respondió, habló con mi socio ecuatoriano No dijimos nada. y continuó meneando la canción de su cintura de regreso a su casa. El mundo había acabado La miré hasta perder su estela, pero yo seguí escribiendo poesía. ese día deseé que ella sea mi última morada. Poco he sufrido por eso llamado amor sin embargo, amé a La Nueva. Para ella hice de tripas un corazón capaz de atravesar el silencio y de algún modo la cultura. Lo que buscas no existe aún― le dije, una tarde que tomábamos un café negro y dulce. Fue entonces cuando permitió meterme en ella: luego nos besamos largamente. “Qué guapa es la nueva”, decían todos menos yo dedicado semanas enteras a decorar su interior con ángeles, filosofía, colores y de vez en cuando, poesía… Así dejé limpiecitos los tortuosos recuerdos de su vida. Días después, semanas después, terminé mi trabajo (no se cree en el amor hasta verlo de frente). La nueva sin más ni menos me pagó tres mil dolores y se fue con un soldado español. La verdad no me puedo permitir recordar nombres pero si vuelvo a verla solamente la llamaré: puta.

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Cine de Guerrilla

Una aproximación al cine de Fernando Cedeño Por Wilson R. Castillo T.

El Ángel de los Sicarios es una película ecuatoriana que pertenece a una categoría auto-denominada como Cine de Combate o Cine de Guerrilla, que se puede traducir en una producción de bajísimo presupuesto (cerca de 4000 dólares), sin apoyo estatal —de hecho, al inicio de la película se dice esto de manera orgullosa y franca—, pero con la característica principal de ser un tipo de cine que acude a temas cotidianos, directos y con una impronta violenta más que bien lograda, reconocida internacionalmente por medios como la BBC de Londres. Además, por lo de “combatiente” se refiere intencionalmente a que sus producciones hacen frente al cine oficial del país. El Ángel de los Sicarios es un largometraje hecho con agallas y con una aceptación masiva del público que hace replantear a críticos y realizadores que otro cine es posible en el país. La historia se fundamenta en un tratamiento realista en las escenas de acción y se regodea —sin miramientos— en un gore pocas veces visto en nuestro medio. La dirección de fotografía está mucho más lograda que en su anterior Sicarios Manabitas y sirve como la herramienta propicia para que los actores muestren lo que mejor saben hacer en este tipo de cine, que no se inmuta a la hora de presentarse particularmente violento y crudo. El largometraje tiene un buen ritmo y ninguna escena está de más o se siente la ausencia de algo, producto del buen oficio y de la experiencia ganada en producciones anteriores.

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Presentado y disponible en formato DVD muy asequible al público (el original tiene un precio de tres dólares) incluyendo el making of de la película. Recomendadísima para ver el cine subversivo hecho en el país, mostrándose honesto en sus diálogos, con balas certeras que se quedarán en las retinas del público y un ambiente desenfadado al que se le perdonan algunos detalles técnicos a sabiendas del presupuesto y limitaciones con el que fue realizado y la forma casi mágica de filmarlo.

Lo dicho, muy recomendado.


EL NOMADISMO EN LA NOVELÍSTICA ECUATORIANA

Yovany Salazar Estrada

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as novelas sobre la migración, in-

terna e internacional, no son las únicas escritas por narradores ecuatorianos contemporáneos, que tienen como tema central y de fondo el desplazamiento humano; por ello, es importante citar, a título de ejemplo, seis novelas ecuatorianas, publicadas de manera simultánea a cuando se produjo la “estampida emigratoria” ecuatoriana, en las que se presentan como personajes protagonistas a viajeros, y en las cuales el viaje se convierte en un fin en sí mismo, conforme lo

manifiesta un personaje de La luna nómada de Leonardo Valencia: “Me sugirió que llevara poco equipaje, para que nada me distrajera de lo más importante, que era el viaje” ( Va l e n c i a , 2004: 176). E s tas novelas han sido publicadas de manera

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simultánea a cuando se produjo el último flujo emigratorio de ecuatorianos hacia los Estados nacionales del Hemisferio Norte, de manera fundamental Estados Unidos y España y presentan como personajes protagónicos a viajeros, a seres nómadas, a migrantes permanentes, que convierten al viaje como un fin en sí mismo, tal como se pone en evidencia en los párrafos subsiguientes.

El viajero de Praga

(1996), de Javier Vásconez (1946), en donde se presenta el desolador recorrido del doctor Josef

Kronz, médico checo e inmigrante voluntario, muy cercano a los personajes del escritor praguense Franz Kafka, que busca un lugar fuera de la historia y para intentar encontrarlo emprende un dilatado viaje que le lleva desde Praga, en su país de origen, hasta Barcelona, Londres y finalmente a Quito, la ciudad capital del Ecuador, en los Andes americanos, de donde es originario el autor de la novela.

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Destino Estambul

(1998), del narrador y diplomático quiteño Jaime Marchán (1947), en la que se re-

lata la vida de un periodista sin trabajo, que parte desde Quito hasta llegar a Estambul, pasando por distintos lugares; puesto que, si bien su propósito al momento de partir fue llegar y establecerse en Nueva York; sin embargo, debido a las malas gestiones de una agencia de viajes, se le modifican los planes iniciales y termina en la capital de la antigua Constantinopla. Ya en esta mítica ciudad, gracias a la “solidaria ayuda” de un compatriota, consigue trabajo como inspector portuario del banano exportado desde el Ecuador, en una empresa que se especializa en detectar las enfermedades tropicales de la fruta verde ecuatoriana. Lo que el personaje protagónico de la novela no conoce a tiempo es que la supuesta ayuda para conseguir el empleo solo constituye una estrategia de los narcotraficantes, para convertirlo en colaborador del tráfico de drogas, actividad ilegal de la que, subrepticiamente,

también participa la empresa para la que trabaja. La argucia de los embaucadores brinda el fruto esperado, aunque sea de manera temporal, ya que la posición laboral del antiguo periodista le permite hacer amistad con el cónsul ecuatoriano, un dipsómano, y con su insatisfecha esposa. Luego que el protagonista logra liberarse de los problemas legales en los que se ve inmiscuido por los narcotraficantes, la capital turca será el escenario de una apasionada aventura amorosa con la bella e ilustrada Shair y, a través de esa historia, se explora y ahonda en los límites extremos del destino humano y se pone de relieve la misión redentora del arte y la literatura, con un final feliz, en el cual los malos van a prisión y el protagonista recupera a su amada turca. En De Loja a Roma pasando por donde Maite, peregrinación de un catecúmeno necio (2000), de Carlos Carrión Figueroa (1944) se aborda el tema del viaje, del movimiento perman e n te del protagonista en distintos espacios geográficos, desde el sur del Ecuador hasta el Norte desarrollado de Euro-


pa; en esta novela se narra el viaje de Loja a Madrid, para luego avanzar desde Madrid, primero en autobús y luego en tren, hasta Roma, pasando por Francia y otra vez de regreso, con escala en Barcelona, hasta estar de retorno en casa de Maite, la cuñada del narrador, en Madrid. El arte de saber contar se desparrama a borbotones en esta estupenda novela testimonial, la cual está narrada desde una primera persona gramatical y utilizando diversas técnicas narrativas y figuras literarias que embellecen cada testimonio que el autor va describiendo, conforme avanza en su peregrinaje. Como dice Galo Guerrero Jiménez este poema narrativo, esta novela testimonio, este peregrinaje de Loja a Roma no puede ser otra cosa que un poema, porque la poesía es vida en abundancia, y esto es lo que se respira en el libro y ante todo el amor por la mujer amada; en este caso el valor que ocupa doña Mariflor en toda la obra es sorprendente, gratamente admirable y abiertamente testimonial. La posibilidad de conocer otros lugares y a personas de distintos países del mundo también está presente en el libro: el japonés de la pareja que lee una novela en inglés y pasa las páginas como karateca perdido, el encuentro con un viejito en calentador, corriendo como un gamo a lo largo del Río Sena, las muchachas alemanas y nor-

teamericanas que descansan en la orilla del mar Mediterráneo, todo lo que observa y admira en el recorrido y, de nuevo, la ciudad condal de Barcelona, hasta retornar al punto de partida del peregrinaje: Madrid, la capital de España.

riores, y termina casándose con la hija del ya difunto Padre Trinidad e incorporándose a la vida de gitano errante. El desterrado (2000), de Leonardo Valencia (1969)

En El Viaje de Padre Trinidad (2005), de Eliécer Cárdenas Espinoza

(1950), partiendo de un referente real, como es el terremoto que devastó la ciudad de Ambato, en el año de 1949, se pone a caminar a personajes como el Padre Trinidad, líder de un grupo de gitanos, los cuales al ser acusados del robo de una reliquia de oro en una de las iglesias destruidas, tienen que enfrentarse al implacable Comisario Núñez, que los persigue a sol y sombra; sin embargo, los gitanos logran escapar y el Comisario Núñez, después de haber sido destituido del cargo, de enviudar y de haber caído en la pobreza, con el correr de los años se reencuentra con la familia a la que persiguió con tanta saña en años ante-

cuenta la historia de una familia italiana, los Dalbono, enmarcada en las primeras décadas del siglo XX y los aciagos años de la Segunda Guerra Mundial. Domiziano Dalbono hace su primer viaje al África cuando es muy joven, y regresa a su país con un botín precioso robado a un cadáver y con Sabina, su esposa. Después del nacimiento de su primogénito, Orlando, y durante la espera de su segundo hijo Carlo, Domiziano parte para la guerra de Abisinia y cuando retorna se producen grandes cambios en la familia. Tiempo después, cuando los hermanos Dalbono crecen, cada quien toma su rumbo. Orlando, aturdido por la inmovilidad con la que transcurren los días, aunque temeroso de abandonar el confort de la vida familiar,

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se enlista en el ejército y parte hacia Verona. Carlo, atraído por la labor de un sastre ambulante, decide huir de la casa de sus padres, sin ninguna explicación. Este mismo autor publica, en el año 2009, la novela Kazbek, en la que, a través del narrador protagonista, se asiste al acto de escribir y al acto de emigrar más como un viaje mental que como un movimiento real en el tiempo o en el espacio. En la novela se desarrolla la reflexión o la respuesta sobre el vacío de irse, sobre aquel indecible sentimiento que se produce entre un lugar y otro. En la ficción novelesca, el narrador Kazbek se siente un sujeto desarraigado, por haber abandonado el país de los volcanes (Ecuador), en donde nació, aunque: “Él preferiría no ser un desarraigado y tener una casa propia” (Valencia, 2009: 30). Este sentimiento de desarraigo lo experimenta desde lo primero que escribe por encargo, para una agencia de publicidad, ocasión en la que: “Para escribirlo, Kazbek se fue de Guayaquil a una casa de campo en la montaña -en una primera muestra de la relación entre su escritura y el desarraigo- y escribió textos, reescribió otros y transcribió citas para completar este libro en el tiempo acordado” (Valencia, 2009: 33). En otra de sus estampas escritas sostiene que: “El desarraigo es el camino de fuego de la vida breve” (Valencia, 2009: 99). Y cerca del final de la novela afirma que el escritor, como el resto de artistas, trata de salir fuera del país de origen en busca del maestro que le enseñe todo lo que necesita para emprender su labor creativa de

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calidad y trascendencia, maestro al cual no acaba de encontrar; sin embargo: “Como ya se ha marchado demasiado lejos, y perderá mucho tiempo en volver a su lugar de origen, o simplemente ya no puede volver, se sienta a crear su obra en el destierro” (Valencia, 2009: 123). Los recuerdos del país de origen tampoco abandonan al narrador, en ningún momento ni lugar, por ello mientras Kazbek se encuentra en Marruecos, cree que está en su país natal: “Contra la pared se apoyan las sillas de cuero ajado de los lustrabotas. Kazbek tiene la sensación de estar en Ecuador ¿Piensa esto porque la próxima semana viajará al país de los volcanes?” (Valencia, 2009: 34). En su intento por escribir la Gran Novela, el narrador desea retornar a la ciudad de Guayaquil que meció su cuna: “Viajará al país de los volcanes y dedicará un mes en Guayaquil a documentarse sobre Dacal” (Valencia, 2009: 40). Aunque cuando arriba a esta ciudad, mientras pernocta en casa de sus padres se siente un ser extraño en ese lugar o cree que así lo perciben los otros seres que lo habitan, incluso una iguana que está en la rama de un árbol: “Imagina que ella le está hablando y le cuestiona lo que ha venido a hacer allí, que él ya no pertenece a ese sitio, que los suyos ya no son los suyos y que los ha abandonado” (Valencia, 2009: 48).


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A MÚSICA Y LA POESÍA POPULAR, FORMADORAS DE LA NACIONALIDAD ECUAT

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RIANA

Vicente Jaramillo Fierro

H

emos advertido frecuentemente que la identidad, considerada individual o colectivamente, sólo puede entendérsela en términos de cultura, y tanto es así que, cuando se emprende en grandes cambios sociales, necesariamente la idea de tales cambios se inserta en las manifestaciones culturales colectivas, y sólo entonces las transformaciones sociales se producen y se mantienen. En el presente comentario, y por la extensión del tema que podría dar a lugar a divagaciones, nos referiremos a un período concreto de la historia ecuatoriana: la función de la música y la poesía popular en las guerras de la independencia y la formación del estado ecuatoriano.

En Los recuerdos históricos de la guerra de la independencia, el general Manuel Antonio López relata las circunstancias de la batalla de Ayacucho (1824), que selló la independencia de América del Sur. En la mañana del 9 de diciembre los soldados se despertaron con los sonidos de al menos seis bandas de música. En una sana competencia, bandas de diferentes

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Sala Capitular. San Agustín, Quito

regiones americanas, traía a los soldados la memoria de sus hogares y pueblos, y a la vez “[…] sentíamos que fundía el corazón de 6.000 hombres en uno solo y ardiente como la América”. Aquí la música ayudó a los soldados a conectarse con el tiempo y el espacio, lo cual fomentó el sentimiento identitario de pertenencia a diferentes lugares de América. Si logramos conectarnos con la historia del proceso independentista ecuatoriano, encontraremos que la música y la poesía popular se convierten primero en signos desestabilizadores al cuestionar las falencias del gobierno colonial, sembrar el descontento y el anhelo de independencia; pero una vez obtenida ésta, sirven para fomentar los valores que darán sustento a la nación. La música y la poesía popular van poco a poco integrándose al imaginario social con

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un nuevo discurso cultural, pues se trata ahora de construir una nueva sociedad fundamentada en los valores del ciudadano ejemplar. La clase social dominante empieza a comprender que el nuevo protagonismo lo tiene el pueblo, la opinión pública, que se expresa a través del canto y la poesía, ya no como simple receptor sino como sujeto activo de acciones colectivas. Este protagonismo rompe las estructuras culturales anteriores, como la preferencia por las canciones militares en lugar de la música religiosa, las arengas patrióticas, las proclamas y todos los recursos que el canto popular y la inventiva literaria permitía, como las recordadas coplas que hasta hoy son admiradas por la agudeza de sus versos y la fina sabiduría del pueblo. Las manifestaciones musicales de entonces se cate-

gorizan en música culta, la música de las clases altas, que al comenzar a fijarla en partituras y asociarla a textos de la circunstancia del momento, va configurando los valores e ideas nacionales. La música popular, en cambio, inmediata y más cercana a los hechos y generalmente anónima, se expandía con más rapidez, y aunque no quedaba registrada en documentos como la música culta, configuraba una valiosa oralidad, que en varias ocasiones fue aprovechada por la alta sociedad para crear y difundir publicaciones clandestinas. Juan León Mera (1832-1894), en Cantares del pueblo ecuatoriano, (1892), valora la importancia que la poesía popular tuvo en la configuración del estado ecuatoriano. Las dos manifestaciones musicales, cada una en su ámbito, contribuyeron a fijar en el imaginario colectivo los valores que reclamaba la nueva sociedad:


reconocimiento a los héroes, fidelidad a los compromisos ciudadanos y conciencia de un naciente identidad nacional. Las élites ilustradas crearon textos literarios de alto contenido patriótico unas veces, otras claramente subversivo, pero siempre al servicio de objetivos comunes. Transcribimos a continuación algunas coplas, posiblemente acompañadas con instrumentos populares. Apoyo a la Junta Soberana del 10 de agosto de 1809, que cesó en sus funciones al gobierno español: ¡Abajo malditos godos! ¡Viva la Junta! Libertad queremos todos, Independientes vivir; Con ellos, de todos modos, Este vivir es morir. A este afán colectivo de libertad, que trae como referente la tragedia colonial, semejante a la muerte, se suma ésta, que pone como nuevo referente la identidad de los pueblos andinos y su referencia al incario: O somos libres o no. ¡Viva la Junta! Si libres no hemos de ser, Más vale como los Incas Sepultados perecer, Y no de España ser fincas. La idea de crear una memoria colectiva necesaria para fundar la nación y repasar la historia es evidente en la copla; pero lo es también la comparación de la falta de libertad con la muerte y la categoría que se le da en la re-

ferencia al pasado incásico. La dinámica social irá repitiendo y recreando melodías y textos, adaptándolos a tiempos diferentes, no por falta de recursos creativos sino por su capacidad de adaptarse a diferentes contextos sociales. De esta manera se van también definiendo o reconociendo las formas rítmicas que darán lugar a los géneros musicales, cuando por la acción de relacionar ritmos semejantes se llega a configurar un patrón común. Muchos elementos confluyen para establecer un género: el peso de la tradición y melodías y textos que el pueblo los asimila como propios, porque encuentra en ellos elementos comunes y diferenciadores a la vez. Así se configuró entre géneros el Pasillo, canción que debió escucharse muchas veces entre los ejércitos libertadores que provenían de Colombia, Venezuela y Ecuador, y que bajo la influencia de las músicas regionales llegó a convertirse en el pasillo colombiano, venezolano y ecuatoriano. Para lograrlo, el pasillo ecuatoriano recibió la influencia de los ritmos tradicionales sanjuanito y yaraví, mientras que los pasillos colombiano y venezolano se influenciaron del bambuco y joropo en su orden.

Cerramos el presente comentario ratificando la importancia de la música y la poesía popular en la construcción de la nación ecuatoriana. Estos recursos culturales emplearon su capacidad de convocatoria para informar, educar a la sociedad, darle estabilidad y homogenizar los intereses colectivos. Fueron

las coplas populares y las canciones creadas por las clases ilustradas que en el proceso histórico-cultural se convirtieron en las canciones patrias y regionales, consideradas como auténticos himnos, porque surgieron de la necesidad de fundamentar los ideales de los nacientes pueblos. Se crearon así valiosas obras literarias modeladoras de las nuevas sociedades, y en este ejercicio fueron surgiendo también las formas musicales que como el pasillo ecuatoriano fueron reconocidas como la representación genuina del sentimiento nacional.

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R eliquias albergadas

en alguna parte

DARÍO JIMÉNEZ

- ¡No, no, no!

¡No tienen por qué dispararme! ¡Ey..!, díganme la verdad… ¿Todavía estamos en el juego? David Cronenberg

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A Nati Cuando entré, todos estaban dormidos en hilera sobre un piso frío de cemento descolorido. De inmediato pensé en esos fumaderos chinos de opio del siglo XIX. No conocía a aquellos hombres, pero algunos rostros me eran familiares. En el fondo del cuarto, detrás de una especie de escritorio desvencijado, un tipo de rasgos indefinidos, con unos dedos largos, fumaba tabaco; dejaba salir de su hipotética boca un humo espeso que hacía de su cara un proyecto más indefinido todavía. Mi primo no estaba entre esa ristra de gente que

dormía como si los hubieran sedado. Algunos roncaban mientras se les chorreaba la baba; otros se habían llevado el pulgar a la boca; los demás parecían estar muertos. Así que mi incursión había sido en vano en esa habitación. Pero, ¿dónde lo hallaría?, eran más de diez la puertas que conté antes de entrar en esa habitación oculta tras una puerta secreta ubicada en el baño de la casa. Pasaron unos minutos, esperé sentado en unas gradas que conducían a una mezzanine; nadie me podría ver, al menos nadie que no subiera a la mezzanine, casi en el segundo piso. De pronto apareció un tipo con una camilla y sobre la camilla venía acostado, en estado fetal, un hombre delgado; balbucía frases ininteligibles. Hice como si dormitara un sueño de borrachera para que, si se fijara en mí, pensara que solo se trataba de un ebrio más. El tipo no me vio. Lo se-


guí sin que se diera cuenta. Pero antes de salir tras él, a mis espaldas, y pasando los abalorios y la puerta falsa de madera, se escucharon gritos de ebrios, como si alguien se resistiera a ser llevado por la Policía. No sé por qué pensé que las personas en la taberna seguían disfrutando de la fiesta. El tipo recorrió todo el pasillo, unos 30 metros desde la rampa principal que llegaba desde la puerta falsa de madera incrustada en el baño de la supuesta taberna, hasta una habitación iluminada de rojo. En cuanto llegó, fue asistido por otro sujeto, este llevaba mandil de enfermero. Entre los dos tomaron al ebrio y lo depositaron en una especie de meseta triangular de cemento pulido. Todo lo iluminaba una bombilla de 60 watts; al fondo, una figura de Ganesha daba al lugar un aspecto de circunspección. Colocaron al borracho sobre la superficie de cemento y se pusieron manos a la obra. El que llevaba la camilla lo empezó a desnu-

dar y el otro sujeto fue hasta un cómodo desde donde extrajo una especie de pinza. El sujeto de la camilla retrocedió y tropezó con algo. El supuesto enfermero le lanzó una mirada fulminante. Nadie dijo nada. El tipo del mandil de enfermero cogió la pinza. Con esta sostuvo un frasco y lo colocó sobre la llama de un mechero bunsen. Cuando el contenido del frasco se hubo calentado, el tipo lo vertió sobre la boca del ebrio. Este solo se quejó un poco, pero luego se retorcía de placer, inclusive se lamía con fruición los labios. El sujeto del mandil de enfermero hizo una señal al hombre de la camilla y éste

le trajo un espejo ovalado. Lo colocó sobre el ombligo del ebrio desnudo y empezó a murmurar algo. Cuando el hombre dejó de retorcerse, el supuesto enfermero colocó el espejo en la cara del hombre que estaba en la camilla, luego hizo una señal con la mano izquierda y volvió el espejo al ombligo del ebrio. Del espejo apareció la cara del ebrio, pero lo que reflejaba era su ombligo. Cuando el espejo fue llevado nuevamente hasta la cara del ebrio, el espejó se tornó totalmente rojo. La luz se hizo más mortecina y el ebrio se desmayó en un sueño tan pensado que lo obligaba a roncar estruendosamente. Dejé la puerta entornada, como la había encontrado, y salí sin saber a dónde iba. Solo pensaba en mi primo y en su seguridad. Atravesé todo el pasillo, que en dos ocasiones se quebraba para dividirse en otros pasillos más. No sé por qué tomé el de la derecha y continué corriendo. La borrachera se me había pasado hacía mucho tiempo, desde que mi primo no regresó del baño

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y yo caí por casualidad en la puerta falsa que daba al subterráneo de ese tugurio infernal. Se terminó el pasillo. No quedaban más puertas. De hecho, entre tan largo pasillo, solo pude divisar cuatro puertas. Tomé la que me quedaba más cerca y regresé a un cuarto similar al primero. Allí, un tipo alto, con unos dedos larguísimos liaba un cigarrillo y, tirados en hilera, dormían unos sujetos de toda edad. Algunos roncaban, pero tan quietos que parecían estar muertos. Salí de allí. El tipo ni me notó. Entré por una puerta y por otra puerta y por otra. Jadeaba y perdía la esperanza de encontrar a mi primo en ese laberinto. Así que regresé al lugar por donde había ingresado al subterráneo, pero cuando creí haber hallado la puerta, solo se trataba de un pedazo de plywood sobre un tabique de cemento. Me empecé a desesperar. Sentí que alguien me tomaba del brazo y reaccioné. Era Fernando, mi primo. Me hizo una señal de silencio y me dijo que lo siguiera. Me llevó hasta el primer cuarto. En aquel lugar los sujetos dormidos habían cambiado. Ya eran otros los rostros que dormían el sueño inducido. Mi primo me hizo una señal y me indicó que tomara las llaves que se encontraban

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sobre una repisa, al lado de una lámpara que daba una luz rojiza. Entré silenciosamente, el tipo fumaba su apestoso cigarro y leía un libro forrado en piel. Tropecé con algo y caí al suelo, era un durmiente con lo que había tropezado, lo supe en un rápida inspección con la mano. Mi primo se dio cuenta de lo que pasaba y corrió a ayudarme. Pero antes de llegar fue alcanzado por el golpe de un hombre vestido de enfermero, tal vez el mismo tipo que hizo aquella cosa con el ebrio y que yo había presenciado. Mi primo cayó de bruces y se golpeó la cabeza. Intenté ayudarlo pero no pude. Estaba muerto, o al menos eso parecía. Intenté levantarme pero algo me detenía desde abajo. Los sujetos que dormían se habían despertado y dos de ellos sostenían mis pies como grilletes. Pero estaban débiles. Logré zafarme de sus manos y doblegué al sujeto de la bata con una certera patada en los testículos. El

hombre del escritorio quiso hacer algo, pero ya era muy tarde. Abandoné la habitación. Salí corriendo con todas mis fuerzas. Cuando me di cuenta había llegado a la trampa original. Esta vez era la verdadera. Salí por el baño y llegué hasta la barra. Pagué de lo más tranquilo la consumición para no levantar sospechas, porque seguro que el de la barra era aliado de esos individuos. Me marché preguntando por mi acompañante, como quien no quiere la cosa. El barman me dijo que había salido con una señorita muy hermosa y me susurró algo al oído que no entendí muy bien y que se confundió con la canción de fondo: Darte un beso. Le agradecí. El sujeto me hizo un guiño y siguió limpiando los trastos. Afuera eran las seis de la mañana, llegamos a las once de la noche a ese bar.


Caminé un poco. Busqué mi celular en los bolsillos pero no había nada. Solo tenía una solución. Ir a buscar ayuda. De camino a casa me encontré con Guillermo, un hombre tan resistente al alcohol que seguro estaba intacto después de tres días de farra. En efecto estaba solo un poco ebrio, cuando le conté lo que me había pasado y sobre la condición y el estado actual de Fernando, además de su seguridad, dijo que no me creía, porque eso parecía más un sueño; sin embargo se apiadó de mis lágrimas y decidió ayudarme. Cuando regresamos, la puerta de metal se había desenrollado hacia abajo y ni una sola alma estaba por el lugar. Decidimos no darnos por vencidos. Como se trataba de una casa de un piso. Nos metimos por la terraza haciendo de una ventana baja un apoyo para nuestros pies. Ya arriba, una puerta metálica nos obstruía el paso. Decidimos que sería mejor entrar por la ventana de la cubierta de la grada. Con una presión sostenida logramos quitar el pestillo de la ventana que no tenía protecciones y nos lanzamos hacia abajo. En la parte inferior no había un bar, sino que se trataba de una sala, la sala de cualquier familia típica de esas que hay en todos lados, unos muebles presuntuosos pero de mal gusto, una mesa de centro y un mueble tosco que soportaba la televisión plasma y un equipo de música. Con susurros me dijo Guillermo que si nos cogía la Policía estaríamos fregados, que yo le había dicho que allí había un bar. Le dije que se callara y que me siguiera. Adentro, una señora deslumbrante, de cabellos rizados y rubios, exprimía naranjas. No podía ser ese el lugar. Nos dirigimos hasta el baño, que se encontraba en la misma posición que el baño anterior. La puerta falsa de plywood estaba allí. Guillermo reconoció que yo había dicho la verdad y

me siguió. Adentro, la misma luz mortecina nos esperaba. Solo que esta vez, todo parecía más desierto. Los cuartos estaban vacíos. Nadie dormía el sueño inducido en el piso frio de cemento. Buscamos por todas partes pero no encontramos nada. Ni camillas, ni sillas, ni escritorios, ni tipos vestidos de enfermeros; ni nada. Salimos por la puerta falsa de plywood, decepcionados. Yo ya sabía que Fernando se había perdido para siempre en ese lugar donde rituales absurdos inducían a dormir a las personas. No sé por qué pensé que esos rituales servían para, por medio de los sueños robados a los ebrios, los sueños más plácidos de todos, mantener con vida a un ser infernal que se alimentaba de lo onírico. Quizás me lo había dicho Fernando, cuando íbamos por los pasillos, pero todo resultaba muy difuso. Esta vez Guillermo fue el primero en atravesar la puerta de madera y soltar un grito de felicidad al encontrarse con la taberna tal y cual la había yo dejado. Yo ya no sabía qué creer. Me acerqué a la barra y le pregunté al barman qué era lo que pasaba. Que le exigía que me dijera la verdad. Él me contestó que lo que yo creía sobre el lugar era cierto, que había sido él quien me lo había contado segundos antes de haber salido de la taberna. Me preguntó si recordaba el guiño. Que si no me daba cuenta de que estaba en el sueño era porque ya me había despertado y si no me daba cuenta de la vigilia era porque ya me había dormido… Sentí que estaba despierto cuando Guillermo me arrastraba de los pies para sacarme de ese cuarto frío. Mientras me arrastraban pude ver a Fernando dormir un sueño tan plácido que ni un terremoto lo hubiera podido despertar. Sentí que me iba quedando dormido, presintiendo las pesadillas que se podrían acumular en mis ojos y contemplándolas en el movimiento de los labios de Guillermo mientras me decía que no me preocupara, que él me sacaría de allí con vida.

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Imagen, cortesía de Diario Crónica, Loja

Félix Paladines, Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Loja

Casa de la Cultura de Loja socializó gestión cumplida en el 2014 Con la proyección de un vídeo documental de los actos artísticos culturales, gestión y apoyo institucional, difusión de la cultura en otras provincias y en los cantones lojanos, se inició la jornada de transparencia cultural de rendición de cuentas 2014, el 25 de marzo de 2015, en el Auditorio Pablo Palacio, por parte de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Núcleo de Loja. En el informe, el máximo representante de la cultura lojana, Dr. Félix Paladines dio a conocer que en base a 4 parámetros aprobados por la SENPLADES se planificó y se evidenció el trabajo del Núcleo de Loja. Se ha puesto empeño en el fortalecimiento, integración y apoyo a los creadores del arte de manera particular a escritores, poetas, cineastas, teatreros, concertistas, cantantes, bailarines, artistas plásticos, etc. Cabe resaltar que la Casa de la Cultura de Loja, en el 2014, organizó eventos de presentaciones

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de libros, exposiciones de artes plásticas, ciclos de cine, festivales de teatro, conciertos, simposios, concursos, integración cultural con las provincias de Zamora, El Oro y Guayaquil y fortalecimiento de las extensiones culturales con las escuelas de oratoria, que tuvieron una acogida de alrededor de cincuenta mil personas, eventos que fueron difundidos a través de boletines de prensa, web, redes sociales y ruedas de prensa. En su informe, el Presidente de la CCE también abordó la situación financiera de la Institución cuyo presupuesto es insuficiente para atender las múltiples demandas de los proyectos culturales. La entidad rectora de la cultura provincial emitió un folleto con el informe narrativo de rendición de cuentas en el que constan las cifras de beneficiarios de la institución, así como los montos presupuestarios, sus fuentes, inversión, ingresos y egresos.


Ba s e s III Concurso de Literatura Miguel Riofrío 2016 Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Loja La Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Núcleo de Loja, con el propósito de potenciar, fomentar y valorar el trabajo de los escritores ecuatorianos, convoca a la III edición del Concurso de Literatura Miguel Riofrío, género Novela, de acuerdo a las siguientes bases:

I.- PARTICIPANTES Podrán participar todos los escritores ecuatorianos que presenten novelas originales y rigurosamente inéditas en todas sus partes, escritas en español y que no hayan sido premiadas ni reconocidas con menciones de honor en otros concursos, ni estén a la espera de otros fallos. Cada autor podrá presentar únicamente un original. No podrán presentarse al premio los ganadores del primer lugar en las ediciones anteriores, ni tampoco los miembros del jurado de dichas ediciones. El participante garantizará la autoría y originalidad de cada obra y será responsabilidad del autor su inscripción en el Registro de Propiedad Intelectual. II.- PRESENTACIÓN Los participantes remitirán los originales por triplicado, debidamente anillados y mediante el sistema de plica, a la siguiente dirección: Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Loja (Concurso literario Miguel Riofrío), Colón 13-12 y Bernardo Valdivieso, Loja-Ecuador La extensión de las obras no ha de ser inferior a las ciento cincuenta páginas ni superior a las doscientas cincuenta, en letra de 12 puntos, mecanografiadas a doble espacio y por una sola cara en hojas de tamaño DIN A4. En la primera página se reproducirá el título de la obra y el pseudónimo del autor. La obra irá acompañada de un sobre aparte, donde figuren en su exterior el título y el pseudónimo, y en su interior los siguientes datos: identificación del autor; domicilio actual; copia de la cédula de identidad; copia en digital de la obra; nº de teléfono y correo electrónico; y manifestación expresa del carácter original e inédito de la obra, así como de la titularidad de la misma, y de la aceptación de todas y cada una de las bases del galardón. Las obras que no reúnan tales requisitos, no serán admitidas a concurso. III.- CATEGORÍA Se establece una única categoría nacional.

IV.- PLAZO La admisión de originales se cerrará el viernes 28 de agosto de 2015 a las 16 horas (cuatro de la tarde), y por ningún motivo se admitirán los trabajos llegados después de dicha fecha. V- JURADO Y VOTACIÓN La composición del jurado solo se hará pública el día del fallo. Las deliberaciones del jurado serán secretas, no se establecerá comunicación alguna con los participantes y el fallo será inapelable. El fallo del jurado se producirá, salvo causa de fuerza mayor, a fines del mes de noviembre, mediante rueda de prensa en la CCE, Núcleo de Loja. Una vez adjudicado el premio, no se devolverán los originales presentados, los mismos que serán destruidos. En ningún caso se facilitará copia de los informes realizados para la evaluación de las obras. VI.- PREMIO Se otorgará un premio único de cuatro mil dólares (3.000 USD) a la novela que se declare ganadora. La CCE, Núcleo de Loja, publicará por medios propios o externos los ejemplares que considere conveniente y entregará al autor un determinado porcentaje de los mismos. El premio podrá ser declarado desierto y el jurado tendrá la potestad de otorgar, si fuera el caso, menciones de honor. Los galardonados se comprometen a acudir al acto de premiación que determine la CCE, Núcleo de Loja, en febrero de 2016, así como a los actos de presentación de la obra ganadora que la CCE Núcleo de Loja estime oportuno organizar. VII.- RECURSOS Cualquier aspecto no contemplado en estas bases o circunstancia anómala será resuelto por la Casa de la Cultura, Núcleo de Loja. La presentación a este concurso implica el completo acuerdo con las bases establecidas, ya que en caso contrario se entenderá que el participante renuncia al premio.

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Celebración del 68 aniversario de la Casa de la Cultura de Loja

Jorge Valarezo Loaiza, Adriana Jaramillo, José Bolívar Castillo, Félix Paladines, Alicia Ochoa, María Rosa Romero y Elsi Alvarado Con un teatro lleno y con una serie de intervenciones académicas, literarias y musicales, la Casa de la Cultura de Loja, el 20 de febrero celebró por lo alto el 68 Aniversario de su constitución. El máximo representante de la entidad cultural Félix Paladines precisó la importancia de la creación de este Núcleo que tuvo la iniciativa de intelectuales lojanos como es el caso de Carlos Manuel Espinosa, Eduardo Mora Moreno, Pío Jaramillo Alvarado, José Miguel Mora Reyes, Alfredo Mora Reyes, José Emilio Muñoz, Reinaldo Espinosa Aguilar. Paladines mencionó que en esa época la Casa era elitista y no concebía la inserción de miembros de género femenino… Esta situación ha evolucionado y ahora precisamente la juventud y el género femenino tienen un sitial en la Casa de Carrión, ello haciendo alusión al nuevo

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empadronamiento cultural en la que de nueve miembros admitidos 6 son mujeres, recalcó Paladines. Paladines expresó su felicitación al ganador del II Concurso Literario Miguel Riofrío, Pedro Arturo Reino Garcés quien con su novela histórica Tren a Chuchubamba ha sabido conectar al Ecuador a través de historias y personajes reales, fantásticos, místicos pero sobre todo con un mensaje de unidad nacional. Por su parte el escritor Luis Salvador Jaramillo dio lectura del prólogo de la obra por encargo de la escritora Sonia Manzano Vela.

Además en el acto se condecoró al ganador de la obra y se entregó la mención de honor provincial al escritor Darío Jiménez Gahona. Luego se hizo el reconocimiento público al Mejor Servidor Institucional 2014 en la persona del Sr. Paúl Ramírez Guamán, Director de la editorial Gustavo Serrano; y, se procedió a la entrega de las credenciales a los nuevos miembros: Andrea Elizabeth Hidalgo Armijos, Inés Paulina Salinas Erreyes, Lucía Margarita Figueroa Robles, Carlos Santiago Quizhpe, Iván Fabricio Salazar González, Marcelo Augusto Reyes Orellana, Elsi Aracely Alvarado Román, Jeannet del Cisne Coronel Calle y María Rosa Romero Jarre. Un gran concierto de música ecuatoriana y latinoamericana con la participación del grupo de Cámara de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, cerró este evento conmemorativo.

Directorio de la CCELoja y nuevos miembros de la institución.


Arte Mujer Matilde Hidalgo Navarro El 6 de marzo del 2015, la Casa de la Cultura de Loja, presidida por Félix Paladines, desarrolló un homenaje a la Mujer en su Día Internacional, rescatando los valores humanos, sociales y culturales de una de las mujeres que se constituyó en un ícono del género femenino la Dra. Matilde Hidalgo Navarro, primera mujer bachiller del Ecuador/1919; primera Licenciada en Medicina en la Universidad del Azuay/1921; primera médica del Ecuador, Facultad de Medicina de la Universidad Central de Quito/1924; primera mujer en el Ecuador que ejerce el derecho al voto/1925; primera concejal principal del Municipio del cantón Machala/1944; primera diputada suplente por la provincia de Loja.

La agenda incluyó interesantes ponencias. María Augusta Jirón abrió con el tema: La mujer y la oratoria, en la que globalizó los logros de Matilde Hidalgo frente a una sociedad llena de prejuicios ante la superación de la mujer. Supo destacar que la mujer ha logrado despuntar y dejar de lado estos prejuicios ; sin embargo, es necesario que el hombre y la mujer complementen sus vidas con diálogo, armonía y respeto. Elsi Alvarado Román intervino con la ponencia La mujer y la música, recogió el aporte de varias mujeres compositoras, intérpretes y docentes que históricamente han contribuido al desarrollo musical. Trajo a la memoria la faceta de Matilde Hidalgo que recibía clases de piano con su hermano. La ponencia terminó con la interpretación musical del Himno a la Mujer y de la canción Ángel de luz. Además se hizo presente el grupo de danza contemporánea de la Universidad Técnica Particular de Loja, dirigido por la Ms. Aura Ocampo Jaramillo.

Rossana Iturralde, en su intervención habló sobre La mujer y las artes escénicas. Resaltó el papel preponderante de la mujer en este ámbito y mencionó a las actrices ecuatorianas que forjaron el teatro nacional. La actriz guayaquileña refirió que las artes escénicas deben ser parte del currículo escolar para que la niñez y juventud orienten el talento y vocación en la inserción del arte y la cultura. El grupo de saxofonistas del conservatorio de música Salvador Bustamante Celi intervino con un repertorio de jazz. Larissa Marangoni, consideró que actualmente hay equidad de género porque la mujer está lista para cumplir cualquier función que involucre conocimiento. En su ponencia rememoró la obra social de Matilde Hidalgo Navarro y de su actividad multifacética en la salud, política, música y como promotora de los derechos de la mujer. También mencionó algunos proyectos que pretenden involucrar el arte, la cultura y el deporte en comunidades de escasos recursos económicos. La jornada en homenaje a la mujer y a la memoria de Matilde Hidalgo Navarro fue cerrada con la inauguración de la muestra plástica Mujeres en el Arte, coordinada por la artista plástica Tania Sáez, en ella participaron artistas del Ecuador y Perú, entre otras: Larissa Marangoni (Guayaquil), Carolina Carranza Calvo (Perú), Mariela Hidalgo Tene (Loja), Rosa Ybonne Tello (Perú), Ximena Flor Garrido (Cuenca), Elizabeth Castro Olea (Perú), Inés Paulina Salinas Erreyes (Loja), Lili Consuelo Grandéz López (Perú), María Dolores Coronel Salas (Loja), Ruth Katherine Villamagua Paucar (Loja); y, Tania Denisse Sáez Pezo (Chile-Ecuador). La exposición estuvo abierta al público hasta el 18 de marzo.

Grupo de Danza Contemporánea UTPL.

Inauguración de la Exposición de Artes Plásticas Mujeres en el Arte

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María Augusta Jirón, Delegada del Foro de Oradores del Ecuador


Bayardo Cuenca

Las formas de Eros Jaime E. Celi Correa

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or su esencia, la expresión plástica es acontecimiento sémico. En cuanto tal, tiene propósito y busca una respuesta. En el caso de nuestro coterráneo Bayardo Cuenca, esta premisa cobra una notoriedad incuestionable y suscitante. A primera vista, Bayardo Cuenca es un “imitador” del estilo plástico de Botero, en cuanto al volumen matérico de los cuerpos se refiere. Mas, si centramos nuestro interés en el asunto conceptual y del propósito en sí, nos queda claro que el lenguaje empleado por Bayardo apunta más al desvelar que al esconder. La gestualidad en la individualidad de cada escultura, puesta de manifiesto a través de un expresionismo suelto y desbordante que desconcierta, es reveladora de un mundo interior cifrado en la emocionalidad de existencialidades individuales espacio-temporales de carne y hueso, que sufren y se acongojan. Que vibran y se deprimen. Que se dan y se retraen sobre sí mismas, en una especie de elasticidad fenomenológica temperamental y anímica que busca desbordarse a sí misma, pero sin poner en riesgo la propia identidad individual. Ello da pie para, en el magisterio plástico de Bayardo Cuenca, encontrar, con certeza, un asunto de especialización, más que de metodología. El volumen matérico está al servicio y en relación directa con el significado del concepto que maneja con madura versatilidad crítica.

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No cabe duda: en el observador atento, queda un agradable y envolvente sabor a propuesta, a la vez que latente y suscitado el deseo incontenible de una mayor valoración y disfrute estético de lo erótico, sin aborrecimiento ni mengua alguna de lo obsceno. Queda claro, entonces que, a partir de la observación atenta de la obra escultórica de Bayardo, el espectador es invitado, con autoridad y comedimiento, a la serena y ponderada reflexión referida a la condición inevitablemente erótica del cuerpo humano femenino. Desde esta perspectiva analítico-crítica, “Las Formas de Eros” de Bayardo codifican un mensaje de vibrante y contundente objetividad y que es entregado al observador, a manera de premisa, comprometiéndolo, de modo ineludible, a adentrarse en procesos reflexivos encaminados a construir un pensamiento filosófico coherente sobre lo erótico en la vida humana, tanto en la dimensión individual como social o colectiva. La tarea desmitologizante y desmitificante emprendida por Bayardo, es un reto de liberación que queda planteado al observador, existencialmente atrapado en la dimensión de la rutina y lo desaprensivo. En definitiva, Bayardo Cuenca, con su propuesta plástica polarizada y codificada en lo erótico femenino, lo involucra al observador en la tarea ineludible de la valoración estética de lo aparentemente grotesco y exuberantemente erótico.

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Sala de Exposiciones Permanentes

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Angel RubĂŠn Garrido / CCE-Loja

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SALA DE EXPOSICIONES PERMANENTES ÁNGEL RUBÉN GARRIDO Colón y Bernardo Valdivieso (Esquina) Suridea


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