Revista de literatura y otras artes
Letra Muerta N煤mero 1, agosto 2011, Concepci贸n.
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Quienes somos Karen Vergara y Cecilia Ananías, dice el Registro Civil. Orgullosas estudiantes de Periodismo de la Universidad de Concepción. ...estudiantes con la facultad en toma y que no tienen nada mejor que hacer con sus respectivas vidas. Amantes de las letras, fotografía y toda forma de arte (eso incluye el nudismo y el expresionismo mediante vómito)
...nuestro objetivo Porque es abrumante la cantidad de cabros con talento y desesperanzador el número de medios que dan espacios para ellos... HICIMOS NUESTRA PROPIA REVISTA CTM!
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El dueto (no
alcanza para equipo) Directoras: Karen Vergara Sánchez y Cecilia Ananías Soto Editoras: Todas las anteriores Diseño y diagramación: Cecilia Ananías
Participaron en esta edición: Alan Basaure Valdivia, estudiante de Periodismo Udec Rossana Cañete Duarte, estudiante de Derecho UdeC Alexis Herrera, ex estudiante de Ped. en Español, UdeC Carolina Mardones Labraña, estudiante de Periodismo UdeC Miguel Méndez Ruiz, estudiante de Periodismo UdeC Paula Pérez, estudiante de Diseño Gráfico UBB Ayelén Silva Leiva, estudiante de Ped. en Inglés UC de Temuco Camila Stuardo Belmar, estudiante de Sicología UDD Luis Tabilo Castillo, estudiante de Periodismo UCSC Carolina Torres Cartes, estudiante de Derecho UCSC
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Poesía 4
Edges grow raw “Los bordes crecen crudos” Por Alan Basaure Valdivia Estudiante de Periodismo Universidad de Concepción Quiero viajar. Tomar uno de esos buses interprovinciales con olor a fruta y alcohol fermentado y partir. Escuchar lo que dicen es “buena música” y pescar a nadie. No pescar a esa mujer octogenaria que insiste en cambiar mi asiento por el suyo, sólo porque yo tengo ventana y ella pasillo y los hombres de pie le rozan el miembro con su hombro. no pescar al chofer que repite una y otra vez “hagan espacio allá atrás” o “universitarios cedan el asiento”. De repente ser universitario es ser un hombre fortachón, políticamente correcto y moralmente aceptable. If they only knew. Quizás mi viaje no sea de esos viajes que cambian la vida, que crean nuevos mundos ni todas esas cosas de las que alguna vez estuve convencido. Quizás no conozca a grandes personajes ni me inspire soberanamente a escribir the great latinamerican novel, y quizás mucho menos termine dejando el pasado en el pasado y asentándome en un nuevo lugar (cosa que un cambio de provincia raramente produce, a menos que sea por motivo de fuerza mayor).
tal vez exista sólo en un mundo paralelo y desaparezca por un par de horas, pensando que lo peor de quedarse es la voluntad de nunca partir. Quiero viajar. No porque el consenso diga que los viajes, como los cambios, suelen ser para bien; sino porque mi viaje actual carece absoluta y totalmente de sentido. Quiero ponerme de pie en el límite exacto entre lo conocido y lo inexacto y pensar que si me acerco lo suficiente, me deslizaré inconscientemente hacia el precipicio y todo lo que suceda a partir de ello será netamente exterior a mí. Un azar, un caos, un desliz. Las cosas en mi vida no se miden, de repente, por el gusto o la pasión, sino por la razón y la fuerza.-
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El Oficio
Por Carolina Torres Cartes Estudiante de Derecho Universidad Católica de la Santísima Concepción En este asunto específico, el tema que nos convoca No hay necesidad de valentía O de trasformaciones sociales
El oficio consiste más bien En sintonizar correctamente La radio mística implantada en el pecho abierto Que han llamado POESIA algunos hombres; Pronunciando ESA-ESE con desidia Escupiendo en los principios Abriendo bien la boca a las finales Pero sin saber que hacen O a quien llaman Ni la valentía ni las transformaciones sociales He dicho Que tengo miedo, sufro de vértigo Tanto como ayer y nunca menos Soy la niña bajo la oscuridad absoluta En espera del cataclismo nuclear anunciado Bajo las sábanas, sobre los colchones Bajo el cielo negro, sobre la tierra de mi nacimiento Yo jugaba a crear objetos. Como esa casa blanca y ese lago que humedecía arenas intocables
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Frutos del miedo a la noche y a las formas monstruosas. Nosotros, los incompletos Los desdibujados en el orbe Los que perdemos la vida por cada letra Y la vez, como si fuera poco Ganamos un paraíso momentáneo verso a verso Nosotros, los abandonados No hemos alimentado a nadie No hemos cambiado el mundo Se han blandido espadas, eso es cierto De modo ornamental Nuestras cuchillas carecen de filo y son de palo. El asunto, el tema que nos convoca Consiste más bien en un juego de niños Por eso a veces lloramos y destrozamos objetos Para al menos conciliar el sueño Un rato.
Breve poema inconcluso
Por Alexis Herrera Autoexiliado estudiante de Pedagogía en Español Universidad de Concepción Mientras una estrella fugaz se deshojaba y moría en un horizonte de pétalos azabaches, nubes de mazapán, y lunas sórdidas, la vida se paseaba de la mano con el dolor. No importó en ese momento que la Tierra sangrara, no importó que los cielos durmieran ahogados en gas, no importó que mi pensamiento estuviera alojado en tu pecho, ni que mis besos llegaran a tu nariz. La vida paseaba calentona con el dolor, uno que otro agarrón loco teñía la escena con un erotismo caótico, y los besos galácticos dejaron de ser nuestros, y pasaron a ser lápidas celestes de un recuerdo efímero hemisférico atmosférico. El aire se engullía a sí mismo y se renovaban las espectativas más siniestras de los hechiceros que dormían en sus lechos de piedra, alejados de la piedad de unas caricias
clandestinas y de susurros venidos de tu boca de corazón. Y en el momento justo en que la estrella terminaba de agonizar, salté de mi transporte onírico comenzando mi vagancia por sectores alquímicos de tu vientre. Busqué muchas cosas, y encontré otras tantas, me encontré con quienes había olvidado y conocí a quienes no quería conocer, tras 4 quebradas, dos escaleras, 5 galletas, veinte frutillas, cuarenta días llorados y millones de sonrisas, te encontré con un beso que me esperaba. Fue entonces que no me importó la tierra ni los cielos, y mis preguntas nacían como volutas de humo grisáceo.
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FLores de Paula PĂŠrez
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Por Paula Ángela Pérez Estudiante de Diseño Gráfico Universidad del Bío Bío
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La Cura
Otra obra de Carolina Torres Cartes
Si cada centímetro cúbico de mi odio, pudiera convertirse en solo
el hoyo negro supermasivo de rabia
.................UN granito de arena El universo seria playa bañada por la alegría Que me chorrea por las narices, como en día vuestra de resfrío Construiríamos nuevas costas de pacífico y de y sin plata para un antigripal caliente atlántico. Cuando llueve así -precisamente como hoySoy mucho peor que el chacal de nahueltoro Cuando camino por las oscuras calles Con la mirada más cabrona nunca antes Derribo edificios como enemigo de power parida por mujer alguna ranger Los transeúntes pueden oír a kilómetros cada Y ni Zordon podría detenerme si tuviera pisada mía brazos o piernas Peso más que un rinoceronte Y no fuera solo una cabeza Gigante - parlante Peso unas cien mil toneladas Soy de aquellos que vienen de otras galaxias a tirar rayos láser Tengo olor a campo de concentración nazi A fuerza armada revolucionaria colombiana .........a los niños buenos A guerra civil española A Irak Si no fuera por los audífonos, que en este A Darfur preciso momento A banderita chilena banderita tricolo-or ........ chamuscada sobre .......me detienen Iría directo a robar una B16 .........la moneda del 73 Luego treparía sobre la catedral a matar Dejo la biblioteca hedionda a guerra antigua, moros A batalla contra los bárbaros Y si no fueran moros poco importa Contra los chinos Por que verdaderamente, yo no discrimino Contra los indios Una mosca posa sus múltiples patas sobre mi Contra los negros cabeza Contra usted, mijita linda, que lee con sus Hoy no escribo lentes de marco grueso Y suena The Cure en la Radio Horizonte. El Concepción pañuelo, ya no puede contener,
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Acantilado
Otra obra de Alexis Herrera
extraña sapiencia pero escucho como llamas, como metes a marinos a tu cama, muero de celos, muero de hambre, muero de frío, muero destrozado muero simple, impenetrable, muero firme, muero sumergido, muero viviendo, muero soñando, muero revolcándome de dolor muero y muero y muero cada día en el Por más que concentres tu visión en un punto acantilado. no verás más que la espuma de ti misma, tonta y ciega sirena atemporal. Golpea una y otra vez con tu incesante potencia, volumpuosa maquinaria, levántate, cállate, ve a caminar, siéntate, habla, vuelve, haz lo que siempre desde siempre haces y has hecho. Búrlate de cuántos se te ocurra, tu vida no tiene precio porque vales menos que cualquier precio.
Por más que me pidas que me embarque otra vez no lo haré, puta oceánica, aunque sigas golpeando eternamente con tu furia ancestral, no lograrás intimidarme. Tu delirio me mató, lanzándome contra el acantilado, mi cuerpo destrozado yace vivo y muerto a la vez en las rocas, me derrites en ti misma, me consumes me corrompes, cortesana, llevas a miles de hombres a tu alcoba y a todos los acabas de la misma manera, das vida y luego la quitas, encantas y luego desprecias. Yo me quedo en ese acantilado, solo, inmutable, sumergido en rocas de
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Por Miguel MĂŠndez Ruiz, estudiante de Periodismo UdeC
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Eme
Por Cecilia Ananías Soto Estudiante de Periodismo Universidad de Concepción
Heme aquí con mi hipotálamo indispuesto, presa constante del insomnio que va carcomiendo en estas noches de silencio sumiso, de elefantes volando y edificios muertos. Heme aquí... sólo un alma sin sonido oyedora de lluvias imaginarias devoradora de corazones enfermos Buscando paz entre necios oídos buscando compasión entre tus dedos negros. Oh melancolía tráenos a tu hijo! predico tu religión sin mis calzones puestos con mi sonrisa de falsa virgen mal dibujada con mi pecho vejado y contraído en un vuelco. Heme aquí la que alguna vez dijo que despintaría lo oscuro y haría rimar lo feo, pero ya he olvidado las soluciones a mis respuestas... Yo ya no sé ni lo que prometo.
Otra obra de Cecilia Ananías Soto
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Robarte un beso Por Alexis Herrera
Robarte un beso, querida mía, No es faltarte el respeto, Sino que es respetarme a mí mismo. Robarte un beso, musa de mis sueños, Es provocar de un simple acto Un sinfín de hechos templados en un abrazo de nuestros labios. Robarte un beso, deseada compañera, Es buscar el paraíso por unos segundos Y provocar un infierno para toda la vida. Porque robarte un beso, amada pasión, Es robarle quizás un suspiro a tu persona Pero también es robarle parte del tesoro a otro varón. Estaría bien entonces, corazón prisionero, El olvidar que robarte un beso es un dulce sacrilegio. Robarte un beso, fénix de mis mañanas, Es olvidar que el Sol existe y abrazar la Luna de tu sonrisa Es dejar a mi ser navegar a la deriva por un instante Y llegar a un horizonte lleno de miel y de amargura. Porque robarte un beso será de mi total agrado, Pero saber que será el primero y el último es un ardor en mi pecho más doloroso que el dolor. Robarte un beso, ángel de mis días, Es fugarme contigo a un país de maravillas Pero tengo miedo, miedo a que en mi ímpetu apasionado termine fugándome Para siempre en un letargo a Utopía, Pero viajar solo nunca es grato.
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Despertar en esa tierra y saber que no estás a mi lado. Es lo que me llena de tristeza y melancolía.
Interpretativo
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Alberto Rodríguez, líder de banda de lanzazos
Una vuelta a la Manzana: Conversando con un delincuente • Hay veces en que una cerveza puede sacar más intimidades que un café bien educado. Una caminata sincera, honesta, y sobre todo, callejera. • Solo, alegre, drogado y alerta camina por las calles de San Pedro de la Paz. Una tarde conversando sobre sus temores, anhelos y penas. La cerveza está casi desvanecida y él comienza a sacar del bolsillo de su buzo el último papelillo que le queda. Lo manosea un par de minutos mientras divisa un punto equívoco en el horizonte. Lentamente esparce las hojas de marihuana sobre el papel. Lo enrolla con suavidad y delicadeza, esa misma que uno piensa que estuviera ausente de su modo de actuar, y con la poca saliva que humecta sus labios, comienza a sellar el pito. “Esta gueá si que es vida po` culeao”, dice mientras quema con tanta fuerza que llega a atorarse sin botar el humo. Mareado y extasiado se recuesta sobre una piedra que a veces hace de monolito e inhala, inhala e inhala. - “¿Querí una piteá?”, me dice con los ojos rojos y llorosos. - “No, gracias”, le respondo con temor. - “Puta que erí amariconao pa tus gueás. Toma Julio, que corra”.
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Alberto Rodríguez Rodríguez es un joven de 21 años que a pesar de su corta edad tiene el prontuario policial de un adulto. Recibe el mismo apodo de su padre, Manzana, debido al tono rojizo de sus mejillas. Parece que eso mismo fuera una especie de maldición que recae sobre él. Su rostro es famélico y huesudo. El acné se esparce sobre su cara y sus dientes amarillos no son el prototipo de sonrisa ideal. No es auspiciado por Adidas, pero viste de pie a cabeza con la marca deportiva. El Manzana vive solo con su abuela paterna. Su madre, de buena condición económica, lo
abandonó cuando tenía 7 años. Todos los hombres de su familia están presos justamente en la cárcel El Manzano, y eso es motivo de orgullo para él. “Mi jaibo (papá) siempre se la ha jugado por mí. Por eso, hizo todo lo que hizo”, me cuenta mientras justifica el homicidio que tiene a su padre hace cinco años tras las rejas. Alberto es el líder de una banda de lanzas del paseo peatonal. Lo acompañan dos de sus amigos. Son sus soldados. Ellos lo protegen día y noche de posibles ataques de otros como él, que hacen del crimen su forma de sobrevivir. Comenzó a delinquir cuando dejó la enseñanza básica. “El 2001 me echaron de la escuela y ese mismo año fue la primera vez que salí a trabajar (robo). Fue una gargantilla de oro a una mina en la pará del tonto (Aníbal Pinto con Barros Arana. Centro de Concepción). Ahí era la mano salvarse, pero ahora hay mucho paco, mucho sapo y caleta de lóji (sujeto que es propenso a asalto)”. Le pido que hablemos en un lugar que le acomode. Un lugar que le de confianza. Me dice que caminemos a “La Toma”, y es allí donde comienza a hablarme de sus temores y miedos. La Toma es un callejón sin salida donde vive una decena de familias en mediaguas. Todo lo que hay a mi alrededor es basura, escombros y cajones de tomate. El olor que expelen dos perros muertos se impregna en la ropa y nos dice que el lugar de antemano está marcado por lo inhóspito y la pobreza. “Cuando estuve en la cana de Coronel andaba cagao de miedo. Adentro me tajearon y llegué
marcado desde afuera. Todos los días me pintaban los monos. No quería comer y los gendarmes ni me defendían. Al final toda esa experiencia me hizo más fuerte, más vivo. En cana aprendí más gueás que en cualquier otro lado… es pura choreza”, dice mientras escupe reiteradas veces pequeños gargajos a la tierra. La venganza se mastica dos veces La calle es un lugar violento e inesperado. Nunca sabes con qué te puedes encontrar. Puedes ir caminando tranquilo y de un momento a otro ¡Puaj!, balazos sin destino. Balazos con orden para matar al que se ponga en su camino. No importa si es un niño, anciano, embarazada o animal. Todo vale. A la entrada de La Toma, un rallado con spray marca la única pandereta que aún se mantiene en pie. Con imponente negro se lee desde 3 cuadras de lejanía. ¡Carlos Ramón, algún día vengaremos tu muerte! Carlos Ramón es el primer mártir que ha tenido su banda. Otro grupo de la población Colo Colo de Boca Sur lo mató desde un vehículo con un tiro en el pecho. Dos semanas dio batalla en el Hospital Regional, y pese a los esfuerzos por mejorar su estado de salud, el destino esta vez estaba sellado para él. “El Carlos era uno de mis mejores amigos. Era el más tranquilo de todos nosotros. Ni fumaba po. Con cuea se tomaba una promo de pisco o una chela en la cancha. Lo mataron porque sabían que iba ser un dolor tremendo pa nosotros. Por eso la vengamos una vez y la segunda se viene con cuática”, afirma, mientras con una rama hace círculos en el piso. Buscando el amor Me pide que vayamos a “Los Locales”. Ahora me toca a mí comprar una cerveza. Caminamos hacia el negocio y en el trayecto me siento más inseguro que resguardado. En cada esquina me miran con rareza. “Te están dando cara (buscar pelea), no los mirí”, y seguimos. Noto que mira constantemente a su amigo y comienzo a asustarme. Pregunto qué pasa y me dice “Vos callao noma, camina”, sin dudarlo le obedezco. Llegamos a un paradero y dice que en media hora más nos juntemos en la piedra de la toma. Con 10 minutos de retraso llega cambiado de ropa. Ahora viste un buzo azul y una camiseta del Manchester United. Según él nos estaban siguiendo y que por eso me dejó en otro lado.
- ¿Y la cerveza? ¿No la compraste? - “Pucha no, estaba cagao de miedo”, le respondo - “Jajaja, puta que erí pollo. Ya, vamos a comprar” “Sabí, yo nunca me he enamorado. Puta, me he tirado caleta de minas, pero me falta sentir esa gueá. Quizás no ha llegado la mina correcta nomá. A veces voy a la disco y veo a todos emparejao y güeá, y nada. Me dan ganas de tener una guagua, tener familia y todas esas pescás”, me cuenta justo cuando mira a una joven que no representa más de 18 años. Viste con pitillos de cebra y un chaleco Lacoste. - “¿Te gusta ella?”, le pregunto - “¿Cómo cachaste? ¿El Julio te contó?” - “Jajajaja, No. Le achunté noma”. - “Ahí quiero jugar. Ahí la quiero hacer”, me dice sonrojado. Compramos la cerveza y volvemos a nuestro lugar. Ahí, con niños jugando a la pelota con arcos imaginarios nos sentamos solos. Sus soldados fueron a tomar once. Saca su celular de última generación y Daddy Yankee es nuestro acompañante. Silencio. Apaga el celular y dice “¿Sabí algo? A veces me gustaría ser más tranquilo. Haber terminado el colegio y puta, haber estudiado alguna gueá técnica. Cuando chico quería ser mecánico. Ojalá alcance a vivir un tiempo más noma”. Me despido bebiendo el último sorbo de cebada. Mientras camino hacia mi casa miro hacia atrás. Alberto fuma, fuma y fuma.
Por Luis Tabilo Castillo Estudiante de Periodismo Universidad Católica de la Santísima Concepción
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Por Miguel MĂŠndez Ruiz, estudiante de Periodismo UdeC
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Like a Stone Y salirse con la Por Karen Vergara Sánchez Estudiante de Periodismo Universidad de Concepción
suya
Otra obra de Carolina Torres Cartes No debo decir que te quiero, en un poema
A veces quisiera convertirme en una piedra, El hacerlo, iría en contra de todo lo bueno, bello o para poder tropezarme mil veces conmigo, y digno de alabanza no tener que hacerlo con otras piedras ajenas. Que puede caber en un papel. Quisiera tener claridad en mis ojos, para poder ver lo que realmente sucede, día a día, año a año... Para no tener que caer una y mil veces, pensando que será distinto. Para no toparme con personas que me mientan, Para no representar comedia acerca de lo que siento. Quisiera tener la convicción para que no me afectase lo que está mal, embriaguez nocturna, desvestimiento mental, maldito el absenta que se posó en tus labios, maldito el vino que se posó en los míos, Pero más maldita es tu boca que mintió acerca de lo que fuiste que mis labios dejándose llevar.
Puedo dar muchas vueltas Y hacer distintas señas
Puedo describir tu cuerpo Desnudarte y cubrirte de grafemas Puedo hablar de tus manos, de tus pies, de tus ojos Del miembro viril que ostentas entre las piernas, de tus orejas, de tus agujeros nasales Puedo escribirte de adentro hacia fuera Más no puedo decir que te quiero Al menos no en un poema. Se espera de mí una cosa diferente, Un derrame de creatividad magistral Que deje bien parados a los escritores muertos, vivos y pre-vivos Corro el riesgo mortal De ser apuntada con el dedo Y que se me requiera en la corte de las letras Por parte de un jurado inquisitivo
A veces quisiera convertirme en una piedra, De pipa y boina para poder tropezarme conmigo, y no contigo, “críticos” “criticones” aunque lo desee todavía. A veces follaría contigo, pero prefiero que no escuches mis llamados. Porque esta confesión es puro hardcore, es pura mierda, son los putos recuerdos, de una noche alcohólica de amnesia.
Con aspecto de sorpresa ingrata. Por esa razón y muchas otras Para no ser tildada de inconsciente, de escritor de plaza publica De señora peliteñida lectora implacable de poesía rosa Y de mamarracho baboso No diré cuanto te quiero, Pablo Al menos no, en un poema.
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Untitled Por Carolina Mardones Labraña Estudiante de Periodismo Universidad de Concepción Aullidos violentos se rompen en el cruel viento Salas imaginarias, sin habitantes Sin nada En este bosque encantado faltan hadas ¿Dónde quedó la magia? La brisa casi congelada rodea todo lo imaginable Una escarcha blanca se encarga de tapar todo Ya no quedan colores, todo ha muerto Mientras nosotros nos quedamos a observar Como la puta bruja ganaba el juego, como movía las piezas del ajedrez Y no fuiste más que una de sus piezas… puto peón. Inimaginable que pudieras dañarme de tal forma El puñal alzado contra la luz de la luna llena Brillante, lleno de mi sangre Gotea suave y serena por sobre la nieve Las dos mujeres son las más felices No son más que muñecas usadas, malgastadas y manoseadas Infelices Se pierden del bello mundo por encerrarse en su insana mente Putas, no saben las mariposas que se pierden Susurros en el viento (Vamos, levántate de una vez y vete) Parece hablarme, pero estoy medio muerta (Camina hacia mi, dulce pequeña… pensar que esperamos tanto) Esperamos tanto por esto…
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Cuentos
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Cuento corto
Por Ayelén Silva Leiva Estudiante de Pedagogía en Inglés Universidad Católica de Temuco
Se dio vuelta para verla. La vio alejarse y quiso hablarle para pedirle perdón, pero sus manos temblaron y su voz no sonó cuando repitió su nombre. Se dio cuenta del daño que le hizo cuando hace años fue él quien partió sin decir nada. Ahora las cosas se daban vuelta, ahora era él quien se quedaba mirando a la nada con los ojos nublados, perdiendo aquello no había sido realmente importante. ¿Acaso ella lo hacía por venganza? -se preguntó- no podía saberlo, no la conocía bien y lo lamentaba. Recordó las veces que conversaron, las veces que caminaron juntos a casa y todo lo que dijo; sus acotaciones, pinceladas de inocencia, aquellas tonteriítas que le hicieron reír... sus sueños, sus preguntas miedosas. No. Ella no lo haría con maldad. Escuchó su risa al teléfono, su voz entrecortada, su respiración ansiosa. Extrañaba esos llamados sin una buena excusa... esos que siempre fueron sólo por nada. Podían conversar de cosas sin importancia y no era necesario disimular... todo se hacía grato. Pensó en la última vez que sonó su celular con el nombre de ella en la pantalla y en por qué no se dijeron adiós. Se sorprendió del largo tiempo en el que esperó otra llamada, sin darse cuenta de cuánto necesitaba sólo una de sus palabras. Ahí parado, le parecía que todo se movía lentamente. Podía ver la silueta de esa pequeña mujer desplazándose y esperando abordar el tren. La miraba atento mientras,
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sin perderla de vista, sacaba de su chaqueta de jeans un papel doblado en pequeñas partes. Rió de lo estúpida que le parecía la situación. Hace largo tiempo ella le había entregado aquella hoja que él mantuvo siempre cerca sin entender por qué, pero que sólo en este momento comprendía. A esas horas ella lo recordaba también. Era la ciudad el baúl de recuerdos que abrió cuando volvió a pisar sus calles. Cómo podría alguna vez olvidarlo, si a pesar de todo no sabía guardar resentimientos y sólo escondía en sus memorias el mejor recuerdo de su sonrisa. Miró a la gente con un poco de pena y luego de un suspiro reprimido en el pecho, se subió al tren para volver a dejar atrás todas estas cosas. Una vez dentro, buscó su asiento y vino a su mente el recuerdo de aquella misma hoja, la que él sostenía en sus manos... y aún creyendo que su infinita imaginación jugaba demasiado, miró por la ventanilla y paseó la vista sobre toda esa gente que se movía en un constante barullo. Su pensamiento la transportó a su escritorio, a un año entero atrás. Recordó haber descrito así la estación, que se describió a sí misma observándola con algo de melancolía desde el tren. Recordó haber descrito el momento exacto en el que se encontraba con la mirada de aquel a quien había amado tanto, en el que veía esos ojitos que evocaban momentos del pasado y que ahora le exigían quedarse.
La Maratón Ella huía y en el intento tropezaba con cuanta piedra, cuántas heridas no se le hacían en el cuerpo, escapando, lo más rápido, atenta; pensando en una muerte lenta. Algo en el oído le susurraba: pero tu corazón sigue intacto. Entonces espasmos y escalofríos se apoderaban de la muchacha, que de pronto, horrorizada con tanto recuerdo, dio vuelta la vista: tras ella, un árbol triste en el camino le susurró que el perseguidor quizás hace cuantos años murió y ella torpemente corrió hace muchos años atrás, escondiéndose de la nada.
La Bala
Las últimas tres palabras antes de sentir ese gran disparo en la nuca; aún no las pronunciaba, sólo con los ojos vendados pensaba en la hipótesis: que Dios bajara para venir a rescatar al inocente. Él nunca hizo nada, él se dedicaba a coleccionar cajetillas de cigarros, le gustaba andar en bicicleta y darle besitos a su vecina. Entonces en la caminata tan sombría, no encontraba una razón por la cual ellos le perdonarían la vida, no había testigos y la escena en este lugar se volvía a repetir una y otra vez. Siguiendo con la vista oscura, entonces cuando sintió cargar el arma: DIOS NO EXISTE.
Por Rossana Cañete Duarte Estudiante de Derecho Universidad de Concepción
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Por Miguel MĂŠndez Ruiz, estudiante de Periodismo UdeC
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Informe
sobre un ave humana Otra obra de Rossana Cañete Duarte masticaba como ave, pensé en ese mismísimo instante que en cualquier momento saldría volando a algún lugar y yo en tanto me convertiría en un nido hecho en un árbol cualquiera...
con él; entrometida como siempre trate de hacerme invisible y averiguar, seguir investigando, porque esos ojos me emocionan tanto.
Quizás el lector cuando lea, piense que no es mas que hipérbole lo que escribo y tan equivocados quizás no lo estarán, al menos misteriosos ojos mirando el edificio del frente, sosegados ante tan cotidiana construcción, cuando su presencia está por el entorno yo no me dedico más que a ser un ave payaso, mi una calma que inquietaba a cualquiera en la mesa, silenciando el entorno, haciéndolo frío que banalidad quizás lo hace feliz y el pensamiento agudo y grave cansa tanto, que mi humor de cualquier acción por parte de los personajes de vez en cuando sé que será un remedio casero la escena hacía ruidoso el espacio, se escuchaba tranquilizante, juro que con este ser entendí que hasta el pensar, y ahí estaba aterrada sin saber hay personas que tienen esa abstracción única, qué conversar, con ganas de ser ave como él no podrá repetirse en mi vida alguien como él, y seguirlo sin vacilar a volar un rato, el poder gesticulaciones y el silencio aterrador, como de la mente daba para mucho en ese edificio y salido de película francesa o del mundo que la distracción del ventanal no era mas que un provenga, sencillez en el animo retrato gigante de la ciudad que alimentaba la imaginación, tanto así que podía alimentarme y ese traje que la vida le dio, no es solo con el mirar y nada más. absolutamente nada con el inmenso y quizás el si fuésemos como él, si pudiera haber una infinito pensamiento que tiene tras esos ojos, la metamorfosis de tal manera que me salieran alas, liviandad de su cuerpo quizás también se deba a juro que lo perseguiría para andar, para conversar, que la vida quiere que no le cueste tanto andar, que no necesita llevar puesta esa mochila tan cuando lo miro me emocionan sus ojos, como llena de recuerdos amargos, la vida quiere que de ave huyendo de temporal; podría decir que camine liviano, sin culpas, y yo quiero quitarle migró de europa, ese estilo tan fino, tan francés, esa luminosidad de sus ojos, que al mirarlo no su actuar, su sabiduría tan distinta, su pena que trascienda el sentimiento de soledad que veo, me apena, me hace llorar, salir corriendo un par como un luto que llevase desde que nació, un de minutos, huir, un tiempo breve y volver a sus velorio de un muerto que nunca tuvo vida, brazos a decirle, que hoy seremos dos; nunca persiste en vivir en sus ojos. encontré unos ojos cargados con tanta agua, como brillantes, y dios ese ventanal que alumbra, podía con esa luz hacer una radiografía de alma
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Autoretratos de Paula PĂŠrez
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El Regalo
Otra obra de Alexis Herrera
La lámpara colgaba y lentamente mostraba un tenue balanceo que coincidía con la caída de alguna gota de cera derretida fortuita, tumbado sobre la alfombra, sus ojos vidriosos miraron fijamente la escena, mientras su cerebro de manera sigilosa se reiniciaba. Lo transcurrido hace unos instantes había sido verdad o era producto de su imaginación y otra vez el exceso de whisky le había pasado la cuenta; el mareo, la amnesia, su actual posición y el agudo dolor en la nuca, era todo parte de sus ya clásicas borracheras o bien eso, que se presentaba ante su alicaída memoria como una vieja fotografía cubierta por una capa de fino polvo, era lo que efectivamente había pasado. Con unos segundos de recuperación, el mareo huyendo a través de insondables y minúsculos portales de su cabeza y el dolor dejándolo del todo, pudo sentarse en aquel piso de tablas cubiertas por una cara y presuntuosa alfombra. El cuarto había sido arrasado, los cojines rajados por decenas de cuchillos, los muebles partidos por una fuerza descomunal, los cristales hechos trizas, y la confusión que reinaba sobre todo recuerdo que le pudiera ayudar en ese momento, trató de levantarse, pero su espalda dio un violento espasmo que lo obligó a quedar sostenido por sus manos en el suelo, como un animal, comenzó lentamente a caminar, todo parecía nuevo, un mundo totalmente nuevo se abría camino ante sus movimientos, el golpe en la nuca parecía haberlo dañado demasiado cuando
notó que los colores simplemente se habían esfumado de este nuevo mundo, trató de llevarse la mano a la dolorida cabeza, pero le costaba demasiado ese cotidiano movimiento, así es que dejó de intentarlo. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, cerró sus ojos y comenzó a ordenarle a su cerebro que le trajera los recuerdos que parecían haberse ido muy lejos de él. Al cabo de unos segundos que parecieron un año o más, las imágenes comenzaron a desfilar... Era de noche, había discutido con Hellen, su mujer, la que le reprochaba que bebiera demasiado y más aún frente a Thomas, su hijo. “¡Trabajo todo el maldito día, te doy todo lo que necesitas, vivimos en una casa más que cómoda y aún así no me dejas beber mi whisky tranquilo!”, gritaba él mientras vaciaba en su garganta una botella del licor. Ella lloraba a mares, mientras abrazaba al infante. “¡Y usas a tu hijo de escudo para que no te reprenda como te mereces mujer!, sabes bien que si no lo tuvieras en brazos ya te habría hecho callar con estas manos.” Decía mientras gesticulaba una estrangulación con la mano que le quedaba libre. Se vio cerrando de golpe la puerta, montó su caballo y se fue, sin más que con una botella de escocés que le hiciera compañía en la fría noche del bosque inglés. Un rápido sonido de pasos en los pisos superiores lo trajo de forma muy fugaz el presente. Lentamente salió de su ensimismamiento y comenzó a subir
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las escaleras, apoyado en sus manos para caminar. Mientras subía, su mente voló otra vez, y a la par con sus lentos pasos a través de los escalones que crujían con su peso, cabalgaba rápidamente a través del bosque. Los árboles pronto se transformaron en un fondo que pasaba borroso, hasta que de pronto, el caballo aminoró la marcha hasta detenerse nervioso. Lo que pasó en seguida fue muy rápido y confuso, escuchó un ruido, y en el preciso momento en el cual el caballo se encabritó, una sombra, una entidad desconocida lo tumbó del animal. Lo último que vio en ese momento fue la botella de escocés volar hacia la noche antes de cerrar los ojos mientras el último rayo de luna se escondía tras una nube errante. Sacudió la cabeza y siguió subiendo, los ruidos provenían del ático, tres pisos más arriba, y con la velocidad de sus pasos, aún tenía mucho tiempo para examinar su memoria. Cuando despertó la noche arreciaba, sentía que había estado ahí por horas y horas, pero seguía siendo de noche, distinguía un hilillo de sangre que se corría desde el cuello por toda la espalda, pero no parecía mucho y no sentía dolor, así es que no le prestó atención, buscó a su caballo, en vano, ya no estaba ni cerca ni lejos, simplemente no estaba ahí. Ya lúcido, echó a andar en dirección a su casa, muy, muy, muy a lo lejos distinguió las luces de las lámparas que Hellen había porfiado con colgar en el porche. Solamente al llegar le sorprendió mucho la distancia recorrida, pues la casa se encontraba a demasiada distancia respecto de lo que pensó en cuanto vio aquellas
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luces, pero no prestó mucha atención a ese fenómeno mientras sujetaba la aldaba y la hacía chocar con un sonido sordo contra la puerta. Su cabeza cayó de golpe contra los escalones, devolviéndolo a su presente, el agudo dolor en su nuca era demasiado fuerte, ardía, y esta vez notó como la sangre bajaba por sus hombros y se deslizaba por sus brazos que lo devolvían a su posición cuadrúpeda, trató en vano de erguirse, la espalda otra vez sonó de manera rotunda, relegándolo a seguir apoyándose en sus extremidades para subir. Se sentía algo miserable por tener que seguir en esas condiciones, pero mientras no encontrara a alguien que lo ayudara, debería continuar así. El olor a limón, típico en su ama de llaves, le provocó náuseas antes de que ésta le abriera la puerta, en cuanto eso sucedió, de manera innata él sofocó el grito de la mujer con sus manos. No se explicó por qué lo hizo, y por qué la mujer intentó gritar, pero lo que más le provocaba intriga, era que no sabía qué había pasado con la mujer. Otra vez el dolor en la nuca lo paralizó, su aliento a escocés lo llegaba a marear, era demasiado fuerte, ¿acaso había estado bebiendo de verdad, y todo esto era simplemente una borrachera que se salió de su control?. Notó que el parálisis no era por algo físico, sino que un recuerdo, más crudo y cruel que los anteriores, se apozó como un charco de la misma sangre que goteaba desde sus hombros hasta la escalera, difuso más que los anteriores, pero claro a su vez: algo ocurría en el salón, los gritos de su mujer, el llanto del pequeño Thomas, el dolor agudo en su nuca, el rostro de Hellen crispado por el horror segundos antes de subir cojeando
las escaleras mientras se desvanecía en la cara y presuntuosa alfombra. No podía creerlo, ¿acaso había atacado a su mujer y su hijo?, por muy ebrio que estuviera, sólo había llegado a gritarle a Hellen, amenazarla, hacerla llorar, pero esa cara de horror era por algo más. El dolor de cabeza no lo ayudaba a concentrarse, no le permitía ver esos trozos de memoria que se escondían de él como cucarachas asustadas por una luz resplandeciente. Casi sin notarlo, las escaleras se habían acabado en un rellano iluminado por una tímida lámpara de aceite, al clavar sus ojos en la puerta que tenía delante, la del ático, su corazón comenzó a latir con fuerza, se acercó a ésta, cerró los ojos y accionó la manilla para ingresar. Muchas cosas pasaron entonces, y todo muy rápido: Hellen, despeinada, los vestidos rasgados, sostenía al pequeño en sus brazos, en un momento se levantó gritando de horror ante la visión de su marido, él, que hasta entonces había sentido una necesidad de buscarla para recibir de ella respuestas y ayuda, sintió como en su interior una fuerza despertaba, una necesidad sangrienta de atacar a esa mujer, ella aferró con todas sus fuerzas a su hijo y empuñó un atizador que tenía la punta teñida de un líquido carmesí, lo blandió como una espada, pero él no pensaba en retirarse ante esa amenaza, la rodeó, caminando despacio, apoyado aún en sus cuatro extremidades, se sentía cómodo ahora, no miserable, y sin una pizca de arrepentimiento se lanzó, ignorando el dolor de su nuca y los restos de humanidad que trataban de detener ese loco instinto asesino que lo embriagaba ahora. Hundió sus dientes en el cuello de la mujer, y apretó con
todas sus fuerzas, ella trató de liberarse, pero demasiado pronto dejó atrás sus esfuerzos y resignada, soltó a su hijo, cerró sus ojos y dejó de respirar. El llanto del bebé, más fuerte aún que cuando su madre gritaba horrorizada, tuvieron un efecto inmediato en él. Soltó a su inerte mujer y se dirigió hacia su hijo, al tratar de asirlo, sus ojos lentamente se posaron en su mano, un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Sin poder creer lo que había visto, su vista rápidamente buscó el espejo que Hellen guardaba en el ático, al encontrarlo, caminó lentamente hacia él y, en el momento exacto en el que se vio reflejado, los recuerdos se apoderaron de su mente y todo fue excesivamente claro. Hellen gritaba algo que él no entendía, sus entrañas ardían de manera siniestra, un odio, un rencor reprimido hacia su mujer nacía desde su interior, la atacó, le arañó los vestidos, la sujetó del cabello y la arrastró por la sala, ella alcanzó a sujetar un atizador de la chimenea, y golpeó a su marido en la cabeza; él sintió un ardor en todo su cuerpo y cayó en la cara y presuntuosa alfombra al tiempo que alternaba su vista entre su mujer que huía por la escalera y una hermosa luna plateada que se colaba por la ventana. Sus ojos no podían creer lo que veía ante sí, pero su escasa razón le recordaba todos esos detalles que no llegaron a merecer su atención en su momento, su silueta negra, débilmente iluminada por la lámpara que había tras el dintel de la puerta, lo llenaba de horror y desconsuelo, sus ojos amarillos y sus afilados dientes blancos parecían dar cierta tétrica luminosidad a su salvaje rostro. Lo entendió todo.
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Ensimismado, olvidó todo lo que transcurría a su alrededor, hasta que el llanto de un niño lo volvió a ese lugar, él lo miró, y con cada paso que daba asumía su nueva condición, cruel regalo, tenebrosa maldición de un despiadado desconocido que lo botó de la grupa de su caballo y que en cuatro patas le inyectó en sus venas esa salvaje vida, llena de sufrimiento, llena de terror.
Un carruaje que pasaba cerca de la casa, se había detenido ante el llanto descontrolado de un infante, ahora los pasajeros esperaban algo inquietos, algo asustados, abrigados en el silencio de la noche. Esa expectación fue abruptamente aniquilada por el claro aullido de un lobo dentro de la mansión.
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Por Cecilia AnanĂas Soto, estudiante de Periodismo UdeC
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Mi seno izquierdo Otra obra de Karen Vergara Sánchez
-Mierda. Paula permanecía sentada con los ojos cerrados y maldiciendo en silencio. Probablemente sea la mujer más estúpida de la tierra, pensaba. Y con asco observó como el dueño del pequeño sex-shop la miraba con ojos lascivos mientras atravesaba su seno izquierdo con una aguja. Un hilillo de sangre corrió por sus costillas manchando la blusa que tenía semi-abierta. -¿Me vas a contar por qué decidiste mutilarte la teta? -Nada especial, solo es para recordar algo -Igual tiene que ser importante, se ve que no te gusta la sangre…
La noche ya lo cubría todo, dentro de la pequeña galería subterránea había perdido toda noción de tiempo. Comenzó a caminar hacia su refugio. El edificio la esperaba, como siempre… fantasma, desierto. Ya no había policías custodiando. Un día de estos demolerían la construcción dañada irremediablemente en el terremoto. Por mientras ella podía ir ahí como cada noche que necesitaba un poco de paz.
Subió sin dificultad a la azotea y se sentó sobre una cornisa polvorienta que daba hacia la calle. Paula cerró los ojos y las imágenes volvieron nítidas a su cabeza. Besos, sexo, sangre, licor y sexo nuevamente. Palabras sucias, promesas sobre hacerlo una última El hombre no sabía cuan equivocadas eran vez. Ella ofreciendo su lengua a un costado, sus palabras… Paula amaba la sangre, sobre todo la que salía de ella. La pequeña sesión de mientras él la tomaba por detrás. Había tortura ya había terminado, despacio abotonó pasado casi un año ya, y aún así la respiración se le volvía dificultosa. su blusa, pagó y se fue. Probó su experimento, tiró de la pequeña argolla que tenía sobre su seno y el dolor la -¡Al menos dime si quedaste satisfecha! Las palabras se escucharon a lo lejos, ella ya había volvió a atravesar. Ya no tengo corazón, lo perdí esa noche. concluido con su recordatorio. El resto no importaba.
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Otra obra de Karen Vergara Sรกnchez
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A negro Otra obra de Cecilia Ananías Soto Por las calles ennegrecidas, mojadas por el vaho de aquellas nubes negras y jadeantes que llevaban días y días copulando; negra esa lluvia también, las veredas húmedas y pobladas de siluetas negras, bajo la oscuridad de una tarde morena… érase un caminante y un bulto entre sus brazos. En un pueblo alejado de la larga y podrida mano de las autoridades, un paraíso dueño de tantas lomas verdes como ferias artesanales. Él caminó raudo, más raudo que la torpe marcha de los autos y que las vacas rumiantes, entre tiendas de ropa europea (made in Corea), gente ilusa y adorable, kuchenes y zorzales y el loco del pueblo rodeado de fieles perros y niños asustados. Fue la imagen de “El Chino” tirado a la orilla del camino, conversando con un pulgoso canino, lo último que viera antes de abordar el viejo bus rural. “Y el hueón me compró un ron…”, murmuró antes de echarse a dormir, acunado por los brazos de la esquizofrenia y el alcohol. El caminante, a quien llamaremos Señor Gabardina (por el tipo de chaqueta negra ébano que lo protegía de la lluvia), transitó con paso firme por un pasillo que exudaba olor a cloro y pies dentro del bus. Se dejó caer pesadamente sobre un asiento junto a la ventana, en el primer par de puestos que encontró solitarios, fulminando con la mirada a cualquier potencial compañero aledaño, sin soltar ni descubrir el bulto en ningún instante.
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Mas la soledad no le duró más de un instante: a la siguiente parada abordó una pequeña niña con su familia, con tal suerte que decidió sentarse a su lado. El agua caía por sus rulos morenos y su tez oscura. Había algo en su desmedida sonrisa que delataba que era una natural conversadora. Y fue al acomodarse en su puesto que pasó a llevar la mantilla que cubría al bulto, revelando el suave y gris pelaje de un gato: - ¡Qué bonito! ¿Puedo tocarlo?- preguntó la pequeña mujercita con emoción. El Señor Gabardina la contempló, receloso primero, pero afable al fin. - Adelante- pronunció con suavidad, la niña abalanzándose sobre la adorable presa, sus manitas peinando aquella pelota de gris seda; aquellas mismas manos que antes reposaran sobre su vestido amarillo patito, manos que tantos envoltorios de dulces habían desnudado. - Me llamo Clara ¿y usted? - Sólo dime Señor Gabardina - Señor ¿es usted uno de esos espías que salen en la tele? ¿está en una misión secreta? - No, sólo soy un anónimo, de esos que escriben libros y luego tus profesores te obligan a leerlos. Las pequeñas manos morenas no cesan de pasearse sobre el lomo del tibio animal. - Extraño a mi gato- dijo ella de prontoantes tenía a Cucho, pero entonces a mi primo se le murió su hermanita. Nosotros le
“hacimo” una misa súper bonita y yo le dije que se fue al cielo, pero él seguía llorando. Así que para que no se sienta solo, le regalé a Cucho y él es su nuevo hermanito. El hombre se mantiene inmutable, ajeno a la historia de la niña. Por afuera el paisaje corría carbonizado de oscuridad ante su mirada, pero aún así distinguió el letrero de la antigua granja que buscaba. Gritó “paradero” al chofer y murmuró un “adiós” a la niña, junto a una palmada cariñosa sobre su cabeza, aquella cabeza mullida de ondas negras de cabellera. El Señor Gabardina bajó al lúgubre paisaje, con un par de ovejas y gallinas como única compañía. Ya lejos del pueblo, su mundano ruido y el gentío, descubrió completamente al bulto, revelando las manchas de sangre aún frescas. El estúpido gato ya más que muerto e idiotamente acariciado, aquel felino que había metido al refrigerador (por accidente primero), lanzado de un cerro (agarrándole el gusto luego) y terminado ahogando en su propio lavamanos, junto a la Pepsodent y el cepillo de suaves cerdas que le habían recomendado. Estúpida criatura, quien fuera su hijo adoptivo junto a su ex pareja: un recordatorio con patas, siempre rememorándole todos los tipos con que le habían puesto los cuernos y denigrado, vuelto un venado. Al fin: congelado, desangrado, hinchado, en medio del negro paisaje de un oscuro y lluvioso verano, enterrado junto a su corazón (los últimos pedazos).
Otra obra de Karen Vergara Sánchez
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El encantador de serpientes Otra obra de Karen Vergara Sánchez
Él la miraba. Definitivamente. Ella sentía la presencia de unos ojos en su cuerpo, sin embargo, sentía miedo de mirar. Probablemente el hombre del que tanto había oído hablar, estaría ahí, esperándola bajo esa carpa gitana, como si fuera su próxima víctima. -No le daré en el gusto, pensó, y tomó la bolsa con frutas, su descosido morral, y abandonó la feria. Hasta que sintió un soplido en su oreja… -Tengo sed, susurró despacio la voz, mientras le pasaba la lengua suavemente. Érika se estremeció. Y rompiendo su promesa, volteó la cabeza. Sus ojos grises la consumieron. No importaba el morral, ni que el dulce jugo de la granada explotara al caer… Ella veía sus ojos y nada más. Y él con su voz cadenciosa la llamaba a ubicarse debajo de las telas, mientras un beso robado devoraba sus labios. Cada palabra parecía la vibración de un encantador de serpientes, cada palabra la hacía girar y ondear, en las posiciones más sugerentes, entre cada morir perdía un poco más la conciencia. Cuando despertó se miró asustada, empapada en el jugo de las granadas, ni su bolso, ni su moral estaban. -Me asaltó el encantador de serpientes-
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Otra obra de Rossana Cañete Duarte Era Ismael, ese niño que iba corriendo con esa bolsa llena de dulces, protegiendo su fortuna. Su mundo era un fruggelé y desde ahí no iba a ceder nunca ni un gramo de glucosa a sus compañeros del jardín, no necesitaba más que esos dulces de distintos sabores para ser feliz. Cosa rara, porque sus dientes nunca tenían caries, blancos y limpios, aunque pasara la mayor parte del día comiendo esos dulcecitos, no había necesidad de conocer el aburrido mundo que estaba frente a él; los niños y sus juegos de moda, aburridos pensamientos de una paz mundial y dibujar los días de vacaciones era un tedio y para él era simple: su vida se resumía en un dulce gigante, como una paleta de dinámicos colores en círculos sicodélicos. Corriendo a velocidad con aquella bolsa llena de dulces, uno cayó al piso, cuando de pronto una niña que lo recoge, se acercó, lentamente y antes de que ella alzara la mano para devolvérselo, él se lo quita de las manos, lo guarda celosamente en su bolsa de dulcecitos y ella sin miedo y con mucha rabia le grita: ¡EGOÍSTA! Ismael persistió en su acción, pero esta vez con un eco de una palabra única, que retumbaba y lo seguía logrando (no importa, no le hagas caso a los sonidos).
De dulce no tiene nada
Prefirió entonces detenerse, sentarse y regresar a la “me ganiquemansapaletaenespiral”, era más entretenido seguir ensuciando el estomago con anilina y colores rudos que compartir , dar algo a cambio y no recibir, dar y seguir dando cosas como loco. Quizás en su vida pasada el nació con el alma amargada de antes; o quizás mamá comió mucho limón, o pudo ser que su madre tuvo romance con Don Limón, en fin, ahora Ismael se balancea en el columpio que está justo ahí, en ese cerro que usted ve a la izquierda del séptimo mundo que tiene forma de dulce enroscado, ¿lo vio? Ahí entonces está y sigue con la idea fecunda que no dará ni pizca de dulce.
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Conciencia medioambiental
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Pascua Lama Por Camila Stuardo Belmar Estudiante de Sicología Universidad del Desarrollo
A más de alguno de nosotros nos debe haber llegado vía e-mail información sobre el “famoso” Pascua Lama. Es por eso que hoy me tomé la libertad de escribir sobre dicho plan. Se ubica en la Cordillera de Los Andes, en el límite entre Chile y Argentina, específicamente en la Provincia de Huasco (III región de nuestro país). Es un proyecto minero que consiste en la explotación a rajo abierto de un yacimiento de minerales como son la plata, cobre y oro. Todo esto, tendrá un costo de entre 1380 y 1500 millones de dólares, con una vida útil de 20 años aproximadamente. En relación a los yacimientos, el 75% se ubica en nuestro país, mientras que el 25% pertenece a Argentina (específicamente a la Provincia de San Juan). Pretende generar 5500 empleos durante la construcción del proyecto y 1660 durante los aproximadamente 20 años de vida útil. El problema surge cuando nos adentramos en el impacto ambiental que podría traer consigo este proyecto. En territorio Chileno existen tres glaciares, los que permiten aumentar los caudales de los ríos y abastecer de agua a los habitantes de la tercera región. Entonces surge la pregunta ¿qué pasará con los glaciares, y por ende con los ríos y el
agua que es tan importante? Ante esto las empresas responsables pretenden remover los glaciares, y señalan que protegerán el medioambiente, controlándolo y mejorándolo. Lo anterior parece insólito ya que comentarios realizados por institutos, universidades y departamentos geológicos de Finlandia, Noruega, Dinamarca, Groenlandia, entre otros, expresan nunca haber oído sobre traslado de glaciares en ningún lugar del mundo. Es más, el Instituto polar de Noruega señala que no por añadir más hielo a un glaciar, aunque esto parezca posible, este va a perdurar en el tiempo. En relación con esto, existe un dato que no puedo dejar de mencionar… en New York, hace años se quiso remover unos glaciares, pero esto fue rechazado
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tajantemente ya que esta acción implicaría la contaminación y una posible destrucción de las Cataratas del Niágara (cercanas a los glaciares que querían ser removidos). Según Alexander Brenning, geógrafo Alemán, los glaciares son fenómenos poco conocidos, incluso en el mundo científico… pero enfatiza en que los principales responsables de afectar los glaciares, son las mineras. Los beneficios del Pascua Lama son principalmente económicos, aumento del empleo, por ende del consumo, del PIB y de la calidad de vida de las personas (si es que no vivieran en la Provincia del Huasco). Mientras que los coletazos negativos serían principalmente medioambientales, destrucción de glaciares, disminución de las reservas de agua (ya que el agua solo serviría para regar y no para el consumo animal) y aumento de sustancias tóxicas en la zona, entre otros. En el fondo, la probabilidad de que Pascua Lama se convierta en algo parecido a Chuquicamata es alta. En mayo de 2009 se aprobó el proyecto. Actualmente, se inauguró una
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antena Movistar en el sector para que sus trabajadores logren comunicarse sin problema alguno con sus familias. El proyecto entraría en funcionamiento a fines del 2012. Ahora solo queda que juzgues tú.