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VIVIANA RIVERO
“A LA MUJER LE ABREN UNA PUERTA Y TIRA ABAJO LAS PAREDES” ES
UNA DE LAS PRINCIPALES EXPONENTES DE LA NOVELA HISTÓRICA EN CLAVE ROMÁNTICA.
EN
SUS
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BEST-SELLERS –EN LOS QUE LA
FICCIÓN SE MATIZA CON FECHAS Y DATOS RECUPERADOS A PARTIR DE INVESTIGACIONES METICULOSAS, UN RESABIO DE SUS DÍAS COMO ABOGADA TRIBUTARISTA–, LA ESCRITORA CORDOBESA REIVINDICA EL ROL DE LAS PIONERAS DEL EMPODERAMIENTO FEMENINO.
Txt: Cecilia Filas
n pocas palabras, la trayectoria literaria de Viviana Rivero se puede definir como un éxito súbito. Secreto bien guardado, la primera novela que publicó, se agotó en dos semanas y llegó a vender 5 ediciones más sólo en su provincia natal, Córdoba. El camino que derivó en este triunfo iniciático, no obstante, fue bastante más extenso. Y es difícil describirlo en pocas palabras. Su editora –con la que mantiene una prolífica alianza que lleva 9 best-sellers– fue la primera en decirle que no, incluso antes de darle un vistazo a las páginas que Rivero había llevado hasta Buenos Aires, casi 10 años atrás. Como “un revés no es la guerra perdida”, la sensación de derrota le duró poco y, un par de días después, decidió publicar su texto por cuenta propia, sólo por la satisfacción de verlo hecho libro. “La editorial grande no te cobra pero tampoco te quiere porque sos desconocido. Y la editorial chica te dice que sí, pero te cobra muy caro. Entonces, fue toda una decisión autoeditarme, porque la inversión era algo así como irme con toda la familia al Caribe o hacer el libro”, recuerda. Sin embargo, el inesperado éxito puso a la abogada tributarista ante otra disyuntiva: “Fue como cruzar un precipicio saltando de una piedra a otra. Y abajo, el vacío... Porque ya tenía un nombre en Tribunales, por decirlo de alguna manera. Pero ese primer libro estaba vendiéndose muy bien y el segundo, que presenté en un concurso, ganó el primer premio de novela histórica (NdR: Mujer y maestra, publicado por Planeta recién en septiembre pasado por una cuestión de derechos). Entonces, tomé la decisión: dejé el estudio jurídico y me puse a escribir a pleno. Pero hasta que no entregué el tercero, seguía en la cuerda floja, sin saber si podría vivir de la literatura”. Pesaba, en Rivero, otro obstáculo. Cuando era adolescente, su madre –viendo cómo su marido aprovechaba cada rato libre en las noches y los fines de semana para desahogar su pasión por escribir–, decretó que “nadie va a seguir carreras que tengan que ver con Letras
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porque para loco, ya está Papá”. ¿Cómo fue descubrir, ya de adulta, que sí se podía vivir de la literatura? Mi padre era un buen escritor y había ganado premios importantes, pero no podía vivir de eso. En mi casa se hablaba de la eterna disyuntiva: si escribís algo bueno, nadie lo compra –porque las novelas de mi padre ganaban premios pero no había ninguna editorial que se las quisiera publicar–; y, si escribís algo comercial, no es bueno. Entonces, no quería escribir. Un día, llegó a mis manos Suite francesa, de Irène Némirovsky. Lo leí y pensé: “Esta mujer logra las dos cosas”. Y yo quería hacer algo así. La lectura de ese libro fue un motivador para mí, fue como animarme a hacer algo que fuera bueno y que se vendiera. Fue mi último libro como lectora: después, me transformé en escritora. ¿Escribe con una rutina de trabajo o por inspiración? A las 7 de la mañana suena el reloj, el más chico se va a la escuela y subo a mi oficina donde, quizás, estoy hasta las 5 de la tarde. Me parece que a veces se idealiza el trabajo del escritor. Creen que somos bohemios y tenemos que estar esperando la inspiración. Para mí, hay un 20 por ciento de inspiración y un 80 % de transpiración. Ahora, hay momentos en que se unen las dos cosas y son días sublimes, de las páginas mejor escritas. ¿Cuál fue el impacto en su vida y escritura de debutar con un best-seller? Algo ha pasado porque, en un primer tiempo, quería escribir solamente, no quería vivir. Después, ya empecé a plantearme si quería escribir y vivir. Y creo que, en el último tiempo –supongo que también me relajo porque sé que escribo y se vende, porque muchas veces la editorial me mima– me inclino más para el lado de vivir. Antes solía decir que las vacaciones competían con el libro, porque me gustaban las dos cosas por igual. Creo que ahora me gustan más las vacaciones. Además, me nutro de la conversación que tienen mis hijos, de un beso que me da
mi marido, de las vivencias. Creo que es muy importante, para el escritor, también tener esa otra parte de la existencia. Tras dedicarse a la abogacía durante años, ¿le costó adaptarse a su nueva carrera? No me costó porque estaba acostumbrada a trabajar de esta forma. Venía de sentarme horas y horas a contestar exenciones, a hacer demandas, a pasar horas investigando libros... Y pasé a hacer lo mismo pero en algo que me apasiona. A simple vista no parece, pero yo creo que ambas carreras tienen mucho que ver. Muchas veces, cuando estoy escribiendo un libro, digo: “Esto no lo voy a poner porque me deja una puerta abierta para tal situación o se contradice con tal cosa”. Tengo cuidado de que la historia cierre por todos lados. ¿Por qué eligió el género tan competitivo de la novela histórica? Siempre me gustó. Cuando estudiaba Derecho, me acuerdo que teníamos varias materias que tenían que ver con la Historia y las disfrutaba muchísimo. Me gusta leer novelas de época, me gustan las películas de época... ¡Era inevitable que terminara escribiendo libros de época! Me gusta mucho el siglo XX porque tiene ciertas características que me permiten subir a los personajes a los autos, hacerlos hablar por teléfono... No es tan distinto de la vida actual. Sus protagonistas siempre son mujeres fuertes, algunas disruptivas para el contexto. ¿Qué atrae tanto de las antiheroínas? Creo que la sociedad, en su época, no las perdonaba. Y eso es lo interesante: esas mujeres ni siquiera tenían referentes, sino que eran las que hacían algo por primera vez. No tenían a quién mirar, no tenían leyes que las ampararan, ni siquiera tenían estudios casi, porque no eran tiempos en que se les permitiera acceder a la universidad... Creo que el género de novela histórica romántica protagonizada por mujeres se vuelve interesante porque hemos ganado muchos derechos y, cuando se mira hacia atrás, siempre hubo
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una pionera en algo: en manejar un auto, en operar en un quirófano, en enseñar en un aula, en dictar una sentencia. ¿Esas historias de pioneras son el germen del actual empoderamiento femenino? Por un lado, creo que el boom de la novela histórica en la Argentina tiene su razón de ser en el hecho de que vino a suplir una necesidad. Porque la Historia nos mostraba muchas estadísticas, fechas y batallas pero no nos mostraba la parte humana. Ni hablar del rol de las mujeres, a diferencia, tal vez, de los europeos o los estadounidenses, que tienen sus megaproducciones, donde se puede ver más en detalle cómo ellas vivían y acompañaban las grandes gestas de la Independencia, por ejemplo. Creo que eso trajo aparejado el poder reivindicar qué hacían ellas en ese tiempo porque, a veces, lo que nos muestra la Historia, lo que estudiamos en el colegio y en la facultad, es “tal prócer hizo tal cosa, y bueno, tenía un amor que quedó por ahí”. En Y ellos se fueron hablo de las primeras bodegas de América, creadas por los españoles y los italianos que venían huyendo de la filoxera que había atacado y arruinado todos los viñedos en Europa. Tenían nombre de varón y, sin embargo, las mujeres no se dedicaban a cocinar y a criar a los chicos, sino que ideaban los vinos y estaban detrás de muchos detalles. Cuando investigo y descubro ese tipo de cosas, van directo al libro porque contarlo es reivindicarlas. ¿La equidad de género dejó de ser una utopía? A la mujer le abren una puerta y tira abajo las paredes. Porque pasamos de la nada a dirigir países o multinacionales. Pero, por otro lado, muchas veces, si un mismo trabajo lo hacen un hombre y una mujer, él gana el doble. Entonces, si bien se han conquistado ciertos bastiones, quedan otros. Enterarse de lo que alguna se animó a hacer en otras épocas ayuda a que hoy vayamos por más. ◆
20 AÑOS JUNTO AL MAR Verano Planeta, el ciclo de charlas de escritores en Mar del Plata y Pinamar, cumple dos décadas. En La Feliz se celebra todos los lunes de la temporada en el Hotel Costa Galana, mientras que en el balneario de los pinos se realiza los martes en el Teatro Municipal De la Torre. Viviana Rivero será de la partida el 30 y 31 de enero, respectivamente. En las próximas semanas, dialogarán con el público: María Dueñas, Daniel López Rosetti, Facundo Manes y Santiago Kovadloff. Este año, se suma como sede el Museo MAR.
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