“Benemérita Escuela Normal Manuel Ávila Camacho” Licenciatura en Educación Preescolar Curso: Estrategias de trabajo docente Cuarto Semestre Ana Cecilia González Mayorga Evidencia de lectura: Capítulo 6 “Desarrollar la práctica reflexiva en el oficio de enseñar Se puede reflexionar solo, en equipo o con colegas, e incluso dialogando con la familia y los amigos.
La participación en un grupo de análisis de la práctica puede funcionar como iniciación a una práctica reflexiva personal. La participación en un grupo de intercambios o de análisis puede ofrecer un apoyo o un método.
El análisis de la práctica no siempre es un método de formación. También puede ser, por ejemplo: 1. Una dimensión de la vida cotidiana y de la conversación. 2. Un procedimiento de investigación fundamental o aplicada a la ciencias humanas y sociales. 3. Una fuente de transposición didáctica en la formación profesional. 4. Una herramienta de identificación de prácticas consideradas interesantes y dignas de dar a conocer a otros practicantes. 5. Una modalidad de explicitación de los esquemas y de los conocimientos que sostienen las competencias de un experto. 6. Un modo sofisticado de evaluación de las competencias. 7. Un componente de una estrategia de innovación. 8. Una herramienta de intervención psicosociológica en las organizaciones. 9. Un punto de partida de una reflexión sobre los valores y la ética de la acción. El análisis de la práctica como ayuda para el cambio personal Cuando el análisis de la práctica tiene como objetivo la transformación de las personas, de sus actitudes y de sus actos, éste exige de cada uno un verdadero trabajo sobre sí mismo; exige tiempo y esfuerzo, nos expone a la mirada de otros, nos invita a cuestionarnos todo y puede ir acompañado de una crisis o de un cambio de identidad. Se trata de un rodeo para dominar mejor la vida personal o profesional, para ser más idóneo, sentirse más cómodo, lúcido o abierto. -
Un trabajo de grupo
Un conjunto de personas que llevan a cabo una práctica o que se están formando para ésta en un dispositivo de alternancia, que se reúnen alrededor de un monitor.
En un primer momento, ya sea formador, supervisor, terapeuta, consejero, investigador o supervisor de proyectos, el monitor de un grupo de análisis de prácticas se ha ido construyendo progresivamente competencias específicas, según la experiencia pero también según las formaciones. No podemos impedir que se produzcan interferencias con otras funciones, en especial si existe una red de interconocimiento o de interdependencia más allá del grupo. Entonces, el grupo tan sólo es el contexto y el mediador del trabajo de análisis, y sirve ante todo de marco estructurador para los intercambios, de centro de recursos y de salvavidas. Cada practicante ofrece a los otros un apoyo y un punto de comparación en un ejercicio de análisis que se sitúa en una no man´s land en relación con los contextos profesionales de unos y otros. El análisis de la práctica sólo puede funcionar sobre la base de cierto voluntariado. Existe, a veces, una cierta ambigüedad, especialmente en formación inicial, puesto que sucede que el estudiante se encuentra, según el programa de formación inicial, sin haberlo pedido específicamente, inscrito en in seminario de análisis de prácticas. Sin embargo, hay una diferencia de magnitud entre adherirse específicamente a un grupo de análisis de la práctica y verse allí dentro según el plan de estudios. Sería mejor que la participación en un grupo de análisis de la práctica fuera una unidad de formación facultativa más que una asignatura obligada. Sería una sabia decisión dirigir el análisis de la práctica hacia el análisis de situaciones educativas complejas que un estudiante en prácticas puede vivir u observar en clase sin cargar con toda la responsabilidad del asunto.
¿Quién analiza la práctica? El análisis de la práctica sólo puede tener efectos reales de transformación si el practicante se implica fuertemente en él. Conocer las conclusiones de un análisis llevado a cabo por un tercero difícilmente ayudará a cambiar. Cada uno tiene que representar un papel activo en el análisis de su propia práctica. El análisis de la práctica como propuesta de transformación se concibe aquí como un autoanálisis. Transformación de la práctica, formación y terapia La forma de actuar y de ser en el mundo de una persona no puede cambiar sin transformaciones subyacentes de sus actitudes, representaciones, saberes, competencias o esquemas de pensamiento y de acción. Éstas son las condiciones necesarias para una transformación duradera de la práctica.
Aumentar las competencias, los conocimientos o el saber hacer no es la principal función del análisis de la práctica. Ésta contribuye con su ejercicio a construir o a consolidar competencias, empezando por el saber analizar y las capacidades de comunicación. Cada miembro de un grupo de análisis de la práctica interioriza, en el transcurso de las reuniones, posturas y métodos de análisis movilizables fuera del procedimiento colectivo y de todo dispositivo para enmarcar, en su clase, su centro o su vida. Un formador que intervenga en el ámbito transversal, didáctico o tecnológico, puede organizar en su campo temático unos momentos de análisis de la práctica con objetivos más determinados, para conectar los saberes que aporta a la práctica de los participantes. Un grupo de análisis de la práctica, en el sentido estricto que aquí contemplamos, no tiene otro objetivo que contribuir a desarrollar en cada uno la capacidad de análisis y, posiblemente, un proyecto y estrategias de cambio personal. En una situación ideal, el análisis de la práctica parte de lo que los participantes decidan poner sobre la mesa, sin limitación de género ni jerarquización en términos de importancia. Las verdaderas necesidades a veces sólo se revelan a partir de la experiencia. La cuestión de la eficacia ¿Porque un enseñante se embarcaría en el análisis de sus prácticas si estuviera completamente satisfecho de lo que hace y no deseara cambiar en absoluto? El análisis de la práctica puede constituir una respuesta a un problema puntual que se produce en un momento concreto de la existencia y que arreglamos de una vez por todas. El análisis de la práctica en realidad de procedimiento colectivo puede por otro lado concebirse ante todo como una iniciación a una práctica reflexiva autónoma. Y, ¿en qué condiciones puede el análisis contribuir a cambiar la práctica? En principio existen tres condiciones sine qua non para que el análisis provoque cambios: tiene que ser pertinente, aceptado e integrado. Un análisis pertinente o cómo poner el dedo en la llegada de los verdaderos problemas La pertinencia del análisis de la práctica se evalúa por su capacidad de dar en el clavo de poner el dedo en la llegada del problema: de hecho, la única oportunidad para la persona involucrada de ponerse en marcha. Pero no es tan fácil como parece. El equilibrio de los intercambios en un grupo Para ir más allá de las anécdotas es preciso tomarse un buen tiempo para centrarse en la práctica de una sola persona. Éste enfoque tiene sus límites los otros participantes interviene necesariamente en función de sus propias preocupaciones.
La conversación es la resultante de una transacción entre prioridades diferentes. A veces es necesario llegar varias veces hasta el umbral de una puerta antes de atreverse a entrar. El arte del monitor reside especialmente en saber cuándo acelerar el paso en una decisión sensata. Algunas formas de análisis de las prácticas introducen reglas muy estrictas que funcionan como verdaderos rituales cuya transgresión paraliza el proceso y puede ocasionar una llamada al orden e incluso la expulsión del grupo. Buscando el punto nodal La identificación de este punto nodal no es fácil. En el mejor de los casos el practicante que se orienta con conocimiento de causa hacia el análisis de la práctica sabe hacia que desearía orientarse, pero no lo consigue porque choca con obstáculos interiores. A menudo una enseñanza traída por el análisis de las prácticas se mueve por un sentimiento de insatisfacción difuso, más que por la representación clara de una verdadera alternativa. La insatisfacción nace de una impresión de fracaso, de inseguridad, de ineficacia, de no plenitud, de volubilidad o de preocupación. El análisis de la práctica ayudar al practicante a precisar sus sentimientos, pero sobre todo a conectarlos con las circunstancias precisas tanto como con sus propias ambivalencias. El reto de la explicitación Es necesario todo el ascetismo de los adeptos a la entrevista de explicitación para decirse que el primer relato de un practicante sólo es un adelanto para establecer los hechos, porque las acciones complejas se pre-reflexionan para aceptar que el individuo no sabe ni el cómo ni a veces por qué hace lo que hace. O, mejor dicho, lo sabe de forma confusa, en un nivel de pre reflexión que no permite ninguna elaboración. De este estado sólo se puede pasar al estadio de conocimiento y de la verbalización pagando el precio de un trabajo lo suficientemente obstinado y paciente para superar el hecho de que la concienciación tropiece con mecanismos de defensa o sencillamente con la falta de tiempo. Por lo tanto, hay una forma de epistemología en lo más íntimo del análisis que prohíbe concentrarse con la primera explicación y prima la disonancia y el desasosiego cognitivo más que la buena Gestalt. El reto de la interpretación Ningún practicante puede entregar su práctica como si se tratara de un diamante en bruto: en primer lugar, porque le resulta imposible describir puramente lo que hace sin proponer una interpretación y, en segundo lugar, porque existe la presencia de apuestas personales fuertes en un grupo de análisis de las prácticas.
Porque resulta difícil desnudarse sin intentar justificarse o, al contrario, sin rebajarse, es decir, sin adelantarse a los acontecimientos. Según la fórmula de Maulini la regla del juego es explicarse implicándose. Ahora bien, explicarse es dar a la propia conducta razones, en un doble sentido, el orden de la explicación pero también del de la racionalización y la justificación. En el análisis de la práctica encontramos el equivalente. Estas competencias proceden en parte de una inteligencia de lo vivo, de una capacidad de establecer una relación de entender, de decir y de hacer decir. Se apoyan en las cualidades humanas, en el saber hacer del oficio metodológico, en una ética, pero también en una formación teórica que alimenta las hipótesis o las intuiciones interpretativas. Los modelos teóricos de la práctica Todo análisis de la práctica se apoya también por lo menos de formas implícitas en una forma u otra de teoría de la acción humana. Lo importante es que el monitor de un grupo de análisis de la práctica forje su propia teoría. Lo que hacen estos elementos es más bien trazar algunos rasgos constitutivos de un paradigma. Esbozo de un paradigma Entendemos aquí por paradigma una visión de la práctica que no pretende abarcarlo todo, pero sí enunciar algunas dimensiones esenciales que representan las respectivas miradas sobre la complejidad de la acción humana y concretamente de la acción educativa. El arte de hurgar en las heridas sin producir demasiados daños La comparación con el psicoanálisis tiene sus límites, pero nos puede ayudar por lo menos a comprender que si el análisis de la práctica hurga en las heridas, sin duda topará con la ambivalencia de los participantes, divididos entre su deseo de progresar y su rechazo a ser lúcidos o a cambiar. Los mecanismos de defensa, de racionalización, de negación y de justificación se movilizan cuando el análisis de la práctica se acerca demasiado a las zonas “peligrosas”. La resistencia común que encontramos en análisis de las practicas es un rechazo de la complejidad, un rechazo de verse y de ver el oficio tal como es, plagado de contradicciones. Nadie acepta de buena gana “formar parte del problema”. Un análisis de la práctica bien conducido supera rápidamente la búsqueda de un chivo expiatorio y la atribución de todas las dificultades profesionales a los alumnos, a los padres, a los colegas o a la institución. En ocasiones si trabajamos bajo la mirada de otro, si tememos a ser juzgados por nuestra capacidad de aprender o nuestro rendimiento o, sencillamente, si nos angustiamos fácilmente por
una tarea nueva, ello puede ser suficiente para bloquear el cambio. La resistencia puede también asentarse en el deseo de salvaguardar una competencia específica, una forma de excelencia y de distinción que se perdería en el cambio. El deseo de cambiar y el de no cambiar coexisten íntimamente en todos nosotros. Un análisis acompañado de un trabajo de integración Para permitir el cambio, el análisis de la práctica puede conducirse de tal forma que tenga en cuenta abiertamente las tensiones, reales o imaginarias, que los participantes viven con su medio de trabajo y sus compañeros habituales. No se trata de una intervención sobre un grupo, si no de tener en cuenta el contexto sistémico en el que vive cada uno. El estado de la situación El análisis de la práctica es una forma compleja de interacción social que requiere en primer lugar situarse en registros teóricos, ideológicos, pragmáticos y metodológicos. Lo más urgente es que cada uno explique lo que hace, porque y en nombre de qué, y que a través de su relato se constituya una forma de cultura común y de sabiduría de los monitores.
El arte de hurgar en las heridas sin producir demasiados daños La comparación con el psicoanálisis tiene sus límites, pero nos puede ayudar por lo menos a comprender que si el análisis de la práctica hurga en las heridas, sin duda topará con la ambivalencia de los participantes, divididos entre su deseo de progresar y su rechazo a ser lúcidos o a cambiar. Los mecanismos de defensa, de racionalización, de negación y de justificación se movilizan cuando el análisis de la práctica se acerca demasiado a las zonas “peligrosas”. La resistencia común que encontramos en análisis de las practicas es un rechazo de la complejidad, un rechazo de verse y de ver el oficio tal como es, plagado de contradicciones. Nadie acepta de buena gana “formar parte del problema”. Un análisis de la práctica bien conducido supera rápidamente la búsqueda de un chivo expiatorio y la atribución de todas las dificultades profesionales a los alumnos, a los padres, a los colegas o a la institución. En ocasiones si trabajamos bajo la mirada de otro, si tememos a ser juzgados por nuestra capacidad de aprender o nuestro rendimiento o, sencillamente, si nos angustiamos fácilmente por una tarea nueva, ello puede ser suficiente para bloquear el cambio. La resistencia puede también asentarse en el deseo de salvaguardar una competencia
específica, una forma de excelencia y de distinción que se perdería en el cambio. El deseo de cambiar y el de no cambiar coexisten íntimamente en todos nosotros. Un análisis acompañado de un trabajo de integración Para permitir el cambio, el análisis de la práctica puede conducirse de tal forma que tenga en cuenta abiertamente las tensiones, reales o imaginarias, que los participantes viven con su medio de trabajo y sus compañeros habituales. No se trata de una intervención sobre un grupo, si no de tener en cuenta el contexto sistémico en el que vive cada uno. El estado de la situación El análisis de la práctica es una forma compleja de interacción social que requiere en primer lugar situarse en registros teóricos, ideológicos, pragmáticos y metodológicos. Lo más urgente es que cada uno explique lo que hace, porque y en nombre de qué, y que a través de su relato se constituya una forma de cultura común y de sabiduría de los monitores.