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La Natura y su aliada de plata

Campaña de la Fundación WWF “Respiramos lo que compramos”.

Por Angélica Mercado

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Antes de crear, imaginamos. Suena coherente decir que nuestro imaginario en sí, es una recreación personal de las piezas gráficas que pintan el contexto y el entorno que habitamos, y que será la naturaleza de las mismas y la propia experiencia, lo que defina nuestra percepción, tan individual como infinita. Así conocemos el mundo, lo hacemos nuestro cada que lo imaginamos y poco a poco todo se convierte en explícito; aprendemos a confiar en nuestros ojos para participar activamente en él, aprendemos a quererlo y por tanto, a cuidarlo.

En gran medida, el planeta nos ha sido presentado en fotografías. Conocemos lugares lejanos, animales en extinción y hasta microorganismos gracias a ella; y, debido a ella, podemos crear conciencia al respecto también. Ya somos una generación que tiene una clara noción del valor de la naturaleza y del contundente impacto que tenemos sobre ella. La fotografía, como arte aplicado a las ciencias, nos ha acompañado, o más bien, guiado, en el camino hacia un entendimiento sobre nuestro entorno, nuestra flora y nuestra fauna. Como un tipo de enamoramiento a distancia, una imagen de la naturaleza nos cautiva con la sorpresa de sus colores o la armonía de sus proporciones. Ya sea una detallada descripción de seres vivos o la aparente generalidad de un ecosistema presentado como paisaje, la fotografía de naturaleza nos invita a querer estar presentes, a ser parte activa de lo que vemos. La naturaleza mueve fibras cuando nos relacionamos con ella y la fotografía tiene un efecto similar en nosotros. Además de admirarla, nos invita a reflexionar, y actualmente, podemos compartirla con la inmediatez de un rayo, lo que ha permitido que el impacto de una imagen sea colectivo al hacerse viral.

A 200 años del reconocimiento visual del mundo natural de Humboldt, podemos caminar por ahí con nuestro celular e identificar una planta con tan solo fotografiarla y registrarla en una app. Existen opciones para todo y tan específicas como desees: qué hongo puedes comer, qué tipo de helecho encontraste en tu caminata por la selva o, bien, registrar tu úl

timo hallazgo de flora o fauna. Para la sociedad que vive una cultura visual sin precedentes, la influencia de la imagen fotográfica constituye una poderosa herramienta en la comunicación social de la ciencia; la fotografía nos explica con paciencia y a detalle datos complejos que se traducen en bellos secretos y sinceros consejos sobre nuestro entorno natural.

Si bien las apps te ahorran libros y tiempo, en ningún modo sustituyen la actividad del fotógrafo naturalista, quien se ha convertido en parte esencial de los trabajos de campo de biólogos y exploradores en busca de nuevas tierras, plantas y animales. Muchos de ellos han llevado al descubrimiento de especies o hechos relevantes, y se puede decir que la fotografía de naturaleza, como resultado de un trabajo meticuloso y arriesgado, resulta ser la evidencia perfecta para científicos. Además de proporcionar el tiempo necesario para la observación como método de estudio, también certifica hechos relevantes o inusuales, como puede ser el avistamiento y registro de especies que se pensaban extintas desde hace décadas. El papel de la fotografía en la investigación, documentación y divulgación de la naturaleza, así como en la conservación y educación medioambiental, ha sido crucial, ha favorecido el estudio y análisis de la naturaleza en una forma más puntual y ha permitido profundizar aún más en la labor de los científicos y exploradores. Desde su inicio, la fotografía ha propiciado el desarrollo de la ciencia en casi todas las ramas del saber.

Para 1843, solo cuatro años después de la aparición oficial de la fotografía, Anna Atkins publica los resultados de un trabajo que potenció la fotografía en las ciencias, y lo hizo sin cámara. Se trata del primer libro ilustrado exclusivamente con fotografías, “Fotografías de algas británicas: Impresiones de cianotipia”. Anna usó el recién inventado proceso fotográfico de la cianotipia para compartir con el mundo la información contenida en el manual del botánico inglés especialista en algas William Henry Harvey, donde describía los diminutos especímenes que él mismo había recolectado y que eficazmente había identificado; un pequeño detalle atrajo la atención de la creativa botánica, el libro prescindía de imágenes, por lo que decide realizar su propia versión ilustrada aplicando las nuevas técnicas y procesos en fotografía para, así, mejorar la difícil tarea de dibujar especies tan pequeñas. Su formación complementaria en las artes generó un hermoso y trascendental trabajo. Además de ser un extenso y arduo proyecto de recolecta y registro, su fotografía explora la belleza natural de forma competente e innovadora, demostrando la importancia práctica de la fotografía para disciplinas no artísticas. Además de abrir una nueva era para la documentación y divulgación de la botánica, entre otras ciencias, Anna Atkins nos susurró con gracia el poder de una fotografía como documento que avala, que informa y que trasciende.

Sargazo. Cianotipo de alga de Anna Atkins. La novedosa técnica consistía en colocar un objeto sobre una hoja de papel sensible a la luz y exponerlo al sol para producir un dibujo. El resultado es un fotograma —una fotografía sin cámara—. Cuando el papel es emulsionado (untado con una solución) a base de sales de hierro, la acción de la luz las convierten en sales ferrosas que al enjuagar con agua, resulta un color azul Prusia, característico de la preciosa cianotipia. La disposición del espacio, el pie de imagen y la calidad del proceso reflejan la inventiva y destreza de

Anna, su legado ha enriquecido ambas materias: botánica y fotografía.

Desde entonces, la fotografía responde a la necesidad global de conocer, estudiar, defender y preservar nuestro entorno natural; el activismo a través de la fotografía ha resultado tan eficaz que afortunadamente, ya es una alianza inquebrantable. La función del fotógrafo de naturaleza se ha camuflado en la producción misma de su arte. Fotografiar la vida salvaje implica horas y horas de trabajo en condiciones, la mayoría de las veces, extremas. Dejemos a un lado el peso y costo del equipo que se requiere para hacer el trabajo; el esfuerzo físico, mental y emocional invertido es proporcional al compromiso de estos héroes de la lente.

En mi experiencia personal como fotógrafa, mi primer encuentro con esta disciplina fue en Isla Contoy. Mi asignación era fotografiar aves que no conocía y que aluciné esperar, quieta y en silencio, a que atravesaran mi vista. A partir de ahí, comencé una “etapa verde”. Para

Fotografía: Antonio Hirtz

mi segunda asignación, tuve que prepararme al menos dos meses antes para salir de expedición con los biólogos a la selva. Tomábamos vitamina B12 y consumíamos mucho plátano, entre otras indicaciones, para resolver la cuestión de los piquetes de moscos; leí y leí sobre fungi (hongos) para saber qué ver y cómo fotografiarlos; prácticamente entrené para la asignación.

Una vez en el proceso del trabajo de campo, descubrí que mis expectativas sobre el proyecto nada tenían que ver con el aprendizaje obtenido. Para empezar, subestimé el poder de la humedad (los hongos se encuentran iniciada la temporada de lluvia de verano), y a los dos días de no bañarme (los olores de jabón y similares atraen insectos) empecé a reconocer la importancia del espacio personal. También aprendí sobre segundos largos y a apaciguar el dolor por calambres, a valorar la herbolaria maya y su maravilloso efecto en nuestros piquetes y dolores, entre otras curiosas habilidades que obtuve. Se puede decir que agudicé todos mis sentidos.

Aprendí a respetar cada parte, viva o no, de lo que me rodea, que la información salva (nunca corras si ves un jaguar o un jabalí ni toques un Chechen sin antes ubicar al Chacah) y, por encima de todo, que hay que reconoce la entrega de quienes dedican su vida a este tipo de fotografía. Muchos fotógrafos esperan meses o años para una toma, otros suben o bajan a lugares desconocidos, arriesgando su vida para mostrarnos un pedazo del mundo y lo hacen con la destreza y honestidad suficiente para sensibilizarnos. Vale la pena conocer su trabajo, te invito a navegar Mosaico Natura México, una ventana a la riqueza y patrimonio natural de nuestro país documentada por fotógrafos mexicanos o el banco de imágenes de la CONABIO, donde encontrarás bellas imágenes de especies ya clasificadas.

Desde las crudas imágenes construidas para las campañas de WWF (imagen del encabezado) hasta la curiosa divulgación de especies en extinción que Canon publica a manera de anuncio publicitario en National Geographic desde hace casi 30 años, o bien los clásicos y elegantes paisajes de Ansel Adams o las poéticas imágenes sobre nuestra relación con los animales de Gregory Colbert, la fotografía de naturaleza nos brinda “un diario gráfico del planeta” a partir del cual construimos un imaginario colectivo que nos permite conectar y crear. Tropo

Art Wolfe

Frans Lanting Fritz Pölking

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