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Repensar los movimientos sociales

Por Mauricio Ocampo C.

1. Movimientos sociales clásicos L a historia de los movimientos sociales no es nueva. Está documentada desde antes de Cristo. Recordemos, por ejemplo, a Espartaco, quien inicia uno de los primeros movimientos sociales de liberación cuando se subleva contra el esclavismo romano. Siglos después, en la Revolución Industrial, los artesanos que se sintieron desplazados por las máquinas generaron movimientos sociales como el ludismo, el cartismo y el anarquismo. Y en América Latina empiezan con la resistencia étnica a la invasión española en 1492, la Independencia de México en 1810, y se extienden hasta nuestros días. Las hermosas fotografías de Casasola que muestran a los ejércitos revolucionarios de Zapata y Villa entrando en la ciudad de México, simbolizan los sueños y las luchas por la incorporación popular a la política y la cultura modernas.

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Hay que recordar que los movimientos sociales clásicos tenían una característica tripartita como instrumento de lucha: el partido, el Estado y los sindicatos. Cuando hablamos de partido, no necesariamente hacemos referencia a los partidos con registro. Recordemos que en el caso de México, el PRD nació de la coalición de partidos de izquierda y sin registro. En cuanto al Estado, los movimientos sociales clásicos tenían claro a un enemigo, y este era el Estado y sus aparatos de movilidad. Y respecto al sindicato, este, al igual que el partido, era un instrumento de lucha, es decir, se movía alrededor del movimiento obrero sindicalista y partidista —si bien, el sindicalismo en México sirvió como modo de control del trabajador—. De esta manera, los distintos actores sociales —populares o populistas, campesinos, obreros, étnicos, regionales o empresariales, de vanguardia revolucionaria o de guerrillas— tenían como centro del conflicto al Estado y buscaban la dirección del proceso industrial. Los movimientos sociales clásicos, buscaban, sobre todo, la redistribución de las riquezas y el acceso a los centros de toma de decisiones.

El problema es que estas orientaciones totalizantes tendieron a perder su impulso vital con la caída del protosocialismo ruso, y evidenciaron paulatinamente un fraccionamiento acelerado de la acción colectiva y la emergencia de nuevas prácticas colectivas restringidas a espacios reivindicados, centrados más en ellos mismos que en la política: movimientos que renacen sin plantearse, al menos por el momento, metas o prácticas totalizantes o revolucionarias.

2. Nuevos movimientos sociales

Los nuevos movimientos sociales aparecen entre los años 60 y 70 y muestran un giro importante en relación con el tradicionalismo anterior, que se enfocaba en demandas materiales y se circunscribía a las clases sociales. Emanados de la crisis de la modernidad, eran simbólicos, reivindicativos, autonómicos, intersubjetivos e individualistas. Su características más significativas son: su base está en los actores sociales; se originan por las modificaciones que ha ido sufriendo la sociedad moderna con respecto al Estado Benefactor; y sus objetivos parecen ser orientados más hacia las relaciones sociales y no las estructurales.

Manifestación (1934). Antonio Berni.

Para Alberto Melucci (1999) y Alain Tourain (2001), estos movimientos deben ser estudiados a partir de las relaciones sociales y no de las estructuras. Es decir, desde las acciones mismas de los sujetos sociales en cuestión, las cuales generan nuevas identidades y estilos de vida. Para Tourain, los movimientos sociales no apuntan directamente al sistema político, más bien intentan construir una identidad que les permita actuar sobre sí mismos y sobre la sociedad. La búsqueda de identidad implica que su meta principal sea dotar de un sentido a las relaciones sociales que forman la sociedad, lo que le da una gran importancia a las dimensiones simbólicas.

Por su parte, Melucci menciona que la sociedad contemporánea, en sí compleja, descansa en un constante flujo de información, una sociedad donde los movimientos desplazan sus objetivos de lo político hacia las necesidades de autorrealización de los actores en su vida cotidiana. Así, la acción colectiva se ubica en el ámbito cultural y en un mundo regido por el dominio de la información. Por tal motivo, tienden a cumplir una función de signos que dejan ver la existencia de problemas en ciertas áreas de la sociedad, y cuestionan los códigos simbólicos dominantes, introduciendo nuevos significados sociales.

Lo anterior explica el desplazamiento gradual de la expresión “lucha de clases” —por fortuna no del todo [Slavoj Žižek (2019)]— hacia el concepto “movimientos”, la mayoría de ellos reivindicativos; por ejemplo, el vegano, el ecologista, el de los desaparecidos, el del orgullo gay, el feminista, etc. Una característica que los identifica es que, al ser intersubjetivos y reivindicativos, pierden de vista la relación objetiva y la génesis de los problemas sociales con su común denominador, con un sistema económico específico: el neoliberalismo.

3. Paradojas de los nuevos movimientos sociales En suma, los nuevos movimientos sociales, al ser autonómicos, reivindicativos y simbólicos, pierden de vista problemas estructurales y presentan su visión del mundo como la única y más grave, incluso haciendo de sus iguales sus enemigos. Hagamos un análisis desde las estadísticas.

—Según el INEGI, el número de homicidios en el país en 2018, fue de 35,964, de los cuales 32,141 fueron de hombres y 3,663 mujeres; de estos últimos, sólo 760 fueron catalogados como feminicidios. El trasfondo de esta estadística es ciertamente polémica. —En cuanto a contaminación, Estados Unidos es responsable de 27% de las emisiones de CO2 en el mundo. Le sigue la Unión Europea, que incluye a países industrializados como Reino Unido, Alemania y Francia, con 25%. China ocupa el tercer lugar (11%), seguido por Rusia (8%), Japón (4%) India (3%) y Canadá (2%). Cabe mencionar que Estados Unidos no firmó el Tratado

El cuarto Estado (1901). Giuseppe Pellizza da Volpedo.

de Kioto, uno de los primeros acuerdos globales para reducir los índices de contaminantes. Y ahora se nos hace creer que el problema es la basura y que se reducirá si dejamos de usar plástico (si bien, por cada bolsa de basura que se genera en casa, la industria genera siete similares). Nosotros no decidimos qué y cómo producir; los gobiernos y empresarios, sí. Incluso se diversificó el mercado con su sustentabilidad y su “capitalismo verde” para incrementar ganancias. Pero los proecologistas sólo incitan al no consumo de bolsas y popotes, pero no a cambiar al sistema.

Infinidad de problemas, muy graves, no son tomados en cuenta por los nuevos movimientos sociales, pues es evidente que no los viven. Y no los viven porque la mayoría de estos han salido del México imaginario. No digo que sus problemáticas no existan, más bien afirmo que dicho México es una proyección de la hegemonía neoliberal que tiene como bandera el individualismo total, lo que genera sólo ver para sí, dejando de lado el concepto de “otredad” impulsado por los movimientos clásicos y revolucionarios. He aquí una diferencia: “Somos el orgullo gay y queremos que se nos reconozca” (nuevo movimiento social). “La Revolución es permanente. Quizá nosotros no lo veamos, pero nuestros hijos sí” (movimientos sociales clásicos).

Los primeros son sincrónicos, estáticos, en el aquí y el ahora, en el ensimismamiento; los segundos son diacrónicos, permanecen en el tiempo y espacio, y están inacabados… Los primeros presentan una visión del positivismo capitalista, en la que no es necesario un referente teórico de acción, sino el impulso de necesidades vitales; los segundos, una visión de las teorías críticas: práxicas, permanentes, deconstrutivas, procreativas.

Es urgente ver la problemática social más allá de nuestra situación particular, y priorizar lo que se necesita cambiar. Por donde quiera que lo veamos —de manera objetiva—, caeremos en cuenta de que lo que hace falta modificar es el sistema económico neoliberal. Los nuevos movimientos sociales tienen un compromiso histórico con aquellos que les abrieron el camino: los movimientos clásicos. Es necesario pues, repensar los movimientos sociales. Tropo

Referencias: Calderón, Fernando (1995). Movimientos sociales y política. México: S. XXI. Gleizer, Marcela (1997). Identidad, Subjetivad y Sentido en las Sociedades Complejas. México: Juan Pablos Editores. Melucci, Alberto (1999). Acción colectiva, vida cotidiana y democracia. Mé xico: El Colegio de México. Neveau, Erick (1997). Sociología de los movimientos sociales. España: ASER. Touraine, Alain (2001). ¿Qué es la democracia? México: FCE. Žižek, Slavoj (2019). Contra la tentación populista. Argentina: Godot. https://www.sopitas.com/noticias/feminicidios-en-mexico-cifras-2018/ https://www.elciudadano.com/medio-ambiente/la-magnitud-de-la-conta minacion-que-genera-estados-unidos-en-el-planeta/06/10/ https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2019/EstSe gPub/homicidios2018.pdf

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