CELULOIDE DIGITAL - DICIEMBRE 2015

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Editor: Finbar Flynn Colaboradores: Pedro Arzillier, Imelda Aguilera Taylor, Jorge Luis Álvarez, Ulises Flores Hernández, Alejandra Gil, Rafael Mejía, Siniestro Sexual, Montag. Diseño Editorial: Finbar Flynn Fotografías: Diversas fuentes de internet y proporcionadas por algunas distribuidoras. Celuloide Digital es una publicación mensual editada por amantes del séptimo arte sin ninguna finalidad de lucro. El contenido de los artículos es responsabilidad de sus autores. Las personas mencionadas, así como las marcas e imágenes utilizadas en la revista son utilizadas únicamente para fines editoriales, para ilustrar los artículos o noticias de los filmes, de los cuales sus derechos de autor pertenecen a las casas productoras de las cintas aquí mostradas y no se pretende infringir nungún derecho.

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ace muchos años, en una época cinematográfica cada vez más lejana, un hombre luchó contra todo pronóstico y logró materializar su sueño de crear una personal saga espacial; de paso y sin esperarlo, cambió la historia del cine. Ese hombre, George Walton Lucas Jr., comenzó a desarrollar el argumento de La Guerra de las Galaxias (Star Wars) a comienzos de la década de los 70s inspirándose en los seriales cinematográficos de acción y ciencia ficción como Flash Gordon (1936) y las historietas pulp. Pero en el Hollywood de aquel entonces sólo una persona creyó en esa peculiar idea espacial de Lucas que el resto consideraba destinada a fracasar: Steven Spielberg. La fe del director de Tiburón (Jaws, 1975) en el proyecto de Lucas permitió la realización de la primera cinta, aunque para ello se tuvo que dividir el argumento inicial en tres partes ya que su borrador incluía todos los sucesos que ocurren en los episodios que ahora conocemos como Una nueva esperanza (IV), El imperio contraataca (V) y El retorno del Jedi (VI). La Guerra de las Galaxias: Una Nueva Esperanza (Star Wars: A New Hope, 1977) inesperadamente se convirtió en un éxito arrollador a pesar de ser una historia que se coloca muy lejos de la originalidad. A la saga podemos describirla como un pastiche de diversas culturas y filosofías pero con una personalidad propia; en ella podemos encontrar desde la filosofía del budismo zen hasta el íntegro honor de los guerreros samuráis, los ejércitos nazis de la Segunda Guerra Mudial, pasando también por la leyenda del Rey Arturo, las damiselas en desgracia, el ascenso del héroe, los duelos de pistoleros en el

Viejo Oeste, e incluso podemos encontrar el melodrama más sentimentaloide y cursi –la revelación "Luke, yo soy tu padre" es digna de telenovela mexicana con todo y el lloriqueo de Luke. Pero el encanto de este amasijo radicaba consistió en que trasladaba las leyendas e historias literarias por todos conocidas a un universo lejano y exótico por medio de una propuesta con situaciones frescas y actuaciones desparpajadas con las que se buscaba el entretenimiento puro. Además, su otra gran virtud fue haberse hecho con un reducido presupuesto que obligó en su momento a recurrir a la inventiva artesanal y tecnológica para la creación de los mundos de fantasía que proponía su visionario creador y que eran imposibles de realizar de manera digital como comúnmente se hace ahora. Maquetas, maquillaje prostético, botargas y el uso de cámaras sincronizadas por computadora le dieron ese toque artesanal y orgánico pero a la vez moderno. La saga Star Wars marcó un parte aguas en la manera de hacer y ver cine en Hollywood, y junto con la ya mencionada cinta del escualo de Spielberg, marcó el nacimiento de los blockbusters. A pesar de los múltiples defectos de esta épica espacial, la saga marco un antes y después en la historia del cine al crear un nuevo parangón en la escala del realismo fantástico a través de los entonces novedosos efectos especiales, y trascendió la pantalla del cine como un simple espectáculo convirtiéndose en una suerte de religión y un negocio mercadológico hiperrentable donde el villano Darth Vader obtuvo la inmortalidad como icono de la cultura pop.
























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icen que cae más pronto un hablador que un cojo, y si quisiéramos ejemplificar gráficamente esta sabiduría popular no habría una persona más indicada que el mismo George Lucas. Ese personaje que hasta el cansancio repitió una y otra vez que no volvería a hacer una película de su universo Star Wars pues había quedado complacido con el resultado y que la saga había quedado cerrada de manera definitiva, reapareció casi dos décadas después de la última cinta para anunciar el lanzamiento de no una sino tres películas más de ese universo y dirigidas por él mismo. Las expectativas se dispararon no sólo por la nostalgia de los fans por ver nuevamente en la pantalla grande ese universo tan entrañable creado por Lucas, sino porque sería él mismo el que estaría tras las cámaras, porque claro, ¿quién mejor para expandir el universo fílmico de Star Wars que su propio artífice? Pero pronto las cosas empezaron a tomar un rumbo incierto. Lucas anunció que la trilogía no continuaría con las aventuras de Luke, Leia, Han, Chewbacca y los androides, sino que sería una tripleta de precuelas que nos mostrarían el origen del emblemático antagonista de la saga clásica: Darth Vader. Y así fue como justo unos meses antes de que llegara a su fin el siglo XX se estrenó La Guerra de las Galaxias - Episodio I: La Amenaza Fantasma (Star Wars - Episode I: The Phantom Menace, 1999) con un cast forzado, malas actuaciones, un guión desastroso con diálogos vergonzosos y una trama soporífera llena de discusiones políticas y escasa acción en la que sólo una carrera de vainas y un duelo de sables demasiado breve que terminó pronto con un prometedor villano –Darth Maul– nos salvaron de quedarnos dormidos. La decepción era total: el tan sonado regreso de la saga no fue más que un capítulo infantil y soso con una historia intrascendente y aburrida donde se extrañaron los duelos de sables y sobraron los efectos digitales en esa carrera de vainas mal fil-

mada que se asemejó más a las de las teleseries que a la de una propuesta fílmica de final de milenio –recordemos que ese mismo año se hizo Matrix (The Matrix, 1999)–. El niño encargado de dar vida al esclavo venido a elegido galáctico equilibrador de la fuerza resultó ser un ente carente de carisma y la historia de su origen fue completamente absurda... y ni siquiera hemos mencionado al infame Jar Jar Binks que dotó al filme de un humor aberrante, alejado por completo de aquel humor sarcástico e irónico de la trilogía original que tenía también ciertos toques de tensión sexual entre Leia y Han Solo. Tres años después, La Guerra de las Galaxias - Episodio II: El Ataque de los Clones prometía regresar al buen camino de la saga. No lo hizo. Hubo más duelos de espadas y más acción, pero el guión fue mucho peor: una trama pseudo romántica que narrativamente era tan elemental que habría sido rechazada en la más cutre de las escuelas de guionismo, actuaciones acartonadas, diálogos absurdos, una protagonista autista –impensable era que Natalie Portman alguna vez ganaría el Oscar como Mejor Actriz– y un protagonista que en lugar de descender al lado oscuro hacía berrinches y pucheros porque su papi no lo dejaba tener novia. El uso excesivo de CGI cambió lo que en un principio era visualmente agradable –la escena de las naves al inicio de la cinta es bastante buena– en algo que con el paso de los minutos se volvió pomposo y banal. La Guerra de las Galaxias: Episodio III - La venganza de los Sith mejoró bastante con respecto a sus hermanas mayores: tuvo los esperados duelos de espadas entre los Sith y los Jedi sobresaliendo el esperado enfrentamiento entre Anakin y su mentor Obi-Wan Kenobi; pero aún así el guión tuvo grandes huecos argumentales y presentó un desarrollo burdo de la villanía de uno de los antagonistas más emblemáticos del siglo pasado que se fundamentó aquí en el "berrinchismo" juvenil de un sobreactuado Hayden Christensen.














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espués de este horror exponenciado a la tercera potencia que supuso la serie de precuelas, Lucas declaró que, ahora sí, su obra estaba completa, que no habría más películas de Star Wars y que incluso había dejado indicaciones precisas de que incluso tras su muerte, estaría prohibido el realizar nuevas cintas de la galaxia muy muy lejana. Pero el dicho popular con el que inicio el artículo anterior se impuso una vez más y hace algunos años Lucas declaró en estar trabajando en una nueva trilogía; pero ahí no pararon las noticias, luego se dio a conocer que la franquicia había sido vendida a Disney por la cantidad de cuatro mil millones de billetes verdes, y que Lucas ya no formaría parte de la expansión de la saga. Ahora, la franquicia está en manos de Mickey Mouse y bajo la dirección de J.J. Abrams, un director que demostró en más de una ocasión contar con grandes capacidades en la ciencia ficción y la acción –ni más ni menos es el responsable del renacimiento y actualización de la saga Star Trek en la pantalla grande– y que se convirtió en la opción obvia para hacerse cargo del trabajo de Star Wars - Episodio VII: El Despertar de la Fuerza que se estrena a mediados de este mes. El séptimo episodio de la franquicia tendrá lugar 30 años después de la conclusión de La Guerra de las Galaxias Episodio VI: El Regreso del Jedi y en él veremos que la guerra aún causa estragos con una República debilitada y amenazada por la Primera Orden a la que pertenece el temible Kylo Ren (Adam Driver), quien honra la memoria de Darth Vader y Palpatine buscando perpetuar el Imperio Galáctico que instauraron décadas atrás y del que aún quedan algunas brasas ardientes. A pesar de que veremos a personajes de la saga original como Luke Skywalker (Mark Hamill), Leia (Carrie Fisher), Han

Solo (Harrison Ford), Chewbacca, R2-D2 y C-3PO, la historia tendrá como protagonistas a Daisy Ridley, John Boyega, Oscar Isaac y el ya mencionado Adam Driver. John Boyega encarna a Finn, un soldado imperial que por aún desconocidas circunstancias posee una espada láser que Anakin Skywalker, y que tras ser arrestado conoce en prisión a Poe Dameron (Isaac), un piloto enviado por la general Leia Organa para hacerse cargo de una importante misión. Ambos se las arreglarán para escapar y terminan como fugituvos en el planeta desierto Jakku donde se encuentran con Rey (Ridley), una joven que lleva consigo una espada láser y que va acompañada de un droide conocido como BB-8. Este encuentro fortuito entre los tres personajes cambia su destino para siempre, pues se verán obligados a embarcarse en un viaje para encontrar a un mítico maestro Jedi, Luke Skywalker, pero para ello tendrán que escapar de las fuerzas de la Capitan Phasma (interpretada por Gwendoline Christie, la estupenda Brienne de Tarth en la serie Juego de Tronos) y del malvado Kylo Ren y sus planes para esparcir las fuerzas del Lado Oscuro. El éxito comercial de esta nueva entrega es indiscutible, los boletos se pusieron a la venta desde octubre pasado y se han vendido en tiempo record; además, se prevé que logre reunir más de dos billones de dólares alrededor del globo, superando por mucho a las películas como Avengers , Titanic y Avatar que han cruzado la barrera del billón de dólares a nivel mundial. Pero la verdadera pregunta no es en cuanto a la taquilla, sino si esta nueva entrega podrá rescatar la esencia de la trilogía original y cautivar de una manera genuina a las nuevas generaciones, algo que no sucedió con la trilogía precuela. La respuesta llegará a México en la medianoche del próximo 16 de diciembre.






















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daptar una obra teatral al lenguaje cinematográfico siempre supone un gran reto, y así como hemos visto exitosos casos de representaciones que han dado el salto al cine, en otras tantas ocasiones también hemos atestiguado completos desastres ya sea en los terrenos artísticos como en la taquilla. La ya complicada empresa se vuelve además titánica si la obra en cuestión es de William Shakespeare, pues la dramaturgia del autor inglés es difícil que funcione en pantalla si no se adecúa apropiadamente a la narrativa audiovisual. Orson Welles (Macbeth, 1948), Akira Kurosawa (Trono de Sangre, 1957) y Roman Polanski (Macbeth, 1971) son algunos de los más célebres cineastas que han llevado a la pantalla grande los cinco actos que narran la historia del general del ejército de Duncan, rey de los escoceses, y su ascenso al poder a través de la conspiración y la traición tras serle revelada una profecía que vaticina su reinado. En ocasiones, las adaptaciones de esta obra se han llevado a cabo con devota fidelidad al material original, y en otros tantos casos con libérrimas licencias artísticas -el caso del filme de Kurosawa es el caso más evidente-. El director australiano Justin Kurzel (Snowtown, 2011) es el caso más reciente de un cineasta que se ha aventurado a trasladar a imágenes en movimiento uno de los textos más célebres del dramaturgo que ya muchos otros han llevado al cine o la televisión con gran éxito en algunos casos y con más pena que gloria en bastantes más. En el particular caso de la versión de Kurzel, estamos ante una propuesta cercana a la de Kurosawa -guardando sus distancias, claro está-, pues se toma varias libertades con respecto a la obra, pero siempre en pos de una mejor experiencia cinematográfica y evitando a toda costa convertirse simplemente en una traslación del texto en pantalla. Macbeth (2015) es una suerte de ‘actualización’ de la historia que a pesar de desarrollarse en el siglo XI -al igual que la obra original de Shakespeare inspirada en personaje histórico de Macbeth que reinó entre los años 1040 y 1057echa mano de la tecnología fílmica para ponerla al servicio de esta fenomenal historia y crear una sofisticada puesta en escena cuyo detallado diseño de arte, impactante fotografía, y uso mesurado del tiempo ralentizado, logran concebir un mundo bélico medieval violento y visceral que se mueve entre lo clásico y lo posmoderno con toques minimalistas. Kurzel nos regala una suerte de medievalismo contemporáneo, tal como el retratado en Game of Thrones, el serial televisivo de HBO, aunque con un tono mucho más sombrío y desolador que la emparenta íntimamente con la propuesta de la reciente Qué difícil es ser un Dios (2014) de Aleksey German. Como muestra de ello no hace falta más que ver el vestuario -obra de Jaqueline Durran de quien ya hemos visto otros sobresalientes atuendos de época como los creados para Orgullo y Prejuicio, Expiación, Deseo y Pecado y Anna Karenina- que refleja con elegancia y sutileza la suntuosidad

de la monarquía medieval, al tiempo que comparte características con la barbarie de los tiempos de guerra en los que tiene lugar esta historia de deseo, ambición y locura. En apenas su segundo largometraje, Kurzel entrega una obra fílmica contundente, pues va más allá de recrear las escenas de los textos shakesperianos, su labor se encamina a rodar muchas escenas en espectaculares exteriores y generar las atmósferas lúgubres y asfixiantes que enmarcan el declive psicológico del protagonista que termina por ser arrastrado por una vorágine de ambición desmedida y locura -como queda expuesto en la fenomenal secuencia de la cena de la Corte-. En este apartado, el demoledor trabajo de los carismáticos Michael Fassbender y Marion Cotillard quienes se apoderan de los textos para trabajarlos con naturalidad y espontaneidad- se convierte en uno de los pilares para la eficacia formal de la película al dar vida a esta maquiavélica dupla que se adueña de la corona a través de la traición y la sangre, pero que después sucumbe ante la ambición por el poder, enfrentándose a la imposibilidad para alejarse su destino -ineludible, siguiendo los cánones de tragedia griega-, a la miseria que acarrean sus deplorables decisiones, y por supuesto, finalmente a la ominosa presencia de la culpa. De esta manera tenemos a un Fassbender que con un gran pulso da vida a un personaje visceral de características crípticas y abstractas, un hombre en profunda decadencia psicológica y moral que a pesar de ser el general más respetado del reino -y consecuentemente el Rey- es a la par un hombre frágil y manipulable por Lady Macbeth. Con este papel del general que se desmorona ante la ambición por el poder, el irlandés continúa demostrando porqué es considerado como uno de los mejores actores de su generación en la industria hollywoodense. Mientras tanto, la hermosa Marion Cotillard ofrece un trabajo impecable como Lady Macbeth, y a pesar de ser un personaje secundario con menor tiempo en pantalla que su protagonista masculino, logra jugar con las varias capas que componen a este personaje manipulador y sin escrúpulos de una elevada complejidad psicológica, consiguiendo dotar a su personaje de esa ansia por el poder que la llevarán a hacer cualquier cosa con tal de aferrarse al título de reina. De este modo, Cotillard se vuelve merecedora de cuanto reconocimiento al histrionismo femenino se entregue en la ya inminente temporada de premios. Una nominación al Oscar el próximo año parece ya asegurada. Macbeth es una pieza artística que Kurzel esculpe con cadencia y visceralidad, una sobresaliente adaptación del clásico shakesperiano sobre el ascenso al poder con una corona de sangre y el descenso hacia la locura en la más deplorable miseria moral; se trata de un fenomenal ejercicio de estilo que se convertirá en un filme de culto, un clásico del cine contemporáneo, gracias a su propuesta dinámica, audaz y violenta.



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espués de la provocativa Joven y Bella (Jeune et Jolie, 2013), François Ozon vuelve a tomar la sexualidad como eje y motor, y busca desmitificar la identidad y la orientación sexual como sinónimos en su más reciente propuesta: Une nouvelle amie (2014), libérrima traslación a la pantalla grande del relato corto The New Girlfriend de la escritora británica Ruth Rendell, recién fallecida en mayo pasado. Con un prólogo de diez minutos, que supone una verdadera lección de cine y que formalmente representa de lo mejor que ha ofrecido Ozon en su filmografía, se establece el contexto de la historia, se presenta a los personajes y se plantea el conflicto que se desentrañará a lo largo del filme: Claire y Laura se conocen en la infancia y de inmediato se convierten en mejores amigas; ya como adultas, ambas contraen nupcias y Laura se convierte en madre, aunque también enferma gravemente y fallece, no sin antes recibir la promesa de Claire de cuidar siempre de su hija y su esposo David. Una tarde, tras una pausa de algunos días por el duelo, Claire decide visitar a David, pero la escena que encuentra es la del viudo cuidando a su bebé completamente travestido. Este desconcertante episodio es el punto de partida que permite a Ozon nuevamente jugar con los absurdos límites morales preestablecidos y busca, como en anteriores ocasiones, demoler los tabúes que se ciernen en torno a la orientación e identidad sexual del ser humano. En esta ocasión, para dinamitar la subyugante moral y los estereotipos sexuales, Ozon ha tomado como estandarte esta la relación que se va gestando y estrechando hasta niveles íntimos entre Claire y Virginia (nombre con el que le "bautiza" su nueva amiga), una relación que jamás se había suscitado con la "identidad" sexual anterior de David, quien a su vez va asimilando paulatinamente su nueva identidad sexual (aunque su orientación se mantiene intacta) como la que debió asumir desde hace muchos años. Desafortunadamente, en esta ocasión parece que el director pierde el rumbo de la historia que se siente inconexa, es un tra-

bajo que se asemeja más a una colección de anécdotas irregulares. Une nouvelle amie cuenta con algunos momentos de brillante delirio e inspiración (el ya mencionado prólogo, así como la secuencia de canto en el bar -una oda a la feminidad a través de un personaje transexual-, o las escenas previas y durante un día de compras en la plaza comercial que marcarán el inicio de la vida pública de Virginia), pero que desaparecen poco después para dar paso a otros momentos que pecan de superficiales hasta el extremo de banalizar el travestismo y lo difícil que es ser mujer se retrata con una escena de la depilación. Ozon se muestra indeciso y parece no encontrar el tono exacto de la película, vacila peligrosamente entre la comedia ligera, la tragedia y luego también se aventura por momentos al suspenso, que aunque es preciso señalar que lo hace con agilidad, no siempre alcanza resultados positivos. En este recorrido por diversos géneros tiene momentos sublimes pero otros cursis y melosos (ya lo verán con ese "happy ending" de corte semejante al estilo melodramático televisivo de Hallmark Channel), y en ocasiones parece imitar el estilo almodovariano, y bien sabemos que ése sólo lo puede ejercer el manchego. Son las estupendas interpretaciones de Romain Duris (David/Virginia) y Anaïs Demoustier (Claire), y el aplomo y sensibilidad con la que Ozon realiza su trabajo (pues a pesar de todo estamos ante un director talentoso), lo que la salva de convertirse en el completo despropósito en el que se hubiera convertido si hubiera sido rodada otro realizador carente la sensibilidad del francés. Une nouvelle amie es una propuesta que engancha al espectador a la pantalla de principio a fin, y eso es algo que no se le puede reprochar jamás a Ozon; no estamos para nada ante una cinta despreciable, pero sí ante una obra menor del parisino que ha corrido con mejor suerte en anteriores ocasiones en las que se ha aventurado a indagar en los rincones de nuestra psique sexual.



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l cine de terror industrializado lleva ya varios años -¿décadas?con una parálisis creativa lamentable. De la numerosa lista anual de producciones de este género, la gran mayoría son filmes que van de lo mediocre Unfriended, el remake de Poltergeist: Juegos Diabólicos, etc.- a lo realmente patético -Annabelle, Exorcismo en el Vaticano, y otro largo etcétera-. Sólo algunas cintas logran sobresalir, y por lo regular, no son producciones estadounidenses las que sorprenden de una manera propositiva, sino cintas modestas en su presupuesto que lo compensan con gran imaginería y autenticidad -la cinta australiana The Babadook, por mencionar algún título, es uno de los ejemplos más recientes-. Y para confirmarlo, la película que hoy nos ocupa no proviene de territorio yanqui, sino directamente desde el viejo continente; desde Austria, para ser más precisos -aunque si se anunciara un remake gringo en los próximos meses no nos sorprendería en lo más mínimo. La historia de Dulces Sueños, Mamá (Ich seh Ich seh, 2014), se desarrolla casi en su totalidad en el cotidiano y veraniego microuniverso hogareño que se crea entre las cuatro paredes de una lujosa casa localizada en la campiña austriaca, un tanto aislada de la civilización. En ella vive Die Mutter, una madre soltera y estrella televisiva local con moderada popularidad, acompañada de sus hijos gemelos Lukas y Elias. La trama de la

cinta detona casi de inmediato cuando la madre regresa a casa tras haberse sometido a una cirugía estética facial; pero casi de manera inmediata, los pequeños comienzan a sospechar que quien ha regresado a casa con la cara oculta tras los vendajes podría no ser su madre. Un errático comportamiento y la implementación de nuevas reglas en la casa, son sólo algunos indicios que hacen sospechar a Lukas y Elias que su madre está siendo suplantada. Este elegante thriller psicológico parte de esta premisa y pone a cocer a fuego lento una fascinante historia sobre los juegos de poder mientras se explora la estabilidad emocional de los personajes infantiles -que por lo regular son retratados bajo un halo de inocencia- y cuestiona de manera punzante la maternidad. Además, el filme trastoca dos figuras importantes en las que el ser humano, por naturaleza, busca refugio: el Hogar y la Madre. Y es que, cuando estos dos elementos se ven alterados ¿a quién se puede recurrir? Con el respaldo de Ulrich Seidl responsable de la trilogía Paraíso: Amor (2012), Paraíso: Fe (2012) y Paraíso: Esperanza (2013), que hemos podido ver aquí en México el año pasado- quien ejerce como productor de la cinta, y un formalidad visual similar a la fenomenal Funny Games (1997) de Michael Haneke, la dupla de realizadores Severin Fiala y Veronika Franz, construyen un filme sustentado en atmósferas taciturnas

y un espléndido uso del suspenso -recurriendo como apoyo a la limpia fotografía de Martin Gschlacht y el inquietante score de Olga Neuwirth, elementos que consiguen hacer más aprehensiva esa atmósfera que ya de por si presenta la minimalista residencia-, añadiendo esporádicamente ciertas dosis de violencia, en algunos casos bastante gráfica, pero en otros tantos -la mayoría- brutalmente emocional. El guión -escrito por los mismos realizadores- rehúye de cualquier efectismo y artificio para representar con maestría un juego de personajes pasivo-agresivos que se va retorciendo conforme avanzan los minutos y culmina con un interesante giro de tuerca que permite apreciar la historia con un prisma distinto. Las actuaciones de los tres protagonistas (Susanne Wuest como la Madre/Monstruo, y Lukas Schwarz y Elias Schwarz como los gemelos) representan otra de las principales bazas del filme, pues estos transmutan de una manera muy orgánica a lo largo del relato al tiempo que se plantean, desenvuelven y cierran las situaciones que van engarzando los capítulos que dan forma a esta perturbadora anécdota. Dulces Sueños, Mamá es un drama familiar que va transfigurando su estructura para terminar como una salvaje y macabra fábula de ritmo lento y sombrío; un ejercicio sobresaliente que refresca al género y ofrece una experiencia que es, al tiempo, inquietante y formidable.



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a aspirante a escritora feminista Edith Cushing, protagonista de la nueva película de Guillermo del Toro, La Cumbre Escarlata (Crimson Peak), no está de acuerdo con que su primer manuscrito sea considerado como "una historia de fantasmas" sino como una historia con fantasmas en ella. Esta misma descripción aplica a la más reciente obra fílmica del realizador tapatío, no se trata de una historia de fantasmas y tampoco es una película de terror al uso, sino un homenaje al cine inspirado en la literatura del género de romance gótico, al cual violentamente salpica de sangre y horror, por lo que encontramos elementos de historias de Mary Shelley, Jane Austen, Charlotte Brontë, Emily Brontë, Horace Walpole, Edgar Allan Poe, e incluso del detectivesco Sir Arthur Conan Doyle a los que les añade elementos fantásticos y sobrenaturales propios de sus historias como los fantasmas atormentados o los insectos de los cuales es profundo admirador confeso -en esta ocasión las mariposas y las polillas son las elegidas por el mexicano para hacer una analogía de la angelical protagonista y los antagonistas de la historia-. La trama sigue a la ya citada Edith (Mia Wasikowska), una joven que aún lidia con el profundo trauma infantil que significó la muerte de su madre -así como su visita macabra durante la noche posterior a su fallecimiento- y que ahora se ve atraída por un hombre enigmático llamado Sir Thomas Sharpe (Tom Hiddleston) sin casi notar que su gran amigo de la infancia, el ahora doctor Alan McMichael (Charlie Hunnam), siente una profunda devoción hacia ella. El atractivo Sir Thomas es un aristócrata inglés heredero de una ruinosa mansión encumbrada en una montaña de tierras color sangre que busca explotarlas al máximo para devolverle el esplendor a su casona y el honor al nombre de su familia, pero para ello necesita maquinaria especializada que no puede costear solo, por lo que está en busca de apoyo económico de varios socios, entre ellos Carter Cushing (Jim Beaver), el padre de la protagonista. Los planes de obtener ayuda financiera fracasan pero Edith y Thomas contraen nupcias y él la lleva a vivir a su mansión donde también vive Lucille Sharpe (Jessica Chastain), la solterona y perturbada hermana de Sir Thomas. Pronto, nuestra heroína descubrirá que tras las paredes se ocultan muchos secretos, que su esposo no es lo que aparenta y que sus intenciones son mucho más macabras de lo que imaginaba.

Después de que cancelara el Apocalipsis con la megaproducción Titanes del Pacífico (Pacific Rim, 2013), el cineasta mexicano regresa a sus orígenes fílmicos con La Cumbre Escarlata, una eficaz mixtura de géneros en la que dentro de la trama romántica gótica central se hacen presentes los elementos fantásticos y sobrenaturales que invariablemente nos remiten a El Laberinto del Fauno y El Espinazo del Diablo, solo que con una propuesta visual más elegante y sofisticada. Se trata de un trabajo de autor al 100% y su impronta se nota en cada fotograma marcado por sus peculiaridades artísticas como artífice, logrando con astucia construir enrarecidas atmósferas y captar los macabros espectros que acechan a la protagonista. Lamentablemente, pese a ser un universo personal totalmente reconocible en la pantalla y que técnicamente no se le pueda reprochar absolutamente nada, esta vez del Toro flaquea en el guión de su historia, pues es absolutamente predecible, deja un poco que desear en cuanto a su originalidad y no alcanza la trascendencia de sus dos icónicas cintas citadas en los renglones superiores. Y es que si bien es cierto que el director de Cronos siempre ha antepuesto la forma al fondo, nunca había dejado de ofrecer una alta calidad en este último apartado; y no es que estemos comparando su nueva película con la ola de una basura yanqui que comúnmente llena la cartelera del cine comercial, sino que la calidad de la historia está muy lejos de equipararse a la que nos tiene acostumbrados, aquí los personajes no quedan detallados del todo y sus acciones no quedan completamente justificadas a pesar del desempeño solvente del reparto que en ocasiones se limita a replicar diálogos reiterativos. Tenemos también una trama que avanza lento y a la que, como público, ya hemos podido anticiparnos a su desenlace, robándonos de esta manera toda la emoción que sus anteriores propuestas nos habían brindado precisamente por ser hasta cierto punto impredecibles o no saber de qué manera se resolvería el conflicto. La Cumbre Escarlata es uno de los trabajos menos afortunados de Guillermo del Toro, pero pese a sus graves tropiezos argumentales es una cinta que se sitúa sobre la media de las producciones estadounidenses y por su propuesta visual es una digna opción para disfrutarse en cines.



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argherita es una reconocida directora de cine que está muy comprometida con que sus películas tengan un trasfondo social y se encuentra trabajando en un proyecto sobre unos obreros que corren el riesgo de perder su empleo cuando un empresario estadounidense se dispone a comprar la fabrica en donde trabajan. En su vida personal las cosas se están complicando: la relación que tiene con su hija es algo distante, terminó el noviazgo que tenia con un compañero de rodaje y el repentino deterioro de la salud de su madre termina por empeorarlo todo. Tanto Margherita como su hermano Giovanni, se disponen a cuidarla a la par de que continúan con sus actividades. Su madre es una maestra de latin retirada; ella está consciente de su mal estado de salud, experimenta fugases momentos de lucidez y locura, pero no se deja vencer por la enfermedad. Desafortunadamente, pese a los cuidados, el diagnostico no es favorable, así que a los hermanos no les queda más que resignarse, acompañar y esperar a que la vida de su madre llegue a su fin. Por si esto fuera poco para Margherita, la llegada

de una carismática e insufrible estrella de cine a su película hacen perder la poca cordura que la quedaba, detonando en ella un profunda crisis donde el dolor y la rabia por la inminente partida de su madre la hacen recordar, cuestionarse y reprocharse diversos aspectos de su vida. El director Nanni Moretti ya nos había presentado una cinta sobre la pérdida de un familiar, La habitación de un hijo (La stanza del figlio, 2001), y en esta ocasión, para realizar Mia Madre (2015) se basó en la experiencia de la pérdida de su propia madre, mientras él se encontraba filmando la cinta Habemus Papam (2011); es así que el personaje de Margherita es un alter ego de Moretti, quien también participó como actor interpretando al hermano de la protagonista. La manera en que Moretti aborda el tema de la pérdida es muy sutil, realista y conmovedor; con un ritmo pausado y un sobrio manejo del drama, el refinado guión -en el que también colaboró el realizador- nos muestra dos tipos de escenas: unas donde Margherita atraviesa por distintos flashbacks, alucinaciones y pesadillas ocasionadas

por la situación de su madre, y otras en el set de filmación donde vemos la neurosis de la directora por la presión de estar grabando y al mando de una producción con tremenda pena sobre ella. Estas escenas nos ayudan a comprender el difícil estado emocional que atraviesa la protagonista, una fenomenal Margherita Buy que nos da una estupenda, sutil y conmovedora interpretación respaldada por las correctas actuaciones del resto del elenco destacando la participación de Giulia Lazzarini, como Ada, la desahuciada madre, y un adecuado John Torturro que vuelve a demostrar que, cuando se lo propone, puede darnos una estupenda interpretación, siendo suyos los momentos cómicos que ayudan aminorar el drama. Mia Madre ha sido una catarsis para su director, pero a la par nos ha traído una gran filme del que nadie saldrá ileso; se trata de un trabajo que nos recuerda que la sombra de la muerte surca sobre nosotros en todo momento, pero lo que hagamos en vida dejará huella en el interior de los que nos conocieron.



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amuel Isamu Kishi Leopo, un joven tapatío egresado de la UDG, nos presenta su primer largometraje, 100% tapatío: Somos Mari Pepa, el cual es una ampliación de la historia presentada en su corto Mari Pepa, ganador del premio Ariel, y en el 2011 como Mejor Corto de Ficción en el FICM. El elenco lo conforman Alejandro Gallardo, Arnold Ramírez, Rafael Andrade Muñoz, Moisés Galindo, Jaime Miranda, y Petra Iñiguez Robles, quienes son amateur en esta línea de la actuación, lo que brinda frescura y realismo. Ellos son vecinos de la misma colonia, la música es original y corrió a cargo de Kenji Kishi Leopo, quien compuso muy acertadamente desde boleros hasta rock. Samuel presenta en su cinta un homenaje al barrio donde nació en Guadalajara y Zapopan, además de a una figura importante en su vida, su Abuela, y a su fallida banda de rock. Alex un chavo de 16 años que quiere entrar en un concurso de bandas, pero también está deseoso de tener su primer encuentro sexual, cosa que sólo conoce por las pláticas con los amigos; además de ir en búsqueda de su primer empleo.

Alex vive con su abuela, una viejita que casi no habla, pero que no necesita hacerlo, sus acciones transmiten lo que su voz no emite. Por las mañana despierta a su nieto con sus canciones de “boleros” a todo volumen, al medio día escucha Kaliman y por la noche Los Radio Fantasmas, programas de radio de tradición en la zona de Jalisco. Muchos de los que vivimos en esta zona recordaremos a nuestros abuelos o padres escuchando estos entrañables programas. Alex se dará cuenta de que la vida tiene un ciclo y su abuela lo representa, entenderá que hay responsabilidades que te tocan, sin pedirlas y que el crecer trae consigo separaciones naturales que son inevitables. Somos Mary Pepa es un retrato de la frescura de los jóvenes, refleja el sentir del adolescente, sus miedos, sus necesidades, sus códigos de identidad, la amistad y la hermandad que tan fuertemente crece en esta etapa. Es una cinta muy honesta que utiliza el lenguaje real, relata la brecha que hay entre sus padres escuchando boleros y ellos con el punk, rock o lo que esté de moda, con una leve sátira a los fresas o poperos (¿Se saben una de One Direction?), o banda o norteña que otros escuchan.

Además hay una crítica a los adultos de la película, de los cuales ninguno es un ejemplo a seguir. Nos adentra en la incertidumbre de crecer y como se ven reflejados los adolescentes en los adultos. Los empleos para estos chicos sólo pueden ser trabajar en comercios como “paleterias” o entrarle a ventas piramidales como el “Herba Power”. Somos Mari Pepa nos sumerge en la vida de los adolescentes que gustan hacer alarde de su virilidad y su humor en ocasiones machista: “No seas joto”; “pásame a tu hermana”. Además del mensaje puntual sobre el abandono de los padres y la falta de comunicación en una etapa realmente importante para su formación. A pesar de ser una película de poco presupuesto y apoyos, Somos Mari Pepa es una cinta divertida, muy digerible y digna, que ha superado las expectativas al ser también bien recibida en los Festivales, una película que deberían ver muchos padres de familia, quizá no les ayude a entenderlos pero si a tener un punto de encuentro y reírse con ellos.



L

a figura de James "Whitey" Bulger, el criminal más peligroso de la mafia irlandesa en los Estados Unidos durante los años 70s y 80s, es el tema de estudio de Black Mass: The True Story of an Unholy Alliance Between the FBI and the Irish Mob, el libro escrito por los periodistas Dick Lehr y Gerard O'Neill que ahora es llevado a la pantalla grande por el ex actor Scott Cooper (Crazy Heart, 2009; y Out of the furnace, 2013) con Johnny Depp como protagonista -en lo que bien podría ser la más ambiciosa interpretación de un personaje en los últimos años- liderando a una estela de personalidades de Hollywood como Benedict Cumberbatch, Joel Edgerton, Kevin Bacon, Peter Sarsgaard, Juno Temple, entre varios más. Pacto Criminal (Black Mass, 2015) es la historia de cómo "Whitey" Bulger, hermano de Billy Bulger, uno de los senadores más influyentes de Estados Unidos, hace una alianza con un grupo del FBI encabezado por John Connolly (Edgerton) -amigo de la infancia de Whiteypara trabajar como informante y entregar a otros importantes delincuentes, desarticulando de esta manera a la mafia italiana -su competencia- y logrando crear todo un emporio criminal al sur

de Boston con su Winter Hill Gang que se extendería hasta la década de los 90s cuando explotaría el escándalo en los medios que expusieron el vínculo entre crimen y gobierno, obligando a "Whitey" a huir por décadas hasta finalmente ser aprehendido en 2011 con más de ochenta años de edad. Como se mencionó en el primer párrafo, Johnny Depp es el protagonista y también la principal baza de este drama gansteril. Con su increíble transformación física en el criminal alopécico de gélida y profunda mirada, y su mesurado desempeño histriónico tras el maquillaje, Depp logra construir un personaje oscuro e intimidante, un hombre capaz de matar a sangre fría pero después comportarte amablemente con una anciana de su barrio, comportarse cariñosamente con su hermano, doblegarse emocionalmente por la pérdida de su madre y la repentina enfermedad de su hijo. Se trata de un rol complejo, un hombre que a pesar de pertenecer a la mafia era amado y respetado por mucha gente de su comunidad; es diametralmente opuesto a los cómicos personajes de su filmografía como Jack Sparrow, Willy Wonka, el Sombrerero y Will Caster aunque fue involuntariamente cómico, sí entra en la categoría-.

Pacto Criminal es un emocionante thriller que de manera eficaz mezcla todos los ingredientes necesarios para poder ser un clásico del cine de gangsters. Además cuenta con una producción sobresaliente: elegante y sofisticada puesta en escena que enmarca y contrasta la vida de estos criminales y sus actos más viles; una lograda atmósfera criminal y la espléndida música de Junkie XL, y Scott Cooper, un espléndido director de actores, sabe sacar lo mejor del elenco completo. Pero pese a esto, la cinta no puede colocarse al nivel de los clásico del género al tropezarse narrativamente en varias ocasiones, al no profundizar más emocionalmente en el personaje central, su relación de amistad y respeto con su amigo de la infancia Connolly, en la importancia de la familia y la religión. La cinta coquetea por momentos con el drama familiar intimista pero huye de él para no volver a tocarlo o hacerlo de manera muy superficial. Cooper ha dado forma a una correcta película de gangsters digna de apreciarse, pero está lejos de pertenecer al selecto grupo de las imprescindibles del género al no aportar nada nuevo y dejar la sensación de que esta historia de crímenes y castigos ya nos la han contado y de una mejor manera.



I

nsensato es juzgar una obra porque se aparta de los trabajos habituales del artista. Generalmente, el creador evoluciona en su propuesta a lo largo de su carrera, pero el público, acostumbrado a cierto estilo, rara vez acepta los cambios, ya sea en la forma o en el contenido de la creación, pues los saca de su zona de confort y los acosa la incomodidad de enfrentarse a algo nuevo. Es entonces cuando el público apunta su inquisidor y flamígero dedo hacia el artista que antes había venerado con ciega fe y lo acusa de traicionarse a sí mismo. Muchos cineastas se han enfrentado a algún episodio similar -como el caso de David Cronenberg cuando presentó sus filmes Una historia violenta (A History of Violence, 2005) y Un Método Peligroso (A Dangerous Method, 2011)-, y uno de los más recientes casos es el del bonaerense radicado en Francia Gaspar Noé y su cuarto largometraje Love 3D (Love, 2015). El otrora "enfant terrible" del cine galo que sacudió al mundo con aquella transgresora ópera prima Solo contra todos (Seul contre tous, 1998) ha sido blanco de ataques descarnados por parte de la prensa especializada y gran parte de sus seguidores que han visto desintegrarse sus altas expectativas y consideran a la película estrenada en la pasada edición de Cannes como un despropósito pésimamente actuado, poco original, pleno de banalidades y pretensiones artísticas, superficial, ególatra, burda y gratuitamente exhibicionista. En pocas palabras: peor que una película XXX. Pero haciendo justicia a la verdad: la película no es tal despropósito... aunque tampoco alcanza el nivel de sus trabajos previos. Un 1° de enero Murphy (Karl Glusman) es despertado por la llamada telefónica de una mujer madura que le pregunta angustiada por información sobre

su hija Electra (Aomi Muyock), pues ya ha pasado un tiempo desde que tuvo noticias de ella. Esta llamada es el detonante de la trama cuya estructura dramática se desarrolla a manera de incontables saltos en el tiempo a medida que Murphy va repasando en caótico desorden las etapas dulces y amargas de su malograda relación con la desaparecida, al tiempo que sobrelleva su ya no tan estable relación con su actual novia Omi (Klara Kristin) con la que ha tenido un hijo. La premisa, de una sencillez que grita basta, obtiene su complejidad de la estructura narrativa que lentamente va disponiendo las piezas para ir proyectando el melancólico rompecabezas que tiene Murphy en su cabeza y que nosotros tenemos que intentar descifrar con los aleatorios recuerdos que nos va compartiendo, Y así, con estas agridulces memorias, el director de Irreversible (Irréversible, 2009) da forma a su personal análisis sobre el amor, las rupturas de la pareja, la ambigüedad y la imprevisibilidad en las relaciones afectivas contemporáneas a través del elemento esencial que es el sexo. En Love 3D, y a diferencia de Ninfomanía (Nymphomaniac, 2013) ese inmamable mamotreto en el que Lars von Trier pseudointelectualizó las relaciones sexuales humanas posmodernas y con el que la película de hoy será inevitablemente comparada por su alto contenido erótico-, Noé apuesta por un retrato más visceral sobre el amor, las relaciones de pareja, los celos y la vorágine que los arrastra a la autodestrucción. Una masturbación mutua abre la película, y con esta prolongada escena de siete minutos, el director hace su declaración de intenciones: provocar y dejar en claro que no habrá concesiones de

ningún tipo en cuanto al sexo, por lo tanto, el público mojigato tendrá que acostumbrarse u optar por abandonar la sala. Felaciones, penetraciones en primer plano, sexo grupal, un ménage à trois filmado con pasión, ternura y sofisticación-, y eyaculaciones directas a la cámara, son sólo algunos de los ritos sexuales del protagonista que Noé plasma con su paleta de colores neón habituales en sus dos trabajos previos y que son capturados aquí por una cámara fija con prolongadas tomas sin cortes y una correcta estereoscopía que en algunas contadas secuencias de sexo funcionan para envolvernos en la experiencia sensorial/emocional, aunque en el resto del filme sea completamente innecesario. Llena de autorreferencias que van desde su filmografía -la maqueta con la fachada del mítico "Hotel Love" de Entra al Vacío (Enter the void, 2009)- hasta su propia persona como cineasta -la profesión del protagonista estadounidense afincado en París; el deseo de éste de ponerle a su primogénito el nombre de Gaspar; el amigo galerista de Electra llamado Noé; etc.-, Love 3D es su cinta más personal... y también la más egocéntrica. Y sí, estamos ante una película que no tiene el poder transgresor del resto de su filmografía y que resulta excesiva en su metraje de 135 minutos debido a que en su segunda mitad se torna reiterativa en su discurso insertando escenas hardcore sólo por el simple gusto de provocar -un trabajo más minucioso del guión y la exclusión de media hora de metraje le habría servido bastante-. Y a pesar de todo esto, es un trabajo digno y honesto en el que el director está dispuesto renunciar a su acostumbrada sordidez en pos de un valiente desnudo emocional semi autobiográfico.



E

l célebre director que hace poco más de una década generó gran polémica por su provocativa declaración "el cine ha muerto", retrata en su más reciente filme los míticos diez días que el cineasta de culto soviético Serguéi Eisenstein estuvo en México en la década de los 30s filmando su inconclusa obra maestra ¡Qué viva México!. Como era de esperarse, la trama es sólo una excusa para que Peter Greenaway -manteniéndose fiel a su peculiar estilo- presente una serie de viñetas de gran poderío visual en las que el director soviético pasea, escribe, filma, dialoga, experimenta y "vive la vida" en Guanajuato durante esta breve pero muy formativa estancia en nuestro país, un periodo durante el cual se debate entre regresar a la Rusia estalinista o permanecer en México -o en algún otro país que lo acoja-, a la vez que los inversionistas privados que financiaron la muy extendida filmación de su película entre ellos el novelista Upton Sinclair- lo presionan para que entregue el material que ya ha registrado en celuloide -más de 60,000 metros de película-. Eisenstein en Guanajuato (Eisenstein in Guanajuato, 2015) es una carta de amor al cine como medio de expresión y a la figura del cineasta como creador. La cinta también funciona como un espejo en el que Greenaway se refleja como artista multidisciplinario y dilucida enigmas sobre la creación artística a partir de la fenomenal representación que el actor finlandés Elmer Bäck hace del director soviético: un genio extrovertido, indiscreto, cínico, bromista, pero a la vez profundamente acomplejado con su cuerpo y su sexualidad. Éstos dos elementos recurrentes dentro de la mayúscula filmografía del galés son explorados aquí con su habitual destreza a través de Palomino Cañedo -interpretado por un fenomenal Luis Alberti (Carmín Tropical)

que se roba cada secuencia en la que está presente-, el guía de Eisenstein que eventualmente se convierte en su confidente y cómplice de aventuras y parrandas por túneles y callejones de Guanajuato, así como en su pragmático y experimentado amante con el que puede finalmente reclamar la autoridad sobre su cuerpo y (homo)sexualidad, y como extensión, conseguir la libertad personal de ser quien realmente es. En este sentido, Greenaway no se muestra condescendiente y no teme mostrar escenas de sexo explícito entre estos dos personajes masculinos en una suerte de rito de iniciación sexual tardía donde desnuda física y moralmente al protagonista central, una secuencia por supuesto enmarcada por la plástica estética que recubre toda la película. Con el oficio que lo caracteriza y siempre preocupado por reventar los límites de la narrativa convencional a través de la experimentación audiovisual con la que las fronteras de la expresión se vuelven irrelevantes, Greenaway juega con una propuesta visual abigarrada e hipnótica que junto con una interesante puesta en escena -evidentemente de espíritu teatral como es constante en su cine- crea largas secuencias sin cortes con el uso constante de travelling para hacer un ingenioso trabajo de desplazamiento de cámara que juega con los espacios para transformarlos de un simple set o una particular locación a complejos escenarios en los que Eisenstein repasa conceptos e ideas sobre su concepción de la cinematografía y el arte en general. Pero no obstante su destacada producción y valor estético, el núcleo argumental se siente poco sólido, divaga demasiado y se adentra en muy pocos aspectos. Ya muy alejado de su época dorada, Greenaway entrega un trabajo irregular que a pesar de mantener su rasgo distintivo de experimentación con

el lenguaje cinematográfico, no logra del todo retratar la grandeza de la figura de Eisenstein. Hay monólogos extensos en los que es el mismo protagonista quien explica al público quién es, de dónde viene, qué ha hecho y su contexto como artista exiliado, mientras que en pantalla podemos apreciar imágenes de archivo de lo que él nos está relatado, generando así un resultado más didáctico que visceral -como debería ser- sobre este icónico cineasta. En este aspecto, la inserción del humor ayuda a reflejar la personalidad desparpajada del soviético, pero hay momentos en los que el humor toma el rumbo de la comedia física y se nota insertado con calzador de una manera burda que sencillamente no funciona. Eisenstein en Guanajuato es una atractiva propuesta visual y como homenaje al director soviético durante su periodo en México es un trabajo digno; sin embargo, como obra cinematográfica está muy lejos de colocarse entre uno de los mayores logros de Greenaway. Y es que a pesar que en sus obras siempre ha prevalecido la estética sobre el contenido, en esta ocasión se queda demasiado lejos de aprovechar todo el potencial del filme para hablar del poder del cine como medio de comunicación y de expresión artística. Greenaway anunció su intención de rodar dos filmes más sobre el director de El Acorazado Potemkin (Bronenosets Potemkin, 1925), así que posiblemente estemos ante la apertura de una trilogía en la que el galés seguirá expandiendo las fronteras y rompiendo paradigmas del lenguaje cinematográfico a través de las experiencias del soviético. Nos queda esperar por esas obras de este Maestro de la Alegoría; mientras tanto vale la pena revisar la que nos ha ocupado en estos párrafos.



C

uando se dio el relanzamiento de la franquicia con Casino Royale (2006, Martin Campbell) nadie estaba de acuerdo con que Daniel Craig se hubiera quedado con el rol del agente británico; parecía demasiado tosco, sin la elegancia ni el porte que caracteriza al personaje creado por Ian Fleming. Pero tras su estreno el actor británico calló muchas bocas cuando con su interpretación -tosca, sí; y con una elegancia muy personal- se adueñó del personaje dejando su impronta en el espía más famoso del mundo de la literatura... y del celuloide. Casi una década ha pasado desde ese entonces y con el reboot de la franquicia comenzó a construirse una especie de universo cinematográfico al estilo Marvel donde los acontecimientos de cada entrega han tenido fuertes repercusiones en los capítulos subsecuentes. Es así como tras dos secuelas de Casino Royale -Quantum of Solace (2008) y Skyfall (2012)- finalmente hemos llegado a la entrega oficial número 24 de la serie fílmica y el punto final de esta gran era en la saga de James Bond en la piel de Daniel Craig: Spectre. En esta ocasión, Sam Mendes repite como director tras el gran éxito de Skyfall y nos coloca inmediatamente en medio de la acción durante una misión en solitario de James Bond -tan secreta que es incluso desconocida para el MI6- para asesinar a un infame criminal llamado Marco Sciarra en una secuencia filmada en el centro histórico de la Ciudad de

México durante el Día de Muertos -que está muy lograda estéticamente pero no refleja realmente nuestras tradiciones, cabe señalarlo-. Tras esta frenética escena inicial que comienza con un fenomenal plano secuencia en compañía de la actriz mexicana Stephanie Sigman en una brevísima aparición que a duras penas podemos considerar como un cameo, descubrimos que fue la ya finada M (Judy Dench), quien instruyó a nuestro héroe de asesinar a Sciarra y acudir posteriormente a su funeral donde encontrará oscuros secretos sobre su pasado. Atendiendo a las indicaciones de M, en el lugar conoce a Lucia Sciarra, viuda del criminal que le revela la ubicación donde se llevará a cabo una reunión secreta de la organización a la que pertenecía su esposo y a la que por supuesto Bond se infiltra para descubrir a la organización que da nombre al filme y que es liderada por un viejo gran conocido del 007: Franz Oberhauser. Ahora, el agente debe buscar a Madeleine Swann, la hija de su archienemigo Mr. White, pues podría conocer la clave para descubrir los misterios que oculta Spectre. A la par de estos acontecimientos que ocurren en distintad partes del mundo, el MI6 en Londres está siendo restituido tras los atentados sufridos en Skyfall y la nueva dirección del Centro para la Seguridad Nacional, a cargo de C (Andrew Scott) ha comenzado a cuestionar las acciones del agente 007, poniendo en duda la importancia de la organización y el proyecto de agentes 00.

Con Spectre, Mendes no sólo se despide de la franquicia por todo lo alto con un sofisticado trabajo de acción en el que deja de lado la intensidad dramática y oscuridad que caracterizaron Skyfall para dar paso a una cinta más luminosa y a una historia más sencilla y dinámica a pesar de sus dos horas y media de metraje- con esporádicos toques de humor y en la que se hacen presentes los fantasmas del pasado del espía para cerrar ciclos a la vez que a los personajes de M (ahora Ralph Fiennes), Q (Ben Whishaw) y Moneypenny (Naomi Harris) les coloca en situaciones más proactivas y no sólo son elementos que juegan como un accesorio para el lucimiento de Daniel Craig. Además, por supuesto, no se puede olvidar la adición de las nuevas chicas Bond, Monica Belucci y Léa Seydoux, así como los nuevos villanos como Mr. Jinx (Dave Bautista), y por supuesto Franz Oberhauser (Christoph Waltz), la mente detrás de la organización Spectre. En este sentido, Sam Mendes no sólo cierra con broche de oro su permanencia en la serie fílmica, sino que también lleva a Daniel Craig a un desenlace en la trama con el que parece decirle adiós a su personaje que recuerda mucho al capítulo final de la trilogía del Hombre Murciélago de Christopher Nolan. Nostálgica, entretenida, ligera y divertida, Spectre es una digna despedida la saga tanto para su versátil protagonista como para su artífice que la llevó a su culmen.



U

na señal en la Tormenta (White bird in a blizzard, 2014), del director Gregg Araki, supone la tercera novela llevada al cine de la autora estadounidense Laura Kasischke (con anterioridad se adaptaron Suspicious River y The Life Before Her Eyes). Adaptada para la gran pantalla por el mismo Araki, la trama se sitúa entre los años 1988 y 1991, siguiendo a Kat (Shailene Woodley), una chica de diecisiete años cuya madre, Eve (Eva Green), desaparece súbitamente y sin dejar el menor rastro; la joven se queda con muchas preguntas sin respuesta y un vacío que se mezcla con su etapa de despertar sexual, por lo que deberá reunir el valor suficiente para comenzar a buscar las respuestas sobre la desaparición de su madre y sobre sí misma. La angustia adolescente y el despertar del deseo sexual siempre han sido abordados de una manera certera por parte de Araki y aquí no estamos frente a la excepción. Se trata de un filme más adulto que el de sus anteriores trabajos (Mysterious Skin, Kaboom etc.) y en el que ahora también explora las problemáticas relaciones de las familias disfuncionales, es decir, de todas las familias. Para este análisis psicológico-sexual sobre 'la base de la sociedad', el director contó con un reparto espectacular del que no se pueden pedir mejores actuaciones, comenzando por las de las dos mujeres protagonistas, pues tanto Eva Green como Shailene Woodley se entregan completamente a la cámara. Eva devora la pantalla y opaca a sus acompañantes en escena en las pocas pero contundentes secuencias que tiene dentro de la cinta, ofrece una participación breve pero poderosa como una madre un poco desequilibrada, frustrada y llena de impotencia por estar casada con un hombre al que difícilmente tolera. Por su parte, Shailene ofrece un trabajo actoral de primera línea que resulta muy gratificante, un trabajo sin exageraciones ni ornamentos, sino con pura natu-

ralidad; su papel aquí dejará sorprendidos a todos aquellos que tienen una imagen siempre inocente de ella desde su participación en Los Descendientes (The Descendants; 2010), The Spectacular Now (2013), Divergente (Divergent; 2014), hasta llegar a Bajo la misma estrella (The Fault in our stars; 2014), pues aquí se arriesga con un papel al que le gusta maldecir (por decir lo menos) cada dos por tres y muestra su madurez interpretativa al desnudarse sin pudor alguno. En el reparto masculino podemos encontrar a Christopher Meloni como Brock, padre de Kat, Thomas Jane como el detective Scieziesciez que investiga la desaparición de Eve (y que inesperadamente tendrá un rol de mayor peso en la trama) y Shiloh Fernandez como Phil, el vecino/novio de Kat. Y aunque se ha mencionado que lo mejor de Una señal en la Tormenta son las actuaciones, no podemos dejar de señalar que la película está llena de detalles que la enriquecen, tal es el caso del excelente score compuesto por Robin Guthrie & Harold Budd, así como la cuidadísima selección musical con temas de Joy Division, The Cure, New Order, The Jesus and the Mary Chain, entre otras bandas ochenteras de rock alternativo; sin embargo, el detalle más especial que posee el filme es un homenaje a Twin Peaks de David Lynch (aunque por otros momentos también recuerda mucho a Blue Velvet), el cual va desde la pequeña participación de Sheryl Lee (Laura Palmer en el filme de Lynch) hasta el mood onírico y, por momentos, surrealista que impera en toda la película. En la película se mezcla erotismo y muerte de una manera especial, es un drama sociológico-psicosexual en el que tiene lugar un fabuloso juego psicológico madre-hija que comenzó con una idílica relación materno-filial pero que el tiempo, la neurosis y las hormonas fueron fracturando hasta terminar en una complicada convivencia diaria. Notables son las revelaciones que salen a

la luz en la terapia a la que asiste Kat casi obligada por su padre para ayudarla a lidiar con la pérdida de su madre, pues es en estas escenas con su psicóloga (encarnada por Angela Bassett) cuando podemos apreciar desde otra perspectiva la relación que mantenían madre e hija, así como los acontecimientos que tuvieron lugar para la separación emocional; aquí también podemos ver a una Kat vulnerable ante la situación de no saber porqué se casaron tus padres si en realidad su madre difícilmente toleraba a su padre y siempre le parecía patético, aunque él siempre se mostraba optimista ante la situación de su matrimonio. Una señal en la Tormenta es un ejercicio bastante afortunado por parte de Araki, un estilizado melodrama sexual en donde las secuencias se presentan sin un orden cronológico, por lo que los continuos saltos en el tiempo van formando una suerte de rompecabezas del que se van entregando las piezas necesarias poco a poco para resolver el cuadro completo y conocer la verdad detrás de la misteriosa desaparición de Eve, la cual se resuelve con una sorpresiva escena al final del filme en donde se atan todos los cabos que parecía quedarían sueltos. No estamos ante una de las grandes joyas cinematográficas del año, pues en cierto momento el guión parece perderse y uno se pregunta hacia dónde va la historia que parece haberse quedado sin rumbo o estancada, no obstante, si se le da la oportunidad, pronto corrige este error y la trama retoma el camino y el ritmo, llevándonos finalmente a un salvaje y oscuro análisis sobre la familia, el despertar sexual y la madurez. El filme tiene elementos que la colocan como una película valiosa, ya sea por sus actuaciones o por sus riesgos temáticos, y si bien no será la película que les cambiará la vida, es una propuesta que no se arrepentirán en absoluto de haber visto.



E

l director Roy Andersson continúa diseccionando la condición humana con su característico oscuro y corrosivo humor nórdico en la última parte de su trilogía existencial a la que ha llamado "La trilogía viva" conformada por Canciones del segundo piso (Sånger från andra våningen, 2000), Du levande (2007), y finalmente, Una paloma reflexiona sobre la existencia desde la rama de un árbol (En duva satt på en gren och funderade på tillvaron, 2014), con la que ofrece una serie de reflexiones sobre la tragicomedia que es la existencia del hombre. La película, que toma su nombre de una anécdota ocurrida en una secuencia del filme donde una pequeña con Síndrome de Down pretende recitar un poema sobre el ave filosófica, vuelve a estar sustentada por una puesta en escena de espíritu teatral minimalista con cámara fija, tomas únicas y en plano abierto, estética que el director utiliza para presentarnos anodinas situaciones y diálogos

que van apuntalando la ácida crítica al ser humano a través de una galería de personajes tristes y anodinos que van desde la ternura hasta el patetismo, y el enfrentamiento a la monotonía de sus vidas. Sam y Jonathan son los personajes con mayor presencia en la película. Se trata de dos vendedores de novedades cómicas que con una sola consigna "queremos que la gente se divierta"- salen todos los días a promover sus productos: colmillos de vampiro de plástico, la bolsa de risa y la máscara del tío un solo diente. Este peculiar tándem es el dueño de la "trama" central que se va desarrollando a lo largo de la cinta donde también van participando otros personajes igualmente peculiares que estelarizan historias individuales o que convergen sutilmente con la de los vendedores, como esa en la que mientras éstos intentan vender sus productos a unos clientes de un bar, éste se ve invadido por el Rey Carlos XII de Suecia y su ejército que va

en camino a la batalla contra las fuerzas del Imperio Ruso, una inserción que Andersson realiza para tomar al monarca del siglo XVII y colocarlo al nivel de los simples y patéticos mortales -además de desmitificar su figura heroica- dentro de este fresco en movimiento dedicado a lo irracional del comportamiento del homo sapiens. Una paloma reflexiona sobre la existencia desde la rama de un árbol seguramente dividirá opiniones, pues habrá quienes no comulguen con esta estilizada propuesta tragicómica de parsimonioso ritmo que destila profusamente un humor lacerante sobre diversos tópicos como la vida, la muerte, la guerra, el amor, el trabajo, la amistad, el deseo y la simplicidad de la vida. Una pieza de arte irónica y sumamente extraña que es igualmente bella e indispensable de este cineasta al que muchos ya se han aventurado a llamar "el sucesor de Bergman".



E

l fallido operativo denominado "Rápido y Furioso" que puso en jaque a las autoridades mexicanas y estadounidenses es la excusa perfecta para que Gabriel Ripstein proponga una necesaria reflexión sobre el tráfico de armas en su opera prima 600 Millas (2015), un drama social que llega con el Premio a la Mejor Ópera Prima en el Festival de Berlín bajo el brazo, y en el que dos personajes antagónicos se encuentran en una encrucijada en donde la confianza mutua parece ser la única salida. Arnulfo Rubio (Kristyan Ferrer), es un joven sinaloense que está iniciando en el tráfico de armas con un sencillo modus operandi: su compañero gringo Carson (Harrison Thomas) compra -de una manera más fácil de lo que compra cigarrillos- el armamento en tiendas y ferias de los Estados Unidos y las esconden en una camioneta en la que Arnulfo cruza la frontera hacia México para llevárselas a su tío Martín (Noé Hernández), un narcotraficante local. El detonante de la trama se suscita cuando Hank Harris (Tim Roth), un agente de la ATF, atrapa a los traficantes de armas pero Carson lo enfrenta logrando dejarlo inconsciente y

huye de la escena; desesperado, Arnulfo decide secuestrar al agente y llevarlo directamente con su tío desde Tucson hasta Culiacán, ese recorrido de cientos de millas que hace referencia el título. La idea de una cinta fronteriza no es nueva, pero Gabriel Ripstein se aleja completamente de las situaciones y personajes arquetípicos como la figura del narcotraficante sobrerudo y los agentes estadounidenses al mostrarlos en una cotidianidad que nos resulta completamente familiar como esa secuencia sin cortes del tío de Arnulfo lavando los platos antes de continuar con sus actividades, o aquella otra escena de Hank desayunando con su mujer durante una mañana llena de serenidad. El cineasta debutante también se aleja del estilo visual que ha caracterizado la filmografía de su padre –el legendario Arturo Ripstein que recientemente ha estrenado su nueva cinta La Calle de la Amargura–, utilizando para ello la fotografía del belga Alain Marcoen, recurrente colaborador del los hermanos Dardenne y de quien podemos recordar su espléndido trabajo en El Niño (L'enfant, 2005), El Chico de la Bicicleta (Le gamin au vélo, 2011) y Dos días, una no-

che (Deux jours, une nuit, 2014); despojada de nimias ornamentaciones estéticas, la naturaleza de la imagen de Marcoen coloca al filme mucho más próximo al cine documental que a una de las tantas ficciones fronterizas. El peso de la dinastía a la que pertenece Gabriel Ripsten había elevado exponencialmente las expectativas sobre su primer largometraje, pero tras su visionado éstas quedan completamente superadas pues estamos frente a un trabajo contundente que escapa de los clichés del subgénero fronterizo, un filme en el que los diálogos mínimos son suficientes para que, junto con el solvente trabajo del tándem Ferrer-Roth, se pueda perfilar detalladamente la personalidad de estos complejos personajes que se van transformando/resquebrajando a lo largo de la cinta, como en esa fenomenal escena de Ferrer frente al espejo. 600 Millas, es un sólido debut cinematográfico que hace un estupendo análisis de la realidad fronteriza a través del agudo juego de poder disfrazado de camaradería que se genera entre Hank y Arnulfo y ese inesperado desenlace alejado de moralismos.



L

a obra literaria del novelista escocés de culto Irvine Welsh —creador de la celebrada novela que dio origen a la película Trainspotting: La Vida en el Abismo (1996) de Danny Boyle— vuelve a ser objeto de adaptación fílmica. En esta ocasión su segunda novela, Filth (1998), es adaptada para la gran pantalla y dirigida por su compatriota Jon S. Baird —Cass (2008)— con resultados más que decorosos. Repugnante (Filth, 2013) es la historia del detective corrupto Bruce Robertson y su itinerario para conseguir un tan anhelado ascenso en las filas de la agencia policial de Edimburgo para con ello ganarse el respeto y admiración de su mujer, a quien percibimos distante y casi ajena a su vida. Así de sencillo puede resumirse la premisa del segundo largometraje de Jon S. Baird, pero tras esta austera línea argumental se esconde toda una mordaz crítica a la doble moral de

la sociedad occidental obsesionada con el éxito y el reconocimiento que poco a poco guía al Hombre a la total deshumanización. Se trata de un relato complejo debido a la falta de un hilo conductor claro, pero esto es resuelto de manera eficaz por Baird y logra ensamblar con preciso ritmo frenético este recorrido del obsesivo, mezquino, misógino, homófobo, drogadicto, promiscuo y corrupto agente del orden encarnado extraordinariamente por James McAvoy, quien da muestras de su versatilidad al poder dar vida a este desquiciado personaje sin caer en la caricatura y sí con un gran toque de humanidad. El trabajo de McAvoy en este sentido es esencial para el cabal funcionamiento de Repugnante, pues a veces con desaforada energía y en otras con contenida conmoción es que se logra trazar eficazmente la odisea del psicológicamente atormentado y maltrecho detective que lo lleva a un directo des-

censo a su infierno particular y al resquebrajamiento psicológico que lo enfrenta a lo que más aborrece pero también a lo que se encuentra íntima, ineludible y permanentemente ligado. El director, con apenas su segundo largometraje, evidencia una gran madurez narrativa e inteligencia al realizar esta sátira de negrísimo humor donde los valores morales brillan por su ausencia. Ácida, grotesca y grosera, Baird mantiene las características de la obra literaria de Welsh y aunque queda claro que Repugnante no alcanza los puntos de genialidad de Trainspotting: La Vida en el Abismo, ni tampoco el director logra que se convierta en una cinta generacional como sí lo consiguió Danny Boyle, es una propuesta que con agudeza e inteligencia logra inquietar y provocar a la audiencia, y eso siempre es de agradecerse.



E

n la primera década de este siglo llegó a la escena musical una mujer de peculiar voz, estilo y belleza; un alma vieja que tal pareciera nació en la época equivocada, pero que llegó a seducirnos con su gran talento natural y su hermoso sonido de jazz y soul. Una sencilla chica que emanaba talento y con un look fuera de los estándares de la imagen de una cantante en la actualidad, pero también con un carisma envidiable y una personalidad magnética que con tan sólo dos discos se convirtió en una figura icónica para toda una generación: Amy Winehouse. Pero el meteórico ascenso a la fama de esta joven inglesa que traía la música en el alma y a flor de piel fue trágicamente interrumpido por su repentino fallecimiento en julio del 2011 en su piso de Camden, en Londres, por un paro cardíaco a consecuencia de sus excesos con el alcohol y las drogas. El director Asif Kapadia, reconocido mundialmente por su gran trabajo con el documental Senna (2010) sobre el famoso piloto automovilista Ayrton Senna, es el encargado de materializar el proyecto Amy (2015) donde nos narra los 27 años de la vida de la ganadora de seis premios Grammy por medio de videos, testimonios en audio de familiares y amigos, entrevistas, y de algunas letras de sus canciones.

En el documental podemos ver cómo ciertos hechos pueden hacer que un artista con gran futuro termine por tocar fondo. Por una parte tenemos a una joven y entusiasta Amy en los inicios de su carrera, la relación con su familia y su primer contacto discográfico que prosperó en el nacimiento de uno de los discos más representativos y exitosos de la década pasada y que la convirtieron en el gran fenómeno que fue: el álbum "Back to Black". Aunque por otro lado, y paralelo a sus grandes triunfos, también somos testigos de las causas que la llevaron a la autodestrucción: el divorcio de sus padres que nunca pudo superar completamente, sus tormentosas relaciones (especialmente con su pareja Blake Fielder) que aunque le ayudaron a escribir sus conocidas lastimeras melodías, también le dañaron emocionalmente de una forma irreparable. El alcohol, las drogas y la bulimia fueron deteriorando su salud, problema que agravaron las personas a su alrededor que únicamente buscaban sacar provecho de ella, como la prensa amarillista que no se cansó de atacarla e invadir descarnadamente su privacidad; y en este relato del ídolo caído, este cuadro de la decadencia, también hay lugar para hablar sobre el amarillismo periodístico que puede socavar la carrera de un gran talento.

Y es que si bien es por todos conocido lo intensa que fue la vida de Winehouse (gracias a los medios sensacionalistas que se encargaron de darnos todos los detalles, hasta los más privados con tal de vender), es gracias al documental que podemos tener acceso a la otra cara de la cantante: sensible, divertida y amorosa, la mujer que bien se podía parar frente a miles de espectadores y con seguridad interpretar sus temas, pero que mantenía una humildad de la que carecen muchos otros artistas con un talento inferior; una característica que, por ejemplo, la hacía comportarse como una niña temerosa y tímida a la hora de conocer a su ídolo Tony Bennet cuando el mismo cantante reconocía la grandeza de Winehouse. Amy en ningún momento pretende que juzguemos, disculpemos o justifiquemos los actos de la cantante; Kapadia esquiva los juicios morales y todos sus esfuerzos se dirigen a levantar un poderoso, íntimo y emotivo homenaje a la mujer, un trabajo escrupuloso que se adentra en el mito de Winehouse y que captura perfectamente la esencia de la mujer artista en medio de su accidentada vida. Finalmente, lo logrado por el director británico es un contundente documento que fascinará hasta a quienes no son acérrimos fans de 'la reina británica del Soul'.


Dama Muerta







T

ranscurría el año 1952, con la publicación de Casino Royale las novelas de espías jamás volverían a ser igual ya que de la pluma de Ian Fleming (quien años atrás había prestado servicio a la Armada Naval Británica) había nacido un personaje que rompería la barrera del tiempo para llegar hasta nuestros días. Elegante, seductor, habilidoso en palabras y en armas y con licencia para matar, el agente 007 llegaría para quedarse. James Bond fue un productor directo a los acontecimientos de la Guerra Fría, el hombre que necesitábamos para sentirnos seguros pero ahora ya no hay ninguna guerra por la cual luchar y aún sentimos la necesidad de ser parte de cada una de las aventuras en las que se involucra. El antihéroe ha tenido que renovarse por más de 6 décadas en los diversos medios en los cuales participa, ya sea en las novelas que le vieron nacer, la radio, la televisión o su lugar favorito donde mejor se ha desenvuelto: el cine. Los números de Bond son nada despreciables ya que con 50 años dentro de las arcas de la cinematografía, 6 actores han dado vida a las 24 películas que compone la saga iniciada por Eon Productions en 1962 con Dr. No, la primera cinta del agente, y el pasado 6 de Noviembre con la llegada de Spectre la más reciente misión de Bond que marca el regreso de la organización criminal tras más de 30 años de ausencia en las aventuras del agente doble cero y es justamente que con el regreso de la dirección de Sam Mendes tenemos la conclusión a la historia inicia en Skyfall. Después de la muerte de M (Judi Dech) un desolado James Bond tendrá que cumplir una última mi-

sión secreta no autorizada por sus superiores para encontrar y dar fin a una secreta y siniestra organización que planea dar el golpe final para tener bajo su poder a todo el mundo con la ayuda de un nuevo sistema de seguridad de orden mundial apoyado por el gobierno de los nueve principales países. Los Nueve Ojos está a horas de iniciar y Bond con el tiempo en contra se dará cuenta que mientras las piezas se unen, su pasado será la respuesta a la pregunta que tanto lo ha torturado. Ejecutivo Especial para Contraespionaje, Terrorismo, Venganza y Extorsión (SPECTRE, por sus siglas en inglés) es la organización que conocimos por primera vez en la cinta Dr. No y ahora lleva el nombre de la cinta 24 de James Bond, pero más allá de ser únicamente un club secreto, sus fines y propósitos son reales y por ello más escabrosos. El dominio del mundo es su meta y único propósito y para llegar a él, su líder y creador Ernets Stavro Blofeld siempre tiene un plan listo para comenzar a ejecutar. En la saga actual de James Bond, que comenzó con Daniel Craig en 2006 con Casino Royale, el villano de la cinta, Le Chiffre, un banquero criminal aficionado a las apuestas en póker protege los fondos de una cierta organización secreta de la cual nunca se devela el nombre y no fue hasta la secuela en 2008 con Quantum of Solace donde se revela el nombre de la organización: Quantum. Mientras que en Skyfall, estrenada en el 2012 justo cuando se celebraba el 50 aniversario del personaje en la pantalla grande, Bond no tuvo tiempo de celebrar debido a que tuvo que enfrentar a un peculiar villano que está decidido a dejar en cenizas al MI6 gra-

cias a las tecnologías de nuestros tiempos: El ciberterrorismo. Es aquí, en este momento fílmico del personaje donde podemos ver a un James Bond cansado, ahora se despeina en cada misión en donde puede fracasar, lo hieren, ya sea amorosa o físicamente, ya no es el hombre perfecto que se nos presentó antes, ahora es un personaje más real y por ello más humano. Pero esta imperfección lo hace más atractivo para las audiencias, es aquí donde podemos ver la era actual del personaje, un personaje que se mantiene más vivo que nunca. Y precisamente es Skyfall, en donde al parecer la organización quedó anulada de la historia sin embargo siempre quedó en el aire la interrogante de quienes eran las personas encargadas de financiar los ataques terroristas que el villano, Raúl Silva provocaba. Ahora con el estreno de Spectre se da a conocer que tanto los villanos de las cintas anteriores y la organización Quantum no eran más que brazos subsidiarios de Spectre, siendo de este modo la principal y una organización que se ha presentado en la saga actual de Bond para sorpresa de todos los fans. Una organización que se ha encontrando operando desde las sombras cautelosamente esperando el momento adecuado para salir y encontrarse cara a cara con el agente 007. Con el pasar del tiempo, la organización ha tenido que evolucionar para adaptarse a los nuevos cambios que el tiempo genera, los ataques ahora no precisamente son a escala global pero si lo suficientemente importantes para poner a todo el equipo de Bond en apuros.




James Bond y Spectre se han enfrentado en duras batallas pero ninguna como la disputa legal que hubo entre Ian Fleming y Kevin McClory al intentar demostrar quien había sido el responsable de la invención de dicha organización criminal. Todo comenzó cuando entre Fleming y McClory lanzaron ideas para un nuevo guión cinematográfico del agente 007, hubo un borrador y este posteriormente Fleming pulió para convertirlo en la siguiente novela debido a que lanzaba una por año, y fue ahí el error que cambio parte de la vida de estos dos amigos. Las mafias chinas fueron eliminadas por una organización cuyo fin es crear secretamente guerras mundiales entre las grandes potencias del mundo para al final derrotar fácilmente al vencedor cansado y así obtener el dominio del mundo. Operación Trueno terminó llamándose la novela y cuando Kevin McClory se percató que no se le atribuía crédito alguno lanzo una demanda que duró varias décadas por los derechos fílmicos del libro así como para aparecer como único creador de la organización Spectre. En el proceso de esto la salud de ambos decayó notablemente, a Fleming ya le habían dado dos infartos y la mejor solución fue un arreglo fuera del tribunal donde se acordó que McClory en efecto había sido creador de la organización pero por diez años no tendría permiso para los derechos fílmicos. Y así después de unas pequeñas apariciones de Spectre en la saga cinematográfica se terminó acordando que no se usaría más debido a grandes diferencias creativas y ante la amenaza de McClory de una nueva demanda para obtener todos los derechos fílmicos de James Bond siendo de esta manera Los Diamantes son Eternos de 1971 la última vez que Eon Productions usó a la organización. Y de este modo, en nuestro tiempo actual, después de varios rumores, retrasos y cancelaciones el director Sam Mendes hizo oficial su regreso iniciando la producción del filme, informando varios lugares de filmación entre los que se encontraba Roma, Londres y La Ciudad de México en las cuales tendrían suma importancia en el guión. La filmación comenzó en los estudios Pinewood y algunas escenas alrededor

de Londres, mientras que la captura de la fotografía principal comenzó en Austria para después regresar a Londres para escenas finales, posteriormente el equipo viajó a Roma para filmar alrededor de cinco semanas para la escenificación de una importante persecución de autos entre el Jaguar C-X75 y el siempre confiable Aston Martin DB10 el cual la empresa automotriz diseño exclusivamente para la cinta. Posteriormente el rodaje llegó a la Ciudad de México para la escena inicial de la película que se establecía en las calles del centro histórico, principalmente en la calle Tacuba para finalizar en una huida rápida entre un miembro de Spectre y James Bond en un helicóptero que aterriza en el zócalo capitalino, todo esto mientras se realiza un desfile conmemorando el día de los muertos. La escena tuvo alrededor de 1500 extras, 10 esqueletos gigantes para el desfile y cerca de 250,000 flores de papel simulando los arreglos florales del clásico día del 2 de Noviembre. Y casi al final del día, la producción de la cinta 24 de James Bond regresó a los estudios Pinewood para concluir el 5 de Julio del presente año tras 128 días de filmación. Después de ello, los preparativos publicitarios comenzaron y es en esta parte cuando nos damos cuenta de la importancia del personaje y el poder que tiene sobre el mundo real, ya que al comunicar que se estrenaría el 26 de Octubre del 2015, Paramount Pictures adelanto el estreno de la cinta Misión Imposible: Nación Secreta para no competir con Spectre (cabe mencionar que ambas cintas el personaje principal se enfrenta a una desconocida organización con propósitos oscuros) y mientras los días pasaban y el estreno estaba por llegar todos en el mundo querían ser parte del llamado Fenómeno Bond, en donde no hay persona que no quiera ser parte del estreno de la cinta. Sin mencionar la increíble Premiere que se llevó a cabo el 2 de Noviembre en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México en donde parte del reparto principal y el director estuvieron presentes en medio de una enorme ofrenda del día de los muertos. Ahora estamos a un mes del estreno de la cinta más reciente del personaje, poco a poco se irá retirando de las salas cinematográficas de varios países

en el mundo, Spectre se ha convertido en un buen momento de ser Fan del personaje y si no es así al menos logrará emocionarte con sus lugares exóticos, donde todos los hombres quisieran ser él y las mujeres desearían tener un día con él. Esa fórmula ha funcionado por décadas, todos llevamos un James Bond dentro de nosotros y a veces sólo falta que demostremos que una licencia para matar es una licencia para no hacerlo, un asesino, un amante, alguien políticamente incorrecto, esa clase de antihéroe es lo que el público necesita para tener un respiro de aire nuevo en sus pulmones y emocionarnos cada vez que se anuncia el estreno de una nueva aventura del personaje que toma únicamente Vodka Martini, agitado y no revuelto. Resulta curioso que un personaje que durante más de 50 años ha estado presente en la grande pantalla llevándose consigo una suma considerable de dinero, sin olvidar los productos derivados de cada estreno de las cintas así como los libros de los cuales pertenece no tenga un futuro concreto, aún no hay noticias de una nueva producción de James Bond y muchos medios mencionan que la última cinta de Daniel Craig fue Spectre, el futuro del personaje es incierto pero sabemos que nunca hay que decir nunca jamás. Tampoco hay que olvidar que la producción de James Bond es la única que recupera su inversión cinematográfica antes del estreno debido a la cantidad enorme de marcas de prestigio que luchan por que sus productos los use el agente 007. Desde trajes, relojes, zapatos, bebidas, autos, barcos, países, juguetes, todos quieren ser parte del universo de James Bond y nosotros también. Siempre habrá un Blofeld haya afuera, ocultándose muy bien en las sombras y nosotros necesitamos a un agente 007 que nos proteja de ello, después de todo una organización de estas características en nuestra vida real ya no resulta tan descabellada como hace años cuando hizo su primera aparición. Lo que pareciera ser la última misión del agente 007 es sólo el comienzo de una batalla más grande, una batalla que cambiará para siempre al hombre, a la leyenda, a Bond, James Bond. James Bond will return…



S

i bien, todo el mundo está esperando ansioso por la nueva de Star Wars… ¿cuántas eran? La verdad es irrelevante, yo quiero hablarles de una película que vi este año, y estoy segura que les dejaría más que cualquier otra de la saga de las galaxias. La ciencia ficción es sobre ideas, por lo cual es raro ver películas sobre ella bien hechas en la pantalla grande, crear algo comercial apegado al espectáculo es realmente lo que se nos da ahora, algo llamado: ciencia ficción vendible. Ex machina es el debut como director de Alex Garland, un novelista y guionista británico (28 days later, Sunshine). Empieza como un thriller sobre un programador joven (Domhnall Gleeson), llamado para trabajar por un tipo Dr. Frankenstein carismático (Oscar Isaac). Poco a poco descubriendo que en los planes de este científico para crear inteligencia artificial es un tanto preocupante y hasta algo enferma. Pero incluso como se van revelando cosas y comienzas a sentir que el terror y la violencia es inevitable, la película nunca pierde control sobre lo que trata; este es un film comercial raro en la que cada escena, secuencia y composición profundizan los temas del guión, y cuando el final sangriento llega parece menos predecible que inevitable y correctamente utilizado. El científico Nathan (Isaac), ha traído al programador Caleb (Gleason) a su hogar, un laboratorio en las montañas,

lo ha asignado a un prototipo de un robot “hembra”, Ava interpretado por Alicia Vikander, para determinar si de verdad tiene conciencia o es solo una simulación bien creada. La historia es emocional e íntima en ocasiones, a veces sofocante. Las conversaciones de Caleb con Ava se presentan como secciones narrativas discretas, tituladas como los capítulos de un libro. Estas secciones se intercalan con escenas entre Nathan, Caleb y la novia de Nathan; Kyoko (Sonoya Mizono) una mujer frágil y aparentemente muda. Debido a que la película está llena de sorpresas, la mayoría de ellas de los personajes, trataré de describir Ex Machina en términos generales. A pesar de haber hecho un film en el que 2 de los cuatro personajes principales son mujeres, y dejando claro que la prueba real del científico tendrá un componente sexual, nunca parece explotar a los personajes o abusar de las situaciones. Garland, ha demostrado un gran interés en la organización de la sociedad, la tensión entre la necesidad de reglas y el abuso de autoridad y la forma en que los roles de género que dominó durante miles de años pueden envenenar las relaciones puras. Del mismo modo, Ex Machina es sobre hombres y mujeres y como sus identidades son construidas por la sociedad dominada por el hombre tanto como por la biología. Nathan se rebela contra el estereotipo del nerd viviendo como un hombre

fiestero, bebiendo en exceso, bailando disco y reaccionando con desprecio cada vez que Caleb muestra simpatía por Ava. Ya es bastante malo que Nathan quiera jugar a ser Dios, lo que es peor es que él anhela recrear la feminidad a través de circuitos y carne artificial. Su visión de la mujer parece estar creada por revistas eróticas y videojuegos dirigidos a los adolescentes. En la manera en que Ava va apareciendo más central en la historia, la película adquiere un tono de cine negro, con Nathan como el marido abusivo o padre, como a menudo se encuentran en estas películas, Caleb como el joven despistado herido, y Ava como una doncella en angustia, pero no tan indefensa como parece en primer lugar. Los momentos más intensos son las conversaciones tranquilas que se producen durante los apagones de energía, cuando Ava confiesa su miedo a Caleb y le pide ayuda, parece genuinamente angustiada pero siempre estamos recordando que ella es creación de Nathan. Podría ser una simulación o simplemente otra proyección del creador. En todo momento, Garland crea la tensión y la acumula lentamente sin bajar el ritmo. Demuestra tener un ojo preciso para la composición, haciendo hincapié en los seres humanos y los robots como figuras encantadoras pero preocupantes en una era fría y peligrosa de la tecnología. El final es mayormente satisfactorio cuando llega. Este es un film clásico. Muy recomendado.


L

os gigantes de la actuación John Lithgow y Alfred Molina protagonizan y conforman la principal baza de la nueva película del director Ira Sachs, El Amor es Extraño (Love is Strange, 2014). Los experimentados histriones se desenvuelven de manera sublime al encarnar a Ben y George, una pareja madura de homosexuales cuya boda deviene en el despido de este último como maestro musical de una iglesia católica, a causa del retrógrado e intolerante punto de vista sobre los matrimonios de personas del mismo sexo, provocando con ello la obligatoria venta de su departamento por la falta de solvencia económica. La crítica social en el filme es implacable pero se encuentra más en el subtexto y en el elegante uso del humor negro que en la premisa inicial de la obra, pues ésta sigue los pasos de la pareja sobreviviendo de manera separada a expensas de la ayuda de amigos y/o familiares mientras encuentran un lugar para poder vivir nuevamente juntos. Como ya lo hiciera en su estupenda cinta anterior, Keep the Lights On (2012), Sachs trabaja el guión con Mauricio Zacharias y presentan la historia a través de una narrativa cronológica pero con algunos saltos en el tiempo que no son indicados en la pantalla como lo hacen las cintas convencionales, sino que apela a la participación del espectador pues éste tendrá que jugar un papel activo para hilvanar la trama en la que los diálogos revelan ciertas pistas pero que tampoco toman un papel condescendiente explicándolo todo. De esta manera acompañamos a Ben a vivir con la familia de su sobrino Elliot (Darren Burrows), su esposa Kate (Marisa Tomei) y su hijo

adolescente Joey (Charlie Tahan), cuya dinámica familiar es trastocada por la llegada del pintor retirado; por otra parte, también acompañamos a George en la búsqueda de un nuevo departamento más accesible, y en su provisional estadía con una pareja de jóvenes policías: Ted (Cheyenne Jackson) y Roberto (Manny Perez). El Amor es extraño es una de las mejores propuestas de cine gay del año pasado precisamente por no ser una película sobre relaciones homosexuales; es decir, es una cinta sobre la relación de una pareja ante las aventuras/desventuras que la vida presenta, pero que sólo de manera casual, son dos personas del mismo sexo. La cinta no pretende ser un filme que busque la reivindicación de la comunidad LGBT a través de su discurso panfletario pro diversidad sexual, sino que logra abordarla desde una acertada normalización de las relaciones entre personas del mismo sexo, por lo que más allá de ser una historia de amor homosexual (que lo es, y una muy buena), es más bien un tratado sobre las relaciones interpersonales en el mundo contemporáneo a través del caso de esta pareja de hombres maduros que repentinamente se ven enfrentados, cada uno por su parte, a las problemáticas de las dinámicas familiares y las tensiones generadas por la brecha generacional de sus respectivos y provisionales anfitriones, a quienes la cinta también da el debido peso y apreciamos el punto de vista de los familiares y/o amigos que les han brindado ayuda en medio de la complicada situación, ya sea por genuina amistad o por aparente obligación consanguínea.




C

on sólo dos largometrajes estrenados en cines, No sé si cortarme las venas o dejármelas largas (2013) y Amor de mis amores (2014) -ambas adaptaciones de su propias obras de teatro-, el director mexicano Manolo Caro se ha hecho ya de una fama considerable dentro de la industria fílmica de nuestro país gracias al desfachatado y refrescante humor que poseen sus propuestas con marcado estilo propio, aunque con claras remi-nisencias al melodrama pop kitsch del director manchego Pedro Almodóvar a quien hizo un par de homenajes referenciales en su primera película. La clásica anécdota del hombre que va a comprar cigarros y no regresa nunca, sirve como inspiración para Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando (2014), pues cuando Gustavo (Carlos Bardem) sale de su casa durante una madrugada cualquiera a conseguir una cajetilla en la farmacia y no regresa más, se desata la angustia y desesperación de Elvira (Cecilia Suárez), su esposa y madre de sus dos hijos, que emprende la incansable búsqueda por el amor de su vida, encontrando pistas sobre el posible paradero de su marido y del amorío que éste ha mantenido con otro hombre mucho menor que él (Luis Gerardo Méndez)

desde hace ya un tiempo. Pero este desafortunado descubrimiento no la detiene en su determinante búsqueda y los enredos en la historia no se hacen esperar, además que las confusiones no sólo se vuelven situacionales sino también psicológicas. Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando es la primera película de Manolo Caro que no pasó primero por los escenarios, se trata de una historia pensada desde su origen para la pantalla grande y ésto es más que notorio desde el manejo de la cámara, el aprovechamiento de locaciones y el desempeño actoral. Cecilia Suárez está espléndida en este papel que resulta tan entrañable como exasperante y Luis Gerardo Méndez hace una buena mancuerna con su coprotagonista y ofrece un trabajo un tanto distinto a los de sus ya conocidos personajes como el de Javi Noble de Nosotros los Nobles (2012) o Lucas en la ópera prima de Caro, No sé si cortarme las venas o dejármelas largas (2013). Y además de estas ya reconicidas estrellas nacionales, debemos señalar el resto del elenco que también incluye a Carlos Bardem en el rol que, aunque pequeño en tiempo en pantalla, es el detonante de la historia; Vanessa Bauche como Luisa la vecina, Angie Cepeda como la me-

jor amiga de Elvira y la siempre agradable Mariana Treviño como la secretaria de la empresa donde trabajan Gustavo y su amante, cierran el círculo de actores de soporte para la historia, aunque también hay cameos de Angélica Aragón (mamá de Elvira), Silverio Palacios, Alfonso Dosal, Amorita Rasgado, María Elena Saldaña y Marimar Vega. Con esta nueva propuesta, Manolo Caro deja un poco de lado la comedia salpicada de momentos dramáticos que imperaba en sus filmes previos, y aquí da un mayor protagonismo al melodrama con algunos toques de humor para aligerar la trama. Elvira te daría mi vida pero la estoy usando no es una joya del cine mexicano y sus pretensiones no van más allá de una estética interesante -con el característico diseño de arte kitsch siempre detallado- y de entretener al gran público -que quedó más que complacido en la función de gala en el marco del Festival Internacional de Cine de Morelia donde se estrenó al margen de la competencia- contando una buena historia con los suficientes giros en la vertiginosa trama como para hacerla interesante e impredecible, es un cine que sigue refrescando a la industria nacional y que buena falta le hace.



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