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une (Elisabeth Moss) está siendo trasladada en la parte trasera de una furgoneta hacia un destino incierto. La angustia y el desconcierto son insoportables pero breves, pronto es extraída del vehículo, esposada, amordazada con un bozal y, junto con las otras criadas, descubre aterrorizada que han sido trasladadas a lo que antes fue un estadio deportivo, pero que ha sido acondicionado para fungir ahora como centro de ejecución masiva: todas las criadas del distrito están a punto de ser ahorcadas por desobedecer las órdenes de Tía Lydia (Ann Dowd). Todo resulta ser un macabro montaje aleccionador. Gilead no se permitiría perder a tantas criadas, pero las lecciones de conducta apenas están comenzando y les esperan torturas y mutilaciones... excepto para June, pues Tía Lydia se entera que está embarazada, y comienza a recibir 'tratos especiales y privilegios'.
Así da comienzo la segunda temporada de la sensacional propuesta televisiva The Handmaid's Tale, basada en la novela distópica de la escritora canadiense Margaret Atwood y producida por el servicio de streaming Hulu que, el año pasado, se llevó a casa varios premios Emmy, incluyendo mejor serie dramática del año. Son trece capítulos los que conforman este nueva tanda de episodios en los que la serie mantiene e incluso mejora su impecable factura de nivel cinematográfico y su identidad visual con sus evocadoras imágenes de inspiración pictórica; la serie da continuidad a esa propuesta visual sustentada en la formidable fotografía de Reed Merano que, desde los tres primeros episodios de la serie, estableció perfectamente el tono y la estética con la que se desarrollaría. La trama inicia con potencia máxima durante sus tres primeros episodios, en donde vemos un fallido intento de escape de June ayudada por Nick (Max Minghella) y otros rebeldes de la resistencia que se mantienen de incógnito dentro del territorio de la República de Gilead. Sin embargo, el fracaso del plan la obliga a regresar a casa del matrimonio Waterford en espera de un desarrollo pleno de su embarazo; y es aquí, durante el paso de los meses de gestación, que la serie propone varias subtramas en las que se desarrollan varias situaciones como las acciones de los grupos de resistencia –el atentado o la ayuda de las Marthas, incluyendo a Rita (Amanda Brugel) en el capítulo final–, a la vez que se desarrollan más a profundidad otros personajes. June, como personaje central por supuesto, se enfrenta en más de una ocasión a varias encrucijadas, sobresaliendo su controvertida decisión en el último capítulo de la temporada. Elisa-
beth Moss vuelve a dar una cátedra de interpretación dramática al dar vida a una Offred/June que es mucho más rebelde, mucho menos sumisa, pero siempre moderada en su cinismo hacia la autoridad, mientras que en flashbacks atestiguamos la no tan sencilla relación que tuvo con su madre Holly (Cherry Jones) y su relación con el activismo feminista. Tres de los personajes con un mayor desarrollo en esta temporada son Emily (Alexis Bledel), Moira (Samira Wiley) y Nick. La primera es enviada a las Colonias, una zona de residuos tóxicos donde se obliga a las no mujeres (lesbianas) a realizar trabajos forzados, y donde tiene un encuentro con la Señora O'Conner (interpretada por Marisa Tomei en una participación especial), una Esposa que ha sido enviada al lugar por transgredir las reglas de Gilead; después es enviada a un nuevo hogar, el del Comandante Joseph Lawrence (Bradley Whitford) para los habituales rituales sexuales en busca de un descendiente. Mientras tanto, la mejor amiga de June que ya se encuentra en la zona de refugiados en Canadá junto con Luke (O-T Fagbenle), recuerda su experiencia con la maternidad antes de la instauración de la dictadura teocrática y busca conocer el paradero de una ginecóloga con la que sostuvo relación sentimental y que nunca pudo salir de Gilead. Por su parte, Nick recibe, como 'premio' a su lealtad, una esposa, Eden (Sydney Sweeney), con quien deberá sostener relaciones para buscar procrear un descendiente, tal cual señalan las Escrituras; sin embargo, su relación secreta con June harán que eso se dificulte, por lo que Eden comenzará a sospechar de una posible romance con June o que sea un traidor a su género (gay).
Sin embargo, el personaje mejor desarrollado en esta temporada es Serena. Y es que aquí se enfrenta a una serie de situaciones y experiencias que provocan que sus convicciones religiosas y políticas se tambaleen, propiciando que su personaje sea quizá el que presenta más matices, contradicciones y disyuntivas éticas, morales y espirituales. Primero, se enfrenta al atentado que casi termina con la vida de su esposo el Comandante Waterford (Joseph Fiennes), lo cual provoca un cambio de autoridades locales que ponen en riesgo su seguridad y la obligan a tomar medidas burocráticas con la ayuda secreta de Nick y June, desarrollando con esta última una relación profesional casi como de colegas, y que permite a June volver a ejercer como editora... aunque por pocos días; después, en un viaje diplomático a Canadá, es abordada por un periodista que le ofrece la oportunidad de escapar de Gilead y contar su historia a través de un libro, pero además en este viaje se enfrenta al rechazo social de las mueres libres de Canadá y después su expulsión de este país luego de que se publicaran una serie de cartas testimoniales –entregadas por Nick a Luke durante este viaje– escritas por muchas criadas sometidas sexualmente en Gilead; y finalmente, con la espera y llegada de su bebé –una niña a la que llama Nichole–, se enfrenta a una serie de conflictos internos sobre la maternidad y el destino de su hija dentro del régimen, llevándola a organizar a
un grupo de Esposas para pedir al Parlamento que reconsideren la ley que prohíbe leer y escribir a las mujeres. Una acción de desacato por la que recibe el castigo ejemplar que marca la ley. El anticipado regreso de The Handmaid's Tale no ha decepcionado, y pese a que su trama ya no tiene una base argumental en la novela de Margaret Atwood –pues prácticamente toda fue adaptada en la primera temporada–, la serie se mantiene como una de las propuestas televisivas más sobresalientes no sólo por su impecable producción y un guión sólido que sabe manejar el ritmo y entretejer subtramas con estabilidad para expandir de manera coherente el universo planteado en la temporada original, sino por el gran poderío de su discurso feminista, por demás relevante, urgente y necesario para la discusión social en la actualidad. Y es que resulta inevitable pensar qué tan fácil podríamos perder nuestros derechos básicos al mantenernos en una posición pasiva ante la llegada de un nuevo gobierno. Entonces, la referencia a la serie Friends que se hace en los primeros episodios, es quizá un guiño de advertencia de que ese aterrador mundo distópico de la pantalla puede surgir y cobrar fuerza para apoderarse de nosotros; de esta manera , la serie sostiene ese reflejo premonitorio de nuestra decadente realidad donde aún se pasa por sobre los derechos civiles de las minorías.
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n 1845, dos buques de la Armada Británica –el HMS Erebus, comandado por el Capitán John Franklin, y el HMS Terror, a cargo del Capitán Francis Cozier– emprendieron la que sería conocida como «la expedición perdida de Franklin». Se trataba de una exploración de la geografía del Ártico que tenía como fin encontrar el Paso Noroeste para transitar del Atlántico al Pacífico. La valerosa empresa nunca se consiguió: los dos barcos desaparecieron y las exploraciones de rescate que se iniciaron a partir de 1848 encontraron apenas vagos indicios del destino de sus tripulantes, como demencia, envenenamiento por plomo y canibalismo. Esta historia inspiró al novelista Dan Simmons para la premisa de su novela The Terror, en la que las extrañas circunstancias que rodearon la expedición le permiten jugar para crear un relato ficcionalizado en el que convergen las aventuras en altamar con terror puro y elementos sobrenaturales. Ahora, la cadena AMC –con David Kajganich y Soo Hugh como showrunners, y el trío de directores conformado por Edward Berger, Sergio Mimica-Gezzan y Tim Miélants– presenta la adaptación para la pantalla chica y se convierte de inmediato en una de las mejores propuestas televisivas del año. The Terror tiene como protagonista al gran Jared Harris como Francis Cozier, el capitán del HMS Terror cuya mirada y posición como segundo al mando de la expedición van guiando la historia de la trágica exploración co-
mandada por el capitán John Franklin, interpretado por Ciarán Hinds. La serie de suspenso y terror está ligada a la cultura y misticismo de los esquimales a través de la presencia de una criatura a la que denominan «Tuunbaq», y sobresale por su preciso desarrollo de personajes y de subtramas, logrando escudriñar en la psique de los personajes centrales y de algunos secundarios, revelando poco a poco sus verdaderas personalidades y poniendo a prueba las relaciones de hermandad, camaradería y amistad, pues cuando para unos se van disolviendo estos vínculos, para otros los lazos afectivos se van fortaleciendo conforme pasan el tiempo atrapados en la nívea desolación ártica y se enfrentan constantemente a una cada vez más descarnada lucha por la supervivencia. Con el respaldo de un reparto que entrega interpretaciones excepcionales, la trama se va cocinando a fuego lento pero de una manera fluida, sin contratiempos, y consiguiendo que la tensión vaya en aumento con los juegos entre la claustrofobia y la demencia. Aunque caracterizada también por su ritmo aletargado, la serie consigue una eficaz mezcla de gélidas aventuras en altamar y terror al estilo clásico en dosis exactas; y cuando el letargo se ve interrumpido de manera esporádica, la serie presenta varias secuencias de acción fenomenalmente rodadas, con pulso firme y una destreza visual sobresaliente que explota al máximo la sofisticada ambientación y el detallado diseño de arte, valiéndose inteligente-
mente de elementos de terror y gore que harán que los fans del género queden más que satisfechos. La serie, filmada casi en su totalidad en sets de filmación ante la imposibilidad económica y dificultad logística de rodad en ambientes naturales, consigue atmósferas espeluznantes que, aunado a su sofisticación narrativa, la dotan de un nivel cinematográfico sobrio, elegante y espectacular que la coloca por sobre otras producciones televisivas del género. Pero más allá de la extraordinaria experiencia de horror que nos brinda, su principal virtud radica en ser un estudio antropológico, conseguiendo una disertación profunda sobre la eterna ambición del hombre contra la naturaleza, una disección de la masculinidad y sus fragilidades, y sobre cómo la barbárica condición humana no puede evitar salir a la luz en situaciones límite como en este descenso a un gélido infierno; y para lograr ésto, la fotografía de Florian Hoffmeister –y su talento para saber transmitir el poder de la naturaleza ante lo intrascendente del Hombre– fue imprescindible. The Terror es una propuesta en la que el frío glaciar traspasa la pantalla y nos atrapa en medio del Ártico junto con la desafortunada tripulación del HMS Erebus y el HMS Terror; es una experiencia televisiva completamente escalofriante tanto por acercarnos a lo que habita más allá de los confines terrestres conocidos, como por mostrar los demonios que todos llevamos en nuestro interior.
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riginalmente el guionista Scott Frank pensó en Godless como una película para ser producida por Steven Soderbergh, dirigida por Sam Mendes, y con Kate Winslet y Harrison Ford en dos de los roles estelares; pero el proyectó cayó en el limbo a mediados de la década pasada y es hasta ahora que, todavía con el apoyo de Soderbergh en la producción y con el mismo Frank como director, Netflix la estrena como una miniserie de siete episodios que nos transporta al salvaje Oeste de finales del siglo XIX, concretamente al antiguo pueblo minero de La Belle, cuya población está constituida en su gran mayoría por mujeres viudas luego de que un accidente causara el derrumbe parcial de la mina donde trabajaban sus hombres. Durante una noche de tormenta llega un hombre malherido a un rancho aledaño a La Belle que pertenece a Alice Fletcher (Michelle Dockery); se trata de Roy Goode (Jack O'Connell), un bandido que ha desertado de la temida banda de criminales de Frank Griffin (Jeff Daniels), quien desde su infancia lo reclutó y protegió como si fuera su propio hijo. Pero la presencia de Goode en las cercanías de La Belle y la amenaza de Griffin de matar a todos aquellos que ayuden al traidor hacen que la localidad se vea envuelta en una sangrienta historia de venganza.
Godless es una absorbente propuesta televisiva que sobresale, además de por su entretenido espectáculo de vaqueros y por su impecable factura, por la duración de sus capítulos –todos sobrepasan los sesenta minutos–, lo cual le permite que puedan desarrollarse las distintas subtramas de manera orgánica y que los personajes secundarios puedan obtener un desarrollo sobresaliente, logrando en su conjunto un entramado complejo que explora temas como la fe, la familia, la ambigüedad moral el conflicto de razas y la igualdad de género. Scott Frank demuestra no sólo su habilidad narrativa al ensamblar una historia narrada en distintos lugares del mismo territorio y con constantes saltos hacia el pasado con flashbacks tratados visualmente de manera original en cuanto al uso de los colores deslavados, sino también expone su sensibilidad a la hora de retratar tanto a personajes masculinos vulnerables física y emocionalmente, como a mujeres aguerridas que no necesitan la ayuda de ningún hombre para sacar adelante sus ranchos o reconstruir su pueblo después de la tragedia. En este apartado sobresalen las interpretaciones de O'Connell como el atormentado héroe del relato, y Scoot McNairy como Bill McNue, el sheriff de La Belle con un secreto personal que lo agobia y le genera una reputación de
cobarde entre los habitantes del pueblo; sin embargo las mejores interpretaciones las encontramos en el reparto femenino, sobresaliendo Michelle Dockery y Tantoo Cardinal (Iyovi). Pero nadie, absolutamente nadie sobresale como la extraordinaria Merritt Wever; su trabajo al dar vida a Mary Agnes, la hermana de McNue, es simplemente uno de los más sobresalientes del año, pues logra interpretar a un personaje con cinismo y agresividad masculina pero sin perder la sensibilidad emocional femenina y los esporádicos atisbos de maternidad con los que trata a sus sobrinos y a Whitey Winn (Thomas Brodie-Sangster), el huérfano joven ayudante de su hermano en la comisaría. Godless, filmada en locaciones de Santa Fe, Nuevo México, tiene como principal sustento formal la fotografía de Steven Meizler que explota los hermosos paisajes del profundo y antiguo territorio estadounidense y se complementa a la perfección con las excepcionales partituras musicales de Carlos Rafael Rivera y la supervisión de T-Bone Burnett, logrando ese ambiente atmosférico bucólico, sucio y violento que recrea la barbárica conquista del agreste territorio. Forma y fondo logran en la serie una comunión de calidad que la colocan como una de las propuestas televisivas imperdibles del año.
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uando Netflix anunció su primera producción alemana y reveló su premisa, Dark fue comparada incesantemente con el popular serial televisivo Stranger Things (2016 - ), producido por el mismo servicio de streaming, pues la trama transcurre en un apartado pueblo en el que tienen lugar una serie de desapariciones de niños y adolescentes, tal como los niños desaparecen en misteriosas condiciones en el pueblo americano de Hawkins, Indiana en la serie creada de los hermanos Matt Duffer y Ross Duffer. Pero la serie alemana creada por Baran bo Odar y Jantje Friese va mucho, mucho más allá de la nostalgia ochentera de Eleven y compañía; se trata de un trabajo maduro y sofisticado que, además de ofrecer entretenimiento de primerísima calidad, nos comparte una historia por demás interesante que plantea cuestiones existenciales desde la ciencia y la filosofía sobre el origen y el destino del hombre. La trama comienza con la desaparición de un adolescente en el apartado pueblo de Winden y nos muestra cómo éste suceso afecta la vida de cuatro familias relacionadas de una manera mucho más estrecha de lo que jamás hubieran podido imaginar. Con una narrativa fragmentada y laberíntica que demanda la atención y participación del televidente, Dark nos ofrece una premisa que incluye viajes en el tiempo y un misterio que abarca tres líneas de tiempo, cada una separada por 33 años de historia y por la paulatina revelación de las dobles vidas y los secretos más oscuros que guardan celosamente sus protagonistas.
Y es que aunque la serie en realidad no ofrezca nada nuevo, la colección de ideas científicas y filosóficas que han tomado como inspiración de otras propuestas televisivas (Stranger Things; The OA; etc.), cinematográficas (Stalker e Interstellar) y literarias (el concepto del eterno retorno y la filosofía nietzscheana son las más identificables), Dark las presenta de una manera fresca y con un nivel de factura impecable; Netflix ha apostado por serie madura con una propuesta visual de atmosfera claustrofóbica y opresiva lograda a partir de las elegantes composiciones postales capturadas por el lente de Nikolaus Summerer –caracterizadas por los juegos de luces y sombras bajo un clima lluvioso perpetuo– y la compañía de la música de Ben Frost junto a algunos éxitos musicales ochenteros y emblemáticos temas indie contemporáneos. Dark resulta en uno de los mejores títulos televisivos del año por su riqueza conceptual que mezcla eficazmente la ciencia ficción y filosofía existencialista con la que hace apuntes sobre el tiempo como un concepto laberíntico circular y la dualidad de la naturaleza humana. Su desconcertante capítulo final no sólo funciona como emocionante «cliffhanger», sino como una demostración más de que con cada capítulo que avanza, su complejidad va creciendo por igual y prometiendo con ello que su segunda temporada será alucinante.
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onathan Entwistle adaptó la premisa de la novela gráfica The End of the F***ing World, de Charles S. Forsman, en TEOTFW (2014), un cortometraje con Craig Roberts y Jessica Barden dando vida a James y Alyssa, dos adolescentes de 17 años que establecen una extraña conexión y deciden embarcarse en un viaje por carretera. Eventualmente, el cortometraje se convertiría en el piloto de prueba para desarrollar la serie de televisión que ahondaría en la premisa de las salvajes aventuras de la extraña pareja de adolescentes, y así es como hemos llegado a The End of the Fxxxing World, una serie de ocho episodios producidos por la BBC y transmitidos por Channel 4 en la televisión británica que, sin embargo, no alcanzó el éxito deseado hasta que Netflix adquirió los derechos para agregarla a su catálogo internacional desde el pasado 5 de enero. The End of the Fxxxing World es la historia de James (esta vez encarnado por Alex Lawther), un chico inseguro y retraído con peligrosas tendencias psicópatas que encuentra en Alyssa (Jessica Barden repitiendo el papel), una chica irreverente y desencantada de la vida, la oportunidad perfecta para pa-
sar de sus comunes asesinatos de animales al homicidio. Socialmente marginados y decepcionados con su vida familiar –ella no recibe cariño de su madre y su nuevo esposo ha comenzado a tratarla de una manera soez; él presenció el suicidio de su madre cuando era apenas un niño y la relación con su padre nunca ha sido afectuosa–, ambos deciden aventurarse en un viaje por carretera, aunque con distintas intenciones: Alyssa quiere ir en busca de su padre, a quien no ha visto desde que abandonó su madre, mientras que James piensa que es buena idea hacer que ella confíe plenamente en él antes de asesinarla. La serie posee un marcado espíritu que abreva del cine de los hermanos Coen, Wes Anderson, Edgar Wright, Quentin Tarantino e incluso cuenta con reminiscencias de la ópera prima de Terrence Malick, Badlands (1973), y de la mítica Natural Born Killers (1994), de Oliver Stone. Con todos ellos como referencias y modelos de inspiración, los directores Jonathan Entwistle y Lucy Tcherniak presentan esta retorcida historia de amor capturada por la lente de los directores de fotografía Justin Brown -quien también
se había hecho cargo de la fotografía del corto original– y Ben Fordesman; ambos logran aprovechar al máximo la paleta de colores del fantástico diseño de arte con sus simétricos encuadres y sus cuidados desplazamientos de cámara, encontrando un complemento perfecto en el estupendo soundtrack con el que consiguen recrear la atmósfera malsana que envuelve a los adolescentes mientras realizan tanto su viaje físico en busca de libertad, como el viaje interno que los guía hacia el autodescubrimiento. The end of the fxxxing world es una agradable serie que refresca la premisa «chico conoce chica» con comedia negra y toques de irreverencia; es una propuesta televisiva que se presenta con las claras intenciones de ser oscura, retorcida e insolente, y aunque logra momentos brillantes, esa prometida insolencia queda en la superficie, resultando completamente inofensiva. Pese a ello, entretiene y nos deja con ganas de conocer el destino de James y Alyssa en su segunda temporada que, aunque aún está por confirmarse, seguramente llegará en el primer trimestre de 2019.
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l mundo de The Haunting of Hill House es, en algunas formas, profundamente tradicional. Como muchas de las series de acción como Jessica Jones y Daredevil, o dramas como Sharp Objects, está más interesada en los efectos personales y familiares de un trauma. Los efectos son inescapables, sin razón, lógica o ciencia. Vemos a cada miembro de la familia Crain empujar sus terrores psicológicos los más dentro que pueden y se manifiestan como fantasmas. The Haunting of Hill House manifiesta sentimientos sobre hechos, lo cual se siente muy presente en un momento cultural en un mundo que es cruel, abrumador y da miedo. Claro que en este mundo el deseo por la lógica, la razón y el orden simplemente no pueden con el dolor. Cada miembro de la familia pasa un verano de infierno que les cambia la vida. Se enfrentan con sucesos paranormales empujándolos en las drogas, enfermedades mentales, convirtiéndose en lo que más desean escapar. Todos ven fantasmas. El conocimiento de lo metafórico y físico los enfrenta a lidiar con un pasado que siempre está presente. Hill House está personificada como un monstruo que se alimenta de sus habitantes, la familia es también un organismo que triunfa en el dolor y la codependencia. La idea de que la familia misma es un infierno al que volvemos voluntariamente es el corazón de la serie. En
muchas maneras lo caótico es a lo que siempre se regresa, claro que tendría sentido quemar la casa y nunca volver, pero uno de los horrores mas seductivos es cómo permitimos que las cosas que nos persiguen están precisamente para eso, ya que lo opuesto es peor, o como Steve lo pone, un fantasma es al final 'un Deseo'. A lo largo de la serie se plantea el argumento de que es mejor ver los peores momentos finales de alguien que amamos una y otra vez, que nunca verlos otra vez, y que perseguir fantasmas es inevitable en la condición humana. Esta serie es original y fascinante manera de mirar a un drama familiar, considerando lo que hacemos en un hogar que nunca podemos dejar ir. En ella la familia es protección y un dolor interminable con miedos y ansiedad que no tienen fin. Después de que dejan the red room, vemos una imagen simbólica de alivio, Steve y su esposa esperan su primer hijo, Theo y su novia unidas, Shirley y su esposo haciendo lo mismo, en el centro esta Luke, con un pastel para celebrar, es un momento que se siente irreal como cualquier fantasma, una fantasía que nos demuestra que las cosas pueden ser honestas, generosas, felices. En el mundo de Hill House, la devoción a la familia es una sutil demencia que existe al otro lado del sufrimiento, un fantasma que insiste en el amor que nos une, y nos mantiene encadenados.
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n noviembre de 2015, el personaje de Jessica Jones, protagonista de la serie impresa Alias de Marvel Comics, dio el salto a la pantalla chica a través de Netflix y continuó con la buena racha que inició la serie Daredevil –estrenada unos meses antes–, logrando consolidarse como el fuerte segundo eslabón de la cadena de series individuales a las que seguirían Luke Cage y Iron Fist, y que darían pié a la serie The Defenders (2017). La primera temporada de Jessica Jones, bajo el mando de Melissa Rosenberg como showrunner, sorprendió por el tono oscuro y la complejidad de su protagonista, alejada completamente de la imagen casi perfecta que, hasta entonces, Marvel se había encargado de resaltar en las heroínas de sus producciones fílmicas. Y es que Jessica Jones (interpretada de manera extraordinaria por Krysten Ritter), es más bien una antiheroína; es una investigadora privada que bebe todo el tiempo, que tiene muy poca paciencia, con capacidades sociales subdesarrolladas y que está intentando reconstruir su vida teniendo en contra el padecimiento del síndrome de estrés postraumático, causado por la terrible experiencia de haber estado bajo el control de Kilgrave (David Tennant), un hombre con la capacidad de controlar mentalmente a cualquier persona en el mundo, y que la mantuvo mucho tiempo a bajo su dominio, obligándola a que usara su fuerza sobrehumana para cometer actos atroces, incluyendo el asesinato. La primera tanda de episodios tuvo como villano principal a este personaje –también conocido en su contraparte impresa como «The Purple Man»– que reaparecía en la vida de Jessica luego de haberle dado por muerto. Esta premisa permitió a la serie lanzar acertados comentarios sobre la violencia física, el maltrato psicológico, el abuso sexual y la trata de personas, además de cuestionar continuamente los roles de género, pero todo ello sin ser moralista, ni abanderando un discurso panfletario feminista. La segunda temporada, que Netflix programó para ser estrenada en coincidencia con la conmemoración del 'Día Internacional de la Mujer' –el pasado 8
de marzo–, no abandona por completo estos comentarios sociales, pero toma un rumbo distinto y se enfoca en explorar más el pasado de su protagonista. Cabe destacar que cada uno de estos nuevos episodios estuvo a cargo de una directora distinta, y en la lista sobresalen nombres como Jennifer Lynch, Uta Briesewitz, Rosemary Rodriguez, Jennifer Getzinger, Deborah Chow y Mallicent Shelton. Estos nuevos episodios inician con Jessica Jones aún atormentada por la muerte de Kilgrave, el dolor que le causó durante años de tortura y la mala fama de «asesina con superpoderes» que la persigue. Mientras tanto, Trish Walker (Rachael Taylor) la convence de averiguar más sobre el accidente que mató a sus padres para así poder finalmente cerrar su ciclo de duelo; pero cuando un hombre que dice tener habilidades sobrehumanas a causa de un experimento acude a su despacho pidiendo ayuda y protección de algo o alguien que lo quiere matar, la investigación trae consigo una serie de revelaciones sobre el origen de sus superpoderes y la reaparición de una mujer a la que creía muerta: su madre, Alisa Jones (encarnada por la nominada al Oscar Janet McTeer), quien sobrevivió al accidente y se recuperó gracias a la intervención del Dr. Karl Malus (Callum Keith Rennie), obteniendo habilidades superiores a las de Jessica, pero con una inestabilidad emocional que la convierten en una bomba de tiempo. Con esta premisa como la trama central de esta temporada, la serie se aleja del tema del abuso de poder y se enfoca más en cómo nos relacionamos con nuestros traumas y dolores: ¿los encaramos hasta superarlos o rehuimos de ellos para evitar el sufrimiento? En este sentido, sobresale el paralelismo que se establece entre Jessica y Alisa, una relación materno-filial separada por la radicalmente opuesta perspectiva de sus habilidades; pues mientras que para la investigadora privada ha significado una maldición, para su madre representa el milagro que le salvó la vida. Siguiendo la línea de las relaciones madre-hija, el personaje de Trish también tiene un reacercamiento con su madre Dorothy (Rebecca de Mor-
nay), y se explora su conflictiva relación. Además, la reaparición de Will Simpson (Wil Traval) en la vida de Trish será el detonante para que la serie ahonde más en su personalidad adictiva, la cual la guiará hacia los celos por las habilidades extraordinarias de Jessica, llegando a tomar decisiones que la llevarán hacia su obsesivo deseo de volverse una mujer extraordinaria a cualquier precio, estableciendo con ello las bases para su futuro como «Hellcat», a quien seguramente los fans del cómic están ansiosos de ver en la posible tercera temporada. El resto de los personajes secundarios –su asistente Malcolm Ducasse (Eka Darville); la abogada Jeri Hogarth (Carrie-Anne Moss); el ya mencionado Dr. Karl Malus, quien nos recuerda por momentos a Otto Octavius en Spider-Man 2 (2004) en su búsqueda de conocimiento, y luego, de redención y sacrificio; y Oscar Arocho (J.R. Ramírez), el nuevo conserje del edificio e interés romántico de nuestra cínica y antisocial heroína– sirven de soporte para que la trama se sostenga durante los 13 episodios y a la vez ayudan a mostrar más matices de la personalidad de su protagonista. Estas historias paralelas se desarrollan de manera satisfactoria, sobresaliendo la de Jeri Hogarth, quien tiene su propio doloroso camino que recorrer ante un inesperado diagnóstico médico y una amenaza por parte de sus socios. En resumen, Jessica Jones es una serie que se sigue manteniendo como una de las propuestas más fuertes del universo televisivo creado por la dupla Marvel/Netflix; es un producto de entretenimiento de primera calidad que se mantiene como un espejo que refleja los problemas del ambiente urbano y que no sacrifica los temas socialmente relevantes con el fin de introducir más secuencias de acción con el propósito de atraer más audiencia. De hecho, en este thriller en clave feminista sobresale que no hay un final feliz; esta segunda temporada no traiciona el espíritu de la serie, y se mantiene completamente pesimista y hay, a lo mucho, un tenue rayo de esperanza para Jessica y compañía.
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oco a poco Fargo se ha establecido como una serie que tienes que seguir, su formato de historias corales en similitud con la historia filmada por los hermanos Cohen de 1996 le ha otorgado éxito tanto a nivel profesional, con premios y reconocimientos a nivel mundial y sus seguidores cada vez son más extensos. Todos conocemos la historia de Fargo, unos delincuentes con mala suerte, psicópatas a los que las cosas no les están saliendo como ellos creían, una mujer policía que no va a descansar hasta atrapar a estos maleantes. La idea de que el bien siempre de una u otra forma derrotara al mal es la esencia tanto de la película, como de la serie. Una fórmula que hasta la tercera temporada sigue funcionando. Noah Hawley es la mente responsable de este proyecto, ya con 3 temporadas bajo el brazo y otros proyectos televisivos como Legión (FX) una serie sobre superhéroes bastante interesante y con niveles técnicos sumamente cuidados; otra serie que deberías estar viendo. La primera temporada nos presenta a Lester Nygaard (Martin Freeman) un vendedor de seguros con una vida vacía, un adulto al que pocos o nadie respeta, un ser tímido que no es capaz de poder tomar valentía para enfrentar sus problemas. Hasta que llega al pueblo Lorne Malvo (Billy Bob Thornton) un asesino a sueldo que pone la vida de Lester y del pueblo de cabeza, poco a poco las acciones de Lorne involucraran a Lester en una serie de problemas violentos. Molly Solverson (Allison Tolman) una policía que seguirá todas las pistas para resolver estos acontecimientos. Tal vez esta sea la temporada más apegada al relato original de la película.
La segunda temporada empieza a contar con un elenco más grande o con mayor peso en los nombres del cast, con Kirsten Dunst, Jesse Plemons, Patrick Wilson. En esta ocasión nos situamos en 1979, en un pueblo de Minnesota. Siguiendo la temática coral, Kirsten Dunst y Jesse Plemons se ven involucrados en un accidente contra un miembro del clan Gerhardt, un clan mafioso que pronto entrara en una guerra por el control de la zona. Como es costumbre, un policía, estará detrás de la investigación. La historia, actuaciones y ritmo siguen siendo totalmente efectivos. Como datos interesantes, las temporadas tienen conexiones entre personajes o situaciones de las que se llega a hablar. La tercera temporada sigue en Minnesota, ahora en el 2010. Nos presenta a Ewan McGregor haciendo un trabajo doble, interpretando a unos hermanos, uno totalmente exitoso y con un negocio prospero y el otro un oficial de libertad provisional el cual se enamora de Nikki Swango (Mary Elizabeth Winstead) una ex convicta de la cual él es responsable, la enemistad entre hermanos es parte del núcleo violento en el cual se verán involucrados. Mafiosos, policía y seres anónimos entregan una gran serie. Carrie Coon en su papel de policía lo hace espectacular, situación similar que vivio en The Leftovers con un papel que poco a poco tomaba más importancia. Fargo ofrece en todas sus temporadas ritmo, calidad, violencia, guion y actuaciones sobresalientes. Un estilo que fácilmente te atrapara y hará que consumas las temporadas sin pausa.
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arry es un asesino a sueldo que está cansado de su trabajo, no encuentra ni tiene motivación alguna. Su jefe (Stephen Root) le hace saber que es el mejor trabajador que ha tenido, un asesino que cumple todas las tareas por las que es contratado. En uno de sus nuevos “encargos” Barry se tiene que relacionar con unos mafiosos chechenos que tienen su centro de operación en Los Ángeles. Esta misión encargada por los chechenos tendrá como objetivo asesinar a un tipo que está estudiando actuación y busca hacerse de algunos trabajos. Por algunas circunstancias Barry entra a la escuela de actuación y descubre algo que le da motivos para vivir, en estas clases encuentra algo que lo hace feliz. Clases dirigidas por Cousineau (Henry Winkler) un actor/director ya maduro, que encuentra a sus mayores fans en sus propias clases. Como buen histrión buscará ser el centro de atención en cada momento, no dejará pasar la ocasión para presionar a sus alumnos y sacar sus “mejores” actuaciones. Barry decide que este nuevo mundo es el que quiere vivir, quiere dejar atrás su vida de asesino y convertirse en actor. Todas estas aventuras están impregnadas de comedia negra, situaciones absurdas y sátira a este grupo de actores encerrados en su pequeña burbuja. Barry recorre 8 episodios donde tratará de dejar atrás su vida de asesino, pero problemas con los chechenos y una investigación policial lo pondrán contra las cuerdas. Si vemos a Barry como una serie que busca burlarse de los actores y de su propio protagonista es muy divertida, Bill Hader después de tantos años en SNL confesaba que era un trabajo que le demandaba demasiado, que terminaba por no disfrutar por el miedo escénico que este le pro vocaba. Bill y Barry tienen la misma historia, dos tipos buscando un motivo para seguir viviendo que lo encuentran en la actuación. La dirección se encuentra a cargo de Bill Harder, Hiro Murai (Atlanta, Legion), Maggie Carey (Love, Silicon Valley). Muchas referencias a Los Soprano, Breaking Bad, etc. Entre sus puntos negativos el guión es uno de ellos, hay situaciones poco creíbles, pero que en sus episodios finales logran arreglar. Barry funciona por sus personajes, más que por su comedia, la cual no llega a ser tan negra como podría. Buena opción para pasar un rato muy agradable.
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espués del gran éxito conseguido con sus series producidas para Latinoamérica, Netflix apuesta ahora a este proyecto creado y dirigido por Manolo Caro. Desde su primera adaptación al cine de su obra teatral "No sé si cortarme las venas o dejármelas largas" no ha parado de trabajar tanto en cine como en teatro y rápidamente ha ganado popularidad en el cine nacional por sus comedias ligeras plagadas de referencias a la cultura pop, mucho tragicomedia, llamativos soundtracks y un elenco de primera. Es por eso que Netflix se acercó a él para crear en conjunto "La casa de las flores", una serie de enredos repleta de secretos.
La familia de la Mora es, en apariencia, la familia perfecta: clase acomodada, conducta intachable y grandes valores morales. Los de la Mora tienen como negocio familiar una lujosa florería que lleva por nombre "La casa de las flores", y es administrada por Virginia, la madre y cabeza de familia que lleva décadas con el negocio, el cual está por festejar su 50 aniversario. Pero esta familia esconde más secretos de los que podríamos imaginar, los cuales poco a poco van saliendo a la luz gracias a un trágico acontecimiento: una mujer de nombre Roberta es encontrada muerta en la florería. Dicha mujer resulta ser la amante de Ernesto de la Mora, el patriarca de la familia. Pero antes de morir, Roberta deja una carta dirigida a Virginia llena de secretos sobre la doble vida de Ernesto y muchas cosas más que poco a poco se irán revelando, despertando intriga y deseos de venganza. La serie se divide en trece capítulos, cada uno titulado con el nombre de alguna flor, las cuales a su vez tienen un significado que va muy ad hoc con lo que pasara en respectivo capítulo. Pero La casa de las flores es también el gran regreso a las pantallas de la actriz Verónica Castro, gran figura de las telenovelas de México, y su papel de Virginia es algo totalmente diferente a lo que habíamos visto en ella: es una madre moralista con muchos prejuicios y que tiene una secreta afición por la marihuana. 'La vero' viene acompañada de un llamativo elenco de figuras del cine y la televisión como Aislinn Derbez, Darío Yazbek Bernal -que por muy bonito y buen trasero que tenga no heredó el carisma y talento de su medio hermano Gael-, Juan Pablo Medina, Verónica Langer, Claudette Maillé y Cecilia Suárez, esta última ha sido la protagonista de las dos anteriores cintas de Caro (La vida inmoral de la pareja ideal y Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando). Esta vez interpretando a la hija mayor de la familia de la Mora, Paulina, que siempre se ha encargado de arreglar los asuntos de la familia. Ella cría sola a su hijo, ya que su esposo, María José / José María (el gran Paco León) las abandonó para cumplir su sueño de convertirse en mujer. Paulina es algo muy diferente de lo que le hemos visto últimamente a Suárez y junto a la siempre carismática
Verónica Castro son las más destacables del elenco y quienes nos dan la mayoría de los mejores momentos de la serie. Pero algo que ha llamado de verdad la atención de este personaje es su peculiar forma de hablar: para unos, divertida; para otros, molesta; pero indiscutiblemente tan pegajosa que se ha hecho viral y tie-ne a to-do Mé-xi-co ha-blan-do co-mo e-lla... ¿o a poco no lo leíste con su voz en la mente? El cine de Caro ha ganado gran popularidad, sobre todo en taquilla, por las temáticas tan actuales que plasma en pantalla, sobre todo el tema de la diversidad sexual. Sus proyectos tienen personajes gays, bisexuales, transexuales y toda gama del arcoíris; además de ese peculiar estilo visual que se ha vuelto tan característico y con el que ha cautivado a un público más comercial. Pero los que nos dedicamos a apreciar cine más a fondo reconocemos la innegable admiración que Caro tiene hacia un gran director: Pedro Almodóvar. Todos sus proyectos, hasta el momento, tienen referencias, tomas e incluso música muy similar a la de la filmografía del director manchego. Claro ejemplo es el personaje de Maria José, que nos recuerda a los icónicos personajes de Almodóvar como “Lola”, “la agrado” o “Zahara”, ciertas tomas y escenas como las del capítulo final -que son un grito descarado pidiendo una segunda temporada- y uno que otro diálogo -“que obsesión tiene esta familia con mis tetas"... ¿les suena conocido?-. En un principio resultaban graciosos pero ahora, ya tras varios proyectos haciéndolos, no sabemos si es solo un homenaje o una copia descarada. Estos comienzan a cansar y nos dejan con el deseo de ver un propuesta más propia de Manolo Caro, quien de verdad suele tener buenas ideas pero por alguna razón no suele concretarlas y las deja a medias; por ejemplo, en La casa de las flores la familia de la Mora se enfrentan a verdaderos problemas que podrían destrozar a cualquier familia pero que ellos lo resuelven con la mano en la cintura, estando más preocupado por ver “qué pasará ahora “ en lugar de sacarle más provecho a lo que ya tiene. Sí, sabemos que nada es 100% original, pero no le haría mal deslindarse un poco de esa admiración a Almodóvar y tratar de buscar su propia voz.
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penas el domingo terminó la más reciente miniserie de HBO, y honestamente, una de las mejores que se verán este año. Adaptación de una novela de Gillian Flynn, escritora que ya está acostumbrada a que se hagan adaptaciones de sus novelas, en este caso, la primera que escribió. La serie es un completo deleite, hablando sobre lo asfixiantes que pueden llegar a ser los entornos en los que no nos sentimos seguros y las personas cuyas intenciones parecen ser las mejores pero no dejan de reafirmarnos el daño que nos pueden hacer. Episodio tras episodio te mantiene deseando saber qué secretos serán los que se descubran no solo de la protagonista sino del pueblo en el que creció.
En la serie se nos presenta a Camille, una reportera que es enviada a su pueblo natal a cubrir los feminicidios que se han comenzado a suscitar, tan pronto llega a este pueblo conocemos a su familia, una madre hiper controladora no solo dentro de su casa sino fuera de ella, un padre que pasa desapercibido todo el tiempo y con quien tiene una nula comunicación, y su hermana menor quien es sobreprotegida por su madre y que esto la ha convertido en una chica manipuladora que siempre obtiene lo que quiere. Debido a que no tiene donde quedarse, Camille se queda en casa de sus padres, a pesar de que cada vez será más difícil para ella el estar ahí por el recuerdo latente de su hermana que murió de una terrible enfermedad cuando ambas eran adolescentes. No solo Camille desea saber qué es lo que está pasando en el pueblo, un detective de Kansas también está ahí para resolver el misterio, el cual parece no preocupar a los habitantes del lugar porque creen que los crímenes no están relacionados y fueron realizados por personas que de repente llegaron y se fueron. Este detective no cree absolutamente nada de esto y tiene en la mira a algunos pobladores sospechosos. Sin embargo la gente no deja de verlo como alguien extraño y no le hacen sencillo el investigar por todos lados lo que ha sucedido. Una vez que conoce a Camille llevarán una relación en la que ambos sacarán uno del otro la información que necesiten, no sin antes formar un vínculo especial que no será bien visto. Conforme las investigaciones avanzan, los pobladores se vuelven más hostiles hacia estos dos personajes, ya que ambos están sacando a la luz muchos conflictos que se han vivido desde siempre ahí. Un pueblo conservador, que tiene muy claro que las mujeres solo deben dedicarse a formar una familia, que no se cansa de mencionar que el crimen sólo puede ser ocasionado por un hombre porque una mujer no podría, y varios sospechosos de quienes se tiene que demostrar su inocencia antes de que sea tarde y sean sometidos al linchamiento verbal y mediático, el cual es característico también por lo horrible que se expresan unos de otros, situación que, como es obvio, orilló a Camille a huir de ahí en cuanto pudo. ¿O habrá huído cuando ya no pudo soportar más? Así como estamos cada vez más cerca de resolver el caso conforme la serie avanza, también vemos de donde vienen las conductas destructivas de la protagonista, el ingerir alcohol a todas horas y el practicar cutting, mismo que dejó pero que se siente en la necesidad de retomar porque en su pueblo no encuentra más que recuerdos dolorosos. El hecho de que su madre la culpe de todo lo malo que pasa en su vida, que se interponga tan descaradamente en su investigación y que trate a toda costa de que se aleje de su hermana menor por la terrible influencia que puede ser para ella, nos confirman que Camille tuvo que cre-
cer prácticamente sola, sin un vínculo afectivo más que con personas que ya están muertas. La trama está llena de flashbacks de principio a fin, esto como el mejor vehículo para que el espectador pueda comprender de dónde proviene la personalidad autodestructiva de su protagonista y el entorno asfixiante de su pueblo, algunos son solo pequeños fragmentos excelentemente montados e intercalados con el presente, y algunos otros son escenas más largas, sobre todo para presentar personajes claves en el pasado de Camille. Este recurso narrativo luce bastante gracias al glorioso trabajo de edición, misma que a veces intercala escenas muy rápido y otras se toma su tiempo para mostrar el presente y pasado de las mismas personas en el mismo lugar. Algunas escenas musicalizadas también logran su cometido gracias a la edición, una escena del episodio 6 en la que los personajes ingieren sustancias es muestra de ello, seguimos su andar por todo el pueblo con la música de fondo y el ritmo acompasado de las imágenes. Sobra decir que la música es un personaje importante de la trama ya que, para unos personajes funciona para aislarse de su entorno y escapar de todos sus problemas o compromisos, como es el caso del padre de Camille, y por otro lado tiene esta misma función pero dentro de un vínculo importante entre las personas, quienes igual se aíslan pero al escuchar la música recuerdan esos momentos en los que dejaron de sentirse solas. El soundtrack está muy bien elegido, es al igual que la serie un vaivén de ritmos y épocas, con canciones que entran perfectamente dentro de la trama y se ajustan al momento que están viviendo sus personajes, o al recuerdo que están evocando. Las actuaciones son magníficas, tanto de los protagonistas como de los personajes secundarios y aquellos que aparecen muy poco tiempo en pantalla, Amy Adams y Patricia Clarkson no pierden ningún momento para lucirse y llevar a sus personajes de la mejor manera, el conflicto latente y el innegable lazo familiar que desemboca en un estira y afloja de su relación es interpretado magistralmente por ellas dos, a quienes obviamente tenemos que ver nominadas en próximas entregas de premios. Creo que Adams no se había enfrentado a un reto actoral de este nivel, y es que gran parte de la serie la tiene que llevar ella sola, si bien ha entregado muy buenas actuaciones antes, considero que después de esta serie tiene un reto aún mayor para seguirse superando a sí misma. Por último cabe mencionar que no sé cómo diablos hubo gente que se quejaba del ritmo y de que pasaban pocas cosas conforme la trama avanzaba, creo que esas personas vieron otra serie porque esta jamás pierde el ritmo, su trama nunca cae y todo el tiempo están pasando cosas importantes. sin duda Flynn es una gran escritora y sus tramas nunca dejarán de sorprendernos.
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a cadena FX continúa apostando al formato serial de antologías y que gran éxito con el público y la crítica le han merecido. Trust también está inscrita en este formato y durante su primera temporada se ha enfocado en el conocido caso del secuestro de John Paul Getty III, nieto del magnate Jean Paul Getty, entonces considerado como el hombre más rico del mundo, de ahí el título All the money in the world con el que Ridley Scott llevó esa misma historia a la pantalla grande en 2017. Pero aquí la historia ocurrida en 1973 se muestra un tanto distinta, en parte porque el británico Danny Boyle (Trainspotting y 28 Days Later) participa como productor ejecutivo y se encarga además de la dirección de los primeros tres episodios de los diez que conforman esta primera tanda, pero sobre todo por las libertades que el guión se toma y aprovecha para especular sobre la veracidad de la «historia oficial». Simon Beaufoy (quien ya había colaborado con Boyle como guionista de 127 hours y Slumdog Millionaire), funge como showrunner de la serie y se encarga de adaptar la conocida anécdota en una decena de entregas semanales. Con una narrativa fragmentada y desde cuatro distintos puntos de vista, la serie tiene como protagonistas al adolescente John Paul Getty III (encarnado por Harris Dickinson, a quien conocimos en Beach Rats), su billonario abuelo Jean Paul Getty (Donald Sutherland), su madre Gail (fenomenal Hilary Swank) y James Fletcher Chace (Brendan Fraser). La serie nos introduce al mundo de la familia Getty desde la primera escena, un plano secuencia que recorre una lujosa fiesta de la familia y que culmina con el suicidio de George Getty, el primogénito del magnate, y a partir de este suceso la trama se precipita en una vorágine de búsqueda del poder mientras disecciona el verdadero peso de la familia en nuestras decisiones de vida.
Y aunque la historia es por todos conocida, o por lo menos gran parte de la información está al alcance de todo público, el guion aprovecha los huecos en la historia oficial para aventurarse a especular y ficcionalizar las subtramas con algunas teorías, tales como la del autosecuestro de John Paul Getty III para conseguir el dinero necesario para pagarle a la mafia italiana con la que se vio involucrado con sus amigos –de hecho la familia Getty no quedó nada contenta con la manera en que eran retratados y amenazaron con demandar a FX– o para crear fascinantes estudios de personajes a partir de las figuras de James Fletcher Chace –fenomenalmente encarnado por Brendan Fraser en su gran regreso a la pantalla– y de Jean Paul Getty –Donald Sutherland en estado de gracia–. La serie presenta cambios repentinos de tono de un episodio a otro y pueden llegar a ser desconcertantes, pues parece que estamos atestiguando una serie distinta en cada capítulo; por momentos es muy densa y filosófica, después es ligera y extravagante, y en otras ocasiones es macabramente divertida. En este sentido, se le ha acusado a la serie de no tener cohesión en su tono, pero esta ecléctica y versátil naturaleza narrativa se convierte en uno de sus sellos estilísticos distintivos y lo que la convierten en una serie de gran autenticidad. Quizá Trust no resultó tan atrevida como muchos hubieran deseado, pero es una propuesta salvaje y sombría que, pese a relatar un suceso conocido internacionalmente, consigue sostener la tensión y el interés del espectador superándose a sí misma con el avance de cada episodio, alcanzando el punto álgido en el octavo capítulo –In the name of the father, no podría llamarse de otra forma–, que es simplemente sublime. Boyle y Beaufoy han entregado una de las series más adictivas del año.
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odríamos afirmar que Cary Fukunaga, además de ser uno de los directores más solicitados de la actualidad, es también pieza clave en el posicionamiento de Netflix como una nueva alternativa para producir cine. Fukunaga fue el responsable de dirigir Beasts of no Nation (2015), que fue la primera cinta producida por la plataforma. El éxito de la cinta hizo que directores vieran en Netflix una opción que le da más libertad creativa y más exposición mundial. Y si se trata de series, Fukunaga también es el responsable de uno de los recientes éxitos televisivos de HBO, hablamos de la primera temporada de True detective (2014-). Con tales antecedentes Netflix no lo pensó dos veces para decidirse a producir su nuevo proyecto: Maniac. ¿De qué trata Maniac? La NPB es una compañía farmacéutica que está planeando crear un medicamento que erradicará todo dolor humano. El ambicioso tratamiento fue creado por el excéntrico James Mantleray (Justin Theroux), quien junto a sus colegas y con el gran apoyo de la avanzada y sofisticada megacomputadora GRTA, supervisará dicho proceso que aún está en etapa experimental. El tratamiento consiste en tomar durante varios días diferentes pastillas diseñadas para un fin en específico: la pastilla “A” se adentra a los recuerdos más dolorosos para así identificar la raíz del problema; la “B” derribará las barreras que pone la mente como autodefensa; y la “C” sirve para la confrontación final del problema. El tratamiento, de ser concluido satisfactoriamente, eliminará por completo el dolor humano que nos afecta internamente, tanto en nuestra mente como en el corazón. El laboratorio entonces se dedica a buscar candidatos para comenzar con las pruebas del tratamiento y es así como llegan Annie (Emma Stone) y Owen (Jonah Hill) a la historia. Ambos ingresan al tratamiento por distintos motivos: Annie es adicta a la pastilla “A” (y al dolor emocional que está produce ) que encuentra la manera de inscribirse al tratamiento para conseguir más dosis; pero realmente ella es sólo una solitaria chica que carga con una gran culpa que no la deja continuar con su vida. Por otro lado está Owen, quien es un chico con un fuerte caso de esquizofrenia que no lo deja diferenciar entre lo que es real o no, y que vive bajo la presión y rechazo de su poderosa familia; pero esa “locura” que atormenta tanto en la vida real a Owen será su gran arma para lo que está por enfrentar. Desde que ambos se conocen Owen cree que ellos dos están conectados de alguna manera, y al parecer no está tan equivocado, ya que de manera inexplicable ellos dos crean un lazo inquebrantable que los mantendrá unidos en este viaje al interior de la mente, donde la realidad y la locura se vuelve uno y es tarea del espectador descifrar todo lo que está sucediendo y lo que vendrá . Todo esto y más es Maniac. La miniserie consta de 10 capítulos con una narrativa que parece estar basada en la esquizofrenia de su protagonista Owen, que deambula entre la realidad y
la fantasía que ocurre en la mente que nos adentrara a realidades alternas pero siempre ligadas con la realidad y traumas de los personajes donde por momentos ambos universos colapsan, y que es tarea el espectador adentrarse a ellos, atrapar las pequeñas pistas que se nos va dando poco a poco, para así entender lo qué hay detrás. Todo esto con una estética que deambula entre lo futurista y lo retro, y que aunado a la variedad de mundos en los que vemos situados a los protagonistas , hacen que el aspecto visual sea una de las grandes cualidades de la serie. El otro punto fuerte de Maniac es su elenco, sobre todo sus protagonistas: Emma Stone y Jonah Hill, a quienes hace 10 años vimos juntos por primera vez en el inicio de sus carreras en la cinta Superbad (2007) y la química entre ellos sigue intacta. Y no sólo eso, sino que es gratificante ver cómo ha crecido la carrera ambos. Por un lado Stone y ese Oscar por La La Land “que ha significado su consolidación como estrella, pero también un gran giro para su carrera y para su elección de proyectos que sacan más provecho a ese talento nato. Y por otro lado Jonah Hill, quien continuó con las comedias con éxito y posteriormente incursionando en otros géneros que le dieron gran reconocimiento (sus papeles en Moneyball y The Wolf of Wall Street le valieron dos nominaciones al Oscar) y comenzó su etapa director con un interesante proyecto por estrenar: Mid90s. En Maniac ambos demuestran un madurez actoral en cada uno de sus personajes que interpretan: vemos a un Jonah Hill tan versátil en cada uno de sus yo alternos, y a una Emma Stone con un registro dramático espectacular. No podemos tampoco dejar de lado a Justin Theroux, Sonoya Mizuno y a la veterana Sally Field, que son el soporte adecuado a los protagonistas , con hilarantes momentos provocados por estos personajes con problemas igual de complicados que sus pacientes; ellos son los titiriteros de toda situación en el mundo real mientras nuestros protagonistas están hundidos en su viaje mental. A pesar de ser una serie corta y con capítulos que no exceden la hora de duración, para muchos Maniac quizá será muy difícil de ver en un comienzo, ya que podría resultar lenta en sus primeros capítulos por la demasiada información que es verdaderamente necesaria, pero que se pudo sintetizar para darle más dinamismo al inicio. También puede ser que para muchos se trate de una historia demasiado sencilla para la manera tan complicada y rebuscada que en algunos momentos es presentada al espectador; pero ya superando estos inconvenientes lo que se vuelve lo más importante de Maniac no es el destino sino la travesía, una suerte de interpretación moderna de don Quijote -como muchos la han bautizado- por sus constantes referencias a la obra de Miguel de Cervantes, con un Owen con una locura que se vuelve heroica y una Annie incondicionalmente a su lado en su búsqueda por vencer sus molinos de viento.
A
finales de junio de este año Netflix estrenó la segunda temporada de Paquita Salas, una serie española que dos años antes había estrenado su primer temporada y que dejé pasar por considerarla una serie menor. Es durante estos dos años que las series españolas en la plataforma de streaming ha comenzado a tener bastante popularidad (para muestra La casa de papel y Merlí), sin embargo el estreno de su segunda temporada tampoco llamaba mi atención para comenzar a verla. Es debido a los constantes comentarios sobre lo bien desarrollado de sus personajes y los pocos capítulos que tiene que, de una vez por todas la comencé. y en cuestión de dos días terminé de verla, caí rendido ante su divertidísima premisa y lo rápido que se pasa al ser en apariencia sencilla pero guardando dentro de sí muchas lecturas que enriquecen bastante su apreciación. La serie es el primer trabajo como escritores de Javier Ambrossi y Javier Calvo, quienes han dado completamente en el clavo con lo que acaban de crear ya que, el ver la nostalgia y el arraigo al pasado nunca pasa de moda desde el punto de vista del show business, creo que guiones bien escritos sobre personajes recordando sus tiempos de estrellato siempre tendrán un público dispuesto a apreciarlos, fue tal la aceptación de la primera temporada que su siguiente proyecto fue el musical La llamada también producido por Netflix. Este par de escritores son esos nuevos talentos a los que no hay que perderles la pista ya que su bienintencionada comedia puede resultar efectiva por muchísimo tiempo. Como ya mencioné antes, la serie es una comedia que tiene bastantes tintes dramáticos, que se basa en la exageración y el absurdo sobre su caricaturesco personaje principal, pero que lo lleva a episodios de su vida bastante intensos, con muchas enseñanzas sobre las cosas que son importantes en la vida y cuales debemos aprender a soltar, el final de la segunda temporada es magistral y desgarrador. Esta serie tiene bastante mayor influencia de la comedia televisiva norteamericana que de la española, presentada en un formato de falso documental como The office, pero con ese tono de comedia pesimista que se ha vuelto el sello de series como Bojack Horseman. Pero bueno, regresemos al punto ¿Quién carajos es Paquita Salas? La primer temporada nos muestra a este personaje que es una representante de artistas española, quien actualmente dirige la agencia “PS Management” y quien en los 90’s se encargó de representar a las más grandes estrellas de su país. Actualmente tiene bastantes problemas ya que se quedó estancada en el modus operandi del show business de esa época y el cual hoy en día no está funcionando, lo que ha orillado a que los artistas representados por ella estén cambiándose de agencia. Ahora tiene que buscar a la nueva gran estrella que España esperaba y que sus bolsillos necesitan para que su agencia no muera. La primer temporada inicia con un traspié terrible para PS Management, la actriz Macarena García ha decidido cambiarse de agencia en medio de un momento importante para Paquita, su ex esposo está a punto de casarse y Macarena no sabe cómo decirle a
Salas que ya no la represente más, todo debido a un e-mail que nunca recibió. A la salida de esta actriz, Paquita busca desesperadamente trabajo para las actrices que ya representa, esto no le impide ir en busca también de una actriz completa, que llene las expectativas de los castings y que tenga un futuro prometedor. En la agencia creen haberla encontrado pero dicha actriz no consigue un casting, Paquita decide hacer hasta lo imposible por que ella aparezca en una superproducción que están a punto de rodar y lo consigue, parece que todo irá bien para la agencia ahora, pero, dicha actriz decide cambiarse de agencia nuevamente, la noche en la que recibe el Goya por su convincente actuación, así que la búsqueda de esa nueva estrella tendrá que continuar. En esta primera temporada tenemos una ágil introducción de personajes, todos ellos muy carismáticos y sin problema logran conectar con el espectador, sobra decir que Brays Efe, el actor que da vida a Paquita Salas es quien acapara toda la atención, se luce bastante en su personaje transmitiendo los altibajos por los que pasa y armando bastante bien los momentos de mayor dramatismo. Los demás actores tienen un completo dominio de la comedia y ninguno se siente fuera de lugar, en definitiva son personajes a los que uno desea seguir viendo en subsecuentes temporadas. Los flashbacks de la primera temporada se enfocaron más en el pasado de su protagonista, para esta segunda temporada observamos también el pasado de otros personajes, vemos a una actriz que lleva muchos años al lado de Paquita con problemas e inseguridad para un papel que, de llevarlo a cabo formidablemente, se volverá regular en una serie. Observamos también el primer día de PS Management y el gran futuro que les esperaba como agencia de talentos. Esta temporada hace hincapié en lo problemática que fue la salida de la última actriz exitosa de la agencia y el cómo, en su necesidad de dinero, la misma agencia decide compartir sus instalaciones con una estética. Observamos en esta temporada el contraste tan fuerte entre la Paquita exitosa de los 90’s, su futuro no solo como agente sino como mujer independiente y su presente sin dinero suficiente para mantener el proyecto que dirigió durante años. Para esta temporada no se introducen más personajes que los que ya conocíamos, tal vez solo vuelven regulares a algunos que aparecieron poco en la anterior temporada, una que otra aparición especial y personajes de un episodio, pero, al darle mayor peso a otros personajes nos topamos con una roba escenas como Yolanda Ramos, interpretando al que es sin duda el personaje más divertido de la serie, una estilista cínica que no tiene reparos en decir lo que piensa. Esta serie no es una superproducción y no necesita serlo, su austeridad es muy bien cuidada al dar mucha importancia a los detalles, y, como buena comedia, hace que pases cualquier error gracias a lo divertido del rato que estás pasando al verla, de verdad espero que siga teniendo más temporadas porque sin duda la serie da para bastante, y su historia pesimista pero con mucho corazón y humor, es algo que uno no deja de agradecer el haberse encontrado.