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ieciséis días después de iniciar el 2014, una modesta película tomó por sorpresa al público y crítica asistente al Festival Internacional de Cine de Sundance y terminó llevándose los dos reconocimientos más importantes que otorga este evento fílmico anual: el premio de la audiencia y el gran premio del Jurado. Ese fue tan sólo el inicio de la marejada de reconocimientos –ochenta y siete en total alrededor del globo– que recibió Whiplash, y su creador, el estadounidense Damien Chazelle, recibió la atención de todo Hollywood y del mundo entero cuando su filme compitió por el premio de la Academia como Mejor Película. Han pasado ya dos años desde aquel fenomenal drama musical que también impulsó la carrera de sus protagonistas, Miles Teller y J.K. Simmons, y las expectativas sobre el nuevo proyecto de Chazelle están por las nubes; pero no únicamente porque el público y la crítica quieren ver si puede igualar o incluso superar la calidad y éxito de Whiplash, sino porque representa la reunión en pantalla de Ryan Gosling y Emma Stone tras haber compartido créditos como pareja en la comedia romántica con desenlace moralino Crazy, Stupid, Love, de Glenn Ficarra y John Requa, y en la muy irregular Gangster Squad (2013), de Ruben Fleischer. Presentada en cinemascope –ojo al maravilloso y melancólico guiño que
nos da la bienvenida– la película nos coloca en medio de un intempestivo romance entre dos entusiasmados jóvenes que se han aventurado a un incierto camino en pos de conquistar sus sueños en la ciudad de Los Ángeles. Mia (Stone) quiere ser una famosa actriz; pero mientras lo intenta una y otra vez, trabaja en una cafetería dentro de unos célebres estudios de filmación. Sebastian (Gosling) quiere tener su propio bar de Jazz; pero mientras eso sucede vive de presentaciones en sucios bares, de tocar el piano en restaurantes donde nadie presta atención a los temas que el dueño le obliga a tocar –villancicos–, y como tecladista en una banda de «coverea» éxitos pop ochenteros en eventos de cualquier tipo. Y aunque parece que su relación será de desprecio y despedida tras un inicial altercado en la autopista y un orgulloso desplante en el ya mencionado restaurante de los villancicos, sus caminos se cruzan constantemente y tanto las situaciones en las que se ven envueltos como su gran ambición y perseverancia por lograr sus metas, van generando una conexión cada vez más fuerte hasta que el romance inicia y la pareja crece y se fortalece con apoyo mutuo para seguir luchando. Sin embargo, los esfuerzos individuales por conseguir lo que quieren comienzan a separarlos.
En La La Land, el director reitera su gran destreza narrativa –ya conocida por el mundo gracias a Whiplash–, pero aquí alcanza gloriosos niveles al mostrarnos también su habilidad en los terrenos visuales con una propuesta que no necesita, por ejemplo, de los efectos digitales alucinantes y caleidoscópicos de Doctor Strange (2016) para hipnotizar al público. Este romance musical presentado en cuatro actos –correspondientes a las estaciones del año– se ve revestido por la inconfundible paleta cromática de la obra fílmica del parisino Jaques Demy, particularmente de su filme Les parapluies de Cherbourg (1964), aunque aquí los colores se saturan digitalmente para generar una imagen mucho más vibrante, y que se conjuga a la perfección con muy inspiradas referencias a los grandes clásicos del cine musical de la época dorada de Hollywood como Top Hat (1935), de Mark Sandrich; Swing Time (1936), de George Stevens; y Singin' in the rain (1952) de Stanley Donen y Gene Kelly, aunque también se permite reimaginar esa famosa escena del clásico noventero Everyone Says I Love You (1996), de Woody Allen. Chazelle juega magistralmente con la narrativa cinematográfica desde el primer segundo de metraje. La película abre con un insólito plano secuencia musical en una congestionada autopista angelina con decenas de personajes bailando y cantando al unísono, lo cual se convierte en un titánico logro cinematográfico que indudablemente quedará grabado en los anales de la historia del cine contemporáneo. Y eso es tan sólo el inicio; el resto sólo mejora cada vez más. Chazelle es un habilidoso cineasta que, con planos y movimientos de cámara característicos del cine de antaño, va siguiendo paso a paso todas y cada una de las indicaciones en el manual de las cintas románticas y consigue que todos los clichés y estereotipos se cuelen como elementos orgánicos dentro de este filme y sean piezas de soporte y no puntos débiles. Bajo su mando –y con el apoyo de la excelsa fotografía de Linus Sandgren–, la imagen, el sonido y el factor humano de la historia se conjugan a la perfección; la impecable puesta en escena jamás queda por encima de la parte emocional del filme. En este sentido, los gigantescos logros formales de La La Land no serían tan eficaces si no fuera por los dos astros de Hollywood que sostienen la fas-
cina Sto min talla mos Stup och cing ble a ot es q ese Ingr ción leye y la con idea sufr Los ne» rio p sen una con dore dad ranz vert deb con río, ge u un d sólo cara cion da d plas histo esco va d El y al des men crom on a aho de a mús gráf tand rom holly amb ta la plido ha s terio man dern
ante puesta en escena. Gosling y one sacan chispas desde el primer nuto en que aparecen juntos en pana; su química –esa que ya habías atestiguado en la ya citada Crazy, pid, Love con la recreación de la henterísimo clímax de Dirty Dang– es de tal impacto que es imposipensar en alguno de ellos teniendo tro compañero como protagonista. Y que la dupla es inigualable: él, con e aire «bogartiano»; y ella, como la rid Bergman de nuestra generan –las gigantescas referencias a la enda de Hollywood no son gratuitas sustitución final mucho menos–, nforman la pareja cinematográfica al que se baila, canta, se enamora y re bajo las estrellas de la ciudad de s Ángeles, la famosa «Meca del ci» que, como un personaje secundapero crucial para la trama, se prenta de manera ambigua, tanto con a acogedora ternura y optimismo n el que da la bienvenida a los soñaes, como con la frivolidad y crueld con la que les destroza sus espezas. Y es aquí cuando llega la adtencia: no hay que dejarse engañar, bajo de ese deslumbrante colorido n el que nos narra este dulce amodebajo de esa envoltura que proteun prometido caramelo, se esconde drama emocionalmente violento; es o que el director, en su pesimismo acterístico –no olviden sus declaranes sobre cómo se imaginaba la videl personaje protagónico de Whish unos años después de que la oria en pantalla terminara– sabe onderlo de manera muy astuta y lo destapando poco a poco. l homenaje a su pasión por el Jazz séptimo arte que ya había rendido sde su opera prima –su prácticante desconocida propuesta monomática musical Guy and Madeline a park bench (2009)– y Whiplash, ora es llevado a otro nivel. Esta carta amor que, mediante la actriz y el sico, rinde tributo al arte cinematofico y a la creación musical rescado el espíritu original del jazz y el manticismo mágico del cine clásico ywoodense, es el más arriesgado y bicioso proyecto de Chazelle –hasa fecha– con el que no sólo ha cumo con las expectativas generadas y superado con creces su película anor, sino que se ha convertido de nera instantánea en un clásico mono del cine.
FIN
Jakie Rabinowitz (Al Jolson) es joven judío que ha sido estrictamente educado por su padre para que, a la muerte de éste, sea su reemplazo en la sinagoga del gueto judío donde vive con su familia en la ciudad de Nueva York. Sin embargo, él no está interesado en seguir los pasos de su padre y, por el contrario, se siente fuertemente atraído hacia la música jazz, por lo que decide convertirse en cantante bajo el pseudónimo de Jack Robin, hacia lo cual su padre siente un fuerte rechazo. Se trata, ni más ni menos, que del primer filme sonoro de la historia del cine. Bajo la producción de Warner Bros. Pictures -estudio que entonces atravesaba fuertes problemas económicos-, esta adaptación al cine del exitoso musical de Broadway original de Samson Raphaelson se logró al alternar secuencias con escenas con voz y música sincronizada con las interpretaciones de Al Jolson y con los subtítulos clásicos del cine silente. The Jazz Singer se convirtió en un éxito de taquilla, y es que más allá de la anécdota que supone su lugar en la historia del séptimo arte -y pese a quienes señalan que posee una trama elemental o acusan que hace "trampa" al montar las grabaciones de las voces y las canciones con la imagen-, se trata de un filme con una calidad artística propia y cualidades narrativas e interpretativas de primer nivel que la colocan como una sobresaliente producción del cine clásico.
Considerado por muchos como el mejor filme musical de la historia del séptimo arte, y poseedora de algunas de las secuencias más maravillosas del cine mundial, Cantando bajo la lluvia es una obra cumbre de la era dorada del género musical en Hollywood. La película retrata el cambio del cine silente al cine sonoro desde la perspectiva de quienes se encontraban frente a las cámaras: Don Lockwood (el inigualable Gene Kelly) es un ídolo del cine mudo y, junto con Lina Lamont (Jean Hagen), forman la pareja del momento en el cine silente. Sin embargo, la llegada del cine sonoro sacude la industria cinematográfica y la novedad técnica tiene al público ávido de descubrir la verdadera voz de sus estrellas favoritas; el problema surge cuando Lina Lamont posee una voz para nada atractiva, y además, Don se enamora perdidamente de Kathy Selden (la recientemente fallecida Debbie Reynolds) una prometedora aspirante a actriz.
Formalmente muy diferente al trabajo de su colegas de la Nouvelle Vague, Jacques Demy experimentaba a mediados de la década de los 60s con el género musical con composiciones de Michel Legrand, y abordando temas como el destino y el amor truncado nos regaló este sensacional y revolucionario filme de culto ganador de la Palma de Oro y nominado como Mejor Película Extranjera en los premios Oscar y Golden Globes. Rozando peligrosamente la cursilería y presentada en tres capítulos -la partida, la ausencia y el regreso-, Les Parapluies de Cherbourg nos adentra en la intensa y agridulce historia de amor de Geneviève Emery (Catherine Deneuve), una joven que ayuda a su madre en su tienda de paraguas en Cherburgo y que está perdidamente enamorada de Guy Foucher (Nino Castelnuovo), un joven mecánico con el que piensa contraer matrimonio a pesar de la oposición de su progenitora, quien considera al chico demasiado pobre, y a su hija, demasiado joven: además, las cosas se complican cuando Guy tiene que abandonar el país para hacer el servicio militar en Argelia durante dos años y Rolando, un rico joyero, se enamora de Geneviève.
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y Fair Lady es probablemente la mejor y la menos esperada de los musicales, durante la cual no puedo decidir si soy más feliz cuando los personajes hablan o cantan. Las canciones son perfectas y exactas, algunas románticas, algunas cómicas, y otras sin sentido, cada una de ellas única. Además, no hay sentimentalismo falso sobre los pasos a la riqueza de Eliza Doolittle, siendo transformada en una dama por el profesor Henry Higgins. “Puedo haber vendido flores, pero nunca me he vendido”, le dice. Ahora que soy una dama, eso es todo lo que tengo que vender. Eliza regresa a Higgins al final, no porque haya reformado sus actitudes, sino porque las ha defendido. La pregunta no es si te he tratado rudamente, sino si he tratado a alguien mejor. La historia involucra un choque de dos egos, uno perteneciente al lingüista Henry Higgins, el otro, a la florista Eliza Doolittle. A menudo se dice que colaboran porque Higgins (Rex Harrison) decide mejorar el acento de Eliza. De hecho, es Eliza (Audrey Hepburn) quien toma la iniciativa, presentándose en la casa de Henry para inscribirse en las lecciones. “Sé que lecciones cuestan tan bien como tú, y estoy lista para pagar”. Incluso desde esta escena tan temprano, es la voluntad de Eliza la que lleva el mando, Higgins pudo haber jugado para siempre con su alfabeto fonético y sus dispositivos de grabación si Eliza no hubiera insistido en la acción. Ella toma en serio lo que dice la noche anterior en Covent Garden: “¿ves a esta criatura con su inglés curvo, el inglés que la mantendrá en las calles hasta su último día? Bueno, en seis meses podría pasarla por una duquesa de una Embajada ball. Incluso podría conseguirle un trabajo como criada de una dama o asistente de una tienda, lo cual requiere de un mejor in-
glés”. El final es lo que Eliza oye y la inspira: “quiero ser una dama en una florería en lugar de vender en la esquina de Tottenham Court Road, pero no me llevarán a menos que pueda hablar con más cortesía.” Es su ambición, no la de Henry, la que pone la trama en marcha. No es necesario resumir la trama o enumerar las canciones; Si no estás familiarizado con ambos, eres culturalmente analfabeto, aunque en seis meses podría pasarte como crítico en Cannes, o incluso un empleado de una buena tienda de videos, lo que requiere un mejor gusto. Es difícil discutir el film de George Cukor de 1964, en la manera en que existe, porque incluso ahora, chismes y mitos oscurecen su grandeza. Muchos espectadores prefieren discutir la película que no fue hecha, la que hubiera protagonizado Julie Andrews. Darle el papel a Audrey Hepburn, fue visto como un desaire de Andrews, y así fue: el productor y la cabeza del estudio Jack L. Warner escogieron a Hepburn por su mayor atractivo en taquilla, pero estaba preparado para ofrecerle el papel a Elizabeth Taylor si Hepburn lo rechazaba. Uno de los temas más conocidos en la historia es que Hepburn no cantó sus propias canciones, sino fue sustituida por la talentosa Marni Nixon, tan notorio se convirtió este doblaje que aunque My Fair Lady fue nominada a 12 oscars y ganó 8 incluyendo mejor película, actor, director y cinematografía, Hepburn no fue nominada como mejor actriz; Julie Andrews sí, el mismo año por Mary Poppins, y ganó. Que Hepburn no haya hecho su propio canto oscurece un poco el ambiente, incluso cuando si hizo su actuación, con un diálogo tan elaborado era más complicado que la mayoría de los otros papeles musicales de la época. Exige a Eliza a seguir una transición de Cockney al acento inglés de la Reina, todo
esto Audrey Hepburn lo hace impecable con una gran confianza y pasión. Como en las escenas en la que explota contra el desprecio misógino de Higgins. No solo no hacen ya películas como esta, no pueden, la industria cinematográfica no está interesada en musicales sobre adultos, y mucho menos adultos con ideas. Aparte de la buena música y diálogos, My Fair Lady es un triunfo visual. Cukor usó a Cecil Beaton, un fotógrafo y diseñador de vestuario que había trabajado solamente en una película antes (Gigi, 1958). Él y el director de fotografía Harry Stradling, ambos ganadores de los Oscar, traen a la película una combinación de suntuosidad y detalle, desde la estilización de la famosa escena de Ascot hasta los innumerables dispositivos intrigantes en el estudio de libros de Higgins. Lo que distingue My Fair Lady es que realmente dice algo. Lo dice en una película de palabras acertadas, música inolvidable e imágenes gloriosas, pero lo dice. El "Pigmalión" de Bernard Shaw fue un ataque socialista contra el sistema de clases británico, y en la verdad (tan cierto cuando se hizo la película como cuando Shaw escribió su obra), el destino de un inglés estaba determinado en gran medida por su acento. Permitió que otros lo colocaran, y lo mantuvieran en su lugar. La huida de Eliza de la "clase baja", dirigida por Higgins, es un acto revolucionario, dramatizando cómo la "superioridad" fue heredada, no ganada. Es una lección que resuena para todas las sociedades, y el genio de My Fair Lady es que es a la vez un gran entretenimiento y una gran polémica. Todavía no se aprecia lo suficiente la influencia que tuvo sobre la creación del feminismo y la conciencia de clase en los años de puente de 1914 cuando "Pygmalion" estrenó, 1956 cuando se estrenó el musical, y 1964 cuando la película se estrenó.
En esta libérrima adaptación de la obra con música de John Kander y letras de Fred Ebb -inspirada a su vez en la novela Goodbye to Lenin (1939) de Christopher Isherwood-, el Maestro de Ceremonias (Joel Grey) del Kit Kat Club y la cantante y bailarina principal del lugar Sally Bowles (Liza Minelli) pretenden hacer olvidar mediante el humor, la música y el baile la penosa situación de Berlín durante el asenso del partido Nazi. Sobresaliente por su sensacional diseño de arte, las fantásticas coreografías, pero sobre todo, por las soberbias interpretaciones de la enorme Liza Minelli (ganadora del Oscar por este rol), la historia se centra en el romance que surge entre Sally y Bryan Roberts (Michael York), un estudiante de filosofía de Cambridge, dentro de este lugar nocturno que funciona como una suerte de refugio ante la dura realidad.
Protagonizada por los astros Fred Astaire y Ginger Rogers, este musical se centra en Jerry Travers (Astaire), un famoso cómico musical estadounidense que, tras llegar a Londres e instalarse en la habitación de Horace Hardwick, productor de su obra, conoce a una bella modelo llamada Dale Termont (Rogers), quien se aloja en el piso de abajo y lo confunde con el productor Hardwick; al enterarse de que está casado, ella le rechaza y acepta la invitación de su jefe, el modisto Alberto Beddini, para viajar a Venecia donde, despechada, aceptará casarse con él. El carisma de la pareja protagónica y el excepcional guión que con astucia configura esta trama de enredos con comentarios sobre el Sueño Americano y la Gran Depresión en medio de sorprendentes números musicales compuestos y escritos por Irving Berlin, hacen de Top Hat una cinta indispensable para todos los amantes del cine.
Uno de los expertos en cine musical escribió con imágenes una carta de amor a París y a la vida con una optimista, colorida y romántica historia tan previsible como disfrutable que terminó por llevarse seis premios de la Academia, incluyendo el de Mejor Película. Un fenomenal diseño de arte con inspiración en el arte de Toulouse Lutrec y Rousseau, las sorprendentes composiciones musicales de George Gershwin y unas sensacionales coreografías fueron los ingredientes principales en la fórmula exitosa que dio forma a la historia de Jerry Mulligan (Gene Kelly tan sólo un año antes de filmar la emblemática "Singing in the Rain"), un pintor americano que, tras la Segunda Guerra Mundial, decide establecerse en la capital francesa para probar suerte y exponer sus cuadros en Montparnasse, y aunque tiene poca suerte con la venta de sus obras, conoce a una mujer millonaria que se ofrece a promocionar su trabajo a la vez que conoce y se enamora de una chica que trabaja en una perfumería.
Las familias Montesco y Capuleto en las calles de Verona son reemplazadas por pandillas rivales en los barrios bajos de Manhattan en esta reinterpretación de la célebre obra de Shakespeare. Con un guión firmado por Arthur Laurents, música compuesta por Leonard Bernstein, letras de Stephen Sondheim y coreografías montadas por Jerome Robbins, "West Side Story" es la historia de los Jets y los Sharks, dos pandillas rivales con diferentes orígenes étnicos -los primeros son de ascendencia europea, mientras que los segundos
son de origen puertorriqueño- que encuentran la tragedia cuando dos de sus miembros -María (Natalie Wood), hermana del lider de los Sharks, y Tony (Richard Beymer), uno de los Jets- se enamoran perdidamente. La película ha envejecido con dignidad y se mantiene aún vigente como un título emblemático e imprescindible del cine musical del siglo XX pese a su extremadamente edulcorada presentación.
La estrella de cabaret Obyx Velma Kelly (Catherine Zeta Jones) en el Club y la aspirante Roxie Hart (Renée Zellweger) son dos mujeres inmersas en el show business que son encerradas en prisión acusadas de asesinar a sus respectivas parejas. El legendario abogado Billy Flynn (Richard Gere) toma el caso de ambas chicas y los vuelve un circo mediático; ambas se ven obligadas a competir por la fama y mantenerse de esa manera lo más alejadas de la horca. Bajo la dirección de Rob Marshall y con un guión firmado por Bill Condon, esta adaptación del exitoso musical de Broadway de Bob Fosse y Fred Ebb -con base en la obra original de Maurine Dallas Watkins- la música de John Kander y Danny Elfman toma protagonismo para guiarnos en la truculenta vida las protagonistas en una eficaz mezcla de drama penitenciario y sátira mediática-social con mucho humor negro.
Ganadora de la Palma de Oro y de cuatro premios de la Academia -dirección de arte, diseño de vestuario, mejor edición y mejor banda sonora-, esta imprescindible cinta musical semiautobiográfica nos presenta a Joe Gideon, el alter ego de Bob Fosse encarnado por Roy Shceider como un implacable coreógrafo y director de teatro mientras prepara el montaje de su próxima producción en Broadway. Se trata de un retrato sin concesiones del sórdido mundo de los excesos y los sacrificios personales que suceden tras bambalinas de los espectáculos musicales; la banda sonora de Ralph Burns y la cámara de Giuseppe Rotunno nos acompañan en esta gran puesta en escena cargada de simbolismos y con el ritmo de vida vertiginoso, sarcástico y melancólico de este obsesivo creador artístico obsesionado con la idea de entregarse por completo sobre el escenario... aunque la vida se vaya en ello.
Ganadora de cinco premios Oscar, incluyendo el de la Mejor Película, La novicia rebelde es uno de los musicales más famosos de la historia del cine y tiene lugar unos meses antes de que Austria se uniera a la Alemania nazi. La película sigue los pasos de María (la gran Julie Andrews en el papel que la volvió inmortal), la alegre novicia del título latino que deja la abadía para convertirse en institutriz de la vasta descendencia del capitán Georg von Trapp (Christopher Plummer), un militar de la Marina Imperial retirado y recientemente viudo. Estamos ante una adaptación cinematográfica del musical de Broadway con material escrito por Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II -el cual a su vez está basado en la novela autobiográfica The Story of the Trapp Family Singers, de María Augusta Trapp- y se centra en la estrecha relación que la novicia establece con los siete vástagos del capitán y su enamoramiento cuando éste se encuentra a punto de casarse con la baronesa Schroeder (Eleanor Parker).
Las vacaciones de verano en el último año de la década de los 50s han terminado, y tras haber pasado un verano romántico, Sandy Olsson (Olivia Newton-John) y Danny Zuko (John Travolta) se reencuentran inesperadamente en el colegio; y aunque ella sigue ilusionada con el maravilloso chicho que conoció en las vacaciones, hay algo diferente en Danny, pues su carácter ahora es insensible y se comporta engreído. Las canciones pegajosas, las toneladas de humor romántico-adolescente, y por supuesto los atractivos protagonistas, fueron los principales imanes de esta adaptación del musical original de Jim Jacobs y Warren Casey que se convirtió instantáneamente en un título imprescindible del cine estadounidense que definió las carreras de Travolta y Newton-John, marcando además a toda una generación.
Estamos ante uno de los primeros espectáculos cinematográficos filmados a color y, sorprendentemente, a casi ocho décadas de su estreno este clásico imprescindible -basado en el cuento infantil de Frank L. Baum- mantiene intacta su magia, encanto y mensaje sobre la superación de los miedos e inseguridades a través de la fantástica fábula de la huérfana Dorothy (Judy Garland), a quien se le cumple su sueño de viajar 'más allá del arco iris' cuando un tornado azota la granja de sus tíos en Kansas y es transportada, junto con su perro Toto, al mágico mundo de Oz donde vive una fantástica serie de aventuras al lado de tres peculiares personajes: un espantapájaros (Ray Bolger) en busca de un cerebro para ser inteligente, un hombre de hojalata (Jack Haley) en pos de un corazón y un león cobarde (Bert Lahr) en busca de valentía, quienes deciden acompañarla en su viaje hacia Ciudad Esmeralda, lugar donde vive el todopoderoso Mago de Oz, el único que puede ayudarle a regresar a Kansas.
La Academia de Artes de Nueva York es el escenario en el que un grupo de jóvenes cantantes, músicos bailarines y actores se preparen y luchen por lograr sus sueños al mismo tiempo que se enfrentan a las adversidades que su misma carrera les trae... pero todo sea por el amor al arte. Independiente a que tu vocación sean las artes o no, Fama, de Alan Parker fue inspiradora para toda la juventud de los 80s, y su famoso tema musical fue himno de superación. Sin el impacto y éxito de la película y su serie posterior, los fenómenos del cine y televisión teen musicales tan populares en nuestra época como High School Musical y Glee no podría haber existido.
El eterno inconforme y perpetuamente angustiado Woody Allen nos presenta sus comentarios, políticos, religiosos y sexuales a través de un homenaje al género escapando de los lugares comunes del cine musical y con múltiples referencias a los clásicos del celuloide. En Todos dicen que te amo Allen mantiene su esencia formal europea y pone a todo su elenco a cantar -incluso él tiene un particular número musical- para presentar los problemas de una variopinta galería de personajes que encuentran un punto de conexión en el matrimonio neoyorquino formado por Steffi (Goldie Hawn) y Bob (Alan Alda). Esta sensacional película que combina magistralmente la música, el humor y el drama para retratar a esta burguesa familia disfuncional que se pasea no sólo por la Gran Manzana sino también por París y Venecia, y presentada bajo la formalidad melancólica por el cine de oro de Hollywood.
La historia original de Charles Dickens cuenta la historia del pequeño niño del título (encarnado aquí por Mark Lester) que llega a Londres en busca de fortuna tras escapar del orfanato en el que estaba recluido, pero que inesperadamente es reclutado en una banda de niños delincuentes dirigida por el despreciable Fagin (Ron Moody) y Bill Sikes (Oliver Reed). A casi medio siglo de su producción, Oliver!, la adaptación cinematográfica por parte de Carol Reed inspirada en el musical de Lionel Bart, hasta ahora se erige como la más emblemática versión de esta clásica historia ubicada en el Londres del siglo XIX.
El visionario director que un lustro antes había reinventado el máximo relato shakesperiano con Leonardo DiCaprio y Claire Danes en la urbana Verona -la Ciudad de México-, tomó a la ya entonces célebre Nicole Kidman y al talentoso astro en ascenso Ewan McGregor para contarnos una historia de amor a través de un estridente, arrebatador, barroquísimo, auténtico y estimulante espectáculo audiovisual. Con una narrativa que conjugó diferentes artes como la pintura y el teatro, con ecos de Fellini -guardando las distancias, claro está- y con una ecléctica banda sonora, Luhrmann resucitó al género para el público del nuevo milenio a través de una tragicomedia con artificialidad extrema que en todo momento se mantuvo siempre al servicio de la historia de amor que resultó una satisfactoria experiencia multisensorial.
Con la música de John Williams y las canciones compuestas por Jerry Bock y Sheldon Harnick, el director Norman Jewison llevó a la pantalla un reflexivo relato metafórico de gran carga humanitaria sobre el destino como voluntad de Dios, la familia, el amor, la fe y la evolución de las tradiciones. El violinista en el tejado es la historia de Teyve, un lechero judío que vive feliz con su esposa y cinco hijas en un pequeño pueblo ucraniano, y que una tarde conoce a Perchick, un estudiante con revolucionarias ideas, con el que establece una improbable empatía y le ofrece techo y alimento a cambio de dar clases a una de sus hijas; mientras tanto, un rudo carnicero de la localidad enviuda y pide al lechero la mano de la mayor de sus hijas.
Este legendario musical, con composiciones originales de los hermanos Robert Sherman y Richard Sherman, está inspirado en la serie de novelas firmadas por la escritora P. L. Travers y que giran en torno a una niñera mágica que tiene que meter en cintura a los dos rebeldes infantes de una disfuncional familia londinense. La película, protagonizada por Julie Andrews en el segundo papel más emblemático de su carrera tras su protagónico en La Novicia Rebelde- y por el cual ganó el premio de la Academia como mejor actriz, combina imágenes reales con animación. La entrañable historia y la fantástica producción musical la han colocado como una de las esenciales piezas cinematográficas de los estudios Disney y del cine estadounidense en general; tal es su trascendencia, que en 2013 fue elegida para ser preservada por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos en el National Film Registry al ser considerada una pieza "cultural, histórica y estéticamente significativa".
La primera película a color de Vincente Minelli y su tercer producción musical, se centra en una feliz familia de San Luis que, al conseguir el padre de familia un trabajo mejor, deben mudarse a la ciudad de Nueva York. Bajo la producción de Metro-Goldwyn-Mayer, protagonizada por Judy Garland, con composiciones orquestales sensacionales e impecable manufactura, la película está basada en los doce relatos de Sally Benson -correspondientes a los meses del añoen los que narra en cuatro postales sus experiencias en cuatro durante el verano y otoño de 1903 y el invierno y primavera de 1904. Se trata de la película que marcó el inicio de la época dorada para el género musical y, tan sólo por detrás de Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind; 1939), de Victor Fleming, George Cukor y Sam Wood, fue el más grande éxito del estudio.
U
na violenta tormenta y la descompostura de su auto sorprende a una joven pareja al regreso de una boda, por lo que se ven obligados a refugiarse en un extraño castillo donde conocen al doctor Frank-N-Furter, una suerte de Dr. Frankenstein travestido que los arrastra hacia una vorágine de libertades moralinas al tiempo que prepara su más grande creación: Rocky. Este provocativo y transgresor clásico de culto es una divertida y extravagante oda a la liberación sexual; con el debut del sensacional Tim Curry como el excéntrico científico -y luego célebre por sus papeles de Pennywise en It (1990) y del mismísimo Señor de las Tinieblas en Legend (1985)-, la película invita a la extirpación de represiones de todo tipo y a la liberación total de los instintos. Una demencial genialidad que cada año gana más adeptos.
Roger Waters, el emblemático bajista de Pink Floyd, conjugó sus propias experiencias con las de Syd Barrett -entonces líder de la agrupación- para dar forma al hilo conductor de la obra musicoconceptual The Wall que el director Alan Parker interpreta y transforma con oficio sobresaliente en potentes imágenes en esta pieza cinematográfica de culto que combina bizarra animación con live-action para narrar la vida de Pink, un vocalista de una banda musical que es atormentado por los traumas de su pasado -la muerte de su padre en la guerra, la enfermiza sobreprotección de su madre y la estricta educación que lo formó a expensas de suprimir todo rastro de libertad e individualidad. The Wall, ganadora del BAFTA a la Mejor Canción Original -Another brick in the wall, es una obra que registra el pulso social en la Bretaña de Thatcher y critica duramente al estado, el ejército, la familia y las instituciones educativas. El metafórico muro que el protagonista ha creado a su alrededor es una respuesta conceptual a las políticas de la guerra, la educación automatizadora y la represión gubernamental.
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l inclasificable relato de la ópera prima de John Cameron Mitchell es la adaptación de su propia obra de teatro musical de Broadway y sigue a Hedwig (el mismo Cameron Mitchell), un transexual nacido en el lado oriental de Berlín el mismo año que comenzó la construcción del muro que dividió la ciudad -y la sociedad- alemana; producto de la relación entre un soldado americano y una alemana comunista, Hedwig siempre padeció la estricta educación de su madre y la frustración con el juicioso entorno en el que le tocó vivir, pero a la edad de 25 años, encuentra en una relación con el sargento norteamericano Luther Robinson (Maurice Dean Wint) la oportunidad perfecta para alcanzar la libertad al otro lado del muro, pero para poder casarse con él debe someterse a una operación de cambio de sexo, la cual no sale del todo bien y Hedwig se queda en la entrepierna con esa pulgada irritada y rabiosa (angry inch) a la que hace referencia el título del filme y una de las canciones que con fiereza interpreta en algún punto de la película.
Poco tiempo después de haber dejado el lado oriental de Alemania, es abandonado por el Sargento y decide entonces crear una banda de rock, lo que le dio la oportunidad de conocer a un joven con padres fanáticos religiosos llamado Tommy (Michael Pitt), al cual adopta como su amante y protegido antes de ser traicionado por éste, quien bajo el nombre de Tommy Gnosis -bautizado así por el propio Hedwig- se lanza como cantante con las letras y composiciones que le robó a Hedwig, por lo que éste decide perseguirlo por toda su gira a través de Estados Unidos y busca sacar a la luz la verdad sobre la 'originalidad' de la música de Tommy, quien ofrece conciertos masivos en reconocidos recintos, mientras que Hedwig se presenta en modestos restaurantes buscando un poco de ese reconocimiento tan merecido. Hedwig and the Angry Inch se convirtió en toda una revelación en 2001 no sólo por su propuesta visual y potente banda sonora, sino por su fantástica y original anécdota que grita y canta un discurso sobre la autoaceptación, logrando lle-
varse premios en diversos festivales de cine como Sundance y San Francisco. John Cameron Mitchell entrega una poderosa interpretación protagónica, una estrella de rock transexual con salvajes toques de glam y punk; el filme está cargado de un delicioso humor negro, es irreverente, divertida, rara y punzante, plagada de alegorías religiosas -no sólo sobre el catolicismo o cristianismoy referencias a la cultura pop, es una ópera rock contracultural que se convirtió en todo un símbolo para la comunidad LGBT de comienzos de siglo, es un documento fílmico sobre el autodescubrimiento, la libertad interna y la libre expresión, una retorcida fábula llena de comedia, color y energía, es una propuesta original y diferente. Hedwig and the Angry Inch fue para la primera década del nuevo milenio lo que significó El Show de Terror de Rocky (The Rocky Horror Picture Show) para la década de los setentas, o lo que significó Velvet Goldmine para los años 90, una trasgresora joya imprescindible del universo cinematográfico underground.
Luego de presenciar el asesinato de su padre a manos del amante de su madre, el pequeño Tommy queda ciego, sordo y mudo a consecuencia del terrible trauma. Con el paso de los años, y ya como joven adulto, su condición le lleva a convertirse en el campeón mundial de pinball y mesías de las masas. Haciendo mancuerna con la banda The Who, el iconoclasta Ken Russell lleva a la pantalla grande esta opera-rock que supone una dura crítica a las iglesias y cultos basados en lo material y a la sociedad por las atrocidades cometidas en contra de los niños, como el maltrato y el abuso sexual. A más de cuatro décadas de su estreno, esta pieza psicodélica-metafísica sigue vigenge en su propuesta de desbloquear nuestras puertas de la percepción como camino a la autosanación tanto física como espiritual.
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será un año recordado por todos los rockeros como el año en que se estrenó la película más divertida sobre el género. A lo largo de los años, This is Spinal Tap se ha consagrado como un filme de culto para todo buen rockero y como un objeto de análisis para gran parte de los estudiosos del cine. Es, por tanto, además de una película divertidísima, un filme muy interesante de analizar desde el punto de vista de los estudios fílmicos. This is Spinal Tap es un falso documental que narra la desastrosa gira por EEUU del ficticio grupo Spinal Tap, “una de las bandas de rock más ruidosas de Inglaterra”. Marti DiBergi (Rob Reiner, director de la película que actúa como director del supuesto documental), acompaña a la legendaria banda británica en la promoción de su nuevo disco, “Smell the Glove”. La gira es un auténtico desastre y sirve de excusa a Reiner para poner de relevancia todos los tópicos y clichés del mundo del rock and roll. Pero más que reírse de la cultura del rock, se ríe de la figura del rockstar, a quien retrata como una persona excéntrica, caprichosa y egocéntrica. La crítica que realiza el filme va in crescendo hasta llegar a un punto donde el grupo se parodia a sí mismo. Sin embargo, la cinta termina con un mensaje algo más positivo, no tan crítico: parece que el propio director le ha cogido cariño a ese personaje que representa el rockstar y no le deja tirado en una cuneta. Porque al fin y al cabo, así son (para Rob Reiner) las rockstars. Quizá sean caprichosos y ególatras, pero al final, lo único que quieren es “rocanrolear” a su aire. Los ajustados atuendos de los componentes del grupo, las letras de las canciones, los movimientos con las guitarras, la forma particular de bailar, el hecho de que se pongan relleno entre las piernas (“para dar miedo”)… La crítica a la figura del rockstar es más que evidente. Me resulta imposible resistirme a destacar una frase de Mick Shrimpton (R. J. Parnell), uno de los integrantes del grupo, que resume a la perfección la idea del filme: “mientras existan el sexo y las drogas, puedo vivir sin Rock and Roll”. Así mismo, también quisiera a narrar una breve escena que igualmente condensa el sentir general de la película y su crítica al rockstar. En esta se-
cuencia, Nigel Tufnel (Christopher Guest, guitarrista y líder del grupo) le comenta a Ian Faith (Tony Hendra, manager de la banda) algunos problemas en el backstage. Ian le pregunta si tiene algo que ver con el sonido y Nigel responde: “No, no, no. Hay problemas con el pan pequeñito”. El líder del grupo se queja de que el pan es demasiado pequeño para el embutido y éste se sale por todos lados. Cuando Ian consigue tranquilizarle, Nigel suspira: “me sobrepondré, soy un profesional”. Como se puede intuir, el filme trata de manera muy humorística muchos tópicos del rock and roll como, por ejemplo, las muertes de los baterías (inexplicablemente suelen ser los primeros miembros de las bandas en morir). Así, es curioso escuchar hablar a los integrantes del grupo sobre las muertes de sus compañeros: en un extraño accidente de jardinería, ahogado por vómito de otra persona (“al vómito no se le puede buscar huellas”), explotando en mitad de un concierto (“docenas de personas mueren por combustión espontánea cada año, pero no se le da mucha difusión”)… Es evidente que el filme da pie distintas interpretaciones; desde el homenaje, a la crítica, pasando por la simple parodia y ridiculización del rockstar; pero, lejos de todos estos conceptos que corresponden más al campo de la teoría, mi consejo es que se sienten y disfruten de esta divertidísima película. Puede que incluso descubran un grupo más que añadir a su iPod, ya que la repercusión del filme y del grupo fue tal, que la banda dio el salto de la ficción a la realidad y llegaron a sacar tres discos: This is Spinal Tap (BSO de la película), Break like the wind y Back from the Dead (todos escuchados y también recomendados por un servidor). Así pues, This is Spinal Tap posee todos los ingredientes para ser considerada lo que es: una película de culto de obligado visionado, no sólo para los amantes del rock and roll, sino para cualquier amante del cine. Una película que ha hecho que todos los grupos de rock quieran unos amplificadores que lleguen hasta el nivel 11. La parodia de las parodias que, incluso, ha tenido su capítulo de gloria en Los Simpson. Les aseguro que no se arrepentirán de invertir 82 minutos de su tiempo libre en esta legendaria película
Tracy Turnblad (Ricki Lake) es una adolescente que cumple su dorado sueño de alcanzar la fama cuando se presenta en un reconocido programa musical llamado "The Corny Collins Show". Ambientada en Baltimore en la década de los '60s, la película muestra a Tracy al enfrentarse al agridulce mundo de la fama en donde las envidias no se hacen esperar, especialmente la de la odiosa Amber von Tussle (Vitamin C) y su madre Velma von Tussle (Debbie Harry). Con su delirio estético y corrosivo sentido del humor que siempre ha caracterizado a John Waters –aunque sin la provocación escandalosa de Pink Flamingos–, el director utiliza la ironía para tomar el pulso a la convulsa situación social de los Estados Unidos marcada no sólo por la intolerancia y discriminación hacia la comunidad afroamericana, sino por el desprecio generalizado hacia «lo diferente», lo que está «fuera de la norma».
Esta bizarra y ochenterísima pieza de culto es la exitosa adaptación cinematográfica de la comedia musical de Broadway con música de Alan Menken y letras de Howard Ashman -inspirada a su vez en la película original homónima de 1960 dirigida por Roger Corman y protagonizada por Jack Nicholson– y sigue los pasos de Seymour Krelborn (Rick Moranis) un empleado de una floristería neoyorquina cuyo dueño está pensando en cerrarla por los bajos ingresos; un día, luego de un eclipse solar, Seymour encuentra una planta alienígena y decide llevarla a la tienda para atraer la atención de la gente y, con un poco de suerte, algunos clientes. El plan funciona a la perfección y las ventas comienzan a subir, pero pronto Seymour descubre que la planta -a la que ha bautizado como Audrey II en honor a Audrey, su compañera de la que está locamente enamorado– no sólo sabe hablar, sino que también es carnívora y necesita sangre humana para vivir.
El cuarteto que era más grande que Jesucristo conquistó la pantalla grande desde su primera incursión con este documental/musical a manos de Richard Lester y que, sorpresivamente, se transformó en una comedia de aventuras al ritmo de rock & roll. En este falso documental John, Paul, Ringo y George tienen que viajar de Liverpool a Londres para presentarse en un show televisivo y el filme gira en torno a las peripecias que atraviesan en el trayecto, todo ello bajo una peculiar estética y narrativa que marcaría un parteaguas en la cultura popular británica y en la producción videoclipera un par de décadas después.
La segunda ópera-rock de Pete Townshend para la banda The Who fue trasladada a la gran pantalla y transformada en esta obra de culto por el director Franc Roddam y los guionistas Dave Humphries y Martin Stellman. La trama de Quadrophenia se centra en el progresivo desencanto juvenil de Jimmy (Phil Daniels), un chico perteneciente al movimiento 'Mod', conformada por miembros de origen proletario y en eterna rivalidad con los 'rockers'. Entre los encuentros con sus mejores amigos -Dave, Chalky y Spider-,sus paseos en su scooter italiana y los constantes enfrentamientos con los 'rockers', Jimmy busca escapar de sus irritantes padres y su agobiante empleo en una agencia publicitaria. Con una acertada ambientación, la potente música de The Who, y una pesada carga de sexo, violencia y drogas -para la época-, Quadrophenia es una radiografía de la juventud británica en la era pre-Margaret Thatcher, se convirtió en un hito generacional de los jóvenes y muestra el germen que daría origen a los punks.
Esta adaptación musical de las últimas horas del mesías rompió paradigmas teológicos y extirpó la divinidad de la figura de Jesús mediante el retrato de la relación que guarda con María Magdalena y con Judas. Al plasmarlo como un simple ser humano, el retrato del protagonista adquiere un carácter histórico más que místico, y la propuesta de Jewison –basada en el musical de Andrew Lloyd Webber– se presenta arriesgada y valiente. A través de una compañía de baile y canto que realizan una puesta en escena de la Pasión de Cristo en medio del desierto de Neguev en clave de óperarock con un peculiar diseño de arte con inspiración en la cultura hippie, potentes canciones con una fuerte carga dramática y con un discurso pro integración racial y antibelicista –los soldados romanos llevan cascos militares y ametralladoras en lugar de lanzas–, el relato de las sagradas escrituras es transformado en el surrealista viaje de sacrificio de un Jesús con aires de Jim Morrison y Jimi Hendrix.
E
l diseñador de modas texano Tom Ford nos sorprendió a finales de la década pasada al revelarse multifacético cuando volteó su mirada hacia el quehacer cinematográfico y presentó A single man (2009), su sensacional opera prima en la que demostró que su talento estético no sólo tiene lugar sobre las más prestigiosas pasarelas del mundo de la moda sino que también en el universo del celuloide donde nos obsequió una de las mejores experiencias audiovisuales de ese año, pero que además, demostró poseer la habilidad de adaptar –entonces con la ayuda del guionista David Scearce– obras literarias al lenguaje cinematográfico sin demeritar la complejidad y el aura melancólica del material original, y por el contrario, ofrecernos una sofisticada pieza fílmica. Siete años después vuelve a colocarse tras la cámara para presentar Nocturnal Animals, una adaptación firmada por él mismo de la novela Tony and Susan de Austin Wright que sigue los pasos de la mujer del título, Susan Morrow (Amy Adams), una exitosa mujer inmersa en el mundo de la exposición de piezas artísticas y que está casada con un respetado médico, Hutton Morrow (Armie Hammer), tras haber dado por terminado su matrimonio anterior con Edward Sheffield (Jake Gyllenhaal), entonces un escritor inédito que recién ha terminado su primera novela con una publicación ya inminente. Una mañana Susan recibe un misterioso paquete que contiene un manuscrito: «Nocturnal Animals», y junto a él una nota en la que Edward le pide por favor leerla, ya que siempre la ha considerado su mejor crítica personal; ella accede e inesperadamente se ve sumergida en una historia de tragedias y venganzas protagonizada por un hombre llamado Tony al que Susan no puede evi-
tar imaginarlo físicamente idéntico a su ex esposo, por lo que la fábula comienza a sacudir los recuerdos y las emociones de tal manera que trastoca violentamente su vida cotidiana. Tom Ford presenta esta historia con una narrativa fragmentada extraordinariamente planeada al detalle, y mediante el eslabonamiento orgánico de los sucesos paralelos resuelve al tiempo un estimulante thriller de venganza (la historia del manuscrito) dentro de una historia de arrepentimiento (la historia de Susan). El elegante score de Abel Korzeniowski –esencialmente compuesto por unas afligidas y melancólicas cuerdas de violín– en su segunda mancuerna con Ford tras su debut con la ya mencionada A single man, acompaña esta muy afortunada adaptación del lúcido juego de la metatextualidad empleado en la novela y con el cual aquí se da forma en la gran pantalla a una suerte de rompecabezas melodramático-neo-noir sensacionalmente interpretado por una contenida Amy Adams y un formidable Jake Gyllenhaal en el papel dual como el romántico soñador Edward y el devastado y vengativo padre de familia Tony. Con este violento y sofisticado thriller Ford vuelve a exponer a las esferas burguesas como una clase hedonista y prejuiciosa; se trata de un sector social que conoce tan bien –pues forma parte de él– que no duda ni por un instante en representar fielmente ese perpetuo vacío existencial que no puede ser llenado con dinero. Nocturnal Animals representa para el aún novato cineasta su proyecto más ambicioso y arriesgado hasta ahora; el resultado sobrepasa cualquier expectativa y demuestra nuevamente que su talento como narrador es equiparable al de su capacidad artística visual.
E
l cineasta italiano Gianfranco Rosi pone bajo su experimentada lente el tema de la migración y los refugiados en Europa, particularmente centrándose en la diminuta isla siciliana de Lampedusa, meridional zona italiana que desde hace 25 años se convirtió en un punto de masiva llegada de inmigrantes africanos que vienen escapando de la violenta situación en el continente vecino. Con el documental Fuocoammare, Rosi propone un estudio geopolítico a través de un retrato costumbrista de la cotidianidad de tres habitantes de la isla pertenecientes a una misma familia pero principalmente centrándose en Samuel, un preadolescente de doce años con problemas de visión y respiratorios –éstos últimos a causa de una ansiedad completamente anómala para su edad– que disfruta practicar con su resortera y una pistola imaginaria mientras anhela a la vez algún día acompañar a su padre en su bote pesquero.
El resultado del documental –cuyo título hace referencia a una canción del mismo nombre que forma parte de una íntima y breve anécdota que una de las protagonistas del filme comparte a la cámara– es una sobrecogedora experiencia cinematográfica que se coloca más allá de la nota periodística de corte sociopolítico; Rosi, quien pasó más de un año capturando material, presenta un tratado sobre la migración europea y logra plasmar con sobriedad y sofisticación, pero a la vez sin quitar un gramo de crudeza, la desesperación y el horror de la situación migrante en Europa que, en veinticinco años, ha cobrado la vida de más de 20,000 indocumentados que han sucumbido a la implacable travesía en busca de un futuro digno. Ganador del Oso de Oro en la pasada edición de la Berlinale, Fuocoammare" es un poderoso y oportuno documento histórico a la vez que una poética y evocadora pieza cinematográfica.
P
or segunda ocasión el canadiense Xavier Dolan recurre a un argumento teatral para transformarlo bajo el esquema visual y sonoro que ha caracterizado su filmografía y lo ha encumbrado como uno de los cineastas más importantes a nivel internacional. Juste la fin du monde, original de Jean-Luc Lagarce, sigue los pasos de Louis, un dramaturgo que, en una suerte de reinterpretación de la parábola del "Hijo Pródigo", regresa a casa tras doce años de ausencia para anunciar su inminente muerte a causa de una enfermedad terminal y se encuentra no sólo con los mismos problemas de comunicación que cuando decidió aventurarse fuera del nido, sino también con los resentimientos y las envidias de quienes nunca han podido atreverse a seguir sus pasos o, por lo menos, a intentarlo. Estructurada de manera capitular con un prólogo, cuatro episodios coronados con sobrecogedores monólogos de cada uno de los miembros de la familia y un crepuscular epílogo que se erige instantáneamente como uno de los más bellos desenlaces en los últimos años del cine norteamericano, el denominado «enfant terrible» del cine canadiense presenta un melodrama existencial de proporciones emocionales inesperadas en los momentos en los que doce años de obligatorio silencio salen a flote en el lapso de una tarde. Echando mano nuevamente de la preciosista fotografía de André Turpin, con quien ya había hecho mancuerna en sus dos películas anteriores –Tom á
la farme (2013) y Mommy (2014)– y en los dos videoclips que ha dirigido –College Boy de Indochine y Hello de Adele– y junto con la base sonora compuesta por Gabriel Yared y la ecléctica curaduría musical pop en la que destaca Home is where it hurts de Camille y Dragostea din tei de O-Zone, Dolan presenta el encuentro de Louis (encarnado por Gaspard Ulliel) con una infranqueable barrera comunicativa en su familia: una madre (Nathalie Baye vulgarizada bajo peluca, vestido, maquillaje y accesorios kitsch) que evita a toda costa enfrentarse a un funesto futuro cuyo instinto maternal ya percibe pero que decide mantener en la incertidumbre; Suzanne (Léa Seydoux), una hermana menor que sólo le conoce a través de los artículos que ha escrito en reconocidas publicaciones y con las que religiosamente decora su habitación, la cual ha transformado en un templo de idealización de la ausente figura fraterna y la añoranza de poder seguir sus pasos fuera del retrógrada entorno rural para dirigirse hacia un entorno cosmopolita, pero que también resiente la nula comunicación que Louis mantuvo con la familia desde su partida; Antoine (Vincent Cassel) un hermano mayor cuya aparente indiferencia ante la presencia de su hermano y la incansable diatriba hacia sus logros no son más que las gruesas capas de su impenetrable coraza que impiden se perciban su amor, admiración y envidia por haberse atrevido a no vivir de una manera tradicional con un trabajo monótono, una esposa sumisa
e hijos en un pequeño pueblo perdido; y finalmente, Catherine (Marion Cotillard), esposa de Antoine quien vive permanentemente bajo los maltratos emocionales de su esposo y quien le revela las verdaderas emociones de su hermano respecto a su vida lejos de casa. Juste la fin du monde es el trabajo más melodramático del cineasta y a la vez el más pesimista. Se trata de una disección de la institución familiar que, se dice, debe ser el principal pilar y último refugio de todo ser humano; sin embargo, el filme muestra a la familia como una entidad insoportable que enfrenta al protagonista a una encrucijada existencial: si vivir bajo ese opresivo techo representó en algún punto la muerte espiritual y la partida fue la única manera de «vivir», ¿por qué ahora se regresa a casa cuando lo que menos se tiene entre las manos es «la vida»? Con el constante uso de close ups que escudriñan los gestos y miradas que revelan aquello que resguardan los silencios y las verdades a medias, y en yuxtaposición con la hiperestilizada estridencia videoclipera que caracteriza su obra audiovisual, el quebequense presenta una sustanciosa y catártica pieza cinematográfica que, durante noventa y cinco minutos, escarba sin piedad en la culpa y los resentimientos que yacen entre en estas cuatro paredes que, en poco más de una década, han terminado por transformarse en los límites de un panteón de sueños rotos.
M
ientras algunos cineastas intentan permanecer a la vanguardia en la producción y proyección cinematográfica –los famosos 48 cuadros por segundo de Peter Jackson en la trilogía de El Hobbit o el megaegocéntrico proyecto 3D de Avatar de James Cameron, por mencionar sólo un par de ejemplos–, otros de sus colegas saben que el «cine convencional» aún no ha alcanzado la plenitud de sus posibilidades y se han aventurado a desarrollar sus proyectos bajo esquemas que muchos consideran arcaicos, aunque irónicamente, esto los vuelven mucho más arriesgados que los de aquellos que buscan permanecer vigentes mediante los últimos avances tecnológicos. El director Guy Maddin pertenece al reducido grupo de aquellos que continúan explorando las posibilidades del cine de antaño y se ha convertido en una de las voces más propositivas dentro de la escena fílmica no sólo en su natal Canadá sino a nivel internacional, pues desde su ópera prima, Tales from the Gimli Hospital (1988), ha procurado rescatar antiguas técnicas de filmación y montaje, privilegiando el continente por sobre el contenido, aunque nunca descuidando éste último por completo. Su estilo remite a la estética del cine silente y monocromático, así como a las primeras experiencias de pigmentación de fotogramas – Georges Méliès es un referente recurrente durante el visionado de sus obras– y los inicios del cine sonoro. Hablando temáticamente, su cine es una mezcla del horror psicológico de Lynch y el surrealismo de Buñuel; una mezcla bizarra pero muy efectiva en la que varios géneros aparentemente incompatibles confluyen de una manera orgánica; por ejemplo, en Keyhole (2011) reelaboró la historia de La Odisea bajo los parámetros del film noir. Entre los títulos de su filmografía podemos destacar Dracula: Páginas del Diario de una Virgen (2002), en la que
hace una libérrima adaptación de Dracula, de Bram Stoker, pero tomando como personaje principal a Lucy Westenra, la mejor amiga de Mina Harker y primera víctima del vampiro dentro del relato. Pero además de privilegiar el punto de vista de un personaje originalmente secundario, la propuesta de Maddin sobresale por transformar la historia epistolar en una puesta en escena narrada mediante un extenso espectáculo de ballet. Por supuesto todo ello enmarcado bajo una estética de principios de siglo pasado donde la imagen resulta deliberadamente dañada o quemada y los cortes en la edición se caracterizan por ser todo limpios, certeros e imperceptibles. En su más reciente proyecto, El Cuarto Prohibido (The Forbidden Room; 2015), Maddin se enfoca al rescate de fragmentos de películas perdidas de grandes autores cinematográficos con el fin de darles cierta continuidad mediante la imaginación de una trama "nueva". Filmada en los estudios del Centro PHI de Canadá y el Centro Georges Pompidou en París con la presencia de público en vivo, la película presenta una serie de historias que suceden de manera aleatoria y sin sentido, pero bajo esta caótica presentación se esconde el discurso del cineasta. Tras una suerte de prólogo a manera de video tutorial sobre cómo darse un correcto baño de tina, es la historia de unos hombres encerrados en un submarino al que sólo le queda oxigeno suficiente para que puedan sobrevivir un par de días más y la inexplicable llegada de un leñador que podría ser su salvación, sirve como hilo conductor de esta suerte de pastiche oníricosurrealista-filosófico que representa El Cuarto Prohibido, el proyecto más ambicioso de su artífice –acompañado aquí en la dirección por el también cineasta canadiense Evan Johnson– y en el que lleva su característico estilo hasta niveles insospechados. Con ac-
tuaciones de grandes estrellas internacionales –como Charlotte Rampling, Geraldine Chaplin, Maria de Medeiros, Udo Kier y Mathieu Amalric– acompañando a otros histriones prácticamente desconocidos, Maddin desarrolla una cinta que funciona bajo un mecanismo similar al de las muñecas rusas: historias dentro de historias dentro de más historias. De esta manera, entre hombres acosados por mujeres esqueleto y bigotes impostores, recorremos los 130 minutos de delirantes secuencias bajo una estética que deambula entre el sueño celestial y la pesadilla dantesca creada a partir de trucos de cámara y efectos de postproducción como la saturación cromática, el grano reventado, las texturas marcadas, la vibración de la imagen, la y la variación en la iluminación, así como la implementación de varias corrientes como el expresionismo alemán y las vanguardias francesas combinándolas al mismo tiempo tanto con cine silente como con cine sonoro dentro de una misma escena. A El Cuarto Prohibido podríamos definirla como «una cápsula del tiempo del lenguaje cinematográfico»; un trabajo artesanal audaz, un experimento audiovisual psicodélico en el que se dan cita desde la comedia hasta la tragedia, pasando por supuesto por el suspenso y el terror, creándose así una experiencia que resulta imprescindible para comprender las posibilidades de la gramática fílmica y pone en evidencia la carencia del conocimiento de este lenguaje en la gran mayoría de la producción cinematográfica actual. Se trata de un nuevo clásico de culto dentro de la extensa filmografía del canadiense en el que, una vez más, lleva a cabo una revitalización del cine clásico y, también una vez más, da una muestra de que el cine es un terreno aún ampliamente inexplorado y tiene mucho que ofrecer.
E
n su tercer largometraje, el director Fraincois Favrat, en colaboración especial con Emmanuel Courcol, adapta para la pantalla grande la novela Boomerang de Tatiana de Rosnay, autora francesa responsable de La llave de Sarah, ficción que también contó con una exitosa adaptación fílmica en 2010 con la siempre extraordinaria Kristin Scott Tomas como protagonista, y de Moka, otra novela cuya adaptación al cine podremos ver a principios del próximo año. Boomerang tiene como historia medular la imperiosa necesidad del protagonista Antoine Rey (Laurent Laffite) por conocer más acerca de su madre, y sobre todo, saber el porqué su misteriosa muerte, ocurrida tres décadas atrás en la isla de Noirmoutire en la que solían vacacionar durante sus vacaciones de verano, se ha convertido en un tema tabú para su padre y abuela, quienes se rehúsan siempre a ahondar en el tema bajo la excusa de ser un recuerdo bastante doloroso. Antoine es ahora un ingeniero emocionalmente discapacitado que no atraviesa por su mejor momento ni en lo profesional ni en lo personal: la obra en la que se encuentra trabajando es un completo caos y su esposa ha decidido separarse de él y llevarse a sus hijas a vivir con ella. Para animarlo, su hermana Agathe (Mélanie Laurent) le propone festejar su cumpleaños 40 en aquella isla de Noirmoutire para recordar su infancia; pero la esquiva actitud de un par de personas que conocieron a su
madre en la isla, un accidente automovilístico que sufren cuando regresaban de la isla a París, y la llegada a su vida de una doctora forense llamada Angèle (Audrey Dana) con la que tiene una conexión emocional inmediata por un pasado también trágico, se convierten en los catalizadores que finalmente le impulsan a llegar al fondo de los secretos familiares. Cobijado por una impecable manufactura y un nivel actoral de primer nivel, Francois Favrat entreteje con ingenio esta dramática odisea personal en clave de thriller mediante un mosaico familiar que ha quedado paralizado por los secretos del pasado que inevitablemente regresarán con una fuerza imparable, como la del objeto al que alude el título. Boomerang, pese a padecer ciertos atropellos en la narrativa de su primer acto –¿era realmente necesario jugar con la línea temporal de la narrativa mostrando primero el accidente automovilístico que sufren los hermanos?– y dispersarse de la intriga central con subtramas que resultan intrascendentes o que dejan numerosos cabos sueltos –el caótico trabajo de Antoine en la obra de la que finalmente es despedido o la revelación de la orientación sexual de su hija– es un solvente filme de suspenso y un potente drama sobre el peso del pasado en las situaciones del presente y la importancia de la reconciliación emocional con las tragedias del pasado para poder avanzar hacia el futuro.
E
n 1915, el actor teatral, dramaturgo, magnate y cineasta David W. Griffith creó una de las piedras angulares de la gramática cinematográfica: The Birth of a Nation, película que marcó la llegada del cine a la edad adulta, pues ya no se trataba únicamente de un espectáculo en movimiento o una forma novedosa de contar historias entretenidas, ahora se transformaba en una plataforma para transmitir mensajes con una narrativa fílmica compleja, con imágenes, edición y montaje con el fin de guiar al espectador hacia el ritmo y carácter sugerente y evocador de la obra; aunque en este caso, el mensaje transmitido fue aberrante: la supremacía blanca en los albores de la nación norteamericana. La película de Griffith –de tres horas de duración– se centra en la Guerra de Secesión y en ella no sólo se justifican las acciones del Ku Klux Klan –organización racista, homofóbica, antisemita y anticomunista–, sino que se glorifica su postura al colocarlos como los «héroes» de la epopeya, mientras que los miembros de la población negra son presentados como los «villanos» a vencer. Como una suerte de respuesta, un siglo después llega una ópera prima que deliberadamente toma el nombre de aquella emblemática cinta para narrar la historia de Nat Turner, una heroica figura para algunos sectores de la comunidad afroamericana. El actor Nate Parker levantó desde cero este proyecto sacrificando tres años de su carrera histriónica para debutar como
guionista, productor y director en este abrasador relato en la Virginia esclava durante la primera mitad del siglo XIX. The Birth of a Nation sigue los pasos del futuro líder de la rebelión desde su infancia cuando su ama Elizabeth Turner (Penelope Anne Miller) descubre que sabe leer, por lo que convence su madre que le permita desarrollar esa habilidad que finalmente termina convirtiéndolo en un predicador, un talento oratorio que luego su amo Samuel Turner (Armie Hammer) decide aprovechar al rentarlo para que predique la palabra y calme las llamas de un ya percibido levantamiento en varios plantíos de algodón de la región. Es entonces que Nat atestigua el barbárico nivel de abuso, crueldad y horror perpetrado en contra de los esclavos; sin embargo, no es sino hasta que su esposa es víctima de un feroz ataque físico que culmina con una violación sexual por parte de un grupo de hombres blancos, que la chispa enciende el fuego de la rebelión con el orador rebelde al frente. The Birth of a Nation, película que llega no sólo con los dos premios principales del Festival Internacional de Cine de Sundance –Premio del Público y Gran Premio del Jurado– sino también con la sombra de la acusación de abuso sexual por parte de una mujer –que terminó suicidándose en 2012– en contra de Nate Parker junto con su productor, es un debut lejos de ser una película perfecta; no obstante, es lo suficientemente solvente para considerarla una propuesta imprescindible. Al revisarla, no podemos evitar las com-
paraciones con 12 years a slave (2013), tanto por la temática como por la cercanía con la que se han estrenado. Sin embargo, la opera prima de Nate Parker toma derroteros muy distintos; mientras la película ganadora del Oscar y dirigida por Steve McQueen se centra en el espíritu de supervivencia del protagonista es secuestrado y vendido como esclavo, The Birth of a Nation se enfoca en recrear la gestación y estallido de una rebelión esclava que, aunque sólo duró dos días tras ser anulada por el evidente privilegio armamentista de los blancos, fue tiempo suficiente para plantar el germen de una leyenda injustamente ignorada en las lecciones de historia de los Estados Unidos. Sin centrarse en la polémica que rodeó al personaje histórico lleno de claroscuros –y es que una parte de la comunidad afroamericana no lo consideran un héroe, sino un fanático religioso que se levantó en armas por creerse un iluminado y elegido por Dios y por una legítima preocupación por horrores de la esclavitud–, Parker logra un debut provocador y radical que, gracias a la excelsa banda sonora, alcanza momentos de gran intensidad dramática –aunque en ocasiones resulta evidente que todo es impostado–. La tensión racial y los asesinatos ocurridos en los últimos meses en Estados Unidos, lamentablemente vuelven el discurso de The birth of a nation tan vigente como hace casi dos siglos; es una clara y devastadora muestra de que casi no se ha avanzado como humanidad.
P
lan Sexenal (2014) es la historia de Juan (Harold Torres) y Mercedes (Edwarda Gurrola), pareja que después de una fiesta para celebrar su mudanza a su nuevo hogar, se ven acechados por un hombre que se mantiene afuera de su hogar mirando directamente hacia su ventana, y cuando piden la ayuda de las autoridades, estas son ineficientes y los vecinos, que viven guiados por la total indiferencia de lo que está aconteciendo, no son de ninguna ayuda para la pareja que se enfrenta a la peor de sus pesadillas, encarnada por ese extraño que pretende irrumpir en su nuevo hogar. Un México violento, con noches que transcurren bajo toque de queda y aparentemente al borde de una inminente situación política pre apocalíptica; marchas, manifestaciones, caos, inseguridad, anarquía; un microcosmos que es reflejo de la situación de descontento social a nivel nacional. Así es el contexto que propone Santiago Cendejas en Plan Sexenal, su ópera prima producida por Gerardo Naranjo (Miss Bala). Se trata de una historia oscura y arriesgada sobre esta pareja -casi anónima porque sólo conocemos sus nombres y nada más- que debe sobrevivir una noche en su nuevo hogar al comenzar a ser acosados por ese misterioso personaje cargado de peligrosos secretos y ante la falta de ayuda de las autoridades y la feroz indiferencia vecinal. Sin embargo, la película no logra escapar de los errores comunes de la mayoría de las óperas primas: la falta de consistencia, pues tanto algunas situaciones como las acciones de los personajes -desdibujados en ciertos momentos, aunque bien interpretados-, en ocasiones se sienten forzadas, inverosímiles o pobremente sustentadas. Y es que a pesar de tener un arranque algo pausado y que no da explicaciones
de ningún tipo -y eso ya será una virtud o un defecto, dependiendo de la perspectiva subjetiva del espectador-, el desarrollo de la historia se vuelve intenso y por momentos logra la construcción formidable de atmósferas opresivas y angustiantes; Cendejas maneja -por momentos, nuevamente- el suspenso con gran audacia y en algunas secuencias decide inteligentemente no mostrar gráficamente la violencia, nos la niega y nos obliga a completar el brutal rompecabezas en nuestra cabeza, ofreciendo así un eficaz, sutil y elegante horror. Pero no obstante estas virtudes, en su recta final Plan Sexenal pierde el rumbo, queda a la deriva y naufraga irremediablemente en su pretensión de ser una crítica a la situación actual de México donde nadie ayuda nadie, una metáfora del sistema político y social donde se vive en la completa indiferencia hacia el prójimo y sólo se busca el bienestar personal. Los secretos que carga el misterioso hombre que los acosa son revelados de una manera fragmentada y a cuentagotas, su relación con Juan queda al descubierto pero no del todo clarificada; éste hecho funciona en parte para brindar algunas respuestas pero también genera otras dudas aún mayores y se vuelve más desconcertante. Plan Sexenal no tiene la contundencia necesaria para dar como resultado un thriller redondo al que le faltó darlo todo -o saber cómo darlo-, le faltó seguir con la ambición con la que planteó, y sobre todo, desarrolló la trama, faltó dar ese salto final para lanzarse al vacío, atreverse a todo y, sobre todo, tener una mayor ambición formal, puesto que su carencia de rigor cinematográfico es uno de los puntos más débiles de esta no tan lograda propuesta fílmica y por el contrario, sí muy desencantada.
E
stamos ante un filme crudo e inquietante que exhibe los tejes y manejes de las cárceles en México. Los autogobiernos que mantienen el orden de los internos y el grado de descomposición de las autoridades en todos los niveles, que lamentablemente afectan el rumbo de los centros de readaptación en nuestro país. El escenario es la prisión de Santa Martha Acatitla, donde existió un grupo de reos que gustaban del deporte y que, gracias a su dedicación, formaron un equipo fuerte de futbol americano llamado “Los Perros”, los cuales lograron números victorias, motivo por el cual fueron apoyados durante el mandato de López Portillo, incitados a ganar a cambio de obtener su libertad. La historia se centra en un joven desubicado y rebelde, ‘Zambrano’, un ladrón de autos, que entenderá la diferencia entre los pequeños delitos que él cometía y las ligas mayores en las que jugará; esto lo llevará a obtener la madurez que tiene que demostrar para ser parte del gran equipo. "Los Perros" mantenían el control de la cárcel, y fue tanto su poder que se convirtieron en "La 4a Compañía", un escuadrón que tenía mayor autoridad que los propios custodios, controlaban los vicios y privilegios de la cárcel en provecho de los dueños de sus vidas, las autoridades. En la cárcel hay códigos de convivencia que el que se arriesga a no los cumplirlos, está firmando su muerte; esto es lo que nos retrata la historia, por una parte el nivel de corrupción con el que se opera ahí dentro, y por otra parte, la forma de convivencia bajo de los códigos de conducta dictados por los líderes internos. A pesar de que eran muy buenos en su deporte, las autoridades tenían planes de enriquecimiento ilícito a sus costillas. La corrupción en los sistemas penitenciarios no son la novedad en nuestros días y, por supuesto, no lo eran en los años 60, ya que este grupo
de reclusos, eran obligados a seguir cometiendo delitos, ellos tenían que salir en las noches a perpetrar atracos. Todo esto bajo el mandato de ‘El Negro Durazo’. Y es que a estas alturas del partido, es más que sabido qué clase de corrupción imperaba ya en esa época, pero la forma como la retratan en el filme la hace parecer inconcebible. A lo largo de la cinta podemos ver encabezados de periódicos y grabaciones reales de las noticias deportivas que generaban “Los Perros”, lo cual revela una labor de preparación e investigación bien documentada, por lo tanto nos brindan una mezcla de realidad y ficción en la que es difícil delimitar dónde termina una y comienza la otra. Bajo la dirección de Amir Galván Cervera y Mitzi Vanessa Arreola también responsable del guión- y las actuaciones de un gran elenco conformado por Adrián Ladrón, Hernán Mendoza, Andoni Gracia, Gabino Rodríguez, Juan Carlos Flores, Carlos Valencia, Manuel Ojeda, Guillermo Ríos, Darío T. Pie, Erando González, José Sefami, Waldo Facco y Jorge Roldán -algunos de ellos se prepararon para sus roles con los mismos reos del lugar y algunos de estos participaron como extras-, La 4a Compañía representa de una manera bastante certera la vida en prisión, sumergiéndonos en la violenta e intensa historia de "Los Perros" y las autoridades mexicanas. *La película La 4a Compañía, se llevó tres premios en la pasada edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara: Premio a Mejor Actor (Adrián Ladrón), Premio Especial del Jurado al Largometraje Iberoamericano de Ficción y la recomendación para ser considerada para los Golden Globe Awards.
E
mma (Alison Pill) es una ilustradora frustrada que trabaja fabricando personalizadas muñecas sexuales hiperrealistas y que actualmente se encuentra trabajando en un cómic sobre Edward (Gael García Bernal), un guapo pero frustrado cineasta español que está rodando su nueva película sobre Michelle (Mariana Ximenes), una novelista brasileña frustrada que trabaja como modelo en Toronto mientras encuentra la inspiración para escribir su libro sobre Emma, una ilustradora frustrada que trabaja fabricando personalizadas muñecas sexuales hiperrealistas... El surrealismo se apodera de principio a fin en esta modesta pero sobresaliente joya coproducida por Canadá y Brasil bajo la dirección de Pedro Morelli en su primer filme en solitario tras co dirigir Entre nós (2013) junto a su padre Paulo Morelli, y con un audaz guión firmado por Matt Hansen. Se trata de una propuesta estimulante que no niega sus influencias del cine experimental de Richard Linklater (Waking Life y A Scanner Darkly) o de las historias tan bizarras como originales de Charlie Kauffman (Being John Malkovich y Adaptation) para configurar de manera original, pero sobre todo auténtica, una suerte de comedia negra existencial y sátira hacia la industrialización de la creación artística. Zoom narra tres historias de manera paralela, una contenida dentro de la otra, como una especie de matrioshka cinematográfica infinita en donde los límites de la realidad y la ficción se van desdibujando paulatinamente hasta que los insólitos conflictos en cada una de ellas se convierten en un caótico clímax resuelto de manera ingeniosa.
Morelli propone una crítica satírica hacia la creación artística subyugada ya sea por los complejos físicos y emocionales –en el caso de Emma, quien busca operarse el busto para sentirse más cómoda con su cuerpo y aumentar su autoestima–, por el infame machismo –en el caso del personaje de Michelle, siempre menospreciada por el imbécil de su novio (Jason Priestley)– o por un mecenazgo castrante –en el caso del personaje de Edward, al enfrentarse a la compañía productora de su película que busca que repita la fórmula de cine comercial en pos de una generosa taquilla. Con estas tres líneas narrativas que se van empalmando en un eterno loop –y en la que sobresale la historia de Edward con un tratamiento visual con base en la técnica rotoscópica para otorgarle ese look de cómic–, Zoom no pierde oportunidad de lanzar una serie de muy inspirados y certeros comentarios sobre la industria del entretenimiento –especialmente la sexual, literaria y cinematográfica– y su cínica maquilación de absurdos productos genéricos; a través de una oscura comedia, las tres sencillas historias de la película proponen reflexiones sobre a la perpetua insatisfacción humana, la búsqueda de una identidad, de una voz propia y de la aceptación de la imperfección como parte de la exactitud del universo. Esta irónica historia de un trío de extraviados personajes en crisis que están en busca de sí mismos seguramente encontrará entre el público un nicho que la adoptará como su película de culto favorita. Recomendable para todos aquellos en busca de algo «diferente».
E
l director Jeff Nichols se adentra por primera vez en los terrenos pantanosos de los biopics; un subgénero que nos ha obsequiado fascinantes y motivadoras historias de vida que han trascendido en la historia del cine –127 hours (2010), sólo por poner un ejemplo–, pero que también nos ha traído otras tantas que hemos padecido –Jobs (2013)–. El director que este año también incursionó en la ciencia ficción con la estupenda Midnight Special, debuta en los filmes biográficos a través de la historia de Mildred y Richard Loving, el matrimonio al que hace referencia el título que llevará en las marquesinas de nuestro país y que, tras contraer nupcias en el estado de Virginia en 1958, fueron arrestados, encarcelados y exiliados del estado por la naturaleza interracial de la unión, considerada un crimen en aquella no tan lejana época. El filme se acerca con sensibilidad a este atropello de los derechos humanos elementales y acompaña a la pareja durante la década que luchó por el derecho a regresar a su hogar; una lucha social que logró llevar su caso a la Corte Suprema y que se modificara la ley sobre uniones matrimoniales a nivel nacional. Por la naturaleza de la temática, la cinta corría el riesgo de caer en el discurso panfletario o en el intenso y escandaloso melodrama, pero el talento de Nichols mantiene el relato en todo momento en un tono sobrio y elegante, aunque paradójicamente éste estilo funciona como un arma de doble filo y Nichols no puede evitar causar herir a su película. Y es que pese a que cuenta con dos de los mejores actores del cine independiente actual para dar vida
al estoico matrimonio que ni en los momentos más bajos pierden la dignidad como seres humanos –un excepcional Joel Edgerton como el obrero de la construcción que le pide matrimonio su novia, encarnada por la también estupenda Ruth Negga, con la promesa incluida de construirle una casa en un hermoso terreno que recién ha comprado–, en varias ocasiones esta pareja es retratada con una nula intensidad psicológica, como una dupla de personajes pasivos que atienden a su propia historia, que son testigos presenciales pero sin formar parte de ella; por eso, cuando el desenlace hace acto de presencia, quedamos sorprendidos por su naturaleza anti climática. Loving, a diferencia de lo sugerente y estimulante de su filmografía previa, se queda en lo políticamente correcto, sin salirse de una narrativa tradicional, sin tomar riesgo alguno fuera de su zona de confort; pareciera como si Nichols estuviera desesperado por hacer una bonita película de manual para conseguir el beneplácito de la Academia. Aunque sí hay que reconocerle a Nichols varias cosas: no hacer una cinta oportunista sobre el tema racial; que su propuesta carezca de pretensiones artísticas o con moraleja aleccionadora y que en verdad se trate de una crónica social por demás pertinente en esta actualidad que, desafortunadamente, aún practica cotidianamente el odio y el rechazo. Loving hace un llamado a la tolerancia, al respeto y a la inclusión; un llamado que, ojalá, pueda llegar a un gran público que sepa esquivar los obstáculos para la conexión con un filme de impecable factura, pero emocionalmente vacía.
A
dama es un preadolescente de catorce años de edad que vive con su madre en un gueto al norte de París. Angustiado por el abandono de su padre, la separación de sus medios hermanos y hermanas, y falta de dinero a pesar de las largas jornadas nocturnas en los trabajos que su madre encuentra de manera esporádica, el chico toma la decisión de convertirse en narcomenudista cuando su mejor amigo Mamadou, unos años menor que él, casualmente encuentra tras una redada en el barrio un paquete con 150 gramos de contenido cannábico, el cual dividen y venden en escuelas para adolescentes ricos. Estableciendo su centro de operaciones en el sótano de su escuela, y aprovechando que nadie sospecha de dos estudiantes preadolescentes, la dupla emprendedora pronto encuentra la posibilidad de entrar de lleno al mundo del crimen organizado trabajando para un importante traficante local. Así es como llega la oportunidad dorada para estos dos hijos de inmigrantes que buscan dejar atrás el estigma social que los clasifica como «parias»; pero por supuesto, el negocio se sale de control. Las líneas anteriores describen la premisa central de La vida es grande, opera prima de Mathieu Vadepied, prolífico cinefotógrafo francés que, entre otros títulos, posee dentro de su currículum la reconocida Amigos (Intouchables; 2011), película que lanzó a la fama internacional a Eric Toledano y Olivier Nakache, tándem de cineastas que fungen ahora como productores de este afortunado debut. La película que clausuró la Semana de la Crítica en el Festival Internacional de Cine de Cannes en 2015 se ve emparentada con Samba (2014), cinta dirigida por los ya mencionados Toledano y Nakache que también se presenta como un retrato de la situación económico, social y migratoria de personajes que se mueven en las comunidades marginadas la Ciudad Luz, así como de sus
sueños y aspiraciones de superar ese hábitat gobernado por la pobreza y el crimen al que socialmente han sido confinados. Encarnada por los actores no profesionales Ali Bidanessy y Balamine Guirassy, la pareja de amigos protagonistas representa el corazón de la película; el primero como el adorable Mamadou, y el segundo como el arrojado Adama, y quien nos ofrece el mejor trazo histriónico de un personaje: un conflictivo chico que se ha quedado sin un rol masculino en casa al cual imitar o aspirar, mientras que es absorbido por las preocupaciones económicas, que a su vez merman su capacidad de estudio, provocando constantes fallas en la escuela, especialmente en clases de inglés y francés. Con un guión que entreteje audazmente la dramática realidad social con la fábula juvenil, Vadepied da forma a una interesante propuesta que integra elementos de humor para aligerar la carga dramática y, aunque apuesta por no mostrar con toda crudeza la descarnada violencia generada por las pandillas narcotraficantes que rigen los guetos de los suburbios parisinos, la atractiva historia y, sobre todo, el estilo con el cual se desarrolla ésta en pantalla –es decir, bajo los estándares del género documental con cámara en mano y en muchas ocasiones sólo con luz natural, y que afortunadamente se mantiene siempre al servicio de la historia y nunca deja que lo formal se sobreponga a la que se nos quiere contar–, sí permite una aproximación lo suficientemente directa y clara respecto a la preocupante situación en la que los niños y adolescentes viven cada día expuestos a ese mundo hostil. El director debutante presenta con "La vida es grande" un emotivo relato «coming of age» sobre la búsqueda de un camino directo a los sueños, la verdadera amistad y las oportunidades de redención. Una de las recomendaciones para ver en cines este fin de año.
A
ntes de iniciar habría que retomar la frase que se introdujo en la mente de la cultura popular. “El mejor cine se está haciendo en la TV.” Así de simple, estas palabras sacudieron el mundo del entretenimiento con la introducción de varias series que efectivamente demostraron que el mejor cine se estaba haciendo en la caja chica. La calidad de las historias eran únicas. Aunque con el pasar de los años los servicios de streaming le arrebataron el trono a nuestra siempre confiable televisión trayendo consigo una oleada de series que ahora se encuentran en nuestra lista de lo mejor que hemos visto hasta ahora. Parecería injusto comparar dos medios absolutamente distintos pero habría que retomar como varias series que cuando se encontraban en su punto más alto de popularidad rechazaron dar el salto a la gran pantalla. Los Soprano, Breaking Bad y Mad Men (dejémoslo en tres) en su momento de gloria por una u otra razón no aceptaron ir al cine. La menos probable fue que las salas de cine estuvieras vacías. Aceptémoslo, ¿Quién no quisiera ver a Tony Soprano haciendo lo que mejor sabe hacer en una sala de cine? Aunque los especiales de 90 minutos de Mad Men bien pueden ser considerados el salto definitivo al celuloide, el viaje se queda corto al no llegar a la emoción que incita una proyección cinematográfica.
tido en la casa y padre de los nuevos realizadores que rescata para dar luz verde a sus series que terminan por encantar a todo aquel que las vea. Better Call Saul, F is for Family, House of Cards o Bojack Horseman por mencionar algunas, en manos de algún estudio de cine masivo con la única intención de sacar dinero a los fans pudo haberla reducido a una historia de 120 minutos, decepcionando a la mayoría y arruinando a los personajes en el proceso. Ya había ocurrido con Daredevil en el 2003, una mala cinta que tenía todos los elementos para ser un buen producto. Y la lista podría seguir, buenos personajes arruinados en el cine o malas adaptaciones que catapultaron a los personajes y desilusionaron a los fans. Años después Netflix rescata al personaje y el amor, fama y emoción del abogado más diabólico se ha vuelto mundial. Un personaje desconocido ahora es adorado por las masas gracias a su serie por streaming. Entonces qué medio es el indicado para adaptar a todos estos personajes, ¿será que con el pasar del tiempo la gran pantalla del cine se quedara chica para poder exprimir todo el potencial que puede ser mejor aprovechado en una serie con 12 ó 24 capítulos por temporada? Los Expedientes Secretos X son un un ejemplo raro en medio de este conflicto debido a que siendo una serie popular apostaron eso sobre la mesa y fueron al cine en dos ocasiones. Sin
embargo los números de recaudación nos hace dudar del mediano éxito que tuvieron en la salas de cine de alrededor del mundo. ¿Sera que se tardaron en dar el salto? ¿Por qué no fue un éxito absoluto como lo eran en la televisión? Muchos elementos entran en juego cuando se trata de llevar una colosal serie al cine pero Los Expedientes Secretos X han decidido apostar todo lo que tienen de nuevo en la televisión ya que con una décima temporada exitosa estrenada a principios de nuestro 2016 ya se ha confirmado una onceava temporada. El mundo de la televisión es el lugar donde siguen teniendo éxito. Al final del día los Fans eligen donde ver a sus personajes favoritos. Teniendo todo esto en cuenta solo queda seguir atentos en lo que respecta a la oferta fílmica de cada año. El cine nos seguirá asombrando con nuevas historias, remakes o con algún reboot de último minuto. Las series de televisión o por streaming seguirán aumentando su catálogo con material original y al final el único que termina ganando es cada uno de nosotros al poder elegir qué ver entre una gran variedad de historias para seguirnos entreteniendo. El cine tiene sus reglas y las series también. Los realizadores es lo único que deben tener en cuenta antes de hacer cualquier otro movimiento. Amén.
E
l hombre, el mito, la leyenda, está de regreso. John Wick: Capitulo 2 estará en nuestras salas en febrero. Para los que no saben quién es, pues les platico: él era un asesino a sueldo muy famoso de la mafia rusa; era conocido como Baba Yaga (algo así como el coco aquí en México). En la película anterior vemos a un John Wick retirado, que vive solo en su casa acompañado únicamente por su perrito (el cual tiene un gran valor sentimental para él, pues se lo regaló su difunta esposa). El problema surge cuando entran unos mafiosos a su casa, le roban su coche y asesinan al cachorro; esto es lo que detona que se ponga a repartir balazos por todos lados para vengarse de estos rufianes. Antes que nada, y que empiecen a hablar los puristas del cine de culto o de arte, quiero decirles que John Wick es una de esas películas que están llenas de clichés; pero es una muy buena. Las coreografías de las peleas están muy bien montadas, y si le buscamos tantito por la red, podemos ver al poco expresivo Keanu Reeves practi-
cando las escenas de acción apoyado por gente realmente entrenada. En esta nueva presentación podremos ver a John Wick viajando por Europa, y para sorpresa de todos, nuevamente le quieren 'dar gas' a nuestro protagonista. Mucha acción y excelentes escenas de balazos bien coreografiadas en las que veremos cómo, aunque le ponen sus buenos 'cocolazos', sale avante nuevamente. Les recomiendo ampliamente que vean los trailers y que esperen ansiosos escenas de muchos, muchos muertos, como ya es costumbre. La música, la cámara y la acción es algo relevante que harán sentirnos parte de la misma trama y quizá hasta sentir un poco de lastima y estar de lado de este asesino a sueldo. Quizá mi lado sicótico me hace identificarme y agarrarle cariño a Wick. Si son amantes de los thrillers ,les encantan las películas de acción y quieren irse a desestresar, a pasar un rato divertido y lleno de acción, la recomiendo ampliamente. El cine es diversión.
E
l más arriesgado de los directores mexicanos de la 'Época de Oro' es sin duda Ismael Rodríguez, quien no contento con reunir a las figuras máximas del cine en La Cucaracha o a los dos grandes ídolos de la música mexicana en Dos Tipos de Cuidado, se atrevió a llevar a la pantalla la historia de un indio zapoteco que anhelaba ser mayordomo, encarnado por un actor de origen oriental. El encargado de representar al vanidoso indio fue el gran y reconocido actor Toshirô Mifune, mundialmente famoso por sus actuaciones en las películas del genio japonés Akira Kurosawa, entre las que encontramos Los Siete Samuráis, Trono de Sangre, Rashomon y Yojimbo. Para Toshirô representó todo un reto el venir a México y aprender nuestro idioma, costumbres y tradiciones, gustoso de hacer la película aceptó sin imaginar el legado que dejaría a nuestra cinematografía (un deleite total el baile entre Toshirô y Flor Silvestre). Sus rasgos y expresiones faciales ayudaron a crear un personaje antológico, nadie se imaginaría que no era mexicano. Los anti-valores representados por un indio de buen corazón pero que siempre toma malas decisiones, nos llevan a conocer la historia que se re-
pite con la mayor parte de la población indígena en nuestro país. Ánimas sueña con ser alguien relevante en su pueblo, quiere ser amado y respetado, pero su complicada forma de ver la vida le impide ganarse ese tan codiciado aprecio. Si profundizamos, en esta historia llegamos a ver un reflejo de la autoestima que a veces tenemos como personas; el hombre necesita sentirse querido, que lo respeten. Vemos proyectada la fusión de culturas con las fiestas religiosas y 'paganas' que México ha adoptado; las 'buenas' costumbres de la población para juzgar a otros (la escena de recorrido por la Ciudad y las miradas de desprecio, recuerdan bien a otras secuencias del cine mexicano como el desangelado baile de Pueblerina o el rechazo de los indios hacia el protagonista en Tizoc). Oaxaca sirve de escenario de una absoluta joya que hoy en día, sigue pasando desapercibida, aún con su reparto de lujo, su fotografía intimista y discreta, sus secuencias folclóricas y algunas impresionistas o hasta surrealistas. Una película que al inicio nos hará despreciar al protagonista quien, sin darnos cuenta, lo terminaremos amando.
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l más arriesgado de los directores mexicanos de la 'Época de Oro' es sin duda Ismael Rodríguez, quien no contento con reunir a las figuras máximas del cine en La Cucaracha o a los dos grandes ídolos de la música mexicana en Dos Tipos de Cuidado, se atrevió a llevar a la pantalla la historia de un indio zapoteco que anhelaba ser mayordomo, encarnado por un actor de origen oriental. El encargado de representar al vanidoso indio fue el gran y reconocido actor Toshirô Mifune, mundialmente famoso por sus actuaciones en las películas del genio japonés Akira Kurosawa, entre las que encontramos Los Siete Samuráis, Trono de Sangre, Rashomon y Yojimbo. Para Toshirô representó todo un reto el venir a México y aprender nuestro idioma, costumbres y tradiciones, gustoso de hacer la pelí-
cula aceptó sin imaginar el legado que dejaría a nuestra cinematografía (un deleite total el baile entre Toshirô y Flor Silvestre). Sus rasgos y expresiones faciales ayudaron a crear un personaje antológico, nadie se imaginaría que no era mexicano. Los anti-valores representados por un indio de buen corazón pero que siempre toma malas decisiones, nos llevan a conocer la historia que se repite con la mayor parte de la población indígena en nuestro país. Ánimas sueña con ser alguien relevante en su pueblo, quiere ser amado y respetado, pero su complicada forma de ver la vida le impide ganarse ese tan codiciado aprecio. Si profundizamos, en esta historia llegamos a ver un reflejo de la autoestima que a veces tenemos como personas; el hombre necesita sentirse querido,
que lo respeten. Vemos proyectada la fusión de culturas con las fiestas religiosas y 'paganas' que México ha adoptado; las 'buenas' costumbres de la población para juzgar a otros (la escena de recorrido por la Ciudad y las miradas de desprecio, recuerdan bien a otras secuencias del cine mexicano como el desangelado baile de Pueblerina o el rechazo de los indios hacia el protagonista en Tizoc). Oaxaca sirve de escenario de una absoluta joya que hoy en día, sigue pasando desapercibida, aún con su reparto de lujo, su fotografía intimista y discreta, sus secuencias folclóricas y algunas impresionistas o hasta surrealistas. Una película que al inicio nos hará despreciar al protagonista quien, sin darnos cuenta, lo terminaremos amando.
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strenada en el Festival Internacional de Cine de Toronto donde obtuvo el premio a la Mejor Película Canadiense, la opera prima de Stephen Dunn retrata el despertar homosexual de un adolescente que, a la vez, sueña con salir de su pequeño pueblo natal para trabajar en la industria cinematográfica como un artista del maquillaje. Nuestro protagonista es Oscar Madly (Connor Jessup), un chico retraído que vive con su padre Peter (Aaron Abrams) y pasa la mayor parte del tiempo con su mejor amiga Gemma (Sofia Banzhaf). Juntos sueñan con mudarse a Nueva York; él busca entrar a una universidad de arte creando un creativo portafolio de trabajo con su extenso e imaginativo repertorio de maquillaje fantástico-horrorífico y poder algún día trabajar en películas de ciencia ficción, fantasía y terror; ella quiere probar suerte como actriz y también prepara un portafolio especial con las fotografías que su mejor amigo le toma. Pero mientras intenta alcanzar su sueño, Oscar trabaja en una tienda estilo Home Depot en donde un día conoce a un nuevo compañero, Wilder (Aliocha Schneider), un adonis originario de Montreal que estará sólo unas semanas en el pueblo y por el que siente una fuerte atracción desde el primer momento; Wilder le envía señales
sexualmente ambiguas, pero Oscar intenta reprimirse a causa de un trauma de la infancia. Closet Monster es una historia coming of age en la que el cineasta canadiense explora en los primeros minutos la difícil niñez del protagonista al enfrentarse a su infancia idílica destrozada tras presenciar accidentalmente un violento crimen de odio contra un chico del colegio y que se vio reforzado por los comentarios machistas y homofóbicos de su padre; además, tuvo que encarar la ruptura familiar con el abandono de su madre y el paulatino distanciamiento emocional con su padre. Estos eventos marcaron profundamente el carácter de Oscar, quien ahora como adolescente intenta a toda costa reprimir sus deseos sexuales porque «aprendió» que eso era un comportamiento reprochable. Stephen Dunn firma el guión que, aunque se desarrolla con una narrativa convencional y con numerosos clichés, su propuesta estética –una rara pero efectiva mezcla del estilo videoclipero de su compatriota Xavier Dolan con música de corte electrónico compuesta por Todor Kobakov y Maya Postepski (además de la curaduría musical con temas de Light Asylum, Bishop Morocco, Tei Shei, Allie X, Austra, Beta Frontiers, Nils Frahn y Ladytron), el surrealismo
desconcertante de David Lynch y el body-horror de David Cronenberg– la convierten en una refrescante propuesta dentro del cine de diversidad sexual. Dunn reviste su opera prima con una gran carga imaginativa y una profunda melancolía, repleta además de simbolismos y elementos fantásticos –la mascota y conciencia de Oscar es un hámster llamado Buffy con la voz de la incomparable Isabella Rossellini: «soy tu espíritu animal»– a los que la fotografía de Bobby Shore captura bajo atmósferas aprensivas y secuencias oníricas que le ayudan al cineasta a diseccionar con sensibilidad una turbulenta infancia desencantada de una familia rota que se anhelaba perfecta y feliz, y la dolorosa etapa de la adolescencia homosexual en un entorno de rechazo, marginación y soledad; ese momento en el que las hormonas están en el punto de ebullición y surge el primer sentimiento de amor, pero que interiormente se agita con la rabia, la frustración y los reproches hacia una madre ausente y un padre represor. Closet Monster es un vibrante, fresco y emotivo debut cinematográfico; un sincero y profundo tratado sobre el significado de ser adolescente.
M
ax Records, aquel encantador niño incomprendido que protagonizó la maravillosa Donde viven los Monstruos, de Spike Jonze, encarna en esta ocasión a John Wayne Cleaver, personaje central de I am not a serial killer, la adaptación cinematográfica de la novela firmada por Dan Wells que se sitúa en un pequeño y frío pueblo de los Estados Unidos que repentinamente se ve asolado por una oleada de extrañas y sangrientas muertes; en ese hostil entorno, el homónimo del gran actor de westerns norteamericanos es un adolescente con una inusual fascinación por los asesinos seriales que, al tiempo, lucha diariamente contra sus instintos sociopáticos para no convertirse en uno de ellos. John decide poner en marcha la búsqueda personal del responsable de las muertes en el pueblo, pero en el camino se encuentra con la posibilidad de descubrir que él podría ser mucho peor que el enemigo que está buscando. La adaptación del guión corrió a cargo del mismo director junto con Christopher Hyde y ambos logran dar
forma un fascinante híbrido de thriller, terror y ciencia ficción con un ritmo narrativo pausado pero confiando en la calidad de la historia para cautivar y anclar al espectador al asiento. El director de las opresivas cintas Isolation (2005) y Scintilla (2014) crea con I am not a serial killer un homenaje al cine de terror y ciencia ficción de serie b valiéndose de la creación de siniestros y tensos ambientes para que sean habitados por los personajes principales del relato y a través del uso de un humor macabro para hacer transformar al cliché del adolescente atormentado como el elemento principal de planteamiento de una tesis sobre el desequilibrio mental y la proyección en otro ente de nuestras propias obsesiones. I am not a serial killer está protagonizada por personajes complejos que se presentan trazados a detalle y con matices, especialmente el «héroe» y el villano. El primero es un chico que en todo momento se encuentra a punto de cruzar la línea de la insanidad mental; se trata de un personaje obsesionado con las motivaciones y modus operandi
de los asesinos seriales y que proyecta sus impulsos sociopáticos en la figura del asesino, por lo que en su cacería personal no sólo obtiene una manera de detener la oleada de muertes en la localidad, sino terminar de una vez por todas con su instinto homicida. Por otra parte, el antagonista también posee una complejidad psicológica y emocional que pocas veces se muestra en el cine de terror y ciencia ficción; y aunque no podemos evidenciar sus motivaciones a riesgo de cometer 'spoilers', al momento de que estas son reveladas en el clímax de la película sólo podemos catalogarlas como «legítimas». Estamos, entonces, ante una humilde joya del cine 'indie' norteamericano protagonizada por personajes psicológicamente bien trazados que refrescan el género del terror y la ciencia ficción estadounidense que, aunque desafortunadamente ya está confirmado que no llegará a los cines mexicanos, aún tenemos la esperanza de que podrá ser vista muy pronto en Netflix.