Celuloide Digital - Especial Alfonso Cuarón

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C

on un guión escrito por el propio hermano del director (el también realizador Carlos Cuarón), Sólo con tu pareja se centra en la promiscua existencia de Tomás Tomás (un magnífico Daniel Giménez-Cacho), un cínico y seductor publicista que nunca pierde oportunidad de intentar ligarse a cuanta mujer se cruza en su camino, como a la enfermera Silvia Silva (la sensual Dobrina Liubomirova), a la que seduce descaradamente mientras le extrae una muestra sanguínea para realizarle unos estudios. Durante una noche, por azares del destino (o falta de buena organización), se ve obligado a 'atender' a dos mujeres al mismo tiempo, llevando a una de ellas (la enfermera) a su departamento, y a la otra (su propia jefa), al departamento de sus vecinos, quienes se encuentran ausentes y le han encargado el cuidado de su hogar. Y es en una de sus tantas peripecias interdepartamentales (utilizando la cornisa del edificio para no

ser descubierto), cuando conoce a Clarisa Negrete (una hermosísima Claudia Ramírez), una joven azafata que recién se ha mudado al departamento contiguo al suyo, y de quien se enamora instantáneamente. Más enredos no se hacen esperar cuando la decepcionada enfermera altera los resultados de los análisis haciéndole creer al Don Juan contemporáneo que es portador del VIH. Con Sólo con tu pareja, Alfonso Cuarón dinamita el cine cómico-casi-pornográfico de ficheras y encueratrices que se había propagado con ferviente éxito en México desde mediados de la década de los años 70, pues su comedia nada tiene que ver con albures y desnudos, sino con una elegancia formal atípica hasta entonces en la producción fílmica nacional. Sí, se hacen presentes los diálogos sobre el sexo pero desde una óptica inteligente, madura; tan madura que se atrevió a hablar de un tema tabú en la sociedad nacional doble moralina e hipó-

crita: la sexualidad desmedida en plena era del VIH. En su propuesta formal, no hay mucho que reprocharle, pues desde las actuaciones de todo el elenco, hasta el fantástico diseño de producción (haciendo uso de verdes tonalidades -color presente desde aquí y a lo largo de toda su filmografía-), pasando por la estupenda fotografía de Emmanuel 'Chivo' Lubezki, el resultado es verdaderamente sobresaliente. Sólo con tu pareja es una magnífica ópera prima que significó un parte aguas en el cine patrio y abrió el camino para producciones futuras sobre las relaciones interpersonales contemporáneas como Sexo, Pudor y Lágrimas (Antonio Serrano; 1999), y más recientemente, No sé si cortarme las venas o dejármelas largas (Manolo Caro; 2013). Sin la ópera prima de Cuarón, estas cintas jamás hubieran existido.


E

n su segunda incursión en el terreno de los largometrajes, y el primero en Hollywood, Alfonso Cuarón toma la premisa que ofrece la novela de Frances Hodgson Burnett (ya adaptada al cine una vez en 1939 con Shirley Temple como protagonista), es decir, el relato de una niña llamada Sara que se ve obligada a vivir bajo la estricta educación de Miss Minchin en un respetado colegio para señoritas, pues su padre debe acudir al llamado que supone la Segunda Guerra Mundial; poco después, es despojada de su riqueza tras la noticia de que su padre ha fallecido en el campo de batalla y ahora debe vivir en el colegio pero como personal de limpieza. Ante la fatalidad, el dolor y la hostilidad del mundo adulto con el que se ha topado, lo único a lo que puede recurrir es a su vasta imaginación con

la que construye su propia y fantástica realidad que se ve enriquecida por las fábulas de la cultura de la India que escuchó durante su estancia en ese país, maravillando con sus historias a todas las alumnas del colegio. En La Princesita, Cuarón vuelve a dar muestra de su enorme talento y, a partir de la adaptación escrita por Richard LaGravenese y Elizabeth Chandler, construye una mágica y muy personal fábula que se ha colocado como una de las mejores cintas del género clásico infantil. Para la puesta en escena, el mexicano se apoyó en Bo Welch y Tom Duffield para crear un orgánico mundo de fantasía (lleno de tonalidades verdes, claro está) inspirado en la cultura hindú, y todo ello plasmado en la gran pantalla gracias a la audacia y belleza de la fotografía de Emanuel 'Chivo' Lubezki, cu-

yo lente logra también exponenciar los estupendos trabajos histriónicos de todo el reparto, pero particularmente los de Liesel Matthews (Sara) y Eleanor Bron (Miss Minchin) son sobresalientes. El debut hollywoodense del mexicano fue digno de aplaudirse, pues dio muestra de cómo hacer buen cine comercial para chicos y grandes. Es divertida y aventurera para las audiencias infantiles e inteligente y sensible para los adultos, ya que son finalmente los padres quienes llevan a sus hijos a disfrutar de estas propuestas cinematográficas. La Princesita es un clásico infantil que incluso logró ser nominada al Oscar en las categorías de Mejor Fotografía y Mejor Dirección de Arte; toda una joya que debe ser rescatada del olvido.


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l tercer largometraje de Cuarón representó su consolidación en hollywood y su segunda adaptación de una obra literaria a la gran pantalla. Ésta vez, el texto traducido a imágenes fue ni más ni menos que Grandes Esperanzas de Charles Dickens, relato que fue trasladado a nuestra época por Mitch Glazer y protagonizado ni más ni menos que por Ethan Hawke, Gwyneth Paltrow, Robert De Niro y Anne Bancroft. El relato sigue al pequeño Finn (Jeremy James Kissner), quien en su infancia conoce a dos personajes que lo marcarán de por vida y cambiarán -o guiarán- su destino. El primero de ellos es un convicto que lo convence de ayudarlo a escapar (Robert De Niro) y quien abre para el un nuevo panorama sobre las expectativas de la vida; y el segundo es Estella (Raquel Beaudene), sobrina de la señora Dinsmoor (Anne Bancroft) y a la que ésta ha educado bajo los preceptos de 'no amar a nadie', pues 20 años atrás su prometido la dejó

plantada en el altar, abandonándola en la desdicha y resistiéndose a continuar con su vida tras el brutal desengaño amoroso. Los caminos que los pequeños Finn y Estella tomarán en sus vidas parecieran ser muy distintos (él, de clase baja, y ella, socialmente hablando, en un estatus sumamente superior) y parecieran estar separados por el destino, pero nada más equivocado que esa idea, pues es la misma señora Dinsmoor la que le augura al pequeño Finn: "Ella sólo te romperá el corazón, es un hecho. Y aunque te advierta, aunque te garantice que la chica solo te lastimará terriblemente, aún así la seguirás ¿No es grandioso el amor?". Y como bajo advertencia no hay engaño (y menos viniendo de la mismísima Anne Bancroft), los caminos de Finn y Estella (ahora sí interpretados por Ethan Hawke y Gwyneth Paltrow) se cruzan en Nueva York donde él, gracias a un anónimo benefactor/mecenas ha salido adelante como pintor para los ricos y ésto le ha dado acceso al banal mundo de Estella para poder amarla.

Volviendo a hacer equipo con Emmanuel Lubezki y Judianna Makovsky (vestuarista en La Princesita), Cuarón recurre al diseñador de producción Tony Burrough para construir juntos el mundo donde se pone nuevamente en escena esta clásica historia de la literatura británica. Las tonalidades verdes (nótese en las playeras del pequeño Finn y los vestidos de Estella y la señora Dinsmoore) dominando las escenas filmadas en locaciones de Florida y Nueva York bajo la preciosista fotografía del Chivo, la cautivadora banda sonora (que incluye ‘Bésame Mucho’ de Consuelito Velázquez en cuantas versiones pueda uno imaginarse) y la madurez contundente en la dirección de Cuarón (quien logra sacar del elenco actuaciones más que decorosas) hacen de Grandes Esperanzas una de sus obras más personales y una excelente adaptación/modernización del clásico literario inglés.


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ras diez años de ausencia en la cinematografía nacional, haber debutado en Hollywood con La Princesita (A Little Princess; 1995) y consolidar su carrera en la industria fílmica estadounidense con Grandes Esperanzas (Great Expectations; 1999), Alfonso Cuarón regresó a México con una road movie en la que aborda, entre otros tópicos, la amistad, el amor/desamor y la lealtad en la adolescencia. Julio Zapata (Gael García Bernal) y Tenoch Iturbide (Diego Luna), son dos mejores amigos que, tras conocer en una boda a Luisa (Maribel Verdú), la guapa esposa española del primo de Tenoch, arman un viaje a la playa para intentar conquistarla; sorpresivamente, ella acepta la invitación de los 'charolastras' -título que les confiere su situación de hermandad- y los tres emprenden el viaje hacia 'Boca del Cielo', una inexistente playa virgen de Oaxaca que, según los jóvenes, nadie conoce, por lo que la tendrán a su entera disposición durante el fin de semana.

De esta manera, mientras recorren cientos de kilómetros de carreteras mexicanas y se acercan a su mítico destino, las pláticas de los amigos y su acompañante femenina sobre sus vidas, van resultando en una serie de confesiones que sirven como catalizador y como medio de conocimiento propio y ajeno. Con una situación política-social inestable como sutil contexto (el final del imperio priísta y la llegada de un nuevo partido al poder), nuevamente el lente de Lubezki se posa sobre los protagonistas del relato escrito por Carlos Cuarón (en el que sobresale la extraordinaria actuación de Maribel Verdú), pero ahora bajo un estilo casi documental, con secuencias con cámara en mano y edición con cortes directos que impregnan al filme una frescura y dinamismo, poco comunes en el cine mexicano. Y tú mamá también resultó en un desvergonzado y antimoralino retrato de la amistad y la sexualidad en la sociedad juvenil mexicana del nuevo milenio.


E

n la adaptación fílmica del tercer libro escrito por J.K. Rowling, el joven mago regresa a Hogwarts, no sin antes enterarse que el poderoso mago y cómplice de Lord Voldemort, Sirius Black, ha escapado de la prisión de Azkaban y busca vengarse de Harry. Para empeorar las cosas, unas mortales criaturas llamadas Dementores también buscan al joven mago y merodean las afueras de la escuela de Hogwarts para capturarlo en cualquier oportunidad que se les presente. Con Harry Potter y el Prisionero de Azkaban (Harry Potter and the Prisoner of Azkaban; 2004), la saga se torna más oscura y más hostil; a partir de este punto, la saga deja el terreno 'infantil' para buscar ahora un público también 'juvenil' y adulto. A pesar de que la mágica franquicia fílmica británica contiene aspectos que de ninguna manera pueden ser

alterados (o sea que hay limitaciones creativas para sus directores, sólo que quería usar eufemismos), el talento de Cuarón logra, hasta cierto punto, hacer una película un tanto personal, con elementos adicionados por el director mexicano que no sólo son acertados, sino que mejoran la experiencia del público con la historia (por ejemplo, Cuarón propuso que en presencia de los Dementores, la temperatura del ambiente bajara drásticamente y los objetos que éstos seres tocasen se congelaran, como la puerta de los compartimentos en el tren). Por primera vez en su carrera, Cuarón no hace mancuerna con nuestro también compatriota Emmanuel Chivo Lubezki (¿ya ven?, reestricciones de los grandes estudios, a veces imponen a quienes les da la gana) sino con Michael Seresin, un también talentoso director de fotografía que ha trabajado en filmes

de fotografía que ha trabajado en filmes como Expreso de Medianoche, La Vida de David Gale, Las Cenizas de Ángela, entre otras (aunque aceptémoslo, como nuestro Chivo no hay dos), y que acertadamente supo crear las atmósferas dramáticas y oscuras que necesitaba este relato sobre la angustia de la adolescencia en el mundo de la magia, consiguiendo también con ello que las personalidades de los protagonistas queden más definidas y, por lo tanto, se sienta un verdadero desarrollo (cambio) en los personajes. Así, Harry Potter y el Prisionero de Azkaban se mantuvo como la película mejor lograda de toda la saga, la que marcó un antes y un después en el relato y la que argumentalmente fue también mejor construida; y eso, con todas las limitaciones que el mexicano tuvo, es todo un logro.


E

n el 2027, la humanidad encara diversas guerras y el terrorismo, y en el escenario de esta historia, Inglaterra vive (o eso intenta) bajo un gobierno totalitario que persigue ferozmente a los inmigrantes; todo esto aunado a la desesperanza de un futuro alguno (ya no digamos uno mejor), pues súbita y misteriosamente, 18 años atrás las mujeres alrededor del mundo perdieron la capacidad de concebir. Y así, en este contexto apocalíptico, un ex activista social de nombre Theo (Clive Owen) es contactado (por no decir 'secuestrado') por su ex mujer Julian (la -casi- siempre maravillosa Julianne Moore) para pedirle su ayuda en un caso de extrema importancia: Cuidar y transportar a Kee (Claire-Hope Ashitey) la única mujer en el mundo que ha podido quedar embarazada y que debe llegar a salvo a las instalaciones secretas de Proyecto Humano, una mítica organización que busca salvaguardar a la humanidad, cuya última esperanza podría ser la mujer encinta. Los Niños del Hombre representó, en ese entonces, su proyecto más ambicio-

so, no únicamente por la maravillosa propuesta de su argumento (el fin del mundo causado por algo desconocido, condenando a la humanidad a morir lentamente sin una sola luz de esperanza -y el cual fue escrito por el mismo director junto con Timothy J. Sexton, David Arata, Mark Fergus y Hawk Ostby con una ligera base en la novela Children of Men de P.D. James-), sino también porque, para la realización de esta apocalíptica historia, se requirió de un gran despliegue técnico, ya que se incluyen elaboradísimos planos secuencia como la de la trágica emboscada del auto en medio del bosque o la grandiosa secuencia bélica donde Theo debe rescatar a Kee en medio de un ataque militar contra los terroristas nihilistas. Para tal osadía fílmica, Cuarón vuelve a llamar a Lubezki -tras su momentánea separación que significó el tercer capítulo de Harry Potter- y éste convierte las imágenes del filme en poderosas y violentas postales de un mundo violento y caótico, condenado a la extinción; aunque todos estos logros en los terrenos técnicos, no logran opacar a los detalles

que involucran al factor humano del filme, es decir, a la historia por salvaguardar a la última esperanza de la humanidad y para ello no hacen falta más que las conmovedoras actuaciones de todo el elenco, por supuesto sobresaliendo entre ellos el gran protagonista de la cinta: Clive Owen, pues su personaje Theo es muy complejo; no es el típico hombre que se convierte en héroe de la noche a la mañana, aquí es un hombre común como cualquier otro que incluso en un principio se niega a ayudar a Kee, pero las circunstancias lo obligan a tomar una decisión, aunque es muy vulnerable, lleno de titubeos y con problemas para comprometerse con algo (o alguien). Con Los Niños del Hombre, Cuarón nos ofrece uno de los mejores filmes scifi de la década pasada; un filme muy oscuro sobre la condición humana y sobre el futuro del hombre, muy pesimista en ocasiones, pero sin perder nunca ese ligero brillo de esperanza.


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