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l cineasta nacido en la ciudad de México en 1961 y estudiante del Centro de Estudios Universitarios Cinematográficos (el CUEC -en donde, en 1983, realizó el corto Vengeance is Mine y de donde, se dice, que fue expulsado-), es uno de los directores nacionales más talentosos que se ha sabido labrar su propio camino más allá de nuestro territorio; bajo la producción de IMCINE, su ópera prima, Sólo con tu pareja (1991), cambió los paradigmas que albergaban hasta ese entonces a nuestro, en su mayoría, decadente cine patrio y lo elevó a un nuevo nivel de excelencia y calidad tanto en forma como en fondo con una historia referente a un tema por demás tabú en nuestra sociedad doble moralina: la promiscuidad sexual en México y el SIDA. Cuarón sólo ha dirigido dos películas en territorio mexicano (su ya mencionada ópera prima e Y tu mamá también del 2001), pero ha logrado pone en alto el nombre de México a través de sus trabajos en producciones extranjeras como
La Princesita (A Little Peincess, 1995), Grandes Esperanzas (Great Expectations; 1998), Los Niños del Hombre (Children of Men; 2006) y su incursión en la saga de Harry Potter (Harry Potter and the Prisoner of Azkaban; 2004); su puesta en escena, en extremo cuidada de manera minuciosa -y donde impera el color verde es sus infinitas tonalidades-, lo han llevado a recurrir casi siempre a la siempre extraordinaria lente de Emmanuel Chivo Lubezki, y sus largas escenas filmadas con cámara en mano y sin cortes le han otorgado el título de 'el rey del plano secuencia'. El mexicano, como sólo los grandes cineastas, tiene el don de poder tomar historias ajenas, y en su traslado a la pantalla grande, hacerlas propias y que parezcan cine de autor; un sello inconfundible reviste cada una de sus películas y son completamente identificables, aquí hacemos un breve recorrido por su aún breve pero muy contundente filmografía.
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on un guión escrito por el propio hermano del director (el también realizador Carlos Cuarón), Sólo con tu pareja se centra en la promiscua existencia de Tomás Tomás (un magnífico Daniel Giménez-Cacho), un cínico y seductor publicista que nunca pierde oportunidad de intentar ligarse a cuanta mujer se cruza en su camino, como a la enfermera Silvia Silva (la sensual Dobrina Liubomirova), a la que seduce descaradamente mientras le extrae una muestra sanguínea para realizarle unos estudios. Durante una noche, por azares del destino (o falta de buena organización), se ve obligado a 'atender' a dos mujeres al mismo tiempo, llevando a una de ellas (la enfermera) a su departamento, y a la otra (su propia jefa), al departamento de sus vecinos, quienes se encuentran ausentes y le han encargado el cuidado de su hogar. Y es en una de sus tantas peripecias interdepartamentales (utilizando la cornisa del edificio para no
ser descubierto), cuando conoce a Clarisa Negrete (una hermosísima Claudia Ramírez), una joven azafata que recién se ha mudado al departamento contiguo al suyo, y de quien se enamora instantáneamente. Más enredos no se hacen esperar cuando la decepcionada enfermera altera los resultados de los análisis haciéndole creer al Don Juan contemporáneo que es portador del VIH. Con Sólo con tu pareja, Alfonso Cuarón dinamita el cine cómico-casi-pornográfico de ficheras y encueratrices que se había propagado con ferviente éxito en México desde mediados de la década de los años 70, pues su comedia nada tiene que ver con albures y desnudos, sino con una elegancia formal atípica hasta entonces en la producción fílmica nacional. Sí, se hacen presentes los diálogos sobre el sexo pero desde una óptica inteligente, madura; tan madura que se atrevió a hablar de un tema tabú en la sociedad nacional doble moralina e hipó-
crita: la sexualidad desmedida en plena era del VIH. En su propuesta formal, no hay mucho que reprocharle, pues desde las actuaciones de todo el elenco, hasta el fantástico diseño de producción (haciendo uso de verdes tonalidades -color presente desde aquí y a lo largo de toda su filmografía-), pasando por la estupenda fotografía de Emmanuel 'Chivo' Lubezki, el resultado es verdaderamente sobresaliente. Sólo con tu pareja es una magnífica ópera prima que significó un parte aguas en el cine patrio y abrió el camino para producciones futuras sobre las relaciones interpersonales contemporáneas como Sexo, Pudor y Lágrimas (Antonio Serrano; 1999), y más recientemente, No sé si cortarme las venas o dejármelas largas (Manolo Caro; 2013). Sin la ópera prima de Cuarón, estas cintas jamás hubieran existido.
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n su segunda incursión en el terreno de los largometrajes, y el primero en Hollywood, Alfonso Cuarón toma la premisa que ofrece la novela de Frances Hodgson Burnett (ya adaptada al cine una vez en 1939 con Shirley Temple como protagonista), es decir, el relato de una niña llamada Sara que se ve obligada a vivir bajo la estricta educación de Miss Minchin en un respetado colegio para señoritas, pues su padre debe acudir al llamado que supone la Segunda Guerra Mundial; poco después, es despojada de su riqueza tras la noticia de que su padre ha fallecido en el campo de batalla y ahora debe vivir en el colegio pero como personal de limpieza. Ante la fatalidad, el dolor y la hostilidad del mundo adulto con el que se ha topado, lo único a lo que puede recurrir es a su vasta imaginación con
la que construye su propia y fantástica realidad que se ve enriquecida por las fábulas de la cultura de la India que escuchó durante su estancia en ese país, maravillando con sus historias a todas las alumnas del colegio. En La Princesita, Cuarón vuelve a dar muestra de su enorme talento y, a partir de la adaptación escrita por Richard LaGravenese y Elizabeth Chandler, construye una mágica y muy personal fábula que se ha colocado como una de las mejores cintas del género clásico infantil. Para la puesta en escena, el mexicano se apoyó en Bo Welch y Tom Duffield para crear un orgánico mundo de fantasía (lleno de tonalidades verdes, claro está) inspirado en la cultura hindú, y todo ello plasmado en la gran pantalla gracias a la audacia y belleza de la fotografía de Emanuel 'Chivo' Lubezki, cu-
yo lente logra también exponenciar los estupendos trabajos histriónicos de todo el reparto, pero particularmente los de Liesel Matthews (Sara) y Eleanor Bron (Miss Minchin) son sobresalientes. El debut hollywoodense del mexicano fue digno de aplaudirse, pues dio muestra de cómo hacer buen cine comercial para chicos y grandes. Es divertida y aventurera para las audiencias infantiles e inteligente y sensible para los adultos, ya que son finalmente los padres quienes llevan a sus hijos a disfrutar de estas propuestas cinematográficas. La Princesita es un clásico infantil que incluso logró ser nominada al Oscar en las categorías de Mejor Fotografía y Mejor Dirección de Arte; toda una joya que debe ser rescatada del olvido.
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l tercer largometraje de Cuarón representó su consolidación en hollywood y su segunda adaptación de una obra literaria a la gran pantalla. Ésta vez, el texto traducido a imágenes fue ni más ni menos que Grandes Esperanzas de Charles Dickens, relato que fue trasladado a nuestra época por Mitch Glazer y protagonizado ni más ni menos que por Ethan Hawke, Gwyneth Paltrow, Robert De Niro y Anne Bancroft. El relato sigue al pequeño Finn (Jeremy James Kissner), quien en su infancia conoce a dos personajes que lo marcarán de por vida y cambiarán -o guiarán- su destino. El primero de ellos es un convicto que lo convence de ayudarlo a escapar (Robert De Niro) y quien abre para el un nuevo panorama sobre las expectativas de la vida; y el segundo es Estella (Raquel Beaudene), sobrina de la señora Dinsmoor (Anne Bancroft) y a la que ésta ha educado bajo los preceptos de 'no amar a nadie', pues 20 años atrás su prometido la dejó
plantada en el altar, abandonándola en la desdicha y resistiéndose a continuar con su vida tras el brutal desengaño amoroso. Los caminos que los pequeños Finn y Estella tomarán en sus vidas parecieran ser muy distintos (él, de clase baja, y ella, socialmente hablando, en un estatus sumamente superior) y parecieran estar separados por el destino, pero nada más equivocado que esa idea, pues es la misma señora Dinsmoor la que le augura al pequeño Finn: "Ella sólo te romperá el corazón, es un hecho. Y aunque te advierta, aunque te garantice que la chica solo te lastimará terriblemente, aún así la seguirás ¿No es grandioso el amor?". Y como bajo advertencia no hay engaño (y menos viniendo de la mismísima Anne Bancroft), los caminos de Finn y Estella (ahora sí interpretados por Ethan Hawke y Gwyneth Paltrow) se cruzan en Nueva York donde él, gracias a un anónimo benefactor/mecenas ha salido adelante como pintor para los ricos y ésto le ha dado acceso al banal mundo de Estella para poder amarla.
Volviendo a hacer equipo con Emmanuel Lubezki y Judianna Makovsky (vestuarista en La Princesita), Cuarón recurre al diseñador de producción Tony Burrough para construir juntos el mundo donde se pone nuevamente en escena esta clásica historia de la literatura británica. Las tonalidades verdes (nótese en las playeras del pequeño Finn y los vestidos de Estella y la señora Dinsmoore) dominando las escenas filmadas en locaciones de Florida y Nueva York bajo la preciosista fotografía del Chivo, la cautivadora banda sonora (que incluye ‘Bésame Mucho’ de Consuelito Velázquez en cuantas versiones pueda uno imaginarse) y la madurez contundente en la dirección de Cuarón (quien logra sacar del elenco actuaciones más que decorosas) hacen de Grandes Esperanzas una de sus obras más personales y una excelente adaptación/modernización del clásico literario inglés.
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ras diez años de ausencia en la cinematografía nacional, haber debutado en Hollywood con La Princesita (A Little Princess; 1995) y consolidar su carrera en la industria fílmica estadounidense con Grandes Esperanzas (Great Expectations; 1999), Alfonso Cuarón regresó a México con una road movie en la que aborda, entre otros tópicos, la amistad, el amor/desamor y la lealtad en la adolescencia. Julio Zapata (Gael García Bernal) y Tenoch Iturbide (Diego Luna), son dos mejores amigos que, tras conocer en una boda a Luisa (Maribel Verdú), la guapa esposa española del primo de Tenoch, arman un viaje a la playa para intentar conquistarla; sorpresivamente, ella acepta la invitación de los 'charolastras' -título que les confiere su situación de hermandad- y los tres emprenden el viaje hacia 'Boca del Cielo', una inexistente playa virgen de Oaxaca que, según los jóvenes, nadie conoce, por lo que la tendrán a su entera disposición durante el fin de semana.
De esta manera, mientras recorren cientos de kilómetros de carreteras mexicanas y se acercan a su mítico destino, las pláticas de los amigos y su acompañante femenina sobre sus vidas, van resultando en una serie de confesiones que sirven como catalizador y como medio de conocimiento propio y ajeno. Con una situación política-social inestable como sutil contexto (el final del imperio priísta y la llegada de un nuevo partido al poder), nuevamente el lente de Lubezki se posa sobre los protagonistas del relato escrito por Carlos Cuarón (en el que sobresale la extraordinaria actuación de Maribel Verdú), pero ahora bajo un estilo casi documental, con secuencias con cámara en mano y edición con cortes directos que impregnan al filme una frescura y dinamismo, poco comunes en el cine mexicano. Y tú mamá también resultó en un desvergonzado y antimoralino retrato de la amistad y la sexualidad en la sociedad juvenil mexicana del nuevo milenio.
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n la adaptación fílmica del tercer libro escrito por J.K. Rowling, el joven mago regresa a Hogwarts, no sin antes enterarse que el poderoso mago y cómplice de Lord Voldemort, Sirius Black, ha escapado de la prisión de Azkaban y busca vengarse de Harry. Para empeorar las cosas, unas mortales criaturas llamadas Dementores también buscan al joven mago y merodean las afueras de la escuela de Hogwarts para capturarlo en cualquier oportunidad que se les presente. Con Harry Potter y el Prisionero de Azkaban (Harry Potter and the Prisoner of Azkaban; 2004), la saga se torna más oscura y más hostil; a partir de este punto, la saga deja el terreno 'infantil' para buscar ahora un público también 'juvenil' y adulto. A pesar de que la mágica franquicia fílmica británica contiene aspectos que de ninguna manera pueden ser
alterados (o sea que hay limitaciones creativas para sus directores, sólo que quería usar eufemismos), el talento de Cuarón logra, hasta cierto punto, hacer una película un tanto personal, con elementos adicionados por el director mexicano que no sólo son acertados, sino que mejoran la experiencia del público con la historia (por ejemplo, Cuarón propuso que en presencia de los Dementores, la temperatura del ambiente bajara drásticamente y los objetos que éstos seres tocasen se congelaran, como la puerta de los compartimentos en el tren). Por primera vez en su carrera, Cuarón no hace mancuerna con nuestro también compatriota Emmanuel Chivo Lubezki (¿ya ven?, reestricciones de los grandes estudios, a veces imponen a quienes les da la gana) sino con Michael Seresin, un también talentoso director de fotografía que ha trabajado en filmes
de fotografía que ha trabajado en filmes como Expreso de Medianoche, La Vida de David Gale, Las Cenizas de Ángela, entre otras (aunque aceptémoslo, como nuestro Chivo no hay dos), y que acertadamente supo crear las atmósferas dramáticas y oscuras que necesitaba este relato sobre la angustia de la adolescencia en el mundo de la magia, consiguiendo también con ello que las personalidades de los protagonistas queden más definidas y, por lo tanto, se sienta un verdadero desarrollo (cambio) en los personajes. Así, Harry Potter y el Prisionero de Azkaban se mantuvo como la película mejor lograda de toda la saga, la que marcó un antes y un después en el relato y la que argumentalmente fue también mejor construida; y eso, con todas las limitaciones que el mexicano tuvo, es todo un logro.
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n el 2027, la humanidad encara diversas guerras y el terrorismo, y en el escenario de esta historia, Inglaterra vive (o eso intenta) bajo un gobierno totalitario que persigue ferozmente a los inmigrantes; todo esto aunado a la desesperanza de un futuro alguno (ya no digamos uno mejor), pues súbita y misteriosamente, 18 años atrás las mujeres alrededor del mundo perdieron la capacidad de concebir. Y así, en este contexto apocalíptico, un ex activista social de nombre Theo (Clive Owen) es contactado (por no decir 'secuestrado') por su ex mujer Julian (la -casi- siempre maravillosa Julianne Moore) para pedirle su ayuda en un caso de extrema importancia: Cuidar y transportar a Kee (Claire-Hope Ashitey) la única mujer en el mundo que ha podido quedar embarazada y que debe llegar a salvo a las instalaciones secretas de Proyecto Humano, una mítica organización que busca salvaguardar a la humanidad, cuya última esperanza podría ser la mujer encinta. Los Niños del Hombre representó, en ese entonces, su proyecto más ambicio-
so, no únicamente por la maravillosa propuesta de su argumento (el fin del mundo causado por algo desconocido, condenando a la humanidad a morir lentamente sin una sola luz de esperanza -y el cual fue escrito por el mismo director junto con Timothy J. Sexton, David Arata, Mark Fergus y Hawk Ostby con una ligera base en la novela Children of Men de P.D. James-), sino también porque, para la realización de esta apocalíptica historia, se requirió de un gran despliegue técnico, ya que se incluyen elaboradísimos planos secuencia como la de la trágica emboscada del auto en medio del bosque o la grandiosa secuencia bélica donde Theo debe rescatar a Kee en medio de un ataque militar contra los terroristas nihilistas. Para tal osadía fílmica, Cuarón vuelve a llamar a Lubezki -tras su momentánea separación que significó el tercer capítulo de Harry Potter- y éste convierte las imágenes del filme en poderosas y violentas postales de un mundo violento y caótico, condenado a la extinción; aunque todos estos logros en los terrenos técnicos, no logran opacar a los detalles
que involucran al factor humano del filme, es decir, a la historia por salvaguardar a la última esperanza de la humanidad y para ello no hacen falta más que las conmovedoras actuaciones de todo el elenco, por supuesto sobresaliendo entre ellos el gran protagonista de la cinta: Clive Owen, pues su personaje Theo es muy complejo; no es el típico hombre que se convierte en héroe de la noche a la mañana, aquí es un hombre común como cualquier otro que incluso en un principio se niega a ayudar a Kee, pero las circunstancias lo obligan a tomar una decisión, aunque es muy vulnerable, lleno de titubeos y con problemas para comprometerse con algo (o alguien). Con Los Niños del Hombre, Cuarón nos ofrece uno de los mejores filmes scifi de la década pasada; un filme muy oscuro sobre la condición humana y sobre el futuro del hombre, muy pesimista en ocasiones, pero sin perder nunca ese ligero brillo de esperanza.
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on Gravity, el mexicano Alfonso Cuarón alcanza uno de los logros técnicos más grandes en la historia del Cine (sí, ese que se escribe con mayúsculas) y replantea el uso del lenguaje cinematográfico en el cine de acción. Partiendo de una premisa en extremo sencilla y más que conocida por todos aquellos que han visto el trailer -un par de astronautas queda a la deriva tras ser impactados por los restos de un satélite ruso que ha sido destruido-, Cuarón apuesta por los planos secuencia (el primero de más de 15 minutos es apabullante) para plasmar en pantalla el relato de supervivencia que coescribió con su hijo Jonás. A través de las extensas secuencias 'sin cortes', se apela principalmente a la propagación de esa sensación de miedo, angustia y claustrofobia por la que atraviesan los astronautas, sobre todo la novata Dra. Ryan Stone (es decir Sandra Bullock), pues en su primera misión espacial tiene que enfrentarse a la mayor de las pesadillas de un astronauta. Y es que a lo largo de las secuencias, el cineasta mexicano se inclina más hacia el
uso de las distintas herramientas que ofrece la gramática cinematográfica (en la misma escena se va de los encuadres, a los close ups, al plano subjetivo, pasando por diversos ángulos de las tomas, etc.) para sumergirnos en una 'experiencia cinematográfica' que se ve complementada a la perfección por la preciosista fotografía de Emmanuel 'Chivo' Lubezki, por el extraordinario diseño sonoro y por el más que justificado uso del formato 3D, planteando con ello una nueva manera de hacer cine de acción, igual de dinámico, igual de trepidante (incluso más, tal vez), pero sin la necesidad de hacer decenas de cortes en una escena de escasos minutos. Gravity es cine poderoso, honesto y humano, sin trampas sensibleras y cargado de alegorías sobre el renacimiento del ser humano (Bullock flotando en posición fetal o dando sus 'primeros torpes pasos' -cuando la vean lo entenderán-) tras un evento catártico (aquí tal vez muy extremo) y la fuerza vital que nos lleva a intentar sobrevivir a como dé lugar; y si bien es cierto que las alegorías podrían llegar a ser bastante obvias (ok, sí, lo son), no implica que sean menos efecti-
vas. Es una cinta de acción espectacular (todo en el aspecto técnico es impecable), salpicada de breves momentos dramáticos que ayudan a la audiencia a conectar exitosamente con la historia y sus personajes. George Clooney interpreta correctamente (y no esperábamos menos de este carismático histrión) al experimentado Matt Kowalski, aunque la verdadera estrella es, sin duda alguna, Sandra Bullock, pues en su personaje recae toda la acción del filme, resolviéndolo con un trabajo por demás sobresaliente, aunque bajo mi humilde juicio, no es como para el Oscar (como han señalado muchos). Gravity es una experiencia cinematográfica que no da un minuto de respiro, no sólo por la trepidante premisa, sino porque visualmente es majestuosa (no hay ningún plano que no sea simplemente hermoso); una cinta que, a diferencia de otras, se debe presenciar en 3D, pues es parte esencial para que se experimente cabalmente. Cine de alta calidad, y sin duda alguna, de lo mejor que ha producido la industria hollywoodense este año.
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urante su infancia, Alfonso Cuarón fue un pequeño que recorría las calles de la Ciudad de México para visitar las distintas salas de cine donde pasaba tardes completas asistiendo a esas maravillosas funciones dobles para admirar la magia del cine comercial que todos disfrutamos a esa edad. Pero fue hasta que vio El ladrón de bicicletas (Ladri di biciclette; 1948), de Vittorio De Sica, que conoció la existencia de otra clase de cine; en ese momento cuando supo que tenía que dedicarse a esto. Y casi 40 años después, ese pequeño niño regresa a su país siendo el primer mexicano y latino en ganar el Oscar a mejor director y convertido en uno de los grandes exponentes del cine mundial. En esta ocasión, Cuarón quiere hacer historia de nuevo, ahora acompañado de Netflix en la producción de este nuevo proyecto que espero casi 12 años para realizar. El cineasta regresa a sus orígenes, a su México, a esos lugares que lo vieron crecer para filmar su película más personal a la fecha: Roma. Para la creación del film, Cuarón no solo se remontó a su país, sino también a lo más profundo de los recuerdos y su corazón para sacar de ellos la historia de este proyecto que, si bien esta basada en su experiencias, no habla precisamente de él, sino de las mujeres de su vida, sobre todo de una en especial: Libo, la mujer que trabajó con su familia como empleada doméstica en su niñez y que, junto a su madre, se encargaron de su crianza. Roma es la muestra del profundo amor de Cuarón hacia ella y a su país México. Estas palabras fueron dichas por el propio director al recoger su León de Oro en la pasada entrega del Festival de Cine Venecia.
La cinta cuenta la historia de Cleo, una joven humilde de origen oaxaqueño que trabaja realizando las labores del hogar para una familia que vive en pleno corazón de la Ciudad de México en la colonia Roma. Su patrona, Sofía, se dedica al cuidado de sus cuatro hijos, mientras su marido, Antonio, viaja constantemente por cuestiones de trabajo. La pareja se encuentra en una fuerte crisis matrimonial pero Sofía hace el esfuerzo porque esto no afecte a sus niños. Por su parte, Cleo y Adela, quien es su compañera de oficio en la misma casa y además su mejor amiga, se concentran totalmente en su trabajo para que todo esté perfecto en el hogar. Sofía y sus hijos son muy agradecidos con ellas y les tienen un gran cariño, sobre todo a Cleo, quien prácticamente se convirtió en una segunda madre para los niños, y la tratan como parte de la familia. Cleo es una joven como cualquiera, que sale a divertirse por la ciudad, a caminar por sus calles, va al cine, a tomarse unos tragos y también a buscar el amor. Pero también tiene problemas, ya que la vida está a punto de ponerle duras pruebas ocasionadas precisamente por cuestiones amorosas que se complican aún más debido a la situación por la que atravesaba el país en la década de los 70, momento en el que está ambientado el film. Muy a pesar de los problemas de ambas partes el lazo entre Cleo, Sofía y la familia de esta se convierte en la mayor fortaleza para luchar contra la adversidad.
Con esta historia Cuarón enaltece la labor de la empleada doméstica tan denigrada y discriminada en el mundo –y tan mal retratada en el cine mexicano– convirtiéndola en la gran protagonista de este relato tan personal e íntimo, pero que a su vez nos muestra uno de los momentos políticos y sociales más complicados que ha tenido el México moderno, marcado por los movimientos estudiantiles y los conflictos con el gobierno. Aunque a simple vista no lo parezca, Roma es una mega producción de esas que pocas veces se ve en el cine nacional, llena de avances técnicos de primer nivel. Para empezar, la dirección de arte de Eugenio Caballero (ganador del Óscar por El Laberinto del Fauno) fue una labor titánica; para Cuarón era importante que la trama fuera situada donde ocurrieron realmente los hechos y, obviamente, la ciudad ha cambiado con los años. Es así que Cuarón y Caballero recrearon decenas de lugares que ya no existían basándose en fotografías y recuerdos; enormes sets donde cada detalle, por mínimo que fuera, era cuidado para que coincidiera con la época –es por todos sabido que Cuarón es extremadamente perfeccionista–. Su espectacular diseño sonoro envolvente hace que nuestro oído alcance a percibir hasta el más mínimo detalle de lo que está sucediendo. Roma también cuenta con una espectacular fotografía blanco y negro rodada en 65mm que en esta ocasión corrió a cargo del mismo Cuarón, ya que Emmanuel 'Chivo' Lubezki, su habitual colaborador, no pudo en esta ocasión acompañarlo debido a su saturada agenda. Cuarón, con su ya conocida maestría para los planos secuencia, nos adentra a la intimidad de la familia, la cámara se mueve lentamente por cada rincón de la casa y de sus vidas, plasmando una poética cotidianidad. La elección de casting en esta ocasión fue muy singular ya que Cuarón se basó específicamente en que el intérprete se asemejara lo más posible al personaje de la vida real en el que estaba basado, tanto en lo físico como en su personalidad. Es así que, tras meses de audiciones, fue armando su gran elenco donde se destacan las dos protagonistas que encabezan este
elenco: una Yalitza Aparicio que desborda frescura y que es respaldada por la experiencia de su coprotagonista Marina de Tavira, quien proviene de una familia dedicada al teatro, y tras años de carrera, encuentra en Roma la gran oportunidad que su nombre sea conocido mundialmente. La actriz nos da un gran trabajo interpretando a Sofía, papel basado en la madre del director, una mujer vulnerable pero que saca fortaleza por el amor a sus hijos. Por su parte, para elegir a quien daría vida a Cleo, la heroína de esta historia, el casting se trasladó a comunidades rurales de Oaxaca para buscar a la mejor candidata, eligiendo a Yalitza Aparicio, quien es la gran revelación de este proyecto. Una chica que nunca pensó dedicarse a esto de la actuación –es maestra de profesión– pero que gracias a su increíble talento natural nos ha dado lo que para muchos es la mejor actuación de este 2018. Con una gran sencillez Yalitza agradece a Cuarón la gran oportunidad y disfruta los frutos de su trabajo, siendo uno de los nombres más comentados en la industria del cine este año pero que, increíblemente, aún no sabe si continuará dedicándose a la actuación. Sea cual sea la su decisión, el personaje de Cleo, así como su interpretación, están destinadas a pasar a la historia del cine mundial; y digo mundial porque Roma y su lenguaje cinematográfico sobrepasan las barreras del idioma, contiene escenas magistrales e impactantes por su belleza y violencia, pero son esos pequeños momentos cotidianos y discretos los que le dan fuerza y corazón y que la convierten en una experiencia indeleble en la mente del espectador. Podría escribir hojas y hojas enteras de porqué Roma es la mejor película de año, pero ninguna palabra se comparará con lo majestuoso y conmovedor de la experiencia que resulta esta historia. Si tienen la oportunidad de verla en cines, no dejen pasarla; después podremos revisarla una y otra vez en Netflix, revivir la experiencia y compartirla; porque esta fue precisamente la razón por la que Cuarón optó por el apoyo de Netflix: para que su historia derribara fronteras y llegara a todos los rincones del mundo.