CELULOIDE DIGITAL - JULIO 2015

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Editor: Finbar Flynn Colaboradores: Pedro Arzillier, Imelda Aguilera Taylor, Rafael Mejía, Siniestro Sexual, Montag. Diseño Editorial: Finbar Flynn Fotografías: Diversas fuentes de internet y proporcionadas por algunas distribuidoras. Celuloide Digital es una publicación mensual editada por amantes del séptimo arte sin ninguna finalidad de lucro. El contenido de los artículos es responsabilidad de sus autores. Las personas mencionadas, así como las marcas e imágenes utilizadas en la revista son utilizadas únicamente para fines editoriales, para ilustrar los artículos o noticias de los filmes, de los cuales sus derechos de autor pertenecen a las casas productoras de las cintas aquí mostradas y no se pretende infringir nungún derecho.

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l western ha renacido de las cenizas y con gran fuerza se ha colocado de nuevo en la industria fílmica como una opción atractiva en cartelera. El más identificable de todos los géneros ha encontrado en directores de culto un nuevo aire desde Los Imperdonables (Unforgiven, 1992), de Clint Eastwood -el último gran western del siglo pasado. Los hermanos Coen con su remake de Temple de Acero (True Grit, 2010) revivieron el interés de Hollywood, en donde no han perdido el tiempo retomando el cine de vaqueros y ya ha producido híbridos como Cowboys vs Aliens (2011), homenajes animados como Rango (2012), de Gore Verbinski, joyas del género contemporáneo como Django sin cadenas (Django Unchained, 2012), de Quentin Tarantino y fallidas adaptaciones de series western como El Llanero Solitario (The Lone Ranger, 2013). Ahora, el músico escocés John Maclean incursiona detrás de la cámara con Slow West (2015), un drama de amor y acción en el salvaje Oeste. La trama de la cinta resulta sencillísima y esto resulta uno de sus principales aciertos, pues la historia de Jay Cavendish (Cody SmitMcPhee), un joven de 16 años que viaja desde Escocia hasta Colorado para encontrar al amor de su vida -Rose Ross (Caren Pistorius), quien tuvo que escapar y refugiarse en medio del agrete territorio sureño estadounidense junto con su padre John Ross (Rory McCann, el mismísimo Sandor Clegane "Perro" de Game of Thrones), se transforma en una parábola sobre el compañerismo cuando el ilusionado adolescente se topa en el camino, ya en el agreste territorio yanqui, con un enigmático hombre llamado Silas Selleck (Michael Fassbender en su tercer trabajo con el director tras los cortometrajes Man on Motorcycle y Pitch Black Heist), que se convertirá en una suerte de mentor poco ortodoxo, y ambos realizarán un viaje para encontrarse a sí mismos en un periplo por el salvaje Oeste con emboscadas de indios y el acoso de los caza recompensas.


Slow West es un western que se presenta como una suerte de road movie sobre herraduras, pero que mantiene intacto el código de convenciones del género, las cuales van emergiendo a lo largo de las situaciones que hilvanan la trama. Así nos encontramos con la violenta naturaleza intrínseca del género con los enfrentamientos con revólveres, con la exploración del antihéroe del spaghetti western a través del personaje de Silas y su turbio pasado con Payne (el villano del filme encarnado por Ben Mendelsohn), con la exaltación del individuo así como su valor y dignidad personal, y por supuesto, la búsqueda del sentido de la libertad, la justicia, el compañerismo, la amistad, y desde luego, el amor. A la propuesta de Maclean podríamos catalogarla como es un Neo-Western, un trabajo que rescata al género y transporta sus convenciones al cine actual estilizándolas con una paleta de colores naturales vibrantes -cielos vívido, pastizales verdes, colinas doradas fulgurantes, etc.- enmarcados por la lente del prodigioso Robbie Ryan, quien ya nos ha mostrado postales memorables en Fishtank (2009), Ginger y Rosa (2012) y Catch me daddy (2014), con un épico y memorable score compuesto por Jed Kurzel, con una trama que se cocina a fuego lento, y con un tono desfachatado en el que se utiliza un peculiar humor bastante oscuro y de elegante herencia europea -el mejor ejemplo de ello es la escena "echarle sal a la herida" casi al final del filme. Slow West, que por momentos es un trabajo heredero más del espagueti western -en el que el héroe sólo se diferencia del antagonista por su situación circunstancial más que por una impoluta moralque del género estadounidense tradicional -aquel en el que los contrastes morales eran difusos-, es una propuesta bastante original y auténtica, un filme sobresaliente que refresca al género en desuso y coloca a su artífice como una prometedora figura a la que hay que seguir muy de cerca.




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n esta ocasión especial toca turno al género cinematográfico Western (o del viejo oeste), un género que marcó un hito en la historia del cine. Naturalmente, todos sabemos que este género nació en Estados Unidos, fruto de los sucesos ocurridos durante los siglos XVIII y XIX. Durante éstos, el país estaba 'construyéndose', y mientras esto ocurría, las historias surgían y nacían las leyendas y mitos en torno a aquellos sitios desérticos y llenos de montañas; también se contaban historias de hombres (incluso de mujeres) famosos, fuesen de ladrones, jefes indios, alguaciles (sheriffs), caza recompensas, o incluso de la guerra civil americana u otro suceso histórico (americano). El Western -como tal- tiende a retratar historias que se desarrollan en lugares desérticos, montañosos, 'naturales' (limpios de la sociedad humana, vírgenes, desolados), y en la mayoría de las veces, en la frontera de Estados Unidos con México. También retrata el expansionismo (conquista y demás) de los 'americanos', y con esto, el desplazamiento (e incluso eliminación) de las razas nativas del país (los famosos 'Indios' o 'Apaches'). Durante esta 'conquista' comenzó la revolución industrial sobre estos lugares, la extracción de oro, la destrucción de la naturaleza, y con esto se levantaban las ciudades. Claro que al hablar de 'western' se nos viene a la mente palabras como: cárcel, pistolas, balas, herrero, caballos, desierto, carretas, sheriff, oro, ladrón(es), sombrero, whisky, bebida, burdel, indios, asaltos, etc. Y así como éstas palabras, también se pueden mencionar a los principales exponentes del género: Sergio Leone y su famosa trilogía del 'hombre sin nombre' ('A Fitsful of Dollars', 'For a Few Dollars More' y 'The Good, the Bad and the Ugly'), las tres encabezadas por Clint Eastwood. Otro hombre indispensable dentro de este género es John Ford, quien dejó huella en el cine con películas como 'Stagecoach', 'The Searchers', 'The Man Who Shot Liberty Valance', 'My Darling Clementine', 'Fort Apache', 'Red River', entre otros. Sin duda hubo directores que incursionaron en este género con una o dos películas, y que hoy en día son clásicos del cine, algo como el trabajo de Sam Peckinpah y su famosa 'The Wild Bunch'; el director Arthur Penn hizo 'Little Big Man'.


El género no puede pasar por alto al último de sus exponentes, el gran Clint Eastwood que desde ' A Fitsful of Dollars', hasta 'Unforgiven' (la cual es considerada como el cierre de la época dorada del western), se convirtió en ícono del género -con su clásico sombrero y su peculiar forma de hablar-, se convirtió en 'El Hombre sin Nombre'. El western también tiene otro gran exponente, conocido como 'The Duke', el famoso John Wayne, cuya carrera no comenzó en el viejo oeste, pero su primera gran película del género fue el clásico 'Stagecoach' (1939), y de ahí surgió una gran trayectoria dentro (y fuera) del género. Junto con John Wayne se pueden mencionar un sinfín de nombres que tuvieron participación importante dentro del género: Gary Cooper, Gregory Peck, Herny Fonda, James Stewart, Glenn Ford, Eli Wallace, Lee Van Cleef, entre otros; así como las participaciones de actores como Mickey Rooney, Victor Mature, Burt Lancaster, Kirk Douglas, Rock Hudson, James Dean, Barbara Stanwyck, Clark Gable, incluso actores mexicanos como Katy Jurado, Emilio Fernández y Pedro Armendáriz. La lista es interminable, pero no cabe duda de que el género es indispensable en la historia del cine, algunos expertos dicen que el género murió hace muchos años (haciendo referencia a 'Unforgiven' de 1992, la cual es considerada como un homenaje final al género). A pesar de esto, algunos directores han intentado rescatar el género como los Hermanos Coen y su 'No Country for Old Men' y 'True Grit'; incluso se le ha hecho homenaje a través de la reciente cinta animada 'Rango' donde se hace toda una recapitulación del género. Además, Quentin Tarantino incursionó en este género hace un par de años con su 'Django Unchained' y ya prepara su regreso al género con The Hateful Eight que llegará a las pantallas de Estados Unidos en la Navidad próxima. El western es sin duda un género fácil de identificar -posiblemente el más reconocible- y que cuenta con muy buenos exponentes; a continuación haremos un repaso por diez títulos imprescindibles de este entrañable género.


Un bandido (encarnado por Justus D. Barnes) apunta su revólver a la cámara -al espectador- y dispara. Esta sencillísima escena al final del minifilme escrito, producido y dirigido por Edwin S. Porter en 1903, permite ver un lenguaje cinematográfico complejo que desarrollaría el magnate inovador David W. Griffith años más tarde con su primer largometraje El Nacimiento de una Nación (The Birth of a Nation, 1915), cimentando con él el idioma fílmico al crear el acercamiento (close up), la toma panorámica (long shot), la disolvencia (fade out), el fundido de entrada (fade in), entre otros. En tan sólo diez minutos, Porter logra construir una historia completa con un arco narrativo sólido y una tensión dramática excepcional, estableciendo con ello las bases de lo que más tarde se convertiría en el género norteamericano por excelencia.



Imprescindible en el cine del viejo Oeste, La Diligencia, de John Ford, sigue a un abanico de personajes -un hombre en busca de venganza, una prostituta exiliada de su pueblo, un médico, una mujer embarazada de un militar, un jugador, un banquero, una mujer ultra conservadora y un sheriff- que deben emprender un largo y peligroso viaje en diligencia a través del Monument Valley, envolviéndose en el camino en complicadas y tensas relaciones que tendrán que superar mientras también se enfrentan a los ataques de los apaches. Protagonista -un tal John Wayne, no sé si les suene- y director, se convirtieron en leyendas de la meca del cine.


En un pequeño pueblo estadounidense llamado Hadleyville acaba de casarse Will Kane (Gary Cooper), el sheriff de la localidad, con la hermosa Amy (Grace Kelly); pero sus planes de trasladarse a la ciudad para prosperar su vida en pareja se vienen abajo cuando surge el rumor de la fuga de Frank Miller (Ian MacDonald), un peligroso criminal al que el sheriff había capturado y llevado ante la justicia años atrás, y que llegará al pueblo en el tren del mediodía para cobrar venganza del hombre que lo capturó. En una carrera contra reloj, el sheriff se va quedando sin opciones pues aparentemente nadie en el pueblo está dispuesto a ayudarle, sin embargo, a la llegada del bandolero, las cosas resultan no ser como él imaginaba. Con un magistral uso del tiempo para generar tensión y ansiedad en el espectador, A la hora señalada (1952), de Fred Zinnemann, realiza sutilmente -gracias al estupendo guión de Carl Foreman- una velada crítica social hacia la cacería de brujas del senador Joseph McCarthy.


Dirigida por el legendario Sam Peckinpah, La Pandilla Salvaje (1969) versa sobre unos veteranos atracadores de bancos en la frontera de Estados Unidos y México, viviendo diariamente al margen de la ley de ambos países; ésto hasta que se ven acorralados al tiempo por el ejército mexicano y por un grupo de cazarecompensas. Las líneas del bien y del mal se desdibujan constantemente y se juega con la moral y la ética en este que es considerado como uno de los primeros filmes crepusculares del género vaquero cuyo ocaso culminaría en los 90 con Los Imperdonables (Unforgiven), de Clint Eastwood.


Clint Eastwood vuelve a encarnar al hombre sin nombre en este emblemático título del Spaghetti Western que culmina con la llamada "Trilogía del dólar", conformada por los títulos previos Por un puñado de dólares (Per un pugno di dollari, 1964) y Por unos pocos dólares más (Per qualche dollaro in più, 1965). En El bueno, el malo y el feo (1966), de Sergio Leone, los tres personajes del título -el bueno (Eastwood), el malo (Lee Van Cleef) y el feo (Eli Wallach)- emprenden la búsqueda de un tesoro, el problema es que ninguno lo puede conseguir sin la ayuda de los otros dos, por lo que se verán obligados a colaborar hasta hacerse de la fortuna... o se maten entre ellos.


En la era más decadente para el género, Clint Eastwood realizó el último gran western del siglo XX, un relato poseído por la amargura y la melancolía. En Los Imperdonables (1992), William Munny (Eastwood) es un pistolero viudo que se ha retirado para hacerse cargo del cuidado de su familia, teniendo fuertes dificultades económicas para sacar a sus hijos adelante, por lo que se ve obligado a participar en un último trabajo acompañando a un viejo compañero de andanzas, Ned Logan (Morgan Freeman). La misión final de Munny es matar a dos hombres que desfiguraron el rostro de la prostituta Delilah Fitzgerald (Anna Levine), si lo logran, ganarán la cuantiosa recompensa que han ofrecido las compañeras de Delilah. Los Imperdonables (1992) un fascinante y sombrío filme que desmitifica por completo la figura del héroe.


El remake de la cinta Temple de Acero (1969), de Henry Hathaway -protagonizada, por cierto, por la leyenda John Wayne-, y segunda adaptación de la novela de Charles Portis, recibió el tratamiento coeniano del director bicéfalo dotando al relato original de una complejidad poco usual dentro del género, convirtiéndola en una fabulosa parábola sobre la lucha del bien contra el mal. En la cinta, Mattie Ross (Hailee Steinfield como una sorprendente revelación), una chica de catorce años, decide hacer justicia tras el asesinato de su padre, para lo que contrata los servicios de Rooster Cogburn (Jeff Bridges) un agente veterano con el que se ponen en marcha para dar caza al asesino Tom Chaney (Josh Brolin), quien es buscado también por un ranger de Texas por el asesinato de un senador.


Quentin Tarantino siempre ha tomado elementos del western para la concepción de sus filmes -siendo más evidente en el díptico Kill Bill (2003-2004), pero no fue sino hasta 2012 que finalmente incursionó de lleno en el género con Django sin cadenas (Django Unchained), la historia de un esclavo (Jamie Foxx) que obtiene su libertad gracias a un caza recompensas disfrazado de dentista (Christoph Waltz), convirtiéndose en su socio y emprendiendo la búsqueda de su esposa que se encuentra bajo el yugo de un terrateniente llamado Calvin Candie (Leonardo DiCaprio). Afiladísimos diálogos que exponen uno de los más oscuros pasajes en la historia de Estados Unidos y la violencia característica del cineasta hacen de este homenaje al Spaghetti Western una experiencia inigualable.


El famoso, impredecible y carismático forajido de Estados Unidos, Jesse James (Brad Pitt), es asesinado por uno de sus hombres más confiables, Robert Ford (Casey Affleck). La película de Andrew Dominik -adaptada por él mismo de la novela de Ron Hansen- es un elegante y parsimonioso western que matiza los contrastes éticos y morales en el mundo de los bandoleros del salvaje oeste; es una aproximación afortunada no sólo al género y sus convenciones, sino también a una época histórica de los Estados Unidos.


Estilizado western que refresca al género manteniendo las convenciones de éste pero desde el prisma del cine contemporáneo; una historia de amor profundo que lleva a una adolescente a cruzar el Océano Atlántico para buscar al amor de su vida en medio del agreste y violento territorio estadounidense donde se topará con caza recompensas, apaches y un enigmático hombre que se convertirá en una suerte de mentor. Para más detalles, lean nuestro artículo principal y descubran porqué ésta es nuestra película del mes.





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l género vaquero o del Oeste resulta ser uno de los favoritos en México, no tanto por lo excitante y aguerrido de las historias que presenta, sino por la cercanía con la frontera de los Estados Unidos, una zona propicia para aquellos intrépidos que buscaban un nuevo hogar, no exento de peligros propios de la naturaleza y, por supuesto, de los salvajes que la habitaban. Incluso en México y España se realizaron westerns, con los actores de moda (Hugo Stiglitz entre ellos), con frases tan impactantes como: "¡estáis copados!". Silverado, como muchos otros, era un pueblo emocionante: cantina con música de pianola y juegos de poker, su cárcel con celdas cuya única salida debe pasar frente al escritorio de los custodios, las dos calles con casas altas, cuyos portales y techos podían ser barreras durante un enfrentamiento armado; en fin, donde la gente conocía a quién debían rendir cuenta, con quienes no debían tener problemas y a cual actividad dedicarse, para seguir con la buena convivencia. Sin embargo, 4 jinetes llegarían de visita para mover el orden imperante, por el simple hecho de exigir justicia. Dany Glover (Malachi), Kevin Kline (Paden), Kevin Costner (Jake) y Scott Glenn (Emmett), en una temprana etapa de su carrera artística, interpretan a los 4 hombres, no rudos, sino simples, con una vida libre y sencilla, cuyo paso por Silverado era meramente casual, pero termina como una estadía impactante, incluso para los jerarcas del pueblo: llámese el rico hacendado y el mismo Sheriff Cobb, interpretado por un cínico Brian Dennehy. La razón por la que Silverado es un parte aguas, precisamente radica en que tuvo un excelente reparto (también aparecieron: Linda Hunt, Rosanna Arquette, Jeff Goldblum y John Cleese), luego de una escasez de filmes del género, precisamente a mediados de los 80's, cuando las salas de cine exhibían ciencia ficción, dramas pero sobre todo, comedias románticas, de origen estadounidense, desde luego. De los personajes de este filme, escrito y dirigido por Lawrence Kasdan, se puede decir que estaban acostumbrados a la vida ardua del campo por conquistar, cada uno con su personalidad complementaban al otro, en un ambiente de respeto y haciendo de las escenas nuevos clásicos, no sólo por las frases, sino por las tomas, su composición y su carga emocional, pues a diferencia de otras, aquí se muestra el amor fraterno, los valores familiares (pues no se trataba de bandoleros, excepto por Paden, quien además había tratado de redimirse, luego del incidente del perro) y porque el lait motiv no estaba encaminado a obtener una recompensa. Sí, es una película con moralejas varias y la muy usada frase "buena suerte".


Otra acotación interesante es que entre los personajes secundarios e incluso terciarios, no hay mexicanos ni cherokes, apaches, mohicanos o algún otro habitante nativo de la región que comprende Arizona, Texas, Arkansas y California: de algún modo se concilió la idea de que los enemigos no eran ellos, sino los mismos pioneros ambiciosos, moviendo el orden hacia sus intereses personales. Y de los roles femeninos, sólo Kate, la hermana de Emmett y Jake, es la que pareciera sumisa, mientras Stella, Hannah y Rae, enarbolan la bandera de la igualdad haciendo uso de sus encantos lo mismo que de su inteligencia y carácter. Por supuesto, mucha ropa de piel, lana, sombreros y caballos muy bien cuidados, modos rudos (excepto en Kevin Kline, cuyo porte realmente es difícil de ocultar) y, un vaquero de color, con acento sureño, sufriendo los estragos del racismo desde el primer momento que aparece a cuadro. Muebles rotos, botellas hechas añicos, balas perdidas, así como tierra y humo de pólvora. No faltan los clichés: las miradas desafiantes, la fuga a todo galope con las tomas lo suficientemente abiertas para ver el movimiento de jinetes y monturas atravesar las llanuras; las formaciones de los montados, los agazapados y de los campamentos de los bribones. La iluminación de las rocas, la composición entre nieve, vegetación y ríos; los faroles, cafeteras, bultos y posiciones alrededor de la fogata. Por supuesto, la música tiene un papel preponderante, sobre todo porque existe el drama inherente a las historias cuyo pasado es tormentoso, ha tenido consecuencias, ha forjado el carácter. Mueve al galope lo mismo que a la introspección en el momento adecuado y a diferencia de grandes clásicos, se compone de varias piezas y no sólo variaciones de la misma. Silverado entonces desplaza un poco la imagen de John Wayne, Clinton Eastwood, Jack London o el mismísimo Jorge Rivero en los papeles que los inmortalizaron en el género, simplemente al ver a un Kevin Costner haciendo locuras de adolescente con chaparreras y botas vaqueras, algo sin precedentes en aquellos parajes hostiles. Para quienes crecimos en medio de estas historias, este film, que además tiene final feliz, resulta un clásico automático, con dinamismo, héroes y heroínas, situaciones rurales lo mismo que pueblerinas, con la notoria diferencia entre las clases que conviven en ellas, en medio del simulacro de la familia unida, la justicia verdadera y la lealtad entre compañeros de andanzas. A fin de cuentas, la esperanza será la que permanezca entre los protagonistas, quienes luego de sufrir los contratiempos, pérdidas y sinsabores, tratarán de alcanzar su sueño (americano, claro está) retomando su camino y enfrentando nuevos retos. ¿Muy suave para un western? Posiblemente, pero Silverado fue un auténtico semillero de alternativas para el género y seguro pasaporte para varios de sus actores. Para quienes no la han visto, baste decir que no se trata de un relato contemplativo, sino todo lo contrario, una suerte de enciclopedia visual de lo que es un cuento de vaqueros bien hecho.





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uando las instituciones gubernamentales han fallado en el impartir de la justicia, ¿es válido que la sociedad la reclame con sus propias manos y a través de los medios que sean necesarios? Esta es la principal propuesta de reflexión a la que mueve Tierra de Cárteles (Cartel Land, 2015), documental producido por Kathryn Bigelow y dirigido por el neoyorquino Matthew Heineman -estrenado en la pasada edición del Festival de Cine de Sundance donde se llevó los reconocimientos a mejor director y a la mejor fotografía en la sección de documentales- que final y oportunamente se ha sido lanzado en cines de México. El trabajo de Heineman abre en el corazón de la Tierra Caliente michoacana en donde un grupo de cocineros de metanfetaminas explican como aprendieron el "oficio" de un padre y su hijastro hasta convertirse en uno de los principales productores de narcóticos para exportación al mercado de mayor consumo: Estados Unidos. Allá, en Arizona, un grupo de vigilantes guardan la frontera para impedir el paso de narcotraficantes e ilegales. Acá, en Michoacán, hombres de familia, doctores, constructores, agricultores, y de otros muchos varios oficios, se han levantado en armas como autodefensas comunitarias para hacerle frente a los cárteles. En cada una de estas latitudes, separadas por miles de kilómetros, dos personajes luchan, cada uno desde su propia trinchera y con sus propias herramientas, en contra de la amenaza del crimen organizado.

En Michoacán, Tierra de Cárteles se enfoca en la figura del Dr. José Manuel Mireles Valverde, un hombre carismático que en 2013 asumió su rol como líder de las autodefensas en el municipio de Tepalcatepec; un movimiento de lucha social en contra de los cárteles que les quitaron sus tierras, asesinado y violando a sus familiares, y se adueñaron de las industrias de la región como la aguacatera y limonera. El documental registra este movimiento ciudadano desde sus orígenes hasta la inesperada corrupción de sus filas y la consecuente disolución del grupo armado a través de la "domesticación" y "transformación" del movimiento en lo que finalmente terminó por ser la policía rural, en cuya alineación se encuentran importantes miembros del crimen organizado como los cocineros de metanfetaminas que trabajan para el gobierno y que fueron los presentados en la primera secuencia del documental. En Estados Unidos, el documental sigue a Tim "Nailer" Foley, un veterano de guerra que lidera a un grupo de vigilantes -los llamados caza inmigrantes y miembros del Arizona Borden Recon-, quienes cansados de que el gobierno no les proporcione la seguridad para su ciudad, deciden ejercer la defensa de su territorio valiéndose de sus propios métodos para ir en contra de los narcotraficantes que llegan a la Tierra de la Libertad a través de esa agreste zona por la que introducen la mercancía.



Tierra de Cárteles transcurre en estas dos líneas narrativas paralelas, que aunque jamás se cruzan, sí se complementan al compartir las raíces de la problemática -el narcotráfico- y al exponer la ineptitud de las instituciones gubernamentales de ambos países con respecto a la lucha contra el crimen organizado. Se trata de un retrato del hartazgo ciudadano en los dos lados de la frontera, un hastío insoportable que los ha obligado a tomar las armas y hacer lo que el gobierno no puede, no se atreve, o no quiere hacer. Echando mano de un estilo periodístico que se aleja de artificios, Heineman juega con las dos figuras centrales (Mireles y “Nailer”) desde una perspectiva objetiva e intimista, acompañando a los llamados por muchos "justicieros" -protagonistas de una historia sin ley, una suerte de western del siglo XXI- en laboratorios de metanfetaminas y operativos de captura de narcotraficantes que terminan con balaceras en las calles michoacanas, así como en las noches de cacería de indocumentados y narcotraficantes en territorio yanqui. Tierra de Cárteles toma el papel de testigo del alarmante escenario sociopolítico pero sin intervenir o emitir juicio alguno sobre las situaciones o los protagonistas del caso; se limita a mostrar la realidad y deja que la historia continúe con su atroz curso. El documental no glorifica ni sataniza a sus protagonistas, no los expone como justicieros o vengadores dignos de admiración, ni tampoco hace un retrato negativo basado en sus acciones -siempre abiertas a debate ético y moral-; los expone como lo que son, como hombres luchando por sus ideales, por su propia seguridad y guiados por aquello que creen que es correcto y a través de la única manera que el narco y la ausencia de un gobierno competente les han permitido: las armas, la violencia, la sangre. Tanto Mireles como "Nailer" casualmente ambos de 55 años- son expuestos con transparencia, con sus virtudes y defectos, con sus ideales y sus contradicciones; en pantalla se plasma el ascenso de estos líderes sociales hasta la cumbre de la justicia, pero también retrata el descenso al infierno personal que la ejecución de dicho "trabajo" conlleva. Sin tratar de ofrecer respuestas o soluciones fáciles al conflicto del narcotráfico en ambos lados de la frontera, Tierra de Cárteles presenta una realidad en donde la línea que divide lo correcto de lo incorrecto nunca está lo suficientemente definida; ni en las situaciones ni en los personajes centrales encontramos una ética y/o moral sólida, sino que se mantiene en la ambigüedad propia del ser humano. Si algo se le puede reprochar al documental es no ahondar en la parte de los caza inmigrantes, puesto que su posición -en extremo moralina- con la que argumentan hasta el cansancio la defensa de su país se queda en un mero bosquejo maniqueo, patriotero y racista de "nosotros los 'americanos' somos los buenos -por el simple hecho de ser 'americanos'- y los otros -los ilegales y narcotraficantes- son los malos, y no porque sean narcotraficantes, sino por ser extranjeros". No obstante, y en resumen, el trabajo de Heineman es un valioso y valiente documento que deja expuesto el problema internacional en el que se ha convertido la presunta guerra contra el crimen organizado; es un sobresaliente ejercicio que expone al narcotráfico como parte de un problema sistémico, como un oxidado engranaje más de la corrupta maquinaria gubernamental. Todo es parte del sistema y a éste le conviene que la situación se mantenga de esta forma; todo está planeado, así funcionan las cosas, el gobierno sigue ganando dinero, por lo que podemos estar seguros que esta supuesta guerra que los habitantes de este estado hemos padecido de primera mano, apenas va comenzando.



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a dupla neozelandesa Jemaine Clement y Taika Waititi escriben, protagonizan y dirigen una divertidísima propuesta en el socorrido aunque en esta ocasión resulta también divertidísimo- formato conocido como 'mockumentary' (o falso documental) con el que rinden culto a la figura del vampiro en el cine, la literatura y en la cultura popular en general, a la vez que satirizan al mítico personaje de la tradición oral europea. En What we do in the shadows (2014), a un reducido grupo de documentalistas les es permitido el acceso con las cámaras a una antigua casona en donde viven cuatro vampiros de distintas generaciones, con marcadas costumbres y opuestas personalidades que hacen de su convivencia cotidiana, una atractiva serie de situaciones que devienen en la más cómica de las experiencias cinematográficas de la que se tenga memoria en años recientes. Primero tenemos a Viago (Waititi), de 379 años de edad, su personalidad lo coloca como el chupasangre más alegre, ingenuo y altamente emocional entre sus 'roomies' -el llorón Louis (Brad Pitt) de Entrevista con el Vampiro, de Neil Jordan, y el carácter aristocrático palpable de la también comedia de horror La danza de los vampiros (The fearless vampire killers, 1967), de Roman Polanski (y de la que les hablé entrega anterior en la serie de artículos dedicados a este particular subgénero en la sección ‘Sangre & Celuloide’) son los referentes principales que se pueden percibir-; Viago es el pivote narrativo y sirve a la vez

de guía en el interior de la casa también habitada por el veterano Petyr (un Ben Fransham sepultado bajo los kilos de maquillaje y prótesis dentales), un milenario vampiro con aproximadamente ocho milenios a cuestas que no es otra cosa que una versión del monstruo primigenio del cine vampírico: el conde Orlok (Max Schreck) en la obra maestra silente de F.W. Murnau, Nosferatu (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, 1922), una criatura guiada por su sanguinario instinto y muy alejado de su lado humano. En la casona también nos encontramos con el desequilibrado Vladislav (Clement), personaje de 862 años reminiscente al histórico empalador rumano Vlad Tepes y al romántico (en la más estricta concepción de la palabra) personaje retratado por Francis Ford Coppola gracias a la versatilidad histriónica de Gary Oldman en Drácula (1992); y por último tenemos a Deacon (Jonathan Brough), el más joven del grupo con tan solo 183 años y el más impulsivo e irresponsable de la casa; un personaje guiado por una filosofía hedonista que se cree un gran Casanova, y por supuesto nos remite al instante a ese salvaje David de Kiefer Sutherland en Los Muchachos Perdidos (The Lost Boys, 1991), de Joel Schumacher, y también a Lestat en la ya mencionada cinta de Jordan -ambas son las referencias más claras de las que bebe este personaje. What we do in the shadows lleva el nivel del humor absurdo hacia territorios verdaderamente poco explorados en el cine actual, valiéndose del humor negro

para realizar una parodia de la conducta social occidental, utilizando en todo momento el punto de vista estos personajes de añejas costumbres para hablar también de las subculturas urbanas contemporáneas. En un ejercicio parecido al que hiciera Ralph Bakshi con el felino personaje creado por el caricaturista contracultural Robert Crumb en su traslación al celuloide, Fritz el gato (Fritz the cat, 1972), en donde a cada sector social correspondía un grupo de personajes animales antropomorfos con características especiales -los policías son cerdos, los nazis son reptiles, y los negros, cuervos-, los responsables de este falso documental otorgan propiedades peculiares a las subculturas contemporáneas que los vinculan con zombies, licántropos, entre otras especies de la cultura fantástica. Los ochenta y seis minutos de metraje no tienen desperdicio alguno y dan fe del gran conocimiento que posee la pareja detrás del proyecto en cuanto a este fantástico subgénero, pues es gracias a ello que logran mantener a la cinta desbordante en referencias y guiños cinematográficos y/o literarios, amén que logran darle una cohesión en cuanto al tono y estilo, pues con gran audacia van dando saltos hacia distintos géneros como el horror, la comedia slapstick o el slasher, mezclando también el humor más naif que provoca ternura con el más mordaz que resulta hilarante, haciendo de esta modesta propuesta, una joya del cine cómico y vampírico.



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organa es una soprano transgénero, que está decidida a quitarse lo que no va con su cuerpo. En su vida común, ella es una mujer, pero sabe que algo la hace recordar que hay algo de hombre en ella, y está convencida que necesita ese cambio para sentirse satisfecha. Este documental es realizado por Flavio Florencio quien logra captar, la necesidad y sensibilidad de Morgana por luchar por su ideal. Así, Morgana entra en un certamen de belleza en Bangkok donde asisten representantes de todo el mundo; es igual al que conocemos: desfiles en vestidos típicos, de noche, preguntas, etc., la única diferencia es que todas son “trans”. Aquí Morgana conoce a Miss Venezuela, que es muy divertida y hacen una buena amistad, ellas comparten experiencias y tips para sobresalir entre la competencia. Lamentablemente Morgana no gana el concurso, pero es contactada por un doctor muy reconocido que realiza las cirugías de cambio de género. Ella está muy emocionada, acude a la cita para la explicación del proceso y de las posibilidades de cirugías que puede tener, pero hay algo que la inquieta: el costo de la

cirugía. Ella no cuenta con el dinero, desde la primera persona que la atiende son muy amables pero no le dan información del costo cosa que la angustia, pues de que le sirve la información si al final no tendrá el dinero. Mas que el “cómo” consigue su meta, es la actitud con la que lo logra, siempre es positiva y con la idea firme y clara de querer una vagina; ella está dispuesta a hacer cualquier cosa, con la finalidad de sentirse una mujer completa. Cuando tienes una operación, por la causa que sea, siempre hay un familiar, alguien que te acompaña y apoya en esos momentos de dolor y angustia; entonces ¿por qué en su cirugía de cambio de género nadie estaba con ella?, quizá fue la geografía, pero si hubiera sido en México alguien la hubiera acompañado. Nuestra cultura, nuestras familias, todavía no aceptan diversidad que existe, los queremos, pero que la gente no se entere que son diferentes. Prueba de ello es que cuando Morgana regresa a México, va a visitar a su familia y se tiene que transformar en él, para no incomodar y tener una visita agradable especialmente con su padre.



E

l cine vampírico está más vivo que nunca y continúa ofreciendo propuestas frescas y auténticas de este muy mancillado subgénero en el que se cree que ya todo está dicho. Apenas el año pasado atestiguamos en las salas mexicanas una de las más fascinantes cintas de vampiros: Sólo los Amantes sobreviven (Only Lovers Left Alive, 2013), de Jim Jarmusch, con Tom Hiddleston y Tilda Swinton como la milenaria y melancólica pareja vampírica protagonista. Ahora, el ejemplo más reciente, A Girl Walks Home Alone at Night (2014), llega desde latitudes improbables: Medio Oriente. La realizadora iraní Ana Lily Amirpour firma el guión de su primer largometraje, un western vampírico presentado en blanco y negro que se ubica en el ficticio pueblo fantasma de Irán llamado Bad City, donde en un entorno de sordidez, muerte y soledad, germina un peculiar romance entre Arash (Arash Marandi), un soñador narcomenudista, y La Chica (Sheila Vand), una vampiro que vaga por las calles en busca de sangre. A través de un estilo videoclipero bajo la propuesta monocromática de Lyle Vincent, conocemos a los dos personajes centrales: Arash, un joven que, vía narcomenudeo, intenta subsistir y a duras penas logra mantenerse a él y a su padre Hossein (Marshall Manesh); y La Chica, una vampiro que por las noches sale a cazar por las fantasmales calles de la ciudad. La pareja se conoce una noche que él se cree un verdadero vampiro mientras se encuentra bajo los efectos de alguna droga que él mismo mercadea e hipnotizado por la luz de una lámpara en alguna calle por la que merodea la verdadera vampiro sobre una patineta que acaba de robarle a un pequeño incauto (Milad Eghbali) al que ha "persuadido" de ser un buen chico so pena de regresar una noche a devorarlo si no lo hace. En esta historia también se hacen presentes Saeed (Dominic Rains), un exitoso criminal que se ha cobrado con el flamante automóvil clásico de Arash la deuda que su padre tiene con él; y Atti (Mozhan Marnò), una benévola prostituta cuya presencia estará íntimamente ligada con la pareja central.

En A Girl Walks Home Alone at Night, Amirpour se decanta por utilizar los silencios más que los diálogos para contarnos esta historia de amor improbable entre un humano y una vampiro; dos seres solitarios y perdidos que súbitamente se encuentran el uno frente al otro. Pero la ópera prima de Amirpour está lejos de ser una historia de amor vampírico convencional, pues el relato se aleja diametralmente de las comunes historias románticas que tanto la literatura barata juvenil, así como la industria hollywoodense y televisiva se han encargado de maquilar en los últimos años. La película, por el contrario, es una oda al terror lynchiano y a los duelos de los spaguetti-westerns, sólo que ahora es la damisela quien rescatará al que en esta ocasión es el vaquero en desgracia. La película es una sofisticada mixtura de géneros y estilos con una sorprendentemente versátil banda sonora que funciona como el elemento determinante con que se termina por refrescar una vez más a este subgénero y, de paso, se empodera también al género femenino que tan desdeñado ha sido dentro de este tipo de cine. Con este su primer largometraje, Ana Lily Amirpour ha conseguido un clásico de culto instantáneo, un sólido ejercicio de estilo que deviene en una fascinante pieza vampírica donde la estética y atmósferas logran momentos verdaderamente escalofriantes; la sencillez de su premisa y la apabullante puesta en escena son sus principales puntos a destacar, sin olvidar por supuesto el formidable trabajo actoral con el que se sostiene este enrarecido cuento de personajes marginales y amores vampíricos. A Girl Walks Home Alone at Night es una de las imprescindibles del año.



T

he Tribe (Plemya; 2014), ópera prima escrita y dirigida por el ucraniano Miroslav Slaboshpitsky que en su haber fílmico cuenta con cuatro cortometrajes previos, se centra en Sergey (Grigoriy Fesenko), un adolescente de carácter inocente que, al ingresar a un nuevo instituto escolar especializado en sordomudos, tiene que adaptarse rápidamente y encontrar su lugar dentro de la jerarquía de la pandilla escolar (obviamente la Tribu del título) que está involucrada en los negocios del crimen y la prostitución de chicas del colegio, 'padroteadas' por el jefe de la banda conocido como 'el Rey' (Alexander Osadchiy). Gradualmente, tras superar los ritos de iniciación y conocer sus códigos de conducta, Sergey comienza a cometer varios robos junto con los otros miembros de la cuadrilla, así va escalando en la pirámide y alcanza las más altas esferas de la organización, pero un accidente ocurrido a uno de los líderes de la banda lleva a Sergey a un acercamiento íntimo con Anya (Yana Novikova), una de las chicas prostitutas y novia de 'el Rey', obligándolo a romper las reglas no escritas de la tribu para poder sobrevivir. La ganadora de la Semana de la Crítica en el pasado Festival de Cine de

Cannes, es narrada única y exclusivamente a través del lenguaje de señas, con ruido ambiente y sin florituras sonoras o acompañamientos de tipo alguno. Sólo la fuerza de la imagen y la expresividad facial y corporal de los actores (disparada por los impulsos emocionales de sus personajes), es lo que Slaboshpitsky necesita para conquistar la transformación de una sencilla anécdota en un oscuro thriller que da fe de la violencia escolar y social en la clase baja ucraniana. Recurrentes encuentros sexuales, embarazos inesperados, abortos clandestinos, accidentes, peleas, acoso escolar y asaltos, esto es tan sólo una parte de la vida de estos jóvenes ucranianos que es retratada de una extraña manera, una paradójica mezcla entre documental y ficción estilizada, pero sin perder ni un poco de su perturbadora naturaleza. The Tribe es un filme donde el lenguaje narrativo es muy poco explorado, pero dentro de estos límites que se autoimpone, los recursos de los que echa mano son ingeniosamente explotados. El estilo del cinefotógrafo Valentyn Vasyanovych, con extendidas escenas que parecen extraídas de un mundo onírico debido al destacable trabajo de cámara en mano que se siente flotar en el ambiente, nos recuerda in-

mediatamente a otra exploración del violento mundo juvenil: Elephant (2009) de Gus Van Sant, donde las largas secuencias en las que acompañábamos a los personajes en su cotidianidad académica del día con día funcionaban para crear una conexión emocional, como un personaje más, siempre presencial de los hechos pero incapaz de intervenir en lo sucedido. Con The Tribe estamos ante una mirada enrarecida e íntima a la violencia y la sexualidad muy al estilo de Kids (1995) de Larry Clark, especialmente cuando nos adentramos en la segunda mitad de la película, pues en este marco temporal las emociones, la sexualidad y la violencia germinan y explotan de una manera irreversible, guiándonos hacia un desenlace por demás devastador. Y es que el trabajo de Slaboshpitsky es de una autenticidad y rareza excepcionales, una propuesta desesperanzadora y reflexiva sobre la juventud en la que sobresale esa secuencia final, tan brutal y brillantemente ejecutada que es imposible quedar indiferente ante esta experiencia cinematográfica.



E

l amor hacia la familia es un factor de peso a la hora de realizar un plan a futuro. Muchas veces se tiene que dejar por un tiempo, o en otros casos definitivamente, cualquier aspiración personal, para dedicarse a colaborar en el bienestar familiar. Esta situación se hace presente sobre todo en los hijos, que sienten cierto compromiso moral de apoyar a los padres, de regresarle un poco de lo mucho que han hecho por ellos. Pero en el caso de Paula (Louane Emera), ella cree que en su ausencia la vida de su familia se le complicaría bastante, ya que tanto sus padres como su hermano menor son sordomudos. Paula sirve como su intérprete, ella es su manera de comunicarse, ella es su voz. La Familia Bélier vive en una granja en una hermosa campiña francesa, y todos se dedican al negocio familiar de vender en un mercado local los alimentos producidos en su hogar. Paula está en la adolescencia, es algo inocente y se encuentra en pleno despertar sexual. Ella estudió en un colegio convencional de la ciudad más cercana. Ahí comienza a tomar clases en el coro de la escuela, sin saber que tiene un talento oculto: su hermosa voz (Emera fue participante de la edición francesa del programa de televisión The Voice). El profesor del coro se da cuenta del potencial que tiene Paula para el canto y se compromete a desarrollar al máximo su talento para así ayudarle a poder entrar a una prestigiosa escuela de música en París. La chica está ilusionada con la idea, aunque el asunto de su familia la pone en conflicto, ya que por el padecimiento de los Bélier uno creería, al igual que Paula, que se encuentran desprotegidos, cuando en realidad son personas autosuficientes, llenos de energía, miembros respetables y queridos de la sociedad, tanto así que el padre Rodolphe (François Damiens) se

lanzará cómo candidato a gobernador de su pueblo con el apoyo incondicional de su esposa Gigi (una encantadora Karin Viard) y motivado por la incompetencia del gobernador actual. "El pueblo ya votó por un imbécil, pueden hacerlo por un sordomudo", dice el patriarca de los Bélier. Rodolphe y Gigi son una pareja plena y competente para el cuidado de su hijo menor Quentin, interpretado por el joven Luca Gelberg, quien es el único miembro de la ficticia familia que es sordo en la realidad. El resto del elenco tomó clases de señas y expresiones. Paula debe entender que aunque falte ella el resto de los Bélier sabrá como arreglárselas. La Familia Bélier (2014) se convirtió en un rotundo éxito en taquilla y obtuvo un muy buen recibimiento por la crítica mundial, llevándose de paso varias nominaciones a los premios César, ganando el galardón a estrella revelación para Louane Emera. Es agradable que una película como esta triunfe, pues por lo general las cintas que tratan de resaltar los valores familiares suelen recurrir a la manipulación emocional a través de un sentimentalismo barato como en los casos recientes de El Gran Pequeño (2014) y No se aceptan devoluciones (2013), pero el director de la cinta, Éric Lartigau, se aleja de esta fórmula y nos ofrece un retrato familiar fresco, divertido y honesto que logra el cometido de este tipo de cintas; se trata de una propuesta cautivante pero lo logra de una manera más natural, haciendo uso de una comedia ágil y de la música como las herramientas primordiales para lograrlo. El que en determinado momento cada miembro de la familia tenga que tomar su camino no significa el final de ella, sino el inicio de una nueva aventura.



M

élanie Laurent fue catapultada a la fama internacional por su papel de Shosanna en la extraordinaria Inglorious Basterds (2009), de Quentin Tarantino, aunque para ese entonces ya había participado en varias películas europeas y había llamando la atención de los críticos, recibiendo varios reconocimientos por su trabajo. Dos años después descubriríamos también su talento musical con su primer disco, En t'attendant, en el que participó con el cantante Damien Rice; ese mismo año nos enteramos que como directora era también bastante competente y presentó su ópera prima, Les Adoptés, la cual también protagonizó al lado de Marie Denarnaud y Denis Ménochet. Con Respira (Respire, 2014), su segundo largometraje, confirma que tras la cámara tiene una prometedora carrera. La película es una adaptación libre de la novela homónima de Anne-Sophie Brasme, y explora la intensa y peligrosa relación de amistad entre dos jóvenes adolescentes -y el despertar sexual de una de ellas- en Francia. Charlie (Joséphine Japy) es una chica de 17 años que padece asma y que, a pesar de ser una buena estudiante y tener a su grupo cercano de amigos en el colegio, vive desilusionada por su situación familiar y los problemas maritales que enfrentan sus padres, quienes se separan y se reconcilian constantemente, una situación que parece estar transformándose en una malsana costumbre. Sarah (Lou de Laâge) es la chica nueva en el colegio, una adolescente guapa, sensual y atrevida, todas las cualidades que Charlie siempre ha querido tener. Entre ambas se establece una amistad que irá creciendo y fortaleciéndose hasta convertirse en algo más, una relación que los secretos y las mentiras irán transfiguran-

do en algo trágico, algo que nos permiten intuir desde una de las primeras clases en el colegio donde hablan de los vicios y las virtudes de la pasión según Nietzsche, de su carácter liberador pero también (y sobre todo) esclavizante. El segundo trabajo de Laurent tras la cámara resulta verdaderamente remarcable, es con maestría narrativa (apoyada por la lente prodigiosa de Arnaud Potier y el score de Marc Chouarain) que crea atmósferas frías y sofocantes para colocarnos al frente de esta profunda relación de amistad que se transforma, poco a poco, en algo más íntimo pero también más peligroso. El ritmo pausado nos permite acompañar íntimamente a estas nuevas amigas en su gradual acercamiento emocional, sobrellevando sus respectivos problemas familiares: Charlie no soporta que su madre siempre perdone a su padre abusivo y violento -"¿por qué siempre lo perdonas?", pregunta finalmente la retraída adolescente, "porque no sé hacer otra cosa", responde resignada su madre-. Por su parte, Sarah dice sentirse agobiada por el distanciamiento físico y emocional de su madre, aunque su realidad sea mucho más grave que un simple desapego materno-filial. A las chicas las vemos ayudarse mutuamente de cierta manera, y entonces, Laurent también nos permite una mirada cercana al paulatino resquebrajamiento de la relación cuando atestiguamos la codependencia de Charlie hacia Sarah, y cuando los abusos psicológicos de Sarah hacia Charlie también se dejan ver. Esta tóxica relación se logra gracias al formidable trabajo de las dos chicas protagonistas, cada una haciendo propio su rol de una manera sorprendente, tanto Joséphine Japy en su papel de la introspectiva y frágil Charlie, como Lou de Laâge en-

carnando a Sarah, entregan una trabajo potente, con bríos, pero también con una ternura desbordante que nos recuerda inevitablemente a esa otra gran pareja fílmica de la cinematografía francesa contemporánea que supuso la dupla de Adèle Exarchopoulos y Lèa Seydoux de 'La Vie d'Adele' (2013). Cada secuencia de la película es testimonio de que la polifacética Laurent es poseedora de una gran sensibilidad y una envidiable destreza narrativa; para corroborar esto no hace falta más que revisar el plano secuencia que sigue a Sarah a casa, el cual es transformado poco a poco en un travelling, para luego permanecer finalmente como una toma fija que descubre la opresiva realidad del entorno familiar en el que vive la adolescente y que propicia el giro que se presenta en la trama en su tercer acto. Respira es una cinta que se va cocinando a fuego lento, que comienza de una manera pausada, que se toma su tiempo para diseccionar el tema de la amistad adolescente y la inmadurez emocional para, entonces, transmutar en un demoledor tratado sobre las relaciones codependientes a través de estos personajes de carne y hueso que se complementan pero que también, en esencia, no sólo se repelen, sino también se destruyen. Un trabajo sobresaliente que va más allá de explorar la amistad en esta particular etapa de la vida, sino que estudia la pasión y la violencia reprimida que invariablemente terminará por estallar. El resultado es una propuesta de alta sensibilidad artística, una película íntima, inteligente, desequilibrada, arriesgada y emocionalmente rebosante que aunque se deja evidenciar su desenlace, éste no deja indiferente a nadie.



P

ixar, a pesar de sus graves tropiezos -entiéndase Cars 2 (2011), de John Lasseter y Brad Lewis-, nos tiene acostumbrados a una calidad técnica y argumental que sobrepasan la media de la producción de cintas animadas y ha sido responsable de obras maestras de la cinematografía tales como WallE y Toy Story 3. Este mes ha llegado a los cines su más reciente producción: Intensa-Mente (Inside Out, 2015), una arriesgada cinta cuya premisa se desarrolla en la mente de una pre adolescente, deconstruyendo el proceso emocional por el que todo ser humano atraviesa durante esta etapa de la vida. Inspirado en las experiencias con su propia hija Elie, Pete Docter -el codirector del filme junto a Ronaldo del Carmen, quien debuta en la dirección de largometrajes- escribió la premisa básica que el guionista Michael Arndt posteriormente desarrolló para crear una detallada historia sobre la complejidad de las emociones humanas marcadas por las experiencias cotidianas. Intensamente es la historia de Riley, una pequeña de 11 años que, como es propio de su edad, está teniendo importantes cambios emocionales, los cuales se ven magnificados exponencialmente por una repentina mudanza que acarrea el nuevo trabajo de su padre, por lo que la familia se ve obligada a trasladarse de

su amado y frío estado de Minnesota a la desangelada -por lo menos para ellaciudad San Francisco. Y es que a pesar que la premisa podría sonar como a cualquier otra película de viacrucis emocionales adolescentes, lo destacable del filme es que nos muestra cómo se van dando todas estas reacciones psicofisiológicas dentro de la mente de Riley a través de la representación de cinco emociones básicas -Alegría, Tristeza, Furia, Miedo y Desagrado- que la van guiando en su día a día desde un sofisticado centro de operaciones donde (con)viven para obtener las mejores experiencias cotidianas que conformen sus recuerdos a largo plazo y forjen su personalidad de una manera óptima. Lo dicho: psicología para las masas y la animación como catarsis. Intensa-mente es conceptualmente original y formalmente excepcional; estamos frente a un clásico instantáneo de la animación con el que nuevamente Pixar se coloca en la cumbre de la producción de cintas animadas a nivel mundial. La dupla de directores ha creado un híbrido entre el serial de culto noventero La Cabeza de Herman (Herman's Head, 1991-1994) y la bizarra ¿Quieres ser John Malkovich? (Being John Malkovich, 1999), de Spike Jonze, pero con un atractivo tratamiento visual -el diseño de arte y de personajes es simplemente fenomenal- y un tono familiar que no le

resta inteligencia y, por el contrario, sí le agrega mucho sentido del humor al tiempo que también posee una carga demoledora de emotividad. El filme nos lleva por un melancólico tour por esas situaciones que atravesamos en nuestra vida -la pérdida de la inocencia, la transición de la infancia a la adolescencia, el primer altercado con los padres, el sentimiento de soledad, la necesidad de pertenencia, etc.-, todos los tragos agridulces que representan el sortear los obstáculos en el crecer y el madurar emocionalmente. En esta odisea emocional se abordan varios aspectos de la psicología humana desde una perspectiva innovadora, moviéndonos a la reflexión sobre nuestra manera de pensar y sobre la importancia del conocimiento íntimo de nuestras emociones. La arriesgada producción de Pixar vuelve a demostrar que el muchas veces marginado cine de animación no tiene nada que pedirle a las propuestas live action, mereciendo ocupar las categorías a lo mejor del año en la misma rama que las cintas protagonizadas por actores de carne y hueso. Intensa-mente es cine del grande, cine inteligente y divertido, cine que reivindica al género de animación como un cine a la altura de cualquier propuesta artística cinematográfica sin importar la técnica con la que haya sido realizada.



E

l nuevo filme de la francesa Pascale Ferran, directora de la galardonada Lady Chatterly -merecedora de cinco premios Cesar incluyendo Mejor Película en 2007-, es una historia con toques de fábula sobre la búsqueda de la felicidad en el mundo contemporáneo. La premisa de Alas de Libertad (Bird People, 2014), escrita por la misma directora con la ayuda de Guillaume Bréaud, se divide en dos capítulos que siguen al mismo número de personajes diametralmente opuestos pero igualmente frustrados por sus vidas. Así nos encontramos con Gary Newman (Josh Charles), un importante ejecutivo estadounidense que se encuentra en París para cerrar un importante negocio; tras una exitosa reunión por la mañana, y con un nuevo viaje esperándolo muy temprano al día siguiente para continuar en su agenda de tratos internacionales, el hombre de negocios tiene un repentino ataque de ansiedad duran-

te madrugada, una epifanía que le hace tomar la decisión más radical de su vida: abandonar su trabajo y su familia para encontrarse a sí mismo... o por lo menos intentarlo. Por otro lado está Audrey (Anaïs Demostrer), una joven mucama que trabaja en el hotel en el que se hospeda el ejecutivo con crisis existencial similar a la que ella también enfrentará. Alas de Libertad es un sui generis tratado sobre la infelicidad, la frustración, el materialismo y la soledad en las sociedades occidentales contemporáneas; Pascale ofrece una tesis bastante atípica y muy arriesgada, pues lo que en la primera parte guardaba un tono de análisis a las frustraciones y la búsqueda de la felicidad desde un prisma intimista, en la segunda mitad del relato éste adquiere características de fábula donde un gorrión, presente en las dos historias con mayor o menor protagonismo en sus respectivas escenas climáticas -la charla/rompimiento de Gary con su esposa y el paseo nocturno de Audrey por la ciu-

dad-, se manifiesta como símbolo de la anhelada libertad, para finalizar con reminiscencias del cuento de hadas de La Cenicienta. El último trabajo de la directora parisina, estrenado en 2014 dentro de la sección Un Certain Regard en el festival de Cannes, es una excéntrica pieza que no es para todos los gustos. No habrá medias tintas con este filme: habrá quienes conecten con su propuesta, aunque al tiempo habrá quienes la aborrezcan al no aceptar los convencionalismos cuya asimilación es necesaria para poder entrar en su juego. Alas de Libertad es un melancólico díptico sobre el hastío y la deshumanización provocada por el materialismo obsesivo de una sociedad ansiosa de posesiones; pero es también una cinta que posee en su desenlace un atisbo de luz con el que tímidamente ofrece un poco de esperanza para poder cambiar el rumbo hacia el (re)encuentro con nosotros mismos.



H

ace 18 años vimos por última vez las aventuras de Goku y compañía, cuya historia tuvo su desenlace allá por 1997 con la serie Dragon Ball GT. Apenas el año pasado nos llegó la noticia de que su creador, Akira Toriyama estaba trabajando en lo nuevo de Dragon Ball, informe que llenó de emoción a todos los que crecimos con la serie. ¿Pero no se suponía que ya habíamos visto todo de este anime? Parece ser que por lo poco exitosa que fue Dragon Ball GT, la ausencia de Toriyama en ese proyecto y el repudio de muchos fans, hizo que su creador diera borrón y cuenta nueva, dejando de lado a Dragon Ball GT para continuar con la historia. Así que en julio se estrenará en Japón Dragon Ball Super, la cual será la continuación de Dragon Ball Z. Pero previo al próximo estreno de la serie, se decidió lanzar dos películas que nos servirían para calentar motores antes de ver Dragon Ball Super: Dragon Ball Z: La batalla de los dioses (2013), que se estrenó el año pasado en México, y Dragon Ball Z: la resurrección de Freezer (2015), que acaba de llegar a los cines de todo el país. La historia se desarrolla tiempo después de lo acontecido en Dragon Ball Z: La batalla de los dioses, y aunque todo está en aparente calma, existen algunos seguidores de Freezer que

viajan a la Tierra para recolectar las esferas del dragón y traer al temible villano a la vida y junto a él acabar con el planeta. Como siempre, nuestros héroes se reúnen para derrotar a Freezer y su enorme ejército, pero el villano vuelve más fuerte que nunca y con una nueva y poderosa transformación . Lo que no sabe es que Goku y Vegeta han estado entrenando y al igual que él han elevado sus fuerzas considerablemente. La franquicia suele sacar muchas películas que son independientes a la trama de la serie, algo así como capítulos especiales de hora y fracción. En México la mayoría no se estrenaron en cine pero con el furor del regreso de la serie, los fans latinoamericanos hicieron una agresiva campaña para que estas nuevas cintas fueran estrenadas en la pantalla grande, y que el doblaje fuera con los mismos actores que lo venían haciendo anteriormente. Y a pesar de que la película no es la mejor lograda de todas las de la serie y se siente un poco apresurado su desarrollo resulta bastante entretenida y con todo el encanto de la serie original, aunque tampoco es imprescindible verla. Sólo es el preámbulo a algo más grande que está por venir. Dragon Ball está de vuelta. ¡¡Demonios!!, justo cuando uno creía que ya era tiempo de madurar.



C

ualquier remake es innecesario. No hay argumento alguno -de verdad, ninguno- que valide la reelaboración de un filme. De cualquier manera siempre habrá en Hollywood quien busque el éxito con formulas ya comprobadas y se aventure a reconstruir una historia en la pantalla grande. Ahora bien, si ya de plano se piensa producir un refrito fílmico, creo que el mínimo respeto que se le debe guardar a la cinta original es precisamente perderle totalmente el respeto y tratar de no copiar al carbón sus mejores secuencias, sino adaptar la historia y adoptar una nueva forma de contarla. Desafortunadamente Poltergeist: Juegos Diabólicos (Poltergeist, 2015), de Gil Kenan, le tiene mucho -demasiado- respeto a la original. La película ochentera dirigida con gran pulso por Tobe Hooper y producida por Steven Spielberg -quien no puedo dirigirla por estar atado a la realización de E.T. El Extraterrestre (E.T.) que por cierto se estrenó con tan sólo una semana de diferencia con respecto a la película de Hooper- es un filme de culto que se ganó su lugar como una de las mejores películas de la década dentro del género de terror estadounidense, y cuyo éxito permitió que se desarrollaran dos secuelas. Esto además de estar cubierta por un halo de tragedia y maldición que recayó sobre parte del elenco -Dominique Dunne (quien encarna a la hermana mayor) murió estrangulada por su pare-

ja John Thomas Sweeny; Heather O'Rourne (la pequeña Carol Anne) murió de estenosis intestinal a los 12 años en 1988; Julian Beck (el reverendo Kane en la secuela) falleció a causa de cáncer en 1985; y Will Sampson (el brujo Taylor en la ficción) murió en 1987- debido a que los esqueletos utilizados en una de las secuencias climáticas del filme eran cuerpos reales, pues al encargado del diseño de arte, Craig Raiche, le pareció que utilizar esqueletos artificiales sería mucho más costoso que trabajar con cadáveres reales. Con semejante antecedente ha llegado a las pantallas este remake que, como homenaje, es un trabajo apenas decente, pero que como propuesta cinematográfica se queda a medio camino. Y es que aunque el manejo del suspenso y la tensión es llevada con corrección por grandes momentos en la primera mitad del metraje, el resultado final es un filme profundamente impersonal que no sobresale en ningún aspecto. Poltergeist no se arriesga a tomar al toro por los cuernos y hacer propia la historia de la familia asolada por los espíritus de los cadáveres sobre cuyas tumbas han edificado la zona de los suburbios a la que se acaban de mudar. A lo más que se atreve esta nueva versión es a jugar con los elementos de la historia original para disponerlos de una manera un tanto distinta -agregando el uso de la tecnología a la anécdota, por ejemplo- y a lo largo de los minutos, en los que cabe señalar

que jamás se pierde el ritmo del relato, ofrecer algunos efectos de manufactura impecable. El reparto tampoco ayuda mucho, pues a pesar que tenemos a los solventes Sam Rockwell y Rosemarie DeWitt como los padres de familia, en ningún momento logran superar en encanto a los personajes del filme original. De hecho se echa muchísimo de menos a los secundarios que interpretaron a la pareja de parapsicólogos conformada por Beatrice Straight como la Dra. Lesh y la fantástica Zelda Rubenstein como la enigmática vidente Tangina. En cambio, aquí tenemos a Jane Adams como una perpetuamente acongojada Dra. Brooke Powell y a un petulante vidente llamado Carrigan Burke encarnado por un Jared Harris que se advierte más ansioso por cobrar su cheque que por tratar de hacernos creer que es en un legendario experto en fenómenos paranormales. En resumen, Poltergeist es una propuesta mediocre que se perderá en el olvido o encontrará un nicho cuando la repitan ad nauseam en Canal 5, pues en estas épocas de Conjuros, Noches de Demonios, y Actividades Paranormales, se requiere de mucho más que buenos efectos especiales -y dejar de lado el humor bobo- para colocarse entre las realmente trascendentales historias de terror en el mundo del cine contemporáneo.



L

a ópera prima del francés Yann Gonzalez posee una premisa -escrita por él mismo- que no se podría plantear de una manera más sencilla: una pareja de amantes (Niels Schneider y Kate Moran), junto con su mayordomo travesti (Nicolas Maury), planean una orgía a la medianoche para la que han convocado a la Puta (Julie Brémond), el Adolescente (Alain-Fabien Delon), la Estrella (Fabienne Babe) y el Semental (Eric Cantona). Siete peculiares personajes que, antes de entregarse al frenesí sexual durante toda la madrugada, deberán conocerse unos a otros. La charla que sostienen de manera previa al encuentro sexual aborda temas que van desde el amor, el sexo, la libertad y la familia, dejando también al descubierto la verdadera personalidad de cada uno de los presentes a través de los episodios -a manera de flashbacksen los que los personajes dejan ver sus no tan luminosos pasados repletos de heridas causadas por carencias y/o excesos; de entre esta serie de viñetas, sobresale la perteneciente al origen de la

pareja central y la sui generis relación que mantienen con su mayordomo travestido. Echando mano de un sobresaliente score electrónico -compuesto por su propio hermano: Anthony Gonzalez de M83- que comienza a sonar cuando los protagonistas activan con la palma de su mano una sofisticadísima 'jukebox' que reproduce la música de acuerdo al estado de ánimo de quien la impulse, y con un estilo que recuerda en varias ocasiones al cine del jovensísimo Xavier Dolan o al del ya veterano Pedro Almodóvar -sobre todo por ese humor negrísimo cortesía siempre del personaje encarnado por Nicolas Maury que no le pide nada a ninguna de las mejores chicas Almodóvar-, Gonzalez nos hace acompañar a los personajes por numerosos pasajes de corte teatral y poético, como una cárcel sexual, un escenario onírico, un cementerio en la época de las Cruzadas, etc., y aunque se noten artificiosos con una cuidadísima dirección de arte, no obstruyen el camino para diseccionar e invitar a la reflexión sobre la naturaleza

sexual humana, sobre todo porque en esos espacios los habitantes son personajes complejos con los que podemos sentir empatía o alguna conexión al reconocer alguna(s) característica(s) en nosotros mismos. Les rencontres après minuit -que se presentó el año pasado fuera de competencia en la Semana de la Crítica en el marco del Festival Internacional de Cine de Cannes, el cual le rindió un homenaje este año al realizar el cartel oficial de dicha sección oficial con una clara alusión a la secuencia inicial del filme con la chica montada con un joven con casco en una motocicleta- es un primer experimento que sale más que bien librado y nos ofrece una poética mirada a la complejidad de la sexualidad humana, un muy afortunado debut por parte de Gonzalez, quien nos regala postales de gran belleza que se quedarán en la memoria para siempre y que se perfila como uno de los talentos más prometedores del cine contemporáneo.



H

ace 30 años James Cameron cimentó sólidamente las bases de una de las franquicias de ciencia ficción estadounidense más exitosas. Terminator (The Terminator, 1984) planteaba la misión de Kyle Reese (Michael Biehn), un soldado del ejército de la Resistencia humana en un mundo postapocalíptico dominado por las máquinas, que viajaba a la década de los ochenta para proteger a Sarah Connor (Linda Hamilton) madre del futuro líder de la resistencia John Connor, que busca ser asesinada por un avanzado robot bélico (Arnold Schwarzenegger) enviado por la inteligencia artificial Skynet. Una formidable segunda parte -Terminator 2: Juicio Final (Terminator 2: Judgement Day)- que superó en todos los sentidos a su predecesora -convirtiéndose en un clásico de culto noventero y en un parte aguas en el terreno de los efectos especiales-, una desastrosa tercera entrega, y una competente cuarta cinta, conforman la irregular saga postapocalíptica que ahora nos presenta su quinta entrega con el objetivo de relanzar la franquicia con los mismos personajes pero en una línea de tiempo alternativa. Terminator: Génesis (Terminator: Genisys, 2015), ahora bajo el mando del director Alan Taylor -responsable de Thor: Un Mundo Oscuro (Thor: A Dark World, 2013) y algunos episodios de Juego de Tronos (Game of Thrones)-, replantea la misión de Kyle Reese (ahora encarnado por Jai Courtney) para salvar a Sarah Connor (Emilia Clarke, del show de culto de HBO ya mencionado); pero un atentado en contra de

John Connor (Jason Clarke) justo en el instante del viaje en el tiempo de Reese, crea una fractura espacio-temporal y el pasado al que llega el soldado es muy diferente al que esperaba encontrar: la mesera que debía rescatar es una guerrera que ha estado esperando su llegada con la ayuda de Pops (Schwarzenegger), un T-800 enviado del futuro para rescatarla de un atentado en su infancia en 1973 y que desde entonces la ha preparado para convertirse en la madre del líder de la resistencia. Con esta premisa, la franquicia tenía una gran oportunidad para refrescarse y atraer a las nuevas generaciones, pero desafortunadamente la propuesta de Taylor se queda corta en todos los sentidos. Este reboot se siente frágil en todos sus rubros, comenzando con un guión muy poco original que toma demasiadas referencias de las películas anteriores sobre todo las dos primeras de las que retoma varias escenas y las copia vilmente sin un ápice de propuesta personal- para hacer un fan service de dos horas de duración con varios giros en la trama, que aunque arriesgados, no siempre logran ser desarrollados de la mejor manera. Las actuaciones tampoco sobresalen y resulta sorprendente que sea el físicoculturista austriaco quien mejor desempeñe su papel; caso contrario a Emilia Clarke y Jai Courtney, a quienes los icónicos roles de Connor y Reese respectivamente les quedan muy grandes. Y no me mal interpreten, no son actuaciones desagradables, sólo que para estos personajes se necesita de un porte y una actitud tosca distinta a la ligereza con la que se desen-

vuelven los personajes, lo que los hace ser muy diferentes a los que vimos en las películas originales. Y es que Alan Taylor no ha sabido cómo obtener lo mejor de los actores -afortunadamente Schwarzenegger puede interpretar su papel con una mano en la cintura, pero los demás fallan al representarlos-, desperdiciando además a grandes estrellas como J.K. Simmons en un patético papel de policía borracho obsesionado con las teorías de conspiraciones gubernamentales o Matt Smith (así es, el mismísimo de Doctor Who) al que le relegan un tiempo ínfimo en pantalla a pesar de que su personaje es -supuestamente- crucial para la historia. Estamos, entonces, ante un fallido intento por resucitar la saga, pues el director no ha sido capaz de marcar la película de su impronta personal -al igual que ocurrió con la película del superhéroe de Marvel-, pues Terminator: Génesis se trata en general de una película de acción genérica, un blockbuster del montón que no se distingue de la producción que Hollywood maquila año con año, aunque seguramente la nostalgia del público religiosamente partidario de la franquicia, y la curiosidad de las nuevas generaciones ávidas de efectos especiales y entretenimiento netamente palomero estereoscópico -inexistente el 3D, por cierto-, harán que se convierta en un éxito en el box office, garantizando con ello la producción de la "nueva" trilogía que el estudio ya tiene planeada, así que seguramente tendremos más -y esperemos que también mejor- cine de exterminadores apocalípticos en los próximos años.



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ino, un ambicioso agente inmobiliario, conoce a Giovanni Bernaschi, el millonario padre de Massimiliano, el novio de su hija Serena, y al instante en que se entera que éste está creando un fondo de inversión con un presumible 40% de interés anual, no duda en querer entrar como socio en el negocio; no obstante, la crisis europea impedirá que los planes tengan buenos resultados. Carla es la esposa de Giovanni, e intenta salir de su rutinaria existencia como la simple esposa del millonario a través de la restauración de un viejo teatro, con lo que también busca revivir la emoción de sentirse útil, activa, como cuando era actriz durante su juventud; el director artístico de la sociedad con la que busca levantar de nuevo el teatro, le ofrece esa tan anhelada oportunidad. Serena pone fin a su noviazgo con Massimiliano, aunque no quieren contárselo a sus padres y fingen seguir juntos; mientras tanto, un misterioso chico llamado Luca, entra inesperadamente en la vida de Serena, pero su turbio pasado e inestabilidad jugarán en su contra.

Esta triada de sencillas anécdotas se entretejen para conformar un complejo retrato social en la nueva película del italiano Paolo Virzì, El Capital Humano (Il Capitale Umano, 2014), pues gracias un cuidado trabajo de guión, construye personajes multidimensionales de moral y ética cuestionables, a la vez que la estructura narrativa permite guardar varios giros imprevisibles en la historia que detona y gira entorno a un accidente de tránsito ocurrido en una solitaria carretera durante la víspera de Navidad. Esta libre adaptación de la novela Human Capital de Stephen Amidon -publicada en 2004- se presenta con una narrativa fragmentada no lineal a través de cuatro capítulos. Dino, Carla y Serena son los tres protagonistas que dan nombre a los respectivos episodios en los que la historia se nos cuenta desde el punto de vista de cada uno de estos personajes, mientras que el cuarto apartado da nombre al filme y sirve como una suerte de epílogo que termina por atar los cabos de esta historia en forma de bizarro thriller tragicómico.

El Capital Humano es un rompecabezas que se conforma por piezas críticas hacia la civilización occidental -la sociedad italiana y su crisis económica sólo sirven como microuniverso para hablar de un caso universal- a través de personajes de diferentes niveles socioeconómicos que vagan entre el patetismo, la ambición y la mezquindad. Una galería de talentosos actores -sobresaliendo Valeria Bruni Tedeschi como Carla, y Fabrizio Bentivoglio como Dino- dan vida a los variopintos personajes de este filme coral de suntuosa e inmaculada puesta en escena sobre las codiciosas sociedades cimentadas en las apariencias que ven en la vida humana un valor de cambio más, sobre los logros financieros en el capitalismo como única forma válida de éxito, y sobre la volatilidad de la ética y la moral; El Capital Humano posee una premisa muy adecuada para nuestros tiempos que es importante revisar a la brevedad.



P

aul Feig parece haber acabado con la idea que se tenía de que una cinta protagonizada por mujeres no podía ser un éxito en taquilla si no se trataba de un chick flick o una comedia romántica. Sus últimos proyectos Damas en Guerra (Bridemaids, 2010) y Armadas y Peligrosas (The Heat, 2013) han sido un rotundo éxito, cambiando por completo en ellas el rol que jugaban muchas veces las mujeres en el cine y ahora mostrándolas en géneros cinematográficos, situaciones o actitudes que podrían ser normalmente vistas entre hombres, aunando esto a un guión hilarante y haciendo partícipes a talentosos comediantes que le han dado resultados tan satisfactorios. Repitiendo esta fórmula nos trae su nueva cinta Spy: Una espía despistada (Spy, 2015), la cual nos presenta una agente muy poco convencional: Susan Cooper(Melissa McCarthy) es una analista de la CIA, brillante pero insegura, su meta era ser una gran espía pero prefirió conformarse en estar tras un escritorio, mientras Bradley Fine (Jude Law), a quien por cierto ama en secreto, es el que entra en acción y se lleva todo el mérito, cosa que sin la ayuda de Susan seguramente no podría ser. Durante

una fallida misión, Fine es emboscado y asesinado por Rayna Boyanov (Rose Byrne), una acaudalada mujer que tiene en su poder una poderosa arma nuclear, motivo que hace a Susan salir de su zona de confort y aventurarse a terminar la misión que Fine dejó inconclusa, ya que Rayna tiene planes para negociar con dicha arma nuclear. Y aunque su jefa, Elaine Crocker (Alisson Janney) no está convencida en un comienzo de si es buena idea, descubre el tremendo potencial de Susan y la envía encubierta a resolver el caso, con el apoyo de su amiga Nancy (Miranda Hart) y la ayuda involuntaria de otro agente, Rick Ford (un Jason Statham como nunca antes lo habíamos visto). Pero no se dejen engañar por nuestra torpe protagonista, Susan es toda una "badass" que bien podría partirte la cara si ella lo quisiera. Feig repite la fórmula pero ahora en el cine de espías, teniendo como referencia directa a James Bond, así tenemos la acción que veríamos en cintas de este tipo -los créditos iniciales son, de hecho, un homenaje a las cintas del 007-. Sin tratarla de hacer una versión "girly" del agente británico, tendremos persecuciones, escenas de pelea, armas y situaciones un poco absurdas, pero todas ellas

muy bien logradas y aderezadas con una pizca de buen humor. Esta es la tercera colaboración que Feig tiene con Melissa McCarthy, quien protagoniza la cinta y la cual es, junto a Kristen Wiig, referentes femeninos obligados de la comedia americana actual (por cierto ya viene el remake femenino de Ghostbusters con ella a la cabeza del reparto) y con esta cinta sólo viene a reafirmar su status. El tenerla a ella ya es garantía de que te vas a divertir, y el resto del elenco está igualmente a la altura de la protagonista, respaldándola con sus cómicas interpretaciones, destacando una bella y al igual graciosa Rose Byrne, la prácticamente desconocida Miranda Hart y un normalmente inexpresivo Jason Statham mofándose del tipo de papeles que el normalmente hace. Spy: Una espía despistada es una cinta ligera y entretenida, que para los "conocedores" no se les hará la gran cosa, pero si se va a ver una comedia como ésta, sabemos qué esperar. Qué mejor que la cinta te haga reír sea más por lo bien hecha que está que por ser algo absurdo y tonto como muchas veces las cintas del género llegan a ser.






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n el número anterior de nuestra revista se habló de algunas de las series de televisión, y dentro de mi artículo hice mención de varias series de televisión, ya que yo crecí con muchas de ellas, como es el caso de Misión Imposible, que fue una de mis series favoritas. Recuerdo sentarme a ver esta increíble serie con mis padres, era de las pocas veces que se me permitía dormir un poco tarde ya que teníamos por obligación irnos a la cama después de que la Familia Telerín nos deseara buenas noches, así que tengo que agradecerle a mis padres el gusto por las series y películas de espías y de mucha acción. En esta ocasión toca turno hablar nuevamente de ella, pero en su quinta entrega en la pantalla grande: Misión Imposible Nación Secreta, en la que veremos a una Agencia la FMI que se encuentra fuera de circulación y el surgimiento de una nueva agencia o grupo terrorista que quiere apoderarse del mundo por medio del caos originado por ataques terroristas. Pero al parecer, con la ayuda de algunos agentes ingleses que lo apoyan, lucharán contra este oscuro grupo que trata de apoderarse y tener el control de todo el mundo.

¿Qué podemos esperar de esta nueva entrega? Pues para empezar muchísima acción, como siempre esta nueva entrega se encuentra llena de mucha acción, muchas peleas y acrobacias del gran súper agente Ethan Hunt (no olvidar que muchas de las escenas de acción de este súper espía, son hechas por el actor que lo encarna, el mismísimo Tom Cruise); además que no puede faltar el toque cómico por Simon Pegg, y por supuesto que no puede faltar mucho efecto especial y buena música. Ya queda muy poco tiempo para verla, y más porque se adelantó su estreno, pues estaba pensado su lanzamiento para diciembre, pero el dinero hizo que se cambiara porque la presencia de Star Wars es algo a lo que nadie quiere enfrentarse a ella por los números en taquilla. Para los que no han visto los trailers de la película se los recomiendo mucho.





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ómo identificar un buen verano cinematográfico? Sin mucho reflexionar, querido lector, la respuesta es más sencilla que la compleja pregunta que acabo de plantear. Cuando observas los estrenos de cartelera y te hacen recordar tu niñez. Entre los muchos poderes que tiene el cine, el más destacado en este momento es la habilidad natural de guardar las buenas historias para futuras generaciones, lo cual desde hace un par de años lo ha venido haciendo muy bien Entre 1980 y 1990 se encontró una generación de niños y jóvenes afortunados que se maravillaron con una serie muy particular de películas originales que lograron un éxito sin igual, y a partir de entonces han creado sagas tan exitosas que han llegado hasta el día de hoy para regresar a los cines de estas semanas. Estamos hablando de la prehistórica Jurassic Park, la apocalíptica Terminator y la terrorífica Poltergeist que se encuentran merodeando las salas en busca de romper records de taquilla, comprobando de este modo que lo bueno nunca se va, sólo tarda en regresar. En el momento en que estas palabras son redactadas, la cuarta parte del mundo soñado por John Hammond se encontraba con un total de 981,3 millones de dólares en tan sólo dos fines de semana de haberse estrenado y tomando en cuenta que han pasado más de 22 años desde la primera entrega y solo 13 años más desde la tercera parte, en realidad son números muy alentadores y sorprendentes, ya que en el momento en que estés leyendo esto, mi buen Cinéfilo, con toda seguridad Jurassic World se encontrara dentro del selecto grupo de las películas que logran recaudar mil millones de dólares. ¿Cómo fue posible esto? Sin lugar a dudas la respuesta es nuevamente la infancia, todos sabemos que la gran mayoría que asistió a ver a Chris Pratt y compañía fueron adultos con sus familias que en su momento eran niños asombrándose con la novela de Michel Crichton llevada al cine por Steven Spielberg, sin embargo eso no sería suficiente sin la buena historia que todos acudimos a ver; pero antes de entrar a detalles, rebobinemos la cinta un poco y retomemos algunos datos importantes dentro del universo jurásico.

En 1990 sale a la luz la novela de un parque que intentaba ser funcional, un parque especial que asombraría a todo el mundo ya que dentro de la isla Nublar, cerca de Costa Rica, se albergaban dinosaurios. La curiosidad de Steven Spielberg junto con la colaboración de Michel Crichton hizo posible llevar ese sueño a prácticamente todo el mundo cuando en 1993 llegó a los cines Jurassic Park, teniendo un reparto que ahora y siempre fue clásico, cambió los efectos especiales logrando llevar la magia del cine a un nuevo nivel, pero no sólo fue éxito y dinero sino que llegó a los más altos premios que se le puede otorgar a una cinta llevándose a casa tres premios Oscar para mejor sonido, mejores efectos sonoros y mejores efectos especiales y al final la isla Nublar cerró sus puertas con un total de 914 millones de dólares. Nada mal para ese entonces. Con todo el éxito anterior mencionado, Spielberg se negó a dejarlos extintos por mucho tiempo ya que regresaron en 1997 con la segunda parte, Jurassic Park: El Mundo Perdido que a su vez fue la adaptación de la novela escrita nuevamente por Crichton y que lleva el mismo nombre para ahora dejar la isla Nublar y centrarnos en la isla Sorna, un lugar que fue planteado con la intención de crear a los dinosaurios y llevarlos a la isla Nublar para tener un constante flujo de atracciones nuevas; pero el parque inicial fracasó y es cuando tenemos acción liderada por Jeff Goldblum en su papel del sarcástico Ian Malcolm, cuando la desesperación de InGen trata de ahora recrear Jurassic Park en el centro de San Diego, aunque todo esto ustedes ya lo saben, mis buenos Cinéfilos, y también saben que el parque volvió a fracasar debido a que el gran T-Rex se escapa recorriendo las calles de nuestro mundo actual.




El éxito de esta segunda parte fue moderado, ya no logro alcanzar la magia y premios que su primera parte y al parecer las palabras de John Hammond se estaban volviendo realidad cuando al final reconoce que los dinosaurios son libres de vivir tranquilos y en paz. Pero esa paz termino cuando regresaron al parecer por una última vez en 2001 ahora liderados por el Doctor Alan Grant (Sam Neill) y dirigidos por una batuta nueva llamada Joe Johnston. Al final del día la isla Sorna volvió a ser el centro de la historia y la isla Nublar al parecer seguía cerrada quedada en el olvido. A partir de entonces se creó toda una odisea iniciada en el 2002 dejando la pregunta en el aire ¿Habrá Jurassic Park 4? Y digo odisea que ya en 2003 se concluyó el guión pero Spielberg no lo aceptó ya que no contenía material para una cuarta parte, llegaron más retrasos, cancelaciones, llegó el 2004 con un nuevo guión retomando elementos fundamentales e importantes (regresaría el Doctor Alan Grant e Ian Malcolm, los dinosaurios volverían cuando se recupera la botella de barbas que contenía los dinosaurios robados por Dennis Nedry, la acción seria en la isla Nublar) pero no sucedió. En abril de 2005 (poco antes de la huelga de guionistas que la retrasaron a ún más) Stan Wisnton, creador de los efectos especiales declaró: “Spielberg sintió que ninguno de los guiones conseguía un balance efectivo para llevar a cabo la adaptación. Es un difícil compromiso que tenemos que lograr.” En 2007 se rumoró el inicio de filmaciones para estrenar en 2008 pero no sucedió y si algo caracteriza el tipo de filmaciones que se retrasan constantemente es un nada buen estreno y después de eso son olvidadas, pero eso no ocurrió cuando llego al fin Jurassic World, una gran producción, con una gran historia, nuevos personajes, una nueva dirección a cargo del novato Colin Trevorrow, la supervisión de Spielberg pero sobre todo una cinta con un buen corazón recordando lo espectacular que fue para todos nosotros ver por primera vez Jurassic Park y que tal vez fue la misma emoción que sintieron las nuevas generaciones. Sin embargo el futuro genético es más alentador que el futuro pots-apocaliptico que el buen Arnold Schwarzenegger nos trae a nosotros con la nueva Terminator: Génesis liderada por el reciente director que nos trajo a Thor el invierno pasado: Alan Taylor. Sin mucho que contar al respecto, es un comparativo singular ya que la saga del exterminador ha tenido grandes altos y bajos desde que se estrenó en 1984, pero recientemente más bajos, aunque ahora todo puede estar por cambiar con una quinta parte recargada trayendo de vuelta a una nueva generación de actores pero teniendo al sinónimo de la franquicia (Schwarzenegger) en el punto más alto, sin contar la singular compaña de publicidad que el ex gobernador de California le ha estado brindando a los fans. Pero en el mundo del cine, así como hay continuaciones, hay nuevas versiones haciendo un punto y aparte de las originales para comenzar un nuevo camino, aunque aquello daría para un solo artículo, simplificaría el pecado más grande para los fans: hacer una nueva franquicia dejando de lado el trabajo ya hecho para morir en el intento, en pocas palabras me refiero al remake, refrito.


Poltergeist, una cinta dirigida por el cineasta de culto Tobe Hooper y a su vez producida por Steven Spielberg, (el éxito de la película causó una gran disputa entre Hooper/Spielberg por demostrar de quién había sido la idea inicial), estrenada en 1982 nos muestra los eventos que una familia común de los barrios estadounidenses viven al mudarse a un nuevo hogar y ser molestados por un Poltergeist llegando al límite cuando secuestran a la más pequeña de la familia. La cinta logró un inconmensurable éxito al ser nominada al premio de artistas jóvenes, ganarse un Bafta por mejores efectos especiales, ser nominada a los premios Saturno de la Academia de Cine y Ciencia Ficción, Fantasía y Horror para llegar a los premios de la Academia al ser nominada para Mejores Efectos Sonoros, Mejores Efectos especiales y Mejor música, sin contar la gran taquilla que a su vez se agrandó al constar de dos secuelas más estrenadas en 1986 y 1988). Sin lugar a dudas, ahora se une una fecha más, 2015, pero ahora trayendo una nueva versión estelarizada por Sam Rockwell, producida por Sam Raimi y dirigida por Gil Kenan. Mi intención, querido lector que has llegado hasta esta parte, no es la de crear polémica, pero el dudoso éxito de esta nueva versión, sumada a las malas críticas de la parte profesional de la Cinematografía nos hace preguntar ¿son necesarias las nuevas versiones de algo ya hecho? y esta se encuentra de la mano de ¿por qué no apostar por algo original? Aunque los estudios Universal se encuentran felices con los mil millones de Jurassic World con una quinta parte ya en camino, Skydance Productions apostando a la quinta parte de Terminator: Génesis que fungirá como secuela, precuela y reboot (tres de un tiro) y ya con una sexta parte confirmada aún sin estrenar Génesis, para finalizar con la 20th Century Fox y su casa embrujada de antaño, sólo me queda decirle a usted, buen amante del séptimo arte, los veranos cinematográficos están teniendo un segundo aire con toques de hace más de dos décadas lo cual no está mal ya que desde el verano de 2010 nos ha regalado grandes sagas que regresan una y otra vez. Lo único que podemos hacer es esperar y avistar los grandes estrenos que están por venir en los años venideros creando magia para los fans y el público en general. En un lugar donde la magia del pasado se niega a desaparecer para encontrarse con nosotros en nuestro presente.




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n 1996, los hermanos Coen estrenaron una de sus obras cumbres, Fargo, con una falsa leyenda al inicio del filme que advertía de la veracidad de la historia ocurrida supuestamente en 1987. Tiempo después, al otro lado del mundo, una chica de 28 años llamada Takako Konishi "descubría" el largometraje en VHS y se convencía de que el contenido del video era fidedigno al confundirlo con un documental, dejando su vida en Tokio para aventurarse a las gélidas latitudes de Dakota del Norte para dar con el paradero del maletín lleno de dinero que queda enterrado a la orilla de una solitaria carretera al final de la cinta protagonizada por William H. Macey, Frances McDormand y Steve Buscemi. La chica, acompañada de un improvisado mapa con ambiguas pistas, emprendió una irracional búsqueda del tesoro a pesar de que las autoridades locales de Bismarck, la capital del estado, trataron de disuadirla de su ilógica odisea; poco después su cuerpo fue encontrado por un cazador en los bosques de Detroit Lakes, entre Fargo y Brainerd. Esta sorprendente, absurda y trágica anécdota de la vida real es retomada por los hermanos David Zellner y Nathan Zellner para realizar el guión de Kumiko: The Treasure Hunter (2014), su segundo largometraje, en el que ficcionalizan los últimos días de vida y los posibles motivos que llevaron a la solitaria chica a aventurarse a cruzar el mundo para encontrar el supuesto botín. Resulta curioso que Fargo y Kumiko: The Treasure Hunter guarden tantos paralelismos a pesar de contar con premisas completamente diferentes, o más bien, que la segunda sea consecuencia directa de la primera. Y es que además de que son dos directores hermanos quienes están detrás del proyecto (aunque sea sólo David quien firme como director), ambos filmes nos guían en un acercamiento crítico a la cultura capitalista globalizante, a la enajenación de sociedad deshumanizada, y a la idiosincrasia yanqui a través de un caleidoscopio de bizarras situaciones y personajes, que aunque excéntricos, jamás pierden verosimilitud -su jefe, sus compañeros de trabajo, sus antiguos amigos de la escuela, su madre asfixiante (de la

que sólo escuchamos su voz), los hombres en el aeropuerto, el taxista sordomudo, la anciana que le da asilo en su casa por una noche, el policía que le intenta explicar que el filme es mera ficción, etc.-. Al igual que en la cinta noventera del director bicéfalo, la historia de la moderna cazatesoros detona por una cuestión financiera aunada a una situación personal y profesional agobiante; además, en ambos casos es un policía el personaje comisionado para enarbolar el estandarte de la buena moral y la ayuda desinteresada, algo así como una suerte de nobleza trasnochada. Pero Kumiko: The Treasure Hunter está lejos de ser una cinta moralizante, por el contrario, se trata de una crítica a la moral establecida, una disertación sobre la conducta humana en situaciones extremas de carencias emocionales, desdichas personales y frustraciones profesionales. Plantea una alienante, rutinaria y asfixiante realidad laboral y familiar, en la que el cine sirve como válvula de escape hasta tal punto que se desdibujan los límites entre realidad y fantasía. Aquí se expone nuestra condición tal y como es: compleja y contradictoria. La cinta de los hermanos Zellner -con indiscutible halo coeniano- es una propuesta visualmente elegante y sofisticada en la que lo mismo se pasa de una escena dramática a una hilarante y luego da un giro radical para enfilarse directamente a los derroteros del thriller; se trata de un trabajo donde los géneros y tonos tan dispares son entretejidos con audacia y pericia al igual que ocurría en la cinta que homenajean; sobresale particularmente por lo bien escrito del guión que se sostiene con un oscuro humor profundamente psicológico, y que encuentra fortalezas en la pulcra fotografía de Sean Porter, el score a cargo de The Octopus Project, y la indiscutible soberbia actuación de Rinko Kikuchi como la oficinista frustrada convertida en cazatesoros -con todo y su conejo mascota Bunzo-, un personaje detallado que termina por ser entrañable y cuya odisea, a pesar de ser devastadora, resulta al tiempo inspiradora.



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e vez en cuando llega una película que otorga nueva vida a algún género en particular, y en los últimos meses hemos visto cómo The Babadook (2014, Jeniffer Kent), Maggie (2014, Henry Hobson) y Entrevista con unos Vampiros (What we do in the Shadows, 2014, Jemaine Clement y Taika Waititi) han inyectado sangre nueva al cine de horror, al cine de zombies y al cine vampírico respectivamente, a través de nuevas formas de acercarse y presentar estos arquetipos cinematográficos. Está detrás de ti (It Follows, 2014), la película escrita y dirigida por David Robert Mitchell que fue estupendamente recibida en los festivales de Sitges y Cannes, es una de esas pequeñas gemas que, a pesar de no contar con una gran originalidad en su premisa, sí posee un poderoso y genuino espíritu de autenticidad y reinvención, aunado a una manifestación formal impecable, características suficientes para convertirla en una cinta reivindicadora del mediocre cine de terror que ha abundado en los últimos años -entiéndase la ya vergonzosa saga de Actividad Paranormal y muchos ejemplos similares. Desde el trepidante inicio de la cinta un breve pero potente y angustiante plano secuencia con varios giros en 360- se manifiesta la astucia narrativa y el dominio del lenguaje cinematográfico que Mitchell utiliza para transformar su trabajo en una escalofriante experiencia.

Está detrás de ti se centra en Jay Height (Maika Monroe), una chica que está saliendo con su nuevo novio y parece estar lista para su primer experiencia sexual; pero tras el encuentro, su vida da un giro radical insospechado: él le confiesa que hay algo que la perseguirá de ahora en adelante, es algo que a él también lo ha perseguido desde que alguien más se lo "heredó" vía sexual. Esta suerte de enfermedad venérea materializada puede ser vista sólo por ella y por los anteriores eslabones de la cadena de infectados/malditos y puede adoptar cualquier apariencia; puede parecer un familiar, un amigo, un conocido, puede ser un reflejo propio o un completo desconocido; lo único seguro es que nunca dejará de perseguirle hasta que la mate o lo transfiera a alguien más de la misma forma que ella lo obtuvo. Esta premisa es establecida durante los primeros minutos de la cinta, y a partir de entonces, ésta se transforma en un lento descender al infierno que se convierte la vida de Jay, siempre huyendo ante el acecho de esta misteriosa presencia. Como en toda buena película del género, se utiliza como elemento central el miedo primigenio -el temor a lo desconocido- y toma como ejemplo al cine de horror de las décadas de los 70, 80 y muy al inicio de los 90 -quedan en evidencia sus referencias y homenajes a clásicos como El Resplandor (The Shining, 1980), Halloween (1979), Eso (It, 1990) y hasta

Pesadilla en la calle del Infierno (A Nightmare on Elm Street, 1984) con guiños a los villanos/asesinos/entes de estas emblemáticas cintas- para narrar de manera pausada aunque con puntos álgidos de tensión y suspenso, el intento de escape de la adolescente con la ayuda de sus amigos; esto sin utilizar los estereotipos que normalmente se asocian a este tipo de cine. En Está detrás de ti, sexo y horror vuelven a comulgar en una simbiosis como lo hacían en el cine de horror clásico, pues de la misma manera que antaño, el coito amoral funciona como detonante de la "maldición" que ahora persigue a la protagonista, esa incuestionable Maika Monroe que, tras la también estimulante cinta The Guest (2014), de Adam Wingard, demuestra ser una de las scream queens de esta década, y que formará parte de este selecto grupo de heroínas del cine de terror. En definitiva, la frescura y autenticidad con la que retoma los elementos del cine hecho hace algunas décadas y los utiliza con precisión para construir una historia sencilla pero contundente con una magnífica estilización que a la vez se siente actual y anacrónica, harán que la película de Mitchell sea recordada como uno de los clásicos del género de esta década. Imprescindible para los amantes del género y para los del cine en general.



T

ras el excelente resultado alcanzado con The Master (2012), el todavía muy infravalorado director Paul Thomas Anderson vuelve a hacer mancuerna con Joaquin Phoenix para su séptima película, Vicio Propio (Inherent Vice; 2014), una adaptación que el mismo cineasta hace de la novela homónima (que tenía fama de inadaptable) de Thomas Pynchon sobre un detective privado que se ve envuelto en un psicodélico laberinto de intrigas en los bajos mundos criminales en los inicios de la década de los setentas. La trama es narrada por la voz en off del personaje vidente Sortilège (Joanna Newsom), y comienza durante una tarde en la ficticia playa de Gordita Beach, California, donde vive el perpetuamente pacheco detective privado Larry "Doc" Sportello (Phoenix) que recibe la inesperada visita de su ex novia Shasta Fay Hepworth (Kathernie Watherston) para revelarle un plan secreto relacionado con su actual amante, Michael Wolfman (Eric Roberts), un magnate de la industria inmobiliaria al que su esposa y su respectivo joven amante quieren secuestrar e internar en un manicomio. La desaparición de Wolfman marca tan sólo el inicio de una serie de crímenes e intrigas (como la repentina desaparición de Shasta misma) en las que Sportello se va enredando más y más con el avance de su investigación que lo lleva a encontrarse con un férreo policía defensor de los derechos civiles, un experto en ley marítima, casos de corrupción policial, pandillas carcelarias, usureros asesinos, una sirvienta chicana, judíos neonazis, una hermandad aria, masajistas orientales con ambiguos gustos sexuales, un saxofonista presumiblemente muerto, una organización secreta llamada Golden Fang/Colmillo Dorado que bien podría ser un grupo de dentistas que lavan dinero y buscan evadir impuestos o un cartel de drogas indochino, entre muchos más personajes y situaciones que conforman la rebuscada trama a manera de caleidoscopio en ácidos en la colorida pero paranoica ciudad de Los Ángeles que vive bajo la omnipresente sombra de los recientes crímenes de Charles Manson. A pesar de ser un filme fársico desbordante de humor negro que por momentos alcanza niveles hilarantes, Vicio Propio mantiene el ominoso tono pesimista que podemos encontrar en la todavía breve filmografía del californiano (donde el sexo,

las drogas, el dinero y el perdón son ilusorias válvulas de escape para los personajes solitarios y carentes de cariño) con el que nos muestra el lado oscuro de la sociedad estadounidense obsesionada con el orden y rindiendo culto a la ley. Se trata de un rompecabezas criminal estilo 'neon noir' que se resuelve en medio de un viaje psicodélico, aunque no por su propuesta visual, que es bastante sobria, sin excentricidades, pues vuelve a estar a cargo de su recurrente cinefotógrafo Robert Elswit (con quien ya trabajó en Magnolia y There Will Be Blood), sino por los variopintos personajes, los diálogos y las situaciones exageradas que llegan incluso a niveles de aparente irracionalidad inimaginables a través de una intencional narrativa deshilvanada que se mantiene dinámica a pesar de su duración superior a las dos horas. Anderson pone a prueba la narrativa tradicional y su trabajo se siente aquí más intuitivo, más orgánico; hábilmente sofistica aún más sus rasgos estilísticos y los utiliza en este filme coral (en donde encontramos también a figuras como Josh Brolin, Benicio del Toro, Reese Witherspoon, Owen Wilson, Jena Malone, Maya Rudolph, Martin Short, etc.) para un hilvanar un crítico, sarcástico y mordaz retrato de la desolación humana en la vorágine de la soledad emocional al compás de un selecto compendio musical (Vitamin C de Can; Here come the Ho-Dads de The Marketts; Journey Through the Past de Neil Young; etc.) y un fascinante score compuesto por Jonny Greenwood de Radiohead. Sin llegar a los niveles de excepcionalidad alcanzados con la enigmática The Master o la soberbia Magnolia, Vicio Propio es una audaz y muy divertida propuesta de cine negro que guarda gran parentesco con clásicos como Chinatown (1974) o Night Moves (1975), aunque también hay rasgos compartidos con Big Lebowski (1998); es un extravagante viaje psicodélico con el que los fanáticos de Anderson no quedarán decepcionados.



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l binomio Dardenne (Luc y JeanPierre) ofrece un mosaico social a través de su nuevo largometraje, Dos días, una noche (Deux jours, une nuit; 2014), protagonizado por la casi siempre excelsa Marion Cotillard, quien aquí da vida a Sandra, una trabajadora que busca regresar a su trabajo después de estar inactiva debido a un episodio de profunda depresión; sin embargo, debe convencer a la mayoría de sus dieciséis colegas para que renuncien a su prima extraordinaria (mil euros) y que ella pueda ser reinsertada a su antiguo puesto, pues la empresa no puede costear a la vez la prima y el sueldo de Sandra. El filme aborda el fin de semana previo a la votación en la que sus compañeros deberán elegir entre su bono y el regreso de su compañera, y muestra las visitas individuales que Sandra realiza a cada uno de los otros trabajadores para exponerles su situación. Y es precisamente a través de estas visitas que la protagonista hace a sus compañeros durante los días sábado y domingo, así como la no-

che de este último día, que el filme ofrece un amplio panorama sobre el abanico de circunstancias sociales por las que atraviesa la clase proletaria de un país europeo con la fuerte crisis económica aún sin superar completamente (un tema en el que México parece ya ser experto). Sin llegar en ningún momento a ser inquisitiva o moralina, la cinta explora la crisis ética y moral que se vive en el sector proletario de un país (Bélgica en este particular caso) que ha atravesado, igual que todo el continente, por una debacle monetaria, ese sector en el que Sandra (sobre)vive día a día; la película da fe de la decadencia social donde la solidaridad y el apoyo entre los mismos compañeros es, muchas veces, inexistente, y ésto no es más que un síntoma de una sociedad que ha sido golpeada fuertemente por la falta de oportunidades en donde cada uno tiene que ver por sus propias necesidades. Sandra, a través del soberbio trabajo actoral de Cotillard (atención en su mirada, sensible y profundamente expresiva), se mueve entre

la angustia y desesperación de poder perder de manera definitiva su empleo (y posiblemente su casa) y la vergüenza al sentir que 'está mendigando por trabajo', como ella misma señala en una de las escenas más emotivas del filme, en la que Cotillard se enfrenta actoralmente a Fabrizio Rongione, actor belga que da vida de manera extraordinaria a Manu, el esposo de Sandra. Dos días, una noche, a pesar de su aparente simplismo, es un poderoso drama social/laboral en el que, con gran naturalidad y verosimilitud, la integridad ética y moral es puesta a prueba, y no únicamente la de los compañeros de Sandra, sino la de ella misma cuando repentinamente se ve obligada a tomar una última decisión final en la historia, por lo que, de manera congruente, sobrepone sus principios antes que su bienestar económico. Es un filme social intimista de gran calibre, poseedor de una exquisita narrativa y un discurso que sacude conciencias sobre la necesidad, la dignidad y la ética en tiempos de crisis. Imprescindible.


PRE DES TINA CION

多El huevo o la gallina? Finbar/@FinbarFlynnXY


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ublicado por primera vez en 1959 en la revista Fantasy and Science Fiction, el relato corto All you zombies del autor estadounidense Robert A. Heinlein, es una provocadora historia de ciencia ficción que parte de una historia en extremo sencilla, para ir desgranando poco a poco una tesis sobre la identidad del ser humano, la imposibilidad de los viajes en el tiempo (o por lo menos no como los concebimos) y la inalterabilidad del destino (que tampoco resulta ser tal y como lo concebimos). Un hombre al que todos llaman 'la Madre Soltera' entra a un bar, y tras unos minutos de iniciar una conversación casual con el barman, comienza a relatarle la trágica historia de su vida arruinada por otro hombre, aunque el barman parece saber más de su vida de lo que alguna vez se hubiera imaginado. Esta es la premisa que plantea Heinlein en All you zombies, un relato que finalmente ha sido llevado a la pantalla grande de la mano de dos directores australianos, los

mano de dos directores australianos, los hermanos gemelos Michael y Peter Spierig; la actriz Sara Snook es la encargada de representar a 'la Madre Soltera' e Ethan Hawke hace lo correspondiente como el barman. La película, Predestinación (Predestination; 2014), así como el texto original, está principalmente sostenido por el relato en primera persona del personaje encarnado por Snook (quien resulta una verdadera actriz revelación), y el trabajo de los hermanos Spierig no es menos que extraordinario, puesto que su guion adaptado del relato de Heinlein no únicamente conquista la traslación de texto a imágenes con gran fidelidad, sino que también logra expandir el universo que en el papel apenas alcanza algunas breves páginas, llenándolo de detalles que enriquecen la anécdota y añadiendo una subtrama de thriller de acción que vuelve más compleja la historia y la transforma en una propuesta verdaderamente emocionante.

Predestinación es una sofisticada apuesta de cine sci-fi verdaderamente propositiva en la que, como buena cinta que aborde los viajes en el tiempo, no pueden faltar las paradojas de causaefecto y las teorías sobre el tiempo cíclico que escapa de las propuestas sobre su linealidad inexorable, y en donde también hacen acto de presencia los postulados como el de el eterno retorno. El filme que los gemelos australianos han preparado se desarrolla por momentos a manera de tragedia griega (Edipo es la referencia más clara), es un desesperanzador uróboro fílmico como no habíamos presenciado desde la aparición de Looper (2012), un fascinante, reflexivo y cerebral thriller sci-fi que mantiene latente la intriga de una forma precisa durante la hora y media de metraje, y cuyos giros en la trama tomarán por sorpresa a la mayoría de los espectadores, dejándolos con las ganas de volverla a ver.



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river (Ryan Gosling) trabaja de medio tiempo en un taller mecánico en donde su jefe (Bryan Cranston) le consigue trabajos como stunt de películas de acción; de vez en cuando le sale algo de 'chamba' extra por las noches: ladrones acuden a él para solicitar sus servicios como chofer y su ayuda para escapar de la policía tras frenéticas persecuciones. Driver es reservado, solitario, hombre de pocas palabras, incluso cuando en su camino se cruza Irene, su vecina (interpretada por Carey Mulligan) con quien entabla una relación que se antojaba idílica hasta que el esposo de Irene (y padre de su pequeño hijo Benicio) sale de prisión y regresa a casa. Bajo esta singular premisa, el director Nicolas Winding Refn (reconocido por esta película como Mejor Director en la pasada edición del Festival de Cannes) vuelve a demostrar su talento al abordar la violencia en la gran pantalla de una manera muy par-ticular (recuerden Bronson del 2008, con un entonces desconocido y violento Tom Hardy); en Drive, la negación de hacer de la violencia un producto de consumo para las masas está proclamada desde el comienzo del filme, cuya primera mitad transcurre de manera muy pausada, casi lenta dirían algu-

nos; pero es gracias a esta 'lentitud' con la que avanza la trama, que podemos conocer la verdadera personalidad de este nuevo antihéroe del celuloide. Con magnifico guión (adaptado por Hossein Amini del libro escrito por James Sallis) y un sólido reparto que aporta actuaciones por demás verosímiles (especialmente la química entre Gosling y Mulligan es sorprendente), Winding Refn entrega uno de los filmes más bellamente violentos de los últimos años y que, por momentos, recuerda al cine de Michael Haneke y al de Park Chan-wook (ojo a una escena que involucra un martillo y que recuerda mucho a Oldboy, aunque guardando la distancia en cuanto a la cantidad de violencia que se maneja en la cinta que hoy nos ocupa). Esquivando las rutinas cinematográficas para contar historias, Nicolas Winding Refn entrega un clásico instantáneo y un film de culto por su particularidad en la expresión de la violencia en esta historia de un verdadero ser humano y un héroe real, tal como enuncia la canción A Real Hero de la banda College al final del filme: "And you have proved to be... a real human being... and a real hero".








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RE SE ÑAS Revisión de la oferta fílmica del mes


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