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Editor: Finbar Flynn Colaboradores: Pedro Arzillier Imelda Aguilera Taylor Petite Fruit Rafael Mejía J. Amaro Bautista Silvia Ruvalcaba Siniestro Sexual Montag Diseño Editorial: Finbar Flynn Fotografías: Diversas fuentes de internet y proporcionadas por algunas distribuidoras. Celuloide Digital es una publicación mensual editada por amantes del séptimo arte sin ninguna finalidad de lucro. El contenido de los artículos es responsabilidad de sus autores. Las personas mencionadas, así como las marcas e imágenes utilizadas en la revista son utilizadas únicamente para fines editoriales, para ilustrar los artículos o noticias de los filmes, de los cuales sus derechos de autor pertenecen a las casas productoras de las cintas aquí mostradas y no se pretende infringir nungún derecho.
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on una larga trayectoria como actor que inició a la edad de cuatro años, el enfant terrible del cine canadiense, presentó su ópera prima a la edad de 19 años en el prestigiado Festival de Cine de Cannes donde obtuvo tres reconocimientos dentro de la Quincena de Realizadores. J'ai tué ma mère (2008), título del filme que se traduce como Yo maté a mi madre, es una cinta semi autobiográfica en la que aborda la difícil relación entre un adolescente gay y su sobreprotectora madre. Desde esa, su primera propuesta, dejó claro su muy particular estilo y sentido estético -inspirado, sin lugar a dudas, por grandes figuras de la cinematografía como el manchego Pedro Almodóvar o Wong Kar-wai, inclusive podríamos decir que tiene algunos elementos del cine de Gus Van Sant- y sus conflictos dramáticos que exploraría a lo largo de su aún breve filmografía: el existencialismo (homo)sexual. Como todo niño que creció en la época de los 90s, Dolan estuvo expuesto a la imperante -y demencial- cultura pop videoclipera de MTV, una influencia que se evidencia en varias secuencias de sus primeros trabajos -sobre todo en Les Amours Imaginaires (2009)- junto con otras aficiones, como su deleite por la música clásica -Wagner y Bach particularmente-, la música retro y la electrónica. Las personalidades recurrentes son también una constante en su cine, actrices como Anne Dorval, Monia
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Chokri y Suzanne Clément, ya han trabajado bajo las órdenes del canadiense en más de una ocasión. Las relaciones turbias y las obsesiones amorosas son puntos clave en el cine de Dolan: Dos mejores amigos -que aunque lo nieguen- están enamorados/obsesionados del mismo chico en Les Amours Imaginaires; un hombre maduro se da cuenta que ya no puede seguir engañándose y decide, por fin, dar ese paso para convertirse en una mujer en la arriesgada Laurence Anyways (2012), y finalmente, un hombre asiste al funeral de su novio sólo para enterarse que la mamá del fallecido no tenía ni idea de la verdadera orientación sexual de su hijo del que creía que inclusive tenía una novia formal-, y el hermano de este, comienza a acosarlo para que no divulgue el secreto de su relación en la sorprendente Tom á la ferme (2013). Situaciones catárticas y personajes complejos -como todos los humanos a final de cuentas- tienen su lugar en los mundos estéticamente vintage creados por Xavier Dolan, un joven que con apenas 25 años, ya ha compartido el Premio del Jurado en Cannes con una leyenda viva del séptimo arte: Jean-Luc Godard, pues a ambos les fue entregado dicho reconocimiento en la pasada edición del prestigiado festival en mayo pasado. Ahí, el canadiense presentó su más reciente filme: Mommy, en la que regresa a sus orígenes para plantear nuevamente una turbulenta relación ma05
terno-filial entre una mujer viuda llamada Diane Deprés (Anne Dorval) y su esporádicamente violento hijo Steve (Antoine Olivier Pilon), además de añadirle una extraña amistad que estos dos personajes entablan con su nueva -y misteriosa- vecina Kyla (Suzanne Clement). Xavier Dolan, al día de hoy, ya ha pasado de ser una joven promesa del mundo del celuloide, a ser una referencia para el cine contemporáneo, ha pasado de sus sofisticados ejercicios de estilo, a un autor poseedor de un estilo personal más depurado y una voz propia cada vez más potente; una muestra de ello es la melancólica cinta francesa Les recontres d'après minuit, en la que su director Yann Gonzalez emula cierto sentido estético del cine de Dolan, además de también tomar como referentes a otras influencias del canadiense, como Pedro Almodóvar y su 'almodovariano' personaje encarnado por Nicolas Maury. Así que mientras esperamos el estreno en México de su nueva película -que seguramente será para finales de este año o comienzos de 2015- para poder corroborar que ya ha realizado -como muchos dicen- su obra maestra, el próximo mes de julio, y tras haber estado exhibiéndose en la 56 Muestra de la Cineteca Nacional, ya tendremos en la cartelera comercial mexicana su igualmente alabado filme: Tom en el granero (Tom á la ferme).
on tan sólo 24 años, el canadiense Xavier Dolan se ha consolidado como uno de los directores más prometedores de la escena indie canadiense; en agosto de 2013, el cineasta presentó su nueva película Tom at the Farm (Tom à la ferme) en el Festival de Cine de Venecia, en donde compitió por el León de Oro junto a directores como Terry Gilliam, Hayao Miyazaki, Stephen Frears, entre otros; y el mes próximo llegará esta cinta a las pantallas comerciales mexicanas es por eso que nos parece la ocasión perfecta para hablar de la primera película de este jovensísimo director que ha logrado colocar todas sus propuestas cinematográficas en los festivales más renombrados a nivel mundial (sus tres cintas anteriores a Tom à la ferme fueron exhibidas en Cannes). I Killed my Mother (J'ai tué ma mère) lleva como título su ópera prima estrenada en 2009, el filme narra la historia del joven Hubert (el propio Dolan) y los conflictos que tiene con su madre (Anne Dorval) con la que vive desde que se separó de su padre hace ya algún tiempo. Desde una perspectiva semiautobiográfica, según ha confesado el canadiense, el filme explora la relación del adolescente protagonista con su madre, desde que comienza por pequeñas irritaciones hasta que, poco a poco, se va generando en él un verdadero odio visceral hacia su madre, pues todo en ella le resulta irritante y reprochable, desde su pasividad extrema, su manera de comer, su comportamiento vulgar (según él) y su ho-
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rrendo gusto para vestir; la ya de por sí difícil convivencia se vuelve aún más tensa cuando la madre se entera que Antonin (Francois Arnaud), al que creía un simple amigo de Hubert, es en realidad su novio y cuando, para tratar de corregir el rebelde comportamiento de Hubert, decide cambiarlo de colegio. Con ideas muy claras y una creación de personajes atractivos con los que uno se puede identificar (sobre todo los adolescentes), Dolan dio muestra también de sus enormes virtudes en los terrenos técnicos con las marcadas características que han marcado su cine, pues con tan sólo 19 años -a los 16 escribió el guión- ofrece una cinta visualmente atractiva a través de secuencias en cámara lenta que remiten al cine de Gus Van Sant o Wong Kar-wai (por sus encuadres), una sobrada estética ‘pop-melodramática-kitsch’ estilo Almodóvar (por la combinación de estilos visuales, colores y texturas) y una musicalización perfecta que no le pide nada a los filmes de Tarantino (porque parece que cada canción que ha elegido para musicalizar una secuencia fue ex profesamente realizada para ese fin). Aunque dista mucho de ser perfecta, I Killed my Mother resultó una ópera prima destacable por la juventud de su artífice y provocó gran expectación en sus proyectos subsecuentes, sobre todo porque, al ser su primer filme, sobresale como una historia sobre la etapa de la adolescencia, en la que se vive con sentimientos de miedo, odio, soledad y amor.
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a vida de todo ser humano posee infinidad de momentos imaginarios: cosas, sensaciones y situaciones que vive pero que sólo suceden en su mente; son aquellos momentos en los que la mirada se pierde en algún horizonte llamado infinito y la mente crea situaciones maravillosas, perversas... utópicas en el último de los casos, las cuales alimentan aquellos vacíos o sueños que los seres humanos no han logrado consumar y en muchos casos no podrán realizar, debido a lo irreales que pueden llegar a ser. Pero imaginar no tiene nada de malo, al contrario, es una actividad que hace feliz al hombre, hace que se plantee metas y sueños; el problema inicia cuando la imaginación hace ver situaciones y sentimientos que no están sucediendo en la realidad, confundiendo y haciendo actuar de manera a veces absurda a aquella persona que lo vive. Eso es lo que le sucede a Marie y Francis cuando Nicolás, estudiante de literatura, llega a Montreal y hace despertar, en ese par de amigos, sentimientos y sensaciones confusos, provocando que emerja en ellos el delirio, la envidia y la locura. En un principio ambos amigos fingen un desinterés hacia Nicolás, pero todo cambia cuando el les invita a salir en diversas ocasiones, es ahí cuando Marie y Francis inician una especie de competencia por llamar su atención; lo que los confunde es que Nicolás tiene suficiente atención para ambos amigos, eso provoca que la rivalidad entre Marie y Francis exceda los límites que una amistad puede llegar a permitir. Lo que sucede después es algo que el lector debe descubrir al ver el filme. Así como se lee puede parecer una historia simple y hasta podría sonar a cliché, pero lo que hace que la historia se vuelva realmente genuina, novedosa y fresca, son toda una serie de elementos cinematográficos que el director, Xavier Dolan, y su equipo utilizan. Narrativamente la historia está dividida en una especie de tres actos, los cuales son ocupados por monólogos de tres o cuatro personajes que narran el tipo de relación amorosa que tuvieron con su última pareja; a veces es un amor enfer09
mizo, obsesivo, superficial, de costumbre, de distancia… pero todos convergen en una sensación: el delirio, un claro y perturbador delirio hacia esos viejos amores. Estos actos van ligados parcialmente con los sucesos que Marie, Francis y Nicolás viven al transcurrir la historia. El ritmo adecuado de la historia se debe a la correcta y atinada edición de los encuadres y secuencias, sobre todo porque se resaltan los detalles de las acciones de los protagonistas, close ups e inserts, que ayudan a perfeccionar las sobresalientes actuaciones de Monica Chokri (Marie) y Xavier Dolan (Francis), lo que habla de buenos actores, buen casting, y una excelente dirección de cámara y fotografía. Stéphanie Anne Weber Biron, quien se encarga de la cinematografía de Los amores imaginarios (Les amours imaginaires), hace un buen uso de la luz natural, aprovechando y resaltando los diferentes paisajes que captura. Cabe destacar el contraste de colores que imprimen dinamismo y espontaneidad al filme. Un último elemento que hace de esta cinta algo realmente novedoso y fresco es la selección musical que va desde The Knife e Indochine hasta Bach y Richard Wagner, destaca el leitmotiv musical y cinematográfico: secuencias en cámara lenta donde Marie y Francis hacen notar sus talentos físicos para, de alguna forma, lograr seducir a Nicolás con un oportuno e irónico Bang Bang interpretado por la francesa Dalida. Los amores imaginarios, cinta que participó en la categoría Un Certain Regard en la 63 edición del Festival de Cannes en 2010, es parte de ese cine que podría considerarse de diversidad sexual, pero en este caso el filme no aborda ese tema necesariamente, simplemente uno de los personajes es gay, pero los protagonistas de esta historia son los sentimientos que pueden llevar al delirio y la locura, no la preferencia sexual de los personajes. Finalizo invitándole a explorar la filmografía de Xavier Dolan, que si bien es corta y nueva, está llena de sorpresas y mucho talento.
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l enfant terrible del cine independiente canadiense regresó el año pasado con Laurence Anyways, que retrata el tema del cambio de sexo de su protagonista a lo largo de diez años en la época de los años 90, durante los cuales, se tiene que enfren-tar no sólo al rechazo de la sociedad, sino a la incomprensión del amor de su vida: su novia Fred. Con éste su tercer largometraje, Dolan se arriesga en la forma para lograr en el fondo su film, si no más íntimo (pues para eso ya está su ópera prima J'ai tué ma mere) sí el más emotivo. La evolución cinematográfica de Dolan en su brevísima trayectoria no ha sabido ser apreciada, y los reproches de 'traición hacía sí mismo' no se han hecho esperar por parte de un público que no ha sabido evolucionar a la par que lo ha hecho la propuesta fílmica del cineasta. Acostumbrados a sus escenas videocliperas (como la de la fiesta de Nicolas al sonar de ‘Pass This On’ de The Knife en Les Amours Imaginaires o la escena íntima de Hubert y Antonin al compás músical de ‘Noir Desir’ de la banda Vive la Fête en J'ai tué ma mère, por poner sólo algunos de muchos ejemplos), algunos fans del director creen que ha perdido su camino y extrañan su frescura, siendo que en realidad ha comenzado a forjarse un estilo más propio, igual de esteticista pero ya con una voz más personal y con menos influencias estilísticas que nos remitían de manera inmediata a directores como Wong Kar-wai o Pedro Almodóvar.
Las secuencias videocliperas son escasas en Laurence Anyways, pero incluso en ellas se nota enormemente el camino hacia la madurez cinematográfica; la secuencia donde Laurence camina por primera vez vestido como mujer en los pasillos de la escuela, la escena del baile de Fred y la lluvia colorídamente textil bajo la que caminan en pareja los protagonistas son simplemente sorprendentes. Aunque los pilares de Laurence Anyways son indudablemente sus dos protagonistas, Melvil Poupaud y Suzanne Clément, pero particularmente ella, quien como Fred, la novia incondicional de Laurence, ofrece un trabajo actoral verdaderamente descomunal; los actores de reparto no hacen sino vigorizar la trama y los desempeños histriónicos cuando interactúan con los protagonistas, tanto Nathalie Baye como Monia Cokri estan estupendas en sus breves apariciones. Posiblemente no sea la mejor película de Xavier Dolan hasta este momento eso está abierto a discuciones subjetivas-, pero incuestionablemente sí es la más arriesgada por alejarse de lo su público ya estaba acostumbrado y que de manera necia pedían más de lo mismo. Afortunadamente, esto no es más de lo mismo de Xavier Dolan, es algo más, mucho más.
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avier Dolan es, hoy por hoy, uno de los directores más interesantes en la escena canadiense. Su carrera tras la cámara comenzó hace cinco años con su ópera prima Yo maté a mi Madre (I killed my Mother/J'ai tué ma mère), una interesante propuesta semibiográfica -protagonizada por él mismo- que abordaba la muy conflictiva relación entre un adolescente y su madre, y con la que obtuvo diversos reconocimientos en la Quinzaine des Réalisateurs (Quincena de Realizadores) en el marco del prestigiado Festival de Cannes. Al año siguiente, regresó a Cannes para presentar Los Amores Imaginarios (Heartbeats/Les Amours Imaginaires), divertido filme sobre dos mejores amigos -un chico y una chica- que buscan conseguir el amor del mismo chico, y que lo catapultó a la escena mundial gracias a la calidad de su propuesta, donde ya daba muestras de una madurez cinematográfica que resultó envidiable para otros cineastas con años de experiencia. Con Laurence Anyways (2012), el canadiense cedió el rol protagónico para contarnos la historia de Laurence Emmanuel James Alias (Melvil Poupaud), un hombre que a sus 35 años se da cuenta -o más bien termina por aceptar- que él no quiere lo que los otros hombres de su edad quieren, él quiere ser mujer, enfrentándose así al rechazo de la sociedad noventera y a la incomprensión de su novia Fred (Suzanne Clément). La cinta fue, en su momento, la más arriesgada de su corta pero contundente carrera, pues el tema del cambio de sexo es por demás difícil de tratar, pero lo hizo con gran aplomo y logró el mejor trabajo de su carrera... hasta hoy. Tom en el granero (Tom at the Farm/ Tom à la ferme) marca el regreso del director a los roles protagónicos de sus filmes y también representa su incursión en el cine negro. La película es una adaptación -hecha por el mismo Dolande la obra de teatro homónima escrita por Michel Marc Bouchard, en la que el personaje del título acude a una granja del Quebec rural, donde se encuentra la 13
casa familiar en la que será velado el cuerpo de Guillaume, su novio que ha muerto en un aparatoso accidente automovilístico. En el lugar se encuentra con Agathe (Lise Roy), la madre del fallecido, una mujer que deambula emocionalmente entre la pasividad y la agresividad, y quien no tiene idea de la verdadera orientación sexual que tenía su hijo; en la granja, Tom también conoce a Francis (Pierre-Yves Cardinal), el inestable hermano de Guillaume que lo obliga -violentamente- a montar una farsa sobre una 'ficticia' novia Guillaume, y con ello ocultar la verdadera naturaleza homosexual de su hermano y no causarle más dolor a la desconsolada madre. Dolan nos sumerge en la oscuridad de la Canadá profunda, una zona rural perpetuamente en penumbras, donde predomina la atmósfera fúnebre y enfermiza de la intolerancia. Tom en el granero es una historia perturbadora y violenta, donde cada rincón esconde oscuros y funestos secretos sobre las pulsiones (homo)sexuales reprimidas. Tomando como claras referencias a Alfred Hitchcock -ojo a la escena donde Tom descubre lo que Francis le ha hecho a su coche- y David Lynch -ojo a la escena de la regadera donde Francis le hace una advertencia a Tom-, Dolan coloca a los personajes en un angustiante y turbio ambiente en el que se ven absorbidos por los secretos, las mentiras, las obsesiones, la locura y la autodestrucción. Nuevamente, el quebequense se arriesga y sale muy bien librado en este homenaje al cine 'noir', Tom en el Granero es un gran paso hacia adelante en su aún breve filmografía, es una contundente muestra de que este 'autor' está ya encontrando su propia voz, una que es muy poderosa y que tiene mucho que decir. Seguramente dentro de algunos años muy próximos, estoy seguro- nos toparemos ya con su primera obra maestra, por lo pronto, el cineasta de 25 años -recién cumplidos- va por muy buen camino y ya esperamos con ansias su siguiente trabajo: Mommy, que será presentado en el Festival de Cannes de este año.
presenta:
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n muy buen sabor nos dejó la anterior película de la saga El Planeta de los Simios, quizá por el fracaso, que no fue de mucho agrado, del anterior intento de Tim Burton por traerlos a la pantalla. En esta ocasión veremos cómo ya más simios evolucionados parecen tener en jaque a todo el mundo. Esta historia se desarrolla varios años después de la cinta anterior en la que un virus casi acaba con toda la humanidad, y cada vez más, estos changuitos modificados genéticamente son aparentemente más evolucionados que los propios humanos. Al parecer éstos y los simios llevan una tregua en la que cada uno vive en paz, pero el problema es cuando un grupo de seres humanos quiere acabar con ellos. Nuevamente vemos como los seres humanos estamos perdiendo eso llamado humanidad y las demás especies se comportan mejor que nosotros. Aquí vemos cómo estos simios cada vez se preparan más para ser mejores, se alistan día a día para ser mejor mentalmente y formarse como una gran sociedad.
En esta película podremos ver muchas escenas de acción, efectos asombrosos y la increíble actuación de Andy Serkis, que últimamente sigue causando polémica pidiendo que se debería dar el Oscar también a gente que está dentro de una botarga o que hagan su trabajo dentro de un traje de latex con bolitas de ping pong pegadas al cuerpo. Nuevamente necesitamos que nos expliquen cómo volver a ser seres humanos, más inteligentes, con principios, sin dañar a los demás. Y quizá ésta sea una de esas películas que no sólo estén llenas de acción sino también nos deje un pequeño puntillazo para saber qué tan bien nos estamos comportando o qué tanto hemos perdido esa “humanidad” ¿Podremos recuperar los valores que cada día perdemos más? Sólo esperemos ansiosos a que sea Julio para estar colgados de la lámpara como changos y disfrutar de esta gran película, y ojalá y las declaraciones de Serkis no opaquen lo pretendido en este film.
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ios no existe", "Interpreta mi silencio" y "Una mirada dice más que mil palabras" son algunas de las reflexiones que me deja esta película, cuyo título traducido es El Silencio. A estas alturas, el cine de Ingmar Bergman se ha apoderado de mi, y con cada película que veo se gana más mi admiración y total respeto, siendo uno de mis directores favoritos. Mientras van de viaje, un par de hermanas tienen que detenerse en una ciudad para tratar la enfermedad de una de ellas. Hospedadas en un hotel donde el servicio no habla su idioma, deben pasar un par de días conviviendo pese a que un problema 'misterioso' les impide estar en sana paz; mientras esto ocurre, el hijo de una de ellas se pasea por el hotel aventurándose y tratando de explicarse las actitudes de su mamá y su tía. Las frases con las que abrí esta recomendación, rondan por mi cabeza desde que terminó la película y cada vez que la recuerdo; la que al parecer forma parte de las películas relacionadas con 'Dios y su presencia en el ser humano' hechas por Bergman; y resulta increíble la hazaña que alcanza el maestro Ingmar, al realizar tal película, donde los diálogos aunque pocos- alcanzan niveles de profundidad inimaginable, mientras que el resto del filme permanece en silencio (algo pocas veces intentado en el cine sonoro), algo que le da un toque de un misterio elegante. ¿Qué papel juega Dios en todo esto? ¿Dónde está el origen de los problemas entre los seres humanos? ¿Por qué callar ante la inocencia de los niños? ¿Cuándo y cómo se deben enfrentar a los problemas? Son algunos de los temas que pueden sacar de este majestuoso film, filmado con la sabiduría de Bergman, película que se acompaña de dos excelentes actuaciones femeninas, un guión insuperable y un final lleno de pesar; otro de los grandes trabajos del director Sueco, sin duda imperdible.
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ucho antes de realizar esa obra maestra de la pantalla chica llamada True Detective con Matthew McConaughey y Woody Harrelson, el director californiano Cary Fukunaga realizó el corto Victoria para Chino (2004), por el cual obtuvo el premio de Sundance a Mejor filme realizado por un estudiante. La temática de este trabajo (la migración ilegal) fue retomada por el director cinco años después para la realización de su ópera prima: Sin Nombre (2009), una historia escrita por él mismo en la que mezcla dos viajes personales que se vinculan sobre el lomo de La Bestia, ese sistema de trenes de mercancías en el que se transportan los migrantes latinoamericanos que sueñan con una mejor vida en Estados Unidos. Sayra (Paulina Gaitán) es una adolescente hondureña que, junto con su padre y su tío, se embarcan en el peligroso viaje hacia los Estados Unidos a bordo del también conocido como 'El Tren de la Muerte', donde tienen un violento primer encuentro con Willy 'El Casper' (Edgar Flores), un adolescente perteneciente a la Mara Salvatrucha que, tras haber matado a Lil' Mago (Tenoch Heuerta), el líder de los Mara en Tapachula, Chiapas, como venganza por haberle arrebatado a su novia Martha Marlene (Claudia García), busca escapar y alejarse de la violenta vida de la banda. Sin Nombre es un relato atípico dentro del cine de migrantes, la historia de Fukunaga logra combinar con eficacia el mundo de los Mara y el mundo de los migrantes, dando su propio peso a cada uno de estos dos micro universos: por un lado tenemos un acercamiento sincero y neutral a esta organización de pandillas, 22
conocemos su modus operandi, sus ritos de iniciación y los códigos de conducta y honor dentro de estos grupos marginados; por otra parte, aborda también el tema de los migrantes y los terribles peligros a los que están dispuestos a enfrentarse quienes se aventuran al viaje en pos de una vida mejor, estos problemas van desde la migra mexicana hasta el crimen organizado que se dedica a la extorsión y al tráfico humano. Pero antes que todo esto, el filme de Fukunaga es sobre la historia de Sayra y 'El Casper', dos personajes con un viaje personal por delante; ella va en busca de un futuro esperanzador al lado de su papá y su nueva familia en Estados Unidos, él va escapando de la violenta vida que le ha quitado todo lo que quería y buscando un poco de redención. La preciosista fotografía de Adriano Goldman logra capturar momentos de gran belleza incluso cuando se trata de secuencias verdaderamente atroces y plagadas de violencia sin llegar a ser completamente explícitas; la manufactura de Sin Nombre es impecable y la gran fidelidad con la que se retrata el contexto económico-social en el que se desarrolla la trama, es porque el Fukunaga realizó él mismo una investigación de dos años, durante los cuales viajó con los migrantes a bordo de los trenes y contactó con verdaderos miembros de la Mara para exponer de manera fidedigna sus características y con la verosimilitud necesaria para la historia, a lo que también ayudan las correctas interpretaciones de todo el reparto, señalando principalmente la pequeña participación de Tenoch Huerta, y los protagónicos de Paulina Gaitán y Edgar Flores.
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ras su exitosa adaptación de la obra El Chico de la Última Fila (original de Juan Mayorga) bajo el título En La Casa (Dans La Maison; 2012), el realizador parisino François Ozon, está de regreso con una sugerente mirada al despertar y descubrir sexual de una joven de 17 años. Dividida en cuatro capítulos, correspondientes a las estaciones del año pero también a los estados de ánimo por los que atraviesa la protagonista (comenzando por el caluroso verano y culminando con la esperanzadora primavera), Joven y Bella (Jeune & Jolie; 2013) sigue a Isabelle (Marine Vacth), una joven que tras perder torpemente la virginidad con Félix (Lucas Prisor), pierde toda idea romántica sobre la sexualidad y decide iniciarse en la 'prostitución selecta' para encontrar, por lo menos, un poco de emoción y excitación en esos encuentros clandestinos. Dentro del guión, escrito por el mismo Ozon, encontramos diálogos -sin inhibición alguna- que mantienen una profunda y directa relación con sus aventuras sexuales actuales (aunque estos diálogos tengan lugar con sus compañeros de escuela o con los miembros de su familia), esos encuentros casuales que pronto se con-
vierten en lo más importante en la vida de la joven y con los que intenta llenar su vacío existencial tras la decepción de su 'primera vez'. A la vez, también se abordan de manera esporádica, algunos tópicos que desvían la historia principal (la historia sexual de la protagonista) hacia la disfuncionalidad familiar (su relación con su padrastro -Frédéric Pierrot- y la infidelidad hacia éste por parte de su madre -Géraldine Pailhas-), haciéndola perder un poco de fuerza y contundencia. La modelo Marine Vacth sorprende al ofrecer una digna actuación como la desilusionada Isabelle y por su excelente trabajo en las escenas de alto contenido erótico que requerían de su total entrega. Y ya que hablamos de las escenas eróticas, cabe señalar que ninguna de ellas resulta gratuita, al contrario, todas están presentadas por Ozon con gran elegancia que retratan con gran honestidad el descubrir sexual de la protagonista. Joven y Bella no alcanza el nivel de su filme anterior, y resulta no ser tan contundente, pero logra ser un elegante, sugerente y pasional relato sobre el descubrir de la sexualidad en la última etapa de la adolescencia cuyo visionado vale mucho la pena.
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l Lobo seductor (Le grand méchant loup) es una comedia francesa dirigida por Nicolas Charlet y Bruno Lavaine con tintes muy pícaros que hace alusión al cuento de "Los Tres Cochinitos" (o "Los Tres Cerditos"). Con chistes muy masculinos y una comedia bien representada, la historia inicia mostrando los lazos que los unen: esa infancia memorable que disfrutaron al lado de su madre. Pero de pronto da un giro y nos muestra, de una manera muy divertida y resaltando cínicamente el pensar masculino respecto a la infidelidad, la vida de tres hombres aburridos de sus matrimonios. En esta historia se invierten los papeles, pues las mujeres son las lobas feroces que desean devorarse a los cerditos indefensos: Ellos, tan buenos y sufriendo tanto por negarse a sus bajas pasiones. Así, empieza la aventura cuando les informan que su madre esta grave en el hospital, esta noticia hace catarsis en cada uno de ellos, pero inicia con Philippe (Benoit Poelvoorde), el mediano que tiene 46 años y siente que su vida no es la que quiere, que debió aventurarse a vivir más cosas. El destino, según él, lo llevó a toparse con una chica sexual-
mente impactante de 27 años Natasha (Charlotte Le Bon) que despierta en Philippe un sinfín de emociones y hace reavivar al joven que lleva dentro. Henri (Fred Testot) es el menor y es quien solapa las mentiras de Philippe para ver a Nathasa, así se propaga como virus el querer sentir la euforia del engaño o “despertar“, como ellos lo llaman, y el destino nuevamente hace de las suyas, coincidiendo con una mujer muy diferente a su esposa y decidiendo comenzar una aventura amorosa. Así llegamos a último de los cerditos: Louis (Kad Merad) es el mayor, el recto, el que nunca engaña a su mujer, el exitoso, el mejor acomodado, el ejemplo a seguir, pero eso es sólo la apariencia, en realidad él es el que tiene la historia más complicada y que divertidamente es descubierto dejando anonadados a los hermanos. En fin, es una historia sencilla, divertida, sin pretensiones que nos relata la vida conyugal de tres parejas en diferentes fases del matrimonio con algo en común: la monotonía de una rutina y la comunicación que se pierde y va terminando con lo que alguna vez prometiste: “la fidelidad”.
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n el cine hay muchas creencias, mitos y tabúes sobre ciertas temáticas, explico esto ya que es el punto que quiero resaltar de este filme, pues rompe el “mito” de las películas con temática homosexual. Es verdad que un gran número de ellas tiene alto contenido sexual, pero no podemos etiquetar a todas como sólo eso. Hoy quiero volver solito es una historia sobre la amistad, el despertar al amor, a sus emociones y la aceptación de algo socialmente complejo: reconocerse homosexual. Esta película, según comenta su director Daniel Ribeiro, "surgió de la pregunta: ¿De dónde viene nuestro deseo? ¿Viene de adentro o del exterior? Así que cuando tomas a un personaje gay que no ha visto nunca a un hombre, nunca ha visto a una mujer... ¿Cómo es qué ese deseo surge dentro de él? " Bajo esa premisa, y tratando de contestar estas preguntas, nace una historia poco común en características específicas, pero común en lo general y verán porqué: nos habla de lo básico del sentir humano, del nacimiento de una gran amistad, que poco a poco, y con la convivencia continua, se va convirtiendo en un fuerte sentimiento de amor. Así es la historia de Leo (Gilherme Lobo), un chico invidente que transita los días en su rutina diaria acompañado de su mejor amiga Giovana (Tess Amo-
rim), quien pasa por él para ir a la escuela e igualmente lo regresa a casa, lo defiende ante burlas, agresiones o bromas de mal gusto de los compañeros de clases, quienes la mayoría de las veces son impertinentes y no piensan en los comentarios hirientes hacia su persona. Leo es un chico listo, divertido y muy consciente de su desventaja frente a los demás, pero la acepta y la vive, sus padres lo sobreprotegen pues como todos los padres no quieren que él sufra, pero él quiere explorar y aventurarse no importando su limitación. Para esto aparece un compañero nuevo en la clase, Gabriel (Fabio Audi), con quien forman un trío amistoso, pero éste da un giro cuando Leo se da cuenta que Gabriel ha cambiado completamente su vida, como lo hace en la vida real el amor, desde el cambio de rutina hasta la forma de actuar, entre ellos nace un gran cariño, una gran amistad que muy pronto se convierte en una fuerte conexión. La película tiene una narrativa muy sencilla, unos diálogos ocurrentes, divertidos, no se centra en la tragedia, si no en el sentir, el despertar de un adolescente que quiere vivir y se descube con sentimientos de amor hacia una persona de su mismo sexo. Una película que puede y debe disfrutar toda la familia.
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l mundo cinematográfico hollywoodense -y por lo tanto también la cartelera mexicana- se encontraba bajo la invasión de esa moda del vampirismo industrial y edulcorado de la infame saga Crepúsculo cuando llegó a las pantallas nacionales una muy modesta cinta proveniente de los gélidos parajes suecos: Déjame entrar (Let the right one in/Låt den rätte komma in; 2008), una adaptación de la novela homónima del escritor John Ajvide Lindqvist -encargado de realizar el guión para la cinta- bajo la dirección de Tomas Alfredson (Tinker Tailor Soldier Spy; 2011) que cuenta la poco convencional historia de amor entre un pequeño llamado Oskar (Kåre Hedebrant), un niño solitario con padres divorciados y que es víctima de bullying en el colegio, y su nueva vecina, una pequeña niña llamada Eli (Lina Leandersson) que resulta ser en realidad una vampira con algunos cuantos siglos de existencia sobre la tierra. La trama de la historia nos sitúa en la década de los 80, en los suburbios de la clase media en Estocolmo, a donde llega Eli -junto con su extraño tutor- para instalarse en el departamento contiguo al de Oskar donde vive con su madre casi permanentemente ausente tanto de manera física como emocional. La rara amistad que entablan el niño y la vampiro durante las horas nocturnas en los alejados y tranquilos departamentos de interés social, le da a Oskar la valentía suficiente para enfrentarse a sus acosadores en la escuela; pero cuando comien-
zan a aparecer cuerpos con la sangre drenada y los vecinos comienzan a sospechar que hay algo raro en la extraña pareja de inquilinos, hacen inminente un nuevo y obligado escape de Eli. Malacostumbrados al cine gringo, donde la figura del vampiro se había transformado en algo muy cercano a los jovencísimos galanes/metrosexuales/héroes de acción rodeados de abundantes efectos creados por computadora, hubo quienes no tardaron en tachar a esta propuesta de 'lenta' y 'aburrida', pero no hay nada más alejado de la realidad que esas acusaciones, pues Déjame entrar no fue sólo de lo mejor que llegó a nuestras muy castigadas pantallas cinematográficas, sino que es una de las mejores películas de vampiros de todos los tiempos. A pesar de dejar de lado varios tópicos de la novela -publicada en Suecia en 2004- como las drogas y la pedofilia, y eliminar subtramas contenidas en el material original para agilizar el relato en pantalla, la película logra modernizar al mito vampírico retomando varias de sus características como el tono romántico y la efectiva mezcla de elementos sanguinarios y melancólicos de los relatos originales sobre estas atractivas criaturas nocturnas; es necesario también señalar esos maravillosos detalles de la naturaleza vampírica que se retoman en este relato: la aversión a la luz solar, su vida nocturna, la imposibilidad de entrar a una casa sin ser invitados, la imperante necesidad de alimentarse de sangre humana, su intrínseca naturaleza violenta,
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entre otros muchos detalles que tiene el guión y que son disfrutados de manera inimaginable por los amantes de los vampiros de verdad. Existe también en el filme un cierto toque de erotismo y deseo sexual latente que resulta un tanto incómodo y controvertido, no sólo por las edades de los protagonistas (doce años -aunque Eli aclara que ella ha tenido doce años desde hace mucho tiempo-), sino porque la pequeña vampiro guarda un oscuro secreto sobre su pasado, un acontecimiento que sucedió antes de ser convertida en la sanguinaria criatura que ahora es y que la ha dejado marcada para siempre, y aunque en la película este secreto se revela de una manera un tanto superficial (no va más allá de una secuencia de algunos segundos de duración), no deja de ser sumamente interesante la nueva perspectiva que este hecho ofrece a la relación entre los dos pequeños. Déjame entrar es mucho más que una cinta de vampiros, es un grito ahogado en la soledad, la frustración y la desesperanza de un contexto social y educativo muy particular que, sin embargo, se vuelve universal; una película hecha con un presupuesto limitado pero ilmitada en su poderosa imaginería que la convierten, aunque suene extraordinario, en una de las películas vampíricas más originales de la historia. Pausada, hipnótica, melancólica y sangrienta, la película de Tomas Alfredson es una joya del cine contemporáneo que es amada por los amantes del 'verdadero' vampirismo y del buen cine.
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http://bit.ly/KkcC0U
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a obra del multidisciplinario (o todólogo) realizador chileno Alejandro Jodorowsky siempre se ha caracterizado por ser provocativa, desde su ya mítica ópera prima Fando y Lis (1968) hasta The Rainbow Thief (1990), que representó su gran inmersión en los terrenos hollywoodenses con grandes presupuestos tras el fallido intento de adaptación de Dune de Frank Herbert, así como la última película en la que trabajó como director hasta hoy, 23 años después, cuando ha regresado para presentar La Danza de la Realidad, una adaptación fílmica de un fragmento de autobiografía homónima editada en 2010. Su contundente filmografía (con apenas siete largometrajes, ya tomando en cuenta la que hoy nos ocupa) y las más de dos décadas en las que permaneció alejado del entorno cinematográfico, lo han convertido en una figura de culto -literalmente hablando-. Su lugar dentro de la historia artística (no sólo dentro de la cinematográfica) es incuestionable, lo que sí lo es, es su nueva propuesta tanto como figura mediática, como artista cinematográfico. Dentro del marco de la décimo primera edición del Festival Internacional de Cine de Morelia, Alejandro Jodorowsky ofreció una conferencia magistral en la que pudimos ser testigos de la gran cantidad de 'fanáticos' (en toda la extensión de la palabra) que posee. Y es que no únicamente por la enérgica participación del público asistente (quienes gritaban eufóricos a la menor orden comandada por el chileno) se pudo observar el poder abrumador de convocatoria, sino también por la enorme cantidad de personas que se quedaron afuera del Teatro Morelos sin poder tener acceso por falta de lugares; no obstante, la multitud se abrió paso entre los miembros de seguridad y entraron por la fuerza al lu-
gar del evento. Mientras tanto, Jodorowsky proseguía en el escenario con su acto de hipnotismo, de seducción, de convencimiento; un acto por demás tramposo, pues aunque al final el 'Maestro' ofreció una firma de autógrafos, estos eran condicionados por la adquisición de su autobiografía La Danza de la Realidad, así que si no poseías su autobiografía impresa, te quedarías sin su valiosa firma. Y es que con este 'nuevo' Jodorowsky pasa lo mismo que cuando compras un artículo de marca: Compras el nombre y el prestigio que (en apariencia) te otorga a ti como usuario/consumidor, no pagas el producto en sí, pagas la marca. Y fue así como NO pagamos por ver en La Danza de la Realidad una obra cinematográfica, pagamos por un producto marca Jodorowsky que fue verdaderamente decepcionante, un producto de un artista otrora provocador devenido a una especie de Paulo Coelho para hipsters. La cinta, valorándola exclusivamente como ejercicio fílmico, es pobre en más de un sentido, pero en lo que resulta más evidente, es en su guión por demás vanidoso y egoísta, aunque sobre todo, pretencioso -y mucho-. La historia de La Danza de la Realidad es la de su turbulenta infancia en Chile, pero es montada de una manera paupérrima, aunque no por lo limitado del presupuesto (que se calcula en $4mdd, reunidos entre aportaciones de sus seguidores y capital de productores franceses y mexicanos), sino por la nula propuesta cinematográfica del director. Las actuaciones son irregulares y algunos de sus protagonistas apenas se salvan de caer en lo ridículo, entre ellos Brontis Jodorowsky, interpretando a su abuelo Jaime Jodorowsky, o Pamela Flores en el rol de Sara, madre del director; mientras que al pequeño Jere33
mias Herskovits, quien interpreta a Alejandro en su infancia, se le nota la inexperiencia, pero también su gran esfuerzo por salir adelante en cuanto a las demandas del director. Además, al bastante irregular trabajo actoral del reparto, hay que agregar las apariciones del mismo director (vestido completamente de negro, claro está) a manera de 'conciencia' del pequeño Alejandro, rescatándolo alguna vez del suicidio inminente en un acantilado y recitando 'versitos' pseudo poéticos que se sienten tan fuera de lugar, tan forzados y tan superficiales, que rayan en lo absurdo. La Danza de la Realidad, según las palabras del propio director "No se parece a nada, no se parece a nada de lo que tú hayas visto", y ésta aseveración podría ser cierta si fuera la única película del mundo, pero para desgracia del director, la película no es ni novedosa ni distinta a su filmografía, pues mantiene su estilo extraño y sobrecargado, su personajes extravagantes entre los que se encuentran los tullidos, los deformes, los enanos y todos aquellos con los que se pueda provocar al espectador y manifestar una crítica hacia la religión o los estereotipos sociales contemporáneos. Así, más que una cinta 'novedosa', La Danza de la Realidad es repetitiva en cuanto a los esquemas que siempre han caracterizado al autor, la película es un capricho cinematográfico malhecho de un director reconocido alguna vez por su carácter propositivo y trasgresor, que ahora se dedica a predicar cosas que ni él mismo pone en práctica; un director que a la menor provocación despotrica contra el cine comercial y de consumo, pero condiciona su firma y 'obliga' a la adquisición de su libro, comercializando así de manera cínica, tanto o más que ese cine hollywoodense que tanto y tan efusivamente critica.
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ras algunos cortometrajes, y una vez reconocido de manera internacional con su interesantísima cinta El Huesped (The Host -2006-), el director surcoreano Bong Joon-ho presenta su primera cinta rodada en inglés, con la que vuelve a adentrarse en las historias de ciencia ficción, pero esta vez agregando a la premisa algunos elementos de la teoría marxista y del concepto del motor inmóvil de Aristóteles. La obra en cuestión, Snowpiercer (2013), tiene lugar en un mundo apocalíptico donde, tras un accidente ocurrido durante un experimento con el que se buscaba 'enfriar' la Tierra ante el implacable calentamiento global, la escasa humanidad que sobrevivió a la glaciación global habita ahora en un tren que recorre incansablemente el planeta, completando una vuelta entera cada 365 días. En esta especie de Arca de Noé del nuevo milenio -y que, de hecho, lleva por nombre 'El Arca'-, los sobrevivientes para variar y no perder la costumbre- están divididos en marcados estratos sociales, a los cuales les corresponden sus respectivos vagones: la clase proletaria se mantiene en los últimos vagones padeciendo hambre, frío y toda clase de vejaciones, mientras que la élite se ubica en los primeros coches del imparable vehículo disfrutando de todas las comodidades y entregándose a los excesos, aunque reservando la sofisticada locomotora -donde se alberga el mítico motor eterno- para su creador, el legendario, visionario y -por casi todos- alabado Señor Wilford. Una revolución generada en los últimos vagones del tren, detona la acción de esta inusual propuesta dentro del género sci fi. Giliam (John Hurt), un anciano proletario al que ya le han amputado -como castigo en revueltas infructuosas previas- sus dos extremidades inferiores y sólo le queda una superior, organiza y dirige la secreta revuelta en contra de los regentes dentro del tren, mientras que Curtis
(Chris Evans) y Edgar (Jamie Bell), son los líderes del movimiento encargados de llevar al resto de los amotinados hasta el frente del tren para tomar el control y establecer el balance social. Es el propio Joon-ho, junto con Kelly Masterson, quien adapta al cine la novela gráfica de Jacques Lob, Benjamin Legrand y Jean-Marc Rochette, logrando una desquiciada e invernal aventura sobre las vías, es una propuesta visualmente deslumbrante e intelectualmente satisfactoria, posee el equilibrio perfecto entre forma y fondo, acción y discurso logran empatarse a la perfección para ofrecer un entretenimiento muy inteligente. Snowpiercer lo mismo ofrece secuencias de acción logradísimas, como también brinda un discurso económico-político-social de gran alcance, pues no sólo habla de la desigualdad en la repartición de la riqueza, sino que también -y como ya se mencionó brevemente en el primer párrafo de esta crítica- ofrece una alusión a algunas ideas de la teoría marxista, la cual considera a los trabajadores como una mano de obra que puede equipararse con alguna cantidad determinada de dinero, es decir, que se puede adquirir; esta idea se deja planteada de una manera extraordinaria por Mason (una Tilda Swinton casi irreconocible), quien después de un insignificante amotinamiento que involucró un zapato como proyectil, les hace saber clara y llanamente -a través de un efusivo mini discurso/regaño- cuál es el lugar que a la 'prole' le corresponde: la cola del tren. Ya en la última parte del filme, también se abordan otros temas no menos interesantes: el primero, es que se hace referencia al concepto del motor eterno planteado por Aristóteles, una clase de energía no física capaz de auto perpetuarse y creada por el Sr. Wilford (¿Dios?), interpretado por Ed Harris; en segundo lugar, y el que me pareció un tema mucho más atractivo desde mi muy
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particular y subjetiva perspectiva, es el de las revoluciones como parte fundamental del sistema, pues son estos movimientos armados los que, generándose se manera esporádica a lo largo de la historia humana, de alguna manera sostienen y mantienen funcionando al sistema como una máquina perfectamente lubricada para que puede seguir corriendo a la perfección, al igual que el tren. Snowpiercer es una muy estimulante aventura claustrofóbica que va a satisfacer por igual a aquellos quienes busquen meramente entretenimiento y, a la vez, a quienes estén en pos de una propuesta arriesgada con múltiples lecturas; a través de esta distopía, Joon-ho hace un crítica hacia una sociedad asquerosamente capitalista, como la imperante en estas latitudes en las que nos encontramos, es de esas propuestas que el cine de acción y ciencia ficción casi nunca ofrecen, o por lo menos no el cine hecho en hollywood -aunque lo hayan intentado con la muy fallida Elysium, posiblemente por eso Harvey Weinstein, cuya compañía fue la distribuidora del filme en los Estados Unidos, quería que la película se editara y se le recortara alrededor de cuarenta minutos, y al parecer nunca sabremos si esta censura era buscada porque no le gustó la aproximación hacia la sociedad capitalista que propone el filme o porque tiene una idea tan equivocada del público estadounidense que pensó que nuestros vecinos del norte no comprenderían esta cinta. Sea cual sea la razón, lo que se agradece al final de cuentas es que la censura no haya prevalecido y la película se vaya a estrenar, en Estados Unidos, de manera íntegra y sin ningún corte; para México, las cosas no pintan mejor, y no por el tema de la censura, sino por el poco interés de las distribuidoras para traernos este film, ojalá que eso cambie muy pronto, mientras tanto, que aquí quede la recomendación para disfrutar de este filme en cuanto se pueda.
Por supuesto, el giro que t sorprendiendo y, en algunos la propuesta va por buen ca que las piezas encajan y v dinรกmica impuesta para co en un verdadero palad
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i el nombre de este mítico personaje, dado a conocer por Disney a nivel mundial en su largo metraje Sleeping Beauty (1959), no empezara con la palabra “Mal”, no tendría sentido como la villana que era: amargada, solitaria, hechicera del lado obscuro, en busca de venganza. Maléfica lo dice todo. Paradójicamente, era de rasgos afilados y clase en su apariencia. En este 2014 Robert Stromberg dirigió la historia afín, en la misma dinámica de la reescritura de ciertos personajes heroicos, de quien sin duda fuera la antítesis del amor, de la paz y la felicidad. Las similitudes con el dibujo animado son notorias, sobre todo para los verdaderos fans: rostro muy claro y alargado, labios muy rojos, ojos expresivos, dentadura perfecta, así como una figura alargada e imponente a causa de su manto negro, contrastante con el colorido del entorno. Entre las diferencia se encuentran el color de ojos, los cuernos que nacen en sentido opuesto y la sarcástica feminidad de la original. De cualquier manera, Angelina Jolie representa a la mujer activa, atlética y muy sexy de la meca del cine, quien no
tiene la historia sigue s casos, cuestionando si amino. Aun así, parece van de la mano con la onvertir al joven Parker dín de la justicia...
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calza del todo en la idea concebida de Maléfica, aunque sí de una mujer poderosa, muy del siglo XXI. Y precisamente esta época hace que la reescritura presente una perspectiva de cultura de género en la historia, ya que nos muestra la razón por la cual una mujer dulce y amorosa, puede transformarse en lo contrario. Difiero con los guionistas al no hacer un cambio justificado del nombre, pues nadie pondría a un hada un apelativo que moviera a pensar en el lado obscuro; pero así fue en el paraíso en que ella habitaba. Con este desfase en mente, vemos cómo el amor no correspondido y la traición, endurecen un corazón puro, en palabras llanas, por la culpa de un hombre. Al retomar el intrincado discurso feminista, caeríamos en que los desequilibrios, guerras y desavenencias de la humanidad, son culpa del sexo masculino (visible en la película), de modo que en el momento en que las mujeres tomaran posesión de los puestos de poder, el mundo encontraría una armonía casi perfecta por la conciliación implícita del reinado femenino.
Veamos algunos puntos clave: el hombre traiciona al hada por ambición, ni siquiera es una buena causa; el hombre declara la guerra contra el hada, con tal de no ser expuesto como culpable ante su pueblo; el hombre se obsesiona y se afana para crear las armas necesarias para eliminar la amenaza del hada; el hombre muere en el intento de mantener viva su mentira y, por ende, su postura malévola, encubierta de falsa preocupación y bondad hacia los suyos. El hada se muestra entonces guerrera, vengativa pero justa, comprensiva, guía en el transcurso de los sucesos e incluso en la sustituta de una madre cuyo amor sincero lo puede todo. Es más, luego de decidirse a ser “mala”, lució mucho mejor que cuando era buena e incluso salvó la situación, cosa que el hombre jamás haría. Entonces vamos al discurso de los cuentos de hadas: apareció un príncipe de sangre azul, atractivo y viril, pero cuya actividad fue apenas notoria. La chica no esperaba vivir “happily ever after” a su lado, sino en medio de las criaturas mágicas de la naturaleza, en convivencia sencilla, no así en un palacio, ricamente ataviada, pues no resultó el mejor premio. Es más, entendió que había maldad en el mundo, pero no le dieron nombre ni apariencia, para restarle importancia. Definitivamente la saga de Shrek (2001, 2004, 2007, 2010) logró que el mismísimo Disney genere heroínas de sus historias clásicas que se ensucian y luchan, en lugar de permanecer sumisas y expectantes. Una paradoja interesante resulta la sombra que sigue a la protagonista, pero no la acecha, la observa e incluso se adapta tan bien a ella, que en lugar de generar miedo, logra una relación familiar. Funciona como reflexión, que también puede tomarse como moraleja, respecto a la manera tan sencilla en que extendemos el odio hacia personas que
nos recuerdan a quienes nos hicieron daño, pero al final de cuentas, nada tienen que ver en el asunto y, lo mejor, podemos llegar a llevarnos realmente bien con ellas. O sea, no colgar etiquetas sólo porque sí. En fin que lo único que se apega a la animación original, es la ambientación del castillo, así como los vestuarios de los cortesanos y los trajes de las hadas. Recurso adicional, hacer del cuervo un espía antropomorfo, de carácter arisco, pero convenientemente objetivo para analizar la situación, de modo que ni siquiera por su apariencia resulta agresivo o poco confiable. Otro paradigma roto gracias a Shrek. Ante dichas circunstancias, un cambio de nombre le vendría bien al film de Stromberg, con sólo colocar signos de interrogación, pues construye algo lejos de la idea original, (caso similar al Llanero Solitario de Gore Verbinski, 2013), redimensionando el alcance del personaje y cambiando por completo la perspectiva de este, exactamente a la inversa del twerking de Miley Cyrus, otrora chica Disney. Para concluir, queda claro que los maleficios están a la orden del día, sobre todo en la industria del cine y la comercialización, con tal de generar nuevos giros a viejas historias, en un afán por marchar a lo seguro en las inversiones, pero también, estoy segura, de contestar la clásica pregunta al final de una película: “¿Qué habría pasado si…?”. Ese, definitivamente, es un maleficio difícil de romper.
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os hijos del átomo están de regreso en X-Men: Días del Futuro Pasado (X-Men: Days of Future Past), una nueva aventura de la saga en la que también está de regreso tras las cámaras el director responsable de su maravilloso origen en el universo del celuloide allá por los inicios de este milenio con X-Men (2000). Esta nueva entrega es una adaptación de la serie impresa homónima que se ha convertido en material de culto entre los fanáticos de las historietas de los mutantes odiados y temidos. Con algunos ligeros cambios respecto al cómic, el inicio de la historia de nos sitúa casi veinte años después de los sucesos acaecidos en X-Men: La Batalla Final (X-Men: The Last Stand), en un apocalíptico año 2023 donde los seres evolucionados se encuentran al borde de la extinción tras una larga guerra entre mutantes y humanos, y donde la última esperanza de supervivencia reside en Logan (Hugh Jackman) y su capacidad de rápida sanación, pues se necesita que su conciencia sea transportada a su cuerpo de 1973 para convencer a las jóvenes versiones de Charles (James McAvoy) y Erik (Michael Fassbender) de unir fuerzas para evitar un importante asesinato cometido por un mutante que desencadena la guerra que ha erradicado casi por completo a la especie mutante de la faz de la tierra. Con X-Men: Días del Futuro Pasado, Bryan Singer entrega una de las pelícu-
las de superhéroes más estimulantes de las que se tenga memoria, una historia que introduce por vez primera los viajes en el tiempo en este universo, dotándola de una oscuridad muy particular debido a su contexto apocalíptico y desolador. Es una propuesta inteligente y lo suficientemente compleja para quienes buscan algo más que entretenimiento de primera calidad: posee una premisa que cuestiona la existencia de un destino inalterable y de las repercusiones de nuestras acciones; encontramos también buenos giros argumentales e interesantes se muestran los caminos que han de seguir en solitario los mutantes, así como numerosos guiños al universo mutante que ya se ha quedado grabado en celuloide. Destacan los momentos en los que se alternan los climáticos sucesos entre pasado y futuro con emocionantes secuencias extraordinariamente montadas y revestidas con efectos especiales del mejor nivel posible y un formato 3D más que decente, aunque se debe señalar que pudo haberse explotado más para que ayudara no sólo en la espectacularidad de la puesta en escena sino en la narrativa de la cinta. Como toda propuesta que juegue con las alteraciones espacio-temporales, XMen: Días del futuro pasado no está exenta de padecer las paradojas que ello implica, por lo que en la trama quedan algunos cabos sueltos y surgen pequeñas incoherencias que se presentan 41
cuando se descubren los cambios que se presentaron en la línea de tiempo del futuro tras los sucesos alterados en el pasado. No obstante, el filme cumple con creces con su cometido, pues además de ser una aventura mutante de proporciones épicas, también funciona como el perfecto eslabón que une y concilia el pasado y el futuro de esta portentosa saga que logra un gran ensamble actoral con las dos generaciones de mutantes que hemos conocido (resulta verdaderamente entrañable reencontrarnos aunque sea brevemente con los viejos mutantes que ya conocimos en la primera era de la franquicia) y que no presenta aún síntomas de agotamiento, sino que por el contrario, se encuentra en un prometedor camino hacia su película más épica: X-Men: Apocalypse, una cinta que llegará dentro de un par de años bajo la dirección nuevamente de Singer, y de la cual ya nos dan un breve adelanto en la escena post-créditos de este filme donde podemos ver por un instante a ese legendario mutante que pondrá a prueba el poderío de los X-Men; mientras tanto, X-Men: Días del Futuro Pasado es la opción número uno de los blockbusters de la cartelera actual. Imprescindible.
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sesenta años de su primera película (Godzilla; 1954) y a una década de su última aparición en la pantalla grande (Godzilla: Final Wars; 2004), el kaiju de kaijus creado por los estudios Toho está de regreso con una propuesta un tanto arriesgada por parte de hollywood y con un fracaso en crítica de su última versión estadounidense (Godzilla; 1998). En esta nueva versión, Gareth Edwards, director de la eficaz cinta Monstruos: Zona Infectada (Monsters; 2010), toma la batuta y se decanta por mostrarnos una criatura que, lejos de ser una bestia asesina, es algo mucho más próximo a una deidad o una fuerza de la naturaleza. Tomándose su tiempo (a veces demasiado, según las quejas de quienes querían ver un espectáculo frenético de cine de acción como la trepidante Titanes del Pacífico (Pacific Rim; 2013) de Guillermo del Toro sin entender que son dos géneros distintos los que cada una de estas propuestas aborda) y sin estar exento de múltiples baches en el guión, el director opta por retrasar la aparición completa de Godzilla por más de una hora y dar importancia a la parte humana de la historia para poder 'dimensionar' el alcance de la destrucción provocada por la lucha entre los M.U.T.O. (Massive Unidentified Terrestrial Organism) y el mastodóntico protagonista. La decisión que tomó el director fue la de crear una cinta de tensiones y suspensos, de una manera pausada nos encamina hacia escenarios apocalípticos en donde, durante gran parte del filme, sólo tenemos atisbos de esa deidad rep-
tante que ha emergido de las profundidades para restablecer nuevamente el equilibrio en el planeta. El oficio de Gareth Edwards es mucho más que evidente, es ejemplar el sobresaliente conocimiento y manejo de las secuencias de destrucción y de los monstruosos enfrentamientos: cuando los entes antagonistas o el descomunal 'héroe' aparecen, la propuesta de Edwards es insuperable. No obstante, el fallo principal del filme es el relacionado con sus protagonistas humanos, desde una trama por demás endeble, hasta personajes pobremente desarrollados, sin conflictos internos (el único con conflictos internos se muere a la media hora) y cuyo mayor logro es ser interpretados por reconocidos/famosos actores: un Aaron Taylor-Johnson con menos gracia y heroísmo que Keanu Reeves (y eso ya es mucho decir), un apenas decente trabajo de Bryan Cranston, una desaprovechadísima Juliette Binoche, una capaz Elizabeth Olsen apenas cumplidora, un Ken Watanabe perpetuamente acongojado e insípido que se dedica sólo a describir la situación y una Sally Hawkins siempre con semblante afligido. Godzilla es, ante todo, cine de desastre puro y duro, por lo que quienes busquen acción desbordada saldrán decepcionados (insistimos, esto no es Pacific Rim). Hay una irrelevancia de la presencia de un apagado conflicto dramático en la subtrama correspondiente a los humanos que retrasa la presentación de Godzilla, y el 'hermetismo' con el que se maneja durante la primera mitad del 43
filme podrá desesperar a los que estén hambrientos de acción. Sin embargo, los que sean fans del filme original sabrán que en la película de Ishiro Honda, la presencia de Godzilla también es menor, un aspecto importante que Edwards repite aquí con gran acierto, pues son dosificadas las apariciones de Godzilla y a veces sólo son parciales, pero incluso esas esporádicas y efímeras participaciones logran que los momentos en los que lo vemos en pantalla sean memorables. A pesar de los fallos, la trama del filme está acertadamente al servicio de Godzilla, y cuando éste aparece, no se puede pedir nada mejor: en pantalla hay una majestuosa y descomunal deidad que libra batallas con su radioactivo aliento y que se enfrenta con otras no menos imponentes deidades prehistóricas bajo una excelente fotografía de Seamus McGarvey y el ejemplar score compuesto por Alexandre Desplat. Godzilla es un trabajo hecho con gran cariño y respeto hacia el monstruo nipón por parte de Edwards y así lo dejan ver las secuencias donde Gojira es el protagonista, sin embargo, la contraparte humana se queda floja y termina por desequilibrar una propuesta que pudo convertirse en la deidad de las películas de desastres y de monstruosas criaturas.
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l cine de Wes Anderson es un micro universo muy particular en el que la gramática cinematográfica es utilizada con gran maestría para narrar fantásticos relatos que hablan sobre nuestra naturaleza y nuestras relaciones humanas, dicha gramática es perfeccionada en su nueva película y logra su obra maestra: El Gran Hotel Budapest, la cual narra la historia de amistad del joven botones Zero Mustafa (Tony Revolori) con el famoso concierge del hotel al que alude el título, Monsieur Gustave H. (Ralph Fiennes), y de la gran aventura que vivieron, a principios de la década de los 30s, al verse obligados a robar una pintura renacentista de valor incalculable que le fue heredada a Monsieur Gustave por parte de la anciana Madame D. (Tilda Swinton), pero que le es negada por su egoísta nieto Dimitri (Adrien Brody); a la par de esto, también se desarrolla una pugna familiar por una millonaria herencia y el nacimiento de una historia de amor entre Zero y una chica llamada Agatha (Saoirse Ronan), quien como seña particular, tiene un enorme lunar con la forma de México en la mejilla derecha. Con El Gran Hotel Budapest, Wes Anderson nos pone frente a cien minutos de un sofisticado delirio estilístico, ese 44
con el que ha creado su propio universo cinematográfico desde aquella ya muy lejana Bottle Rocket (1996), ese microcosmos que, aún con su tono fársico a cuestas, es poseedor de una elegancia y sofisticación incomparables. Con su clásico uso de una paleta de colores pastel y su reparto coral -donde en esta ocasión encontramos nombres como los de Jude Law, F. Murray Abraham, Willem Dafoe, Jeff Goldblum, Edward Norton, Bob Balaban, Bill Murray, Léa Seydoux, Jason Schwartzman, Tom Wilkinson, Owen Wilson, Harvey Keitel y Mathieu Amalric-, el director de origen texano nos entrega el más portentoso de sus filmes, uno que alcanza una complejidad narrativa como nunca lo había logrado en ninguno de sus filmes previos. A través de los numerosos capítulos que conforman esta peculiar antología, somos testigos -nuevamente- del gran ingenio que posee el realizador para contarnos una historia donde forma y fondo no solo se complementan a la perfección y se concilian, sino que se convierten en uno solo, un único elemento que sostiene esta melancólica, siniestra, tragicómica y perfectamente manufacturada anécdota de intrigas, asesinatos, herencias multimillonarias, amor y amistad.
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l célebre director italiano Giuseppe Tornatore, responsable de esa exitosa cinta llamada Cinema Paradiso (su segunda película con la que logró llevarse el Oscar a Mejor Película Extranjera en 1989), ha presentado su más reciente propuesta escrita por él mismo: The Best Offer, una cinta protagonizada por el siempre extraordinario Geoffrey Rush, quien encarna a Virgil Oldman, un solitario experto en arte y muy apreciado agente de subastas; su vida, alejada de todo sentimiento fuera de la gran satisfacción que obtiene en las emocionantes subastas de piezas de arte, se ve alterada cuando es contactado por Claire Ibbetson (Sylvia Hoeks), una joven que requiere sus servicios para valuar y vender las piezas artísticas e históricas que le han heredado sus padres (muertos un año atrás) junto con una enorme casona en la que vive enclaustrada debido a su condición agorafóbica. Lo que en un principio resulta una relación de trato bastante difícil por los tan hostiles temperamentos de ambos personajes, paulatinamente se va transformando en una relación íntima que transformará la vida del respetado subastador de arte para siempre. En la primera parte de la película, el director borda la trama de una manera magistral con aires de suspenso al más puro estilo de Vertigo de Hitchcock y nos envuelve con una interesante premisa y una seductora puesta en escena que resulta impecable, además de estar musicalizada ni más ni menos que por Ennio Morricone; lo más sobresaliente de esta propuesta es esta relación casi patológica que establece el protagonista con la figura de la misteriosa joven mujer que nunca se deja ver y con la que únicamente se puede hablar a través de un celular o conversando a través de la cerradura de la puerta que separa su habitación del resto del mundo. Es esta convivencia casual entre estos dos personajes maravillosamente construidos (ricos en detalles, obsesiones y manías) la que nos va hipnotizando como espectador de la misma manera en que la idea de la enigmática mujer va encantando e intri-
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gando al repentinamente atribulado protagonista, pero desde el momento en que Tornatore decide que en pantalla ya podemos ver completamente a la perturbada coprotagonista de la cinta, ésta da un vuelco en su tono y su temática, ahora es complaciente y se vuelve previsible su desenlace. The Best Offer no es más ya una película de drama y suspenso, sino que se convierte en un thriller rutinario en donde esa vuelta de tuerca final se ve venir mucho antes de que suceda en la pantalla e incluso se antoja un tanto inverosímil. Tornatore desaprovecha una excepcional oportunidad de ofrecernos una película subversiva, pero decide, entonces, agregarle ese muy personal y clásico toque de sentimentalismo y cursilería, que si bien no ha tenido nada de malo en algunas de sus anteriores propuestas, y que por el contrario le ha resultado bastante efectivo y benéfico para sus historias, aquí obstaculiza el camino para llegar a construir cabalmente un relato turbulento en el mundo de las falsificaciones artísticas. Y es de la misma manera que los falsificadores no pueden evitar el traicionarse a sí mismos y caer en la tentación de dejar su huella con una simple pincelada inesperada que deja al descubierto su propia sensibilidad, que Tornatore decide dejar su impronta en The Best Offer, y es de la misma manera que esa pincelada inesperada delata el trabajo de los falsificadores, que la firma personal del director italiano esta vez ha jugado en su contra. Sin embargo, y a pesar que la película no alcanza a ser más que una propuesta medianamente fresca que tropieza continuamente en la segunda mitad de su metraje y que desaprovecha enoremente el gran potencial que tenía para convertirse en una de las grandes ofertas de la cartelera este año, se recomienda su visionado para presenciar una película de impecable manufactura técnica y para atestiguar una de las mejores interpretaciones de Geoffrey Rush de toda su carrera y uno de los mejores trabajos histriónicos que podremos ver en pantalla este año.
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om Cruise regresa a los terrenos de la ciencia ficción (apenas el año pasado lo vimos en la muy dispareja cinta Oblivion de Joseph Kosinski) con Al filo del mañana (Edge of Tomorrow), una historia basada en la novela sci-fi All you need is kill de Hiroshi Sakurazaka, la cual sigue al recluta Keiki Kiriya en su lucha contra los alienígenas invasores conocidos como mimics; en su primera misión en el campo de batalla, el novato es asesinado y, a través de un fenómeno inexplicable, despierta antes de entrar en batalla, este viaje en el tiempo hacia el pasado se repite con cada muerte que sufre, quedando atrapado en un bucle temporal de muerte/resurrección, por lo que debe 'crecer' con cada regreso para no morir en el campo de batalla y cambiar su destino. La película, dirigida por el irregular Doug Liman (responsable -entre otras cosas- de The Bourne Identity, Jumper y Mr. and Mrs. Smith), se centra en el sargento estadounidense William Cage (Cruise, por supuesto), quien es requerido para entrar en el frente de batalla en un ataque costero sorpresa en contra de los 'mimics' que han ocupado ya toda Europa y se encuentran expandiendo su dominio hacia todo el mundo; el oficial, que nunca ha estado en combate, cobardemente intenta zafarse de esa responsabilidad pero es atrapado, acusado de deserción y enviado directamente el frente de la batalla contra los invasores intergalácticos donde resulta muerto al detonar una bomba para aniquilar a un mimic 'alfa', un peculiar espécimen que, al quedar mezclada su sangre con la del combatiente tras la detonación, le otorga a este la capacidad de revivir el día anterior previo a la batalla, día que se repite una y otra vez con cada muerte hasta que recurre a su compañera de combate Rita Vrataski (Emily Blunt), una icónica figura del ejército que podría convertirlo en un guerrero letal capaz de detener la invasión alienígena. El filme se mantiene un poco por encima de la media del cine de acción/sci-fi 'made in hollywood' debido al principal y gran acierto que es el guión escrito por Christopher McQuarrie (que entre otras cosas nos ha ofrecido el estupendo
guión de Sospechosos Comunes), el cual busca no únicamente entregar entretenimiento ligero, sino una historia interesante y con cierto grado de complejidad, jugando hábilmente con los viajes en el tiempo, y sobre todo, tomándose muy poco en serio, pues la película tiene humor a montones y ayuda a aligerar la carga dramática de la historia evitando caer en el absurdo de llegar a ser demasiado seria en medio de tantos bucles temporales; todo esto a pesar de tener múltiples referencias y paralelismos con la Segunda Guerra Mundial y el enfrentamiento de las fuerzas aliadas contra la Alemania nazi: el ataque sorpresa a los 'mimics' no es más que una analogía del desembarco en Normandía. Por otra parte, también tenemos que recalcar la muy eficaz dirección de Doug Liman, quien se encarga hábilmente de construir una enérgica cinta de acción y sci-fi combinada con los mejores elementos del cine bélico (la secuencia del ataque en las costas es excepcional en cuanto al despliegue técnico): es entretenida, interesante, divertida e inteligente. También le ayuda bastante el hecho de tener a Tom Cruise y Emily Blunt como protagonistas, pues además de generar buena química en pantalla, y a pesar de las deficiencias actorales de Cruise ya por todos conocidas (incluso por él mismo), logra dotar de una cierta personalidad al personaje con ligeros matices que permiten ver la transformación del personaje, del pusilánime cobarde y desertor al implacable guerrero que se convierte al final y que busca mejorar con cada nueva experiencia/derrota. Al filo del mañana es cine palomero puro y duro que no da más de lo que promete el cine de hollywood; entretiene y divierte con una anécdota interesante e inteligente, una mezcla rara (pero eficaz) de Matrix (The Matrix) y Hechizo del Tiempo/El Día de la Marmota (Groundhog Day), que a pesar de no estar libre de clichés y desenlaces previsibles, termina por ser un frenético y refrescante espectáculo audiovisual en el que el formato 3D resulta también bastante rescatable. Una película veraniega ideal para una tarde de evasión.
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icen que el amor te vuelve ciego, ¿pero habías oído que el amor hace que escuches? Pues eso es lo que sucede en I Hate Love de Humberto Hinojosa, filme acreedor al Premio de Público en el Festival Internacional de Cine de Morelia. La historia narra como un joven recupera el sentido del oído a través de la voz de una mujer. Después de sufrir un grave accidente en el mar, Robo pierde casi por completo el sentido del oído, tiempo después conoce a Eve, una joven estadounidense que acaba de mudarse a la ciudad; él comienza a enamorarse de ella pero la diferencia de idiomas y la falta de escucha hacen casi imposible la comunicación entre ambos, sin embargo al estar junto a ella descubre que se le abren los oídos, que vuelve a escuchar los sonidos de alrededor, que puede escucharla. Eve llega a vivir a la casa del mejor amigo de Robo, quién se dice ser el novio de ella, pero que en realidad no son nada. Un viaje a la playa será el que cambie la vida de estos jóvenes, cuando se mezclan el amor, la amistad y la muerte.
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El filme retrata una historia romántica, pero muy fresca y con un guión novedoso en el sentido que la sordera se vuelve lo más interesante del asunto. Los jóvenes actores hacen un buen trabajo, sin embargo se puede notar que están iniciando su carrera. La historia que pudiera parecer poco creíble se mantiene en todo momento verosímil y muy divertida en todo momento. Hablada en ingles y español, la cinta fue del agrado del público en Morelia, quienes no paraban de reír y divertirse en una sala en la que los escalones se convirtieron en los asientos de muchos, y los aplausos en los votos que terminarían premiándola. Humberto Hinojosa ya tenía en mente esta historia mucho antes de su opera prima Oveja Negra, y narró en conferencia de prensa que el proceso de dirección fue similar al de su anterior largometraje “Nos apegamos mucho a la historia que había escrito pero con ellos empezamos a armar muchas de las secuencias y darles un toque de realidad y sobre todo a la historia de amor, darle esa naturalidad”.
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n 1921, Ewa (Marion Cotillard), una inmigrante polaca, llega junto con su hermana Magda (Angela Sarafyan) a la tierra de las oportunidades. Momentos después de haber desembarcado, Magda es detenida e ingresada al hospital de Isla Ellis pues padece tuberculosis. Ewa, entonces, se ve obligada a suplicar por trabajo a Bruno (Joaquin Phoenix), un hombre aparentemente respetado al que conoció justo momentos antes de ser deportada y que le ofrece ayuda para solventar el tratamiento de su hermana, y eventualmente, el apoyo para sacarla del hospital y llevarla a vivir con ella; lo que Ewa no sabe es que Bruno en realidad es un hombre sin escrúpulos que dirige un grupo de prostitutas de élite, por lo que tendrá que entregarse de manera resignada a los caprichos de su 'jefe' y estar dispuesta a aceptar toda clase de sacrificios con tal de ayudar a Magda. O por lo menos es así hasta que conoce a Orlando (Jeremy Renner), un mago ilusionista -que resulta ser primo de Brunoque le devuelve la confianza en alcanzar días mejores y la esperanza de lograr un futuro prometedor para ella y su hermana. Este triángulo amoroso es la nueva apuesta del director James Gray en su más reciente producción: The Immigrant -presentada en Cannes de 2013-, una oferta técnicamente ambiciosa en la que el realizador neoyorquino intenta abarcar mucho -la inmigración, la corrupción, el amor, el deseo, las ambiguedades humanas, la culpa, la redención, el sacrificio, etc.- pero termina por ser dispersa
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y poco concluyente en muchas de las ideas que propone. Hace uso de una narrativa en el más clásico de los estilos del melodrama romántico y obtiene el mayor de los soportes en la muy lograda ambientación atmosférica de principios de siglo y en la química y desempeño del trío protagónico, pero tanto en forma como en fondo no ofrece nada novedoso ni mucho menos estimulante. Y es que The Immigrant está muy lejos de poder ser considerada una mala película puesto que no lo es en absoluto, pero sí termina por ser una pequeña decepción y un tropiezo en la carrera de Gray, pues a pesar de tener un gran diseño de producción -con una fantástica fotografía a cargo de Darius Khondji- y unas correctas actuaciones -superiores a la media de las películas dramáticas que llegan a las carteleras comercialesque vigorizan una interesante historia de amor entre personajes psicológicamente muy poco convencionales, el fallo principal está en que a pesar que la historia no aburre en ningún momento, la narrativa se siente estancada en varios puntos de la trama y en los personajes no se siente una verdadera evolución, sobre todo en el personaje de Marion Cotillard, pues no obstante la entrega total de la actriz, el personaje no avanza, no crece y su situación se vuelve cansina y desesperante. A final de cuentas, no es una propuesta que merezca menospreciarse si se quiere ver un drama simplemente correcto, si se busca una alternativa más estimulante, esta no es la opción.
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l recurrente director de fotografía de Christopher Nolan -artífice de la trilogía del Caballero de la Noche-, Wally Pfister, es apadrinado por éste y debuta desde la silla de director con un filme sci-fi que intenta poner sobre la mesa el tema de la conciencia robótica con un guión escrito por el también debutante Jack Paglen y protagonizado por la mega estrella de Hollywood: Johnny Depp. No obstante estos elementos, la película se queda corta en sus planteamientos científicos existenciales y resulta desastrosa en los terrenos formales de la cinematografía. La historia que Wally Pfister ha elegido como su ópera prima es la del Dr. Will Caster (Depp), un científico que se encuentra desarrollando un proyecto sobre la creación de la red neuronal -artificial, claro está- más avanzada de la historia, una máquina capaz de razonar por sí misma, y que sería lo más aproximado a alcanzar eso que los científicos llaman 'singularidad', una particularidad netamente humana por ser de carácter biológico. Y es precisamente durante una convención a la que asiste para exponer su trabajo, que Caster es víctima de un grupo terrorista anti-tecnológico, tras el incidente, el cuerpo del científico queda condenado a muerte, por lo que la única manera de salvarlo, es duplicando su conciencia y subirla a una máquina, lo cual logra gracias a la ayuda de su pareja Evelyn (Rebecca Hall) y su mejor amigo Max (Paul Bettany); una vez que la conciencia de Caster es cargada en la súper máquina y se combina con la inteligencia colectiva, la conciencia del científico parece evolucionar en una entidad digital omnipresente en busca de conocimiento y poder ilimitados con casi inexistentes esperanzas de poder ser detenido. El filme contiene, dentro de su discurso, algunas brillantes ideas sobre la posibilidad futura de la capacidad de racio-
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cinio de las máquinas y algunas implicaciones de la creación de una red neuronal colectiva, como la invasión a la privacidad emocional en la que no sólo se invade la privacidad física del ser humano sino también se ven asaltadas (¿acaso también modificadas?) sus emociones y sentimientos. El problema es que la gran mayoría de ellas sólo se mantienen en eso precisamente, en ideas -o a veces incluso sólo destellos de ellas-, tan sólo un par de esos planteamientos consiguen despegar un poco pero ninguna de ellas logra ir más allá de ser expuesta de manera burda a través de absurdas líneas de diálogo de un guión que se antoja mediocre y muy poco trabajado en el que, por si fuera poco, los sucesos se precipitan de manera caprichosa sin dar la menor oportunidad de conocer a los personajes más allá de sus nombres y sus profesiones, como los personajes de Morgan Freeman y Cillian Murphy, quienes parecen meros modelos de ornamentación para una trama sin sentido que logra su mayor punto de humor -involuntario, que es lo peorcuando algunos humanos, que ya se han conectado con Caster de manera neuronal y pueden ser manipulados por éste, se enfrentan a las ineptas fuerzas especiales del FBI. El desastre total de Transcendence llega cuando, además, las interpretaciones de todo el reparto en verdad, esta vez ni Morgan Freeman se salva- son ejecutadas de una manera tan desangelada y fuera de toda lógica argumental que es imposible tomarse en serio la película, no hay serios cuestionamientos ni éticos ni morales que conllevarían el raciocinio de una inteligencia artificial como la desarrollada en la película, sólo hay un discurso manido que ya ha comenzado a hartar, un argumento sci-fi muy prometedor se quedó en una propuesta vacía que no sirve ni para entretenimiento.
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bicada en la ciudad de Los Ángeles de un futuro no muy lejano, aunque indeterminado, Ella (Her; 2013) sigue a Theodore Twombly (un soberbio Joaquin Phoenix), un redactor de cartas personalizadas en beautifulhandwrittenletters.com (escríbanla y los enviará directo al sitio de la cinta), quien ha vivido deprimido desde que rompió con su esposa Catherine (Rooney Mara); un día, al regresar a casa tras su jornada de trabajo, consigue un nuevo sistema operativo llamado OS 1, que mucho más que ser un avanzado software para computadora, es el primer sistema con una inteligencia artificial de avanzadísima tecnología, una entidad intuitiva con conciencia propia, diseñada para satisfacer, de manera eficiente y eficaz, todas las necesidades del usuario. Tras resolver que quiere una voz femenina para su nuevo software y responder un par de preguntas (¿es usted social o antisocial? y ¿cómo describiría su relación con su madre?), Theodore descubre a su nuevo sistema operativo, el cual se autodenomina como Samantha (con la voz de Scarlett Johansson), un nombre que ha elegido tras haber leído, en fracciones de segundo, una infinidad de nombres y determinar que es el que mejor va con ella. Theodore y la voz femenina de la sorprendentemente sensible y divertida Samantha, van creando una estrecha relación de amistad y complicidad en su vida cotidiana. Y así, mientras ella intenta comprender y asimilar la naturaleza de los humanos con una curiosidad inagotable ("quiero saber todo sobre todo", dice en algún momento, quien también le pregunta a Theodore "¿cómo era el ser casado y compartir la vida con alguien?"), él continúa con su trabajo como redactor de emotivas cartas y accede a participar en una cita a ciegas (con alguien que es igualita ni más ni menos que a Olivia Wilde); pero es cuando este improvisado encuentro romántico no sale como lo esperaban (ella esperaba algo más que un acostón y él no estaba preparado para ofrecer algo más), que Theodore encuentra re-fugio y consuelo con Samantha en esa madrugada donde su relación pasa a un siguiente nivel, más profundo y emocio-nal. Bajo esta premisa, el director Spike Jonze juega con el concepto del amor hombre/máquina y nos regala la película más conmovedora y humana del año,
además de abordar planteamientos filosóficos sobre lo que nos hace seres humanos. Ella es una fábula que nos habla de la evolución del ser humano en una época ultramoderna donde correremos riesgos de intimar con la tecnología; es también una propuesta sobre cómo nos relacionamos con la tecnología y sobre nuestro desapego a las personas reales: ¿Es Samantha -o su relación con ellamenos real que la chica con la que salió en la cita a ciegas? ¿Es Theodore -como se lo indica su ex esposa cuando se reúnen a firmar el divorcio- una persona que quiere una pareja sin los retos de tener que lidiar con algo real? Estas son algunas de las muchísimas interrogantes que nos plantea Jonze a través de un excelente guión (donde nada sobra y nada falta) que nos muestra a un protagonista melancólico y robotizado, y su relación con esta sensible inteligencia artificial que en ocasiones resulta ser mucho más humana que él mismo. "Tengo la habilidad de aprender y madurar de mis experiencias", dice Samantha en cierta parte de la película, contrastando completamente con la situación de Theodore, quien parece no haber aprendido ni madurado nada tras su rompimiento con su esposa. Pero, ¿cómo cuestionar o etiquetar como 'una locura' la relación entre Theodore y Samantha si, después de todo, "el amor no es más que una forma de locura socialmente aceptable", como tiene a bien señalar Amy -interpretada por Amy Adams en un breve pero determinante rol-, la mejor amiga de Theodore. Con Ella, Spike Jonze nos ofrece una obra maestra de la ciencia ficción del nuevo milenio que a pesar de ser completamente tradicional en su propuesta cinematográfica, es absolutamente visionaria en su discurso y su tratamiento, sobresaliendo también el extraordinario uso de la banda sonora (que incluye, entre otros, a Arcade Fire -con varios temas, pero destacando Supersymmetry-, The Breeders, Little Willie John, The Chantels, así como los mismísimos Joaquin Phoenix y Scarlett Johansson, quienes interpretan The Moon Song, compuesta por Karen O. y Spike Jonze) para apoyar los momentos melancólicos del protagonista; el filme es un cálido y sutil relato tan improbable (hasta ahora) como creíble a cerca del amor entre un hombre y una máquina. 69
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n la víspera de la llegada del Siglo XXI, Lenny Nero, un ex agente de la policía, se dedica ahora a traficar minidiscos cargados con percepciones visuales/sensoriales que pueden ser experimentadas a través de unos artefactos que transmiten los datos hacia la corteza cerebral del usuario; mientras escapa constantemente por la ilegalidad del producto/experiencia que ofrece, llega a sus manos un disco que contiene la grabación de el asesinato de una mujer a manos de un enmascarado, mientras sigue las pistas del asesinato, se ve involucrado en un caso de impunidad, conspiración y corrupción policial. Strange Days es una cinta de ciencia ficción escrita por James Cameron (quien se inspiró en los levantamientos de Los Ángeles en 1992 conocidos como la 'Revuelta de Rodney King' -taxista conocido por haber sido brutalmente agredido por la policía en marzo de 1991-) cargada de una ligera crítica politico-social durante la espera de la llegada del nuevo milenio y el nerviosismo que se vivía ante la llegada del año 2000, ya saben: el fin del mundo, el Y2K, la segunda venida de Jesús, etc. Con un sorprendente plano secuencia inicial filmado en primera persona, la historia que se presenta bajo la dirección de Kathryn Bigelow y protagonizada por Ralph Fiennes junto a Angela Bassett, se enfoca también en la importancia de la memoria imperfecta y la duración limitada de los recuerdos. "Memories are meant to fade. They're designed that way for a reason", dice la protagonista femenina al obsesionado personaje central de este thriller psico-cinético-sexual.
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a cadena de televisión de paga HBO lanzó hace un par de meses una nueva serie con formato de antología (cada temporada se nos cuenta una historia diferente, por lo que el reparto también cambia) protagonizada por Matthew McConaughey y Woody Harrelson como los detectives Rust Cohle y Marty Hart. La historia, que en tan sólo ocho capítulos abarca un lapso de 17 años y sigue a este par de detectives de homicidios en sus investigaciones sobre una serie de asesinatos con tintes metapsicópatas, se relata de manera fragmentada, y en ocasiones sin un orden cronológico, ya que sucede en dos líneas de tiempo: una en 2012 y otra a manera de largos flashbacks de la época cuando comenzaron las investigaciones en 1995. Es una suerte de rompecabezas que, con la información que nos van dando a cuenta gotas, debemos ir resolviendo a la par que hacen lo propio los investigadores. True Detective es escrita por Nic Pizzolatto, autor responsable de un par de guiones para el serial The Killing y de la novela Galveston, publicada en 2010 y de la cual ya se prepara una versión cinematográfica para el próximo año con un guión adaptado por el mismo Pizzolatto, quien sitúa la historia en su natal Luisiana, en la Norteamérica profunda, ese lugar donde existe un altísimo índice de crímenes en sus zonas rurales y cuya geografía pantanosa presenta el escenario perfecto para un relato denso, oscuro y macabro sobre un asesino metapsicópata. La serie rompe esquemas televisivos porque nos muestra algo que no se había visto en la pantalla chica, porque este no es un programa de detectives con personalidades opuestas que deben dejar de lado sus diferencias para atrapar a un asesino serial, el cual, por cierto, tampoco es el clásico y sanguinario asesino de siempre, pues a diferencia de otros, éste personaje no suele satisfacerse y fascinarse con el simple hecho de matar, sus motivaciones también están guiadas por sus profundas y retorcidas creencias religiosas que involucran incluso rituales espirituales/metafísicos. A Rust y Marty nos los presentan, en un principio, a través de videos policiales donde aparecen siendo entrevistados por otro par de detectives, un recurso narrativo que nos ofrece a los personajes a manera de documental y los hace más verosímiles y cercanos. Son personajes complejísimos con unas psiques deliciosas y que es un placer ir descubriendo más detalles sobre ellas a
través de las declaraciones frente a la cámara, y también a través de sus conversaciones o, casi siempre, discusiones. Y así, mientras uno (Rust) se avienta unos fantásticos monólogos filosóficos/metafísicos existenciales de lo más pesimistas, tenemos al otro (Marty) un poco más alivianado pero viéndose perseguido por cuestionamientos de una índole más moral y ética sobre su persona, su trabajo y su abnegado matrimonio. En este apartado es preciso señalar las extraordinarias actuaciones de todo el elenco, pero principalmente el desempeño de McConaughey y Harrelson, pues ambos nos entregan trabajos fantásticos y como muy pocas veces son vistos en estos terrenos tan alejados de la pantalla grande, particularmente por parte del recién ganador del Oscar como Mejor Actor, quien posiblemente reciba un Emmy para hacerle compañía a los otros galardones que ha cosechado con su trabajo al lado del canadiense JeanMarc Vallée en Dallas Buyers Club. Otro de los grandes aciertos de la serie, es la magistral dirección de Cary Fukunaga, de quien hemos podido ver hasta ahora dos filmes: Sin Nombre (2009) y Jane Eyre (2011). El realizador, de ascendencia japonesa y sueca, se ha encargado de la dirección de los ocho capítulos, con lo que podemos tener un trabajo prodigioso al lograr cohesión y coherencia en cuanto al estilo de la serie, a diferencia de otros seriales donde, al tener a varios directores en cada temporada, hay irregularidades en estos aspectos a lo largo de una serie de capítulos. Aquí no, aquí se logra una esencia, un espíritu único que permea y se mantiene a lo largo de todos los capítulos, por lo que no sería errado considerarla, más que una serie, una película de ocho horas. True Detective es una gran producción de HBO de muy lenta y opresiva cocción (por eso no será para todos los gustos) y con suficiente suspenso y giros para mantener hipnotizados a los espectadores que, valerosos, se atrevan a seguir adelante tras ese primer momento con esos extraordinarios planos de los campos de cultivo en llamas, donde se ha dejado el cuerpo de la víctima que desatará la investigación que se prolongará por casi dos décadas; todo ello en medio de atmósferas que nos recuerdan en gran medida a Zodiac (2007) de David Fincher; además, True Detective también se caracteriza por sus grandes proezas de producción, como el final del cuarto capítulo con un plano secuencia de casi siete minutos, algo muy poco 73
común en las series de televisión. Y por si fuera poco, además que ésta propuesta es un gran producto de entretenimiento de la mayor calidad posible, también se da el lujo de diseccionar nuestra naturaleza humana y criticar de una manera implacable a nuestras instituciones, tanto gubernamentales como religiosas, porque en el camino que recorren los detectives para encontrar a 'The Yellow King', mote con el que se le conoce al metapsicópata serial, descubren también los trapitos sucios de algunos miembros de la policía y de líderes o guías espirituales cristianos de la comunidad. Ya con el capítulo final transmitido el pasado 9 de marzo, y aunque eso era ya previsible desde el fantástico y enganchador final del primer capítulo, True Detective se ha convertido en un serial de culto, uno que vino a llenar el lugar que dejó la también muy celebrada Breaking Bad. Este último capítulo se ha convertido para HBO en el final de temporada de una 'serie nueva' con mayor audiencia desde la también fantástica Six Feet Under con estreno en 2001. La serie reunió a 3.5 millones de espectadores frente a las pantallas de TV para presenciar el desenlace de la historia; y aunque podría parecer que 3.5 millones de telespectadores no son una gran cifra, debemos recordar que el serial se transmite por la cadena HBO, una empresa de televisión premium y que no es cualquier sistema de televisión de paga con programación básica. Además, el sistema HBO Go, que ofrece la misma cadena para ver el capítulo en línea horas después del estreno en televisión, colapsó por algunas horas debido al gran tráfico que se generó al momento de colocar este último episodio online, por lo que ahí podemos ver otra muestra del gran éxito de la serie, de la cual, por alguna extraña razón, no ha sido anunciada oficialmente la realización de su segunda temporada, aunque el creador y escritor del concepto ya ha revelado algunos detalles sobre la próxima historia, dejando entrever que podría ser una historia con, por lo menos, una mujer protagonista y en un ambiente muy alejado de la zona rural de Luisiana. Lamentablemente, el director Cary Fukunaga no regresará como director, aunque se mantendrá como productor ejecutivo de la serie, la cual podría tener a dos o tres directores para la segunda temporada, la cual tendrá un gran reto al buscar igualar el nivel que ha dejado la historia de Rust y Marty.
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