EN FEBRERO analizamos... Las
8 nominadas al
pelĂculas
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Editor: Finbar Flynn Colaboradores: Pedro Arzillier Imelda Aguilera Taylor Petite Fruit Rafael Mejía Jessica Villarreal Silvia Ruvalcaba Siniestro Sexual Montag Diseño Editorial: Finbar Flynn Fotografías: Diversas fuentes de internet y proporcionadas por algunas distribuidoras. Celuloide Digital es una publicación mensual editada por amantes del séptimo arte sin ninguna finalidad de lucro. El contenido de los artículos es responsabilidad de sus autores. Las personas mencionadas, así como las marcas e imágenes utilizadas en la revista son utilizadas únicamente para fines editoriales, para ilustrar los artículos o noticias de los filmes, de los cuales sus derechos de autor pertenecen a las casas productoras de las cintas aquí mostradas y no se pretende infringir nungún derecho.
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l talento como director de Alberto Rodríguez había quedado demostrado desde hace una década con la muy rescatable 7 Vírgenes (2005), y su eficacia en los peligrosos dominios del thriller de acción también había quedado al descubierto con la estupenda Grupo 7 (2013); no obstante, es La Isla Mínima (2014) con la que se consagra como uno de los más interesantes cineastas españoles de la actualidad. La película, que recientemente arrasó en los premios Goya con un total de diez galardones (de los diecisiete a los que estaba nominada) incluyendo el de Mejor Película, Mejor Director, Mejor Guión Original y Mejor Actor, es una efectiva mezcla de thriller con elementos que caracterizan a la novela negra y sigue a Pedro (Raúl Arévalo) y Juan (Javier Gutiérrez), dos detectives de Madrid que, durante los inicios de la década de los 80, son enviados a un pueblo remoto al sur de las marismas del Guadalquivir, en el suroeste de España, en donde se ha reportado el caso de dos hermanas adolescentes desaparecidas. La investigación de los policías, opuestos diametralmente en sus personalidades y sus procederes en la búsqueda de la justicia, pone al descubierto los secretos más sórdidos de una aparentemente anodina sociedad de la España profunda donde nada es lo que parece y todos tienen intereses ocultos 07
Poseedor de una maestría narrativa envidiable, Rodríguez dirige con pulso firme este thriller de acción cuyo pulidísimo guión combina de manera formidable el suspense clásico con los mejores elementos del cine negro contemporáneo (como la resolución de un misterio criminal al amparo de una ominosa sombra de violencia, personajes decadentes en busca de absolución, o seres solitarios, marginados por una sociedad con la que viven resentidos y de la que no dudan en cobrarse lo que, según ellos 'se les debe'). La Isla Mínima se presenta como un ejercicio narrativo que busca asemejarse lo más posible a una verdadera investigación criminal, por lo que al igual que la pareja protagónica, a cuentagotas vamos recibiendo la información para ir armando el siniestro rompecabezas; es un trabajo que echa mano de las formidables locaciones naturales (las marismas y los desolados ambientes campestres) y las transforma en un personaje más, en una entidad con vida propia (la marisma se traga todo a su alrededor en época de lluvias) en cuyas pantanosas entrañas se esconden los crímenes más sórdidos de los que es capaz el hombre. La Isla Mínima es un ambicioso y potente thriller de impecable manufactura técnica que da soporte a un magnífico guión; a través de la rica y cuidada dirección de arte, y la elegante y tenebrosa fotografía de Alex Catalán, el filme se mueve bajo atmósferas asfixiantes, enrarecidas, que provocan ansiedad y mantienen la incertidumbre a lo largo de su metraje, 105 minutos en los que sus dos estupendos histriones protagónicos (Arévalo y Gutiérrez) se mueven casi a ciegas entre la intriga criminal, la turbia moral, los juegos de poder y la corrupción política. Atmósfera y argumento se complementan de forma inteligente para erigir uno de los mejores thrillers de los que se tenga memoria en años recientes.
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mantiene el ominoso tono pesimista que podemos encontrar en la todavía breve filmografía del californiano (donde el sexo, las drogas, el dinero y el perdón son ilusorias válvulas de escape para los personajes solitarios y carentes de cariño) con el que nos muestra el lado oscuro de la sociedad estadounidense obsesionada con el orden y rindiendo culto a la ley. Se trata de un rompecabezas criminal estilo 'neon noir' que se resuelve en medio de un viaje psicodélico, aunque no por su propuesta visual, que es bastante sobria, sin excentricidades, pues vuelve a estar a cargo de su recurrente cinefotógrafo Robert Elswit (con quien ya trabajó en Magnolia y There Will Be Blood), sino por los variopintos personajes, los diálogos y las situaciones exageradas que llegan incluso a niveles de aparente irracionalidad inimaginables a través de una intencional narrativa deshilvanada que se mantiene dinámica a pesar de su duración superior a las dos horas. Anderson pone a prueba la narrativa tradicional y su trabajo se siente aquí más intuitivo, más orgánico; hábilmente sofistica aún más sus rasgos estilísticos y los utiliza en este filme coral (en donde encontramos también a figuras como Josh Brolin, Benicio del Toro, Reese Witherspoon, Owen Wilson, Jena Malone, Maya Rudolph, Martin Short, etc.) para un hilvanar un crítico, sarcástico y mordaz retrato de la desolación humana en la vorágine de la soledad emocional al compás de un selecto compendio musical (Vitamin C de Can; Here come the Ho-Dads de The Marketts; Journey Through the Past de Neil Young; etc.) y un fascinante score compuesto por Jonny Greenwood de Radiohead. Sin llegar a los niveles de excepcionalidad alcanzados con la enigmática The Master o la soberbia Magnolia, Vicio Propio es una audaz y muy divertida propuesta de cine negro que guarda gran parentesco con clásicos como Chinatown (1974) o Night Moves (1975), aunque también hay rasgos compartidos con Big Lebowski (1998); es un extravagante viaje psicodélico con el que los fanáticos de Anderson no quedarán decepcionados.
ras el excelente resultado alcanzado con The Master (2012), el todavía muy infravalorado director Paul Thomas Anderson vuelve a hacer mancuerna con Joaquin Phoenix para su séptima película, Vicio Propio (Inherent Vice; 2014), una adaptación que el mismo cineasta hace de la novela homónima (que tenía fama de inadaptable) de Thomas Pynchon sobre un detective privado que se ve envuelto en un psicodélico laberinto de intrigas en los bajos mundos criminales en los inicios de la década de los setentas. La trama es narrada por la voz en off del personaje vidente Sortilège (Joanna Newsom), y comienza durante una tarde en la ficticia playa de Gordita Beach, California, donde vive el perpetuamente pacheco detective privado Larry "Doc" Sportello (Phoenix) que recibe la inesperada visita de su ex novia Shasta Fay Hepworth (Kathernie Watherston) para revelarle un plan secreto relacionado con su actual amante, Michael Wolfman (Eric Roberts), un magnate de la industria inmobiliaria al que su esposa y su respectivo joven amante quieren secuestrar e internar en un manicomio. La desaparición de Wolfman marca tan sólo el inicio de una serie de crímenes e intrigas (como la repentina desaparición de Shasta misma) en las que Sportello se va enredando más y más con el avance de su investigación que lo lleva a encontrarse con un férreo policía defensor de los derechos civiles, un experto en ley marítima, casos de corrupción policial, pandillas carcelarias, usureros asesinos, una sirvienta chicana, judíos neonazis, una hermandad aria, masajistas orientales con ambiguos gustos sexuales, un saxofonista presumiblemente muerto, una organización secreta llamada Golden Fang/Colmillo Dorado que bien podría ser un grupo de dentistas que lavan dinero y buscan evadir impuestos o un cartel de drogas indochino, entre muchos más personajes y situaciones que conforman la rebuscada trama a manera de caleidoscopio en ácidos en la colorida pero paranoica ciudad de Los Ángeles que vive bajo la omnipresente sombra de los recientes crímenes de Charles Manson. A pesar de ser un filme fársico desbordante de humor negro que por momentos alcanza niveles hilarantes, Vicio Propio 13
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n indigente llamado Dwight es contactado por Eddy, una oficial de policía, para notificarle que el hombre que asesinó a sus padres será liberado de prisión. Este es el detonante que da inicio a esta muy particular anécdota sobre la venganza bajo la dirección de Jeremy Saulnier y protagonizada con gran solvencia por Macon Blair. Jeremy Saulnier, quien también se ha desempeñado en la industria fílmica como cinefotógrafo en más de una decena de cintas entre las que se encuentra I Used to be Darker (2013) de Matthew Porterfield, firma también este guión en el que logra momentos brillantes sobre un tema tan trillado como lo es la venganza, y sobre todo, porque el personaje central es un individuo tan común, que resulta inevitable no conectar con él al instante. Dwight (un estupendo Macon Blair) no es ningún Julian (Ryan Gosling) de Sólo Dios perdona (Only God Forgives; 2013), ni tampoco un Oh Daesu de Oldboy: Cinco Días para Vengarse (Oldboy; 2003); no es ni guapo, ni talentoso, ni experto en combate de ningún tipo, incluso podríamos apostar a que en la escuela era víctima de bullying todos los días cuando era niño. Pero aún así, consciente de sus limitaciones y sabién15
dose algo menos que un asesino amateur, el misterioso y reservado indigente se apresura con los preparativos de su venganza, y de manera involuntaria, arrastra también a su hermana y su familia. Cenizas del Pasado (Blue Ruin ; 2013) es un ejercicio cinematográfico importante, de gran calidad a pesar de no estar exenta de baches en el guión que hacen que el ritmo se pierda por algunos instantes; no obstante, ésta clásica historia de venganza se convierte en un brillante thriller de lenta cocción y escasos diálogos sobre el eterno juego del ojo por ojo, un relato que apela a la lógica y plantea de una manera más realista cómo sería una historia de venganza, una vendetta buscada por un hombre común cegado por la ira, impulsivo e ingenuo en ocasiones, y no por un asesino experimentado y gran conocedor de técnicas de combate; todo esto, recubierto siempre de azules tonalidades -tanto en atmósferas como en accesorios- por el sobresaliente trabajo de Kaet McAnneny (diseño de producción) y Brian Rzepka (dirección de arte) y manteniendo la tensión (y las sorpresas) de principio a fin. Una alternativa 100% recomendable.
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s por todos sabido que después del ya histórico 9/11 Estados Unidos entró en paranoia total. El país más poderoso del mundo fue evidenciado de que no es intocable y también puede ser vulnerable. A raíz de estos hechos comenzó una serie de excesivas medidas de seguridad todas en pro a la seguridad del pueblo norteamericano. La guerra en Irak es la gran prueba de lo que son capaces: actos muy poco racionales provocados por el miedo. Pero cuando creíamos que no podían ser capaces de más atrocidades, sale al público un personaje que se atreve a revelar un gran secreto del gobierno norteamericano, igual de aterrador que la misma guerra: La NSA (Agencia de Seguridad Nacional) se encargó de crear un programa por el cual podían rastrear y escuchar todas las comunicaciones entre los ciudadanos de la nación y probablemente del mundo... ¡del mundo!; un invento que a larga se podría convertir en una peligrosa arma. El responsable de este escándalo fue el ex analista de la CIA Edward Snowden, que se encuentra actualmente como refugiado en Rusia desde 2013 por revelar documentos e información clasificada. A inicios de ese mismo año, la cineasta y periodista Laura Poitras, la cual ya había realizado previamente dos documentales de la vida en Norteamérica post 9/11, empezó a recibir correos electrónicos de alguien bajo el seudónimo de Citizenfour, que afirmaban y comprobaban los programas de vigilancia ilegales de la NSA. "¿Te preguntas por qué te elegí?. No lo hice, tu lo hiciste". Resulta que Poitras, tras sus documentales que ponían en evidencia al gobierno, fue puesta en una especie de "lista negra" de personas a quienes no debían perder de vista; y este
era el motivo por el cual la realizadora era detenida y seguida tantas veces. "La vigilancia que has sufrido implica que has sido seleccionada, que sepas que cada frontera que atravieses, cada compra que hagas, cada llamada, cada torre de telefonía móvil por la que pases, cada amigo que tengas, cada artículo que escribas... está en manos de un sistema cuyo alcance es ilimitado." Después de meses de estar en contacto y recibir información, Poitras viajo a Hong Kong junto con los periodistas Glenn Greenwald y Ewen MacAskill para encontrarse con Snowden. La directora lo convenció de grabarlo y que él mismo narrara todo, de forma paralela que iba saliendo a la luz toda la historia en la prensa mundial. Edward es ahora para muchos un héroe, y para otros el villano; pero él mismo en este documental explica los motivos por los cuales se atrevía a exponer toda esta verdad, a pesar de poner en peligro su seguridad. Actualmente se está preparando una película sobre Snowden bajo la dirección de Oliver Stone y protagonizada por Joseph Gordon-Levitt que narrará desde los inicios de Snowden en el ejército, su integración a la CIA, a la NSA y los hechos narrados en este documental. Recientemente, cuando Citizenfour ganó en la pasada entrega del Oscar como Mejor Documental, el ex analista declaró lo siguiente: "Mi esperanza es que este premio animará a más gente a ver la película y sentirse inspirada por el mensaje de que los ciudadanos comunes y corrientes, si trabajan juntos, pueden cambiar el mundo." Citizenfour es una dinámica radiografía de un joven idealista, un valiente llamado a la gente "ordinaria" a hacer lo extraordinario. 16
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na noche, en una discoteca improvisada dentro de un holgado espacio departamental, un chico visualiza a una chica, y de manera fulminante, termina enamorado de ella, o por lo menos es lo que este chico dice ha experimentado con esa mujer con la que, apenas unos segundos antes, ha cruzado miradas por tan sólo unos instantes. El chico se acerca a ella para plantearle la inusual situación pero ésta no le hace mucho caso y, educadamente claro está, lo manda a volar. Cuando ella pretende retirarse a casa, él la vuelve a abordar, y ante la insistencia, a pesar de la renuencia inicial, se marchan juntos camino a casa por las calles desiertas de Madrid hasta llegar al departamento de él donde ella, tras continuar escuchando los testarudos cortejos, decide pasar la noche con él... Pero a la mañana siguiente, todo es muy distinto. La primera mitad del filme transcurre durante la madrugada, donde los anónimos y recién conocidos amantes, deambulan por las solitarias avenidas y callejuelas de Madrid y donde tienen lugar casi todos los galanteos de los que se ha de valer él para conquistarla a ella y llevarla a su departamento; durante la segunda mitad, transcurrida ya íntegramente en el departamento del chico, la película cambia completamente el tono y transforma completamente a los personajes, o mejor dicho, ya con la claridad del día, nos permite apreciarlos desde otra perspectiva. Él ya no es más el chico que se decía locamente enamorado de ella y actúa un tanto frío, cortante y ya no tan permisivo con su 'enamorada'... va-
ya, ya ni le permite fumar dentro del departamento. Pero ella, ya tampoco es la misma, y ante las incomprensibles actitudes del 'macho' que ahora tiene enfrente, no duda en hacerse valer. Stockholm es la ópera prima de Rodrigo Sorogoyen con la que, a través de la premisa planteada arriba, busca realizar una exploración de las relaciones contemporáneas, y hasta cierto punto, logra hacerlo de una manera muy eficiente: La primera parte del filme se acerca mucho a la trilogía de Richard Linklater protagonizada por Ethan Hawke y Julie Delpy, sobre todo a la primera entrega, donde los protagonistas pasean por las calles mientras divagan sobre diversos tópicos; aquí, en la cinta de Sorogoyen, el guión (que cabe señalar está construido con mucha astucia) no logra escapar de los lugares comunes y, no obstante las naturales interpretaciones de Javier Pereira y Aura Garrido, no se logra que los diálogos estén libres de artificios y clichés, haciendo que en ciertas ocasiones se sienten incluso un tanto impostados, demasiado pensados y ensayados. Sin embargo, cuando en el filme rompe el día, el director da una grata sorpresa al cambiar completamente el rumbo de su propuesta y logra plantear de manera contundente su discurso sobre las relaciones humanas hoy en día, donde los encuentros casuales de una sola noche se consiguen como se consiguen los cigarrillos; acierta sobremanera a la hora de trazar detalladamente las partes ocultas de las personalidades de los protagonistas, unos seres humanos que incluso podríamos señalar que tienen al19
gunos cuantos problemas patológicos, especialmente ella, pues es un personaje particularmente taciturno con muchos secretos por revelar y a quien vemos en una perturbadora escena frente al espejo del baño que pareciera haber sido rodada por el propio Haneke. Sorogoyen construye un enfermizo y violento microuniverso entre las cuatro paredes despojadas de color alguno (pareciera un hospital psiquiátrico donde se encuentran recluidos los amantes/pacientes del relato) y nos da completa libertad de espiar los acontecimientos que ahí suceden. Al tiempo que coloca a estos dos anónimos personajes encerrados en un espacio de pulcritud extrema (y fotografiados de manera intimista por Alejandro de Pablo), coloca también bajo la lupa a toda una generación de jóvenes caprichosos que son capaces de despojarse de su propia identidad (nunca revelando su nombre verdadero e incluso bromeando al decir que se llaman 'Bartolo') con tal de conseguir lo que quieren. Stockholm es una propuesta española interesante y arriesgada que se atreve a dar un giro y una mucho mayor profundidad a las típicas historias de parejas en la gran pantalla, mostrando la cara oculta de las actuales relaciones humanas; por supuesto que no está exenta de fallos (ninguna película lo está), pero su modestia y contundente discurso sobre la juventud la hacen una pieza valiosa que merece ser revisada un par de veces.
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argaret huye de casa y de su esposo abusivo en una época en la que los derechos de las mujeres aún estaban por consolidarse. "¿Tiene el permiso de su esposo para trabajar?", le preguntan de manera casi inquisidora en una entrevista de trabajo a la que acude con la presión de mantenerse a sí misma y también con la responsabilidad de sacar adelante a su pequeña hija. La mujer toma un empleo como decoradora de una línea de muebles infantiles y acepta cualquier miseria realizando retratos en un parque con la peculiaridad de plasmar a sus clientes con ojos inmensos. Su talento y peculiar estilo llama la atención de Walter Keane, un paisajista que invariablemente retrata las callejuelas de París como según él las recuerda tras su larga estadía en la Ciudad de la Luz durante su juventud. El risueño pintor de fácil palabra no tarda en cortejar, impresionar y conquistar a nuestra protagonista, y en un inusitado juego del destino, Walter encuentra más clientes para los retratos de enormes retinas que para sus callejones parisinos, por lo que convence a la siempre insegura y desconcertada artista de presentar las obras como sus creaciones personales con el fin de facilitar aún más sus ventas. El éxito se vuelve arrollador y vertiginoso... al igual que el camino hacia el vacío artístico de Margaret. Esta insólita historia dentro del universo artístico, que terminó con un juicio en los tribunales estadounidenses desenmascarando al fraudulento Walter Keane (aunque él siempre negó las acusasiones), dio la vuelta al mundo hace ya varias décadas y finalmente llega a la pantalla grande a través del filme Ojos Grandes (Big Eyes; 2014) con Tim Burton al frente del proyecto, mientras Amy Adams y Christoph Waltz se presentan en los roles centrales. Y son precisamente estas tres variantes las razones por las que es bastante sorpresivo el hecho de que el resultado del filme sea 21
tan irregular, pues se trata a final de cuentas de un biopic bastante genérico con apenas algunos atisbos del característico estilo visual kitsch y con discretos destellos de la genialidad que el director ha sido capaz de alcanzar en otras propuestas como El Gran Pez (Big Fish; 2003), en la que armonizó magistralmente su fantástica cualidad retorcida con un efectivo y elegante drama paterno-filial. En esta ocasión es el carisma de sus reconocidos protagonistas lo que apenas logra sostener al filme por encima de lo que sería un perfecto telefilme. Así tenemos que mientras Amy ofrece un trabajo solvente con una interpretación contenida con la que eficazmente transmite la pasiva y tímida personalidad de Margaret (atención a la expresividad de sus ojos), Christoph Waltz exagera su Walter y por momentos (sobre todo en la extensa escena del juicio final) su personaje se vuelve completamente sobreactuado y caricaturesco, restándole dramatismo y seriedad al argumento. No es que con Ojos Grandes estemos ante uno de los graves tropiezos de Burton (nada podría equipararse o ser peor que su revisión a El Planeta de los Simios), pero ciertamente tampoco estamos ante uno de sus trabajos más inspirados y sí ante uno de los más impersonales en el que el espíritu burtoniano brilla por su ausencia, algo que resulta irónico al tratarse de una cinta que aborda el tema de la esencia en la creación artística y la relación obra-artífice. El filme, sin duda, resultará atractivo para los seguidores de la artista originaria de Tennessee y para aquellos que quieran descubrir su historia, pues ésta es por demás interesante y el guión mantiene un ritmo constante que no decae en ningún momento; sin embargo, para quienes esperan ver un relato con la impronta de Burton en cada fotograma, seguramente saldrán decepcionados porque les quedará a deber... y mucho.
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n su segundo largometraje, el habanero Ernesto Daranas vuelve a tratar las problemáticas sociales de su país, y esta vez se enfoca en los conflictos educativos que se combaten día con día. Conducta (2014) nos cuenta la historia de Chala, un pequeño niño de once años que está entrando a la adolescencia y vive en un ambiente cotidiano hostil: su madre es alcohólica y drogadicta, y para poder sobrevivir económicamente, él ayuda a entrenar perros de pelea. En la escuela, muchas veces sale a flote el carácter violento que se ha ido formando en Chala, por lo que continuamente se mete en problemas y pronto podría ser enviado a una escuela de conducta (un eufemismo para "reformatorio"). No obstante, existe también en Chala un fuerte sentido de amistad con sus compañeros del colegio, una intensa atracción hacia una de sus compañeras, una responsabilidad por sacar adelante a su mamá, y una gran admiración y profundo respeto por su maestra Carmela, una docente con fuertes convicciones que lleva prácticamente toda su vida dando clases y con una particular e irreductible filosofía: "Hay cuatro cosas que forman a un niño: la casa, la escuela, el rigor y el afecto." Daranas, quien también es responsable del guión al igual que lo fue en su ópera prima Dioses Rotos (2009), traza un retrato social de los niños/adolescentes en la cuba contemporánea y lo hace escapando del drama fácil y telenovelesco, apelando más por una historia emotiva y humana. Conducta pone en evidencia la crisis que se vive en un sistema docente burocrático e ineficaz, así como también expone la crisis que existe en la enseñanza e incluso en el apren-
dizaje. Habla de la solidaridad y el respeto que debe existir hacia el trabajo docente que realmente busca soluciones y no realizar trámites burocráticos para salir del paso deshaciéndose del problema (como mandar a Chala a la escuela de conducta por su ineptitud educativa); es una muestra sobre el rigor tan necesario para la docencia, pero también de la sensibilidad requerida, porque en este oficio también debe estar presente cierto grado de humanidad, de empatía, saber ponerse en los zapatos del otro para comprender su situación y actuar en consecuencia, brindando la ayuda que realmente es necesaria y no únicamente limitarse con "hacer su trabajo". Conducta es también una lección del trato a los estudiantes, pues el cómo se les conduzca ahora, condicionará cómo se comportarán en un futuro: "si quieres un delincuente, trátalo como un delincuente", apunta oportunamente la profesora Carmela, interpretada con gran sensibilidad por la experimentada actriz Alina Rodríguez, quien junto con el debutante en cine Armando Valdés Freire (Chala), crean una química sorprendente que se extiende más allá de la pantalla. Conducta es un filme al que también podemos considerar como un estudio sociopolítico de la Cuba contemporánea, pues entre la historia educativa principal también se agregan algunos elementos temáticos sobre los personajes en el poder durante décadas, la libertad de religión, la emigración y la discriminación. La aspirante de Cuba para competir por una nominación al Oscar en 2015, es también una de las imprescindibles que se pueden disfrutar ahora en la 57 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional. 22
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a película de Alonso Ruizpalacios cuenta ya con el respaldo de no pocos premios internacionales entre ellos el de Mejor Ópera Prima en el Festival Internacional de Cine de Berlín (Berlinale) y los de Mejor Fotografía y Mejor Nuevo Director, así como una Mención Honorífica del Jurado en el Festival de Cine de Tribeca- y a éstos hay que sumarle ahora los obtenidos en la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Morelia -Mejor Primer o Segundo Largometraje, Mejor Actor (premio compartido por los tres protagonistas Tenoch Huerta, Sebastián Aguirre y Leonardo Ortizgris) y Premio 'Guerrero' (otorgado por la prensa)- donde tuvo su estreno nacional previo a su lanzamiento oficial en cines que se realizará durante el primer trimestre del próximo año. La trama de Güeros (2014) -filmada en contrastante blanco y negro y en formato 4:3- detona cuando Tomás (Aguirre), incapaz de ser controlado ya por su madre, es enviado por la misma al D.F. para que viva un tiempo indeterminado con su hermano Fede 'el Sombra' (Huerta), quien vive con su mejor amigo y colega universitario Santos (Ortizgris) en un departamento de una unidad habitacional en Copilco. La vida de estos dos personajes que se han declarado en huelga de la huelga de estudiantes de la máxima casa de estudios en México -en una referencia más que clara a la famosa huelga del '99 en la UNAM-, transcurre en una especie de limbo existencial donde no saben bien qué decisiones tomar respecto a sus vidas y su futuro. La llegada de Tomás brinda una suerte de propósito a sus vidas: encontrar a Epigmenio Cruz, una legendaria figura 25
musical que, dicen, una vez hizo llorar a Bob Dylan y que pudo haber salvado al rock nacional, pero que ahora se encuentra agonizando en un hospital de la ciudad de México. A partir de este punto -que no tarda más de 20 minutos en llegar-, el filme se transforma en una road movie -a la que eventualmente se une la única mujer protagonista, Ana (Ilse Salas)- dentro de los límites del D.F., una travesía de auto(re)descubrimiento para todos y cada uno de los personajes. Pero no únicamente los personajes de Güeros pasan por un proceso de auto(re)descubrimiento, la película en sí misma es un redescubrimiento de un formato y un lenguaje cinematográfico en desuso y casi olvidado. Bajo este experimento presentado de manera monocromática y con el ratio de aspecto equiparable al de las televisiones de antaño, los encuadres, paneos, travellings, la iluminación, las texturas, los cortes y las interpretaciones, tienen un sabor fílmico añejo, pero a la vez potente, refrescante, divertido, atrevido, y por no pocos instantes, propositivo. La sencilla anécdota de la película da bastante hilo para soltar una que otra reflexión respecto a la realidad nacional, y no sólo a la educativa, sino también a la realidad que corresponde al descompuesto tejido social e incluso a la realidad fílmica de México; reflexiones necesarias, puntuales y carentes de fecha de caducidad alguna. Güeros es una película sencilla y honesta, y estas dos cualidades son también sus mayores virtudes, porque mucho más allá de su fantástica y cuidadísima producción para la puesta en escena, se encuentra una película con personalidad propia que sólo ha podido alcanzar gracias a su honestidad.
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lvis Presley maneja su Ford Galaxie y vive felizmente junto a su esposa Priscilla y su hija Lisa Marie en un barrio olvidado de Buenos Aires, Argentina, donde regularmente ameniza musicalmente una gran variedad de eventos privados (bodas, bautizos, primeras comuniones, aniversarios de asilos, etc.) o en un bar junto a otros íconos musicales como la agrupación Kiss, o el rockero Bon Jovi, o incluso el mismísimo Mick Jagger. Aunque la verdad, Elivis no se llama Elvis, su verdadero nombre es Carlos Gutiérrez, y además de imitar al Rey del Rock and Roll por las noches, trabaja en una fábrica ensamblando refrigeradores para poder subsistir él, su esposa (de la que se está separando y que en realidad se llama Alejandra Olemberg) y su hija (la única que sí comparte nombre verdadero con la de la leyenda de Tupelo, pero a la que no ve muy seguido). La historia de este hombre, que toda su vida ha vivido como si fuera la propia reencarnación de Elvis Presley, es la sencillísima premisa que nos comparte la ópera prima de Armando Bó, joven cineasta argentino descendiente de una familia inmersa completamente en el mundo del cine: Su abuelo, también llamado Armando Bó, fue un reconocido actor, productor y director durante la segunda mitad del siglo pasado, y su padre, Victor Bó, también fue un célebre productor y actor. Con estas credenciales familiares, no resulta extraño entonces la gran calidad de su primer trabajo como realizador. El Último Elvis (2012)
es una gran exploración a los terrenos de la identidad y de la negación de la realidad a través de la construcción de un mundo paralelo/alterno, la edificación de una vida completamente ajena al mundo 'verdadero' debido a una condición mental que resulta, al mismo tiempo, una maldición y una única manera de salvación. Elvis/Carlos Guitiérrez (John McInerny, imitador profesional de 'El Rey' en la vida real, además de profesor universitario y arquitecto), es el personaje central que deambula entre la ternura y el patetismo, para que el director nos comparta un retrato oscuro del ser humano ante la oportunidad de ser "alguien más". Aunque aquí, más que una oportunidad, sea una consecuencia de un trastorno de identidad disociativo, y que a pesar de la honradez y genuina sensibilidad artística de Elvis/Carlos, éste terminará por obsesionarse con convertirse completamente en su ídolo, encontrándose también en el camino con la ocasión de conciliarse con su paternidad, un aspecto de su vida que tenía muy descuidado y casi en el olvido. El Último Elvis es una cinta que encuentra en su sencillez, intimismo y elegancia sus mayores virtudes, un retrato de las obsesiones humanas que resulta, por demás, emotivo pero sin sentimentalismos; una gran aproximación al alma del ser humano con todas sus contradicciones y sus lados oscuros, un retrato social impactante desde su primera hasta su última secuencia.
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gocéntrico como todo artista, el polifacético Nick Cave decidió hacer/tener una peculiar celebración para su día 20mil en este mundo: un registro fílmico de 24 horas centrado en su figura, que se transforme en un falso documental (con un corte final de 97 minutos) y que transita la ficción y la realidad, en ocasiones como senderos separados y en otras como caminos que se fusionan para ser recorridos a la vez, una abstracta (auto)biografía sin indulgencias. 20,000 Days on Earth (2014), dirigido por los reconocidos videoartistas londinenses Iain Forsyth y Jane Pollard (quienes ya habían colaborado con Cave en el videoclip para el sencillo Dig, Lazarus, Dig!!!, incluido en el decimocuarto álbum de su banda Nick Cave & The Bad Seeds, es un atípico documental en el que el artista australiano se confiesa ante la cámara mediante de una entrevista/terapia con un psicoanalista, y de manera paralela se muestran las filmaciones que se realizaron durante el comienzo de las grabaciones de Push the Sky Away, el último disco de su banda, lo cual resultó en la perfecta oportunidad para abordar el tema de la creación artística y el proceso creativo, a la vez que permite hablar del personaje que el artista crea sobre el escenario y que contrapuntea con la persona que realmente es en la privacidad e intimidad en su hogar como padre de familia.
El arte musical como una experiencia en vivo es una comunión entre espectáculo y espectadores, Nick Cave lo sabe muy bien y así lo deja ver con sus anécdotas frente a la cámara (imperdible la referente a Nina Simone) o sus disertaciones (con su pausada narración voz en off) sobre la creación artística, el extraordinario poder del espíritu creativo que se transforma en el camino hacia la trascendencia, la fugacidad de las experiencias, el implacable (y atemorizante) paso del tiempo, etc.. Y si bien es verdad que este trabajo de docuficción en gran parte se trata de un ejercicio puramente narcisista, no hay que pasar por alto que también estamos ante un trabajo genuino y honesto en el que el enigmático personaje pone al descubierto muchos fragmentos de su persona que hasta ahora se había reservado sólo para sí mismo. Echando mano de una narrativa poética y dinámica, en 20,000 Days on Earth la vida personal y artística se desdoblan, se contraen y se (con)funden la ficción y la realidad; la dupla de directores crean una sobresaliente, magnética e hipnótica radiografía de un ícono musical contemporáneo y de una figura cultural global, un fascinante trabajo muy personal en el que se deja de lado al mito del artista y se transforma en toda una inspiradora experiencia.
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os Antiguos decían que Jauja era una tierra mitológica de abundancia y felicidad. Muchas expediciones buscaron el lugar para corroborarlo. Con el tiempo, la leyenda creció de manera desproporcionada. Sin duda la gente exageraba, como siempre. Lo único que se sabe con certeza es que todos los que intentaron encontrar ese paraíso terrenal se perdieron en el camino." Con esta leyenda en pantalla abre Jauja (2014), la más reciente cinta del director de culto argentino Lisandro Alonso (La Libertad, Los Muertos, Liverpool), una película que llega bajo la forma de una suerte de western intimista sobrenatural en el que se manifiesta un tratado sobre la modernidad contra la naturaleza. Presentada bajo el formato de proyección más antiguo (1:33) con la particularidad de redondear las esquinas de la pantalla, y con el pausado estilo narrativo característico de su artífice (que muchas veces roza las convenciones del cine documental, que puede prescindir sin culpas de los diálogos, trabajar con actores no profesionales, y para quien los paisajes y las atmósferas están por encima del argumento -una cualidad por la que podemos emparentar su cine con el de nuestro compatriota Nicolás Pereda), la quinta película de Alonso versa sobre el capitán Gunnar Dinesen(Viggo Mortensen), un ingeniero militar danés que, junto con su hija Ingeborg (Viilbjørk Malling Agger), llega a la Patagonia para trabajar con el ejército argentino en un remoto puesto militar durante la 'Campaña del Desierto' (el salvaje genocidio perpetrado contra los nativos de la región en pos de la modernidad y la supremacía racial), y para buscar la felici31
dad que promete la legendaria tierra de la abundancia. En medio de la campaña, Ingeborg se enamora de un joven soldado y una noche huyen juntos del campamento; el capitán emprende, entonces, una búsqueda incansable para encontrar a su hija, lo cual se convierte en una suerte de viaje iniciático en medio de un desierto que devora todo y a todos, y donde las barreras espacio-temporales no existen más. Jauja, como todo el cine de Alonso, es una propuesta audiovisual que se debe experimentar más que sólo apreciar, que se separa radicalmente del cine de fórmula; el filme ostenta altas dosis de visiones conceptuales (con la formidable labor fotográfica de Timo Salminem) y el pausado ritmo pone a prueba la paciencia del espectador, por lo que podemos asegurar que éste no es cine para todos, especialmente, por 'ese' final por el cual se decanta el director, ya que además de ser desconcertante, seguramente enfurecerá a muchos, pues se podría apreciar de una manera en la que pareciera que el discurso que Lisandro venía esgrimiendo a lo largo de todo el filme, es echado por la borda con esos radicales minutos finales, aunque si se analiza con detenimiento, vemos que ese extremo giro de tuerca no necesariamente va en detrimento de la cinta. Pese a esto, a Jauja podemos considerarla como una ambiciosa propuesta en la que vale la pena aventurarse por su discurso, por compartir postales de gran belleza onírica con una elegancia visual de colores saturados, y por tratarse de un cine diferente, complejo y arriesgado que no teme salirse de los cánones del leguaje cinematográfico convencional.
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uando se preparaba la filmación de El Satánico Dr. No (Dr. No; 1962), Ian Fleming (autor de la novela homónima del agente secreto James Bond) no se encontraba nada convencido de que Sean Connery fuera el hombre indicado para dar vida a su agente secreto 007; para convencerlo, el director de la cinta, Terence Young, llevó personalmente al actor escocés con su sastre de Savile Row para que le confeccionara trajes a la medida y lo instruyera en las rigurosas reglas de etiqueta y modales para convertirlo en todo un caballero inglés. Incluso se dice que Young obligaba Connery a dormir con un traje puesto para que se acostumbrara a sentirlos como una segunda piel. Esta legendaria anécdota inspiró a Matthew Vaughn y Mark Millar para la creación de lo que ahora tenemos en las pantallas cinematográficas bajo el nombre Kingsman: El Servicio Secreto (Kingsman: The Secret Service), aunque antes fue una novela gráfica desarrollada por Millar junto con el artista Dave Gibbons que simplemente se llamaba The Secret Service y fue publicada en 2012. Alterando un poco la trama del original impreso, la película se centra en Harry Hart (Colin Firth), un veterano agente secreto británico que debe entrenar a Gary "Eggsy" Unwin (Taron Egerton), un joven vago que vive en un modesto departamento de interés social al sur de Londres junto con su madre, su pequeña hermanita y su violento padrastro. Harry (o Calahad, su nombre clave), recluta a Eggsy para postularlo como su candidato a convertirse en el nuevo agente de Kingsman, una institu-
ción militar secreta al margen del gobierno británico encargada de preservar la paz mundial. A la par del entrenamiento de los chicos que buscan un lugar en Kingsman, la agencia se debe enfrentar a Richmond Valentine (Samuel L. Jackson), un magnate de la alta tecnología que está desarrollando un ataque ecoterrorista global para acabar con el virus que, según él, representa la humanidad para nuestro planeta. Kingsman: El Servicio Secreto, es una carta de amor a las películas de espías de la vieja escuela e las que los agentes secretos eran capaces de derrotar a los villanos en férreas batallas sin despeinarse un sólo cabello y sin olvidarse de seducir a la chica guapa para divertirse con ella... aunque fuera sólo por un rato. Si con Kick-Ass: Un superhéroe sin superpoderes (Kick-Ass; 2010), Vaughn dio giro radical al mundo de los superhéroes en el cine con una propuesta fresca en la que había cabida para el humor y la violencia explícita, en esta ocasión hace lo propio con el subgénero del espionaje y lo ejecuta de una manera inteligente y brutal. La película posee un guión equilibrado entre la intriga terrorista internacional y la trepidante acción que resulta tan violenta como divertida (aunque aquí en México tendremos que conformarnos con ver una versión censurada, específicamente en la escena correspondiente a la sanguinaria pelea en la Iglesia, pues dicha secuencia fue mutilada y no se muestra en todo su original esplendor escarlata). Colin Firth se mantiene (como siempre) impecable en su papel de caballero inglés, pero resulta sorpren32
dente su desempeño como héroe de acción, como resulta también grata la química que se logra Taron Egerton, cuya frescura y dinamismo lo convierten en una perfecta versión joven del 007. En los terrenos antagónicos, Samuel L. Jackson está formidable, pues además de su característico carisma con el que interpreta a sus personajes, éste tiene la peculiaridad de ser un retorcido psicópata que, sin embargo, no tolera la violencia, al punto de desmayarse si ve un poco de sangre, y por si eso no fuera suficientemente peculiar para un villano, además es zipizapo. Kingsman: El Servicio Secreto es del tipo de cine comercial que se arriesga, cine para las masas que no subestima al público, que sabe que el cine de entretenimiento también tiene que ser cine de calidad argumental y para ello inserta un sutil comentario social; se trata de un sentido homenaje el cine clásico de espías, pero que lo conjuga con una deliciosa satirización de ese mundo de granadas con forma de encendedor, letales plumas fuente, zapatos con navajas ocultas en las puntas (o teléfonos en las suelas en modelos anteriores) y de paraguas blindados. Vaughn entrega una ingeniosa propuesta que tiene todos los elementos para convertirse en una longeva (y por supuesto lucrativa) franquicia, y si las secuelas mantienen su calidad al nivel de esta primera entrega, estaremos felices de volver a sumergirnos en este fantástico mundo del espionaje con apuestos 'gentlemen' y violencia hiperestilizada.
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icen que "el sexo mueve al mundo", y la frase no podría tener una carga mayor de veracidad puesto que es este instinto primitivo el responsable de la perpetuidad de las especies. Nuestro gusto por la experimentación y la expresión de la sexualidad ha hecho que no sólo se convierta en un acto animal sino en una comunión íntima, espiritual. Entendiendo esto, el hombre se ha valido de las herramientas a su alcance para exponer y preservar la sexualidad en todas sus presentaciones; la literatura y el cine son ejemplos perfectos que se retroalimentan en pro de la expresión y conservación de la sexualidad humana. Uno de los ejemplos más recientes irrumpió hace algunos años en los terrenos literarios, un fenómeno de ventas de una trilogía escrita por la estadounidense E.L. James, quien era fan de otra exitosa saga: Crepúsculo, de Stephenie Meyer. Los fanfics (relatos de ficción escritos por admiradores de una obra impresa o audiovisual películas, series, videojuegos, etc.-) que creó inspirándose en la serie de libros protagonizada por Bella y Edward llamaron la atención de editores y, haciendo algunos ajustes (como el cambio de nombres de los protagonistas), preparó una serie de historias que fueron compuestas para su impresión y comercialización como una trilogía. El hit no se hizo esperar y el contenido erótico fue el elemento determinante para su éxito arrollador a nivel mundial, por lo que la versión cinematográfica era inevitable. Cincuenta Sombras de Grey (Fifty Shades of Grey; 2015), la película basada en la primera parte de la trilogía de cuestionable contenido erótico (y aún más cuestionable valor literario) que es complementada por Cincuenta Sombras Más Oscuras y Cincuenta Sombras Liberadas, es la típica película romántica hollywoodense pero con pretensiones eróticas que jamás alcanza. La trama es absolutamente elemental: chica (Anastasia, virgen de 23 años a punto de graduarse de la carrera de Letras Inglesas) conoce a chico (Christian Grey, dueño de un emporio, guapo -guapísimo-, misterioso, seductor, irresistible) y el romance comienza al instante. No hay nada nuevo bajo el sol en esta historia dirigida por Sam Taylor-Johnson (Mi nombre es John Lennon; 2009), a excepción del giro que tiene también la novela: los peculiares gustos sexuales del Sr. Grey adepto a las prácticas BDSM (bondage y disciplina; dominio y sumisión; sadismo y masoquismo)-. Aunque es verdad que la premisa podría sonar interesante para el público femenino, el problema está en su obviedad y en que ya hemos visto temáticas similares con mucho mejores resultados, algunos de ellos incluso brillantes como La Secretaria (Secretary; 2002), de Steven Shainberg, en la que la oficinista encarnada soberbiamente por Maggie Gyllenhaal 35
comienza una relación sadomasoquista con su jefe (casualmente también llamado Mr. Grey) interpretado con maestría por James Spader; en este ejemplo, el guión de Erin Cressida Wilson adaptado de la historia corta de Mary Gaitskill, nos lleva por un intrincado estira y afloja psicológico entre los protagonistas que encuentran, en su contraparte, a su complemento ideal (ella, masoquista; él, sádico irredento). Por el contrario, Cincuenta Sombras de Grey es una historia superficial protagonizada por dos personajes unidimensionales con una profundidad o complejidad psicológica que nunca se deja ver; Dakota Johnson da su mejor esfuerzo para comprender e interpretar a la inocente Anastasia y apenas sale bien librada, pero es Jamie Dornan quien parece perdido en todo momento, sólo su primera escena parece cómodo con el personaje (atractivo, enigmático, seductor), sin embargo, después de ese punto y hasta la última secuencia, no parece conocer al atormentado Christian Grey, limitándose a reproducir lo que estaba marcado en el flojo guión en el que las motivaciones de la pareja son poco claras: las de él son escasamente abordadas (infancia dura, iniciación sexual temprana, etc.), pero cuando salen a la luz son tratadas con torpeza y pronto son dejadas de lado; las de ella no corren con mejor suerte, pues en realidad ni siquiera son sugeridas. Ella es la típica chica tímida y virginal que está en espera de su príncipe azul; él no es precisamente un príncipe azul (por lo menos no aún, aunque obviamente lo será en la tercera parte), pero es el también típico chico duro que terminará con su extremo carácter ablandado por la personalidad inocente de su princesa en esta suerte de absurdo cuento de La Bella y la Bestia pseudoerotizado. Cincuenta Sombras de Grey llega con una anticipación mediática monstruosa por su presunto alto contenido erótico; no obstante, la carga de situaciones sexuales no es mayor (ni mejor) que en otras películas en la que se haya buscado una exploración de la sexualidad. Y es que si bien es cierto que hay escenas 'íntimas', éstas son relativamente pocas y son más bien del tipo sensual que sexual, y del erotismo es mejor ni hablar porque de éste jamás se aprecia el más mínimo destello (¿conocerán la autora y directora el significado del término 'erótico'? valdría la pena cuestionárselo). Las secuencias sexuales están rodadas con tanto cuidado y poca determinación, que no resultan ni siquiera sugerentes o provocativas, manteniéndose siempre con una tibieza imperdonable para una película que clama ser erótica pero que en ningún momento se atreve a mostrar (ni si quiera por brevísimos momentos) las partes genitales de alguno de los protagonistas; esto se vuelve aún más incomprensible cuando hace poco tuvimos a Ninfomanía (Nymphomaniac; 2013), de Lars von Trier, en la cartelera comercial mexicana, un trabajo en el cual encontramos un contenido psicológico y sexual más complejo en diez minutos de su metraje, que en los 125 minutos de Cincuenta Sombras de Grey y su cursi romance disfrazado de erotismo. Con esta primera entrega de la trilogía fílmica estamos ante una reiterativa, lenta y poco interesante historia romántica en la que los diálogos resultan tan cursis como en la peor de las telenovelas mexicanas, aunque recitados con un poco de dignidad conferida por los actores que a duras penas se salvan de hacer el ridículo, y cuya excesiva belleza hacen que la historia se vuelva aún más inverosímil. Cincuenta Sombras de Grey no es más que una tomadura de pelo de más de dos horas.
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on el afán de tratar de entender y comprender en su totalidad al mundo, el hombre ha generado la manía de catalogar todo lo que lo rodea, y el séptimo arte no ha podido exentarse de esto, aunque debemos reconocer que esta clasificación ha servido para estudiarlo con mayor precisión a través de una perspectiva más amplia al englobar en ciertas categorías obras fílmicas similares en cuanto a sus elementos temáticos y formales. Y aunque en una primera y rápida separación podríamos catalogar al cine en dos grandes géneros: documentales y ficción, en ambos casos existen divisiones, y a su vez subdivisiones, que han generado subgéneros con características propias muy marcadas como el cine vampírico o el sobreexplotado found footage. En esta ocasión nos enfocaremos en el "cine de suspenso" o "cine de misterio", como comúnmente se le conoce a los thrillers (término originado de la palabra inglesa "thrill" que quiere decir "emoción"), esas películas que buscan generar una experiencia de tensión y desconcierto a partir de estímulos producidos por una particular narrativa que, por lo general, se centra en algún hecho criminal o judicial. En este apartado, hay una figura importante que ha sido imitada, parodiada y homenajeada, pero jamás igualada o superada: Alfred Hitchcock. La obra fílmica de este director inglés resultó seminal para el thriller contemporáneo y su subsecuente división en subgéneros como el thriller policiaco, el thriller de detectives, el thriller político, el thriller de espionaje y el thriller psicológico, pues en su prolífica carrera abarcó todos estos subgéneros con resultados magistrales, estableciendo reglas para este tipo de cine y perfeccionando la obra fílmica como infalible vehículo de emociones. A continuación dejamos un listado con la recomendación de 10 thrillers imprescindibles... ¡A verlos todos! 42
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Hay otras cintas de Hitchcock que son mejores que ésta (aunque no por eso ésta deja de ser excelente, no piensen mal) pero se sitúa aquí en la posición no sólo por sus logros técnicos o narrativos (que son bastantes, tan sólo recuerden el asesinato en la bañera), sino por toda la mitología que se ha construido en torno a ella y el estatus de película de culto que ha obtenido en la historia del cine; tan definitivo es este título en su carrera, que es de las pocas de sus cintas que ha tenido secuelas, aunque ya no dirigidas por el Maestro del Suspenso: Psycho 2 (1983; Dir. Richard Franklin) y Psycho 3 (1986; Dir. Anthony Perkins). Además, actualmente se transmite Bates Motel por Universal Channel, un serial televisivo que sirve como precuela a ésta mítica cinta.
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Situada en los años 30, la película de Roman Polanski se centra en el detective J.J. Gittes (inmejorable Jack Nicholson), quien recibe la visita de Evelyn Mulwray (Faye Dunaway), esposa del jefe del Servicio de Aguas de la ciudad de Los Ángeles, pues sospecha que su marido Hollis Mulwray le es infiel. Paralelamente a este caso, el detective privado descubre que los agricultores acusan a Hollis de corrupción ante su negativa a la petición de construir un pantano con el que se mitigarían los efectos de la sequía que padecen. Una revelación de Evelyn y la filtración del escándalo a la prensa ponen a Gittes en una red engaños, corrupción y asesinato. Chinatown posee un sólido y redondo guión que homenajea al cine negro con personajes bizarros interpretados con maestría por Jack Nicholson y Faye Dunaway, y una precisa dirección de Polanski.
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La adaptación de la novela homónima de Graham Greene se sitúa a comienzos de la Guerra Fría, y sigue los pasos del mediocre novelista estadounidense Holly Martins (Joseph Cotten) que llega a Viena en 1947 para visitar a su amigo de la infancia Harry Lime, quien le ha prometido conseguirle trabajo. Sin embargo, su llegada coincide con el entierro de su amigo que murió arrollado por un coche, y le es revelado por el jefe de la policía que su amigo estaba implicado en turbios negocios del mercado negro. Sin embargo, hay otra cosa que intriga al escritor: todos aseguran que vieron a dos hombres intentar ayudar a su amigo, pero un testigo clama haber visto a un tercer hombre. Con una fascinante atmósfera y un insuperable guión (firmado por el mismo Greene), El Tercer Hombre es una hipnótica lección de cine de misterio.
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Un grupo de asaltantes, bajo la previa promesa de no revelar ningún dato personal que pueda vincularlos en caso de ser atrapados, roba una joyería; entre ellos se encuentra un elemento de la policía que trabaja encubierto y que funciona como detonante para el resto de la historia en la que el tiempo lineal brilla por su ausencia; caso contrario a lo que sucede con sus ingeniosos diálogos referentes a la cultura pop estadounidense, son brillantes líneas que van desde las referencias a Like a Virgin de Madonna, hasta un debate sobre las propinas a las camareras. Además, sobre sale el uso magistral de la música transmitida a través de la estación ficticia 'K-Billy's Super Sounds of the Seventies' y a través de la cual todos los personajes escuchan sus piezas favoritas; la banda sonora va desde Little Green Bag de George Baker hasta Coconut de Harry Nilson, aunque sin duda alguna, la más emblemática escena musicalizada es la protagonizada por Michael Madsen quien baila al ritmo de Stuck in the Middle with You momentos antes de terminar con un oficial de policía utilizando una navaja de afeitar.
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Jerry Lundergard (William H. Macy), un hombre que trabaja como vendedor de autos en la agencia que pertenece a su pedante suegro Wade Gustafson (Harve Presnell), viaja al pueblo de Fargo para reunirse con Carl y Gaear (Steve Buscemi y Peter Stormare), un par de criminales a quienes pide secuestrar a su esposa con el objetivo de obtener de su suegro un cuantioso rescate que finalmente lo liberará del yugo financiero bajo el que sobrelleva su mediocre existencia. Las cosas podrían haber salido de maravilla, si no fuera por el pequeño detalle que supone la incompetitividad de los secuestradores y la presencia de Marge Gunderson (Frances McDormand), una policía local con siete meses de embarazo que comienza la investigación de un triple homicidio ocurrido dentro de su zona de jurisdicción y del cual han sido responsables los criminales que ha contratado Lundergard. El fantástico guión de Fargo consigue que un solo copo de nieve se vaya transformando en un alud imparable; es una historia magníficamente construida y desarrollada, llena de embrollos que en ocasiones resultan en situaciones absurdas, pero que gracias a las estupendas actuaciones del reparto (particularmente H. Macy, McDormand y Buscemi), y aunado a una magistral dirección, dan como resultado una película brillantemente corrosiva.
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William Sommerset (Morgan Freeman), un detective al borde del retiro, tiene que hacer mancuerna con el inexperto y temperamental David Mills (Brad Pitt) para encontrar y detener a un psicópata asesino serial que utiliza los Siete Pecados Capitales como inspiración para sus complejos asesinatos. Con Se7en, David Fincher cambió la manera de hacer thrillers en la Meca del Cine (y desde entonces se han hecho varios intentos por replicarla... sin éxito, claro está), pues no sólo la historia otorgó rasgos fascinantes al villano de la historia, sino que dio complejidad psicológica a los personajes "heroicos" del relato, dotando de cierta amoralidad al subtexto que, sin juzgar, cuestiona el proceder de sus personajes.
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A principios de la década de los 90, Jonathan Demme se hizo cargo de El Silencio de los Inocentes (The Silence of the Lambs; 1991), la versión fílmica de la novela homónima de Thomas Harris que protagonizaron Anthony Hopkins y Jodie Foster. La trama versa sobre Clarice Starling, una aspirante a agente del FBI (que en su licenciatura universitaria se ha especializado en conductas psicópatas) que, para poder encontrar al asesino serial conocido como "Buffalo Bill", debe pedir la ayuda del doctor Hannibal Lecter (un genio psicoanalista y sádico caníbal) que se encuentra encerrado por el gobierno en un centro de alta seguridad. En una dinámica de quid pro quo (una cosa por otra), Starling intenta sacarle información sobre los patrones de conducta del buscado asesino serial, pero Lecter obtendrá más de ella de lo que ella obtendrá de él. El Silencio de los inocentes es uno de los mejores filmes noventeros y un ejercicio sobresaliente de thriller psicológico que se convirtió en un éxito de taquilla y de crítica, logrando llevarse incluso cinco premios de la Academia: Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor, Mejor Actriz y Mejor Guión Adaptado.
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El agente Dave Kujan trabaja para el servicio de aduanas en Estados Unidos y debe investigar el caso de un incendio a bordo de un barco en un puerto de Los Ángeles en el que aparecen 27 víctimas mortales, aunque aparentemente todas fueron asesinadas. Roger Kint, un estafador lisiado, es el único sobreviviente al fatídico evento y se convierte en la principal fuente de información para Kujan sobre los acontecimientos, y revela que todo comenzó seis semanas antes en Nueva York con la detención de 5 sospechosos que fueron arrestados para una rueda de reconocimiento como investigación sobre el robo de un camión de armas. El rigor en la dirección de Bryan Singer, las estupendas actuaciones del envidiable reparto y la vuelta de tuerca que nadie veía venir, convirtieron a Sospechosos Comunes en uno de los mejores thrillers de finales del siglo pasado, y que por cierto, este año celebra su 20 Aniversario.
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Clint Eastwood protagoniza este thriller policiaco sobre Harry Callahan, un duro policía de San Francisco al que sus compañeros le han puesto el sobrenombre de ‘Harry el Sucio’ por encargarse siempre de los trabajos más desagradables y utilizar peculiares métodos para combatir el crimen; la trama detona cuando un francotirador que se autodenomina como ‘Scorpio’, asesina a una mujer desde la azotea de un edificio y promete matar a más personas si el gobierno de la ciudad no le paga la cantidad de $100,000 dólares. Está de más decir quién se encargará del caso, ¿no? Harry el Sucio creó un modelo arquetípico que ha sido imitado hasta el cansancio, incluso en esa misma década, Charles Bronson protagonizó la variante El Vengador Anónimo (Death Wish; 1974), que dio pie a tres secuelas y otras variantes como 10 a la media noche (10 to midnight; 1983). En un experimento más reciente, se presentó la variable femenina con Jodie Foster como protagónica de Valiente (The Brave One; 2007)
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Este milenio comenzó con una de las mejores cintas cerebrales: Amnesia (Memento; 2000), de Christopher Nolan, quien escribió el guión del filme basado en la historia escrita por su hermano Jonathan Nolan, que gira en torno a Leonard, un investigador de una agencia de seguros cuya memoria queda dañada irreversiblemente tras un golpe en la cabeza recibido al intentar detener al asesino de su mujer. A partir del trauma, tiene pérdida de memoria a corto plazo, es decir, los recuerdos de sus actividades se desvanecen algunos minutos después de haberlas realizado, por lo que deberá ingeniárselas con el uso de tatuajes y polaroids para dar con el asesino de su esposa y cobrar venganza. Memento es un excepcional ejercicio de estilo que colocó a Christopher Nolan como uno de los directores hollywoodenses visionarios, aunque con la muy recientemente fallida Interstellar (2014), lo anterior se pone seriamente en duda.
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En los actores conocidos que veremos en pantalla están Hugh Jackman, Sigourney Weaver, Dev Patel, y aunque no lo veremos, Sharlto Copley, protagonista de la ya mencionada Sector 9, es quien interpreta a Chappie a través de la tecnología de motion capture. ¿Qué podemos esperar de esta película? Pues, creo que no sólo acción, sino también un mensaje, en el que como humanos cada vez nos hacemos más insensibles y las maquinas, por el contrario, comienzan a adquirir quizá los sentimientos que nosotros cada día hemos perdido. Esperemos que esta película sea del agrado de todo mundo y no sólo para los amantes de la ciencia ficción, los adolescentes, y los jóvenes de corazón y también los que pensamos como niños. No queda más que esperar ya poco tiempo para verla en nuestro país. Y aunque en la crítica no le ha ido muy bien, en taquilla si le ha redituado; y también quizá yo si derrame una que otra lagrima, soy muy sentimental.
odríamos decir que todo inicio en el 2004, cuando un joven director llamado Neill Blomkamp lanzó un cortometraje de menos de dos minutos llamado Tetra Vaal, en el que vemos a una especie de robots que, al parecer, se encargan de luchar contra la violencia que existe en Sudáfrica. De ahí, cómo olvidar la película Sector 9 (District 9; 2009), en la que unos alienígenas llegan a la Tierra y la humanidad los tiene en una especie de campo de concentración en Sudáfrica. O de Elysium (2012), en la que Matt Damon lidera aun grupo de rebeldes que no tienen dinero para poder llegar al paraíso, es decir, una estación espacial a la que sólo la gente rica y poderosa tiene acceso. Nuevamente Blomkamp nos trae una historia de ciencia ficción, y con sus robots que no suelta ni para dormir. Aquí se habla de un futuro cercano en el que el gobierno, para luchar contra los criminales, cuenta con patrullas de robots policías para tener el control, pero al parecer, uno de ellos es robado (el Chappie del título) y es re programado, empezando pensar por sí solo y a tener sentimientos. 59
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simplemente vemos que toma el curso del tiempo (día), pero no vemos una historia definida, así podemos saltar de una mujer en labor de parto, a unos niños riendo por un mago, a unos mineros, a unos deportistas; el director muestra los dotes y principios de la edición. De igual manera, se atreve a experimentar con su película y trae técnicas muy interesantes. Resultó interesante y -debo deciremocionante, ver los avances que trae consigo este experimento soviético, pues vemos unos efectos especiales fuera de época, como la proyección en reversa, el slow y fast motion, stop motion, close-ups, la conocida como 'double exposure'; todas técnicas cinematográficas importantes y que dieron pie a lo que hoy conocemos. Para concluir, un trabajo que resulta culturalmente importante, Vertov logra su cometido y deja huella con esto. Algo que todo cinéfilo debe ver.
ntes que nada este trabajo fílmico no es apto para todo el público. Ya que no es propiamente una película 'normal', más bien, es un 'experimento', un film experimental. Los años 20 sirvieron para una infinidad de 'amateurs' en el cine, digamos, gente interesada en ver cómo funcionaba esta novedad del siglo. El hombre de la cámara es eso, un joven ruso (de la entonces Unión Soviética) que a todo lugar que va carga consigo su cámara. El trabajo inicia con una sala de cine vacía, y con el inicio de la música también da comienzo la forma en que la sala se 'preparaba' para recibir al público, en cuando la orquesta ahí presente empieza y se hace la imagen. Vemos el despertar de un día en la Unión Soviética, los sucesos cotidianos (juegos, trabajo, tráfico, gente, etc.) y vemos el frenesí que todo junto causa en cualquier ciudad del mundo. Vertov 'rompe' esquemas narrativos al no tener una linealidad en la historia, 63
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A pesar de tener un contenido violento, la película sugiere sólo unos segundos de simulación snuff, ya que el director tuvo la intención de no mostrar imágenes que ni el mismo pudiera soportar, optando por otra perspectiva: la expresión en el rostro de los personajes, jugando con la proyección psicológica del espectador, con lo que está viendo e imaginado. Las escenas de la cinta desbordan misterio. El manejo de cámara y los espasmos musicales afloran la intriga ya que hay un juego muy importante y evidente entre el sonido y cada movimiento dentro de la escena, como lo es cuando Chema y Ángela observan videos violentos y en paralelo un profesor de la universidad mira uno de los videos snuff dentro de la sala audiovisual; la sincronización, secuencia y ritmo de cada toma en conjunto crea un perfecto engrane en el que se embona cada segundo de la secuencia de una manera peculiar e ingeniosamente interesante. El interés por el desarrollo de la banda sonora se debe a que el director, siendo estudiante, tomó la especialización de Imagen y Sonido en su carrera, ya que además de estar a cargo la dirección de Tesis, también dirigió la musicalización de cada escena. Tesis supuso una bocanada de aire fresco en España en su estreno en el año 96 debido a la aceptación de la audiencia, los medios de comunicación y de la crítica cinematográfica ya que este largometraje obtuvo siete estatuillas en los premios Goya y nominaciones en otros premios internacionales. Lo dinámico es inseparable al gusto y Tesis así lo comprueba siendo una película completa, audaz y heterogénea en su estilo, con distintas líneas de conflicto y un ritmo escalofriantemente preciso. Fue una revelación hace 19 años y al día de hoy se mantiene vigente su discurso atrevido y su valor experimental.
os vagones comienzan a iluminarse. Los pasajeros confusos y molestos comienzan a desalojar el tren, desorientados a pesar de las indicaciones de los encargados. Hacen una fila para poder llegar a la próxima estación, mientras los murmullos de la multitud se hacen llegar: ¡Un señor se ha aventado a las vías! Dice una voz, mientras un guardia exclama y se enfurece por la curiosidad de la aglomeración al rodear el cadáver. Dentro del gentío se encuentra Ángela, protagonista de esta historia. Tesis es un thriller español que se narra desde el punto de vista de Ángela, una estudiante de la Facultad de Ciencias de la Información que decide realizar su tesis sobre la violencia audiovisual. Su interés es sobre la curiosidad y el morbo que tiene el público por la violencia gráfica. Junto a su compañero de clase, Chema, comienza a inquietarse por un tipo de material en concreto: los videos con grabaciones de asesinatos reales, también conocidos como snuff. La cinta es dirigida por el chileno Alejandro Amenábar que a sus 23 años y durante un proyecto escolar toma la idea de realizar Tesis siendo ésta su ópera prima; sin embargo no es el único en estrenarse en la producción, ya que para Mateo Gil, guionista de la historia, y para la mayor parte del elenco fue su debut en la pantalla grande. El tema que captura Amenábar es el snuff, no obstante el filme se desenvuelve en dos ejes: La creación de videos snuff para la obtención de un beneficio económico, y el goce de la audiencia que consume este tipo de material. La dirección del filme utiliza mecanismos de intriga para transmitir las interrogantes del desarrollo de la historia y las situaciones derivadas de la trama, ya que Ángela descubre una red de producción de vídeos snuff dentro de su universidad y es así como su vida y la su compañero Chema se ve amenazada dentro y fuera del campus.
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texto de gran magnitud como lo es el de Carver y alcanzar su consagración como actor serio y de alto rango. La cámara no sólo funciona como la sombra que sigue ineludible a Riggan, sino que por momentos permite colocarnos desde su perspectiva, aunque la cámara también se da el lujo de poder seguir momentáneamente a los otros personajes con los que ensamblará la obra sobre el escenario o que harán funcionar la maquinaria teatral detrás del telón. Es así como conocemos a Sam (Emma Stone), la hija de Riggan que vive resentida por la ausencia de su padre en permanente búsqueda de admiración y reconocimiento tanto del público como de crítica; Jake (Zach Galifianakis), el mejor amigo de Riggan y productor de la obra que le aguanta todos sus caprichos para poder llevar a buen puerto el estreno del montaje; Lesley (Naomi Watts), actriz protagónica de la obra con nula autoestima que aún no sabe si en realidad ha alcanzado el éxito como intérprete en Broadway o aún sigue siendo esa niña ingenua que sueña con triunfar sobre el escenario; Mike Shiner (Edward Norton), un cínico y reconocido actor que bajo una máscara de intelectualidad esconde la más patética de las superficialidades; Laura (Andrea Riseborough), también actriz de la obra y actual novia de Riggan que vive desilusionada porque éste es incapaz de ver más allá de sus narices, y nunca ha sabido brindarle amor, vaya, ni siquiera un poco de compasión o un mínimo de empatía más allá del sexo; y finalmente, Sylvia (Amy Ryan), la ex esposa de Riggan que tiene una de las mejores frases de la cinta y que reafirma el discurso que busca Iñárritu con su propuesta: "siempre has confundido el amor con admiración". Iñárritu disecciona el proceso cognitivo de auto juicio y comienza por el suyo propio a manera de catarsis, lo realiza observándolo desde una distancia prudente, desde atrás de la cámara, la cual funciona como un microscopio que le ofrece la oportunidad de verse a sí mismo en Riggan luchando con su propio ego, con esa vocecilla dentro de su cabeza y que en determinado momento logra materializarse en su famoso personaje Birdman (encarnado por Benjamin Kanes). Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia) es una experiencia cinematográfica única; es profunda, compleja, muy divertida y sobre todo, muy humana. Estamos frente a un acontecimiento como pocas veces se puede (y se debe) apreciar en estos días en el cine para su cabal experimentación audiovisual, y en consecuencia, también emocional; es un análisis exhaustivo sobre nuestra obsesiva y contradictoria naturaleza a través de un mosaico de personajes que resultan ser tan patéticos como adorables, es decir, así como cualquiera de nosotros, porque en mayor o menor medida, todos buscamos simplemente un poco de amor y a veces también lo confundimos con la admiración. La naturaleza y la crisis de nuestra identidad, la necesidad de validación, el dejar que otros decidan quienes somos de manera independiente a nuestra única y verdadera esencia, y la lucha constante con nuestro propio ego, son tan sólo algunas de las premisas que se esconden en este laberíntico recorrido por la mente de Riggan Thomson, que a la vez, es la mente de cualquiera de nosotros.
on este extracto del último poema de Raymond Carver, el mexicano Alejandro González Iñárritu abre Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia), su nueva película con la que, por vez primera, se adentra en los terrenos de la comedia (negrísima, por cierto) para retratar a una sociedad actual enferma de búsqueda de popularidad que confunde el verdadero amor trascendental con la efímera admiración Riggan Thomson (Michael Keaton en un desempeño tal, que parece que su papel fue escrito ex profeso para él) es el personaje central de la cinta, un actor maduro con crisis de identidad que aún no ha podido superar personalmente al icónico y súper heroico personaje que interpretó hace ya algunas décadas en la gran pantalla en una trilogía de filmes basados en un famoso cómic, y viviendo aún bajo la magnánima sombra de ese personaje que da nombre a la película. Para regresar a la fama, pero siendo reconocido como un actor serio y deshacerse de una vez y para siempre del papel en el que fue encasillado por el público ("¡Birdman!", le gritan cuando se lo encuentran en la calle), el histrión que se encuentra en la etapa crepuscular de su vida y su carrera, pretende montar en Broadway la obra 'What we talk about when we talk about love', precisamente basada en un texto de Raymond Carver, pero a sólo tres días del gran estreno, sus esfuerzos por recuperar a su familia se juntan con una devastadora crisis de identidad que lo llevan a enfrentamientos directos con su ego y pondrá en peligro el futuro de la obra. Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia) es un tratado sobre una parte de la actual idiosincrasia humana universal, caracterizada por su obsesión por la popularidad, por un pavor terrible a no ser nadie ante la mirada del otro; una humanidad con personas enfermas y ávidas de validación por parte del prójimo con el que interactúan día con día, ya sea de manera directa o virtual, basando también su propia valía humana en cuantos 'likes' tienen sus estados en facebook, cuántos 'followers' han logrado conseguir en twitter, o cuantos 'me gusta' han alcanzado sus fotos 'instagrameadas'. Para elaborar esta tesis sobre la aprobación del prójimo, Iñárritu deja de lado a su director de fotografía habitual, el mexicano Rodrigo Prieto, para trabajar por primera vez con el no menos talentoso Emmanuel 'Chivo' Lubezki, también mexicano y recién ganador del Oscar por su trabajo en otra ambiciosa cinta internacional con otro compatriota como artífice: Gravity de Alfonso Cuarón. Juntos (Iñárritu y Lubezki) idean una propuesta formal en su gramática cinematográfica que merece subrayarse por crear la ilusión de hacer parecer que la cinta fue filmada en una sola toma, un sólo plano secuencia que recorre los tres días previos al estreno de la ansiada obra. Con una cámara en permanente movimiento, con cortes invisibles en la edición y una musicalización que utiliza casi únicamente una batería como instrumento de creación para el fantástico y enérgico score muy cercano al blues y jazz que acompaña las transiciones físicas y emocionales de los personajes, la acción nunca se detiene, desde el minuto uno de la cinta, en donde encontramos a Riggan en su camerino, comenzamos a vivir con él su gran odisea para salir avante en ese gran riesgo que supone montar una obra basada en un 67
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a nueva propuesta del director Noah Baumbach, responsable de The Squid and the Whale (2005), es un tratado sobre la madurez y el final de la adolescencia tardía de una chica de 27 años en la ciudad de Nueva York. Frances, nuestra protagonista encarnada por Greta Gerwig, comparte departamento en la Gran Manzana con Sophie (Mickey Summer) y es, desde hace ya varios años, aprendiz y asistente en una Compañía de Danza, persiguiendo el sueño de pertenecer algún día a ella. Un día, Sophie le revela que se mudará a otro departamento con otra chica pues se encuentra ubicado en una zona de la ciudad más conveniente para ella y sus aspiraciones personales. La partida de Sophie deja a Frances con un vacío existencial pues ésta la considera mucho más que su 'roomate' y por si fuera poco, Frances rompió con su novio un par de días antes al proponerle éste que se mudaran juntos a su departamento y ella se negó por respeto a su amiga y al pacto que tenían de mantener juntas el departamento. Además, la chica es temporalmente despedida de la Compañía de Danza por problemas presupuestales que no hacen factible mantenerla en la nómina durante algunos meses. Frances Ha es una comedia filmada en blanco y negro, que retrata melancólicamente ese tan temido proceso de maduración por el que todos atravesamos, aunque algunos lo hacemos más tarde que otros, como bien se demuestra en la cinta, pues a pesar de estar muy cerca de su tercera década de vida, Frances se sigue aferrando a su adolescencia tardía y tratando de escapar de todas las
responsabilidades que el tiempo trae consigo. El proceso de maduración del personaje es dinámicamente manejado a través de un divertido guión, completo en diálogos veloces y con mordaces líneas que recuerdan a los irónicos comentarios de los viejos filmes de Woody Allen; pero es en la espléndida actuación de Greta Gerwig donde se encuentra el mayor acierto del filme, pues es gracias a su desempeño frente a la cámara que el relato, escrito a cuatro manos por los propios Baumbach y Gerwig, puede hacer un fiel retrato desprovisto de prejuicios hacia la juventud existencialmente en crisis. Frances es un personaje que derrocha ternura, inocencia y amor, pero también miedos, inseguridades y muchas contradicciones, por lo que el trabajo de Gerwig para dar vida con tanto encanto y energía a este personaje tan complejo (y por ende tan humano) es verdaderamente encomiable y se merece todos los premios habidos y por haber. Frances Ha es una melancólica comedia muy espontánea sobre el miedo a crecer y el miedo que se le puede llegar a tener a la soledad hasta que finalmente nos encontramos con nosotros mismos; es también sobre el amor y la amistad. Un relato que dejará una sensación de 'todo va a estar bien' en todo aquel que se anime a verla y que esté pasando por esa etapa de transición o que simplemente esté retrasando su momento como la protagonista del filme; anímense a crecer, duele, sí, pero también es muy divertido, aquí una película que así lo demuestra. 69