CELULOIDE DIGITAL - MARZO 2018 - CINE LATINO EN LOS OSCAR V2

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de la celebrada Gloria (2013), el cineasta chileno Sebastián Lelio vuelve a tomar a una figura femenina como objeto de estudio y a través del personaje de Marina Vidal, una mujer transgénero que pierde repentinamente su gran amor Orlando (Francisco Reyes) –padre divorciado y 20 años mayor que ella–, toma el pulso de la sociedad y cuestiona su capacidad empática, explorando a la vez los miedos sociales hacia lo distinto y que se manifiestan con odio y violencia. Porque tras la inesperada muerte de Orlando, Marina se enfrenta no sólo a las vejaciones y el repudio de la familia de éste –quienes la hostigan para que entregue su automóvil, el departamento que estaban a punto de compartir y la mascota que él le había regalado; además de impedirle despedirse del cuerpo de su amado y prohibirle asistir a su funeral–, sino también tiene que soportar el trato inhumano por parte de las autoridades médicas y judiciales que buscan resolver la muerte de Orlando bajo la sospecha de un crimen pasional. Lo anterior es el detonante de Una Mujer Fantástica, la historia de una mujer (extraordinariamente encarnada por la maravillosa Daniela Vega) que lucha contra todo y todos pa-

de la celebrada Gloria (2013), el cineasta chileno Sebastián Lelio vuelve a tomar a una figura femenina como objeto de estudio y a través del personaje de Marina Vidal, una mujer transgénero que pierde repentinamente su gran amor Orlando (Francisco Reyes) –padre divorciado y 20 años mayor que ella–, toma el pulso de la sociedad y cuestiona su capacidad empática, explorando a la vez los miedos sociales hacia lo distinto y que se manifiestan con odio y violencia. Porque tras la inesperada muerte de Orlando, Marina se enfrenta no sólo a las vejaciones y el repudio de la familia de éste –quienes la hostigan para que entregue su automóvil, el departamento que estaban a punto de compartir y la mascota que él le había regalado; además de impedirle despedirse del cuerpo de su amado y prohibirle asistir a su funeral–, sino también tiene que soportar el trato inhumano por parte de las autoridades médicas y judiciales que buscan resolver la muerte de Orlando bajo la sospecha de un crimen pasional. Lo anterior es el detonante de Una Mujer Fantástica, la historia de una mujer (extraordinariamente encarnada por la maravillosa Daniela Vega) que lucha contra todo y todos pa-


“Una Mujer Fantástica” es una propuesta cinematográfica que se convierte en toda una experiencia audiovisual envolvente gracias a que la fotografía de Benjamín Echazarreta sabe cómo aprovechar el diseño de arte, y junto con el diseño sonoro con un score fenomenal y una curaduría musical excepcional Mathew Herbert, logra que el imperante naturalismo de la cinta momentáneamente pueda dar paso a lo onírico sin perder jamás el tono del relato –ojo a la maravillosa y liberadora secuencia de baile en el antro–. Pero más allá de ser poseedora de una impecable factura, es una película que sobresale por sus comentarios sobre la intolerancia y la infame crítica que, con base en una profunda ignorancia y un irracional miedo, la sociedad ultraconservadora lanza hacia lo que considera «anormal». La película funciona como un esfuerzo de visibilizar al colectivo trans que, pese a que se han logrado avances en cuanto al reconocimiento de derechos de los homosexuales, aún continúa siendo ignorado y discriminado por la sociedad y la burocracia al ponerle trabas por atreverse a desafiar las normas de status quo sustentado por el código binario hombre-mujer; además, la película también toma la tarea de denunciar cómo la burocracia médica y jurídica despojan a los integrantes de esta minoría sexual de toda dignidad y derecho humano elemental. La nueva y fantástica película de Sebastián Lelio es un arrebatador estudio de personaje que, alejándose de lo convencional, funciona en muchos niveles y permite diversas lecturas, tanto íntimas como sociales; pero lo más importante, es que estamos ante la historia de una (super) heroína que se niega a perder su dignidad.




es un retrato de las clases olvidadas, de las familias de la sierra mexicana y a su vez expone las necesidades y el deseo humano de la obtención de lo imposible, de la necesidad de propiedad, de identidad. Macario (Ignacio López Tarso) es un aldeano pobre que junto con su esposa (Pina Pellicer) trabajan de sol a sol para poder mantener a su extensa familia. Él es leñador y ella lava ropa, cansado de una vida llena de ausencias, apuros y necesidades tanto físicas como personales, su único sueño es el poder quitarse el hambre, un hambre que desde su infancia viene comiéndolo al mismo protagonista. Este sueño tiene como figura un pavo, el mismo que desea comer solo él, sin compartirlo con nadie. Su esposa, como máxima confidente, un día logra robar un pavo el cual cocina solamente para la felicidad y deseo de su esposo, una de las máximas representaciones de la familia mexicana y cultura expuestas sobre la madre y esposa mexicana, una mujer que toma partido y es capaz de resolver los problemas de su familia. Cuando Macario encuentra un lugar para comer su pavo empieza una de las mejores historias del cine mexicano, un dios, el diablo y la muerte aparecen ante sus ojos para pedirle les comparta un trozo de su pavo, cada uno le ofrece un beneficio el cual el tomará o desechará. Macario posee un mensaje social, el cual después de más de 50 años, sigue presente en nuestra sociedad: las diferencias entre clases urbanas y rurales siguen estando polarizadas, el avance tecnológico y económico solo a beneficiado a una parte. Macario es el hambre y sueños de miles de familias mexicanas indígenas que viven al día, la representación de la cultura mexicana, del culto a la muerte y nuestra visión hacia nuestras creencias divinas.


El tiempo no ha hecho más que revalorar la obra de Roberto Gavaldón, una película que a pesar de sus años sigue manteniéndose vigente, con actuaciones monumentales de Ignacio López Tarso, la cual catapulto su carrera en el cine junto con la de Pina Pellicer, quien después de este papel llegó a trabajar con Marlon Brando y en uno de los mejores capítulos del programa nocturno de La hora de Alfred Hitchcock. Gabriel Figueroa, probablemente el fotógrafo de cine mexicano más importante de la industria y de la historia del mismo, lleva a cabo un trabajo hermoso; las imágenes no solo le dan forma y estética a la película, también gozan de una profundidad cultural. Tanto la película, como las actuaciones y la fotografía son una obra que nunca morirá, una obra maestra que esculpe en el tiempo. Macario fue la primera película mexicana nominada a los premios de la Academia como mejor película de habla no inglesa (1960), perdiendo ante El manantial de la doncella del director sueco Ingmar Bergman. Nominada a la Palma de Oro en Cannes; ganadora por fotografía de Gabriel Figueroa en el mismo festival. Premio a Ignacio López Tarso en el festival de San Francisco. Premio del Instituto Ciudad de Valladolid. Ocupa el lugar 59 dentro de las 100 mejores películas del cine mexicano por la revista SOMOS. Adaptación de la novela de Bruno Traven, la cual se inspira en un cuento de los hermanos Grimm. Años después, el equipo de Macario se reunió para grabar la película Días de otoño, otra de las mejores cintas de Roberto Gavaldón, el cual fue uno de los principales directores de cine mexicano de su época y uno de los precursores del cine negro/policiaco de la época de oro mexicano.


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l más arriesgado de los directores mexicanos de la 'Época de Oro' es sin duda Ismael Rodríguez, quien no contento con reunir a las figuras máximas del cine en La Cucaracha o a los dos grandes ídolos de la música mexicana en Dos Tipos de Cuidado, se atrevió a llevar a la pantalla la historia de un indio zapoteco que anhelaba ser mayordomo, encarnado por un actor de origen oriental. El encargado de representar al vanidoso indio fue el gran y reconocido actor Toshirô Mifune, mundialmente famoso por sus actuaciones en las películas del genio japonés Akira Kurosawa, entre las que encontramos Los Siete Samuráis, Trono de Sangre, Rashomon y Yojimbo. Para Toshirô representó todo un reto el venir a México y aprender nuestro idioma, costumbres y tradiciones, gustoso de hacer la pelí-

cula aceptó sin imaginar el legado que dejaría a nuestra cinematografía (un deleite total el baile entre Toshirô y Flor Silvestre). Sus rasgos y expresiones faciales ayudaron a crear un personaje antológico, nadie se imaginaría que no era mexicano. Los anti-valores representados por un indio de buen corazón pero que siempre toma malas decisiones, nos llevan a conocer la historia que se repite con la mayor parte de la población indígena en nuestro país. Ánimas sueña con ser alguien relevante en su pueblo, quiere ser amado y respetado, pero su complicada forma de ver la vida le impide ganarse ese tan codiciado aprecio. Si profundizamos, en esta historia llegamos a ver un reflejo de la autoestima que a veces tenemos como personas; el hombre necesita sentirse querido,

que lo respeten. Vemos proyectada la fusión de culturas con las fiestas religiosas y 'paganas' que México ha adoptado; las 'buenas' costumbres de la población para juzgar a otros (la escena de recorrido por la Ciudad y las miradas de desprecio, recuerdan bien a otras secuencias del cine mexicano como el desangelado baile de Pueblerina o el rechazo de los indios hacia el protagonista en Tizoc). Oaxaca sirve de escenario de una absoluta joya que hoy en día, sigue pasando desapercibida, aún con su reparto de lujo, su fotografía intimista y discreta, sus secuencias folclóricas y algunas impresionistas o hasta surrealistas. Una película que al inicio nos hará despreciar al protagonista quien, sin darnos cuenta, lo terminaremos amando.


Esta tragedia basada en la novela de Jesús Murciélago Velázquez tiene como protagonista a Eufemio, un campesino pobre que se encuentra desesperado por la enfermedad de su hijo y al que sus vecinos de la comunidad le han negado ayuda, decide robar una perla de la virgen de Santa Lucía que se encuentra en la iglesia del pueblo, sin percatarse que unos turistas han fotografiado el robo, por lo que los mismos que le negaron ayuda ahora están a punto de lincharlo, pues la perla ha sido tragada por uno de los cerdos que Chabela, su esposa, ha criado. Eufemio se salva de la ira de los pobladores gracias a la intervención de don Tomás. La perla es encontrada tiempo después por Chabela y al ser devuelta sin que nadie se entere, el suceso es interpretado como un milagro de la virgen.

La primera, y hasta ahora única, película brasileña en ganar la Palma de Oro en Cannes, también logró una nominación al Oscar como Mejor Película Extranjera. Duarte traslada la pantalla grande la obra homónima de Dias Gomes, una historia con un sutil comentario político y una poderosa crítica anticlerical a través de la historia de Zé, un campesino pobre que vive en una región rural del noreste de Brasil y que, cuando su mejor amigo enferma, reza a la madre de un santo orisha y promete que, si su amigo se cura, viajará hasta de Bahía cargando una cruz y la ofrecerá a la iglesia local. Su amigo se recupera y Zé Sin embargo, las cosas se complican cuando llega y el padre no acepta recibir la cruz, pues Zé proviene de un territorio donde se practica el candomblé, una religión pagana afrobrasileña.

El registro en un diario de su cotidiana vida, su rutinaria existencia en su oficina y sus problemas familiares, se convierte en una suerte de válvula de escape para Martín Santomé, un padre viudo de tres hijos: Esteban, Jaime y Blanca. Pero cuando está por jubilarse, inesperadamente entra en su vida Laura Avellanera, una joven que le provoca sensaciones que había olvidado, y aunque existen temores por parte de ambos ante la gran diferencia de edades, se aventuras a experimentar una nueva relación amorosa; sin embargo, una tragedia hace acto de presencia. Este sólido drama romántico sobre el hastío de la monotonía, el renacer emocional en la madurez y la búsqueda de una nueva felicidad, está libremente basado en la novela del uruguayo Mario Benedetti, y bajo la dirección del argentino Sergio Renán consiguió la primera nominación para Argentina en los premios Oscar como Mejor Película Extranjera.


Cuando el cadáver de un capataz es encontrado, un grupo de mineros explotados por una compañía extranjera decide luchar para reivindicar sus más elementales derechos. La compañía lanza amenazas a sus trabajadores para intentar que no logren su unión y los planes de rebelión parecen venirse abajo con el arribo del ejército para utilizar la fuerza y disolver la rebelión. Con la fuerte carga política y social que siempre caracterizó su filmografía, el director chileno Miguel Littín narra un hecho real sucedido en su país natal pero con una producción mexicana filmada en locaciones de Chihuaha con José Carlos Ruiz, Patricia Reyes Spindolla y Ernesto Gómez Cruz entre su reparto principal. La película se presentó en el Festival de Cannes donde compitió por la Palma de Oro en Cannes, obtuvo 9 premios Ariel incluyendo Mejor Película y le otorgó a México su cuarta nominación a los premios Oscar en la categoría a Mejor Película Extranjera.

El director de Actas de Marusia vuelve a tomar la historia de un conflicto latinoamericano –en este caso, la Revolución Sandinista en Nicaragua– y la entrelaza con la historia de un niño, Alsino (Alan Esquivel), que libra sus propias batallas: sus sueños de volar– en esta libre adaptación de la novela “Alsino” del escritor chileno Pedro Prado que se convirtió en la primera y, hasta ahora, única nominación de Nicaragua en los premios Oscar. Frank «El Cóndor» (Dean Stockwell) es un asesor militar estadounidense que ha llegado a la remota comunidad donde el pequeño Alsino vive con su abuela, y aunque el chico entabla una inesperada relación de admiración con el militar, que incluso lo lleva en una ocasión a un vuelo en helicóptero, éste decide involucrarse en el conflicto armado al lado de los rebeldes cuando atestigua las crueldades perpetradas por el ejército en contra de su pueblo.

La segunda nominación a los premios Oscar por parte de Argentina fue conseguida con esta cinta basada en hechos reales y que se centra en la historia de amor furtivo que la joven aristócrata Camila O'Gorman (Susú Pecoraro) sostuvo con el sacerdote Ladislao Gutiérrez (Imanol Arias) en el Buenos Aires del siglo XIX, causando un gran escándalo social y religioso.


Situada en la ciudad de Buenos Aires durante 1983, la película sigue los pasos de Alicia (Norma Aleandro), una profesora de historia de clase acomodada que está casada con un empresario llamado Roberto (Héctor Alteiro), con quien ha adoptado a una pequeña niña a la que han decidido llamar Gaby. Con el paso del tiempo, y con la repentina aparición en su vida de una de las «Abuelas de Plaza de Mayo» que busca incansablemente a su nieta desaparecida, Alicia comienza a tomar conciencia de los acontecimientos durante la dictadura militar argentina que se encuentra en su etapa final. La «historia oficial» que se ha divulgado comienza a ser cuestionada cuando la mujer sospecha de unos asuntos turbios de su marido con el gobierno. Se trata de la cinta que otorgó a Argentina su primer Oscar en la categoría a Mejor Película Extranjera y que tuvo un reestreno en su país de origen en marzo de 2016 para celebrar su 30 aniversario.

La segunda nominación en los premios Oscar para Brasil fue conseguida por esta adaptación en la novela de José Clemente Pozetano, a su vez basada en hechos reales. Con un guion firmado por Antônio Calmon y Leopoldo Serran, la cinta nos traslada hasta 1910 para contarnos, con la ayuda de la música compuesta por Caetano Veloso, la emotiva historia de dos jóvenes parejas italianas que inician una nueva vida en Brasil. Angelo (Alexandre Paternost) y Teresa (Patrícia Pillar) es la primera pareja en instalarse en Rio Grande del Sur, y luego de un tiempo, deben acoger a Pierina (Glória Pires), prima de Teresa, y su esposo Mássimo (Bruno Campos); y aunque la relación entre los cuatro es al principio idílica, no tardan en surgir los extraños sentimientos entre ellos que harán la convivencia cada vez más difícil.

Basada libremente en la novela homónima autobiográfica de Fernando Gabeira, la película tiene como protagonistas a Fernando y Cezar, dos jóvenes idealistas que, en el Brasil de 1969, han decidido unirse al Movimiento Revolucionario Ocho de Octubre (MR8), los opositores a la dictadura militar. El movimiento los utiliza para secuestrar a Charles Burke Elbrick, el embajador norteamericano en Brasil.


Dora (Fernanda Montenegro), es una maestra jubilada a la que la soledad y la adversidad la han endurecido con el paso de los años, y que se gana la vida escribiendo cartas dictadas por analfabetos que buscan comunicarse con sus seres queridos. Pero cuando por un terrible accidente debe hacerse cargo de Josué (Vinicius de Oliveira), el hijo de una de sus clientes, su mirada hacia el mundo debe ser reconsiderada para poder cumplir el sueño del niño de conocer a su padre, que al parecer vive en una remota región al nordeste de Brasil. Se trata de una cruda mirada de la sociedad brasileña desde la mirada de la inocencia infantil; una búsqueda de identidad de dos personas rotas que acompañan sus soledades mutuamente, y que además de alcanzar la nominación para Brasil como Mejor Película Extranjera, obtuvo una nominación para Fernanda Montenegro como Mejor Actriz.

Un maduro cineasta atraviesa una fuerte crisis tras el abandono de su mujer, e intenta refugiarse en la filmación de su nueva película que versa sobre el mundo del Tango, terminando completamente enamorado de su protagonista, una bailarina cuya pareja es un mafioso e inversionista en la producción del filme. Aunque con un argumento endeble, la película es visualmente asombrosa; el mundo del Tango y su subyugante belleza es explorado gracias a la sobresaliente conjunción del guión de Carlos Saura, el lente de Vittorio Storaro y las partituras de Lalo Schifrin.


V

arios años como locutor de radio comenzando en 1984 en la estación WFM-, el mediometraje para la televisión Detrás del Dinero -rodado en 1995 y protagonizado, ni más ni menos, que por Miguel Bosé- y una innumerable cantidad de comerciales -fruto de desarrollarse en el mundo de la publicidad por ocho años-, era el respaldo que tenía Alejandro González Iñárritu cuando presentó su ópera prima: Amores Perros (2000). El filme, galardonado en la Semana de la Crítica dentro del marco del Festival de Cine de Cannes en el año 2000, rompió paradigmas dentro del cine nacional, era algo nunca visto en el cine mexicano, tenía una narrativa compleja, fragmentada, alternaba secuencias de las tres historias que se atrevían a converger con inusitada frecuencia durante sus 154 minutos -metraje tan poco común para nuestro cine-, una suerte de narrativa que indudablemente bebía de influencias cinematográficas internacionales como Vidas Cruzadas (Short Cuts; 1993) de Robert Altman y Tiempos Violentos (Pulp Fiction; 1994) de Quentin Tarantino, y que se apoyaba en la sofisticada fotografía de Rodrigo Prieto, aunque sin perder por ningún instante la sordidez necesaria para la historia, era un relato sobre el dolor y la culpa en la sociedad mexicana del nuevo milenio, era cine cosmopolita. Una aparatosa colisión es el punto de partida de la historia -escrita por Guillermo Arriaga- que entreteje las vidas de Octavio (Gael García), Valeria (Goya

Toledo) y el Chivo (Emilio Echevarría). El primero es un entrenador de perros de pelea que se ha enamorado de una mujer prohibida, Susana (Vanessa Bauche), la esposa de su hermano Ramiro (Marco Pérez); entre Octavio y su cuñada surge una relación pasional que terminará en traición: planear la huida juntos con el dinero que obtendrán pelando a su perro El Cofi. Valeria es una modelo exitosa que se ha mudado con Daniel (Álvaro Guerrero), un hombre que ha abandonado a su esposa y sus hijas para iniciar una vida a su lado, pero un accidente y el aferrarse a rescatar a su pequeño perrito Richi -que ha quedado atrapado bajo el parquet de su departamento-, hacen que las cosas cambien de manera definitiva en sus vidas. Finalmente, el Chivo, es un ex guerrillero ahora pordiosero- alejado por propia voluntad de su hija -quien no lo conoce-, y que busca un poco de redención recogiendo perros de la calle para albergarlos, alimentarlos y protegerlos en su casa, aunque es preciso señalar que también es asesino a sueldo, pues el último de sus 'trabajos por encargo', así como la recuperación del último perro que rescató de las calles -el 'Negro'- y que se ha convertido en su único y más leal compañero, le permite regresar a la luz... en más de un sentido. La gran efectividad de la 'universalidad' que finalmente adopta el relato de Amores Perros se debió también -y en gran medida- al estupendo y contenido guión de Guillermo Arriaga, su -enton-

ces- recurrente guionista con el que, al cabo de unos años -y antes de su escandalosa ruptura laboral-, lograría conformar una triada de cintas a las que se les denominaría como 'la trilogía de la muerte', complementada por las cintas 21 Gramos (21 Grams; 2003) y Babel (Babel; 2006), dos películas de carácter internacional que jamás hubieran podido realizarse sin el precedente que estableció Amores Perros, una cinta ambiciosa, con grandes aspiraciones, rodada con una asombrosa seguridad por parte del entonces novato Iñárritu, el mexicano que irrumpió en la industria con el pie derecho, con una historia sobre las decisiones, sus consecuencias y la posibilidad de alguna redención, sobre aceptar el dolor y asumirlo como un aprendizaje; es un filme que retrata esos momentos en los que nuestra naturaleza -tan salvajemente humana al final de cuentas- termina por superarnos, por devorarnos, y acaba imponiéndose ante nuestros propios planes... porque no es a Dios al que hacemos reír cuando contamos nuestros planes, es nuestra propia naturaleza la que ya tiene planes para nosotros. La traición, el deseo, la ambición, la venganza, la redención, el egoísmo, las pérdidas, el éxito, la belleza, el desencanto y la desesperanza, son sólo algunos de los tópicos de los que hace eco la ópera prima de Iñárritu, una cinta a la que vale la pena recurrir de vez en cuando para descubrir cuáles son nuestros amores perros.


El Hijo de la Novia sigue los pasos de Rafael Belvedere (Ricardo Darín), un hombre desencantado de la vida que ha sido absorbido por el problemático trabajo de su restaurante, su divorcio, su madre enferma de Alzheimer y su insistente novia que busca un compromiso formal; todo ello le ha quitado las ganas de vivir, y esta crisis ha comenzado a poner en riesgo sus ya frágiles relaciones que aún le quedan. Sin embargo, una serie de inesperadas situaciones –entre las que se encuentra la decisión de su padre de cumplir el viejo sueño de su madre de casarse por la iglesia– le hacen replantear su vida. Logrando que todos los elementos funcionen juntos a la perfección –guion, actores, fotografía, música, etc.–, el director argentino Juan José Campanella nos obsequió a principios de este milenio una entrañable comedia dramática que sobresale por la manera en la que el cineasta logra un filme equilibrado entre un gran sentido del humor y una profunda emotividad, cualidad que logró cautivar a la Academia que le obsequió su quinta nominación a Argentina en la categoría a Mejor Película Extranjera.

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l joven Amaro recién acaba de ser ordenado como sacerdote y es enviado a la parroquia de un pequeño pueblo para apoyar al padre Padre Benito en su parroquia. Con el paso de los días, el Padre Amaro va descubriendo que los sacerdotes locales están involucrados en negocios turbios: reciben aportaciones de narcos para "perdonar sus pecados", mantienen nexos con sicarios para beneficio propio y usan su título como representantes de Dios en la Tierra para tener gran influencia sus feligreses. El novel sacerdote también se ve inmiscuido en un gran escándalo al conocer a Amelia, una chica de 16 años, con la que

empezará a mantener una relación amorosa y a la cual deja embarazada, poniendo en riesgo su puesto en la iglesia. En un país tan religioso y conservador como el nuestro, la cinta generó una gran polémica al plasmar de manera tan directa muchos de los secretos (a voces) que existen sobre el negocio que es la iglesia en México y el uso "inapropiado" de símbolos religiosos que ofendieron a la comunidad católica y al clero del país, quienes protestaron por la prohibición de la cinta; aunque lo único que consiguió tanto alboroto fue convertirla por muchos años en la película mexicana más taquillera de la historia.


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ntre la primera película del carismático demonio creado por Mike Mignola y su secuela pasaron cuatro años debido a los problemas financieros que llevaron a la productora Revolution a la quiebra, aunque no vale la pena ahondar en este momento en ellos; en ese lapso intermedio, el director mexicano regresó a la producción cinematográfica hablada en su lengua materna y retomando uno de sus tópicos favoritos: La Guerra Civil Española, y al igual que lo hiciera con El Espinazo del Diablo (2001), agrega elementos de otros géneros (en este caso la fantasía principalmente, aunque también utiliza ingredientes del cine de terror e incluso el gore) para explotar su discurso sobre la supervivencia en el oscuro episodio de la España franquista. El Laberinto del Fauno (2006) se ubica en 1994 y es la historia de Ofelia (Ivana Baquero), una pre adolescente con ferviente devoción por la lectura fantástica que se ve obligada a mudarse a una casa/cuartel en la campiña española para estar al lado de Carmen (su madre embarazada encarnada por Ariadna Gil) y el Capitán Vidal (su nuevo padrastro interpretado por Sergi López), un militar franquista que busca retomar el control de una zona ocupada por un grupo de resistencia en contra de la dictadura de Francisco Franco. El entorno violento obliga a Ofelia a refugiarse en un mundo de fantasía (si es real

o no, eso depende ya del espectador) donde conoce a un Fauno (el maestro de la caracterización Doug Jones) que le revela que ella es la reencarnación de una princesa que escapó de su verdadero hogar hace varios siglos, también se entera que su padre, añorando el regreso de su princesa, abrió portales alrededor del mundo para que pudiera volver, pero el tiempo se agota y sólo uno se mantiene abierto.... aunque no por mucho tiempo. Guillermo del Toro, a través del exquisito nivel cinematográfico alcanzado aquí (un gran logro en cuanto a su calidad artística y narrativa), demuestra que es un cineasta mucho más profundo de lo que muchos se empeñan en señalar. Más allá de su poderoso estilo visual logrado con las fantásticas locaciones y el extraordinario trabajo artesanal para la creación de los sets, El Laberinto del Fauno es una oscura fábula sobre la imaginación y su poder protector ante la violenta realidad de los ideales fascistas, es un viaje onírico entre lumino-sos sueños y perturbadoras pesadillas, una historia local que se transforma (cómo sólo las piezas artísticas permiten hacerlo) en una metáfora universal; el mexicano consigue armar una pieza melancólica desprovista de un final feliz, pero con algunos rastros de esperanza para el renacer del mundo de la fantasía donde habitan hadas y faunos.


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ara el momento en que estoy escribiendo esto han pasado un par de semanas desde que vi El Secreto de sus Ojos y aún me cuesta trabajo no emocionarme cuando hablo o intento escribir sobre ella. La cinta de Juan José Campanella es... desgarradora; no encuentro otra palabra para describirla, y no porque sea un dramón telenovelero de esos lacrimógenos, sino porque es una cinta con una historia fascinante: Benjamín Espósito (encarnado de manera sorprendente por el siempre estupendo Ricardo Darín), es un hombre recién jubilado que trabajó toda su vida en un juzgado penal y que decide escribir una novela, un relato que se basa en una historia verdadera de la que él ha sido testigo e incluso coprotagonista. El texto –que intenta escribir con la torpeza narrativa propio de un empleado del juzgado penal– es sobre un asesinato ocurrido 25 años atrás, un caso en el que él participó como investigador y que fue cerrado por corrupción policial sin dar nunca con el asesino. En el proceso de reconstrucción del pasado a través de la escritura, Espósito se hunde en su propio ser, sacando todos sus sentimientos, frustraciones, obsesiones y, sobre todo, su pasión. A medida que Espósito va escribiendo su novela, se nos va revelando la

trágica historia de la joven asesinada y, a través de las miradas de los personajes, Campanella nos comparte esta historia llena de amores secretos, pasionales y obsesivos. El estado perpetuo de amor puro que mantienen los ojos del esposo de la chica violada y asesinada, la mirada delatora del criminal, los ojos tímidos de Espósito cuando se encuentra frente a los de Irene Menéndez -a la cual nunca revelará sus verdaderos sentimientos-, son sólo pequeñas muestras de los grandes secretos que se esconden tras las miradas. A través de este viaje interno, cuyo camino es marcado por la tinta de su pluma, Espósito irá encontrando las respuestas a las interrogantes que ha tenido por más de 25 años, sabrá cómo es que se hace para vivir una vida llena de nada, cómo es que se hace para vivir sin 'ella' y entenderá que se puede cambiar casi todo en esta vida, excepto cambiar de pasión. El Secreto de sus Ojos es, indudablemente, una de las mejores películas que he visto en mucho tiempo, el premio de la Academia a Mejor Película Extranjera que recibió es más que merecido. El éxito de la cinta fue tal, que tuvo un remake gringo hace unos años con Nicole Kidman, Chiwetel Ejiofor y Julia Roberts... pero de eso es mejor ni hablar.


Fausta (Magaly Solier) ha sido heredera de «La teta asustada», una rara enfermedad que se transmite a través de la lactancia de mujeres que fueron violentadas durante la época del terrorismo en el Perú. Quienes han sido infectados con este mal, nacen sin alma, porque del susto, ésta se escondió en la tierra, por lo que ahora deben cargar con un terror atávico que les aísla por completo. Sin embargo, Fausta esconde algo más. Ella guarda un secreto que teme revelar; hasta que la súbita muerte de su madre desencadena inesperadas consecuencias en su vida y la de los demás. Cautivadora cinta peruana de aletargado ritmo pero hipnótica belleza; en ella se combina el mundo español de la colonia y el nativo andino para dar como resultado una cinta dura y feroz, una alegoría de las consecuencias de la guerra entre las guerrillas y las fuerzas armadas durante los 80 y 90. Este segundo largometraje de Llosa es un grito de protesta ante la pérdida de la memoria histórica de su país.


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onzález Iñárritu se sitúa entre los directores contemporáneos más importantes de la industria cinematográfica, probablemente entre el top 10 de los mejores directores en la historia del cine mexicano, sus galardones y reconocimientos así lo confirman. Pese a tener una carrera fuera de México sus personajes y paisajes siempre tratan de mostrarnos lo ya expuesto en su ópera prima (Amores Perros), Biutiful y Amores perros tal vez sean las películas con más coincidencias de su filmografía. En Amores Perros nos cuenta varias historias usando a la ciudad de México como un ente devorador de la sociedad. Biutiful se sitúa en Barcelona para contarnos el lado B de una ciudad del primer mundo, para exponernos que los problemas sociales y el dolor humano no solo es exclusivo de los países del tercer mundo, que todos de una u otra forma peleamos batallas tanto intrínsecas como extrínsecas y que los demonios de la urbe son los mismos a los que tratamos de hacerles frente. Iñárritu al sentirse un extranjero puede evidenciar esa soledad, la marginación y una tortura casi bíblica en Biutiful. Hay cintas que solo necesitan un director y un actor para cargar con toda una agonía, un papel que a Bardem le hizo

ganar el premio a mejor actor en Cannes y que posicionó a Biutiful entre las nominadas a mejor película de lengua extranjera. Si bien por momentos puede sentirse alargada y lenta, esto solo es una forma de adentrarnos al dolor de un padre, la dirección y manejo de cámara ya eran notables y su evolución llegaría a niveles altísimos en Birdman y The Revenant. Biutiful es una obra necesaria de ver, no solo para conocer la filmografía del director, es necesaria por exponer la realidad y crudeza a la que nos enfrentamos diario y qué tal vez desconocemos. Iñárritu es un director capaz de situarse en cualquier parte del mundo y aún así plasmar una historia con la que cualquier persona puede sentir empatía, sentir el dolor del personaje o simplemente atraparte en la atmósfera de sus historias. Recientemente ganó un Oscar especial por su trabajo en Carne y Arena, una experiencia en realidad virtual creada por Iñárritu y Lubezki. Una historia que nos sitúa en los ojos de los inmigrantes indocumentados que tratan de cruzar la frontera hacia el sueño americano, situacion que llegó a ser ligeramente tratada en Biutiful.


E

sta cinta del director Pablo Larraín (responsable de Fuga, Tony Manero y Post Mortem) se desarrolla a finales de la década de los ochenta cuando el general Augusto Pinochet, ante la presión internacional, exige un referéndum sobre su presidencia (el famoso plebiscito de 1988). Ante esta situación, los líderes de la oposición deciden actuar inmediatamente y contratan a un joven y descarado publicista de nombre René Saavedra para que participe dentro de la campaña del No, con la cual se pretende hacerle frente a la dictadura del decadente general. Centrándose en la insolente pero fresca figura del publicista, la trama aborda las tensiones dentro del equipo de la campaña del No, la cual apela a un discurso centrado en la esperanza y la alegría; ante las discrepancias del grupo opositor a la dictadura, Saavedra tiene que luchar por imponer sus ideas sobre el enfoque de la campaña (que incluye el manejo de un arcoiris como símbolo de la campaña), pues por su experiencia en campañas de corte comercial, sus detractores acusan a sus ideas de banalizaciones superficiales. Además, el publicista que realiza la campaña del No en

sus tiempos libres, debe enfrentarse al entorno marcado de triunfalismo que representa su trabajo en una de las agencias publicitarias más importantes de Chile en donde su jefe colabora en la campaña del Sí a Pinochet. Para la estructuración del guion, Pedro Peirano tomó como punto de partida la obra no estrenada del escritor Antonio Skátmeta, en donde existía un único personaje que para la versión cinematográfica fue desarrollado más a profundidad y se agregaron personajes inspirados en la gente que realmente hizo la campaña del No y a la que conoció en su trabajo de investigación para la producción del filme; a su investigación personal también se agregó la realizada por la periodista Lorena Penjean y así surgió el guión de No, filme protagonizado por Gael García Bernal que fue presentado en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes, en donde obtuvo el premio de la sección Art Cinema Award y que luego consiguió ser nominada a los premios Oscar como Mejor Película Extranjera, convirtiéndose en la primera película chilena en obtener esta mención en los premios de la Academia.



L

a sociedad actual está para sacar de quicio a cualquiera. Día a día nos encontramos con situaciones que nos llenan de angustia y estrés, situaciones que no están en nuestras manos controlar pero que afectan por completo nuestros vida, la complican. Nuestro empleo, la familia, los problemas con los vecinos, el tráfico, la economía, la corrupción, la inseguridad, etc.; todos esos elementos son como piedritas que van directo al riñón, pero qué se le va a hacer sino tratar de sobrellevarlo, aunque por dentro estés que te mueres de coraje y quisieras mandar todo al carajo, pero en fin... ¿Qué le vamos a hacer? Un grupo de pasajeros en un avión, una mesera que se encuentra con un hombre de su pasado, una simple discusión de carretera que alcanza niveles insólitos, un hombre promedio al cual parece que la gran ciudad tiene algo personal en contra de él, un costoso acuerdo para ocultar un crimen, y una pareja que festeja su muy peculiar boda. Relatos Salvajes (2014) trata de esto, de personaje comunes y corrientes que se dejan llevar por la furia y la sed de venganza, explotando violentamente. Son historias diferentes que cuentan con un común

denominador: la ira. Se trata de una comedia con grandes dosis de violencia y humor negro en dosis iguales; la cinta completa es una galería de los más oscuros y perversos sentimientos del ser humano, que los tenemos ahí ocultos pero hay veces que sólo es necesario una pequeña chispa para que estalle y se salga de nuestras manos. Es así como el director Damián Szifrón vuelve a poner al cine argentino en la mira del mundo, con un gran recibimiento en festivales de todo el mundo y rompiendo records de taquilla en su país. ¿Y es que acaso nadie se ha topado con este tipo de problemas en la vida diaria? Aquí nos damos cuenta que éstos no son exclusivos de nuestro país, sino de toda Latinoamérica, y probablemente, la mayor parte del mundo también pasa por esto, lo que hace a la cinta aún más universal. En Relatos Salvajes, uno no puede evitar el ponerse en los zapatos de los protagonistas, y te hace pensar como actuaríamos en su lugar, ¿haríamos lo mismo? Esa es la clave del tremendo éxito de la cinta, todos somos salvajes por naturaleza, todos somos 'bombita'.



E

l tercer largometraje en la carrera del colombiano Ciro Guerra representó no sólo su proyecto más ambicioso hasta la fecha, sino también su participación en la Quincena de Realizadores en Cannes y la primera nominación para Colombia en los premios Oscar en la categoría de Mejor Película Extranjera. Y aunque finalmente la ganadora de la estatuilla dorada fue la también extraordinaria Hijo de Saul, opera prima de László Nemes, El abrazo de la serpiente se consagró como una obra de arte cinematográfico latinoamericano. Narrada en dos líneas temporales de manera alternada a lo largo de sus poco más de dos horas de metraje, la película sigue a dos exploradores que, con varias décadas de diferencia –una historia se sitúa en 1909 y otra ocurre en 1940–, se internan en la selva amazónica para encontrar la Yakruna, una rara flor con poderosas propiedades curativas tanto físicas como emocionales. El etnólogo Theodor Koch-Grünberg (Jan Bijuoet) y el botánico Richard Evan Schultes (Brionne Davis) son los dos exploradores que son guiados respectivamente por el Karamakate joven (Nilbio Torres) y el Karamakate anciano (Antonio Bolivar), un otrora poderoso chamán que, tras presenciar el aniquilamiento de su pueblo, decidió internarse cada vez más en la selva en una suerte de exilio autoimpuesto, olvidando sus recuerdos y convirtiéndose en un «chullachaqui», un hombre hueco privado de toda emoción.

Con base en los diarios de Theodor Koch-Grünbarg, el guión del propio Guerra y Jacques Toulemone presenta una historia con múltiples capaz de lectura que van desde una eficaz cinta de aventuras amazónicas, pasando por un drama político-social sobre la voracidad del hombre y la barbarie del colonialismo, hasta una tesis filosóficosociológica de la cosmovisión de las tribus indígenas sobre la conexión hombre-naturaleza-universo en lo más profundo de la selva donde, contrariamente a la percepción occidental, la memoria y el tiempo fluyen de manera constante e infinita, como la serpiente que se come a sí misma. Sin embargo, el principal pilar de El abrazo de la serpiente es la relación interpersonal que se forja entre Karamakate y los exploradores; una conexión improbable e insospechada en la que terminan por acompañarse en sus soledades mientras se sumergen en un viaje de auto descubrimiento y lidian con sus demonios personales. Todo ello bajo una monocromática puesta en escena que permite que todo el exotismo abandone la propuesta y, en cambio, mantenga intacto el factor místico del relato, emparentándose así de manera íntima con Tabú (2013), de Miguel Gomes, y jugando con un tono casi documental de una brutal belleza que, con simbolismos, alto contraste y cuidadísimas composiciones, refuerzan los alcances de una hipnótica experiencia multisensorial.





L

a opera prima del prolífico cortometrajista y director teatral William Oldroyd tiene como protagonista a la sensacional revelación de Florence Pugh interpretando a Katherine, una joven de 17 años que vive angustiada por su matrimonio pactado por su despiadada familia con un hombre al que no ama –Alexander Lester (Paul Hilton)–, que le dobla la edad y que no la trata como su mujer, sino como un objeto que venía incluido con la compra de unos estériles terrenos. Cuando su marido debe ausentarse un tiempo, la chica conoce a Sebastian (el cantante Cosmo Jarvis en su segunda incursión en el cine), uno de los trabajadores de la inmensa finca de su marido, comenzando con este sirviente mulato un idilio amoroso que desata una fuerza interna en la chica, una fuerza que le brinda la confianza de comenzar a conseguir lo que ella más desea y que la volverá imparable. El guion de Lady Macbeth corre a cargo de la dramaturga Alice Birch, quien toma como base las líneas argumentales principales de la novela Lady Macbeth of the Mtsensk (1865), de Nokolái Leskov –la cual ya había sido adaptada para la gran pantalla por el

cineasta de culto Andrsej Wajda bajo el nombre de Obsesión Fatal (1962)–, pero traslada la historia de los originarios parajes rusos a la Inglaterra rural de la segunda mitad del siglo XIX y tomando como fuertes referencias a otras heroínas de época como Madame Bovary y Lady Chatterley. Lady Macbeth se presenta con una estética y un tono gothic-noir lograda a través de un cuidadísimo y estilizado diseño de arte y la sensacional fotografía de Ari Wegner, cuyo lente captura bellas postales basadas en encuadres simétricos y siempre otorgando el rol central de sus composiciones a la protagonista, la joven y aguerrida Katherine a la que las circunstancias van transformando en una mujer maquiavélica hasta el punto de la psicosis. Siguiendo la línea de Andrea Arnold con su versión fílmica de la novela Cumbres Borrascosas (Wuthering Heights; 1847), de Emily Brontë, y con pinceladas de suspenso al estilo «hitchconiano», Oldroyd ejecuta con maestría su discurso feminista mediante un juego macabro que tiene como meta liberarse de la opresión del patriarcado con ese magistral giro en su sorpresivo desenlace. Imprescindible.


Q

uiénes son los que jalan los gatillos?» es una de las preguntas que el cineasta Everardo González busca responder en su nuevo esfuerzo documental: La Libertad del Diablo, un trabajo cinematográfico que busca alejarse del retrato manido de la víctima de la violencia en nuestro país. Lo que el director pretende –y logra– es no sólo escuchar la voz de aquellos que han sufrido en carne propia las consecuencias de la infame «guerra contra el narco» iniciada en la administración de Felipe Calderón, sino también la de aquellos quienes violentan al país, quienes crean el terror pero que también son una forma de víctimas del sistema, de la impunidad y la corrupción. Premiado en la Berlinale, La Libertad del Diablo es un documento fílmico que crea su entramado a base de testimoniales directos a la cámara tanto de víctimas como de victimarios. Sin embargo, nunca somos capaces de verles el rostro, pues todos usan

máscaras color carne que se asemejan a las que usan quienes han sufrido de quemaduras en el rostro. La máscara, más allá de ser un audaz ejercicio estético, es también un símbolo de dolor y vergüenza, pero también de libertad. «Si se ve los ojos de la víctima no se jala el gatillo», se revela en el documental; por eso aquí los ojos –cristalinos, esquivos, vacíos...– son las ventanas que nos permiten asomarnos al interior de quienes han perdido a familiares y de quienes se los arrebataron, de quienes confiesan en ocasiones haber matado a personas «por sólo $200 pesos». Y aunque nos es negado el rostro de quienes presentan sus testimonios, la empatía es generada mediante los constantes close ups que escudriñan la mirada y las aterradoras vivencias, anécdotas y confesiones que nos comparten a detalle y con absoluta sinceridad gracias a la protección que brinda el anonimato. «¿Se merece el perdón una persona que ha quitado tantas vidas y ha

causado tanto dolor a sus seres queridos y familiares». Esta pregunta planteada en el último tramo del documental abre la puerta a un diálogo con el espectador, lo obliga a enfrentarse con su realidad y lo somete a una catarsis. Son las voces sin rostro las protagonistas de este nuevo ejercicio en el que se percibe la madurez de un cineasta que, ahora con el pulso más firme que nunca, nos ha entregado un material de urgente necesidad y gran relevancia social. La Libertad del Diablo confronta a la indiferencia que se ha convertido en la nueva arma letal en la atroz situación social actual; nos habla de cómo el contacto cotidiano con la violencia nos ha transformado en meros espectadores acostumbrados o indiferentes, pero también deja claro el rol de la sociedad como factor determinante para el cambio, como pieza clave para comenzar a construir un país diferente, una sociedad exigente que abandone toda indiferencia ante el sufrimiento del otro.


E

l llamado «cine de género» –término acuñado para englobar al cine de terror, fantasía y ciencia ficción– suele ser desacreditado y despreciado por los snobs del mundo de la cinematografía. Sin embargo, los más grandes maestros del celuloide han demostrado que la calidad de un filme no es determinada por el género cinematográfico al que pertenece y nos han obsequiado obras maestras con las que han demostrado que una película de horror puede ser tanto o más inteligente que cualquiera drama existencial, y que una película de ciencia ficción puede desentrañar la naturaleza humana tanto como cualquier thriller psicológico o que el más académico de los documentales biográficos. El cineasta noruego Joachim Trier regresa al cine nórdico luego de haber debutado en el cine angloparlante con el soberbio drama familiar Louder than bombs (2015) e incursiona en el cine de género con una historia original coescrita junto con su habitual colaborador Eskil Vogt. La premisa de Thelma nos remite a los grandes clásicos del horror literario y cinematográfico de finales del siglo pasado y sigue los pasos de la chica del título (interpretada por Eili Harboe, una de las mayores revelaciones del año), una postadolescente que se descubre poseedora de increíbles pero aterradoras habilidades que detonan con sus crisis emociona-

les, y con su ingreso a la universidad y la relación íntima que entabla con Anja (Kaya Wilkins), una de sus compañeras de clase, hacen que su equilibrio emocional colapse y los desastres comiencen a tener lugar en el campus mientras padece de ataques que parecen indicar el inicio de una severa epilepsia. Criada en un remoto pueblo costero por sus ultraconservadores y sobreprotectores padres cristianos –quienes no dejan de llamarla constantemente y monitorean sus horarios de clase a través de internet– , Thelma, ahora en Oslo, lucha contra los sentimientos de amor hacia su compañera y se atormenta pidiendo fervientemente a Dios que la libre de sus «pecaminosos» pensamientos y emociones. El director que sorprendió con su ópera prima –Reprise (2006)– hace más de una década, retoma sus habituales tópicos como el éxito profesional/académico y las crisis emocionales/psicológicas causadas por el estrés y el miedo de no estar a la altura de las expectativas, y de una manera similar –pero mucho más sofisticada– a lo propuesto por Julia Ducournau con su sobresaliente debut Raw (2016), Joachim Trier disecciona también un despertar emocional y sexual durante la postadolescencia en un ambiente universitario que pone a prueba el nivel de autocontrol de la verdadera naturaleza de su protagonista. Thelma, al igual

que Justine (Garance Marillier), se han encontrado lejos de casa con un nivel de libertad que les es muy difícil controlar sin la supervisión de sus extremadamente sobreprotectores padres, quienes son los únicos que parecen conocer el oscuro secreto de la naturaleza de su hija. La película va más allá de los señalamientos hacia el cristianismo –y derivados– como religión culpígena y principal represora de la autorrealización; el director propone una tesis sobre la sanación emocional, el autoconocimiento para dominar nuestros impulsos y mediante su dominio alcanzar la verdadera libertad. Thelma –la elección de Noruega como su representante en la carrera Oscar para conseguir una nominación como Mejor Película Extranjera– es un brillante ejercicio de estilo de un autor que sigue evolucionando en el camino de encontrar su propia voz. La propuesta de Joachim Trier es cine sofisticado de altos vuelos, un nuevo esfuerzo fílmico de extraña pero fascinante mezcla de horror y existencialismo inspirado por Stephen King, Albert Camus, Andréi Tarkovski y Brian De Palma; este drama lésbicoreligioso-sobrenatural se desmarca de la filmografía previa del cineasta y se convierte en toda una experiencia fílmica que se inscribe de manera instantánea en la lista de lo mejor del año.


PANTALLA

P

asaron 6 años para que el director finlandés nos entregara su más reciente obra, The Other Side of Hope, que nos muestra a un Aki Kaurismäki con una cinta más crítica en un sentido social y político, hablándonos del exilio con la mayor crudeza y sensibilidad, de la cual es portador y ha explotado por más de 30 años el director finlandés. Fiel al mismo y a su forma de grabar nos muestra una Helsinki fría, nacionalista y con una sociedad apegada a lo que dictan las leyes de su país. Helsinki se convierte en un refugio necesario para el protagonista, Khaled, quien llega oculto en una embarcación huyendo de su país a causa de la guerra y la muerte de la mayoría de sus familiares. En Helsinki encuentra el otro lado de la esperanza, donde algunos de sus habitantes le ofrecen trabajo, comida y un lugar donde pueda tratar de establecer un hogar y seguir en la búsqueda de la parte faltante en su vida.

Humor, bondad y sensibilidad son el sello que Kaurismäki impregna en sus películas, con personajes reales, faltos de existencia pero siempre con una moraleja o un ápice de esperanza. Como en la mayoría de sus obras, mantiene a sus actores fetiche (Kati Outinen) y a sus personajes con poca expresión. El guion y la fotografía mantienen un gran ritmo y ayudan a la creación de atmosferas humanas. Las fronteras solo son una barrera invisible, nuestro sentido de humanidad y solidaridad son lo verdaderamente importante para rescatarnos como sociedad. El director sabe cómo mostrarnos lo absurdo y lo bello que las acciones humanas pueden ser. Kaurismäki ganó el premio a mejor director en la edición de 2017 de la Berlinale.


revisión de la oferta fílmica en cartelera

R

oman J. Israel Esq. Está acostumbrado a vivir y trabajar bajo las sombras; él mismo lo acepta y así lo desea, estar alejado del tumulto o la locura de los tribunales es para él la única forma en la que puede desenvolverse, no solo en el ámbito profesional, también en el personal. Polaridad evidente en el trabajo previo de Dan Gilroy (Nightcrawler) quien muestra a un protagonista psicótico, envuelto en un mundo que no permite pausas, ni pérdidas de tiempo. Denzel Washington interpreta a un abogado idealista, activista en pro de los derechos fundamentales de sus clientes, un genio que conoce y usa todas las lagunas jurídicas en beneficio de la verdad. Un genio contenido, a veces torpe, vago en sus relaciones personales y muy directo, muy sistemático el cual solo quiere seguir un orden, el orden de las leyes, poco empático para dirigirse ante los demás, situación que lo meterá en problemas de forma continua. No estamos ante la típica película sobre abogados enfrentándose en tribunales, con vidas excéntricas, discursos apabullantes, ni retrata la tensión de presentar una defensa, no es Philadel-

phia, The Lincoln Lawyer, ni 12 hombres en pugna. Roman es todo lo contrario, un hombre maduro con indicios de Asperger, alejados de los mejores trajes, de los automóviles, de la opulencia, por momentos temeroso e inmaduro, lo único que tiene es su tranquilidad, su ipod y la música Jazz que lo acompaña a todas partes. Es esto lo que le da cierto carisma y el observar una visión sobre el mundo de los abogados peleando contra un sistema nada favorecedor ante los más débiles con un personaje poco común. Esto es el punto fuerte de la película, un Denzel Washington que carga la película con una gran actuación, actuación que le hizo valer una nominación a los próximos premios de la academia, nominación bien merecida con un personaje activista, peleando contra de lado de los necesitados. Sin embargo la película sufre del mismo mal que su personaje, por momentos es lenta, con un guion que no favorece a las situaciones plasmadas, por momentos poco creíble y con contradicciones que terminan por dejar un sabor amargo, de una película que comienza muy bien y va quedándose sin gas.


T

ras una ausencia de diez años en busca de libertad para recorrer el mundo, Jean (Pio Marmaï) regresa a su natal Borgoña al enterarse que su padre ha caído enfermo de gravedad. El regreso también implica el reencuentro con sus hermanos menores Juliette (Ana Girardot) y Jérémie (François Civil), con quienes tras la muerte de su padre debe enfrentarse a la encrucijada de seguir adelante con la tradición vinícola de la familia pese a las cuantiosas deudas o vender el viñedo familiar, saldar las deudas y continuar con sus vidas de manera independiente. Esta es la premisa de El viñedo que nos une, título bajo el cual llegará a las salas la más reciente cinta de Cédric Klapisch luego de recorrer el país como parte del 21º Tour de Cine Francés. La pérdida, el perdón, el rencor y, sobre todo, la importancia de los lazos familiares son los temas primordiales que Klapisch explora en clave de ligera comedia dra-

mática a partir del regreso de Jean, quien trae consigo vientos de libertad, pero también consigue avivar los rencores y reproches de sus hermanos, cuyos problemas personales pronto salen a la luz: Juliette debe vencer su tímido carácter para poder ser la jefa que el viñedo necesita; mientras que Jérémie, ya convertido en padre, debe encontrar la fortaleza para alejarse de la sombra de su suegro bajo la cual ha vivido desde su matrimonio. Sin embargo, no todos los conflictos que el director hace que surjan de manera inesperada a lo largo del relato funcionan en realidad para que la trama se fortalezca o para que los personajes atraviesen un proceso de catarsis y evolucionen; por el contrario sólo hacen que la película se alargue innecesariamente. Y es que tanto la historia como los personajes no alcanzan todo su potencial al no lograr desarrollarse del todo, pues pese a contar con un buen elenco principal y establecer una

excelente química entre los actores, los personajes carecen de fuerza y de matices. Porque aunque logra que empaticemos con ellos y por la situación por la que atraviesan, la resolución del conflicto principal es completamente previsible; como espectadores nos hemos adelantado al desenlace de la historia desde mucho antes que Juliette, en un momento de enfado, grite a sus hermanos que «no existe solución». Al final, El viñedo que nos une, es una agridulce feel-good-movie completamente convencional en su forma –pese a las postales logradas por la lente de Alexis Kavyrchine y el esplendor de la campiña francesa–, mientras que en su fondo, termina por ser superficial tanto en sus conflictos como en el trazo de las personalidades de sus personajes; con un guion lleno de salidas fáciles, el nuevo trabajo de Klapisch se disfruta bien en el momento pero resulta intrascendente al abandonar la sala.


S

ean Baker ha demostrado una gran habilidad y maestría para retratar con crudeza, realismo y sobre todo mucha humanidad, a personajes de “lo más bajo” de la sociedad estadounidense, que usualmente se ven representados en el cine de una manera estereotipada. Su anterior trabajo, Tangerine (2015), nos trajo uno de los cuentos navideños más originales, auténticos y divertidos en años, donde dos amigas prostitutas y transexuales se enfrentan a una serie de disparatadas situaciones en víspera de Nochebuena. La cinta también llamó la atención por la singular forma de ser filmada: el director usó solo las cámara de un par de iPhone5s, demostrando así que no hay limitantes para quienes quieren hacer cine. El éxito de Tangerine convirtió inmediatamente a Baker en un director a seguir y en una gran promesa del cine independiente norteamericano. Ahora su nueva cinta, The Florida Project nos muestra un lado de Orlando, Florida que pocas veces vemos en cine, donde el glamour de la cuidad y la Magia de Disneyland -llamado también "el lugar más feliz del mundo"- contrasta con la pobreza y marginación que está literalmente a la vuelta de la esquina. A unos cuantos metros del parque de atracciones, esa magia se va disipando para encontrarse con la dura situación que viven muchas familias con escasos recursos, sobreviviendo día a día. Y justo así es la vida de la pequeña Moonee, una niña de 6 años que no está consciente de la miseria que la

rodea. Ella vive feliz a lado de su madre Halley una jovencísima e inestable chica que practicante vive al día, solo buscando que ella y su hija tengan que comer y una cama dónde dormir. Ambas viven en un colorido motel, irónicamente llamado "Magic Castle", donde semanalmente Halley se las ve verdaderamente difícil para pagar la renta de una habitación, por lo que usa todos los recursos que tenga a su alcance, desde vender perfumes en la calle hasta intercambiar favores sexuales. No obstante, Moonee es feliz con su vida, tiene sus amigos con los que se divierte recorriendo el barrio y sus alrededores, pero junto a esa dulzura y energía de niños de esa edad también los acompaña una rebeldía e irreverencia originada por la situación que viven y que los lleva a realizar tremendas travesuras que rayan en el vandalismo. La pequeña y compañía se vuelven un dolor de cabeza para el administrador del motel, Bobby, quien siempre está al pendiente de una manera muy dedicada a su motel y hace cumplir las reglas, pero que también a la vez es protector y guía de Monee y su Madre... o por lo menos lo intenta. En ocasiones el recurrir a actores no profesionales para plasmar una realidad de una manera más verás en los filmes no es precisamente la mejor opción; pero en los filmes de Baker han resultado ser el mayor acierto, pues el director busca gente con cierto talento y carisma natural para la actuación como en su momento lo fueron Kitana Kiki Rodríguez y Mya Taylor en Tan-

gerine, quienes incluso se hicieron de varias menciones y premios en su respectivo año. Ahora es la sorprendente Brooklynn Prince quien se roba toda las miradas al mostrarnos a esta niña tan fuerte y vulnerable a la vez, acompañada por Bria Vinaite, a quien Baker descubrió por Instagram e invitó a hacer casting para terminar quedándose con el papel. En esta ocasión estás debutantes cuentan con el respaldo de un actor de renombre, el gran Willem Dafoe, quien nos da un personaje esperanzador en este entorno tan deprimente, una especie de ángel protector y justiciero, un rol pequeño pero que destaca gracias a la presencia y el talento del experimentado actor. Con The Florida Project, Sean Baker nos adentra a un mundo triste y deprimente pero esta vez visto desde el punto de vista de una niña, así que las duras situaciones son filmadas de una forma bella y a la vez realista, cruda y sucia pero con destellos de color en sus paisajes urbanos mágicos; esto gracias a una verdadera habilidad para filmar en locaciones reales y, por supuesto, al sobresaliente trabajo del cinefotógrafo mexicano Alexis Zabé. El director no juzga, no se plantea conflictos morales, solo se encarga de plasmar una realidad que todos vemos de manera cotidiana, a la que solo optamos por voltearle la cara pero que siempre está ahí; una realidad que, a causa de las vueltas de la vida, podríamos vernos envuelta en ella.






se presenta Gattaca, el debut escrito y dirigido por Andrew Niccol que nos coloca al interior de una sociedad futurista donde la gran mayoría de los niños son concebidos de manera artificial. Los «válidos» son humanos diseñados in vitro con una selección genética que garantiza su superioridad por sobre aquellos que fueron concebidos de manera natural, aquellos antes conocidos bajo el romántico término de «Hijos de Dios», pero que ahora son denominados como «in-válidos» o «de-gene-rados», pues en su procreación no hubo intervención de la ciencia y la ingeniería genética. La superioridad genética les garantiza mejor salud física y emocional, fuerza, velocidad e inteligencia, por lo que son quienes tienen un mejor nivel de vida: mejores empleos, salarios y mientras que los «in-válidos» deben resignarse a desarrollarse en trabajos inferiores. Ethan Hawke encarna a Vincent, un «in-válido» de 32 años que ha superado sus expectativas de vida –al nacer, los doctores dijeron que su esperanza de vida era de apenas 30 años– y que ha logrado entrar en la corporación aeroespacial Gattaca, dedicada a la investigación intergaláctica con una próxima misión espacial que enviará a la primera flotilla de astronautas hacia el desconocido planeta Titán. Vincent ha llegado tan lejos no sólo por su férreo espíritu de combate, sino por la ayuda de Jerome (Jude Law), un hombre diseñado in vitro de manera cercana a la perfección –visión perfecta, fuerza e intelecto superior...– pero que ha quedado postrado a su silla de ruedas a causa de un accidente. Vincent ha adoptado la identidad del privilegiado Jerome y, utilizando las muestras de sangre y orina de este casi perfecto espécimen, ha logrado escalar rápidamente dentro de Gattaca, donde ha iniciado un romance con su compañera Irene (Uma Thurman); pero cuando faltan sólo unos días para el despegue de la misión espacial, un misterioso asesinato atrae la mirada de las autoridades.


La ópera prima de Niccol trae consigo una sobria y estilizada puesta en escena de carácter retro-futurista y nos coloca en un futuro incierto pero muy cercano en el que no se ha abandonado la intolerancia, sino que se ha arraigado aún más con en «genoismo», es decir, la discriminación hacia los «humanos naturales»; una suerte de supremacía genética se ha apoderado de la sociedad. Sin embargo, esa superioridad no garantiza el éxito, ni la inferioridad augura el fracaso; los personajes centrales del relato viven atormentados: uno, por ser genéticamente discapacitado y no poder alcanzar su sueño de viajar al espacio; y el otro, por soportar el peso de la perfección y haber quedado en segundo lugar en una competencia olímpica. En este futuro, el cineasta expone el conformismo, la falta de rebelión y el inmovilismo social de quienes se encuentran en la base de la pirámide. Se trata de un mundo donde la aceptación del destino genético es ya incuestionable; donde se han perdido ya todos los cuestionamientos ideológicos. Sin embargo, Niccol utiliza al anómalo protagonista para hablar de la parte oscura de la naturaleza, pero también de la grandeza del espíritu humano más allá de sus deficiencias genéticas.



X

olani (interpretado por el músico y escritor abiertamente gay Nakhane Touré) es un obrero solitario que, de manera anual, participa como instructor al lado de otros hombres de su comunidad en el ‘ukwaluka’, un rito de iniciación de su tribu Xhosa en el que los jóvenes que se encuentran en los últimos años de la adolescencia serán 'iniciados' en la vida adulta mediante la práctica de la circuncisión –mientras deber gritar «¡Soy un hombre!»– y su posterior preparación para convertirse en 'hombres de verdad' para su comunidad. Kwanda (Niza Jay), el único 'iniciado' de Xolani en esta ocasión, es un chico sensible de una acomodada familia de Johannesburgo, por lo que pronto se enfrenta a las burlas y el desprecio de otros 'iniciados', provenientes de ambientes más pobres, duros y hostiles. Pero Kwanda descubre el secreto de Xolani, quien está secretamente enamorado de Vija (Bongile Mantsai), otro de los 'instructores' que se caracteriza por su personalidad violenta. La vida de este trío cambiará de manera radical ante la inminente revelación del secreto amorío entre Xolani y Vija. Esta es la premisa central de Inxeba, la ópera prima del cineasta John Tren-

gove con la que desafía los estereotipos de la masculinidad. El debutante no busca exponer de manera crítica la existencia de estas tradiciones barbáricas basadas en tradiciones arcaicas, busca ser una tesis sobre la búsqueda de libertad y la construcción de la identidad en el hostil entorno sudafricano. Apoyado por un estilo naturalista casi documental de cámara inquieta, Trengove nos coloca en medio de la agreste geografía en la que los jóvenes son enseñados a reprimir sus emociones, donde no hay espacio para la homosexualidad y, en cambio, son instruidos para recurrir a la violencia y valerse de su fuerza bruta para (sobre)vivir como 'verdaderos hombres'. Inxeba propone contrastes interesantes, como la sensibilidad de Xolani enfrentada a la hostilidad y virilidad de Vija; o el modernismo y la riqueza del joven acomodado Kwanda que chocan con los ancestrales y sagrados rituales de su milenaria etnia. Este contraste es uno de los recursos que Trengove utiliza para la deconstrucción de la masculinidad; porque el cineasta no critica a las tradiciones, sólo cuestiona fuertemente las pesadas expectativas que se depositan sobre los hombros de estos 'hombres en construcción', exponiendo la fragilidad, el absurdo y las contradic-

ciones de la masculinidad. "Si son hombres ¿por qué se la pasan viéndose el pito los unos a los otros?”, dice Kwanda cuando sus compañeros se miran emocionados su penes cicatrizados post–circuncisión. Comparada por muchos con la emblemática Brokeback Mountain (2005), de Ang Lee, la película de Trengove en realidad recorre un camino muy distinto. Si bien ambas cintas muestran un romance secreto en ambientes naturales entre dos personajes de opuestas personalidades que, sin embargo, convergen en mutua atracción física y conexión emocional, Inxeba es más una ventana que nos permite vislumbrar otras realidades, es una anécdota que se desarrolla en un microcosmos particular que resulta extraño para el público de occidente, pero que al mismo tiempo es una historia de carácter universal que explora cómo la presión de 'ser hombre' –lo que sea que eso signifique– va devorando la integridad humana hasta que transforma a sus víctimas en personajes dispuestos a todo con tal de perpetuar y mantener incuestionable su imagen de macho, incluso con violencia y muerte.



T

he Greatest Showman, dirigida por Michael Gracey, es una hermosa pieza de entretenimiento seguida de 11 canciones memorables compuestas por el dúo ganador del Oscar y Tony; Benj Pasek y Justin Paul, quienes compusieron también las canciones para La la Land. La película es hecha para toda la familia, así que se dejan fuera unos elementos algo oscuros. Este film se posiciona solo como una historia que celebra la diversidad y la importancia de aceptar a todos. En el contexto del siglo XIX y XX, el circo era lugar de bienvenida para aquellos que tenían habilidades rechazadas por la sociedad y ese era su hogar. Y eso es lo que captura The Greatest Showman. Empieza con una canción llamada

The Greatest Show, con una percusión repetitiva. Hugh Jackman con su traje y top hat nos lleva a un magnifico tour, con el cinematógrafo Seamus McGarvey manteniendo los movimientos fluidos y todas las acciones conectadas. En el siguiente número, A million dreams, el joven y pobre P.T. Barnum se hace amigo de una niña rica bien posicionada llamada Charity Hallet, y sueñan con crear su propio destino, es la primera vez en la película donde alguien para de hablar para comenzar a cantar, es manejado muy bien y al final de la canción el niño se convierte en Hugh Jackman y la niña en Michelle Williams. Después de tanto esfuerzo, Barnum logra tener su propio show en un teatro en el corazón de NY, junta a un grupo de personas con talentos especiales y

algunos con anormalidades físicas (un gigante, una mujer con barba, gemelos siameses...). Lettie Lutz, por la nominada al Tony, Keala Settle, con una voz fantástica, es una de las primeras en el show, su interpretación es una clave para que la película sea tan efectiva, ella entiende el espíritu del proyecto y miras tu transformación, de vergüenza a fearless Diva, el himno This is me es probablemente el momento más emocionante y profundo del film. Uno de los placeres de mirar un musical es que no tienes que calificar las canciones, las voces o el baile (como en La La Land) en parte por el talento de Hugh Jackman. Ah sí, Zac Efron también sale.



al parece que la primera entrega del Ariel únicamente vio de reojo a uno de los grandes clásicos del cine nacional. Ni todo el ostentoso resultado pudo otorgarle al film más premios, únicamente se hizo acreedor –y con justa razón- del premio a la Mejor Actriz, que fue a parar a manos de la ya consolidada Dolores del Río. Conocido popularmente como 'El Indio', Emilio se convirtió en estandarte del cine más nacionalista que ha existido, resaltando en cada oportunidad las costumbres y tradiciones del pueblo indígena. Las raíces de la sociedad mexicana del siglo XX se habían mermado con los cambios socio-políticos que la 'Revolución Mexicana' trajo consigo; el cineasta reconstruye nuevamente los viejos pilares de su país, enalteciéndolos a un nivel casi comparable con Sergei Eisenstein en la vieja Rusia. Las Abandonadas relata la peculiar vida de Margarita (Dolores del Río) y su complicado camino para llevar una vida en paz. La conocemos desde su juventud, pasando por su madurez hasta su vejez; sufrimos con ella de las injusticias que la vida misma le pone de frente, desde perder al hombre que más amaba hasta mentirle a su hijo haciéndole creer que su madre ha muerto.

Mejor Película Mejor Director Mejor Actriz, Dolores del Río (Ganadora) Mejor Actor, Pedro Armendáriz Mejor Actriz de Cuadro, Fanny Schiller Mejor Actor de Cuadro, Arturo Soto Rangel Mejor Edición Mejor Sonido

Los años 40 representaron la cumbre del director, con cada film que realizaba conseguía un éxito más. Ya tenía el respaldo de la crítica y audiencia en general con películas como María Candelaria y Flor Silvestre que terminaron por colocar al grupo conformado por Emilio Fernández, Mauricio Magdaleno, Gabriel Figueroa, Dolores del Río y Pedro Armendáriz entre los predilectos de las salas de cine mexicanas. Un proyecto ambicioso de principio a fin, desde el diseño de cada set, decorados, fotografía hasta los 'bien conocidos' vestidos de Dolores del Río. Una historia que enamora hasta el más estricto seguidor del cine mexicano. Resulta imposible hablar del cine mexicano sin mencionar a Las Abandonadas.


Por: Siniestro Sexual | @Siniestro Sexual Por: Finbar | @FinbarFlynnXY Por: Amaro Bautista Por: Silvia Ruvalcaba | @SilviaRMx Por: Rafael Mejia | @rumboalososcar Por: Jorge Luis García

RE SE ÑAS Revisamos la oferta fílmica del mes.


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