CELULOIDE DIGITAL - MARZO-ABRIL 2016

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Comics, en alianza con Warner Bros., busca hacerle frente al monopolio de Marvel Comics en el cine –y llevarse de paso una buena tajada de las ganancias de la muy redituable industria de las adaptaciones de cómics a la gran pantalla– y para ello decidió que una buena estrategia sería expandir su universo cinematográfico recién instaurado con El Hombre de Acero (Man of Steel, 2013) enfrentando a sus dos personajes más emblemáticos: Superman y Batman. La noticia, anunciada poco después del estreno de El Hombre de Acero en la ComicCon de San Diego en 2013 junto con el logo oficial de la película, el título Batman v Superman: Dawn of Justice (Batman vs Superman: El Origen de la Justicia) y su fecha de estreno fijada para el 17 de julio de 2015, causó una gran expectativa –como cabría esperarse–; pero el revuelo no fue nada comparado al que se originó meses más tarde cuando se revelaron los nombres de quiénes darían vida al Caballero de la Noche: Ben Affleck; y luego la conmoción fue aún mayor cuando se liberó la noticia de que el millonario Lex Luthor sería interpretado por Jesse Eisenberg. Por supuesto las oleadas de reproches y hasta insultos para Warner Bros., DC Comics y los actores ya mencionados no se hicieron esperar. Para echar más leña al fuego, la película movió su fecha de estreno, retrasando su estreno casi un año –6 de mayo de 2016– y se anunció que Wonder Woman tendría una breve pero sustancial participación en el filme y sería encarnada por Gal Gadot, actriz que muchos aseguraban -y lo siguen asegurando- que no es la indicada para el rol de la guerrera amazona. No obstante la reacción de las masas, la producción del filme comenzó en 2014, pero Marvel anunció que estrenaría Captain America: Civil War también el 6 de mayo y que en ella se enfrentarían el Capitán América y Iron-Man en una adaptación de la saga impresa Civil War. Y aunque al principio se negó un nuevo cambio de fecha, pronto se anunció que Batman vs Superman: El Origen de la Justicia adelantaría su estreno casi un par de meses, por lo que el 25 de marzo quedó como su fecha definitiva de lanzamiento mundial.


Es así como después de casi tres años desde su anuncio, varios cambios en su fecha de estreno y fuertes polémicas generadas por su peculiar casting, tenemos ya a la vuelta de la esquina el estreno de Batman vs Superman: El Origen de la Justicia, de la cual ya han sido reveladas varias cosas bastante substanciales como que Lex Luthor será el orquestador detrás del enfrentamiento de los héroes y también será quien esté detrás de la campaña de desprestigio contra Superman –en alianza con la senadora Finch (Holly Hunter) tras los hechos ocurridos al final de El Hombre de Acero. Sabemos también que tras la encarnizada batalla –de la que evidentemente saldrá victorioso el vigilante de Gotham con ayuda de kryptonita en su armadura– los héroes dejarán atrás sus diferencias para unirse contra un enemigo en común: Doomsday, quien será creado por Luthor a partir del cuerpo sin vida del General Zod (Michael Shannon) y modificándolo a partir de tecnología kryptoniana. Pero pese a que ya conocemos dicha información –que parece ser bastante–, gran parte de la película es en realidad un misterio: No sabemos exactamente qué trucos utilizará Luthor para provocar en los héroes una lucha tan encarnizada, tampoco sabemos qué agenda oculta existe detrás de la alianza Luthor-Finch. El rol que jugará Wonder Woman –además de ser quien se una a los héroes para derrotar a Doomsday– aún se mantiene como una incógnita, así como los papeles de Scoot McNairy y Jena Malone. De McNairy se rumoraba en un principio que sería Jimmy Olsen, pero al parecer ahora hay teorías que apuntan a que será un personaje sobreviviente a los desastres de El Hombre de Acero que acusa al kryptoniano de ser el responsable de la devastación en la ciudad y de que él haya perdido sus piernas en los fatales incidentes (¿será acaso John Corben y las prótesis de sus piernas sólo son el comienzo para convertirse en Metallo?). Mientras tanto, de Jena Malone ahora sabemos que no es Batgirl ni Barbara Gordon –así lo ha revelado el mismo Zack Snyder–, y que su papel quedó fuera del corte final para cines –que será clasificación PG13 (ó B15 en México)– pero que será incluido en la edición especial clasificación R (C en México) que se pondrá a la venta en formato casero en verano, meses después del lanzamiento del filme en pantalla grande y que contendrá, según el propio director, secuencias de pelea extendidas y más violentas que las que podremos ver en cines en próximo 24 de marzo. Así las cosas, no nos queda más que seguir expectantes a que llegue la fecha para ver por vez primera a los más grandes superhéroes de la historia en Batman vs Superman: El Origen de la Justicia.















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l primer superhéroe en tener su gran película en Hollywood no podía ser otro que Superman. Su salto al cine se dio bajo la batuta del talentoso cineasta Richard Donner, quien dos años antes ya había impactado con su película La Profecía (The Omen), y luego se aventuró en el relato de los orígenes del héroe más grande de todos los tiempos, creando la película 'definitiva' de Superman. El filme, producido para celebrar el 40 aniversario del nacimiento del héroe en los cómics, contó con un gran presupuesto y el papel del kryptoniano recayó en el joven Christopher Reeve, quien con tan sólo 24 años dio vida al héroe al lado de Margot Kidder como Lois Lane, Gene Hackman como Lex Luthor y Marlon Brando como Jor-El en una breve aparición por la que cobró 4mdd para trabajar durante tres semanas de filmación. La historia de esta primera cinta abarca desde la destrucción de Kryptón hasta que Kal-El se convierte en el Hombre de Acero y protector de Metropolis; por supuesto que esto incluye su llegada a la Tierra, su crianza en Smallville, la muerte de su padre adoptivo, el descubrimiento de su naturaleza alienígena -vía los cristales kryptonianos-, el viaje al Polo Norte, la creación de la Fortaleza de la Soledad, su llegada al Diario El Planeta como el atolondrado periodista Clark Kent y sus primeras apariciones como el superhéroe que lucha por la verdad, la justicia y el modo de vida americano; claro sin olvidar su interés amoroso por Lois Lane y el comienzo de su eterna rivalidad con Lex Luthor. El entonces desconocido Christopher Reeve realizó un prodigioso retrato del protagonista; Reeve supo cómo trabajar con las dos facetas del personaje: el apocado reportero Clark Kent, y por supuesto, el heroico Superman. Su interpretación representa, hasta nuestros días, la pauta que deben seguir los superhéroes en el mundo del cine. Con un memorable tema principal compuesto por John Williams y una gran producción respaldada por un sólido guión en el que participó ni más ni menos que Mario Puzo, Superman se convirtió al instante en un clásico del cine de superhéroes que se instauró como el parangón para todas las películas de este ahora sobreexplotado subgénero que deben explorar el origen de su héroe.



Bruce Wayne y su alter-ego continúan con su guerra contra el crimen de Gotham con el teniente Jim Gordon como su aliado desde las fuerzas policiacas y una posible alianza con el fiscal de distrito Harvey Dent para combatir la corrupción política. Pero las bandas criminales están dispuestas a todo con tal de mantener el control de los bajos mundos de la ciudad, incluso a recurrir a un enigmático personaje que acaba de surgir de las sombras, que usa maquillaje de batalla y una perene sonrisa: el Joker. La trilogía del Hombre Murciélago a cargo de Christopher Nolan alcanzó su culmen con esta su segunda entrega; una película que pasó a la historia no sólo gracias a su refinado guión, sino también por replantear la eterna lucha entre el bien y el mal a través del enfrentamiento del Caballero de la Noche con el Payaso Príncipe del Crimen, el villano clásico del encapotado que aquí fue re interpretado de manera magistral por el actor Heath Ledger como un psicópata anarquista que pone en jaque no sólo al propio héroe y a las fuerzas armadas de Gotham, sino a todas las bandas del crimen organizado.


La novela gráfica de Alan Moore y Dave Gibbons creada durante la llamada 'Era Oscura' en el mundo del noveno arte, propone un universo alterno durante la década de los 80s y en pleno auge de la Guerra Fría, donde el gobierno de los Estados Unidos prohíbe la existencia de los superhéroes. Uno de ellos, El Comediante, miembro secreto de la CIA, aparece muerto al caer de un rascacielos. Rorschach, el único héroe que sigue de manera activa al margen de la ley, investiga la muerte de su amigo, descubriendo una conspiración global. La adaptación al cine es una obra audiovisual imprescindible de este siglo. Snyder reproduce fielmente las imágenes de las viñetas y les otorga un potencia hipnótica con ayuda de una inmejorable banda sonora, respetando también la visión del cómic sobre los hechos históricos alternativos y cómo se vieron influenciadas la ciencia y la tecnología. Evidentemente el filme no supera al mítico original impreso pero es una de las mejores adaptaciones del papel al celuloide.


Esta cinta representa no sólo la primera y única secuela que Burton ha realizado en su carrera, sino también se ha colocado como una de las pocas segundas partes que han sido superiores a la cinta original, esto gracias a que corrigió varios de los errores cometidos en Batman algunos años antes y ofreció una historia redonda con villanos verdaderamente legendarios: Danny DeVito encarna a un Oswald Cobblepot (a.k.a. Pinguino) que está en pos de sus orígenes y Michelle Pfeiffeer da vida a una vejada Selina Kyle (a.k.a. Gatúbela/Catwoman) que busca claramente la liberación femenina del yugo varonil representado por su nefasto jefe Max Shreck, encarnado por el siempre estupendo Christopher Walken.


Después de una muy decorosa primera parte, el reparto completo y el director se reunieron para seguir con la historia del arácnido dos años después de su origen y primera aventura contra el Duende Verde. Esta vez, Peter Parker debe asumir completamente sus responsabilidades como el héroe de Nueva York o poner como prioritarias sus aspiraciones personales como estudiante universitario y su interés amoroso por Mary Jane quien se ha comprometido con el hijo de J.J. Jameson; además, debe hacer frente a una nueva amenaza que surge en la ciudad tras un fallido experimento: el Doc Ock. Una secuela muy superior a su antecesora y un muy digno ejemplo de cómo se deben llevar los cómics a la gran pantalla; se trata de una historia muy personal e íntima del protagonista que cuenta con un estupendo villano con una personalidad llena de matices -en gran parte gracias al talento de Alfred Molina- y un balance entre humor y fenomenales secuencias de acción que ahora se cuentan entre las mejores que se han filmado en el cine de superhéroes y no han podido aún ser superadas. Sam Raimi conformó que sabía su oficio y conocía el género recordemos que ya había hecho Darkman, una suerte de superhéroe vengador-; lástima que para la tercera entrega se dejó dominar por las exigencias de los estudios y no pudo cerrar con broche de oro una saga que iba por muy buen camino.


Con el éxito en taquilla de las adaptaciones al cine de algunos de sus héroes más populares (Spider-Man y los XMen) pero a manos de otras compañías como Sony o 20th Century Fox, Marvel Comics decidió que era momento de comenzar a crear sus propias películas para que las cintas fueran más fieles a los comics... y claro, para quedarse con parte de las grandes ganancias que dejan. Iron-Man representó el debut de Marvel Studios, presentándonos a Tony Stark, el mutimillonario y genio de la tecnología armamentista, que a raíz de un atentado, se transforma en el héroe de la armadura de hierro que le da habilidades sobrehumanas pero que también lo mantiene con vida artificialmente tras un casi fatal atentado. El buen guión con acertadas dosis de humor, la atinada dirección de Jon Favreau y lo bien desarrollado del personaje principal, convirtieron a la cinta en un rotundo éxito y uno de los mejores trabajos del ahora ya consagrado estudio. Merece una mención especial el gran trabajo de Robert Downey Jr., que tal parece que nació para encarnar a este personaje. Iron-Man fue su arrollador regreso al cine y lo convirtió en el actor mejor pagado de Hollywood.


Los X-Men enfrentan la amenaza del coronel William Striker, un militar que busca exterminar a todos los mutantes del planeta utilizando la poderosa mente de Charles Xavier y su mecánica invención 'Cerebro'. A la vez, algunos mutantes tienen que lidiar con la revelación de su secreto a sus seres más queridos así como con su auto aceptación. Tras su exitosa incursión en el cine de superhéroes, el director Bryan Singer regresó a la franquicia de los hijos del átomo para continuar las aventuras de estos mutantes a través de una cinta exponencialmente mejor que su antecesora: un guión redondo, mejores efectos especiales y la promesa de una tercera entrega grandiosa... cosa que nuca llegó porque Singer se decantó por el irregular proyecto de Superman Regresa (Superman Returns, 2006) y dejó en manos del siempre incapaz Brett Ratner la tercera entrega de la franquicia.


Marvel logró que un quinteto de personajes prácticamente desconocidos se convirtieran en los protagonistas de una de las franquicias más rentables en la actualidad. ¿El secreto? El humor y la nostalgia. Guardianes de la Galaxia reúne una serie de personajes de variopintas personalidades y estampas poco explotadas en el cine comercial –un adolescente tardío, una extraterrestre verde, un hombre con superfuerza, un mapache mercenario y un tierno árbol parlante– para formar un improbable equipo de antihéroes que deben proteger una de las gemas del destino que el villano Thanos necesita para gobernar el universo. Con una historia sencilla pero atractiva, unos protagonistas carismáticos, una banda sonora con hits de los 70s y 80s y buenas dosis de acción sostenida por estupendos efectos especiales, el director James Gunn –nada ajeno al cine de superhéroes pues fue responsable de esa bizarra joya indie llamada Super (2010)– logró ensamblar no sólo uno de los mejores blockbusters de 2014, sino uno de los mejores títulos de Marvel, una cinta tan emocionante como entrañable de la que ya ha iniciado el rodaje de su secuela y esperamos su estreno el próximo año.


Durante las primeras cintas de Marvel Studios estuvimos viendo aparecer continuamente a un personaje: Nick Fury, el jefe de la agencia de seguridad S.H.I.E.L.D.. Fury se estaba encargando de reclutar a cada uno de los personajes para integrarse al programa Avengers, que consiste en reunir al grupo más poderoso de héroes para trabajar en equipo si se presenta la necesidad de enfrentar a una amenaza de mayor magnitud... y así sucedió. El dios del engaño, Loki , llegó a la Tierra acompañado de un gran ejercito con el fin de querer conquistar la Tierra, por lo que Iron-Man, el Capitán América, Thor y Hulk -acompañados por los agentes Hawkeye y Black Widow- unen fuerzas para luchar contra dicha amenaza. Es de reconocer lo bien que Marvel nos estuvo preparando y la manera en la que unieron todas sus cintas en el mismo universo fílmico, donde algunos hechos ocurridos en una cinta en particular repercuten en las otras. La Fase Uno de Marvel Studios culminó con este megaevento fílmico que fue la reunión de superhéroes mas épica en el cine hasta la fecha, convirtiéndose en una de las cintas más taquillera de la historia y confirmándonos que tendremos cine de superhéroes para rato.


En la secuela de la tibia y patriotera Capitán América: El Primer Vengador (Captain America: The First Avenger, 2010), el protagonista se enfrenta a las cenizas de la organización HYDRA que se han infiltrado ahora hasta las células de S.H.I.E.L.D. y con una nueva arma secreta que resulta ser un viejo conocido para Steve Rogers. Bajo la dirección de los hermanos Anthony Russo y Joe Russo, un estilo visual muy parecido al de Christopher Nolan y un tono dramático similar a las cintas de acción y espionaje contemporáneo como las de la saga Bourne o la nueva era de James Bond, Capitán América: El soldado del Invierno se colocó instantáneamente como una de las mejores películas de Marvel.


Habiendo ya presentado al personaje un par de años atrás, la secuela no duda ni por un momento en entrar de lleno a la historia de los tres criminales kryptonianos que son accidentalmente liberados de la Zona Fantasma y que planean vengarse de su juez y verdugo Jor-El esclavizando a su hijo, Superman, y conquistando de la Tierra. Con esta secuela se suscitó una gran polémica ya que el director Richard Donner -director de la película original- fue sustituido por Richard Lester quien hizo ligeros pero contundentes cambios a la historia que ya había sido filmada casi en su totalidad por el primero. Uno de los más cuestionados cambios fue la supresión completa de la presencia de Marlon Brando como Jor-El, quien a manera de conciencia preservada por la tecnología kryptoniana se proyectaba a través de una suerte de holograma que aconsejaba a su hijo; en su lugar, la actriz Susannah York, quien da vida a Kara, madre Kal-El, es quien aconseja al superhéroe afligido ante la encrucijada de seguir siendo Superman o renunciar a sus poderes para vivir feliz al lado de Lois Lane. La versión de Lester es un producto de entretenimiento de gran calidad, pero la versión de Donner que fue lanzada en formato casero hace algunos años y ahora se puede conseguir en DVD y BluRay- es sumamente superior, ya que mantiene elementos que Lester eliminó y que ayudan a crear un 'universo cinematográfico' más complejo en una época en la que aún Marvel ni se lo proponía.


La película del Hombre Murciélago representó un salto cuántico en la filmografía del director californiano, entregando un trabajo muchísimo más depurado que en sus dos proyectos anteriores -La Gran Aventura de Pee-Wee (Pee-Wee's Big Adventure, 1985) y Beetlejuice: El Super Fantasma (Beetle Juice, 1988). El filme se convirtió de manera inmediata en una de las mejores adaptaciones de un cómic a la pantalla grande, a pesar de grandes fallos en el argumento que los fans más aguerridos del encapotado no han sabido perdonar (¿El Joker -un excelente Jack Nicholson- como el asesino de los padres de Batman?). Nuevamente, el punto más fuerte del filme es su magnífica dirección artística, un entorno gótico y tenebroso en el que Bruce Wayne -un estupendo Michael Keaton- decide convertirse en el nocturno vigilante de Gotham. Ah sí, también sale Kim Basinger como el interés amoroso de nuestro héroe, pero su participación queda como mero dato curioso de Wikipedia... intrascendente.


El responsable de refrescar al cine de superhéroes con la irreverente Kick Ass: Un superhéroe sin superpoderes (2010), fue luego el encargado de reivindicar a los mutantes odiados y temidos de la vergonzosa racha en la que se encontraban desde la tercera entrega de la saga, X-Men: La Batalla Final (X-Men: The Last Stant, 2006) y las desastrosas películas en solitario de Wolverine: X-Men Orígenes: Wolverine (X-Men Origins: Wolverine, 2009) y Wolverine: Inmortal (Wolverine: Immortal, 2013). La propuesta del director Matthew Vaughn fue la de una precuela que nos colocó en los muy tempranos inicios de los X-Men, incluso antes de que se conocieran Charles Xavier y Erik Lensherr, antes de forjar su breve pero trascendente amistad y su posterior distanciamiento por cuestiones ideológicas sobre el papel de los mutantes en el futuro de la humanidad. X-Men: Primera Generación mezcló eficazmente la in-triga de la Guerra Fría -con todo y un 'mood' del primer James Bond en el personaje del joven Eric- con un inteligente discurso sobre la aceptación de las minorías -¡Mutantes y Orgullosos!. Vaughn se reveló como un conocedor del noveno arte, cualidad que por supuesto le permitió ensamblar una película con una historia inteligente sin dejar de lado el espectáculo visual con estupendas secuencias de acción. Un gran reinicio para una saga que se encontraba en plena decadencia y cuya nueva entrega ahora se encuentra entre las más anticipadas de este año.


Superman tuvo su reboot a cargo de un experto en llevar cómics de culto al cine: Zack Snyder (300 y Watchmen). El Hombre de Acero volvió a contarnos los orígenes Superman con ligeros pero substanciales cambios para adecuarla a nuestros tiempos (se habla de la producción artificial de vida sobre la procreación natural en una cultura avanzada científica y tecnológicamente como la kryptoniana, además de hablar sobre el libre albedrío). El filme inicia por supuesto en Krypton, pero a diferencia de la cinta de 1978, acá podemos ver mucho más del planeta en todo su decadente esplendor. El británico Henry Cavill fue el elegido para interpretar al Hombre de Acero y aunque no logró superar a Christopher Reeve –¿acaso alguien podrá hacerlo algún día?–, sí estuvo a la altura del personaje, dotándolo de una personalidad más sensata para los tiempos actuales –aunque se sigue utilizando el disfraz de los anteojos de Clark Kent. Russell Crowe como Jor-El, Amy Adams como Lois Lane, Kevin Costner como Jonathan Kent, Diane Lane como Martha Kent y Michael Shannon como el General Zod, coprotagonizaron el viaje del héroe del Último Hijo de Krypton en esta historia que reinventó la mitología de un personaje que se había vuelto arcaico.


Tan grosera y sangrienta como divertida, Kick Ass: Un superhéroe sin superpoderes refrescó al cine de sueperhéroes pitorreándose de los clichés del género a través de la historia de un joven que, cansado del crimen y la violencia de su barrio, se pregunta por qué no hay superhéroes en la vida real y decide convertirse en un justiciero enmascarado, aunque obviamente sin superpoderes las cosas no salen como él esperaba y termina casi muerto tras su incursión como héroe callejero; pero su desastroso debut no merma su ánimo y decide regresar a las calles, y aunque su desempeño dista mucho de ser bueno, se convierte en una celebridad en la red, llamando la atención de verdaderos héroes como Big Daddy y Hit-Girl, y por supuesto, también de algunos villanos. El éxito de la cinta obligó a una secuela que estuvo muy por debajo de las expectativas al tratar de darnos más de lo mismo pero sin la frescura que Vaughn supo imprimirle; no obstante, ésta es una cinta de culto obligada para todos aquellos amantes de los cómics y sus adaptaciones cinematográficas.


Wade Wilson, un ex agente de las fuerzas especiales que ahora trabaja como mercenario con un oscuro y retorcido sentido del humor, es diagnosticado con cáncer terminal, por lo que decide someterse a un cruel experimento que no sólo le dará poderes de curación rápida sino también le otorgará la inmortalidad. El experimento, a pesar de resultar todo un éxito, cobra un precio demasiado alto en Wade, pues queda completamente desfigurado. Ahora, bajo el alias Deadpool, utiliza sus nuevas habilidades -y su peculiar humor que se mantiene intacto-, para dar cacería al hombre que le destruyó la vida: Francis El majadero antihéroe de Marvel llegó por todo lo alto y llegó para quedarse. Y es que la película es la bocanada de aire fresco que le hacía falta al cada vez más solemne subgénero. A través de un humor satírico y la forma en la que el personaje/actor nos cuenta el relato del héroe que no quiere serlo, Deadpool se mofa de los clichés del cine de superhéroes, aunque no logra evitar caer en muchos de ellos. La película es en sí misma un 'fanservice' que logró complacer a los seguidores del personaje que buscaron en la gran pantalla lo que el cómic de este antihéroe llevaba años brindándole en papel y tinta: sangre y chistes subidos de tono. "Deadpool" llegó con la promesa de revolucionar el estancado cine de superhéroes, cosa que no logró pero hizo un trabajo lo suficientemente decoroso para considerarla como una de las más refrescantes y divertidas películas basadas en cómics de los últimos cinco años.


El director que inició la exitosa franquicia de los hijos del átomo en el cine regresó para llevarla de nuevo a la cima con la adaptación de una de las tramas de culto de la serie impresa: Días del Futuro Pasado, en la que uno de los mutantes –Kate "Kitty" Pryde en los cómics, Wolverine en la cinta– debe viajar al pasado para evitar el holocausto mutante. Singer aprovecha la premisa del viaje en el tiempo para hacer un crossover entre la saga original y la que presentó Matthew Vaughn cuatro años antes con su precuela X-Men: Primera Generación (X-Men: First Class). Así tenemos una intrépida serie de aventuras inteligentemente hilvanadas en las que Logan interactúa tanto con los jóvenes Charles y Eric, como con sus versiones futuras al borde de la aniquilación a merced de los Centinelas.


En plena Segunda Guerra Mundial, un ejército nazi liderado por el mismo Rasputín intenta abrir un portal hacia el infierno. Justo en ese momento, una tropa de la alianza angloamericana interviene y arruina la misión, no sin que antes cruce el portal un pequeño demonio que es adoptado y criado por el profesor Trevor "Broom" Bruttenholm, ayudándole a que el ente infernal desarrolle sus poderes sobrenaturales. Hellboy crece y se convierte en un miembro de la Agencia para la Investigación y Defensa Paranormal junto Abraham "Ape" Sapien y Liz Sherman encargan de defender la tierra de los eventos paranormales que la amenazan. El mexicano Guillermo del Toro, fan acérrimo del personaje creado por Mike Mignola, capturó la esencia de los cómics editados por "Dark Horse" y con la ayuda del actor Ron Pearlman trasladó las viñetas al celuloide manteniendo esa aura oscura y tenebrosa y con toques de horror al estilo Lovecraft que caracterizan los trazos de Mignola. La buena respuesta permitió al cineasta crear una secuela que mantuvo su calidad visual y narrativa, pero una tercera y última parte parece poco probable.


Peter Parker es un adolescente que quedó huérfano y vive ahora con sus tíos, quienes se encargaron de su crianza. Durante una visita a un a unos laboratorios como parte de una clase de preparatoria, Peter es mordido por una araña modificada genéticamente, lo cual hace que desarrolle superpoderes. A causa de un suceso trágico en su familia, Peter cree que lo más pertinente es usar esos superpoderes para luchar por la justicia ahora que ha entrado a la universidad y trabaja como fotógrafo freelance para el Daily Bugle. La franquicia cinematográfica de El Hombre Araña creada por Sam Raimi cuando recién comenzaba este milenio se convirtió en una de las más exitosas gracias a la exacta combinación de humor, ingenuidad y acción; junto con la saga de los X-Men podría considerarse como una de las pioneras de este boom de superhéroes en el cine que actualmente se vive.


Odín, se prepara para heredar el trono de Asgard a su hijo Thor. Un ataque al castillo del Padre de Todo deja en evidencia la arrogante personalidad del heredero, por lo que Odín decide despojarlo de sus poderes y desterrarlo a la Tierra para que aprenda un poco de humildad. Mientras tanto, Loki, dios del engaño e hijo adoptivo de Odín, se prepara para tomar el trono aunque sea a la fuerza. Además de un cast acertado –Chris Hemsworth y Tom Hiddleston probaron ser los actores perfectos para sus respectivos roles, acompañados de Anthony Hopkins, Natalie Portman y Rene Russo–, la dirección de Branagh confirió a la primera película del Dios del Trueno un aura shakesperiana ideal para la historia de intrigas palaciegas... aunque luego la secuela se encargo de echar todo eso por tierra.


Tras una versión cutre protagonizada por Dolph Lundgreen por allá de los 90s, El Castigador probó suerte nuevamente en el mundo del celuloide ahora bajo la piel de Thomas Jane como Frank Castle, un agente secreto del FBI que pierde a toda su familia a manos de la mafia local liderada por el sanguinario Howard Saint, encarnado por John Travolta y de quien por supuesto el protagonista busca venganza. El Castigador fue una cinta infravalorada en su momento, pero el paso del tiempo la ha reivindicado como una fiel y decorosa traslación de las viñetas a las imágenes en movimiento. El director debutante Jonathan Hensleigh toma la clásica premisa de la sed de venganza y con ella arma una película cargada de violencia y buenas secuencias de acción al estilo de la vieja escuela, con explosiones reales y sin recurrir a las imágenes por computadora. Además, Thomas Jane nos entrega a un antihéroe con matices que, además de su venganza, también encuentra un poco de la tan merecida redención.


Durante los años 30, un inventor creó un novedoso prototipo de un traje que posee un propulsor en la parte trasera y que convierte a quien lo usa en un auténtico "hombre cohete". Dicho artefacto es robado y se mantiene oculto, mientras que tanto la mafia como el FBI comienzan su búsqueda. Por azares del destino, el prototipo llega a manos de un joven llamado Cliff (el entonces -y ahora también- desconocido Billy Campbell), un acróbata que se convierte en el portador y protector del traje, y con la ayuda de la hermosa Jenny (Jennifer Connelly), intentan que el codiciado invento no caiga en malas manos y sea usado como arma. A pesar de haber sido bien recibida por la crítica americana, la cinta representó un fracaso para Disney, la cinta fue la primera incursión de los estudios en las cintas de superhéroes, pero por los pobres resultados obtenidos en taquilla prefirieron no volver a apostarle a este género. Curiosamente, 20 años después, Disney estaría comprando los estudios Marvel y el director de esta cinta se haría cargo de la primera película del Capitán América.


Inspirándose muy ligeramente en la serie de historietas "Flaming Carrot"(Zanahoria Ardiente) creada por Bob Burden, el director Kinka Usher debutó con esta cinta de culto de finales del siglo pasado sigue las aventuras de siete individuos con poderes absurdos –ira incontrolable, lanzamiento de bola de boliche mágica (con cráneo interior incluido), virtuoso uso de la pala, maestría en el arte de lanzar cucharas y tenedores, partir pistolas por la mitad, expedir gases tóxicos o hacerse invisible... cuando nadie está observando– con los que pretenden salvar Champion City que ha quedado desprotegida tras la desaparición de su superhéroe local: Captain Amazing. Hombres Misteriosos fue una cinta incomprendida en su tiempo -fracasó en taquilla-, pero es una joya adelantada a su tiempo que debe ser rescatada del olvido y mirarla bajo una nueva perspectiva en la era de la sobre explotación de los superhéroes en el cine.


Este marginado antihéroe afroamericano de los cómics underground creado por Todd McFarlane tuvo su versión cinematográfica a finales de los 90s en la que Al Simmons, un ultrasecreto y despiadado agente del gobierno, es traicionado y asesinado por su jefe, el malvado Jason Wynn, con la ayuda de su sádico colaborador Clown; tras hacer un pacto con el Diablo, Simmons resucita para cobrar venganza obteniendo también fantásticos poderes sobrehumanos –puede transformar cualquier parte de su cuerpo en una letal arma– a cambio de liderar las huestes de Satán en su misión de arrasar con la humanidad. La película fue protagonizada por Michael J. White (Spawn), Martin Sheen (Jason Wyyn) y John Leguizamo (Clown/Violator), con los efectos especiales de la casa fundada por George Lucas, Industrial Light & Magic, pero éstos terminaron por comerse la endeble trama propuesta en su mediocre guión; pese a todas sus graves deficiencias, la película es considerada una pieza de culto de un minoritario sector geek.


Considerado como el superhéroe mexicano más importante, fue creado por Rafael Cutberto Navarro y Modesto Vázquez González para el universo radial pero su popularidad pronto obligó a dar el salto al papel con más de 1350 números editados a lo largo de 26 años ininterrumpidos. Kalimán, el séptimo hombre de la dinastía de la diosa Kali, dedica su vida en cuerpo y alma a combatir las fuerzas del mal en compañía de Solín, un niño egipcio descendiente de faraones, y en su primera aventura en la gran pantalla, Kalimán: El Hombre Increíble, ambos hacen frente a un grupo de ladrones de tumbas que quieren hacerse del reciente descubrimiento y de un misterioso hombre turco que quiere arrasar con la humanidad.



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e sabe que las familias son raras, que todas tienen la oveja negra y la tía solterona, que nuestras madres (tal vez inclusive la tuya) no nos dejan hacer cosas “por nuestro bien” y que nuestros padres muchas veces están ocupados con su trabajo como para ponernos atención, bueno en realidad a mi no me pasa eso porque mis padres son superhéroes. Sé lo que piensas y también pude notar que rodaste los ojos ante las palabras 'súper' y 'héroes' pero en serio mis padres lo son. Mi madre tiene visión de rayos laser, lo sé, es bastante genial y todo eso; mi padre tiene un gran cerebro, sé lo que te imaginas pero en serio tiene un cerebro donde todo lo puede hacer posible, es como un Batman o algo similar. De hecho ambos fueron reclutados desde muy jóvenes en una liga para luchar contra el mal que atenta contra el bienestar de la humanidad. Sí, sí, sí, sé lo que piensas (heredé la inteligencia de mi padre… Y también los rayos laser) ¿Qué hago yo mientras mis padres salvan heroicamente al mundo? Pues es una respuesta muy fácil (y algo obvia) como mis padres, y al heredar sus poderes, yo me dedico a salvar al mundo también… pero en videojuegos. Seguro te preguntas por qué no ayudo a mis padres, pues la ra-

zón es muy simple: No me interesa. Es mucho trabajo y no me agrada ensuciarme las manos, eso de rescatar inocentes heridos siempre deja manchas de sangre. Y no es que no lo haya intentado, porque sí lo intenté, pero no puedo “agarrarle el gusto” digamos que no es lo mío y hasta ahora nada lo ha sido: Intenté conducir autos de carrera y choqué el auto en la primera vuelta; montar a caballo y me tiró dos segundos después que me subí a la montura; cocinar y la cocina de mi madre explotó (aun intento saber porqué); inclusive intenté tejer (hice un suéter de tres mangas, aún no sé cómo usarlo). En resumen, se podría decir que (y lo admito) soy un inútil. ¿Estás seguro de que lo quieres saber? Te debes estar preguntando cómo supe que ser un superhéroe no es lo mío, pues verás todo comenzó cuando la alarma que los amables voluntarios del cuerpo de rescate tienen para contactar a mis padres comenzó a timbrar, mi padre fue primero, volvió a sonar y mi madre salió, todo bien hasta aquí pero nadie había contado con que fueran requeridos una tercera vez mientras estaban en servicio ¿y qué hice? Lo que tenía que hacer: Salir al rescate sin siquiera pensar en cómo lo haría.

Era algo simple (eso me dijeron, no debí creerlo), un incendio en un edificio de departamentos de cuatro pisos, corrí hacia las flamas a rescatar a los inquilinos que se encontraban atrapados. Cuando estuve dentro me di cuenta que hacía demasiado calor y que el humo hacía imposible que respirara, se suponía que tenía que rescatar a una señora de edad avanzada que vivía en el departamento 4B pero me encontré con varios problemitas, bueno con uno solo: Me desmayé por el humo y la señora tuvo que cargarme fuera del edificio, lo siguiente que recuerdo es estar presente en la ceremonia donde la anciana fue declarada héroe y sólo diré que ahora hay una estación de bomberos con su nombre. Se le puede llamar “sanguijuela de la sociedad” o “vividor sin futuro” a las personas, ok, a mí que no hago nada por ayudar al mundo a pesar de que en cierta manera puedo hacerlo, pero mis padres prefieren llamar “servicio a la comunidad” al hecho de mantenerme alejado de la acción, así que… En el mundo hay muchos superhéroes, algunos nacen sin posibilidad de serlo y se convierten en ello por elección y otros que nacen prácticamente con la capa puesta, como yo, no deberían de hacerlo. Yo no soy ni súper ni héroe.




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n esta libérrima adaptación de Le ble lor cálido), de Julie Maroh, Adèle es en pleno despertar sexual, y aunque tá teniendo dudas sobre su sexualidad, espec ca con el cabello teñido de azul. Tiempo desp chica, Emma y se enamora inesperadamente ambas chicas le muestra a Adèle el camino d frentándola a los prejuicios de familiares y am Lo realmente importante de esta película es historia de un primer amor lésbico adolescen maravillosa historia de amor y de autodescub también en el emocional. Además de esto, es tundente guión que transforma una historia o arrolladoras interpretaciones de las dos prota formal con el uso constante de close ups para ja.


eu est une couleur chaude (El azul es un couna chica de quince años que se encuentra e sabe que lo normal es salir con chicos, escialmente cuando ve por la calle a una chipués, Adèle vuelve a encontrarse con la e de ella. La atracción que se despierta en del deseo y la madurez, pero también enmigos. Adaptación de la novela gráfica. s la manera tan honesta de acercarse a la nte: sin morbo, sin juicios, sin pena. Es una brimiento no sólo en el terreno sexual, sino stá magistralmente realizada, desde el conordinaria en una íntima epopeya, hasta las agonistas, pasando también por el terreno a bordar así un retrato intimista de la pare-


Una cinta animada en la que la realizadora iraní Marjane Satrapi adapta al cine su propia serie de novelas gráficas (editada en cuatro tomos entre los años 2000 y 2003) de carácter autobiográfico en la que retrata la represión que vivió durante su infancia/adolescencia cuando su país se encontraba bajo el régimen de Shah y su posterior paso a la república del Ayatola. La película mantiene la estética sencilla y monocromática del original en papel que brinda mayor dramatismo a la dura represión que se vivió en Irán cuando los Ayatolas llegaron al poder y a la agridulce juventud de Marji durante su estadía en Viena donde continúo con sus estudios entre crisis de identidad y el rechazo y la discriminación por provenir de un "país de barbarie". Persépolis es una de las 30 obras fílmicas esenciales de lo que llevamos del siglo XXI.

La premisa de la novela gráfica de culto (conformada por diez volúmenes) escrita por Alan Moore e ilustrada por David Lloyd, reimagina la historia de la humanidad y nos plantea un mundo donde los alemanes no fueron derrotados en la Segunda Guerra Mundial. En V de Venganza vemos un Londres dominado por el totalitarismo, y donde un hombre, V, planea cuidadosamente su venganza en un 5 de noviembre que el mundo no olvidará. Los artífices de la trilogía de Matrix apadrinaron al entonces primerizo James McTeigue en la muy decente adaptación fílmica de la novela gráfica que contó con el formidable Hugo Weaving (aunque nunca le vemos la cara) como V, gran personaje cuya máscara se volvió icónica en movimientos contraculturales en todo el mundo; la guapísima Natalie Portman se encargó de dar vida a Evey, para cuya representación se rapó completamente la cabeza en una de las mejores secuencias del filme. John Hurt (quien protagonizó la versión fílmica de la novela 1984 realizada en ese año), Stephen Rea y Stephen Fry complementaron el reparto de esta cinta de subversivos alcances.

Eric Draven es un músico de rock que está a punto de casarse con su novia Shelley Webster, pero justo la noche anterior a la boda, ambos son brutalmente asesinados. Durante el primer aniversario luctuoso, Eric regresa de la muerte para encontrar a los culpables del crimen. Se trata de la adaptación del cómic homónimo creado por el artista James O'Barr y la última película de Brandon Lee, la cual quedó inconclusa por su repentina muerte durante la filmación causada por un arma de fuego que resultó tener municiones reales y no de salva. La película fue terminada utilizando a un doble para las escenas en penumbras y retocando la cara con efectos por computadora. El filme es considerado todo un clásico de culto y se prepara ya un remake con el que se pretende revivir la franquicia.


La trama de la serie homónima impresa nos traslada a la comunidad ubicada más al norte de toda América: Barrow, Alaska, un lugar en el que por su proximidad al círculo polar ártico, la población no ve desaparecer el Sol en varios meses (del 10 de mayo al 2 de agosto) para después encontrarse sumergidos en la total oscuridad durante un mes entero (del 18 de noviembre al 17 de diciembre). Y es precisamente esta oscura temporada la que propicia el entorno idóneo para que un clan vampírico se apodere del lugar sin que nada pueda detenerlos. Con esta premisa, Steve Niles trató de levantar el proyecto como una película, pero el rechazo de los estudios lo llevó a realizarlo de manera impresa; años después el interés cinematográfico surgió y con el respaldo de Sam Raimi a través de su casa productora Ghost House Pictures, el proyecto fílmico se puso en marcha bajo la dirección de David Slade (quien había sorprendido gratamente con su ópera prima Hard Candy en 2005) dando como resultado una adaptación más que aceptable. 30 Días de Oscuridad comienza en el ocaso del 17 de diciembre y la repentina llegada a Barrow de un grupo de vampiros sedientos de sangre que toma ventaja de la oscuridad que los cobijará por el próximo mes y comenzando a alimentarse de los pocos pobladores de la aislada comunidad. Los pocos sobrevivientes, entre los que se encuentran el comisario Eben Oleson (Josh Hartnett) y su esposa Stella (Melissa George), deben intentar hasta lo imposible con tal de sobrevivir hasta que el Sol reaparezca en el cielo.


Basado en el manga de Hideo Yamamoto y adaptado al celuloide por Sakichi Satô, el filme se centra en la búsqueda de un jefe Yakuza que ha desaparecido con un cuantioso botín; su mano derecha, un masoquista llamado Kakihara, comanda la búsqueda de su jefe y descubre que ha sido asesinado por un esquizofrénico llamado Ichi. La venganza se pone en marcha, pero Kikihara no se imagina que Ichi es un psicótico asesino que quizá sea el único capaz de inflingir un dolor con el que únicamente había podido soñar. Delirante, grosera y enfermiza cinta del director de culto Takashi Miike en la que pone bajo la lupa las figuras de héroes y villanos para destruirlas y ensamblarlas a su desquiciado antojo. Por supuesto que no es para todos los gustos y es recomendable sólo para fans del director o la cultura fílmica oriental de clase B.

En la cinta intermedia -y más conocida- de su tríptico sobre la venganza, Park Chan-wook adapta el cómic de Nobuaki Minegishi y nos pone frente a la historia de Oh Dae-su, un hombre de negocios que es encerrado en un cuarto de hotel por varios años con una televisión como única acompañante, gracias a la cual se entera de la muerte de su esposa e hija, siendo él el principal sospechoso del crimen. Tras quince años atrapado entre las cuatro paredes, es liberado para que encuentre en menos de cinco días a los responsables de su encierro y asesinato de su familia.

Más que una adaptación a la gran pantalla, Robert Rodriguez y Frank Miller –autor de la novela gráfica original que luego de esta experiencia tras las cámaras creyó que ya se las sabía de todas todas como director y nos masacró el intelecto con su versión fílmica de The Spirit, de Will Eisner– trasladaron prácticamente viñeta por viñeta la novela gráfica homónima respetando su particular estilo contrastante en blanco y negro con ciertos detalles en vibrantes tonos amarillos y rojos. La trama se forma con cuatro historias entrecruzadas que tienen como eje central la violencia, la sordidez y el sexo en la ciudad que bautiza al filme. Obra de culto imprescindible.


Scott Pilgrim es un chico que quiere conquistar a Ramona Flowers –la chica de sus sueños... literalmente–, pero para ello debe enfrentarse y derrotar a los siete malvados ex novios de la chica. Si esta delirante premisa no fuera suficiente para despertar la curiosidad en el público, es necesario decir que esta adaptación de la serie de cómics homónima se convirtió en toda una obra de culto gracias a la habilidad del director Edgar Wright para transformar las viñetas monocromáticas del material original en una película vibrante en la que lo mismo conviven elementos de los cómics de superhéroes de antaño, así como un lenguaje visual inspirado en el manga; además, su montaje ágil con características de videojuego hacen que la película avance a un ritmo frenético que no da respiro. ¡Imperdible!

Con su segundo largometraje –tras su alabadísima opera prima, Belleza Americana (American Beauty, 1999)–, el inglés Sam Mendes se encargó de la ambiciosa adaptación de la novela gráfica homónima de Max Allan Collins y con audacia creó toda una pieza de arte que dinamitó los arquetipos del cine de gangsters a través de la historia de Michael Sullivan (encarnado por Tom Hanks), un devoto padre de familia y asesino a sueldo de Rock Island con una lealtad inquebrantable hacia su jefe –el señor Rooney (interpretado por Paul Newman)–. Un día, Michael Jr. (el hijo de Sullivan a quien dio vida un entonces prometedor Tyler Hoechlin), decide seguir a su padre con el fin de saber a qué se dedica su padre exactamente. Con el apoyo del cinefotógrafo Conrad L. Hall, Mendes creó una atmósfera decadente para envolver esta atípica road movie sobre la lealtad y el amor paterno-fililal.

El personaje de Robert Crumb creado en el lisérgico cómic Fritz the Cat dio el salto al cine bajo la dirección del realizador Ralph Bakshi en una cinta animada en la que, al igual que en los cómics, hace una filosa crítica a la hipócrita y doble moral social de finales de los años 60 y principio de los 70, a través de la historia de un gato pervertido y decadente -pero irresistiblemente carismático- en pos del amor en un sórdido ambiente neoyorquino donde se convive cotidianamente con la violencia, las drogas y el sexo. Con altas dosis de violencia y sexo explícito, y con temas inusuales en el cine animado como las drogas, la prostitución, el racismo, la rebeldía y el idealismo juvenil, Fritz the cat sacudió al mundo de la animación -ya dominado por Disney evidentemente- y se convirtió en todo un clásico de culto en el cine underground, dando pie a una secuela, aunque sin Bakshi como realizador.


La directora Marielle Heller adapta la novela gráfica underground The Diary of a Teenage Girl: An Account in Words and Pictures, de Phoebe Gloeckner –quien utilizó una mezcla entre prosa y viñetas para darle vida a su obra–, y reúne un sólido reparto –Alexander Skarsgård, Kristen Wiig y la gran revelación Bel Powley– para plasmar en pantalla la vida de Minnie Goetze (Powley), una adolescente de 15 años que pierde la viriginidad con Monroe Rutherford (Skarsgård), el novio de su mamá (Wiig). The Diary of a Teenage Girl es una comedia dramática que, al igual que la novela gráfica, crea un potente y honesto retrato de las emociones y la sexualidad femenina a mediados de la década de los 70s.

El guionista estadounidense Harvey Pekar creó en 1976 el cómic autobiográfico American Splendor en el que retrataba la monótona vida de un trabajador promedio en una sociedad estadounidense que se encontraba concentrada en historias de corte fantástico. En 2003, Shari Springer Berman y Robert Pulcini, adaptaron y dirigieron la versión fílmica protagonizada por Paul Giamatti como un gris empleado de un hospital de Cleveland que, carente de talento para el dibujo, pero ingenioso para la escritura de guiones, ve en el arte de su amigo Robert Crumb la oportunidad perfecta para crear American Splendor, donde expondrá de manera irónica la vida clasemediera norteamericana.

Alan Moore re interpretó la historia de Jack el destripador en su novela gráfica From Hell que los hermanos Albert Hughes y Allan Hughes trasladaron al celuloide con Johnny Depp, Heather Graham e Ian Holm como protagonistas de la historia situada en Whitechapel, el barrio más sórdido de la Londres victoriana en el que se vive entre drogas, enfermedades y la miseria -monetaria y humana-. Aquí, las prostitutas comienzan a ser acechadas por un sádico asesino, por lo que el inspector Fred Abberline emprende su tarea de protección con la ayuda de su amigo el sargento Godley, tratando a la vez de desentrañar una espantosa conspiración mientras los salvajes asesinatos parecen imparables. Aunque Alan Moore renegó incansablemente sobre esta adaptación de su novela gráfica al grado de exigir que quitaran su nombre de los créditos -para variar-, la película es un thriller bastante eficaz que debemos abordar como una película alejada de la obra impresa original, con la que guarda substanciales diferencias.


En el debut angloparlante del sudcoreano Bong Joon-ho (El Huésped, 2006), un invierno perpetuo causado por la experimentación humana para revertir el calentamiento global ha diezmado a la población de la Tierra; los pocos sobrevivientes han sido concentrados en un sofisticado tren que desde hace quince años recorre el planeta, completando una vuelta entera cada 365 días. En esta adaptación de la novela gráfica 'Le Trasperceneige', escrita por Jean-Marc Rochette y Jacques Loeb, se dan cita el cine de acción y supervivencia con una crítica económica-política-social que se combina a la vez con filosofía aristotélica; una propuesta que demuestra que el entretenimiento y la inteligencia no están reñidas.


El manga All you need is kill, creado por Hiroshi Sakurazaka, fue llevado a la pantalla grande hace un par de años bajo la dirección de Doug Liman con Tom Cruise como el protagonista que, tras una letal batalla contra unos invasores alienígenas, accidentalmente "hereda" de uno de ellos la posibilidad de revivir ilimitadamente las últimas 24 horas tras su muerte, obteniendo con ello la posibilidad de estudiar a la raza extraterrestre que pretende colonizarnos y acabar con ellos de una vez y para siempre. Con un estilo visual y narrativo similar al de los videojuegos, estupendos efectos especiales, una historia interesante y dos protagonistas carismáticos, Liman ensambló una de las mejores cintas de acción y sci-fi de 2014 de la que ya se planea una secuela.

Matthew Vaughn refrescó al cine de superhéroes con KickAss: Un superhéroe sin superpoderes; un año despues, hizo lo propio con la saga X-Men con una estupenda precuela; finalmente en 2015, nos brindó una nueva perspectiva sobre el cine de espías con una divertida y ágil película basada en el cómic homónimo de Mark Millar y Dave Gibbons. En Kingsman: El Servicio Secreto, un agente (Colin Firth) recluta a Eggsy, un joven problemático de los barrios bajos de Inglaterra para entrenarlo como su sucesor en el selecto grupo de espías que da nombre a la película. Vaughn tomó los tópicos del género -con varios homenajes a James Bond, el espía por excelencia del celuloide- y los presentó de una manera fresca y divertida, con una trama dinámica, un divertido villano zipizapo encarnado por Samuel L. Jackson -sin olvidar a su sensacional secuaz Gazelle (Sofia Boutella) y sus letales piernas- y la revelación de Taron Egerton como promesa del celuloide.

Frank Miller retomó el episodio histórico de los trescientos espartanos que, liderados por Leónidas el Rey de Esparta, hicieron frente al ejército persa de Jerjes I que se dirigía hacia Grecia en la famosa "Batalla de las Termópilas" ocurrida en el siglo V. La serie de historietas fue llevada al cine de la mano de Zack Snyder y protagonizada por Gerard Butler como el rey espartano; la cinta se convirtió en un éxito de taquilla al trasladar casi viñeta por viñeta a la pantalla con un estilo pictórico que emulaba pinturas en movimiento. Violenta y hermosa a partes iguales, 300 mantuvo la esencia del cómic, lo que hizo que se generara cierta polémica por su supuesto discurso xenófobo y también marcó el inicio del estilo visual de Zack Snyder que pulió en otras cintas como Watchmen: Los Vigilantes y la injustamente maltratada Sucker Punch.


Tintin es un personaje icónico en toda Europa gracias a la historieta Les Aventures de Tintin et Milou (Las Aventuras de Tintín y Milú) creada por el belga Georges Remi bajó el pseudónimo Hergé, quien nos narraba las aventuras que un joven reportero (acompañado siempre por su fiel perro) vivía en diversos países del mundo o en regiones inventadas por el autor como es el caso de Syldavia o San Theodoros. Las clásicas y entrañables historietas creadas por el artista belga ya habían dado el salto a la gran pantalla con películas animadas, en stop-motion e incluso en live-action, pero hace un lustro llegó la más popular con la adaptación de la trama correspondiente a su álbum de historietas El secreto del unicornio bajo la batuta del llamado "Rey Midas de Hollywood" y con Peter Jackson en la producción. El resultado fue una película emocionante que rescató el espíritu aventurero de las tiras cómicas originales.

La novela gráfica escrita por John Wagner e ilustrada por Vincent Locke narra la historia de Tom McKenna, el dueño de un restaurante en un pequeño pueblo de Michigan que se vuelve famoso tras defender su negocio de un par de sujetos que intentaron robarla. La noticia se convierte en suceso nacional, atrayendo la atención de unos mafiosos neoyorquinos que llegan al pueblo diciendo que Tom es en realidad un tipo llamado Joey con quien tenían negocios pendientes desde dos décadas atrás. A mediados de la década pasada, el director de culto David Cronenberg se encargó de la versión fílmica con Viggo Mortensen como el protagonista con presunta desconocida identidad. El canadiense supo cómo abstraer la esencia de la novela gráfica y transportarla a las imágenes con una puesta en escena impecable, logrando una obra cinematográfica potente, magnética y prodigiosa.

La serie impresa Ghost World creada por Daniel Clowes fue editada entre 1993 y 1997 y se convirtió poco a poco en un título de culto que exploraba con una gran carga de humor negro y mordacidad la cultura popular estadounidense desde la perspectiva de dos adolescentes Enid Coleslaw y Rebecca Doppelmeyer. En 2001, el director Terry Zwigoff junto con el mismo Clowes, adaptaron el cómic para la pantalla grande con Thora Birch (Enid) y Scarlett Johansson (Rebecca ) en los protagónicos, quienes llevan la trama de las dos mejores amigas que se sienten inseguras ante el futuro ahora que han terminado la preparatoria. A pesar de no haber sido un éxito en taquilla, fue reconocida con una nominación al Oscar en la categoría a Mejor Guión Adaptado, y pronto encontró eco en la comunidad adolescente que al igual que al cómic, lo tomaron como estandarte de la juventud incomprendida y como un objeto de culto.


La revista de historias ilustradas de fantasía, ciencia ficción, erotismo y horror Heavy Metal en donde participaban artistas de la talla de H.R. Giger o Esteban Maroto, fue adaptada para el cine convirtiéndose en una de las películas de culto más recordadas de principios de la década de los 80s. La película es una serie de viñetas animadas -para las cuales trabajaron simultáneamente mil dibujantes en cinco ciudades diferentes- unidas por la figura de Loc-Nar -la representación del mal último en el universo en forma de una misteriosa esfera verde- que nos transporta a un mágico mundo de ocho aventuras -cada cual con un estilo visual distinto- que mezclan pasado, futuro y más allá bajo el influjo de una banda sonora de rock puro y duro.

Chanoc es el héroe rural creado en 1959 por el escritor Martín de Lucenay y el dibujante Ángel Mora, para la serie de historietas Chanoc: Aventuras de Mar y Selva, plagada de intrigas en el pequeño pueblo costero de Ixtac, en el Golfo de México. La primera adaptación al cine llegó en en la década de los 60s bajo la dirección de Rogelio A. González y con un guión de Ángel Mora y Carlos Enrique Taboada. Con tan sólo 25 años de edad, Andrés García fue el encargado de dar vida al rebelde pescador protagonista y se vio acompañado por Chano Urueta (encarnando a su padrino Tsekub) y Barbara Angely, en una historia en la que el héroe y su alcohólico padrino investigan y desmantelan una red de explotación minera ilegal. Otras siete películas del personaje fueron realizadas, pero sin Andrés García como protagonista y con valores de producción cada vez más decadentes... y eso que la primera no se destacaba precisamente por este aspecto.

Los personajes creados por el michoacano Rius (o Eduardo Humberto del Río García, su nombre real) en su entonces subversiva serie impresa Los Supermachos fueron llevados a la pantalla por parte de Alfonso Arau, quien colocó al centro de la anécdota al personaje de Calzonzin, un indígena envuelto en un cobertor eléctrico que es confundido con un inspector del gobierno que presuntamente llegará para hacer un reporte de la situación administrativa del gobierno de Don Perpetuo del Rosal el presidente municipal de San Garabato. Pese a que el caricaturista no quedó del todo satisfecho con la adaptación fílmica, Calzonzin Inspector, de igual manera que las viñetas, son una divertida y mordaz sátira de la vida política del México setentero que demuestra que, a pesar del paso de más de cuatro décadas, las cosas no han cambiado mucho.


La historieta francesa de ciencia-ficción Barbarella, creada por JeanClaude Forest, colocó a su protagonista como una de las icónicas heroínas de los años 60s y 70s -muy probablemente la primera del género erótico-fantástico- y ésta dio el salto a la pantalla grande en la piel de Jane Fonda, quien como la intrépida protagonista aterriza en un enigmático planeta en el que vive toda clase de increíbles, peligrosas, y a veces, hasta placenteras aventuras tratando de detener al malvado Durand-Durand. A pesar de sus deficiencias técnicas y argumentales, y a su envejecimiento estético acelerado, esta película de serie B es considerada toda una obra de culto por los fanáticos de la ciencia ficción y la fantasía.




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n Auschwitz, Saúl es un trabajador que forma parte de los ‘sonderkommandos’, grupos de judíos a los que se les encomiendan las labores que implican los mayores esfuerzos físicos en los campos de concentración nazis como guiar a los presos a las cámaras de gas, transportar los cadáveres, enterrarlos, desenterrarlos... en fin, acatar cualquier orden de los oficiales alemanes. Durante una de esas tareas Saúl se topa con el cuerpo de un niño que asegura es el de su hijo, el shock de ver el cadáver del pequeño del que él mismo pudo ser su verdugo crea una suerte de bloqueo de realidad y emprende al momento la arriesgada labor de proteger el cadáver y darle un entierro digno, buscando desesperadamente para ello a un rabino que oficie el rito que precede la sepultura. En esta época en la que el tema del Holocausto es considerado como un lugar común en la cinematografía, resulta refrescante la mirada que ofrece el director László Nemes -discípulo de Béla Tarr- sobre este atroz episodio histórico con su opera prima El Hijo de Saúl (Saul fia, 2015), un filme en donde la trama pasa a un segundo plano y la envolvente

puesta en escena toma el total protagonismo. En esta cruzada personal de Saúl propuesta por el cineasta húngaro, la confiada cámara en mano que rueda en 35 mm. se mantiene en todo momento acompañando al protagonista, jugando con la profundidad de campo para mantener casi en todo momento a Saúl en primer plano y negándonos la exposición gráfica de la barbarie del entorno al disiparla al fondo de la pantalla o dejarla por completo fuera de cuadro en una proporción 1:33. No obstante esta restricción, el infierno lo experimentamos debido precisamente a esta decisión de no mostrar la brutalidad en cámara, ya que diseño de audio, a diferencia del apartado visual, sí nos introduce a lo profundo del abismo con el estridente aullido bélico: órdenes vociferadas, camiones, tanques, disparos, explosiones, gritos de súplica, insultos, sollozos, muerte. Este devastador subtexto de la película está sustentado por la soberbia actuación de Géza Röhrig como el personaje epónimo -atención a su mirada vacía que se convierte en el eje de su actuación- que lleva sobre sus hombros to-

do el peso de la cinta y que con gran pulso logra sacar adelante todos y cada uno de los prolongados planos secuencia de los que está compuesto el filme. El hijo de Saúl es un estremecedor debut, un trabajo lleno de sensibilidad sobre uno de los episodios más dolorosos del siglo pasado, pero sin la sensiblería con la que Steven Spielberg lo abordó en La Lista de Schindler (Schindler's List, 1993). Aquí estamos ante una obra maestra del cine contemporáneo sobre los horrores de la guerra y la ausencia de toda esperanza abordada desde una perspectiva intimista en forma de thriller que sobresale por su espléndido uso de la narrativa cinematográfica de una manera fresca y auténtica en la que una propuesta formal resuelta a partir de elegantes sugerencias conmociona mucho más que otras cintas bélicas que abrevan del salvajismo gráfico, y por supuesto, resulta también mucho más reflexiva. Una cinta imprescindible alejada de convencionalismos y una experiencia fílmica que incomoda por momentos pero que es absolutamente necesaria.



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ras las cintas Little Baby Jesus of Flandr (2010) y Blue Bird (2011), el cineasta belga Gust Van den Berghe pone punto final a su trilogía sobre la fe con Lucifer (2014), la libre adaptación de la obra teatral homónima del poeta y dramaturgo Joost van den Vondel —conocido como ‘el Shakespeare holandés’— que representa la primera parte de su trilogía literaria conformada también por Adán en el exilio y Noé. En Lucifer, cinta coproducida por México y Bélgica, Van den Berghe traslada la acción a una pequeña comunidad del México profundo a la que llega el personaje epónimo (Gabino Rodríguez, el único actor profesional en el filme) en su caída del Cielo al Infierno. En este lugar —una especie de Paraíso donde no existe conciencia alguna sobre la diferencia entre el bien y el mal— conoce a tres personajes: Una mujer llamada Lupita (María Toral Acosta), su nieta María (Norma Pablo) y su hermano Emanuel (Jerónimo Soto Bravo), quien durante los últimos cuatro años se ha fingido lisiado para que las mujeres trabajen cuidando ovejas mientras él secretamente apuesta y se emborracha. Lucifer, entonces, decide actuar sobre ellos y se hace pasar como curandero milagroso, obligando a Emanuel a caminar; pero también logra que Lupita cuestione fuertemente su fe en Dios, a la vez que comienza a seducir a María. De esta manera, el Ángel Caído sacude a la comunidad entera y repentinamente desaparece. Muchos están convencidos de su pronto regreso, mientras el Padre de la comunidad hace un llamado para la edificación de una nueva iglesia en la que habrá una bocina en una de sus torres con la que pretenderán hacer llegar sus plegarias al mismo Dios. En este cierre del tríptico religiosoespiritual, Van den Berghe se mantiene fiel a su radical postura de explorar las oportunidades del lenguaje cinematográfico. Recordemos que para su se-

gunda película, Blue Bird, el cineasta, junto con su cinefotógrafo de cabecera Hans Bruch Jr. inventaron el ‘Uberscope’, un prototipo con el que pudieron dar la impresión de que el espacio en pantalla se estiraba, para luego revestir las imágenes con un filtro azul cobalto. Pero en esta ocasión decide tomar derroteros formales más ambiciosos, y vuelve a recurrir a Bruch Jr. para enfocarse a la invención del ‘Tondoscope’, otro prototipo que filma con un marco circular y que, con el uso de espejos convexos, permite capturar una vista panorámica de 360° dentro del espacio visual circular con el que se presenta el punto de vista divino dentro del filme, una perspectiva del Poder Superior, del ojo que todo lo ve y al que nada se le escapa de vista. Añadiendo información al respecto, también se echaron mano de algunos filtros para difuminar la imagen capturada y crear así una atmósfera oníricadivina. Mediante esta propuesta formal nunca antes usada en cine, el director se revela como artista multidisciplinario y experimenta con la representación de la imagen recurriendo a locaciones en el estado mexicano de Michoacán –la comunidad de Angangueo y las ruinas de San Juan Parangaricutiro, poblado semienterrado por la lava del Volcán Paricutín, el más joven del mundo, al momento de nacimiento y primera erupción en 1943–. En estas latitudes que albergan a la meseta purépecha, Van den Berghe recrea libremente algunos fragmentos bíblicos, como el que relata la historia de la Torre de Babel, a través de una estética inspirada en las pinturas flamencas del siglo XV y especialmente en la obra pictórica de El Bosco. De esta manera va hilvanando la historia en tres actos –Paraíso, Pecado y Milagro– de este Ángel Caído que echó luz sobre los preceptos del bien y el mal, permitiendo la libre voluntad y provocando con ello la llegada del pecado al poblado que hasta

ese entonces se mantenía moralmente inmaculado. Lucifer es una contemplativa y estilizada cinta con la que cineasta belga pretende hablar de algo más allá de la religión, pues en su discurso lo verdaderamente importante no es el dogma en sí –el cristiano en el caso de su ópera prima o el católico en este capítulo final–, sino los vaivenes morales, las tentaciones y la pérdida de la fe que guía al ser humano en el día a día cuando sus convicciones se debilitan y tambalean, y cuando, pese a todo, su necesidad de creer en algo más grande se levanta íntegra. La sencilla anécdota –la llegada de Lucifer a la Tierra y sus "milagros"– es sólo el pretexto para que el cineasta belga desarrolle su tesis poética-folosófica sobre el cambio y el renacimiento de la humanidad. Sin embargo, el universo contenido en ese espacio circular no posee la naturalidad de los trabajos previos de Van den Berghe, aquí pierde mucha fuerza la manera en la que representa en pantalla sus alegorías, las dobles lecturas resultan evidentes y un tanto burdas; Lucifer no resulta ya tan efectiva, siendo así que su mayor logro es el riesgo formal en el que se presenta. Recientemente, la película estuvo envuelta en un caso de controversia cuando la Cineteca Nacional decidió, sorpresivamente y a pesar de haber pactado las proyecciones desde un par de meses atrás, no estrenarla en su cartelera pues el propio director del recinto cinematográfico más importante del país la consideró como un filme para «gente educada», agregando también que «el público mexicano no está preparado para ver este tipo de cine». Tras varios días de protesta a través de las rede sociales, y sin dar mayor explicación, la Cineteca Nacional anunció que sí se presentará en sus pantallas —junto con el resto de la trilogía de Van den Berghe como parte de un ciclo especial— a partir del 29 de enero.



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a censura en los medios de comunicación, así como la apatía y la doble moral de la sociedad no han permitido que los numerosos materiales audiovisuales que han surgido respecto a la pederastia en el clero repercutan en la colectividad como deberían. En los últimos años podemos citar importantes trabajos cinematográficos sobre este tema: el documental Mea Maxima Culpa: Silence in the House of God (2011), de Alex Gibney, así como el documental mexicano Agnus Dei: Cordero de Dios (2011), de Alejandra Sánchez, y la ficción Obediencia Perfecta (2014), de Luis Urquiza –inspirado en el infame caso de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo–. Ahora se suma En Primera Plana (Spotlight, 2015), el nuevo filme del director Thomas McCarthy (The Station Agent y Win Win) que toma como base la historia verdadera de un cuarteto de periodistas del diario Boston Globe que a principios de la década pasada destapó uno de los casos de abuso sexual infantil más sonados en los Estados Unidos, descubriendo finalmente una larga serie de crímenes sexuales en contra de menores cometidos por decenas de sacerdotes en Massachussets que eran solapados desde varios años atrás por la Iglesia Católica. Con un sólido guión, escrito a cuatro manos por el mismo McCarthy y el guionista Josh Singer, el cineasta lleva el relato bajo un control narrativo envidiable con la intriga y los detalles necesarios para hacer de la cinta un trabajo absorbente; y a pesar de tener

un poco de dificultades para arrancar, una vez que el filme ha emprendido el vuelo, no hay manera de detenerle hasta su emocionante final. La película de McCarthy desarrolla a detalle la investigación del equipo periodístico denominado Spotlight sobre los abusos a menores, sacando a la luz más y más casos por parte de casi noventa sacerdotes que fueron encubiertos por la misma arquidiócesis de la Iglesia Católica, interponiendo obstáculos legales con el fin de entorpecer y bloquear las investigaciones. El realizador nos entrega de esta manera un trabajo que va de menos a más a través de un ejercicio de sencillez, sobriedad y eficacia narrativa sostenida por un grupo actoral que se convierte en el apoyo perfecto para la trama. Michael Keaton, Rachel McAdams, Mark Ruffalo, Stanley Tucci, Liev Schreiber y John Slattery, son sólo algunos de los encargados de sostener la película de una manera bastante diestra, pues las actuaciones funcionan como complemento unas de otras, nadie sale de tono y nadie está por encima del resto de sus compañeros; estamos ante un ensamble coral impecable al que, no obstante su desempeño, se le puede reprochar el que los personajes que caracterizan sean un tanto unidimensionales y grises, sin matices que los hagan realmente interesantes más allá de su pasión y compromiso con el periodismo. En primera plana es un filme cinematográficamente correcto que sobresale por la sobriedad que impera en todo momento; decide alejarse de lo esca-

broso del tema y lo aborda con elegancia y objetividad, alejado de un enfoque amarillista y de un drama lacrimógeno –concesión con la que habría podido enganchar a un público más amplio–. Sin embargo, esta sobriedad en la propuesta en ocasiones juega en contra de la película misma, ya que por momentos se siente fría y emocionalmente alejada de las víctimas de abuso. Pero estos son fallos menores y En primera plana se mantiene como una propuesta temáticamente arriesgada, que más allá de ser una efectiva película de intriga, es un sobresaliente filme sobre el poder social del periodismo de investigación, la censura, la corrupción y el verdadero alcance del poder de las instituciones religiosas. Se trata de un trabajo verdaderamente revelador de la magnitud del problema de abuso a menores en el seno de la Iglesia Católica y que tiene un mérito mayor al poner sobre la mesa este delicado tema que merece una mayor y mejor atención por parte de las autoridades, los medios y de la sociedad en general. Y aunque seguramente pasará por la taquilla de manera modesta y no llamará la atención de las masas –a pesar de haber tenido una estupenda racha en las muy diversas asociaciones de críticos de Estados Unidos en las que se llevó el reconocimiento a la Mejor Película del año pasado en la gran mayoría de ellas–, la nueva cinta de McCarthy se coloca en el resumen del 2015 no como una de las películas imprescindibles, sino de las necesarias.



E

s víspera de Navidad y Sin-Dee está de vuelta. Ella es una prostituta transexual que estuvo un mes en prisión, pero su condena terminó y regresa a las calles de Los Ángeles donde se reúne con su amiga y compañera de profesión Alexandra, quien además de dedicarse a la prostitución también está probando suerte en el mundo del espectáculo. Al estar conversando sobre lo que ha sucedido en ausencia de Sin-Dee, Alexandra le informa, por error, que Chester, su proxeneta y novio, le ha sido infiel con una "mujer biológica" y blanca. Esta accidental confesión desata la furia de SinDee, quien enardecida emprende una búsqueda por los barrios bajos de Los Ángeles, para dar con la mujer con la que la han engañado, darle su merecido y confrontarla con su novio infiel. Paralelo a esta frenética búsqueda, acompañamos también a Alexandra quien esa noche se presentará por primera vez en vivo en un bar de la ciudad, y en su camino se cruza con una serie de curiosas personalidades, entre ellos un cliente y amigo taxista que está pasando unas complicados momentos por la visita de su entrometida suegra.

Con Tangerine: Chicas Fabulosas (Tangerine, 2015), su quinto largometraje, el director Sean Baker, se encarga de mostrarnos la otra cara de Los Ángeles, un mundo cruel lleno de carencias donde la gente se las ve difícil pero de alguna manera logran sobrellevarlo. El hecho de que los personajes principales sean transexuales, situación que para mucha gente aún le es difícil digerir en pantalla, aquí pasa a segundo plano, en gran parte por lo estrepitoso del la trama, el delirante ritmo (sobre todo de la primera hora) y por el excelente trabajo de las actrices principales. Y es que Kitana "Kiki" Rodriguez y Mya Taylor, quien son transexuales en la vida real y ahora están en la mira de Hollywood, nos entregan dos fascinantes interpretaciones muy humanas; de lo más realistas, divertidas y conmovedoras. Sus personajes están tan bien escritos, desarrollados y actuados que terminas por aceptar que, más allá de su condición transgénero son sólo seres humanos solitarios, con una vida difícil, sueños pero no se amedrentan aprecian el significado del amor y la amistad y con gran valor no dejar que el mundo acabe con ellas.

La cinta causó sensación en el pasado festival de Sundance y creo aún más expectativa después que el director confesó la manera en la que fue filmada. Todos los que alguna vez han intentado hacer cine se han encontrado con mucha dificultades por los costos que conlleva filmar, para el director de Tangerine: Chicas Fabulosas esto no fue un impedimento, ya que filmó esta cinta con sólo 3 iPhones 5s y una app llamada "Film pro", logrando un resultado mucho más que aceptable en cuanto a la calidad de imagen y que se coloca al nivel de cualquier cinta filmada de forma tradicional. Pero Tangerine: Chicas Fabulosas no sólo es destacable por la peculiar forma en la que está filmada, la cinta es verdaderamente original e hilarante, inesperadamente divertida y una gran muestra de que para hacer algo de calidad no se necesita un numeroso presupuesto ni el más costoso equipo de filmación, sólo se necesita el talento y el esfuerzo, un ingenioso guión y la pasión a la hora de querer compartirnos una historia.



Y

a lo ha dicho Woody Allen a través de su cine: el Hombre es una especie en perpetua insatisfacción, nunca está conforme y siempre quiere más o algo diferente a lo que tiene. Sébastien Nicolas, el protagonista de Un Ilustre Desconocido (Un Illustre Inconnu, 2014), lleva esta afirmación al extremo. Sébastien (Mathieu Kassovitz) es un personaje con una personalidad gris y con una existencia igualmente anodina; desde hace ya algún tiempo –suponemos por su confesión a un sacerdote que son muchos años– este agente inmobiliario se apodera de ajenas personalidades como parte de su ritual de repudio hacia su propia identidad. Imitación de voz, aprendizaje de ademanes y muletillas, y la modificación de las facciones mediante un cuidado pro-

ceso de creación de prótesis faciales, pelucas y maquillaje, son las herramientas que Sébastien utiliza para usurpar la personalidad de la persona que desea ser... hasta que esa personalidad ya no le satisface por completo y el vacío interior vuelve a imperar; entonces busca a otro individuo que posea una personalidad de la que se quiere apropiar y el ritual comienza nuevamente. El encuentro con un afamado violinista y la usurpación de su identidad arrastran a Sébastien a una vorágine de la que ya no podrá salir. Aunque parte de una premisa que está muy lejos de ser completamente original –recordemos títulos cinematográficos como Una vez en la Vida (Dead Ringers, 1988, David Cronenberg), El Talentoso Sr. Ripley (The

Talented Mr. Ripley, 1999, Anthony Minghella), Atrápame si puedes (Catch me if you can, 2002, Steven Spielberg) o textos como El Hombre de la Multitud (1840, Edgar Allan Poe)– y a pesar que en el segundo acto entra en juego una subtrama con tintes moralistas sobre la paternidad, el director Matthieu Laporte sabe cómo huir de los convencionalismos, y apoyado por la estupenda labor histriónica del verdade-ramente camaleónico Kassovitz, elabo-ra un thriller con gran sofisticación y au-tenticidad; se trata de un trabajo que más que jugar con el público y su recurrente fantasía de querer ser alguien más, elabora un complejo y reflexivo tratado sobre la personalidad humana y lo que define nuestra identidad.



L

a carrera fílmica del director inglés Andrew Haigh ha dado un salto cuántico insospechado en los últimos años y con su nuevo drama –construido abrevando de obras autorales al estilo de Bergman sobre las relaciones de pareja, la amargura esencial del amor y el pasado como lastre en los personajes– nos entrega una obra maestra del género. En 45 años (45 Years, 2015) Haigh rompe con los límites de su zona de confort y se aleja de la temática que había marcado su cine. Tras haber realizado previamente sólo dos películas con temática sobre las relaciones de pareja gay –su ópera prima Greek Peter (2009) y la galardonada y ya clásico de culto queer Weekend (2011) – y haber dirigido varios de los episodios de la serie de HBO, Looking, que también tiene como foco la vida emocional y sexual de personajes homosexuales, ahora explora los avatares a los que se enfrenta un aparentemente estable matrimonio de septuagenarios heterosexuales. El detonante del filme –que tiene como punta de partida un relato corto de David Constantine y que es adaptado para la pantalla por el mismo Haigh– aparece de manera epistolar ante la pareja protagónica: Geoff y Kate Mancer. La carta anuncia que el cuerpo de Katya, el primer gran amor de Geoff, ha sido encontrado congelado e intacto después de varias décadas del accidente en el que perdió la vida en los

Alpes suizos al caer por una risco, haciendo imposible su rescate. La noticia es por demás abrumadora, pero en un inicio sólo parece que quedará es eso, en un informe lamentable para la pareja y que continuarán su vida de manera normal. Pero Kate comienza a desconfiar de Geoff, pues con el paso de los días éste parece estar cada vez más afectado con la noticia, llegando incluso a considerar viajar a Suiza para reconocer el cuerpo, ya que al momento del accidente Katya y él vivían ya como un matrimonio a pesar de no estar casados formalmente. La carta ha provocado que las grietas que se mantuvieron siempre imperceptibles para la pareja, se muestren ahora cada vez más evidentes y se va debilitando así la estructura matrimonial que se presumía inquebrantable a tan sólo unos cuantos días de celebrar la fiesta de su cuadragésimo quinto aniversario. En 45 Años, Haigh se revela como un cineasta mayor, no sólo como un gran narrador —el guión es impecable, sin cabos sueltos— sino también como un estupendo director tanto de escena como de actores, logrando un trabajo loable en todo sentido. Sorprende principalmente por la confianza con la que filma; la película se siente orgánica y natural, algo logrado en gran medida gracias a su primera colaboración con el director de fotografía Lol Crawley, quien con el uso de una paleta de colores neutros, el uso constante de tomas

fijas y movimientos de cámara mesurados y elegantes, modela al filme bajo una estética austera, casi minimalista, bajo la que retrata con gran verismo la cotidianidad e intimidad de una pareja de esta edad, magistralmente encarnada aquí por Charlotte Rampling y Tom Courtenay —ambos en estado de gracia y merecedores de todos los reconocimientos al histrionismo existentes. Pero a esta parsimoniosa cotidianidad de paseos en la campiña y tranquilas lecturas en casa hay algo que se contrapone en el fondo del relato, algo que ha venido a trastocar la vida del matrimonio y que este filoso drama muestra sin concesiones emocionales con el espectador a través de su brutal veredicto: no existe el amor conyugal perfecto y el reencuentro con el pasado es inevitable, su oscura sombra siempre estará al acecho, esperando ominosa e inmisericorde el momento de engullirnos. Kate lo sabe, lo aprende de la peor manera posible cuando se da cuenta de que ha vivido casi medio siglo con una presencia siempre invisible pero que ahora se manifiesta casi palpable y muy poderosa entre ella y su esposo. La sublime secuencia al final de la película deja muy claro que ella lo sabe... y no puede hacer nada al respecto. Su matrimonio, su castillo de naipes, ya ha caído.



E

ilis es una bella joven irlandesa que vive junto a su madre y su hermana. Trabaja en una pequeña tienda y vive de manera modesta pero feliz. No obstante, su hermana Rose quiere una mejor vida para ella, así que, con el apoyo de un sacerdote amigo de la familia, ayudan a Eilis a dejar Irlanda para mudarse a América. Con mucho miedo, pero también grandes expectativas, la chica llega a Brooklyn, donde el sacerdote le ha conseguido un lugar donde vivir -una casa de huéspedes- y también un empleo como empleada de mostrador en una lujosa tienda; además, una escuela para seguir estudiando. Aparentemente Eilis la tiene fácil en la tierra de las oportunidades, pero estar lejos de la tierra donde nació y de su familia, le dificultan bastante su proceso de adaptación en su nueva ciudad. Ella no para de escribir cartas a su hermana y madre, de recordar su vida en Irlanda y de sentirse una extraña a pesar de la aceptación y ayuda que ha tenido, ella se siente sola. Una noche durante una fiesta con la chicas de su albergue, conoce a Tony, un apuesto chico italiano que trabaja de plomero y que a partir de ahí comienza a cortejarla. El joven es quien hace que Eilis comience a sentirse cómoda en Brooklyn, la lleva a conocer la ciudad con largas caminatas y charlas que hacen que inevitablemente terminen enamorados. Así, Eilis por fin comienza a disfrutar su vida en América gracias a Tony. Todo va de maravilla,

hasta recibe una terrible noticia que la hace regresar forzosamente a Irlanda, y a su regreso todo parece ser diferente, la situación no luce tan mal como cuando se fue, así que Eilis entra en un conflicto: quedarse de nuevo en Irlanda o continuar con la nueva vida que fue formando en Brooklyn. Para empeorar la situación conoce a, Jim Farrell (Domhnall Gleeson quien últimamente está muy solicitado en la gran pantalla), un chico adinerado, de aspecto engreído pero por el que comienza a sentirse atraída, aunque Eilis sabe que eso no puede ser, ya que del otro lado del océano la espera Tony. Situada en la década de los 50s, Brooklyn: Un nuevo hogar es dirigida por el irlandés John Crowley con un guión de Nick Hornby (también guionista de las nominadas al Oscar An eduacation y Wild) basado en la novela homónima escrita por Colm Toibin. El gran acierto de la cinta radica en la elección de la protagonista, y es que quién mejor para el papel de Eilis que la joven actriz de sangre irlandesa más prometedora de Hollywood, Saoirse Ronan (Se pronuncia 'Sor-sha', recuérdenlo), quien sorprendió cuando era aún una niña con su personaje de Briony Tallis, el cual le dio un gran reconocimiento y catapultó su carrera en la Meca del Cine. Ya ha pasado tiempo desde su primer gran papel en cine y Ronan es ahora una mujer, pero los años también han maximizado ese innegable talento que tiene. Y es que su

interpretación de Eilis es arrolladora. No es muy común que una chica de su edad nos dé una interpretación así, mostrándonos la fragilidad de la protagonista cuando llega a Brooklyn y como va adquiriendo carácter hasta verla como toda una dama, y esos hermosos ojos que con sólo verlos nos dicen todo. Su personaje, el triangulo amoroso en el que se ve envuelta y su interpretación nos remonta a una heroína clásica de la época de oro del cine. Brooklyn es una cinta elegante y sutil, la ambientación de época, los vestuarios y las locaciones pueden no ser de lo más ostentoso pero son las más adecuadas y perfectas para acompañar y complementar la trama que a pesar de tratarse de una historia nada novedosa o sorprendente, y abordar un tema muy recurrido en el cine, deslumbra precisamente por la nostalgia de ver este tipo de romanticismo clásico, como algo olvidado, desgastado por lo tanto que se recurrió a él y por lo distinto de la vida en la actualidad. Brooklyn nos narra las dificultades de ser un inmigrante, centrándose en los conflictos emocionales, en el temor de fracasar en la lucha por un futuro mejor, el miedo a dejar el pasado atrás y aventurarte a lo desconocido, un proceso que por demás resulta difícil al sentir que has dejado tu hogar, pero cuando se mira detenidamente y se aprecia lo que se ha construido, esto toma la forma de un verdadero nuevo hogar.



L

a nueva película del director Paul Weitz resulta una gran sorpresa, pues lo último que esperábamos de este realizador –que entre su filmografía tiene títulos dirigidos junto con su hermano Chris Weitz como Tu primera vez (American Pie, 1999) y Estrenando cuerpo (Down to earth, 2001) o algunos otros ya dirigidos en solitario como In good company (2004) y Muriendo por un Sueño (American dreamz, 2006)– es que nos regalara una de las comedias dramáticas más sólidas del año con un guión escrito por él mismo. Y es que desde el primer fotograma de Mi Abuela (Grandma, 2015) –la frase «El tiempo pasa. Eso es seguro», de Eileen Myles nos da la bienvenida– sabemos que estamos ante algo fuera de lo convencional para el director. La primera secuencia del filme no hace más que confirmarlo: Elle (Lily Tomlin), una académica veterana, discute y termina la relación con su mucho más joven novia Olive (Judy Greer). Acto seguido, mientras la septuagenaria aún llora la ruptura y hace un repaso por su vida a través de viejas fotografías, su nieta adolescente Sage (Julia Garner) se presenta en su casa para pedirle $600 dólares para realizarse un aborto, ya que en esta complicada situación no puede recurrir a su histérica y resentida madre (Marcia Gay Harden). Temporalmente en la quiebra tras haber des-

truido sus tarjetas de crédito en un arranque de revuelta personal contra el sistema, Elle decide visitar viejos conocidos, amigos y amantes para juntar la cifra para la interrupción del embarazo de la chica. De esta manera inicia el viaje por las calles de la ciudad donde abuela y nieta se enfrentarán a situaciones tan divertidas como emotivas mientras visitan a variopintos personajes, que como en toda buena 'road movie', harán que el viaje físico sea a la vez toda una odisea emocional de maduración y examen de conciencia cuando salen a relucir algunos secretos del pasado que se pensaban superados. Mi Abuela es una sobresaliente comedia dramática cuya principal virtud es ser un trabajo con un estilo narrativo depurado, desprovisto de los ornamentos característicos del drama estadounidense, y por el contrario, está dotado de una gran honestidad y frescura en la manera que presenta su discurso sobre la solidaridad entre mujeres, las brechas generacionales y la defensa de la soberanía del cuerpo y la sexualidad femenina. El aparentemente sencillo guión está cargado de un subtexto pleno de contenido social con fuertes cuestionamientos hacia la moral occidental que va soltando a través de un humor bastante ácido, cortesía del gran personaje de la abuela cascarrabias. Weitz hace

un buen desarrollo de personajes; no son arquetípicos sino con muchas capas y diversas perspectivas en cuanto a la vida, son roles alejados de los clichés que se presentan con sus virtudes muy marcadas pero sobre todo con los defectos muy evidentes. En este sentido, las tres actrices principales del relato generacional ofrecen trabajos solventes y en un tono acorde con la propuesta de comedia dramática, pero es Tomlin quien inevitablemente roba cámara en cada escena; la experimentada actriz se encuentra aquí en estado de gracia y nos regala un fenomenal 'tour de force' que injustamente fue ninguneado por la Academia –Jennifer Lawrence está ocupando este año el lugar que le corresponde a la veterana en las nominaciones al Oscar. Inteligente, madura y grosera, pero a la vez emotiva y entrañable, Mi Abuela es una propuesta de cine fresco y en cierto sentido transgresor al evitar por completo los panfletos moralinos de otras producciones que tratan el tema del aborto. La cinta de Weitz se aleja de juicios morales sobre este tema y se enfoca simplemente en defender el derecho femenino de decidir sobre su cuerpo y sexualidad, además de construir una profunda reflexión sobre la vida, el paso del tiempo y lo que perdemos en el camino. Recomendable al 100%.



B

ajo la batuta del debutante Tim Miller, Deadpool (Ryan Reynolds) hace su aparición en pantalla fungiendo como el narrador autodiegético de esta suerte de tragicómico viaje del héroe en el que se ha convertido la vida de Wade Wilson desde su diagnóstico un cáncer terminal que se ha extendido a varios órganos y su posterior decisión de someterse a un tratamiento experimental bajo la promesa no sólo de curarlo completamente sino también de otorgarle extraordinarias habilidades superhumanas. La película comienza con una genial secuencia de acción con Wilson ya enfundado en su ajustado traje rojo que evita que sus enemigos lo vean sangrar y con el uso de largos flashbacks y mucho sentido del humor nos cuenta cómo fue que obtuvo esos extraordinarios "dones" y porqué busca desesperadamente a un tipo llamado Francis. Al llegar a la mitad de la trama, los flashbacks y la narrativa del presente finalmente se empalman para dar paso al pirotécnico tercer acto donde finalmente héroe y villano –británico– se verán las caras... o bueno, la máscara y la cara. Como es evidente por la premisa, Deadpool no tiene nada de original con

respecto a otras cintas de superhéroes, es la típica historia del nacimiento de un personaje cuasi inmortal a través de un tortuoso camino, algo así como un Wolverine con mala leche. La diferencia –que no originalidad, recordémoslo– de la película de Miller es no sólo el humor mordaz con el que se aventura a señalar los clichés del cine de superhéroes que la industria hollywoodense anualmente entrega de una manera desvergonzadamente genérica, sino también el recurso de romper frecuentemente la cuarta pared en medio de la acción, presentándose ocasionalmente como un lúcido juego de metaficción en el que es el mismo Ryan Reynolds –y no el personaje al que da vida– quien le hable directamente al público. Dejemos claro que Deadpool es una muy necesaria bocanada de aire fresco para el cine de superhéroes a través de un humor satírico hacia el subgénero –ensañándose particularmente con la saga X-Men– y la forma en la que el personaje/actor nos cuenta el relato del héroe que no quiere serlo, pero también en este sentido hay que señalar que es un filme que se limita a sí mismo, y que este humor satírico jamás alcanza niveles verdaderamente

incisivos que hubieran podido derruir los pilares del cada vez más obsoleto cine de superhéroes –Avengers: La Era de Ultrón (2015) es el ejemplo más claro de que el género ya se está agotando– y construir sobre sus restos una cinta que realmente le diera la vuelta al género al que pertenece. Sí, es verdad que la película es una declaración de principios que evidencian el estancamiento creativo del actual cine de superhéroes, pero la misma cinta en sí es un 'fanservice' que sólo quiere complacer a los seguidores que buscan en la gran pantalla lo que el cómic de este antihéroe lleva años brindándole en papel y tinta: sangre y chistes subidos de tono. La película del majadero antihéroe de Marvel es una de las más anticipadas del año y llega con la promesa de revolucionar el estancado cine de superhéroes, lo cual no logra pero hace un trabajo lo suficientemente decoroso para considerarla como una de las más refrescantes y divertidas películas basadas en cómics de los últimos cinco años.



A

las faldas del Monte Fuji, en Japón, se encuentra el bosque Aokigahara cuya traducción literal es "Mar de árboles", pero es conocido también como "el bosque del suicidio". Se trata de un lugar milenario donde las familias pobres abandonaban a los bebés y ancianos durante las hambrunas que asolaron el Japón feudal en el siglo XIX. La gran cantidad de muertes inocentes en el lugar le dieron la fama de bosque maldito en el que se cree que en tormento permanecen los fantasmas de todos quienes allí murieron. A partir de la década de los 50 del siglo pasado, el gobierno comenzó a reportar un alto número de suicidios en el bosque, y a finales de los 80 el índice de cadáveres aumentó drásticamente. A principios de la década pasada, el gobierno dejó de dar a conocer las cifras de los suicidios, pero se estima que, en promedio, más de cien personas al año acuden al lugar para quitarse la vida. Es en este macabro lugar donde se sitúa El Bosque Siniestro (The Forest, 2016), el primer largometraje del director Jason Zada, una historia de terror protagonizada por Natalie Dormer (conocida por ser la calculadora Margaery Tyrell en la serie Game of Thrones) co-

mo Sara, una joven que recibe la noticia de la desaparición en este legendario bosque de su hermana gemela Jess, quien trabajaba como maestra en Japón. La noticia obliga a Sara a viajar desde Estados Unidos para adentrarse en los 35 km cuadrados que componen la zona boscosa con la misión de encontrar a su hermana, pues debido a su conexión especial puede asegurar que aún se encuentra con vida. Pero lo que Sara no espera es que, al entrar al bosque, los espíritus usarán su tristeza en su contra y la harán enfrentarse con sus fantasmas personales. La correcta interpretación de las gemelas por parte de Dormer –sólo ella saca a flote los flashbacks donde vemos la entrañable relación que tenía con su hermana y los fuertes lazos que las unían antes de tomar rumbos distintos en sus vidas– y la buena fotografía de Mattias Troelstrup, son los únicos elementos rescatables de la cinta y evidentemente estos aspectos no son suficientes para mantener a flote un mediocre guión que hace agua por todos lados –increíble que haya sido escrito por cuatro personas: Nick Antosca, Sarah Cornwell, Ben Ketai y David S. Goyer. El bosque siniestro parte de una bue-

na premisa –aunque vinculada con un oscuro tema de plagio de la historia original plasmada en el cómic El bosque de los suicidas del guionista y editor de cómics español Juan Torres, de quien pueden investigar más en la web si les interesa el tema– que tenía todos los elementos para conseguir una pieza fantástica del género; sin embargo, desaprovecha por completo el misticismo de la cultura japonesa que rodea a este bosque maldito, y en su lugar, se dedica a visitar los lugares comunes de casi todas las películas norteamericanas de terror basadas principalmente en los sustos ramplones, colocando a lo largo de la trama una serie de predecibles y hasta inverosímiles giros que no sorprenden ni a los más incautos. No obstante estas fallas –que ya en sí son graves–, el principal problema de la cinta de Zada es que olvida por completo que la creación de una atmósfera asfixiante es vital para una historia de esta naturaleza; de esta manera tenemos, entonces, un trabajo desastroso, una película de terror ordinaria "made in USA", o en otras palabras, "una gringadera" como la que ya hemos visto tantas veces.



E

l actor francés Clovis Cornillac (Amor eterno) debuta tras las cámaras con una ligera comedia romántica. La trama de Me quiere, no me quiere (Un peu, beaucoup, aveuglément!), genérico título que le han puesto a la cinta para su distribución en México y cuya traducción más certera sería Un poco, mucho, ¡a ciegas!, es completamente elemental y apenas logra ser rescatada por el divertido guión y el desempeño de los protagonistas: la guapa Mélanie Bernier y el mismo Cornillac. Ella interpreta a una aspirante a pianista profesional y acaba de mudarse a su nuevo departamento, ubicado en un edificio contiguo al de él, un inventor de complicados rompecabezas y otros complejos juegos de mesa que requieren un elevado conocimiento matemático y estratégico, por lo que gusta del silencio y la soledad para obtener la concentración requerida para la creación de sus inventos. El problema surge debido a que los muros que separan los edificios no logran aislar en absoluto el sonido del departamento aledaño, lo cual lo obliga a él a escuchar las actividades y

conversaciones de cuanto inquilino renta el departamento, por lo que ha ideado varias estrategias para deshacerse de ellos de manera casi inmediata. Una de estas estrategias es utilizada con su nueva vecina pero ella lo descubre y comienzan entonces una guerra campal; él para martirizarla y obligarla a abandonar el departamento, y ella para igualmente torturarlo y acceda a establecer estrictos horarios de actividades para no perturbarse mutuamente. Al final los horarios son establecidos y entablan una relación de cordialidad que con el paso de los días va evolucionando a una buena amistad y a una relación sentimental improbable pero práctica y efectiva en la que incluso sobran los nombres propios -nunca se revelan sus verdaderos nombres y se llaman cariñosamente 'cosa' y 'coso'. Me quiere, no me quiere es una cinta que no descubre el hilo negro del género romántico, y que tampoco lo pretende; se trata de una chick flick de manual, tiene todos los ingredientes, situaciones y pasos básicos que demandan para su elaboración este tipo de películas: hay

personajes aparentemente opuestos que acaban sintiendo una atracción intempestiva que los lleva a formar la pareja ideal; también están presentes los mejores amigos de los protagonistas que sirven de apoyo moral -y funcionan también como el elemento comic-relieve para la trama- y que eventualmente terminarán conociéndose y con la probabilidad de una relación, aunque sea fugaz; también están presentes los conflictos que, casi siempre por un malentendido, terminarán separando a la pareja en el segundo acto de la película, tan sólo para darse cuenta, ya en la recta final del tercer acto, que están hechos el uno para el otro y se reconciliarán. Así pues, Clovis Cornillac deja de lado cualquier aspiración artística y encamina sus esfuerzos hacia la construcción de una comedia romántica que cumple su cometido, y que resalta de otras propuestas del género por el ingenio de su guión con divertidas líneas y una frescura sorprendente de sus protagonistas, quienes logran una gran química en pantalla aún estando separados por un muro de concreto.



D

avid es un enfermero maduro y encantador, es una persona algo introvertida pero muy comprometida con su trabajo: cuida a pacientes terminales. David prácticamente ha dejado por completo su vida de lado y ahora sus pacientes son su refugio y su motivo para vivir, relacionándose con ellos de una forma más personal, incluso llegando a sentir cariño por todos y cada uno de ellos. Pero es a raíz de la muerte de una paciente muy querida, y de la demanda de los familiares de otro paciente por supuesto abuso sexual, que cree encontrarse en el momento adecuado de reencontrarse con su pasado. Con esta sensible premisa está de regreso el joven cineasta Michel Franco, quien ya se ha posicionado como uno de los directores mexicanos a tomar siempre en cuenta; sus filmes han gozado de buen recibimiento en festivales, especialmente en el de Cannes. Y es precisamente ahí donde conoció al protagonista de su más reciente cinta: Tim Roth. El actor fue Presidente del Jurado en el evento fílmico dentro de la sección Un certain regard

(Una cierta mirada), cuando Franco ganó en dicha sección con su cinta Después de Lucía (2012). El actor le manifestó su admiración y se puso a sus órdenes para trabajar juntos en un futuro. Ambos han declarado que la química fue inmediata, que los dos sentían que eran seres bastante parecidos y que veían el arte de similar manera, y es así que se pusieron en marcha para realizar El último paciente (Chronic, 2015), cinta con la que este año Franco estuvo en competencia por la Palma de Oro en Cannes donde se llevó el premio al mejor guión. Franco, quien se inspiró para el guión en la experiencia personal de la agonía y fallecimiento de su abuela, nos muestra el día a día de este enfermero de una manera muy íntima; sus sacrificios para atender a sus pacientes, la relación estrecha que ha forjado con ellos y los familiares de éstos, y por supuesto la muerte de estos hombres y mujeres a los que ha llegado a querer. Pero sobre todo, El último paciente habla del amor con el que este hombre realiza su trabajo, así como de las diferentes formas de actuar

de las personas ante el del duro proceso que representa el inminente final de la vida. La cinta sigue en todo momento al personaje de Tim Roth que nos da una contenida y emotiva interpretación de este reservado personaje del que no sabemos mucho, pero que es evidente que guarda un profundo dolor por el pasado. Franco nos va llevando con su característica paciencia y sutileza a través este retrato sobre las relaciones humanas con un estilo narrativo y visual muy similar al mostrado en su anterior trabajo (la ya citada Después de Lucía) y con escenas aparentemente sencillas pero con un gran poderío visual y emocional (esencial el trabajo del cinefotógrafo Yves Cape para lograr eso) es que nos va guiando hacia un final abrupto que para algunos resultará algo forzado. El último paciente contiene, sin embargo, un tratamiento sin rodeos sobre muchos tópicos como el perdón y la muerte asistida, elementos que sin duda alguna trastocará la sensibilidad de la mayoría de la audiencia.



E

ntrar en el palacete. Recorrer con la vista la decoración, nutrida de utilería teatral y entre ella, múltiples portarretratos de la anfitriona con atuendos propios de las heroínas de operas famosas a través de los tiempos. Ataviada de música, así vivía Marguerite. En los años veinte franceses, el glamour se encontraba entre la rancia sociedad que buscaba recaudar fondos para los heridos o huérfanos de la Primera Guerra Mundial. Aunado a ello, estaba el estímulo de los mecenas para los nuevos artistas de academias clásicas, como el conservatorio, pero también, los grupos reaccionarios ante aquella "apacible inestabilidad", quienes aún llevaban el estandarte de la revolución en contra de los opresores del pueblo. Una vida lejana por completo de la que rodeaba a Marguerite. Xavier Giannoli dirige magistralmente a una Catherine Frot, quien interpreta a la Baronesa de Dumont, de cierta edad, quien gusta de rodearse de los elementos que proporcionan magia a la interpretación del bel canto, por lo cual, vive en una esfera de belleza onírica que flota gentilmente entre el vacío de un hogar y los tonos vocales de tenores, contraltos, bajos, sopranos y mezo sopranos.

Desde su mirada, el mundo se mueve con grácil inocencia, la amistad es inquebrantable y la lealtad, lo es todo. Siempre en busca de hacer el bien, no pretende encontrar lo obscuro, rebuscado, irónico o sarcástico en el actuar de los demás: espera el pago con la misma moneda. No alcanza a retener los retruécanos en su mente, pues las palabras viajan con el viento y sólo regresan en forma de aria. Pero, ¿quien era ella? La esposa, la dueña de la casa y poseedora de una gran fortuna. Ama de un Madelbos a su entero servicio (conocedor de cada uno de sus deseos, autor de sus fotografías artísticas, corrector de imperfecciones de su cotidianidad y enlace entre sus fantasías y el mundo alrededor), entusiasta promotora de arte, ávida de nuevas experiencias en el mundo artístico y colaboradora accidental de un performance activista así como de un triángulo amoroso. Da igual, su respiración será entrecortada por la emoción que la embarga y la ansiedad que la mueve. De hecho, el Conde Dumont resultó el personaje cuya ausencia justifica la presencia de ese mundo que bien podría reducirse a una habitación de música. Como esposo, sufría los eventos en los cuales Marguerite actuaba para sus amigos, razón por la cual siempre

tenía el pretexto adecuado para ausentarse. De igual forma, no podía sino permanecer a su lado pues su situación económica peligraba en ese momento histórico. Su amante, convenientemente cercana a su esposa, resultó ser la sumisa confidente que su esposa no podía ser, pues los negocios y la expansión no formaban parte de su contexto. Para esa vida a ritmo de adagio, debía llegar Kyrill Von Priest, mordaz periodista que logra colarse en el palacete de Marguerite para hacer una reseña cargada de ironías retocadas con el suave encanto de una persona entregada al placer de descubrir al personaje de la baronesa en su culmen, en una suerte de esencia que le deja maravillado al mismo tiempo que extasiado por tener un sujeto del cual hacer blanco para sus reportes. A la larga, aquel texto logrará cambiar el movimiento a un sutil allegro que irá in crescendo hacia el clímax de la historia. Es en ese momento en que las piezas comenzarán a moverse para lograr lo imposible, desde cualquier ángulo, pues lo único que puede conseguirlo es el dinero que se debe invertir para cumplir el sueño que le regresa un hálito de vida a Marguerite y, la complicidad de un maestro que le pueda guiar en su cometido: Atos Pezzini. Será él,




ataviado en sedas y ropajes propios del ambiente operístico de élite, con su inseparable equipo de colaboradores y la siempre oportuna atención de Madelbos, quien busque obtener la rara belleza de la capacidad tonal de la aspirante a estrella. Precisamente ahí reside el leitmotiv de esta historia: tratar de hacer bello lo que no es. En México tenemos la frase "Canta feo pero con sentimiento", para referirnos a ese imparable entusiasmo que muestran algunas personas por hacer público su gusto por la interpretación, cuando en realidad, les falta mucho por lograr una armonía, ya no digamos alcanzar notas o realizar florituras con su voz. Y también cabe la pregunta: ¿quiénes somos nosotros para decirle que no lo haga? Ante esta divergencia, los espectadores pueden encontrar la tendencia de su opinión basándose en la evidencia presentada, pues no hay lugar para opiniones a medias, sino para tomar bandos directamente. Tal como lo hacen los personajes alrededor de Marguerite. Entre las metáforas visuales y auditivas que encontramos en el film, podemos reconocer también los momentos álgidos, las verdades a medias, los descubrimientos personales, pero también la sutil manera en que todo va, como en un gráfico financiero, en picada hacia el fracaso. De ahí la divergencia:

que suceda por su bien, pero mejor que no suceda, por su bien. Extraña dicotomía en la que el director lleva al espectador a cambiar, entre una escena y otra, su parecer respecto de lo que debe acontecer. Curiosamente, hay un momento en que parece arribar el realismo mágico latinoamericano a la historia, en el cual creemos que habrá un resultado maravilloso, después todo, que encontraríamos la farsa en lo mostrado previamente y nos daríamos cuenta que la historia cambiará de pronto. Un pequeño scherzo para darnos cuenta de la ópera que estamos presenciando, donde ya identificamos plenamente a los personajes y cómo hemos saltado de la comedia a la tragedia con eslabones tan firmes que no nos permiten perder el ritmo de la narración. Las máscaras no fueron necesarias en este caso aunque sí los vestuarios celosamente cuidados: Marguerite en lujosas telas para sus vestidos, incluso cuando aparece con sus batas o pijamas. El Barón, su esposo, en austeros trajes de forzosa corbata, sacos de color obscuro y pesados abrigos para el invierno. Madelbos en su rígido uniforme de mayordomo, sin una arruga y solo descompuesto en los confines de su habitación. Kyrill, en su traje económico a la usanza de los burócratas de la época, solo con la melena despeina-

da para enfatizar su desprecio hacia las formas aristócratas de la época. Todos perfectamente definidos en cuanto a su papel. Por extraña que pareciera, la historia está basada en hechos reales y seguramente, como dijo el adusto mayordomo, las fotografías están viendo pasar el tiempo, con las expresiones propias de las heroínas de Verdi, Wagner y Puccini. Más aún, el solo reconocimiento de la existencia de dicho personaje, seguro ha hecho que varios nos interesemos por lo que aconteció para que Marguerite Dumont originará su mundo en tan alta expectativa, con tan pobre espíritu. Esta película francesa en automático se convertirá en clásica, ya que pocas veces la ópera ha estado tan relacionada con el episodio que se proyecta en forma casi simultánea, con la contraparte tan marcada de una voz apagada que desea ser escuchada (la excepción sería M. Butterfly, 1993). Por supuesto, es la versión hardcore de las cantantes que dedican su vida y entusiasmo a colocar las notas correctas para hacer de la música, un discurso armónico en el cual las tragedias y las alegrías pueden percibirse con el color del sonido, con la ligereza de su alma y con la potencia de su voz.


S

pielberg es un realizador que ya tiene su nombre grabado con letras de oro en la Historia del Cine. El llamado "Rey Midas de Hollywood" es responsable de grandes clásicos del celuloide como Tiburón (Jaws, 1975), Encuentros cercanos del tercer tipo (Close Encounters of the Third Kind, 1977), E.T.: El Extraterrestre (E.T. the Extra-Terrestrial, 1982) y La Lista de Schindler (Schindler's List, 1993), por mencionar sólo algunos títulos esenciales de su extensa filmografía. Y es que pese a tener un nivel de detractores equiparable al de sus admiradores, es imposible negar que es un habilidoso narrador. En su nuevo trabajo, Puente de espías, podemos apreciar a ese director que antepone la narración ante el artificio para contarnos la historia inspirada en hechos reales de finales de la década de los 50s en la que James Donovan (Tom Hanks), un abogado de Brooklyn, es contactado por la CIA para encomendarle la misión de defender a Rudolf Abel (Mark Rylance, ganador del Oscar como Actor de Reparto por este papel), un espía del Kremlin que ha sido capturado por el FBI en suelo

estadounidense; pero luego de que el piloto estadounidense Francis Gary Powers (Austin Stowell) es capturado por las fuerzas de la Unión Soviética, Donovan debe intentar rescatarlo proponiendo un inaudito intercambio: Rudolf por Francis. De esta manera comienza el periplo de Donovan, atrapado en la tarea de resolver esta titánica empresa geopolítica, enfrentándose sus ideales y sus principios como ciudadano estadounidense, a tener que hacer lo que es necesario pese a que, en ocasiones, eso no signifique hacer lo correcto... y viceversa. Spielberg confecciona una cinta atípica tanto dentro de los parámetros que han guiado su filmografía su carrera como en la historia del cine contemporáneo. Puente de espías es una cinta de espionaje de la vieja escuela, una historia en la que el cineasta recurre a sus ya mencionada dotes como narrador a través de un leguaje cinematográfico puro que evita lo más posible recurrir a efectismos gratuitos. Spielberg se muestra maduro en la manera de filmar esta historia –con guión firmado por los hermanos Coen, ni más ni menos– poseedora de reminiscencias

de la mejor intriga novelística de John Le Carré y revestida con un aire de melancolía que la lente de Janusz Kaminski impregna en cada fotograma. La película posee ese 'mood' tan particular de los clásicos del espionaje, emparentándose de cierta manera al cine de los años 50 pero con la calidad del cine digital. Sin embargo, hay algunos puntos que se le pueden reprochar al filme y son precisamente algunos de los aspectos característicos de su estilo que tantos detractores le han recriminado por años a su artífice: la película peca en momentos de una gran cursilería melodramática que se antoja manipuladora, además de contar con ese usual aire patriotero que enarbola a la nación vecina del Norte; aunque si podemos pasar por alto estos detalles, como recompensa disfrutaremos de un entretenido –a pesar de su muy pausado desarrollo y sus casi dos horas y media de duración– thriller de intriga internacional bastante eficiente y fuera de lo común en estos tiempos donde la frenética acción es imperante en el cine.



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on un pasado cinematográfico pleno de comedias absurdas como Al Diablo con las noticias (Anchorman, 2004), Ricky Bobby: Loco por la velocidad (Talladega Nights: The Ballad of Ricky Bobby, 2006), Hermanastros (Step Brothers, 2008) o Al Diablo con las noticias 2 (Anchorman 2, 2013) –además de ser antiguo escritor del ya legendario show de comedia Saturday Night Live y guionista de la divertida película de Marvel, Ant-Man: El Hombre Hormiga (Ant-Man, 2015)– el director Adam McKay sorprende al revelarse como un cineasta serio al que hay que tener en la mira gracias a la cinta La Gran Apuesta, una película que se presume modesta en términos de producción –por supuesto que sus 28mdd están muy lejanos a los 135mdd de El Renacido (The Revenant, 2015)– pero que posee más importancia de la que se puede apreciar en un visionado superficial. El filme aborda el estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos que dio pie a la crisis financiera mundial de 2008 –cuyos estragos aún se pueden percibir pese a que algunos conductores de televisión digan que la situación económica de los Estados Unidos no nos afecta– pero desde una perspectiva inteligente y un tono de comedia oscura completamente alejada de su acostumbrado humor facilón. En esta ocasión, la mirada de McKay se enfoca en cuatro personajes relacionados de distintas maneras con la industria inmobiliaria que pudieron prever la inminente crisis económica pese a que los bancos y el gobierno negaban que tal cosa sucedería y los medios se rehusaban a hacer eco de tan improbables rumores. Mark Baum (Steve Carell), un administrador de fondos de alto riesgo; Michael Burry (Christian Ba-

le), gestor de fondos de la compañía Scion Capital LLC; Ben Rickert (Brad Pitt), un socio de la empresa Cornwall Capital que se hace aliado de dos novatos (encarnados por Finn Wittrock y John Magaro) que buscan también invertir en contra de las inmobiliarias; y por último Jared Vennett (Ryan Gosling), un comerciante de Deutsche Bank y el narrador que nos marca el camino de la historia –aunque su personaje sea quien aparezca menos tiempo en pantalla que el resto de los protagónicos–, son los personajes inspirados en personas reales que tomaron ventaja de la situación entre la astucia y la ambición para apostar en contra de la burbuja inmobiliaria, para luego verse enfrentados con el lado más oscuro del implacable mundo bursátil: la debacle monetaria global, el caos hipotecario, la bancarrota, el desempleo masivo, y por supuesto, los inevitables desahucios. Guardando las distancias, La Gran Apuesta –adaptación un tanto libre del best seller homónimo de Michael Lewis– no puede evitar recordarnos en varias ocasiones a El Lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013), pues ambas comparten un humor mordaz y oscuro del mundo de las finanzas que es provisto por personajes cínicos –como el de Ryan Gosling– que no dudan en romper la cuarta pared a la menor provocación para hablar de frente y sin tapujos al espectador sobre cuánto dinero están por ganar y lo bien que los hace sentir, como cuando Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio) nos dice cuantos millones de dólares ganó en un año. Pero además de su magnífico humor sinvergüenza, la película posee un ritmo ágil que se obtiene con la edición vertiginosa de Hank Corwin, la inquieta cámara de Barry Ackroyd,

y un guión que astutamente inserta esporádicamente en medio de la narración una suerte de 'cápsulas informativas' con celebridades interpretándose a ellas mismas –como Margot Robbie (¿otra coincidencia con El Lobo de Wall Street?), Selena Gomez o Anthony Bourdain– y que son quienes se encargan de explicarnos ciertos términos y ejemplificar situaciones particulares del mundo financiero. De esta manera, La gran apuesta es más que una de las películas imprescindibles de este año, es un estudio socioeconómico del capitalismo bastante detallado, divertido y fresco pero con un regusto amargo, no tanto por el resultado de la película como pieza cinematográfica, sino por la naturaleza de la historia. Tenemos, entonces, que la película se convierte en una obra didáctica al hablarnos del carácter cíclico de la economía capitalista: hay crisis, hay recuperación, hay plenitud... y luego todo vuelve a empezar, pero todo es parte de un sofisticado sistema de engranaje diseñado para funcionar de esa manera, y es imparable. Al saber esto, entonces se vuelven predecibles las debacles económicas por los capitales ficticios que pronto pierden la capacidad de soportar el fraude de las empresas; pero sólo algunos avezados logran percibirlo antes de que suceda, como los protagonistas de esta cinta que resulta un gran apoyo para comprender por lo menos un poco más de la maquinaria bursátil contemporánea y su impacto social en los estratos menos favorecidos, instándonos también a voltear la mirada hacia el sistema capitalista y cuestionarnos sobre su verdadera estabilidad.



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ichel y Victoria Franco nos presentan un filme que toca un tema polémico para la sociedad mexicana como lo es la problemática de los niños en situación de calle y de los abusos de los que pueden ser víctimas, partiendo de una idea que nació del cortometraje que realizó Michel llamado Entre dos. Para la realización del guión, los hermanos unen visiones y logran un filme de cruda denuncia. Victoria trabajó en la calle, pues se encargó de la parte documental que fue medular para la el rumbo que tomaría la película, ya que no existía un guión preciso, sino una línea de lo que querían presentar. La película se estructuró a partir de la investigación y lo que se fue encontrando en la calle; esto generó que fuera una historia desoladora. Michel, por su parte, tiene una línea como director con películas como Después de Lucia o Daniel y Ana, con temáticas intensas que tienen que ver con la realidad de México, películas que ayudan a entendernos como sociedad. La cinta puede colocarse dentro de los terrenos de la docuficción. La parte filmada en la calle es real, tanto de los chicos de la calle, como del personaje de Benjamín. El título A los ojos responde a que generalmente no se quie-

re ver de frente la problemática, y ellos la presentan directo al espectador para que, si no lo sabe, se entere y provoque un cambio de conciencia. Para familiarizarse sobre el tema fue necesario el apoyo de Sofía Almazán, directora de 'Casa Alianza', una casa hogar que ayuda a la población vulnerable, en especial a los niños que sufren abandono. El trabajo actoral lo realizan Mónica del Carmen (Mónica), quien es la única actriz profesional de la cinta -a quien hemos visto en “Año bisiesto” por la que logró varios reconocimientos- y que para prepararse para este rol salió a las calles con 'Casa Alianza' a involucrarse y entender el vivir de estos niños; Omar Moreno (Omar), un pequeño de 9 años que representa a su hijo; Benjamín Espinoza (Benjamín), el chico de la calle de 16 años; y Jacobo Najman, quien da vida al doctor del filme. En pantalla, Benjamín representa su propia historia, ya que es un chico en situación de calle y adicto a las drogas; un chico que tiene un potencial muy grande y altas capacidades, según palabras de Victoria, por eso se le eligió para el papel y se tuvo un proceso verídico filmando dos meses con él en la calle, obteniendo escenas donde da testimonio de lo complicado que es de-

jar las drogas y esto fue parte de su proceso real de desintoxicación. Mónica es una trabajadora social dedicada a rehabilitar niños que viven en las calles de la Ciudad de México. Ella tiene un hijo de nueve años, Omar, el cual tiene un problema visual muy grave y que cada día empeora aún más, pues es una enfermedad degenerativa, lo cual hace que Mónica entre en un estado de desesperación por ayudar a su hijo, quien tiene un desempeño en la escuela mínimo y cada día tiene menos relación con niños de su edad, además de pasarse largo tiempo encerrado en casa esperando que su mamá regrese de sus jornadas laborales. Mónica conoce a Benjamín y decide llevarlo a vivir a la azotea de su casa para ayudarlo en su problema de adicción. Omar convive y conoce más a fondo a Benjamín, comenzando a entablar una entrañable amistad, pues cada uno en su mundo habían estado solos. Pero Mónica toma una decisión que cambiara el rumbo de sus vidas. A los ojos es una película realmente emotiva que logra sacudir sentimientos, que pretende mostrar una realidad que muchos queremos ignorar, pero que existe y se sigue multiplicando; es una de esas películas provocadoras que generan un cambio de conciencia.






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o sé cómo empezar este artículo. Después de ver la película de Deadpool, y una película más de mi superhéroe favorito Batman vs Superman, ya ninguna película de superhéroes será igual para mí... además del exceso de películas de superhéroes en los últimos años. Pero trataré de no ser juez antes de verla y ser lo más imparcial que pueda. Aunque los X-Men ya tienen rato en la pantalla grande con muy buenos números en taquilla, quizá pronto veamos una de las mejores películas de la saga, el enfrentamiento contra uno de los villanos más grandes del universo Marvel: Apocalypse. Seremos testigos nuevamente de esa lucha entre mutantes para salvar a la humanidad del posible fin del mundo. Para los que no conocen mucho a cerca de Apocalypse, podríamos presentarlo de esta manera: es el primer

mutante sobre la tierra, estamos hablando de que es el “mascachicles más picudo”, ya que cuenta con muchas habilidades -como todo buen mutante-, desde cambiar de tamaño, cambiar de peso, tiene una alteración bio-molecular que le permite cambiar su cuerpo para mejorar en defensa o en ataque, es maleable, tiene proyección y absorción de energía, tiene fuerza superhumana y al ser expuesto a un virus tecno-orgánico y a la tecnología obtenida de una nave de los celestiales, su cuerpo es una mezcla de materia orgánica y poderosa tecnología, tiene habilidades mentales increíbles como telequinesis, telepatía y habilidades que como humanos nunca entenderíamos, prácticamente es un ser inmortal, que le sacará muchos dolores de cabeza a los mutantes buenos. ¿Qué podemos esperar de esta nueva película? Pues mucha acción acom-

pañada de excelentes efectos especiales y una muy buena trama que quizá la hará ser la mejor de todas dentro de la saga. Como siempre veremos que la unión y el trabajo en equipo son la clave, nos daremos cuenta que también nosotros estamos acabando con el planeta de una u otra manera. ¿Serán llamados de conciencia para nosotros los simples mortales? Quizá sí y estemos a tiempo para cambiar la manera de ser y no autodestruirnos, ser buenos y no cargar con el odio por haber nacido azul y nos hayan abandonado nuestros padres. No queda más que esperar al estreno, disfrutarla con nuestro refresco de cola y unas palomitas grandes. Y también ver que tanto daño le puede ocasionar en taquilla este antihéroe de color rojo, el murciélago y el kryptoniano.



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uiero creer. Es lo que pudimos leer en múltiples ocasiones en el ya clásico poster que tiene Fox Mulder en su oficina de los archivos X. Una oficina que guarda hechos inexplicables. Pocas series del género de ciencia ficción o de misterio sobrenatural han cambiado el estilo televisivo y marcado a toda una generación con personajes entrañables y situaciones desconcertantes. Las destacables en la memoria colectiva nos remontan a La Dimensión Desconocida o Lost, en donde en cada una de estas series, los personajes se enfrentan a situaciones que los sobrepasan como individuos al ser partícipes de momentos o experiencias que alteran a lo que llamamos realidad involucrando al espectador a ser parte de la historia. Al final del episodio apagabas el televisor y volvías a tu vida normal. Pero los Expedientes Secretos X destacaron por mostrarnos una verdad posiblemente real. Una verdad que ignoramos pero que sucede todos los días a nuestro alrededor. Todo esto se lo debemos al creador del concepto en la cual fue concebida la serie, Chris Carter, quien había sido un escritor de televisión teniendo un liviano éxito, se mostró interesado en un artículo del periódico que informaba que alrededor de 3.7 millones de estadounidenses aseguraban haber sido abducidos, y con la idea de un nuevo programa de televisión escribió lo que sería el episodio piloto titulado por el momento archivo X. Chris Carter tuvo que insistir para que la cadena de televisión FOX confiara en la novedosa serie que alteraba los parámetros de un clásico programa de la década de los noventa. La idea de Chris era mostrar a dos detectives del FBI en medio de eventos paranormales y de alcance extraterres-

tre mientras en el proceso alimentaban sus propias creencias decidiendo qué creer. Dentro de la creación de la serie hubo un par de elementos característicos que marcaron definitivamente a la serie, los más destacables era el elemento escéptico de Dana Scully con la contraparte de Fox Mulder, quien se considera todo un creyente en los fenómenos OVNI debido a un evento en su pasado familiar. Con el éxito que generó el episodio piloto se fue creando una fórmula que se repitió en el resto de las diez temporadas. La trama era sencilla: Al comienzo del episodio se mostraba un evento o suceso inexplicable que alteraba el orden y toda lógica de algún pequeño poblado o en su defecto, un evento desconcertante se registraba en alguna ciudad en donde al parecer las pistas son escasas y no hay posibilidad de atrapar al responsable. Sin embargo, en todo el tiempo en el que se trasmitió la serie, ésta se consideró única en su clase debido a que se crearon dos líneas argumentales de un mismo concepto. Se encontraban los casos conocidos como el monstruo de la semana, en donde el televidente sin tener un conocimiento previo de los eventos podía seguir el capítulo sin ningún problema mientras observaba como Mulder y Scully resolvían algunos casos que van desde asesinatos que involucran inocentes animales de un zoológico provocados por una fuerza invisible, parásitos degenerativos ocultos en el fondo del hielo ártico, un barco abandonado en una porción especifica en el mar provocando un aceleramiento el proceso de envejecimiento del ser humado si se entra en él, una bestia que se ha ocultado por décadas en los bosques de américa cuya única intención es sobrevivir, un inteligente ordenador computacional que comienza asesinar

a sus creadores para evitar su desconexión o un ser humano aparentemente normal que hiberna cada treinta años comiendo únicamente el hígado de exactamente cinco personas para completar su ciclo. Todos estos episodios crearon una ola de interés sensacional en donde la televisión americana no había visto nada igual. De igual modo se encontraba la trama principal que seguía las trabas que tenían que surcar los detectives del FBI para aclarar ciertos eventos relacionados con inteligencia extraterrestre, cuyo trabajo se veía altamente limitado por un siniestro personaje conocido como el fumador, cuyos intereses comprometían a toda la nación americana al intentar a toda costa ocultar la verdad sobre la vida alienígena. Esta teoría de conspiración generó los altos niveles de audiencia. La magia de todos estos elementos se debe en mayor a medida a su creador Chris Carter por la singular manera de abordar la vida de otros planetas, ya que hasta el momento en el cine principalmente había una fórmula que se repetía sin cesar: llegada de los aliens/comunicación fortuita, batalla humanos vs aliens y triunfo de los humanos. Chris Carter olvidó esto y creó un universo lleno de misterio en donde los grandes gobiernos han pactado con la raza alienígena, forjando sus propósitos en secreto, ocultando información y en el proceso diseminando un virus por medio de las abejas conocido como Pureza o "Cáncer Negro" para acabar de un modo silencioso con la raza humana sin destruir al planeta en el proceso. Al final solo quedarán pocos seres vivos y la colonización e inminente esclavización se llevará a cabo sin el menor de los problemas. Por otra parte la serie también creo una selección de episodios sin tema


paranormal o alienígena que pueden ser considerados como un descanso de la misma serie, un ejemplo de ello es la ola de asesinatos provocados por un asesino con tendencias necrofilias en su necesidad de conseguir cuerpos cada vez más frescos. Todo esto mezclado daba como resultado 43 a 45 minutos de misterio en donde el espectador se veía interesado en crear sus propias conjeturas o respuestas y en ocasiones al final del episodio sólo daba como resultado más interrogantes. Pero nada de eso sería de interés sin las influencias de las cuales se alimentó la serie, Carter ha declarado en múltiples ocasiones que ha tomado como gran fuente de inspiración a la televisión con los programas Alfred Hitchcock Presents, La Dimensión Desconocida, Night Gallery y Tales from the Darkside, quien asegura dieron el tono que estaba buscado para el programa. Por su parte el cine fue la mitad faltante para consolidar el sello definitivo, y entre los títulos más destacables podemos encontrar All the President's Men, Three Days of the Condor, Close Encounters of the Third Kind, La cosa, Los Niños del Brasil, The Silence of the Lambs, entre otros. Mientras que la base y fuerza narrativa llena de horror y misterio se la debemos en mayor medida al escritor H.P. Lovecraft. En la mayoría de los cuentos de Lovecraft, los personajes se enfrentan a situaciones inexplicables o psiquiátricas llenas de venganza, odio y personajes desconocidos. Mulder y Scully son dos individuos cuerdos que se adentran a situaciones que rompen la barrera de la normalidad para adentrarse a lo siniestro. La serie no sería la misma ni habría alcanzado el mismo éxito de no ser por todas estas influencias en las cuales se cocinó

todos estos años, mientras que nosotros como publico jamás podremos olvidar el memorable intro de la serie acompañado del singular silbido que todos conocemos. Y con el éxito que cosecharon, tras dos películas estrenadas en el cine con relativo éxito (Los Expedientes Secretos X: Combate al Futuro de 1998 que se estrenó al final de la quinta temporada cuando los expedientes X son clausurados y Fox Mulder y Dana Scully son reasignados a proyectos separados y Los Expedientes Secretos X: Quiero Creer del 2008 después de seis años de haber trasmitido la última temporada) han regresado para una décima corta temporada de tan solo seis capítulos estrenada el pasado 24 de enero del presente año. La emoción de los fans sumado a la cálida recepción de su regreso por parte de la crítica especializada demostró con claridad el impacto y el cariño que la mayor parte del mundo tiene por la serie protagonizada por David Duchovny y Gillian Anderson quienes ya pertenecen a la cultura popular al parecer para siempre. El legado que nos han dejado es enorme, en un inicio tomaron influencias de la televisión y el cine pero posteriormente fue la televisión quien se vio influenciado por este éxito que hasta el momento no ha sigo igualado debido a que ha resultado casi imposible mostrar un producto con el cual el público sienta empatía, se interese por la trama y sobre todo genere el nivel de audiencia al sintonizar en su televisor la serie en la hora de su trasmisión. Y este cariño inigualado por parte del público se ha demostrado con los más memorables reconocimientos entre los cuales destacan cuando en el 2007 Time la colocó dentro de las 100 mejores series de todos los tiempos, por su

parte, la revista Empire la posicionó en el noveno lugar dentro de la categoría de las mejores series de toda la vida mientras que en el 2009 su eslogan, la verdad sigue allá afuera fue una de las mejores frases del cine y la televisión más reconocibles en toda Gran Bretaña. También la serie sirvió como escuela y puente al éxito al descubrir nuevos talentos, entre los escritores más destacables de la serie se encuentra Vince Gilligan quien incorporó a la serie los capítulos más siniestros y fue el precursor del estilo found footage (cámara en mano) en algunos episodios, quien posteriormente, la saga millonaria Actividad Paranormal usaría como base centrar de su trama. Gilligan ahora es el rey midas de los dramas en televisión al llevarse todos los premios al ser el creador de Breaking Bad y el spin-off Better Call Saul, cuya serie funciona como precuela de Breaking Bad al ocurrir seis años antes y mostrarnos como se formó el peculiar abogado que terminaría asesorando y salvando en múltiples ocasiones a Walter White en su carrera como capo de las drogas. Mientras que en los premios por los que ha competido la serie suman 151 nominaciones de las cuales han ganado 111 hasta el momento. A manera de aniversario, el Museo Nacional de Historia Estadounidense de la Institución Smithsonian aceptó resguardar el guión original del primer capítulo y el póster clásico de la oficina de Mulder con la frase quiero creer para exhibición del público. Y hasta el final de los días, verdad o mentira, ellos continuarán en su búsqueda a lo inexplicable, a lo desconocido. Después de todo la verdad sigue allá afuera.




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s el año 2020. Un virus domina al mundo, la mayoría de estadounidenses están muertos, y la Gran Bretaña está gobernada por un dictador fascista que promete seguridad, pero no libertad. Un hombre llamado V está en contra de él, se mueve a través de Londres como un fantasma a pesar de los esfuerzos desesperados de la policía. Lleva una máscara que muestra el rostro de Guy Fawkes, que en 1605 intentó hacer estallar las cámaras del Parlamento. El 5 de noviembre, en la víspera del Día de Guy Fawkes, los escolares británicos durante siglos han comenzado hogueras para quemar en efigie Fawkes. En esta víspera en 2020, V salva a una joven reportera de televisión llamada Evey de violación a manos de la policía, la obliga a unirse a él, y vuela a pedazos las salas de tribunal de Old Bailey. V for Vendetta va a seguir sus hazañas durante los siguientes 12 meses, hasta la noche en que se ha comprometido a dar un gran golpe contra la dictadura. Vemos un estado policial que mantiene a los ciudadanos con medidas violentas y sin embargo es humillado por un solo hombre que parece inmune a ellos. El estado trata de suprimir el conocimiento de sus obras para hacer girar una explicación plausible para la destrucción del viejo Bailey, por ejemplo. Pero V se apodera de la red de televisión nacional para reivindicar la autoría de su obra. Esta historia fue contada por primera vez como una novela gráfica escrita por Alan Moore y publicada en 1982 y 1983. Su “héroe” actúa diferente ahora y es por eso normal preguntarse: ¿es un terrorista o un luchador por la libertad? Gran Bretaña está gobernada por un hombre llamado Sutler, quien da órdenes a sus subordinados desde una pantalla de Tv del tamaño de una pared y parece la personificación de “Big Brother”. Sutler es interpretado por John Hurt, quien, de hecho, dio vida a

Winston Smith en Nineteen Eighty-Four (1984). (V se parece un poco más a Jack el destripador, dada su capacidad de moverse hábilmente en áreas que la policía cree controlar. V for Vendetta fue escrita y co-producida por Andy y Lana Wachowski, cuyas películas de “matriz” también eran sobre rebeldes resistiéndose a un sistema de control. Esta película es más literaria y menos dominada por efectos especiales (aunque hay muchos), y está llena de ideas que son más intrigantes, porque no puedo terminar de entender el mensaje. ¿Es esta película una parábola sobre el 2006, una advertencia o una pura fantasía? Se puede ver de muchas maneras. El personaje de V y su relación con Evey (Natalie Portman) me recuerda al fantasma de la ópera. V y el fantasma son ambos enmascarados, se mueven a través de espacios subterráneos, controlan a los demás a través de la influencia de su imaginación y tienen una cuenta pendiente. Una de las diferencias, y una muy importante, es que la máscara de V no se mueve, es una que siempre tiene la misma expresión sonriente. Detrás de ella se encuentra el actor Hugo Weaving, usando su voz y lenguaje corporal para crear un personaje. Aun así, Portman tiene expresiones suficientes para cada propósito, desde un ciudadano obediente a simpatizante de V, y desde luego que la película es complementada con una galería de actores dotados. Además de Hurt como el dictador siniestro, vemos a Stephen Rea y Rupert Graves como los policías designados a encabezar la búsqueda de V. Tim Pigott-Smith es un instrumento del dictador. Estas personas existen en escenas donde son presentadas como seguros, hasta que V aparece como un tornado, utilizando artes marciales, armas ingeniosas y el elemento de sorpresa. ¿Por qué la máscara no limita su visión periférica? es una pregunta que voy a dejar a los expertos.

Hay ideas en este film. La más acentuada es la creencia de V: “la gente no debería de tener miedo de sus gobiernos. Los gobiernos deberían tener miedo de su gente”. No sé si este en lo correcto necesariamente, algo que estuve pensando es que en un mundo ideal los gobiernos de los estados y su gente deben de existir en armonía. Pero el miedo implantado en cualquier dirección conducirá a la violencia. Pero V tiene un estado totalitario para derrocar, y solo un año para hacerlo, y miramos como improvisa una revolución. Él recibe poco apoyo, aunque Stephen Fry interpreta a un presentador de televisión que critica al gobierno por su cuenta. Con la mayoría de los thrillers de acción basados en novelas gráficas, simplemente tenemos algo de sonido y espectáculo de luces. V for Vendetta dirigida por James McTeigue, casi siempre tiene algo interesante pasando, que nos invita a descifrar el personaje y la trama y aplicar el mensaje donde queramos. La película termina con un acto violento que me dejó infeliz, ya que como un amante de Londres, pienso que el enemigo de V es humano no arquitectónico. La película fue apartada de Alan Moore, que también quitó su nombre de las versiones gráficas From Hell y The League of Extraordinary Gentlemen. Su queja no era tanto con las películas, sino por el acuerdo que implicó el uso de su obra. No he leído la obra original, no sé lo que se cambió o se quitó, pero disfrute un poco la desorganización y confusión ideas que atentaba una parábola sobre el terrorismo y el totalitarismo.



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l director venezolano Jorge Hernández Aldana (El búfalo de la noche, 2007) se inspira en una serie de anécdotas de la infancia para apuntalar, junto con el guionista Gabriel Nuncio, la premisa de su nuevo filme: Los Herederos (2015), una pieza que funciona como espejo de un entorno social burgués sumergido en la podredumbre donde el dinero y la doble moral paterna permite un desarrollo adolescente exento de responsabilidades aún tras las más atroces acciones. Conocemos entonces a Coyo (Máximo Hollander en un solvente debut), un chico de clase alta recién entrado a la pubertad que entre la ociosidad vacacional y el furor de la incipiente adolescencia, quema el tiempo junto con sus amigos a través del alcohol, el sexo y la búsqueda de aventuras que les brinden oleadas de adrenalina, recurriendo además a la violencia cuando tener todo lo demás no los llena. En esta etapa de rebeldía ante la autoridad, de incomprensión paterna, de búsqueda de identidad y de necesidad de aceptación y pertenencia, Coyo se ve envuelto en un juego de violencia donde el disparo de un arma junto con los delirios de autoridad y poder violentan y fracturan la burbuja que lo protegía y lo enfrentan al mundo real. Evitando lo más posible los artificios narrativos, Los Herederos concibe un

retrato honesto y actual sobre la realidad mexicana en la que se crían las nuevas generaciones, un entorno pasivo-agresivo donde actúan sin límites ni consecuencias de sus actos. El trabajo de Hernández Aldana echa luz sobre el tema y desmitifica la fingida inocencia de la sociedad que pretende no ver lo que pasa frente a sus ojos; se trata de una historia hostil de corrupción de autoridades, de impunidad ante los crímenes, de esa tan común doble moral paterna solapadora de los actos más viles -algo que también vimos en Te prometo Anarquía, de Julio Hernández Cordón-, y de una juventud consciente de que, sea cual sea el tamaño su crimen, siempre podrá ocultarse bajo un fajo de billetes. La conclusión es devastadora y rabiosamente pesimista: para fortuna de unos pocos e infortunio de la mayoría, la sociedad está jodida. Coyo ahora lo sabe y está consciente de que es precisamente esta sociedad de crímenes impunes la herencia que ha recibido de sus padres. Coyo ahora se sabe intocable siempre y cuando tenga dinero y contactos correctos. Coyo también tiene conciencia de su inmunidad ante el ejercicio de la justicia y ha comenzado a labrar su propio camino con base en todo ello; así lo demuestra con esa última acción en el lejano paraje donde termina la película.



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arlos (Benny Emmanuel) trabaja como asistente en la peluquería de aroma antiguo de su padrino, a donde un miércoles por la tarde, durante la víspera del desfile del 16 de septiembre, llega el joven soldado Julio (Axel Arenas) para un corte de cabello militar y sus miradas se cruzan por primera vez. Tras el cierre del local, mientras Carlos rutinariamente limpia la peluquería, Julio regresa para que retoquen su corte y lo afeiten, pues no puede presentarse al desfile militar si no es impecable. Inesperadamente, esa noche la pasan juntos, cenando e incluso bailando en la peluquería entre bancas, sillas y espejos, pero también conociéndose un poco más, charlando sobre sus aspiraciones y su futuro: Carlos quiere seguir estudiando y para eso ahorra las propinas que gana en una caja de latón; Julio partirá a la frontera cuando el desfile militar termine. Como ya lo hiciera en David (2010), el cineasta mexicano Roberto Fiesco demuestra su destreza para desarrollar una historia a partir de una sencilla anécdota. Se trata de otra breve pero

poderosa historia de amor en un ambiente reducido –un cuarto de hotel en David, una peluquería ahora en Trémulo– en el que su recurrente cinefotógrafo Alejandro Cantú vuelve a utilizar su lente para capturar el encuentro fortuito que de nueva cuenta funciona como el camino hacia el descubrimiento mutuo, pero sobre todo, el del auto descubrimiento y aceptación de Carlos en un breve lapso, en tan sólo algunas horas de la noche y madrugada –tiempo reducido aún más en el cortometraje de apenas veinte minutos de duración– en las que germina un efímero romance profundamente trascendental para ambos que evoluciona rápidamente en un fugaz amor. En Trémulo, un encuentro casual en el centro de la Ciudad de México se convierte en una historia universal de crecimiento en la que Carlos ha experimentado, sin proponérselo, un rito de paso que lo ha transformado en un hombre. De ahora en adelante ya no sólo afeitará a otros caballeros en la peluquería, también se afeitará a sí mismo frente al espejo.



E

l nuevo trabajo del ya consagrado documentalista Everardo González (Los Ladrones Viejos: Las Leyendas del Artegio y Cuates de Australia) retrata la situación de un par de reporteros que se ven obligados a autoexiliarse de su propio país tras ser violentada su vida con amenazas de muerte y ejecución de familiares por parte del crimen organizado y buscar asilo político en Estados Unidos. Los casos del reportero Ricardo Chávez Aldana y del camarógrafo deportivo Alejandro Hernández Pacheco son la vía mediante la cual Everardo González expone en El Paso (2015) la situación de la persecución de prensa que se vive en México. El primero, reportero de nota roja, recibió amenazas de muerte y padeció la ejecución de dos de sus sobrinos tras denunciar la impunidad de los casos perpetrados por el crimen organizado; el segundo, camarógrafo deportivo, sufrió un levantón tras haber sustituido a un compañero, y su "rescate" fue una infame orquestación mediática por parte del gobierno federal para ensalzar su famosa "guerra contra el narcotráfico". Con su característica narrativa experta, Everardo González logra sumergirnos en ese mundo de violencia e impunidad en el que vivieron Ricardo y Alejandro en México, y el de esa otra violencia -posiblemente menos visible

pero igual de angustiante- a la que se enfrentan ahora más allá de la frontera: la del rechazo de una sociedad ajena a la que no se puede integrar completamente, la de la nula solidaridad de los medios, la de la poca ayuda del gobierno estadounidense que los cataloga como "busca papeles", la de su situación de indocumentados que los mantiene en una suerte se "limbo migratorio" desde hace ya varios años. El Paso también sirve como crítica hacia la hipocresía mediática, hacia la victimización que los medios hacen de sus "plumas poderosas", sus "periodistas reconocidos" y sus "directores editoriales consagrados", pero ignorando descaradamente a esos "reporteros invisibles", a esos trabajadores más vulnerables que arriesgan sus vidas por unos cuantos miles de pesos en sus nóminas mensuales y cuyas desapariciones o asesinatos son señalados como meros "daños colaterales". Una vez más Everardo González entrega un documento imprescindible tanto cinematográfica como socialmente; un poderoso testimonio a la vez que un retrato íntimo y familiar de dos personas que han padecido la violencia en carne propia y se han encontrado con la incompetencia del gobierno y su ineptitud al momento de garantizar seguridad a la prensa.



E

l controvertido director griego Yorgos Lanthimos -Canino (Kynodontas, 2009); Alps (2011)- está de regreso con su debut en inglés para el que ha reclutado a grandes estrellas de Hollywood pero se mantiene fiel a su estilo visual y discursivo alejado de toda corrección política, cuestionado de manera mordaz las arbitrarias y absurdas reglas que rigen el comportamiento social del ser humano. La historia de The Lobster (2015) tiene lugar en un futuro distópico cercano dividido socialmente en dos grupos enemigos. En uno de ellos está prohibida la soltería, por lo que todos aquellos que no tienen pareja o enviudan, son arrestados y trasladados a "El Hotel" donde conviven con otros solteros con el fin de encontrar a su pareja ideal -aquella con la que compartan alguna afición- en un lapso de cuarenta y cinco días so pena de ser convertidos en el animal de su elección y liberados en el bosque si no logran el cometido. El bando opositor vive en los bosques que envuelven "El Hotel" y se trata de un grupo de resistencia que ha decidido defender su derecho a la soltería y a llevar una vida lejos de las imposiciones de la vida en pareja. David (un sorprendente y contenido Colin Farrell), el personaje en torno al cual gira el filme, es uno de los más re-

cientes "huéspedes" que han sido llevados a "El Hotel" y el tiempo para encontrar a su pareja perfecta se está terminando y pronto será convertido en una langosta; tras su escape del centro de esparcimiento, encuentra refugio en el bosque con los "Solitarios" donde conoce a una mujer (la casi siempre excepcional Rachel Weisz) de la cual se enamora finalmente a pesar de que las reglas locales prohíben construir cualquier relación emocional. Y con esta premisa Lanthimos vuelve a hacerlo una vez más, este nuevo experimento sociológico dinamita los valores éticos y morales cuestionando sarcásticamente el comportamiento social del hipotéticamente racional ser humano, poniendo en tela de juicio a la familia como piedra angular de la sociedad, además de retarnos a responder preguntas sobre las relaciones de pareja, el matrimonio y la paternidad como simples trámites que se hacen por convencionalismos sociales, como un mero escape de la soledad, o por conformidad y/o resignación, y no por una auténtica convicción personal. Con una mezcla de drama psicológico, comedia negra y brochazos de ciencia ficción, el director desarrolla una compleja tesis sobre el amor como una desalmada quimera social que busca manipular la conducta de sus

miembros mientras señala de manera inquisidora a quienes no se integran a ella, es decir, a quienes no han sido víctimas de la extirpación del libre albedrío y por convicción propia han decidido vivir de manera solitaria, negándose a entrar en esa absurda y obligada búsqueda de la media naranja, y mucho menos en el juego de la paternidad. Además, Lanthimos también se encarga de parodiar sin concesión al otro grupo, al de los solteros rebeldes, formulando con ello otra tesis sociológica: los juegos de poder donde opresores y oprimidos no resultan ser tan contrastantes como se supondría en un inicio, ya que los líderes de ambos grupos son personajes que buscan que las reglas se acaten al pie de la letra sin aceptar licencias de tipo alguno, conformando así un par de dictaduras tan solo diferenciables por prohibir exactamente lo opuesto. Esta enrarecida fábula -estrenada en Cannes donde se llevó el Premio del Jurado y compitió por la Palma de Oroes una visión satírica de las relaciones amorosas con una crítica tan brutal como hilarante en la que somos constantemente abofeteados y no sabemos si responder con un amargo llanto o con una desaforada carcajada.



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ra una mañana húmeda, nadie esperaba aquella noticia y algunas personas alrededor del mundo aun dormían cuando la información comenzó a divulgarse por la red. David Bowie había fallecido. Las respuestas a tal acontecimiento no se hicieron esperar. Músicos, artistas y diversos personajes del área cinematográfica con los cuales Bowie había colaborado dieron a conocer sus últimas palabras hacia él. Inglaterra declaró dos días de luto oficial posterior a su muerte y el día de su fallecimiento (el 10 de Enero) se ha declarado día oficial de David Bowie. La voz se silenció y la leyenda comenzó. Es de este modo como todos recordamos a los grandes artistas que han dejado esta dimensión y como artistas cada uno de ellos tuvo un inicio. David Bowie (quien tomó su nombre artístico por los cuchillos Bowie) tuvo su primer éxito en Estados Unidos hasta 1975 con Fame, coescrito con John Lennon cuyo estilo fue un cambio radical en la música Americana colocándolo en el gusto mundial. Antes de ello había logrado consolidar algunas canciones pero fue hasta Space Oddity en 1969 cuando fue considerado un artista con un futuro prometedor al quedar en el top 5 de grandes sencillos tan sólo en gran Bretaña. A esto le llegaron tres años de una fuerte experimentación musical al formar parte en 1972 del glam rock al sacar a la luz a su alter ego Ziggy Stardust, personaje que fue creado a partir del sencillo Starman para tomar forma poco tiempo después al llegar The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars. Sin embargo el inicio y fin de Ziggy Stardust fue casi inmediato. Familiares y amigos han declarado que esto se debió a que Bowie siempre estaba en busca de nuevos elementos por explorar y de este modo

su alter ego fue sólo una etapa de toda una vida de diversos estilos que probó el artista musicalmente. Pero antes de llegar a ser el Bowie que todos conocemos, él llegó a este mundo un 8 de enero de 1947 en Londres. Su madre en ese momento se ganaba la vida como acomodadora en un cine local mientras que su padre dirigía la publicidad de una organización no gubernamental. Al ingresar a la escuela primaria se le consideró un niño dotado de ciertas habilidades artísticas, decidido en sus acciones pero también era rebelde y se involucraba en riñas estudiantiles. En una de aquellas riñas le propinaron un fuerte golpe en el ojo izquierdo con un anillo. Casi pierde el ojo. Al recuperarse, la pupila quedó dilatada de por vida creando una pigmentación diferente en la iris del ojo. Esta diferencia de color la explotaría años después al crearse diferentes facetas en toda su vida artística. A las nueve años de edad su padre llevó a casa un par de discos de vinilo, entre las novedades que encontró estaban Frankie Lymon, The Platters, Fats Domino y Elvis Presley. Sin embargo al escuchar Tutti Frutti de Elvis Presley, comentó en diversas ocasiones que había sentido una fuerte emoción. En sus propias palabras, Bowie declaró que había escuchado a Dios. Posteriormente estudió arte, música y diseño en la escuela para completarlo al tocar los instrumentos que sus padres le regalan mientras tenía clases con un músico local. Tiempo después, a la edad de quince años formo su primera banda cuando en 1962 dejó los instrumentos de plástico por uno real. Su banda constaba en alrededor de cuatro a ocho integrantes y tocaban en fiestas de jóvenes y en bodas. Al año siguiente de esto dejó la escuela al comentarle a sus padres que tenía la ple-

na convicción de convertirse en una estrella de música pop. Su madre no aprobó tal declaración y le consiguió un trabajo inmediatamente como ayudante de un electricista. Por su parte Bowie se encontraba desanimado por las pocas aspiraciones de su banda. Se salió de ella para formar una nueva, los King Bees. David escribió una carta al nuevo empresario de éxito musical John Bloom: “Haz por nosotros lo mismo que ha hecho Brian Epstein para The Beatles, y de paso haz un millón más.” John Bloom no respondió a su petición pero los dejó en manos de otro socio suyo, Leslie Conn siendo de esta manera el primer manager oficial de Bowie. Pero debido al poco éxito que estaba teniendo tuvo que buscar otras maneras para ganarse la vida. Apareció en un comercial de helados Lyons Maid pero fue rechazado para un comercial de comida para gatos Kit Kat. Con la intención de promocionarse como músico intento sacar a la luz una película llamada Love You till Tuesday. Aunque la película de escasos treinta minutos no se estrenó (hubo una versión que salió a la venta hasta 1984) logró convencer a los productores de crear un demo musical. Este demo musical terminaría siendo su primer gran éxito: Space Oddity. El tema se lanzó cinco días antes de la llegada del hombre a la luna con la misión espacial Apolo 11. El éxito estaba hecho. La canción fue un éxito inmediato. A este sencillo le siguió el álbum Space Oddity pero fue renombrado poco tiempo después por David Bowie para promocionarse y para no confundir al público al mostrar un álbum completo y no solo una canción. Pero fue con la llegada de Hunky Dory, su nuevo álbum en 1971 cuando se


consolidó totalmente. Para cuando llegó su alter ego Ziggy Stardust y The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars comenzó a probar nuevos estilos y las ventas de sus álbumes se dispararon cuando se hizo presente en el programa musical Top of the Pops. Con este éxito sin medida inició lo que sería su primera gira llamada Ziggy Stardust Tour en la cual se encaminó hacia los Estados Unidos en busca de éxito fuera de su país. Pero si algo podemos destacar de este singular personaje fue su participación en el mundo cinematográfico que antecede al éxito de su carrera musical. En su comienzo realizó trabajos en teatro vanguardista valiéndose de la mímica en su mayoría. Participó en cortometrajes independientes, en el que destaca su papel como un niño fantasma que emerge de la pintura de su creador para embrujarlo. Mientras que también salió como extra en la adaptación del comic The Virgin Soldiers en 1967. Pero fue hasta 1976 cuando ganó prestigio con su primer papel protagónico con la cinta El Hombre que vino de las Estrellas al encarnar a un alien que viene de un planeta en vía de la extinción. En el mundo del teatro Bowie participó en la producción de Broadway The Elephant Man, esto le valió una aceptación de la crítica enorme al destacar su intensiva y expresiva interpretación durante las 157 veces en las que participo. Para 1983 tuvo un cameo en una película cómica de piratas de poco alcance y en 1985 tuvo un pequeño rol con su personaje Colin el sicario en la cinta Into the Night. Pero rechazó protagonizar al villano Max Zorin de la inmensa producción de James Bond en la cinta de 1985, En la Mira de los Asesinos.

Para 1986 interpretó en la cinta El Laberinto a Jareth, el rey de los goblins, cinta por la cual se le recuerda mundialmente. Dos años después apareció en La Ultima Tentación de Cristo de Martin Scorsese en la cual interpretó a Poncio Pilatos. Con un total de 25 apariciones en mayor o meno medida, como actor también se le reconoce por haber interpretado a Nikola Tesla en la cinta El Gran Truco dirigida por Christopher Nolan, siendo este su papel de mayor alcance cinematográfico. Sin embargo también hizo apariciones como músico, productor y en documentales que van desde trabajos como Imagine: John Lennon documental de 1988 hasta aparecer en series de televisión como Extras o Bob esponja. Tras su muerte, el director de cine James Gunn hizo pública la noticia de que Bowie tenía la invitación de protagonizar una escena en la secuela espacial Guardines de la Galaxia de Marvel que se encuentra actualmente en filmación a modo de homenaje por su canción Space Oddity que formaría parte del sountrack de la cinta. Pero más allá del cambio que género en la industria cinematográfica y musical, su legado ha inspirado a decenas de artistas. Cada uno de sus discos generó un cambio, una nueva faceta que nadie antes había explorado. Un ejemplo de ello es su sencillo Heroes, álbum de 1977 que influenció en su totalidad al disco Double Fantasy de John Lennon y Yoko Ono lanzado en 1980. Pero no fue hasta que colaboró con Freddie Mercury cuando Bowie pasó de estrella a superestrella y de esta colaboración singular nació la canción Under Pressure de la cual Mercury declaró lo siguiente: "Under Pressure" surgió por casualidad, David vino a vernos al estudio, comenzamos a juguetear juntos con

algo y todo salió de manera muy espontánea y rápida. Fue un verdadero placer trabajar con él, posee un enorme talento.” Y el legado actual que mantiene sigue a todo galope puesto que sigue inspirando a músicos clásicos y artistas actuales entre los que destaca Stacey Q, Buck-Tick, Lady Gaga, entre otros. Y esto es posible debido a que David Bowie experimentó con varias facetas musicales que es imposible que algún músico famoso actual no haya sido influenciado por alguna de ellas. El legado que ha creado es inmenso, antes de la llegada de Bowie, en la década de 1970 se encontraba el llamado rock progresivo pero su principal característica es que no progresaba. Cuando Bowie llegó todo cambió. Su último álbum, Blackstar fue lanzado el 8 de enero del 2016 para coincidir con su cumpleaños número 69. Los críticos coincidieron que el David Bowie que todos conocíamos había regresado a lo grande y los fans descargaron con gusto su nueva creación logrando algo que muchos artistas no consiguen: mantenerse vigente con el paso del tiempo. Dos días después la nave espacial despego con él para iniciar su último viaje a las estrellas al fallecer en su casa de Nueva York debido al cáncer de hígado que le había sido diagnosticado dieciocho meses antes pero Bowie no lo hizo público. El rock and roll nunca morirá, reza una vieja frase popular, y Bowie al igual que todos nosotros lo recordaremos con gusto, como el buen músico que era cada vez que escuchemos algún tema del Duque Blanco o el cine lo reviva cada vez que sea necesario.






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uatro de los cinco largometrajes que el director quebequense Xavier Dolan ha realizado hasta la fecha han sido estrenados en Cannes, y por el último de ellos -la que hoy nos ocupa: Mommy (2014)- se llevó el Premio del Jurado en un peculiar empate con la leyenda viva Jean-Luc Godard y su más reciente trabajo, Adiós al Lenguaje (Adieu au langage, 2014). Con tan sólo veinticinco años y más de treinta premios internacionales, este enfant terrible se ha convertido en una de los directores más auténticos de la escena cinematográfica mundial y en el director canadiense más reconocido del momento. Como lo señala una leyenda al principio del filme, éste tiene lugar en una Canadá ficticia donde el nuevo gobierno ha propuesto un cambio a la Ley de Salud en cuyas reformas se estipula que aquellos padres de menores de edad con severos trastornos de comportamiento que puedan poner en riesgo la integridad propia o de otras personas, puedan ahora dejarlos al completo cuidado de hospitales psiquiátricos del gobierno sin mayores trámites burocráticos que el de su firma un papel; en este entorno social conocemos a una madre cuyo caso está directamente ligado con estas nuevas reformas. Así nos presentan a Diane 'Die' Després (Anne Dorval) y su conflictivo hijo adolescente Steve (Antoine-Olivier Pilon), quien tras provocar un incendio que dejó como víctima con quemaduras severas a otro jovencito, acaba de ser expulsado del último instituto psiquiátrico en el que se encontraba internado. Ahora, Diane, una mujer madura que se niega a aceptar el paso del tiempo y se empeña en vestirse y hablar como si aún estuviera en sus veintes, tiene que buscar un nuevo trabajo y hacerse cargo de la educación y cuidado de su hijo que ha sido diagnosticado con hiperactividad, déficit de atención y problemas extremos de temperamento. A esta complicada dinámica familiar se une la nueva vecina Kyla (Suzanne Clément), una profesora que se encuentra en un año sabático tras haber enfrentado una fuerte pérdida que le provocó una crisis y problemas de tartamudez. Mommy es una pieza fílmica con una gran carga emotiva en la que Dolan retoma como tema central las conflictivas relaciones materno-filiales, convirtiéndose así en una suerte de extensión discursiva de su ópera prima Yo maté a mi Madre (J'ai, tué ma mère, 2009), filme con el que guarda varios paralelismos: la ausencia y anhelo de una figura paterna, Anne Dorval interpretando a las madres de ambas cintas, Suzanne Clement apareciendo también en ambos trabajos como maestra/tutora que interviene en la dinámica y que sirve como red de seguridad para el difícil trato entre la madre y el irascible hijo adolescente, etc.. La cinta tiene como protagonistas a este trío de personajes profundamente dañados emocionalmente y el quebequense expone su desconcierto y agobio a través de

la fotografía de André Turpin y del perpetuamente sofocante formato 1:1 -una pantalla cuadrada-. La fotografía y su cuidada paleta de colores logran crear momentos de gran intimidad, de cercanía, de complicidad y de cariño entre los personajes, como esa inmejorable secuencia en la que el trío canta/baila On ne change pas, de Céline Dion, o la escena donde 'Die' y Kyla beben, comen, bromean y ríen -"la vida es como el póquer: si no tienes un buen par, ¡ya valiste!"- en un ambiente de calidez al interior del hogar mientras se avecina una tormenta que ya ha puesto al mundo exterior en penumbras; contrastes como estos abundan en este filme de irreprochable factura. Y si en Tom en el granero (Tom à la ferme, 2013), ya había experimentado con la pantalla que oprimía momentáneamente al protagonista dominado por su ex cuñado en el filoso campo de maíz, aquí Dolan mantiene encerrados a sus protagonistas durante el 95% del total del metraje, tan sólo para darles -y darnos- un respiro en dos momentos clave de la trama: 1) A la mitad de la cinta, cuando las cosas comienzan a pintar mejor para todos los miembros de este triángulo emocional que se convierte en una suerte de nueva familia sui generis en la que cada uno sirve de apoyo para el otro; en ese momento, el entrañable Steve, montado sobre su patineta, abre con sus manos la toma de un claustrofóbico 1:1 a un glorioso 1.85:1 y con Wonderwall de Oasis como vibrante banda sonora de fondo. 2) Previo a un evento devastador en la trama, existe una conmovedora fantasía musicalizada por Experience de Ludovico Einaudi, en ella Diane es testigo de la vida que jamás conocerá. Ahondando en la banda sonora, en esta ocasión nos encontramos con una curaduría bastante peculiar, puesto que es la selección de temas pop menos 'selecta' y la más 'ordinaria'; sin embargo, es también la conjunción musical más nostálgica y cuyos tracks mejor han funcionado como reflejos emocionales de sus protagonistas, como White Flag de Dido, Colorblind de Counting Crows, Vivo per lei de Andrea Boccelli o Born to Die de Lana del Rey; todas parecen haber sido creadas para sus respectivas secuencias dentro del filme. Mommy es un trabajo que transpira madurez en cada fotograma, es la cinta de Dolan más depurada tanto en su estilo como en su discurso, ya que a pesar de mantener los tintes autobiográficos que han estado presentes desde el primero de sus trabajos, aquí éstos son manejados de una manera más sobria y elegante, dejando de lado los excesos visuales para centrarse en la trama que parte de una manera casi anecdótica para transformarse en un complejo retrato universal sobre el apego emocional, la figura materna y la familia. Estamos frente a otra muestra del amplio conocimiento del lenguaje cinematográfico del director con el que demuestra el porqué es considerado el cineasta canadiense más valioso del momento. Imprescindible.



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a aspirante a escritora feminista Edith Cushing, protagonista de la nueva película de Guillermo del Toro, La Cumbre Escarlata (Crimson Peak), no está de acuerdo con que su primer manuscrito sea considerado como "una historia de fantasmas" sino como una historia con fantasmas en ella. Esta misma descripción aplica a la más reciente obra fílmica del realizador tapatío, no se trata de una historia de fantasmas y tampoco es una película de terror al uso, sino un homenaje al cine inspirado en la literatura del género de romance gótico, al cual violentamente salpica de sangre y horror, por lo que encontramos elementos de historias de Mary Shelley, Jane Austen, Charlotte Brontë, Emily Brontë, Horace Walpole, Edgar Allan Poe, e incluso del detectivesco Sir Arthur Conan Doyle a los que les añade elementos fantásticos y sobrenaturales propios de sus historias como los fantasmas atormentados o los insectos de los cuales es profundo admirador confeso -en esta ocasión las mariposas y las polillas son las elegidas por el mexicano para hacer una analogía de la angelical protagonista y los antagonistas de la historia-. La trama sigue a la ya citada Edith (Mia Wasikowska), una joven que aún lidia con el profundo trauma infantil que significó la muerte de su madre -así como su visita macabra durante la noche posterior a su fallecimiento- y que ahora se ve atraída por un hombre enigmático llamado Sir Thomas Sharpe (Tom Hiddleston) sin casi notar que su gran amigo de la infancia, el ahora doctor Alan McMichael (Charlie Hunnam), siente una profunda devoción hacia ella. El atractivo Sir Thomas es un aristócrata inglés heredero de una ruinosa mansión encumbrada en una montaña de tierras color sangre que busca explotarlas al máximo para devolverle el esplendor a su casona y el honor al nombre de su familia, pero para ello necesita maquinaria especializada que no puede costear solo, por lo que está en busca de apoyo económico de varios socios, entre ellos Carter Cushing (Jim Beaver), el padre de la protagonista. Los planes de obtener ayuda financiera fracasan pero Edith y Thomas contraen nupcias y él la lleva a vivir a su mansión donde también vive Lucille Sharpe (Jessica Chastain), la solterona y perturbada hermana de Sir Thomas. Pronto, nuestra heroína descubrirá que tras las paredes se ocultan muchos secretos, que su esposo no es lo que aparenta y que sus intenciones son mucho más macabras de lo que imaginaba.

Después de que cancelara el Apocalipsis con la megaproducción Titanes del Pacífico (Pacific Rim, 2013), el cineasta mexicano regresa a sus orígenes fílmicos con La Cumbre Escarlata, una eficaz mixtura de géneros en la que dentro de la trama romántica gótica central se hacen presentes los elementos fantásticos y sobrenaturales que invariablemente nos remiten a El Laberinto del Fauno y El Espinazo del Diablo, solo que con una propuesta visual más elegante y sofisticada. Se trata de un trabajo de autor al 100% y su impronta se nota en cada fotograma marcado por sus peculiaridades artísticas como artífice, logrando con astucia construir enrarecidas atmósferas y captar los macabros espectros que acechan a la protagonista. Lamentablemente, pese a ser un universo personal totalmente reconocible en la pantalla y que técnicamente no se le pueda reprochar absolutamente nada, esta vez del Toro flaquea en el guión de su historia, pues es absolutamente predecible, deja un poco que desear en cuanto a su originalidad y no alcanza la trascendencia de sus dos icónicas cintas citadas en los renglones superiores. Y es que si bien es cierto que el director de Cronos siempre ha antepuesto la forma al fondo, nunca había dejado de ofrecer una alta calidad en este último apartado; y no es que estemos comparando su nueva película con la ola de una basura yanqui que comúnmente llena la cartelera del cine comercial, sino que la calidad de la historia está muy lejos de equipararse a la que nos tiene acostumbrados, aquí los personajes no quedan detallados del todo y sus acciones no quedan completamente justificadas a pesar del desempeño solvente del reparto que en ocasiones se limita a replicar diálogos reiterativos. Tenemos también una trama que avanza lento y a la que, como público, ya hemos podido anticiparnos a su desenlace, robándonos de esta manera toda la emoción que sus anteriores propuestas nos habían brindado precisamente por ser hasta cierto punto impredecibles o no saber de qué manera se resolvería el conflicto. La Cumbre Escarlata es uno de los trabajos menos afortunados de Guillermo del Toro, pero pese a sus graves tropiezos argumentales es una cinta que se sitúa sobre la media de las producciones estadounidenses y por su propuesta visual es una digna opción para disfrutarse en cines.



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uando se dio el relanzamiento de la franquicia con Casino Royale (2006, Martin Campbell) nadie estaba de acuerdo con que Daniel Craig se hubiera quedado con el rol del agente británico; parecía demasiado tosco, sin la elegancia ni el porte que caracteriza al personaje creado por Ian Fleming. Pero tras su estreno el actor británico calló muchas bocas cuando con su interpretación -tosca, sí; y con una elegancia muy personal- se adueñó del personaje dejando su impronta en el espía más famoso del mundo de la literatura... y del celuloide. Casi una década ha pasado desde ese entonces y con el reboot de la franquicia comenzó a construirse una especie de universo cinematográfico al estilo Marvel donde los acontecimientos de cada entrega han tenido fuertes repercusiones en los capítulos subsecuentes. Es así como tras dos secuelas de Casino Royale -Quantum of Solace (2008) y Skyfall (2012)- finalmente hemos llegado a la entrega oficial número 24 de la serie fílmica y el punto final de esta gran era en la saga de James Bond en la piel de Daniel Craig: Spectre. En esta ocasión, Sam Mendes repite como director tras el gran éxito de Skyfall y nos coloca inmediatamente en medio de la acción durante una misión en solitario de James Bond -tan secreta que es incluso desconocida para el MI6- para asesinar a un infame criminal llamado Marco Sciarra en una secuencia filmada en el centro histórico de la Ciudad de

México durante el Día de Muertos -que está muy lograda estéticamente pero no refleja realmente nuestras tradiciones, cabe señalarlo-. Tras esta frenética escena inicial que comienza con un fenomenal plano secuencia en compañía de la actriz mexicana Stephanie Sigman en una brevísima aparición que a duras penas podemos considerar como un cameo, descubrimos que fue la ya finada M (Judy Dench), quien instruyó a nuestro héroe de asesinar a Sciarra y acudir posteriormente a su funeral donde encontrará oscuros secretos sobre su pasado. Atendiendo a las indicaciones de M, en el lugar conoce a Lucia Sciarra, viuda del criminal que le revela la ubicación donde se llevará a cabo una reunión secreta de la organización a la que pertenecía su esposo y a la que por supuesto Bond se infiltra para descubrir a la organización que da nombre al filme y que es liderada por un viejo gran conocido del 007: Franz Oberhauser. Ahora, el agente debe buscar a Madeleine Swann, la hija de su archienemigo Mr. White, pues podría conocer la clave para descubrir los misterios que oculta Spectre. A la par de estos acontecimientos que ocurren en distintad partes del mundo, el MI6 en Londres está siendo restituido tras los atentados sufridos en Skyfall y la nueva dirección del Centro para la Seguridad Nacional, a cargo de C (Andrew Scott) ha comenzado a cuestionar las acciones del agente 007, poniendo en duda la importancia de la organización y el proyecto de agentes 00.

Con Spectre, Mendes no sólo se despide de la franquicia por todo lo alto con un sofisticado trabajo de acción en el que deja de lado la intensidad dramática y oscuridad que caracterizaron Skyfall para dar paso a una cinta más luminosa y a una historia más sencilla y dinámica a pesar de sus dos horas y media de metraje- con esporádicos toques de humor y en la que se hacen presentes los fantasmas del pasado del espía para cerrar ciclos a la vez que a los personajes de M (ahora Ralph Fiennes), Q (Ben Whishaw) y Moneypenny (Naomi Harris) les coloca en situaciones más proactivas y no sólo son elementos que juegan como un accesorio para el lucimiento de Daniel Craig. Además, por supuesto, no se puede olvidar la adición de las nuevas chicas Bond, Monica Belucci y Léa Seydoux, así como los nuevos villanos como Mr. Jinx (Dave Bautista), y por supuesto Franz Oberhauser (Christoph Waltz), la mente detrás de la organización Spectre. En este sentido, Sam Mendes no sólo cierra con broche de oro su permanencia en la serie fílmica, sino que también lleva a Daniel Craig a un desenlace en la trama con el que parece decirle adiós a su personaje que recuerda mucho al capítulo final de la trilogía del Hombre Murciélago de Christopher Nolan. Nostálgica, entretenida, ligera y divertida, Spectre es una digna despedida la saga tanto para su versátil protagonista como para su artífice que la llevó a su culmen.



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uando se dio el relanzamiento de la franquicia con Casino Royale (2006, Martin Campbell) nadie estaba de acuerdo con que Daniel Craig se hubiera quedado con el rol del agente británico; parecía demasiado tosco, sin la elegancia ni el porte que caracteriza al personaje creado por Ian Fleming. Pero tras su estreno el actor británico calló muchas bocas cuando con su interpretación -tosca, sí; y con una elegancia muy personal- se adueñó del personaje dejando su impronta en el espía más famoso del mundo de la literatura... y del celuloide. Casi una década ha pasado desde ese entonces y con el reboot de la franquicia comenzó a construirse una especie de universo cinematográfico al estilo Marvel donde los acontecimientos de cada entrega han tenido fuertes repercusiones en los capítulos subsecuentes. Es así como tras dos secuelas de Casino Royale -Quantum of Solace (2008) y Skyfall (2012)- finalmente hemos llegado a la entrega oficial número 24 de la serie fílmica y el punto final de esta gran era en la saga de James Bond en la piel de Daniel Craig: Spectre. En esta ocasión, Sam Mendes repite como director tras el gran éxito de Skyfall y nos coloca inmediatamente en medio de la acción durante una misión en solitario de James Bond -tan secreta que es incluso desconocida para el MI6- para asesinar a un infame criminal llamado Marco Sciarra en una secuencia filmada en el centro histórico de la Ciudad de

México durante el Día de Muertos -que está muy lograda estéticamente pero no refleja realmente nuestras tradiciones, cabe señalarlo-. Tras esta frenética escena inicial que comienza con un fenomenal plano secuencia en compañía de la actriz mexicana Stephanie Sigman en una brevísima aparición que a duras penas podemos considerar como un cameo, descubrimos que fue la ya finada M (Judy Dench), quien instruyó a nuestro héroe de asesinar a Sciarra y acudir posteriormente a su funeral donde encontrará oscuros secretos sobre su pasado. Atendiendo a las indicaciones de M, en el lugar conoce a Lucia Sciarra, viuda del criminal que le revela la ubicación donde se llevará a cabo una reunión secreta de la organización a la que pertenecía su esposo y a la que por supuesto Bond se infiltra para descubrir a la organización que da nombre al filme y que es liderada por un viejo gran conocido del 007: Franz Oberhauser. Ahora, el agente debe buscar a Madeleine Swann, la hija de su archienemigo Mr. White, pues podría conocer la clave para descubrir los misterios que oculta Spectre. A la par de estos acontecimientos que ocurren en distintad partes del mundo, el MI6 en Londres está siendo restituido tras los atentados sufridos en Skyfall y la nueva dirección del Centro para la Seguridad Nacional, a cargo de C (Andrew Scott) ha comenzado a cuestionar las acciones del agente 007, poniendo en duda la importancia de la organización y el proyecto de agentes 00.

Con Spectre, Mendes no sólo se despide de la franquicia por todo lo alto con un sofisticado trabajo de acción en el que deja de lado la intensidad dramática y oscuridad que caracterizaron Skyfall para dar paso a una cinta más luminosa y a una historia más sencilla y dinámica a pesar de sus dos horas y media de metraje- con esporádicos toques de humor y en la que se hacen presentes los fantasmas del pasado del espía para cerrar ciclos a la vez que a los personajes de M (ahora Ralph Fiennes), Q (Ben Whishaw) y Moneypenny (Naomi Harris) les coloca en situaciones más proactivas y no sólo son elementos que juegan como un accesorio para el lucimiento de Daniel Craig. Además, por supuesto, no se puede olvidar la adición de las nuevas chicas Bond, Monica Belucci y Léa Seydoux, así como los nuevos villanos como Mr. Jinx (Dave Bautista), y por supuesto Franz Oberhauser (Christoph Waltz), la mente detrás de la organización Spectre. En este sentido, Sam Mendes no sólo cierra con broche de oro su permanencia en la serie fílmica, sino que también lleva a Daniel Craig a un desenlace en la trama con el que parece decirle adiós a su personaje que recuerda mucho al capítulo final de la trilogía del Hombre Murciélago de Christopher Nolan. Nostálgica, entretenida, ligera y divertida, Spectre es una digna despedida la saga tanto para su versátil protagonista como para su artífice que la llevó a su culmen.



L

a nostalgia y el enamoramiento son las dos principales veredas que recorre Carmín Tropical, el nuevo trabajo del director Rigoberto Perezcano (Norteado, 2009), un filme que tiene como protagónico a Mabel, un personaje muxe que regresa a Juchitán, su pueblo natal en Oaxaca, al enterarse del violento asesinato de su mejor amiga Daniela -también muxe. El viaje que realiza con el propósito de encontrar al asesino de su amiga se convierte también en una íntima travesía llena de melancolía al reencontrarse con sus viejos amigos, los familiares de Daniela y el micro universo de cabarets y shows travestis que abandonó por amor varios años atrás para seguir sus sueños de convertirse en cantante. En Carmín Tropical, escrita por el mismo Perezcano con ayuda de Édgar San Juan, se apuesta por una historia de atmósferas y por una anécdota intimista que por momentos coquetea con el film noir -o más bien 'pink noir', en palabras del propio director- y el thriller con desbordadas pulsiones psicosexuales. Sin embargo, la investigación criminal para encontrar al asesino de su mejor amiga -y original leitmotiv de Mabel, interpretada extraordinariamente por el actor José Pescina- pasa a un segundo plano para darle una mayor importancia al reencuentro de su protagonista con su propia historia, con sus amores, sus amistades, la culpa y las traiciones, con esa nostalgia que se hace presente desde el momento en decide que regresar a su pueblo natal del que nunca se despidió y que ha estado esperando su regreso.

Y en esas secuencias en las que se juega un poco con el cine negro y el thriller, el secreto de la identidad del asesino serial de muxes resulta ineludible en la historia y se logra mantener la incógnita de manera sobresaliente durante buena parte de la película, y cuando la identidad de éste queda expuesta ya en el tercer acto de la cinta, también resulta extraordinario el desempeño del actor encargado de darle vida a un personaje tan complejo psicológicamente, pues se trata de un psicópata sexual que deambula entre el deseo y la repulsión a lo diferente, lo cual no es otra cosa que la atracción y rechazo hacia sí mismo y su naturaleza sexual no asumida. El caso pasional de Carmín Tropical es psicológicamente violento, sexual y sangriento, aunque hábilmente se rehúsa a caer en el morbo al que se podría entregar fácilmente en un relato de esta naturaleza, y por el contrario, le película termina por ser una mixtura eficaz de géneros en donde tampoco están ausentes las reflexiones sobre los roles de género y la doble moral sexual del mexicano, todo ello con una narrativa hipnótica y atmosferas con reminiscencias lynchianas -logradas en gran parte gracias a la ayuda de la poderosa, sugestiva y por momentos claustrofóbica fotografía de Alejandro Cantú- que culmina con una secuencia musical sublime, un desenlace que, aunque se torna previsible, no deja por ningún momento de ser arriesgado, desconcertante y poco complaciente, además de rebosado de una profunda y oscura psicología que tendrá alcances inimaginables.



E

n la primera década de este siglo llegó a la escena musical una mujer de peculiar voz, estilo y belleza; un alma vieja que tal pareciera nació en la época equivocada, pero que llegó a seducirnos con su gran talento natural y su hermoso sonido de jazz y soul. Una sencilla chica que emanaba talento y con un look fuera de los estándares de la imagen de una cantante en la actualidad, pero también con un carisma envidiable y una personalidad magnética que con tan sólo dos discos se convirtió en una figura icónica para toda una generación: Amy Winehouse. Pero el meteórico ascenso a la fama de esta joven inglesa que traía la música en el alma y a flor de piel fue trágicamente interrumpido por su repentino fallecimiento en julio del 2011 en su piso de Camden, en Londres, por un paro cardíaco a consecuencia de sus excesos con el alcohol y las drogas. El director Asif Kapadia, reconocido mundialmente por su gran trabajo con el documental Senna (2010) sobre el famoso piloto automovilista Ayrton Senna, es el encargado de materializar el proyecto Amy (2015) donde nos narra los 27 años de la vida de la ganadora de seis premios Grammy por medio de videos, testimonios en audio de familiares y amigos, entrevistas, y de algunas letras de sus canciones.

En el documental podemos ver cómo ciertos hechos pueden hacer que un artista con gran futuro termine por tocar fondo. Por una parte tenemos a una joven y entusiasta Amy en los inicios de su carrera, la relación con su familia y su primer contacto discográfico que prosperó en el nacimiento de uno de los discos más representativos y exitosos de la década pasada y que la convirtieron en el gran fenómeno que fue: el álbum "Back to Black". Aunque por otro lado, y paralelo a sus grandes triunfos, también somos testigos de las causas que la llevaron a la autodestrucción: el divorcio de sus padres que nunca pudo superar completamente, sus tormentosas relaciones (especialmente con su pareja Blake Fielder) que aunque le ayudaron a escribir sus conocidas lastimeras melodías, también le dañaron emocionalmente de una forma irreparable. El alcohol, las drogas y la bulimia fueron deteriorando su salud, problema que agravaron las personas a su alrededor que únicamente buscaban sacar provecho de ella, como la prensa amarillista que no se cansó de atacarla e invadir descarnadamente su privacidad; y en este relato del ídolo caído, este cuadro de la decadencia, también hay lugar para hablar sobre el amarillismo periodístico que puede socavar la carrera de un gran talento.

Y es que si bien es por todos conocido lo intensa que fue la vida de Winehouse (gracias a los medios sensacionalistas que se encargaron de darnos todos los detalles, hasta los más privados con tal de vender), es gracias al documental que podemos tener acceso a la otra cara de la cantante: sensible, divertida y amorosa, la mujer que bien se podía parar frente a miles de espectadores y con seguridad interpretar sus temas, pero que mantenía una humildad de la que carecen muchos otros artistas con un talento inferior; una característica que, por ejemplo, la hacía comportarse como una niña temerosa y tímida a la hora de conocer a su ídolo Tony Bennet cuando el mismo cantante reconocía la grandeza de Winehouse. Amy en ningún momento pretende que juzguemos, disculpemos o justifiquemos los actos de la cantante; Kapadia esquiva los juicios morales y todos sus esfuerzos se dirigen a levantar un poderoso, íntimo y emotivo homenaje a la mujer, un trabajo escrupuloso que se adentra en el mito de Winehouse y que captura perfectamente la esencia de la mujer artista en medio de su accidentada vida. Finalmente, lo logrado por el director británico es un contundente documento que fascinará hasta a quienes no son acérrimos fans de 'la reina británica del Soul'.



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