La saga de Mad Max está de regreso a exactamente tres décadas desde su última película estrenada en cines (Mad Max: Más allá de la Cúpula del Trueno); detrás del proyecto se encuentra el mismísimo George Miller, creador y director de las trilogía original que con este titánico y ambicioso proyecto, busca retomar el universo postnuclear que cambio para siempre el rostro del cine australiano y el de la ciencia ficción apocalíptica en la gran pantalla.
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Editor: Finbar Flynn Colaboradores: Pedro Arzillier Imelda Aguilera Taylor Petite Fruit Jorge Luis García Álvarez Rafael Mejía Jessica Villarreal Silvia Ruvalcaba Siniestro Sexual Montag
La importancia de esta saga y el proyecto que finalmente llega este mes a los cines de todo el mundo, nos ha llevado a revisar la trilogía original -las reseñas en las páginas siguientes-, así como dedicarle nuestra portada a la nueva cara de la saga: Tom Hardy, el talentosísimo intérprete británico que ha sorprendido con su adaptable personalidad para hacerse cargo de mastodónticos roles como el de Bane en la última parte de la trilogía del Hombre Murciélago de Christopher Nolan, o el demencial Michael Peterson (aka Charles Bronson), el criminal más peligroso de Inglaterra al que Nicolas Winding Refn hizo una certera revisión en Bronson (2008), o como su sensible papel de la cinta Locke (2013), en la que él solo mantiene el peso completo de la película al aparecer como único personaje a bordo de un automovil durante los 85 minutos de la cinta escrita y dirigida por Steven Knight. Aunado a esto, hemos preparado un especial de Cine Apocalíptico con las posibilidades del fin de nuestra existencia de acuerdo a los planteamientos que ha hecho el séptimo arte. Y por supuesto no podrían faltar el resto de nuestras secciones con reseñas de los estrenos más importantes del mes y las recomendaciones de nuestros colaboradores en sus respectivas columnas de cine gay, cine vampírico, cine clásico, recomendaciones a la renta, en streaming, etc.... Sin más preámbulo, los invitamos a dar clic y comenzar el viaje apocalíptico que este mes les hemos preparado en nuestra edición #58.
Diseño Editorial: Finbar Flynn Fotografías: Diversas fuentes de internet y proporcionadas por algunas distribuidoras. Celuloide Digital es una publicación mensual editada por amantes del séptimo arte sin ninguna finalidad de lucro. El contenido de los artículos es responsabilidad de sus autores. Las personas mencionadas, así como las marcas e imágenes utilizadas en la revista son utilizadas únicamente para fines editoriales, para ilustrar los artículos o noticias de los filmes, de los cuales sus derechos de autor pertenecen a las casas productoras de las cintas aquí mostradas y no se pretende infringir
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Revisamos la trilogĂa del Guerrero de la carretera protagonizada por Mel Gibson y tenemos adelanto de la nueva entrega Mad Max: Fury Road.
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n el último año de la década de los '70 se estrenó una película australiana adelantada a su tiempo que dio pie a una potente trilogía que cambió para siempre la cara del cine australiano y la del subgénero de ciencia ficción apocalíptica: Mad Max (1979). El responsable de esta violenta y transgresora empresa fue el director George Miller, creador del personaje que se volvió legendario en el celuloide y lanzó a la fama a un jovensísimo y desconocido Mel Gibson, quien encarnó al policía idealista e incorruptible de la Australia apocalíptica donde la ley es prácticamente inexistente y se vive bajo el yugo de las pandillas de criminales motociclistas.
La trama del Mad Max se dispara con una frenética persecución en la que Max Rockatansky, un policía vigilante de una autopista y el más audaz al volante, busca dar alcance a Nightrider (Vincent Gil), el líder de un grupo de vándalos que, en su intento de huída, se vuelca a toda velocidad con trágicos resultados. Los miembros de su pandilla, ahora liderados por Toecutter (Hugh Keays-Byrne), buscan vengarse del policía y descargan toda su ira inmolando a su mejor amigo, el también policía Jim Goose (Steve Bisley), y arrollando a su mujer Jessie y a su pequeño hijo en una solitaria carretera mientras vacacionaban. Ante el dolor por las pérdidas, Max pierde la razón y emprende su vengativo viaje acechando y cazando a los criminales a bordo de su intervenida patrulla Interceptor V8 de Ford. Producida con un bajísimo presupuesto -tan sólo $650,000 USD-, la película cuenta con tratamiento visual de cine de serie B, retrata un mundo hostil y decadente al borde del colapso nuclear en donde la ley está a punto de ser sólo un recuerdo, y donde las pandillas criminales son libres de cazar como si de parvadas de aves de rapiña se tratasen... incluso también graznan y aletean cuando acechan a su presa, como en la escena afuera de la apartada nevería o en esa fatídica secuencia en la carretera donde Jessie, con el bebé en los brazos, es arrollada. Los paisajes áridos de esta Australia agreste son guardados por un penetrante olor a combustible quemado que está presente durante toda esta propuesta de ciencia ficción apocalíptica con toques de Western en la que la propia humanidad es responsable de su inminente aniquilación. Pese a su elemental plot -una simple historia de venganza-, Miller ofrece un guión narrativamente eficaz, frenético y violento -tomando en cuenta la época en la que fue realizada-, y ofrece un viaje al infierno personal del protagonista que se transforma radicalmente de impecable idealista a violento y vengativo antihéroe, un personaje que marcó una pauta en la creación de héroes atormentados en las próximas generaciones del cine de acción. 06
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Mad Max tuvo gran éxito y se convirtió rápidamente en un cinta de culto, lo que dio pie a una secuela (aunque innecesaria, si hemos de honrar a la verdad) con un cambio radical tanto en historia como en estética. De esta manera, mientras la historia de la primera cinta ocurría en un contexto pre apocalíptico al borde del colapso nuclear y donde el mundo de un futuro cercano permanecía con una apariencia casi cotidiana, Mad Max: El Guerrero de la Carretera (Mad Max: Road Warrior) se sitúa en un mundo que intenta sobrellevar la era post nuclear, un mundo sin ley alguna -ya no hay ni rastros de la MFP (Main Force Patrol) o de alguna otra institución policial- enfrentándose una grave crisis de combustible. Max ahora se asume como vengador de la carretera, enfrentándose a las bandadas de motociclistas conformadas por personajes mucho más excéntricos y violentos que buscan apoderarse de una enorme cantidad de gasolina que un grupo de supervivientes han estado extrayendo del suelo de una colonia que han construido en medio del inmenso erial australiano. Contando con un mayor presupuesto -más del doble: $2,000,000 MDD-, esto se tradujo en una muy notable mejoría en la calidad de imagen y en la construcción de un mundo devastado gracias a las fenomenales locaciones de vastos y mortales eriales, así como a un fascinante diseño de arte y vestuario que crean visualmente poderosos personajes bizarros como el villano central The Humungus (Kjell Nilsson), incluso con un homoerotismo que, aunque se aborda de una manera discreta, es completamente evidente la apertura sexual a la diversidad sexual -ojo al villano Wez (Vernon Wells) que lleva siempre a Golden Youth (Jerry O'Sullivan), su rubio y andrógino acompañante en la motocicleta y que llora desconsolado cuando el implacable boomerang del Niño Salvaje (Emil Minty) se lo arrebata. El presupuesto también permitió la realización de mayores y mejores secuencias de acción y persecuciones, sobresaliendo la épica persecución final de aproximadamente veinte minutos. A pesar de tratarse de una secuela de la cinta original que no era necesaria, esta revisitación al mundo de Max está hecha con oficio, por lo que le película se sostiene por sí sola como una estupenda película sci-fi apocalíptica llena de adrenalina. 09
La tercera entrega de la saga dio otro giro radical tanto en la temática como en la personalidad del protagonista con una historia bastante naive que alcanzó niveles absurdos: Max pierde a los camellos que tiraban de su carroza por la que se movía en el erial post apocalíptico, pero al llegar a Bartertown, una ciudad mercantil basado en el trueque, encuentra a sus camellos siendo producto de una transacción, pero no puede recuperarlos sin algo con que ofertar por ellos. La regente del lugar, Aunty Entity (Tina Turner), le hace una oferta al ver sus habilidades: deberá matar al ente doble Master-Blaster (Angelo Rossitto como Master y Paul Larsson como Blaster), su socio y tiránico regente del mundo subterráneo que provee a la ciudad de electricidad obtenida del excremento de los cerdos. La misión termina de manera fallida y Max se ve obligado a participar en enfrentamiento en la Cúpula del Trueno, mítico lugar de lucha a muerte en el que se decidirá su destino. Mad Max: Más allá de la Cúpula del Trueno, la realiza Miller junto al también director australiano George Ogilvie, y quizá sea la codirección el motivo por el cual la película supone un desastre narrativo que jamás termina por despegar, que traiciona su propio espíritu y esencia con una historia "para toda la familia", con un protagonista otrora vengador ahora envuelto en un halo mesiánico -¿premonición de lo que vendría una década más tarde con su Corazón Valiente (Braveheart)?-, pues en la segunda mitad de la película, Max es rescatado del desierto por un grupo de niños que se hacen llamar Los Niños del Mañana-Mañana, y que en una especie de gran oasis oculto juegan a la sociedad muy al estilo Señor de las Moscas, con pinturas proféticas en las paredes que predicen la llegada del gran Capitán Walker para rescatarlos y llevarlos al mundo del mañana, es decir, a las ruinas de lo que alguna vez fue Sidney donde buscarán reconstruir un nuevo mundo. Al desastre argumental y tono mesiánico que parece hablar más de un Moisés rudo del desierto australiano y no un vengador, hay que sumarle también el infame tema musical 'We don't need a hero', interpretado obviamente por Tina Turner. Al filme se le agradece que mantenga esa sucia y asfixiante atmósfera postapocalíptica y que la acción se presente de manera muy violenta, pero esa aura teológica/sobrenatural con la que envuelven al personaje principal echa por tierra lo que hubiera sido un gran final para la mítica trilogía. Ahora, tres décadas La Belle et la Bête después y sobrepasando muchos obstáculos técnicos y climáDir. Jean Cocteau ticos, George Miller tiene la oportunidad de retomar el univerActores: Jean Marais, Josette Day, so del demente Max ahora la piel de Tom Hardy... ¿lograMarcel André, Milabajo Parély, Nane rá continuar dignamente su saga? Germon, con Michel Auclair.
La Bella y la Bestia
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n Tan negro como el carbón (Bai ri yan huo, 2014), escrita y dirigida por el cineasta chino Yi'nan Diao, al detective Zhang Zili (Liao Fan) se le ha volcado su mundo encima: su esposa lo ha dejado y dos de sus compañeros han muerto mientras investigaba con ellos un caso de asesinatos seriales y donde él también resulta gravemente herido, razón por la cual se ve obligado a dejar las fuerzas policiales para trabajar como guardia en una caseta en la carretera y sumergirse en el alcoholismo. Cinco años después, similares crímenes lo obligan a regresar a su trabajo investigando crímenes que parecen perpetrarse bajo los mismos patrones, mientras un encuentro con una reservada empleada de una lavandería que en su momento fue pretendida por varias de las víctimas, comienza a obsesionarlo. Este thriller detectivesco, ganador del Oso de Oro en el Festival Internacional de Cine de Berlín -la Berlinale- el año pasado, es una coproducción de Hong Kong y China que pone el acento en la obsesión del protagonista con resolver el caso y con Wu Zhizhen (Kwai Lun-Mei), la enigmática viuda y sospechosa de relación directa con las víctimas que aparecen desmembradas en varios cargamentos de carbón. El agente comienza un acercamiento sutil y casual con la mujer para conocerla y estar al tanto de sus rutinas, pero la relación se sale de control y se gesta un peligroso triángulo amoroso. La propuesta de Yi'nan Diao juega con gran carga de tragedia salpicado con toques de humor negro; la cuidada fotografía de Jingsong Dong y las
sórdidas atmósferas que se crean con las largas tomas de la profunda oscuridad del carbón y del parco hielo invernal, hacen de la película un ejercicio visualmente hipnótico cuya contenida narrativa cocina a fuego lento una historia de siniestros secretos y peligrosas obsesiones en los callejones de una decadente China industrializada recubierta con vibrantes luces neón que parece asfixiar a sus habitantes. Inspirada en varias historias reales, Tan negro como el carbón -cuyo título original en chino podría traducirse a nuestra lengua como "Fuegos artificiales diurnos" en referencia a un bar nocturno del mismo nombre en el filme que cobrará relevancia y que a la vez se trata de una poética metáfora que se comprende cabalmente hasta su secuencia final-, supone un homenaje al cine negro (film noir) al presentar una historia donde no existen los héroes y villanos tal cual, sino que es protagonizada por personajes complejos, seres marginados, solitarios y resentidos que se mueven en una trama imprevisible que guarda sorpresivos giros de tuerca hasta el muy inspirado desenlace; es una propuesta que nos permite tomarle el pulso a la saludable industria cinematográfica contemporánea del gigante asiático, a ese cine fresco y auténtico del que el año pasado pudimos apreciar una pequeña y sobresaliente muestra con Un toque de pecado (Tian zhu ding, 2013), escrita y dirigida por Zhangke Jia, y del que este año tenemos la oportunidad de apreciar otra gran propuesta en los cines. Indudablemente recomendable. 14 96
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asta la fecha, J.C. Chandor ha realizado tan sólo tres largometrajes, pero esta triada de propuestas han sobresalido de la media hollywoodense por ser completamente diferentes entre sí, por sus inteligentes guiones -escritos por él mismo- que cuestionan mordazmente la moral estadounidense, así como por su elegancia y sobriedad en la puesta en escena, y por si fuera poco también ha contado con el respaldo de talentosos histriones como protagónicos. Su ópera prima El Precio de la Codicia (Margin Call, 2011), fue una inteligente y mordaz aproximación a la vida de ocho trabajadores de un poderoso banco de inversión durante las veinticuatro horas previas a la crisis financiera de 2008; en la cinta se dieron cita algunas de las entonces promesas del cine como Zachary Quinto, Paul Bettany y Penn Badgley, junto con los experimentados Stanley Tucci, Jeremy Irons y Kevin Spacey. El año pasado pudimos ver en México su segunda cinta, Todo está perdido (All is lost, 2013), un drama de supervivencia protagonizado únicamente por el veterano Robert Redford como un experimentado marinero que naufraga a la mitad del implacable Océano Índico. El año más violento (A most violent year, 2014) es su más reciente trabajo y una prueba más de que a este realizador debemos mantenerlo en la mira, pues se perfila como uno de los mejores directores estadounidenses de las últimas décadas. La trama del filme se sitúa en Nueva York en el año de 1981, que de acuerdo con las estadísticas, fue el año con más
asesinatos y robos en la Gran Manzana. En este sórdido panorama se encuentra Abel Morales (Oscar Isaac), un inmigrante colombiano que con los años ha conseguido escalar en la sociedad estadounidense, logrando pasar de su posición inicial como chofer de una empresa de transporte de combustible a dueño de la misma compañía. Abel es un antihéroe cinematográfico bastante atípico, pues aunque se trate de un hombre sediento de poder y cegado por una imperiosa necesidad de dejar un legado para su familia, no es un hombre que se desenvuelva con soltura en un mundo violento, esa personalidad va más con la de su esposa Anna (Jessica Chastain), quien le ha auxiliado a levantar exitosamente su compañía con ayuda del dinero de su acomodada familia. La última pieza del rompecabezas que la pareja necesita para consolidar su vida en el sueño americano es la compra de un extenso terreno cuya estratégica localización -a las orillas del río Hudson- permitirá a su empresa expandirse y superar por mucho a su competencia, pero las compañías rivales no se quedan de brazos cruzados viendo cómo un inmigrante se apodera del negocio en la ciudad y comienzan una serie de ataques para deshacerse de él: los acosan en su casa durante las noches, violentan a los choferes de sus camiones para robarse el producto que transportan y después revenderlo, logran que se inicie una investigación criminal en su contra, etc.. El año más violento es un drama criminal destacado no sólo por el enorme rigor en la dirección de J.C. Chandor y 17
su elegante puesta en escena, sino por poseer un guión muy inteligente que, a través de las sutilezas, habla sobre el honor y las convicciones de un hombre que busca lo mejor para su familia sin recurrir a la violencia o a la corrupción. Con un aire de cine setentero ligado al de Sidney Lumet -en ocasiones recordarán a Tarde de Perros o Serpico- y con un halo de tragedia shakesperiana de traiciones y ambiciones desmedidas Macbeth y Lady Macbeth son referentes claros en la creación de la pareja protagónica-, el director presenta la historia de un matrimonio que está desesperado por hacerse de un espacio propio en el 'american way of life', de un esposo que sueña con ser socialmente aceptado, respetado y admirado como un hombre que se ha hecho a sí mismo -el conocido y alabado concepto del 'self-made man' que tanto les fascina a nuestros vecinos del norte-, y de una esposa menos ingenua que sabe que para llegar a la cima se deben recorrer veredas de las que es imposible salir sin mancharse un poco las manos de sangre. En El año más violento, Chandor utiliza a dos de los actores de más calibre en la industria fílmica actual para dar vida a estos complejísimos personajes que conforman el ambicioso matrimonio con el que representa una oda a la parte oscura de la codicia en las sociedades corporativas estadounidenses cuyas acciones no están muy apartadas de las del crimen organizado aunque ellos se mientan a sí mismos una y otra y una vez más para intentar auto convencerse de que no es así.
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a secuela de Los Vengadores (Avengers, 2012) comienza con una espectacular secuencia de acción con los héroes en medio de una peligrosa misión para recuperar el cetro de Loki que se encuentra en manos de enemigos de Estados Unidos. Esta compleja y perfectamente planeada secuencia con cada uno de los seis héroes llevando a cabo su papel correspondiente- sirve como aviso de que estamos ante un filme que será más grande -en todo sentido- que su antecesora. Y efectivamente, Avengers: Era de Ultrón (Avengers: Age of Ultron, 2015) es técnicamente más ambiciosa que la primera entrega, pero también tiene descuidos más evidentes y graves- en su guión, cuya elemental trama se alarga demasiado hasta alcanzar los 140 minutos de metraje, durante los cuales el villano va perdiendo impacto -aunque irónicamente en la película es cada vez más poderoso-, y la aparición/desaparición de muchos personajes adicionales parecen atender más a los caprichos y ocurrencias de Joss Whedon (guionista y director) para hacer un preámbulo a Captain America: Civil War -a estrenarse en 2016-, que al desarrollo congruente de la trama. En esta nueva aventura tenemos como villano principal a Ultrón, una inteligencia artificial desarrollada secretamente por Tony Stark -con ayuda del poder del cetro de Loki- con el objetivo principal de ayudar al equipo defender la Tierra de posibles futuras amenazas extraterrestres. Aunque, como era de esperarse de una inteligencia artificial, ésta ve a la hu-
manidad como la propia amenaza al planeta, por lo que nuestra extinción es la única alternativa para 'proteger' a la Tierra. Partiendo de esta premisa, la trama se bifurca en la paulatina ejecución del plan de Ultrón y en los planes de los Vengadores para detenerlo, con aciertos y fallas en el desarrollo de ambas subtramas. Uno de los aciertos, por ejemplo, es que personajes que habían sido relegados en la cinta anterior -como Black Widow (Scarlett Johansson) y Hawkeye (Jeremy Renner)- adquieren esta vez un poco más de profundidad al mostrar aspectos realmente desconocidos de sus vidas privadas y les es otorgado un peso mayor en la trama en la que ahora sí se integran a la perfección con los otros héroes con sus distintas y ya conocidas personalidades -el cinismo de Tony Stark/Iron-Man (Robert Downey Jr.), la ética y moral trasnochada de SteveRogers/Capitán América (Chris Evans) la vanidad de Thor (Chris Hemsworth) y la ingenuidad de Bruce Banner/Hulk (Mark Ruffalo). Pero un fallo es que no se profundice en absoluto en el tema de las inteligencias artificiales y las consecuencias que este avance tecnológico implicaría; se trata de un tema recurrente en la ciencia ficción y del cual hemos visto mejores ejemplos, pero la insignificancia con la que se aborda esta cuestión juega en contra de la solidez de las motivaciones del villano que jamás logra ser tan inquietante como el de la entrega anterior (el ya mencionado Loki, interpretado por Tom Hiddleston). 18
Otro acierto es su capacidad de construir secuencias de acción complejas con tantos involucrados -recordemos que en esta ocasión se unen al equipo los gemelos Wanda Maximoff/Scarlett Witch (Elizabeth Olsen) y Pietro Maximoff/Quicksilver (Aaron Taylor-Johnson), y Vision (Paul Bettany)... aunque pueden también esperar las breves apariciones de Sam Wilson/The Falcon (Anthony Mackie) y James Rhodes/War Machine (Don Cheadle)- y que cada uno tenga su momento de protagonismo en las batallas a lo largo del filme, especialmente en el monumental y estruendoso clímax. Pero otro fallo es que la película ha perdido frescura, repite esquemas y se presenta poco imaginativa, con una fórmula (amenaza global + acción con muchos -y buenos- efectos digitales + drama + chiste -a veces mordaz, a veces bobo, y en otras, ridículo-) que está cerca del desgaste total, una maquinaria cuyos engranes ha comenzado a deteriorarse y que no resistirán mantenerla en óptimo andar por mucho más tiempo si no se le presta atención. Avengers: Era de Ultrón es una cinta hecha para el fandom y este sector no quedará decepcionado con el espectáculo audiovisual que arma Joss Whedon en pantalla; el filme es todo lo que se espera de un ligero entretenimiento veraniego con el que oficialmente inicia la temporada de blockbusters: una cinta audaz, entretenida y divertida... aunque no tanto como su antecesora.
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na interesante propuesta española nos llega a territorio mexicano incomprensiblemente con el título alterado, eliminando con ello toda la carga alegórica que el nombre original guarda con su protagonista; pese a esto, quienes se adentren en el universo propuesto por los debutantes realizadores Juanfer Andrés y Esteban Roel, se encontrarán con una estimulante pieza de cine español que combina eficazmente el terror y suspenso clásicos con elementos del slasher muy bien dosificados. Sangre de mi sangre (Musarañas, 2014) tiene lugar en los años 50, una época en la que aún se perciben reminiscencias de la Guerra Civil y se vive bajo la sombra del régimen franquista. En este contexto se desarrolla la historia que se centra en Montse, una solterona agorafóbica y fanática católica cuya ultraconservadora educación la aplica para cuidar a La Niña, su hermana menor. Un accidente sufrido por uno de sus vecinos en las escaleras del edificio departamental es el punto de partida para este claustrofóbico relato que se vive entre las cuatro paredes del rancio departamento durante el 90% del metraje. El dúo Andrés/Roel entreteje un relato entretenido con muchos elementos interesantes, como el fanatismo religioso, las secuelas sociales del franquismo, los trastornos obsesivo compulsivos y la 21
subyugante moral que se vivía a mediados del siglo pasado. Macarena Gómez, se presenta como la principal baza de la cinta al encarnar a Monste, la desequilibrada protagonista cuya versatilidad histriónica permite conmover en un momento y perturbar al instante siguiente ojo al maravilloso trabajo creado tan sólo con su expresiva mirada. A la actriz Nadia de Santiago (quien encarna a la hermana menor de Montse) también es justo reconocerle su contenida actuación que funciona como perfecta contraparte y da una réplica de altura al desbordado trabajo de Gómez como la territorial y agresiva musaraña humana que defiende su madriguera y devora a los invasores de su enrarecido microuniverso que supone el aprensivo departamento. Sangre de mi sangre es una propuesta fresca que echa mano de una puesta en escena de espíritu teatral y de distintos géneros en apariencia completamente disímiles, pero utilizándolos con pulso firme durante el recorrido que tiene la historia del filme, comenzando desde un estilizado thriller psicológico, pasando por el cine negro -con crímenes pasionales incluidos-, y concluyendo como un explosivo y sanguinolento cuento de terror que deja de lado toda sutileza. Un formidable debut en los largometrajes de dos talentos españoles a los que no debemos perder de vista.
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Una película sobre la vida de un fotógrafo? Quizá sea mejor empezar recordando el origen de esta palabra. En griego, 'photos' significa luz, y 'graphis' es escribir, dibujar. Un fotógrafo es, literalmente, alguien que dibuja con luz; alguien que escribe y reescribe el mundo con luces y sombras." Con estas palabras da inicio el último trabajo documental del prolífico cineasta alemán Wim Wenders en colaboración con el documentalista y fotoperiodista Juliano Ribeiro Salgado, hijo de la figura protagónica de La sal de la tierra (La sel de la terre, 2014), Sebastião Salgado, incansable fotógrafo brasileño que durante las últimas cuatro décadas ha viajado alrededor del mundo, recorriendo los continentes y capturando fragmentos históricos de la humanidad en su efímero pero implacable paso por este planeta. El documental inicia y termina en su natal Brasil, desde la famosa mina Sierra Pelada hasta la profundidad de la selva amazónica con la tribu de los zo'é, pero a lo largo del documental vamos acompañando a Salgado en una remembranza de su vida, tanto profesional como personal. Así nos remitimos a sus tardíos inicios en la fotografía -tras estudiar una carrera como economista obligado por su padre-, su primer encuentro con su esposa Lélia, el nacimiento de sus hijos, el cambio de significado o sentido de su labor como fotógrafo tras ser testigo de la crueldad del hombre, etc.. La Sal de la Tierra es mucho más que una mirada íntima a la figura de Salgado, porque no sólo estamos ante el itinerario personal y profesional del hombre y del artista; va más allá también de un acercamiento a la creación artística detrás del lente y del cómo la historia personal de cada fotógrafo condiciona la manera de ver el mundo -y por ende su manera de dibujarlo con luz. Gracias a las fotografías de Salgado podemos conocerlo un poco mejor, y gracias a las anécdotas y las experiencias vividas en los distintos continentes durante cuarenta años, el trabajo documental se transforma una alegórica disección de la historia de la raza
humana, expuesta sin concesiones, con todo lo que implica el ser un humano. Una comunidad nómada esquimal en el Ártico donde el horizonte desaparece, otra comunidad en Oaxaca donde el tiempo corre de manera distinta, una más en la Sierra Tarahumara donde se camina corriendo, una guerra civil en Ruanda, un campo de refugiados que huyen del genocidio y una isla remota en el Mar de Siberia, son sólo algunos de los paisajes en los que la lente monocromática de Salgado ha examinado la mutación social (los conflictos bélicos, las hambrunas, el sufrimiento de los trabajadores de minas, los éxodos en el continente negro, los campos de refugiados y los desastres naturales) y en los que la gran mayoría de las ocasiones, la belleza de las imágenes contrasta abismalmente con el dolor que en ellas se retrata; la cuidada composición se enfrenta con el sufrimiento que en la imagen se enmarca. No obstante, es también en algunos de esos paisajes donde ha capturado la belleza y el cambio de la naturaleza, porque en medio del dolor, se abre camino la esperanza a manera de hábitat restaurado que ofrece el refugio ante la barbarie humana y como un camino hacia el reencuentro de padres e hijos. La sal de la Tierra es una obra cinematográfica/antropológica de gran resonancia social, pues además de ser un homenaje en vida a la memoria del fotógrafo -así como un retrato de la complicada relación paterno-filial con su padre, y luego su propia ausencia como figura paterna en la vida de Juliano-, es también un pedazo de historia hecha cine, una reflexión sobre las injusticias sociales y un análisis del arte fotográfico como revelador testimonio tanto de la barbarie como de la generosidad humana; de la parte más oscura de nuestra condición, pero también de la parte más luminosa, un interesante juego de claroscuros humanos que nos amplía nuestra visión para intentar comprendernos mejor como sociedad y tratar de entender también nuestra historia. 22
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a estampa del payaso como inquietante figura ha sido popularizada principalmente por la literatura, las novelas gráficas, la televisión y el cine, aunque en la vida real han sido numerosos los casos de payasos con trágicas historias de vida que involucran alcoholismo, drogadicción, abuso sexual, y en ocasiones, asesinato -pueden investigar sobre el mimo Joseph Grimaldi y/o sobre John Wayne Gacy para mayores y más morbosos detalles. Y es que el rechazo que algunos sienten por estos personajes circenses resulta comprensible, pues estos coloridos comediantes siempre han estado vinculados con un carácter oscuro, una personalidad que se mantiene oculta tras la máscara de su maquillaje, resultando enrarecidos a tal grado que invariablemente trastocan la etapa más frágil de una persona: la infancia. Desde Pennywise en la novela Eso (It), de Stephen King y su versión miniserial de 1990 -en la que fue encarnado magistralmente por Tim Currry-, hasta el muy reciente Twisty (John Carroll Lynch) en American Horror Story: Freakshow, pasando por el Joker en los cómics y películas del Hombre Murciélago (Jack Nicholson, Heath Ledger y próximamente Jared Leto), así como el filme ochentero Poltergeist y Krusty en el longevo serial de Los Simpson, son solo algunos ejemplos de íconos de la cultura popular estadounidense que se han encargado de enrarecer en mayor o menor medida la figura del payaso. Ahora, El Payaso del Mal (Clown, 2014) llega para poner su granito de arena en el encumbramiento de la oscura personalidad de los payasos en el inconsciente colectivo. El Payaso del Mal es la nueva cinta de terror apadrinada por Eli Roth (director
responsable de Hostal y Cabin Fever) y es escrita conjuntamente por Christopher D. Ford y el director Jon Watts, quienes se centran en una maldición legendaria que se desata cuando Kent, un padre de familia dedicado a la remodelación de interiores, se ve obligado a usar un viejo traje de payaso que encuentra en el clóset de una casa que está remodelando, para con ello evitar la decepción de su pequeño hijo en su fiesta de cumpleaños y la ausencia del 'payaso profesional' contratado que, a última hora, ha confirmado que no acudirá. Después del moderado éxito obtenido en el festejo de su pequeño de seis años, Kent descubre que no puede quitarse el traje de payaso, y ni siquiera las sierras eléctricas pueden ayudarle a cortar la tela de su disfraz que parece estar ya encarnado a su cuerpo; cuando intenta despojarse de la colorida peluca, ésta parece conformada por su pelo verdadero, sólo que teñido en las distintas tonalidades del arcoiris; y finalmente, cuando su esposa intenta con unas pinzas quitarle la rechoncha y colorada nariz de goma, ésta se desprende sangrienta con un trozo de su verdadera nariz. Kent, al ponerse en contacto con el dueño de la casa en la que encontró el extraño disfraz, descubre que éste es poseedor de una suerte de maldición a través de la cual un legendario demonio se apodera de su portador y lentamente comienza a consumir su esencia y a transformarlo en el payaso homicida original dueño del disfraz, y a pesar de que hay una manera de romper con la maldición, se trata de un ritual que va en contra de su naturaleza. La película juega de una manera interesante con la imagen del payaso macabro que se encuentra insertada ya en el 25
imaginario colectivo y propone un origen bastante auténtico y sugestivo del payaso original y su naturaleza asesina. La premisa es sencilla y cumple con su cometido de una manera eficaz, posee una buena dirección y los actores cumplen con sus roles de manera cabal; todo ello hace de El Payaso del Mal un producto agradable y divertido con algunos toques de gore. La película no descubre el hilo negro de las películas de terror (de hecho ni siquiera es esa su intención) ni aporta nada nuevo al género, pero a pesar de su limitado presupuesto logra crear una interesante propuesta visual con su dirección artística y estupendo trabajo de maquillaje, por lo que puede fácilmente introducirnos en un ambiente de salvajes, sucias y sangrientas atmósferas; además, como no se toma demasiado en serio a sí misma, algunas situaciones inverosímiles no se sienten fuera de tono. El Payaso del Mal es un trabajo que parte de una muy buena idea, que es ejecutada y desarrollada de una manera bastante astuta, y que a pesar de contar con un final previsible, éste no deja de ser efectivo y coherente con la historia y las convenciones que nos han propuesto desde el inicio. Se trata de un filme ideal para los amantes del género que busquen un poco de frescura en las propuestas y estén dispuestos a dejarse llevar por una historia auténtica que les hará pasar un rato (des)agradable.
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as películas sobre las relaciones humanas ya no son nada nuevo, y si fuera una donde se abordara el importante papel del lenguaje dentro de ellas tampoco ofrecería gran cosa verdaderamente novedosa; pero si, en cambio, le agregáramos altas dosis de metáforas y simbolismos apoyados por la tercera dimensión, entonces comenzaríamos a formar algo ligeramente original, pero si a todo lo anterior le sumáramos la figura de Jean-Luc Godard como su artífice, la cosa entonces se volvería sumamente interesante y su visionado sería imprescindible. Uno de los más radicales defensores y renovadores del discurso cinematográfico y audiovisual (que no necesariamente son lo mismo), y uno de los principales miembros del movimiento fílmico que cambió la historia del cine (la Nueva Ola francesa -la Nouvelle Vague-), presenta su primera película completamente en 3D, y a sus 83 años de edad, el director parisino logra un trabajo más audaz y potente que el de muchos jóvenes que se desenvuelven en el cine experimental. Adiós al lenguaje (Adieu au langage; 2014) intenta construir una nueva forma de comunicación fílmica, o más bien, nos hace ver que la narrativa cinematográfica tiene muchas más alternativas que se pueden usar para construir relatos, como el de su elemental historia sobre una pareja (un hombre soltero y una mujer casada) y sus encuentros y desencuentros que tienen lugar a través de las distintas estaciones del año y siempre bajo la mirada de un perro al que vemos recorrer bosques y zonas urbanas. Adiós al lenguaje es un ensayo audiovisual en donde Godard hace uso de la música clásica, de material de archivo de películas o programas de televisión, de la literatura y la filosofía, pero sobre todo, de un experimental uso del 3D, para construir una audaz e hiperintelectualizada ficción sobre la pareja central y la despedida de su lenguaje. Es un filme de
complicado visionado, y no únicamente por su complejidad narrativa, sino porque Godard se atreve a experimentar verdaderamente con la estereoscopía, la edición y la exploración de la imagen como si de un ejercicio esquizofrénico se tratase; en un par de ocasiones, gracias al estimulante uso de dos estereogramas simultáneamente, el maestro nos obliga a elegir entre mantener los dos ojos abiertos o cerrar uno de ellos, eligiendo con ello a cuál de los dos personajes queremos ver. Muchas de las secuencias de Adiós al lenguaje resultan incómodas de ver, precisamente porque se permite tal libertad de experimentación que es imposible mantener la mirada atenta, puesto que nuestros ojos no están educados para este tipo de proyecciones. Con toda alevosía, Godard crea imágenes que hieren la retina. Y es que aquí no estamos hablando de una película común que se presenta en este formato para atraer a una mayor audiencia, se trata de un lúdico uso del 3D como parte elemental de la propuesta narrativa del filme, estamos ante un 'performance artístico', un trabajo no muy conectado al cine sino más cercano al videoarte que cambió su espacio habitual en una galería por la gran pantalla. Adiós al lenguaje es un relato que comienza de manera sencilla, pero a medida que la historia avanza, Godard va insertando, cada vez con mayor frecuencia, citas filosóficas e imágenes de archivo, modificándolas para transmutarlas en piezas pictóricas en movimiento, saturándolas o cambiando los tonos de los colores, superponiendo texturas y colocando elementos que emergen de la pantalla. Son 70 minutos de un ensayo experimental que explora los aún muy fértiles terrenos del formato 3D y permite apreciarlo desde una nueva perspectiva, es un estudio sobre las posibilidades de la imagen + la palabra donde las tres dimensiones son más una herramienta y no un simple accesorio decorativo. 26
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l paulatino declive de un aparentemente inmaculado y sólido matrimonio es la principal y aparente premisa de la tercera película del director francés Philippe Claudel, quien debutó como director con la reconocida Hace mucho que te quiero (Il y a longtemps que je t'aime), estrenada precisamente en nuestro país dentro del 13° Tour de Cine Francés en 2009, evento nacional anual donde se presentó ahora, en su 18a. edición, Antes del Invierno (Avant l'hiver; 2013). El dramático relato de su ópera prima tuvo como protagonista inolvidable a la siempre extraordinaria Kristin Scott Thomas, quien vuelve a trabajar a las órdenes de Claudel, ahora como co protagonista, para compartirnos la historia de la fractura ocurrida en una relación que se creía inquebrantable, la del matrimonio conformado por el neurocirujano Paul (Daniel Auteuil) y su abnegada mujer Lucie (Scott Thomas). Las fisuras en la relación comienzan a aparecer el día que Paul comienza a recibir ramos de rosas rojas sin remitente en su casa, en su consultorio personal y en el hospital donde trabaja, esto coincide con un encuentro fortuito con una chica llamada Lou (Leïla Bekhti), quien dice haber sido su paciente hace muchos años, y con la que, extrañamente, comienza a cruzarse con mucha regularidad con el paso de los días. Es así como Claudel planta la semilla de la intriga que germina en este sombrío thriller donde nos da total acceso a la intimidad de este maduro matrimonio para verlo desintegrarse ante nuestros ojos. Con un ritmo pausado y, sobre todo, con una exquisita elegancia en el manejo de la cámara y en la composición fotográfica, Claudel nos permite que acompañemos al neurocirujano al borde de una crisis matrimonial, personal y laboral, al tratar de descubrir quién es el remitente que envía periódicamente los anónimos ramos rojos, si la chica Lou tiene algo qué ver y el por qué ha comenzado a sentirse tan identificado 29
con esta chica de aparente carácter neurótico. Pero Claudel no deja las cosas tan sencillas, y por si no fuera suficiente el triángulo amoroso surgido entre Paul, Lucie y Lou, también teje la trama de un segundo triángulo, aunque más emocional y dramático que amoroso, cambiando a Lou, por el psiquiatra Gérard (Richard Berry), colega de Paul y mejor amigo del matrimonio que ya no intenta esconder sus sentimientos hacia la esposa de su mejor amigo. Es en estas dos relaciones en las que está inmersa Lucie, que el personaje resulta ser un tanto más tridimensional y con más matices que lo que se había podido pensar en un principio dónde sólo se podía apreciar como la esposa que había renunciado a su propio sobresalir para volcarse completamente en su marido. En Antes del Invierno, a través del guión minuciosamente trabajado en cuanto a sus ambigüedades y engaños (como el poner al inicio de la película una secuencia correspondiente al final de la historia que, con el paso del tiempo, será retomada en el tramo final del filme), y unos duelos de actuaciones memorables (Auteuil y Scott Thomas son dioses de la actuación y aquí lo demuestran... otra vez), somos testigos de cómo el personaje se va transformando de un reconocido y envidiado cirujano que lo tiene todo en la vida, a un hombre patético y contradictorio -atención a las discusiones con su hijo Victor (Jérôme Varanfrain). Con claras influencias como La Mujer de al lado (La femme d'à côté; 1981) de Francois Truffaut y El Amor ha muerto (L'amour à mort; 1984) de Alain Resnais, Claudel nos ha puesto aquí frente a un exhaustivo análisis de nuestra condición racional humana en situaciones límite como ésta y nos permite echarle una mirada (aunque casi siempre a través de un opaco cristal) al interior del ser humano donde se esconden los más oscuros secretos y a los sucesos que tienen lugar cuando estos salen a la luz.
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os Antiguos decían que Jauja era una tierra mitológica de abundancia y felicidad. Muchas expediciones buscaron el lugar para corroborarlo. Con el tiempo, la leyenda creció de manera desproporcionada. Sin duda la gente exageraba, como siempre. Lo único que se sabe con certeza es que todos los que intentaron encontrar ese paraíso terrenal se perdieron en el camino." Con esta leyenda en pantalla abre Jauja (2014), la más reciente cinta del director de culto argentino Lisandro Alonso (La Libertad, Los Muertos, Liverpool), una película que llega bajo la forma de una suerte de western intimista sobrenatural en el que se manifiesta un tratado sobre la modernidad contra la naturaleza. Presentada bajo el formato de proyección más antiguo (1:33) con la particularidad de redondear las esquinas de la pantalla, y con el pausado estilo narrativo característico de su artífice (que muchas veces roza las convenciones del cine documental, que puede prescindir sin culpas de los diálogos, trabajar con actores no profesionales, y para quien los paisajes y las atmósferas están por encima del argumento -una cualidad por la que podemos emparentar su cine con el de nuestro compatriota Nicolás Pereda), la quinta película de Alonso versa sobre el capitán Gunnar Dinesen(Viggo Mortensen), un ingeniero militar danés que, junto con su hija Ingeborg (Viilbjørk Malling Agger), llega a la Patagonia para trabajar con el ejército argentino en un remoto puesto militar durante la 'Campaña del Desierto' (el salvaje genocidio perpetrado contra los nativos de la región en pos de la modernidad y la supremacía racial), y para buscar la felici31
dad que promete la legendaria tierra de la abundancia. En medio de la campaña, Ingeborg se enamora de un joven soldado y una noche huyen juntos del campamento; el capitán emprende, entonces, una búsqueda incansable para encontrar a su hija, lo cual se convierte en una suerte de viaje iniciático en medio de un desierto que devora todo y a todos, y donde las barreras espacio-temporales no existen más. Jauja, como todo el cine de Alonso, es una propuesta audiovisual que se debe experimentar más que sólo apreciar, que se separa radicalmente del cine de fórmula; el filme ostenta altas dosis de visiones conceptuales (con la formidable labor fotográfica de Timo Salminem) y el pausado ritmo pone a prueba la paciencia del espectador, por lo que podemos asegurar que éste no es cine para todos, especialmente, por 'ese' final por el cual se decanta el director, ya que además de ser desconcertante, seguramente enfurecerá a muchos, pues se podría apreciar de una manera en la que pareciera que el discurso que Lisandro venía esgrimiendo a lo largo de todo el filme, es echado por la borda con esos radicales minutos finales, aunque si se analiza con detenimiento, vemos que ese extremo giro de tuerca no necesariamente va en detrimento de la cinta. Pese a esto, a Jauja podemos considerarla como una ambiciosa propuesta en la que vale la pena aventurarse por su discurso, por compartir postales de gran belleza onírica con una elegancia visual de colores saturados, y por tratarse de un cine diferente, complejo y arriesgado que no teme salirse de los cánones del leguaje cinematográfico convencional.
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Qué factor es determinante para tener éxito en la música? Muchos músicos lo buscan desesperadamente creyendo que la fama y la fortuna es la meta a alcanzar, pero para algunos otros, para esos que en realidad aman lo que hacen, la meta a alcanzar es dejar huella en la industria. Bien lo mencionaba Andrew (Miles Teller), el protagonista de Whiplash: Música y Obsesión (Whiplash, 2014): "prefiero morir como un alcohólico, en la ruina, a los 34, y que la gente converse de mí, que vivir para ser rico y sobrio a 90 y nadie recuerde quién era yo". Eso es para los apasionados al arte el significado del éxito, pero también, siendo un poco menos soñadores, hay que aceptar que hay veces que el esfuerzo no alcanza para lograr este objetivo, existe muchísimo talento, sólo que hay que estar conscientes que siempre habrá alguien que lo haga mejor que uno. Así que la "inmortalidad" anhelada es mucho más difícil, ya que para ello implican muchos factores que no dependen del artista: la empatía con el público, que ellos amén su música, y siendo honestos, una muerte trágica ayuda bastante. Esto nos lleva a la conclusión que la mayor parte de los que se vuelven "iconos" lo hacen por la más sencilla razón... ser ellos mismos. Kurt Cobain es de esos casos especiales, su forma tan auténtica de ser lo convirtió en un estandarte para la "generación X", y junto a su banda Nirvana reinó durante los 90s. Es por todos conocido la acelerada y fascinante vida de Kurt Cobain, un chico que encontró en el rock el antídoto para su dolor interno, así que uno pensaría que un documental sobre él está de más, ya que ya se han realizado varios. Pero el punto fuerte del que hoy nos ocupa, Kurt Cobain: Montage of Heck (2015), es que probablemente se trate del retrato más íntimo sobre un ídolo musical que se ha visto en años.
Producido por HBO, estrenado por la misma cadena a principios de mayo y bajo la dirección de Brett Morgen, el documental nos cuenta la vida de Cobain en esta biografía "autorizada" del dios del grunge, de boca de sus padres y madrastra, gente que lo conoció en su juventud, sus amigos más cercanos -de los cuales faltó Dave Grohl, compañero de Nirvana y amigo de la juventud que por motivos personales no quiso participar-, su ex esposa y también cantante Courtney Love, así como su hija Francis, quién aunque no da su testimonio en el documental sí participa como productora e impulsora del proyecto. Todos ellos dieron acceso al director de material inédito como vídeos caseros, fotografías, canciones inéditas, dibujos, apuntes y grabaciones que Cobain hacía en la intimidad y contando anécdotas que pocos conocíamos de Cobain como hijo, pareja, padre y ser humano. Algo a destacar son esas melancólicas secuencias animadas con la voz de fondo de Kurt narrando pasajes de su vida, provocando que se intensifique el sentimiento con el espectador. El documental permite apreciar otra sensibilidad del cantante, acompañamos a un niño que sólo quería una familia, sentirse querido, de ahí se deriva su rebeldía, sus adicciones, la violencia y autodestrucción en general que lo acompañaría durante su meteórica y corta carrera musical que marco al época de los años 90, y que término anticipadamente con su suicidio... ¿o fue un asesinato como se especula? Curiosamente él alcanzó, sin buscarlo, lo que hablábamos en un principio, la fama y fortuna acompañada de el status de leyenda. El "éxito" del que siempre trató de huir y que para él no era más que una carga con la que no podía vivir.
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planeta, pero que resulta simplemente una llamada de atención muy violenta, ya que, según ellos, sólo ante una inminente catástrofe se crearía un verdadero cambio de conciencia en la humanidad. Y es que, como bien señala Rantés (Hugo Soto) en la cinta argentina del director Eliseo Subiela, Hombre Mirando Al Sudeste (un filme de 1987que también entra dentro de las películas apocalípticas): "La naturaleza sólo permite un desarrollo muy lento. Favorece más fácilmente un cambio de especie que un cambio de conciencia". Pero no todas las invasiones son cosa seria, especialmente si detrás de ella está alguien como Tim Burton, pues sus ¡Marcianos al ataque! (Mars Attacks!; 1996) divierten más de lo que asustan, sobre todo cuando uno de los tantos coprotagonistas (un prometedor -en ese entonces- Lukas Haas) descubre cómo terminar con esos cabezones con cara de calavera: sólo había que hacerlos escuchar la canción 'Indian Love Call' de Slim Whitman para que les explotara su completamente desproporcionada materia gris. En una variante de invasiones alienígenas, en Titanes del Pacífico (Pacific Rim, 2013), de Guillermo del Toro, es el fondo del Océano de donde comienzan a emerger enormes criaturas provenientes de otra dimensión a través de un portal que se ha abierto al fondo del Pacífico. La humanidad comienza a defenderse y a contraatacar a las bestias; con mucha dificultad éstas son derrotadas, pero las apariciones de las criaturas son cada vez más comunes y más devastadoras. Con el tiempo se cae en cuenta que los 'kaiju' no se detendrán y para defenderse de los monstruos, el hombre crea sus propios monstruos: robots gigantes llamados 'jaegers' (proveniente del alemán que significa 'guerreros') que son controlados por dos pilotos, cada uno controlando un hemisferio de la inmensa máquina de ataque. Guillermo Del Toro entrega una película esperanzadoramente apocalíptica en la que 132 minutos le son suficientes tanto para evidenciar algunas anomalías de la naturaleza humana, como para hablar también de las virtudes de la misma; pero a la vez, entrega un blockbuster en toda regla que emociona y recuerda la esencia de que el cine, como parte de la industria del entretenimiento, puede muchas veces transportarnos a universos inimaginables y que es un espectáculo que, cuando está bien hecho, vale la pena verlo en cine. Y en la reciente Al filo del mañana (Edge of Tomorrow, 2014), de Doug Liman, Tom Cruise queda expuesto a la sangre de uno de los millones de alienígenas que están colonizando a la tierra, lo cual le da la extraña habilidad de viajar 24 horas al pasado para crear una estrategia que le ayude a detener la invasión intergaláctica, pero si muere, está condenado a repetir ese mismo día una y otra vez hasta que el planeta esté a salvo.
a Guerra de los Mundos (The War of The Worlds; Byron Haskin, 1953), la adaptación de la novela de H.G. Wells es el ejemplo más claro de la invasión extraterrestre y exterminio humano; el legado de esta cinta de culto es tal, que en 2005 se realizó un remake por parte de Steven Spielberg y protagonizada por Tom Cruise (y no, aunque ud. no lo crea, él no encarna a uno de los extraterrestres invasores/exterminadores). Además, el churrazo cinematográfico El Día de la Independencia (Independence Day; Roland Emmerich, 1996) también se vio inspirado por la obra de Wells (aunque algunos dirían que se la plagió, pero esa es otra historia); tan es así, que la manera en que los humanos (es decir Will Smith y Jeff Goldblum) logran detener a los extraterrestres es la misma, sólo que modernizando el método muy al estilo de las era digital y las 'toxinas cibernéticas'. Otras especies intergalácticas han llegado a nuestro planeta también para exterminar a la humanidad, pero no para dejar a nuestro planeta muerto, sino para tomar nuestro lugar como especie dominante en la Tierra; tal es el caso de la raza colonizadora de La Invasión de los Usurpadores de Cuerpos (Invasion of the Body Snatchers; Don Siegel, 1956) cinta de culto protagonizada por Kevin McCarthy y Dana Wynter, que mereció un remake en 1978 (ahora a cargo del director Philip Kaufman y protagonizada por Donald Sutherland), cuyo mérito más grande es haber cambiado el feliz desenlace de la cinta original por uno mucho menos esperanzador; de la cinta original se realizó, hace algunos años, un segundo remake (The Invasion; Oliver Hirschbiegel, 2009) protagonizado por Nicole Kidman y Daniel Craig, pero es tan malo que mejor vamos a hacer de cuenta que no existe. Algo que nunca ha quedado muy claro, es el por qué una civilización alienígena que es mortalmente alérgica al agua pretende colonizar un planeta como el nuestro que está conformado por ese vital liquido en casi un 70% de su superficie. Esto a lo que estoy haciendo referencia no es parte de la disparatada trama de una cinta de Ed Wood, sino a la premisa de Señales (Signs; 2000), esa cinta del director de ascendencia hindú M. Night Shyamalan que nos contaba cómo Mel Gibson descubría que los misteriosos círculos que aparecían en sus cultivos eran 'señales' de una inminente invasión alienígena y cómo defendía a su familia de esos seres espaciales que morían al contacto con el H2O. En El día que la Tierra se detuvo (The Day the Earth Stood Still; Scott Derrickson, 2008), remake de la cinta homónima de 1951, la siempre hermosa Jennifer Connelly y el perpetuamente inexpresivo Keanu Reeves (por fin un papel le quedó como anillo al dedo), protagonizan lo que en un principio parecía una típica invasión alienígena destructiva para nuestro 39
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uchas cintas han planteado el final de nuestra existencia a través de una catástrofe meteórica, tanto así que en 1998, como si se tratasen de meteoritos gemelos, se estrenaron apenas con un mes de diferencia dos cintas con la misma temática interestelar, pero con resultados muy distintos. Primero, Impacto Profundo (Deep Impact; Mimi Leder) planteó el descubrimiento de un asteroide con rumbo fijo hacia la Tierra y, a pesar de no ser una gran película, la directora supo equilibrar los sucesos que paralelamente sucedían aquí en la Tierra (la humanidad preparándose para el desenlace) y los que tenían lugar en el espacio exterior (los astronautas que intentan detener al asteroide en su camino implacable hacia nuestro planeta); el resultado fue una cinta apocalíptica en toda regla con un gran reparto que incluyó a Tea Leoni, Morgan Freeman (ni más ni menos que como el mismísimo presidente de los Estados Unidos), Robert Duvall, Elijah Wood, Leelee Sobieski, entre varios más. Un mes después llegó a las pantallas Armageddon (Michael Bay), una cinta que pasó del subgénero apocalíptico al de la acción y aventura en las afueras de nuestra atmósfera; enfocándose principalmente en los impresionantes (aunque muy breves) momentos de destrucción meteórica, el filme después dio paso a las situaciones exageradas e inverosímiles de una tripulación conformada por excavadores petroleros que pretenden poner una bomba en el asteroide para detonarla antes de que este colisione con nuestro hogar azul. Armageddon obtuvo un rotundo éxito gracias al elenco (Bruce Willis, Ben Affleck, Liv Tyler, etc.) y al ultrafamoso tema musical 'I Don't Wanna Miss A Thing' interpretado por Aerosmith. Pero mucho antes de que estas cintas colisionaran en la gran pantalla el mismo año, el séptimo arte ya había echado mano de las rocas espaciales para esbozar historias sobre la conclusión de nuestra era sobre la Tierra. A finales de los años 70, el James Bond más famoso del celuloide, Sean Connery, junto a Natalie Wood, protagonizaron el churrazo Meteoro (Meteor, 1979; Ronal Neame) en el que las dos potencias mundiales, Estados Unidos y la Unión Soviética, se unen para evitar que la enorme roca nos aniquile. Cinco años después, un cometa anunciaba nuevamente el final de nuestros días; al tiempo del paso del brillante astro, se genera una transformación de la humanidad en zombies mutantes, exceptuando a dos chicas californianas, únicas sobrevivientes del sui generis apocalipsis en el filme La Noche del Cometa (Night of the Comet, 1984;
Thom Eberhardt). Una cinta de la cual es recomendable su visionado a la mayor brevedad pues su discurso girl-power y antimachista sigue resultando una delicia en estos tiempos pre-apocalípticos donde todavía se lucha por la igualdad de género. Ya entrados en el nuevo milenio, el director Danny Boyle ofrece Alerta Solar (Sunshine; 2007), la que representó su nueva cinta apocalíptica después de haber entregado Exterminio (28 Days Later, 2002) un lustro antes. Repitiendo nuevamente a su actor protagónico (el estupendo Cillian Murphy), el cineasta traslada la acción de las desoladas calles londinenses al igualmente desolado espacio exterior, en donde una nave llamada Icarus II pretende detonar una bomba en el corazón del Sol para reactivarlo, pues éste lentamente ha comenzado a apagarse, dejando a nuestro planeta sumergido en un invierno perpetuo. Tan sólo un año después, se estrenó la cinta 3 Días (2008) ópera prima del director F. Javier Guitérrez, la cual gira en torno a una familia en la provincia española durante las setenta y dos horas previas a la colisión de un asteroide; en ella, Alex (estupendo Víctor Clavijo) se ve obligado a ayudar a su madre a cuidar de los cuatro pequeños hijos de su hermano cuando un hombre, llamado Lucio, amenaza con llevárselos. Se trata de un excelente debut acompañado de un guión inteligente; un estupendo thriller apocalíptico. El polémico Lars Von Trier, también ha abordado el tema del fin del mundo a través de su más reciente cinta: Melancolía (Melancholia, 2011), en la que un planeta (el del título) amenaza con chocar con la Tierra; la suntuosidad de la fiesta que se celebra en el filme contrasta con el desastre psicológico que entrega el director a través de las estupendas actuaciones de Kirsten Dunst y Charlotte Gainsbourgh; una cinta cuyo visionado es obligado antes de que se acabe el mundo. Por su parte, Buscando un Amigo para el Fin del Mundo (Seeking a Friend for the End of the World, 2012, Lorene Scafaria), es una mezcla de de comedia romántica con toques de cine apocalíptico, protagonizada por Steve Carrell y Keira Knightley; la premisa de la cinta se enfoca en un hombre (Carrell) que, tras ser abandonado por su mujer y ante la inminente colisión de un asteroide con la Tierra, decide buscar a su antiguo amor de la preparatoria; en su viaje será acompañado por su vecina (Knightley), que busca pasar con su familia las últimas horas de existencia en este planeta.
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verdadera condución humana, la cual no está muy apartada de la naturaleza animal. Con una premisa similar, el director David Mackenzie presentó Al Final de los Sentidos (Perfect Sense, 2011), en donde un chef y una científica (interpretados por Ewan McGregor y Eva Green respectivamente) comienzan un romance a la par que una misteriosa epidemia global comienza a privar de los sentidos a toda la raza humana. Olfato, gusto, vista, oído... tacto; una a una y en ese estricto orden, las capacidades sensoriales se van evaporando sin siquiera dar tiempo de ponerle un nombre a la recién nacida 'enfermedad'. En un mundo oscuro, colapsado y sin sensaciones, sólo queda recurrir a los brillantes momentos que pueden ser provistos por las emociones y los recuerdos. Pero si la naturaleza decide que no basta con arrasarnos de su faz con catástrofes meteorológicas, obligándonos a quitarnos nuestra propia vida, o despojándonos nuestras capacidades sensoriales para prohibirnos 'vivir la vida', entonces nos quitará también nuestra capacidad de concebirla. Por lo menos así lo plantea la cinta Los Niños del Hombre (Children of Men, 2006), la extraordinaria película de Alfonso Cuarón basada muy ligeramente en la novela homónima de P.D. James, en donde una epidemia global de infertilidad ha acabado con el orden mundial hasta quedar al borde del colapso. En la Inglaterra del 2027, se vive un régimen totalitario que persigue a los inmigrantes que pretenden adentrarse en su territorio; en esta sociedad apocalíptica vive Theo (interpretado por Clive Owen), un exactivista que es contactado por su ex esposa Julian (la extraordinaria Julianne Moore) quien le pide ayuda para proteger a Kee (una Claire Hope Ashitey que transpira inocencia y ternura por cada poro), una mujer que podría ser la última esperanza de la humanidad y a la que desean entregar al grupo conocido como Proyecto Humano, una mítica organización que dedica todos su esfuerzos a tratar de preservar la existencia de nuestra especie. Con una realización estupenda (atención a los excelentes planos secuencia que maneja a lo largo del film y la sombría fotografía de Emanuel 'Chivo' Lubezki) y un final esperanzador, la cinta resulta un maravilloso trabajo cinematográfico por parte de nuestro compatriota.
n un fenómeno un tanto parecido al que ocurrió con las cintas Impacto Profundo y Armageddon en 1998 (y de las que se hablaron en el capítulo anterior), otro par de cintas se enfocaron, de manera muy similar, en el final de nuestros días; estas no se estrenaron con pocos meses de distancia como las cintas ya referidas, pero el artífice de ambas fue el mismo hombre: Roland Emmerich. Primero, con El día después de mañana (The Day After Tomorrow, 2004) ofreció un trabajo que resultó entretenido hasta la primera mitad del filme; después, éste se desplomó en medio de situaciones exageradas, llevadas a un grado de completa inverosimilitud y casi al punto de la ridiculez... ok, sí, sobrepasó los límites de la ridiculez. Un lustro más tarde, el director de origen alemán entregó 2012 (2009)un filme con una trama basada presuntamente en las ya muy mancilladas profecías de nuestros antepasados precolombinos, y en el que durante casi todo su metraje por lo menos pudo mantener un par de constantes: la ridiculez y el absurdo. Es tan mala, que si el fin del mundo fuera a causa del mal cine, esta sería la que le daría el tiro de gracia. El final de los Tiempos (The Happening, 2008) es otra cinta que nos presenta nuestro exterminio a raíz de la venganza de la Madre Naturaleza; en este filme dirigido por M. Night Shyamalan, las plantas comienzan a producir una sustancia que es transportada por el viento y que se apodera de las conciencias humanas obligando a las personas a cometer brutales actos suicidas. A pesar de las influencias/homenajes/plagios a las obras cinematográficas de Hitchcock y George A. Romero, la cinta es un completo caos donde el tratamiento de la historia resulta por demás risible (si no me creen recuerden la escena donde Mark Wahlberg le habla a una planta que se encuentra en una casa en la que buscan refugio). Con un reparto encabezado por Julianne Moore, Mark Ruffalo y Gael García Bernal, el director Fernando Meirelles (Ciudad de Dios, 2002) presentó en 2007 la aceptable adaptación de la novela de José Saramago 'Ensayo sobre la Ceguera' bajo el sencillo título de Ceguera (Blindness). La cinta planteó un mundo caótico al borde de la (auto)destrucción a partir de una misteriosa epidemia que despoja a la humanidad del sentido de la vista, haciendo que salga a relucir su
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despierta en un hospital tras un largo coma tan sólo para ser testigo de un Londres desolado por un extraño virus que transforma a los infectados en voraces depredadores de sus congéneres. El éxito del filme orilló a los productores a realizar la secuela ya mencionada en la que se continúa la historia de la expansión del virus, y aunque no alcanzó el nivel del filme de Boyle, el director Juan Carlos Fresnadillo entregó una más que aceptable segunda entrega que rompe la regla que señala que 'segundas partes nunca fueron buenas'; además cabe destacar la participación de Jeremy Renner en un papel crucial de la trama y mucho antes de que saltara a la fama como el action hero que es hoy en día en el Universo Cinemático de Marvel como Hawkeye. El Último Hombre sobre la Tierra (The Last Man on Earth, 1964), La Última Esperanza (The Omega Man, 1971) y Soy Leyenda (I Am Legend, 2007) son tres cintas basadas en el mismo relato de Richard Matheson y que enfrentan al protagonista de la historia (encarnados por Vincent Price, Charlton Heston y Will Smith en sus respectivas versiones) a una plaga infectados que comparten ciertas características con los vampiros. Se dice que el guión original para la primera versión (la protagonizada por Price en 1964) fue escrito por el mismo Matheson, pero después de varias reescrituras pidió que se quitara su nombre de los créditos; si el autor siguiera vivo, se alegraría de que ninguna de las versiones hechas hasta ahora ha podido igualar a su obra literaria, pero como ya no está entre nosotros, posiblemente se revolcaría en su tumba si presenciara la versión más reciente con Will Smith. Portadores (Carriers, 2009) tiene la particularidad de que llegó a México tan sólo unos meses después de la epidemia de influenza tipo H1N1 desatada en México en 2009, pero ni el morbo logró que tuviera éxito. Y es que cuando se trata de una cinta cuya estructura es MUY similar a la de Exterminio, pues realmente preferimos quedarnos con la cinta de Danny Boyle y no con la protagonizada por Chris Pine y Piper Perabo, aunque destaca la participación de Lou Taylor Pucci y el final esperanzador muy bien logrado por parte de los directores Álex y David Pastor. Una plaga zombie jamás habría resultado tan divertida si Tierra de Zombies (Zombieland, 2009) no contara con la acertada dirección de Ruben Fleischer, el dinámico guión de Paul Wernick y Rhett Reese, y la gran química entre Jesse Eisenberg, Woody Harrelson, Emma Stone y Abigail Breslin -sin olvidar, claro, la hilarante aparición de San Bill Murray-, los protagonistas de esta comedia en la que deben decidir si intentan sobrevivir poniendo la confianza en ellos o enfrentándose solos a los comesesos. Alejándose de las producciones hollywodenses, el cine latino también ha planteado pandemias como la de la cinta escrita y dirigida por Alejandro Brugués, Juan de los Muertos (Juan of the Dead, 2012), en la que abruptamente la población cubana comienza a sucumbir ante un virus que los transforma en muertos vivientes, y mientras el gobierno dice que son disidentes pagados por los Estados Unidos, el Juan del título decide montarse su negocio junto con sus amigos y, bajo el lema "Juan de los Muertos: Nos deshacemos de sus seres queridos", comienzan eliminando a los cadáveres ambulantes de las calles de la Habana. Para terminar la lista de este apartado, remitámonos a un punto geográficamente más cercano: el interior de la república mexicana, en donde un grupo de personas han decidido internarse para buscar un refugio apartado de un brote infeccioso a nivel global que ha convertido a las personas en violentos seres sanguinarios; ésto en la película para internet Los Infectados (2011; Alejandro G. Alegre), en la que los 77 minutos del metraje de esta producción mexicana confirman que sólo hace falta talento y ganas de hacer las cosas para lograr sacar un proyecto adelante.
na de las posibilidades que Hollywood ha explorado de manera muy recurrente es la del virus mortal que arrasa casi por completo con la raza humana en cuestión de días o semanas; uno de los ejemplos más claros es la cinta de Contagio (Contagion, 2011; Steven Soderbergh), que respaldada por un gran reparto, muestra cómo se disemina el virus de manera irrefrenable por todo el planeta y la ineptitud de las autoridades globales ante una epidemia incontrolable. Aunque la cinta en realidad tiene un tono más parecido al de un programa especial de National Geographic y no tanto el de una película apocalíptica (aunque lo es a toda regla) no se debe pasar por alto el buen desempeño actoral del envidiable elenco (Kate Winslet, Jude Law, Matt Damon, Marion Cotillard, Gwyneth Paltrow, Lawrence Fishbourne, entre muchos más) y la excelente dirección de Soderbergh. No es lo que muchos esperaban pero es una cinta referencial obligada cuando hablamos de virus mortales el cine (amén de todo el discurso anti-instituciones gubernamentales que es toda una delicia) Retrocediendo un poco en el tiempo, a finales del siglo pasado llegó Doce Monos (Twelve Monkeys, 1995) -que este año cumple 20 años de su estreno- Bruce Willis encarna a James Cole, un prisionero en el año 2035, en el que la humanidad se ha visto diezmada por un holocausto provocado por un extraño virus liberado por una misteriosa organización que opera bajo el nombre de Doce Monos; Cole es obligado a viajar al pasado para obtener una muestra del virus o cualquier otra información que permita combatir la pandemia en el futuro. Con Doce Monos, TerryGilliam nos ofrece uno de los más pesimistas cuentos postapocalípticos y uno de los finales más desoladores que plantea un tiempo como elemento inalterable; la escapatoria no existe. En este mismo año, el director Wolfgang Petersen nos entregó Epidemia (Outbreak, 1995), en la que Dustin Hoffman la hacía de héroe global en el papel de un científico que tiene la misión de examinar un virus originado en el viejo continente que es capaz de matar a las personas en menos de 72 horas. Además de Hoffman, entre el reparto se encuentra Morgan Freeman, Rene Russo, Donald Sutherland, Patrick Dempsey, Kevin Spacey, Cuba Gooding Jr., entre otros. Actoralmente, podría catalogarse como la Contagio del milenio pasado. Pero no sólo la ficción cinematográfica se ha apoyado de la teoría de los virus para terminar con nosotros, pues el documental Outbreak: Anatomy of a Plague (2010; Jefferson Lewis), basado en el bestseller ‘Plague: How Smallpox Devastated Montreal’, ofrece una mirada histórica sobre las epidemias globales a partir del estudio del brote de viruela surgido en Montreal en 1885. "¿Cómo reaccionaría Montreal actualmente si tuviera que enfrentarse nuevamente a un brote de viruela o a alguna otra enfermedad mortal?" es el cuestionamiento que plantea el documental coproducido por NFB, Discovery Canada y Radio-Canada. La mirada histórica sobre los efectos de las pandemias y los muy posibles brotes futuros de enfermedades letales, la hacen más escalofriante que cualquier ficción fílmica. Regresando a los terrenos de la ficción, una característica de los virus hollywoodenses, es que muchas veces no matan a las personas sino que las transforman en horribles criaturas sedientas de sangre o hambrientos de carne humana. En Tierra de Vampiros (Stake Land, 2012; Jim Mickle) se genera una pandemia vampírica que amenaza a la humanidad entera; un experimentado cazador de vampiros, un adolescente huérfano, una joven cantante embarazada, un ex marine y una monja de edad media, conforman una sui generis familia improvisada que debe hacerle frente a una posible extinción de la raza humana causada por el Apocalipsis de la Sangre. Por su parte, Extermnio (28 Days Later, Danny Boyle), la primera parte del díptico que también conforma la película Exterminio 2 (28 Weeks Later, 2007; Juan Carlos Fresnadillo), se convirtió en un clásico de culto que se centra en la figura de un joven (interpretado por Cillian Murphy) que
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n la disparatada Dr. Insólito o Cómo aprendí a no preocuparme y amar la bomba (Dr. Strangelove, or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1964), el maestro Stanley Kubrick traslada a la pantalla grande la novela Red Alert, de Peter George; el resultado final es una apabullante puesta en escena que sirve como apoyo para la delirante crítica al mundo de la guerra a través de una trama de espionaje y locura... ¡mucha locura! La sobre explotación de los recursos de nuestro planeta podría ser también causal de nuestro exterminio o por lo menos así lo plantearon en la cinta Cuando el Destino nos alcance (Soylent Green; 1973), en donde corre el año 2022 y los ya casi nulos recursos naturales han obligado a la población a consumir unas curiosas galletitas llamadas Soylent Green, cuyo ingrediente secreto es ni más ni menos que otros seres humanos que han sido persuadidos para 'bien morir' y posteriormente ser utilizados para alimentar nutritivamente a la población restante del planeta. Pero bueno, tal vez no tengamos que recurrir a medidas tan drásticas como comernos los unos a los otros (aunque las galletitas estén deliciosas), posiblemente, como en WallE (2008), sólo tengamos que abandonar nuestro planeta porque lo hemos dejado inhabitable y nos veremos obligados a vivir en una gigantesca nave generacional que servirá como un Arca que resguardará el futuro de nuestra especie, aunque ésta esté ya compuesta solamente por personas obesas acostumbradas a la inanición que conlleva el no requerir hacer absolutamente nada para satisfacer sus necesidades básicas pues ya todo está listo para el consumo... ¡ya ni es necesario masticar! La Humanidad le dio a las máquinas total perfección, rápidamente éstas tomaron ventaja y nos utilizaron como baterías humanas sumergidas en un sueño perpetuo inducido para poder subsistir con el alimento que representa nuestra energía vital; este futuro apocalíptico es el que plantean los hermanos Andy y Lana Wachowski en la cinta Matrix (The Matrix; 1999) de la que se desprendieron dos lamentables secuelas y unos muy destacables spin-offs a manera de cortometrajes en los que se dan más detalles de la revolución maquinaria que llevaron a la humanidad al borde de la extinción. Años antes, décadas incluso, James Cameron ya había planteado una rebelión de las máquinas con su Exterminador (The Terminator; 1984), en donde un bélico robot igualito al fisicoculturista Arnold Schwarzenegger viajaba del futuro para eliminar de la faz de la Tierra a Sarah Connor (Linda Hamilton), la futura madre de John Connor, futuro líder de la Resistencia, un grupo de humanos organizados que, en el futuro, han logrado impedir que el planeta quede bajo el completo dominio de las máquinas. Es un clásico de la ciencia ficción que hasta el momento ha generado cuatro secuelas, pero solamente la primera de ellas (Terminator 2: El Día del Juicio Final / Terminator 2: Judgement Day; 1991) ha llegado al nivel de la original e incluso superándola en todo sentido (guión, dirección, efectos especiales, música, etc.). En la incursión de Michael Haneke al cine de desastres apocalípticos, nos encontramos después de un cataclismo en la ciudad de
origen incierto -pero echémosle la culpa a los humanos, total, como si no supiéramos cómo es Haneke-, mientras una familia busca refugio en su casa de campo, pero al llegar al lugar la encuentran ocupada por extraños. El escape del caos, entonces, se hace imposible, y como en casi la totalidad de su filmografía, En El tiempo del lobo (Les temps du loup, 2003), el director se centra en un microcosmos donde va desgranando -con su hiper reconocible pesimismo- la condición violenta del ser humano; un apocalipsis intimista y universal. La experimentación genética ha provisto a los humanos de múltiples beneficios para combatir enfermedades, pero en manos equivocadas, el veloz avance médico-científico se ha salido de control cuando ha sido manejado de manera errónea o impertinente, tal y como sucedió en El Planeta de los Simios (R)Evolución (Rise of the Planet of the Apes; 2011), donde el científico Will Rodman (James Franco) busca una cura para el Alzheimer que padece su padre mediante experimentos con toda clase de simios, lo que produce inesperados efectos en la capacidad cognitiva de estos especímenes y desarrollando una inteligencia superior a las de sus congéneres en estado salvaje; esto sumado a un virus (generado también por el incorrecto uso de los avances médico-científicos) que comienza a diezmar la población global, pone a los simios en el punto más alto de la cadena evolutiva, ahora ellos, bajo el liderazgo de Caesar, gobiernan el mundo. En el debut angloparlante del sudcoreano Bong Joon-ho, Snowpiercer (2013), un invierno perpetuo causado por la experimentación humana para revertir el calentamiento global ha diezmado a la población de la Tierra; los pocos sobrevivientes han sido concentrados en un sofisticado tren que desde hace quince años recorre el planeta, completando una vuelta entera cada 365 días. En esta adaptación de la novela gráfica Le Trasperceneige", escrita por Jean-Marc Rochette y Jacques Loeb, se dan cita el cine de acción y supervivencia con una crítica económica-política-social que se combina a la vez con filosofía aristotélica; una propuesta que demuestra que el entretenimiento y la inteligencia no están reñidas. Con el espíritu de la trilogía de culto Mad Max, el australiano David Michôd presentó el año pasado El Cazador (The Rover, 2014), una historia escrita junto con el actor Joel Edgerton que transcurre una década después de un Apocalipsis económico que ha atraído a los hombres más desesperados (y por ende más peligrosos) a las minas australianas que aún siguen operando; en este descomunal desierto que es el continente australiano, a un hombre solitario (Guy Pearce) le es robada su única posesión: su auto, por lo que decide perseguir a los criminales con la ayuda de Rey (sorprendente Robert Pattinson), hermano de uno de los ladrones que fue abandonado cuando resultó herido en una huída previa. Dos hombres rotos tratan de aferrarse a lo único que les queda en la vida en esta agreste propuesta emparentada con otras cintas apocalípticas como El Último Camino (The Road, 2009), de John Hillcoat, y con El Libro de los Secretos (The Book of Eli, 2010), de Albert Hughes y Allen Huges.
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Pasaron los años y ya un poco mayor, la volvería a ver, ya con otros ojos, un poco más maduro y ahí si la aprecié mucho. Ese mundo en el que yo me imaginaba lleno de robots, así como en las caricaturas de los Supersónicos, se venía abajo por un mundo más rudo, más aterrorizante, lleno de carencias. Me abría los ojos y me hacía ver la posibilidad cercana de que eso podría pasar; en que la escasez de combustible podría ocasionar una gran tragedia. Bueno creo que ya me fui muy lejos, pero de lo que vamos a hablar es de esta nueva entrega que nos hace George Miller. Después de treinta años vemos al mismo Max Rockatansky luchando en ese mundo post apocalíptico y en busca de una paz interna. Lo que podremos esperar en esta nueva entrega es muchísima acción y mucho efecto especial hecho a la manera antigua, los carros que chocan... ¡en verdad chocan!; casi no hay efectos especiales generados por computadora. Una historia que sigue a las anteriores, aunque no podremos ver a Mel Gibson, pero en su lugar vemos a un Tom Hardy que se apropia perfectamente del papel y a una Charlize Theron casi irreconocible en un papel muy importante dentro de la trama. Creo que esta película, a los fanáticos que vimos la trilogía hace ya mucho tiempo, nos dejará un gran sabor de boca, y para los nuevos que no conocen nada de las anteriores, creo que la podrán ver sin tener ningún problema en saber que sucedió años atrás. Una película llena de mucha acción y buenas actuaciones, ya pronta a estrenarse, sólo queda esperar y les aseguro que seré de los primeros en verla aquí en México; y aunque sigo siendo un inmaduro, ya no tendré quien me diga que no la vea por qué seré un hombre violento en mi vida.
odavía recuerdo cuando mis padres me prohibieron estrictamente ver la película de Mad Max: El Guerrero de la carretera, como se llamó en México Mad Max (1979), de George Miller. Yo, todo un pseudo-puberto de casi 13 años llorando porque mis padres no me habían dado permiso de ir al cine a ver una película, que por cierto ellos ya la habían visto y decían que era demasiada violencia para su pobre niño, que me iba a descomponer y me volvería un rebelde empezaría a sacar malas calificaciones y que me correrían de la escuela por golpear a los demás compañeritos de escuela. Mi trauma fue que mis mejores amigos y algunos con hermanos más pequeños, ya la habían visto más de una vez. Todos comentaban de ella en la escuela, en los centros comerciales se veían colas para ver la película de George Miller protagonizada por un desconocido Mel Gibson. Que sus carros, que un mundo post apocalíptico, que los choques de los carros, que qué increíbles escenas de acción. Bueno, mi trauma fue más grande y fue creciendo dentro de mí un coraje y una impotencia que les dejé de hablar a mis papás hasta que llegó el domingo y les tenía que pedir mi dinero de la semana. Pasaron los días y mi abuela paterna, al verme triste y acongojado, me invitó a ver la tan ansiada película... por supuesto, a escondidas de mis padres. Yo bien emocionado, con mi abuela y mi bolsa de palomitas hechas en casa, metidas de contrabando en el cine. Recuerdo mi emoción, por fin iba a poder ver la película que era el tema de conversación en todos mis amigos. Empezó la película y cuando acabo quedé más frustrado, todo eso que había sentido toda esa gran emoción que tenía tan grande, la emoción de ir a ver algo prohibido por mis padres, desapareció en un tris, hasta podría decirse que se me hizo aburridísima la mentada película. Yo frustrado, al día siguiente ni siquiera quería platicar con mis amigos que ya la había visto. 51
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l conocido director y famoso por su films como Gosford Park, Nashville y M*A*S*H*, nos trae un gran relato que cuenta con casi una veintena de historias distintas pero que han de cruzarse en cualquier punto; otro punto a su favor es el reparto tan variado, algunos actores hoy desconocidos y otros, que empezaban sus carreras como Julianne Moore o Frances MacDormand, un logro coral. Pero su mayor acierto son las historias, la variedad de historias funciona estupendamente para la variedad de público que verá esta película, gracias a las diferentes temáticas que aborda como: la sinceridad, la prosperidad, la cordura, la soledad, la dependencia (de cualquier tipo), el estatus social, la fidelidad, la muerte, entre otros. Si quieren verlo, puede llegar a ser reflexivo o puede que no pero, el entrecruzamiento hace que la duración de la película no sea problema alguno, todo lo contrario ayuda a ser fluida y mantener al espectador atento a cada detalle y a cada historia. Es un clásico de los años 90, tal vez uno de los mejores, que inspiró a muchos cineastas y guionistas (Pulp Fiction, Babel, Crash). En resumen, una buena película que debe verse y que servirá para pensar mucho. 52
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El Amor es extraño es una de las mejores propuestas de cine gay del año pasado precisamente por no ser una película sobre relaciones homosexuales; es decir, es una cinta sobre la relación de una pareja ante las aventuras/desventuras que la vida presenta, pero que sólo de manera casual, son dos personas del mismo sexo. La cinta no pretende ser un filme que busque la reivindicación de la comunidad LGBT a través de su discurso panfletario pro diversidad sexual, sino que logra abordarla desde una acertada normalización de las relaciones entre personas del mismo sexo, por lo que más allá de ser una historia de amor homosexual (que lo es, y una muy buena), es más bien un tratado sobre las relaciones interpersonales en el mundo contemporáneo a través del caso de esta pareja de hombres maduros que repentinamente se ven enfrentados, cada uno por su parte, a las problemáticas de las dinámicas familiares y las tensiones generadas por la brecha generacional de sus respectivos y provisionales anfitriones, a quienes la cinta también da el debido peso y apreciamos el punto de vista de los familiares y/o amigos que les han brindado ayuda en medio de la complicada situación, ya sea por genuina amistad o por aparente obligación consanguínea.
os gigantes de la actuación John Lithgow y Alfred Molina protagonizan y conforman la principal baza de la nueva película del director Ira Sachs, El Amor es Extraño (Love is Strange, 2014). Los experimentados histriones se desenvuelven de manera sublime al encarnar a Ben y George, una pareja madura de homosexuales cuya boda deviene en el despido de este último como maestro musical de una iglesia católica, a causa del retrógrado e intolerante punto de vista sobre los matrimonios de personas del mismo sexo, provocando con ello la obligatoria venta de su departamento por la falta de solvencia económica. La crítica social en el filme es implacable pero se encuentra más en el subtexto y en el elegante uso del humor negro que en la premisa inicial de la obra, pues ésta sigue los pasos de la pareja sobreviviendo de manera separada a expensas de la ayuda de amigos y/o familiares mientras encuentran un lugar para poder vivir nuevamente juntos. Como ya lo hiciera en su estupenda cinta anterior, Keep the Lights On (2012), Sachs trabaja el guión con Mauricio Zacharias y presentan la historia a través de una narrativa cronológica pero con algunos saltos en el tiempo que no son indicados en la pantalla como lo hacen las cintas convencionales, sino que apela a la participación del espectador pues éste tendrá que jugar un papel activo para hilvanar la trama en la que los diálogos revelan ciertas pistas pero que tampoco toman un papel condescendiente explicándolo todo. De esta manera acompañamos a Ben a vivir con la familia de su sobrino Elliot (Darren Burrows), su esposa Kate (Marisa Tomei) y su hijo adolescente Joey (Charlie Tahan), cuya dinámica familiar es trastocada por la llegada del pintor retirado; por otra parte, también acompañamos a George en la búsqueda de un nuevo departamento más accesible, y en su provisional estadía con una pareja de jóvenes policías: Ted (Cheyenne Jackson) y Roberto (Manny Perez). 54 96
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gracias a la versatilidad histriónica de Gary Oldman en Drácula (1992); y por último tenemos a Deacon (Jonathan Brough), el más joven del grupo con tan solo 183 años y el más impulsivo e irresponsable de la casa; un personaje guiado por una filosofía hedonista que se cree un gran Casanova, y por supuesto nos remite al instante a ese salvaje David de Kiefer Sutherland en Los Muchachos Perdidos (The Lost Boys, 1991), de Joel Schumacher, y también a Lestat (Tom Cruise) en la ya mencionada cinta de Jordan -ambas son las referencias más claras de las que bebe este personaje. What we do in the shadows lleva el nivel del humor absurdo hacia territorios verdaderamente poco explorados en el cine actual, valiéndose del humor negro para realizar una parodia de la conducta social occidental, utilizando en todo momento el punto de vista estos personajes de añejas costumbres para hablar también de las subculturas urbanas contemporáneas. En un ejercicio parecido al que hiciera Ralph Bakshi con el felino personaje creado por el caricaturista contracultural Robert Crumb en su traslación al celuloide, Fritz el gato (Fritz the cat, 1972), en donde a cada sector social correspondía un grupo de personajes animales antropomorfos con características especiales -los policías son cerdos, los nazis son reptiles, y los negros, cuervos-, los responsables de este falso documental otorgan propiedades peculiares a las subculturas contemporáneas que los vinculan con zombies, licántropos, entre otras especies de la cultura fantástica. Los ochenta y seis minutos de metraje no tienen desperdicio alguno y dan fe del gran conocimiento que posee la pareja detrás del proyecto en cuanto a este fantástico subgénero, pues es gracias a ello que logran mantener a la cinta desbordante en referencias y guiños cinematográficos y/o literarios, amén que logran darle una cohesión en cuanto al tono y estilo, pues con gran audacia van dando saltos hacia distintos géneros como el horror, la comedia slapstick o el slasher, mezclando también el humor más naive que provoca ternura con el más mordaz que resulta hilarante, haciendo de esta modesta propuesta, una joya del cine cómico y vampírico.
a dupla neozelandesa Jemaine Clement y Taika Waititi escriben, protagonizan y dirigen esta divertidísima propuesta en el socorrido -aunque en esta ocasión resulta también divertidísimo- formato conocido como 'mockumentary' (o falso documental) con el que rinden culto a la figura del vampiro en el cine, la literatura y en la cultura popular en general, a la vez que satirizan al mítico personaje de la tradición oral europea. En What we do in the shadows (2014), a un reducido grupo de documentalistas les es permitido el acceso con las cámaras a una antigua casona donde viven cuatro vampiros de distintas generaciones, con marcadas costumbres y opuestas personalidades que hacen de su convivencia cotidiana, una atractiva serie de situaciones que devienen en la más cómica de las experiencias cinematográficas de la que se tenga memoria en años recientes. Primero tenemos a Viago (Waititi), de 379 años de edad, su personalidad lo coloca como el chupasangre más alegre, ingenuo y altamente emocional entre sus 'roomies' -el llorón Louis (Brad Pitt) de Entrevista con el Vampiro, de Neil Jordan, y el carácter aristocrático palpable de la también comedia de horror La danza de los vampiros (The fearless vampire killers, 1967), de Roman Polanski (y de la que casualmente estaré hablando en la próxima entrega de esta serie de artículos dedicados a este particular subgénero) son los referentes principales que se pueden percibir-; Viago es el pivote narrativo y sirve a la vez de guía en el interior de la casa también habitada por el veterano Petyr (un Ben Fransham sepultado bajo los kilos de maquillaje y prótesis dentales), un milenario vampiro con aproximadamente ocho milenios a cuestas que no es otra cosa que una versión del monstruo primigenio del cine vampírico: el conde Orlok (Max Schreck) en la obra maestra silente de F.W. Murnau, Nosferatu (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, 1922), una criatura guiada por su sanguinario instinto y muy alejado de su lado humano. En la casona también nos encontramos con el desequilibrado Vladislav (Clement), personaje de 862 años reminiscente al histórico empalador rumano Vlad Tepes y al romántico (en la más estricta concepción de la palabra) personaje retratado por Francis Ford Coppola 56 96
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a ópera prima de Fernando Urdapilleta, Estrellas Solitarias, nos relata la historia de un par de amigas travestis luchando por conseguir sus sueños: Valentina (Danna Karvelas), está obsesionada por alcanzar su éxito profesional siendo la diva del cabaret, mientras que Joana (Jorge Arriaga) tiene el anhelo de festejar su típica fiesta de quince años aunque ya se le hayan pasado varios más. Las problemáticas caen en lo cómico, pues se exageran las aspiraciones de cada una. Por su parte, Valentina delira un poco escuchando a su conciencia reflejada en las apariciones de “una famosa cantante”, el querer ser como ella y lograr su éxito es lo único que le interesa; es muy agresiva pues le ha costado mucho llegar a ser de las mejores y no está dispuesta a que la discriminen o la traten mal. Joana es muy dulce y noble, viene de una familia machista que no la aceptó, razón por la que quiere demostrarles que puede ser una chica normal con su típica fiesta de 15 años (vestido, vals, chambelanes...); y debido a la poca malicia que tiene, se mete en muchos problemas. El malo de la historia es la parte cómica de la película, "El muñeco", ya que en todas sus apariciones intenta decir palabras en francés, es un hombre que niega su homosexualidad y abusa de su poder sometiendo y maltratando a los travestis, que trabajan en su cabaret; por su parte el tiene otra historia de abusos en la infancia. 61
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organa es una soprano transgénero, que está decidida a quitarse lo que no va con su cuerpo. En su vida común, ella es una mujer, pero sabe que algo la hace recordar que hay algo de hombre en ella, y está convencida que necesita ese cambio para sentirse satisfecha. Este documental es realizado por Flavio Florencio quien logra captar, la necesidad y sensibilidad de Morgana por luchar por su ideal. Así, Morgana entra en un certamen de belleza en Bangkok donde asisten representantes de todo el mundo; es igual al que conocemos: desfiles en vestidos típicos, de noche, preguntas, etc., la única diferencia es que todas son “trans”. Aquí Morgana conoce a Miss Venezuela, que es muy divertida y hacen una buena amistad, ellas comparten experiencias y tips para sobresalir entre la competencia. Lamentablemente Morgana no gana el concurso, pero es contactada por un doctor muy reconocido que realiza las cirugías de cambio de género. Ella está muy emocionada, acude a la cita para la explicación del proceso y de las posibilidades de cirugías que puede tener, pero hay algo que la inquieta: el costo de la cirugía. Ella no cuenta con el dinero, desde la primera persona que la atiende son muy amables pero no le dan información del costo cosa que la angustia, pues de que le sirve la información si al final no tendrá el dinero. Mas que el “cómo” consigue su meta, es la actitud con la que lo logra, siempre es positiva y con la idea firme y clara de querer una vagina; ella está dispuesta a hacer cualquier cosa, con la finalidad de sentirse una mujer completa. Cuando tienes una operación, por la causa que sea, siempre hay un familiar, alguien que te acompaña y apoya en esos momentos de dolor y angustia; entonces ¿por qué en su cirugía de cambio de género nadie estaba con ella?, quizá fue la geografía, pero si hubiera sido en México alguien la hubiera acompañado. Nuestra cultura, nuestras familias, todavía no aceptan diversidad que existe, los queremos, pero que la gente no se entere que son diferentes. Prueba de ello es que cuando Morgana regresa a México, va a visitar a su familia y se tiene que transformar en él, para no incomodar y tener una visita agradable especialmente con su padre. 62 96
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oloroso y angustiante documental en el que somos testigos de un retrato íntimo de una familia que vive el trastorno bipolar en varias etapas, y contada desde el punto de vista de los afectados directa e indirectamente. Este es un medio de sanación por parte de Karina Garcia Casanova, la hermana y directora que durante 10 años documentó la compleja relación que llevó con su madre y su hermano, ambos diagnosticados con trastorno bipolar. Ella drena un poco su sentir, pues aquí puede contar lo triste y traumático que puede ser el convivir con una enfermedad así; pero también el expresar que ya sanó, pues lo entendió y perdonó. Inicia con una familia aparentemente común: papá, mamá, hijo e hija. La mamá es diagnosticada con trastorno bipolar, por lo que se aísla y en varias ocasiones deja a los hijos solos, sin supervisión, siendo aún niños. Ellos vivían en Mexico y después de que la madre cayera en una crisis muy fuerte y tras una oferta de trabajo importante para el Papá, deciden irse a Canadá, esperando que el cambio sea bueno para todos. Juan es el hijo y desgraciadamente heredó la enfermedad de la madre, cuando ya es adolescente es muy agresivo y cambia constantemente de estados de ánimo, por lo que tras la separación de sus padres, Juan se va un tiempo a vivir con su papá. Esto no da resultado y nuevamente regresa con su mamá y hermana. Durante toda la etapa que estuvieron juntos, la hermana es violentada por parte de Juan, pues abusa de su enfermedad haciéndola sentir mal y reprochando que ellos vivían bien antes de su llegada a la familia. Juan ha tenido depresiones, se aísla constantemente de la gente, sale y entra de la clínica con episodios fuertes de depresión, pero sale rápido pues dentro de su enfermedad es muy inteligente y cuando se controla los doctores lo dan de alta. Su hermana ya está haciendo su vida con su pareja, Juan ya tiene 30 años vive con su mamá, pero sus crisis van aumentando y siendo más agresivas al grado de intentar estrangularla por segunda ocasión, por lo que ella huye de su casa y le pone un ultimátum, tiene una semana para buscar a dónde irse. Transcurre esa semana y regresa la mamá con la sorpresa de que la casa está destruida, Juan tuvo un arranque de ira y dejó inservible, los objetos y la casa en sí, ellas tienen que llamar a la policía y Juan nuevamente ingresa a la clínica. En esta ocasión ya levantan cargos y Juan espera veredicto de la corte, cosa que pone muy furioso a Juan, no quiere hablar con ellas. Todavía hay más de esta historia que desgraciadamente no empieza ni termina bien. Al final hay una lectura de la hermana que es de perdón y entendimiento que realmente estremece; es una liberación para ella. Se trata de un documental que te enseña que hay mucho en la cerebro humano, que desconocemos y que consciente o inconscientemente podemos crear mucho dolor e ira; es un drama muy potente porque es real, nadie está actuando, cuando se apaga la cámara no hay alivio, Juan tiene una enfermedad real que afecta a su persona y a su familia, pues toda su rabia física o psicológica la descarga en ellas, su familia. 65
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La historia es armada con base en grabaciones de la familia por un lapso de tres años, está presentada en inglés y con actores de varios países, ya que lamentablemente no sólo en México se vive o se vivió este tipo de sucesos. Por esta razón se formó como una familia universal, ya que las actrices son de Brasil, Venezuela, Honduras, etc., por lo que con esto esperan llegar a un público más extenso, con el objetivo de llegar a las pantallas internacionales. Este filme es una consecuencia de los muchos gritos de “ya basta”, “queremos vivir en paz”; es uno de esos retratos que nos hace reflexionar y pensar en qué podemos hacer para que no siga pasando, o qué hacer desde nuestro entorno y relaciones inmediatas para mejorar la situación de nuestro país, el verlo ayuda, pero más que eso, el objetivo es reaccionar.
e trata de la interpretación visual de Laura Plancarte, quien como directora y guionista va dándole forma a una de las tantas historias que existen en nuestro México. El filme recrea la vida de una familia de Michoacán que sufre la perdida de uno de sus miembros; retrata a través de los días, la frustración, el dolor del duelo y la incertidumbre de lo que les espera en su cotidianidad, viviendo con violencia y la poca seguridad por parte del gobierno en donde, como es sabido existen zonas rurales dentro de nuestro país donde no hay control policíaco, por lo que han surgido policías comunitarias y las autodefensas. Esta historia, según palabras de Laura, es un grito, es darle voz enfocada en el sentir de un sector de la población, habla de un lado oscuro y violento de México, pero también de la unión y solidaridad que existe entre nosotros. 66 96
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a sociedad actual está para sacar de quicio a cualquiera. Día a día nos encontramos con situaciones que nos llenan de angustia y estrés, situaciones que no están en nuestras manos controlar pero que afectan por completo nuestros vida, la complican. Nuestro empleo, la familia, los problemas con los vecinos, el tráfico, la economía, la corrupción, la inseguridad, etc.; todos esos elementos son como piedritas que van directo al riñón, pero qué se le va a hacer sino tratar de sobrellevarlo, aunque por dentro estés que te mueres de coraje y quisieras mandar todo al carajo, pero en fin... ¿Qué le vamos a hacer? Un grupo de pasajeros en un avión, una mesera que se encuentra con un hombre de su pasado, una simple discusión de carretera que alcanza niveles insólitos, un hombre promedio al cual parece que la gran ciudad tiene algo personal en contra de él, un costoso acuerdo para ocultar un crimen, y una pareja que festeja su muy peculiar boda. Relatos Salvajes (2014) trata de esto, de personaje comunes y corrientes que se dejan llevar por la furia y la sed de venganza, explotando violentamente. Son historias diferentes que cuentan con un común
denominador: la ira. Se trata de una comedia con grandes dosis de violencia y humor negro en dosis iguales; la cinta completa es una galería de los más oscuros y perversos sentimientos del ser humano, que los tenemos ahí ocultos pero hay veces que sólo es necesario una pequeña chispa para que estalle y se salga de nuestras manos. Es así como el director Damián Szifrón vuelve a poner al cine argentino en la mira del mundo, con un gran recibimiento en festivales de todo el mundo y rompiendo records de taquilla en su país. ¿Y es que acaso nadie se ha topado con este tipo de problemas en la vida diaria? Aquí nos damos cuenta que éstos no son exclusivos de nuestro país, sino de toda Latinoamérica, y probablemente, la mayor parte del mundo también pasa por esto, lo que hace a la cinta aún más universal. En Relatos Salvajes, uno no puede evitar el ponerse en los zapatos de los protagonistas, y te hace pensar como actuaríamos en su lugar, ¿haríamos lo mismo? Esa es la clave del tremendo éxito de la cinta, todos somos salvajes por naturaleza, todos somos 'bombita'. 69
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n personaje con apariencia de mendigo vive en un hábitat subterráneo en medio de algún bosque, tras percatarse de la presencia en la superficie de tres hombres (ojo, entre ellos hay un cura, algo se nos quiere decir desde este punto) que se aproximan rastreando el subsuelo para dar con su paradero, el hombre se ve obligado a abandonar su hogar y advertir a otros dos hombres, Ludwig (encarnado por el director del filme en persona Alex van Warmerdam) y Pascal (Tom Dewispelaere), que se alojan en viviendas similares. Cada uno de ellos huye por su lado, aunque la trama, por lo menos en su primera parte, sólo nos permite acompañar al primero de ellos, Camiel Borgman (Jan Bijvoet), quien en su huída termina en el chalet de una familia acomodada, un hogar al cual logra entrar con artimañas emocionales y establecer una estrecha relación con los miembros de la familia. Borgman es un hombre revestido con harapos que, luego, logra cambiar tanto su apariencia que consigue irrumpir en la casa y la vida de una familia de clase alta, cuya cotidianidad se ve alterada con la llegada de este reservado y seductor hombre, el cual ha logrado quedarse incluso con el empleo de jardinero tras haber matado al anterior plantador, ayudado por los dos hombres que alertó en el bosque y que se han infiltrado en la casa llegando convertidos en perros, y por dos misteriosas mujeres que no tienen el menor escrúpulo a la hora de quitar vidas y desaparecer con gran ingenio y astucia los cuerpos delatores. Pero... ¿Quién es en realidad Borgman? La respuesta nunca queda del todo clara, y es precisamente esta ambigüedad lo que hace muy interesante es-
ta propuesta holandesa escrita y dirigida por Alex van Warmerdam ¿Es Borgman un demonio? ¿Qué significa "Y descendieron a la tierra para reforzar sus filas", las líneas con las que abre el filme? ¿Es la tentación pecaminosa hacia esta 'pulcra' familia? ¿Es una revuelta social? ¿Es una alegoría de los personajes habitantes de la periferia social que arremeten contra la clase burguesa? ¿O es simplemente una representación gráfica más que nos ofrece el cine de los miedos y deseos inherentes a nuestra naturaleza? Borgman es una pieza fílmica compleja, crítica y mordaz, es un ejercicio que, como otros thrillers de reciente estreno, como por ejemplo Los Canallas de Claire Denis, demanda la completa participación del espectador, necesita y exige una audiencia activa; es una especie de fábula surrealista con situaciones que nos evocan inmediatamente a Haneke (de hecho la premisa es muy similar a su Funny Games) y oníricas secuencias que nos remiten invariablemente al cine de Buñuel (especialmente los primeros cinco minutos que son un claro y fantástico homenaje al universo 'buñuelesco') que también juega con la decadencia de la moral. Un relato hipnótico que resulta muy bien logrado tanto en el fondo como en la forma, pues es poseedor de una estupenda fotografía, cámara fija y mucha luminosidad (contrario a lo que se esperaría de un oscuro relato como este), además de contar con un desempeño actoral de primer nivel que ayuda al filme a conservar esa potencia espeluznante que brinda el guión cargado de un sofisticado humor negro imperante a lo largo de la cinta. Borgman es una alternativa cinematográfica que vale mucho la pena explorar. 70
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res frustrados adolescentes, infelices bajo sus respectivos dominios parentales, deciden internarse en el coraz贸n de un bosque cercano donde, al vivir en una casa construida por ellos mismos y bajo sus propias reglas, el amor/desamor, la amistad, la lealtad y la familia son condiciones expuestas desde una nueva perspectiva. The Kings of Summer, 贸pera prima de Jordan Vogt-Roberts, es un filme independiente divertido y melanc贸lico sobre las inquietudes y desencantos de la adolescencia. El humor es francamente mordaz y las actuaciones son rescatables, especialmente la de Moises Arias (de ascendencia colombiana), quien con su personaje Biaggio se roba las escenas con sus peculiares excentricidades. 73