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a realizadora iraní Marjane Satrapi adapta al cine su propia serie de novelas gráficas (editada en cuatro tomos entre los años 2000 y 2003) de carácter autobiográfico en la que retrata la represión que vivió durante su infancia/adolescencia cuando su país se encontraba bajo el régimen de Shah y su posterior paso a la república del Ayatola. En el primer tomo, Marjane nos transporta hasta 1979 para compartirnos su infancia junto con su familia de ideología liberal en el régimen dictatorial del Shah y la revolución islámica que guió hacia el periodo de transición y creó un nuevo régimen islámico. En el segundo libro nos relata su supervivencia durante en el régimen opresor que perseguía a sus opositores y en la guerra de su país con Irak. El tercer número es dedicado a sus experiencias en Viena, a donde fue enviada por sus padres para ponerla a salvo de la guerra y que continuara por sus estudios. El último libro describe su regreso a Irán donde la guerra ha terminado pero la represión del régimen se mantiene con fuerza. La película, que co dirige junto al ilustrador Vincent Paronnaud y que condensa en sólo 95 minutos la historia contenida en los cuatro volúmenes im-
presos, mantiene la estética sencilla y monocromática del original en papel que brinda mayor dramatismo a la dura represión que se vivió en Irán cuando el régimen Ayatola llegó al poder y a la agridulce juventud de Marji durante su estadía en Viena donde continúo con sus estudios entre crisis de identidad, desencantos amorosos y el rechazo y discriminación por provenir de un "país de barbarie"; en otras palabras, la cinta es una tesis que presenta a la intolerancia y la discriminación como características inherentes al ser humano, sin importar razas o credos. El estilo artesanal monocromático la distancian de las propuestas comerciales, mientras que la honestidad y sensibilidad con la que construye el universo femenino de tres generaciones –Marji, su madre y su abuela– y presenta una revisión histórica de Irán desde la experiencia personal con marcada conciencia social de Satrapi a través de una encomiable mezcla de humor y dramatismo hacen de Persepolis una historia poderosamente humana y una de las 30 obras fílmicas esenciales de lo que llevamos del siglo XXI y que logró una nominación a los premios Oscar como Mejor Película Animada y obtuvo el premio del Jurado en el Festival de Cannes.
Aunque la obra fílmica de Hayao Miyazaki –y de Studio Ghibli en general– ya contaba con una sólida y numerosa base de fanáticos alrededor del mundo, no fue sino hasta que El Viaje de Chihiro fue multigalardonada alrededor del mundo que el público masivo comenzó a acercarse al legado cinematográfico de este genio de la animación tradicional. La trama tiene como protagonista a una pequeña de diez años que está por mudarse con sus padres a una nueva casa, pero durante el trayecto, su padre toma el sendero equivocado y al cruzar por un túnel son transportados hacia un mundo de fantasía habitado por dioses y otros extraños personajes, y donde los humanos no tienen cabida. Esta alucinante experiencia 'coming of age' representa el culmen en la carrera de Miyazaki, conjugando no sólo la animación tradicional más sofisticada con una premisa sencilla en apariencia pero elaborada y compleja en su subtexto, examinando varias cuestiones existenciales con varios niveles de lectura y sin sacrificar ni un ápice de su capacidad de entretenimiento que le permiten ser disfrutada tanto por niños como por adultos. Una obra maestra de la cinematografía mundial.
No estamos ante un largometraje sino frente a una compilación de los cortometrajes “Everything Will be OK” (2006), “I Am So Proud of You” (2008) e “It's Such a Beautiful Day” (2011), los cuales componen la denominada «Trilogía de Bill». Los minifilmes, que en conjunto apenas superan los sesenta minutos de duración, exploran las disertaciones del protagonista –que sufre una enfermedad cerebral degenerativa– sobre la mundano y a la vez trascendente de nuestra existencia sobre la tierra, ambigüedad que se ve reflejada en su apabullante sencillez formal y su profundidad existencial en su argumento, el cual llega a ser muchísimo más complejo que la más sofisticada de las animaciones por computadora, además de resultar mucho más eficaz a la hora de transmitir emociones profundas con trazos mínimos. Este gran logro pudo replicarlo con la misma potencia y lucidez en el corto “World of Tomorrow”, una miniobra maestra del séptimo arte.
Dos hombres se reúnen en un bar, uno de los más viejos amigos de Folman le comparte una de sus perturbadoras pesadillas: veintiséis perros lo persiguen siempre de manera implacable. La desconcertante anécdota onírica los conduce a la conclusión que se trata de una referencia subconsciente a una de sus misiones que llevaron a cabo a inicios de los años 80, cuando formaban parte del ejército de Israel durante la primera guerra contra Líbano. Folman, sorprendido e intrigado por no recordar nada de lo ocurrido en esa etapa de su vida, decide contactar a viejos amigos y conocidos para así poder recobrar y reorganizar las confusas piezas del caótico rompecabezas en que se ha convertido su memoria. El desgarrador documental Vals con Bashir echa mano de la rotoscopia – una antigua técnica de animación que consiste en ilustrar cada uno de los fotogramas de un film original previamente rodado– para plasmar con un estilo surrealista los horrores de la guerra que protagonizan los recuerdos perdidos de Folman sobre la matanza de refugiados palestinos en las regiones libanesas de Chatila y Sabra.
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os seres humanos nos relacionamos con otras personas prácticamente durante toda nuestra vida o al menos en algún momento de ella, si corres con suerte alguna de estas personas será amiga o amigo tuyo, quizá sólo en una etapa de tu vida o en algunos casos para siempre. En el año de 1976 surgió una amistad de lo más improbable pero que cambió el mundo de dos personas que eran totalmente diferentes en muchísimos aspectos… Mary Daisy Dinkle, una niña de 8 años vive en Monte Waverly, Australia, tiene una vida modesta ya que su familia carece económicamente, tiene un padre al que le gusta coleccionar aves muertas que se encuentra en el camino, una madre alcohólica a la que le gusta tomar cosas sin permiso, y un abuelo de 74 años que nada en época de frío porque dice vuelve a sentirse joven. Mary tiene una mancha de nacimiento en la frente y tiene un gallo de mascota llamado Ethel, entre muchas cosas más que ustedes deben descubrir. Un día mientras observaba un directorio telefónico de Estados Unidos se le
ocurrió escribirle al primero que encontrara en la lista, ya que ella no tenía amigos y pensó sería agradable conocer a otra persona en otra parte del mundo. Max Jerry Horowitz, un hombre obeso de 44 años, es quien recibe la carta de Mary. Este hombre tiene un pez llamado Enrique VIII, es parte de un grupo de Comedores Compulsivos Anónimos ya que intenta perder peso, y vive en Nueva York, una ciudad gris que evidencia las carencias de algunas personas, en especial las de Max. Al recibir la carta de Mary inicia una amistad que crece, desaparece y se vuelve indispensable, lo que los une es su soledad y el miedo a cosas que podrían parecer comunes ante los ojos de muchas personas. La pregunta que denota una serie interminable de cuestiones es la que Mary le hace en la primera carta: ¿de dónde vienen los niños en los Estados Unidos?, y es que el abuelo de Mary le dijo que los niños de Australia son encontrados por sus padres en el fondo del tarro de cerveza. Si quieres saber lo que Max le respondió a esta y muchas preguntas más tienes que ver la película. La historia
entre ambos hará que se enfrenten a sus miedos, que se conozcan y se reconozcan. Es una historia que de pronto se torna perturbadora y pareciera que los niños no son el público más adecuado, pero tanto los pequeños como los adultos verán en está historia una lección de vida y descubrirán que las amistades no conocen los límites. Está cinta australiana nos muestra que el talento de la animación no está solamente en Estados Unidos con Pixar y Disney, sino que en el mundo hay directores y escritores realizando historias increíbles y únicas, en este caso fue el australiano Adam Elliot que se basó en hechos reales para crear está historia. Si quieres divertirte, llorar, angustiarte, y aprender muchas cosas más, te recomiendo veas esta hermosa película, llena de belleza humana y no dejes de disfrutar la secuencia inicial, la música, el momento en que Max escribe la primera carta y pon atención en el final… el único inconveniente es que uno no se da cuenta cuando es que se acerca este. Disfruta.
Más allá de llevar a la animación por computadora a niveles de sofisticación técnica nunca antes vistos en la historia del cine, Pixar se destacó alguna vez por su cuidadoso trabajo de guion y una narrativa mejor conseguida que muchas películas live-action. La trilogía de los juguetes vivientes es quizá su mejor ejemplo: la originalidad de las aventuras que la pareja dispareja conformada por el vaquero Woody y el aventurero cosmonauta Buzz Lightyear viven cuando ningún humano les presta atención en la primera entrega, fueron un parteaguas para la industria mainstream que, desde entonces, se enfocó de lleno en este tipo de animación y consiguió otras franquicias exitosas como “Ice Age”, "Shrek" y "Kung-Fu Panda”, dejando la animación tradicional para propuestas experimentales o estudios independientes. Él éxito con el público y la crítica fue tal, que la empresa ya se encuentra preparando la cuarta entrega de la franquicia, pasando por alto la perfección del arco narrativo conseguida con la trilogía –así como olvidando las declaraciones de que “nunca” harían secuelas de sus películas y se enfocarían en la producción de historias 100% originales–, arriesgando todo en una nueva aventura que podría no estar a la altura. El temido resultado lo tendremos en pantallas en junio de 2019.
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an pasado más de siete años de la primera película en stop motion de Wes Anderson, Fantastic Mr. Fox llego como una cinta de animación que en su forma podría resultar atractiva o buscando un público infantil, la verdad es que en su forma puede divertir a los más pequeños, en su forma va dirigida al público adulto. Su personaje principal está en un bache existencial, siguiendo los personajes anteriores de Wes Anderson con personalidades inmaduras, irreverentes y buscando una forma de llamar la atención. Fantastic Mr. Fox, adaptación literaria de un relato de Roahl Dahl, con un guión escrito entre Wes Anderson y Noah Baumbach. Aunque entre los rumores se hace mención de la poca ayuda de Anderson en el set, de la poca idea sobre animación y del gran trabajo de todos los artistas involucrados en la película. El señor zorro cansado de su vida, busca tener más y mejores cosas, una casa, una vida y revivir esas viejas ha-
zañas cuando se dedicaba a robar gallinas junto con su ahora esposa para poder vivir. Hasta que ella le comenta que está embarazada y necesita madurar, dejar esa vida y sentar cabeza. Ahora vemos que a pesar de los años sigue buscando sentirse alguien, ha comprado una nueva casa, junto a 3 granjas, una de gallinas, una de pavos y otra de patos lo cual ocasiona que por las noches vaya y robe todo lo que pueda de estas granjas. El ritmo nunca para, es tormentoso, goza de una agilidad única, lo cual nos hace valorar el trabajo artesanal de la cinta, construir un universo tan bien detallado, hermoso, con una extensa paleta de colores y con una gran variedad de personajes, solo nos habla de la dedicación y el amor detrás de esta película. Hoy estamos a unos días o semanas del nuevo proyecto de Wes Anderson, Isle of dogs, una nueva propuesta en stop motion. Como todo cuento, existe una moraleja, una enseñanza que nos muestra nuestro amigo el zorro, que es la de
buscar eso que nos haga sentir libres, la diferencia entre estos personajes y nosotros son nulas, todos de una u otra forma buscamos libertad, encontrar ese punto de satisfacción y aunque el mundo o unos granjeros nos digan que no podemos hacerlo, no desistir en esta aventura. Una aventura que nos muestra la importancia de la familia, de las amistades y del cariño hacia los demás, un cariño sincero. Que somos solamente nosotros quienes con nuestros actos podemos modificar nuestro entorno, nuestras relaciones y nuestro futuro. Que nuestras acciones traen responsabilidades y que tenernos que hacernos cargo de ellas y luchar por nuestros sueños.
Considerada por muchos como la obra maestra de Pixar, “WallE” nos transporta 800 años hacia el futuro, cuando la Tierra ha sido devastada por la contaminación hasta dejarla inhabitable. Durante siglos, el robot protagonista que da nombre al filme –y cuyo nombre es el acrónimo de Waste Allocation Load Lifter EarthClass– ha estado limpiando el planeta de la basura que dejamos los humanos, compactándola y organizándola minuciosamente. Su monótona rutina se ve interrumpida por la llegada de una inmensa nave espacial y una moderna e hiperestilizada robot llamada EVE que tiene la misión de explorar el planeta para determinar si las condiciones atmosféricas permitirían la recolonización del planeta. Gracias a su, sofisticación técnica, su eficaz mezcla de géneros –ciencia ficción apocalíptica, romance y aventuras espaciales– y su destreza narrativa que prescinde casi completamente de diálogos y aún así logra cautivar a la audiencia, podemos considerar, entonces, que el título de 'obra maestra' no es para nada errado.
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harlie Kaufman es uno de los guionistas más talentosos en la industria cinematográfica, sus trabajos en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, Adaptation, Anomalisa, etc. son testigos de los grandes y profundos guiones que Kaufman impregna en sus obras. Anomalisa no necesita dar grandes giros de tuerca, ni pretender ser coral, Kaufman nos cuenta una historia en teoría sencilla, pero con un fondo desgarrador. Co dirección entre Charlie Kaufman y Duke Johnson, quien es un gran animador en stop motion (Frankenhole, Moral Orel). Anomalisa nos cuenta la historia de Michael, un motivador profesional, experto en relaciones sociales y superación personal, quien a pesar de su experticia lleva una vida totalmente contraria a sus ideas profesionales. Michael está atrapado en un vacío existencial, en la superficialidad de las personas, es el vivo ejemplo del poder tenerlo todo y aun así no sentirnos com-
pletos. Para Michael todas las personas son iguales, los rostros no cambian, mucho menos las voces, todo en su vida es una rutina, los cambios ya son imperceptibles. Esta animación nos muestra a solo 3 personajes, pareciera que todos llevan una máscara, que son simples títeres, y es justo el tema que considero quiere tocar, todos llevábamos ciertas máscaras, nos movemos conforme a la situación. Algunos han perdido su personalidad, otros pueden todavía modificarla y hay otros como Michael que pueden verlas, que conocen demasiado de la sociedad y sus trucos que su peor enemigo son ellos mismos, el vacio de la existencia es difícil de llenar, sentirse extranjero aun en tu propio circulo es el monstruo contra lo que tiene que luchar. Anomalisa se acompaña de su otro personaje, Lisa, quien logra mostrarle otra cara a Michael, es esperanza, nueva luz, encontrar un sentido que
había perdido. Sin embargo Lisa tiene sus propios problemas, sus propios complejos. Lisa nos saca de la rutina, es una nueva voz, un nuevo rostro, es la fantasía de un nuevo romance. Anomalisa es un proceso de aceptación, la aceptación a la pareja, a uno mismo, a los demás, a la superación de los espejismos, de las ilusiones, el recordar de los bellos momentos, de esos momentos, pocos o muchos que nos han hecho felices, la aceptación y la lucha de lograr nuestros objetivos. Aceptar que la realidad es mucho más grande que nosotros y que luchar contra ella es una batalla imposible. Conforme pasa el tiempo, olvidamos que estamos frente a una animación y podemos llegar a sentirnos empáticos con los personajes, podemos encontrar que nuestras propias dudas también se encuentran en estos pequeños personajes, que estas marionetas son más humanas que nosotros, que somos personajes pidiendo más de la vida,
El director de "Dazed and Confused" (1993) adapta y reinterpreta la novela de Philip K. Dick donde el autor plantea un futuro distópico gobernado por las drogas y donde un policía de incógnito se ve forzado a espiar a sus amigos quienes consumen una droga denominada 'Sustancia M' o 'Muerte Lenta' que provoca la paulatina pérdida de la identidad. Utilizando la técnica de animación rotoscópica (que ya había utilizado en la también considerada cinta de culto "Waking Life"), Linklater crea una película que mantiene el discurso filosófico y anti-moralino de la novela; "Una Mirada a la Oscuridad" una obra cinematográfica inteligente y subversiva. Imprescindible.
Champion es un niño solitario al que su abuela, Madame Souza, ha adoptado. Ella se ha dado cuenta que su nieto sólo alcanza la felicidad cuando se encuentra montado sobre una bicicleta, por lo que decide regalarle una y someterlo a un riguroso entrenamiento que da como resultado una excelsa preparación para participar como ciclista en el famoso Tour de France. Pero un par de misteriosos hombres de negro lo secuestran, y Madame Souza, acompañada de su fiel perro Bruno, comienzan la búsqueda de Champion, siendo llevados hasta la ciudad de Belleville, donde tres hermanas estrellas de la música conocidas como «Las Trillizas de Belleville» les brindan la protección mientras continúan con la búsqueda de su nieto secuestrado y se enfrentan a la despiadada mafia francesa. Llena de frescura y originalidad, esta poco conocida pero profundamente entrañable joya de la animación francesa que prescinde casi en su totalidad de diálogos, logró dos nominaciones al Oscar en las categorías de Mejor Película Animada y Mejor Música Original.
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uele a ignorancia!” Eso recalca la maestra de interpretación durante los ensayos de una obra de teatro que se prepara en la escuela de Norman, el protagonista de la nueva cinta de los estudios de animación Laika que llega este mes a las salas de todo el país. Y es que es precisamente la ignorancia, esa a la que hace referencia la regordeta profesora, la que muchas veces genera el miedo que en otras circunstancias resultaría irracional; miedo que es esencialmente el tópico de esta cinta que relata la historia de Norman, un chico de un pequeño pueblo que tiene la habilidad de hablar con los muertos, destreza que le ha conseguido la incredulidad de su familia, el ser la burla de todo el pueblo que lo miran como un bicho raro y ser el blanco perfecto de los bullys en la escuela, especialmente del chico problema Alvin. Un día, el pueblo se encuentra asediado por un grupo de zombies y sólo Norman puede con la tarea de hacer
regresar esos muertos vivientes a sus tumbas, pero además de tener que lidiar con resucitados que deambulan por la ciudad, Norman se debe enfrentar a la legendaria maldición de la bruja local y a la ignorancia de la población que ha comenzado a salirse de control y a tomar las calles bajo su poder. Con una técnica de animación stopmotion, que sigue teniendo ese look artesanal que caracterizó a los Estudios Laika en Coraline, pero ahora mezclados con una enorme cantidad de efectos especiales junto con animación computarizada y a través de diversas referencias al cine de terror, Chris Buttler (guionista y codirector junto a Sam Fell) ofrece una divertida cinta llena de personajes entrañables a quienes acompañamos través de sus viajes de autodescubrimiento y superación de sus miedos más profundos, mientras intentan ayudar a Norman a poner a la pequeña población de nuevo a salvo de la maldición de la bruja y la no tan cuantiosa plaga zombie.
Una historia que gira en torno al miedo y a lo que podemos hacer o dejar de hacer cuando éste se presenta; una historia también que coquetea un poco con el tema del bullying, pero que deja olvidado un poco olvidado después del primer tercio de la cinta cuando el personaje de Neil señala que el acoso escolar es sólo cuestión de 'selección natural'. A pesar de este tropiezo, la historia continúa con pasos firmes, con una historia sólida y un humor inteligente que proviene de los geniales diálogos y el timing, en ligar de tomar el camino de las situaciones de pastelazo o humor físico tan comunes en otras cintas animadas. Paranorman podrá no tener todos los recursos de Pixar para crear universos animados relucientemente perfectos (pues de todas maneras esa no es su intención), pero demuestra que con un buen guión se le puede hacer frente al gran estudio de animación creador de Brave.
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e supone que por estos días nos llega, gracias a la muestra de la Cineteca, una de las mejores películas animadas del año pasado, que pasó por todas las entregas de premios que pudo, mismas que le reconocían lo atrevido y emotivo de su propuesta. Se supone también que en mayo tendrá su estreno comercial en el país, el punto aquí es que es una película que por nada del mundo les recomiendo que se pierdan. Calabacín es un niño de 9 años que pierde a su violenta y adicta madre en un accidente en el que él comparte la responsabilidad, pero que enteramente se acredita la culpa. Debido a esta pérdida es enviado a un orfanato en el que conoce a un grupo de niños que, por una razón u otra, también se han quedado sin el cuidado de un padre. Dentro de la institución encuentra niños que se harán muy buenos amigos suyos, otros con algo de timidez y uno que se encargará de hacerle muchas travesuras. ¿Qué historia hay detrás de todos estos niños? No la sabemos a ciencia cierta puesto que nos enteramos de ellas por chismes y habladurías, o algunos cuentan su experiencia
pero siempre terminan esperanzados de que alguien regrese por ellos. Las cosas se complican y se mejoran a la vez cuando una nueva niña entra al orfanato, ella enviada por su tía que no se quiere hacer cargo tras la muerte de sus padres, debido a lo extrovertida que es, resulta de mucha ayuda para eliminar enemistades y temores, pero un plan horrible de su tía provoca que ella tenga que romper muchas de las reglas del lugar. Dejemos una cosa en claro, por ningún motivo vayan a llevar niños a ver esta película si no está doblada, ya que, si bien recomiendo ampliamente que la vea toda la familia, los temas de los que habla no son para nada sencillos, como para que un adulto le esté leyendo los subtítulos al niño (además de que es muy molesto), dejen que las personas que la vean, independientemente de su edad, saquen conclusiones de lo que ven. La película habla de forma honesta sobre la culpabilidad que pueden sentir las personas en su duelo ante una pérdida, en éste caso la culpa se vuelve tangente al hacernos testigos de la muerte de la madre del protagonista y
como la misma si conlleva alguna responsabilidad con en niño, por ello incluso suena hipócrita que los adultos le digan que no fue su culpa y que se sienta mejor. La soledad es otro sentimiento imperante en la cinta, si bien los personajes conviven todo el tiempo, hacen bromas, ríen y se apoyan, nunca se sienten como un verdadero grupo hasta que llega la chica nueva, antes de eso todos tenían sus problemas y nadie se preocupaba por ver que tiene el otro. El guión de esta película va más allá de ser solo una adaptación cualquiera de un cuento, resulta un trabajo formidable en cuanto al desarrollo de sus personajes, vemos una verdadera evolución en ellos y los diálogos y situaciones por las que pasan no están para nada de sobra (y cómo lo estarían si la película apenas rebasa la hora de duración). La animación no es lo más innovador del mundo pero el uso de colores le da un toque fresco a la cinta, ya sea cuando se tratan temas melancólicos o felices, los colores son una parte muy importante que no puedes dejar de notar.
Luego de la emblemática “A nightmare before Christmas” (1993) y la infravalorada “James and the giant peach” (1996), el director Henry Selick regresó al mundo de la animación stop-motion con la adaptación fílmica de “Coraline”, la novela de Neil Gaiman en la que la protagonista desencantada de su vida diaria cruza un portal en una de las paredes de su casa y se encuentra con una realidad alterna donde su vida es infinitamente mejor... a excepción de los botones cosidos que han reemplazado los ojos de sus habitantes. La alegría y la comprensión que parece reinar en casa con sus padres alternos pronto dan paso a la angustia y el terror cuando la adolescente descubre la verdad detrás de ese distorsionado universo paralelo.
El cine animado del nuevo milenio inició con esta genialidad de la técnica stop-motion y finalmente el talento de Nick Park pudo brillar en la gran pantalla luego de una larga carrera en la televisión. Apoyado en la codirección por Peter Lord y un guion de Karey Kirkpatrick basado en una historia escrita por los mismos Lord y Park inspirada en la premisa de “El gran escape” (1963), de John Sturges, la cinta nos coloca en un gallinero de la Inglaterra de 1959 donde la gallina Ginger sueña con alcanzar la libertad. Pero cuando está a punto de perder las esperanzas tras fracasar en sus intentos de escape una y otra vez, su espíritu de lucha se ve renovado por la llegada de Rocky, un gallo americano que ha escapado de un circo. Ambos intentarán entrar en conciencia al resto de las gallinas antes de que sea demasiado tarde y terminen convertidas en los famosos pasteles de carne de la Señora Tweedy.
Inspirada en El cortador de bambú, un popular relato del folclor japonés del siglo X, La princesa Kaguya nos presenta a un par de ancianos campesinos que encuentran, dentro de una planta de bambú, a una niña diminuta a la que adoptan como si fuera su propia hija. Pero con el paso de los años y su transformación en una hermosa mujer, hace que se vea rodeada de pretendientes poderosos. Esta obra maestra a cargo de Takahata, responsable de otra imprescindible cinta de animación japonesa: La tumba de las luciérnagas, sobresale por su estética artesanal y a la vez altamente sofisticada que se inspira en la «kaiga» –la tradición pictórica de Japón– y alcanza niveles de lirismo pocas veces visto en el cine animado; pero sobre todo, la cinta destaca por la sensibilidad y compromiso con su premisa: lo efímero de nuestro paso por este mundo, y cuyo desenlace, alejado del típico final feliz, nos deja un regusto agridulce, triste y doloroso.
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a leyenda viva de la animación japonesa se retira como director ahora sólo participará como productor en proyectos futuros-, y ha elegido como su carta de despedida, la historia biográfica -aunque altamente ficcionada- de Jiro Horikoshi, un inquieto niño que, al no poder convertirse en piloto debido a su padecimiento de miopía y gracias a la onírica e inspiradora figura del famoso ingeniero y diseñador aeronáutico italiano Gianni Caproni, buscó entonces diseñar los más hermosos aviones, llegando finalmente a diseñar aviones bélicos para el ejército de su país. En esta especie de testamento fílmico que representa Se Levanta el Viento (The Wind Rises/Kaze Tachinu), que obtiene su título de la frase "El Viento se está levantando... Debemos intentar vivir", contenida en el poema El Cementerio Marino (Le Cemetière Marin) del francés Paul Valéry, y al que se hace referencia en repetidas ocasiones a lo largo de la cinta, seguimos al pequeño Jiro desde que era muy pequeño, cuando hojeaba con fascinación las revistas de aviación
estadounidenses aunque no supiera una palabra del inglés, y lo acompañamos a lo largo de varios puntos y acontecimientos que marcaron su vida, como el famoso y devastador terremoto de Kanto (en 1923), la Gran Depresión que se vio fortalecida por la incapacidad de poder sobrellevar el ritmo vertiginoso del avance tecnológico, la epidemia de tuberculosis -enfermedad que padeció a su gran amor Nahoko Satomi-, y por supuesto, su entrada como ingeniero a la división aeronáutica donde llegaría a construir el prototipo que serviría para la elaboración de la flotilla armada del ejército nipón durante la Segunda Guerra Mundial. La última obra fílmica del co-fundador de Studio Ghibli, es el filme que menos elementos fantásticos contiene, algo no muy común dentro de su extraordinaria filmografía, pero a pesar de ello, esta realista propuesta es un poético canto al poder inventivo del ser humano, a la tenaz voluntad intrínseca de nuestra verdadera vocación, al amor, y a la vida misma. Como es costumbre, Miyazaki nos regala sorprendentes postales con una
belleza incomparable, incluso en aquellas secuencias en las que nos muestra escenas trágicas como el gran incendio provocado por el ya señalado desastroso terremoto de Kanto o los numerosos vehículos aéreos que yacen incendiándose en el campo tras una fatídica batalla aérea; ésta secuencia en particular, nos deja entrever parte del discurso del director, quien hace un contraste entre la belleza de las pasiones humanas, en este particular caso el de la materialización de los sueños -es decir, la construcción de los aviones más hermosos- y la manera en que esos sueños alcanzados -para algunos- pueden ser transformados -para otros- en pesadillas, cómo un artefacto aéreo de gran belleza puede ser convertido en mortal maquinaria bélica. "El Cielo devorará nuestros sueños", le advierte a nuestro protagonista su héroe Gianni Caproni en el último pasaje onírico de la cinta. Se Levanta el viento, como tantas otras propuestas de Miyazaki, es un clásico instantáneo del cine de animación que no únicamente se debe ver, sino como las grandes cintas, se debe experimentar.
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entro de la temática de filmes animados, generalmente las películas más nombradas son los famosos títulos de Pixar (cualquiera de su modesta pero increíble colección), o bien se hablan de títulos como Blancanieves, Bambi o La Bella y la Bestia” y por último (aunque no necesariamente olvidados) encontramos a las producciones de Dreamworks. ¿Pero qué pasa de las animaciones japonesas? ¿Están destinadas al olvido por su lenguaje natal o su inapropiada distribución por países de occidente? Sea cual sea la respuesta a esas interrogantes, es casi seguro que la calidad de las cintas no es el problema y un ejemplo claro de esto es Paprika. La trama de la película se desarrolla en un futuro no tan distante en donde unos dispositivos llamados “mini DC” están causando estragos. La finalidad de este aparato es poder tratar a pacientes con determinadas enfermedades a través de la exploración de sueños (literalmente los que utilizan el dispositivo entran en el sueño del otro). Los problemas empiezan cuando 3 dispositivos son robados y utilizados para
matar a personas, ya que el dispositivo hace sentir al sueño como un evento real. Satoshi Kon, ya desde mucho antes de esta película, demostraba su capacidad como director de animaciones. Con títulos como Tokio Godfathers, Perfect Blue o Millenium Actress ya su nombre es más que reconocido en el mundo de la animación nipona. No quisiera arriesgarme en decir que Paprika ha sido su mejor trabajo, ni tampoco que sobresale sobre el resto. Esto se debe a que la mayoría de las películas de este director llegan a un nivel de excelencia muy elevado, por lo que decidir cual es “mejor” ya es mera cuestión personal, ya que ténicamente todas son impecables. Una de las mayores fortalezas de esta película es que, aún siendo una película animada, logra generar un suspenso muy grande en el espectador. La mezcla increíble entre tecnología futurista y los elementos detectivezcos son una mezcla perfecta para el entretenimiento. Sin embargo, otro aspecto que da un valor agregado al filme es que posee un diseño de producción
increíble, creando una mezcla suprema y delgada entre el miedo y la inocencia. Así también, como en la mayoría de los filmes de grandes aspiraciones, posee una banda sonora alucinante. Logra acompañar perfectamente a los acotecimientos sucedidos a lo largo del desarrollo de la trama. Además pasa lo que yo suelo considerar algo muy valioso en las bandas sonoras, logra funcionar perfectamente si lo aislamos de la película, es decir, sigue generando emociones si la escuchas sin haber visto la cinta. En definitiva “Paprika” es una de esas películas que uno en lo posible debe ver. Más allá de su increíble diseño y animación, la historia llena de giros y misterio da un toque diferente a la cinta. Además, el mensaje que transmite la película es realmente complejo y da mucho que pensar con respecto a los avances tecnológicos y el cómo inciden en nuestras vidas. Es una pena que películas animadas tan buenas como esta no lleguen con tanta fuerza en occidente.
Una de las películas de Pixar que más lágrimas ha arrancado de los ojos de la audiencia ha sido “Up” con su emotiva y magistral secuencia de apertura: la vida de Carl Fredricksen, desde su infancia como niño nerd amante del cine y aficionado a las aventuras fílmicas de un explorador que ha visitado la región de “Paradise Falls” en América del Sur, pasando por su adolescencia donde conoció al amor de su vida, Ellie, hasta llegar a su separación a causa de la muerte de su mujer. La aventura de este imprescindible filme animado comienza cuando, pese a encontrarse profundamente deprimido, el ahora casi octogenario Carl decide no ceder ante las amenazas de demolición de su casa por parte de una compañía constructora y resuelve amarrar miles de globos de helio a su casa para transportarla desde sus cimientos hasta la paradisiaca región de Sudamérica. Sin embargo, la inclusión de un polizón inesperado –un regordete y optimista boy scout llamado Russell– le deparará experiencias inesperadas y muy enriquecedoras.
Los Increíbles sigue los pasos de Bob Parr, quien alguna vez fue conocido como 'Mr. Increíble', uno de los más grandes y queridos superhéroes del mundo junto a 'Elastigirl', su ahora esposa con quien ha tenido tres hijos –Dash, Violet y el bebé Jack Jack–, todos con habilidades particulares como invisibilidad y súpervelocidad. Ahora, viviendo bajo el amparo del anonimato, Bob trabaja en la burocracia de los seguros, pero su deseo de regresar a combatir el crimen hacen que se deje envolver por una misteriosa oferta para encargarse de una misión secreta en una isla remota; sin embargo, esto pondrá en riesgo su seguridad y la de su familia, obligándolos a salir del anonimato para enfrentar a un psicópata supervillano. Esta fue una de las primeras cintas que sorprendió por la sofisticación y perfección técnica que podría conseguirse con una animación computarizada, además de contar con un guion redondo que con originalidad y frescura retrató la vida íntima de una familia de superhéroes retirados, replanteando así algunas de las ideas preconcebidas que comúnmente se encuentran en este subgénero que ahora abarrotan la cartelera año con año.
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os prestigiosos estudios Aardman, incansables defensores de la técnica stop-motion de muñecos de arcilla, y creadores de clásicos animados de la televisión como Wallace & Gromit -quienes también visitaron la pantalla grande en 2005-, lanzan su nuevo largometraje con otro de sus personajes televisivos más populares: el cordero Shaun. Este peculiar personaje ha sido protagonista de su propio serial británico, Shaun el Cordero (Shaun The Sheep), desde 2007, una serie de miniaventuras de aproximadamente siete minutos de duración de gran éxito. Pero en esta ocasión Aardman sueña más allá del corral y traslada al carismático cordero, sus compañeros congéneres, su dueño el Granjero y su perro, a la gran ciudad donde vivirán una épica aventura. En la granja en la que vive Shaun conocida ya por los fans de los episodios televisivos-, el día a día se vive bajo una gris monotonía que ya se ha vuelto insostenible, por lo que el protagonista
reúne a sus compañeros para idear un plan y tomarse un día libre; pero las jugarretas que han ideado para distraer al perro y al Granjero, se salen de control y éste último termina amnésico en la gran ciudad. Incapaces de mantener la granja por si mismos, los corderos van en busca de su amo. Este es el punto de partida para la épica aventura que Aardman ha preparado para una de sus estrellas televisivas más entrañables en Shaun el Cordero: La Película (Shaun The Sheep Movie, 2015), una cinta que se sostiene gracias al humor -por supuesto británico total- y al ingenioso guión, que a pesar de contar con una trama de anecdótico origen, logra solidez durante los 86 minutos de duración, entregando gag tras gag en una sucesión casi vertiginosa que no da descanso -exceptuando la inclusión de una que otra secuencia dramática que por supuesto nos hablarán de la amistad, el amor, la solidaridad, el compañerismo y el clásico contrapunteo de los estilos de
vida citadino y campestre.- Y todo esto, sin recurrir a una sola palabra articulada, pues tal como lo hiciera Minúsculos (Minuscule: La Vallée de Fourmis Perdues , 2013) el año pasado, la propuesta de Aardman también rehuye de los diálogos y se apoya enteramente en la fuerza de la imagen en movimiento para narrarnos esta fabulosa odisea, una suerte de Rebelión en la Granja, pero sin la solemnidad del relato orwelliano y encaminada más al slapstick, aunque no carente de la crítica a la sociedad capitalista. Shaun el Cordero: La Película es un ejemplo de cine familiar de alta calidad en todos los aspectos, desde un sofisticado y efectivo guión que rescata la esencia del lenguaje narrativo cinematográfico hasta la impecable manufactura artesanal -marca reconocible de Aardman-; continente y contenido dan forma aquí a una lección de cine imprescindible para todo cinéfilo sin importar su edad.
En la época victoriana, un hombre coloca, de manera accidental, el anillo de compromiso originalmente destinado a su novia en el dedo de una mujer muerta mientras declama, en plan de ensayo, su propuesta matrimonial. Esta mórbida premisa es el detonante de la macabra aventura que el incauto novio tendrá que 'vivir' en el inframundo cuando la putrefacta novia decida reclamar sus derechos nupciales más allá de la tumba. Con El cadáver de la novia, Burton apela a una complejidad mayor que al común de las producciones animadas en Hollywood a la vez que continúa con la normalización de temas tabú como el asesinato, la muerte y la necrofilia; la obsesión por los cadáveres, sin embargo, se da de una manera más festiva y nos remite directamente tanto a nuestras tradiciones del «Día de Muertos» –recientemente homenajeadas en Coco (2017)– como a la producción nacional de Hasta los huesos (2002), aquel ya legendario minifilme animado a cargo de René Castillo.
Había una vez, en un reino muy muy lejano, una ciénaga que albergaba el hogar de un feroz ogro que vio alterada su preciada soledad cuando su casa fue invadida por una serie de personajes famosos de cuentos de hadas –el lobo feroz, los tres cerditos, un burro parlanchín, unos ratones ciegos, etc.– que han sido desalojados de sus hábitats por el maquiavélico Lord Farquaad. Desesperado por recuperar su territorio, el ogro hace un pacto con el monarca: rescatar a la bella princesa Fiona, quien se encuentra cautiva en la torre más alta de un remoto castillo custodiado por un feroz dragón, a cambio de que su ciénaga quede libre de personajes de cuentos de hadas. La primera entrega de esta exitosa franquicia de la casa DreamWorks cambió las reglas del cine animado de fantasía al que el entonces monopolio de la animación Disney nos tenía acostumbrados. Con un sofisticado humor que funcionó tanto para niños como para adultos, la historia del ogro que se convertía en el héroe de la historia expuso los caducos códigos morales que guiaban las tradicionales historias de príncipes azules y princesas en apuros... y aunque tiempo después sus secuelas cayeron en los mismos vicios que criticaba, esta película será recordada como la primera cinta de animación hollywoodense en romper el molde.
L
ego es una de las marcas más exitosas de la historia a nivel global; la compañía de origen danés ha logrado 'construir' todo un emporio comercial con base en sus piezas para armar (simples y sencillos bloques/ladrillos de plástico con capacidades interconectables) y sostener una exitosa franquicia con una enorme diversidad de artículos. Este año, finalmente dan el salto a la gran pantalla y en tres dimensiones. El filme sigue a Emmet (Chris Pratt en su versión original), un constructor normal, ordinario y fielmente apegado a las normas que lleva siempre a la mano, que un día es confundido por una rebelde llamada Estilo Libre (con la voz de Elizabeth Bakns) con El Maestro constructor, es decir, 'la persona más extraordinaria del mundo' que, según indica una antigua profecía, será el 'elegido' para salvar al mundo. La Gran Aventura LEGO (The Lego Movie) toma como premisa esta historia sencilla, pero la deconstruye para ofrecernos una parodia/crítica a la sociedad instaurada sobre el pensamiento único y la coartación de la libertad creativa; además, claro, de brindar un divertimento de primer nivel.
Los directores Phil Lord y Christopher Miller (también co-guionistas) hacen uso de la clásica historia del 'elegido', su misión para salvar al mundo y el 'viaje del héroe', para satirizarnos como sociedad consumista ("Un café de precio excesivo", demanda el anodino constructor en un establecimiento que claramente emula a un Starbucks) y enajenada (cantando todo el día "¡Todo es increíble...", un estribillo de una canción 'payoleada' para transmitirse día y noche por la radio; o viendo "La Famila Peluche"... perdón, "¿Dónde están mis pantalones?", un programa basura de la televisión con éxito arrollador). El mundo donde vive Emmet pareciera ser utópico, es colorido, ordenado, luminoso... incluso tienen 'instrucciones para ser felices' (saludos a Carlos Cuauhtémoc Sánchez), pero en realidad es un mundo distópico donde todo el mundo ha sido despojado de su propia identidad (aunque ellos no lo perciban), pues son personajes genéricos en medio de una sociedad con tintes orwellianos donde el pensamiento individual está prohibido so pena de "ponerlos a dormir", como bien lo advierte -en voz baja- el Señor Negocios (voz de Will Ferrell), el malvado tirano
que pretende utilizar una poderosa arma (un superpegamento) para mantener por siempre el orden de todos los universos Lego. La Gran Aventura LEGO es una cinta divertida e inteligente con múltiples parodias/homenajes a cintas con anárquico espíritu como, por ejemplo, Matrix (The Matrix; 1999), con la secuencia del interrogatorio de Emmet con el policía bueno/policía malo, que remite inmediatamente al primer encuentro entre el Sr. Anderson -posterior Neo- y el agente Smith, incluso en la paleta de colores que utilizan en la escena. Es también una deslumbrante propuesta animada con un gran trabajo de animación por computadora al más puro estilo stop-motion, con un carácter casi artesanal y donde absolutamente todo puede construirse con los bloques; técnicamente es majestuosa. La Gran Aventura de LEGO es entretenimiento inteligente que vas mucho más allá de ser un anuncio de bloquecitos de colores de 100 minutos de duración.
Y
te das cuenta que todos los escaparates brillantes, todas las modelos de los catálogos, todos los colores, las ofertas, las recetas de Martha Stewart, el Día de Acción de Gracias, las películas de Julia Roberts, las montañas de comida grasienta, intentan alejarnos de la muerte. Sin conseguirlo. La gente siempre lee atentamente la etiqueta de sus productos favoritos para ver cuántos productos químicos contienen, y después suspiran resignados mientras los meten en el carrito, mientras piensan: «es malo para mí; es malo para mi familia... pero nos gusta.» Nadie piensa en la muerte en un supermercado." Una reflexión un tanto similar a ésta –propuesta por la española Isabel Coixet en Mi vida sin mí (2003), un drama existencialista inspirado en el libro Pretending the Bed is a Raft de la escritora Nanci Kincaid– en la que habla de la manipulación del individuo, es la que sugiere la premisa del filme animado La Fiesta de Salchichas, la más reciente guarrada cinematográfica apadrinada por Seth Rogen quien, fungiendo además como guionista junto con Evan Goldberg, Kyle Hunter y Ariel Shaffir, juega a re-interpretar el relato orwelliano Rebelión en la granja, aunque olvidándose del fino estilo del texto firmado por el británico para, en cambio, inyectarle su característico «humor cannábico» y, ahora más que nunca, con una gran carga sexual. La Fiesta de salchichas es un ejercicio que propone un universo similar al de la saga Toy Story de Pixar, sólo que en esta ocasión son los productos de un supermercado de los Estados Uni-
dos los que «viven» en los estantes esperando con gran anhelo el momento en que los «dioses» –entiéndase «humanos»– los elijan para llevarlos al «más allá», una Tierra Prometida en la que vivirán eternamente en armonía y felicidad junto a las admiradas deidades. Sin embargo, el verdadero destino de los productos es revelado para un pequeño grupo que descubre la cruel naturaleza de esos seres todopoderosos, por lo que deberán avisar a todos los habitantes del supermercado sobre el verdadero propósito de su existencia e intentar luchar contra los planes de los dioses en la víspera del 4 de julio, fecha en que acostumbran llevarse a muchos «elegidos». Un extrañísimo pero muy eficaz maridaje entre existencialismo y porno-alimenticio (sí, leyeron bien, así de loca es la película) es lo que tándem Conrad Vernon y Greg Tiernan nos han preparado en la que se ha convertido en una de las sorpresas más inesperadas y satisfactorias del año. Y es que debajo de tanta guarrería gratuita –la mayoría cortesía de las alegorías entre salchichas (penes) y las famosas «medias noches» (vaginas) que viven esperando a que llegue el momento de «compenetrarse» en el «más allá»– está codificada una hilarante sátira político-social con un delirante humor políticamente incorrecto con el cual se permite presentar un paralelismo entre la vida en el supermercado y la vida tanto dentro de las fronteras norteamericanas, como a lo largo y ancho del globo. Así tenemos que el establecimiento es una amalgama cultural, un retablo enormemente diverso pero tam-
bién intolerante y racista –ojo a la referencia directa al nazismo y al conflicto radical entre las facciones político-religiosas entre Palestina e Israel–. Así, de manera inesperada, La Fiesta de las Salchichas abre un espacio para hablar del respeto y la tolerancia; lanza una invitación a encontrar puntos en común que nos unan y no centrarnos en lo que nos separa, a reconciliar nuestras diferencias que nos frenan no simplemente como sociedad, sino como una sola humanidad. Y como si eso fuera poco, cuando la segunda parte llega, un trasfondo teológico-existencialista se hace presente con uno de los más ácidos argumentos en contra de la existencia de Dios. La película hace patente la necesidad humana de creer en un ente superior o en la existencia de una vida más allá de la muerte; una visión miope que ha sido heredada de generación en generación por –ya demasiados– siglos y que ha servido a las religiones –no sólo la católica, hay que ser objetivos– como herramienta de manipulación del individuo para comportarse bajo ridículas, retrógradas y antinaturales normas so pena de negarles la celestial vida eterna de no acatar las órdenes. Las sentencias de la película son contundentes: todos somos iguales, ni nuestras creencias, ni nuestra raza nos hacen mejores o peores, no somos "los elegidos"; el más allá, las vidas eternas, las reemcarnaciones... son sólo invenciones teológicas. Todo lo que tenemos es el aquí y el ahora, y es fugaz. Ya dejémonos de tantas chingaderas.
megaestrella de Hollywood, George Clooney, incursionó detrás de las cámaras con un arriesgado proyecto: Confessions of a dangerous minds, la adaptación fílmica de la irónicamente autobiografía no autorizada de Chuck Barris, un icono de la televisión estadounidense de los años 60 y 70 que es considerado como el padre de la televisión basura. Sin embargo, esto no resulta ser lo más interesante de su vida o de la película que la retrata, sino su presunto reclutamiento por parte de la CIA para encargarse de los enemigos de la nación –entiéndase comunistas–. Al proyecto le llevó más de seis años en consolidarse, y los nombres de cineastas como Curtis Hanson, David Fincher y Bryan Singer, sonaban fuertemente como las opciones para tomar la silla de director; mientras que las ya grandes estrellas como Russell Crowe, Mike Myers, Ben Stiller y el entonces más querido que ahora Johnny Depp, se barajaron como posibles protagonistas. Finalmente, George Clooney decidió que él tomaría las riendas del filme y pondría dinero de su bolsillo si era necesario con tal de que el proyecto viera la luz, además de conceder el rol protagónico al entonces desconocido Sam Rockwell. El compromiso con el proyecto por parte de Clooney hizo que sus amigos Julia Roberts, Drew Barrymore, Matt Damon y Brad Pitt aceptaran participar en la película en breves roles o sencillos cameos –la aparición de Damon y Pitt es fabulosa–.
La cinta cuenta con un punzante y turbio guion firmado por el extraordinario Charlie Kauffman –responsable de los guiones más originales de Hollywood desde finales del siglo pasado como Being John Malkovich y Adaptation– y un complejo diseño de arte que combina la experiencia teatral envolvente con el lenguaje cinematográfico más sofisticado; como resultado de esta conjunción, aunado a la fascinante interpretación de una psique atormentada por parte de Sam Rockwell, es un salvaje y alocado viaje por la vida de Chuck Barris mientras se abre camino en el mundo de la televisión con populares programas como The Dating Game, The Newly Wed Game y Gong Show, y es inesperadamente reclutado por la CIA para viajar por el mundo como espía con la misión de deshacerse de personajes comunistas. La doble vida del presentador televisivo y presunto agente gubernamental terminó lejos del mundo de la televisión, en una auto-reclusión con el fin de buscar la redención a través de la confesión escrita que terminaría convertida en su autobiografía. Y aunque la CIA siempre ha negado que Barris haya formado parte de sus filas y el presentador nunca dio mayores detalles al respecto, muchos consideran que la magia de su historia reside precisamente en su absurdo e inverosimilitud. Quizás, como piensa Andrew Lazar, productor del filme y gran amigo en vida de Chuck Barris, la historia de su autobiografía que involucra a la CIA no es más que un retorcido e irónico juego metafórico del mundo del entretenimiento que lo crucificó con duras críticas por el contenido de sus programas televisivos.
E
l Gigante de Hierro es otro ejemplo de la libertad que los filmmakers tienen en la animación: pudo haber sido una live-action de $100 millones de dólares en efectos especiales, pero fue hecha con la fracción de esa cantidad porque el gigante es dibujado, no construido. Y es también una película familiar con un mensaje: la guerra fría en la cual un gigante de hierro aprende de un niño que no está destinado a ser un arma porque: “you are what you choose to be”. La película se ubica en 1950 porque esa es la década en que la ciencia ficción parecía más preocupada con un holocausto nuclear e invasores del espacio. Y por supuesto la paradoja política sutil se esconde en la superficie: el appeal del film viene un poco de su parecido con E.T., un niño tratando de esconder un alien de su mamá. En este caso algo grande para esconder en el closet. Como muchas películas japonesas animadas, sin cute animales y sin números musicales, es una historia simple y que va al punto. El director Brad Bird es un veterano de Los Simpson cuyos visuales lucen mucho más complejos aquí, con la técnica de línea clara usada por Hayao Mizayaki, que hizo My neighbor Totoro.
Funciona como mucha animación lo hace, para hacerte olvidar que son dibujos que se mueven, porque la historia y los personajes son demasiado interesantes. En cuanto al gigante, es sorprendentemente agradable. No puede hablar inglés en un principio pero aprende rápido. Su voz la hace Vin Diesel y suena como si hubiera sido electrónicamente modificada. Luce poco sofisticado, pero lo vamos conociendo y su personalidad evoluciona con nosotros en un punto hasta sentimos pena por él. En el gran clímax de la película, esperamos que Hogarth pueda salvar a su amigo una vez más. Debe ser difícil hacer una película así. Disney tiene el mercado de la animación comprado, pero otros estudios parecen estar dispuestos a tirarle dinero a musicales ya hechos, incluso teniendo mejor oportunidad e impacto moviéndose en otra dirección, con historias reales, que nos emocionen y que sean simples. “The Iron Giant”, basada en un libro por el ya difunto poeta británico Ted Hughes, no es solo un pedazo de animación cualquiera, sino una historia envolvente que tiene algo que decir.
E
n 1986, dos años antes de morir, el Uruguayo emigrado a Francia, Isidore Lucien, más conocido como Conde de Lautréamont, publicó sus Cantos de Maldoror. Despreciada en su época, la obra se convirtió años más tarde en uno de los textos sobre los que Bretón y compañía sentaran las bases del movimiento surrealista. Sin duda, la frase que más cautivó a los surrealistas fue aquella que decía: “bello como el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas”. Os propongo, amigos cinéfilos, que tomemos asiento alrededor de esta reseña convertida en mesa de disección, sobre la que pongo la que, para mí, es la mejor escena del cine infantil de todos los tiempos. Hablo de la escena del autobús del film de Hayao Miyazaki Mi vecino Totoro. Tras abrirla en canal y pasar por el escalpelo sus elementos formales, quizá entendamos mejor cuánto hay en ella de cine. Mi vecino Totoro cuenta la historia de Mei, una niña de 4 años, y su hermana Satsuki de 11. Cuando su madre cae gravemente enferma, el padre de las niñas decide llevarlas a pasar una temporada en una pequeña casa en mitad de un frondoso monte. Con la incertidumbre causada por el estado de salud de la madre, las niñas exploran su nuevo hábitat, cuando Mei, en solitario, encuentra un Totoro, el descomunal y peludo espíritu del bosque que da nombre a la película. Justo antes de que nuestra escena comience, las niñas, a pesar de que hay tormenta, deciden ir a esperar a su padre, que vuelve del trabajo, a la estación de autobuses. La secuencia se desarrolla por completo en la parada del autobús, compuesta por un simple poste clavado en un camino de tierra en el corazón de un frondoso bosque. Provistas de sendos paraguas, Mei y Satasuki, descubren que su padre no llega con el primer autobús y deciden quedarse a esperarle.
La paleta cromática está compuesta, en los primeros compases del fragmento, por colores grises y asépticos, que nos evocan más una ciudad que un bosque y anticipan la llegada del autobús sin el padre. A partir de ahí, Miyazaki comienza uno operación de ralentización del tempo narrativo, con planos contemplativos, muy cuidados compositivamente, en los que nos invita a detenernos a contemplar la belleza de las texturas del agua como ya hiciera Joris Ivens en su cortometraje Reagen, allá por 1929. El escenario cambia momentáneamente para acompañar a Mei en su interés por la sencilla belleza de las gotas de agua hasta un pequeño templo. Miyazaki nos presenta los tres elementos que articularán el resto de la escena: la curiosidad infantil, el interés por la naturaleza y cierto concepto de trascendencia.
Se plantea entonces la escenografía principal de la escena. La luz cálida de la farola alumbra a las niñas, solas en la parada de autobús en mitad del inmenso bosque. Se crea así un espacio casi metafísico, un remanso de luz en la fría y tempestuosa noche. Un espacio que nos habla de dos niñas que viven su propia aventura encendida mientras la sombra de la muerte de su madre las rodea. Nos habla de un país, el Japón de los 50, que ha sufrido la oscuridad de la Segunda Guerra Mundial y busca la luz. Y nos habla por último, del sueño, de la pesadilla, de lo imposible, lo abstracto y lo mágico. Y Miyazaki ralentiza aun más la narración, con el sonido hipnótico de la lluvia al caer, y el tranquilo andar de un sapo. Se trata de uno de esos planos aleatorios y carentes, en apariencia, de sentido que inundan su cine. Planos que nos invitan a contemplar, que nos dan tiempo para pensar, para rellenar el contenido del film con nuestra propia experiencia, que nos hipnotizan. Entonces, con un excelente manejo del fuera de campo, que quizá nos recuerda al maestro japonés Yasujirô Ozu, acudimos al primer encuentro entre Satsuki y Totoro. En un plano subjetivo de Satsuki, oímos unos pasos que se acercan. Y así, con la visión parcialmente tapada por el paraguas, vemos que una pata gigantesca entra en escena. Pero la niña no sale despavorida, sino que sube el paraguas para descubrir una garra que, en vez de amenazar, se rasca con soltura el costado.
No hay diálogo, sólo la sorprendida mirada de Satsuki y de todos notros ante la intromisión inesperada de un gigantesco Totoro. La conexión entre lo infantil y lo natural es fluida, sencilla. El plano de conjunto de las niñas y el espíritu es conmovedor. No hay que analizarlo, no hay que entenderlo. Sencillamente, un Totoro espera con desgana el autobús. Es normal. Como lo sería en la mente de un niño. Y con insospechada y mágica cotidianeidad Satsusuki le ofrece al Totoro su paraguas y le enseña a utilizarlo ante la atónita mirada de un sapo. Sencillamente genial. Entonces, Totoro, que representa tanto la naturaleza como lo espiritual, descubrirá el maravilloso sonido que produce una gota de agua al caer sobre un paraguas. Una de esas cosas simples pero maravillosas, que sólo los niños son capaces de apreciar, y que los adultos obviamos con frecuencia. El Gatobús, quintaesencia de los personajes de Miyazaki, mezcla de máquina animal y espíritu, entra en escena. El Gatobus tiene el sonido del viento. Aunque no dé tiempo en esta disección para analizarlo, os invito a que rastréis la presencia del viento como metáfora de esperanza a lo largo del film. Nuestra escena se cierra pau-
sadamente, como la carne del Gatobús, con la marcha de Totoro, mientras una brisa nos saca de nuestra ensoñación. Llega el autobús real, el padre, y la palta de colores nos regresa al mundo terrenal. Antes de cerrar el sujeto de la autopsia, me gustaría volver a recordar aquellos tres conceptos. La naturaleza como un ente vivo, como algo mágico y cercano. La infancia como el hogar de los sueños, el lugar donde las cosas más insospechadas tienen cabida, donde los surrealistas buscaron su inspiración, donde los prejuicios no tienen sentido y un paraguas es tan mágico como un Totoro. Y finalmente el concepto de trascendencia, la idea de lo espiritual. En el polo opuesto del dogmatismo judeocristiano, Miyazaki, inspirado por la riqueza cultural de la tradición nipona, representa la infancia, la naturaleza, la lluvia, lo efímero, lo eterno, la luz, la oscuridad, la vida y la muerte como partes de un todo. Y nos habla de este devenir lleno de ambigüedades, inexplicable y maravilloso, que es la vida y es el cine. Extraño sin duda, pero bello, como el encuentro fortuito, es esta mesa de disección que abandonamos, de un Totoro y un paraguas.
L
as películas españolas El Orfanato (2007) y Lo imposible (2011) no sólo catapultaron a su director Juan Antonio Bayona a la fama internacional, sino que también consolidaron a su guionista Sergio G. Sánchez como uno de los escritores de cine más reconocidos en la industria del cine iberoamericano y que ahora debuta como cineasta apadrinado por el propio Bayona como productor ejecutivo de El Secreto de Marrowbone (2017). La cinta tiene como protagonistas a cuatro hermanos que, junto con su madre enferma, han llegado a la Norteamérica rural escapando de su peligroso padre, refugiándose en la vieja casona donde se crió su madre y cuyas paredes guardan un terrible secreto. Poco después, su madre enferma y su padre descubre su localización, por lo que su llegada podría marcar un destino trágico para los cuatro hermanos y el de una chica bibliotecaria que ha iniciado una estrecha amistad con los chicos, en particular con, el mayor de los hermanos.
Filmada con producción española en locaciones de Asturias pero en idioma inglés para poder venderse a un mercado mayor a nivel global –estrategia utilizada ya en cintas como Los Otros, la ya mencionada Lo imposible y Un monstruo viene a verme–, se trata de una ambiciosa propuesta que posee una puesta en escena elegante y un poderío visual potente logrado por la atinada dirección artística y el trabajo de cámara que se conjugan con el diseño sonoro que complementa la atmósfera que necesita esta historia sobre los lazos de sangre y la incapacidad de escapar completamente del pasado. Y aunque es cierto que faltan matices a sus personajes, estos están bien interpretados por una tropa de jóvenes actores de talento comprobado: George MacKay, Mia Goth, Charlie Heaton, Anya Taylor-Joy y Matthew Stagg. La cinta sabe cómo conseguir y mantener la atención del espectador, logrando un relato que, pese a inconsis-
tencias narrativas y caer momentáneamente víctima de su propia ambición, logra superar los retos con algunas sorpresas genuinas y agradables de su guion con una mezcla eficaz entre el drama familiar, el terror y ciertos toques de fantasía que deviene en una enrarecida fábula a través de la cual el director presenta una metáfora del momento en la vida en que el viciado mundo adulto acecha y amenaza con trastocar el idílico refugio que representa infancia y juventud, obligando a crecer y madurar forzosamente. El secreto de Marrowbone se revela finalmente como una decorosa pieza de suspenso y terror que posee también cierta autenticidad que deja ver a un director talentoso y hábil que, entre homenajes y referencias a otros clásicos del cine, está en busca de su propia voz.
E
l director Anders Walter presentó en 2013 su cortometraje Helium, en el cual Enzo (Casper Crump), un conserje de un hospital infantil, entabla una peculiar amistad con Alfred (Pelle Falk Krusbæk), un niño desahuciado al que le quedan pocos días de vida. Enzo le habla de 'Helium', un mundo que se presenta como una alternativa al aburrido Cielo de la religión católica; se trata de un lugar lleno de felicidad al que los niños pueden ir a jugar y descansar todo el día. Ahora, tras haber ganado el Oscar al mejor cortometraje de ficción, el cineasta danés presenta su primer largometraje y a través de él continúa con la exploración de la fantasía como refugio ante los traumas de la vida durante la infancia. I Kill Giants es la adaptación fílmica de la novela gráfica homónima firmada por Joe Kelly –quien se encarga aquí del guion adaptado–, ilustrada por el madrileño de ascendencia japonesa Ken Niimura, editada en 2008 por Image Comics, y que tiene como personaje central a Barbara Thornson (Madison Wolfe), una niña introvertida y hermética que en casa tiene que soportar a su hermano que pasa el tiempo jugando videojuegos con sus amigos, y a su hermana mayor (Imogen Poots), quien tiene la pesada responsabilidad de hacerse cargo de las labores del hogar y trabajar para conseguir sustento para los tres; por su parte, en la escuela tiene que enfrentarse al acoso de un grupo de niñas que la molestan por ser rara y diferente. Pero Bar-
bara también es aguerrida y, junto con su nueva amiga Sofia (Sydney Wade), escapa de su agobiante entorno hogareño y escolar a través de la fantasía, cazando con su mágico martillo a los gigantes que acechan a su pueblo y que anuncian la llegada de un Titán que devastará todo a su paso. Por su premisa y los secretos que poco a poco se van revelando a lo largo de la trama y que exponen las verdaderas motivaciones de la heroína, las comparaciones con Tideland (2005), El Laberinto del Fauno (2006) y, sobre todo, con Un Monstruo viene a verme (2016), serán inevitables, pero I Kill Giants es una propuesta que sobresale por méritos propios, y quizá su mayor virtud sea la gran actuación protagónica de Madison Wolfe, una grata revelación histriónica que logra sacar adelante una interpretación sobre el miedo, el dolor, la muerte, la pérdida y la oscuridad que todos llevamos dentro a través de una eficaz metáfora de las criaturas malignas como representación fantástica de los miedos, traumas y tragedias personales. Y aunque por breves momentos la película roza peligrosamente la sensiblería, salva cada uno de esos momentos para ofrecernos secuencias genuinamente entrañables y conmovedoras protagonizadas por personajes bien delineados. La ópera prima de Anders Walter es una modesta joya que con sensibilidad y ternura les habla a niños y jóvenes sobre los ritos de paso que se experimentan en el doloroso proceso de crecer y sobre la amistad imperecedera.
E
EE
n la década de los 90, un suceso paranormal conmocionó a la comunidad madrileña: un caso de posesión satánica tuvo lugar en el barrio de Vallecas. La joven Estefanía Gutiérrez Lázaro comenzó a experimentar ataques y convulsiones luego de jugar a la Ouija con sus compañeras de escuela en el baño de su colegio, donde intentaban contactar con el recién difunto novio de una de ellas. Los ataques de Estefanía fueron empeorando y uno de ellos la sumergió en un coma del que ya nunca despertó. Sin embargo, tras la muerte de la chica, la familia comenzó a hacer acechada por inexplicables acontecimientos y la visita de una figura negra y alta. La diferencia principal entre este y los cientos de casos de posesiones que se reportan es que quedó registrado en un informe policial en el que las autoridades aseguran haber presenciado fenómenos inexplicables cuando atendieron una llamada de ayuda por parte de la familia tras la muerte de la chica: estruendos inexplicables, puertas que se abrían y se cerraban, paredes desgarradas, Cristos separados de sus cruces, sustancias oscuras en mesas y retratos que se incendiaban. El director Paco Plaza, uno de los responsables de reavivar el género de terror en el cine iberoamericano con la exitosa saga iniciada con [Rec] (2007), toma este fatídico e inexplicable caso y junto con el guionista Fernando Navarro adaptan libremente la anécdota para dar forma a Verónica, una pieza cinematográfica refrescante para el género de horror en español.
Con una sorprendente elegancia y sofisticación técnica apoyada en la impecable cinematografía de Pablo Rosso y la música compuesta por Chucky Namanera, el cineasta español logra trastocar profundamente lo conocido, lo habitual, sin recurrir a sobresaltos gratuitos, sino en el magistral uso del suspenso que va construyendo poco a poco y aumentando la tensión hasta el escalofriante clímax con su viciada y enrarecida atmósfera, que, junto con el cuidadoso diseño sonoro, hace que una placentera incomodidad recorra tu piel. Además, Paco Plaza consigue ir mucho más allá del relato escalofriante y aprovecha la magnética presencia de Sandra Escacena como protagonista y una impecable ambientación noventera –lograda gracias al trabajo de dirección de arte y una atinada selección musical– para darle la vuelta al relato de horror y transformarlo en una metáfora sobre la adolescencia como un proceso aterrador y doloroso. En una época en la que el cine de horror internacional se produce de manera genérica buscando parecerse cada vez más al cine industrializado de Hollywood, Verónica, además de ser una nueva muestra de la habilidad de su artífice para el género, deja ver su impronta orgullosamente española e indudablemente se consagrará pronto como uno de los nuevos clásicos del cine de horror iberoamericano.
Q
uienes pertenecemos a la comunidad LGBT y hemos buscado representación e identificación en el cine mainstream hollywoodense nos hemos topado en innumerables ocasiones con caracterizaciones que trazan a las minorías sexuales como personajes de soporte exóticos o cómicos. Hace poco más de una década se dio un importante cambio: la película Brokeback Mountain (2005) consiguió múltiples nominaciones a los premios de la Academia, y aunque su triunfo en la categoría de Mejor Película le fue arrebatado por el reconocimiento entregado a la ultraconservadoramente moralina Crash (2005), su presencia marcó un antes y un después en la representación de la homosexualidad en la Meca del Cine, alejándose de los estereotipos que representan los hombres gays como afeminados o travestis. Sin embargo, no es sino hasta ahora, 13 años desde el estreno de la cinta de Ang Lee, que uno de los más grandes estudios de Hollywood –20th Century Fox, en este caso– se atreve a presentar una película con un personaje protagonista gay en Love, Simon. Basada en la novela Simon vs. the Homo Sapiens Agenda de la escritora Becky Albertalli, la película está completamente centrada en el preparatoriano Simon Spier (Nick Robinson), quien a sus 17 años no se ha atrevido a salir del clóset con sus padres Emily (Jennifer Garner) y Jack (Josh Duhamel), sus tres mejores amigos Leah (Katherine Langford), Abby (Alexandra Shipp) y Nick (Jorge Lendeborg Jr.). Pero cuando un chico que se identifica bajo el pseudónimo 'Blue' hace una publicación en un blog de chismes de la escuela hablando de lo difícil que es vivir en el clóset, Simon entabla una cariñosa relación con este chico vía email, ayudándose mutuamente a sobrellevar esta parte oculta de sus vidas. Sin embargo, la relación que se ha gestado entre ambos chicos se ve
amenazada cuando los correos de Simon son descubiertos por Martin (Logan Miller), uno de sus compañeros de escuela, y corre el riesgo de una posible exposición pública a través del infame blog de chismes si no hace lo que él le pida. Con Love, Simon no estamos ante un drama crudo con pretensiones artísticas de cine de autor; aquí no hay aquí una lucha interna por aceptarse, no hay sufrimiento o vergüenza por ser gay como en el caso del estupendo estudio de personaje planteado en Beach Rats (2017), de Eliza Hittman. Lo que sí hay, en cambio, es una honesta exploración de esa amarga sensación de percibirse uno mismo como alguien «diferente» y con un profundo miedo al rechazo de la familia y los amigos más cercanos. Sí, es verdad que estamos frente a una película con valores cinematográficos que apenas superan la calidad de los telefilmes del extinto Hallmark Chanel y que el guion recurre a la probada fórmula de las comedias románticas adolescentes –con todos y cada uno de sus clichés, tanto para bien como para mal–; pero su valor y relevancia en la industria y en la historia del cine comercial radica en su sola existencia como producto mediático que acerca a las masas a una representación cálida, honesta y muy accesible de una minoría que finalmente tiene su propia historia protagónica. Y no, no estamos ante una de las mejores representantes del cine LGBT, pero quizá nos encontremos ante la película cuyo trabajo de normalización de la homosexualidad en la gran pantalla y la aceptación de la audiencia a la que consigue cautivar con las entrañables situaciones y el carisma y las personalidades cálidas de los personajes, animará a otros grandes estudios a colocar a personajes pertenecientes a minorías sexuales al frente de otros grandes proyectos en distintos géneros cinematográficos.
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uego de debutar en el cine angloparlante con A bigger splash (2016), el director Luca Guadagnino, con la ayuda del guionista James Ivory, traslada a la pantalla grande la historia plasmada en las páginas de la novela Call me by your name, de André Aciman, la cual transcurre en algún punto de la riviera italiana donde se encuentra la casa vacacional de la familia Perlman, y donde surge una peculiar amistad que deviene en inesperada historia de amor durante el hormonalmente en ebullición verano de 1983 entre Elio Perlman (Timothée Chalamet), un joven adolescente de 17 años, y Oliver (Armie Hammer), un graduado de 24 años que ha sido invitado a la casa familiar para trabajar con el padre de Elio como parte de su formación profesional. El pulcro estilo visual mostrado ya por el cineasta italiano en I am Love (2009) –excelso largometraje en el que ya había diseccionado el concepto del amor– se ve aquí depurado con una fotografía elegante y un manejo de cámara que, con la ayuda de la música compuesta por Sufjan Stevens y la inclusión de éxitos ochenteros como “Love my way” de The Psychedelic Furs, “J'adore Venise” de Loredana Bertè y “Paris Latino” de Bandolero, recrea una atmósfera de entrañable romanticismo ochentero que cubre a esta intempestiva historia del primer amor, aunque inicialmente surge como un juego de seducción en el que no se pueden dar señales claras de atracción, por lo que se envían mutuamente mensajes cifrados a través de música, citas literarias o tan sólo con datos aparentemente aleatorios pero que resultan reveladores de la personalidad y de las intenciones amorosas; un flirteo tan sensual como intelectual pocas veces visto en el cine contemporáneo. Call me by your name es una película que dinamita el concepto idealizado del
amor con el que tanto se ha capitalizado en Hollywood; se trata de un relato emotivo sobre la llegada del primer amor y el inevitable dolor que lo acompaña, recurriendo para este fin a una pausada presentación de las características de sus personajes –sensacionalmente delineados con precisión y manifestándose de manera multidimensional hasta en los casos de los roles secundarios– para impulsar el relato en su segunda mitad, donde se da la mayor parte del conocimiento mutuo, el autodescubrimiento y la maduración de la pareja protagonista; el segundo acto es también donde más se plantean los cuestionamientos sobre el amor y la (homo)sexualidad, y donde también se nos obsequia una de las secuencias más hermosas del cine de los últimos años: esa en la que el padre charla con Elio sobre el amor, la libertad y la juventud, y el desperdicio de vida que significa ceder ante el miedo a equivocarse y no arriesgarlo todo. Guadagnino ha logrado crear una gran pieza de arte cinematográfico basada en su sensibilidad al mostrar la pureza de los sentimientos; la propuesta del director se aleja completamente de otros dramas románticos homosexuales y no se centra en los prejuicios, por el contrario, toma como elemento central las vulnerabilidades de los protagonistas enfrentados a ese temor de acercarse y rendirse ante un deseo prohibido. Call me by your name, gracias a su prodigiosa narrativa, su poderosa carga erótica/poética tanto en lo visual como en el subtexto y la elegante formalidad con la que plasma una historia de iniciación, de rito de paso hacia el despertar sexual y del comienzo de la madurez emocional, se inscribe a la lista de los clásicos instantáneos del cine LGBT contemporáneo, y por supuesto, en la lista de lo mejor del año.
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uego de su pieza gótico-romántica Crimson Peak (2015), el mexicanísimo Guillermo del Toro está de regreso con una nueva historia original, pero sobre todo, llena de autenticidad: La forma del agua, una oscura y melancólica –pero finalmente también muy optimista– propuesta sobre la marginación y el poder del amor en todas sus variantes. La película es protagonizada por la siempre extraordinaria Sally Hawkins, quien da vida a Elisa Esposito, una conserje de limpieza en un laboratorio gubernamental de Estados Unidos durante la Guerra Fría; en ese lugar entabla una relación profundamente afectiva con hombre anfibio (el fantástico Doug Jones en un nuevo personaje del universo de del Toro) al que el gobierno norteamericano ha capturado en Sudamérica –donde era venerado como una deidad– para estudiarlo y descubrir los secretos de su desconocida especie, y aprovechar éstos como ventajas en la implacable carrera espacial contra los soviéticos. Con esta singular premisa, el cineasta jalisciense da un giro al clásico de los Monstruos de Universal, El monstruo de la Laguna Negra (Creature from the black lagoon; 1954), de Jack Arnold, y de paso presenta su carta de amor al cine clásico de Hollywood. Es mediante esta inesperada mezcla que del Toro lanza entre líneas una serie de mensajes sobre la aceptación de la diversidad en todas sus expresiones y en contra del machismo, el racismo, la xenofobia, y todas aquellas formas de discriminación que se han gestado en el seno del fanatismo religioso (representado aquí en el villano magistralmente encarnado por Michael Shannon) y la imbecilidad de la ideología de ultraderecha que imperaba en la época en la que sucede la historia y que lamentablemente sigue vigente hoy en día debido al potente resurgimiento del radicalismo en varias partes del globo (ahí tenemos a Donald Trump y Vladimir Putin como los más claros y desafortunados ejemplos).
Apoyado por la lente del cinefotógrafo Dan Laustsen –con quien hizo mancuerna en la ya mencionada Crimson Peak– y con las sinfonías compuestas por el gran Alexandre Desplat, el director de El Laberinto del Fauno (2006) presenta sus ya conocidos ambientes enrarecidos y configura una nueva reivindicación de los marginados mediante sus personajes discriminados ya sea por su género (Elisa), raza (Zelda), edad (Giles) o especie (el hombre anfibio), lanzando con ello un claro y contundente mensaje de aceptación de la diversidad. Y por si fuera poco este discurso, del Toro también se da el lujo de escribir con luz y movimiento una carta de amor al mundo del celuloide, al cine musical especialmente y a su poder evocador y de ensoñación. Ganadora del León de Oro a la Mejor Película en el pasado Festival de Cine de Venecia, The Shape of Water es la pieza de del Toro más sofisticada y madura hasta la fecha, pues no sólo vuelve a presentar a un personaje femenino como absoluto protagonista, sino que lo delinea psicológicamente con más complejidad. Estamos ante una heroína con delicadeza y sensibilidad aunada a su fortaleza y tenacidad, y por primera vez en su filmografía, el cineasta se arriesga a explorar la sexualidad de su protagonista sin tapujos; de ahí que podamos ver a Elisa masturbándose en su bañera como parte de su rutina hogareña antes de alistarse para ir a trabajar, y por otro lado tenemos el contacto sexual que ésta tiene con el hombre anfibio en una de las secuencias más hermosas jamás filmadas bajo el agua. The Shape of Water es una tierna historia romántico-fantástica encapsulada en un bizarro cuento de hadas para adultos; un nuevo homenaje a los freaks, a los raros, a los inadaptados, a los perdedores y a la clase trabajadora bajo el incomparable estilo del mejor y más talentoso cuentacuentos cinematográficos que nos ha dado nuestro país.
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a obra maestra del genio cineasta Stanley Kubrick se gestó de manera paralela a la de la novela homónima de Arthur C. Clark; ambas inspiradas en el relato corto El Centinela (The Sentinel), escrito por el mismo Clark en 1951 y publicado un par de años después en su libro Expedición a la Tierra. 2001: A Space Odissey es uno de los clásicos de la cinematografía mundial y la máxima representante del cine de ciencia ficción del siglo XX. A partir de cuatro episodios, Kubrick escarba en la naturaleza humana a través de marcados acontecimientos en la historia del Hombre en los que subraya el uso de las armas y la violencia como característica de superioridad humana y el avanzado desarrollo tecnológico que, paradójicamente, llevan al hombre a la deshumanización. En Dawn of the Man (El Amanecer del Hombre), Kubrick nos sitúa en la época del protohombre, la bestia pre homo sapiens, donde la aparición de un imponente monolito ¿coincide? con su 'despertar' y con el uso de la primera herramienta/arma (un fémur) como medio para imponer su superioridad a través de una frenética violencia. Aquí, nace el Hombre y nace la primera pieza tecnológica. Comienza, entonces, el eterno conflicto armamentista. El segundo fragmento (que carece de título) inicia en el momento en el que el antropoide arroja al aire el fémur y se convierte en una nave que se dirige a una estación espacial: el Orbital Hilton. En este capítulo el director ofrece un contraste muy marcado entre el anterior segmento, con el descubrimiento de la tecnología, y éste, donde se muestran los últimos avances tecnológicos (video-
llamadas, viajes interestelares -con bellas cosmoazafatas incluidas-, alimentos en forma de licuados, etc.) en un ambiente exageradamente antiséptico y ultraergonómico (nada más chequen el diseñito de las sillas). Aquí también se nos muestra el descubrimiento del mismo monolito en el cráter lunar Tycho, el cual repentinamente emite una transmisión de radio (un molesto ruido que aturde a los cosmonautas que investigan la imponente estructura) dirigida a Júpiter. En Jupiter Mission (Misión Júpiter), el siguiente fragmento en la cinta, dos astronautas, Dave Bowman y Frank Poole (Keir Dullea y Gary Lockwood respectivamente), viajan hacia el lugar receptor de la señal lanzada por el monolito lunar. La nave en la que viajan, la ya legendaria Discovery, es controlada por la computadora HAL 9000 (con la voz de Douglas Rain), una supermáquina tan avanzada que tiene miedos, aspiraciones, ambiciones y un poquito de neurosis. Otro contraste es planteado aquí por Kubrick: las figuras de los parcos y automatizados cosmonautas contrapuntean con la ambiciosa y emocionalmente inestable inteligencia artificial de HAL ¿Dónde está la línea que marca la deshumanización de los astronautas al ser controlados, hasta en sus más vitales actividades (como dormir), por una máquina? Los humanos aquí se 'robotizan' ¿Dónde se encuentra el límite que humaniza a HAL al usurpar y tomar el control sobre el uso de la razón y las decisiones? Las máquinas aquí se humanizan. ¿Es el conflicto 'HAL-Dave' una analogía al enfrentamiento 'Dios-Hombre'? Un viaje psicodélico, a través de una especie de portal interestelar, nos anuncia que hemos llegado al cuarto (y últi-
mo) fragmento del filme: Jupiter and Beyond the Infinite (Júpiter y Más Allá del Infinito). Aquí, Bowman ha llegado al lugar receptor de la transmisión: el monolito de Júpiter. En ese lugar, el cosmonauta se descubre en una sala donde se encuentra a sí mismo, envejeciendo, para después, verse en su lecho de muerte; finalmente, y a manera de feto, renaciendo como un nuevo hombre. A 50 años de su lanzamiento, y a casi dos décadas desde la llegada (y partida) de la mítica fecha, 2001: A Space Odyssey sigue más vigente que nunca y se siguen realizando nuevos descubrimientos alrededor de ella. Kubrick construyó un relato enigmático y trascendental sobre la humanidad en la frontera del nuevo milenio y en el que el discurso estético fue crucial, siempre innovando con el manejo de la cámara logrando una audacia narrativa inigualable, y en esta ocasión, con los últimos avances tecnológicos en los terrenos de la cinematografía (¡y sin efectos digitales!) con los que se hizo una suposición (más que recreación) sobre los viajes al espacio exterior, pues para las fechas en las que se realizaba la filmación de la película, aún no se habían realizado, por ejemplo, los viajes a la Luna (el primer alunizaje se dio un año después del estreno de la película). Sin duda alguna, un parte aguas en los relatos cinematográficos, inaugurando un nuevo cine de ciencia ficción, un filme de culto y un clásico de la cinematografía mundial que es considerada como una de las mejores películas de todos los tiempos.
U
n real retrato de cuán cruel puede ser el ser humano, consigo mismo y con quiénes lo rodeen, no importa si es otros seres humanos o seres vivos. Una película sumamente cruda, realista, enigmática y desgarradora en torno a la crueldad y falta de empatía por esta. Una pequeña historia que se desarrolla en un pequeño pueblo, ahí conocemos a María y su mascota un inocente burrito de nombre Balthazar, por azares del destino son separados cuando ambos ya son mayores de edad. A partir de aquí, vemos cómo María y Balthazar van sufriendo por el camino de la vida, todos los desaires que les es posible encontrar, curiosamente a manos de las mismas personas que los rodean. La primera vez que la vi resultó difícil encontrar alguna explicación lógica a las imágenes que estaba viendo, algunas veces confusas y otras tantas ilógi-
cas, pero que al final reflejan una historia triste donde uno como ser humano se siente lleno de remordimiento y desesperación por no poder hacer algo para cambiar el rumbo de estas dos historias, que aunque parecidas son muy distintas. Esto se le debe reconocer al genial director Bresson, quién nuevamente logra retratar la cruel realidad de los hombres ignorantes y lo plasma con el toque de arte necesario y sin duda, de los mejores. Una historia que no es para verse con cualquier perspectiva, uno debe abrir la mente y dejar que la historia se introduzca en ti. A mí me gustó mucho por la realidad con que los temas de maltrato y crueldad son tratados aquí. Hay que destacar mucho, los valores de la tolerancia, la fortaleza, el amor, el respeto y sobre todo, el de la esperanza. Sin duda alguna, una muy buena película.
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