Un primitivo cohete espacial estrellándose contra la faz de una Luna sorprendida y trece minutos de metraje fueron suficientes para que la silente Viaje a la Luna, del mago e ilusionista francés Georges Méliès, iniciara el largo camino de la ciencia ficción en el mundo del celuloide. El minifilme de Méliès fue un parte aguas en los terrenos de la creación de mundos ficticios a través de ingeniosos trucos de cámara; así, el novel invento obtuvo la gran capacidad para contar historias de corte fantástico que, con el paso de los años, fueron volviéndose más complejas y críticas con la sociedad. La ciencia ficción ha utilizado las posibilidades futuras para hablar de la esencia humana y sus distintos miedos y anhelos con respecto a varios sucesos en la Historia, como por ejemplo ‘La Guerra Fría’, época que recrean y/o reinterpretan títulos emblemáticos del género como El Día que la Tierra se detuvo (1951), filme que plantea un conflicto entre los Estados Unidos y la Unión Soviética cuando en realidad se trata de una 'invasión' alienígena, La Guerra de las Galaxias (1977) en la que el régimen del 'Imperio Galáctico' es una alegoría al 'Imperio del Mal', mote con el que bautizó el presidente Ronald Reagan a la Unión Soviética, o incluso el más reciente episodio de la saga creada por George Lucas, El Despertar de la Fuerza, en la que la Primera Orden es una facción alegórica del régimen nazi -incluso a la mitad de la cinta, y previo a un devastador ataque intergaláctico, hay un discurso téticamente similar al de Hitler. Las sociedades utópicas/distópicas, los viajes interestelares, los viajes en el tiempo, la capacidad de teletransportación, la inmortalidad, la clonación, la permanente conectividad y la creación de inteligencias artificiales -así como nuestra interacción íntima con ellas-, son sólo algunos de los tópicos de los que se ha valido el género para indagar hondo en la condición humana de una manera primordialmente pesimista. A este fenomenal género hemos dedicado este número especial con motivo del estreno en México de El Rascacielos (High Rise), película del británico director de culto Ben Wheatley que lleva a la pantalla grande la novela homónima de su compatriota escritor J.G. Ballard, también considerado un personaje de culto. Sin más distractores, los invitamos a entrar de lleno en este número especial que esperamos que disfruten tanto como nosotros disfrutamos crearlo para ustedes.
Bienvenidos a Celuloide Digital #67
www.behance.net/Rekstar
Editor: Finbar Flynn Colaboradores: Pedro Arzillier, Imelda Aguilera Taylor, Jorge Luis Álvarez, Ulises Flores Hernández, Alejandra Gil, Rafael Mejía, Siniestro Sexual, Montag. Diseño Editorial: biCéfalo - Comunicación visual Fotografías: Diversas fuentes de internet y proporcionadas por algunas distribuidoras. Celuloide Digital es una publicación mensual gratuita hecha por amantes del séptimo arte sin ninguna finalidad de lucro bajo el sello de Migala Editorial. El contenido de los artículos es responsabilidad de sus autores. Las personas mencionadas, así como las marcas e imágenes utilizadas en la revista son utilizadas únicamente para fines editoriales, para ilustrar los artículos o noticias de los filmes, de los cuales sus derechos de autor pertenecen a las casas productoras de las cintas aquí mostradas y no se pretende infringir nungún derecho.
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EL RASCACIELOS
HIGH-RISE Por Montag (corresponsal celul贸idico desde el pen煤ltimo piso de la torre Elysium)
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l inglés J.G. Ballard fue un escritor referencial de la llamada "nueva ola de ciencia ficción británica" y se caracterizó por abordar principalmente en textos los tópicos sci-fi como las catástrofes ambientales y los efectos de la avanzada evolución tecnológica en la sociedad. Siendo considerado como uno de los autores de culto más influyentes del siglo XX, resulta extraño que el cine haya recurrido a su obra literaria para producir adaptaciones tan sólo en cuatro ocasiones: Empire of the Sun, novela semiautobiográfica llevada al cine por Steven Spielberg en 1987; Crash, trasladada a la pantalla grande por el reconocido director de culto canadiense David Cronenberg en 1996; La exhibición de las atrocidades, adaptada por Jonathan Weiss en el año 2000; y High-Rise, la adaptación más reciente que llega bajo la batuta de su coterráneo Ben Weathley, ya considerado un director de culto con apenas cuatro largometrajes previos: Down Terrace (2009); Kill List (2011); Sightseers (2012) y A Field in England (2013). El doctor Robert Laing (Tom Hiddleston) es el protagonista de High-Rise, y su llegada a la torre residencial Elysium –la primera de un total de cinco que su megalómano creador Anthony Royal (Jeremy Irons) desea construir para emular los dedos de una mano que surge de la tierra para alcanzar el cielo– es el detonante de este delirante y atemporal retrato social en
el que una esperpéntica galería de personajes –los inquilinos del sofisticado inmueble– sirven como representación de la eterna lucha de clases sociales en el sistema económico capitalista: mientras más arriba de la torre se encuentre un departamento, se tiene mayor categoría y privilegios. Los cinéfilos avezados notarán que la premisa de las clases sociales ordenadas de manera ascendente recuerda mucho a Snowpiercer (2013), el relativamente reciente debut en cine angloparlante del director sudcoreano Bong Joon-ho en el que –basándose en el cómic homónimo de Jacques Lob, Benjamin Legrand y Jean-Marc Rochette– presentaba su tesis sobre el avance de la tecnología, su papel decisivo en el destino de la humanidad, el inmovilismo socio-político y las revoluciones proletarias como eventos necesarios –siempre manipulados y contenidos desde luego por la clase alta de manera imperceptible para las masas– para el correcto funcionamiento de los bien engrasados engranes de la maquinaria capitalista y su naturaleza cíclica. Pero a diferencia de Snowpiercer, la película de Wheatley desarrolla su tesis distópica a través de un discurso visual completamente distinto; el director inglés se apoya en los directores de arte Nigel Pollock y Frank Walsh y en la fotografía de Laurie Rose para crear un mundo claramente futurista pero anacrónico en el que la evolución tecnológica se ve contrapunteada con la
involución del hombre que vuelve a su naturaleza más primitiva en medio de la anarquía, la violencia –psicológica y física– y el sexo. Sin embargo, el discurso pronto se vuelve reiterativo, y cuando la cinta apenas va superando la mitad de su metraje, ésta pierde fuerza en el mensaje que parece extraviarse entre tanto caos y locura, sosteniéndose gracias al impecable estilo visual de su puesta en escena que por momentos alcanza momentos de gran lirismo que nos remiten al maestro Kubrick y su obra maestra 2001: A Space Odyssey (1968). HighRise es una mordaz aproximación al lado más voraz y vil del ser humano, un delirante y orgiástico espectáculo que, pese a que se tambalea durante su segunda mitad –en la que comienza a tomar más importancia la estética de su continente que lo sustancial de su contenido–, vale la pena experimentarse por ser un trabajo arriesgado que mezcla hábilmente horror, surrealismo y psicodelia sin ofrecer concesiones de ningún tipo en pos de alcanzar un público más amplio; por el contrario, se mantiene siempre fiel a su esencia y será de difícil digestión para el público promedio que asista tan sólo por ver a su popular protagonista. Un título que no dejará indiferente a nadie e indudablemente se volverá un filme de culto indispensable dentro del género sci-fi distópico.
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a obra maestra del genio cineasta Stanley Kubrick se gestó de manera paralela a la de la novela homónima de Arthur C. Clark; ambas inspiradas en el relato corto El Centinela (The Sentinel), escrito por el mismo Clark en 1951 y publicado un par de años después en su libro Expedición a la Tierra. 2001: A Space Odissey es uno de los clásicos de la cinematografía mundial y la máxima representante del cine de ciencia ficción del siglo XX. A partir de cuatro episodios, Kubrick escarba en la naturaleza humana a través de marcados acontecimientos en la historia del Hombre en los que subraya el uso de las armas y la violencia como característica de superioridad humana y el avanzado desarrollo tecnológico que, paradójicamente, llevan al hombre a la deshumanización. En Dawn of the Man (El Amanecer del Hombre), Kubrick nos sitúa en la época del protohombre, la bestia pre homo sapiens, donde la aparición de un imponente monolito ¿coincide? con su 'despertar' y con el uso de la primera herramienta/arma (un fémur) como medio para imponer su superioridad a través de una frenética violencia. Aquí, nace el Hombre y nace la primera pieza tecnológica. Comienza, entonces, el eterno conflicto armamentista. El segundo fragmento (que carece de título) inicia en el momento en el que el antropoide arroja al aire el fémur y se convierte en una nave que se dirige a una estación espacial: el Orbital Hilton. En este capítulo el director ofrece un contraste muy marcado entre el anterior segmento, con el descubrimiento de la tecnología, y éste, donde se muestran los últimos avances tecnológicos (video-
llamadas, viajes interestelares -con bellas cosmoazafatas incluidas-, alimentos en forma de licuados, etc.) en un ambiente exageradamente antiséptico y ultraergonómico (nada más chequen el diseñito de las sillas). Aquí también se nos muestra el descubrimiento del mismo monolito en el cráter lunar Tycho, el cual repentinamente emite una transmisión de radio (un molesto ruido que aturde a los cosmonautas que investigan la imponente estructura) dirigida a Júpiter. En Jupiter Mission (Misión Júpiter), el siguiente fragmento en la cinta, dos astronautas, Dave Bowman y Frank Poole (Keir Dullea y Gary Lockwood respectivamente), viajan hacia el lugar receptor de la señal lanzada por el monolito lunar. La nave en la que viajan, la ya legendaria Discovery, es controlada por la computadora HAL 9000 (con la voz de Douglas Rain), una supermáquina tan avanzada que tiene miedos, aspiraciones, ambiciones y un poquito de neurosis. Otro contraste es planteado aquí por Kubrick: las figuras de los parcos y automatizados cosmonautas contrapuntean con la ambiciosa y emocionalmente inestable inteligencia artificial de HAL ¿Dónde está la línea que marca la deshumanización de los astronautas al ser controlados, hasta en sus más vitales actividades (como dormir), por una máquina? Los humanos aquí se 'robotizan' ¿Dónde se encuentra el límite que humaniza a HAL al usurpar y tomar el control sobre el uso de la razón y las decisiones? Las máquinas aquí se humanizan. ¿Es el conflicto 'HAL-Dave' una analogía al enfrentamiento 'Dios-Hombre'? Un viaje psicodélico, a través de una especie de portal interestelar, nos anuncia que hemos llegado al cuarto (y últi-
mo) fragmento del filme: Jupiter and Beyond the Infinite (Júpiter y Más Allá del Infinito). Aquí, Bowman ha llegado al lugar receptor de la transmisión: el monolito de Júpiter. En ese lugar, el cosmonauta se descubre en una sala donde se encuentra a sí mismo, envejeciendo, para después, verse en su lecho de muerte; finalmente, y a manera de feto, renaciendo como un nuevo hombre. A 45 años de su lanzamiento, y a poco más de una década de la llegada (y partida) de la mítica fecha, 2001: A Space Odyssey sigue más vigente que nunca y se siguen realizando nuevos descubrimientos alrededor de ella. Kubrick construyó un relato enigmático y trascendental sobre la humanidad en la frontera del nuevo milenio y en el que el discurso estético fue crucial, siempre innovando con el manejo de la cámara logrando una audacia narrativa inigualable, y en esta ocasión, con los últimos avances tecnológicos en los terrenos de la cinematografía (¡y sin efectos digitales!) con los que se hizo una suposición (más que recreación) sobre los viajes al espacio exterior, pues para las fechas en las que se realizaba la filmación de la película, aún no se habían realizado, por ejemplo, los viajes a la Luna (el primer alunizaje se dio un año después del estreno de la película). Sin duda alguna, un parte aguas en los relatos cinematográficos, inaugurando un nuevo cine de ciencia ficción, un filme de culto y un clásico de la cinematografía mundial que es considerada como una de las mejores películas de todos los tiempos.
En la recta final de la década de los setenta, el director ruso realizó un tratado sobre la necesidad y la fuerza de la fe a través de la historia de dos hombres que, guiados y protegidos por un experimentado 'stalker', se adentran en 'La Zona', un lugar prohibido donde varios años atrás se estrelló un meteorito y donde, se dice, se encuentra una habitación en la que las leyes del espacio y la física no son tan estrictas y que es capaz de hacer realidad el más profundo deseo de quien se aventure a cruzar su umbral. Con esta obra maestra de gran carga alegórica, la inquietante Stalker desentraña los más profundos y primitivos deseos que, en ocasiones, el mismo ser humano desconoce.
El agente Rick Deckard (Harrison Ford) es asignado al caso de unos "replicantes" -creaciones robóticas con avanzada inteligencia- que se han rebelado contra la corporación Tyrell que los ha creado. A partir de esta sencilla premisa -una libre adaptación de la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? del autor estadounidense Philip K. Dick-, el entonces director de culto Ridley Scott -al que actualmente ya no se le puede tomar en serio después de Misión: Rescate- desarrolló una trama compleja sobre el hombre vs. la máquina que él mismo ha creado. Con una puesta en escena impecable con claros elementos cyberpunk, un espíritu de la ciencia ficción clásica y un trasfondo inquietante sobre la búsqueda de la inmortalidad y de aquello que nos hace humanos, Scott nos regaló una obra maestra de la cinematografía universal.
En la gran ciudad de Metropolis -dividida en dos clases sociales: ricos y poderosos gracias a que poseen los medios de producción, y obreros que viven en condiciones trágicas en un gueto subterráneo dando mantenimiento al núcleo industrial de la megalópolis-, Freder (Gustav Fröhlich), hijo de Joh Fredersen (Alfred Abel), el hombre más poderoso que controla la ciudad, se enamora de una mujer humilde llamada María (Brigitte Helm), a la cual veneran los obreros por considerarla una profeta que predica amor y bondad, y vaticinar la llegada de un salvador que moverá la balanza social a través de una inminente revuelta obrera. Más allá de su impecable y detallada dirección de arte, esta obra maestra del cine expresionista alemán sobre las distopías urbanas futuristas, es el ejemplo perfecto del pesimismo que caracteriza los relatos sci-fi: el hombre susceptible de ser víctima de su propia creación tecnológica.
Con base en la novela más famosa del escritor polaco Stanislaw Lem, el realizador soviético Andréi Tarkovski dio forma a una verdadera lección de cine a través del relato de un científico que es enviado a la estación espacial de un planeta remoto cubierto de agua con la misión de investigar la misteriosa muerte de un médico. Solaris es un inquietante thriller psicológico que destaca por su magistral uso del color, la luz y el uso de los espacios como elementos simbólicos que reflejan la desequilibrada situación del protagonista que cree ver a su esposa fallecida.
En este clásico experimental de la ciencia ficción, el cineasta francés Chris Marker presenta su tesis sobre el poder de la memoria a través de la sucesión de fotografías fijas con las que narra la historia de un apocalipsis nuclear tras el estallido de la Tercera Guerra Mundial, y la manera en la que los científicos del bando vencedor buscar salvar a la humanidad vía viajes en el tiempo mediante la prevención de la catástrofe en el pasado o la búsqueda de la solución al devastador escenario actual a través de los consejos de los humanos del futuro. Este filme de culto sirvió de inspiración para la creación de la famosa película estadounidense 12 Monos (12 Monkeys), del visionario Terry Gilliam.
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n la década de los 90 se descubrió en España la única copia a color (pintada cuadro por cuadro) del clásico del celuloide Viaje a la Luna de George Méliès. El lamentable estado de la copia (casi al punto de la descomposición) dificultó considerablemente su restauración, pero tras años de arduo trabajo, finalmente se pudo presentar en el Festival de Cannes en 2011. JB Dunckel y Nicolas Godin fueron los encomendados para la halagadora y arriesgada tarea de crear la banda sonora de la versión restaurada del reconocido minifilme. Tanto músicos como cinéfilos quedaron satisfechos con lo realizado
por la dupla francesa; el reconocimiento por su aportación musical hizo que decidieran expandir su trabajo y lanzarlo como su más reciente disco de estudio con una edición especial y limitada (70,000 copias) que contiene once tracks y la versión restaurada y musicalizada de la película en DVD. Con colaboraciones de Au Revoir Simone y Victoria Legrand vocalista de Beach House-, Dunckel y Godin arman un disco que combina sus muy conocidos componentes electrónicos con otros sonidos obtenidos de instrumentos tradicionales en vivo, logrando así un sonido casero y artesanal (tal como los trucos que empleaba Méliès en
sus cintas) pero manteniendo esa atmósfera pop futurista que ensambla perfectamente con la trama scifi; como la película en la que está inspirada y a la que da nueva vida a través de sus sonidos etéreos y extraterrenales, Le Voyage Dans La Lune (el disco) es sin duda un magno experimento musical muy efectivo dentro y fuera del contexto cinematográfico. Tal vez no sea del agrado del público masivo y los fans del dueto galo sientan que el grupo no evolucionó, pero la excelencia que caracteriza su sonido está presente de principio a fin en este audaz proyecto.
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ste año se cumplen ya 45 años del estreno de La Naranja Mecánica, la adaptación fílmica a cargo de Stanley Kubrick de la novela homónima de Anthony Burges, la cual forma parte de las novelas de sociedades distópicas como 1984 de George Orwell o Un Mundo Feliz de Aldoux Huxley. La versión fílmica de la novela fue protagonizada por Malcolm McDowell quien encarna a Alex DeLarge (en la novela, el personaje no tiene apellido aunque en alguna ocasión hace referencia a sí mismo como «Alexander, the Large»), un carismático joven sociópata de 17 años que habla Nadsat (un lenguaje juvenil creado por el autor de la novela y basado en palabras en ruso e inglés), gusta de escuchar a Beethoven y que, junto con sus drugos (sus 'amigos' Alex, Pete, Georgie y Dim), gusta reunirse en el bar lácteo Korova a beber leche-plus (leche acompañada de sustancias que aumentan su tendencia violenta) y salir a cometer crímenes ultraviolentos como robos, violaciones. Una noche, Alex es detenido por la policía (sus drugos logran escapar de la escena del crimen donde incluso ha resultado un hombre muerto) y es sentenciado a 14 años en prisión. Ahí es elegido para una nueva terapia experimental de aversión llamada 'Ludovico', la cual consiste en inyectarle sustancias que lo hacen sentirse mal mientras que al mismo tiempo es obligado a ver filmes de violaciones y extrema violencia, acompañadas por su música favorita: la 9ª Sinfonía de Beethoven. Tras ser sometida a ella, Alex
asocia la música del compositor alemán con la violencia y los síntomas que le provocaron las sustancias suministradas en la terapia. Al considerársele totalmente readaptado socialmente, el joven es liberado mucho antes de cumplir con su sentencia pero ahora lo difícil será que Alex se adapte a la sociedad, la cual se encarga de tratarlo como una vez fue tratada por el otrora joven ultraviolento. La violencia de la sociedad (insoportable para Alex gracias a la terapia «Ludovico») lo orilla a tomar la decisión de suicidarse y se lanza desde la ventana de un piso superior, pero logra sobrevivir y despierta en un hospital donde, al parecer, los efectos de la terapia de readaptación han ido desapareciendo. Alex vuelve a ser el mismo que era antes, sólo que ahora con un empleo en el gobierno y muy bien remunerado, ofrecido por el Ministro quien ha ido a disculparse con Alex por los efectos inesperados del tratamiento. La Naranja Mecánica es una película que, a pesar de haber sido prohibida su proyección por más de treinta años en el Reino Unido, logró hacerse de un carácter de culto y ganarse un lugar como una de las mejores películas de la historia del cine, logrando también su nomina-ción como mejor película en los Premios de la Academia. Kubrick, con su estilo inconfundible, logra una de las pocas adaptaciones fílmicas que logran ser igual o superiores a su material fuente original. Una irónica disección sobre la violencia inherente al ser humano y nuestra naturaleza destructiva y autodestructiva.
La nave Nostromo está a punto de volver a la Tierra, pero se detienen forzosamente en un planeta desierto en el que, inesperadamente, uno de los siete tripulantes es atacado por una bestia de forma arácnido que engendra en él una futura gran amenaza para la tripulación; pero es la doctora Ripley (Sigourney Weaver) quien le hará frente a este maligno ente. En una época donde los personajes femeninos no eran trascendentales en el cine de género, la llegada de Ripley nos mostró que una mujer puede ser tan "badass" y letal como cualquier hombre sin perder su feminidad. La forma de retratar a las criaturas alienígenas también cambió después de esta cinta de Ridley Scott; atrás quedaron los extraterrestres de cuerpo esbelto y cabeza grande, Alien: el octavo pasajero transita entre la ciencia-ficción y el cine terror, nos presenta una de las criaturas aterradoras que se volvió un referente inmediato en ambos géneros. Es imposible olvidar varias escenas legendarias e impactantes que ya son parte de nuestras cinéfilas pesadillas... ¿o acaso nadie se ha imaginado que le está sucediendo lo mismo que al pobre Kane al sentir fuerte malestar en su vientre?
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El culto que se formó en torno a Terminator (1984) permitió a James Cameron concretar la secuela siete años después, consiguiendo no sólo una segunda parte muy superior a la película ochentera sino todo un clásico del cine de ciencia ficción del siglo XX con un giro de tuerca en la historia completamente inesperado y una producción impecable que marcó un antes y un después en los blockbusters hollywoodenses; además, colocó a Linda Hamilton como una de las mejores heroínas en la historia del celuloide. La trama -situada varios años después de aquel mítico desenlace con Sarah Connor en la carretera llevando en su vientre al futuro posible salvador de la raza humana- nos presenta a un rebelde John Connor adolescente quien es buscado por el ahora legendario T-1000, un avanzado cyborg hecho de metal líquido con la misión de asesinarlo y garantizar el éxito de la rebelión de las máquinas. Inesperadamente, un cyborg idéntico al que intentó asesinar a su madre aparece con la única tarea de protegerlo. Juntos rescatarán a Sarah Connor, quien se encuentra recluida en un hospital psiquiátrico.
En esta adaptación de la novela escrita por Walter Tevis, el polifacético David Bowie da vida a un alienígena que llega a nuestro planeta con la misión de conseguir agua para su agonizante planeta. Debido a su superioridad -en todo sentido- con respecto a la raza humana, le es posible escalar social y financieramente con gran facilidad bajo la identidad de Thomas Jerome Newton, fundando una compañía de alta tecnología que le permita conseguir el capital necesario para construir una nave con la que pueda regresar a su planeta; sin embargo, el amor de una chica y la codicia humana son aspectos en los que no había reparado y que interferirán en su camino. Además de ser una obra cinematográfica visualmente preciosista y evocadora, es una de las más memorables participaciones en cine del cantante británico y una de las más personales para Bowie, ya que mientras daba vida a este ser forastero intergaláctico, los sentimientos de este personaje se empataban con los propios al sentirse un extraño en Estados Unidos, territorio considerablemente atrasado de la vanguardia musical británica, lo cual lo llevó a una profunda depresión.
En una noche de tormenta en 1816, Lord Byron auspició una "apuesta literaria" con Mary Shelley; de esta apuesta surgió este legendario monstruo de la literatura y un legendario personaje cinematográfico gracias a la interpretación de Boris Karloff en 1931 una vez que Bela Lugosi -ya famoso en ese entonces por su mítico Drácula y a quienes los productores querían para encarnar al nuevo monstruo del cine tras el arrollador éxito del filme del vampiro- dimitiera tras argumen-tar que el excesivo maquillaje enmascararía sus dotes histriónicas. En la película, el doctor Henry von Frankenstein está por concluir su experimento más monstruoso. Él, junto con su sirviente Fritz, se escabullen por las noches en los cementerios del pueblo para conseguir partes corporales de cadáveres para con ellas crear a su muerto viviente. Pero el doctor no sabe que el cerebro que ha conseguido para implantarle a su creación pertenecía a un criminal, por lo que al cobrar vida la criatura atemoriza a todo el pueblo. Un mérito el lograr una cinta de terror como esta en lo que prácticamente serían los inicios del cine, la interpretación de Boris Karloff como el monstruo es ya toda una leyenda del celuloide.
Inspirada -que no basada- en la novela científica homónima de Carl Sagan en la que se plantea un posible contacto con inteligencia intergaláctica, la película que sigue a Eleanor Arroway (Jodie Foster), una mujer en la soledad y el vacío tras la muerte de su padre, que está decidida a encontrar mensajes extraterrestres y que, un buen día, recibe una señal que podría cambiar la concepción del mundo y el universo para siempre. Zemeckis presenta una propuesta llena de ambigüedades que abren el debate sobre la existencia de vida inteligente en otros puntos de la galaxia, y precisamente es esta ambigüedad una de sus mayores virtudes como obra cinematográfica.
Ripley (Sigourney Weaver), la única superviviente del Nostromo regresa forzosamente al planeta de Alien que ha sido colonizado, pero las cosas, como era de esperarse, se salen de control. Con Alien: El Regreso, Cameron dio continuidad a la saga del xenomorfo originada por Ridley Scott a finales de la década de los 70 con una cinta con un tono muy diferente, principalmente de carácter bélico y con grandes secuencias acción pura, llevando a la franquicia a niveles insospechados. Imprescindible.
i de temas recurrentes en la ciencia ficción hablamos, nos encontramos con: invasiones alienígenas, inteligencias artificiales, viajes intergalácticos, futuros utópicos/distópicos -aunque últimamente hayan desgraciado este tópico con tanto best seller juvenil como Divergente- y viajes en el tiempo. A este último tópico estuvo dedicado el ejemplar de febrero pasado de esta publicación y en el Top 10 de películas sobre los saltos en la línea del tiempo fue coronada la trilogía dirigida por el competente cineasta Robert Zemeckis y protagonizada por Michael J. Fox y Christopher Lloyd. La primera parte de la trilogía tenía como característica una estricta sencillez argumental: Marty McFly (Fox), a través del auto DeLorean transformado en máquina del tiempo por Doc Brown (Lloyd), viaja a 1955 en donde -accidentalmente- su madre se enamora de él; y al tiempo que debe buscar a su padre y persuadir a la pareja para que se enamoren -o de lo contrario jamás nacerá-, tiene que buscar a la versión joven del científico para que le ayude a volver al futuro. El éxito en taquilla permitió -¿obligó?- una secuela, y como lo hacen casi todas las secuelas, Volver al Futuro 2 (Back to the Future 2) retomó los elementos que funcionaron en la primera y los aumentó exponencialmente casi al punto del exceso, por lo que no sólo hubo viajes múltiples al pasado -1955-, sino tam-
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bién al futuro -2015-, luego al presente, de regreso, y finalmente a un pasado un poco más lejano -1955-. En esta secuela McFly viaja al año 2015 para resolver un problema que uno de sus hijos ha tenido con la ley. Pero el impacto de los viajeros en el futuro es muy diferente al que imaginaban, y una situación causa-efecto se hace presente para poner en riesgo el pasado y el futuro como lo conocían. La tercera entrega -filmada en 1989 pero estrenada hasta el verano de 1990- evidenció una falta de imaginación: Marty debe ir al rescate de Doc, quien ha retrocedido en el tiempo hasta la época del Salvaje Oeste -1885- y donde a pesar de esto se encuentra bastante feliz trabajando como herrero. Y aunque es una secuela innecesaria y no aporta absolutamente nada ni a la historia en general ni a la franquicia, la película se mantiene entretenida y resulta un final decente para la saga. El producto final se convirtió en la saga más emblemática de la década en lo que se refiere a cine hollywoodense. Con ideas frescas desarrolladas con agudeza, Robert Zemeckis supo cómo armar un auténtico blockbuster a manera de tríptico: acción, aventura, emoción, romance, comedia y suspenso se combinaron a la perfección bajo el sello autoral del director enfocado al cine comercial de impecable factura. Además, demostró que los viajes en el tiempo sí son rentables para la taquilla.
La sobre explotación de los recursos de nuestro planeta podría ser causal de nuestro exterminio... o por lo menos así lo plantearon en la cinta Cuando el Destino nos alcance, en donde corre el año 2022 y los ya casi nulos recursos naturales han obligado a la población a consumir unas curiosas galletitas llamadas 'Soylent Green', cuyo ingrediente secreto es ni más ni menos que otros seres humanos que han sido persuadidos para 'bien morir' y posteriormente ser utilizados como materia prima en la elaboración de estos nutritivos 'snacks' para alimentar a la población restante del planeta. El final con un Charlton Heston perturbado ante la revelación del gran secreto... ¡es de antología!
En la década de los 70s, el creador del universo Star Wars reelaboró y extendió su propia obra universitaria (el cortometraje Electronic Labyrinth THX-1138:4EB) para crear una interesante propuesta visual con base en un argumento de Walter Murch y el mismo Lucas, inspirándose claramente en el mundo ya propuesto en la literatura de Orwell pero con un enfoque un tanto más psicológico sobre el individuo bajo un régimen totalitario. La cinta es protagonizada por el entonces joven Robert Duvall como THX, un sujeto que vive en un mundo subterráneo donde todos los habitantes son creados artificialmente (in Vitro), sus nombres surgen de combinaciones de letras y números, tienen la cabeza rapada, y para mantenerlos bajo control, les son suministrados sedantes a través de distintas drogas. THX, quien se ve envuelto en un triangulo amoroso tras ser seducido por su compañera de cuarto, quien ha estado experimentando al evitar ingerir drogas, se ve obligado a intentar huir de la ciudad subterránea. La cinta es una rebelión contra el sistema, buscando así, que triunfe la individualidad en una la lucha en contra de los paradigmas establecidos.
Alex J. Murphy (Peter Weller), un incorruptible policía de la OCP, es brutalmente masacrado por una pandilla del crimen organizado; su cuerpo es sometido a una intervención experimental que lo transforma en un implacable cyborg que busca terminar con la violencia en la caótica Detroit. Verhoeven consigue con Robocop un violento clásico de culto del cine sci-fi ochentero.
Una de las obras maestras del ex Monthy Python -responsable también de otras joyas como Los Bandidos del Tiempo, Tideland o El Imaginario del Dr. Parnassus- es una libre adaptación de la novela del autor inglés donde la única libertad de un burócrata puede ser encontrada al lado de una chica en sus sueños. La trama se sitúa en una ciudad ficticia de un distópico y deprimente futuro incierto bajo un régimen burócrata y autoritario, donde una simple mosca, que cae accidentalmente dentro de una computadora, altera el apellido de un tranquilo jefe de familia, llevando al señor Harry Buttle a ser detenido y asesinado por el Estado al ser confundido con el peligrosísimo guerrillero Harry Tuttle (el gran Robert De Niro en una breve participación). En ese mundo, controlado por el sistema burocratizado que todo lo ve, todo lo sabe y todo lo condena (incluso los sentimientos), también vive el burócrata de clase media Sam Lowry (interpretado por Jonathan Pryce), quien se rebela contra el fascismo gubernamental al encontrar en la vida real, a esa (literalmente) mujer de sus sueños donde únicamente puede ser libre.
La Jetée (1962), de Chris Marker, inspiró la realización de esta cinta de Terry Gilliam, en la que una pandemia provocada por un misterioso virus, ha acabado casi con el total de la población mundial y ha obligado a los pocos sobrevivientes a refugiarse en comunidades bajo tierra; en este apocalíptico contexto, el prisionero James Cole (Bruce Willis) es enviado al pasado para conseguir una muestra del virus para que en el futuro se pueda crear un antídoto que evite el total exterminio de la raza humana. Entre guapas psiquiatras (Madeleine Stowe) y no menos atractivos enfermos mentales (Brad Pitt) sucede esta cíclica aventura con el siempre pesimista tono de Gilliam en la que la humanidad se ve enfrentada a la inalterabilidad del destino.
Un depresivo chico llamado Henry Spencer (encarnado por Jack Nance) descubre ser el padre de un bebé prematuro con abominables deformaciones, por lo que tiene que llevarse a Mary y su extraño bebé a vivir con él. El bebé no para de llorar y lleva a la pareja al borde de la locura. Ella termina por abandonarlos poco después. El cineasta de culto David Lynch fungió como director, guionista, productor, editor, diseñador de arte y especialista en efectos especiales en este su inquietante debut en el que ya quedan expuestas todas sus obsesiones con la deformación de la realidad que constituyen su marcado e inconfundible estilo que juega constantemente a desafiar la lógica convencional de la narrativa fílmica utilizando constantemente secuencias oníricas y juegos de realidades desquiciadas impregnadas por una oscura atmósfera pesadillesca.
La Humanidad le dio a las máquinas total perfección, rápidamente éstas tomaron ventaja y nos utilizaron como baterías humanas sumergidas en un sueño perpetuo inducido para poder subsistir con el alimento que representa nuestra energía vital; este futuro apocalíptico es el que plantean los hermanos -ahora hermanas- Wachowski en la cinta de culto Matrix de la que se desprendieron dos lamentables secuelas y unos muy destacables spin-offs a manera de cortometrajes en los que se dan más detalles de la revolución maquinaria que llevaron a la humanidad al borde de la extinción que fue detenida por Neo, el Elegido (Keanu Reeves).
En una sociedad futurista en la que la mayor parte de los niños son concebidos in vitro bajo técnicas de selección genética, uno de los últimos hombres concebidos naturalmente, Vincent (interpretado por Ethan Hawke), padece una deficiencia cardíaca por lo que no le auguran más de treinta años de vida. Considerado como inválido, está condenado a realizar los trabajos más desagradables, mientras que Anton, su hermano, heredero de una genética envidiable, tiene garantizadas múltiples oportunidades laborales. Vincent siempre ha soñado con convertirse en cosmonauta, aunque sabe que jamás será seleccionado, aunque un día conoce a un hombre que posee la clave para formar parte de la élite: suplantar en Gattaca -una corporación aeroespacial- a un deportista llamado Jerome (encarnado por Jude Law) quien quedó paralítico tras un accidente. Eficazmente interpretada y con una sofisticada puesta en escena, la película de Niccol se hizo de un lugarcito en el Olimpo de la ciencia ficción con una historia sobre el mortal conformismo, la intolerancia y la discriminación genética; un relato ubicado en un futuro muy similar a nuestro contexto actual pero con un fanatismo llevado a los terrenos de la genética. Niccol nos comparte una historia sobre la parte oscura de nuestra naturaleza, pero también sobre la grandeza y luminosidad de nuestro espíritu.
La ciudad de San Francisco está siendo transformada por una espectacular y exótica raza de flores. Pero esta explosión vegetal tiene unos terribles planes para la humanidad que la admira: clonar poco a poco a seres humanos y eliminar a los originales. Así, el terror comienza a extenderse por la ciudad de San Francisco, donde sus ciudadanos van perdiendo su personalidad y convirtiéndose en esclavos de una invasión extraterrestre. La particularidad de este remake de la cinta original homónima de 1956 es que evita el 'happy ending' de aquella dirigida por Don Siegel; este es un claustrofóbico y paranoico clásico de la ciencia ficción.
Mad Max tuvo gran éxito y se convirtió rápidamente en un cinta de culto, lo que dio pie a una secuela (aunque innecesaria, si hemos de honrar a la verdad) con un cambio radical tanto en historia como en estética. De esta manera, mientras la historia de la primera cinta ocurría en un contexto pre apocalíptico al borde del colapso nuclear y donde el mundo de un futuro cercano permanecía con una apariencia casi cotidiana, Mad Max: El Guerrero de la Carretera se sitúa en un mundo que intenta sobrellevar la era post nuclear, un mundo sin ley alguna -ya no hay ni rastros de la MFP (Main Force Patrol) o de alguna otra institución policial- enfrentándose una grave crisis de combustible. Max ahora se asume como vengador de la carretera, enfrentándose a las bandadas de motociclistas conformadas por personajes mucho más excéntricos y violentos que buscan apoderarse de una enorme cantidad de gasolina que un grupo de supervivientes han estado extrayendo del suelo de una colonia que han construido en medio del inmenso erial australiano. El clásico sci-fi de Miller continuó con las desventuras de Max Rockatansky (Mel Gibson) y su lucha por la supervivencia en la Australia postapocalíptica donde tendría lugar una de las persecuciones mejor filmadas en la historia del cine y que supuso el clímax de la cinta que, como su antecesora, se convirtió en todo un filme de culto.
Un grupo de investigadores de una empresa petrolera se sumergen a lo más profundo del océano con la misión de rescatar un submarino que ha quedado atrapado por extañas circunstancias, pero los descubrimientos que tienen lugar en las profundidades son mucho mayores y relevantes de lo que jamás hubieran imaginado. El secreto del abismo (1989), otra sobresaliente obra sci fi de James Cameron, es un filme comercial de altísima calidad tanto en su impecable forma como en su fondo... a pesar de su final un tanto sensiblero.
El filme clásico de culto protagonizado por Vincent Price en 1959 sobre un científico que se ve fusionado con el insecto del título tuvo su reelaboración por parte del genio canadiense David Cronenberg, quien puso su rúbrica visual y psicológica en el relato. Jeff Goldblum la protagonizó y se convirtió en uno de sus mejores y más recordados papeles en la gran pantalla.
T
ras una larga misión espacial, la nave en la que viaja el astronauta George Taylor y sus dos compañeros se estrella en un extraño planeta que parece estar deshabitado, pero pronto se darán cuenta que el mundo al que han llegado es dominado por una raza de simios inteligentes que hacen esclavos a unos seres humanos incapaces de hablar y que habitan en la selva. Tras una feroz cacería humana, Taylor es capturado por los primates evolucionados que se horrorizan cuando descubren que el humano, al igual que ellos, puede hablar. Basándose en la novela de ciencia ficción La planète des singes que el escritor francés Pierre Boulle publicó en 1963, los guionistas Michael Wilson y Rod Serling construyeron el guión de El Planeta de los Simios (Planet of the Apes, 1968), que nos presenta una sociedad post apocalíptica en donde los simios son la especie dominante en el planeta, mientras que los humanos constituyen la especie inferior que son esclavizados por la sociedad de primates en la que sobresalen tres especies: los chimpancés, los gorilas y los orangutanes; los primeros se dedican a la ciencia, los segundos se encuentran enfocados en el área militar, mientras que los últimos son los encargados de la política y la religión. Bajo la dirección de Franklin Schaffner, el protagonista (Charlton Heston) se ve inmerso en este estremecedor relato sobre la condición humana, sobre las consecuencias de
la ciencia mal utilizada -o utilizada por las manos equivocadas- y la búsqueda de la verdad a pesar de la oposición de los dogmas de las religiones; una cinta que resulta bastante entretenida que trasciende por ser también 'intelectual', con una fotografía excepcional y que se vio galardonada en 1969 con el Oscar honorífico por la calidad del maquillaje empleado para dar vida a los simios dominantes del planeta desconocido pues, en esa época, aún no existía a categoría de Mejor Maquillaje, como anécdota cabe mencionar que todos quienes interpretaban a los simios evolucionados tenían que permanecer con las máscaras y el maquillaje puestos durante los descansos para comer, pues tardaban horas en maquillarlos como primates, por lo que sus alimentos eran licuados para que pudieran consumirlos más fácilmente -que no deliciosamente, claro está- sin quitarse las máscaras y prótesis faciales que podían ser arruinadas si tomaran sus alimentos de forma tradicional. Además, el filme fue nominado en las categorías de Mejor Vestuario y Mejor Banda Sonora en la misma edición de los Premios de la Academia. La cinta es considerada todo un clásico dentro del terreno de la ciencia ficción y con uno de los mejores finales dentro del género, de hecho había tres finales alternativos, aunque finalmente se quedó el que ya todos conocemos, seguramente ya saben el desenlace de la cinta y si no, ¿qué esperan para descubrirlo en DVD?
El planeta Tierra queda conmocionado ante la llegada de una nave intergaláctica; pero contrario a lo que se piensa, sus tripulantes -el humanoise Klaatu y el gran robot Gort- no vienen a conquistar nuestro hogar, sino a compartirnos un importante mensaje. Esta película se separa de otras propuestas sci-fi al presentar una raza alienígena benévola y evolucionada que se compadece de la situación en la Tierra; se trata de una actitud que va en contra de los estándares de la ciencia ficción espacial donde se suele retratar a las especies intergalácticas como hostiles y malignas. ¡Muchas gracias por esa herencia, H.G. Wells!
Un hacker es abducido y llevado al interior de una computadora en donde un malévolo software pretende controlar sus comportamientos a voluntad. Su única oportunidad de sobrevivir es participar en unos juegos de gladiadores con la ayuda de un programa de seguridad. A pesar de su sencillez argumental, Tron significó un parte aguas en el terreno de los efectos especiales; filme sci-fi de culto para todos los geeks.
La Guerra de los Mundos -adaptación de la novela de H.G. Wells- es el ejemplo más claro de la invasión extraterrestre y el exterminio humano que se ha capturado en celuloide. La trama se traslada de Londres -en la novela de Wells- a un pequeño poblado de los Estados Unidos donde unos lugareños son testigos de lo que parece ser la caída de un meteorito; sin embargo, el fenómeno es más asombroso de lo que suponían, pues se trata en realidad de un extraño objeto que comienza a disparar un mortífero rayo que desintegra a las personas. Así da inicio una de las más memorables invasiones intergalácticas en el mundo del cine, y aunque los acores resultan tener discapacidades interpretativas, los efectos luzcan ya obsoletos y hasta ridículos y se haya eliminado todo rastro de crítica social a las superpotencias de la época -característica sobresaliente en la novela de Wells-, La Guerra de los Mundos tiene su lugar grabado en los anales de la historia del cine de ciencia ficción al punto de ser considerada como una cinta de culto, de la cual se hizo ya un remake por parte de Steven Spielberg y protagonizada por Tom Cruise (y no, aunque ud. no lo crea, él no encarna a uno de los extraterrestres invasores/exterminadores) por allá del 2005. Además, aquel churrazo cinematográfico El Día de la Independencia (Independence Day; Roland Emmerich, 1996) -del cual este año tendremos la secuela- se plagió vilmente la obra de Wells, tanto así, que la manera en que los humanos (es decir Will Smith y Jeff Goldblum) logran detener a los extraterrestres es la misma que en la obra literaria, sólo que modernizando el método muy al estilo de la era digital y las 'toxinas cibernéticas'.
H
ace muchos años, en una época cinematográfica cada vez más lejana, un hombre luchó contra todo pronóstico y logró materializar su sueño de crear una personal saga espacial; de paso y sin esperarlo, cambió la historia del cine. Ese hombre, George Walton Lucas Jr., comenzó a desarrollar el argumento de La Guerra de las Galaxias (Star Wars) a comienzos de la década de los 70s inspirándose en los seriales cinematográficos de acción y ciencia ficción como Flash Gordon (1936) y las historietas pulp. Pero en el Hollywood de aquel entonces sólo una persona creyó en esa peculiar idea espacial de Lucas que el resto consideraba destinada a fracasar: Steven Spielberg. La fe del director de Tiburón (Jaws, 1975) en el proyecto de Lucas permitió la realización de la primera cinta, aunque para ello se tuvo que dividir el argumento inicial en tres partes ya que su borrador incluía todos los sucesos que ocurren en los episodios que ahora conocemos como Una nueva esperanza (IV), El imperio contraataca (V) y El retorno del Jedi (VI). La Guerra de las Galaxias: Una Nueva Esperanza (Star Wars: A New Hope, 1977) inesperadamente se convirtió en un éxito arrollador a pesar de ser una historia que se coloca muy lejos de la originalidad. A la saga podemos describirla como un pastiche de diversas culturas y filosofías pero con una personalidad propia; en ella podemos encontrar desde la filosofía del budismo zen hasta el íntegro honor de los guerreros samuráis, los ejércitos nazis de la Segunda Guerra Mundial, pasando también por la leyenda del Rey Arturo, las damiselas en desgracia, el ascenso del héroe, los duelos
de pistoleros en el Viejo Oeste, e incluso podemos encontrar el melodrama más sentimentaloide y cursi –la revelación "Luke, yo soy tu padre" es digna de telenovela mexicana con todo y el lloriqueo de Luke. Pero el encanto de este amasijo radicaba en que trasladaba las leyendas e historias literarias por todos conocidas a un universo lejano y exótico por medio de una propuesta con situaciones frescas y actuaciones desparpajadas con las que se buscaba el entretenimiento puro. Además, su otra gran virtud fue haberse hecho con un reducido presupuesto que obligó en su momento a recurrir a la inventiva artesanal y tecnológica para la creación de los mundos de fantasía que proponía su visionario creador y que eran imposibles de realizar de manera digital como comúnmente se hace ahora. Maquetas, maquillaje prostético, botargas y el uso de cámaras sincronizadas por computadora le dieron ese toque artesanal y orgánico pero a la vez moderno. La saga Star Wars marcó un parte aguas en la manera de hacer y ver cine en Hollywood, y junto con la ya Tiburón (Jaws, 1975) de Steven Spielberg, marcó el nacimiento de los blockbusters. A pesar de los múltiples defectos de esta épica espacial, la saga marcó un antes y después en la historia del cine al crear un nuevo parangón en la escala del realismo fantástico a través de los entonces novedosos efectos especiales, y trascendió la pantalla del cine como un simple espectáculo convirtiéndose en una suerte de religión y un negocio mercadológico hiperrentable donde el villano Darth Vader obtuvo la inmortalidad como icono de la cultura pop.
Un extraterrestre es abandonado accidentalmente en nuestro planeta y encontrado por unos niños con los que entabla la más entrañable y conmovedora de las amistades. Con una de las premisas más sencillas, E.T. El Extraterrestre revolucionó el entretenimiento familiar con un encantador Henry Thomas, una adorable Drew Barrymore y un entrañable extraterrestre como principales imanes para el público que se rindió ante la magia del cine de este clásico imprescindible.
La adaptación del libro homónimo del novelista y cuentista parisino Stefan Wul -que es una alegoría sobre la ocupación soviética de la República Checa- corrió a cargo de su coterráneo René Laloux y representó para este su primer largometraje animado tras haber realizado tres cortometrajes previos. La historia de El Planeta Salvaje -todo un clásico de la historia del cine y no únicamente del cine animado o de ciencia ficción- ocurre en Ygam, un lejano planeta habitado por los 'Draags', gigantescos seres azules que, a pesar de su avanzado desarrollo tecnológico y espiritual, han ido domesticando como mascotas a los 'Oms', seres humanos que están al borde de la extinción... esto hasta que uno de ellos logra escapar.
Una de las últimas películas sci-fi de culto del siglo XX presentó a seis personajes que despiertan para descubrirse encerrados en una compleja estructura laberíntica conformada por incontables habitaciones cúbicas, algunas de la cuales esconden letales trampas mortales. Sin tener la más mínima idea de cómo llegaron a ese enigmático lugar, deben enfocarse en descubrir la manera en la que deben resolver ciertos enigmas matemáticos para sortear las trampas si quieren salir con vida del laberinto. El Cubo es un inteligente y original ejercicio de estilo con un sorprendente trabajo narrativo y construcción de atmósferas angustiantes en el que nadie puede evitar quedar atrapado desde los primeros minutos del metraje.
La vida del común y corriente Roy Neary (Richard Dreyfuss) se ve trastocada tras un breve encuentro alienígena, lo cual lo convierte con un obsesivo paranoico con el tema OVNI, y pese a que comienza a distanciarse de su familia, encuentra una clase de refugio/apoyo en una mujer que también ha sido testigo de los misteriosos objetos voladores. Mientras tanto, un grupo de científicos de todo el mundo comienzan a investigar el fenómeno y planean hacer contacto con los visitantes intergalácticos. Con esta historia Steven Spielberg seguía revolucionando el cine comercial hollywoodense; se trata de una atípica película sci-fi en la que si bien hay extraterrestres en la historia, está más enfocada en la paranoia y la neurosis que se gesta en el ser humano tras un evento de esta naturaleza.
Al finalizar la Tercera Guerra Mundial la capital nipona quedó destruida y sobre sus ruinas se erigió Neo-Tokyo. En el año 2029, y con Japón al borde del colapso político-económico, un grupo de científicos comienza la búsqueda de personas que puedan controlar "la energía absoluta", un arma definitiva para mantener el orden social. Kaneda, el joven líder de una pandilla motorista, tiene que ver cómo su amigo Tetsuo se convierte en un conejillo de indias del gobierno y pronto se transforma en la amenaza global más grande de la historia. Otomo adapta y dirige esta versión cinematográfica de su propio manga homónimo y más allá de entregar una obra cinematográfica de impecable calidad técnica -influenciada innegablemente por el clásico Blade Runner-, también nos ofrece una perturbadora y violenta visión del futuro donde la mente humana es capaz de crear una gran belleza, pero al tiempo ser autora del mayor de los horrores; el enfrentamiento de los protagonistas en el clímax de la cinta es simplemente épico. Akira es una obra maestra del subgénero cyberpunk y un título de culto imprescindible del cine animado internacional.
La protagonista de la cinta, la Mayor Motoko Kusanagi -una agente cyborg-, debe investigar y detener las actividades de un hacker criminal que ha estado invadiendo las autopistas de la información. Partiendo de esta premisa, esta adaptación del manga original de Masamune Shirow es un título emblemático del subgénero de ciencia ficción conocido como cyberpunk en la gran pantalla. El filme sobresale más allá de su impacto visual por la anécdota que da pie a una profunda disertación sobre la tecnología sublevada en un escenario apocalíptico donde la esencia humana se ha diluido lentamente. ¿Qué tanto se puede ser humano si se vive en un cuerpo artificial o, más extremo, sin un cuerpo material sino en el mismo ciberespacio?
E
n la víspera de la llegada del Siglo XXI, Lenny Nero, un ex agente de la policía, se dedica ahora a traficar minidiscos cargados con percepciones visuales/sensoriales que pueden ser experimentadas a través de unos artefactos que transmiten los datos hacia la corteza cerebral del usuario; mientras escapa constantemente por la ilegalidad del producto/experiencia que ofrece, llega a sus manos un disco que contiene la grabación de el asesinato de una mujer a manos de un enmascarado, mientras sigue las pistas del asesinato, se ve involucrado en un caso de impunidad, conspiración y corrupción policial. Días Extraños es una cinta de ciencia ficción escrita por James Cameron (quien se inspiró en los levantamientos de Los Ángeles en 1992 conocidos como la 'Revuelta de Rodney King' -taxista conocido por haber sido brutalmente agre-
dido por la policía en marzo de 1991-) cargada de una ligera crítica politico-social durante la espera de la llegada del nuevo milenio y el nerviosismo que se vivía ante la llegada del año 2000, ya saben: el fin del mundo, el Y2K, la segunda venida de Jesús, etc. Con un sorprendente plano secuencia inicial filmado en primera persona, la historia que se presenta bajo la dirección de Kathryn Bigelow y protagonizada por Ralph Fiennes junto a Angela Bassett, se enfoca también en la importancia de la memoria imperfecta y la duración limitada de los recuerdos. “Memories are meant to fade. They're designed that way for a reason", dice la protagonista femenina al obsesionado personaje central de este thriller psico-cinéticosexual.
Unos investigadores de una estación experimental en la Antártida descubren un extraño ente que parece haber venido del espacio exterior pero que, al parecer, había permanecido bajo el hielo durante miles de años. Por supuesto, al ser descongelada, la criatura espacial despierta y comienza a perseguir a los investigadores uno a uno. Aunque con reminiscencias de Alien: El octavo pasajero (Alien, 1979), de Ridley Scott, La cosa de otro mundo es una película con espíritu y personalidad propia, y una de las mejores cintas del género que combina inteligentemente el suspenso y el terror.
El que alguna vez se autoproclamó Rey de Mundo y que ahora pretende rodar cuatro secuelas simultáneamente, hace más de tres décadas nos llevó al viaje en el tiempo del soldado Kyle Reese (Michael Biehn), enviado desde un futuro apocalíptico por John Connor con la misión de proteger a su madre Sarah (Linda Hamilton) en un pasado donde se encuentra amenazada por el cyborg Terminator T800 (Arnold Schwarzenegger) que también ha sido enviado desde el futuro para asesinarla antes de que dé a luz al líder de la resistencia humana en el futuro; al final, como era de esperarse, la paradoja se presenta: Kyle Reese embaraza a Sarah Connor, convirtiéndose en el padre del futuro salvador de la humanidad y con el que luchó hombro con hombro en un futuro distante. Este humilde título sci-fi ochentero obtuvo un estatus de filme de culto, lo cual le permitió a su artífice concretar una secuela que resultó muy superior en todo sentido.
En una época de paz y despreocupación, los expertos vaticinan el comienzo de una nueva Guerra Mundial y cuando ésta estalla en Europa, la ciudad de Everytown inspirada en Londres- resiente las consecuencias del conflicto que se extiende por décadas hasta el punto en que la mayoría ya no recuerda porqué comenzó la guerra. La situación global empeora cuando una misteriosa plaga acaba con la mayoría de la población; sin embargo, una nave aterriza en la Tierra y su piloto parece tener la última esperanza de salvación para la humanidad. Adaptada para el cine por el mismo H.G. Wells -autor de la novela The shape of things to come, editada tres años antes- "Lo que vendrá" sobresale no sólo por su inventiva visual -en una superproducción para la época- sino por elaborar un desenlace que se separa del pesismismo que impregnan al 95% del cine de ciencia ficción; aquí se nos devuelve la esperanza en el hombre con el desenlace que presenta a unos hombres partiendo hacia la Luna.
Justo a la llegada de la década ochentera vio la luz esta cinta que presenta la historia de Eddie Jessup, un científico que está convencido de la existencia de otros estados de conciencia, los cuales son tan reales como la vida cotidiana; para demostrar esta teoría, realiza experimentos para la privación sensorial con alucinógenos y cámaras de suspensión especiales para la inducción a estos estados alterados de la conciencia, aunque las cosas, como era de esperarse, se salen de control. Estados Alterados es recordada por sus psicodélicos efectos especiales -aunque hay que reconocer que algunos no han soportado muy bien el paso del tiempo-, y por ser una alucinante búsqueda del yo que nos invita a explorar, descubrir y enfrentar los secretos más recónditos de nuestra psique.
Michael Crichton adapta y dirige la versión cinematográfica de su novela homónima ubicada en un futuro cercano y donde dos amigos -Peter Martin (Richard Benjamin) y John Blane (James Brolin)- visitan un parque temático dividido en enormes zonas que replican a detalle tres épocas distintas de la historia de la humanidad -Roma Imperial, Europa Medieval y el Salvaje Oeste. Inesperadamente, el sistema de los robots que encarnan a los personajes de la época comienza a fallar, haciendo que comiencen a perseguir incansablemente a los asistentes al tecnológico parque, especialmente un diestro pistolero encarnado por Yul Brynner. Sobresale por ser una de las primeras en unir dos grandes géneros como la ciencia ficción y el western (para los que creían que Cowboys & Aliens era novedosa) y abordar el tema de la rebelión de las máquinas contra sus creadores. Como dato curioso, tres años después, y de manera oportunista ante la buena recepción de la película, se presentó la secuela a la que en México llamaron Atrapados en el espacio (Futureworld), aunque ya sin Chricton al frente pero con Yul Brynner repitiendo su papel de robótico pistolero.
Aunque se le dio el crédito hasta después del estreno, este filme de culto está basado en La Tempestad, de William Shakespeare, y versa sobre una expedición de cosmonautas que llegan a un planeta al que otra expedición fue enviada dos décadas atrás pero que misteriosamente perdieron todo contacto. Al aterrizar en el planeta tras un extenso viaje de dieciséis años luz, encuentran a dos sobrevivientes, pero uno de ellos posee un mortal secreto. Este filme pionero del cine de ciencia ficción que cuenta con sobresalientes efectos especiales para la época, sirvió como inspiración para la creación del universo Star Trek y la serie Perdidos en el Espacio.
El segundo largometraje de Amenábar tras su fantástico de-but, Tesis (1996), es una modesta cinta sci-fi que renuncia a los convencionalistmos del género y se muestra más como un thriller centrado en un atractivo joven llamado César (Eduardo Noriega) que ha heredado una gran fortuna de sus padres -que murieron tiempo atrás en un accidente- y vive en una espléndida casa organizando lujosas fiestas. Durante su fiesta de cumpleaños, su mejor amigo Pelayo (Chete Lera) le presenta a Sofía (Penélope Cruz) y se enamora de ella. Nuria (Najwa Nimri), antigua amante de César ronda en la fiesta sin haber sido invitada y se muere de celos de la nueva pareja. César y Sofía dejan la fiesta y van al departamento de esta última. A la mañana siguiente, Nuria está esperando a César fuera del apartamento de Sofía y se ofrece a llevarlo a casa; la insistencia es tanta que él no puede negarse y termina por subirse al auto con Nuria, quien unos instantes después intenta suicidarse. César despierta en un hospital tan sólo para descubrir que su rostro ha quedado horriblemente desfigurado.
La familia Atreides debe explotar el desértico planeta Arrakis -o Dune-, pues es el único planeta en el que se puede encontrar la especia, droga/combustible indispensable para los vuelos espaciales. Pero los Harkonen, otrora gobernadores del planeta, deciden atacar para recuperar el poder. Ahora toca turno a Paul, heredero del duque de Atreides, derrocar al nuevo imperio. La mente maestra de David Lynch fue capaz de crear una obra de culto con Dunas a pesar de que en su momentos de estreno fue un estrepitoso fracaso taquillero y duramente tratado por la crítica especializada.
Es considerada como la precursora de Alien (1979); de hecho, Dan O' Bannon -quien es guionista de ambas cintasalguna vez declaró que la película que dirigió Ridley Scott es la 'versión seria' de su Estrella Oscura, la cual gira en torno a un grupo de astronautas que deben llevar una bomba para detonar un planeta que se ha vuelto inestable; todo marcha de maravilla hasta que la misma bomba comienza a cuestionarse sobre el sentido de la vida. Pero pesa a que permea un tono paródico a lo largo de la cinta, se le considera adelantada a su tiempo al proponer serios planteamientos filosóficos y colocó a John Carpenter como un talento a seguir después de este divertido híbrido de Dr. Strangelove y 2001 Odisea del Espacio.
En la primera adaptación al cine de la novela del británico H.G. Wells, Rod Taylor interpreta al científico que vive la más increíble de las aventuras al construir un vehículo con el que puede viajar a través del tiempo. Partiendo de la Inglaterra de finales del siglo XIX, el científico hace paradas en la línea temporal en la que grandes eventos de la humanidad están teniendo lugar, como la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría y un futuro hiperdistante en el año 802,701, cuando la humanidad se ha dividido en dos subespecies: los Eloi y los Morlock.
R
ecién comenzaba el nuevo milenio cuando llegó Donnie Darko, uno de esos filmes de culto que resultan inclasificables, pero no únicamente porque no pueda catalogársele dentro de un género en específico (la película va del drama al horror pasando por momentos de teen movie y hasta la ciencia ficción -¡y por eso está aquí!- con una naturalidad envidiable) sino por su trama casi imposible de describir debido a su complejidad. El filme nos sitúa en el pueblo de Middlesex, Virginia en los Estados Unidos de 1988 (año electoral en nuestro vecino país del norte), en donde el joven protagonista, Donnie Darko (encarnado por un ya prometedor Jake Gyllenhaal), padece de sonambulismo y visiones esquizofrénicas sobre un enorme y perturbador conejo llamado Frank; durante la noche del 2 de octubre, Donnie es despertado por una rara voz que lo lleva a un campo de golf donde conversa con el mítico conejo que le revela que el mundo llegará a su fin en Halloween próximo, fecha para la
cual faltan 28 días, 6 horas, 42 minutos y 12 segundos para ser exactos. A la mañana siguiente, Donnie se despierta en el campo de golf, confundido por su noctámbulo paseo y, al regresar a casa, la encuentra en ruinas tras haber sido destrozada por la turbina de un avión que cayó justo en medio de su habitación. A partir de ese momento, una serie de eventos lo unen con su nueva compañera de clase llamada Gretchen. Contada así, la premisa no resulta tan complicada, pero está plagada de subtramas (muy bien llevadas, hay que reconocerlo) que sirven para hacer una violenta crítica a la doble moral y hasta para abordar el tema de los viajes espacio-temporales y los universos alternos; todos estos detalles la vuelven deliciosamente compleja. Dentro del reparto podemos encontrar a futuras grandes personalidades de Hollywood (y otras que en ese entonces ya lo eran) como Maggie Gyllenhaal (hermana de Jake dentro y fuera de la pantalla), Drew Barrymore, Mary McDonnell, Jena Malone,
Patrick Swayze, Seth Rogen, Daveigh Chase (Samara en el remake gringo de El Aro) e incluso Noah Wyle, quien protagonizó el fallido serial televisivo Falling Skies; algunos de ellos en papeles tan pequeños que bien podrían considerárseles como meros cameos. Con un guión propio del debutante director Richard Kelly (que no ha vuelto a tener un logro semejante desde entonces, aunque tiene un cúmulo de fans incondicionales), una banda sonora llena de nostalgia (recordemos que la trama se sitúa a finales de los 80) y un final completamente abierto a las interpretaciones personales, el paso de Donnie Darko por la taquilla estadounidense fue más que penosa, al llegar a las salas del extranjero su recepción fue un poco más notable, aunque el ‘boom’ vino cuando se editó en formato casero, llamó la atención y se convirtió en un film de culto dentro de cierto sector de la sociedad cinéfila. Donnie Darko es una imprescindible cinta de la década pasada.
La novela escrita por los hermanos Arkadiy Strugatskiy y Boris Strugatskiy fue llevada por segunda vez a la pantalla grande en 2013 -la primera vez fue en 1989 bajo la direcciónde Peter Fleischmann con Werner Herzog como protagonista y un guión adaptado por Jean-Claude Carrière-. En esta ocasión, el cineasta soviético Aleksei Yuryevich German fue el encargado de traducir en imágenes la novela de culto de ciencia ficción situada en un futuro remoto en el que la humanidad ha descubierto un planeta (Arkanar) que se encuentra estancado desde hace siglos en un periodo similar al de la Edad Media terrestre, por lo que Rumata, un antropólogo camuflado, viaja al planeta para mezclarse entre ellos, observando las brutalidades de esa era barbárica sin poder intervenir para cambiar las cosas. Con evocaciones líricas al cine de Andréi Tarkovski, formas de rodar de Bela Tarr y más de una década de preparación, Aleksei Yuryevich German hizo de Qué difícil es ser un dios una obra maestra de la ciencia ficción contemporánea; una extensa parábola política con la que realiza una contundente crítica social hacia el militarismo y el inmovilismo social.
Escrita y dirigida por célebre cineasta hongkonés, la película retoma los personajes de Días Salvajes (1990) y Deseando Amar (In the mood for Love; 2000), y los coloca en la fecha que bautiza la cinta, un año al que muchos viajan con el único propósito de recuperar las memorias perdidas, y un futuro del cual nadie regresa... excepto uno. Es claro que a Wong Kar-wai nunca le han interesado los convencionalismos narrativos, y en 2046 queda más claro que nunca; aquí mezcla de manera innovadora elementos del melodrama romántico con la ciencia ficción más elegante y adulta, moldeando de esta manera una obra lírica y abstracta. Su estructura aparentemente caótica es en realidad una poesía visual que exhorta al espectador a utilizar su intuición e imaginación para conectar las piezas y dé forma a su propia película.
El director de Pi: El orden del caos (Pi, 1998) presentó su tercer largometraje bajo un esquema circular casi borgiano y una narrativa fragmentada con tres historias interconectadas protagonizadas por Hugh Jackman y Rachel Weisz. En la primera historia, él es un explorador del siglo XVI que, encomendado por la Reina Isabel, viaja a América para encontrar la fuente de la eterna juventud; en el segundo relato -ubicado en la actualidad-, Jackman da vida a un médico que busca incansablemente una cura para el tumor cerebral que está lentamente llevándose a su esposa Izzi ; y en la última historia, damos un salto hasta el siglo XXVI donde nuevamente vemos a Tom, aunque ahora dentro de una esfera en medio del espacio y dirigiéndose hacia Xibalba, lugar del inframundo, según las antiguas creencias mayas. La Fuente de la Vida es un muy inspirado y estimulante trabajo sci-fi sobre la trascendencia espiritual del ser humano a través de un ambicioso lenguaje narrativo pleno en detalles metafóricos.
U
bicada en la ciudad de Los Ángeles de un futuro no muy lejano, aunque indeterminado, Ella (Her; 2013) sigue a Theodore Twombly (un soberbio Joaquin Phoenix), un redactor de cartas personalizadas en beautifulhandwrittenletters.com (escríbanla y los enviará directo al sitio de la cinta), quien ha vivido deprimido desde que rompió con su esposa Catherine (Rooney Mara); un día, al regresar a casa tras su jornada de trabajo, consigue un nuevo sistema operativo llamado OS1, que mucho más allá de ser un avanzado software para computadora, es el primer sistema con una inteligencia artificial de avanzadísima tecnología, una entidad intuitiva con conciencia propia, diseñada para satisfacer, de manera eficiente y eficaz, todas las necesidades del usuario. Tras resolver que quiere una voz femenina para su nuevo software y responder un par de preguntas (¿es usted social o antisocial? y ¿cómo describiría su relación con su madre?), Theodore descubre a su nuevo sistema operativo, el cual se autodenomina como Saman-tha (con la voz de Scarlett Johansson), un nombre que ha elegido tras haber leído, en fracciones de segundo, una in-finidad de nombres y determinar que es el que mejor va con ella. Theodore y la voz femenina de la sorprendentemente sensible y divertida Samantha, van cre-ando una estrecha relación de amistad y complicidad en su vida cotidiana. Y así, mientras ella intenta comprender y asimilar la naturaleza de los humanos con una curiosidad inagotable ("quiero saber todo sobre todo", dice en algún mo-
mento, quien también le pregunta a Theodore "¿cómo era el ser casado y compartir la vida con alguien?"), él continúa con su trabajo como redactor de emotivas cartas y accede a participar en una cita a ciegas (con alguien que es igualita ni más ni menos que a Olivia Wilde); pero es cuando este improvisado encuentro romántico no sale como lo esperaban (ella esperaba algo más que un acostón y él no estaba preparado para ofrecer algo más), que Theodore encuentra refugio y consuelo con Samantha en esa madrugada donde su relación pasa a un siguiente nivel, más profundo y emocional. Bajo esta premisa, el director Spike Jonze juega con el concepto del amor hombre/máquina y nos regala la película más conmovedora y humana del año, además de abordar planteamientos filosóficos sobre lo que nos hace seres humanos. Ella es una fábula que nos habla de la evolución del ser humano en una época ultramoderna donde correremos riesgos de intimar con la tecnología; es también una propuesta sobre cómo nos relacionamos con la tecnología y sobre nuestro desapego a las personas reales: ¿Es Samantha -o su relación con ella- menos real que la chica con la que salió en la cita a ciegas? ¿Es Theodore -como se lo indica su ex esposa cuando se reúnen a firmar el divorcio- una persona que quiere una pareja sin los retos de tener que lidiar con algo real? Estas son algunas de las muchísimas interrogantes que nos plantea Jonze a través de un excelente guión (donde nada sobra y nada falta) que nos muestra a un protagonista melancólico y robotizado, y su
relación con esta sensible inteligencia artificial que en ocasiones resulta ser mucho más humana que él mismo. "Tengo la habilidad de aprender y madurar de mis experiencias", dice Samantha en cierta parte de la película, contrastando completamente con la situación de Theodore, quien parece no haber aprendido ni madurado nada tras su rompimiento con su esposa. Pero, ¿cómo cuestionar o etiquetar como 'una locura' la relación entre Theodore y Samantha si, después de todo, "el amor no es más que una forma de locura socialmente aceptable", como tiene a bien señalar Amy -interpretada por Amy Adams en un breve pero determinante rol-, la mejor amiga de Theodore. Con Ella, Spike Jonze nos ofrece una obra maestra de la ciencia ficción del nuevo milenio que a pesar de ser completamente tradicional en su propuesta cinematográfica, es absolutamente visionaria en su discurso y su tratamiento, sobresaliendo también el extraordinario uso de la banda sonora (que incluye, entre otros, a Arcade Fire -con varios temas, pero destacando Supersymmetry-, The Breeders, Little Willie John, The Chantels, así como los mismísimos Joaquin Phoenix y Scarlett Johansson, quienes interpretan The Moon Song, compuesta por Karen O. y Spike Jonze) para apoyar los momentos me-lancólicos del protagonista; el filme es un cálido y sutil relato tan improbable (hasta ahora) como creíble a cerca del amor entre un hombre y una máquina.
E
n el 2027, la humanidad encara diversas guerras y el terrorismo, y en el escenario de esta historia, Inglaterra vive (o eso intenta) bajo un gobierno totalitario que persigue ferozmente a los inmigrantes; todo esto aunado a la desesperanza de un futuro alguno (ya no digamos uno mejor), pues súbita y misteriosamente, 18 años atrás las mujeres alrededor del mundo perdieron la capacidad de concebir. Y así, en este contexto apocalíptico, un ex activista social de nombre Theo (Clive Owen) es contactado (por no decir 'secuestrado') por su ex mujer Julian (la -casi- siempre maravillosa Julianne Moore) para pedirle su ayuda en un caso de extrema importancia: Cuidar y transportar a Kee (Claire-Hope Ashitey) la única mujer en el mundo que ha podido quedar embarazada y que debe llegar a salvo a las instalaciones secretas de Proyecto Humano, una mítica organización que busca salvaguardar a la humanidad, cuya última esperanza podría ser la mujer encinta. Los Niños del Hombre representó, en ese entonces, su proyecto más ambicioso, no únicamente por la maravillosa propuesta de su argumento (el fin del mundo causado por algo desconocido, condenando a la humanidad a morir lentamente sin una sola luz de esperanza -y el cual fue escrito por el mismo director junto con Timothy J. Sexton, David Arata, Mark Fergus y Hawk Ostby con una ligera base en la novela Children of Men de P.D. James-), sino también porque, para la realización de esta apocalíptica historia, se requirió de un gran despliegue técnico, ya que se incluyen
elaboradísimos planos secuencia como la de la trágica emboscada del auto en medio del bosque o la grandiosa secuencia bélica donde Theo debe rescatar a Kee en medio de un ataque militar contra los terroristas nihilistas. Para tal osadía fílmica, Cuarón vuelve a llamar a Lubezki -tras su momentánea separación que significó el tercer capítulo de Harry Potter- y éste convierte las imágenes del filme en poderosas y violentas postales de un mundo violento y caótico, condenado a la extinción; aunque todos estos logros en los terrenos técnicos, no logran opacar a los detalles que involucran al factor humano del filme, es decir, a la historia por salvaguardar a la última esperanza de la humanidad y para ello no hacen falta más que las conmovedoras actuaciones de todo el elenco, por supuesto sobresaliendo entre ellos el gran protagonista de la cinta: Clive Owen, pues su personaje Theo es muy complejo; no es el típico hombre que se convierte en héroe de la noche a la mañana, aquí es un hombre común como cualquier otro que incluso en un principio se niega a ayudar a Kee, pero las circunstancias lo obligan a tomar una decisión, aunque es muy vulnerable, lleno de titubeos y con problemas para comprometerse con algo (o alguien). Con Los Niños del Hombre, Cuarón nos ofrece uno de los mejores filmes sci-fi de la década pasada; un filme muy oscuro sobre la condición humana y sobre el futuro del hombre, muy pesimista en ocasiones pero con un ligero brillo de esperanza.
P
ublicado por primera vez en 1959 en la revista Fantasy and Science Fiction, el relato corto All you zombies del autor estadounidense Robert A. Heinlein, es una provocadora historia de ciencia ficción que parte de una historia en extremo sencilla, para ir desgranando poco a poco una tesis sobre la identidad del ser humano, la imposibilidad de los viajes en el tiempo (o por lo menos no como los concebimos) y la inalterabilidad del destino (que tampoco resulta ser tal y como lo concebimos). Un hombre al que todos llaman 'la Madre Soltera' entra a un bar, y tras unos minutos de iniciar una conversación casual con el barman, comienza a relatarle la trágica historia de su vida arruinada por otro hombre, aunque el barman parece saber más de su vida de lo que alguna vez se hubiera imaginado. Esta es la premisa que plantea Heinlein en All you zombies, un relato que finalmente ha sido llevado a la pantalla grande de la mano de dos directores australianos, los
mano de dos directores australianos, los hermanos gemelos Michael y Peter Spierig; la actriz Sara Snook es la encargada de representar a 'la Madre Soltera' e Ethan Hawke hace lo correspondiente como el barman. La película, Predestinación (Predestination; 2014), así como el texto original, está principalmente sostenido por el relato en primera persona del personaje encarnado por Snook (quien resulta una verdadera actriz revelación), y el trabajo de los hermanos Spierig no es menos que extraordinario, puesto que su guion adaptado del relato de Heinlein no únicamente conquista la traslación de texto a imágenes con gran fidelidad, sino que también logra expandir el universo que en el papel apenas alcanza algunas breves páginas, llenándolo de detalles que enriquecen la anécdota y añadiendo una subtrama de thriller de acción que vuelve más compleja la historia y la transforma en una propuesta verdaderamente emocionante.
Predestinación es una sofisticada apuesta de cine sci-fi verdaderamente propositiva en la que, como buena cinta que aborde los viajes en el tiempo, no pueden faltar las paradojas de causaefecto y las teorías sobre el tiempo cíclico que escapa de las propuestas sobre su linealidad inexorable, y en donde también hacen acto de presencia los postulados como el de el eterno retorno. El filme que los gemelos australianos han preparado se desarrolla por momentos a manera de tragedia griega (Edipo es la referencia más clara), es un desesperanzador uróboro fílmico como no habíamos presenciado desde la aparición de Looper (2012), un fascinante, reflexivo y cerebral thriller sci-fi que mantiene latente la intriga de una forma precisa durante la hora y media de metraje, y cuyos giros en la trama tomarán por sorpresa a la mayoría de los espectadores, dejándolos con las ganas de volverla a ver.
E
n 1975, Inglaterra encontró una alternativa para evitar las listas de espera en los hospitales, entre los enfermos que requerían trasplantes. Se adaptaron colegios en los cuales se criaba y educaba a los especímenes, en una ambiente sano y tranquilo, aunque con estrictos límites. Se buscaba la convivencia entre los pequeños, ensayaban su contacto con el mundo exterior e incluso se les incitaba a participar con sus dibujos para exposiciones en una galería de arte. Esto no impedía que se contaran múltiples historias en torno a los muros de Hailsham, ni que los visitantes observaran de manera extraña a quienes ahí habitaban. Ya en edad adolescente, los humanoides eran destinados a granjas o lugares apartados, entre la naturaleza, donde podían continuar su convivencia, sin preocuparse por realizar un trabajo, pues les era facilitado lo necesario para vivir. Sólo debían mantenerse sanos; pero algunos, los de más edad, aprendieron a mantener una esperanza, basándose en el amor por su pareja, para posponer el comienzo del fin. Basada en la novela Never let me go de Kazuo Ishiguro, Mark Romanek dirige una historia futurista, o tal vez debamos llamar anacrónica (fuera de tiempo) o distópica (lejos de la utopía, bajo una fachada de benevolencia) ubicada a fines del siglo XX. Incluye algunos elementos tecnológi-cos, como los brazaletes de control y los personajes mismos, que no tienen mayor visión del mundo, excepto que llegará el momento de donar un órgano a alguien desconocido. Carey
Mulligan (Kathy), Keira Knightley (Ruth) y Andrew Garfield (Tommy), son los tres compañeros que pasarán la mayor parte de su vida juntos, probando los sinsabores de los amores frustrados y las metas inalcanzables, en medio de la incertidumbre generada por su origen y destino. Con un ritmo bastante tranquilo y utilizando un lenguaje propio de la época, muy al estilo de 1984 o Fahrenheit 451, sin profundizar demasiado en el resto de la sociedad sino concentrados en las historias de los personajes, se cuenta esta transición de la niñez a la edad adulta de los tres compañeros, haciendo énfasis a las crisis existenciales por las cuales pasamos todos los humanos alguna vez. La diferencia, por supuesto, es que al ser creaciones de laboratorio con un fin específico, se llega a cuestionar, ¿de verdad tienen alma? La crítica implícita al sistema productivo que rige a la sociedad del primer mundo buscando soluciones a su problemática, pareciera escaparse entre paisajes plácidos y actuaciones realmente dramáticas, muy al estilo del teatro japonés, en medio de planos melancólicos, carentes de contrastes, pero cargados de significado. Definitivamente una muestra de cine más bien contemplativo, no apto para personas que desconocen el argumento o entran a esa sala porque era la función que seguía; seguramente dirán con voz socarrona, palomitas en mano e inusitado protagonismo: “Y ahora, ¿quién me la explica?”…sin comentarios.
En la muy lograda ópera prima de Shane Carrut (de quien también hemos podido ver la interesantísima Upstream Color), cuatro personajes construyen aparatos complejos, uno de ellos con la capacidad de, entre otras cosas, realizar saltos espacio-temporales, obteniendo con ello la posibilidad de obtener casi cualquier cosa que se imaginen; aunque ahora el verdadero reto será sobrellevar la tensa relación que comienza a generarse entre ellos. Aunque es claro que Primer no es una cinta para todos los gustos, es una innegable pieza de ciencia ficción inteligente que se beneficia del limitado presupuesto (apenas $7,000 dls.) que obliga a su artífice (el mismo Carrut que funge como protagonista, director, guionista, productor, editor, director de fotografía y compositor del score original) a ingeniárselas para sacar adelante la película en la que lo más importante es la historia.
Ubicada en un futuro cercano, la ópera prima del director Duncan Jones (quien como dato curioso cabe señalar que es hijo ni más ni menos que de David Bowie) sigue a Sam Bell, un astronauta que ha vivido aislado durante tres años en una excavación en la Base Minera Sarang para la compañía Lunar Industries Ltd en la cara oculta de la Luna; pero cuando su contrato está a punto de expirar, y tan sólo unas semanas lo separan de su regreso a la Tierra -así como de su reencuentro con su mujer Tess y su hija Eve-, el navegante comienza a padecer el deterioro de su salud (dolores de cabeza, alucinaciones, etc.) y descubre un oscuro secreto que no será nada fácil de asimilar pues le atañe completamente. La trama podría parecer sencilla, pero conforme avanza la historia, ésta se va transformando en un claustrofóbico y emocionante relato retorcido. Una cinta hipnótica que en sus limitantes económicos (apenas $5 millones de dólares de presupuesto) encontró posiblemente la mayor de sus virtudes: centrarse en la credibilidad de la historia evitando grandilocuencias técnicas y enfocándose en la historia y su protagonista (un estupendo Sam Rockwell). En la Luna es ciencia ficción a la vieja escuela, un excitante y sorprendente thriller psicológico.
Joel y Clementine tienen una relación amorosa intensa y a la vez tóxica, hasta que optan por separarse. Joel trata de buscar a Clementine pero por alguna razón cada vez que la encuetra ella actúa como si no lo conociera, hasta que él descubre el motivo de tal indiferencia: Clementine, literalmente, lo ha borrado de su mente. Desconsolado y enfuerecido, Joel acude a "Lacuna Inc.", donde se someterá al mismo tratamiento para borrarla de su memoria para siempre. Sin embargo, conforme va avanzando el procedimiento, va recorriendo los rincones de su psique y volviendo a vivir agridulces anécdotas de cuando eran pareja, por lo que Joel se arrepiente y trata de salvar a Clementine, ocultándola en lo más recóndito de sus recuerdos. Gracias al genio visual de Michel Gondry, el original guión Charlie Kaufman y la química y buenas actuaciones de Jim Carrey y Kate Winslet, la cinta nos lleva a un alucinante viaje dentro de la mente humana. Eterno resplandor de una mente sin recuerdos nos habla del amor, de la importancia de los recuerdos, y demuestra que todas las personas que marcan tu vida se quedan ahí por alguna razón, por más que trates de olvidarlas... o borrarlas.
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ras ofrecernos una bestial ópera prima cargada de humor negro con la soberbia actuación de Ben Kingsley (Sexy Beast; 2000), una joyita incomprendida protagonizada contenidamente por la mega estrella hollywoodense Nicole Kidman (Birth; 2004), y tras una ausencia de diez años tras las cámaras, el cineasta londinense Jonathan Glazer regresa con Under the skin (2013), la libre adaptación de la novela homónima del autor neerlandés Michel Faber, la cual gira en torno a una hermosa alienígena que llega a la tierra con la exclusiva tarea de seducir hombres solitarios para ser abducidos y transformados en alimento por la corporación que la ha enviado a nuestro planeta. Al igual que ya lo hiciera en su trabajo anterior, Glazer recurre a una superestrella del la meca del cine para estelarizar su más reciente obra, y en esta ocasión toca turno a Scarlett Johansson ponerse bajo las órdenes de Glazer y encarnar a la impasible protagonista de este hipnótico y trágico cuento intergaláctico. El prólogo de Under the Skin se nos presenta como una psicodélica secuencia audiovisual que nos remite al clásico espacial de Stanley Kubrick, 2001: Una Odisea del Espacio (2001: A Space Oddyssey; 1968); en él se contextualiza la anécdota y nos es presentada la protagonista: una figura femenina completamente oscura revestida con materiales que emulan la piel y cabello de un ser humano común, para
después recibir capacitación lingüística intensiva y ser ella misma quien desnuda a una mujer inconsciente que ha sido abducida y se viste con las prendas de las que la ha despojado. Así emprende la cacería en las frías tierras de Glasgow, Escocia, donde la predadora comienza a recorrer sus caminos a bordo de una blanca furgoneta un tanto destartalada, pidiendo indicaciones a los incautos peatones sobre cómo llegar a algún lugar al azar, un destino cualquiera sin importancia, indicaciones que sólo son un pretexto para comenzar una charla con los humanos para tratar de averiguar si viven solos o en casa hay alguien esperando por ellos, puesto que con el tiempo se nos va revelando que sólo busca hombres solitarios, personajes deslucidos cuya desaparición no tendría impacto alguno en familiares o parejas, hombres que a quienes nadie extrañaría. Uno a uno, la atractiva mujer va embelesando a los hombres para guiarlos a una casa donde, después de un brevísimo y bizarro ritual de apareamiento perturbadoramente fotografiado por Daniel Landin y sonorizado por el extraño score de Mica Levi, son abducidos y posteriormente devorados de manera fulminante. Pero lo interesante de la cinta se presenta en su segunda mitad, cuando la protagonista, continuando con su cacería humana, conoce a un peculiar hombre al que, como sus instrucciones le ordenan, lo seduce y lo guía hacia el lugar donde será capturado, pero el
hombre provoca en ella un proceso de humanización que pone en peligro su misión y su vida misma. Glazer formula una reflexión existencialista a través de la catarsis interna de la protagonista, quien por primera vez es confrontada con las sensaciones propias de nuestra naturaleza: empatía, compasión, miedo, injusticia, amor, decepción, etc.; Under the Skin es un ejercicio magnético y onírico sustentado por la excelente interpretación de Scarlett Johansson, una actriz que ya en algunas ocasiones ha mostrado su talento histriónico, pero que muy recientemente sorprendió con su elegante interpretación vocal en la fantástica Ella (Her; 2013) de Spike Jonze; la estrella de Los Vengadores (Avengers; 2012) resulta perfecta para el papel y sostiene con gran aplomo el que se convierte en el papel de su carrera, pues sobre sus hombros recae todo el peso de la cinta al aparecer prácticamente en cada una de las escenas de la cinta donde ofrece un trabajo fenomenal. Under the skin es ciencia ficción elegante, un cine minimalista en su estilo visual pero oscuro, complejo y profundo en su disertación sobre eso que nos hace humanos, un trabajo que, como en Birth, retoma la figura femenina principal para someterla a la mayor de las barbaries emocionales y concluir con una impresionante y devastadora tragedia.
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a saga que germinó hace ya casi cuatro décadas en la mente del visionario cineasta George Miller regresó con Mad Max: Furia en el Camino (Mad Max: Fury Road, 2015), poseedora del mismo agreste espíritu post apocalíptico ochentero, pero combinado temerariamente con el frenético ritmo cinematográfico del nuevo milenio, ofreciendo así la más grandilocuente y efectiva cinta de acción de la que se tenga memoria en años recientes. Max Rockatansky, el metafórica y casi literalmente destrozado policía de Mad Max (1979) -convertido en las secuelas en el guerrero de la carretera- que lanzó a la fama internacional al joven australiano Mel Gibson, continúa tratando de escapar de los demonios de su trágico pasado aislándose del contacto humano tanto como le es posible. Pero pese a sus planes de continuar como vagabundo errante del desierto post nuclear, se ve obligado a unirse a un grupo de mujeres rebeldes lideradas por la implacable Imperator Furiosa, quien a bordo de un mastodóntico War Rig, busca escapar de Immortan Joe, el tiránico Señor de la Guerra que moviliza todas sus tropas a través del colosal desierto para recuperar lo que le pertenece. En esta cuarta entrega de la franquicia, el reconocido actor británico Tom Hardy toma la estafeta como el desquiciado protagonista y lo hace con una salvaje naturalidad impresionante, pues con los escasos diálogos que caracterizan a Max, logra hacer suyo a este ícono post-apocalíptico de la gran pantalla a través de su magnética personalidad y su imponente presencia. Charlize Theron, como Furiosa, se muestra encomiable en este rol agresivo pero a la vez vulnerable y emocional, y cuya historia personal reviste al filme con un aura de espiritualidad muy poderosa. Ambas celebridades crean una fórmula histriónica explosiva en la pantalla, y junto con Nicholas Hoult como el ingenuo Nux y Hugh Keays-Byrne (quien regresa a la saga detrás de una máscara tras haber dado vida al villano central de la cinta original: Toecutter) encarnando aquí al sádico villano Immortan Joe, son fundamentales para
el funcionamiento de la cinta, cada uno de ellos dándolo todo en papeles física y mentalmente demandantes. Mad Max: Furia en el Camino (Mad Max: Fury Road) es una trepidante persecución de dos horas que apenas se permite algunos breves momentos de sosiego a los que recurre para desarrollar una historia de supervivencia, venganza y redención. El guión se estructura de manera sencilla pero con un poderío extremo: en medio de la frenética aventura hay guiños directos hacia el empoderamiento del sexo femenino en un mundo decadente donde la oportunidad para los hombres como seres salvadores de la raza humana es cada día menor ¿Recuerdan que Lucy (2014), de Luc Besson planteó algo similar sobre la ineptitud masculina ante el desastre apocalíptico? Pues más o menos por ahí va el asunto: machismo y misoginia con pronta fecha de caducidad; los que lo asimilen podrán sobrevivir bajo un estado femenino, los que se nieguen a creer en dicha solución, seguramente quedarán condenados. George Miller ha logrado crear una delirante y frenética ópera western-steam punk cuya estética de cine de serie B permanece intacta y más feroz que nunca, redefiniendo con ella el término blockbuster y suministrando también el combustible necesario a la franquicia para seguir por mucho, mucho más tiempo. Con la menor utilización posible de efectos digitales, el director nos regresa a ese cine de la vieja escuela, cine salvaje y espectacular con personajes retorcidos y delirantes, con humor negro, mordaz y loco que nos trasporta a un mundo donde el fuego y la arena nos revientan en la cara para brindarnos una experiencia cinematográfica emocionante y compleja que no se queda sencillamente en el visionado de cualquier mediocre película de acción sobre ruedas a las que Hollywood nos tiene acostumbrados. Mad Max: Furia en el Camino está a años luz de ser una cinta más de acción, es una estimulante experiencia fílmica que nos llena las venas de adrenalina y que está destinada a convertirse en "el nuevo clásico de culto del cine de acción y de la ciencia ficción apocalíptica".
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uestro sol está muriendo. La humanidad enfrenta la extinción. Hace siete años el proyecto Icarus envió una misión para reencender al sol pero la misión se perdió antes de llegar a la estrella. Hace dieciséis meses, yo, Robert Capa, y una tripulación de siete dejamos la Tierra congelada en un invierno solar. Nuestra carga es una bomba estelar con una masa equivalente a la Isla de Manhattan. Nuestro propósito es crear una estrella dentro de una estrella. Ocho astronautas atados a una bomba. Mi bomba. Bienvenidos al Icarus II.” Con estas palabras del protagonista (Cillian Murphy), y con el espacio profundo como escenario de dicha premisa, el cineasta británico Danny Boyle comienza la exploración de la naturaleza humana en situaciones límite a través de una vertiginosa aventura interestelar plagada de homenajes a filmes clásicos de la ciencia ficción como Blade Runner, Alien, y muy especialmente, 2001: A Space Odyssey. En Alerta Solar, a la vez que la tripulación de la nave se adentra en el universo, también escarban en sus conciencias y exponen sus inquietudes sobre la existencia de la humanidad, realizan un viaje introspectivo en el que no todos encontrarán cosas agradables y pondrán en peligro la misión.
Alerta Solar sobresale de otras cintas de ciencia ficción de la industria fílmica al plantear cuestionamientos sobre el origen y propósito del hombre como especie; pero además de proyectar interrogantes sobre los personajes, lo hace también sobre el público, pues en estos tiempos donde la ciencia puede lograr casi todo, la cinta abre un debate sobre si es correcto que el hombre no acepte los designios naturales que han condenado al Sol a la muerte e intervenga para prolongar su existencia a través de una nueva vida creada de manera artificial. En otra lectura, el filme habla también de esa necesitad humana de tener a alguien más grande que uno mismo, de esa búsqueda por un ser supremo ya sea una deidad maquilada o un astro como el Sol, pues a final de cuentas, eso es lo que es ésta estrella para nuestro Sistema Solar, un dios. Alerta Solar es una cinta oscura y pesimista (obvio, es de Boyle), que sin embargo, brinda un destello de esperanza con un final por demás espiritual y (literalmente) de cara al Sol; un encuentro cara a cara con nosotros mismos, con la fuente de nuestra vida y con algo que va más allá de nosotros, que está más allá de nuestras conciencias, algo que siempre nos supera.
La ópera prima de Nacho Vigalondo es una de las películas españolas más propositivas de lo que llevamos de este siglo; la anécdota parte de un hombre que, al descubrir con sus binoculares a una hermosa joven en lo profundo del bosque e intentar encontrarla personalmente, es atacado por un extraño personaje armado con unas tijeras y con el rostro cubierto con vendajes rosados. Al escapar milagrosamente del ataque, el hombre descubre en el bosque un laboratorio en el que existe una máquina que ofrece la posibilidad de viajar en el tiempo, pero el hacer uso de este descubrimiento será sólo la primera de las catástrofes que se desatarán. El inquietante thriller Los Cronocrímenes juega con los saltos en la temporalidad para construir uno de los relatos más entretenidos, ingeniosos y originales de viajes en el tiempo.
Dom Cobb es un astuto fugitivo marcado por la muerte su esposa y por no poder estar junto con sus hijos. Un empresario japonés de nombre Saito le ofrece limpiar su expediente legal a cambio de una misión. Dom es un experto en adentrarse a los sueños de las personas y robar ideas e información, pero ahora el reto es mucho mayor que eso; en esta ocasión debe 'implantar' una idea en la mente del heredero de una empresa rival de Saito. Esta es una misión mayor por lo que Cobb necesitará un grupo de expertos en distintas área para ayudarlo, juntos viajaran por las distintas etapas del sueño hasta llegar a la más profunda de ellas, que es donde sembraran la idea, pero tendrán que luchar contra la presencia y recuerdos de Dom en forma de su difunta mujer, cuya muerte lo atormenta al creer que él es responsable de ella. Es raro que un blockbuster de esta magnitud con un guión más elaborado que la mayoría de superproducciones haya tenido el apoyo económico, pero después de lo logrado con The Dark Kknight, nadie pude decirle que "no" a Christopher Nolan, y esto derivó en El Origen, que ya es un clásico sci-fi de nuestra era.
Cuando el Apocalípsis llegue, probablemente no tengamos que recurrir a medidas tan drásticas como en el futuro planteado en la clásica cinta Cuando el Destino nos alcance (Soylent Green, 1973), posiblemente sólo tendremos que abandonar nuestro planeta porque lo hemos dejado inhabitable y nos veremos obligados a vivir en una gigantesca nave generacional -otro clásico recurso que les encanta a los autores de ciencia ficción- que servirá como un Arca que resguardará el futuro de nuestra especie, aunque ésta esté compuesta solamente por personas hiper obesas acostumbradas a la inanición que conlleva el no requerir hacer absolutamente nada para satisfacer sus necesidades básicas pues ya todo está listo para el consumo... ¡ya ni es necesario masticar! Así de fuerte es la imagen que esboza la obra maestra de Pixar sobre un robot solitario que debe realizar la titánica labor de limpiar nuestro planeta para que sea habitablenuevamente, sin embargo, le llegada de una nave de reconocimiento y el contacto con la ultratecnológica Eva, le harán vivir las más emocionantes aventuras
Cinta apocalíptica en la que un chef y una científica (interpretados por Ewan McGregor y Eva Green respectivamente) comienzan un romance a la par que una misteriosa epidemia global comienza a privar de los sentidos a toda la raza humana. Olfato, gusto, vista, oído... tacto; una a una y en ese estricto orden, las capacidades sensoriales se van evaporando sin siquiera dar tiempo de ponerle un nombre a la recién nacida 'enfermedad'. En un mundo oscuro, colapsado y sin sensaciones, sólo queda recurrir a los brillantes momentos que pueden ser provistos por las emociones y los recuerdos.
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i bien, todo el mundo está esperando ansioso por la nueva de Star Wars… ¿cuántas eran? La verdad es irrelevante, yo quiero hablarles de una película que vi este año, y estoy segura que les dejaría más que cualquier otra de la saga de las galaxias. La ciencia ficción es sobre ideas, por lo cual es raro ver películas sobre ella bien hechas en la pantalla grande, crear algo comercial apegado al espectáculo es realmente lo que se nos da ahora, algo llamado: ciencia ficción vendible. Ex machina es el debut como director de Alex Garland, un novelista y guionista británico (28 days later, Sunshine). Empieza como un thriller sobre un programador joven (Domhnall Gleeson), llamado para trabajar por un tipo Dr. Frankenstein carismático (Oscar Isaac). Poco a poco descubriendo que en los planes de este científico para crear inteligencia artificial es un tanto preocupante y hasta algo enferma. Pero incluso como se van revelando cosas y comienzas a sentir que el terror y la violencia es inevitable, la película nunca pierde control sobre lo que trata; este es un film comercial raro en la que cada escena, secuencia y composición profundizan los temas del guión, y cuando el final sangriento llega parece menos predecible que inevitable y correctamente utilizado. El científico Nathan (Isaac), ha traído al programador Caleb (Gleason) a su hogar, un laboratorio en las montañas,
lo ha asignado a un prototipo de un robot “hembra”, Ava interpretado por Alicia Vikander, para determinar si de verdad tiene conciencia o es solo una simulación bien creada. La historia es emocional e íntima en ocasiones, a veces sofocante. Las conversaciones de Caleb con Ava se presentan como secciones narrativas discretas, tituladas como los capítulos de un libro. Estas secciones se intercalan con escenas entre Nathan, Caleb y la novia de Nathan; Kyoko (Sonoya Mizono) una mujer frágil y aparentemente muda. Debido a que la película está llena de sorpresas, la mayoría de ellas de los personajes, trataré de describir Ex Machina en términos generales. A pesar de haber hecho un film en el que 2 de los cuatro personajes principales son mujeres, y dejando claro que la prueba real del científico tendrá un componente sexual, nunca parece explotar a los personajes o abusar de las situaciones. Garland, ha demostrado un gran interés en la organización de la sociedad, la tensión entre la necesidad de reglas y el abuso de autoridad y la forma en que los roles de género que dominó durante miles de años pueden envenenar las relaciones puras. Del mismo modo, Ex Machina es sobre hombres y mujeres y como sus identidades son construidas por la sociedad dominada por el hombre tanto como por la biología. Nathan se rebela contra el estereotipo del nerd viviendo como un hombre
fiestero, bebiendo en exceso, bailando disco y reaccionando con desprecio cada vez que Caleb muestra simpatía por Ava. Ya es bastante malo que Nathan quiera jugar a ser Dios, lo que es peor es que él anhela recrear la feminidad a través de circuitos y carne artificial. Su visión de la mujer parece estar creada por revistas eróticas y videojuegos dirigidos a los adolescentes. En la manera en que Ava va apareciendo más central en la historia, la película adquiere un tono de cine negro, con Nathan como el marido abusivo o padre, como a menudo se encuentran en estas películas, Caleb como el joven despistado herido, y Ava como una doncella en angustia, pero no tan indefensa como parece en primer lugar. Los momentos más intensos son las conversaciones tranquilas que se producen durante los apagones de energía, cuando Ava confiesa su miedo a Caleb y le pide ayuda, parece genuinamente angustiada pero siempre estamos recordando que ella es creación de Nathan. Podría ser una simulación o simplemente otra proyección del creador. En todo momento, Garland crea la tensión y la acumula lentamente sin bajar el ritmo. Demuestra tener un ojo preciso para la composición, haciendo hincapié en los seres humanos y los robots como figuras encantadoras pero preocupantes en una era fría y peligrosa de la tecnología. El final es mayormente satisfactorio cuando llega. Este es un film clásico. Muy recomendado.
T
ras algunos cortometrajes, y una vez reconocido de manera internacional con su interesantísima cinta El Huesped (The Host -2006-), el director surcoreano Bong Joon-ho presenta su primera cinta rodada en inglés, con la que vuelve a adentrarse en las historias de ciencia ficción, pero esta vez agregando a la premisa algunos elementos de la teoría marxista y del concepto del motor inmóvil de Aristóteles. La obra en cuestión, Snowpiercer (2013), tiene lugar en un mundo apocalíptico donde, tras un accidente ocurrido durante un experimento con el que se buscaba 'enfriar' la Tierra ante el implacable calentamiento global, la escasa humanidad que sobrevivió a la glaciación global habita ahora en un tren que recorre incansablemente el planeta, completando una vuelta entera cada 365 días. En esta especie de Arca de Noé del nuevo milenio -y que, de hecho, lleva por nombre 'El Arca'-, los sobrevivientes para variar y no perder la costumbre- están divididos en marcados estratos sociales, a los cuales les corresponden sus respectivos vagones: la clase proletaria se mantiene en los últimos vagones padeciendo hambre, frío y toda clase de vejaciones, mientras que la élite se ubica en los primeros coches del imparable vehículo disfrutando de todas las comodidades y entregándose a los excesos, aunque reservando la sofisticada locomotora -donde se alberga el mítico motor eterno- para su creador, el legendario, visionario y -por casi todos- alabado Señor Wilford. Una revolución generada en los últimos vagones del tren, detona la acción de esta inusual propuesta dentro del género sci fi. Giliam (John Hurt), un anciano proletario al que ya le han amputado -como castigo en revueltas infructuosas previas- sus dos extremidades inferiores y sólo le queda una superior, organiza y dirige la secreta revuelta en contra de los regentes dentro del tren, mientras que Curtis
(Chris Evans) y Edgar (Jamie Bell), son los líderes del movimiento encargados de llevar al resto de los amotinados hasta el frente del tren para tomar el control y establecer el balance social. Es el propio Joon-ho, junto con Kelly Masterson, quien adapta al cine la novela gráfica de Jacques Lob, Benjamin Legrand y Jean-Marc Rochette, logrando una desquiciada e invernal aventura sobre las vías, es una propuesta visualmente deslumbrante e intelectualmente satisfactoria, posee el equilibrio perfecto entre forma y fondo, acción y discurso logran empatarse a la perfección para ofrecer un entretenimiento muy inteligente. Snowpiercer lo mismo ofrece secuencias de acción logradísimas, como también brinda un discurso económico-político-social de gran alcance, pues no sólo habla de la desigualdad en la repartición de la riqueza, sino que también -y como ya se mencionó brevemente en el primer párrafo de esta crítica- ofrece una alusión a algunas ideas de la teoría marxista, la cual considera a los trabajadores como una mano de obra que puede equipararse con alguna cantidad determinada de dinero, es decir, que se puede adquirir; esta idea se deja planteada de una manera extraordinaria por Mason (una Tilda Swinton casi irreconocible), quien después de un insignificante amotinamiento que involucró un zapato como proyectil, les hace saber clara y llanamente -a través de un efusivo mini discurso/regaño- cuál es el lugar que a la 'prole' le corresponde: la cola del tren. Ya en la última parte del filme, también se abordan otros temas no menos interesantes: el primero, es que se hace referencia al concepto del motor eterno planteado por Aristóteles, una clase de energía no física capaz de auto perpetuarse y creada por el Sr. Wilford (¿Dios?), interpretado por Ed Harris; en segundo lugar, y el que me pareció un tema mucho más atractivo desde mi muy
particular y subjetiva perspectiva, es el de las revoluciones como parte fundamental del sistema, pues son estos movimientos armados los que, generándose se manera esporádica a lo largo de la historia humana, de alguna manera sostienen y mantienen funcionando al sistema como una máquina perfectamente lubricada para que puede seguir corriendo a la perfección, al igual que el tren. Snowpiercer es una muy estimulante aventura claustrofóbica que va a satisfacer por igual a aquellos quienes busquen meramente entretenimiento y, a la vez, a quienes estén en pos de una propuesta arriesgada con múltiples lecturas; a través de esta distopía, Joon-ho hace un crítica hacia una sociedad asquerosamente capitalista, como la imperante en estas latitudes en las que nos encontramos, es de esas propuestas que el cine de acción y ciencia ficción casi nunca ofrecen, o por lo menos no el cine hecho en hollywood -aunque lo hayan intentado con la muy fallida Elysium, posiblemente por eso Harvey Weinstein, cuya compañía fue la distribuidora del filme en los Estados Unidos, quería que la película se editara y se le recortara alrededor de cuarenta minutos, y al parecer nunca sabremos si esta censura era buscada porque no le gustó la aproximación hacia la sociedad capitalista que propone el filme o porque tiene una idea tan equivocada del público estadounidense que pensó que nuestros vecinos del norte no comprenderían esta cinta. Sea cual sea la razón, lo que se agradece al final de cuentas es que la censura no haya prevalecido y la película se vaya a estrenar, en Estados Unidos, de manera íntegra y sin ningún corte; para México, las cosas no pintan mejor, y no por el tema de la censura, sino por el poco interés de las distribuidoras para traernos este film, ojalá que eso cambie muy pronto, mientras tanto, que aquí quede la recomendación para disfrutar de este filme en cuanto se pueda.
H
ace tres años Superman tuvo su reboot en la gran pantalla con El Hombre de Acero (Man of Steel) bajo las órdenes de Zack Snyder quien regresa para dar continuidad a la historia del kryptoniano con Batman vs Superman: El Origen de la Justicia (Batman v Superman: Dawn of Justice), cinta en la que, como tiene bien a señalar su título, comienza a sentar las bases del universo fílmico de DC Comics –que planea el lanzamiento de nueve cintas durante los próximos cuatro años– presentado a otros personajes como Batman y Wonder Woman que eventualmente dará pie a la primer película de la súper agrupación 'La Liga de la Justicia' –prevista para su lanzamiento próximo año. Tras un breve flashback introductorio del asesinato de los padres de Bruce Wayne a la salida de un cine –con una genial referencia al estreno de Excalibur (1981), de John Boorman–, la cinta salta inmediatamente a la acción detonante de la trama con el clímax de El Hombre de Acero con Superman y Zod en encarnizada batalla, pero todo visto desde la perspectiva de Bruce Wayne en un evidente paralelismo a los atentados del 9/11. La destrucción de gran parte de la ciudad –incluyendo el edificio de la Financiera Wayne donde murieron decenas de trabajadores y ami-
gos del millonario– causada por el enfrentamiento de los recién expuestos semidioses, hace que Wayne perciba al llamado Superman como una amenaza para todo el planeta, por lo que comienza la preparación para acabar con él. Con el personaje de Clark Kent/Superman (Henry Cavill) ya establecido y desarrollado como un héroe novato en un nuevo universo en la pantalla grande en El Hombre de Acero, éste ocupa un lugar un tanto secundario con respecto al tiempo en pantalla que tiene el ya veterano encapotado. Y es que más que el Último Hijo de Krypton tenga un desarrollo menor, es más bien su presencia, sus acciones y las consecuencias de éstas en el mundo lo que sirve como impulso para el desarrollo del vigilante de Gotham, pues para éste ha llegado su momento de ser refabulado en el cine ahora bajo la piel de Ben Affleck, quien a pesar de su conocida capacidad histriónica limitada hace un trabajo convincente –alejado del sobrio y psicológico personaje de la saga de Nolan– como un cansado y atormentado millonario y su brutal y aterrador alter-ego, cuya primera aparición en la cinta se hace a través de un tratamiento cercano al cine de terror clásico, una suerte de ser vampírico que acecha en silencio amparado por las sombras.
Por su parte, Diana Prince/Wonder Woman –el otro elemento de la famosa Trinidad DC– se presenta como un personaje enigmático que se ve emparejado con Batman en sus destrezas detectivescas; la modelo Gal Gadot da vida a una mujer elegante, siempre exaltando su feminidad incluso cuanto se transforma en la amazona aguerrida que pareciera disfrutar de los enfrentamientos cuerpo a cuerpo, pues en más de una ocasión esboza una sonrisa desvergonzada en medio de la encarnizada batalla climática del filme. Se trata de un personaje magnético que roba cada secuencia en la que aparece, generando una gran curiosidad por conocer sus orígenes y su historia, haciéndonos desear ver ya su película en solitario. En los secundarios tenemos nuevamente a Amy Adams como Lois Lane que ahora deambula entre ser un personaje pro activo y una damisela en apuros a la que Superman rescata en tres ocasiones a lo largo de la cinta; el Perry White de Laurence Fishbourne está mucho más cercano al amarillista J.J. Jameson que al editor comprometido de un importante diario; y la adición al reparto de Jeremy Irons como un sarcástico Alfred, quien es más que un simple mayordomo para Bruce Wayne, es una de las mejores decisiones de casting.
La película está plagada de buenas reflexiones sobre las consecuencias que tienen las intervenciones de un ser omnipotente en una sociedad siempre inconforme. Las disertaciones de Snyder se ven sólidamente apoyadas de manera más que eficaz por la fotografía de Larry Fong, recurrente colaborador del director con quien trabajó también en sus cintas 300 (2006), Sucker Punch (2011) y Watchmen: Los Vigilantes (Watchmen, 2008), quien crea un sobresaliente discurso visual muy cercano al lúgubre tratamiento de ésta última cinta en la que igualmente se cuestionaba –y reprobaba– la existencia de los superhéroes en una era política y socialmente violenta y convulsa. Además, la manera en la que se nos van dando pistas sobre la existencia de los metahumanos –personajes con superpoderes como Flash (Ezra Miller), Aquaman (Jason Momoa) y Cyborg (Ray Fisher)– se hace de una manera orgánica dentro de la trama central. Pero no obstante la riqueza de su discurso y trasfondo político-social, éstos aspectos se ven opacados por varios fallos como un Lex Luthor (Jesse Eisenberg) retratado como una suerte de Mark Zuckerberg psicópata mucho más cercano a un demencial Joker que a lo que en realidad debería ser: 'la mente criminal más famosa de nuestros tiempos'. Conjuntamente, tiene varios huecos argumentales que evidentemente se generaron por la decisión de adaptar y unir dos importantes y complejas historias de las viñetas en una sola cinta: primero tenemos la trama del anticipado enfrentamiento de los héroes inspirándose en la obra de culto The Dark Knight Returns de Frank Miller; y luego tenemos el arco narrativo de La Muerte de Superman con Doomsday como villano principal
-además de insertar algunos elementos del videojuego Injustice-. Al querer juntar ambas historias da como resultado una amalgama de subtramas inconexas en ciertas ocasiones, o con poca lógica en varias más –como la parte en la que Lex Luthor crea a Doomsday con la tecnología kryptoniana con una facilidad completamente inverosímil, o como las nulas motivaciones que tiene este megalómano villano para acabar con Superman (porque no, sus enfermizos traumas paterno-filiales no son lo suficientemente sólidos para justificar su obsesión de acabar con Superman)–, y que también merman el ritmo de la cinta, sobre todo en la primera mitad con un ritmo desigual, causando que la segunda mitad, por el contrario, se sienta apresurada a resolver las situaciones –la mayoría a través de acontecimientos Deus ex Machina– que precipitan el desenlace con un clímax saturado de efectos especiales, aunque de estupenda manufactura. De esta manera, tenemos una cinta con la que Snyder busca conciliar el espectáculo de las cintas veraniegas con un trasfondo religioso, político y social a través de la metáfora del desencanto en el que vive la humanidad entera al verse enfrentados a la sorpresiva existencia de un ser cuasi divino como Kal-El. Impecable en su parte técnica pero un tanto dispersa en su desarrollo y tambaleante en su narrativa, Batman vs Superman: El Origen de la Justicia tiene partes deslumbrantes que hace que valga la pena. Mantiene el entretenimiento de El Hombre de Acero y se acerca a la profundidad de Watchmen con las suficientes pinceladas de oscuridad introspectiva que lleva al superhéroe más grande de todos los tiempos a convertirse finalmente en un símbolo de inspiración y esperanza para todo el mundo.
E
l nuevo producto del imperio Marvel, Captain America: Civil War, llega bajo una estrategia de marketing bastante engañosa, utilizando el nombre de la ya mítica saga impresa Civil War con el simple objetivo de crear expectativa alrededor de ella, cuando en realidad se trata de una suerte de Soldado del Invierno Parte II dejando de lado -y desaprovechando vergonzosamente-, una de las mejores tramas de la serie impresa en la Historia de las viñetas y sólo se limita a hacer algunas referencias de a la historia editada en papel hace una década. La «Guerra Civil» en la película comienza a gestarse tras la más reciente intervención internacional de Los Vengadores en la que accidentalmente mueren -otra vez- civiles inocentes; ésto, aunado a los acontecimientos y daños colaterales de las batallas presentadas películas previas -Nueva York, Washington D.C. y Sokovia- lleva a la ONU a presentar medidas de seguridad extrema a través de un acta de registro de superhéroes que determinará cuándo y cómo deben intervenir de ahora en adelante estos poderosos personajes en cuestiones políticas globales. Por supuesto la división de bandos es inevitable, y mientras que IronMan, Black Widow, Vision, War Machine, Black Panther y Spider-Man están de acuerdo con estas medidas, el Capitán América, Winter Soldier, Falcon, Scarlett Witch, Hawkeye y Ant-Man se convierten en una suerte de fugitivos al margen de la nueva ley. El conflicto crece aún más cuando ocurre un atentado y el principal sospechoso es Bucky Barnes, quien parece estar nuevamente bajo el control de H.Y.D.R.A., por lo que los superhéroes que ahora reciben órdenes directas del gobierno
buscan atraparlo, el grupo de los ahora considerados «criminales» buscan llegar primero a él considerando la gran amistad que ligaba el presunto terrorista con Steve Rogers y la sospecha de que alguien está operando desde las sombras para manipular la situación. A grandes rasgos, esta es la premisa de Captain America: Civil War, una película en la que las implicaciones políticas del conflicto son abandonadas a la mitad de la historia para ceder terreno a las venganzas y resentimientos personales de los héroes que harán sangrar a ambos lados de Los Vengadores, aunque realmente jamás llegamos a ver en pantalla las verdaderas y contundentes consecuencias de la batalla: tras el detonante de la trama, el tema del registro de superhéroes -una cuestión ya planteada con más profundidad en otras historias como la primera película de la saga X-Men (2000), de Bryan Singer- se olvida por completo por el resto del metraje -así que olvídense del arácnido superhéroe revelando su identidad a los medios como en uno de los momentos cumbre de la saga impresa ni sus dudas sobre si, al final, eligió el bando correcto-, tampoco hay bajas definitivas en ninguno de los bandos -ni siquiera ese personaje que iba a tener secuelas permanentes tras la batalla y por el que hubo un gran momento dramático a la mitad de la película parece quedar muy dañado en el desenlace tras la casual y oportuna intervención de la tecnología Stark-, ni mucho menos existen las consecuencias políticas que sí están presentes y de manera decisiva en la serie de los cómics y que, teóricamente, eran el origen y sustento de este tan anunciado conflicto.
Sin embargo, pese a estos desaciertos, la película de los hermanos Russo tiene grandes momentos y todo lo necesario para un cumplidor blockbuster, tiene un guión sólido que, a pesar de no alcanzar el nivel de complejidad que necesitaba la historia, sostiene cabalmente la trama y presenta oportunamente a los nuevos integrantes del Universo Cinematográfico Marvel como el príncipe T'Challa (a.k.a. Black Panther) -a pesar del falsísimo acento con el que lo encarna el actor Chadwick Boseman- y, por supuesto, el muy esperado ingreso de Peter Parker/SpiderMan con la excelente interpretación de Tom Holland como el superhéroe preparatoriano. En resumen, Captain America: Civil War es un producto con una solidez argumental por encima de la media en el cine de superhéroes, y aunque desaprovechó una de las mejores historias del noveno arte y no está exenta de huecos argumentales, diálogos trillados -la última línea de la cinta (que sale de los labios de Black Panther) la hemos escuchado en 8 de cada 10 películas de acción desde que nació el género-, varios cabos sueltos y actores desperdiciados -¿En serio no podían darle un papel más relevante a Martin Freeman? ¿Daniel Brühl se merecía ser ese villano 'indirecto' tan gris y anodino con motivaciones apenas señaladas? ¿No se merecía Marisa Tomei más de las tres líneas que tiene en la cinta?-, es lo suficientemente consistente para mantener su metraje de dos horas y media; un trabajo ligero y de alta calidad dentro del cine comercial que se agradece en estas épocas en la que la cartelera está repleta de basura.
L
a figura de la Bruja en la cinematografía, la pantalla chica y la literatura, ha sufrido un fenómeno similar a la de su primo el Vampiro. La deformación de su esencia folclórica primigenia la ha llevado casi al punto de lo irreconocible para explotarla como protagonista/antagonista de las más insulsas historias de pseudo terror y la fantasía light. La última vez que una pieza cinematográfica le hizo justicia a la Bruja como figura mítica fue hace casi dos décadas con El Proyecto de la Bruja de Blair (The Blair Witch Project; 1999. Daniel Myrick y Eduardo Sánchez), y por supuesto, esta representación está muy lejos de la imagen comúnmente se materializa en el cine y la televisión, como por ejemplo, las brujas diametralmente opuestas de El Mago de Oz (The Wizard of Oz; 1939); la cándida bruja de Hechizada (Bewitched; 1964-1972); la ñoñísima Sabrina: La Bruja adolescente (Sabrina: The Teenage Witch; 1996-2003); las darketas wannabe de Jóvenes Brujas (The Craft, 1996) –quienes, por cierto, ya nos amenazan con una tardía (e innecesaria, evitendemente) secueña–; las guapas pero histriónicamente incapaces chicas de Hechiceras (Charmed; 1998-2006); las intensas y pseudo intelectuales brujas que leen a Burroughs en Hermosas Criaturas (Beautiful Creatures; 2013); las pelirrojas villanas de las espantosas Hansel & Gretel: Cazadores de Brujas (Hansel & Gretel: Witch Hunters, 2013) y El Séptimo Hijo (Seventh Son; 2014); las bizarras mujeres de Las Brujas de Zugarramurdi (2013); y finalmente, las brujas que ha perpetuado la mitología edulcorada de Disney y su reciente salto a las versiones live-action como Maléfica (Maleficent; 2014) y en la pantalla chica, en la insufrible telenovela que quieren hacer pasar por serie Once Upon a Time (2011-). La bruja antagonista del clásico noventero de culto ya mencionado, por el contrario, es una presencia siniestra
imperceptible a la vista –tanto de los protagonistas como del público– pero que indudablemente pueden percibir hasta la médula los tres incautos protagonistas que quedan atrapados en un bosque de Maryland del que nunca logran salir. En un tono similar se presentó La Bruja en el Festival de Cine de Sundance en su edición de 2015, donde recibió el premio al Mejor Director para el debutante Robert Eggers; además, el boca a boca le hizo ganarse casi inmediatamente el estatus de clásico de culto y muchos la han nombrado como la mejor película de horror en lo que va del milenio. Pero a diferencia de "El Proyecto de la Bruja de Blair", presentada bajo las convenciones del ahora muy socorrido subgénero «found footage» (pietaje encontrado) la ópera prima de Eggers se distingue por recurrir a una "escrupulosa" recreación histórica de la Nueva Inglaterra durante la primera mitad del siglo XVII, época en la que se sitúa la historia de una familia expulsada de una de las colonias británicas tras una disputa con las autoridades de la iglesia cristiana de la comunidad. La familia se asienta a las orillas de un denso bosque donde una presencia extraña comienza a acecharlos y termina por robarles al bebé de la familia. Este trágico suceso es tan sólo el comienzo del calvario al que Eggers somete a esta familia cuyos pilares se van desmoronando por la incertidumbre y la paranoia que germina en las entrañas de la casa, comenzando una batalla de acusaciones unos a otros sobre la culpa de la situación. La Bruja es un trabajo sobresaliente por donde se le mire: la historia, pese a lo sencilla –casi siempre esas son las mejores–, funciona porque sabe capturar la idiosincrasia y el fanatismo religioso de la época colonial respecto a los temas que involucran fenómenos sobrenaturales. Recordemos que esto ocurre tan sólo cincuenta años antes de los famosos juicios por brujería en Salem, cuando los colonos no sabían
distinguir los sueños y/o alucinaciones de la realidad, pues para ellos todo era «real», una época en la que todos los sucesos desafortunados -la desaparición del recién nacido, las tierras estériles, etc.- eran adjudicados a un castigo divino por la carencia de pureza espiritual, y donde el miedo y la misoginia fueron factores decisivos para el origen y acrecentamiento del pánico colectivo que después se traducirían en la quema de las presuntas «brujas». La puesta en escena, a pesar de estar estilizada con sutiles pinceladas expresionistas, recrea los inicios del siglo XVII con una fidelidad tan asombrosa que, en ocasiones, la hace parecer un documental que registra la cotidianidad de esta familia caída en desgracia económica, familiar y religiosa. Por su parte, la exhaustiva investigación del director sobre los casos paranormales relacionados con brujas que se documentaron en la época, dan la suficiente solidez al guión para jugar -como buen thriller psicológico- con las ambigüedades en las situaciones, manteniendo así al público en una perpetua angustia extrema con macabras atmósferas, chirriantes violines y astutos juegos visuales de perturbadora belleza que crean sensaciones de incomodidad y ansiedad que se quedan bajo la piel por un buen tiempo tras haber finalizado el filme. Robert Eggers ha dado vida de esta forma a un clásico instantáneo del cine de terror contemporáneo, un filme muy bien logrado tanto en su forma como en su fondo que no sólo vuelve a colocar a las brujas en su lugar de culto y respeto como figuras escalofriantes y perturbadoras, sino que también desafía los convencionalismos que este género cinematográfico se ha encargado de sobre explotar en las últimas décadas, llevándolo al deplorable estado en el que se encuentra. La Bruja es la película de terror del año, y muy probablemente, la más original de la década.
A
casi un año de su estreno mundial en Cannes, llega con el premio principal de la sección 'Un certain regard' bajo el brazo la cinta islandesa Carneros (Rams / Hrútar), del realizador Grímur Hákonarson, quien nos sitúa en un remoto valle de Islandia cuya única sustentabilidad económica depende de la crianza de los tozudos ovinos que bautizan al filme. En este minúsculo pueblo conviven –entre otros– Gummi y Kiddi, dos hermanos septuagenarios que se encargan de granjas vecinas pero que, por una razón que nunca nos es revelada aunque se intuye trágica, no se han dirigido la palabra durante las últimas cuatro décadas. Durante uno de los torneos anuales que se realizan para elegir al mejor ejemplar del ganado, la ya conflictiva situación entre los hermanos se agrava cuando Kiddi obtiene el primer lugar del concurso, mientras Gummi se tiene que conformar con la segunda posición. Sin embargo, el punto de inflexión en la trama sucede cuando una plaga comienza a diezmar a los carneros de distintas granjas, por lo que las autoridades sanitarias ordenan el sacrificio de todos los animales criados en el valle para poder erradicar el proble-
ma de manera efectiva, además de dar un plazo de dos años para volver a practicar la crianza de los rebaños o se corre el riesgo de la reaparición de la plaga. Hákonarson –también autor del guión– retrata las rutinarias existencias rurales de los habitantes de esta Islandia profunda que no concibe la vida sin la crianza de carneros, y desde las primeras secuencias de la cinta, el realizador islandés pone de manifiesto la importancia que tendrán estos animales en la historia, no sólo desde el punto de vista socioeconómico –sin la crianza de los carneros muchas familias no tienen la oportunidad de salir adelante y deberán mudarse a otro lugar para comenzar su vida de nuevo– sino también desde un punto de vista metafórico del vínculo familiar de Kiddi y Gummi y la desaparición de su linaje –los carneros que están a punto de ser sacrificados son los últimos de una particular casta, mientras que los hermanos son también los últimos vestigios de su estirpe–. Narrada con habilidad sorprendente con más silencios que diálogos, Carneros se puede colocar en ese peculiar rubro conocido como 'historias míni-
mas' –recordemos aquella maravilla (también islandesa, por cierto) igualmente coprotagonizada por animales de granja: Historias de caballos y de hombres (Hross í oss, 2013; Benedikt Erlingsson)– pero destaca por el humanismo que refleja la historia que, tan sólo en apariencia, está sustentada por los carneros del título, pero que en realidad son sólo un pretexto para hablar de esta peculiar relación fraternal retratada por la lente de Sturla Brandth Grøvlen, quien aprovecha el paisaje gélido para contrastarlo con la naturaleza de la relación inicialmente irreconciliable de los hermanos que se va volviendo cada vez más cordial y afable –aunque esté motivada principalmente por la necesidad de ayuda que por iniciativa–, mientras las inclemencias climáticas se van volviendo más feroces hasta el punto de la completa desolación. "Carneros" es una película cubierta de postales metafóricas y sobresale la última secuencia del abrazo desnudo que se queda impregnada en la retina y que seguramente pasará a los anales de la historia del cine como una de las más bellas postales sobre la reconciliación y la solidaridad humana.
E
n la muy reciente tradición de Disney de reelaborar/reinterpretar sus grandes clásicos animados en filmes live-action –recordemos que el año pasado estrenó la dignísima Cenicienta bajo la batuta del británico Kenneth Branagh con una carismática Lily James como protagonista–, la nueva versión de El Libro de la Selva se erige como un gran logro cinematográfico que no sólo consigue rescatar el espíritu de aquella emblemática cinta animada y musical de los años 60, sino que, además, logra ser una película de gran valor y trascendencia por sí misma, por lo cual seguramente se convertirá en una gran favorita para el sector más joven de la audiencia masiva que nunca haya visto la cinta original. Pese a que han sido relativamente pocas las veces que la novela El Libro de la Selva (The Jungle Book) de Rudyard Kipling ha recibido tratamiento cinematográfico, ésta no es la primera vez que se realiza una versión live-action de la colección de cuentos folklóricos de la cultura hindú editados en 1984 –también conocida como El libro de las tierras vírgenes– que dan forma a la aventura del niño huérfano que es encontrado por una pantera llamada Bagheera que lo lleva con la colonia de lobos para que lo críen al cuidado del líder Akela y la loba Raksha. La primera vez que un humano dio vida a Mowgli fue en la versión de 1942 bajo la dirección de Zoltan Korda que se regía bajo la estética hindú propia de la historia original y con una producción notablemente artesanal. Sin embargo, el envejecimiento de esta versión ha dado como resultado que la cinta animada de Disney sea la que se mantenga como la más entrañable adaptación de la novela de Kipling, pese a que la occidentalización de la historia borró todo rastro del contexto cultural en el que se desarrolla la trama. Ya en la década de los 90 Disney lanzó una suerte de reinterpretación de las aventuras de Mowgli ya como adulto con Jason Scott Lee como un Mowgli muy musculoso y Lena Headey –sí, la mismísima Cersei Lannister– como el interés romántico de éste, pero el intento de renovación
de la historia resultó realmente lamentable –¿esperaban otra cosa con Stephen Sommers como director?– y con unas nuevas reinterpretaciones de la historia que se lanzaron directamente a video y fueron verdaderamente insufribles. Es así como hemos llegado a la nueva versión de El Libro de la Selva a casi 50 años de la cinta animada de Disney que ahora reimagina el director Jon Favreau, responsable de la primera entrega de Iron-Man y de Zathura –ese descarado aunque efectivo "remake espacial" de Jumanji. Favreau es un probado cineasta con talento para el cine familiar, y aunque una nueva versión suponía una difícil empresa, el director saca adelante el proyecto y entrega una de las mejores cintas de cine familiar que podamos recordar en lo que llevamos de esta década. Principalmente, esto se debe a que cuenta con un estupendo guión –firmado por Justin Marks– que retoma el planteamiento de la cinta original manteniendo la esencia y corazón de la historia, pero que complementa la personalidad de los ya entrañables personajes al dotarlos de una complejidad dramática y emocional inexistente en la versión animada que resultó ser un tanto unidimensional en sus personajes. En este sentido es sensato señalar el gran trabajo en el bosquejo de la personalidad de todos los personajes, sobresaliendo el villano Shere Khan, quien recuerda mucho a otro villano felino de los 90s en el universo animado Disney: Scar, con quien guarda gran parecido por tratarse de un maquiavélico felino con una cicatriz en el rostro, pero del cual se aleja diametralmente puesto que aquí las motivaciones del villano no obedecen a la simple avaricia de conquistar la sabana/la jungla, sino al miedo y desprecio por el hombre colonialista que destruye todo a su paso mediante el uso de la llamada 'flor roja' (el fuego). Así tenemos que esta reelaboración de la historia da un paso más hacia la fidelidad de la historia de Kipling y la dota cierto grado de complejidad y oscuridad, pero nunca deja de lado ese espíritu de aventuras y tono
ligero para el cine familiar, incluso rescata dos de las canciones del filme sesentero: "Busca lo más vital" –inmortal para Latinoamérica con la voz de Tin Tan como Baloo, y ahora reemplazado por el correcto Hector Bonilla– y "Quiero ser como tú" –versionada en esta ocasión por Francisco Céspedes. Pero por supuesto que el aspecto formal no lo podemos pasar por alto, y es necesario señalar el encomiable trabajo que han hecho con los efectos especiales que, como pocas veces visto en Hollywood, éstos funcionan al servicio de una buena historia, y no como cortinas de humo que pretenden ocultar los grandes baches de las historias mediocres que sobresalen sólo por su magnífica estética. Y es precisamente en el aspecto formal de la cinta donde tampoco es justo dejar de señalar lo perfecto de la creación de los animales fotorrealistas a través de lo más actual en el terreno de la tecnología CGI y las mejores voces elegidas a través de un casting por demás excelente: Ben Kingsley (Bagheera), Bill Murray (Baloo), Idris Elba (Shere Khan), Scarlett Johansson (Kaan), Lupita Nyong'o (Kaa) y Christopher Walken (Louie), todos ellos brindando un excelente soporte vocal a las creaciones digitales que acompañan al debutante Neel Sethi –el joven revelación que interpreta a Mowgli– mientras se desenvuelve con gran carisma, naturalidad y frescura rodeado de un ambiente y personajes recreados casi en su totalidad de manera digital. El Libro de la Selva es un ejemplo de lo que debería ser el cine familiar contemporáneo, un cine cuidadoso con su producción, pero mucho más escrupuloso con el trasfondo de la historia que nos quiere contar. Favreau no sólo ha logrado una cinta impecable en su factura, sino también ha hecho una 'reinterpretación' de un clásico bastante digna, y más allá de eso, la ha fortalecido haciéndola más compleja y acorde a lo que merece el gran público: espectáculo y entretenimiento de alta calidad.
H
ace ocho años, J.J. Abrams dio un nuevo aire al socorrido subgénero "found footage" con la producción de Cloverfield -me niego rotundamente a utilizar el título en español- que dirigió el entonces debutante Matt Reeves -quien luego se encargaría de la reelaboración del filme vampírico de culto Let the right one in (2007), de Tomas Alfredson- cuya labor dio como resultado un emblemático título de la ciencia ficción cinematográfica contemporánea. Y hasta hace unos meses, no teníamos ni idea que se estaba cocinando una secuela, vaya, ni los actores que la protagonizan tuvieron ni la más mínima sospecha de que estaban filmando una nueva entrega de Cloverfield hasta poco antes de ver los avances oficiales -el guión que ellos leyeron tenía por título The Cellar, aunque cuando comenzó la producción se le cambió el nombre a Valencia puesto que, como se desarrollaba la producción bajo el sello 'Bad Robot' (que produjo Cloverfield), no querían que se vinculara con tanta anticipación el proyecto y se mantuviera la sorpresa hasta el último momento; lo cual funcionó a la perfección. Y es que, para ser más precisos, 10 Cloverfield Lane -dirigida por el también debutante Dan Trachtenberg- no es una secuela directa del filme original; no esperen ver Cloverfield 2 ni en historia ni en estilo narrativo. Aquí estamos frente a una narrativa más tradicional y una historia independiente a la del alienígena que asola Nueva York, aunque sí se desarrolla en el mismo universo propuesto en aquella cinta. Se trata de una de esas cintas a las que ahora les ha dado por bautizar como 'secuela espiritual', como el caso de Everybody Wants Some!! (2016), de Richard Linklater, la cual es una 'secuela espiritual' de su cinta de culto Dazed and Confused (1993).
La trama de la película comienza cuando Michelle (Mary Elizabeth Winstead en el papel más recordado desde Scott Pilgrim vs The World) tiene un accidente en carretera y despierta al cuidado de un hombre desconocido llamado Howard (John Goodman) quien la tiene encerrada por su propio bien en una especie de búnker que los resguarda de lo que él asegura ser una invasión alienígena que ha dejado al mundo inhabitable. En el lugar también se encuentra Emmet (John Gallagher Jr.) un chico que ayudó a Howard a construir el búnker en su granja y que también fue rescatado del exterminio. Sin embargo, Michelle aún desconfía de la palabra de su salvador/captor y comienza a analizar la conducta y puntos vulnerables de su captor para intentar escapar del confinamiento y sobrevivir en el exterior. Los guionistas -Damien Chazelle, Josh Campbell y Matthew Stueckenparten de esa clásica idea anecdótica "presa/captor" y desde ahí desarrollan un inteligente thriller lo suficientemente sólido que podría dar forma a una rentable franquicia de ciencia ficción. Y es que, haciendo justicia a la verdad, 10 Cloverfield Lane va mucho más allá de ser una cinta de ciencia ficción puesto que, en esencia, se trata de una perspicaz cinta de suspenso que recuerda en ocasiones a Hitchcock y su discípulo De Palma durante los primeros dos tercios de metraje girando en torno a las poco claras intenciones del captor y los juegos de poder que se presentan con la víctima en el reducido espacio del búnker -para lo cual la solvencia histriónica de los actores resultó imprescindible. Trachtenberg realiza un ejercicio soberbio -en el más noble de los sentidos-, manteniendo un ritmo preciso y evitando los tiempos muertos mientras dejaba escapar información cuenta gotas para que el espectador
comience a armar el rompecabezas sobre los motivos de Howard; de esta manera nos mantiene absortos de principio a fin sin que podamos prever lo que va a suceder a continuación -a menos que hayamos visto el maldito póster del filme que fue lanzado hace un par de semanas por la misma distribuidora (Paramount) para su estreno internacional. Por su parte, mancuerna del director con Jeff Cutter -director de fotografía- logra un trabajo de cámaras sobresaliente que construye una atmósfera de tensión y claustrofobia de principio a fin, incluso en los momentos iniciales de la película en los que vemos a Michelle en su departamento, los encuadres y el movimiento de la cámara denotan una molestia causada por un tipo de encierro, aunque más psicológico que físico. Ya en el tercer acto, el suspenso se disipa y se dispara la avalancha de adrenalina que no se detendrá hasta que los créditos finales comiencen a correr. En definitiva, 10 Cloverfield Lane es uno de los mejores thrillers del año -y de años recientes; una 'heredera espiritual' de Cloverfield muy inspirada y efectiva que sobresale por darle la vuelta a la película original tomando un rumbo completamente distinto en todos los sentidos. 'Bad Robot' ha entregado un producto veraniego de alta calidad del cual es imposible despegar la mirada y tiene el camino libre para construir una de las más interesantes franquicias del cine-espectáculo moderno; mientras que su director primerizo se coloca como uno de los talentos emergentes en la Meca del Cine al cual no hay que perder de vista, esperemos que no le ocurra lo mismo que a Neill Blomkamp con su decepcionante Elysium (2013).
F
ederico Fellini con 8½ (1963); Woody Allen con La rosa púrpura del Cairo (1985); Giuseppe Tornatore con Cinema Paradiso (1988); Quentin Tarantino con Bastardos sin Gloria (2008); J.J. Abrams con Super 8 (2011) y Martin Scorsese con La invención de Hugo Cabret (2011), son sólo algunos cineastas que han escrito sus cartas de amor al cine a través del mismo. Ahora llegan Joel e Ethan Coen para hacer lo propio hacia el cine clásico de Hollywood en ¡Salve, César!. Pero esta dupla siamesa –creativamente hablando– se niega a vanagloriar al cine como una mera «fábrica de sueños» sin antes hacer una fuerte crítica a los vicios de la industria. Ya a principios de la década de los 90 el «director bicéfalo» se había internado en el oscuro universo de Hollywood con la sarcástica comedia de culto Barton Fink (1991) desde la perspectiva de un guionista (John Turturro) con bloqueo mental. Pero a diferencia de esa mítica cinta noventera, la carta de amor –y decepción– hacia la «Meca del Cine» ya no es redactada desde la óptica de un escritor de cine, sino de un productor llamado Eddie Mannix (Josh Brolin inspirándose –que no basándose– en un personaje de la vida real) que más allá de dedicarse a cuidar que sus películas sean taquilleras, se encarga además de lidiar tanto con las exigencias de divas encinta (una breve pero concisa Scarlett Johansson en una secuencia muy al estilo de Busby Berkeley), como con grandes estrellas secuestradas (un
correcto George Clooney), insaciables periodistas de chismes sin escrúpulos (las hermanas gemelas Thora y Thessaly Thacker encarnadas por la siempre excepcional Tilda Swinton) y hasta tiene que echarle ingenio para combatir presuntas conspiraciones comunistas. En ¡Salve, César!, Mannix es el pivote de la historia en la que los Coen ponen de manifiesto todo su descontento y decepción ante una industria oportunista; se trata de una crítica a la industrialización del séptimo arte que antepone los billetes verdes a cualquier expresión artística realmente valiosa. Pero los Coen saben que la manera más eficaz de hacer una crítica hacia los temas más serios es a través de la comedia (recuerden a los Monty Python y su pitorreo de la idiosincrasia británica), por lo que es mediante su característico oscuro y mordaz humor que los hermanos más propositivos del cine estadounidense contemporáneo nos ponen frente a una serie de esperpénticas secuencias que desmitifican lo que ocurre tras las cámaras con las «inalcanzables estrellas» de la era dorada de Hollywood –haciendo a la vez un paralelismo con la escena fílmica actual–, como las escenas en las que se está filmando la épica producción de corte bíblico que da nombre a esta cinta –una paródica fusión entre Ben-Hur (1959), de William Wyler, y Los Diez Mandamientos (1956), de Cecil B. DeMille–; o la secuencia en la que intentan convertir a Hobie Doyle (Alden Ehrenreich), un acrobático protagonista de westerns, en un prototípico galán de
alto rango histriónico que no logra si quiera replicar una sola línea del diálogo con una actuación mínimamente aceptable para el director Laurence Laurentz (Ralph Fiennes en una clara alusión al legendario Sir Laurence Olivier); o también aquella otra secuencia que homenajea al cine musical con muchos marinos (liderados por un Channing Tatum en homenaje al emblemático Gene Kelly fusionado a su protagonista stripper de Magic Mike) bailando en un bar con un espectáculo que desborda homoerotismo. Sin embargo, aún cuando el filme es poseedor de todos los elementos "coeninanos" que han dado forma y notoriedad a su filmografía, en esta ocasión la sátira se queda en lo superficial, impidiendo que podamos colocarla entre los mejores trabajos de los cineastas que aquí se quedan en su zona de confort sin arriesgarse tanto como en otras ocasiones. Esta vez han evitado escarbar demasiado profundo en esa oscuridad de Hollywood que se esconde tras los reflectores y el glamour. Pero pese a que ¡Salve, César! no es uno de los mejores trabajos de los Coen, su fresca e irreverente postura ante el Hollywood más convencional –así como su melancólico homenaje al Hollywood clásico– la convierte en un título imprescindible para los amantes de la época dorada del cine estadounidense y, en general, para todos aquellos que crecieron bajo el abrigo que puede brindar el séptimo arte.
E
n su sexto largometraje, El Precio de la Fama (La rançon de la gloire, 2014), el director Xavier Be-auvois (De Dioses y de Hombres, 2010) rinde un homenaje a las comedias silentes de Chaplin y a sus personajes con una premisa que involucra directamente al mítico comediante... o por lo menos a su cadáver. Basándose en un hecho real ocurrido en 1977, Beauvois junto con Etienne Comar cincelan el guión de esta melancólica comedia sobre dos ilegales en Suiza —Eddy Ricaart, recién liberado de la prisión, y Osman Bricha, padre de una pequeña llamada Samira que quiere estudiar una carrera para ser veterinaria y casado con Noor, una mujer con problemas de salud que la obligan a estar hospitalizada— que ante la fuerte problemática económica, deciden robar el ataúd del recientemente fallecido Charles Chaplin y pedir un rescate a cambio de éste a su familia. Con esta sencilla y anecdótica premisa, Beauvois incursiona en los terre-
nos de la comedia y confecciona una película que con gran soltura y elegancia se mueve entre el realismo social más descarnado y la fantasía más ingenua y absurda. En la divertida y conmovedora El Precio de la Fama nos convertimos en cómplices de esta extraña aventura de dos entrañables amigos en la que Beauvois inserta con astucia referencias y homenajes tanto a la figura icónica del cine silente como a sus obras y personajes. Así tenemos a estos dos personajes al borde de convertirse en el legendario vagabundo Charlot ante una dura realidad económica, cuyas peripecias quedan expuestas mediante escenas con diálogos silenciados por la partitura de Michel Legrand. Por supuesto, la sátira social hacia la eterna lucha de clases está también presente, reuniendo con esto todos los elementos necesarios para emular y homenajear con éxito, tanto en temática como en su forma, a los grandes clásicos del genio humorista inglés.
S
i a los directores de la industria hollywoodense les recriminamos que repitan fórmulas en aras de alcanzar nuevamente el éxito -ya sea en taquilla o con la crítica especializada-, es necesario, entonces, que no pasemos por alto cuando algún cineasta más abocado al llamado 'cine de arte' pretende jugarnos la misma treta. El caso más reciente es el del realizador Paolo Sorrentino, quien hace algunos años alcanzó la cúspide de su carrera con la extraordinaria La Gran Belleza (La Grande Bellezza, 2013), un título imprescindible dentro del cine contemporáneo internacional que ahora pretende replicar en Youth, una suerte de disimulado remake angloparlante que deviene en un trabajo por demás pretencioso al que en varias ocasiones a lo largo de su metraje sólo podemos catalogarlo como pedante. En Youth, Sorretino acude a la misma fórmula que lo consagró con reconocimientos alrededor del globo y con el premio Oscar a la Mejor Película Extranjera: una sucesión de episodios con cambios muy marcados tanto de tono como de ritmo, en los cuales atestiguamos los encuentros y desencuentros del protagonista –Fred Ballinger, un compositor de música de cámara y director de orquesta que vacaciona en un lujoso hotel suizo, y que toma el
lugar del millonario misántropo Jep Gambardella en La Gran Belleza– con una galería de excéntricos personajes que funcionan como detonantes que le mueven hacia un examen de conciencia sobre los acontecimientos en su vida. Pero pese a recurrir a los mismos ingredientes utilizados en su filme previo, esta vez la fórmula no da el mismo resultado; y es que aunque mantiene su magnética belleza visual –por supuesto gracias al prodigioso lente de su recurrente colaborador Luca Bigazzi– y el excelso trabajo del actor protagonista –aunque no es nada extraño si consideramos que Michael Caine está siempre excelente en cualquier papel–, la colección de personajes que aparecen en Youth –una Miss Universo, un decadente ex campeón futbolístico (en clara alusión a Maradona), un monje tibetano en perpetua oración en busca de iluminación (y levitación), un actor frustrado por ser recordado por un rol en una cinta absurdamente comercial, un otrora director de culto (Harvey Keitel) que prepara su canto de cisne y una legendaria actriz vuelta una maniática diva de hollywood (Jane Fonda insoportable)–, no poseen en absoluto ni la magia ni el encanto de los personajes que desfilaron en la pantalla de La Gran Belleza –aquella enigmática mon-
ja de mirada milenaria o aquella editora de corta estatura pero de gigante cinismo–; además, los diálogos y reflexiones de Gambardella que hace dos años transitaban senderos entre lo banal y lo gloriosamente existencial, aquí se mantienen permanentemente superfluos, además de presentarse de una manera poco orgánica, muy premeditada, y por ende, sumamente artificiosa que, por si fuera poco, se ven importunadas por las intrascendentes subtramas del actor con crisis artística (Paul Dano) y la crisis matrimonial de la hija del protagonista (Rachel Weisz). No podemos negar que Youth tiene algunas secuencias potentes, pero son breves instantes que no pueden rescatarla de ser una película irregular en la que, tristemente, queda enfatizada la falta de la sensibilidad que el director había mostrado en su filmografía previa; una cinta llena de aforismos que pretender poseer más profundidad de la que realmente tienen y que no llegan a conclusiones más concisas ni satisfactorias de las que ya había alcanzado con su trabajo anterior. Al finalizar la película, sólo una pregunta ronda nuestra mente: ¿por qué canalizar las energías creativas en un remake para gringos de una obra perfecta ya realizada?
E
ntrar en el palacete. Recorrer con la vista la decoración, nutrida de utilería teatral y entre ella, múltiples portarretratos de la anfitriona con atuendos propios de las heroínas de operas famosas a través de los tiempos. Ataviada de música, así vivía Marguerite. En los años veinte franceses, el glamour se encontraba entre la rancia sociedad que buscaba recaudar fondos para los heridos o huérfanos de la Primera Guerra Mundial. Aunado a ello, estaba el estímulo de los mecenas para los nuevos artistas de academias clásicas, como el conservatorio, pero también, los grupos reaccionarios ante aquella "apacible inestabilidad", quienes aún llevaban el estandarte de la revolución en contra de los opresores del pueblo. Una vida lejana por completo de la que rodeaba a Marguerite. Xavier Giannoli dirige magistralmente a una Catherine Frot, quien interpreta a la Baronesa de Dumont, de cierta edad, quien gusta de rodearse de los elementos que proporcionan magia a la interpretación del bel canto, por lo cual, vive en una esfera de belleza onírica que flota gentilmente entre el vacío de un hogar y los tonos vocales de tenores, contraltos, bajos, sopranos y mezo sopranos.
Desde su mirada, el mundo se mueve con grácil inocencia, la amistad es inquebrantable y la lealtad, lo es todo. Siempre en busca de hacer el bien, no pretende encontrar lo obscuro, rebuscado, irónico o sarcástico en el actuar de los demás: espera el pago con la misma moneda. No alcanza a retener los retruécanos en su mente, pues las palabras viajan con el viento y sólo regresan en forma de aria. Pero, ¿quien era ella? La esposa, la dueña de la casa y poseedora de una gran fortuna. Ama de un Madelbos a su entero servicio (conocedor de cada uno de sus deseos, autor de sus fotografías artísticas, corrector de imperfecciones de su cotidianidad y enlace entre sus fantasías y el mundo alrededor), entusiasta promotora de arte, ávida de nuevas experiencias en el mundo artístico y colaboradora accidental de un performance activista así como de un triángulo amoroso. Da igual, su respiración será entrecortada por la emoción que la embarga y la ansiedad que la mueve. De hecho, el Conde Dumont resultó el personaje cuya ausencia justifica la presencia de ese mundo que bien podría reducirse a una habitación de música. Como esposo, sufría los eventos en los cuales Marguerite actuaba para sus amigos, razón por la cual siempre
tenía el pretexto adecuado para ausentarse. De igual forma, no podía sino permanecer a su lado pues su situación económica peligraba en ese momento histórico. Su amante, convenientemente cercana a su esposa, resultó ser la sumisa confidente que su esposa no podía ser, pues los negocios y la expansión no formaban parte de su contexto. Para esa vida a ritmo de adagio, debía llegar Kyrill Von Priest, mordaz periodista que logra colarse en el palacete de Marguerite para hacer una reseña cargada de ironías retocadas con el suave encanto de una persona entregada al placer de descubrir al personaje de la baronesa en su culmen, en una suerte de esencia que le deja maravillado al mismo tiempo que extasiado por tener un sujeto del cual hacer blanco para sus reportes. A la larga, aquel texto logrará cambiar el movimiento a un sutil allegro que irá in crescendo hacia el clímax de la historia. Es en ese momento en que las piezas comenzarán a moverse para lograr lo imposible, desde cualquier ángulo, pues lo único que puede conseguirlo es el dinero que se debe invertir para cumplir el sueño que le regresa un hálito de vida a Marguerite y, la complicidad de un maestro que le pueda guiar en su cometido: Atos Pezzini. Será él,
ataviado en sedas y ropajes propios del ambiente operístico de élite, con su inseparable equipo de colaboradores y la siempre oportuna atención de Madelbos, quien busque obtener la rara belleza de la capacidad tonal de la aspirante a estrella. Precisamente ahí reside el leitmotiv de esta historia: tratar de hacer bello lo que no es. En México tenemos la frase "Canta feo pero con sentimiento", para referirnos a ese imparable entusiasmo que muestran algunas personas por hacer público su gusto por la interpretación, cuando en realidad, les falta mucho por lograr una armonía, ya no digamos alcanzar notas o realizar florituras con su voz. Y también cabe la pregunta: ¿quiénes somos nosotros para decirle que no lo haga? Ante esta divergencia, los espectadores pueden encontrar la tendencia de su opinión basándose en la evidencia presentada, pues no hay lugar para opiniones a medias, sino para tomar bandos directamente. Tal como lo hacen los personajes alrededor de Marguerite. Entre las metáforas visuales y auditivas que encontramos en el film, podemos reconocer también los momentos álgidos, las verdades a medias, los descubrimientos personales, pero también la sutil manera en que todo va, como en un gráfico financiero, en picada hacia el fracaso. De ahí la divergencia:
que suceda por su bien, pero mejor que no suceda, por su bien. Extraña dicotomía en la que el director lleva al espectador a cambiar, entre una escena y otra, su parecer respecto de lo que debe acontecer. Curiosamente, hay un momento en que parece arribar el realismo mágico latinoamericano a la historia, en el cual creemos que habrá un resultado maravilloso, después todo, que encontraríamos la farsa en lo mostrado previamente y nos daríamos cuenta que la historia cambiará de pronto. Un pequeño scherzo para darnos cuenta de la ópera que estamos presenciando, donde ya identificamos plenamente a los personajes y cómo hemos saltado de la comedia a la tragedia con eslabones tan firmes que no nos permiten perder el ritmo de la narración. Las máscaras no fueron necesarias en este caso aunque sí los vestuarios celosamente cuidados: Marguerite en lujosas telas para sus vestidos, incluso cuando aparece con sus batas o pijamas. El Barón, su esposo, en austeros trajes de forzosa corbata, sacos de color obscuro y pesados abrigos para el invierno. Madelbos en su rígido uniforme de mayordomo, sin una arruga y solo descompuesto en los confines de su habitación. Kyrill, en su traje económico a la usanza de los burócratas de la época, solo con la melena despeina-
da para enfatizar su desprecio hacia las formas aristócratas de la época. Todos perfectamente definidos en cuanto a su papel. Por extraña que pareciera, la historia está basada en hechos reales y seguramente, como dijo el adusto mayordomo, las fotografías están viendo pasar el tiempo, con las expresiones propias de las heroínas de Verdi, Wagner y Puccini. Más aún, el solo reconocimiento de la existencia de dicho personaje, seguro ha hecho que varios nos interesemos por lo que aconteció para que Marguerite Dumont originará su mundo en tan alta expectativa, con tan pobre espíritu. Esta película francesa en automático se convertirá en clásica, ya que pocas veces la ópera ha estado tan relacionada con el episodio que se proyecta en forma casi simultánea, con la contraparte tan marcada de una voz apagada que desea ser escuchada (la excepción sería M. Butterfly, 1993). Por supuesto, es la versión hardcore de las cantantes que dedican su vida y entusiasmo a colocar las notas correctas para hacer de la música, un discurso armónico en el cual las tragedias y las alegrías pueden percibirse con el color del sonido, con la ligereza de su alma y con la potencia de su voz.
P
artiendo de una premisa -demasiado- elemental, Santiago Mohar Volkow presenta Los Muertos (2014), su segundo largo de ficción tras Dios nunca muere (2012)-, el cual gira en torno a un grupo de jóvenes de la clase acomodada de la Ciudad de México que van de fiesta en fiesta durante un fin de semana hasta que un mortal accidente los enfrenta con la realidad y los despierta de su apatía ante un mundo violento. Al mismo tiempo que el título de Los Muertos hace referencia a las muertes literales que tienen lugar a lo largo de la trama -la de un personaje central y la de unos cuerpos que encuentran encerrados en un auto en un paraje de Tepoztlán-, también se refiere a los personajes protagónicos que se encuentran muertos en vida, hundidos en los excesos del alcohol, las drogas y el sexo, y con una profunda incapacidad de distinguir cabalmente entre las cosas que les pasan a ellos y las situaciones por las que atraviesa el país. Y esta metáfora no sería del todo fallida si no estuviera hecha de
una manera tan burda y obvia, además de ser presentada desde la mirada de un grupo de personajes míseros y deleznables, así como formalmente bajo una narrativa con rigor cinematográfico inexistente. Más que a un ejercicio cinematográfico, Los Muertos está más cerca de un simple capricho adolescente; es una aburrida, presuntuosa y, sobre todo, vacía propuesta que pretende compartir una mirada diferente de la realidad nacional a través de una serie viñetas -mal conectadas y peor actuadas- interpretadas por personajes patéticos y ruines además de clasistas y racistas a un nivel alarmante- que desprecian al país del que quieren huir porque la violencia domina las calles y porque "en cada esquina hay un prieto que te quiere secuestrar". Los Muertos es una cinta fallida en todos los sentidos, un trabajo que termina por ser de una frivolidad espeluznante, cayendo también en todos los lugares comúnes habidos y por haber dentro de las aparentes reflexiones y críticas hacia la sociedad.
C
omo su cuarto largometraje, el director Matías Meyer presenta Yo (2015), un relato narrado en primera persona adaptado de una historia breve de Jean-Marie Le Clézio Premio Nobel de Literatura- que sigue a un joven con retraso mental en su salida de la burbuja en la que ha vivido toda su vida para asomarse al mundo adulto. El protagonista del relato (Raúl Silva) es un hombre joven de corpulenta complexión y con gran fuerza física cuyo retraso mental le hace pensar que se llama Yo y que tiene quince años de edad -aunque es evidente que tiene varios más-. Su condición mental lo mantiene en una suerte de infancia perpetua con todas las características de un niño común: inocente, tierno, inmaduro, etc.. Yo vive con su madre (Elizabeth Mendoza) en el poblado de Aculco en el Estado de México donde se encargan de un restaurante al borde de la autopista; mientras ella atiende el lugar, él le ayuda a matar los pollos que serán cocinados para los comensales. La llegada al restaurante de una
nueva trabajadora y su hija Elena, de once años, con quien tomará largos paseos por el bosque para disfrutar del bosque y el río que la naturaleza regional les ofrece, así como la decisión de la nueva pareja de su madre de comprar una máquina para matar pollos y enviar a Yo a trabajar como albañil en una empresa constructora, revelarán al joven un mundo de camaradería, afecto, sensualidad y erotismo. El retrato de un joven entre iluminado e idiota en la provincia mexicana que se enfrenta al despertar sexual y a la perversión del mundo adulto ya fue ejecutado hace unos pocos años y con mucho mayor acierto por Jaime Ruiz Ibañez en la sobresaliente La mitad del mundo (2009). En cambio, la propuesta de Matías Meyer es por demás dispareja en todos los sentidos. Desde la falta de una trama atractiva y de un personaje central interesante -o que por lo menos se vea enfrentado a situaciones que sí lo sean o que no terminen siendo abordadas con la injusta superficialidad como es el caso-, hasta una narrativa limitada que abusa de las
divagaciones con imágenes poco atractivas, pasando también por su nula concisión en aspecto alguno abarca mucho, aprieta muy poco-, y sobre todo los toques de melodrama que quedan fuera de lugar. Meyer realiza un relato bordado de manera burda y torpe cuyo capricho de volver a recurrir a actores no profesionales juega también en detrimento de la obra y hace que los textos y situaciones guarden distancia con el espectador al sentirse muy poco naturales, inverosímiles y en ocasiones casi rozando lo ridículo. Yo es una desafortunada propuesta que pone en evidencia la carencia en la capacidad narrativa de su artífice; un trabajo naturalista dispar que termina por ser fallido en su pretensión de ser un análisis que ilumine aspectos que socialmente se mantienen en la oscuridad como la soledad, el aislamiento social, la discriminación y los obstáculos hacia la felicidad de las personas con déficit psicológico.
FLASHFORWARD || #Pr贸ximoEstreno
C
reo que ya han sido varios años seguidos en los que las películas de superhéroes han invadido las pantallas grandes. Hay quien dice que esto es malo, pero habemos muchos que estamos muy contentos con todas estas películas de acción, bueno casi con todas. En esta ocasión veremos algo opuesto a lo que conocemos como superhéroes, veremos a un grupo de supervillanos trabajar en conjunto para poder derrotar a alguien que será muy difícil. Para los que no conocen algo de este ‘Escuadrón Suicida’, resulta que es una agencia gubernamental secreta la que recluta a varios villanos para formar este atípico equipo; lo que les ofrecen es reducir sus condenas en prisión a cambio de cumplir ciertas misiones que hasta podría costarles la vida. Aquí veremos a varios villanos como el caso de la carismática y enamorada del Joker, Harley Quinn, interpretada por Margot Robbie (a quien este año veremos también interpretando a Jane en la película The Legend of Tarzan); tambien veremos a Deadshot interpretado por Will Smith, a Killer Croc, Katana, Captain Bumerang, El Diablo, entre otros supervillanos que son liderados por Rick Flag, que al parecer desde su abuelo y su padre eran los líderes de estos escuadrones suicidas. En esta película dirigida por David Ayer (Fury) veremos a este grupo unirse y luchar por la 'justicia', bueno esto sabiendo que les implantaron una nanobomba para que, en caso de intento
de escape o hacer algo en contra del grupo, puedan sencillamente volarles la cabeza. Aquí veremos también al famoso Joker, pero realmente no se sabe muy bien qué rol jugará dentro de la trama, aunque fuertes rumores aseguran que durante el primer acto de la película no lo veremos, hay quien dice que se verán muchos flasbacks con Harley, que lo veremos en persecuciones con Batman; bueno, que a la fecha esto es un misterio y no me animo a opinar todavía. Pero que deberá tomar un papel importante en la trama eso es muy seguro. Para los que no han visto los trailers, se los súper recomiendo; el segundo, donde sale la canción Bohemian Rhapsody interpretada por Queen, es una obra de arte y a muchos fanáticos de los comics nos dejó más angustiados con el largo tiempo que faltaba para verla. ¿Qué esperar de esta nuevas película del universo DC? Pues mucha acción, una historia redonda con buenos diálogos y quizá muchas respuestas resueltas sobre sucesos en este universo de superhéroes y villanos. Recordemos que también veremos a Batman aquí y seguramente esto le dará más fuerza a las próximas películas del murciélago a estrenarse en un futuro. No queda más que esperar a que llegue agosto para ver esta increíble película de acción, y veremos con cuáles otros trailers nos sorprenden antes del estreno.
CINEFILIA || #RecomendacionesFĂlmicas
A
nother Earth es una película basada en una idea interesante: Un nuevo planeta cuatro veces el tamaño de la Luna aparece en el cielo. Esta aparición sorprendente da un significado más profundo a todo en la historia, sobre todo cuando se descubre que el planeta es, en efecto, como el título promete, otra Tierra. Tal vez no sea una segunda Tierra, solo la misma, en otro universo que ahora se ha hecho visible. Eso explicaría la curiosa falta de efectos físicos en dos planetas tan próximos entre sí. En cierto sentido, las dos Tierras no comparten la misma realidad física. En otro sentido, la tierra 2 está a la altura en el cielo: tan cerca que una corporación patrocina un concurso de ensayo, y el ganador llega a ser la primera persona a visitarla. Confieso que el concurso de ensayos era más difícil para mí de creer que la segunda Tierra misma. Pero esta película intrigante no se preocupa con plausibilidad. Tiene preguntas más profundas para explorar. Se trata de una mujer joven y brillante llamada Rhoda Williams (Brit Marling), que en la escena de apertura, ha sido aceptada en el programa de astrofísica del MIT. Para celebrar, se va de fiesta, y cuando ella se dirigía a su casa, escucha las noticias sobre la Tierra 2. Mirando por la ventana de su coche para buscar el cielo, se estrella contra otro vehículo, matando a una madre, un niño y deja al padre en coma. Unos pocos años pasan. Ella sale de
prisión y se entera de que el padre, un compositor llamado John Burroughs (William Mapother), ha salido de su coma. Rhoda queda devastada por las muertes que ha provocado y quiere disculparse o reparar el daño o... ¿qué? Ella no lo sabe. Ella se presenta en la casa donde Burroughs vive como un recluso deprimido y crea una historia acerca de hacer limpieza de la ca sa. Ahora tenemos una situación no poco familiar en las películas, donde dos personas poco a poco crecen cerca, mientras que sólo uno de ellos es consciente de su conexión profunda. La fuerza de Another Earth es que emplea esta historia con un propósito más grande; esto es nada menos que una meditación sobre las infinitas variaciones posibles que una vida humana puede tomar. Si no hubiera bebido demasiadas cervezas. Si hubiera estado escuchando a una estación de radio diferente. Si él no hubiera estado en la carretera en el lugar equivocado en el momento equivocado. El fatal accidente fue la suma de una serie infinita de "hubieras", se remonta a si la vida nunca hubiera evolucionado en la Tierra en primer lugar. En nuestras vidas, navegar por la ola de la oportunidad. Lo impresionante es lo bien que esta película une a sus partes en un todo. La otra idea de la Tierra se deja como un gancho fantástico y sabiamente no se considera científicamente, excepto por supuesto en su papel como imagen
principal de la película. La relación entre Rhoda y John es vista como se carga por el peligro. Los actores ocupan sus personajes convincentemente. Ellos nos hacen preocuparnos más de lo requerido. La Tierra 2, siempre surgiendo en el cielo, nos anima a reflexionar sobre lo arbitrario que es el destino. Por un lado, nada en nuestras vidas era necesario, en otro, todo era inevitable. Hay una bonita historia detrás de esta película, que implica a la actriz y coguionista Brit Marling. Ella trabajó en una banca de inversión en Wall Street antes de convertirse en escritora y codirectora de Boxers and ballerinas, un documental cubano que Mike Cahill hizo en 2004. Ellos trabajaron juntos en esta película. Llegó siendo poco conocida en Sundance 2011 y ganó el Alfred P. Sloan Feature Film Prize así como el premio especial del jurado. Another Earth se hizo con un presupuesto bajo, Cahill lo filmó y editó él mismo. Creo que se hubiera beneficiado de más trabajo con tripié y menos de mano; un enfoque más clásico habría adaptado este material reflexivo. Pero es fuerte como fue hecha, y Marling emerge como un nuevo talento dotado. La película es como la reflexión, de una manera menos profunda, de Tarkovski de Solaris, otra película sobre una especie de tierra paralela. En éste, cuando un científico hace una llamada a la tierra 2 y descubre que ella está hablando consigo misma...
E
n este documental, la directora Dalia R. Reyes realizó un trabajo asiduo de confianza, y esto se ve reflejado en el resultado del documental: sus personajes se muestran al natural sin filtros, realizando una catarsis de sus vidas al estar limpiando sus cuerpos. Felipe es el encargado de los baños desde 1984. Es una persona alegre pero a la vez solitaria, su vida son los baños pues aparte de trabajar, vive en uno de los cuartos de la finca, sus días transcurren entre limpiar y cantar, éste es su hobby. Él se sabe muchas historias de tanta gente que ha pasado por el lugar, ellos le confían lo felices o tristes que están. Juana es barrendera del centro de la ciudad de México. Vive sola y es una mujer muy fuerte que lucha por salir adelante ante la intempestiva vida que le ha tocado, desde la dolorosa perdida de seres queridos hasta abusos sexuales. Pese a todo esto, ella está en pie, luchando por tener una vida mejor. La Sra. José es clienta de los baños desde hace más de 40 años.
Su vida es menos trágica que la de Juana, pues ella vive en familia, pero en algún momento de su historia, descubrió infidelidades de su pareja. Ella sigue con la tradición y hace lo posible por que sus hijas y nietos compartan esta experiencia: el baño, aparte de limpieza, es de convivencia, pues en los baños comunales puede entrar toda la familia. El documental Baño de Vida tiene puntos dramáticos, pero sus protagonistas, a través de sus historias, nos hacen reír con la filosofía con la que ven la vida, aceptando lo que les tocó pero no decayendo, al contrario buscan ser más felices aceptando su pasado y aprendiendo de él. Se trata de un relato que nos muestra la vida de tres personajes muy peculiares, su directora logra un estupendo juego metafórico cuando éstos escarban en sus más hondos recuerdos de lo que ha sido su vida y que comparten lo mucho que les ha ayudado el cuarto de vapor; quizás para limpiar, además de sus cuerpos, sus almas.
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l director Juan Carlos Núñez Chavarría nos presenta en este documental la historia de dos de los corredores más rápidos de México: Victoriano Churo y Cirildo Chacarito, los corredores rarámuris (o tarahumaras) que alcanzaron grandes logros a través de competencia de ultradistancia dentro y fuera de México en los años 90. El documental Piel Ligeros expone detalladamente el acontecer de la vida indígena en el norte de México, donde los 'Rarámuri' desde la infancia corren entre barrancas y suelos complicados, demostrando una facilidad y una resistencia que los coloca como los mejores para correr. Pero a pesar de conseguir reconocimiento y hasta patrocinios de las grandes empresas, los rarámuris nunca vieron el beneficio a manos llenas, de hecho no se sentían tranquilos de dejar a su familia. Siendo muy responsables, temían que los acuerdos por correr no se cumplieran y no entregaran comida o víveres para su familia mientras estaban lejos. Ellos nos relatan los triunfos que cosecharon en importantes carreras como en Los Ángeles, California y Colorado, en Estados Unidos. Sin equipo deportivo como los tenis de primera generación que usan los atletas reconocidos, corrieron con huaraches hechos de llanta y su vesti-
menta habitual, y junto con la ligereza de sus pies, obtuvieron los primeros lugares. Pies Ligeros es un trabajo que hace un llamado a la importancia de apoyar a estos atletas, pues ellos siguen con sus raíces y costumbres bien asentadas, el triunfo no cambia su forma de vida, pues sus familias siguen viviendo humildemente y con complicaciones económicas. Núñez Chavarría expone la urgencia de rescatar a las futuras generaciones de Tarahumaras, pues están en riesgo de perder costumbres, lengua y tradición por el poco apoyo que brinda el gobierno para rescatar a estos pueblos que se apegan a la perpetuación de su vida en las tierras poco fértiles del norte del país, por lo que son dejados desprotegidos ante los que quieren invadir y explotar de manera inconsciente la tierra que a ellos les pertenece. Así, el documental nos mueve hacia la toma de conciencia y orgullo por lo que nuestros pueblos indígenas son capaces de lograr, con la simple tarea de hacer lo que en sus vidas diarias es habitual: correr hasta ganar. Además, es muy puntual el reconocerlos como glorias deportivas que conquistaron los ultra maratones y ahora están el olvido: Victoriano Churo y Cirildo Chacarito.
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s un viaje catártico de autoconocimiento y respeto por el otro. En una sociedad donde el otro es el que menos importa, y donde la fe en algo cada vez es más débil, llega el guionista y director debutante Francisco Varone para contarnos una historia de empatía sobre la sensibilidad que podemos desarrollar los seres humanos, y esto lo logra con la ayuda del excelente trabajo actoral de Rodrigo de la Serna y Ernesto Suárez, juntos logran envolvernos en el viaje y entrelazar con guiños muy bien tratados de comedia con el drama de la cotidianidad y la vejez. Sebastián (Rodrigo de la Serna) es un joven recién casado que se ve en apuros económicos, lo cual lo lleva a trabajar trasladando personas en un Peugeot 505, herencia de su padre. Él tiene una actitud cansada y de poca empatía con sus clientes. Como regla no se puede comer en su auto, pero él si puede fumar todo el tiempo. Un día lo aborda Khalil (Ernesto Suarez), un anciano poco gentil que comienza a pedirle traslados comunes en trayectos pequeños, hasta que un día lo sorprende solicitando su servicio para ir a otro país, de Buenos Aires, Argentina, La Paz, Bolivia. La primera reacción es, por supuesto, negarse, pero Khalil le ofrece una suma muy tentadora, lo piensa un poco, y debido a su situación económica decide aceptar. Asi comienzan ese camino al que hace referencia el título de la película, en donde la mú-
sica corre a cargo de Vox Dei, una banda argentina de rock, que durante el viaje se escucha de manera alternada con música musulmana, pues se llega al acuerdo de escuchar los dos géneros. Camino a La Paz es una cinta donde se suceden un sinfín de imprevistos, como que Khalil es poco comunicativo y no da mucha información del viajes, además es musulmán por lo que cada cierto tiempo tiene que estar parando su marcha para rezar, y como es una persona mayor le tiene que permitir comer en el coche y parar constantemente para ir al baño. A lo largo del viaje Sebastián va entendiendo y aceptando las costumbres que tiene Khalil, que aunque muy extrañas para él, aunque por la dedicación y fervor con la que las lleva a cabo su pasajero le resultan sumamente reveladoras, pues Sebastián no procesa algo en especial, y se sorprende de la constancia y fe con la que Khalil se maneja. Con su ópera prima, Francisco Varone nos entrega un filme poco predecible pues sus actore (ecuánimes en todo momento) manejan poca información, y las situaciones van dando pie a descubrir la verdadera problemática de la cinta que plantea: una aparentemente vida de cómoda mediocridad para Sebastián, pero antes de pensar que es el típico viaje con personas opuestas, hay un gran encuentro consigo mismo, con los fantasmas que carga y con la valoración de la vida que lleva.
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a ópera prima de Alejandro Guzmán nos relata las vicisitudes que atraviesa una persona con obesidad mórbida, para quien hasta el bañarse puede ser bastante complejo. La cinta aborda tanto la problemática personal, como la social con la discriminación que sufren al simplemente solicitar algún servicio, incluso el simple hecho de ir por la calle y que se intensifiquen las murmuraciones y comentarios ofensivos hacia su persona. Así es el debut de Alejandro Guzmán con un guion de Itzel Lara, acompañados de un talentoso reparto: Luis “Luca” Ortega (Fede) -en su primera aparición en pantalla-, el ya conocido Mauricio Isaac (Ramón), Joel Isaac Figueroa (Paulo), y la camaleónica Martha Claudia Moreno (Rosaura). Fede es un hombre con sobrepeso, para ser exactos pesa 200 kilos, por ende es lento y le cuesta desplazarse dentro de su propia casa, y no se diga el salir a la calle, esto es toda una odisea. Y justo eso ocurrió cuando decidió salir a revelar un rollo fotográfico, pues así fue como conoció a Paulo, un chico al que le apasionan los comics; es perspicaz y se aprovecha un poco de la ingenuidad de Fede pues lo envuelve rápidamente para adquirir una cámara fotográfica usada, a partir de
ahí se crea una empatía, pues Paulo se da cuenta que Fede es una persona solitaria pero con la necesidad de descubrir las cosas, pero que su obesidad y su historia familiar le han limitado conocer. En cuanto a su familia, Fede tiene una hermana algo castrante, Rosaura, quien lo cuida al grado de la sobreprotección como si fuera un niño. Rosaura tiene un carácter muy fuerte, es muy mandona; está acostumbrada a que siempre se haga lo que ella dice y hasta su marido Ramon tiene miedo contradecirla. Por su parte, Ramón es un esposo sin voz cuando está presente Rosaura, pero cuando está en lo individual incita a Fede a realizar cosas nuevas, a salir del mismo ritmo con el que ha vivido tanto tiempo. Así se crea una suerte de “Club de Toby” donde crece una amistad entrañable que sirve de embudo para escapar de sus solitarias y cotidianas vidas. Distancias cortas es una historia para toda la familia; discreta en su propuesta pero con una magia particular que la convierte en una efectiva reflexión que nos mueve a dejar de ver lo diferente como algo necesariamente malo, y que hace un llamado a ser más empático con la sociedad y nuestro entorno.
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stamos ante un filme crudo e inquietante que exhibe los tejes y manejes de las cárceles en México. Los autogobiernos que mantienen el orden de los internos y el grado de descomposición de las autoridades en todos los niveles, que lamentablemente afectan el rumbo de los centros de readaptación en nuestro país. El escenario es la prisión de Santa Martha Acatitla, donde existió un grupo de reos que gustaban del deporte y que, gracias a su dedicación, formaron un equipo fuerte de futbol americano llamado “Los Perros”, los cuales lograron números victorias, motivo por el cual fueron apoyados durante el mandato de López Portillo, incitados a ganar a cambio de obtener su libertad. La historia se centra en un joven desubicado y rebelde, ‘Zambrano’, un ladrón de autos, que entenderá la diferencia entre los pequeños delitos que él cometía y las ligas mayores en las que jugará; esto lo llevará a obtener la madurez que tiene que demostrar para ser parte del gran equipo. "Los Perros" mantenían el control de la cárcel, y fue tanto su poder que se convirtieron en "La 4a Compañía", un escuadrón que tenía mayor autoridad que los propios custodios, controlaban los vicios y privilegios de la cárcel en provecho de los dueños de sus vidas, las autoridades. En la cárcel hay códigos de convivencia que el que se arriesga a no los cumplirlos, está firmando su muerte;
esto es lo que nos retrata la historia, por una parte el nivel de corrupción con el que se opera ahí dentro, y por otra parte, la forma de convivencia bajo de los códigos de conducta dictados por los líderes internos. A pesar de que eran muy buenos en su deporte, las autoridades tenían planes de enriquecimiento ilícito a sus costillas. La corrupción en los sistemas penitenciarios no son la novedad en nuestros días y, por supuesto, no lo eran en los años 60, ya que este grupo de reclusos, eran obligados a seguir cometiendo delitos, ellos tenían que salir en las noches a perpetrar atracos. Todo esto bajo el mandato de ‘El Negro Durazo’. Y es que a estas alturas del partido, es más que sabido qué clase de corrupción imperaba ya en esa época, pero la forma como la retratan en el filme la hace parecer inconcebible. A lo largo de la cinta podemos ver encabezados de periódicos y grabaciones reales de las noticias deportivas que generaban “Los Perros”, lo cual revela una labor de preparación e investigación bien documentada, por lo tanto nos brindan una mezcla de realidad y ficción en la que es difícil delimitar dónde termina una y comienza la otra. Bajo la dirección de Amir Galván Cervera y Mitzi Vanessa Arreola también responsable del guión- y las actuaciones de un gran elenco conformado por Adrián Ladrón, Her-
nán Mendoza, Andoni Gracia, Gabino Rodríguez, Juan Carlos Flores, Carlos Valencia, Manuel Ojeda, Guillermo Ríos, Darío T. Pie, Erando González, José Sefami, Waldo Facco y Jorge Roldán -algunos de ellos se prepararon para sus roles con los mismos reos del lugar y algunos de estos participaron como extras-, La 4a Compañía representa de una manera bastante certera la vida en prisión, sumergiéndonos en la violenta e intensa historia de "Los Perros" y las autoridades mexicanas. *La película La 4a Compañía, se llevó tres premios en la pasada edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara: Premio a Mejor Actor (Adrián Ladrón), Premio Especial del Jurado al Largometraje Iberoamericano de Ficción y la recomendación para ser considerada para los Golden Globe Awards.
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l director peruano Martin Hawie, quien con once años de radicar en Alemania, nos presenta con este, su segundo filme, un panorama latente de lo que es la vida en este país, donde la textura, las luces y las sombras juegan un papel elemental, ya que está presentado en blanco y negro, evocando así un ambiente de soledad, frialdad y caos, logrando con este apoyo visual del director de fotografía Brendan Uffelmann, armar una historia de migración, drogas, sexo y amistad. Piotr (Paul Wollin) es un hombre imponente y reservado al que llaman 'Toro'. Su musculatura y temperamento le hicieron ganar ese nombre. Él es muy católico, llegó a Alemania procedente de Polonia hace diez años y trabaja con bastante éxito como 'escort' al servicio de mujeres. Está planificando su vida, ahorra casi todo el dinero que gana para regresar a Polonia en compañía de Victor (Miguel Dagger). En Toro vemos a Paul Wollin en su primer trabajo protagónico, logrando interpretar y conectando con su personaje de una manera contundente. 'Toro' tiene sus demonios internos con los que es difícil lidiar, pero su aparente serenidad la logra a través de practicar box y visitar la Iglesia. Por su parte,
Victor no aspira a mucho, él llegó desde España para estudiar arquitectura, pero el dinero fácil obtenido de sus encuentros con hombres y su fuerte adicción a las drogas han hecho que pierda por completo la esperanza de tener una vida común. Obtiene empleos que pierde fácilmente, pues es lento, no demuestra interés en sus deberes y es intolerante, ocasionando su despido inmediato. 'Toro' siempre está ahí para apoyarlo y tratar de aligerar su conflictiva vida. En cambio Victor sólo se preocupa por él y a consecuencia de su adicción traiciona la amistad con nuestro protagonista y esto desencadena una ola de violencia. 'Toro', lleno de ira, soluciona las cosas a su manera y pone punto final a todo lo que afecta su integridad. De esta manera, el filme es una historia llena de incertidumbre y ansiedad por la poca información que abiertamente se maneja, pero con el paso de las escenas los personajes nos confirman la problemática real de esta amistad reprimida. Toro, escrita por el mismo Hawie junto a Laura Harwarth, es una historia bien lograda sobre la confrontación de los ideales y el verdadero yo.
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a dupla de cineastas checos Tomáš Weinreb y Petr Kazda presentan la conflictiva y decadente vida de Olga Hepnarová en esta coproducción de la República Checa, Polonia, Eslovaquia y Francia con la estupenda actuación de la actriz polaca Michalina Olszañska encarnando a Olga. Es un filme basado en un hecho real de los años 70; se trata de la perturbadora historia de Olga Hepnarová, una joven solitaria de 22 años autoreprimida por su orientación sexual, que nos relata la forma la que ve la vida, cómo su mente paranoica le hace tomar decisiones que afectan a terceros y cómo paulatinamente sus trastornos crecen hasta llegar a la catástrofe de sus días: el asesinato en masa en 1973 en Checoslovaquia. Este drama existencialista no se centra en juzgar al personaje central, sino en dar bases para el entendimiento de lo que las circunstancias y la cabeza de Olga moldeaban como "realidad". Es una "interpretación" de su vida en un tono totalmente introspectivo e intimista que ni justifica sus acciones, ni es condescendientes con el crimen cometido.
En la cinta Olga es una joven desubicada con una familia muy conservadora. Su padre banquero y su madre dentista, se preocupaban más por las apariencias que por la salud y felicidad de Olga; esto fue parte crucial para el desarrollo de su locura. Ella tiene una cara sin expresión, jamás ríe o demuestra sentimiento alguno, sólo se altera e ignora su contexto; ha intentado relacionarse amorosamente con chicas, pero ha fracasado, pues su demostración de afecto no es correspondida. De esta manera, su vida emocional y sexual son detonante para aumentar su furia y su fastidio por la vida. Olga se percibe como víctima de una sociedad que no la comprende, donde no encaja y no comulga con la visión habitual de convivencia, por ende a ella le cuesta comunicarse y conectar con su entorno. Es partidaria de aislarse de la sociedad y se refugia en la conexión con sus sentimientos más profundos. Olga formula su venganza contra la sociedad, quien ha sido responsable según ella- de su vida depresiva y miserable, quiere pasar a la historia como un ejemplo de la injusticia del ‘bullying’, la discriminación y lo mal que le hicie-
ron sentir durante toda su vida por considerarla diferente. "Yo, Olga Hepnarová, víctima de tu bestialidad, te condeno a muerte arrollándote con un coche y proclamando que durante mi vida marcada por el sufrimiento el número X de personas son muy pocos" Históricamente, Olga fue la última persona condenada con la pena de muerte en la Republica Checa. Su historia promueve el debate entre las acciones y lo que las originó, de dónde nace el odio de Olga para desencadenar la tragedia de muchos y firmar su propia muerte. Este relato, contado en un tono sombrío de melancolía, tristeza y decadencia, se presenta de manera monocromática y con una ausencia de sonidos, ésto con la finalidad de que los diálogos sean los de mayor peso, presentando así de la manera más clara y sencilla la intrigante y tormentosa historia de Olga Hepnarová.
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a ópera prima de la directora Marina Seresesky -cuyo cortometraje La Boda fue nominado a los Premios Goya en 2013-, viene acompañada de grandes pilares de la actuación española: Carmen Machi, Terele Pávez, Asier Etxeandía y la pequeña Lucía Balas nos llevan de la comedia al drama muy al estilo español en esta cinta que se llevó el premio al Mejor Guión en la trigésimo primera edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara. La Puerta Abierta gira en torno a la familia biológica, las relaciones entre madres e hijas, y la familia que sí puedes elegir, esas personas que inesperadamente entran en tu vida y que pueden ayudarte a crecer y a pasar por alto tu historia familiar. Rosa (Carmen Machi) es prostituta. Tiene una vida miserable, se siente cansada de la rutina y la responsabilidad de atender a Antonia (Terele Pávez), su madre, a quien le debe la herencia de su oficio y le atribuye muchas de sus desgracias. Antonia es una persona mayor con un carácter difícil, gruñona y berrinchuda que vive de los recuerdos de lo que fue su vida, incluso llegando a creerse Sara Montiel. Rosa refleja en su cara el hastío por la vida, tal parece como si en su vida nunca hubiera sentido felicidad o momentos de alegría. Lupita (Asier Etxeandia) es
un travesti que ayuda a mediar la relación entre ellas, con sus bromas y ocurrencias, le da un toque de comicidad; ella es quien siempre está al pendiente de las dos, además de ser la única amiga de Rosa. La vida de estas mujeres cambia, al ocurrir un incidente que desemboca en la llegada inesperada de un nuevo integrante a la familia, lo que les permitirá limar la mala relación entre ellas y perdonarse de lo que ya no pueden cambiar. Rosa está repitiendo la historia de su madre y eso le produce gran amargura, pues esta consiente de lo que esto significa. Las actuaciones y los personajes son la base de la historia de La Puerta Abierta, el guión -escrito por la misma directora debutante, se hizo pensando en las actrices Carme Machi y Amparo Baró, quien falleció en enero de 2015, por lo que Terele Pávez tomó su lugar, también experimentada actriz que le da al personaje un realismo con muchos matices, que se agradecen. La cinta es realmente entrañable y divertida, nos demuestra que todos podemos tener segundas oportunidades, la cuestión es aprender a verlas y tomarlas. La historia pasa del drama a la comedia de manera muy natural, y eso no lo logran muchos.
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na intrépida comedia mexicana que podría ser el retrato del 'anti-machismo' con la dirección de Roberto Sneider y las actuaciones de Gael García Bernal (Eligio) y Verónica Echegui (Susana). Después de sus reconocidas películas Dos crímenes (1995) y Arráncame la vida (2008), y como productor de Frida (2002) con Salma Hayek, el director Roberto Sneider nos presenta su más reciente filme, el cual es la adaptación de la novela Ciudades Desiertas de José Agustín. La historia nos relata la vida amorosa de Eligio y Susana, en la cual los ingredientes clave son la comunicación en pareja, el deseo carnal y el grado de amor que pueden desarrollar por el otro. Eligio -actor- es un hombre divertido, con mucha gracia y carisma que fácilmente conquista a las mujeres; por su parte, Susana -aspirante a escritora-, es muy guapa, inteligente, un tanto frágil y reservada. Ellos forman una pareja muy bonita, aparentemente, hasta que detonan un sinfín de situaciones que les hacen vivir cosas quizá imperdonables en una relación, pero que con el paso del tiempo, se vuelven entendibles. La infidelidad es una predominante característica de Eligio; por su facilidad para envolver a las mujeres, le es imposible negarse a las caricias y muestras de afecto que ellas le brindan, así
como el llevar su vida llena de amigos, fiesta y mujeres le hace sentirse cómodo y muy feliz. Por otro lado, Susana no lo es tanto, pues se siente cansada e incomprendida, y eso la lleva a tomar malas decisiones, que hacen una complicada relación en pareja. Así se desarrolla esta historia llena de anécdotas, de aventuras amorosas, de chistes y sarcasmos muy mexicanos donde Eligio se da cuenta que los límites que él creía aceptables, los sobrepasa de manera abismal; se da cuenta de todo lo que es capaz de hacer por conservar a su esposa, al amor de su vida, muy en contra de lo que marca su cultura y tradiciones, entiende que las frases machistas no le aplican, -las típicas "no estoy para rogar" o "mujeres hay muchas"- no serían la solución a su problema, sino por lo contrario, le ayudarían a perderla más. Me estás matando, Susana es una película muy divertida en la que la comicidad es la herramienta perfecta para llevarnos hacia el entendimiento del eterno conflicto de la vida en pareja, en el cual muchos se verán reflejados y donde nos podemos cuestionar el significado de un verdadero “macho”, de un hombre que lucha contra todo por amor y no el típico que lo puede perder, por orgullo o por sentirse ofendido, y que se queda sin actuar, sin hacer nada para sanar lo que rompió y lo que considera valioso en su vida.
¿Qué te parece el festival este año? Yo lo he disfrutado muchísimo. Tristemente no me ha dado tiempo de ver otras películas porque he estado concentrado en otras actividades del festival y en presentar mi película, y hoy me voy; uno viene nada más específicamente a eso, me hubiese encantado quedarme a ver las demás películas pero, como siempre, es un gusto estar en el festival de Guadalajara, la verdad es que es una institución con una gran trayectoria y creo que hace un trabajo muy valioso y que tiene un público de gente que ama el cine y eso está muy padre.
tradicciones y con el que se puede identificar mucha gente. Yo me identifiqué con él, no soy así tal cual como él pero hay ciertos sentimientos que sí compartimos, y me parece que estos personajes apasionados y divertidos como Eligio pues siempre es sabroso verlos en la pantalla, ¿no? A mí me encantan esos personajes complicados, apasionados, divertidos con un gran sentido del humor y yo creo que Agustín en su novela tiene unos diálogos deliciosos que hablan mucho de cómo es el personaje y habla mucho de cómo somos muchos mexicanos, entonces está padre eso.
Cuéntanos qué nos estás presentando en este Festival. Estoy presentando Me estás matando, Susana, que es una adaptación de Ciudades desiertas de José Agustín, con Gael García Bernal en el papel de Eligio, y Verónica Echegui en el papel de Susana, guapísima y muy talentosa, y creo que hay una química súper padre entre ellos.
Es un tema muy cultural ¿no? Yo creo que sí, me parece que acertó muchísimo Elena Poniatowska cuando decía que es la primer novela antimachista; yo insisto que no sé si es la primera pero es una novela antimachista y eso me gusta mucho porque yo creo que los mexicanos luchamos mucho con ese tema. Yo creo que, en general, no queremos ser unos machos, no estamos de acuerdo con las actitudes machistas y de pronto nos sale el monstruo ¿no? Entonces está padre esa exploración que él hace de un hombre que ama profundamente a su
¿Por qué esta historia? ¿Qué te atrapó de ella? Me encantó el personaje de Eligio, me parece que es un hombre lleno de con-
mujer, y a las mujeres en general. Entonces me parece que el macho de verdad no ama a las mujeres; éste sí las ama profundamente y tiene que aprender que esas actitudes le hacen daño a otra gente, tiene que vivir ese daño en su propio cuerpo para entender que no va por ahí la onda, entonces está padre. Es una historia de crecimiento de un personaje que tiene que ir por una especie de invier…, infierno personal… este, un invierno personal también (ríe), muy literalmente de un invierno del norte para crecer ¿no? ¿En dónde está filmada? Está filmada en Winnipeg, Canadá. Tuvimos días de rodaje literalmente a menos 25 grados. Frío. Mucho… Sí, (ríe)
¿Qué tan complicado fue que Gael aceptara la propuesta? Fíjate que no mucho porque Gael había leído la novela y le encantaba ese personaje. Creo que ni a él le costó trabajo aceptar ese personaje, ni a mí saber que él tenía que hacerlo.
¿Tú cómo te sientes con la película? He escuchado muchos directores que dicen: “Nunca estamos completamente satisfechos", ¿tú cómo te quedas terminando? Sí mira, completamente satisfecho no…
¿Qué fue lo más complicado dentro de la película? Yo creo que lo más complicado es que, como es una historia de viaje, una persona que está en México y luego viaja al centro de los Estados Unidos, pues son prácticamente dos producciones que tuvimos que hacer casi simultáneas una inmediatamente después de la otra, pero implica armar todo un crew y todo un reparto aquí en México y al mismo tiempo estar armando un equipo de trabajo y un reparto en Estados Unidos; bueno, en Canadá en este caso, y aparte tiene personajes de todo el mundo, está el peruano, el polaco…
¿Es muy difícil? Es imposible yo diría porque siempre hay cosas que hubieses querido haber hecho diferente, con el tiempo y la perspectiva de pronto te quedan claras muchas cosas que podías haber hecho mejor. Pero la verdad es que sí, a mí me gusta la película. Yo estoy muy conforme con la película, estoy especialmente feliz con el trabajo que hizo Gael, me parece que él está increíble en la película…
Ah sí, el polaco, punto fundamental ¿no? (Ríe) Exacto… y había que conseguir estos actores en diferentes partes del mundo porque en Winnipeg pues no hay más que gente blanca, igual a Estados Unidos en realidad, y hay apaches de hecho también, pero nadie que hable el español bien ni nada; entonces sí, me tuve que traer algunos actores pero fue muy divertido, de Argentina de Perú, y quien hace al polaco en realidad es Islandés, no polaco, pero como no dice ni una palabra no importaba… ¿Recibiste apoyos para realizar la película? Sí, muy importantes. Esta película fue posible hacerla gracias a que tuve el apoyo de FIDECINE, de FICINE y del gobierno de Canadá, también de Manitoba Film and Music, o sea del estado de Manitoba donde se filmó la película y del Film Board de Canadá. ¿Ya tienen distribuidora? Sí, Videocine está a cargo de la distribución y vamos a salir el 5 de mayo como en 500 salas.
Muy divertido él… Sí súperdivertido, y realmente lo que más me interesó en la novela fue el personaje de Eligio, y Gael le dio la vida que le dio, pues eso me deja satisfecho. Tus películas han surgido de libros... ¿podrías definirnos cuál ha sido la mejor? No, imposible, son muy diferentes las tres y yo he recibido comentarios de diferente gente diciendo: “mi favorita es Dos Crímenes”, “no, mi favorita es Arráncame la vida” y ahora hay gente que me ha dicho “no, realmente ésta es tu mejor película”; entonces, no sé, la verdad, es que cada una tienen un lugar muy especial para mí, son momentos de mi vida, y en perspectiva, así inmediatamente cuando las acabas estás atormentado por todo lo que no lograste, pero con el tiempo ves más lo que acabó siendo en realidad con más objetividad y pues les tengo mucho cariño tanto por las experiencias con la gente con la que colaboré, sobre todo por eso fíjate. Cada una tiene su onda… Oye, pero siempre hay como un “macho” en cada una… ¿Sí verdad?
¿Qué será? ¡Qué onda! Siempre burlándome del machín y metiéndolo en apuros o criticándolo, es interesante eso es algo que yo no me había dado cuenta hasta que hice esta película y dices, bueno, es un tema que me interesa. ¿Y sabes qué siento? Que como mexicano yo sí he vivido… yo siento que los machos son tan víctimas del machismo como las mujeres, o sea, esta expectativa que hay sobre los hombres de ser de cierta manera es algo que te empobrece a ti y que empobrece la relación de los hombres con las mujeres. Me parece algo muy digno de explorar, yo creo que en México muchas mujeres son más machistas que los hombres, les encanta el rol porque traen muchas ventajas también y eso está más de su lado directamente en Arráncame la vida porque ella toma todas las ventajas del machismo hasta que se da cuenta del precio tan alto que hay que pagar. Entonces es un tema que a mí me interesa mucho porque yo siento que lo he padecido personalmente. Esta expectativa machista que existe me parece que nos empobrece a todos. ¿Tu película va a mas festivales? Este es su primer festival y ya veremos qué trayectoria tiene después. ¿A la gente que vaya a verla qué le dirías? Que se van a ver reflejados y se van a reír un rato y ojalá que también los cuestione un poquito, ¿no? Por eso yo diría que estaría padre que la vayan a ver. Yo creo que es diferente a otras películas, me han preguntado: “¿oye como a qué película se parece? Y yo personalmente no sabría responder eso, entonces creo que eso está padre. Yo creo que sí es única por el tema, tan directo, y bueno, lo entiendes perfectamente por ser mexicano como dices. Creo que sí, creo que es muy mexicana la peli.
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os negocios son los negocios, y teniendo esto en mente los principales estudios de cine gastan millones anualmente en la producción, distribución y publicidad de cada uno de sus filmes con la intención de recaudar diez veces la inversión inicial, pero ¿cuál es el verdadero costo? ¿A veces la avaricia gana la batalla de la visión artística? Muy probablemente. Entonces de qué manera podemos confiar en estos hombres de traje, dueños de nuestros personajes favoritos si lo único que ven no son buenas historias si no dinero. Encontrar un balance adecuado entre lo que es cinematográficamente correcto para el gusto de la audiencia es complicado debido a la inmensa cantidad de elementos a trabajar donde todo puede fallar mientras se está escribiendo, filmando o editando la película. Adicionalmente se va cocinando un rico platillo de incertidumbre que desayunan todos los días los productores al temor constante de no recuperar la inversión por un fracaso en taquilla. Encontrar este balance es complicado pero no imposible. ¿Cuál es el sentido de ir al cine si hay que esperar uno o dos años para el estreno de nuestra película favorita? Encontrarse pendiente con cada nueva noticia de la producción, disfrutar los nuevos avances de la cinta y sobretodo emocionarse el día del estreno e ir lo más pronto posible a la sala de cine para al fin consumar las expectativas que por meses se han estado haciendo cada vez más grandes.
Al final del día no queda más que liberar nuestras emociones, olvidar nuestros problemas y disfrutar de la película como si no existiera un mañana. ¿Pero qué ocurre si cuando al terminar de ver la película uno como espectador ha salido decepcionado por lo mala que fue? Al encontrarnos en el siglo de la digitalización, en donde las redes sociales esparcen las noticias al por mayor hasta el último rincón del planeta es común que a un par de semanas del fracaso de taquilla de x película salgan a la luz anécdotas o comentarios internos del filme refiriéndose a los malos elementos en la producción y filmación que ya auguraban el inminente fracaso. ¿Por qué nadie intentó poner un alto a la producción del filme para arreglar los cabos sueltos y evitar el fracaso? ¿Qué podemos esperar si los productores o en algunas ocasiones los directores no han hecho su tarea con tiempo? En realidad no mucho, y los que pagan por arreglar este desastre fílmico somos todos nosotros, los espectadores con su boleto de cine. A estas alturas ningún género cinematográfico se ha salvado de algún desastre fílmico y más recientemente lo hemos podido comprobar con el boom de adaptaciones de comic al cine. En el limbo del comic al celuloide algunos personajes han sobresalido por quedar catapultados en desastres fílmicos anulando algún posible éxito (poco probable) futuro. Pero no todo es malo.
Algunos de estos fracasos se han convertido en series de primer nivel, personajes destruidos en el celuloide han logrado el resurgimiento exitoso en las series por streaming. Tal es el caso de Daredevil, cinta que tuvo un desastroso paso por el cine en el viejo 2003 y desde entonces nadie apostaba por una nueva versión del diablo de Hell's Kitchen; pero el titán de las películas y series por streaming que es Netflix lo rescató y con apenas dos temporadas estrenadas en 2015 y 2016 se ha convertido en uno de los favoritos del público y los planes que tiene Marvel con él son grandes debido a que se encuentra dentro de su Universo Cinematográfico al igual que otro par de personajes que se han ajustado a este formato esperando el momento para saltar a la gran pantalla de la mejor manera posible. Teniendo esto en cuenta, ¿aún podemos confiar en ustedes? Nos han maravillado con personajes bien estructurados y profundas y magnificas historias. Pero nos siguen defraudando. No existe la película mala, siempre habrá algo bueno que rescatar pero hoy en día eso ya no es suficiente. Hollywood se encuentra en un momento en donde ya no hay historias originales, los superhéroes se encuentran dominando el mercado, lo cual no tiene nada de malo siempre y cuando sean filmes de alta calidad, que se esfuercen por hacer pensar a los espectadores y sobre todo tengan una buena historia que contar. Aunque si no existiera el cine de superhéroes, ¿qué cintas acudiríamos a ver? No lo sabremos jamás, pero si de algo podemos estar seguros es que los grandes estudios se estarían esforzando por mantenernos cada semana con una novedad distinta. Pero no estamos en esa realidad, y debido a ello al año se llegan a estrenar cerca de 4 a 6 filmes de superhéroes. Los grandes luchadores de esta contienda ya los conocemos, Marvel Vs DC apuestan todo lo que tienen para siempre dar algo más en la gran pantalla y ponen todo en el asador para sorprender a cada uno de nosotros. Si es que en realidad hay una lucha entre los estudios, el esfuerzo constante de estar a la vanguardia hace que se esfuercen y siempre den un mejor resultado.
Batman Vs Superman: El Origen de la Justicia y Capitán América: Civil War son las dos balas que colocaron este año. Una frente a la otra. ¿Quién ganó el duelo? Tal vez nunca la sepamos pero de lo que si podemos estar seguros es que ambas películas nos hicieron emocionar demasiado al verlas por primera vez. Posiblemente este sea el verdadero sentido de ir al cine, dejarse emocionar y esperar siempre lo mejor de cada una de estas películas, dejar de discutir quien hace mejor películas debido a que al final del día todo nosotros terminamos viendo ambas. El juicio de cada uno es muy respetable, los gustos son amplios pero al final siempre habrá que evaluar la película del modo más sincero y deshebrarla lentamente y posiblemente sí se podría encontrar una respuesta de cuál película es mejor. ¿Pero quién quiere hacer eso? Hacer eso es aburrido, lo mejor es disfrutar y siempre exigir productos de alta calidad para seguir disfrutando cintas de primer nivel, sean perfectas o no. Y los que podemos cambiar esta situación somos todos nosotros, los espectadores al decidir que ver y que no y al final siempre tendremos la última palabra (la mayoría de las veces). Queramos o no solo nos queda confiar en ellos, estar a la espera de un buen resultado y seguir yendo al cine con la esperanza de seguir disfrutando las aventuras de nuestros personajes favoritos. Y si todo falla siempre existirá algún plan secreto de auxilio. Una nueva versión o reboot de último minuto que llegará al cine o en formato de serie por streaming ahora sí, en las manos indicadas para su realización.
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xisten infinidad de películas que abordan el tema de las enfermedades terminales, pero realmente pocas deciden no seguir las pautas del drama lacrimógeno más ramplón, y por el contrario, colocan ante nuestra mirada los aspectos más crudos y menos sublimados de los enfermos o de quienes los asisten en el desgastante (por decir lo menos) día a día hasta el final de su tiempo en este plano. Mis Últimos Días: Las Invasiones Bárbaras (Les invasions barbares, 2003; Denys Arcand), Mi vida sin mí (My Life Without Me; 2003; Isabel Coixet), El Gran Pez (Big Fish, 2004; Tim Burton), Dallas Buyers Club: El Club de los Desahuciados (Dallas Buyers Club, 2013; Jean-Marc Vallée), The Normal Heart (2014; Ryan Murphy) y Los Insólitos Peces Gato (2014; Claudia Sainte Luce), son sólo algunos títulos que han decidido acercarse a la temática desde una perspectiva mucho más humana, sin condescendencias para los enfermos (o sus allegados), ni complacencias para la audiencia. James White, la ópera prima de Josh Mond –productor, entre otras, de Martha Marcy May Marlene (2011) y Simon Killer (2012)–, es el título más reciente que se cuela en esta categoría. Estrenado en el Festival Internacional de Cine de Sundance donde recibió el premio de la audiencia de la sección NEXT, James White es un drama intimista que sigue al personaje epónimo, un inadaptado joven que en la violencia y los comportamientos autodestructivos encuentra una suerte de válvula de escape para sus problemas familiares como el amargo distanciamiento con su padre, su reciente fallecimiento que se presenta, además, con la novedad de que se había vuelto a casar, así como la repentina recaída de su madre que ahora se encuentra en etapa terminal de cáncer. Christopher Abbott (del serial Girls) y Cynthia Nixon (de Sex and the City, otro show de la cadena HBO) dan vida al dúo materno-filial Gail y James que representa el motor para la historia con ecos al mejor cine de Cassavettes personajes ordinarios que transpiran humanidad y se encuentran desprovistos de esos diálogos artificiosos que no
entran ni con calzador pero que al Hollywood industrial le chifla-. Mond nos pone frente a personas ordinarias que intentan sobrellevar su vida y que son encarnados por esta pareja de histriones que ofrecen un trabajo más visceral que metódico. Nixon personifica a la madre que recorre los dolorosos momentos finales de la enfermedad como las abruptas, violentas y agudas recaídas, los episodios depresivos, los delirios –en ocasiones cree que vive en el año 2000 y que George Bush aún es presidente– y algunos cuantos momentos de lucidez fugaz en los que se preocupa por vivir la vida al máximo. Pero en el terreno actoral es ni más ni menos que Christopher Abbot quien sorprende al revelarse como toda una promesa del celuloide al cincelar con sensibilidad y energía su personaje, dotándolo de infinidad de matices; un chico de coraza dura e insensible que no duda en callar a un par de chicas que se están divirtiendo contando anécdotas en un bar o comenzar una pelea en el mismo lugar. No obstante, es evidente que James es sólo un chico temeroso que no sabe cómo lidiar con las tragedias de su vida, por lo que frecuentemente visita antros, consume alcohol entre otras drogas-, se escapa para vacacionar en alguna playa mexicana, tiene ligues ocasionales, etc. Y es que pese a los excesos y la antipatía que pueda generar el personaje central, Abbot puede dotarlo de cierta ternura y carisma para lograr que se genere una conexión emocional con el espectador. James White es una propuesta que se aleja completamente de los clichés del género dramático, no intenta maquillar una realidad para hacerla menos cruda. La historia, presentada de manera fragmentada en episodios mensuales, apenas da pistas de lo que sucede a través de los diálogos, por lo que el espectador tiene que colocar las piezas en sus respectivos lugares para que el relato vaya tomando forma a medida que éste avanza con una cámara que se comporta inquieta y por lo general de manera muy próxima a los protagonistas, quienes por supuesto que no recitan a la perfección una retahíla de diálogos ingeniosos ni aforis-
mos pseudo intelectualoides. No, esta es una historia de gente común, hablando como gente común, tratando de hacerle frente de la manera que mejor saben -o pueden- a la violenta experiencia que es perder familiares y perderse a sí mismos en las condiciones tan atroces como las de una enfermedad como el cáncer. Tanto se rehúsa la película a visitar los lugares comunes del género, que incluso se niega a cerrar con un desenlace complaciente; por el contrario, su final es, aunque ligeramente esperanzador, un tanto ambiguo: los conflictos existenciales del protagonista no se resuelven con la muerte de su madre, esta experiencia no trae consigo una experiencia catártica ni una reveladora epifanía que milagrosamente lo hará cambiar su comportamiento y enderezar el camino. Aquí no se verá un radical cambio de conciencia, tampoco encontraremos moralejas moralinas aleccionadoras, ni mucho menos tantas otras extravagancias que predican los materiales de autoayuda para personas con muertes cercanas –como ese consejero tanatológico con el que James se cruza en la salida del edificio tras el deceso de Gail. James, quizá, estará bien tras la muerte de su madre –tal como le promete entre lágrimas en su lecho–; pero, también quizá, no logre superar la pérdida y el sentimiento aunado al de su resentimiento de rencor hacia su padre, sean los detonantes de una aún más profunda depresión de la que ya no pueda escapar. Tal vez comience, finalmente, a escribir constantemente y consiga un buen puesto en la revista que en una ocasión le negó el trabajo; posiblemente edite su primera novela poco tiempo después, se case y tenga hijos como en el ilusorio relato que comparte con su madre en el baño mientras se recupera de un molesto episodio. Pero también es posible que James muera alcoholizado en un accidente vial donde también perezca una familia entera en el otro vehículo implicado en el fatídico incidente; o posiblemente, caiga víctima de alguna sobredosis. No lo sabemos, y nunca lo sabremos. La vida es así.
E
n el mundo de las viñetas hemos visto cómo los superhéroes protagonizan versiones alternas a sus historias canónicas, como aquella en la que el pequeño Bruce Wayne es asesinado frente a sus progenitores, haciendo que su padre, Thomas Wayne, se convierta en el vigilante nocturno que combate el crimen en Gotham, mientras que su madre, Martha Wayne, enloquecida de dolor, se convierte enel Joker (Flashpoint); o aquella variante de la historia de Superman que plantea lo que habría sucedido si la nave que resguardaba al pequeño Kal-El tras la destrucción de Krypton hubiera aterrizado en la Unión Soviética y no en Kansas (Superman: Red Son). En un ejercicio lúdico similar a estas reinterpretaciones de la mitología superheroica se presentó en 2011 la novela Kryptonita de Leonardo Oyola, una suerte de híbrido cultural pop anglosajón con el realismo sucio de las sociedades marginadas en Latinoamérica, en el que retoma famosos personajes de las tiras cómicas –particularmente del universo de DC Comics como los héroes Superman, Batman, Flash, La Mujer Maravilla, Martian Manhunter, y villanos como el Joker, Lex Luthor y Doomsday– para colocarlos en entornos radicalmente diferentes a los que habitualmente los han acogido en las viñetas. El autor argentino echó mano de algunas anécdotas autobiográficas en el oeste del Conurbano Bonaerense para moldear la historia de estos «héroes» a los que transforma en marginados miembros de la banda criminal liderada por Pinino –al que apodan Nafta Súper (evidente referencia a Superman)–, quien gravemente herido es ingresado por sus amigos al Hospital Paroissien de Isidro Casanova donde el Dr. González, un médico que está a punto de terminar su turno de tres días que ha aguantado a base de pastillas, se verá obligado a intentar salvar la vida del famoso líder criminal, mientras el resto
de la banda se atrinchera en la clínica para hacer frente a los ataques de la policía y de otros crimínales que buscan exterminarlos. En una época saturada de cine de superhéroes, la adaptación de la novela a cargo del director Nicanor Loreti no sólo se presenta como una bocanada de aire fresco para el popular género, sino también como una propuesta revolucionaria e inteligente que permite una relectura mucho más compleja y humana de los personajes de las viñetas, replanteando la figura del superhéroe en una sociedad mucho más cercana a la realidad mundial y resignificando su mundo a través de estos seres que usualmente son plasmados como perfectos e incorruptibles. En el universo propuesto por Kryptonita, la cosmopolita Metropolis, la cálida Smallville de Kansas o la elegante y lúgubre Gotham, no tienen cabida, pues todo transcurre en la castigada periferia bonaerense donde no existe autoridad que no esté corrompida y donde el mundo pertenece a los criminales que se disputan territorios. Aquí sobreviven los miembros de la banda de Nafta Súper, personajes riquísimos en matices que replantean los conceptos del bien y del mal, y que por supuesto están alejados de los galanes prototípicos del cine de superhéroes, dejando paso a protagonistas criminales feos, sucios, extravagantes y groseros. Echando mano de actores reconocidos en Argentina –Juan Palomino (Nafta Súper / El hombre de hierro, un Superman criminal); Nico Vázquez (Faisán, contraparte de Linterna Verde); Diego Cremonesi (Ráfaga, versión alterna de Flash); Pablo Rago (El Federico o también Señor de la Noche, es decir, un Batman tercermundista); Diego Capusotto Corona (un sádico negociador de la policía que representa a la versión bizarra de el Joker); Lautaro Delgado (Lady Di, o La Mujer Maravilla transexual); Sofía Palomino (La Cuñataí Güirá, versión alterna de la
Mujer Halcón y novia de Faisán); Carca (Juan Raro, el Martian Manhunter alterno); Daniel Valenzuela (El Pelado, reverso latino de Lex Luthor); Pablo Pinto (Cabeza de Tortuga, un Doomsday de Latinoamérica); Mariana Anghileri (Lu, la Lois Lane bonaerense e infiel), entre otros–, la propuesta cinematográfica de Loreti mantiene el estilo desenfadado de la novela de Oyola y presenta personajes tridimensionales como el líder de la banda criminal que se enfrenta al abandono de Lu para irse con El Pelado por lo que debe criar solo a su pequeño hijo; por su parte, el Señor de la Noche es un policía federal que vive atormentado por el recuerdo del asesinato a sangre fría de sus padres (doctor y enfermera); mientras que Lady Di Woman es una aguerrida mujer transexual que siempre ha estado enamorada platónicamente de Nafta Super. La película establece una relación de los superhéroes con los más desprotegidos, así como una postura radical ante la distribución de la riqueza en una ambiente injusto y corrupto; este es un contraste muy interesante con respecto a los superhéroes tradicionales de Estados Unidos, una particularidad que se ve aún más evidenciada por la estética de la película cuyo presupuesto –evidentemente muy alejado de los blockbusters yanquis– limitó las escenas de acción y los efectos especiales, pero que gracias a la pericia de sus artífices se logra un resultado más que aceptable y coherente con una estética de cine de serie B. Olvídense de las majaderías de Deadpool (2016), de su humor desfachatado y presuntamente irreverente, así como de su presunta transgresión con el asunto de la cuarta pared –que no es más que un ornamento en su narrativa–; la película realmente transgresora que revoluciona al cine de superhéroes dura tan sólo ochenta minutos, se llama Kryptonita y es latinoamericana.
E
l estadounidense Jeff Nichols es uno de los directores más interesantes en el actual panorama de la industria 'indie' de Hollywood. Ya desde su ópera prima, el prácticamente desconocido drama familiar en clave de thriller Shotgun Stories (2007), demostró tener madera narrativa, un estilo propio –aunque sin ocultar sus referentes a los que homenajea sin el menor reparo–, un talento envidiable para mezclar géneros de manera eficaz, y una potente carga social en sus historias –porque, además, él es quien firma sus guiones, transformando de esta manera sus películas en auténtico 'cine de autor'– que siempre tienen a la familia como núcleo. Su segundo largometraje fue el que lo puso en la mira del público tras estrenarse en la Berlinale; Take Shelter (2011), un humilde drama rural con elementos de thriller y ciertos toques sobrenaturales y apocalípticos protagonizado por el siempre excelente Michael Shannon –su actor fetiche que ha protagonizado tres de sus cinco filmes– y la no menos talentosa Jessica Chastain. En Mud (2012), su tercer filme, dirigió a Matthew McConaughey, Reese Witherspoon y los jóvenes Jacob Lofland y Tye Sheridan –quien ahora encarna a Scott Summers (a.k.a. Cyclops) en X-Men: Apocalypse– para compartirnos la historia de una amistad improbable entre un prófugo y dos adolescentes. Situada también en la Norteamérica profunda, Nichols nos ofreció aquí un tratado sobre la lealtad, el amor, las traiciones y la pérdida de la inocencia. Sin embargo, es en este su cuarto largometraje que el cineasta se consolida como uno de los talentos emergentes de Hollywood más prometedores y con una gran ambición artística. En Midnight Special nuevamente nos coloca un entorno rural como telón de fondo, pero en esta ocasión decide explorar los peligrosos terrenos de la ciencia ficción, saliendo bien librado de esta arriesgada incursión. La cinta inicia de golpe con dos nerviosos hombres (Michael Shannon y Joel Edgerton) hospedados en un ho-
tel de carretera mientras que Alton (el prometedor Jaeden Lieberher a quien vimos el año pasado en St. Vincent al lado de Bill Murray), el pequeño de 8 años que los acompaña, lee cómics bajo las sábanas con la ayuda de una lámpara; a la par, la televisión nos informa que los dos sujetos son buscados por el robo del infante. Cuando los sujetos salen del hotel muy apresurados al salir el Sol, da inicio este thriller sci-fi en el que Nichols inteligentemente va dosificando la información sobre la identidad de los hombres y su relación con el niño al que tan desesperadamente buscan el gobierno estadounidense y un misterioso culto religioso. El guión –que se nota trabajado a conciencia– va tejiendo subtramas con gran astucia y coloca elementos que hablan de la familia, la lealtad, la intrusión del gobierno y hasta el fanatismo religioso y el origen de la fe. En Midnight Special son evidentes las influencias de Steven Spielberg –Encuentros cercanos del tercer tipo y E.T.–, John Carpenter –Starman: El Hombre de las Estrellas y hasta Stanley Kubrick –2001: Odisea del Espacio–, tres legendarios directores con características casi opuestas entre sí pero que aquí encuentran un punto de convergencia gracias al talento de un director que sabe cómo marcar su impronta personal en cada secuencia reuniendo las mejores cualidades del cine de ambos cineastas. Por un lado tenemos un enigmático, fascinante y casi místico thriller narrado con oficio y filmada con una seguridad inusual para un director relativamente novel. Se trata de un trabajo cocinado a fuego lento, que mantiene al espectador en el desconcierto y a la expectativa de lo que sucederá a continuación durante toda la película; además es protagonizada por personajes complejos, bien trazados, y estupendamente encarnados por el acertado casting. Y por el otro lado, tenemos una entrañable historia de un padres que incansablemente busca poner a salvo a su hijo, una premisa sencilla que resulta muy personal para el director, pues se inspiró en su
amarga experiencia particular cuando su pequeño hijo enfermó gravemente; pero por fortuna, Nichols no cae en el error del Rey Midas de Hollywood de convertir sus cintas en productos cursis que recurren al chantajismo emocional, por el contrario, busca generar emociones y sensaciones en el público de una manera más honesta, a través de las atmósferas, las situaciones, los diálogos y el sobresaliente trabajo de cámaras. En su primera película para un gran estudio –aunque mantiene un presupuesto modesto comparado con las superproducciones veraniegas–, Nichols ha realizado una cinta atípica, tanto como thriller como cine de ciencia ficción; y es que es una película que se toma su tiempo para contarnos una buena historia y siempre trata de tomar senderos poco comunes en las historias sci-fi. Nichols no tiene problemas es mantener una trama pausada durante la primera mitad de la cinta –lo cual no quiere decir que sea aburrida, simplemente es un ritmo no habitual para los thrillers–, construyendo una intriga gubernamental bastante oscura; por otro lado, tampoco se priva en ningún momento de insertar momentos de gran emotividad. Midnight Special es una carta de amor al cine de ciencia ficción que desborda imaginería, una pequeña joya del cine sci fi destinada a convertirse en un título de culto. Una vez más, Nichols demuestra su talento y se coloca como uno de los directores estadounidenses que no debemos perder de vista; su próxima película, Loving, es un drama de época que competirá por la Palma de Oro en la próxima edición del Festival de Cine de Cannes y que se centra en la historia real de Mildred y Richard Loving, una pareja interracial a finales de la década de los 50 que fue arrestada, encarcelada y exiliada por el simple y sencillo hecho de contraer matrimonio. Sin duda una cinta que generará gran polémica y de la que ya estamos ansiosos por recibir las primeras impresiones. Mientras tanto, queda aquí la recomendación de este sobresaliente trabajo sci-fi.
E
n el extenso mercado de los superhéroes que han dado el salto de las viñetas a la pantalla –chica y grande–, uno de los más interesantes en años recientes es Matt Murdock y su alter ego Daredevil. El personaje creado por Stan Lee y el dibujante Bill Everett pierde la vista durante su infancia en un accidente con desechos tóxicos que, además, hacen que sus sentidos restantes se sensibilicen y desarrollen de manera sobrehumana. Cuando crece, Matt Murdock trabaja como abogado durante el día, y por las noches se transforma en un vigilante que combate al crimen organizado en uno de los peores barrios de Manhattan –Hell's Kitchen–, dando forma de esta manera a una de las mejores alegorías de "la justicia es ciega". El Hombre sin Miedo, dio el salto al cine a comienzos de este siglo con la cara y el cuerpo de Ben Affleck dirigido por el siempre incapaz Mark Steven Johnson. Daredevil (2003) decepcionó a la crítica especializada, pero particularmente a los fans del personaje que, evidentemente, no vieron reflejado en pantalla al personaje moralmente complejo que ha decidido dedicar su vida a cuidar de su barrio desde dos trincheras: los juzgados y las violentas calles. Después del fracaso taquillero y artístico de la película, Fox decidió hacer un reboot e incluso se barajó el nombre de Jason Statham (The Transporter) como protagonista del relanzamiento con miras a convertirse en franquicia. Sin embargo, los problemas con la producción hicieron que Fox perdiera los derechos y fueran recuperados por Marvel, estudio que
con una jugada maestra decidió trasladar a su superhéroe a una serie de televisión coproducida por la creciente plataforma de streaming Netflix y bajo el control creativo del showrunner Drew Godard, un talento emergente que había sorprendido a propios y extraños con su refrescante cinta de horror The Cabin in the Woods (2012). La primera temporada de Daredevil –conformada por trece episodios lanzados en abril de 2015– fue un éxito rotundo tanto con la crítica como con el público. Finalmente una producción audiovisual le hizo justicia al atormentado personaje –interpretado acertadamente por el prácticamente desconocido Charlie Cox– al colocarlo en situaciones extraordinarias pero siempre dentro de los límites de la verosimilitud y en un contexto social decadente: intensos amoríos, la búsqueda de redención que intenta obtener acercándose –o alejándose, según el caso– del dogma católico, dilemas éticos y morales en su trabajo como abogado en un barrio marginado y lastimado por la corrupción de la policía y las grandes corporaciones, y los dilemas existenciales en sus inicios como vigilante nocturno aún sin identidad definida y enfundado tan sólo en ropa negra con sus puños como únicas armas. Pero no sólo el protagonista recibió un tratamiento formidable, de hecho, todos los personajes que aparecen en la serie se alejan de maniqueísmos y están construidos a conciencia con personalidades perfectamente definidas que condicionan sus acciones en determinadas circunstancias. Así tenemos a Wilson Fisk (a.k.a. Kingpin), el
villano central de la primera tanda de episodios que es encarnado de una manera extraordinaria por el gran Vincent D'Onofrio, un magnate con exquisita sensibilidad por el arte y con una personalidad bastante emotivo, pero a la vez, extremadamente violento desde su trágica adolescencia; la relación con su pareja Vanessa Marianna (Ayelet Zurer), es determinante para el destino de este criminal de cuello blanco. Por otra parte, tenemos a los dos compañeros de Murdock en su empresa de litigios. Primero está Foggy Nelson (Elden Henson), su mejor amigo y socio en su despacho de abogados; se trata de un personaje que funciona como el comic-relieve de la serie, pero sería injusto decir que su papel cumple únicamente esa función, ya que es un personaje que actúa como ancla que mantiene a Matt con los pies en la Tierra en sus momentos de debilidad. Por otra parte, está el personaje de Karen Page (Deborah Ann Woll), la secretaria del despacho de los mejores amigos y el primer interés amoroso de Matt en los cómics; en la serie este personaje es introducido de una manera astuta: es una de las primeras víctimas a las que salva 'el Diablo de Hell's Kitchen'. En este caso, estamos también ante un personaje complejo, muy alejado de los roles femeninos que son trazados comúnmente en otras series; y es que pese a tener inicialmente un rol de víctima, Karen Page va evolucionando hasta formar parte activa de la firma de abogados, participando no sólo como secretaria sino como investigadora en los casos que se presentan.
Otro punto a destacar de la serie, es que narrativamente está estructurada con gran inteligencia y dinamismo, ya que a pesar de ser la clásica historia de los orígenes de un superhéroe, ésta no se desarrolla de manera trillada, echando mano de esporádicos saltos temporales para darle un equilibrio narrativo entre el Matt Murdock adulto enfrentándose al crimen –ya sea con traje o su vestimenta negra–, para después recurrir a ciertos flashbacks que ponen en contexto el origen de sus habilidades en derecho penal y en combate. Estéticamente, la serie retoma numerosos elementos del estilo realista de Alex Maleev –artista responsable de los trazos de Daredevil en su versión impresa de 2001 a 2006 y quien se vio fuertemente inspirado por el Cine Noir y el Giallo de Dario Argento– y con ellos crea atmósferas opresivas y decadentes que cobijan la trama llena de misterio y se-cuencias de acción y combate irreprochablemente coreografiadas y llenas de brutalidad, un aspecto decisivo para el éxito de la serie que se aleja de otras propuestas superheroicas de la televisión en tono teen. La segunda tanda de episodios mantiene e incluso mejora los niveles de calidad, tanto argumental como técnicamente. La trama, se sitúa seis meses después del final de la primera temporada y retoma a los personajes ya conocidos y los hace aún más complejos, dotándolos de matices hasta el momento desconocidos para la audiencia y colocando al protagonista frente a Frank Castle (a.k.a. The Punisher) y Elektra Natchios –un nuevo villano encarnado por Jon Bernthal y su ex
pareja a la que da vida la actriz Elodie Yung–, los nuevos personajes que se suman al elenco y que pondrán a prueba los límites éticos y morales de Matt, obligándolo a confrontarse a sí mismo en los conceptos del bien y del mal, a la vez que se topa con pasado amoroso que viene a tambalear su incipiente relación con Karen Page. En este sentido, resulta sorprendente que hayan logrado que el personaje de Matt tuviera un crecimiento personal tan profundo como el que experimentó en la primera temporada. Técnicamente hablando, la serie supera los estándares establecidos en su primera temporada, hay más secuencias de acción y están mucho mejor logradas, incluso la famosa secuencia de combate cuerpo a cuerpo en el pasillo de la temporada inicial (con una duración de tres minutos sin cortes) es superada por otra secuencia que involucra varios pisos de un edificio, una cantidad mayor de oponentes y una duración mayor (cinco minutos sin cortes). Con Daredevil estamos frente a una de las mejores adaptaciones que se han hecho del llamado 'noveno arte' hacia un medio audiovisual. Marvel y Netflix han elaborado un producto de gran calibre que cumple y supera las expectativas de un programa de entretenimiento, pues es enriquecido por un contexto reflexivo sobre las crisis económica y de valores en las grandes urbes, por lo que más allá de ser una serie de personas superdotadas, es un soberbio trabajo con una gran relevancia social que desmitifica la figura del superhéroe en la sociedad contemporánea.
D
os años después de haber entregado sus dos últimas piezas cinematográficas por demás disímiles -la sensorialmente apocalíptica Al final de los Sentidos (Perfect Sense; 2011) con Ewan McGregor y Eva Green, y la dramática, cómica y rockera cinta Rock'n'Love (2011) con Natalia Tena y Luke Treadaway-, el cineasta británico David Mackenzie se adentró en las profundidades carcelarias para compartirnos una brutal historia de redención tras las rejas de una prisión inglesa, a la vez que pone bajo la lente los errores del mismo sistema penitenciario británico. Sentenciado antes de tiempo es la historia de Eric (Jack O'Connell), un joven de diecinueve años con graves problemas de temperamento que ha estado bajo el cuidado del estado desde que su madre murió cuando era apenas un niño. El filme abre con la llegada de Eric a una prisión para adultos a la que ha sido trasladado debido a su carácter violento y a la imposibilidad por incompetencia del sistema- de tratarlo adecuadamente en la correccional para menores donde estaba recluido. En el lugar, a la vez que comienza a hacerse respetar por los guardias y los otros reclusos, y emprende la inevitable lucha territorial al interior de la pri-
sión, Eric se encuentra con su propio padre, Neville (Ben Mendelsohn), quien ha estado purgando condena desde catorce años atrás. Pero contrario a lo que pudiera suponerse, Eric, quien por su actitud y completo conocimiento del entorno deja entrever que ha estado en reclusión en numerosas ocasiones, no quiere salir de la cárcel, quiere desesperadamente quedarse ahí dentro, tras las rejas, junto a su padre, pues es lo más cercano que ha podido estar de algo a lo que puede llamar 'familia', aún cuando su volátil relación deambule entre el cariño, el desprecio y el reproche por su ausencia. Mientras tanto, Neville hace todo lo posible para que su hijo se rehabilite a través de Oliver (Rupert Friend), un terapeuta voluntario cuyo grupo de manejo de la ira podría ser la puerta más cercana para que Eric pueda salir de prisión. David Mackenzie traslada a la pantalla el dinámico guión de Jonathan Asser y se apoya principalmente en las espectaculares actuaciones de O'Connell (300: Rise of an Empire y Unbroken), Mendelsohn (Killing Them Softly) y Friend (Young Victoria), quienes demuestran su completo compromiso tanto con el director como con el proyecto, dejándose el alma frente a la
cámara y entregando formidables interpretaciones donde resalta principalmente el soberbio trabajo de la joven revelación Jack O'Connell. La sobria aunque opresiva e inclemente- fotografía de Michael McDonough (Winter's Bone y Albert Nobs) resulta perfecta para esta brutal inmersión al mundo carcelario donde tiene lugar esta historia de búsqueda de redención en la complicada relación paterno-filial. La nueva propuesta de Mackenzie es la de un vertiginoso juego de intereses personales y una vorágine de violencia que se desata ante la llegada de Eric a la prisión, un juego de traiciones entre los internos y de corrupción y abuso de poder por parte de las autoridades carcelarias; el filme es, en esencia, una tragedia griega modernizada y colocada tras las rejas de una prisión inglesa, una cárcel donde, cuando la incompetencia de las autoridades no les permite encontrar una solución viable a los problemas, optan por 'deshacerse' de ellos y lavarse las manos con argumentos que exudan patetismo. Sentenciado antes de tiempo es un potente, inteligente y crítico drama social que se coloca como uno de los mejores filmes del subgénero carcelario de los que se tenga memoria; una propuesta imperdible.