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Comayagüela: Historia de un pueblo de indios (1578-1820)

Por José Carlos Cardona Erazo. Profesor de Ciencias Sociales por la Universidad Pedagógica Nacional “Francisco Morazán” y Licenciado en Historia por la UNAH. Asistente de la Unidad de Patrimonio cultural e investigador del CAC-UNAH. > Detalle de fotografía de Juan T. Aguirre, publicada en el Primer Anuario Estadístico correspondiente al año de 1889. Antonio R. Vallejo, Tipografía Nacional, 1893.

Resumen

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Comayagüela y Tegucigalpa eran dos pueblos vecinos desde el período prehispánico. La Colonia implantó una diferenciación sociocultural y económica entre ambos poblados. Tegucigalpa se convirtió en el Real de Minas, sede de la autoridad y de la sociedad criolla local, mientras que Comayagüela se mantuvo como el pueblo de indios, bajo el estigma del racismo y marginamiento clasista del aparato colonial. Durante tres siglos, los indios de Comayagüela cultivaron y defendieron sus tierras y vieron a la Colonia determinar su estilo de vida, casi sin variaciones. La irrupción del mestizaje como fenómeno sociocultural y los cambios en el aparato colonial a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX traerían cambios al pequeño pueblo, que en 1820 obtuvo su Ayuntamiento.

> Detalle de fotografía de Juan T. Aguirre, publicada en el Primer Anuario Estadístico correspondiente al año de 1889. Antonio R. Vallejo, Tipografía Nacional, 1893.

INTRODUCCIÓN

El 16 de noviembre de 1820, tras haber dado muchas largas al asunto y recibidas muchas quejas de los habitantes de Comayagüela, el Alcalde Mayor de Tegucigalpa, Narciso Mallol, ordenó al alcalde de la vara, Seberino Reyes, que instalara conforme a ley un Ayuntamiento allí, considerando que era ya un poblado “cuyo vecindario pasa de mil almas”. En la orden escrita, el Alcalde Mayor expresó que era necesario “...darse a los indios en las elecciones de cargos públicos como ciudadanos que son...” (>1).

Imbuidos de entusiasmo, los líderes locales se volcaron a convocar a su comunidad a elecciones “...para que el domingo 26 de noviembre procedieran a elegir un Alcalde, cuatro regidores y un Procurador Síndico...”. En la sesión inaugural, el 30 de noviembre de 1820, presidida por el alcalde electo Juan Roque, “...se acordó solicitar del señor Gobernador y Jefe Político del reino, la devolución del fondo de comunidad depositado en la Caja Real, para atender con él al sostenimiento de la escuela pública y demás establecimientos de enseñanza...” (Ardón, 1937, p.74). Esta diligente forma de trabajar por el bien común tenía su origen siglos atrás: era el estilo organizativo comunitario propio de los pueblos de indios durante el período colonial (1524-1821).

Este artículo es una reseña histórica del pueblo de indios de Comayagüela durante tal período. Constituye parte de una investigación más amplia de la historia de Comayagüela, que abarca desde sus inicios, documentados desde finales del siglo XVI hasta 1937, año de la desaparición del cabildo de la ciudad y la formación del Distrito Central en Tegucigalpa. Esta forma parte del programa de investigación del Centro de Arte y Cultura (CAC) de la UNAH, con el fin de identificar las manifestaciones de la historia, identidad y cultura locales y su importancia, con el propósito de preservarlas y difundirlas.

En las páginas siguientes se presenta la historia de Comayagüela como pueblo de indios, desde el establecimiento de la Alcaldía Mayor de Tegucigalpa en 1578, hasta 1820, año en que dicho pueblo se organizó como Ayuntamiento, para seguir buscando eso que Ardón -un escritor de Comayagüela de inicios del siglo XX- llamó “la consecución de un mejor porvenir”.

Para la elaborar este artículo se utilizó bibliografía secundaria y documentación del Fondo Colonial, la sección de Títulos de Tierras y el Fondo de la Alcaldía Mayor de Tegucigalpa, conservados en el Archivo Nacional de Honduras.

>1 Archivo Nacional de Honduras (en adelante ANH), Oficio sobre la instalación del Ayuntamiento en el pueblo de indios de Comayagüela, Santa Lucía, 16 de noviembre de 1820, caja 263, documento 3222.

1. COMAYAGÜELA EN LA HISTORIOGRAFÍA NACIONAL

Los estudios históricos sobre Comayagüela son principalmente monografías escritas por intelectuales locales. La primera, Reseña histórica de Comayagüela, escrita por Inés Navarro, se publicó en 1900. En ella, el autor enumera tres posibles orígenes de los habitantes de Comayagüela. La primera hipótesis es que los primeros pobladores fueron “...los llamados indios del Pueblo Abajo (hoy Barrio Abajo) […] tribu o tribus pertenecientes al grupo lenca...” (Navarro, 1900, p.3). El segundo posible sitio de origen de los primeros pobladores sería Lejamaní, Comayagua. Para apoyar esta hipótesis, Navarro menciona “...el antiguo guancazgo entre las patronas titulares de Lejamaní y Comayagüela...”. El tercer origen sería el municipio de Jano, Olancho (>2).

Para argumentar esta tercera explicación posible, Navarro utiliza los testimonios de “...muchos ancianos de La Cuesta...” (Ibíd. p.8). Amplía esta conjetura utilizando testimonios de episodios confusos, pero valederos en tanto constituyen un esfuerzo -bastante destacable- por explicar el origen de los habitantes de Comayagüela.

La segunda monografía se publicó en 1937, año de la formación del Distrito Central. Su autor fue Juan Ramón Ardón, regidor municipal y personaje importante de la sociedad local. Su Monografía Geográfica e Histórica del Municipio de Comayagüela se divide en cuatro partes: la primera para explicar la geografía física del municipio, la segunda para describir la geografía económica, la tercera para describir los componentes de la geografía humana del Ayuntamiento y, la cuarta, para resumir su historia.

A los datos de la Reseña de 1900, Ardón añade una cronología del siglo XIX, clasificándola por episodios y basándose en los libros de actas de la Municipalidad de Comayagüela. La Monografía finaliza con una recopilación completa de las corporaciones municipales de Comayagüela, desde 1821 hasta 1937 -hecha por el mismo Ardón-, basándose en las actas municipales.

La tercera monografía la escribió Armando Cerrato Valenzuela, once años después de la publicación del trabajo de Ardón, en 1948, como producto de un concurso para la feria de Concepción de 1945. Su Monografía de los valores morales de Comayagüela es una historia intelectual de la ciudad. La parte más importante la constituyen las biografías escritas por él mismo, sobre intelectuales de Comayagüela. En el apartado “Páginas doradas”, al autor le parece “...insólito que en una tierra tan diminuta como la que abarca el término de Comayagüela, hayan nacido tantos literatos, y que la mayoría de ellos sean tan celebrados en Honduras y en el exterior...” (Cerrato Valenzuela, 1948, p.33).

La última monografía fue obra de Salvador Turcios, prolífico autor y un intelectual muy importante en la capital a mediados de siglo XX. En el libro, publicado con el título de Comayagüela en la historia nacional, Turcios deja claro que la suya fue una de las familias fundadoras de Comayagüela, que su abuelo apuntaba en diarios personales los sucesos de la ciudad en el siglo XIX -aparecen extensamente citados a lo largo de la obra- y que la religiosidad de los habitantes es elemental para definir la identidad de la ciudad. El autor reseña la historia local repitiendo lo ya expuesto por los autores que lo precedieron, enfocándose en explicar asuntos relacionados con la iglesia de Concepción y la cosmivisión católica de los habitantes de Comayagüela. Su trabajo es una especie de recordatorio de la importancia de las tradiciones de Comayagüela como elemento unificador de su sociedad, de su sentido de pertenencia local.

>2 Hay un documento de 1582 citado en el trabajo de Héctor Leyva (1991, p. 72) donde se menciona a Comayagüela como un pueblo de apenas ocho tributarios, bajo jurisdicción de San Jorge del valle de Olancho, en encomienda al español Francisco de Oluera.

2. “COMAYAGUA DE TECUZICALPA”: EL ORIGEN DEL PUEBLO DE INDIOS

Ya en 1893, Antonio R. Vallejo, en su Compendio de la historia de Honduras, hablaba de una posible “coexistencia” entre el Real de Minas de Tegucigalpa y el pueblo de indios de Comayagüela a finales del siglo XVI. Para 1580, el nombre de Comayagüela era “Comayagua de los indios” (Lunardi, 1945).

En 1582, el poblado aparece mencionado como “Comayagua de Tecuzicalpa” (>3). El “gobernador” del pueblo era Don Diego de Hernández, “...indio […]3 que es ladino en lengua mexicana y en la materna de estos naturales que se llama Populuca...” (Martínez Castillo M. , 1983, p. 161), quien junto a Don Juan Gobernador, cacique del pueblo de indios de Tegucigalpa (ubicado donde hoy está el Barrio Abajo), ponen queja al Gobernador de Honduras, Alonso Contreras de Guevara, sobre la violación y abusos a la indígena de Comayagüela llamada Francisca, por parte de Juan de León, Alguacil Menor de Minas, quien “tuvo acceso con ella carnalmente tres veces” (Íbid. P. 162). El esposo de la indígena víctima de violación argumentó en su testimonio que desde hacía muchos años no se detenían los abusos por parte de los españoles.

A partir del análisis de dicho documento, Gloria Lara Pinto intenta explicar la relación entre Comayagüela y Tegucigalpa desde sus inicios, proponiendo la existencia de un asentamiento prehispánico de etnia lenca con relaciones socioculturales y políticas indisolubles, dividido en dos pueblos con “...una clásica división en mitades subrayada por un accidente natural, el ‘río en medio’, representando cada pueblo una mitad […] gobernados por dos diferentes linajes y esto explica la existencia de un gobernador en cada uno...” (Lara Pinto, 2011, p. 184). Ambos pueblos se ubicaban en “...una unidad geopolítica indígena que se identifica como la Provincia de Sulaco-Manianí...” cuya primera mención en4un documento colonial sería -según la autora- en 1536 (Lara, 2011, p.182).

En dicha región se hablaba un dialecto variante del lenca (Lara Pinto, 1991), primera prueba de que ambos pueblos eran de esa etnia. Otra evidencia argumentada por la autora sería el guancasco (>4) entre los habitantes de Comayagüela y los de Lejamaní, documentado como ya vimos por Inés Navarro en su Reseña de 1900. En dicho guancasco, que desapareció según Ardón (1937) en 1893, la Dolorosa de Lejamaní visitaba a La Candelaria de Comayagüela y al año siguiente se hacía el trayecto a la inversa. Por otra parte, existe la evidencia de otro guancasco, cuya existencia se menciona en 1881, en un punto de colindancia llamado Cruz Blanca, donde se daba el encuentro entre los santos de Lepaterique y Támara (>5).

Es claro entonces que ya había, al momento de la conquista, dos poblados separados por el río Choluteca en algún punto de las áreas donde hoy se ubican Tegucigalpa y Comayagüela. Es muy probable que Comayagüela y Tegucigalpa, puestas bajo el dominio español, hayan sido refundadas en lugares diferentes a los que habían ocupado antes; pero ninguno de los dos pueblos abandonó su asentamiento en la respectiva ribera del río que les correspondía, y en la cual se mantuvieron hasta nuestros días. Por otra parte, si bien la existencia de estos pueblos de indios es anterior a la llegada de los españoles, sus identidades como tales se construyeron y consolidaron durante el período colonial, en el sentido que las relaciones socioculturales y políticas entre ambos se desarrollaron en función de las circunstancias históricas impuestas por la Colonia.

>3 Archivo General de Indias -en adelante AGI- (1582). Información por do constara a su majestad el desacato del teniente de alcalde mayor de minas y consortes que tuvo con el gobernador de Honduras estando visitando por mandato de su majestad los pueblos de su jurisdicción y gobierno. Audiencia de Guatemala, legajo 56, en: Mario Felipe Martínez Castillo, Documentos, Historia de Honduras. Tegucigalpa, Editorial Universitaria, 1983.

>4 Los guancascos son celebraciones lencas. Véase Anne Chapman (1978).

>5 ANH (1881), título 72, Departamento de Francisco Morazán, Cofradía del Crucificado, Tegucigalpa.

3. COMAYAGÜELA: EL PUEBLO DE INDIOS DURANTE EL SIGLO XVII

Al consolidarse el nuevo orden colonial, los indios fueron confinados a sus espacios -los pueblos creados exclusivamente para ellos por la Colonia-, que tenían “...una cultura híbrida de rasgos hispánico-nativos en los segmentos culturales de la religión […] y en múltiples rasgos culturales asociados a la tecnología agrícola y alimentaria y las artesanías...” (Lara Pinto, Hasemann, y Cruz Sandoval, 1996, p.286).

En cuanto a la organización del territorio, el principal objetivo del aparato colonial era eliminar la dispersión poblacional. Los indígenas fueron reubicados o consolidados en «...unidades compactas y autárquicas denominadas “reducciones” o “pueblos de indios”...» (Barahona, 1991, p.125). La organización de esos poblados era castellana en términos generales, desde los cargos de autoridades locales hasta el trazado de los asentamientos. En el caso de Tegucigalpa, una vez que se descubrieron minas en los alrededores, la escasez de pueblos grandes obligó al rey Felipe II a autorizar, el 14 de noviembre de 1584, que los indios dispersos fueran juntados y puestos bajo orden de religiosos. Un historiador explica que los franciscanos llegaron primero a la zona, seguidos de los mercedarios. Estas órdenes religiosas “...visitaron los indios de Támara para doctrinarlos y lograron que vinieran algunos a poblar Comayagüela...” (Reina Valenzuela, 1981, p.55).

Esta presencia temprana de órdenes religiosas devino en la formación de conventos en Tegucigalpa y la reducción de muchos indios en el sur de Comayagüela, como lo demuestran las capellanías y cofradías formadas en la jurisdicción de este poblado, que fueron cinco: “...Nuestra Señora de la Concepción, Nuestra Señora de la Soledad, Nuestra Señora de la Candelaria, Nuestra Señora de Guadalupe y la del Señor de los Milagros...” (Ardón, 1937, p.75).

> La documentación consultada menciona que, para finales del siglo XVII, Comayagüela era un pueblo de poco más de 40 casas de bahareque (como la de la imagen) y no se evidencia la existencia de edificaciones importantes. Los techos eran de fibras naturales obtenidas en los alrededores.

a. ¿Cómo era Comayagüela en el Siglo XVII?

Es probable que Comayagüela haya tenido en sus inicios una traza urbana desordenada. José Reina Valenzuela (1981, p.94) apunta que “...a medida que aumentaba el número de sus vecinos, crecía el de sus viviendas en terreno plano y ancho desde la orilla del río grande hasta la falda del cerro y más allá del río Guacerique hasta el llano de El Potrero...”. La ermita que sirvió de iglesia antes de la construcción del templo de Concepción, inaugurado en 1796, estaba en las inmediaciones de la iglesia actual, contando con un cementerio de indios que se ubicaba, según un autor, en “...el lugar donde ahora se halla establecida La Policlínica, en la parte noroeste de ésta, y en donde se encontraba igualmente el antiguo cementerio de los indios, que alcanzaba un cuadra hacia el rumbo sur...” (Turcios, 1959, p.64).

Respecto de la forma de organización interna, el modelo autárquico de los pueblos de indios implicaba la asignación de tierras comunales, alrededor de los asentamientos. “...Estas tierras eran concedidas por la corona a título perpetuo, gratuitas e inalienables, y con carácter comunitario...” (Barahona, 1991, p.127). Los poblados también recibían tierras ejidales y los caciques y personas importantes de la comunidad tenían derecho a la propiedad privada. La legislación colonial estipuló desde muy temprano que estaba prohibido a los criollos, negros y mestizos asentarse en los pueblos de indios (Newson, 2009). Quizás esto explique el hecho de que, para 1621, en Tegucigalpa hubiera “...más de 100 vezinos españoles, algunos negros, mulatos y indios de servicio...” (Vásquez de Espinoza, 1948).

En julio de 1676, el Alcalde Mayor de Tegucigalpa hizo una visita al pueblo de indios. El documento de la visita refiere que el cabildo “...es de paja, cercado de bahareque alrededor y embarrado sin puertas ni divisiones ni tapescos...” (>6) , que debió estar en el centro del pueblo, frente a algún solar que probablemente tuvo la función de plaza, siguiendo la tendencia a imitar el trazado urbano de los pueblos españoles. La población de Comayagüela, censada en esa visita, fue de poco más de 200 habitantes, en unidades familiares pequeñas, de dos hijos por familia como promedio. A un edificio del cabildo se incluía una cárcel “... cubierta de paja sercada de bahareque con su cepo sin candado y su puerta de reo con llaves...”, también hecha de bahareque. El asentamiento tenía aproximadamente 60 casas. Ese era el tamaño de un pueblo de indios promedio para el centrooriente de Honduras en aquel momento. El colapso de la población indígena a finales del siglo XVI no logró superarse sino hasta el siglo XVIII, cuando las condiciones para el mestizaje ya estaban manifiestas, y fue entonces cuando pueblos del tamaño de Comayagüela lograron despegar demográficamente (Newson, 2009).

La referida visita de 1676 contiene datos que nos permiten comprender el funcionamiento y la administración de los recursos de los pueblos de indios. Por ejemplo, se menciona que los indios de Comayagüela tenían una troja de comunidad (>7) en la que habían llegado a tener almacenadas hasta 18 fanegas (>8) de maíz. La economía de estos pueblos era de subsistencia. No había producción agrícola a gran escala ni mercados de consumo amplios. Como afirma Marvin Barahona, los españoles no estaban interesados en “...crear un sistema económico articulado entre sí, sino más bien la explotación de la población local dentro de una economía más o menos autárquica...” (Barahona, 1991, p.91).

>6 ANH (1676), Visita de los pueblos de Comayagüela y Tegucigalpa, caja 12, documento 318, 9 de julio de 1676.

>7 Según el diccionario de la Real Academia Española una troja es un “espacio limitado por tabiques, para guardar frutos y especialmente cereales”. Con base en los documentos coloniales revisados, se puede decir que la troja de comunidad era un espacio techado donde los indios guardaban los granos de la cosecha de las milpas comunales. El objetivo era disponer de alimentos en períodos de escasez o cuando lo solicitaran las autoridades reales.

>8 La fanega es una antigua medida española para superficies o volumen. En este caso, el documento se refiere a “fanegas de maíz”. Una fanega equivale a 55,5 litros, en promedio.

> En los pueblos mesoamericanos las bebidas alcohólicas eran un elemento importante en los ritos religiosos. Durante el período colonial, en los pueblos de indios la legislación local consideró las bebidas alcohólicas prohibidas y se castigaba fuertemente a aquellos indios que se encontraran ebrios (como los de la imagen, tomada del Códice Florentino). Para el caso de Comayagüela, un episodio de embriaguez colectiva está registrado en un expediente de 1693, en el Archivo Nacional.

b. Comayagüela tenía un cabildo. ¿Cómo funcionaba?

Los cabildos de indios eran las figuras políticas representativas de la autonomía de los municipios. Servían como modelos comunitarios para resolver los problemas y asuntos internos de los pueblos de indios. Desde luego, esta figura tuvo variaciones dependiendo del contexto sociocultural en el que se encontraba. En los cabildos de indios, la presencia de europeos o criollos se limitaba al cura. La residencia del cacique era el espacio de ejercicio del poder, servía algunas veces incluso como cabildo y calabozo. Sabemos –como ya expuso en la visita de 1676- que Comayagüela tenía un edificio propio para cada uno de esos espacios. La autoridad superior de estos pueblos era el corregidor de indios, que se encargaba de las reducciones de toda una región. El representante permanente era el cura, y el cacique y su cabildo actuaban como entes complementarios de la administración local (Newson, 2009). En un documento del siglo XVIII se menciona que los indios de Comayagüela le construyeron “...una casa de recreación a su cura Don Antonio de Olivera...” (>9) en el sitio deEl Pedregal, de lo que se deduce la importancia de la figura eclesiástica en la comunidad.

>9 ANH, Testimonio del emplazamiento librado al Alcalde Mayor de Tegucigalpa para que dé citación a María Antonia Sevilla, a exhibir sus títulos, a deducir su derecho para aclarar una Litis con los indios de Comayagüela, en los ejidos de estos. Guatemala, 21 de julio de 1757,caja 41, documento 1315.

4. COMAYAGÜELA EN EL SIGLO XVIII. CONTINUIDAD INTERNA Y CAMBIOS EXTERNOS.

La documentación colonial sobre Comayagüela consultada en el Archivo Nacional de Honduras, no nos ha permitido percibir diferencias en la transición entre el siglo XVII y XVIII, en el sentido de que no se puede determinar un cambio significativo en la vida de sus habitantes. Hay, no obstante, un cambio externo percibible: el mestizaje, indispensable para comprender la dinámica social de la Alcaldía Mayor en su totalidad durante el siglo XVIII.

Los mestizos, marginados y discriminados a nivel jurídico y social, fueron ampliando progresivamente su esfera de influencia a lo largo del siglo XVII, de modo que al entrar en el siglo XVIII su existencia como grupo poblacional entró en conflicto constante con los indígenas, al reclamar territorios y espacios en el seno de la sociedad colonial. Tenían todos los elementos para ganar terreno: hablaban español, eran culturalmente afines a lo español y no estaban subyugados a las estipulaciones legales que sometían a los indios. No obstante esto no significaba que los mestizos tuvieran “privilegios”. Eran invisibles en el sentido jurídico del término lo cual, si bien no les imponía deberes, tampoco les otorgaba derechos. La población indígena, que había disminuido drásticamente durante el siglo XVI, no pudo recuperarse y esto, sumado al proceso de castellanización sufrido por los pueblos de indios, devino en ventajas socioculturales para el nuevo grupo étnico en ascenso, los mestizos. Según Murdo MacLeod (1980), desde finales del siglo XVII Honduras ya estaba en condiciones de convertirse en una provincia ladino-mestiza. Ya eran notorios para entonces los episodios en los que población mestiza estaba involucrada en conflictos. Por ejemplo, el Alcalde Mayor mandó prohibir en 1674 “…que se incendiasen los campos, montes y sabanas, por los daños que se hacen a los ganados…” (>10). Las multas eran de 25 pesos para los españoles y “…cincuenta azotes, si es ladino, mulato o negro…”. Surgieron muchos poblados de mulatos y ladinos de forma espontánea, que constantemente cambiaban de lugar porque, al no tener asignaciones legales, estos grupos no podían tener tierras. La presencia de estos pueblos “...fue tan notoria en Honduras que obligó a la Iglesia a crear nuevos curatos para atender las necesidades espirituales de sus habitantes...” (Barahona, 1991, p. 174). Muchas veces, los pueblos de ladinos estaban cercanos a los de indios y Comayagüela no fue la excepción. En 1693, un grave episodio de embriaguez con aguardiente de caña involucró a los Alcaldes indios de Comayagüela. En el expediente que se levantó para deducir responsabilidades, aparecen mencionados mestizos y mulatos, a quienes se amenaza de ser castigados con cien azotes de ser encontrados ebrios o vendiendo aguardiente (>11) .

A nivel cultural, el mestizaje y su influencia sobre las poblaciones indígenas trajo cambios progresivos en las relaciones sociales y el estilo de vida de los pueblos. Los documentos coloniales de la época comienzan a describir la forma de vivir de los mestizos, que no tenían –según una ordenanza del Alcalde Mayor en 1775- “…tierras propias, bienes muebles, ni raíces ningunos, que sufragen el sustento y vestuario de sus respectivas familias…” (>12). Estos grupos itinerantes de “...vagabundos [que] violaban las leyes divinas, no respetaban la justicia, cometían incesto, vivían amancebados y cometían frecuentes hurtos, encontrándose al margen de las normas sociales de ese tiempo...” (Barahona, 1991, p. 179). Es comprensible que “…La falta de espacios propios para el mestizo, la prohibición de asentarse en las comunidades, provocó una vida de desarraigo, miseria e incertidumbre, marcada por el individualismo y la violencia…” (Pinto Soria, 2006).

¿Eran ladinos y mestizos el mismo grupo poblacional? Para algunos autores, ambos términos eran usados para referirse a un mismo conjunto étnico. El proceso de castellanización seguido por la Corona a través de la educación fue dirigido con énfasis a la población indígena, a quienes en muchas ocasiones se les llamaba ladinos, una vez que aprendían el español y asumían la cultura hispana (Herranz, 2001). Inicialmente, los indígenas castellanizados eran llamados ladinos. Posteriormente este término se amplió para referirse a los mestizos, una vez que éstos se convirtieron en un renglón significativo de la población (Pinto Soria, 1998).

Durante todo el siglo XVIII se fue hegemonizando la presencia del mestizo en detrimento de la del indio, que perdió rasgos de su identidad pero no el estigma que sobre su clase existía (Herranz, 2001). En 1778 se emitió una Real Cédula en la que se instaba a los Alcaldes Mayores a poner escuelas de español en los pueblos indígenas, a sabiendas de que los pueblos de indios, “…cada vez con menos gentes, tienen que ser enseñados en la lengua castellana…” (>13). La disminución de población indígena a la que se refiere dicho documento se debía a que los mestizos ya eran para entonces mayoría de población.

Este proceso de mestizaje significó la ladinización de los indígenas en la Alcaldía Mayor. Es difícil determinar hasta qué punto, pero lo cierto es que se había perdido esa identidad particular del indígena. Los elementos propios, como la lengua o las tradiciones, habían desaparecido casi por completo. Sabemos que en Comayagüela sobrevivieron algunas tradiciones en forma de sincretismo, como el ya mencionado guancasco entre la virgen de la Candelaria local y la Dolorosa de Lejamaní (Navarro, 1900). Hay evidencias también, de que desde hacía mucho tiempo se habían introducido nuevos alimentos o bebidas en las dietas tradicionales de los indios. De ello dan fe los juicios y prohibiciones sobre el consumo de aguardiente de caña, una planta foránea que se cultivaba en los “valles” de ladinos (>14).

Casi 100 años después de la visita de 1676, otro Alcalde Mayor visitó Comayagüela, en 1746 (>15). Incompleto, el documento registra 158 habitantes. A diferencia de la visita del siglo anterior, no hubo necesidad de llevar traductor, pues los indios “... hablan el castellano...”. La situación del pueblo era de extrema pobreza. Los comayagüelas tenían “… sus casas maltratadas y otros que no las tienen y viven en las de otros parientes o extraños…”. Ante la repetición de apellidos y la gran cantidad de madres solteras que se registraron, el Alcalde Mayor mandó “…se les notifique a los Alcaldes, tengan cuidado en que las casas que están viejas se reedifiquen y hagan otras de nuevo en común con todo el pueblo a los naturales casados para que vivan separadamente con sus mujeres y familia y así mismo el que las mujeres viudas y solteras y que viven solas o en casas de personas extrañas las pongan en las casas de sus parientes…”. Todo esto con el fin de “...abjurar las ofensas a Dios...”, que no es más que un eufemismo para encubrir la situación de endogamia derivada del hacinamiento en que vivían los indios del pueblo de Comayagüela.

Años después, en 1773, la visita del Alcalde Mayor Don Gerónimo de la Vega registró 76 indios “arrimados” en Comayagüela, viviendo “…juntas algunas familias […] en contra de las Reales Ordenanzas…” (>16). Al Alcalde le pareció raro que un pueblo donde sus habitantes “…tienen la herramienta necesaria para el laborío de su tierra y trabajo hallo que tienen gallinas y sus solares aseados…” no tuviera suficientes casas, por lo que ordenó que en dos meses se construyeran las necesarias para todas las familias.

> 10 ANH. Providencia del Alcalde Mayor, prohibiendo que se incendiasen los campos, montes y sabanas, por los daños que se hacen a los ganados, bajo pena de 25 pesos, si es español, y la de cincuenta azotes, si es indio, mestizo, mulato o negro. 2 de marzo de 1674. Caja 10, documento 242.

>11 ANH. Autos criminales hechos de oficio de la Real Justicia, sobre haberse embriagado los indios Alcaldes del pueblo de Comayagüela, con aguardiente de caña. 24 de agosto de 1693. Caja. 22, documento 684.

>12 ANH. Testimonio de la Real Cédula, para que se tenga por punto de residencia a los Alcaldes Mayores, sino ponen escuela de lengua castellana, en sus respectivos pueblos de indios. Tegucigalpa, 13 de julio de 1778. Caja 60, documento 1969.

>13 ANH. Autos criminales hechos de oficio de la Real Justicia, sobre haberse embriagado los indios Alcaldes del pueblo de Comayagüela, con aguardiente de caña. 24 de agosto de 1693. Caja. 22, documento 684.

>14 ANH. Testimonio de la Real Cédula, en la que se prohíbe la fábrica de aguardiente de caña, castigando a los que lo hicieren. Santiago de Guatemala. 12 de octubre de 1750. Caja 37, documento 1221.

>15 ANH. Visita del Alcalde Mayor de Tegucigalpa don Diego de Arrollave al pueblo de indios de Concepción de Comayagüela. 12 de octubre de 1746. Caja 188, documento 416.

>16 ANH. Visita del Alcalde Mayor al pueblo de indios de la Inmaculada Concepción de Comayagüela. 22 de abril de 1773. Caja 215, documento 1308. Antonia de la Serna aparece mencionada en el documento ya citado del litigio de tierras entre los indios de Comayagüela y María Antonia Sevilla.

5. DELIMITACIÓN Y CARACTERIZACIÓN GEOGRÁFICA DE COMAYAGÜELA EN EL CONTEXTO DE LA ALCALDÍA MAYOR DE TEGUCIGALPA

El territorio del pueblo de indios de Comayagüela era extenso. En su Monografía, Juan Ramón Ardón (1937, p.10) afirma que la extensión de los ejidos del municipio era de “...270 caballerías, o sea, 12,157 hectáreas, 53 áreas y 30 centiáreas...”. La medición más antigua de terrenos ejidales de Comayagüela se encuentra en el título 77 del departamento de Francisco Morazán, en el Archivo Nacional. Es de 1759, pero contiene una copia de la medición hecha en 1740. El encabezado reza “De las Tierras del Centro de la Villa de Concepción” (Título 77: fol. 3v). Se volvieron a certificar en 1778, así:

“...Por la parte del Norte, linda dicho pueblo con Tegucigalpa sólo con la intermisión del Río Grande. Por la parte Este tiene por ejidos la chácara que fue de doña Antonia de la Serna; (>17) y que en dicho terreno sembraba este pueblo varias milpas y entre ellas la de Comunidad. Que por la parte Sur llegan los ejidos de Comayagüela a unas sabanas llamadas del Potrero (Llano del Potrero), con una extensión de más o menos dos leguas. Por la parte Suroeste se extienden los ejidos hasta un cerro llamado El Mogote, cuya distancia será de poco más o menos dos leguas. Por la parte Oeste llegan los citados ejidos hasta un portillo llamado de Quiebra Monte, advirtiendo el señor Regidor que duda si se extienden más allá, y que hasta dicho portillo hay cerca de tres leguas...” (Ardón, 1937, p.16).

Ochenta años después -nos relata Ardón-, en 1899, el licenciado Felipe Cálix solicitó medir de nuevo los terrenos de Comayagüela. En el ya mencionado título 77 se apunta que los ejidos habían disminuido. Los sitios de El Chile y Cerro Grande ya no pertenecían a la jurisdicción del pueblo de indios, puesto que hay otros títulos de tierra de Tegucigalpa que, a inicios del siglo XIX, eran reclamados para sí (>18). Es probable que la dinámica demográfica condicionara este hecho, considerando que las poblaciones de Tegucigalpa y Comayagüela fueron aumentando gradualmente, y ello implicó la compraventa o invasión de terrenos en ambos lados del río Grande.

Volviendo a la medición de 1899, los ejidos de Comayagüela abarcaban en total “...siete mil trescientas ochenta y nueve hectáreas, cuarenta y cuatro áreas, cincuenta centiáreas o sean ciento sesenta y tres caballerías, sesenta y una manzanas, cinco mil seiscientas veinte y una varas cuadradas...” (Ardón, 1937, p. 25); esto es, más del 60% del territorio total del municipio, que tenía, como ya se citó, 270 caballerías (>19).

El territorio de la jurisdicción de Comayagüela era geográficamente irregular, como era la topografía de toda la Alcaldía Mayor de Tegucigalpa. Los “comayagüelinos”, como los llamaba Ardón, vivieron durante siglos en una explanada a orillas del río Grande, llamada El Llano del Potrero, cuya extensión es de poco más de 200 hectáreas (>20). A nivel de planicies, estaban al sur del pueblo la meseta de Loarque y al norte la de San Matías. Al suroeste, la sierra de Lepaterique se bifurca en ramales formando las montañas de Yerba Buena y Azacualpa, de donde los indios de Comayagüela sacaban madera para sus casas y para los edificios de Tegucigalpa (De Oyuela, 2001). Montañas como la de Lepaterique permitían el cultivo permanente de frutos y hortalizas, por su humedad permanente y la calidad de sus tierras. Los indios de Lepaterique gozaron de una reputada condición de agricultores, tal, que cuando había escasez de granos en Tegucigalpa las autoridades siempre se dirigían a ese pueblo con el fin de abastecerse (>21).

En el norte también están las montañas de Monte Redondo, la sierra que separa la región central de la zona de Támara, donde están las montañas de El Quiscamote y San Matías. Estas sierras bordean llanuras irregulares, como la zona donde se asientan los pueblos coloniales de Talanga y Cantarranas. En estos espacios se asentarían las haciendas más grandes de la región minera en torno de Tegucigalpa. El clima de estas regiones llanas fue favorable para el cultivo de caña de azúcar, introducido durante la Colonia y que trajo cambios en la cultura y la alimentación de los indios, acostumbrados al monocultivo.

La caña de azúcar sirvió para introducir el dulce a precios accesibles, lo que significó la aparición de nuevos alimentos y bebidas en la dieta alimenticia de los indios. La ya mencionada denuncia de embriaguez con licor de caña de los alcaldes de Comayagüela, en 1693, así parece ejemplificarlo.

En las montañas de Lepaterique nace el río Guacerique, formado por los ríos Guaralalao y Las Gradas a los que, en las inmediaciones de la aldea San Matías, se les une el río Mateo. El Guacerique se une al río Choluteca en el área urbana de Comayagüela. Entre las quebradas y riachuelos están la Camaguara, hoy embaulada, que corría dos cuadras al sur de la plaza de Concepción y que causaba tantos problemas a los que usaban el camino real. También sobresalen La Burrera, La Quiebra Monte, La Quebrada Seca, El Sapo, La Orejona y la quebrada de El Carrizal o de La Cuesta, antes llamada La Chorrera. Esta última también era motivo de inconvenientes al impedir el paso con sus crecidas, tal como sucedió en el invierno de 1683 (>22).

El Llano del Potrero, lugar donde se ubicaba el pueblo de indios de Comayagüela, era la extensión de la vega de la ribera izquierda de los ríos Guacerique y Choluteca, cobijada por los cerros El Berrinche y Sipile, al oeste. En el este, el cerro Juana Laínez limita la extensión de la explanada y convierte a Comayagüela en la planicie más notoria de la depresión territorial donde se encuentra la capital de la República, en el entendido de que no hay ningún valle en el sitio donde hoy se ubica (Davidson, 2009).

En su explanada, los indios de Comayagüela vivieron durante siglos sin injerencias externas que modificaran su relación con el entorno, por lo que podían cultivar sus tierras, talar bosques y criar animales con los procedimientos y en la forma que acostumbraban. La roza y quema eran técnicas de cultivo usadas en los pueblos de la Alcaldía Mayor de Tegucigalpa, algo que se evidenciaba, por ejemplo, en una providencia del Alcalde Mayor, en 1674, en la que se prohibía que se incendien “...los campos, montes y sabanas, por los daños que se hacen a los ganados...” (>23). La primavera de ese año debió ser muy seca, pues la prohibición al parecer se hizo por la gran cantidad de incendios de malezas que se habían dado, perjudicando a los ganaderos que, por esa época, practicaban una ganadería en áreas de pastos silvestres y errantes.

>17 Véase: ANH. Testimonio del emplazamiento librado al Alcalde Mayor de Tegucigalpa, para que dé citación a María Antonia Sevilla, a exhibir sus títulos, a deducir su derecho para aclarar una litis con los indios de Comayagüela. Guatemala. 21 de julio de 1757. Caja 41, documento 1315.

>18 ANH. Títulos de Tierra. Títulos 104 y 105. Departamento de Francisco Morazán. El Chile y El Chile Cerro Grande. Tegucigalpa.

>19 En Honduras, durante el período colonial, una caballería comprendía 44 hectáreas (Pagán Solórzano y Aguilar, 2003).

>20 Mediciones hechas con el medidor satelital de Google Earth.

>21 Véase por ejemplo ANH. Se manda a pedir maíz al pueblo de Lepaterique. 18 de Mayo de 1712. Caja 27, documento 904.

>22 ANH. Pedro Martínez demanda a Francisco Lozano para que abra el camino y vado del río en el paso del Carrizal. 4 de septiembre de 1683. Caja 20, documento 621.

>23 ANH. Providencia del Alcalde Mayor, prohibiendo que se incendiasen los campos, montes y sabanas, por los daños que se le hacen a los ganados, bajo pena de 25 pesos, si era español, y la de cincuenta azotes, si era indio, mestizo, mulato o negro. 2 de marzo de 1674. Caja 10, documento 242.

> Fragmento del “Mapa de la jurisdicción que tiene la villa de San Miguel Thegucigalpa”, elaborado en 1763 por Antonio Joseph de Aviles. El inciso “C” (parte inferior izquierda) corresponde a Comayagüela. Tomado de W illiam Davidson (2006, p.124).

6. COMAYAGÜELA: LA TRANSICIÓN DEL XVIII AL XIX

a. La población

El 28 de noviembre de 1786, se les otorgó un indulto temporal a los indios de Comayagüela, para que pudiesen terminar la construcción de su iglesia (>24). En el documento se menciona que la iglesia antigua estaba “enteramente arruinada”, y habían comenzado la construcción del templo en un “…lugar ventajoso, en el centro del pueblo […] defendida de toda inundación del río, que es caudaloso…”. Por otra parte, en el documento se expresa la preocupación de los habitantes de Tegucigalpa al eximir de sus labores a los indios de Comayagüela, quienes eran “…esenciales para el servicio anual de esta villa…”. Si se les otorgaba el permiso a todos -argumentaban algunos- habría “… considerables perjuicios en la Agricultura y obras públicas para que está destinado [el trabajo de los indios]…”.

Al final, recibieron el “indulto de todo repartimiento” y el monto total de su cuenta de comunidad, “un mil treinta y ocho pesos quatro y medio reales”, más el permiso de usar el ganado de las cofradías “…por tener destinado su usufructo para las festividades de la iglesia…”. Para suplir las labores que los indios de Comayagüela realizaban, las autoridades emplearon a “mulatos sin aplicación” en vista de “no tener vecinos ladinos” a quienes se menciona como “clase de ociosos y vagabundos”. Tiempo después, en el mismo expediente se confirma que de la iglesia “…están sus paredes enteramente concluidas y niveladas para recibir la cubierta de maderas, faltando sólo que levantar de cal y canto, según está principiada la puerta principal. Se halla acopiada, aunque sin labrar alguna madera, y dicen los justicias tener emprendido el corte y acopio de la demás…”. Más adelante, los indios solicitaron, en 1790, “…los doscientos sesenta y dos pesos y quatro y medio reales sobrantes de su comunidad…”. La iglesia fue concluida e inaugurada en 1796.

En 1801, el Intendente Ramón de Anguiano levantó un censo de la gobernación de Honduras. El pueblo de Comayagüela tenía 1,062 habitantes, de los cuales 315 eran tributarios. En contraste, el pueblo de indios de San Miguel, a orillas de Tegucigalpa, tenía sólo 81 almas y el de Suyapa 264 (Fernández Hernández, 1997, p. 213). Comayagüela era el pueblo de indios más grande de la Subdelegación de Tegucigalpa y sus cofradías eran las más rentables de la región. Sólo en la cofradía de Nuestra Señora de la Concepción de Comayagüela se contabilizaron ese año 794 reses, cantidad que se mantuvo estable hasta contabilizarse 812 en 1805 (>25). Sus fondos de comunidad eran resguardados en Tegucigalpa, y los indios tenían una larga tradición de reclamarlos -como ya vimos- para usarlos cuando lo consideraban pertinente.

La supresión de la Alcaldía Mayor de Tegucigalpa (1788) había traído problemas económicos a la región. Aparentemente, al perder su estatus, hubo una enorme crisis basada en una pérdida de interés por parte de las nuevas autoridades –con sede en Comayagua- en incentivar la minería, lo que a su vez trajo un derrumbe económico de otras actividades derivadas de la misma (Taracena Arriola, 1998). A esto se suma que las pestes de viruela en esa década habían matado a más de 6,000 indios en los pueblos de la región (Newson, 2009).

>24 ANH. Indulto temporal a favor de los indios de Comayagüela, para fabricar su iglesia. 28 de noviembre de 1786. Caja 70, documento 2376.

>25 ANH. Causa criminal contra el indio principal de Comayagüela Manuel Salvador y sus cómplices, por insubordinados. 6 de diciembre de 1803. Caja 247, documento 2575.

b. Los conflictos

Así las cosas, la presión sobre los pueblos de indios, tanto en impuestos como en explotación de su mano de obra, debió aumentar considerablemente. Ya en 1780 el Alcalde Mayor de Tegucigalpa ordenaba que se arrestara a los indios de Comayagüela que se encontraban dispersos en otros pueblos “…bajo las más severas penas que tuvieren a bien… -pues había- …perjuicio de carecerse en el día, de competente servicio, que dicho pueblo da a esta villa…”. Este tipo de incidentes aumentó con el paso de los años, desarrollando los habitantes de Comayagüela cierta actitud de rechazo a la autoridad.

En 1803, el indio Manuel Salvador se alzó contra las autoridades, “…con orgullo e insubordinación de los indios de Comayagüela…” (>26). Todos los años, se realizaban en Comayagüela las corridas de toros de las fiestas de San Miguel, que se hacían en la plaza frente a la iglesia de Concepción, actividad para la que los indios traían troncos de madera y hacían un cerco. En los preparativos de ese año, Manuel Salvador instó a los indios a que “…por ningún motivo hicieran las barreras ni contribuyeran a la fiesta del patrón…”. En los días que siguieron a ese acto, Manuel y su “bando” –aproximadamente 50 hombres, según el documento citado- fueron al pueblo de indios de Tegucigalpa, a exhortar a los indios para que se unieran a su protesta y tampoco colaboraran en el levantamiento de las barreras para las corridas de toros, a pesar que las autoridades les habían ofrecido pagar el doble por el trabajo. De seguir con su intransigencia, a los indios se les amenazó con prohibirles “asistir con sus toros y mojigangas” a las festividades, lo que no les importó. Para aumentar la sorpresa de las autoridades, los indios de Comayagüela habían elegido a Manuel Salvador como su Alcalde Primero para el año siguiente, lo cual provocó la cólera del Alcalde Mayor. Al final, el alzamiento fue sofocado y el indio azotado y llevado al exilio, pero el acto de rebeldía marcaba un punto de inflexión en la relación entre Comayagüela y Tegucigalpa.

Otro incidente significativo en el que los habitantes de Comayagüela mostrarían una actitud rebelde fue sin duda el de enero de 1812. Los acontecimientos de la invasión napoleónica a España convulsionaron a América. Se formaron conatos de rebeldía en varios lugares del continente. En Tegucigalpa, estos sucesos se sumaban al descontento de los criollos locales por no haber podido recuperar todavía el título de Alcaldía Mayor, ni siquiera el de ciudad, que la villa había solicitado en 1811 (Fernández Hernández, 1997). Los más altos cargos del Ayuntamiento de Tegucigalpa eran ostentados por peninsulares nombrados desde Comayagua, como dictaban las normativas de las Reformas Borbónicas. El 22 de diciembre de 1811 se había nombrado como Alcalde Primero a José Irribarren, como Alcalde Segundo a José de la Serra Vijil y como Síndico a Juan Judas Salavarría, entre otros funcionarios, considerados enemigos de los intereses de Tegucigalpa (Vallejo, 1882). El comienzo de las hostilidades tuvo lugar cuando Antonio Tranquilino de la Rosa, miembro de la clase criolla tegucigalpense, comenzó a perseguir a posibles opositores a las directrices emanadas desde Comayagua, donde las autoridades eran reacias a darle poder a Tegucigalpa.

La incertidumbre se apoderó de las autoridades locales. Se emitieron órdenes para que el 1 de enero se hicieran rondas de vigilancia en distintos lugares alrededor de la villa, como el Barrio Abajo, la calle del Río Chiquito, La Plazuela, y el pueblo de indios de Comayagüela. Las medidas tomadas fueron en vano. Inés Navarro nos relata los sucesos del 1 de enero así:

“…a las ocho de la mañana, el pueblo de La Plazuela, el de San Sebastián, el de Comayagüela y reducción de Jacaleapa, reunidos en número de más de cien hombres, armados de palos y machetes, se presentaron en esta plaza a estorbar que los expresados Serra y Salavarría tomasen posesión de sus destinos. El Ayuntamiento estaba ya en el Cabildo para asistir a la misa parroquial, como ha sido y es de costumbre…” (Navarro, 1900, P. 16).

Los manifestantes argumentaron que no aceptarían “…a los Alcaldes electos por el Ayuntamiento para el presente año, ni a ningún otro que fuera europeo…”. La consigna que se gritaba en las calles era: “…Si quieren que no haya guerra y todo sea alegría, renuncie Salavarría con su compañero Serra…” (ídem). Se evitó el nombramiento previsto de peninsulares en los cargos, y se mantuvieron las protestas durante varios días, algo nunca visto en la historia de Tegucigalpa hasta ese momento. Los conflictos terminaron cuando el sargento mayor Pedro Gutiérrez, jefe de milicias de Olancho, logró, tras varias negociaciones en conjunto con los criollos de Tegucigalpa, pacificar a los sublevados y que estos volvieran a las actividades normales de sus pueblos (Vallejo, 1882).

Comayagüela doblaba en cantidad de población a Tegucigalpa, así como también había numerosa cantidad de mestizos viviendo en condiciones precarias alrededor de la villa, lo que sin duda tuvo que influir a la hora de alzarse toda esa cantidad de descontentos. Había una animadversión de parte de los comayagüelas hacia Tranquilino de la Rosa. Inés Navarro menciona que un año después del alzamiento de 1812, “…los indígenas de Comayagüela elevaron una solicitud al Subdelegado de Hacienda, que lo era entonces el Presbítero don Juan Francisco Márquez, pidiendo la devolución de 463 pesos… -de su fondo de comunidad-....que habían entregado a don Antonio Tranquilino de la Rosa, antecesor de Márquez…”. En ese mismo documento “…cobraban 126 pesos, valor de 20 reses que habían dado para el escuadrón de Gutiérrez, cuando había ocupado esta plaza. Decían también haber enviado comisiones para averiguar dónde se hallaban los fondos entregados a Rosa, sin que hubieran logrado saber dónde se encontraban depositados…” (Navarro, 1900, p. 20) (>27).

Años después, los indios de Comayagüela se alzarían una vez más, durante la construcción del Puente Mallol, cuya construcción había comenzado en enero de 1818. Usados como mano de obra principal para el puente, habían trasladado piedra desde La Pedrera para la obra, así como también habían sacado “…cascajo de laja y piedra de los cimientos del puente […] sin ración ni sueldo…” (Durón, 1978, pp. 30-31).

Ignacio Gómez y Midence, un hombre tildado de “violento” en los documentos, fungía como supervisor de obras en el puente Mallol (Durón, 1978). El 26 de febrero, se dirigió a los trabajadores del puente, indios de Comayagüela en su mayoría, como “brutos”. Acto seguido, un indio de Comayagüela, José Luciano López, “…que se hallaba en una de las pilastras del puente…” tuvo un fuerte altercado con el español, e instó a sus compañeros de trabajo a que mandaran “…a la mierda a ese carajo…”. Ipso facto, los indios de Comayagüela siguieron a Luciano, dejando abandonados los trabajos, dejando a los españoles “…viendo cómo alzaban el puente sin ellos…” (>28).

¿Estaba cambiando la actitud de los indios de Comayagüela?. No se ha encontrado en la documentación del Archivo Nacional ningún episodio de sublevación antes de 1800. Lo cierto es, que estos episodios de comienzos del siglo XIX demuestran que aquellas características psicosociales que se les atribuían desde hacía siglos (sumisión a la autoridad, actitud timorata y derrotista ante la vida) estaban cambiando. Tal vez, la presión de los mulatos y mestizos como grupos poblacionales cada vez más significativos los orilló a mostrarse más beligerantes en cuanto a la defensa de sus derechos y sus tierras.

>26 ANH. Cofradía de Nuestra Señora de la Concepción de Comayagüela. 7 de diciembre de 1805. Caja 248, documento 2608.

>27 ANH. Testimonio de las diligencias que contienen un reclamo hecho por el común de los naturales del pueblo de Comayagüela, deseando saber el paradero de 463 pesos. Guatemala. 13 de agosto de 1814. Caja 113, documento 3627.

>28 ANH. Sobre averiguar los procedimientos de los justicias y demás indios del pueblo de Comayagüela. 28 de febrero de 1818. Caja 128, documento 4255.

c. La educación

Una de las preocupaciones más evidentes de las autoridades del pueblo de Comayagüela a inicios del siglo XIX era la educación. En ello debió influir el énfasis que las Reformas Borbónicas pusieron en la educación castellana para los indios. José Francisco Pineda, vecino de Comayagüela, solicitó al Ayuntamiento, en 1819, que se fundara una escuela primaria, tomando el fondo superfluo de la capellanía de Nuestra Señora de la Concepción (>29). Otra nota de José Serra y Vigil al Ayuntamiento de Tegucigalpa solicita el acuse de recibo de la gestión hecha ante el Provisor “…para la concesión de 12.000 pesos de la obra pía de Concepción para el sostenimiento de la escuela de primeras letras…” (>30). “… En los pueblos de indios la escuela se pagaba de los fondos de las cajas de comunidad, y si no había suficiente dinero, se cultivaba una parcela de la tierra comunal…” (Herranz, 2001, p. 139).

Puestas en marcha su escuela, los indios de Comayagüela comenzaron las gestiones para obtener su Ayuntamiento, que obtuvieron -como ya se dijo- a finales de noviembre de 1820. Llevaban 3 siglos existiendo a la sombra de una villa de españoles. La suya era una historia que tendría muchos episodios que se seguirían escribiendo, pero ya eso es parte de otra investigación en proceso.

>29 ANH. Se solicitan los fondos de la Capellanía de Nuestra Señora de la Concepción para fundar la escuela, 15 de julio de 1819. Documento N° 5051. La escuela comienza a funcionar el 21 de febrero de 1820.

>30 ANH. Nota de José Serra y Vigil para que el Ayuntamiento de Tegucigalpa acuse de recibo de un oficio, y gestión hecha con el Provisor para la concesión de 12000 pesos de la obra pía de Concepción para el sostenimiento de la escuela de primeras letras. Comayagüela, 30 de junio de 1821. Documento N° 6137.

> Fragmento del expediente donde se le concede indulto a los indios de Comayagüela para que comiencen la construcción de su iglesia. Aunque fue inaugurada en 1796, los trabajos habían comenzado –tal como se dice en este fragmento- en 1762.

CONCLUSIONES

Comayagüela y Tegucigalpa eran dos pueblos vinculados a nivel sociocultural y político desde el período prehispánico, pero sus identidades coloniales fueron construidas a partir de la fundación de la Alcaldía Mayor, en 1578, fecha a partir de la cual ambos pueblos fueron separados social y culturalmente, uno con identidad española y otro indígena. Esto devino en una degradación de Comayagüela, que fue marginada durante siglos al atribuirsele todos los estigmas propios que los colonizadores dieron a los indígenas.

A nivel interno, el pueblo de Comayagüela tuvo su propia dinámica particular, condicionada por su modelo organizativo comunitario, preexistente desde el período prehispánico y que se mantuvo de forma similar durante la colonia. Aislados e impedidos para salir de su jurisdicción sin permiso, los indios de Comayagüela vivieron durante siglos dedicados a la agricultura, defendiendo sus tierras y manteniendo su religiosidad bajo la rigurosa supervisión de las autoridades reales.

El mestizaje, que creó una nueva configuración en la estructura poblacional de la Alcaldía Mayor, trajo conflictos a los pueblos de indios como Comayagüela, que comenzaron a sufrir la presión por espacios que reclamaban los mestizos o ladinos como nuevo renglón demográfico en el territorio.

> Fragmento del expediente donde se le concede indulto a los indios de Comayagüela para que comiencen la construcción de su iglesia. Aunque fue inaugurada en 1796, los trabajos habían comenzado –tal como se dice en este fragmento- en 1762.

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