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Los de mercados de Comayagüela. Historia y modernidad (1884-1935)

Por Luis Lozano, Licenciado en Historia por la UNAH, investigador del Centro de Arte y Cultura de la UNAH.

Resumen

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Este artículo está focalizado en la comunidad en el espacio de los mercados de Comayagüela. Se propone resaltar los vínculos entre la reconfiguración del espacio urbano, en tanto que espacio público y la potenciación de una cultura también urbana, que la acompañó y aportó características específicas a su dinamismo. Esto derivó de la participación activa y decisiva de los actores sociales que intervinieron en la reconfiguración del espacio y la cultura urbana, entre otros el Estado, el gobierno local, el comercio en general y las mujeres vendedoras de los mercados que también fueron protagonistas importantes en la supervivencia de la tradición a través de la religiosidad popular.

> Fotografía cortesía de Nadia Cáceres

1. El lugar y su identidad

Para comprender el desarrollo de las relaciones que se tejen en los mercados de Comayagüela es necesario comenzar definiendo qué es la ciudad. La ciudad es definida por Habermas (1998) “...como el espacio público donde el poder se hace visible, donde la sociedad se fotografía, donde el simbolismo colectivo se materializa...”. La ciudad es un escenario, un espacio público que cuanto más abierto esté a todos, más expresará la democratización política y social.

Según Borja y Muxí (2000), la ciudad son todas aquellas personas que hacen uso del espacio y, por ende, son ellas las que aportan rasgos y simbolismos a su escenario, por lo que la ciudad se convierte en el lugar donde las personas recrean sus vivencias y comparten ciertos elementos que permiten la conformación de una cultura propia. En nuestro caso de estudio, señalaremos que las personas que hacen uso continuo del mismo aportan rasgos culturales que llevan a la conformación de una identidad propia del lugar. En este sentido, como señala Portal (2007, p. 101):

...es necesario abordar los conceptos de “espacio”, “apropiación” e “identidad”. El espacio se puede definir como un lugar físico, donde ocurren y se producen relaciones sociales, culturales y de poder que generan sus habitantes. En ellas se origina el espacio, de acuerdo con ciertas normas escritas y no escritas, que permiten una forma de apropiación. Así, el territorio es un factor importante de identidad que cohesiona a los pobladores y los diferencia de otros grupos...

El mismo Portal sostiene que:

…Los debates sobre espacios nos conduce a cuatro reflexiones: la primera se refiere a la complejidad social de la ciudad, ya que cada grupo social tiene su propia concepción de apropiación de los espacios que habita. La segunda se refiere a cada grupo social que tiene su propio proceso de desarrollo, lo cual determina la apropiación del espacio. La tercera, a la construcción de los espacios en forma conflictiva entre los diferentes actores. Y la cuarta a la limitación que significa seguir utilizando la dicotomía público/privado como categoría de análisis, ya que nos acota el estudio de los grupos sociales que se mueven bajo la concepción de apropiación… (Portal, 2007, p. 101).

Según Portal y Ocampo (2007), uno de los elementos que favoreció la apropiación del espacio fue el uso continuo de la plaza: “…El mercado se convirtió en una extensión de las casas de las vendedoras, por lo que el cuidado del lugar formó parte del quehacer diario de las vendedoras. Allí las personas pasaban la mayor parte del tiempo, por lo que se convertía en un espacio donde compartían chismes, anécdotas y recreaban sus estilos de vida…”.

El mercado San Isidro de Comayagüela tenía su propia plaza, donde se hacían las celebraciones, se recreaban vivencias y tradiciones y las personas que residían en las inmediaciones se fueron apropiando de la misma. La plaza no solo era utilizada por los niños para jugar; también servía como mercado provisional en ciertas fechas del año. La función principal de la plaza era reunir a todas las vendedoras del mercado para celebrar las festividades en honor a San Isidro Labrador, ritual festivo que permitió una mayor apropiación y uso del espacio.

Esta práctica constante les llevó a considerarse como las únicas personas que podían decidir sobre el uso que se le podía dar a esos espacios, pues no solo se trata de un espacio público sino de uno que es de ellas, donde las autoridades locales deben concertar con ellas. Lo anterior nos lleva a reflexionar sobre el significado del espacio público/espacio privado e identidad.

2. La modernidad y la reconfiguración urbana de los mercados de Comayagüela

Las influencias del modernismo en las ciudades latinoamericanas fueron muy evidentes en los procesos de transformación urbana a fines del siglo XIX y los primeros 40 años del siglo XX. Las nuevas influencias se manifestaron en el replanteamiento de las ciudades y de su funcionalidad, configuración, nuevos materiales de construcción y nuevos conceptos de referencia urbana. El espacio urbano se vio influido por el afán “civilizatorio”, entendido como la toma de distancia del espacio rural -que queda solo como espacio idílico de los literatos-, el reagrupamiento del espacio de residencia, el saneamiento del espacio público, la construcción de puentes que “…ampliaban la frontera urbana hacia las áreas potencialmente urbanizables…” (González Escobar, 2007, p. 77), la construcción de los parques como escenario urbano burgués con sus elementos decorativos, iconográficos y lúdicos, y que dejaron atrás las viejas plazas coloniales. A ello se unirá la construcción de plazas de mercados cubiertos en la ciudad, la confluencia de los intereses de la comunidad de gentes vinculadas al comercio, y los intereses privados que movieron la construcción de este tipo de obras públicas.

El proceso de afianzamiento de la cultura urbana pasó, en el siglo XIX y principios del XX, por procesos traumáticos para todos los grupos sociales, en lo que Eduardo Kigman Garcés llama procesos avanzados de extirpación cultural (Kingman Garces, 2009). El entramado político y social de la época se caracteriza por un desesperado e incierto (más que acelerado) proceso de creación del Estado Nación, el establecimiento de nuevas relaciones económicas de producción en la antiguas villas coloniales entre los trabajadores de los distintos oficios artesanales y agroproductivos que pululaban en los mercados, el establecimiento de nuevos patrones culturales urbanos europeizantes -inciertos para la mayoría de los ciudadanos y de todas las clases sociales- y el establecimiento de una red de relaciones personalizadas que tenderán a prevalecer en todos los ámbitos. La cultura popular queda así atrapada y autocensurada en un espacio que se reivindica como “civilizatorio” a través de las artes y los nuevos patrones culturales burgueses. Es así que:

…Cuando hablamos de cultura popular nos referimos a un espacio de producción, circulación y consumo que atravesaba a distintas clases, etnias y grupos sociales, aunque no necesariamente haya sido vivida del mismo modo por todos. A pesar de las fronteras étnicas, sociales y de género bajo determinadas circunstancias no sólo se daba lugar a la reproducción del espíritu de la plaza pública, sino que la gente reinventaba constantemente sus imaginarios y formas de representación, a partir de elementos tomados de dos y más mundos. Existían aún elementos de una cultura en común y, al mismo tiempo, distintas vivencias con relación a ella, de acuerdo a la posición que se ocupaba en el orden jerárquico. Por otro lado, se daba un proceso avanzado de extirpación cultural, que afectaba tanto a los sectores populares e indígenas como a sectores medios y de la elite. En la ciudad este proceso tomaba la forma del ornato… (Kingman Garces, 2009, p. 48).

Los mercados son espacios muy marcados de la cultura popular, y frontera entre lo rural y lo urbano, en los que se puede analizar todas las hibridaciones posibles. La población gesta, desarrolla y transforma constantemente nuevos espacios culturales en función de sus quehaceres y necesidades que le permitan sobrevivir culturalmente. En los espacios de mercado de la época (al igual que hoy en día) es posible identificar claramente todos los oficios artesanales, la población vinculada a la servidumbre urbana ya fuese dentro de las casas o aquellos trabajadores utilizados en las obras públicas, los comerciantes agrícolas locales y sus redes de intercambio regional. Todos ellos juntos constituyen la cultura popular en la que confluyen el mundo rural y urbano, el mundo indígena, blanco y mestizo, la persistencia de relaciones sociales de la época colonial, la política local y transnacional.

a. El mercado La Concepción

En el marco de los nuevos aires de renovación urbana, el 6 de mayo de 1883, el presidente Marco Aurelio Soto emitió un acuerdo mediante el que se ordenaba al arquitecto del gobierno elaborar los planos del primer edificio de mercado que se conocería como mercado Los Dolores, en Tegucigalpa. La concertación del proyecto acordó que la municipalidad ayudaría con el cincuenta por ciento de los fondos de la obra (Jeréz Alvarado, 1981, p. 189), pese a lo cual la construcción fue concluida hasta en 1896, debido a la crisis política que enfrentaba el país.

Al mismo tiempo que se gestaba la construcción del mercado en Tegucigalpa, las vendedoras del mercado de la vecina ciudad de Comayagüela reclamaban su propio mercado para dar una mejor orientación al comercio. El mercado funcionaba en la antigua plaza colonial La Concepción, a la vieja usanza, lo que era objeto de continuas quejas de las vendedoras, quienes tenían sus puestos a la intemperie y solicitaban constantemente a la municipalidad se les construyese “…un manteado para librarse del agua y el sol…”. (Turcios R., 1959, pp. 88-89). Un año después, en 1884, el Dr. Rafael Alvarado, secretario general del Poder Ejecutivo, gestionó ante el gobierno la cantidad de quince mil pesos para construir un mercado en esta ciudad (Jeréz Alvarado, 1981, p.189). Ese mismo año, siendo alcalde Crisanto Canizales, se encomendó al ingeniero Emilio Montes elaborar el trazo del mercado La Concepción; en 1888, estos planos serían utilizados para construir el mercado El Progreso (Turcios R., 1959, p. 14). Para ello se nombró a Cipriano Velázquez, vecino de Comayagüela, como presidente de la empresa concesionaria de la construcción de dicho mercado. Pese a los esfuerzos realizados por los vecinos, la obra tardó en ejecutarse, como producto de las constantes crisis políticas y, además, porque los fondos fueron trasladados para ejecutar obras en otros pueblos.

La necesidad de espacios de comercialización y la falta de respuesta por parte de las autoridades provocaron el surgimiento en Comayagüela de mercados informales, ambulantes que, eventualmente, se diluían ante la necesidad de establecer intercambios en los mercados oficiales en Tegucigalpa. La migración de las vendedoras de Comayagüela a Tegucigalpa provocó reacciones y rivalidades entre las vendedoras tegucigalpenses, quienes solicitaron a las autoridades que las vendedoras de Comayagüela fuesen expulsadas, como en efecto se hizo. Estas, entonces, decidieron acomodarse en la boca del puente Mallol (Turcios R., 1959, p. 89), que era el único espacio que conectaba a Tegucigalpa con Comayagüela.

Posteriormente, el gobierno de Luis Bográn (1883-1891) iniciaría nuevos esfuerzos para construir el mercado de Comayagüela, pero será hasta en 1888 que el proyecto pasó a ser conocido como mercado El Progreso, que funcionaría en los terrenos del actual anexo del Instituto Hibueras.

b. El mercado El Progreso

El retraso en la construcción del mercado generó un nuevo fenómeno social en Comayagüela: los vendedores ambulantes. La ubicación de los vendedores en el puente Mallol provocó malestar entre los comerciantes de Tegucigalpa, que se quejaron y exigieron ubicarlos en un solo lugar. En 1888, el general Longino Sánchez (>1) , en un afán de ubicar a las vendedoras en el mercado Los Dolores de Tegucigalpa, “...ordenó retirarlas del puente Mallol, a 150 varas del río, alegando que estas habían convertido en inodoro los bajos de los arcos del puente y que las muchas suciedades que se arrojaban al río envenenaban las aguas...” (Turcios, 1959). La municipalidad de Comayagüela no acató esta disposición del general Longino Sánchez, en razón de que los agentes municipales que velaban por el orden y el aseo del puente aseguraron que ellos lo inspeccionaban a diario. Debido a tal problemática, la municipalidad de Comayagüela elevó una protesta expresando su malestar respecto al desalojo de los vendedores de la boca del puente, aseverando que su permanencia sería provisional (Ardón, 1937).

Ante las agresiones recibidas por parte de las autoridades de Tegucigalpa, las vendedoras decidieron no obedecer las órdenes del general Longino Sánchez y retomaron como grupo la empresa de construcción de su mercado con fondos propios. Una vez obtenido el permiso para construir el mercado, se gestionaron los fondos necesarios entre los vecinos de Comayagüela, entre los que comenzaron a destacar algunos grupos vinculados al poder político y económico local y de Tegucigalpa (La Gaceta, 19 de febrero, 1889).

Se procedió entonces a la compra de un terreno por 1,500 pesos (Revista Hibueras, 1978) y se iniciaron los trabajos de construcción, encomendados al maestro carpintero Hermenegildo Valle. El mercado El Progreso fue construido con el apoyo de los vecinos de Comayagüela en el predio que hoy ocupa el anexo del Instituto Hibueras; la obra se inauguró el 28 de junio de 1888.

Un año después, en abril de 1889, diario El Cronista de Tegucigalpa señalaba que tal mercado se había “…convertido en un arrabal, en donde deambulan vagos, mujeres cubiertas de andrajos y muchachos desnudos del color de la morcilla con aires pestilentes…”. Según la misma fuente, el mercado se tornaba cada vez más un lugar insalubre, sucio y desordenado por lo cual, según don Luis Lamber, “… era indispensable construir otro mercado, que fuera amplio y ventilado en un lugar más adecuado…”. Este mercado se mantuvo funcionando en condiciones de suma precariedad hasta 1905. Sin embargo, el mercado de Comayagüela no era la excepción. La misma situación de abandono se vivía en los mercados de Tegucigalpa. Al respecto, el Diario de Honduras señalaba que: “…los Mercados de Comayagüela y Tegucigalpa, esos lugares no pueden visitarse y se hayan nauseabundos. Es claro que los alcaldes y demás municipales no ven esto, porque no van a comprar la carne y las verduras. Pero debería haber un inspector Municipal, encargado del aseo de la población…” (Diario de Honduras, 14 de abril, 1905).

La problemática de fondo, en cuanto a las condiciones prevalecientes en los mercados, aludía más bien a la confrontación de dos realidades sociales (riqueza-pobreza), las hibridaciones rurales-urbanas, lo indígena y lo mestizo y el traslape del mundo colonial con la modernidad.

>1 Los cronistas de la época lo identifican como enemigo del pueblo de Comayagüela, debido a las diferencias políticas que sostenía con el general Luis Bográn, a quien derrocó del 8 al 15 de noviembre de 1890. El general Bográn era respaldado por el pueblo de Comayagüela y posteriormente derrocó a Sánchez quien, en 1893, fue acusado de traición y fusilado en el atrio de la iglesia La Concepción de Comayagüela (Oliva, 2011, pp. 209-219).

c. El mercado San Isidro

En enero de 1904 don Luis Lamber propuso la construcción de un nuevo mercado, el San Isidro, y presentó los nuevos planos y el presupuesto necesarios (Valenzuela, 1948). La obra se inició el 14 de septiembre de 1905, con capital privado y el apoyo en la gestión administrativa del general Benjamín Henríquez; la construcción finalizó en 1908. A diferencia de lo ocurrido con el primer mercado, este segundo proyecto se desarrolló tras la fusión de las alcaldías de Tegucigalpa y Comayagüela, lo cual cambió radicalmente el panorama de la posesión del suelo urbano o “urbanizable”, dado que todos los terrenos de Comayagüela fueron repartidos entre sus vecinos o, en todo caso, los ciudadanos con capacidad de adquisición y suficientes influencias en la administración municipal. El acta del 25 de septiembre de 1890, relativa a la fusión de ambas ciudades, señalaba en su quinto punto:

…Los terrenos ejidales actualmente ocupados o distribuidos por la Municipalidad de la Villa de la Concepción, se conceden en propiedad a sus poseedores, a quienes se les dará el correspondiente título en la forma que se determine por la Municipalidad. Los terrenos no ocupados se distribuirán también de un modo equitativo y proporcional, entre los actuales vecinos de la Villa, por lo que se nombrara a una comisión que se encargue de ello… (Boletín Órgano del Consejo del Distrito Central, 1939, p. 10).

Muchas de las personalidades involucradas en este segundo proyecto habían sido parte activa en el primer proyecto. El 11 de septiembre de 1905, el alcalde municipal, Benjamín Henríquez, celebró con don Cipriano Velázquez, negociante y banquero vecino de Comayagüela, y el señor Federico Werling, comerciante y vecino de Tegucigalpa (Datos para la Historia del Mercado San Isidro, 1970-1974), una alianza económica para construir el nuevo mercado de la ciudad. Estos empresarios se comprometían a edificarlo en el terreno que la Municipalidad le había comprado a don Francisco Verde (regidor en 1884, cuando se estaba construyendo el primer mercado) por diez mil pesos (Dictamen de la Comisión del mercado San Isidro, 28 de septiembre, 1908). Dicho terreno fue adquirido con el subsidio otorgado por el general Manuel Bonilla quien, años atrás, también había contribuido para la construcción del mercado El Progreso, al igual que el Dr. Rafael Alvarado, juez de paz de lo civil y notario público, quien había gestionado los fondos para construir el primer mercado.

La coincidencia de los mismos capitalistas en los dos proyectos comenzó a definir prácticas y situaciones reñidas con la trasparencia y con procesos de acaparamiento del suelo, que quedaron evidenciados. Todos los materiales que se ocuparían en la construcción debían ser costeados por los inversionistas. Según los planos, el nuevo edificio estaba diseñado para tener 104 cubículos, construidos con materiales resistentes de la época. Según la contrata mencionada, los términos de la construcción eran los siguientes:

…ochenta y cuatro metros de Este a Oeste por cincuenta y seis de Norte a Sur, y cuya construcción será de adobes, cubierta de teja, con su correspondiente cornisa, aceras, esquinas de cal y canto y piedra de cantería, no obstante, la altura general del edificio será de cinco metros de altura, fuera de otro metro más para la cornisa; las paredes tendrán un espesor de tres cuartas de vara, salvo las divisiones de piezas que pueden ser de media vara. Las piezas que se construyan tendrán ocho metros de servicios por cuatro de anchura por lo menos, debiendo ponerles en el centro una pared de madera, de dos pulgadas inglesas, para que cada pieza tenga dos cuartos en las que los concesionarios crean conveniente: habrá en el edificio dos portadas en las partes Norte y Sur, y tendrá en todas sus entradas portones de hierro… (Contrata, 1908, p. 7).

> Imagen del mercado San Isidro en 1910. Cortesía del Dr. Jorge Amaya.

La contrata tendría una duración de 14 años, tiempo en el que los concesionarios debían garantizar su fiel cumplimiento. En garantía se les pidió una hipoteca por valor de veinte mil pesos, sobre dos casas propiedad del señor Werling (el almacén de Reyes Palma y en la que estaba establecida la Cervecería Alemana). En caso de que en dos años no estuviese concluida la obra, tales propiedades pasarían a manos de la municipalidad (Contrata, 1908, p. 10). Como consecuencia inmediata de la construcción del nuevo mercado en Comayagüela, el valor de las propiedades adyacentes aumentó, lo que generó una fuerte especulación en la ciudad (Diario de Honduras, 4 diciembre 1905).

La corrupción en torno a la construcción del mercado se tornó cada vez más visible, al no lograrse los resultados definidos en los términos de la contrata. A los dos años de iniciada la construcción, el municipio nombró una comisión que verificase lo acordado en la contrata (Dictamen, 1908, pp. 21- 22). Una de las sorpresas encontradas fue que en el mercado solamente se había invertido la cantidad de 33.969.50 pesos, que apenas cubría la construcción de 24 cubículos de los 107 acordados. Tal incumplimiento provocó que se les revocase la concesión a los contratistas privados, por lo que el 12 de septiembre del mismo año el mercado pasó a ser administrado por la municipalidad. No obstante, la municipalidad, aun habiendo comprobado el incumplimiento de la contrata, no confiscó los inmuebles dados en garantía, lo cual evidenció el tráfico de influencias en la administración municipal. El 12 de septiembre de 1908 la municipalidad tomó posesión del mercado San Isidro, que prestó sus servicios hasta 1924, cuando fue incendiado durante la guerra civil del mismo año.

3. Los mercados y las crisis políticas

En 1923 se celebraron elecciones generales, en las que se disputaron el poder los partidos Liberal y Nacional. El Partido Liberal se presentó dividido en torno a dos candidatos: Policarpo Bonilla y Juan Ángel Arias. La falta de consenso sobre los resultados y la ausencia de una segunda vuelta electoral condujeron a una guerra civil devastadora. En Tegucigalpa se luchó desde el 24 de febrero hasta el 28 de abril, culminando con la toma de esta ciudad después de un prolongado sitio. En ese período el mercado San Isidro sufrió graves daños y saqueos por su cercanía a los cerros El Berrinche y El Sisipile, refugio de los asaltantes. Al final el mercado fue saqueado e incendiado, destruidos por completo sus interiores, quedando en pie únicamente la fachada.

La destrucción del mercado trajo graves repercusiones para Comayagüela, que lo tenía como el principal generador de ingresos del municipio y constituía su principal centro comercial (Memoria Municipal de Comayagüela, 1924). Ante la destrucción del inmueble, los vendedores se ubicaron en sus alrededores, convirtiéndose provisionalmente en un mercado ambulatorio; en tanto que muchos residentes de la zona se trasladaron al barrio La Concepción, antes conocido como Pueblo Nuevo. La prensa de la época comentaba que “…a pesar que durante muchos años se ha vivido en el país una convulsión crónica, los habitantes de Comayagüela son personas trabajadoras y tienen un espíritu emprendedor, que no se rinden ante cualquier adversidad...” (Prensa Libre, 2 de septiembre, 1949).

Poco tiempo después, la municipalidad inició la reconstrucción del mercado, hipotecando desde el 15 de marzo de 1924 el mercado San Isidro con el Banco Atlántida por “…un valor de cuarenta mil dólares oro de Estados Unidos, que sería prestado al 9 por ciento de interés…”. (Boletín del Distrito Central, 1939, pp. 11-19). Ese mismo año el alcalde de Comayagüela, José F. Gómez, celebró una contrata con Abrahán Herrera, Martín Zúniga y Eulalio Godoy, quienes se encargarían de la reconstrucción. De los dos pabellones originales solo se reconstruyó uno, para ubicar a algunas vendedoras. El valor inicial de la contrata fue de 82.763.14 pesos, pero el costo total ascendió a 91,938.94 pesos (Memoria de Labores de la Municipalidad de Comayagüela, 1925, p. 10).

Después de su reconstrucción, el mercado San Isidro mostró algunos indicios de recuperación y volvió a generar impuestos para el municipio, pero su importancia económica fue desplazada por el mercado Los Dolores de Tegucigalpa, por lo menos hasta 1954, cuando el San Isidro desplazó a Los Dolores, no sin antes haber contratado una segunda hipoteca, para poder pagar los intereses acumulados por la primera; el Banco de Honduras asumió el compromiso y prestó treinta y dos mil cuatrocientos doce dólares oro, al 6% de interés (Boletín del Distrito Central, 1939, p. 16). Estos fondos debían, además, aportar los recursos para construir la Casa Escuela República de Argentina y la Escuela Lempira en Comayagüela. La función de estas sería la de servir como escuela y guardería para los hijos de las vendedoras del mercado San Isidro, la mayoría -según cronistas de la épocamadres solteras; la construcción de ambas concluyó a finales de 1929.

> Restos del mercado San Isidro después del incendio de 1924. Fotografía cortesía del Dr. Jorge Amaya Banegas.

4. Mujeres, cultura popular y Educación en el mercado San Isidro

a. La fiesta

El proyecto “civilizatorio” impulsado por el Estado en los siglos XIX y XX tuvo como contraste local los espacios en que se desarrollaba la cultura popular de los mercados. Esos espacios eran las ferias religiosas, los palenques, las cantinas, los espacios de la producción artesanal y los bailes populares. Estos espacios eran frecuentados por artesanos, la servidumbre, los vendedores ambulantes, vendedores de puestos fijos en los mercados y peonaje urbano, quienes constituían la clase trabajadora de la ciudad y protagonizaban la mayoría del público en las fiestas de Comayagüela.

Según la Memoria Municipal de 1936, el censo general de población levantado por la Municipalidad de Comayagüela, el 30 de junio de 1935, informó que la población total de Comayagüela era de 15,095 personas, con una población urbana de 12,259 habitantes y una población rural de 2,836. Entre los oficios, la mayoría eran labradores (1,562) y 152 comerciantes (100 hombres y 52 mujeres).

Los periódicos de la época aludían constantemente el protagonismo de las mujeres del mercado en las celebraciones y se decía que estas hacían festivales profanos y religiosos (La Época, 10 de mayo, 1935). Algunas de las innovaciones tecnológicas más evidentes y atrayentes de la época eran las cámaras fotográficas y el cinematógrafo, presentes en toda celebración popular, siendo algunas de estas actividades impulsadas y financiadas por mujeres vendedoras del mercado San Isidro. El papel protagónico que históricamente han desempeñado las mujeres vendedoras del mercado de Comayagüela quedó evidenciado en los reportajes que hacían los periódicos de la época, a propósito de la celebración de las fiestas al patrón San Isidro. En 1918, El Cronista comentaba en uno de sus artículos alusivos a la feria:

“…tres funciones de cine se dieron públicamente por cuenta de las vendedoras del mercado San Isidro, pagando por ellas ciento cincuenta pesos plata…. Con la función pública de cinematógrafo terminó anoche la fiesta que las vendedoras del mercado SAN ISIDRO celebraron en homenaje a su santo patrono el viejo Isidro labrador. Hubieron (sic) alegrías profanas y religiosas, y el orden que se observa durante estas festividades es digno de aplauso…” (El Cronista, 15 de mayo 1918).

> Mujeres costureras. Fotografía cortesía del Dr. Jorge Amaya.

Estos comentarios se prolongaron a lo largo de los años y cada vez que se celebraba la Feria Isidra. En 1923, el mismo diario comentaba el protagonismo de las mujeres en todos los aspectos vinculados a estas celebraciones, pues no solo se encargaban de la contratación del cinematógrafo, sino también de la pirotecnia, la organización de los actos religiosos por las mayordomas de la Cofradía, que se hacían en la ermita dedicada al patrón San Isidro (>2) , en el mismo mercado:

…Hoy principian las festividades que anualmente dedican a su patrono San Isidro. Las vendedoras del mercado de Comayagüela. Tienen preparadas varias funciones de cine público, juegos de pirotecnia, y obsequios a sus invitados. Echarán como se dice, la casa por el balcón… (El Cronista, 14 de mayo 1923).

Paralelamente a las celebraciones populares, se solía desarrollar un programa de la clase alta en que se destacaba, fundamentalmente, la participación de las señoritas de alta sociedad y la participación de los colegios religiosos (salesianos), como se relata en la siguiente nota periodística:

…Esta mañana, a las 9, se llevó a cabo la solemne procesión de María Auxiliadora, que desfiló de la iglesia de la Merced al edifico del Colegio San Miguel, en Comayagüela. La nota más simpática de esta celebración fue sin duda la asistencia en cuerpo de las alumnas del colegio salesiano de señoritas que lucían sugestivos trajes blancos llevando cada una de las niñas, como emblemas de pureza varas de azucena y de lirios. El tiempo se prestó para el éxito de la fiesta. Con música poblanas y revolotear de alegres golondrinas, con gratos aromas de tierra húmeda y de selva virgen. Como para puntear un bello cuadro de costumbre de los Álvarez Quintero… (El Cronista, 26 de mayo 1923).

La procesión se realizaba año con año; iniciaba el ritual dentro del mercado, recorría las calles de la ciudad y concluía en la capilla del mercado. La prensa de la época comentaba los paralelos del mundo tecnológico de la modernidad que se mezclaban con la religiosidad popular, como las funciones públicas de cinematografía que comenzaban desde el 15 de mayo y se mezclaban con la devoción religiosa, la música y los cohetes propios de la tradición popular (El Cronista 15 de mayo, 1931). Ese mismo año, la municipalidad acordó apoyar las celebraciones a San Isidro organizadas por las vendedoras del mercado, aportando 50 pesos. Otra novedad la constituyó la visita de las vendedoras del mercado Los Dolores de Tegucigalpa al mercado San Isidro de Comayagüela: “…Hoy a las cuatro de la tarde irá la mayor parte de las vendedoras del mercado los Dolores a visitar el milagroso santo. La manifestación será amenizada con músicas cohetes y petardos…” (El Cronista, 15 de mayo 1931).

Ya en 1945, las celebraciones religiosas del santo eran compartidas por la población de Tegucigalpa a través de la procesión, que solía recorrer las principales calles y avenidas de Comayagüela y Tegucigalpa, hasta el mercado San Miguel. Este mercado también celebraba la fiesta del patrono San Miguel con bailes populares, conciertos y reventar de cohetes, fuegos artificiales y toda clase de diversiones. Los juegos de azar fueron parte de ello y, en la época, se consideraba que la ciudad estaba padeciendo por la práctica de éstos, teniendo como consecuencia la vagancia, el alcoholismo y la prostitución:

...El juego, autorizado por la ley, creará un ejército de vagos mantenidos por el delito incapaces de ejercer ninguna labor honrada y dispuestos, por lo tanto, a faltar al Código Penal en cuanto a las necesidades de una vida viciosa así lo requieren... (El Cronista, 22 de abril 1929).

>2 San Isidro Labrador: es el patrón de los labradores y de los granjeros y se le considera el protector de las cosechas. Su fiesta se fijó el 15 de mayo en la estación de la siembra. Este santo español nació en Castilla hacia 1070 y murió en 1130. Fue beatificado en 1618 y canonizado en 1622 por el papa Urbano VIII en la misma promoción que San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y Santa Teresa de Jesús. Se convirtió en patrón de Madrid, donde la antigua iglesia de los jesuitas se transformó en catedral bajo la advocación de San Isidro el Real. La iconografía de este santo es su vestimenta de campesino conduciendo un tiro de bueyes blancos. La iconografía alternativa es rezando arrodillado, mientras un ángel lo reemplaza en el arado.

5. La guerra civil de 1924 y la educación pública

a. El mercado, la feria y las mujeres

Como ya se dijo, después de la guerra civil de 1924 el mercado San Isidro quedó completamente destruido, lo que provocó una situación de suma precariedad entre las mujeres vendedoras. No obstante, los espacios de la cultura popular se hicieron presentes al iniciarse una nueva visión del rito del santo patrón, San Isidro Labrador, cuya efigie se salvó misteriosamente de las llamas del incendio de 1924 (El Cronista, 14 de mayo 1925).

En 1925, la feria del santo patrón fue organizada por las mujeres vendedoras realizando la usual colecta y, como la reinauguración del mercado estaba próxima, se decidió reunir tres celebraciones en una sola: la Feria Isidra, la Fiesta de los Árboles y la reapertura del mercado. A este triple evento asistieron las Autoridades Supremas, un considerable número de ciudadanos y las 13 escuelas públicas de la localidad. En el acto de reinauguración del mercado “...se celebró una sesión solemne, presidida por el Gobernador Político, general Benjamín Henríquez; y, en representación de la municipalidad, el orador José María Alvir...” (Memoria Municipal de Comayagüela, 1925 y 1926).

La participación de las mujeres en la reconstrucción del mercado fue muy importante, ya que fortaleció los vínculos de solidaridad entre ellas y la comunidad y, al unirse el elemento de la religiosidad popular, creó vínculos identitarios más sólidos, de tal manera que la celebración de la Feria Isidra se convirtió en una actividad central de la comunidad.

b. El mercado, las mujeres y la educación

Las vendedoras del mercado San Isidro también desempeñaron un papel protagónico en las iniciativas vinculadas a la creación de los centros educativos Escuela de Niños N° 1 y Escuela de Niñas N° 2 -hoy en día conocidos como Escuela República de Argentina y Escuela Lempira- en Comayagüela. Las primeras escuelas de esta ciudad nacieron vinculadas a la construcción y/o reconstrucción de los mercados, a iniciativa de las vendedoras; su papel como dirigentes de tales procesos marcó también la educación de sus hijos. La Escuela República de Argentina funcionó, hasta 1929, en una casa ubicada en la segunda avenida de Comayagüela; mientras que la Escuela Lempira funcionó en el edificio del Cabildo Municipal. En 1929, ambas fueron trasladadas a un mismo edificio, que es donde funcionan actualmente. Estas instituciones educativas estaban ligadas al mercado San Isidro y sus terrenos e inmuebles fueron puestos en garantía a los bancos cuando, en 1925, se procedió a realizar las contratas para la reconstrucción del mercado.

En 1916 existían en Comayagüela diez escuelas y un colegio, como se detalla a continuación:

1. Escuela de Párvulos

2. Escuela El Progreso

3. Escuela Número 1 Niñas

4. Escuela Número 2 Niñas

5. Escuela Número 1 de Varones

6. Escuela Número 2 de Varones

7. Escuela Técnico-Práctica de Señoritas

8. Escuela Telegráfica de Varones

9. Escuela Normal de Señoritas

10. Escuela Normal de Varones

11. Colegio La Instrucción

No obstante la existencia de estos centros educativos, en 1915 el mismo diario comentaba lo siguiente:

…A pesar de que las escuelas de varones hace un mes están abiertas presenciamos muchos niños vagando por las calles, plazas, ríos, en prejuiciosas entretenciones molestando a todos del vecindario. Que se les persiga sin tregua y que sean conducidos a las escuelas para evitar esa vagancia… (El Cronista, 21 de mayo 1915).

En 1923 se inició la construcción del edificio que albergaría las escuelas No. 1 y No. 2 para niñas y niños en la plaza que había sido destinada al Parque Erasmo Velázquez, contando con un fondo de doce mil pesos (Memoria Municipal de Comayagüela, 1924). La guerra civil y el incendio de 1924 hicieron que esta obra se quedara en los arranques, como resultado del agotamiento de las rentas. Esta fue posible hasta en 1927, cuando se suscribió la segunda hipoteca con el Banco de Honduras, finalizándose la construcción en 1929 (Boletín del Distrito Central, 1939).

> Fotografía de la Escuela República de Argentina y Lempira recién construida en el año de 1927. Cortesía del Dr. Jorge Amaya Patrimonio cultural 89

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Revistas y periódicos

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El Cronista (No. 3107, 14 de mayo de 1918), “La Fiesta de San Isidro”, p. 3.

El Cronista (No. 1697, 15 de mayo de 1918). “Alegrías en el San Isidro”, p. 2.

El Cronista (No. 1697, 15 de mayo de 1918). “De todos los frentes”, p. 2.

El Cronista (No. 1699, 17 de mayo de 1918). “Terminó la Fiesta”, p. 3.

El Cronista (No. 3107, 14 de mayo de 1923). “Fiesta Religiosa”, p. 3

El Cronista (No. 3117, 26 de mayo de 1923). “Fiesta Religiosa”, p. 3.

El Cronista (No. 3334, 13 de mayo de 1925). “Inauguración del Mercado San Isidro y celebración del día de los árboles”, p. 2.

El Cronista (No. 3335, 13 de mayo de 1925). “Fiesta de San Isidro”, p. 2.

El Cronista (No. 3336, 14 de mayo de 1925). “Fiesta de San Isidro”, p. 2

El Cronista (22 de abril de 1929). “Reglamentación del juego”.

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La Época (10 de mayo de 1935). “La Fiesta de San Isidro”.

Prensa Libre (No. 28, 2 de septiembre de 1949). “Construcción de un pabellón para mercado”, p. 1.

Revista Hibueras (Julio-septiembre de 1978). p 40

Documentos e informes gubernamentales

Alcaldía Municipal de Comayagüela (28 de septiembre, 1908). Dictamen de la comisión del mercado San Isidro. Comayagüela.

Boletín del Distrito Central. (1938). No. 3-10, pp 46-47.

Boletín del Distrito Central. (Enero de 1939). pp 3-16. Tegucigalpa.

Boletín Órgano del Consejo del Distrito Central. (1939). No. 14-15, p 10. Tegucigalpa.

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Dictamen de la Comisión del Mercado “San Isidro”, acerca si está o no conforme a la Contrata Celebrada entre los Señores Federico Werling y Cipriano Velázquez, Comayagüela (septiembre de 1908) (42), 7. Tegucigalpa: Tipografía Nacional.

Correspondencia de la Corporación Municipal de la Ciudad de Tegucigalpa, documento sin clasificar (22 de julio de 1884). Comayagüela.

Memoria de Labores de la Municipalidad de Comayagüela correspondiente al año económico de 1924,presentada a la municipalidad de 1925. Comayagüela: Imprenta Sol.

Memoria de Labores de la Municipalidad de Comayagüela correspondiente al año económico de 1925, presentada a la municipalidad de 1926. Comayagüela: Imprenta Sol.

Memoria de Labores de la Municipalidad de Comayagüela correspondiente al año económico de 1936, presentada a la municipalidad de 1937. Comayagüela: Imprenta Sol.

Memoria de Labores de la Municipalidad del Distrito Central correspondiente al año económico de 1936, presentada a la municipalidad de 1937. Tegucigalpa.

“Préstamo hecho a la Municipalidad de Comayagüela por 40 Dólares por el Banco Atlántida” (1924). Comayagüela: Imprenta Sol.

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