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La Calle Real y la Feria de la Inmaculada Concepción. Lugar, memoria e identidad.
Por Daniel Eduardo Medina Zúniga, Licenciado en Historia, asistente de dirección e investigador en el CAC-UNAH.
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…no hay mejor manera de comprender la realidad profunda de una ciudad, que recorrer sus calles. SILVIA ALDEROQUI
Resumen
La Calle Real ha sido el espacio conmemorativo, simbólico y de interacción social y económica por antonomasia durante toda la historia de la ciudad de Comayagüela. Diseñada como una vía moderna a mediados del siglo XIX, ya existía como el inicio de un Camino Real que conectaba a Tegucigalpa con el sur del país desde el período colonial. Desde finales del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, la Calle Real de Comayagüela se convirtió en la vía alrededor de la cual se construyeron los espacios y edificios de las nuevas ideas modernizantes que buscaban crear sitios conmemorativos para construir nuevos símbolos sobre los cuales levantar la identidad nacional, en el contexto del período reformista liberal.
En la Calle Real convergieron la tradición local y el discurso modernizante que se impuso y de esa forma se desarrollaron valores que propiciaron la conformación de la identidad local de Comayagüela.
Introducción
Este artículo es producto de las investigaciones del Centro de Arte y Cultura (CAC) de la UNAH, dentro de la línea estratégica de investigar, difundir y revitalizar el patrimonio histórico y cultural de la ciudad de Comayagüela. El objetivo central de este trabajo es reconocer la Calle Real de Comayagüela como un espacio conmemorativo, simbólico, nostálgico, con memoria social y valores que propician la conformación de identidades locales.
La Calle Real, también conocida como Calle de los Poetas 1 , es una de las avenidas más emblemáticas de esta localidad; su nombre proviene de la época colonial, en la cual constituía una de las vías más importantes para comunicar la Alcaldía Mayor de Tegucigalpa con los puertos y centros mineros del sur de la provincia de Honduras. Esta calle cobró importancia a finales del siglo XIX y principios del XX como arteria o columna vertebral del tránsito, la economía, la política y la cultura capitalina. En dicha calle se encuentran los principales edificios y espacios públicos de esta ciudad.
En el primer apartado se aborda la Calle Real como un lugar de memoria que genera nostalgia; se intenta recuperar su memoria a través de la reconstrucción histórica de la calle, que registra los cambios operados en el desarrollo urbano y vial que afectaron su fisonomía. Entre estos cambios figuran: el proyecto de expansión urbana de Comayagüela en la época del alcalde Mallol (1817- 1821), el ensanchamiento de la calle a mediados del siglo XIX, la Reforma Liberal y la creación de nuevos espacios públicos (1876-1921).
El segundo apartado se refiere a la creación de espacios conmemorativos y simbólicos, producto de la política modernizante de los reformadores liberales, con la construcción y remodelación de jardínes, parques y, particularmente, la definición de espacios elegidos con un fin discursivo (1880- 1939).
En el tercer apartado se analiza las descripciones de la vida cultural y cotidiana a través de los certámenes literarios que se realizaban en Comayagüela y se aborda, desde la historia oral, la memoria colectiva de algunos residentes de la Calle Real y del Centro Histórico de Comayagüela. El propósito es observar el sentido que adquiere el lugar a partir de la experiencia de vida cotidiana a través de un caso particular: la Feria de la Inmaculada Concepción.
> 1 Se le llama de esta manera, porque en muchas de las casas de la Calle Real, es decir del puente Mallol al puente Guacerique, nacieron poetas de la talla de Juan Ramón Molina, Rómulo E. Durón, Valentín Durón, Luis Andrés Zúñiga, Valentín Turcios Reina, Guillermo Bustillo Reina, Salvador Turcios R., Arcadia Turcios Velásquez, Rafael Heliodoro Valle, Alonso A. Brito, Manuel Ramírez y otros intelectuales y profesionales distinguidos, que fueron honra de la localidad y del país. Salvador Turcios (1959, p. 33) menciona: “…en la actualidad la antigua Calle Real, se conoce con el nombre de ‘Avenida Marco Aurelio Soto’; pero nosotros nos permitimos sugerir la idea de que, como un recuerdo imborrable del nombre de Juan Ramón Molina y de los demás poetas que allí nacieron, se le llame sencillamente, elocuentemente, LA CALLE O AVENIDA DE LOS POETAS, y esta modesta insinuación la hemos puesto bajo el patrocinio de los hombres de buena voluntad que pueden hacerlo actualmente...”.
1. Lugar, memoria y nostalgia
El lugar está comúnmente ligado a las ideas de dimensión, extensión, espacialidad, localidad y entorno pero, a la vez, el lugar nos da identidad por el significado que posee y por la vida social que se ha producido en él a lo largo del tiempo. Las plazas, calles y esquinas son, los elementos emblemáticos del espacio urbano moderno (Alderoqui, 2012, p. 90), constituyéndose como lugares de identidad y memoria al hacer posible las prácticas urbanas y la vida en sociedad.
En este apartado analizaremos la Calle Real de Comayagüela como un lugar con memoria, que genera nostalgia, intentando recuperar esta (la memoria) a través de una breve reconstrucción histórica de la calle registrando los cambios que afectaron su fisonomía. Entre estos momentos destacados tenemos: el proyecto de expansión urbana de Comayagüela durante la administración del alcalde Narciso Mallol (1817-1821); el ensanchamiento de la calle a mediados del siglo XIX; y la Reforma Liberal y la creación de nuevos espacios públicos (1876-1921).
a. La Calle Real como lugar y memoria
Con la construcción del Puente Mallol se “oficializó” se inició, como señala Leticia de Oyuela, “...la pérdida del prejuicio de los criollos para habitar Comayagüela...” (Oyuela, 2001, p. 67).
La época se caracteriza por el inicio de la construcción de grandes casonas situadas entre la actual primera calle, primera avenida y la Calle Real, sobre todo en las áreas vecinas a la Plaza de Concepción. Paralelamente se inició la obra constructiva del puente Mallol, que tuvo como consecuencia la queja de los indios de Comayagüela por la carga laboral que supuso: “…los trabajos del puente los sufrieron los indios de Nuestra Señora de la Concepción de Comayagüela (…) puede asegurarse que todos los operarios empleados en la obra fueron suministrados por Comayagüela...”, quienes, además, trabajaron gratuitamente en la obra (Durón, 1978, p. 30). Cerrato Valenzuela en su Monografía Los Valores Morales de Comayagüela 2 , señala que: “…el puente Mallol cuesta a Comayagüela, un ojo de la cara. Después el general Longino Sánchez (1880), prohibió a los comayagüelas que transitaran por el puente, que tanto sacrificio les produjo…” (Cerrato Valenzuela, 1948, p. 5).
La nostalgia del pasado se origina -en ese casoen un recuerdo de tristeza y sacrificio para los pobladores de Comayagüela que con el afán de recuperar la gloria de su pasado, destacan el trabajo como uno de los valores que exaltan a esta ciudad señalando: “…el poder que da al brazo honrado de nuestros obreros la escuadra y el cincel, el martillo y el yunque. Todos dedicados a la labor consagratoria del trabajo, que redime y surte de bienandanza a los hogares humildes…” (Comité de Festejos de la Feria de Concepción, 1953, p. 57).
Desde 1845 los vecinos de Comayagüela venían solicitando que se le elevara al rango de Villa a esta ciudad; en ese tiempo se generaban avances en la infraestructura y planificación de la Calle Real, con la mejora del paisaje urbano al empedrarse las calles. En un documento del 4 de diciembre de 1847, la municipalidad ordenó: “…que todo individuo que tenga casa o solar en la Calle Real, que estaba formándose, empedraran su frente. A los solares sin dueño se hizo el empedrado por cuenta del tesoro municipal…” (>3)
En el mismo año, se dispuso dar a la Calle Real doce varas de ancho y solo diez varas a las otras calles (Turcios R., 1959, p.32). El ciudadano don Pedro Jerónimo Reina protestó contra la anchura de la Calle Real, pidiendo que se le diera mayor amplitud. Con tal objeto, presentó un escrito a la Gobernación Política, que resolvió la solicitud en sentido favorable al apelante (Aguilar, 1998, p. 61). Este simple evento quedó plasmado para la posteridad en el premio ganado por Guillermo Bustillo Reina, en el certamen literario promovido por el Comité de Festejos de la Feria Inmaculada Concepción (1953), con su poema “Canto A Comayagüela”. En el describe el proceso de urbanización y trazado de la Calle Real:
>2 La Monografía de los valores morales de Comayagüela es producto de un concurso promovido con ocasión de la Feria de Comayagüela, a través del Consejo del Distrito Central y su Comité de Festejos de la Feria de la Virgen de Concepción, de 1945. Se recibieron cinco trabajos y el ganador del primer lugar fue Armando Cerrato Valenzuela. Es importante destacar que todos los trabajos iban orientados a visibilizar los aspectos cotidianos y valores de dicho pueblo, describiendo a Comayagüela como: “…dulce pedacito de tierra india y negra, brava y campechana, inquieta e inteligente…”. Se le adjudicó el primer lugar a esta obra por considerarla un trabajo muy acucioso y, además, por ser completo, destacando que era uno de los mayores homenajes tributados a Comayagüela. Los valores morales que se destacan son los oficios y trabajos que los pobladores de Comayagüela realizan: artesanos, obreros, agricultores, literatos y profesionales. Enfatizando el aporte que con su trabajo y conocimiento hicieron a Comayagüela.
>3 Archivo Nacional de Honduras (ANH). Municipalidad de Comayagüela, 4 de diciembre de 1847, caja 1847.
Siguiendo con el plan de mejoras de la Calle Real en 1850, bajo el gobierno municipal de Luis Velásquez, se acordó “…no permitir dentro de la zona urbana, construcciones que no fueran de adobe…” (Turcios R., 1959, p. 33), lo que evidencia el interés de las autoridades por mantener a la nueva Villa en el marco del desarrollo urbanístico moderno (>4).
Una de las casas constantemente citadas por los escritores de la época (Cerrato Valenzuela, 1948 y Turcios R., 1959), fue “La casa de Trancas”, que tenía mucha importancia en los años de 1850. “La casa de Trancas” reunía convencionalmente a los líderes de la población y pertenecía a la familia de don Eugenio Turcios (bisabuelo del historiador Salvador Turcios). Cerrato Valenzuela señala que “… era donde se daban las fiestas más alegres, donde llegaban los doctores Adolfo Zúñiga, Ramón Rosa, el poeta Justo Pérez, don Tranquilino Bonilla, Juan
Dávila, Francisco Planas, Faustino Dávila, Concepción Pagoada y otros, a bailar con las indias…” (Cerrato Valenzuela, 1948, pp.9-10). La casa se ubicaba al sureste de la esquina de la Plaza La Libertad.
La inserción de Honduras en el contexto mundial y su modernización institucional a través de la Reforma Liberal (1876) propició una nueva etapa en el desarrollo urbano de Comayagüela. Las aspiraciones de las élites de poder en Honduras eran las de impulsar un proyecto de nación más articulado con las dinámicas económicas y sociales mundiales, especialmente las relacionadas con los intereses de los Estados Unidos de América. Se trataba de conectar el país con los flujos comerciales y financieros externos. Dentro de esta dinámica la Calle Real se constituyó en el eje de la expansión urbanística de la ciudad, sirviendo como puente articulador entre Tegucigalpa y el puerto de Amapala en el sur del país que constituía la principal vía de salida de la producción hacia los mercados internacionales. Igualmente la construcción del aeropuerto Toncontín (al sur de la ciudad de Comayagüela) a inicios del siglo XX, propició el fortalecimiento urbano de la misma.
>4 El Congreso y el Senado, a excitativa del gobierno del Dr. Juan Lindo, elevaron el 22 de agosto de 1849 al pueblo de Concepción a la categoría de Villa (Cerrato Valenzuela, 1948, p. 6) y (Turcios R., 1959, p. 35).
Para mejorar el espacio urbano (1901), el Gobernador Político del departamento de Tegucigalpa ordenó a los propietarios de casas en Tegucigalpa y Comayagüela que, en el término de cuatro meses, repararan las aceras deterioradas; en caso de no atender aquella disposición, se impondrían severas multas. La ordenanza al parecer surtió efecto, pues las aceras fueron reparadas (Ardón, 1937, p.99).
El alumbrado público fue otra mejora en la Calle Real; este proceso se inició en la administración de Miguel R. Dávila (1907), cuando colocaron los primeros postes de luz en las calles de la ciudad, que remplazaron los faroles de gas incandescentes que se encendían a las seis de la tarde y se apagaban a las seis de la mañana (Municipalidad de Comayagüela, 1910).
En esos primeros años del siglo XX se construyeron además, oficinas de gobierno que vinieron a ampliar el espacio urbanizado de la ciudad. En la Memoria de Gobernación y Justicia de 1913 y 1914 se da cuenta de ello: “...se ha proseguido también la construcción del hermoso edificio de dos pisos, emplazado en la ciudad de Comayagüela y que el Gobierno destina para asiento de la administración de Rentas Departamental y del Almacén Nacional... ” (Gobernación y Justicia: 1915). La construcción del edificio del cabildo de Comayagüela es también de aquellos años. En la Memoria de Fomento de 1915-1916 se detalla que será de dos pisos y costará $30,000.00, para el cual el gobierno acordó un subsidio de $10,000.00 pesos (Valladares, 2008, p. 24).
En 1921, siguiendo el gusto y el esquema de las grandes avenidas y las construcciones de paseos y parques, se levantó el monumento El Obelisco, conmemorativo del primer centenario de la independencia patria. Juan Ramón Ardón, en su Monografía Geográfica e Histórica de Comayagüela, acota que:
Una descripción de este período la brinda Plutarco Castro Ramos, desde la literatura, en “Así es Comayagüela”, ganadora del primer lugar en prosa en el Certamen Literario promovido por el Comité de Festejos de la Feria Inmaculada Concepción, en la cual menciona:
En síntesis, el desarrollo urbanístico de la Calle Real y su dinámica social constituyen un texto histórico que se puede leer e interpretar en toda su dinámica urbana, social y cultural, por medio de las representaciones de sus pobladores, constituyéndose en un lugar de identidad y memoria.
b. Espacios conmemorativos y simbólicos en la Calle Real
El conjunto de monumentos y espacios dedicados a la conmemoración de una gesta y/o de sus representantes más destacados, se constituyen como espacios conmemorativos y simbólicos. Estos transmiten un discurso o mensaje para que la comunidad no olvide. Se incluyen los obeliscos, que fueron colocados en las intersecciones de caminos o a las entradas y salidas de los pueblos, los parques y la estatuaria.
La urbanización de Comayagüela, a finales del siglo XIX y la primera mitad del XX, se enmarca en la política modernizante de los reformadores liberales con la construcción y remodelación de jardínes, parques y, particularmente, la definición de espacios elegidos con un fin discursivo. En la estatuaria monumental observamos el uso de un discurso como justificación política e ideológica frente a la sociedad, de su presente y de la posterioridad.
No basta que un ayuntamiento, un mercado, un parque o un puente sean útiles y funcionales; por lo general se busca que también sean hermosos, decorativos, incluso didácticos o conmemorativos. En Comayagüela, las administraciones liberales instalaron en los espacios públicos importantes monumentos mayormente representados por la estatuaria de próceres y monumentos conmemorativos o alegóricos; iniciativa que transformó el espacio público. El propósito de las autoridades era demostrar la ruptura total con el pasado colonial; por ello renombraron las antiguas plazas coloniales con solemnes actos protocolares, proclamación de discursos y festividades (Navarrete, 2009, p. 14).
Los nuevos nombres dados a las plazas de Comayagüela fueron: la antigua plaza colonial conocida como plaza San Isidro, se convierte en parque Colón en 1910 y la antigua plaza colonial Inmaculada Concepción pasa a denominarse parque La Libertad en 1883.
Ambas plazas se diseñan como jardínes urbanos y, en el caso de la plaza La Libertad se presenta una estatua alegórica a la diosa de “la Libertad” (>5), (aspiración e ideal propio del reformismo de la época). En la base de ese monumento destaca una placa conmemorativa que dice:
>5 En julio de 1882, el gobierno de Marco Aurelio Soto firmó un contrato con el italiano Francisco Durini para mandar a hacer -en Italia- cinco estatuas de héroes hondureños para colocarlas en los parques. Las estatuas entraron a Comayagüela en agosto de 1883. Las obras encargadas fueron: Francisco Morazán, José Cecilio del Valle, José Trinidad Cabañas, José Trinidad Reyes y la diosa de la Libertad (Turcios R.., 1959, pp. 3 y 4). Los monumentos fueron inaugurados el 30 de noviembre de 1883, día de la toma de posesión del presidente Luis Bográn (Navarrete, 2009, p. 17).
Cerrato Valenzuela, en Exaltación del Amor Maternal en el Pasado y en el Presente de Comayagüela, destaca la importancia y el simbolismo que tiene la estatua de La Libertad para el pueblo de Comayagüela y su autonomía, al manifestar:
A mediados de la década de 1930, durante la administración de Tiburcio Carías Andino (1933- 1949), el parque fue rehecho completamente, siguiendo un plan de cuadrantes dispuestos y limitados por los ejes internos de circulación. En cada cuarta, debidamente ajardinada, se prevé cierta actividad como fuente, pérgola o estatua de un personaje público (Alvarado, 1981, p.166).
En 1935, al suroeste del parque, fue colocado un busto del entonces presidente de la República, general Tiburcio Carías Andino. A partir de los años cincuenta, se le hacen modificaciones para acomodar esculturas de próceres latinoamericanos. En la esquina noroeste, un busto sobre pedestal de José Martí, Apóstol de la Independencia de la república de Cuba y, en el extremo suroriental, un del padre Hidalgo, sacerdote que destacó en la primera etapa de la guerra de independencia de México, posteriormente removida y sin información sobre su paradero. Una última adición, en el extremo noreste (década de 1990), le rinde tributo a un hijo de Comayagüela, el poeta Juan Ramón Molina, con una obra realizada por el escultor Mario Zamora Alcántara.
La intención al configurar un espacio -como señala el historiador Maurice Agulhon-, fue la de exaltar una postura política ante la sociedad; el personaje del monumento era vinculado de manera directa a una determinada corriente ideológica o política, en este caso el liberalismo. La necesidad de instruir a la sociedad bajo la ideología liberal dispone ubicar las esculturas en puntos estratégicos (Agulhon, 1994, p. 89).
Otra edificación simbólica de la modernidad liberal es el Cabildo Municipal, cuya construcción original en adobe y teja databa de 1846; fue reedificado con ladrillo y piedra entre 1915-1917, en estilo neoclásico. La fachada principal sobresale gracias a un pórtico, sostenido por cuatro pares de columnas. A finales de la década de 1930, cuando fusionaron las alcaldías de Tegucigalpa y Comayagüela, el antiguo cabildo de Comayagüela fue convertido en la Escuela Nacional de Bellas Artes, al separase de la Escuela de Artes y Oficios.
Una de los espacios conmemorativos y simbólicos más importantes de la Calle Real es el parque El Obelisco (1921) en conmemoración del primer centenario de la Independencia, durante la administración de Rafael López Gutiérrez (1920- 1924). El historiador del arte Rodrigo Gutiérrez señala que:
Bajo el gobierno de Carías se construyó, entre 1936 y 1937, la plaza Justo Rufino Barrios, frente al Cuartel de Veteranos (hoy Estado Mayor Conjunto), conocido actualmente con el nombre de Parque del Soldado (Aguilar, 2012, p. 11).
En síntesis, la ideología de la época contribuyó a la urbanización, simbolizando el “adelanto cultural”; promovió a los “próceres”, considerados dignos de ser imitados y expresó emblemáticamente “la obra pública” de los gobiernos bajo la influencia de la modernidad a través de la transformación estética de las ciudades. La ejecución de obras públicas se concretizó en el trazado de avenidas, parques, alamedas, todas ellas dotadas de la correspondiente estatuaria a semejanza de las urbes europeas. La ciudad fue concebida como un “gran panteón”, a través de la nomenclatura de calles, avenidas, plazas y barrios.
2. La memoria social y la construcción de una identidad de lugar a través de la cotidianeidad
El término memoria se refiere principalmente a la reconstrucción colectiva del pasado, tal como lo concibe Halbwachs (1925, 1950). De acuerdo con él, la memoria es social porque el recuerdo se construye en un diálogo permanente con los otros, porque está delimitada por marcos sociales que ubican la experiencia vivida de manera individual o colectiva, como grupo o como sociedad. El recuerdo se produce en un marco espacial sobre el que los grupos proyectan su imagen, su forma, su estructura, sus acciones, sus costumbres, sus hábitos, sus creencias, su esencia, su cotidianeidad (Alba González, 2010, p. 42).
El valor de los vestigios antiguos de una ciudad no radica en lo que esos restos son, sino en lo que significan (Gross, 1990). Constituyen referentes de mundos intangibles que deben ser recuperados en el presente. Dichos mundos de significados inscritos en las ruinas y en la memoria colectiva, escapan al control del planificador o del político, se mantienen a través de mitos, leyendas o rumores, que conforman las representaciones sociales del lugar (Alba González, 2010, p. 43).
Entonces, ¿cómo se “lee” o interpreta el pasado en la vivencia cotidiana de la Calle Real de Comayagüela? Los diferentes ocupantes del espacio ostentarán sus propias versiones del pasado en función de su experiencia y relación con la calle, de quiénes sean y cómo se posicionen en el espacio social. De tal suerte que puede coexistir una o varias memorias históricas dominantes, oficiales, colectivas o sociales que opacan o destinan al olvido otra clase de vivencias que constituyen la memoria social del lugar.
En este apartado se analizará el tema de la identidad asociado a la cotidianeidad a través de la historia oral entre los residentes de mayor edad que todavía habitan el Centro Histórico de Comayagüela. Para ello se hará alusión a las manifestaciones de la vida cultural vinculadas a celebraciones, rituales y sitios públicos, y la forma como estos prevalecen y se dibujan en las mentalidades colectivas. Nos interesa conocer el sentido que adquiere el lugar, a partir del caso particular de la Feria de la Inmaculada Concepción. Como señala Durkheim (2007, p. 346), los sitios públicos y religiosos donde se celebran conmemoraciones y rituales cumplen en su periodicidad una función de recordación, asegurando a la comunidad un sentimiento de continuidad.
a. Feria de la Inmaculada Concepción de Comayagüela
Esta celebración inició en 1849, cuando el Congreso y el Senado -a solicitud del gobierno y de los vecinos del pequeño poblado-, elevaron al pueblo de Concepción a la categoría de Villa. Además, solicitaron a la corporación municipal una fiesta popular que comenzaría el 8 de diciembre, en conmemoración a la Virgen de la Concepción, tal como se venía celebrando en otras partes del país (>6) (Cerrato Valenzuela, 1948, p. 6).
En 1897, el gobierno liberal de Policarpo Bonilla otorgó a Comayagüela el título de Ciudad; esto significó crecimiento económico, el cual se vió reflejado en la instalación de casas comerciales y otros negocios en las proximidades del parque La Libertad.
En el siglo XX la celebración adquirió mayor importancia, por lo que los pobladores solicitaron al Congreso Nacional la oficialización de la feria, que quedó establecida desde 1902 con una duración de 15 días (Turcios R., 1959, p. 43). El programa de actividades de la feria, a inicios del siglo XX, incluía la corrida de toros, para lo cual la municipalidad ordenaba el cercado de la plaza central y otras remodelaciones. En la década de 1950 el programa incluía proyecciones cinematográficas, música, carrusel y carreras típicas por la Calle Real (Ardón, 1937, p. 111).
Las ferias populares son descritas por un autor (Carvalho, 2010, p. 872) como espacios tejidos por una red de relaciones sociales y de prácticas culturales, por donde transitan diferentes historias, enredos y personajes; enuncian manifestaciones de la cultura material y simbólica, definiéndose como lugares impregnados de memoria, reminiscencias y transformados por los segmentos populares a lo largo de su experiencia cotidiana. Esa configuración puede observarse en la Feria Inmaculada Concepción de Comayagüela. Plutarco Castro Ramos, en “Así es Comayagüela”, la describe así:
En esta descripción se observa constantes flujos de relaciones sociales y culturales, circulación de bienes tangibles y manifestaciones culturales, como la música, la gastronomía y la danza. El parque La Libertad y la Calle Real eran los lugares donde se desarrollaban dichas actividades. Don Jubal Valerio, habitante de Comayagüela y la Calle Real por más de seis décadas, recuerda la feria en su juventud (1950-1960), señalando que:
Estas experiencias humanas, asociadas a los lugares, tejen las relaciones entre la memoria individual y la memoria colectiva (Jodelet, 2010, p. 87). La Calle Real y el parque La Libertad destacan como los espacios destinados al uso, a la preservación y transmisión de esta tradición, es decir, a la materialización de las prácticas sociales, de los saberes y del hacer tradicional. Un ejemplo de estas prácticas sociales lo describe Dino Fanconi, artista plástico y exdirector de la Escuela Nacional de Bellas Artes, quien se refirió al uso de la Calle Real, en las décadas de 1950 y 1960, como un lugar de paseo y tránsito:
Vemos cómo las diferentes memorias están presentes en el tejido urbano, transformando espacios en lugares únicos, con un fuerte apego por parte de quienes vivían o viven allí, o quienes los visitaban. Estos lugares no sólo tienen memoria, sino que también se transforman en verdaderos lugares de memoria para grupos significativos de la sociedad (Carvalho, 2010, p. 871).
Estos lugares de memoria, con un significado simbólico y social para la comunidad, establecen intercambios culturales y manifiestan vínculos identitarios. Para Castells (2003, p. 23), la identidad es un proceso social y la define como la fuente de significados y experiencias construidas. La feria de la Inmaculada Concepción contribuyó a aportar esos rasgos identitarios, como señala don Jubal Valerio: “…la feria de la Concepción era como el símbolo de Comayagüela, era un orgullo para los ciudadanos y era una oportunidad de poder entretenerse sanamente, aparte que tenía sus contenidos religiosos…” (Valerio, 2014).
En conclusión, la Feria de la Inmaculada Concepción de Comayagüela es un lugar portador de referencias materiales y simbólicas, que está directamente relacionado con el uso cotidiano de la comunidad local a través del trabajo, lo religioso, lo recreativo y lo cotidiano. La Calle Real se convierte así en un lugar con memoria, que propicia el desarrollo de estas experiencias y actividades cotidianas capaces de producir las prácticas sociales, los saberes y el hacer tradicional de una ciudad.
>6 Esta celebración fue establecida en el calendario católico desde el 8 de diciembre de 1854 en Roma, por el papa Pío IX.
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