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De identidades y conflictos
La identidad es el sistema de representaciones de sí, elaboradas a lo largo de la vida de las personas, a través de las cuales se reconocen a sí mismas y son reconocidas por los demás como individuos particulares y miembros de categorías sociales distintivas.
Es, generalmente, en la etapa de la adolescencia donde se consolida la constitución de la identidad, y uno de los aspectos más importantes de ella es el desarrollo de la identidad sexual. Y es en esta etapa donde surgen tantos cuestionamientos existenciales: ¿qué queremos hacer en la vida?, ¿qué queremos estudiar?, ¿qué nos gusta?, ¿cómo nos sentimos?, etc., que se deberán ir resolviendo de manera adecuada para poder integrarse de forma sana a la etapa adulta. En este momento de la vida, no se puede quitar importancia a una de las mayores dudas: la preferencia sexual, cuya base es heterosexual u homosexual.
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La sexualidad constituye uno de los el motores principales de las motivaciones humanas. Es indisociable del sujeto. Es un componente insoslayable de las relaciones afectivas y un atributo central de la identidad individual. Se experimenta o se expresa en forma de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, actividades, prácticas, roles y relaciones. La sexualidad es el resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos, socioeconómicos, culturales, éticos y espirituales.
La identidad sexual es el conocimiento esencial de uno mismo; la manera en que nos identificamos en cuanto a género y en relación a la orientación sexual. La identidad en sí es lo que permite respondernos: ¿quiénes somos?, ¿adónde vamos? ¿qué queremos? y la orientación, inclinación o preferencia sexual tiene que ver con lo que deseamos sexualmente, se relaciona con el erotismo, con lo que nos atrae, sexualmente hablando.
A pesar de que se puede decir que la adolescencia es la etapa principal donde se consolida la identidad, es prudente mencionar que la identidad no es algo objetivo; se manifiesta a través de los modos de ser, de sentir, de hacer y de decir; está en continua formación y cambio; es un trayecto, un proceso, ya que “todos nos sabemos la misma persona que fuimos en el pasado, pero al tiempo nos reconocemos como cambiadas y diferentes”. El concepto de Identidad, siguiendo esta visión, tendría que entenderse siempre en el momento histórico y en el grupo social en el que se desarrolla, es decir, es relativo.
En este sentido, podríamos estar hablando de la identidad de género o identidad sexual, que es la percepción y manifestación personal del propio género; es decir, cómo se identifica alguien independientemente de su sexo biológico. La identidad de género resulta de un proceso de socialización; dicho proceso es paulatino y transcurre ligado con el ciclo vital de los individuos. En este período influyen varios factores y entre los más importantes tenemos: cómo ha sido la relación con los padres, cuál ha sido la interacción entre ellos, cuáles normas culturales le tocó vivir, qué se aprobó o desaprobó en los comportamientos del niño, etc. Tenemos, entonces, que la identidad sexual refleja cómo se ve la persona a sí misma, ya sea masculina, femenina o alguna otra cosa (a veces llamada sexualidad periférica o genderqueer, en inglés), que puede estar en algún lugar intermedio, ser una combinación de masculino y femenino o ninguno de estos, o bien puede cambiar con frecuencia. Otros términos que pueden usarse son “género no binario” y “agénero”.
En ocasiones, además, hay personas que sienten que su identidad sexual y su sexo anatómico no coinciden; este sentimiento de disparidad provoca una angustia considerable y/o menoscaba su capacidad para desenvolverse. En estos casos, se habla ya de “disforia de género”, o sea, un sentimiento persistente de que el sexo biológico no coincide con su sentido interno de sí mismo como masculino, femenino, mixto, neutral o algo más (identidad de género). Este sentimiento de discrepancia no se considera un trastorno a menos que cause una angustia significativa o afecte en gran medida la capacidad de la persona para desenvolverse. La angustia suele ser una combinación de ansiedad, depresión e irritabilidad.
Cuando se observa la cantidad de términos y posibilidades , no es difícil comprender las, cada vez más frecuentes, confusiones que existen en muchas personas al tratar este tema, especialmente entre los adolescentes.
Las actitudes sociales sobre la sexualidad, el género, y su aceptación, varían mucho entre culturas y han experimentado cambios radicales en algunas sociedades. Muchas personas se han sentido más cómodas con su propia identidad de género (cómo se presentan al mundo) y con la participación en actividades sexuales que se podrían haber considerado inaceptables en el pasado. Pareciera, incluso, que está de moda todo lo relacionado a la “inclusión”, la “tolerancia”, la “igualdad”, etc. Como resultado, las normas sociales se han redefinido y con esta serie de cambios se podría suponer que los problemas o conflictos personales relacionados a la sexualidad estaría disminuyendo considerablemente. Sin embargo, se puede apreciar el mismo – o mayor – número de casos en los consultorios y en las instituciones de ayuda. A pesar de existir mayor “aceptación”, las personas están cada vez más confundidas . En muchas ocasiones son conscientes de su confusión, pero en otras tantas, aparentan total normalidad sin percatarse de su verdadera problemática interna.
Se puede decir, entonces, que la conquista de mayor libertad sexual también se refleja en mayores preocupaciones personales y sociales, en ansiedades y frustraciones , en desconcierto e incertidumbre. Las recientes modificaciones en las prácticas sexuales posibilitadas por los cambios sociales y tecnológicos de los últimos años generan varias inquietudes en los individuos, así como un nuevo malestar social.
Algunos de los principales problemas de identidad sexual se manifiestan cuando la persona presenta: el deseo de vivir y ser aceptado por la sociedad como un miembro del sexo opuesto; la convicción de experimentar las reacciones y las sensaciones típicas del otro sexo; pensamientos de que se ha nacido con el sexo equivocado; inadecuación al rol al que pertenece su propio sexo; sentimientos de malestar o desacuerdo con el propio sexo anatómico; deseos de someterse a tratamientos hormonales y/o quirúrgicos para hacer que el cuerpo se parezca lo máximo posible al del sexo con el que la persona se identifica.
Sin embargo, también se encuentra otro tipo de problemática que se presenta con mucha frecuencia; es aquel que, sin que exista problema de identidad sexual, se experimenta en relación a la orientación o preferencia sexual. Se trata de aquellas personas que no tienen conflicto con su sexo anatómico ni con su identidad de género, pero se sienten atraídas por personas de su mismo sexo: las personas homosexuales . Como también, aunque menos frecuente, se puede tratar de las bisexuales, o sea que se sienten atraídas por personas de ambos sexos.
Es común observar el rechazo, discriminación o incluso el odio hacia las personas por su orientación sexual o su identidad de género: “Homofobia” en el caso de las personas homosexuales, “Bifobia” en el caso de las personas bisexuales y “Transfobia” en el caso de las personas transgénero (no se identifican con su sexo biológico). Situaciones que complican la vida, generando conflictos, internos y externos, difíciles de manejar.
Es prudente hablar de la homosexualidad por ser el caso más frecuente. Ha sido considerada durante mucho tiempo una enfermedad mental y, por tanto, como cualquier otra enfermedad, se podría “curar”. Para ello, se usaron terapias hormonales, electroshock o cirugías cerebrales. Además de enfermedad, a lo largo de la historia, la homosexualidad ha sido considerada pecado y también delito. Fue hasta el año 1990 cuando la Organización Mundial de la Salud eliminó la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales. Es, entonces, relativamente poco tiempo para cambiar una mentalidad que había perdurado por muchos más años; tal vez por eso prevalece el estigma social.
La discriminación por orientación sexual, como la que viven los homosexuales, conlleva una serie de obstáculos en varios campos, como en su vida sexual, la educación, el empleo, la atención médica, etc. Muchas de estas personas sufren la discriminación social, la falta de aceptación de familiares y amigos, diversos grados de violencia tanto física como psicológica, etc. lo que les hace vivir con miedos, enojos, frustraciones, resentimientos, aislamiento, ansiedades y depresiones, por mencionar algunas.
Para mejorar y tratar de superar todas estas dificultades, será necesario que la persona trabaje en sí misma para lograr una coherencia interna satisfactoria: tendrá que estar consciente de la realidad del mundo en el que vive (es sabido que la sociedad valora de forma negativa la homosexualidad, por lo cual existe prejuicio y opresión hacia las personas no heterosexuales) para poder adaptarse a él (la persona se acepta a sí misma como es y acepta y se adapta a su entorno tal y como es); tendrá que manejar sus emociones e integrarlas de manera adecuada para que no le afecten negativamente y pueda desenvolverse de manera sana y auténtica; tendrá, también, que aprender a relacionarse de manera apropiada, sabiendo y aceptando quién es ella misma, conociendo y aceptando como son los demás.
Dicho en otras palabras, la persona deberá desarrollar un buen grado de resiliencia que es, fundamentalmente, la adaptación positiva o la habilidad para mantener o recuperar la salud mental, a pesar de experimentar adversidad.