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En el agradecimiento encontramos a Dios
Las personas agradecidas desarrollan una capacidad fabulosa para detectar todo lo positivo, bello y bueno de la vida; el agradecimiento abre nuestros ojos a una multitud de bendiciones que nos rodean. La gratitud disminuye nuestro descontento, nos proporciona bienestar y nos brinda empatía para con otras personas; también nos provoca esperanza. En las relaciones interpersonales , el trato con personas agradecidas es amble y enriquecedor. El secreto está en ser agradecidos en lo cotidiano, sin que ocurran grandes cosas en nuestras vidas, por eso, la gratitud genuina es un hábito de vida que no está condicionado por ningún acontecimiento. Sin lugar a dudas, la gratitud y el agradecimiento se encuentran entre los fundamentales actos humanos: una vida sin gratitud no sería verdaderamente humana; también es un acto religioso universalmente presente en todas las religiones.
Gratitud y libertad
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Séneca (filósofo Romano 4 a.c.-65d.c.) expresaba que la gratitud nace de un beneficio recibido; un beneficio que se pudo o no haber dado por parte del dador. Profundicemos en esta condición de la gratitud: la libertad de la persona a quien agradecemos algo. Si asumiéramos que no hubiera libertad en el mundo y el otro actuara por estar forzado a ello, entonces, solo podríamos agradecer lo recibido, pero no al dador. Es por ello que, sin la libertad de la otra persona, la gratitud quedaría privada de su fundamentación.
Gratitud, solidaridad y amor
La gratitud nos enseña la perfección moral de la que una persona es capaz y la capacidad de adecuar su intelecto, voluntad y corazón al valor y al bien del otro. Es por ello que la gratitud tiene sentido en un mundo en donde existe verdadera solidaridad, un verdadero interés en el bien de otras personas. La gratitud y el agradecimiento tienen dos dimensiones: dar las gracias “por algo” y ser agradecido “a alguien”; habiendo una conexión íntima entre las dos direcciones. Se agradece “a alguien” principalmente por la solidaridad, la caridad, el amor y la consideración comprensiva y benevolente que se expresan por medio del regalo.
La gratitud y el ser absoluto divino
Los seres humanos somos seres contingentes y limitados, esto nos lleva a deducir que la persona humana no es, en sentido radical y absoluto, la au - tora de la donación de bienes. Es así como la gratitud se extiende, más allá de ella, a la fuente última y primera de todos los beneficios: Dios. La evidencia de que los seres humanos, a los que expresamos nuestro agradecimiento, son en sí mismos regalos, y que los beneficios que nos procuran implican dones fuera de su poder, nos conduce al culmen de la doctrina de la gratitud. La gratitud humana se cofunda en la conciencia de que no poseemos ni nuestro ser ni nuestro valor por nosotros mismos. Así, pues, reconociendo nuestra contingencia con humildad, podremos sentir gratitud por el “ser” originario de mi existencia y de la existencia de otras personas como condición de todos los demás regalos.
Así podemos concluir que la existencia de la libertad de la persona, la capacidad de auténtica benevolencia, nuestro reconocimiento humilde de seres contingentes y limitados, la solidaridad y el amor, confirman, objetivamente, las propuestas metafísicas de la gratitud . Gregorio de Narek, monje místico armenio del s. XI, escribió este bello texto: “No es de los dones sino del dador de los dones de quien tengo nostalgia. No es por el deseo de vida sino por el que da la vida que me consumo. No es la gloria a la que aspiro sino al Glorificado a quien quiero abrazar. No es por los deleites por lo que suspiro sino por el deseo de Quien los prepara. No es el reposo lo que busco sino por el que concede el reposo por quien sollozo. No es el banquete de bodas sino el anhelo de Ti por quien desfallezco ”.