2 minute read

Conocer a Dios a través de la razón

Un elemento sustancial en la construcción del sentido de nuestra existencia es la vivencia de lo trascendente. En este sentido, el conocimiento de Dios ocupa un lugar privilegiado para los creyentes. Normalmente pensamos que la fe, las escrituras y los sacramentos son vías exclusivas para ello, sin embargo, la razón y el amor también nos aportan claves de conocimiento del Ser supremo.

¿Es posible, desde una consideración profunda de la realidad, con ayuda de la razón, conocer la existencia de un Dios infinitamente bueno, sabio y poderoso? La respuesta es, sí.

Advertisement

En este breve espacio expongo las razones que San Pablo (año 7- 67) y Santo Tomás de Aquino (12251274) proponen para explicar la existencia de Dios a través de la razón. Llama la atención que después de XX siglos (en el caso de las cartas de San Pablo) y de X siglos (en el caso de Santo Tomás), el Doctor en filosofía Josef Seifert (Austria 1945), en su libro “Conocimiento de Dios por las vías del amor y de la razón ”, siga considerando dichas razones como esenciales en este camino de descubrimiento. La pregunta por Dios pertenece al núcleo de la lucha humana en la búsqueda de la verdad y por lo tanto de la filosofía.

San Pablo expresa así su argumento: “Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de su obra ” (Carta a los Romanos 1,20ss). Esta argumentación siempre ha resultado evidente para mí. El universo infinito, la belleza del mar, las estrellas, los bosques, los recién nacidos, todo lo que mi inteligencia percibe como bueno y bello me revela a Dios. Dios, infinitamente bueno y libre, creador de todo, es el fundamento último de la creación.

Santo Tomás de Aquino, en su prima vía o camino, nos ofrece un argumento de la existencia de Dios a partir del movimiento y la temporalidad; todo movimiento es una transición de la potencia al acto, por lo tanto el movimiento universal necesita una potencia origen: Dios. Además, nuestra temporalidad es un venir del pasado y una fuga constante hacia el futuro: somos seres en la medida en la que nos movemos en el tiempo. Una vez establecido este hecho deducimos que ningún ser que se mueve sin tregua en el tiempo puede tener en sí mismo la razón suficiente se su ser y su movimiento. Solo un Dios eterno que “es” en una posesión plena, perpetuamente actual, en el que no existe un extinguirse del instante y tampoco un ser aún no efectivo que haya de ser realizado en el futuro, puede ser infinitamente perfecto y tener en sí mismo la fuente de su ser y de su vida.

Otro argumento similar (la secunda via de Santo Tomás de Aquino) es el argumento de las causas. En el universo prima el orden de las causas, las cosas causadas y una “causa incausada”: la causa primera. Por medio de diferentes premisas y pasos lógicos, resulta evidente que todas las cosas dependientes de causas eficientes solo pueden existir, en última instancia, si como causa primera existe un ser incausado, absoluto y a la vez libre: Dios.

La tercera vía de Santo Tomás de Aquino encuentra su punto de partida en la afirmación de que la existencia del mundo no es necesaria. Lo reconocemos en el hecho de que los seres del mundo alguna vez no han existido, de lo cual sigue que no existen necesariamente (podrían no existir). También reconocemos la contingencia (no necesarios) de las cosas del mundo en su carácter efímero, corruptible y finito. Por lo tanto, dado que todas las cosas de este mundo podrían no ser, es imposible que éstas existan por sí mismas. En este punto obtenemos la intuición metafísica de que sólo un ser (Dios) que por sí mismo y en sí mismo es necesariamente real, por ser incorruptible, infinito, perpetuo, personal y libre, puede un mundo no necesario proceder de Él.

This article is from: