5 minute read
VIOLENCIA CONTRA LA MUJER
Quiero, antes que nada, pedir disculpas por tomarme el atrevimiento de escribir sobre una realidad de la que directamente no tendría nada que decir ya que, primero, no soy mujer, aunque conozca de cerca la realidad sobre la cual quiero compartir esta vez: creo que la única palabra válida para hablar de violencia hacia la mujer tendría que venir de ellas mismas, las únicas autorizadas para hablar de este tema deberían ser los millones de mujeres que en el mundo hoy se ven en esta dramática realidad que es la violencia hacia ellas. Aun así, quiero reflexionar sobre ello, sobre “un día sin mujeres” exigiendo el cese la violencia contra éstas directa e indirectamente. Quiero enviar por medio de esta reflexión, un saludo solidario y fraterno a tantas mujeres víctimas de la violencia estructural que han vivido en este país.
Soy portador de un mensaje de paz que quiero compartir, quiero hacer memoria de las mujeres, sobre todo madres, víctimas de la guerra, del odio y la violencia que durante años han impuesto los poderosos y la violencia en nuestra
Advertisement
Latinoamérica. Nos encontramos ante una escena fuerte del Calvario.
La violencia mató a un hombre, pero también destruyó la vida de todos y todas los que estaban cerca de él. Allí está el Crucificado, víctima de la violencia del
Imperio asesino que no desea que las cosas cambien en la historia; él también es víctima de la religión hipócrita que, en vez de colocarse de parte de los pobres, se coloca, de manera descarada, de parte de los poderosos de la historia. En esta escena no sólo aparece un hombre como víctima de la violencia, sino que aparecen las otras víctimas, las colaterales, 20 JULIO - AGOSTO 2020 de esa violencia institucionalizada que deshumaniza y mata. Nos encontramos con una mujer víctima: una madre, ella representa a las mujeres que han sido víctimas a lo largo de la historia. Con ella hay otra víctima, un discípulo: al que este hombre más amaba, que es símbolo de las víctimas anónimas. La mujer y el hombre son víctimas como el Crucificado, de la violencia que imponen los detentadores del poder en este tiempo. Pareciera que la historia estuviera dirigida hoy por la misma lógica. La violencia y la guerra, siempre se traga la vida de los débiles, de los inocentes, de las mujeres.
La vida humana está creada
para estar de parte de la paz. Un movimiento que nació para estar del lado de la paz, pero un movimiento que trabaja por la paz y que predica la paz, como valor supremo, no es una experiencia de mera observación pasiva. Es también una participación activa en el dinamismo de la realidad histórica. Lo triste de todo esto, es
que muchas veces se ha declarado este movimiento “neutral” dentro de la búsqueda de la paz y esa neutralidad las ha colocado, abiertamente, del lado de los esquemas de poder, de las lógicas que imponen los sistemas de turno y así, de manera vergonzosa, han terminado apoyando las políticas guerreristas y violentas de algunos de nuestros líderes que, con discursos, van imponiendo el miedo en el pueblo y se auto declaran “mesías”, invadiendo la conciencias de las personas, haciendo creer que la violencia es la salida más oportuna. Estoy convencido de que las
mujeres han sido las víctimas más vulneradas de la historia de violencia que han padecido nuestros
países latinoamericanos. Por ello, de manera decidida, estoy de parte de la paz e invito a mujeres y a hombres a colocarse en favor de la paz; en favor de los procesos de perdón y de reconciliación que viven y se siguen buscando a diario.
Contemplemos a una madre padeciendo el dolor de ver a su hijo morir, víctima de un Imperio asesino que no le perdonó que él llamara “bienaventurados a los pobres”. Que no perdonó que invitara a los pobres, a las mujeres, a los excluidos a una vida digna y plena. Que no perdonó que luchara por la dignificación de las víctimas. Que no perdonó que este hombre se resistiera a entrar en el juego de la paz bajo el esquema de “seguridad democrática”, que era la política sucia del Imperio. Sería bueno que pensáramos por un instante: ¿Cuán
tas madres en este país han tenido que llorar a sus
hijos asesinados por la violencia, sucia y atroz, que se les impuso? ¿Cuántas víctimas ha dejado la violencia en México y Guadalajara? ¿Cuántos huérfanos y cuántas viudas ha dejado la violencia? ¿Cuánta tragedia ha producido la confrontación armada entre policía, ejército, bandas criminales, narcotraficantes? ¿Quiénes se lucran de toda esta muerte? ¿Para quién son los dividendos de la violencia? ¿Cuándo vamos a dejar de apoyar los proyectos violentos que se nos presentan como la salvación? Otra pregunta más, ojalá que la pensemos con seriedad: ¿Qué hijo de presidente, de expresidentes o de político se han enfilado para combatir la violencia? En nombre de todos los que creemos en la paz, de todas las mujeres y hombres reconciliados que marcharon el 9 de marzo, pido por el fin de la violencia y por la instauración de una paz estable, en la que cada mujer tenga cabida y dignidad. La violencia se acabará cuando al pueblo se le garantice la dignidad humana. Delante de ustedes también, quiero pedir perdón por la falta de compromiso sincero y decidido en la construcción de la paz. Queremos colaborar, con nuestro compromiso, para que todos tengamos una vida plena y abundante. Que nunca desfallezcamos en esta misión y mantengamos el vigor y el ánimo que surgen de la profunda experiencia de ser movidos por ese hombre, para que todos vivamos en su amor, como personas conscientes, competentes, compasivas y comprometidas sirviendo al proyecto de perdón, reconciliación y paz, de no violencia contra la mujer, contra sus hijos. Comprometer