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LA TENTACIÓN TECNOLÓGICA EN LA MEDICINA

LA TENTACIÓN TECNOLÓGICA EN MEDICINA

Somos conscientes de que la vida está inmiscuida en una continua correlación entre el dato biológico individual de carácter hereditario y el ambiente ecológico social. La salud es concebida tradicionalmente como un equilibrio dinámico condicionado por cuatro dimensiones: la dimensión biológica o física, la dimensión psicológica, la dimensión socio-ambiental y la dimensión ética. Es, por tanto, innegable que la dimensión socio-ambiental es uno de los factores condicionantes, toda vez que se trata de una de las dimensiones tanto de la salud, como de la enfermedad. Cabe señalar que el día de hoy, el punto de vista socio-ambiental es más evidente e incisivo que nunca por motivo de la creciente presión de la sociedad sobre el individuo, motivada por el tremendo impacto tecnológico sobre el ambiente, situación meridianamente clara en este aciago año 2020 por la irrupción del Covid-19, así como por el efecto de la industrialización y urbanización, todos factores directamente relacionados de una u otra forma con la pandemia que estamos padeciendo. Ya se había advertido por parte de algunos autores que la devastación tecnológica sobre el ambiente ecológico y la manipulación del ambiente social por parte de las dinámicas masivas (como las redes sociales) estaban por

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provocar un colapso de las condiciones de equilibrio

sanitario y que era imperativa una intervención a nivel planetario sobre el modo de vivir, toda vez que era ya imposible continuar viviendo en tales condiciones (Rifkin, 1998). Basta pensar en el fenómeno de la contaminación de las aguas, la comida, el aire y el mismo sistema nervioso-mental, a causa de un creciente ruido o incluso ondas electromagnéticas. Esto se ha observado incluso en nuestra ciudad, como ejemplo se puede mencionar las quejas surgidas en ciertas colonias de la Zona Metropolitana de Guadalajara por la colocación de antenas 5-G. El agujero de la capa de ozono, gracias a la cuarentena obligatoria que aún padecemos en cierta medida en diferentes partes del país y del mundo, se cerró; el problema del sargazo en las costas del Caribe mexicano y la problemática de la tala inmisericorde de los bosques que sabemos altera el equilibrio atmosférico dan la razón a la dimensión socio-ambiental de la salud y, al mismo tiempo, la responsabilidad de los individuos y la comunidad para el mantenimiento de las condiciones esenciales de vida y salud de la especie humana en la Tierra. Se podrían mencionar muchos otros ejemplos de esta patología de origen socio-ambiental, como la difusión de la droga y el alcoholismo, el SIDA, el aumento de las enfermedades psíquicas y mentales, entre muchas otras cuestiones. Lo que resulta necesario tener presen

te es que, en nuestros días, toda enfermedad debe ser estudiada en su cuadro epidemiológico y no solamente en sus manifestaciones somáticas o individuales y que toda intervención sanitaria, si quiere ser eficaz, debe considerar no solamente al sujeto aislado, sino a la sociedad en su conjunto y sus mecanismos patogenéticos. Lo anterior vuelve aún más cargada de valor ético-social la figura del médico: el galeno no puede limitarse a ser el médico del paciente por medio de un contrato o alianza terapéutica a nombre y por encargo de la sociedad, sino que deberá ser también aquél que examine con valor los mecanismos patogenéticos de la sociedad misma. Por otra parte, si bien es cierto que el tipo de sociedad de masas y redes sociales de nuestros días ha vuelto más evidente esta influencia patológica de tipo social, es necesario admitir que el elemento social ha tenido siempre una influencia en el surgimiento y difusión de ciertas enfermedades: la desnutrición y el hambre (que por cierto aumentarán en centenares de millones

de adultos y niños, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a consecuencia de la pandemia) han favorecido, y desafortunadamente, seguirán favoreciendo el desarrollo de determinadas enfermedades y la muerte prematura de niños.

Sociedad, salud y progreso científico

Cuando se habla de sociedad y condicionamientos sociales, nos referimos en general a las condiciones económicas, al tipo de relación social entre las personas, a las condiciones de trabajo, techo y alimento entre otras; pero es necesario tener presente la función de mediación social que en toda época juega el progreso de la ciencia, en particular el progreso de la ciencia médica. Si pensamos en nuestros días, en particular en el año que está corriendo, sabemos que será determinante para el abatimiento, por lo menos en una medida importante, del virus, la capacidad de los laboratorios públicos y privados de encontrar una vacuna lo antes posible; lo anterior inclusive tendrá repercusiones de carácter geopolítico. Si ciertas enfermedades como la pulmonía, la viruela, el cólera, la polio han sido erradicadas al menos desde el punto de vista de la salud pública, es debido al progreso científico de la medicina. Las investigaciones de los últimos lustros en biología molecular han abierto el camino a la medicina genómica, a la farmacogenómica, y espera arribar el día de mañana a remedios para enfermedades al día de hoy incurables, más allá del Coronavirus. Existe, pues en la sociedad una élite preparada por la misma sociedad y la cultura universitaria, la cual, dedicándose a la investigación, se vuelve factor de progreso en el campo de la salud y se configura como el primer remedio preventivo para dominar los efectos morbosos, sean los de origen individual o somático, sean los de origen o incentivación social. El abandonar un esfuerzo de investigación es un factor indirecto patogenético en la sociedad. El esfuerzo investigativo dirigido y finalizado hacia objetivos terapéuticos es la primera manifestación de prevención y terapia. En este punto se reviste aún más la figura del médico de una nueva dignidad y responsabilidad; no todo médico podrá ser investigador él mismo, pero en alguna medida todos pueden contribuir a la investigación, incluidos los médicos de base y hospital. Todo médico deberá ser ayudado, a través de la formación permanente, a tener una relación válida entre necesidades sanitarias de la sociedad en la cual vive y aportación científica proveniente del equipo de investigación.

Salud y políticas sanitarias

Es evidente, sobre todo a raíz de lo acaecido en los últimos meses, el hecho de que en nuestros días no es posible gestionar la salud en sentido exclusivamente local o sectorial, sino que es necesaria una política sanitaria; quizá sea una de las principales lecciones de la irrupción como una ola inesperada del Covid-19. La política sanitaria deberá no solamente coordinar los medios, recursos y estructura de cuidado y rehabilitación, sino que deberá también incidir en los mecanismos sociales que generan la enfermedad e incrementan su difusión, es decir, hacer prevención; deberá incentivar, financiar y controlar la investigación, a la par de suscitar con la educación sanitaria la responsabilidad de todos los ciudadanos y de los mismos médicos. Finalmente, y no es poca cosa, deberá adoptar en el ámbito de la misma programación sanitaria, criterios éticos de referencia. Los gastos médicos no deberán ser dejados a los mecanismos e intereses privados, ni ser gestionados según criterios de utilitarismo económico; hemos sido testigos, a nivel global, de las funestas consecuencias del adelgazamiento de la participación estatal, de su obligación constitucional en prácticamente todos los casos, en la suministración de los servicios públicos de salud con calidad y calidez. Respecto al gasto en salud el principio ético de fondo deberá ser el de socialidad-subsidiariedad; es decir, gastar más ahí donde la necesidad y la enfermedad son más graves, incluso cuando estos gastos no fueran, como en general, económicamente productivos; se deberá respetar la iniciativa y estructuras del sector privado, en donde responda al servicio social; se deberá vigilar que en la entera comunidad nacional e internacional se puedan ir reduciendo las desigualdades tan alarmantes, que entre otras calamidades, son fuentes de enfermedad y muerte para algunos pueblos particularmente desafortunados y desprovistos de recursos. La Organización Mundial de la Salud (OMS), como organismo de la ONU, tiene, como se ha hecho saber de igual manera en las últimas semanas, entre sus tareas institucionales la promoción de la salud y de las condiciones socio-económicas necesarias y adecuadas a los derechos fundamentales de la asistencia sanitaria sobre todo en los países en vías de desarrollo. En Asia, en América Latina y en África, las condiciones de salud han quedado gravemente rezagadas respecto a los niveles requeridos por parte de la dignidad humana. Para África, por ejemplo, la Carta Africana de los derechos del hombre y los pueblos protege la inviolabilidad de la persona humana, el respeto de la vida para todo ser humano, el derecho a la integridad física y moral; además condena toda forma de esclavitud, trata de personas, prohíbe la violencia física y moral y los tratamientos deshumanos y degradantes; se protege el derecho a contar con los cuidados necesarios para la salud y a la asistencia médica. La familia es considerada el elemento de base de la sociedad, los discapacitados y ancianos son protegidos en sus derechos de igualdad y asistencia física y moral. Atención particular se pone en la defensa de la dignidad de la mujer y los niños con la condena de toda forma de discriminación.

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