La villa en Cabezón Cámara y Cucurto

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LAS REPRESENTACIONES DE LA VILLA EN “LA VIRGEN CABEZA” Y EN “NOCHES VACÍAS” Por Flor Tanto La virgen cabeza de Gabriela Cabezón Cámara como el cuento “Noche vacías”, primer relato del libro Cosas de negro de Washington Cucurto, permiten vislumbrar dos miradas diferentes respecto del fenómeno de la villa. En este sentido, el objetivo en este post será contrastar ambas obras a la luz de los aportes teóricos del Postcolonialismo. Entendemos al Postcolonialismo a partir de la distinción que realiza Mellino, es decir, no en su sentido literal (como estudios que analizan los efectos del colonialismo como momento histórico) sino en su sentido metafórico. Esto es, la literatura y los estudios postcoloniales como aquellos que tienen por objetivo: “restituir la subjetividad y autoridad a la voz del otro rechazando su sujeción en las propias categorías cognitivas y (…) descentrar y descolonizar tanto al discurso imperialista estructurado a partir de la contraposición nosotros/ellos, como la relación centro/periferia en torno a la cual se ha configurado el saber occidental” (Mellino, 2008:50).

Entonces, el término entendido desde la metáfora amplía el campo de trabajo y de producción del postcolonialismo, ya que permite analizar diversas situaciones que se enmarcan en un esquema de opresión, de inferioridad del otro, de representaciones dadas. Esquemas que ameritan un análisis y una deconstrucción de los mismos. Sin embargo, sería injusto plantear esto sin tener en cuenta los aportes de Mignolo. En este sentido, sugiere que, si nos referimos a Latinoamérica, el término que mejor se aplica no es posmodernismo ni postcolonialismo, sino postoccidentalismo. Mignolo 1


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hace esta afirmación porque realiza especial hincapié en la necesidad de situar el conocimiento y la producción del mismo. Postoccidentalismo sería una categoría que atiende al aspecto geo-­‐cultural. Respecto de la significación del término, dice: “Postoccidentalismo (…) concebido como proyecto crítico y superador del occidentalismo que fue el proyecto pragmático de las empresas colonizadoras en las Américas desde el siglo XV…” (Mignolo, 1996: 685). De todas maneras, reconoce tanto al posmodernismo, como al postcolonialismo y al postoccidentalismo como tres proyectos que revisan y critican los postulados de la modernidad. Esta premisa será el eje central del presente trabajo. Si bien se van a utilizar los dos términos, entendemos que es fundamental el planteo de Mignolo, ya que se trabajará con autores latinoamericanos y resultan necesarias determinadas consideraciones que nos sitúen en un espacio diferente, con sus características locales, culturales, ideológicas y políticas. La idea principal de este escrito es que tanto en “La virgen cabeza” como en “Noches vacías” se le otorga la voz a un sector oprimido. En dichas narraciones se relata el mundo de quienes son el blanco de prejuicios y representaciones por parte de determinados sectores dominantes. Sin embargo, “La virgen cabeza” logra desmontar un gran sistema representacional y generar nuevas percepciones acerca de la identidad de género y de clase en tanto que en “Noches vacías”, se repite un sistema de identificación relacionado con la representación estereotípica de las clases bajas. Por lo mismo, resulta fundamental rescatar aquí los aportes de Young respecto de la deconstrucción: “(Derrida) ha fundado las bases del deconstruccionismo en cuanto instrumento de descolonización cultural e intelectual…” (Mellino, 2008: 52).

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El texto de Cabezón Cámara plantea una deconstrucción de las identidades y de los espacios que permite observar la precariedad de las representaciones supuestamente estáticas. La novela se sitúa en una villa, y una de las protagonistas-­‐narradora es Qüity, quien se inserta en el mundo villero por Evelyn: “Evelyn fue mi ticket to go, mi entrada a la villa. Yo la maté y ella me hizo villera” (Cabezón Cámara, 2009:49). Su ingreso en la villa nos permite encontramos con uno de los personajes que más evidencia la deconstrucción a la que se hizo referencia anteriormente, Cleo: una travesti ex prostituta que luego de estar al borde la muerte por violación se comienza a comunicar con la virgen. La puta santa de la historia. Aquí se presenta un juego con categorías arraigadas tales como la prostitución, la identidad sexual, la religión y la confluencia y mezcla de tales identidades. Qüity y Cleo están esperando una hija, y la narración surge en ese contexto. Ambas habitan el “in between” de las representaciones identitarias. Sus mundos, sus vidas y sus posturas frente a las mismas se configuran desde la hibridez que rechaza cualquier definición totalizante de la sexualidad, de la mujer, del hombre y de clase social. Por otro lado, nos encontramos con el espacio de la villa. En un primer momento, este territorio es narrado por “el otro”, por Qüity antes de ser villera. Dice que luego de una inundación, lo único que se veía era “cartones de vino, jeringas, botellas de plástico y pañales” (Cabezón Cámara, 2009: 51) Pero luego ese espacio se tornará único. Un lugar de minorías y oprimidos que construyen otro mundo. Una zona en la que las representaciones del otro son sólo eso, imágenes. Sin embargo, la realidad es otra. En el sitio del pantano surge un estanque con peces a los que alimentan y que los alimentan. De esta manera, la villa se

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transforma en centro, ya no debe acudir, sino que acuden a ella. Y en esa inversión histórica se representa el espacio de los marginados. Como dice la narradora: “Agregamos una comisión más a todas las que ya teníamos, travestis, paraguayos, pibes chorros, peruanos, evangelistas, bolivianos, ucranianos, porteños, católicos, putas, correntinos, umbandas, cartoneros, santiagueños y todas sus combinaciones posibles” (Cabezón Cámara, 2009: 72).

Si como afirma Rivera-­‐Rodas la posmodernidad en América Latina se refleja, entre otras cosas, en la búsqueda de la identidad propia; en la evidencia de que fuimos construidos por otro y en la necesidad de encontrar nuestra propia voz, en la cita anterior se evidencia que “La virgen cabeza” responde cabalmente a esta operación, ya que reniega de cualquier esquema maniqueísta, insiste en la multiplicidad y en la diferencia como únicas categorías constituyentes de la identidad. Por estas razones, “La virgen cabeza” puede ser entendida como una novela poscolonial (también posmoderna en el sentido que le otorga Rivera Rodas) porque construye y deconstruye espacios y sujetos sin aferrarse a ningún relato que pretenda explicarlos desde el reduccionismo y el simplismo. DE NOCHES VACIAS. Sin embargo, no sucede lo mismo con “Noches vacías”. El relato de Cucurto se reproducen determinadas formas de representación de las clases bajas y de los sectores oprimidos que impiden un acercamiento distinto. Como afirma Bhabha, está presente la noción de fijeza en el estereotipo del otro. Valga aclarar que no nos concierne aquí realizar un juicio acerca de las intenciones de Cucurto, sino que lo que nos interesa es analizar la construcción de los personajes, en tanto representativos de determinados sectores sociales. En todo caso, el objetivo es determinar por qué “Noches vacías” no es un relato poscolonial y por qué podría serlo. 4


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El narrador del cuento es un paraguayo que comienza una narración de tipo autorreferencial. El dialecto que se utiliza es el que corresponde al personaje, así como los ámbitos que frecuenta. El protagonista comienza contando su apego a la bailanta “Samber”, presentándola como un espacio único, como su mundo. En este sentido, entendemos que aparece una asociación como mínimo simplista con respecto al espacio y al sujeto marginal. En el relato del personaje se evidencia que su relación con las mujeres es puramente sexual y cosificada: “Eso es lo que quiere: se la apoyo, le paso la verga por la costura gruesa del pantalón y el canto de la bombacha. Re buen orto, firmón, macizo.” (Cucurto, 2009: 26). Comenta las experiencias de cómo se acercó a cada una de ellas y, posteriormente, nos enteramos de que es casado y tiene un hijo. Aquí aparece una noción acerca del marginado como aquel relacionado con la promiscuidad. Este aspecto, si bien aparece en “La virgen cabeza” la diferencia radica en la forma en que el tema es abordado. Como plantea Cesaire, las representaciones del otro están siempre relacionadas con la inferioridad y la ausencia de moralidad. En la novela de Cabezón Cámara no se evidencia esto, porque el esquema moral es propio del mundo que se representa. En el cuento, en cambio, se asocia la amoralidad a la pobreza e ignorancia. Las justificaciones del personaje rozan lo infantil y su autodefinición responde a tantos discursos que hemos oído, a aquellos que relacionan la miseria material a la miseria existencial. Dice: “Y yo no soy más que un negro que ama la cumbia y le encanta levantarse minas en el baile. Y hasta ahí llega el horizonte de mi vida” (Cucurto, 2003:12). Tanto Fanon como Cesaire coinciden en que la colonización pretende la animalización del otro, el embrutecimiento y la deshumanización. Si bien esta noción está adecuada

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al contexto de la colonización histórica, resulta interesante abstraerla para analizar la colonización interna y actual, ya que permite evidenciar los procesos de representación de las clases bajas por parte de las clases altas. El otro, el que molesta, se transforma en una cosa. Será que así es más sencillo explotarlo. El cuento de Cucurto no hace más que evidenciar esos procesos. El personaje es dominado por sus instintos y se hace eco de las representaciones ajenas, adhiere a ellas, se autodenomina negro. ¿Pero acaso no hay lugar para la resistencia? Si la construcción de la identidad del marginal, del obrero, del inmigrante y del homosexual y de todos los “diferentes” fuera directa y transparente, la descolonización (en sentido amplio) no hubiera existido jamás. A este punto nos referimos cuando retomamos el concepto de fijeza de Bhabha. El cuento continúa con la narración de vida del protagonista, que luego deviene en narraciones de crímenes inhumanos, contados desde una suerte de naturalismo. Por ejemplo, el narrador dice: “Le pateo la cabeza para que se calle. Animal”, luego cuenta: “Le doy dos soberanas patadas, justo en el cerebro salido (…). No hay caso, el cerebro no entra más, así que lo arranco con los dedos y lo saco del todo” (Cucurto, 2003: 40). Más adelante recordará otro de sus crímenes: “le abrí la concha hasta que le metí una botella de whisky y después me le senté encima”. Ante esto la justificación del personaje es la siguiente: “A mí lo que me mata es la cumbia, me da ganas de singar, de beber, de culear por el culo, de robar, de asaltar” (Cucurto, 2003: 41). Es evidente que Cucurto exacerba los prejuicios de otras clases sociales sobre la clase baja y los inmigrantes, de manera tal que genera un texto hiperbólico que tiene por

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objetivo generar rechazo. Sin embargo, este efecto no se logra totalmente, ya que responde, exageradamente, a los prejuicios de la clase media. Al respecto resulta interesante el planteo de Beatriz Sarlo: “Cucurto escribe como quien no sabe escribir (ese espécimen no existe) para lectores cultos que lo leen porque sus libros muestran al escritor llegado con una lengua y unas fantasías de absorbente y exótica vitalidad” (Sarlo, 2007: 478). Y más adelante: “Cucurto coloca su literatura en un más allá populista. Digamos, un populismo posmoderno, que celebra no la verdad del pueblo sino su capacidad para coger, bailar cumbia, enamorarse y girar toda la noche” (Sarlo, 2007: 478). Podríamos agregar que celebra las capacidades “supuestas” del pueblo que el lector culto espera encontrar. Pero, como afirma Sarlo, la verdad no. Porque la “verdad” del pueblo no es la misma de los que lo utilizan y lo colocan en el lugar que les sirve. En definitiva, en Cucurto asistimos a un determinismo cultural y económico que no repara en las diferencias ni en la multiplicidad de representaciones identitarias. A los fines del postcolonialismo, necesitamos literaturas que nos hablen de otra cosa. Puesto que ya conocemos los esquemas de representaciones tradicionales y no nos hace falta la reafirmación de los mismos. “La virgen cabeza” y tantas otras obras, que tal vez no leímos o que no se escribieron todavía, nos hablan con voces que fueron silenciadas, que hablan despacio y bajo, pero que empiezan a decir que no somos lo que nos dijeron que éramos. Que tampoco somos una sola cosa, una sola idea, sino una multiplicación y un cruce de ideas, de formas, de maneras de sentir. Necesitamos literaturas, que al decir de Sartre, nos extirpen en una sangrienta operación al colono que vive en cada uno de nosotros (o a sus ideas, que es lo mismo)

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Bibliografía BHABHA, Homi (1994). “La otra pregunta. El estereotipo, la discriminación y el discurso del colonialismo” en El lugar de la cultura. Buenos Aires: Manantial. CABEZÓN CÁMARA, Gabriela (2009). La virgen cabeza. Buenos Aires: Eterna Cadencia. CESAIRE, Aimé (2006). “Discurso sobre el colonialismo” en Discurso sobre el colonialismo. Madrid: Akal. CUCURTO, Washington (2003). “Noches vacías” en Cosa de negros. Buenos Aires: Interzona. FANON, Frantz (2009). Los condenados de la tierra. Buenos Aires: Fondo de Cultura económica. MELLINO, Miguel (2008). “La teoría social y la condición poscolonial” en La crítica poscolonial: Descolonización, capitalismo y cosmopolitismo en los estudios poscoloniales. Buenos Aires: Paidós. MIGNOLO, Walter (1996). “Postoccidentalismo: Las epistemologías fronterizas y el dilema de los estudios (latinoamericanos) de áreas” en Revista Iberoamericana. Vol. LXII, Núms. 176-­‐177, Julio-­‐Diciembre 1996: 679-­‐696. SARLO, Beatriz (2007). “Leer en presente” en Escritos sobre literatura argentina. Buenos Aires: Siglo XXI editores.

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