CHINA HOY Diciembre 2020
Cultura/Medicina tradicional china
El fruto de cherokeensis y la lombriz de tierra La historia detrás de dos ingredientes que se siguen empleando hoy en día Por QIU XINNIAN*
Á
cido, dulce y astringente en sabor, el fruto de rosa cherokeensis (Fructus Rosae laevigatae) es de naturaleza neutra y está relacionado con los riñones, la vejiga y el intestino grueso en la medicina tradicional china. Entre sus propiedades figura la de detener la diarrea, así como disminuir la diuresis (cantidad de orina). Su nombre en chino, jinyingzi, quiere decir “fruto de borla dorada” y se debe a una emocionante historia.
Un dibujo del fruto de rosa cherokeensis.
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Un generoso anciano Hace muchos años, una familia de tres hermanos, todos casados, vivía muy feliz. Sin embargo, no todo era perfecto: los dos hermanos mayores no tenían hijos y solo el tercero era padre de uno. En la antigüedad, sobre todo en el campo, el no tener descendencia era un problema angustiante. Toda la familia hacía lo posible por cuidar bien al único hijo, tan apreciado como una perla en la palma de la mano. El muchacho crecía bien y era bastante guapo, así que los tres hermanos empezaron a gestionar el casamiento del joven, a fin de tener nietos lo más antes posible. Invitaron a varias casamenteras, las cuales se mostraron muy entusiasmadas. Visitaron a casi todas las familias con lindas hijas, pero fracasaron, pues ninguna muchacha quería casarse con el joven. Había una razón: el chico era bueno en todo, pero padecía de una inexplicable enfermedad: enuresis nocturna (o incontinencia urinaria) en la cama. Los tres hermanos no tenían más remedio que curar al muchacho. Llamaron a los mejores médicos de la zona, pero ninguno tuvo éxito. Un día, un anciano, quien tenía una gran calabaza de peregrino llena de medicamentos herbarios y adornada con una borla dorada, llegó a la casa a pedir agua para beber. Su extensa barba blanca le cubría la mitad del pecho y sus ojos negros se escondían debajo de las cejas, tan largas y pobladas que parecían dos alas de pichón blanco. Los tres hermanos le atendieron cortésmente. Le sirvieron un vaso de agua y algo de comer. El anciano les agradeció e iba a despedirse, pero se detuvo al notar que todos en la familia lucían preocupados. “¿Tienen algún problema?”, les preguntó. Mirando la calabaza de peregrino que colgaba de la cintura del viejo, uno de los hermano le dijo: “Sí, nuestro hijo ya tiene 18 años, pero sufre de enuresis nocturna y ningún médico