Volumen 95 No. 1 Publicado por Christian Triumph Co. jen, feb, marzo 2018
Elcana, El Esposo Modelo por Ps. Narciso Zamora Génesis 21, 8-21
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anto se habla de Ana, la madre del profeta Samuel, y con mucha razón, pero muchas personas pasan por alto su muy notable esposo. ¿Cuándo hemos escuchado un sermón acerca de aquel hombre notable? Y ¿cuándo ha leído un artículo llamando la atención a sus virtudes? Alguien lo ha expresado bien cuando dijo: “Coherederos de la vida”. Coheredero es exactamente lo que significan las palabras “ayuda idónea”. En el huerto del Edén, cuando Dios formó al hombre, y de su costilla formó la mujer, el Señor puso su suprema aprobación en lo que había hecho. “Y he aquí que era bueno en gran manera” Génesis 1:31. Dios nunca ha retractado de aquella relación. Sus bendiciones y favor descansan hasta el día de hoy sobre el matrimonio. Cuando los individuos caminan en la luz de su palabra, Dios en la misma manera ve que es bueno, Génesis 1:25. Elcana era un esposo que media muy bien al modelo puesto por San Pablo en Efesios 5:28: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a si mismo por ella. Así también los maridos deben amar a su mujer, a sí mismo se ama”.
Pero había también otra esposa en la casa de Elcana. Era una costumbre demasiada común en aquellos días. La otra mujer se llamaba Penina. Ella tenía hijos, pero Ana no los tenía, 1 Samuel 1:2, por eso, Penina se burlaba de Ana, pero ella buscaba refugio en Dios y lloró y oró delante del Señor, porque era estéril. De una cosa ella estaba segura: Elcana la amaba y la favorecía como la esposa de su corazón. Su relación era una prueba muy elocuente de esto y era un bálsamo para ella. Cuando Elcana la vio ayunando y llorando, se dio cuenta de su amargura y dijo: “Ana, ¿Por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy mejor que diez hijos?” Un marido que comprendía. Él estaba en verdad compartiendo el dolor y la amargura de su corazón. Qué contraste más grande a la respuesta de Jacob, cuando Raquel con envidia dijo: “¡Dame hijos, o si no, me muero”! Y con enojo Jacob la contestó diciendo: “¿Soy yo acaso Dios que te impidió el fruto de tu vientre?”. Génesis 30:1, 2. Es notable que Elcana se identificó con el dolor del corazón de su esposa. El hubiera deseado tener un hijo de la mujer a quien amaba, pero había solamente compasión para aquella pobre esposa estéril. A veces el silencio de un esposo, aunque tenga simpatía en el corazón, sirve para irritar y desalentar a la esposa atribulada. La falta de comunicación a veces produce mala comprensión y ella podría decir: “No le importa”, o “Es indiferente a mis problemas”.