El Creyente que se Consagra y el Dios que lo Santifica.

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EL CREYENTE QUE SE CONSAGRA Y EL DIOS QUE LO SANTIFICA. por

El creyente que se consagra y el Dios que lo santifica.

por Harry E. Jessop, D.D.

Traducido con permiso del autor.

Publicado originalmente por la Iglesia Metodista de México (fecha desconocida)

Harry E. Jessop, D.D.

Conocí a un hombre… El Doctor Harry E, Jessop (doctor en divinidades) fue mi primer maestro en la doctrina bíblica de la santidad. Emigró del Reino Unido a los Estados Unidos más o menos durante los años 40s, y sirvió como decano académico, luego como rector del Instituto “Chicago Evangelistic Institute”, que llegó a llamarse “Vennard College”. Durante su ministerio como profesor de doctrina, el doctor Jessop escribió un librito titulado Conocí a un hombre de cara resplandeciente. Muchos de sus estudiantes creíamos que de verdad él era ese hombre. Su rostro resplandecía con la luz de la presencia de Dios. Mi ruego es que este tratado bendiga al lector en su búsqueda de la santidad como me ha bendecido a mí y a muchos más. Leroy E. Lindsey, Jr., Ph.D. Rector, SEMBIMEX, Seminario Bíblico de México Atizapán de Zaragoza, Edo. Méx, México. Junio de 2009. (Citas bíblicas tomadas de la Reina-Valera, 1909.)

Corregida y actualizada por: Leroy E. Lindsey, Jr., Ph. D. Recopilado y repartido gratuitamente vía Internet por el Pr. Víctor Hugo Quispe S. Con permiso del Ph.Dr. Leroy E. Lindsey, Jr.

Esta edición:

SEMBEMEX Traducido con permiso del autor

El Creyente que se Consagra y el Dios que lo Santifica «Hoy os habéis consagrado a Jehová… y el mismo Dios de paz os santifique completamente». (Ex. 32:29; 1ª Tes. 5.23, versión Hispano-americana).

Por tres motivos se han ligado estas dos declaraciones de las Escrituras; primero, porque sus temas se relacionan estrechamente, concertándose por su naturaleza como las mitades distintas que entre sí completan todo. La segunda razón por la que se unen es que sus temas difieren entre sí, representando un completo contraste, pues uno trata de lo que es meramente humano mientras el otro concierne a lo que es cabalmente divino: uno expresa lo que Dios pide de mi; el otro indica lo que Él desea hacer en mí. Finalmente juntamos estas dos versiones porque frecuentemente se confunde la una con la otra y es conveniente hacer una distinción clara entre ellas. 1

Seminario Bíblico de México

2009

Por desgracia, la gente es la que a menudo involucra las cosas, pero la Palabra de Dios siempre las aclara. En sus esferas respectivas, la consagración y la entera santificación son tan diversas como los mismos polos Norte y Sur; sin embargo, en la experiencia espiritual plena, son tan inseparables como lo son el sol y la luz que emite, siendo uno antecedente a la otra.

SEMBIMEX Seminario Bíblico de México Blvd. Cuautitlan Izcalli N0. 160, Fracc. “Izcalli El Campanario” Atizapán de Zaragoza, Estado de México 52928, México, Junio de 2009.

Hay otros más que mantienen reservas, de modo que a pesar de su pretensión de recibir, su petición no logra nada porque no han hecho una consagración completa. Claman al cielo pidiendo la llama santificadora, pero nunca cae el fuego porque no han colocado sobre el altar de Dios, el sacrificio íntegro.

Todo cristiano verdadero desea ser santo.

Sucede todo este desconcierto por falta de un concepto claro relativo a la manera de entrar en esta gracia. Y no es de extrañarse que en medio de opiniones contrarias, algunos queden perplejos.

Sea cual fuere su creencia doctrinal, él anhela de corazón ser semejante a su Señor. Pero aquí comienzan las dificultades a causa de la confusión de ideas que existe relativas a este asunto.

Sin embargo, la Palabra de Dios hace perfectamente visible el camino y a ella nos referimos ahora, tomando nota de dos hechos sobresalientes:

Algunos abrigan ideas que carecen de precisión, siempre ansiando poseer una experiencia más profunda de la gracia de Dios y manifestando este deseo por medio del canto y la oración, pero sin que se les ocurra que podrá verificarse en su vida. Queda como un ideal bello pero imposible de realizarse.

I. El primer requisito para una vida santa es el acto preciso y definido, de parte del hombre, que la Biblia llama consagración. A veces se pregunta: «¿Será la consagración preliminar a la vida santa o es el producto de ella?» En otras palabras, ¿se consagra uno con el fin de obtener la bendición de la santificación, o resulta la vida consagrada de la misma bendición?

A otros les falta decisión: precisando su deseo, buscan el cumplimiento, hallándose frecuentemente en el altar de oración con el fin de consagrarse, pero sin tomar el paso de fe que permita reclamar la respuesta definida.

Sin titubear contestamos que ambos conceptos son correctos pues son dos aspectos de la misma gran verdad espiritual. Indudablemente la

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