Diumenge 15 de novembre de 2015 — 18:30 h — Auditori Plana de l’Om
No One’s Child ARGUMENT
N
arra les vicissituds d’un nen salvatge després de ser descobert el 1988 entre un ramat de llops a les muntanyes de Bòsnia. Primer passarà per un orfenat de Belgrad, per esdevenir una persona civilitzada, i, després, serà enviat el 1992 a una Bòsnia destrossada per la guerra. Allà trobarà el seu destí.
Cartell de la pel·lícula
DIRECTOR
COMENTARI
VUK RSUMOVIC
V
uk Rsumovic neix a Belgrad el 1975; el seu pare és el poeta Ljbivoje Rsumovic. Inicia la seva trajectòria creativa com a productor, guionista i realitzador televisiu. No One’s Child, rodada el 2014, suposa la seva òpera prima cinematogràfica i guanya el premi de la crítica internacional (FIPRESCI) en el Festival de Venècia.
Vuk Rsumovic
FITXA TÈCNICA Direcció i guió: Fotografia: Música: Nacionalitat: Títol original: Any: Durada:
Vuk Rsumovic Damjan Radovanovic Jura Ferina i Pavao Miholjevic Sèrbia Nicije dete 2014 94 minuts
FITXA ARTÍSTICA Denis Muric Pavle Cemerikic Zinaida Dedakin Branka Selic Milos Timotijevic
Haris (Denis Muric)
N
o One’s Child, primera película del serbio Vuk Ršumović, cuenta la historia de Haris (Denis Muric), un niño criado por lobos encontrado en un bosque afuera de Travnik, Bosnia-Herzgovina en 1988. Los cazadores deciden enviarlo a un orfanato en Belgrado, Serbia, donde permanece tres años hasta que es devuelto a una Bosnia que convulsiona por la guerra. Construida a partir de una variedad de planos —desde el excesivo detalle de las gotas de agua lavando la piel de Haris hasta el excelente plano general del rencuentro de Haris con un lobo— Ršumović consigue una trama aleccionadora y contundente que mantiene al espectador en vilo. El director serbio de apenas 39 años le interesa abordar una pregunta medular: ¿cuál es el riesgo der ser humanos? Para su respuesta, recurre al siempre atractivo tema de los niños salvajes: criados entre animales, incapaces de establecer una comunicación normal, ajenos a los buenos modales. Haris, mejor conocido en el orfanato como Pucke, enfrenta no sólo el arduo proceso de aprendizaje —de civilización— sino que se topa con la humanidad en su etapa más riesgosa: la adolescencia; la búsqueda de pertenencia, el despertar de la sexualidad, la volatilidad de los afectos; todos estos procesos conforman la identidad de Haris y preparan su última decisión. Y es que No One’s Child parece no resistir la dicotomía rousseauniana, bastante maniquea a estas alturas, del buen salvaje y la maldad de la civilización. Algunos elementos atenúan
la polaridad: Zika (Pavle Cemerikic), con quien Pucke logra establecer un pacto de mutua protección y compañía muy parecido a la amistad, y Alisa (Isidora Jankovic), quien le da algunos momentos de ternura. Ambas relaciones, sin embargo, se revelan inestables y débiles ante las amenazas exteriores: claro, ser chico o chica sin hogar no es sencillo y tanto la prostitución como el suicidio son destinos bastante comunes. Más fuerte es el vínculo que Pucke establece con su tutor y guardián Vaspitac (Milos Timotijevic), solamente fracturado por las distancias que obliga la guerra, ese fantasma cuyo halito recorre eficazmente toda la película —como rumor, como noticia, como causa del constante movimiento entre los jóvenes del orfanato— y se visibiliza en los últimos minutos; la guerra: esa crueldad que pone en jaque todo lo que creíamos saber sobre nosotros. No One’s Child, ganadora en el Festival de Venecia del Premio FIPRESCI, es hipnótica pero al mismo tiempo adquiere hacia el final un tono moralizante que aclara las intenciones de Ršumović y revela su posición determinista: si algo podemos aprender de las variadísimas historias de niños salvajes es que el riesgo mayor de nuestra especie es precisamente nuestra humanidad: ese extraño zumo de instintos, emociones, deseos, miedos y relaciones rotas.
Samuel Lagunas