Revista Cinefilia - Edición Nº 10

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El CIne y Los Dilemas de la

EducaciónChilena

Sanfrik

C. Adriazola y J.L. Sepúlveda Bitácora de un

Cinéfilo Newen Mapuche y más...




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i en nuestro número anterior mencionábamos que han sido tiempos interesantes para Cinefilia, ahora deberíamos decir que la última ha sido claramente una época de éxito. Más allá de que hayamos inaugurado un nuevo diseño en nuestra web y que hayamos logrado sacar una decena de Revistas, nos alegra muchísimo ver cómo la relación entre nuestro equipo creador y la gente que nos lee se ha ido convirtiendo casi en una charla permanente. Cada crítica de cine, cada noticia, cada concurso, nos permite conversar un poquito con la gente que nos lee, de cinéfilos a cinéfilos. Puede parecer algo simple y no muy emocionante, pero el tener la oportunidad de crear un espacio democrático de discusión e intercambio de ideas con respecto al séptimo arte, siempre ha sido uno de los principales fines tras Revista Cinefilia, el cual se está logrando desde hace un par de semanas. Porque más allá que el Estado promocione una cierta cantidad de (escasas) películas para que se den en el extranjero a modo de “imagen país”, u organizar festivales con alfombra roja e invitados internacionales, creemos firmemente que es sólo a través de la discusión abierta que el cine como valor cultural, efectivamente crece.

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La idea de conmemorar nuestra décima edición haciendo un especial Cine y Lucha, surge de una reflexión simple: Si Chile está atravesando por una importantísima encrucijada histórica llevada a cabo por jóvenes de nuestra misma generación, mientras los cineastas nacionales “establecidos” guardan sepulcral silencio, ¿no nos toca a nosotros como medio digital que apunta promover la discusión, tomar una postura clara al respecto? Recordamos entonces las palabras que el gran Rafael Sánchez escribiera ya en los años ´70 en su Obra Maestra “El Montaje Cinematográfico: Arte del Movimiento”: (…) Un artista en el momento actual no podrá enajenarse del mundo que lo rodea. Debe servir en uno u otro modo a la Humanidad que exige de él un pronunciamiento. Aunque estamos convencidos de que, en medio de las más hondas divergencias partidistas y doctrinarias, persiste un anhelo de unificación. En resumen, en Cinefilia pensamos que como medio, no podemos abstraernos de la contingencia. Es impresionante ver cómo en medio de la batahola, varios cineastas chilenos parecen mucho más preocupados del Festival de Toronto, Venecia o Cannes que de lo que ocurre en su propio país. Ningún comentario al respecto.


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David Vega - Editor


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Mucho menos algún trabajo al respecto. Eso también da para pensar: ¿Qué pasó con el compromiso político de los cineastas pre dictadura? ¿Se extinguió en democracia? Y ojo, que al hablar de político no hablamos de “panfletario”. Tal y como dijo el señor José Luis Sepúlveda en la charla dentro de SANFRIK, Chile ha sido tan aplastado ideológicamente desde mediados de los ´70 en adelante, que el sólo término “política” produce rechazo. Pero si hay un tema del cual no se discute, si se deja que otros se encarguen de ello, si no se tiene participación, idea o postura alguna con respecto a la sociedad en que vivimos, ¿qué otra cosa podemos esperar si no es un país como el actual, donde las inequidades y abusos están a la orden del día? ¿En qué momento nos robaron todo? Pues bien, mientras nos mirábamos el ombligo y nos deslumbrábamos con las tarjetitas de crédito y los plasmas LCD. Es como si el Gobierno Militar hubiese sido una inmensa aplanadora que redujo a nada no sólo la conciencia social de todo un país, sino que también pervirtió a quienes trabajan con el arte más popular y político de todos: el cine. En esta edición planteamos el tema desde varios puntos de vista, y la conclusión lógica pareciera ser que, mientras el cine siga siendo en su mayor parte producida por la élite chilena, no hay esperanzas de que nuestra cinematografía vuelva a enriquecerse con posturas atrevidas y rupturistas que le den real valor cultural. Todo será una búsqueda sin fin de la “imagen país” que el gobierno de Chile quiere mostrar en Europa… con fines últimos de obtener lucro, por supuesto. Ray Bradbury imaginó un futuro dantesco donde la cultura está totalmente prohibida. En el cuento “Usher 2”, aparecido en el libro “Crónicas Marcianas”, describe el proceso por

el cual se llegó a esa atroz realidad: “Se dictó una ley. No era casi nada al principio. Un grano de arena en 1950 y 1960. Primero censuraron las revistas de historietas, las novelas policiales y, naturalmente, el cine, siempre en nombre de algo distinto: la política, la religión, los intereses profesionales. Siempre había una minoría temerosa de algo, y una gran mayoría temerosa de la oscuridad, del futuro, del presente, temerosa de sí misma y su propio pasado. Temerosa de la palabra “política”, que acabó por ser sinónimo de “comunismo”, de tal modo que emplear esa palabra podía costarle a uno la vida. Y apretando un tornillo aquí, una tuerca allá, sacudiendo, tironeando, muy pronto convirtieron el arte y la literatura en una pasta de caramelo, retorcida y aplastada, sin consistencia ni sabor. Poco después las cámaras se detuvieron, los teatros quedaron a oscuras, y de las imprentas que antes inundaban el mundo con libros, revistas y periódicos, brotó una materia inofensiva e insípida, como de un cuentagotas. El hombre, decían, debe afrontar la realidad, debe afrontar el presente. Todo lo demás debía desaparecer”. Si el cine es una herramienta de promoción de lo bien que está el estatus quo chileno, a la vez que una expresión del onanismo–individualismo de los directores pelo láis que lo producen,


es poco probable que veamos en pantalla grande la cruda realidad de lo que realmente somos: un país tercermundista, con todos los problemas de país tercermundista, que probablemente nunca dejará de ser tercermundista, pero que sueña con pasar a las ligas “mayores” de los países ricos y desarrollados, sin jamás reconocer sus orígenes. Como un alacalufe vestido de etiqueta pero a pata pelá que quiere ir a jugar polo… sin lograr que lo dejen entrar al Club. El cine terminará por volverse la pasta de caramelo, retorcida y aplastada, sin consistencia ni sabor, de la que hablaba Bradbury ya en 1950. El cine mainstream chileno ya no es una búsqueda de ideas y de empujar los límites del lenguaje un poco más allá, sino el elemento más pop, visible y pintoresco (y por ende útil) de todo un sistema sociopolítico que comienza a hacer agua. Pero no todo está perdido. Ante cada acción se produce una reacción igual y contraria, decía Newton, y en un país con tal nivel de represión de las ideas como es Chile, era inevitable que ocurriera lo que estamos viendo hoy. Los anhelos de mayor democracia están afectando todo, y eso se ve reflejado en la propia sociedad, que de la mano de la tecnología

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digital (grabación, edición e internet) está usando el lenguaje audiovisual para plasmar una realidad que pide a gritos ser retratada. Sin ir más lejos, el autor de esta Editorial tomó su cámara mini Dv, fue a una marcha, editó el material, lo subió a internet, y a las pocas horas se percató que había creado un video que estaba causando un inmenso impacto a través de foros y redes sociales. Lo vieron casi 400.000 personas en 5 días, y fue difundido (milagrosamente) por la TV abierta, a la vez que se citaba en un periódico local, decenas de portales webs y cientos de twitts. Se creó un amplio debate con respecto a la violencia y su pertinencia o no en las manifestaciones sociales, y todo esto de alguna forma enriqueció el conocimiento (aunque no necesariamente la aceptación) de los ideales del otro. Es lo que Rafael Sánchez llamaba “El deseo de unificación”, y en contra del cual están trabajando todos los cineastas que filman pensando en el estreno en Cannes, Toronto y Berlín. Ellos sí que están alienados. No son el cine chileno. Al menos, no el cine chileno culturalmente valorable. Prueba de ello es que el gobierno (que por definición trata de mantener fijo el estado de las cosas) apoya financieramente estas películas. Prueba de ello es que estas películas se mueven por Europa antes de estrenarse en Chile, como postales bonitas de un país ordenadito y bueno para hacer rentables negocios. Prueba de ello es que los cineastas no se manifiestan con respecto a temas políticos. Prueba de ello es que sus películas suelen ser un fracaso en Chile porque, entre otras cosas, no logran empatizar con nadie. Si hay algo que Cinefilia apunta a NO ser, es precisamente eso. Este Especial da testimonio de ello.


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8 Fotografía: Mario Téllez

Idea Original Nicolás Cuevas Contreras Editor David Vega Bravo Colaboradores Pamela Muñoz Carlos Cohl Claudio Zavala Máximo Quitral Tobías Palma Luís Ramírez Aldo Biggini Diseño y Dirección de Arte Fernando Vallejo V. Jorge Escobar C. Corrección de Textos Victoria Bravo Sitio Web

www.cinefilia.cl Las opiniones vertidas en la revista son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten, sin representar necesariamente la opinión del Grupo Cinefilia. Cinefilia Edición Nº10 Octubre 2011 © Todos los Derechos Reservados Prohibida toda Reproducción, total o parcial, del contenido de esta publicación.


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El cine y los dilemas de la a educación chilena Un día muy especial en SANFRIK: charla con Jo osé Luis Sepúlveda y Carrolina Adriazola Bitá ácora de Luis Ramírez En n tiempos de crisis ha ay que salir a filmar Doccumental: New wen Mapuche Ell SANFRIK Ch hille protesta en n im mágenes


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Fotografía tomada por: Dinko Eichin Frost

Por: Máximo Quitral

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EL CINE Y LOS DILEMAS DE LA EDUCACIร N

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Los dilemas de

Por: Mรกximo Quitral

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Hemos asistido a uno de los movimientos por la educación más fuerte de los últimos 30 años y que sin duda alguna, han desplazado a la revolución pingüina por tres grandes motivos. El primero de ellos es el alto grado de imbricación que logró dicho movimiento con el mundo universitario y que han ido - aparentemente- en paralelo. Segundo, la duración de este movimiento es mayor al de 2006, con más actores y con un manejo ideológico y discursivo sencillamente superior al anterior. Tercero, este movimiento logró que sus exigencias y demandas internas calaran profundamente en la ciudadanía, haciendo del movimiento estudiantil un movimiento ciudadano, con un bajo protagonismo de los partidos políticos tradicionales y por tanto, debilitando la institucionalidad local. ¿Serán capaces los grandes realizadores locales de poder captar el mensaje que se esconde tras las demandas ciudadanas? ¿O nuevamente harán de estas manifestaciones un documento visual que quede guardado en las escuelas de cine nacional? El tema de la educación es un tremendo tema en Chile, pero lamentablemente no han sido abordados del todo bien y ha sido incapaz de ponerse en cartelera, una obra que sensibilice al resto de la población. Además, no hay obra local que externalice las paupérrimas condiciones laborales y académicas en que trabajan y estudian, tanto profesores, como estudiantes. El que estos últimos estén solicitando mayor justicia social, fin al lucro en la educación, una formación educativa de calidad y que la educación realmente constituya en mecanismo de movilidad social, habla de dos Chile diseñados desde la dictadura de Pinochet a la actualidad. El cine chileno tiene hoy una tremenda oportunidad de instalar como debate académi-

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co y visual, una de las más enormes deudas políticas que se ha conocido: educación gratuita y de calidad. El cine debe rastrear, documentar y consultar a una amplia gama de actores sociales, que están conectados directamente con los problemas que se observan en la educación. Algo muy similar a lo hecho por James Clavell en la película, Al maestro con cariño de fines de los sesenta o como Mentes Peligrosas de mediados de los años noventa, que retrató una realidad social que muchas veces se intenta ocultar. O también, Diarios de la Calle de 2007, que se sumerge en los ghettos de los Estados Unidos y las formas de subsistencias que recrean los estudiantes. Podríamos tomar como ejemplo latinoamericano la película La noche de los lápices, dirigida por Héctor Olivera, estrenada durante la segunda mitad de los años ochenta en la capital trasandina. Experiencias hay, ideas hay, situaciones también, pero sigo insistiendo en que la sensibilidad del creador no ha sido explotada ni trabajada por las escuelas de cine. Lo teórico es importante, pero hay otros elementos que sencillamente escapan a la sala de clases. Eso se llama conocimiento de la realidad. Pero como el cine también fue atrapado por la garras del lucro, quizás, quienes lo pueden hacer sin endeudarse, tienen una sensibilidad menor que aquellos que por vocación y con un talento innato, deben limitarse de alcanzar su profesionalización. Hay cuestiones que están entrelazadas y que hacen del cine chileno, casi, una cuestión snob. ¿Tendrá que ver que en Argentina, en Uruguay o en Perú, poseen educación gratuita y se estudia más por vocación que por apariencia? Debatible, por cierto, pero algo de eso tiene que haber. Descúbrelo reflexionando más allá de tus emociones.

Fotografía: Dinko Eichin Frost


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En el marco de SANFRIK, el equipo de Cinefilia asistió a una jornada intensiva de pura y cruda realidad chilena a cargo de la visualización de la filmografía casi completa de Carolina Adriazola y José Luis Sepúlveda. Tras las 2 horas y media de cortos y mediometrajes, los mismísimos realizadores aparecieron frente al público y compartieron con ellos una interesantísima sesión de intercambio de ideas. Fieles a sus principios, la pareja más que una sesión de preguntas/ respuestas, mantuvo con todos nosotros una charla súper participativa, dejando el lenguaje “vertical” tipo interrogatorio propio de estas circunstancias. A continuación, la transcripción de esta valiosa charla.


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Y U M UN DÍA L EN A I C E P S E : K I R F SAN

ay d e v l ú p e S s i u sé L o J n o c a l r a. a l h o C z a i r d A a n i l Caro

CA = Carolina Adriazola JLS = José Luis Sepúlveda P = Persona del público

P: A mí me gustaría preguntarles sobre la realización. ¿Cómo es el proceso?, ¿parte de una idea en particular que quieren transmitir o aparece todo en el montaje? JLS: Bueno, queremos agradecer el espacio acá de Sanfrik y que recién está empezando. Hay que darle no más, aunque a veces venga poca gente. Los apoyamos. Yendo a esa parte de la realización, nosotros planteamos la idea de “escuchar”, de conocer horizontalmente los espacios y los personajes para poder entender la estética donde vamos a trabajar. Ese es el principio, de escuchar más que de imponer un guión. De los cortos que vieron ahora hay distintos trabajos de distintas especies y fechas, y hemos cometido más errores que aciertos en el proceso. De eso hemos aprendido más que nada. P: ¿A qué te refieres con “escuchar”? JLS: Es un concepto que hemos trabajado con la Carola. Por ejemplo, ir a un lugar y no imponer una verticalidad o prepotencia de trabajo, como generalmente se enseña en las escuelas. Eso de llegar con un guión, imponerlo y hacerlo, no. Acá la idea es dar un espacio para poder reflexionar con respecto a lo que estamos haciendo. Eso es en términos de horizontalidad y de discusión creativa.


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CA: Uno puede consensuar cosas antes de ir a grabar, pero existe un espacio que es de ese mismo momento que amplía la idea y la hace crecer. El escuchar es fundamental.

P: ¿Y eso es un ejercicio que se hace en el momento o se produce también con anterioridad? JLS: Ojalá que se haga siempre, o antes o después o durante. Entre mayor uno tenga esa relación, es más interesante el trabajo de poder crear con el personaje y no que él represente como una marioneta lo que uno tiene predeterminado. Va por el lado de poder entablar una relación con el actor y de ahí formar una creación. CA: El trabajo siempre va a ser flexible. En nuestros primeros trabajos éramos mucho más estructurados. P: Y con respecto a la experiencia de trabajar con actores no profesionales… que es una especie de búsqueda que tienen ustedes. CA: Es que mezclamos, si igual trabajamos con actores profesionales o actores naturales. Lo que te voy a decir ahora surge después de varios trabajos que hemos hecho: la gente tiene la necesidad de expresarse. Tu vas y la mayoría de la gente quiere actuar. ¡Es verdad! Y esa necesidad de expresarse uno la encuentra ahí. JLS: También hay otra cosa: nuestra gente ha sido tan sometida y aplastada por el cine dominante que para nosotros fue un descubrimiento el darnos cuenta de que de verdad la gente quiere expresarse, como hemos constatado en los lugares a los que hemos ido a grabar. P: Y además que igual está súper bien logrado, porque por lo general la gente que está frente a una cámara trata de ser eficiente. Se va la naturalidad. Se agradece que en sus trabajos los actores estén abiertos a interactuar, por ejemplo, con las personas que van pasando por al lado. CA: “Ojos Volteadores” dio el paso a todas esas cosas. Lo grabamos en un circo de show y fama y teníamos todo súper pensado, extremadamente: Guión técnico, guión literario, 35mm. Pero eso nos hizo pensar “Puta, deberíamos haber puesto la cámara para el otro lado” y ese fue el impulso que nos llevó a desarrollar lo que hemos estado haciendo hasta ahora. JLS: Igual lo hemos intentado en otros cortos, por ejemplo el de la cabina telefónica (“Corazón Bajo”) donde queríamos buscar otra forma de trabajo mucho más cercana a la tierra y a lo que uno vive. Pero fue con “Ojos Volteadores”, como dice la Carolina, que nos pasó eso, que queríamos trabajar en un circo normal (con payasos, malabaristas y todo eso) y el único que encontramos fue uno donde de repente llegaban los pacos a


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hablar con los travestis… llegaba un cabro chico de 15 años que se acostaba con un travesti. Nosotros decíamos “estamos grabando esta huevá, deberíamos estar grabando esto otro” (Risas del público). CA: O complementarlo, o abrirlo, que es lo que hacemos ahora, en el fondo. JLS: Gracias a cosas como esa nosotros descubrimos que a través del error uno puede ir descubriendo ciertas formas honestas de entablar un trabajo creativo, que es la forma de plantearse uno como realizador frente al espacio donde va a trabajar, lo que se quiere generar como forma, como concepto y como discurso de fondo también. Venimos de lugares que son así, ¿por qué tratar de hacer otra cosa? P: Yo siento que este “cine proletario” que ustedes postulan, más allá de lo político, va más que nada por lo estético, ¿o no? JLS: Encuentro interesante lo que estás diciendo porque lo político no sólo es la parte del discurso o la parte más dura del trabajo que uno puede hacer, sino que lo político también trasciende en el lenguaje. Cuando uno puede quebrar el lenguaje, también está haciendo cine político. Lo que pasa es que en Chile se ha desvirtuado eso. Aquí se dice “oye, el cine político es panfletario”. Pero en realidad no po, uno puede hacer cine político desde el lenguaje, quebrarlo, y eso también genera una perspectiva crítica. q j de descubrimiento y de encuentro Obviamente q que requiere un trabajo previo.


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P: Al mostrar esos cuerpos desnudos de los travestis, yo como espectador veo una belleza anti estética. Ahí encuentro el sentido político, o anti político en este caso, de lo que es estético como tal en una imagen. Quería preguntarles cómo fue eso de trabajar con travestis y lesbianas en este caso. En el momento en que los cuerpos se abrazan yo no sé si intentaste hacer como que se intercambiaban los cuerpos. CA: Tiene que ver con las relaciones humanas, o sociales… no sé. Lo que sí se produjo en ese momento fue un espacio íntimo y relaciones bacanes. No sé cómo explicarlo, es complejo. Es un trabajo igual largo porque requiere confianza, y es complejo tenerla en poco tiempo. En el caso de la lesbiana, ella es una actriz… que sale en casi todos nuestros trabajos. Sale en el “Pejesapo” en “Corazón Bajo”… en todo (risas del público). P: ¿Y cuando trabajaban con niños?, por ejemplo en la mediagua. En escenas violentas como cuando la mamá le dice “conchetumadre”. CA: Esa es la confianza que uno debe lograr con la madre del hijo. La complicidad, en el fondo cuando trabajas con niños hay que entablar confianza con los padres. Es decirle “esto, esto y esto”, y se llega a una comprensión y confianza y te dicen “hagámoslo”. Es súper complejo, yo soy mamá y en la escena el niño estaba llorando…. igual no es fácil. A veces sobrepasa los límites mismos de uno como realizador, pero eso lo hace más interesante. P: ¿”Sobrepasa”, dijiste? CA: Sí, bueno… a mí me costó hacer “Vasnia”: yo en ese tiempo estaba viviendo en una pensión y habían puras mamás solas con sus hijos, y de lo que vi y sentí nació “Vasnia”. No fue fácil.


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P: Yo por “sobrepasar” pensé en que hablabas de salir un poco de lo cual uno está acostumbrado y transgredir quizás algunos límites… CA: Sí po, pero uno transgrede su propio límite en el fondo. Era complicado, fuerte, para mí. No era como “ya, démosle”, sino que había un montón de cosas que pasaban dentro mío y que tenía que tratar de superar para poder seguir haciendo la película. Como tener sangre fría, una cosa así. JLS: Uno igual va superando ese miedo a hacer estas secuencias, o a hacer creación. Quizá lo que uno no quiere hacer, es precisamente lo que se tiene que hacer. A lo mejor eso que uno se caga de miedo, eso es lo que hay que hacer.

CA: Sí po. Eso es algo que nosotros tenemos súper metido en la cabeza: que cuando algo te causa rechazo o miedo, entonces ¡vamos! Por algo es “no”. Y lo mismo con el trabajo con los actores, porque los actores también se ponen límites. JLS: Y tratando de manipular también, si uno igual tiene que generar estrategias para que ellos no hagan la película, sino que lleven la conciencia de lo que quieres hacer. Es como una energía, no sé como explicarlo, es como un río que se sale y que uno intenta que se vaya por cierto lugar. P: A mí me parece que su trabajo con los actores es bien extremo, por así decirlo: los hacen hacer cosas que generan mucho en sí. No sé cual es la conversación previa que ustedes tienen con ellos, pero por ejemplo en el caso de Héctor Silva, siempre termina como rompiendo un límite… CA: Es que igual con el Héctor somos amigos y siempre volvemos a trabajar con ellos. Hay algo que nos une y hemos ido creando juntos. P: Como instintivo, ¿o no? JLS: Ojalá (Risas del público). Lo interesante de esto, es que ellos creen en este cine. Con ellos hablamos de que no nos gustaba este tipo de forma dominante y queremos otra y estuvieron de acuerdo, era un objetivo en común. Hay muchos actores que ojalá uno les sirva café y después se vayan, mientras están todo el rato pensando en la hora a la que tienen que irse. Aquí no, era como “démosle hasta que salga”, y estábamos todos en la misma onda. CA: Si, todos entregados al proyecto, en el fondo. JLS: Entonces eso te posibilita más, y es distinto al cine como con más recursos (por así decirlo): se prepara el loco, se graba y listo, pa la casa, y cuando se termine todo vamos a una fiesta. Acá no po, vivíamos en torno


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a eso. Por eso se suceden cosas interesantes dentro de la película. Uno tiene que estar ahí, vivir eso. Renunciar a lo que no te interesa. Obviamente cuesta mucho. En la ARCIS, donde estudié yo, los profesores no venían nunca, porque tenían que trabajar en publicidad (Risas del público. Pamela Muñoz, de Cinefilia, comenta en voz baja “Y sigue siendo así”) Te enseñaban que los guiones tienen que ser así, y que si no tienes plata no puedes hacer una película, ¿adónde la viste, hueón, si igual se puede?, ¿por qué no? Igual nosotros seguimos en búsqueda de plata… no hemos logrado nada, pero seguimos dándole (Risas del público) P: ¿En qué están ahora? CA: Estamos en otra película, que nos ha costado bastante hacerla porque no hay que repetir lo que ya se ha hecho antes, entonces son desafíos que uno tiene que afrontar y que son complejos. P: ¿En qué momento se deciden a hacer un proyecto? CA: No sé… igual es bacán que nosotros somos pareja y entre los dos nos potenciamos mutuamente para trabajar. Entonces se parte de una idea, se conversa… todo el día... y noche. JLS: Claro, acostado hablando… “se me ocurrió esta hueá, así” (risas del público) Prendo la tele y veo a puros chuchasumadre y nooo (Más risas) Igual uno parte de la idea de cierta negación, como “no quiero esto o esto otro”, pero ¿qué es lo que sí quiero? Cuando aparece la primera imagen, la primera secuencia, ahí uno ya empieza a trabajar con todos los planos. No sé si es una locura, pero entras en un estado como… bacán (Risas) CA: Cuando estamos haciendo una película estamos 100% metidos, demasiado. En “Mitómana” Paola Lattus se fue a vivir un mes con nosotros a la casa. Estuvimos 30 días, así día y noche. Lo que pasa es que nosotros creemos mucho en la concentración, en que tiene que haber una atmósfera y la energía acorde para poder crear.

JLS: Claro, el cine dominante te inculca que tiene que haber una tremenda cantidad de gente, de distintos departamentos… con lo que te engrupen, en el fondo, para poder cobrarte la plata que te cobran en las Universidades. En los trabajos que hemos hecho nos vamos cuestionando el color, el arte, todo. En “El Pejesapo” trabajamos con un pintor, que tenía un concepto de la tierra, el aire, del mar, un montón de huevás que igual eran interesante porque pudimos decir, “No, el Río Maipo es otra cosa”. En “Aztlan”, no cualquier actor sale en pelotas abrazando a un travesti, ¿cachai? Es heavy esa hueá. Hay un cierto trabajo de vanidad de los actores que también es complejo, pero el trabajo es hacer que se saquen eso en pos de esas ganas de crear. Con la Paola (Lattus) fue así, yo creo que ella tiene mucho camino por delante, pero va en esa senda, la de tomar riesgos.


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P: ¿Cómo ha sido su circuito de acogida en festivales? Algo supe que los habían censurado censurado. Me llegó un mail hace tiempo diciendo que sus cortos no los habían mostrado porque no cumplían con el formato… y era como una retrospectiva de ustedes. La otra vez me encontré con un director, Celestino Campusano, que me dijo que había visto sus películas en Bélgica, o algo así. No sé si lo estaba inventando (Risas) Algunos medios la defendieron, un alumno llegó con “El Pejesapo” y después estaban todos obsesionados con “El Pejesapo” (Más risas) Fue como súper rupturista en el cine chileno… CA: El caso de “El Pejesapo” fue algo que se fue dando por debajo. No conocíamos a nadie… JLS: Quiero hacer una aclaración. Disculpa que te interrumpa. La cuestión de Valdivia fue de la siguiente forma: ellos nos faltaron el respeto. Llevamos la película en el formato que habíamos hablado con ellos y después llegamos allá y nos mandaron a la peor sala, que quedaba más lejos que la chucha. Ellos ponen en su página que es el Festival del cineasta chileno y eso es mentira. Colocaban al (Pablo) Larraín a las 9 y al hueón se le echó a perder una huevá y le hicieron otra función porque es Larraín, ¿cachai? A nosotros nos mandaron a una sala culiá con un Dvd que no funcionaba y no hallaron nada mejor que echarnos la culpa a nosotros. Y ellos no reconocen ese error… y también porque nosotros estamos en contra de su seudo industria. CA: No, y tuvieron una actitud demasiado prepotente. El error no fue de nosotros, fue un error técnico, y no hallaron nada mejor que eliminarnos (una huevá más fascista que la mierda). Entonces igual fue súper fuerte, la falta de respeto por el trabajo.


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P: En ese sentido, ustedes igual buscan abrir un espacio con el Festival de La Pintana. Tengo entendido que ustedes mismos lo producen. ¿Cuál es la reacción del público de La Pintana con películas como ésta con la que, de alguna forma, deberían sentirse identificados? ¿O se produce un rechazo al estar ellos acostumbrados a un cine quizás de acción y más estetizado? CA: No, ha sido un súper buen recibimiento el de las películas. Uno piensa que la gente está acostumbrada al cine dominante, y no es tan así. Se arman instancias de discusión. Volviendo a tu pregunta, cuando empezamos con esto de los cortometrajes, efectivamente mandábamos a festivales nuestras películas, y siempre nos decían “no, esta película está mal hecha” (Risas) No, en serio, “El Pejesapo”, no sé en qué festival la dieron y ahí como que la película sola se empezó a levantar. Y con todos los cortometrajes que teníamos antes no pasaba nada po, hasta “El Pejesapo” cuando se empezaron a valorar también los cortos. JLS: Salió una plana en el Artes y Letras de El Mercurio donde nos tiraban mierda. Y para nosotros era como ¡bacán! (El público dice “Si” a coro, y ríe) No cachábamos nada de marketing, pero eso nos ayudó harto. CA: Si po, para la poca publicidad que tuvo la película… si al principio estábamos puro dando bote. Nosotros como que no mandamos mucho las películas a festivales, en realidad. JLS: Pero se han mostrado harto en Chile y para nosotros es bien importante que nuestra película se mostrara acá. ¿Cuál es tu nombre?


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P: Alberto. Soy profesor de todos estos que están acá. JLS: Aaah. ¿Así que ustedes están todos obligados acá? (Risas del público) Nosotros creemos que podemos hacer un cine para nuestra gente. Lo que tú hablas de las poblaciones, igual es relativo. Hay poblaciones como La Victoria que son distintas a la Juan Francisco Fresno, o la Silva Henríquez. Hay poblaciones que son fachas. Es cuático eso, encontrar en poblaciones gente que es ultra pobre y además facha. En esos lugares el trabajo del Opus Dei y de la UDI es heavy, la gente cree que porque la cuestión se llama Unión Demócrata Independiente, es democrática. Hay un montón de ignorancia frente a la huevá, pero sin embargo igual hemos llegado a poblaciones donde sí aceptan ese tipo de cine. Hay gente que la encuentra más difícil, obviamente, porque no están acostumbrados, porque en la tele ve la típica huevá narrativa, que todo te lo dan en la boca. Cuando nosotros trabajamos en el Festival FECISO, (que ya vamos en la octava versión) al principio llegaban 10 personas y no aguantaban un largometraje. Con cueva presentábamos cortos. Ahora presentamos largometrajes y la gente va y los respeta. Pero ha sido un proceso que hay que trabajarlo. Obviamente que el cine siempre ha sido de elite, y ha sido complicado romper ese estigma. Hemos trabajado bastante en eso, y hemos creado los Centros Audiovisuales Populares (CAP) en distintos lugares y poblaciones, en Universidades también, pero que son en base a trabajo horizontal, es decir, que el espectador pase a ser creador. Si alguien encuentra que falta una imagen o una creación, él tiene que pasar a hacerla. Nosotros tenemos que pasarle las herramientas horizontalmente y de manera gratuita y de libertad, para que ellos logren eso. Así que los p que q vayan. y invitamos para


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P: Pablo Larraín filma “Tony Manero” y Wood “Violeta” e intentan acercarse al mundo popular, pero desde este cine más dominante. ¿Qué opinan de esa estrategia de acercamiento desde la elite al mundo popular? JLS: Es interesante esa perspectiva, porque ellos entran en un juego que está bastante probado y les da resultados. Todavía cuesta sacarle a la gente de la cabeza “El Chacotero Sentimental”, pero cuando uno habla de los problemas de conciencia, ahí se doblan. Por ejemplo en “El Chacotero” muestran la escena del hacinamiento como un chiste. Uno plantea esa secuencia allá en las poblaciones y te preguntan “¿Vivir en hacinamiento es un chiste?” Lo que pasa es que es muy difícil trabajar en contra del manejo que han tenido estas películas, que son netamente de imagen país, que se programan principalmente para vender productos, mostrar un estilo de vida que no sea ni fu ni fa, como “Machuca”, que es una película donde el gobierno invirtió plata… la Concertación pagó para que la huevá estuviera en el Goya, o en todas esas huevás. Así se maneja. CA: Larraín dice en varias entrevistas que hace cine político, pero yo encuentro que es un aprovechamiento de su parte. No puede. No le corresponde. JLS: La otra vez conversábamos con la gente en los CAP: “Violeta” fue dirigida por Wood, ¿pero por qué nosotros mismos no hacemos una película de la Violeta? ¿Por qué no trabajamos el tema de Allende? Es tanto el aplastamiento que a la gente actualmente la da urticaria hablar de temas políticos, pero eso tiene que pasar. El cine es una herramienta que se puede usar para eso, para liberar ciertas cosas. Cuestionamientos más que nada. Y ellos se aprovechan de esa instancia: Larraín va al festival de Venecia (y todas esas otras huevás) con una fórmula que ha descubierto. ¿Lo has visto pronunciarse con respecto a las movilizaciones o los movimientos políticos y sociales? Ni cagando. Pamela, de Cinefilia, ahora comenta en voz baja “ningún cineasta, de hecho” JLS: Más encima como que representan al país diciendo que la huevá es así, con una película plana, con actuaciones planas, con una burla al tema de la autopsia de Allende… ¿y más encima el loco es hijo del huevón de la UDI, ligado a Pinocho? ¿Quién le cree a ese huevón? Pero, publicitariamente la gente le puede creer, y eso es lo que uno también combate con este cine. P: ¿Hay alguna cosa que ustedes rechacen a priori, con la eventual “fama” conseguida con El Pejesapo? CA: Yo creo que no, porque somos bien claros con lo que pensamos. O sea, nunca nos vamos a acercar a una propuesta que esté muy alejada de nosotros. No sé, ¿qué dices tú? (preguntándole a José Luis)


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JLS: Yo igual creo que bacán que las películas se vean en todos lados. En eso estoy de acuerdo. Pero eso de ser parte y sacarse la foto con los huevones, ni cagando. Si se considera la película en algún festival, para nosotros bacán, siempre y cuando se respete lo que uno hace. CA: Y se vea. JLS: Pero ser así parte de ese núcleo, ni cagando. Igual las películas se muestran en Bolivia, en Colombia, eso nadie lo sabe. Pero nosotros hemos estado ahí con gente de otros países y es bacán el recibimiento. En Colombia es heavy, estaba lleno. P: Yo les quería preguntar por qué mandaron a Sanfrik sus cortos. ¿Qué cercanía hay con… la huevá?, no sé (Risas del público) JLS: Yo encuentro que igual Sanfrik es como bien honesto. Están haciéndolo en base a sus medios, sin ninguna otra pretensión, y eso igual es importante y se agradece… y… y porque Sanfrik la lleva (más risas) Los cabros acá tienen harta energía ojalá que después no se prostituyan no más. Un organizador de Sanfrik toma la palabra: Bueno, si no hay más preguntas, podríamos ir a comprar unos copetes a la boti (Risas del público) JLS: Oigan cabros, un aplauso para ustedes por haber venido. (Aplausos y después a carretear en el patio de atrás de Alférez Real 1149, sede principal de Sanfrik)


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Bitácora de

Luis Ram

(edición especial)

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Fotografía: Mario Téllez Flickr: http://www.flickr.com/photos/46970509@N05


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Mes: Junio, hora: 09:30 am, año: 2011 Con un poco de sueño y algo de hambre, me dirigía a buscar un lugar en donde comprar en Valparaíso. Recuerdo que estaba agotadísimo, tras haberme amanecido viendo películas la noche anterior, una maldita costumbre que me ha hecho preguntarme si realmente le cinefilia existe como una enfermedad, yo estoy un poquito adicto, lo reconozco. Es por esto y otras cosas más que quería hacer el trámite rápido, además el clima no acompañaba mucho, haciendo un frío digno de la antártica. Es así como tras entrar al primer local que encontré, compre el menú clásico de todos los que han sido estudiantes: fideos solos. La verdad no era gran cosa, ni era el reflejo de la adornada alimentación que siempre afirman en la TV que tienen los chilenos, pero era algo… me llenaba el estómago una tarde y con eso, feliz. Ya, tras caminar unos segundos, decidí hacer todo el trayecto a pie, básicamente porque lo que me quedaba de vuelto no era mucho, y debía durar un poco más que un solo día. Y aunque todo iba normal hasta ese momento, lo que pasó desde ese instante en adelante, fue algo que definitivamente no estaba dentro de mi calendario semanal. A lo lejos, desde atrás mío, mientras caminaba con una mochila en la espalda, se comenzaban de a poco a escuchar una gran marejada de personas que gritaba a más no poder, haciendo sonar todo tipo de elementos: tambores, pedazos de madera, ollas etc. Mientras que al mismo tiempo un auto pasaba al lado mío, por toda la calle con una consigna que colgaba de uno de sus altavoces de donde sonaba música a todo volumen: “educación gratuita y de calidad”. Yo guardé lo que había comprado en mi mochila, y espere la llegada de la gente, con la idea de saber cuánta era, nada más. De pronto, un mar de gente inconmensurable, gritaban al unísono: padres, abuelos, estudiantes, madres etc. Todos sin darme cuenta, me terminaron por rodear, y yo casi sin percatarlo, me encontraba ahí: en


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el centro de Valparaíso gritando “educación libre”, “ula, ula, los pacos tienen…”, “adiós carnaval, adiós…”, entre otros gritos clásicos de toda protesta, ya sin hambre (porque ya ni me acordaba para qué había salido de la casa), abrazado de un gran círculo de gente, mientras bailábamos acompañados de los tambores y trompetas que sonaban a lo lejos. Estaba totalmente inmerso en el ambiente de displicencia, como si la protesta fuera algo de toda la vida, tanto así que me puse bondadoso con el prójimo, y termine por ayudar a otros más, a sujetar un inmenso cartel con una caricatura de Lavín y Piñera, ¡que mejor! Me sentía como si estuviera en una cinta bélica, como “Braveheart”, “The Last Samurai” o “Apocalypsis Now”, mientras caminábamos alzando los brazos a rato, solo faltaba que alguien gritara algo así como: “freedom”, pero aun así todo estaba bien. Ya después de un buen rato, salí del lugar, y me fui más adelante de la marcha, quería ver cómo los sujetos que estaban en un improvisado escenario dispuesto en el lugar, alentaban a los asistentes a seguir ahí, a “luchar por el fin del lucro en la educación” (como dijeron en variadas ocasiones los anfitriones), estábamos así tranquilos, lo que de por si era impresionante, ya que nunca había visto tantas personas en Valparaíso. La ciudad estaba llena en cada lugar posible, uniéndose toda la gente a la protesta, es así como los de los edificios tiraban papeles, y los que se encontraban trabajando desde dentro de sus oficinas nos aplaudían por lo que estábamos haciendo, yo por mi parte creo que no le tomaba el peso a todo eso, pero tenía todas las ganas de estar ahí, e intentar decir: “presente” entre toda esa gente. Llegué así al comienzo, a una de las primeras filas de gente, casi al lado del escenario, en donde se encontraban unas barricadas puestas por Carabineros que mantenían a la masa tranquila en el lugar. La hora marcaba ya las 11:40 am, y los sujetos en el escenario terminaban su charla afirmando que podíamos estar en el lugar hasta las 12:30 aproximadamente, pero pasado unos minutos ocurrió algo ya clásico que es posible que más de la mitad de la revista me discuta, pero bueno, yo estuve ahí, me hago cargo.


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De pronto, de un instante a otro, sin motivo alguno, y todavía faltando unos 13 minutos para dar con la hora señalada, comenzaron los “guanacos” a bañarnos con agua, que salía a borbotones desde el techo de ellos, los compañeros a mis lados se dispersaron, como luchando con los hombres de verde que nos miraban sin inmutarse, con rostro desafiante. Se mojaban así los carteles y disfraces en la multitud, mientras que yo sacando mi lado más “hitchcockniano”, intentaba averiguar qué había provocado todo eso, ya que lo que era fiesta, de un momento a otro terminó de serlo, con la llegada de lacrimógenas justo al medio de donde estaba la multitud. Pero aun así, frente a todo esto, nosotros, los de adelante nos quedamos. Éramos como los espartanos de “300”, todos en posición resistiendo la embestida del agua contaminada en la cara, “sin prisioneros”, esperando “esa noche cenar en el infierno”, alentándonos los unos a los otros en unas ya convertidas “Termópilas-Valparaíso”, con nuestro grito de guerra espartano. Lo que produjo que inevitablemente la gente, aunque con los ojos llorosos con limones en las manos (adquiridos por medio del ya clásico vendedor de toda marcha), se uniera otra vez, gritando y aplaudiendo, experimentando de alguna forma un sentimiento de victoria, de unidad, entre todos los que estábamos ahí. Tras eso, los verdosos “persas”, “trajeron bestias de todos los lugares del globo, pero eran grandes y torpes…eran caballos”. Estos galopaban hacia la gente, mientras sus jinetes intentaban empujar a la multitud, no discriminando a niños, ni estudiantes. Todos eran algo así como “blancos”, que debían derrotar. En esos momentos me pregunté, ¿Dónde estaba Batman?, ¿o por último Mirageman?, pero bueno, al parecer solo en las capitales hay superhéroes, porque ahí solo había gente castigada, por decir algo, con la idea de que todos lo escuchen, algo como: “soy igual que tu”, solo eso. Y aunque el frio ya no se sentía, y el hambre ni hablar, las cosas desde ese instante solo se pusieron peor, cuando carabineros al ver que la gente era demasiada, y sus “armas no dañinas” se agotaban, sacaron a sus fuerzas especiales, sus “inmortales”,


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sus “agentes” de la “Matrix”, y comenzaron a meter gente dentro de sus cómodas “jaulas” portátiles. Todo esto provocó a su vez, la ira de la gente, que terminó por hacer que aparecieran encapuchados desde las masas protestantes. Recuerdo así como yo corría casi sin poder ver por el gas tóxico, escapando de las piedras que pasaban por sobre mi cabeza, debí haber tenido una pésima apariencia, ya que, al estar afirmado de una pared llorando, y tosiendo por el gas, alguien que nunca pude ver, me alzó un trozo de papel higiénico. Yo ya no estaba para salvar a nadie, ya no era Forrest Gump en la guerra que corría con el Teniente Dan en brazos, ni Dave Lizewski en “Kick-ass” que apaleaba delincuentes en el suelo, sino más bien el Sargento Elías de “Platoon”, que caía al suelo con los brazos extendidos, tras una arremetida vietnamita sin poder hacer nada. No recuerdo muy bien como terminó todo, ni en qué condiciones llegué a mi casa ese día, lo que si se me viene a la memoria al escribir estas líneas, es que nunca pensé en que había sido una mala idea, ni en una cosa mejor que podría haber estado haciendo en ese momento. Y es que hay momentos en la vida, en que creo que hay que dejar todo lo demás de lado, por una causa que se considere noble, y justa. Por mi parte, a mi corta edad puedo decir con toda sinceridad, que siento que no hay causa más noble, que la que se lucha por los demás. “Educación gratuita y de calidad”

@LRamirez_


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El cine, entre muchas cosas, es un síntoma. Nos permite conocer el estado de salud de una sociedad; saber qué piensa, qué siente, qué le inquieta, qué le enferma e incluso qué necesita. Y cuando un país tiene fiebre y su cine no dice nada al respecto, el que está enfermo no es solo el país, es también su cine. Hoy, uno se pregunta, ¿dónde están los cineastas chilenos?

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Por: Tobías Palma


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Son tiempos agitados en Chile. Por primera vez en años, la gente ha salido la calle de una forma en la que muchos no sabían, otros no se acordaban y varios recuerdan con nostalgia, temor o ambos. Mientras las alamedas se repletan con miles de personas (la cantidad depende siempre de la fuente de turno, y la brechas entre cada versión son, como la mayoría de las brechas en nuestro país, ridículas), la prensa nacional, casi toda perteneciente a un sector social que ya no es político, sino económico, entregan una visión de la realidad sesgada a conveniencia de sus dueños y con el nivel de profundidad necesario para no entrar a desenterrar la verdadera crisis que sufre nuestro querido país.

Sí. Estamos en tiempos de crisis. Se huele en la calle, en la tele, en todas partes, menos en el cine. Es cierto que el cine necesita de un tiempo de reacción, de reflexión, razonamiento, catalización y producción, por lo que es probable que se demore un poco en aterrizar sobre la movilización. Pero, sin embargo, los últimos grandes hitos noticiosos – el terremoto del 27-F y el rescate de los 33 – tuvieron una respuesta inmediata de los productores y directores chilenos. Y hoy, sin embargo, nadie ha dado ninguna señal de querer hacer nada respecto a los movimientos sociales. Y eso es muy preocupante.


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Si hacemos historia, el cine ha sido importante en varios momentos de agitación y cambios sociales; incluso antes de que Lenin se diera cuenta de lo útil que sería el cine para la revolución bolchevique – dijo “de todas las artes, el cine es para nosotros la más importante” – en Estados Unidos parecían empezar a comprender la importancia del mismo en la construcción de imaginario, de identificación y de sentido de pertenencia. Después de la exitosa oleada de cine soviético, vino Hitler a convocar a los mejores cineastas y actores de la Alemania nazi para generar un cine puramente germano. Fritz Lang estuvo a punto de ser parte de ese grupo, del que hoy recordamos a Leni Riefenstahl, que hizo dos de los documentales más grandilocuentes de la historia, “El Triunfo de la Voluntad” y “Olympia”, para engrandecer al régimen nazi, y al actor Werner Krauss, el favorito

“El Triunfo de la Voluntad”: Propaganda nazi que terminó por convertirse en un retrato de uno de los episodios más atroces de la historia de la humanidad.


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del Führer y uno de los mejores actores de su generación. El ejemplo fue imitado en Italia con el llamado cine de “teléfono blanco”, o de propaganda fascista. Al mismo tiempo, en las naciones aliadas se intensificaba la propaganda anti-nazi, generando algunas caricaturas bastante recordadas de Adolf Hitler, pero también grandes obras de arte, como “El Gran Dictador” de Chaplin o “Ser o no ser” de Ernst Lübitsch. Y luego vino la guerra fría, en la que, sobre todo Hollywood, insistió bastante en la creación de una idea del enemigo externo, comunista y mortal.

“Olympia”: La visión nazi de los deportes.


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En Chile también tuvimos un momento en el que el cine fue un reflejo de lo que acontecía en la sociedad. Fue, además, el momento más fructífero de la creación cinematográfica nacional, del que surgieron Raúl Ruiz, Miguel Littin, Nelson Villagra, Aldo Francia, Helvio Soto… nombres que hoy son obligatorios al repasar nuestra escueta filmografía. Pero ese cine social y comprometido tuvo corta vida, y fue arrancado de cuajo por aquélque-no-debe-ser-nombrado (y no me refiero a Voldemort). Más tarde fue prohibido por la única persona del régimen militar chileno que se dio cuenta de lo importante que podía llegar a ser el cine para la sociedad: Jaime Guzmán, quien especificó en la constitución chilena la atribución del Estado de censurar cualquier película de cualquier procedencia y data.

REALISMO INDIVIDUAL Ese cisma en nuestra creación cinematográfica interrumpió cualquier tipo de continuidad posible. El cine chileno contemporáneo tiene otras cualidades muy distintas del cine social de fines de los 60s y de la UP. Cualidades que no son ni mejores ni peores; son. Pero que, sin embargo, se han alejado de la reflexión del estado social de las cosas, del colectivo y, a pesar

de que se ha llenado la boca de la supuesta búsqueda de la identidad nacional, lo ha hecho siempre desde la perspectiva del pathos individual, dándole incluso a la identidad un toque de existencialismo, como si doliera ser chileno, lo que es perfectamente posible, viviendo en una geografía tan invasiva como la nuestra y en un territorio que invita a los estados bucólicos.


Sin embargo, en la mayoría del cine chileno de las últimas dos décadas, da la sensación de que los directores se hablan más a sí mismos que al resto, que vienen de un sector pequeñoburgués que habita en un mundo de inquietudes pequeño-burguesas, que ha buscado desmarcarse del cine declaradamente de izquierda, como una especie de sello distintivo de todo el cine que se ha hecho anteriormente. Todo eso, perfectamente comprensible y aceptable; cada uno es hijo de su propio tiempo y, probablemente, a esa generación no le quedaba otra que sumergirse en el cauce de su propio contexto, que es hijo del ethos individualista, liberal-demócrata, progresista y expansivo. En ese sentido, muy probablemente ninguno de los cineastas de esta nueva generación haya tenido la intención de hacer un cine

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desmarcado de los temas sociales. Simplemente son hijos de su tiempo, y tampoco se puede afirmar tan tajantemente que su cine sea malo. Por el contrario, ha significado grandes réditos en el extranjero y en algunos de los festivales más importantes del mundo. Es mucho más probable, en cambio, lo que dijo el estudioso uruguayo del cine Jorge Rufinelli, que el cine chileno pasó del realismo social al realismo individual, lo que nos permite entender “Tony Manero” y “La Nana” como grandes hitos fílmicos de los últimos años. Pero es importante entender que en ello no hay dolo. Todo lo contrario; como el cine es un síntoma, es una señal de cuáles son los valores de nuestra sociedad actual… Por lo menos hasta el último 4 de agosto.


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El mayo de los pingüinos, el agosto de la cacerola y el verano del celuloide Y hoy uno se pregunta, ¿dónde están los cineastas chilenos, en este momento que ya se volvió histórico, para filmar una revolución que tiene, por primera vez en tantos años, un personaje colectivo que se repiensa a sí mismo más allá de sus demandas sociales? Porque esta movilización, que ya dejó de ser estudiantil para convertirse en social, tiene varias características especiales que la hacen interesante y poderosa.

Y es interesante porque es un movimiento sin caudillos. La presencia de la carismática Camila Vallejo y el más prudente Giorgio Jackson no es imprescindible. Es un movimiento que nace y se organiza al margen de los canales comunicativos tradicionales, que hoy pertenecen a los llamados “dueños del país”, que son los mismos que están en el gobierno. Internet; facebook y twitter y todas las facilidades tecnológicas, que además han permitido generar una cantidad importante de registros audiovisuales más o menos amateurs, pero que si se

Se trata de una sociedad re-empoderada. Ya no son un grupo de estudiantes quejándose por el crédito; es una sociedad en la que los estudiantes son la punta de la lanza, pero que detrás trae consigo a un porcentaje escandalosamente mayoritario que los respalda, y que en la mayoría de los casos viene con sus propias demandas, todas dirigidas hacia el mismo problema: el hastío de un sistema que ha postergado al individuo colectivo.

documentan, pueden constituir una colección importante y nunca antes vista. En este escenario, se echa de menos la perspectiva del artista. No de la manifestación espontánea y ciudadana, que es abundante. Pero del cineasta, del creador que sea capaz de transmutar un mensaje y un punto de vista que involucre al movimiento, ya sea a través de un documental o una ficción. O varias.


Con la sociedad nuevamente cohesionada – y no sabemos por cuánto tiempo – esta es la oportunidad para involucrarse con ella, y no necesariamente tomando partido y ser declaradamente de izquierda como se estipulaba en los 70s. Con las nuevas habilidades del cine chileno, aquella que tiende a la introspección y al paseo por los tormentos y delirios individuales, en un contexto de revolución social, quién sabe qué grandes descubrimientos se pueden hacer sobre aquello que ha sido una de las obsesiones de los creadores, la identidad. Estamos en un momento en el que los más viejos aún recuerdan con temor las oscuras décadas de los 70s y 80s, pero presenciamos la llegada a la adultez de la primera generación nacida en la nueva democracia. En buenos términos, la verdadera transición empieza ahora, y el cine chileno, hoy a medio filo entre ambas generaciones, tiene que decir algo, aunque no sepa qué. En este caso, lo importante no es tener un discurso sino actuar. La acción, que es el fundamento real del cine, debe ir antes que la palabra; primero filmar, para luego, a través de lo filmado, ir descubriendo qué es lo que realmente hay detrás de cada película y también de todas ellas: encontrar el síntoma de la sociedad en que vivimos, descifrarlo y entenderlo.

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La oportunidad La mirada burguesa que hoy tienen la mayoría de los cineastas chilenos no debe excluirse; por el contrario, es la que más tiene que descubrir en este fenómeno que es nuevo para ella. Debe buscar en el ADN del celuloide, porque el cine chileno ya tuvo una estación puramente social, y todos la conocen bastante bien. Esa mirada casi existencial de los realizadores, que insisten de buena fe en que quieren hacer cine para el público y sin embargo tienen muy poca audiencia, tiene la oportunidad de volcarse hacia el otro, de situar al sujeto en un contexto tanto más grande que sí mismo y de enfrentarse al colectivo en incluso de volverse parte de él. El movimiento social tiene esa apariencia. Ya casi no queda de la promesa del éxito individual, que se ha venido desvaneciendo. Los estudiantes han pasado a interpretar e identificar a muchos (por lo menos al 80% de los chilenos, según ADIMARK y CEP), y hay una nueva esperanza en la unidad compuesta del colectivo, no de alguna promesa remojada en demagogia.


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Es una oportunidad para el cine. Pero no puede dejarla pasar, porque nadie sabe cuánto durará ni cómo terminará. Lo único seguro es que debe ser filmado, desde todos los ángulos y todas las miradas. No bastará con una repetición del mediocre documental “El mayo de los pingüinos”, que se encerraba a sí mismo en el predecible enfoque izquierdista. Hoy, todo se puede hacer. Aún estamos esperando a que alguien manifieste su interés, con la misma presteza con la que surgieron los éxitos seguros del Terremoto y los 33. Pero por alguna razón, aún no aparecen.

¿Qué les pasa a los cineastas? ¿Dónde están? ¿Por qué no han salido a filmar las marchas, tomas y performances? ¿Dónde están los personajes que sufren en su fuero interno esta transformación social? Espero, profundamente, que salgan a la calle o que ya estén ahí, quizás sin haberle contado a nadie. Si no es así, nuestro cine y nuestros realizadores perderán la oportunidad de acercarse de verdad a quienes le deben todo pero no han sabido responderle bien; la gente.


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Por: Nicolás Fuentes R.

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No es menor el desafío que siento al escribir éstas, mis primeras líneas en Cinefilia, y abordar un documento de tamaño contenido visual y social como lo es el documental Newen Mapuche de la cineasta Elena Varela. Este documental, estrenado el año 2010, y ganador del Festival Internacional de Derechos Humanos de Buenos Aires Derhumalc –donde además recibió el premio del público entre más de 9.000 espectadores- aborda una temática que vive oculta y silenciada en nuestro país, que a veces preferimos ignorar, y que nos coloca en una posición vergonzosa e irrespetuosa frente a los organismos de derechos humanos. Elena Varela, tras el asesinato del joven Alex Lemún, nos narra desde su propia perspectiva la incansable lucha que vive el pueblo Mapuche en el sur de Chile por recuperar sus tierras, la represión estatal de la cual han sido víctimas transversalmente por todos los gobiernos desde la perdida de la democracia, y la vida clandestina que han tenido que adoptar sus lideres para poder sobrevivir a una batalla desequilibrada de poder y armas, en donde la voz indígena no es considerada. Pero Elena, quien trabaja con las comunidades indígenas desde el año 2004, comprometida en su propia lucha de denuncia, debe involucrarse también en la clandestinidad de reuniones que buscan recoger el testimonio directo de los protagonistas del conflicto, sin sospechar que estos acercamientos provocarían el inicio de una investigación y posterior persecución política en su contra, siendo arrestada en Mayo del 2008, acusada injustamente de integrar una facción del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), que en el 2004 y 2005 cometió dos asaltos en los que murieron cuatro personas, requisando unas 300 cintas de material audiovisual. La autora, que permaneció acusada durante dos años y arriesgando 15 años de cárcel, califica esto como “un montaje judicial del Estado chileno”, ya que éste, señala, “tiene miedo a que se revele la violación de los derechos humanos de los indígenas”. Recalca, además, que “acá hay algo que no encaja, porque el tema de las cintas no tiene nada que ver con los asaltos, que es por lo que me acusan. Revisaron todo el material audiovisual y además les sacaron copias, eso es una violación a la propiedad del material intelectual”. Lejos de esconderse y sin proponérselo, Elena Varela se convierte en protagonista de su propio documental, sufriendo en carne propia la represión del Estado hacia el pueblo mapuche y sus simpatizantes, asumiendo su rol y motivándose aun más en la búsqueda de nuevos recursos audiovisuales para narrar su historia, y encontrando en la reconstitución, un camino para recuperar lo perdido. Las imágenes inéditas que nos ofrece, la narración de boca de los mismos protagonistas, la belleza fotográfica del sur, y el manejo investigativo de la autora, nos invitan a remover nuestra conciencia social y ambiental, tan de moda como indispensable en estos tiempos. Newen, esa fuerza espiritual mapuche, intrínseca en su lucha contra la adversidad y por salir adelante, es justamente la mayor fortaleza de esta película.


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nacional e in c a r t n o c e ik,festivald fr n a S o t s e ifi n Ma artistas y s a t s a e in c la rupode Somosung idos con diversificar t os comprome isualchilena.Apoyam v e ofertaaudio yexhibicióndeuncin n laproducció l de las carteleras a o alternativo anfriksurgedelcolectiv s.S or tradicionale onnecesidadyurgenciap n Ec CONTRACIN sinstanciasdeproyecció va generarnue ucción nacional. d para la pro

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enerar un encuen tro ntornoalcine,abrien do ioscomocasas,tom as turales populares y es comunitarias. Por: Pamela Muñoz Vitta

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¿Cómo les fue con el festival?, ¿cómo fue la reacción del público? La reacción del público era distinta en cada una de las sedes. Sanfrik es un festival pensado y realizado con ingenio más que con recursos. Éstos eran básicamente un par de proyectores y equipos de sonido, casas de amigos, bares de amigos de nuestros amigos, lugares que surgieron espontáneos por medio de la onda expansiva del boca a boca y del Internet como, por ejemplo, el subterráneo de una iglesia en la Villa Santa Adela de Cerrillos que antes funcionaba como centro de eventos o el Club Deportivo El Rápido de Iquique. La sede principal y más emblemática dado el contexto social en el que transcurrió esta primera versión del Festival fue la Toma de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile de Marcoleta #250. Una alianza que surgió del ímpetu mútuo de dirigentes estudiantiles y cineastas/creadores/audiovisualistas por tomar posición ante determinados temas. En la primera reunión con los estudiantes las energías confluyeron y nos ofrecieron un auditorio para 160 personas y una sala para un poco más de cien. Hicimos los afiches con serigrafías gracias a la ayuda de Natalia (Rous) del Colectivo Mano Alzada en la misma universidad. Fue inspirador ver día a día en la FAU cómo los estudiantes se organizaban y ponían en la agenda nacional sus demandas para que se considerara a la educación pública un derecho en nuestro país. ¿Cuál es su manera particular de pensar el cine chileno? Autogestionado, artesanal, libre en su búsqueda temática y estética, que tome riesgos, que no descanse en los convencionalismos. Un cine que se condiga con su realidad, honesto, que no aspire a ser lo que no es. Sanfrik pretende congregar aquellas películas que hacen uso de esa libertad.

BENJA BRUNET


¿Cuál es el rol que le asignan a los espectadores? Ellos son el Gran Jurado. No unos individuos súper inteligentes y talentosos. El popular escogió los tres ganadores del Festival. Puede considerársele un experimento. Directo. Sin mediación.

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¿Cuáles son las problemáticas del cine chileno que se detectaron a través del diálogo en este Festival? Lo chato del panorama actual. Tenemos por un lado películas que buscan estrenar en cines comerciales, para lo cual deben estar rodadas o terminadas en 35mm, que es el formato de proyección principal de estas salas y que vale no menos de 40 millones de pesos. Súmale un millón por cada copia adicional. Más los gastos en publicidad y promoción. Eso sin considerar sueldo de actores, honorarios de los técnicos o el pago por uso de locaciones. Mientras que por otro lado tenemos películas independien-


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tes que buscan triunfar en festivales extranjeros principalmente europeos. Pero en ambos casos la libertad creadora se somete a agradar a una audiencia foránea antes que local. Entonces lo que resulta es un cine caricaturizado. Imagínate las películas del Rumpi, de MEO, Che Copete, Chacotero Sentimental, Sexo con Amor o el Rey de Los Huevones, La Vida de los Peces o La Nana, películas caricaturizadas, actuaciones falsas a causa de los sistemas de producción rígidos con los que en las escuelas de cine enseñan a trabajar. Te doy un dato: El Chacal de Nahueltoro, que está en el olimpo del cine chileno, fue hecha de manera artesanal. Un grupo de amigos querían hacer esa película y no cobraron sueldo, la hicieron por amor al arte, se comprometieron y entregaron al proyecto y así salió lo que salió. Una gran película.

¿Cual es la diferencia entre Sanfrik y Sanfic (mera conincidencia o mensaje subliminal)? Nosotros no ganamos plata con el festival. No cobramos entrada. Nos mueve el amor al arte y la libertad creadora y de expresión. ¿Cuáles son las necesidades que vieron ustedes en otros festivales y que quisieron subsanar en este festival? Que rechazan aquellas películas que tocan ciertos temas o que vayan en contra de la imagen país que buscan instalar. No todos, pero la mayoría de los festivales.


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¿Cuáles son los principales motores ideológicos de Sanfrik? Creemos en la autogestión, en la descentralización y en la representatividad de las temáticas y estéticas de nuestro cine. Menciónennos algunas de las características del cine que no llega a las carteleras. El que toma riesgos, el que denuncia realidades que desarman esa imagen falsa que se busca enviar al mundo. Un cine que no se parece a los réclames de multitiendas con niños rubios y matrimonio feliz.

RODRIGO ARAYA

¿Cuáles son las corrientes creativas que promueven y que no tienen cabidas en otros festivales? Todo aquello que sea honesto y no pretenda ser lo que no es. Que no tiene problemas en evidenciar que fue hecho con poco. Mira el cine uruguayo. Con ingenio se pueden hacer películas con 20 lucas. No es necesario pagarle 200 millones de pesos a Benjamín Vicuña. Puedes trabajar con actores naturales, con tu vecino, o con un actor que crea en el proyecto y se involucre emocionalmente, se comprometa, se motive y lo deje todo. Hablennos de la producción independiente nacional. ¿Cómo definen ustedes el concepto de “independiente”? Todas las películas chilenas son independientes. No hay grandes estudios. Todas arman su productora y sacan la película y luego esa productora se desarma. No es constante. Te ganas el fondo, no te lo ganas. Ahora, muy pocas son independientes en su búsqueda artística pues obedecen a las modas y tendencias que los puedan financiar y al final lo que eso produce es que terminas filmando como ellos quieren que filmes. Se convierten en tus jefes. Y al jefe se le obedece sino se acaban las regalías y las figuraciones y los premios con cócteles y alfombras rojas.


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Cuéntennos de la recepción de trabajos, proceso de selección y las categorías del festival. Recibimos muchos mails de personas que nos preguntaban cosas que delataban traumas anteriores ocasionados en otros festivales. Como qué tipo de formato exigimos (cacha la palabra: ¡exigimos!, ¡qué vamos a exigir!), o que mi película dura más de media hora y menos de una hora y veinte minutos y que por tanto no tiene categoría, que no se sabe si es ficción o documental, que tiene pequeñas panas de audio, que fue hecha con formatos como el VHS, etc. Nosotros les escribíamos manden, manden, manden. No hay problema, lo daremos igual. Intentamos no dejar nada afuera y esa fue la apuesta. Obviamente dejamos fuera algunas cosas porque el director envió como diez cortometrajes del él mismo, lo que está muy bien, pero como producción nos pusimos un tope de dos obras por autor. Y no hay categorías. Todas tienen igual posibilidad de ganar Sanfrik, desde un nanometraje a una película de dos horas, pasando por el videoarte o el videovida. Temáticas y formatos que se vieron en Sanfrik. En cuanto a temáticas se vieron documentales etnográficos, políticos, ficciones de todo tipo, comedia, cine social, animaciones, experimental, documentales musicales, híbridos, bizarros, trans, etc. Los formatos no fueron obstáculo. Sólo tuvieron que estar terminadas en un dvd, pero pueden haber sido grabadas o filmadas o dibujadas por cualquier medio como VHS, miniDv, HD, 8mm, 16mm, 35mm, celulares, cámaras de foto, etc.


CAMILO BECERRA

CAMMILO BECERRA/ROSA ANGELINI/MATIAS SANCHEZ

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BOSCO GONZÁLEZ

ANDRES NAZARALA


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Háblennos de Sanfrik en otras regiones del país y del sentido del trueque en el festival. Desde un comienzo quisimos armar sedes en distintas ciudades para que las películas llegaran a un mayor número de personas en distintos lugares del territorio nacional. Se nos cayeron varias por poco compromiso real de los gestores regionales o por problemas logísticos como que estábamos muy cerca de la fecha del evento o cosas así; pero algunas resultaron y la experiencia ha resultado muy buena. En Cerrillos, Iquique y Talca fue un éxito. Valpo estuvo un poco lento, pero igual bien. Hicimos una gran fiesta de clausura en el puerto. Esta primera experiencia de hacer un festival de cine nos dejó mucho para mejorar de cara al año que viene, como desprolijidades en cuanto a la información, de los horarios de las películas sede por sede y día por día, principalmente. Nos faltó papelería más allá de los afiches. Nos confiamos en la web, pero el próximo año vamos con todo. Cuéntenos sobre las actividades de clausura del festival. El hijo de Glauber Rocha, Pedro Rocha y dos amigos brasileños realizaron una Performance Tranzmidia Live Art Santiago-Sao Paulo en la que el público fue llamado a participar y a crear colectivamente y en red con Brasil. Hubo un taller gratuito llamado Motor de Animación, que ofrecerá Bonzo/Raúl Ciudad. Además cerramos con película sorpresa a las 9 de la noche del domingo 28. Los ganadores se anunciaron en la Fiesta de Clausura del Festival Sanfrik, celebrada el viernes 2 de Septiembre en Espazio Zeta, donde tocaron bandas y se hizo una performance bien osada.

Contracine MicroSala Movimiento Alférez Real y Creación #1149


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Elenco

La nueva plataforma para el talento actoral chileno


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