LEONARDODAVINCI REPORTAJEANERONADOLFHITLERKANT CIRCLE Magazine #2
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Immanuel Kant
Leonardo da Vinci
Nerón
Hitler
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REPOORT
R AJE SUMARIO
Buenos Aires Argentina PRESS Copyright CiRCLE press 2010 Prohibida toda reproducción parcial o total de esta obra sin autorización escrita de CiRCLE Press. Director: Héctor Bravo Arte: Sofía Noceti Redacción: Lic. Eduardo Goldman. http://www.elgranjacobi.com.ar/
Según una creencia popular, no existiría una brecha significativa que separe a los genios de los locos y has ta se daría por sentado que para ser un genio es condición necesaria tener mucho de loco. Sin embargo, la gran mayoría de las personas afirmaría sin vacilar que el efecto producido por ambas condiciones mentales produ cen resultados absolutamente disími les, ya que una cosa es la obra genial y otra muy distinta es la locura.
¿Qué es un genio? El diccionario es pañol lo relaciona con la “capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables” Se trataría de alguien que rompe con los paradigmas de una sociedad e ini cia una nueva manera de pensar las cosas. ¿Acaso no fue lo que hizo Co pérnico cuando sostuvo que el sol no giraba alrededor de la Tierra?, ¿no fue lo que hizo Darwin al postular que el hombre descendía del mono? Los genios son trascendentes porque con ellos hay un antes y un después.
¿Y qué es un loco?, ¿alguien tam bién capaz de hacer cosas genia
les? Podríamos estar de acuerdo con tal sugerencia, si es que ese alguien fuese un neurótico genial que produ ce obras maestras en cualquier área de la ciencia o la cultura. ¿No vivió Salvador Dalí en la delgada frontera que divide el extravío de la excelsitud del artista? En este caso hablamos de cierto punto en común que pueden tener la genialidad y la locura, que a veces es engorroso discernir. Pero cuando tratamos el caso de un loco que sólo aparece en los diarios por haber presionado el acelerador de su auto para atropellar a veinte personas, entonces podemos entender la clara distinción entre estos dos aspectos diametralmente opuestos que habitan dentro del género humano: el genio y el loco.
El genio construye caminos, brinda herramientas, echa luz sobre las som bras. Aún cuando sus motivaciones no fueran altruistas, sino impregna das del más primitivo narcisismo, sus acciones sirven para enriquecer a la especie humana.
El loco, en cambio, buscará torcer el
mundo para adecuarlo a su delirio, en el cual buscará coronarse como único rey. No hablamos del loco en el senti do de la esquizofrenia, sino de quien ha perdido en parte la chaveta pero le queda suficiente conciencia para sa ber lo que hace. Por lo general se tra ta de psicópatas, individuos nefastos como Adolf Hitler, que no trepidan en ordenar la masacre de millones de personas con tal de ver satisfecha su enfermiza ambición de poder.
“De genios y de locos” es el tema que abordamos, sin genialidad pero tampoco con locura, en estos nuevos fascículos que nuestros laboratorios ponen a disposición de aquellos que estén interesados en conocer la vida de grandes genios como así también, por qué no, la de los locos más sinies tros de la historia.
Quizás todos tengamos en nuestro interior algunos rasgos de genio y otros de loco. Sólo rasgos, que conviven en nosotros como nuestra personalidad creativa y también destructiva, a la que debemos buscar un equilibrio para funcionar plenamente.
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Immanuel Kant
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“Cualquier cambio me hace aprensivo, aunque ofrezca la mejor promesa de mejorar mi estado, y estoy convencido, por este instinto natural mío, de que debo llevar cuidado si deseo que los hilos que las Parcas tejen tan finos y débiles en mi caso sean tejidos con cierta longitud. Mi sincero agradecimiento a mis admiradores y amigos, que piensan tan bondadosamente de mí hasta comprometerse con mi bienestar, pero, al mismo tiempo, pido, del modo más humilde, protección en mi actual estado frente a cualquier alteración”.
Immanuel Kant fue un filósofo y geó grafo alemán considerado como uno de los pensadores más influyentes de la era moderna.
Nació en Königsberg (actual Rusia), el 22 de abril de 1724. Kant recibió educación en el Collegium Fredericianum y en la Universidad de Königsberg. Estudió profundamente a los autores clásicos además de física y matemáticas. Curiosamente, Kant fue bautizado como Emanuel, pero cambió su nombre a Immanuel tras aprender hebreo. Cuando murió su padre, en 1746, debió abandonar sus estudios universitarios y trabajar como profesor particular, pero años más tar de, ayudado por un amigo, reanudó sus estudios y obtuvo el doctorado.
En 1749 fue publicada su primera obra filosófica, Meditaciones sobre la ver dadera estimación de las fuerzas vivas. Kant siguió publicando obras científi cas y fue nombrado profesor universi tario en 1755. El tema de sus lecciones era la Metafísica, la cual enseñó duran te casi cuarenta años, incluso después de su ruptura con la metafísica.
Alrededor de 1770 Kant se llamó a si
lencio por alrededor de una década, dedicándose a trabajar aisladamente en una solución a los problemas que no hallaba resueltos en la filosofía, ya que, según dijo, no había logrado dar cuenta de la relación y conexión entre las facultades intelectuales y las sensibles. Si bien Kant amaba las re uniones y la conversación, se encerró en sí mismo pese a los intentos de sus amigos de volver a conectarse con el mundo. Más aún, en 1778 escribió a un antiguo alumno:
“Cualquier cambio me hace aprensivo, aunque ofrezca la mejor promesa de mejorar mi estado, y estoy convencido, por este instinto natural mío, de que debo llevar cuidado si deseo que los hilos que las Parcas tejen tan finos y dé biles en mi caso sean tejidos con cierta longitud. Mi sincero agradecimiento a mis admiradores y amigos, que piensan tan bondadosamente de mí hasta com prometerse con mi bienestar, pero, al mismo tiempo, pido, del modo más hu milde, protección en mi actual estado frente a cualquier alteración”.
Kant recién volvería de su aparente retiro en 1781, con la publicación de su Crítica de la razón pura, una de
las más monumentales obras filosófi cas de la historia. Sin embargo, en un principio sus casi 800 páginas resul taron difíciles de dirigir para las con cepciones de su época, siendo esta obra prácticamente ignorada.
Kant prosiguió con su enseñanza de la religión basada en el racionalis mo más que en la revelación divina, lo que provocó la prohibición de dar cátedras sobre materias religiosas por parte del rey de Prusia, Guillermo II. Kant obedeció esa orden durante cin co años, hasta que el rey murió.
Immanuel Kant falleció el 12 de fe brero de 1804, siendo el filósofo más famoso de su época. Se cuenta que antes de morir, dijo simplemente “Es ist gut“, que significa “Está bien” Cerca de la tumba hay una placa con una siguiente inscripción en alemán y ruso, tomada de la “Conclusión” de Crítica de la razón práctica: “Dos co sas llenan la mente con siempre nuevo y acrecentado asombro y admiración entre más frecuente y continuamente reflexión es ocupada con ellas; el fir mamento estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí”
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LEONARDO DA VINCI
¿Por qué a este arquitecto, pintor, escultor, inventor e ingeniero, llamado Leonardo di ser Piero, se lo conoce como Leonardo da Vinci? Muy sencillo. Nació en un pequeño poblado conocido como Vinci, muy cerca de Florencia, el 15 de abril de 1452.
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Pero volvamos a su nombre. En esa época se utilizaba el nombre del pa dre más el de la localidad de naci miento, o sea que el nombre comple to debió ser Leonardo di ser Piero da Vinci. Muchos estudiosos creen que la razón por la cual Leonardo no uti lizó el nombre paterno se debía a que era hijo ilegítimo. Al menos ése es el chisme. Lo cierto es que legítimo o no, ya de pequeño demostró un talen to inigualable para las artes plásticas, en especial el dibujo. Tenía una gran capacidad de observación que no sólo aplicó en el arte, sino también en sus estudios de física, música y naturalis mo (hoy conocido como biología).
Sus primeros dibujos eran de tal cali dad que su padre, sumamente orgu lloso, se los mostró al pintor Andrea del Verrocchio, quien, impresiona do, tomó a Leonardo como apren diz. Leonardo, por entonces de ca torce años, fue aprendiendo técnica mientras hacía los trabajos típicos del aprendiz, como lavar los pinceles
y barrer el taller. Años más tarde, el joven tendría su propio taller y via jaría a distintas ciudades italianas ci mentando su prestigio como pintor. De hecho, Leonardo se transformaría en un personaje cumbre en la histo ria del arte, debido a los casi veinte cuadros que aun se conservan, tales como La Gioconda (también conoci do como Mona Lisa), La Anunciación, La Virgen de las Rocas, La Santa Cena, La Virgen y Santa Ana, La Adoración de los Magos, el Retrato de Ginebra Benzi, y otros.
A través de los planos que dejó, pode mos afirmar que Leonardo concibió multitud de máquinas que prefirió no revelar a sus contemporáneos, pero que se han hecho realidad con el paso de los siglos. Tal el caso del avión (un artefacto con unas alas inspiradas en las de las aves para hacer volar a un hombre), una especie de helicópte ro, el paracaídas, un submarino, el esnórquel de buceo, el salvavidas, el tanque de guerra, un puente portátil,
casas prefabricadas, etcétera.
Leonardo guardaba su vida privada en absoluto secreto, al punto de escribir sus diarios en código. Mantuvo una dieta vegetariana, según él, por razo nes éticas. Afirmó no tener el menor interés en las relaciones físicas co nectadas con la procreación. Tal co mentario, sumado al hecho de haber estado siempre rodeado por jóvenes atractivos y haber reflejado en su arte la belleza masculina, fue interpretado por Freud como indicativos de una libido homosexual, que Leonardo su blimaba a través de su investigación científica y de su expresión artística.
En 1516 se dedicó exclusivamente a sus inventos, ya que no podía pintar debido a una parálisis en sus manos. Falleció poco antes de cumplir 67 años, en Francia (1519), en los brazos del rey Francisco I. De acuerdo a su deseo, se realizó un funeral colocando a sesenta mendigos siguiendo su ataúd.
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Nerón
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NERON: ¡Basta! ¡Basta! ¡Basta!
PERIODISTA: ¿Qué le pasa, emperador?
NERON: ¿Cómo qué me pasa? ¿No se ha dado cuenta? ¡Han transcurrido diez minutos en Roma sin que la gente hable de mí! ¡Necesito urgente un asesor de imagen!
PERIODISTA: Pero yo soy un simple periodista del Roma Times.
NERON: ¡Usted será mi asesor de imagen… o va derecho al degüello! Elija.
PERIODISTA: Glup. Seré asesor. Me encanta explorar nuevas profesiones.
NERON: Entonces dígame cómo recobro mi fantástica popularidad, ensombrecida desde hace… once minutos.
PERIODISTA: Bueno… creo que podríamos publicar algunas notas sobre su vida íntima en diarios romanos. Y en el Papiro Herald, de Egipto.
NERON: ¿Mi vida íntima? Es mi tema favorito. ¿Qué quiere saber de mí?
PERIODISTA: Veamos… tomaré notas. ¿Cómo fue que llegó a ser emperador?
NERON: Como llegan todos los emperadores romanos. Mi madre, Agripina, asesinó al emperador Claudio y me hizo nombrar como sucesor, ayudada por un burro.
PERIODISTA: ¿Un burro?
NERON: Claro, un perfecto burro.
PERIODISTA: ¿Se refiere usted al prefecto Afranio Burro, comandante de los pretorianos?
NERON: ¿Qué más da cómo se llamaba? Al fin y al cabo, ya lo liquidé.
PERIODISTA: Ah, sí. Había olvidado eso. Pero no entiendo por qué lo hizo ejecutar.
NERON: Tenía mal aliento. Además, era amigo de mi querida madre.
PERIODISTA: A la que usted hizo extrangular con una media.
NERON: Quería sacarme del trono para que asumiera Británico. Conspirar era el pasatiempo de mamá.
PERIODISTA: Y el suyo era bajar la tasa poblacional de la corte, porque liquidó a unos cuántos.
NERON: Eran peligrosos traidores.
PERIODISTA: ¿Atentaron contra su vida?
NERON: Peor que eso. Criticaron mis canciones.
PERIODISTA: Con razón huyeron de Roma todos los críticos de arte.
NERON: Pero lo que más me lastima, lo que me hiere profundamente es que digan que yo incendié Roma.
PERIODISTA: ¿Entonces usted no lo hizo?
NERON: Claro que sí, pero me hiere que lo digan.
PERIODISTA: Ya que estamos, ¿por qué lo hizo? ¿Por qué le prendió fuego a nuestra Roma eterna?
NERON: Por un poema.
PERIODISTA: ¿Entonces es cierto lo que se comenta, que usted cantaba sus versos y tocaba la lira contemplando el incendio? Perdóneme, emperador, pero me parece una locura quemar una ciudad por un poema.
NERON: ¿Y qué? Al menos soy un demente poeta. ¿O prefiere a los cuerdos que quemarán ciudades por sucios billetes?
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REPORTAJE A NERON //////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////
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Cuando uno habla de locura no puede dejar de lado lo que ocurrió en el mundo en las décadas del 30 y el 40. Una mente enferma que con vencía a millones acerca de lo lícito que era pensar en una sociedad de “superhombres”, y peor aún, donde debía descartarse a los que se con sideraba “infrahumanos”. Tal fue el mundo de Adolfo Hitler.
La preguntas que se han hecho cien tos de historiadores es, ¿cuál fue el verdadero origen de esta tragedia? Y han sido muchas las respuestas. Sin embargo, una a tener muy en cuenta es la planteada por la psicóloga ale mana Alice Miller, quien nos habla de la rabia infantil acumulada y no resuelta del fundador del nacionalsocialismo. ¿Puede un rencor nacido en los primeros años de vida, contra un padre golpeador, culminar en el asesinato de millones?
Alois Hitler, padre de Adolf, era un hombre frustrado y lleno de rencor a causa de su origen ilegítimo. Su ma dre, Ana María Schicklgruber, sirvien ta en la casa de una acaudalada fami
lia judía, fue embarazada por el hijo del patrón. Aunque nunca fue confir mada esta historia, era común que se rumoreara en el pueblo. Y así creció Alois, con toda la amargura de haber sido un bastardo. Ese rencor termina ría siendo volcado más adelante sobre sus propios hijos, en especial Adolf. Fue él quien recibió con más fuerza los golpes y las burlas del padre.
Siendo ya führer, Hitler haría alar de ante sus secretarias acerca de su adolescencia, cuando había resistido los latigazos de su padre sin emitir sonido, tal como lo hacían los in dios americanos. Miller deduce que la atmósfera de opresión en que se había criado --ya que tanto él como su madre debían estar pendientes del humor de Alois, y temerosos ante los acostumbrados ataques de furia--, se reflejó años más tarde en el clima de opresión y terror en el que Hitler y sus asesinos sumergieron primero a Ale mania y luego al mundo.
Su decisión de iniciar la masacre del pueblo judío sin duda tuvo su origen en su propio miedo de tener en su
sangre una vertiente judía, miedo que también había experimentado su pa dre. De ahí que hablara tanto acerca de la “pureza” racial, como una forma de negar la sospecha de ser “impuro”. Nos dice Miller que los judíos simbo lizaban para Hitler la parte vapuleada y humillada de su propio Yo infantil, que él intentaba aniquilar por todos los medios.
John Toland, por su parte, nos cuen ta acerca de las dificultades sexuales del führer. Al parecer, no podía tener relaciones normales, sino sadomaso quistas en donde se hacía orinar en la cara por la mujer que accedía a sus deseos. Tal la relación con su sobrina Geli Raudal, quien agobiada por los celos y “las cosas que la obligaba a hacer Adolf”, terminó pegándose un tiro. Este carácter sadomasoquista de Hitler se reflejaba claramente en el manejo que ejercía sobre las masas, comparándolas con una mujer. Las manejaba y despreciaba al mismo tiempo. Básicamente, su historia es la historia del desprecio que en el fondo sentía por sí mismo.