La nariz es lo de menos, Cyrano de Bergerac

Page 1

CIRCLE MAGAZINES

Aromas de la

cultura

Cyrano de Bergerac

La

nariz es

lo de menos

Bostock: el médico que intuyó la alergia

Tapputi Belatekallim: la primera perfumista

Una fragancia de película: futbol y rosas



Aromas de la Cultura 3

cultura

Aromas

de la

Al

rescate

olfato

del

D

e los cincos sentidos que posee el ser humano, el olfato quizá sea el más descuidado por la industria artística, en donde predominan, con holgura, aquellas creaciones que tienen como protagonistas al oído y a la vista. Sin embargo, desde tiempos remotos, a través de la elaboración de fragancias para rituales religiosos y de alimentos con aromas exquisitos, la nariz siempre tuvo presencia en el desarrollo de la cultura humana. En esta serie de fascículos, buscamos poner en valor y rescatar aquellos descubrimientos y creaciones de hombres y mujeres en los que la nariz ocupa un lugar central. Pasen y huelan. ♦


Aromas de la Cultura 4

HISTORIA

John Bostock

El

médico

que intuyó la alergia


Aromas de la Cultura 5

E

l médico inglés John Bostock resultó ser su propio conejillo de Indias. Desde que correteaba por las praderas de Liverpool, todos los veranos comenzaba a estornudar con intensidad. Asimismo, se le hinchaban los ojos, y se los restregaba con frecuencia porque sentía una mezcla de ardor y picazón. La inefable puntualidad suiza que tenía su catarro –siempre a partir de junio– le generó desde temprana edad una inquietud que recién pudo resolver en la adultez. Bostock había estudiado Medicina y en 1819 –cuando ya tenía 46 años– decidió exponer un caso en el Congreso de la Sociedad Médica y Quirúrgica de su país. Lo presentó con el nombre de “Enfermedad periódica en los ojos y el pecho” y, describía en él los síntomas de su presunto paciente, a quien llamaba J.B. Ninguno de sus colegas reparó en que esas eran las propias iniciales del disertante.

El primer nombre con el que el investigador bautizó su malestar recién se publicó en un artículo de 1828. En ese documento, lo llamó “Catarro que aparece en el verano”. Todavía no conocía las razones, pero estaba seguro de que su enfermedad se relacionaba con algún acontecimiento del período estival. Sus colegas, sin embargo, no le prestaban demasiada atención: ninguno reconocía haber tratado un caso similar. Recién después de tanta insistencia, algunos empezaron a relacionarlo con la inhalación de las partículas que se volatilizaban del heno fresco, y, por eso, comenzó a ser denominado “fiebre del heno”. No obstante, a Bostock no lo convencía esta idea. Insistía en que se trataba de una enfermedad exacerbada por el calor estival. Por lo tanto, durante tres veranos consecutivos, alquiló una casa de descanso en Kent,

El primer nombre con el que el investigador bautizó su malestar recién se publicó en un artículo de 1828. En ese documento, lo llamó “Catarro que aparece en el verano”. En su exposición, no solo enumeró con precisión cada uno de los síntomas que sentía, sino también los infructuosos tratamientos que había aplicado: baños de agua fría, consumo de opio y vómitos autoprovocados, entre otras estrategias. Con su trabajo, Bostock intentaba hacer pública su afección, pero también anhelaba encontrar alguna cura. Por eso, se afanó en profundizar su investigación y pasó casi una década entera buscando a otras personas que sufrieran de su misma sintomatología: solamente encontró 28 casos similares.

sobre la costa del sureste inglés. Allí, sus síntomas casi desaparecían. A partir de ese momento, muchos imitaron al médico de Liverpool y el aire marino se convirtió en un remedio de moda para todo tipo de afecciones. Recién en 1859, Charles Blackley, otro galeno inglés, estornudó de forma violenta al oler un ramo de flores y sospechó que el polen tenía algo que ver. Blackley investigó diferentes sustancias y, sobre todo, el polen del pasto, que abunda en junio en las praderas británicas. Fue, entonces, el médico que convenció al mundo de que la alergia existía. ♦


Aromas de la Cultura 6

LITERATURA

Cyrano de Bergerac

nariz menos La

es

lo de

C

yrano de Bergerac quizá sea –junto a Pinocho– el narigón más famoso y tierno del mundo. Fue creado por el literato francés Edmond Rostand en 1897, cuando el siglo XIX daba sus últimos suspiros. La obra de Rostand resultó un éxito desde el mismo momento en que se publicó, tal vez por tratarse de una historia que tenía como protagonista a un héroe galo contemporáneo a la Guerra Franco-Prusiana. No obstante, lo que hace querible a Cyrano es su personalidad. El hombre era un militar gascón, escritor, poeta, y tenía una inteligencia deslumbrante. Sin embargo, su nariz deforme y desproporcionada

lo convertía poco atractivo para las doncellas. Su anatomía lo tenía tan acomplejado que jamás logró confesarle a su prima Roxana –una joven culta y sensible– el profundo amor que sentía por ella. Para compensar su extraña apariencia, Cyrano apostaba a hacerse valer por su arrojo, su destreza con la espada y sus habilidades literarias e intelectuales. Un día, entra en escena Cristian, un joven esbelto, creído, aunque con escasas luces. Es el contrapunto de Cyrano: representa un envase bello, pero vacío de contenido. Para colmo, se mofa con sarcasmo de la nariz prominente del protagonista. Roxana

–si bien admiraba entrañablemente a su primo– queda seducida por la figura del galán y se lo confiesa a Cyrano, quien recibe una estocada en el alma. A pesar de ello, los sentimientos de Cyrano son tan nobles que, aunque su amada se le escabulle entre las manos, siente una profunda necesidad de contribuir a su felicidad. Entonces, decide elaborar un asombroso plan: ayudar a Cristian a conquistarla poniendo a disposición su inteligencia. De esta manera, el bello pondrá el cuerpo para la seducción, pero el que aportará el alma será el narigón. Así, sentirá que se trata de una aventura compartida.


Aromas de la Cultura 7

El éxito de la obra fue tan impactante que, rápidamente, el término Cyrano quedó instalado en el habla popular como sinónimo de narigón. Además, la medicina tomó el nombre para bautizar un angioma que aparece en la punta de la nariz, que afecta el cartílago, aumenta su volumen y lo deforma. En verdad, el personaje estaba inspirado en un poeta y dramaturgo homónimo que nació en 1619 en París, ciudad en la que transcurrió toda su vida. En su época, tenía fama de libertario e irrespetuoso para con las instituciones y se lo considera un precursor de la ciencia ficción. Sin embargo, aquel escritor no entró en la historia por su obra, sino que llegó hasta nuestros días gracias a ese personaje que enlaza lo trágico con lo cómico, que tiene tintes heroicos y románticos, y que también es un poco fantarrón. ♦

El éxito de la obra fue tan impactante que, rápidamente, el término Cyrano quedó instalado en el habla popular como sinónimo de narigón.




Aromas de la Cultura 10

OLFATO

La

Tapputi Belatekallim

primera

perfumista

L

a Mesopotamia fue la cuna de las culturas. Y, parece, también la del perfume. En esa región del Asia antigua, situada en el valle surcado por los ríos Tigris y Éufrates, nació Tapputi, considerada la primera química y perfumista de la historia.

La información sobre Tapputi quedó registrada en una tableta de arcilla con escritura cuneiforme del año 1200 a.C. hallada durante excavaciones arqueológicas. La información sobre Tapputi quedó registrada en una tableta de arcilla con escritura cuneiforme del año 1200 a.C. hallada durante excavaciones arqueológicas realizadas en el templo de Assur, en los territorios que hoy pertenecen a la convulsionada República de Irak. En la tableta se relata, entre otras cosas, que Tapputi trabajaba junto a otra mujer, llamada Ninu. Ambas se desempeñaban como alquimistas y creaban fragancias mezclando aceites, flores, mirra o cipreses. El texto describe diferentes técnicas de fabricación de perfumes, como la sublimación, la maceración, la extracción de aceites y grasas, y la aromatización de aguas para ser utilizadas en baños rituales y cotidianos. Asimismo, explica cómo usar el aceite

de los dátiles para elaborar extractos. Gracias al descubrimiento arqueológico, se pudo saber que Tapputi empleó el primer alambique del que se tenga conocimiento, que le permitía destilar los líquidos y generar fragancias. De la tableta de arcilla, también se desprende que aquella mujer elaboró una especie de tratado de perfumería. Lamentablemente, no se ha conservado hasta nuestros días o, por lo menos, no se tiene ninguna pista sobre cuál fue su destino. En la antigua Mesopotamia, el perfume ocupaba un lugar importantísimo. Se empleaba como ofrenda religiosa y se esparcía sobre los íconos que habitaban los santuarios. Además, se utilizaba en las ceremonias matrimoniales, en un ritual romántico en el que las mujeres debían bañarse en esencias y aceites –como el de cedro– para purificar su cuerpo. En las escrituras, el nombre de Tapputi aparece acompañado del término Belatekallim, que significa “consejera de palacio”. De ello se deduce que esta mujer estaba a cargo de una especie de laboratorio de cosmética del Palacio Real de Babilonia. Antes nunca supo que, con sus descubrimientos, estaba sentando las bases para la fundación de una de las industrias más refinadas del mundo moderno. ♦


Aromas de la Cultura 11


Aromas de la Cultura 12

CINE

Una fragancia de pelĂ­cula

rosas

FĂştbol y


A

unque parezca un avance de la sofisticación tecnológica propia del siglo XXI, la historia de la aromatización del cine lleva más de cien años. El primer intento de uso de fragancias en una proyección se realizó en los Estados Unidos en 1916, aún antes de la llegada de las películas sonoras. El primero en concebir la idea fue Samuel Rothafel, un empresario artístico que levantó las salas de exhibición más famosas de la época, como

de la Conferencia Este contra el triunfador de la Conferencia Oeste. Esta final se convirtió en un verdadero suceso y se disputa hasta nuestros días de manera ininterrumpida: ni siquiera se interrumpió durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, curiosidad que comparte con muy pocas actividades como la maratón de Boston, el Derby de Kentucky y la exposición de perros de Westminster. Como en aquellos tiempos el equi-

Se dificultaba mucho sincronizar la imagen con el efecto aromático, dado que la sensación olfativa solía llegar al público bastante tiempo después po de Michigan era el absoluto dominador de la competencia, para dotar de atractivo a la contienda, los organizadores decidieron complementar el juego con carreras de avestruces y un desfile de carrozas, tiradas por caballos, conducidas por mujeres y decoradas con rosas. Ese cortejo fue denominado la Rose Parade. ↑

el Rialto, el Strand y el Roxy, el lujosísimo cine que decidió bautizar con su propio apodo. El experimento de Rothafel sucedió durante la proyección de un documental sobre el Rose Bowl Game, un tradicional partido de la primera división de fútbol americano universitario que se disputa desde 1902 entre el campeón


Aromas de la Cultura 14

↑ Todo eso se veía en el documental. Entonces, a Rothafel se le ocurrió empapar grandes bolas de algodón hidrófilo con aceite de rosas, colgarlas en el techo la sala frente a grandes ventiladores, y encenderlos en el preciso momento en que los carruajes aparecieran en escena con la idea de inundar el cine de fragancia florales. A pesar de su enorme creatividad, el empresario cinematográfico no logró imponer su idea. La técnica de aromatización no resultó efectiva por diferentes factores. Por un lado, las enormes dimensiones que por entonces tenían las salas cinematográficas hacían que las fragancias se diluyeran sin llegar a ser percibidos por la totalidad de los espectadores. Por otro lado, se dificultaba mucho sincronizar la imagen con el efecto aromático, dado

CiRCLE Press Magazines

Sucre 1403 Piso 13 C PRESS

Teléfonos: 005411 4784 5129 Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina Director Héctor Bravo hectorbravo@circlepress.com.ar Redactor responsable Diego Rosemberg Arte Nicolás Sofo

Estrictamente prohibida su reproducción total o parcial. Copyright CiRCLE press.

HEEMIM092019-02

que la sensación olfativa solía llegar al público bastante tiempo después de la escena correspondiente. Además, varios directores veían con desagrado la idea: se quejaban de que los olores distraían a la concurrencia y afectaban el sentido de su obra. Más allá del fracaso inicial, la idea de Rothafel siempre quedó flotando en la industria cinematográfica y en estos tiempos de cine 4D vuelve a la carga, aparentemente, de manera más efectiva. De todas maneras, habrá que ver si los espectadores se enamoran de esta nueva manera de ver cine. Si eso finalmente ocurre, resta esperar que en la próxima revolución tecnológica los actores conviden al público aquello que comen en las escenas y puedan tenderle la mano al espectador a través de la pantalla. ♦




Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.