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Editorial

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Para un consumo y una producción sostenibles

¿Cómo conseguir el bienestar de todos –los que estamos y los que vendrán– dentro de los límites del planeta? El consumo y la producción, núcleos del sistema económico, son insostenibles si degradan los recursos naturales y la convivencia humana hasta el punto de alejarnos de un verdadero bienestar inclusivo

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Pongámonos un momento a observar la materia disponible para el consumo como si fuera una esfera o cualquier forma geométrica.

Como buena materia, es física y es finita. Una parte es inerte, otra está viva, sí, pero con condiciones. En todos los puntos de esta esfera se consume, en todas las regiones se produce, en todas se intercambia.

A nadie le extraña que el consumo de materia en algunas regiones sea más elevado que en otras. Sin embargo, no es normal que el consumo de las primeras necesite 13 veces más materia prima extraída que el de las segundas en las que, lo sabemos, el consumo no logra satisfacer necesidades básicas. Podemos calificar este fenómeno como ineficiente, antinatural, insostenible, dependiente..., pero quizá el adjetivo que mejor los resuma sea “absurdo”. Hay guiones que preferiríamos que se quedaran en ficción.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son una meta trazada por las Naciones Unidas para el año 2030 (por eso se los denomina también “Agenda 2030”) y una herramienta para ir más allá de la observación y del conocimiento de datos y pasar a la acción consciente, a escala global y mediante objetivos concretos. El objetivo n.º 12 –consumo y producción responsables–, especifica unas cuantas metas que abarcan aspectos como la eficiencia en el uso y en la gestión de los recursos naturales, los efectos ambientales o la gestión de contaminantes y sustancias químicas. Anima a todos los agentes, también a las empresas, a colaborar en el desarrollo sostenible con una especial mención al sector turístico. Otras metas impulsan la información al consumidor y la educación para el desarrollo sostenible y nuevos estilos de vida. El ODS 12 promueve los criterios de sostenibilidad, tanto en el sector público como privado, e impulsa el cambio de modelo mediante políticas públicas que racionalicen los subsidios a combustibles fósiles y fomenten la contratación pública sostenible.

Un objetivo transversal

El 12 es uno de los objetivos más transversales de la Agenda 2030. El logro del objetivo de consumo y producción sostenibles crea alianzas y permitirá la consecución de los objetivos relacionados con la alimentación (ODS 2), el agua y saneamiento (ODS 6) y la energía (ODS 7), al tiempo que contribuirá a la mitigación del cambio climático (ODS 13). Por su característica transversal requiere el trabajo coordinado del sector público, del empresarial y de la ciudadanía. El sector público, por ejemplo, debería poner normas que favorezcan el consumo sostenible y responsable; la ciudadanía, tendría que contribuir con la conciencia y la ética en el consumo, las asociaciones de consumidores, creando espacios de defensa de los derechos del consumidor y denunciando las incoherencias de algunas empresas. Las empresas, harían lo suyo siendo consecuentes con su política de responsabilidad corporativa...

El desperdicio alimentario muestra claramente la necesidad del trabajo coordinado en una cadena de producción. Se estima que un tercio de los alimentos producidos a nivel mundial acaba en los tachos de basura o, debido a deficiencias en la recolección y el transporte, deteriorado. La solución a este problema pasa por distintos agentes: el sector público, agricultores y ganaderos, las empresas, los mercados o el consumidor final, por mencionar los más visibles. Por ejemplo, servicios públicos y asociaciones privadas pueden colaborar en el aprovechamiento de alimentos en favor de personas necesitadas. Un ejemplo paraguayo es la empresa social Mboja’o (mbojao.com. py). El marco legal puede incentivar las donaciones de alimentos. La cadena de distribución logística, desde el agricultor al minorista, puede evitar deterioros innecesarios de alimentos. El consumidor debe exigir de las empresas transparencia en cuanto a fechas de caducidad y él mismo puede aumentar su conciencia solidaria y ecológica para minimizar los residuos y maximizar el aprovechamiento de alimentos.

En el ámbito del consumo energético se estima que los hogares consumen el 29 % de la energía mundial y contribuyen al 21 % de las emisiones de CO2 resultantes. Un simple cambio generalizado a bombillas de bajo consumo generaría un ahorro anual enorme.

Las acciones relacionadas con el ODS 12 pueden tener un impacto positivo en las economías de los países, ya que la transición a modelos económicos, de producción y consumo orientados hacia la sostenibilidad puede llevar a la cultura y el consumo de productos locales.

Una herramienta para un cambio ciudadano necesario

Como en tantos otros aspectos, el cambio (y a menudo el no cambio, ya que hay tradiciones y usos de nuestros abuelos muy en sintonía con los ODS y tremendamente sostenibles, que simplemente no tenemos que abandonar, sino mantener o recuperar, o adaptar, y transmitir) pasa por que los ciudadanos tomemos conciencia de que tenemos en nuestra mano una potente herramienta de la que apenas somos conscientes: el consumo.

Al fin y al cabo, todos los agentes de las cadenas que mencionamos antes (productores, empresas, sector público, distribuidores, financieros, etc...) son personas comunes y corrientes, es decir… consumidores. Todos tenemos la capacidad de tomar decisiones adquisitivas de acuerdo con nuestras convicciones y, a través de nuestros hábitos de compra, poder influir en el mercado (es lo que algunos denominan “votar con la billetera”), diversificarlo y orientarlo a un desarrollo sostenible.

Por ejemplo, si hacemos comercio de proximidad (compramos productos cercanos al “km 0”, o sea producidos localmente), la demanda misma llevará a algunas empresas a adoptar estilos que, ya por la simple razón de reducir gastos de transporte, serán más sostenibles. No se trata tanto de demonizar la globalización, ni el mercado o el consumo en sí ni porque sí, pero sí tal vez de ir incorporando criterios que hasta ahora formaban parte de ámbitos no relacionados con la producción y el consumo. Si la ética, la globalización como conciencia de habitar un planeta compartido, y ¿por qué no? el gusto por la belleza de los productos duraderos, del trabajo bien hecho, del servicio bien prestado, de un intercambio justo, permean nuestros intercambios comerciales, bienvenidas sean. Nos puede llevar a abrir los ojos a la realidad de quien tiene pocas, poquísimas opciones de consumo y solo puede optar por lo menos sostenible; nos puede llevar a buscar formas de inclusión; nos puede llevar a aprender, a descubrir.

Y es que producción y consumo son, ante todo, una cuestión de relaciones. Cuidar de las relaciones entre personas en las transacciones y cadenas de consumo-producción nos llevará a evitar la “apariencia de sostenibilidad” (el greenwashing: márketing basado en la presunta sostenibilidad del producto o servicio), a asociar consumo y producción y sus intangibles beneficios con gente tangible.

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