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Vida sana
Un vínculo marcado a fuego
“¿A qué jugaba tu mamá, abu?”, preguntó mi nieto. Mi mamá, en la década del cuarenta, fue criada en el campo, sin luz, en una familia de muchos hermanos. Su juguete fue una muñeca de trapo. También animalitos, como un cobayo y un conejo, fueron sus compañeros de aventuras.
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Y si recuerdo mi propia infancia, por los años sesenta, aparezco en el patio de mi abuela con sus malvones, con cuyos pétalos me hacía uñas postizas. Entre las calas encontraba caracoles que ponía al sol para ver si, como en la canción, sacaban los cuernos para el sol. En cambio descubría que el caracolito, habiéndolo sacado de su escondite a la sombra, se escondía en su casita. Ese patio era un laboratorio a cielo abierto, una enciclopedia para toda mi curiosidad de ese momento. En la escuela, a la hora del recreo, saltábamos a la soga, mientras cantábamos “la farolera tropezó” o, “estaba la paloma blanca sentada en un verde limón”, y tantas rondas, la payana y la rayuela. En casa había juegos de mesa como el ludo, las damas, los naipes, las figuritas. Los chicos jugaban con un trompo de madera, las bolitas y el metegol. En primavera se hacían campeonatos de barriletes, construidos en familia con cañas, papeles, engrudo, hilo, tijera y, para hacer la cola, tiritas de trapos de colores sin olvidarse de los flecos. Era una felicidad compartir la tarde, elevando alto nuestros sueños junto a esos coloridos barriletes que pintaban el cielo azul.
Con mis hijos tenía todas las ilusiones y como padres buscábamos lo mejor, que fueran felices y que tuvieran todo lo que a uno le hubiera gustado tener y más. Así que se compraban juguetes sin mucha experiencia, algunos que tal vez no fueran indicados para su edad.
En algunos casos, los padres que trabajan mucho -a veces por la culpa de no poder darles su tiempo- intentan compensar con regalos y compran juguetes caros y sofisticados que seguramente el niño recibe, juega dos días y los deja de lado. Al cabo, disfruta mucho más de un paseo o un cuento con papá o mamá.
Así recuerda Agustín, mi hijo de 22, a qué jugaban en su etapa escolar: “En la escuela jugábamos a la guerra de cartas, en donde corría la adrenalina al ver que estabas por ganar la de tu compañero o que él estaba por quedarse con la tuya. Podías perder un mazo entero o ganar el doble. Al regresar a casa jugábamos a la pelota, las escondidas, al poli-ladrón, jugábamos carreras de bicis con los amigos (valía usar rollers y patinetas). Hacíamos en la tierra pistas para los autitos de juguete y fuertes para los soldaditos. Cuando había mucho viento era el momento de los barriletes. Cuando llovía, jugar a la pelota afuera era emocionante. También jugábamos con los videojuegos”.
En el juego intervienen varios factores. El niño compite sin violencia, desarrolla la fantasía, la creatividad, el pensamiento y el lenguaje. Junto a sus pares aprende a ganar y perder, a esperar su turno. Plantea y resuelve problemas, alcanza sus propios retos, organiza y planifica. Le proporciona placer. También enriquece la imaginación. Jugando se aprende a observar, se ejercita la atención, la concentración y la memoria. En el juego se da una adaptación entre lo imaginable (todo es posible) y lo permitido (reglas de conducta).
A mi nieta le gusta hacer videítos, les pone sonido, los edita, les agrega efectos, los dedica y los envía. Asombra que una nena de nueve años haga con un aparatito lo que antes necesitaba un equipo de profesionales. También en este tema los adultos debemos tener una vigilancia y discreta y un estado de alerta sobre las cosas a las que acceden los niños o con quiénes interactúan en las redes, todo un mundo lleno de cosas que nutren su curiosidad pero que pueden tornarse peligrosas.
Alguien dijo que todo lo que se necesita para la vida se recibe en el jardín. Allí los niños tienen oportunidad de aprendizaje temprano y de socializar; esto contribuye a la plasticidad neuronal y a la capacidad de simbolizar. Ayuda a los chicos a ampliar su lenguaje, su capacidad creativa y estimula el desarrollo psico-socioafectivo. Es además de vital importancia para la escolarización futura.
Para la pedagogía Waldorf son muy importantes los materiales, proporcionar elementos de juego naturales, piedras, masas de modelado, telas de fibra natural, seda, lana, todo lo que permita el juego libre y la capacidad de crear, ya que el niño, con su inagotable imaginación, convertirá esos elementos en personajes, situaciones y ambientes que quiera recrear. Y un espacio natural para trepar árboles y permitir actividades al aire libre.
El epistemólogo y biólogo suizo Jean Piaget decía: “Jugar le proporciona al niño una liberación, ya que en él puede cum-
plir sus deseos. Transforma la realidad en algo maravilloso y mágico”.
De grandes nos afianzamos, nos distendemos, nos vinculamos y también sanamos y seguimos expresándonos a través del juego. No obstante, ese objeto transicional del que nos habla el pediatra y psicoanalista Donald Winnicott, que es el osito de peluche o la muñeca, que hace de puente entre el mundo interno y el externo, lo reemplazamos por la pintura, la escultura, la poesía, la música y cualquier objeto producido con amor con nuestra impronta, nuestra huella y mirada de la realidad.
Jugar es un derecho del niño y es constitutivo de su crecimiento. Sigmund Freud afirma que “todo niño que juega se comporta como un poeta, pues crea un mundo propio”.
Con el juego el niño no solo repite relaciones placenteras, sino también elabora aquellas dolorosas y traumáticas.
Esta afirmación trae a mi memoria un episodio que presenciamos en el Centro Comunitario donde colaboro. Una niña jugaba con su muñeca, gritaba y la golpeaba con rabia contra la mesa; la observamos y comentamos con el equipo técnico este comportamiento. A través del vínculo con la mamá se detectó violencia intrafamiliar y adicciones en el hogar de esa nena, y se siguió acompañando para orientar y tratar de sanar algo. A veces el juego delata cosas serias, se utiliza para diagnosticar patologías o vínculos perjudiciales, casos de abusos y otras formas de maltrato infantil.
Para los niños, la muñeca o el osito son un compañero, un amigo íntimo, muy próximo a su corazón, los acompañan en todas sus andanzas, a la hora de dormir y en sus juegos. Es un espejo de su propio ser y de la situación en la que se desarrolla.
El juguete no es, se hace juguete en la medida que se introduce en la dinámica del juego. Pienso en una pelota metida en un cajón y la misma pelota en un parque, bailoteando entre varios chiquilines que están correteando, gritando, con las mejillas coloradas, compartiendo, disfrutando el “fulbito” que se armó. La pelota no es juguete hasta que los chicos en su juego le dan vida y razón a su existencia.
*La autora es madre y abuela, psicóloga social y referente de un centro comunitario.
Cine ������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Luis Buñuel
Recuerdo que hace ya mucho tiempo, reunidos a la mesa de un café, tres amigos que entonces firmábamos críticas cinematográficas en diferentes medios gráficos, salió el tema del cine español. Uno de mis contertulios dijo que eso no existía. El otro, para contrarrestar tanto arrebato, sacó a relucir el nombre de Luis Buñuel. A lo que el primero le contestó: “Pero si Buñuel no es español”. En ese momento, casi tras las huellas de Chesterton, pensé que a veces las paradojas encierran una verdad. Entiendo decir que si bien por una parte Buñuel es tan español como el que más, igualmente es cierto que se encontró casi siempre a distancia sideral del mediocre panorama cinematográfico de su patria en los años del franquismo, hecha la salvedad del valenciano García Berlanga, el autor de El verdugo, pero que era 20 años más joven que Buñuel.
El gran director aragonés nació en febrero de 1900 y filmó más en México y en Francia que en España. Fue el creador del film surrealista Un perro andaluz, obra de culto. En su primera juventud fue educado en un colegio jesuita del que se retiró enemistado con la religión. Es curioso observar que tres monumentales directores tan disímiles, formados por la Compañía de Jesús (el español Buñuel, el inglés Hitchcock y el portugués Manoel de Oliveira) quedaron marcados por esos años de enseñanza. Buñuel admiraba y odiaba a los jesuitas al mismo tiempo, cual nuevo Voltaire. Hitchcock siempre respetó los universos éticos (en toda historia hay un bien y un mal, un premio y un castigo) y el precepto dominical. Oliveira añoraba la tortilla del colegio donde se había sentido protegido y feliz en su niñez.
Citemos ahora algunas películas memorables de quien frecuentara la famosa Residencia de Estudiantes en Madrid. Viridiana (1961), drama con Silvia Pinal, Fernando Rey y Francisco Rabal, está basada en una novela de Benito Pérez Galdós, como también Nazarín (1959). Dos obras magníficas. Viridiana, en particular, fue criticada con dureza por la Iglesia de su tiempo que señaló “la impiedad y la blasfemia” de la obra. Acaso hubiera sido mejor callar y saber apreciar. El mismo director explicó después: “Las imágenes se encadenaron en mi cabeza, unas tras otras, formando una historia. Pero nunca tuve la intención de escribir un argumento de tesis que demostrara, por ejemplo, que la caridad cristiana es inútil e ineficaz. Solo los imbéciles tienen esas pretensiones”.
Gustav Klimt (Austria) / Óleo con laminillas de oro y estaño sobre lienzo / 1907-08
El beso es un inmenso lienzo cuadrado de casi dos metros de lado. Y si la pareja, retratada casi a tamaño natural, emerge de nuestra memoria como una pareja “adulta”, centrémonos en el punto nodal del cuadro: el beso del hombre y la mujer que abraza.
La experiencia fundacional del austriaco Gustav Klimt como pintor fue el descubrimiento, durante un viaje a Rávena (Italia) en 1903, de los mosaicos de las basílicas de San Apolinar y de San Vital, espléndidas obras de arte bizantino totalmente bañadas en oro.
La genialidad de Klimt es haber traspuesto el arte de los íconos a este sujeto secular, donde la pareja, aureolada en oro como en las representaciones sagradas, revela lo absoluto del amor. El hombre no tiene rostro, pues el artista eligió
Películas como Belle de jour (1967), con Catherine Deneuve, o El discreto encanto de la burguesía, con Fernando Rey, hicieron época.
Otras obras alegóricas son: La vía láctea (una clase sobre las herejías cristianas, mientras los protagonistas peregrinan a Santiago de Compostela), Simón del desierto (el santo estilita que sufre las tentaciones del demonio), El fantasma de la libertad (obra con la cual Buñuel pone en crisis costumbres y culturas, mientras hilvana de manera sorprendente y absurda las diversas historias que nunca acaban por concluir). José María Poirier
Pintura ���������������������������������������������������������������������������������������������������������� El beso
(Cineasta difícil pero imprescindible para cinéfilos) representar solo el de la mujer amada, como gesto caballeresco del hombre que prefiere hacerse a un lado. Una corona de hiedra para el amante, flores engastadas como piedras preciosas para la amante. El hombre está vestido con un abrigo de formas geométricas rectangulares bien divididas como en el arte del mosaico, y la mujer está ataviada en una tela similar pero de formas redondas. Son diferentes pero profundamente “afinados”.
En El beso, el detalle obra como un relámpago. Es el abrazo que recrea la ternura de una historia conocida. “Que su izquierda sostenga mi cabeza y con su derecha me abrace”, suspiraba la amada del Cantar de los Cantares. El pintor acaba de realizar su deseo.
La obra original se conserva y se exhibe el la Galería Belvedere de Viena (Austria). Isaline Dutru
Libro ������������������������������������������������������������������������������������������������������������
Juntos. Rituales, placeres y política de cooperación
Richard Sennet / Ed. Anagrama / Barcelona, 2012 / 440 páginas
Este volumen es el segundo de la trilogía del Homo faber proyectada por el sociólogo estadounidense Richar Sennett. El primero, El artesano, versaba sobre el trabajo manual, y el tercero abordará el tema de la vida en las ciudades. Juntos se ocupa de la naturaleza de la cooperación, explica sus características y estudia sus problemas, desde los rituales de las iglesias y los gremios medievales hasta las aparentes formas de cooperación en internet, pasando por las primeras formas de urbanidad cortesana, los nuevos estilos de la diplomacia de la edad moderna, las comunidades de ex esclavos norteamericanos, los conflictos étnicos, etc., para terminar denunciando el carácter poco cooperativo de la sociedad de nuestros días, producto de las transformaciones que el capitalismo contemporáneo ha producido en el triángulo social constituido por la autoridad ganada, el respeto mutuo y la cooperación durante una crisis. Algunas acotaciones de críticos literarios respecto de la obra: “Un libro fascinante... Hay en ello algo que a todos nos concierne” (Edwin Heathcote). “Esta obra de inspiración humanista es muy amplia de miras e interesará a los sociólogos, a los politólogos y a todo lector curioso que aliente la esperanza de luchar por una sociedad más cooperativa” (Library Journal). “Sennett, fino observador al tiempo que pensador teórico, presta atención a la totalidad de la persona y al medio en el que vive” (B. Tonkin, The Independent). Amazon.com
Señalamos
Bigger Love
Séptimo disco para uno de los cantautores de punta de la música afroamericana actual: John Legend. Un pequeño compendio de black music (del doo-wop al rythm ‘n blues, pasando por el soul) para diseccionar el eterno tema del amor con tonos autobiográficos y de autor. Franz Coriasco
Sinfonías Segunda y Quinta
En el mes en que conmemoramos los 250 años del nacimiento del genio llamado Ludwig van Beethoven, es oportuno escuchar y mirar a la interpretación ofrecida por la Filarmónica de Berlín bajo la batuta de Claudio Abbado en 2001, en el romano teatro de la Academia de Santa Cecilia. El maestro ofrece una interpretación -la última- de gran emotividad, precisión y fluidez. Disponible en YouTube. Mario Dal Bello
Hildegarda
En esta novela histórica, Lucia Tancredi traza la trama verosímil de una biografía de santa Hildegarda de Bingen (1098-1179), benedictina alemana. Una mujer polifacética asombrosamente adelantada a su época. (Ed. Ciudad Nueva).
Ecología y democracia
Elio Manzini y Jordi Bigues presentan un ensayo subtitulado “De la injusticia ecológica a la democracia ambiental”. La democracia es al movimiento ecológico lo que para el pez es el agua, su medio natural. La transición hacia la sostenibilidad ecológica es un proceso de aprendizaje colectivo. Necesita una nueva democracia que afronte las injusticias ambientales y establezca mecanismos de participación que garanticen el aporte del punto de vista de todos frente al fundamentalismo tecnológico y el integrismo cientifista -religión dominante de los intereses creados- y a las inercias que nos imponen las injusticias ambientales. (Icaria Editorial).