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Vida sana

Vida sana

Trabajando para una Humanidad Nueva

La experiencia de los primeros tiempos del Movimiento de los Focolares, en los que Chiara y sus primeras compañeras buscaban “solucionar el problema social” de su ciudad azotada por la Segunda Guerra Mundial, sigue siendo una respuesta válida para los tiempos que vivimos hoy

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La noche del 13 de mayo de 1944, después de un bombardeo, la familia de Chiara Lubich se ve obligada a dejar su casa de Trento y retirarse fuera de la ciudad.

Sin embargo, ella decide regresar y quedarse entre la angustia, la miseria y los innumerables padecimientos que se sufren allí. Elige abrazar los dolores de la humanidad. Esta elección es su respuesta de amor concreto, como nos amó Jesús en la cruz.

Ya entonces Chiara tenía en el corazón el deseo de resolver, a través del amor evangélico vivido con radicalidad, el problema de su ciudad. Horizonte que, unos años después, comprenderá que debía extenderse a toda la humanidad. Para empezar eligió a los más pobres, a los que habían perdido todo, a los que sufrían. Se organizó con sus primeras compañeras y desarrollaron un método: recorrer las calles con una libretita en el bolsillo para anotar direcciones, necesidades, pedidos.

Se movieron incansablemente por Trento para encontrar un trabajo, una casa, asistencia médica, víveres, ropa; pero, sobre todo, para compartir, para escuchar, para brindar amor y esperanza.

No se trataba de limosna, sino de crear lazos recíprocos, fraternos, de respeto profundamente humano y dignidad.

Chiara explicaba y vivía el Evangelio con profundidad, poniendo la Palabra de Dios como base de la existencia cotidiana. Enseñaba a estar unidos a la Trinidad las 24 horas del día, según palabras de Igino Giordani. Las primeras focolarinas se dejaban inspirar por las palabras del Evangelio. En lo cotidiano se sentían y se sabían hermanas de todo aquel que encontraban en su camino y, por lo tanto, actuaban y vivían en consecuencia. Su ley era la del amor, aplicado en lo concreto. Siempre al servicio.

Decidieron invitar cada semana a comer junto a ellas a algunos pobres. Se sentaban a la mesa: un pobre, una focolarina, un pobre, una focolarina. Esta experiencia de fraternidad revolucionaria llamó la atención de algunos jóvenes socialistas que querían cambiar la sociedad a su modo y fueron a entrevistar a Chiara para saber la clave del éxito de aquellas chicas. ¿Cuál fue su respuesta?: “Somos pocas, muy jóvenes1 y pobres, pero sabemos que Dios está con nosotras”. Este fue el inicio de la encarnación de una vida evangélica, una nueva socie-

dad, una nueva humanidad, a imagen del amor de Dios.

En la actualidad, el Papa Francisco habla de “cambio epocal”, algo que ya había anticipado Juan Pablo II en la encíclica Novo millennio ineunte. Bergoglio exhorta: “El tiempo presente nos exige privilegiar las acciones que den una respuesta nueva a la sociedad y que den frutos importantes y positivos para cambiar la historia”.

Ante semejante desafío de la historia es necesario también plantearse formas nuevas, pero que mantengan la esencia. Lo que el copresidente de los Focolares, Jesús Morán, llama “fidelidad creativa”. Actualizar el Carisma para las exigencias del mundo de hoy es encarnar en todas las manifestaciones de la vida humana el ideal evangélico. El mundo actual, en medio de los grandes, variados y complejos desafíos y dolores que enfrenta también necesita del mensaje de Chiara con la pureza y la radicalidad de los primeros tiempos.

Trabajadores por una humanidad nueva

Aquellos que tratamos de vivir el carisma de la unidad, inmersos en los problemas sociales, nos empeñamos en encontrar soluciones que tengan como proyección la consecución de cielos nuevos y tierras nuevas, en las que Jesús, el Hombre-Dios resucitado, es símbolo, anticipo y preludio. Somos de diversas condiciones humanas y pertenecemos a todas las categorías sociales, ejerciendo las más variadas profesiones y oficios. Generamos redes fraternas con todos aquellos que viven por nuestros mismos ideales evangélicos, sin importar su procedencia. Nuestro compromiso es dar un alma cristiana a la sociedad contemporánea, contribuyendo así a la renovación de los hombres y las estructuras. Queremos dar testimonio con nuestras vidas al mundo que nos rodea y destacar con la claridad de los hechos el formidable impacto que el Evangelio tiene en el aspecto más terrenal de la vida, tanto individual como social: el aporte que la Palabra de Dios, traducida en la práctica, es capaz de ofrecer a la construcción de la ciudad terrena.

La verdad evangélica que expresa que donde dos o más estamos unidos en el nombre de Cristo, allí está él presente, es nuestra fuerza y guía. Es él quien transforma el mundo. No solo está en el tabernáculo de las iglesias. Dios mismo está presente entre nosotros, cada vez que nos amamos como él quiere, compartiendo esperanzas, aspiraciones, penas, luchas, necesidades, conquistas.

Cada uno personalmente y juntos con esta fuerza intentamos vivir el Evangelio principalmente en nuestros propios ambientes, entre las personas con las que estamos en contacto, generando pequeñas redes según la expertise. A estas redes solemos llamarlas “mundos” (del arte, de la salud, de la educación, etc.) en los que convergen aquellas personas que trabajan diariamente codo a codo. Hoy son bien visibles, por ejemplo, los médicos, enfermeras y enfermeros en el “mundo” de la salud.

Las personas que trabajan por esta nueva humanidad se encuentran en todos los campos del quehacer humano y su forma revolucionaria de actuar ya va generando una estructura de pensamiento nuevo. Nuevas visiones que ya se estudian en universidades y que están cambiando las estructuras de la política (Movimiento Políticos por la Unidad), de las empresas (Economía de Comunión), la ecología, la comunicación… Es una revolución silenciosa.

Dice Chiara: “Provocar en el mundo la revolución evangélica es sinónimo de provocar una potente revolución social”.

Quienes nos sentimos llamados a edificar la ciudad terrenal debemos en cierto modo continuar la obra del creador, en armonía con él. La vocación del hombre es el llamado a transformar la tierra con su propio trabajo. Vamos hacia una nueva humanidad, construida sobre la roca del amor.

*Responsable del Movimiento Humanidad Nueva en el Cono Sur.

1 Chiara usó en dialecto trentino la palabra pope, que sigifica niñas.

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