Club de Lectores 8 - Verano 2004

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Club de Lectores

Luego de que Club de Lectores publicó la colección Voces de México, que incluye su libro Autorretrato a los 33, Vicente Leñero nos recibió y conversó con nosotros sobre la literatura, los libros, los escritores y los lectores.

México, país de lectores

México D.F. Verano de 2004. Año 2 Número 8

Vicente Leñero Contagiar el entusiasmo: la mejor promoción de la lectura Nuevo número de atención a clientes: 01 800 001 5337 www.clublectores.com

Todo lo que se haga por favorecer la lectura es bueno. Eso tiene que ir impulsado por el entusiasmo de los que la promueven. La mejor recomendación no es imponer la lectura como si fuera una varita mágica, sino contagiar el entusiasmo por ella. Desgraciadamente, nuestros políticos no leen. Y entonces, muchas veces en el área cultural no ‘contagian’ lo suficiente. Pueden administrar bien o mal las diferentes funciones; pero la mejor administración es la que contagia el gusto por la lectura, la que pone delante del lector un libro. No es el número de bibliotecas lo que va a funcionar, sino el contagio de un libro. Me gusta mucho esta experiencia reciente del Metro, que pone en frente de la gente un libro y uno lo lee o no lo lee y le gusta o no le gusta. Pero pienso que llevar los libros a la gente y contagiar el entusiasmo por la lectura es la mejor promoción para la lectura. ¡No tiene que ser a fuerza! Siempre he pensado que los mejores maestros de literatura no son los que le dan a uno un repaso histórico de los autores y de sus obras. Eso no es lo que cuenta, sino el entusiasmo que puede tener un maestro para contagiar la lectura de un libro que lo ha emocionado a él. Pero si no lo ha emocionado a él, pues a mí no me importa que me digan que Juan Rulfo nació en tal año y que escribió tales obras, sino la comunicación de ese entusiasmo surgido de Pedro Páramo. Se habla mucho de García Márquez, pero no se contagia lo suficiente lo que es García Márquez. No se trata sólo de conocer a la persona pública. Por eso no me gustan las entrevistas –esboza una sonrisa cómplice– porque la mejor comunicación que tengo con los lectores no es a través de lo que yo pueda decir o no decir, sea convincente o no, sino de lo que yo escriba. A mí me gusta que la gente, aunque no la conozca, se contagie de lo que escribo.


CONTAGIAR EL ENTUSIASMO POR LA LECTURA

A mí me gusta que la gente, aunque no la conozca, se contagie de lo que escribo Premio Nacional de literatura 2001

Vicente Leñero

AUTORRETRATO A LOS 33 Una imagen de Leñero hecha por él mismo, a la cual suma algunos ejercicios de juventud que revelan su irreprochable destreza narrativa. Tapa dura. 91 págs.

N° 210054 85 puntos

Vicente Leñero

PUROS CUENTOS Cuentos que despliegan con inusual densidad el intenso mundo interior de Leñero y su interpretación de la trágica condición humana. 131 págs.

N° 210055 85 puntos

Vicente Leñero

ASESINATO Trágica historia sobre el asesinato del político nayarita Gilberto Flores Muñoz y su esposa. Leñero expone una investigación exhaustiva del crimen y sus implicaciones con absoluto rigor documental. 456 págs.

N° 226008 165 puntos Verano 2004

Vicente Leñero

Contagiar el entusiasmo:

la mejor promoción de la lectura Por Susana Garduño

La vocación literaria

La literatura

Es un fenómeno muy misterioso. A partir de lo que uno lee, de pronto uno quiere también escribir, y casi copiar a los autores que a uno le entusiasman. Yo pienso que es muy frecuente en todas las personas. Yo aprendí así. O por lo menos me contagié así. Leyendo a Julio Verne, Salgari, Mark Twain. En mi relación también con el teatro, viendo teatro. Fueron vocaciones que yo consideraba naturales. Sin embargo, es muy distinto escribir... Como hacían los chamacos antes; yo no sé ahora... Escribían sus diarios, sus reflexiones, románticas o filosóficas, sobre lo que les iba pasando; pero de ahí hay un salto a profesionalizar la escritura. Cuando uno dice: “bueno, yo quiero convertirme en escritor; no quiero hacerlo como un simple desahogo o como un hobbie, sino para comunicar lo que esos autores que yo he leído me comunican a mí...” Entonces uno se lanza por esa aventura inmensa, enorme, por ese mar tormentoso de las letras.

Me interesó siempre la literatura, la novela sobre todo. Yo deseaba escribir novelas, aunque primero escribí cuentos; pero la novela me pareció siempre el reto mayor. Fui descubriendo poco a poco que la literatura no solamente se concentra en tareas como escribir cuentos, novelas o propiamente literatura, sino que hay otros campos en que también aparece, como son el teatro, la televisión, la radio, el cine; en ellos el escritor también está presente. En realidad, no pensaba que uno se podría dedicar a eso. Me dediqué a estudiar ingeniería. Soy ingeniero. Hice una larga carrera de ingeniería. Me parecía que eso era lo que le permitiría a uno ganarse la vida. La literatura la dejaba, no como un hobbie, sino como una actividad secundaria. A la vez que estudiaba ingeniería, estudié también periodismo. Y entonces me contacté con las dos especialidades al mismo tiempo. Me interesaba el periodismo más por la

El libro es como una botella que se lanza al mar para ver quién la recoge. Y la comunicación con ese lector invisible, lejano, ignorado, es una comunicación mágica

escritura que el trabajo de reporteo. Me interesaba más escribir que hacer entrevistas o investigaciones periodísticas. Pero todo confluía siempre en la palabra escrita. Primero a mano, de chamaco. Después con máquina de escribir que no he abandonado. Yo no escribo con computadora. Tengo ahí una maquinita mecánica que me acompaña desde hace algunos años.

La profesión del escritor De pronto uno siente que la literatura le da a la persona cierto falso resplandor de importancia, cuando a uno le va bien. Pero pienso que tan importante es el trabajo de un escritor –¡o mucho menos!– que el de un científico, un maestro u otras profesiones que no tienen de pronto ese resplandor que muchos buscan. Siendo que lo más importante es el ejercicio. Siempre digo que el libro es como una botella que se lanza al mar para ver quién la recoge. Y la comunicación con


CONTAGIAR EL ENTUSIASMO POR LA LECTURA

Lo que buscamos en los libros es que enriquezcan nuestra experiencia vital. Ese enriquecimiento de la experiencia vital lo ayuda a uno a vivir o a conocer mejor ese lector invisible, lejano, ignorado, es una comunicación mágica. Yo no sé qué efecto le puede causar a un lector mi libro. ¡No a los críticos! ¡No a los analistas de la literatura!, sino a esta persona que le puede conmover un libro, como me conmueven a mí los libros ajenos.

Su obra literaria Con el tiempo, uno se va dando cuenta de que mucho de lo que uno escribió, para teatro, para narrativa o para cine, pues... ¡no sirve! Creo que si hubiera escrito la mitad de lo que he escrito, lo habría hecho mejor. De todas las novelas que he escrito, de Los albañiles para acá, me quedaría yo con la última, con La vida que se va, en la que retomé el género de la novela después de 10 u 11 años, porque me interesaba mucho. Me publican ahora unos cuentos en Club de lectores. El cuento es un género que yo aprecio muchísimo. Uno aprecia los géneros que más esfuerzo le han costado. Yo soy muy verborreico y, de pronto, escribir corto es más difícil que escribir largo. Y es que el cuento es un género que exige la compresión y la síntesis de un escritor.

Las letras mexicanas hoy Me interesa mucho la literatura mexicana y dentro de ella los libros de los nuevos escritores, los que están surgiendo y a los que, de pronto, es muy difícil conocer. Pienso que hay muchos y muy buenos nuevos escritores: Enrique

Rentería, que acaba de publicar en Tusqués; Cecilia Pérez Grovas y Victoria Brocca también publican en Club de Lectores. Hay voces nuevas, frescas, interesantes; no porque los escritores sean jóvenes o adolescentes, sino porque empiezan a incursionar en el mundo de la literatura y tienen muchos obstáculos para ser conocidos. Hay una multitud de nuevos escritores que no tienen la promoción, el ojo atento que merecerían. Escritores como Francisco Prieto, por ejemplo. Es un valiosísimo escritor, pero de pronto no tiene el eco o la valoración que se merece.

Convivir con la literatura Lo que buscamos en los libros es que enriquezcan nuestra experiencia vital. Ese enriquecimiento de la experiencia vital lo ayuda a uno a vivir o a conocer mejor. Uno no puede conocer todo el mundo y los libros le permiten a uno viajar y aprender lo que es el ser humano. Eso también puede darlo el cine o el teatro, con menos esfuerzo por parte del lector. La lectura siempre exige un esfuerzo de atención por parte del receptor. Pero cuando uno se convierte en un buen lector... Esas novelas largas que a mí me gustaba tanto leer le hacían vivir a uno, durante mucho tiempo, una aventura. No comerse una historia, como se la come uno en el cine, en hora y media o dos horas, y ya sale uno y dice: “ya viví una historia”, sino que el compartir con los personajes más tiempo lo enriquece a uno más.

Su adaptación para el cine de El crimen del padre Amaro A veces uno, sin quererlo o porque se está enfocado a temas cercanos a la problemática actual –eso me viene del periodismo– pues toca puntos que son débiles en la susceptibilidad de algunos sectores. En el teatro me pasó mucho más que en el cine. En el cine pocas veces me ha sucedido. En cambio, cuando se llevaron al teatro Los albañiles, una versión que yo había hecho de Los hijos de Sánchez, Pueblo rechazado o El juicio de León Toral, tuve amagos de la censura y problemas con las autoridades. Ellos decían: “¡De eso no se habla!” En ese sentido, la sociedad de antes era más cerrada que la de ahora. Lo que sucedió con El crimen del padre Amaro entra en esa corriente. En realidad ahí no hubo amagos de censura, sino una crítica. Desde que a mí me propusieron hacer la adaptación de la novela de Eça de Queiroz (ver página 21), que finalmente eso es el guión, una versión personal de la novela de Eça de Queiroz, yo sí pensaba que iba a herir susceptibilidades, pero no al grado en que las hirió y, además se hizo mucho ruido y eso favoreció mucho la exhibición de la película. No es eso lo que me gusta, sino que la película en sí sea importante, significativa, que funcione bien. No tanto el escándalo... Esos son siempre (factores) aleatorios.

Club de Lectores Nº 8


LEGAL

El Club de Lectores constituye un sistema para la consecución de fines culturales donde se anima a descubrir y compartir el gusto por la lectura, facilitando la adquisición de buenos libros con la intención de formar e incrementar el acervo de las bibliotecas familiares. El Club de Lectores trata de acercarse, particularmente, a personas o comunidades que en razón de su situación social, física o cultural no pueden acudir a otras instancias.

Programa Nacional Hacia un País de Lectores La consolidación de nuestra democracia, a través del ejercicio cabal de la ciudadanía, exige la formación de ciudadanos en el sentido completo de la palabra: personas capaces no sólo de elegir a sus gobernantes sino de participar en la toma de decisiones que afectan a la vida colectiva. Para la formación integral del ciudadano, para su capacidad de decisión, para el desarrollo cultural del individuo y el de los grupos sociales, la lectura es una condición indispensable: una lectura libre, autónoma, ejercida como forma de vida, como afición placentera y satisfacción personal, como manera de encuentro con los otros […] […] Este Programa es el conjunto de esfuerzos que el gobierno de la República propone a la sociedad para incorporar la lectura en la vida de todos los mexicanos: en el hogar, la escuela, la universidad, los espacios culturales, los lugares públicos, y los centros de distribución y acceso a los libros y a otros materiales de lectura. Considera, asimismo, la unión y la colaboración de todos los actores y esferas de la sociedad como condición básica para lograr su objetivo: autores, editores, impresores, libreros, bibliotecarios, promotores voluntarios, maestros, padres de familia, organizaciones sociales y privadas, medios de comunicación y ciudadanos en general. También el firme compromiso y la colaboración de los órdenes de gobierno: federal, estatal y municipal. De ahí que, como política de Estado, habremos todos de garantizar un esfuerzo colectivo sin precedentes para desarrollar nuestras capacidades y consolidar nuestro proyecto democrático; esto es, hacer de México un país de lectores. Fuente: Programa Nacional Hacia un País de Lectores, Presidencia de la República.

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Verano 2004

Bienvenido al Club de Lectores En Club de Lectores trabajamos para procurarle una gran variedad de libros cuyas características —así como nuestras promociones— se dan a conocer en nuestra revista trimestral y en nuestra página web www.clublectores.com Una vez que seleccione los libros de su agrado comuníquese al 01 800 001 5337 o ingrese a www.clublectores.com y utilice sus puntos para adquirirlos y recibirlos en el siguiente envío mensual. Al solicitar el canje, le sugerimos confirmar la equivalencia en puntos y la existencia de los libros elegidos, ya que éstas pueden variar sin previo aviso debido a cambios de políticas en las distintas editoriales que los proveen a Club de Lectores. Asimismo, la presentación de los libros que usted reciba puede ser diferente de la que se muestra en esta revista, debido al frecuente lanzamiento de nuevas ediciones. Todo lo ofrecido en esta revista será válido únicamente del 1° de junio de 2004 al 31 de agosto de 2004. Para cualquier aclaración, o para realizar su canje de puntos, también puede recurrir a la sección "Use sus puntos" en www.clublectores.com Agradecemos su confianza y esperamos que disfrute de las excepcionales facilidades que Club de Lectores ofrece para hacer de la lectura una actividad de deleite familiar.

Club de Lectores Revista trimestral Año 2 Núm. 8 Junio 2004 Director Ignacio Uribe Ferrari Información y textos Susana Garduño Soto Coordinación del fondo editorial Virginia Krasniansky Corrección de estilo Miguel Echenique Virginia Krasniansky Manuel Munguía

Diseño, formación y fotografía digital Pedro Zúñiga Montes Fotos Vicente Leñero: Laura Alejandra Alcaraz Editor responsable Nelson Uribe de Barros El contenido de las colaboraciones es responsabilidad exclusiva de sus autores.

©Club de Lectores es una publicación trimestral editada por Edilar S.A. de C.V. con domicilio en Blvd. Manuel Ávila Camacho 1994, Desp. 403, Torre Ejecutiva Satélite, Tlalnepantla, Edo. de México, C.P. 54055. Teléfonos (01) 55 53 61 96 11, larga distancia sin costo 01 800 001 5337. Fax (01) 55 53 62 08 51. Correo Electrónico: club@clublectores.com, dirección en Internet: www.clublectores.com. Certificado de Reserva otorgado por el Instituto Nacional del Derecho de Autor: 04-2002-090919153500-102. Número de Certificado de Licitud de Título: 12203. Número de Certificado de Licitud de Contenido: 8858. RFC: EDI940408HPA. Editor Responsable: Nelson Uribe de Barros. Edición computarizada: Edilar, S.A. de C.V. Impresión: Gráficas Monte Albán, S.A. de C.V., Emiliano Zapata 93, Col. San Juan Ixhuatepec, Tlalnepantla, Edo. de México.


EDITORIAL

Carta a una niña que no quiere leer Querida Brenda: Hoy has puesto de lado con disgusto el libro que elegí para que practicaras la lectura. ¿Cómo te convenzo de que nada puede compararse con ese torrente de emociones que es leer? Algún día me sentaré contigo y te explicaré por qué los libros son mejores que la tele. Los libros son etapas de la vida. Hay una historia de un niño al que le encantaba leer y que un día encuentra el libro perfecto: un libro que no termina nunca. Creo que todo lector devoto encuentra un día su propio libro perfecto, el libro que lo conmociona a tal grado que lo hace amante de la lectura. Como David Copperfield, que se consolaba leyendo cuentos infantiles, algunos leemos como si en ello nos fuera la vida, usando los libros no sólo como un consuelo, sino como una manera de navegar por la realidad, de descubrir cómo sobrevivir en un mundo tantas veces hostil hacia la imaginación. Mi libro perfecto fue precisamente La historia sin fin, de Ende. Cuando te topes con esa historia maravillosa –cualquiera que ésta sea– pasarás tardes enteras delante de las páginas impresas, con las orejas ardiéndote y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidada del mundo sin darte cuenta de que tenías hambre o de que te quedabas helada. Eso es algo que deseo que te suceda. “¿Qué cosa parecida obtenemos hoy al leer que pueda igualar la emoción y la revelación de esos primeros 14 años?”, preguntaba alguna vez Graham Greene refiriéndose a sus primeros libros perfectos. Añoro que al leer Beau Geste sientas el calor del desierto, la cara roja por la arena transportada por el viento y la lengua pegada al paladar, mientras acompañas a Miguel Geste por las dunas en busca del Agua Azul, el enorme diamante que desaparece misteriosamente. Pero no dejes a Geste solo en el desierto. Te aseguro que si abandonas el libro, él se quedará ahí para siempre, sin encontrar a su amada Isobel. Si dejas al Capitán Bligh en Hombres contra el mar luchando contra la tormenta en su frágil lancha, contenderá eternamente con las olas y los arrecifes, a menos que tú lo acompañes a buen puerto. Algunas de estas historias leerás en lo secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque papá o mamá o alguna otra persona habremos apagado la luz con el argumento bien intencionado de que tienes que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito. Y te estarás preguntando si Douglas Quail, en un pequeño y maravilloso cuento titulado Usted lo recordará perfectamente, estaba imaginando o realmente fue a Marte. Si lees Momo, nunca volverás a ver la Luna como lo hacías antes, porque habrás descubierto que en realidad no es la Luna, sino el espejo de la niña, de Momo, pero esto no debo contártelo, porque quiero que tengas el placer de leerlo por ti misma. Con ciertos libros llorarás abierta o disimuladamente lágrimas amargas porque una historia maravillosa acaba y habrá que decir

adiós a personajes con los que creciste, a los que querías y admirabas, por los que habrás temido y rezado, y sin cuya compañía la vida parecerá vacía y sin sentido. Igual que Lucy Barfield y sus primos, de regreso a casa tras su viaje por Narnia, extrañarás el sabor de los tocinos de cielo y te preguntarás si será posible seguir adelante sin la presencia reconfortante de Arlán. Tal vez añores como yo escuchar la voz de Graógramann, el león de La Historia sin fin, en los momentos más terribles de la vida. Si puedes, lee libros gordos, flacos, pequeñitos, lujosos y maltratados, con dibujos y sin dibujos, y te darás cuenta de que, con frecuencia, libros olvidados que dormitan en algún rincón, contienen historias extraordinarias, más allá de todo lo imaginado. ¡Quién sabe cuántas narraciones imposibles y encantadoras descansen ahí esperándote! Pero no todo es fantasía y ficción. Hay también libros con cosas reales, y con el poder de hacer que la Tierra gire para el otro lado. Hace algunos años, un estudiante llamado Smith encontró en un convento de Jerusalén un libro de apariencia inocente, cuya existencia nadie conocía, y que ha puesto a discutir a todo el mundo acaloradamente. Tal es el poder de las hojas empastadas. Otro placer muy señalado encontrarás en regresar a tus viejos libros cuando seas mayor, lo cual será como un reencuentro de esos que en la vida nos pasamos añorando y nunca tenemos. Ahí estarán, guardados amorosamente, tus compañeros Miguel Geste, Momo con su falda de remiendos, el imponente Graógramann, Douglas Quail y William Bligh, el capitán que venció al mar. Con ellos, estará empastada la historia de tu vida. Y luego, algún día, tendrás edad suficiente para empezar a leer cuentos de hadas de nuevo. Pero, por ahora, tengo que intentar convencerte de que tomes de nuevo el libro y leas La isla del tesoro.

* Escritor. Es autor de La Estrella del Sur (Pág. 44) y The Rolling Stones: Bailando con el diablo, entre otras.

Gustavo Vázquez Lozano*

Club de Lectores Nº 8

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Salvador Novo1 (1904-1974) Nació en la ciudad de México, el 30 de julio de 1904. De los seis a los doce años pasó en Torreón la tormenta revolucionaria y comenzó a escribir versos. De nuevo en la capital, cursó la Preparatoria e inició la carrera de derecho, que abandonaría por la profesión literaria. Desde 1920 colaboró en revistas literarias y en 1924 fue uno de los redactores de las Lecturas clásicas para niños. En 1927-28 dirigió, con Xavier Villaurrutia, la revista Ulises, que iniciaba en México la modernidad literaria, y luego escribió en la revista Contemporáneos, que daría nombre al grupo de vanguardia a que perteneció. Posteriormente se dedicó al periodismo, en el que, con agilidad y talento, creó estilos y recursos. De 1946 a 1952 dirigió las actividades teatrales en el Instituto Nacional de Bellas Artes, y durante muchos años se ocupó de actividades escénicas como autor, director, traductor y empresario. En 1952 ingresó en la Academia Mexicana, y en 1967 recibió el Premio Nacional de Letras. Fue Cronista de la Ciudad de México y en ella murió el 13 de enero de 1974. Hombre de agudeza singular, dispuesto siempre a percibir en los otros aquellos rasgos que muestren posibilidades de burla o de diatriba, Salvador Novo no desaprovechaba ocasión para probar las armas de su ingenio. Célebres fueron sus sátiras –algunas desmedidas, otras discretas– con que distribuyó abundantes vejaciones entre sus contemporáneos. En personalidades de significación artística, política o científica solía descubrir, o imaginar, defectos sumamente propicios para desatender sus cualidades y, en cambio, evidenciar lo que haría disminuir sus méritos. Esa actitud, cultivada diestramente, se correspondía con un humorismo que invadió casi la totalidad de su trabajo, que abarcaba multitud de géneros: poesía, teatro, periodismo, crítica, publicidad, historia. En todos ellos se deslizaba con frecuencia esa intención de buscar el aspecto gracioso, cuando no el ridículo, del mundo en que le tocó vivir. Desde un principio, en sus Ensayos, impresos en 1925, apareció ese afán de procurarse trato con el buen humor, aunque al mismo tiempo, como al descuido, humedecía sus versos con emociones tan íntimas, que hubiera deseado dejarlas perdurar ocultas en la sombra. La verdad es que sentimiento e inteligencia luchaban en su interior, y a menudo salía triunfante el primero. Influido por la poesía estadunidense de vanguardia, Novo fue modelando su propia manera de concebir el oficio. El miedo tradicional a traer al verso hechos y objetos cotidianos –acontecimientos sin importancia, juegos infantiles, retratos familiares, compañeros de escuela– desaparece en su libro Espejo, editado en 1933, pleno de referencias a lo que se

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consideraba antipoético. Sin embargo, esa tendencia simple, llamada prosaica, no se halla sola, sino que se armoniza con otros poemas en que la emoción logra de nuevo la victoria: Amar es ese tímido silencio cerca de ti, sin que lo sepas, y recordar tu voz cuando te marchas y sentir el calor de tu saludo. Esas formas de expresión habrán de seguir constantes en sus libros posteriores, si bien es cierto que el principal de ellos, Nuevo amor, del mismo año que Espejo, contiene las más intensas emociones de que fue capaz Salvador Novo. “Cuanto pude sentir y expresar confesó está dicho y sentido en esos poemas”. Pero ni en esas páginas, dominadas por el sentimiento a flor de labio, desapareció del todo la actitud con que se había enfrentado desde antes a la poesía. Xavier Villaurrutia, su colega en desvelos literarios, observó tempranamente que el gusto por el juego fue en él un modo de contrastar y acentuar el impulso lírico, y que en sus mejores poemas “el humorismo es sólo un medio y no un fin último”. A este respecto, el mismo crítico había anotado con anterioridad: “Es el poeta que sustantiva las sugestiones más fugaces e inasibles. Y no es que sea más inteligente, que sagaz y emotivo. Sucede, sí, que en sus poesías la nota sensible está detrás de las observaciones, de las imágenes”. El rumor de la superficie procuraba disimular el “viento derrotado” que era su corazón. Pero “ni el humorismo y la ironía –afirma Frank Dauster–, que a veces se transforma en sarcasmo, lo despojan de un tono íntimo que se detiene antes de llegar al confesionario, pero no antes de dejar ver la profunda desolación del poeta”. Bajo el velo agitado del humorismo, escondía una sensibilidad que naufragaba en la zozobra, temeroso de aparecer ante los demás como quien descubre su juego y pierde de pronto el pudor de sus sentimientos. Novo mismo acabó por confesarlo al explicar sus poemas escritos en la adolescencia: “Encuentro, entre los ecos que les dan voz, las simientes de lo que más tarde germinaría en la mía: la circunstancia, el humorismo y la desolación”. Salvador Novo2

Nació en México, D.F., el 30 de julio de 1904; falleció en México, D.F., el 13 de enero de 1974. Ingresó en la Academia Mexicana de la Lengua el 12 de junio de 1953 como numerario; silla que ocupó: XXXII (1º). Semblanzas de Académicos. Ediciones del Centenario de la Academia Mexicana. México, 1975, 313 pp


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