Hijas de Zelofehad. Ponencias 2011

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漏 Comuni贸n Mexicana de Iglesias Reformadas y Presbiterianas, 2014

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Índice Nota preliminar 1. Ministerios eclesiásticos y ordenación de mujeres desde una visión reformada y actual, 5 Leopoldo Cervantes-Ortiz 2. Las doce tesis de Xonacatlán, 11 3. Tesis bíblico-teológicas sobre los ministerios de la mujer en la iglesia, 13 Alberto Arenas Mondragón 4. Tesis a favor de la ordenación de las mujeres a los diversos ministerios eclesiásticos, 17 Amparo Lerín Cruz 5. Tesis bíblico-teológicas sobre los ministerios de la mujer en la iglesia, 29 Emmanuel Flores Rojas 6. Carta abierta a la Asamblea General de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México, 47 Margarita Islas Marín Anexos 1. En busca de aceptación y reconocimiento. Las luchas de las mujeres en el ministerio, 49 Salatiel Palomino López 2. La lucha por el ministerio femenino en el presbiterianismo mexicano (1973-2009), 55 Ariel Corpus Flores 3. Documentos y correspondencia del Ministerio de Educación de la INPM, 65

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Nota preliminar

Se recogen aquí, íntegras, las cuatro ponencias a favor del ministerio femenino ordenado presentadas en el Concilio Teológico de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM), en agosto de 2011, con el propósito de conocer su contenido y proyección, antes del surgimiento de la Comunión Mexicana de Iglesias Reformadas y Presbiterianas (CMIRP), en octubre de 2012, que ahora auspicia esta publicación. Las ponencias aparecen en el orden en que fueron expuestas. Queda claro que el afán por divulgarlas corresponde con el clima de apertura y libertad que la CMIRP desea fomentar entre sus integrantes, simpatizantes y miembros de las iglesias, pues la promoción de los ministerios femeninos no puede restringirse a ámbitos reducidos y, por el contrario, la reflexión continúa dentro y fuera de la CMIRP. También se incluyen otros ensayos y documentos relacionados con el proceso que desembocó en el mencionado Concilio y que se consideran necesarios como complemento contextual indispensable para entender la situación previa, simultánea e incluso posterior a dicho evento que marcó, nuevamente, el destino de la INPM, en el sentido de que la cerrazón ante los vientos de cambio motivados por el Espíritu Santo se estableció como norma autoritaria e inflexible ante las voces que esperaban algún espacio de libertad y dignidad para las mujeres. Coincide el lanzamiento de esta recopilación con la ordenación ministerial de la Licenciada en Derecho Margarita Islas Marín, a quien le debemos el énfasis en la historia de las hijas de Zelofehad que ahora da título a la misma. Consideramos que la búsqueda de justicia de género, inclusividad y respeto entre las personas deberá ser la consigna para el trabajo eclesial de las comunidades integrantes de la CMIRP. Con esa esperanza damos a conocer estos documentos.

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MINISTERIOS ECLESIÁSTICOS Y ORDENACIÓN DE MUJERES DESDE UNA VISIÓN REFORMADA Y ACTUAL Leopoldo Cervantes-Ortiz 17 de agosto de 2011 En reconocimiento y simpatía para Gabriela Mulder, flamante presidenta de la Alianza de Iglesias Presbiterianas y Reformadas de América Latina (AIPRAL) y en memoria viva de la fe de mi madre, Velia Ortiz Cruz Y dijeron [María y Aarón]: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová. NÚMEROS 12.2 Liderazgo significa caminar hacia adelante, salir de la sombra e involucrarse con las visiones que sostienen la comunidad o el grupo. Esa tarea no es ni femenina ni masculina. Pero tampoco son las mujeres las predestinadas de representar la renovación, de ser mejores, diferentes, más abiertas. El hecho de que aparezcan mujeres líderes en las iglesias es simplemente parte de la revelación de lo que es ser iglesia.1

1. ¿Debatir, llamarnos mutuamente a la obediencia o considerar seriamente la kénosis divina? Hoy nos convoca lo que la teóloga presbiteriana Letty Russell ha denominado “el liderazgo alrededor de la mesa”,2 es decir, el debate acerca del posible pronunciamiento oficial o institucional acerca de la aceptación de la obediencia de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM), como parte del Cuerpo de Cristo presente en el mundo, organismo surgido formalmente en 1947, al llamado del Espíritu Santo a algunas de sus mujeres miembros para ejercer, con pleno derecho, los oficios de diaconisas, ancianas y pastoras. No está en juego, al parecer, el hecho mismo de que las llame, o de que ellas experimenten la vocación para estos ministerios, sino de que los documentos de gobierno y liturgia de la INPM y quienes los representan acepten y establezcan ese derecho y privilegio como auténtico y eficaz, a fin de promoverlo entre la membresía. Evidentemente, esto último no ha sucedido antes y el hecho es que existen muchas mujeres integradas a la INPM que, sin recibir este estímulo por parte de la institución eclesiástica, han estudiado en seminarios y otras instituciones para ejercer como misioneras y obreras aun cuando su trabajo no ha sido oficialmente establecido con un grado de autoridad o reconocimiento. Otras más ejercen liderazgos de fuerte impacto en la edificación de la Iglesia, la enseñanza y la consejería de carácter pastoral. Estaremos, pues, ventilando, como pocas veces, la necesidad de que la Iglesia obedezca al Dios de Jesús, a quien dice representar y proclamar, o si se mantendrá en abierta rebeldía a hacia aquellos aspectos o motivos bíblicos que abren la puerta para el reconocimiento de la vocación de las mujeres para ser diaconisas, ancianas de Iglesia o ministras de las Palabra y los Sacramentos, según el orden presbiteriano. No estaremos discutiendo solamente el significado de la ordenación a los ministerios como tal sino, más bien, la posibilidad, remota para algunos, de que el Espíritu soberano de Dios elija a mujeres para su servicio dentro de la Iglesia. No deja de llamar la atención que, en un ámbito doctrinal de herencia calvinista como es el campo de la INPM, se justifique la discriminación y exclusión de las mujeres para los ministerios ordenados mediante el argumento, un tanto extraño, basado en una deformación de tintes heréticos de la doctrina de la elección divina aplicada a personas que creemos que han sido redimidas por la mediación de Jesucristo y que, por lo tanto, son predestinadas para la salvación plena. Estaríamos hablando, así, de una falsa doctrina de “la triple predestinación”, en la que las mujeres serían condenadas, supuestamente por el mismo Dios, al limbo o el infierno de la no-participación formal en el extendimiento de su Reino, una aberración total y una forma de “discriminación metafísica”. Un ejemplo de esta deformación es el documento del Sínodo de Chiapas, que presenta argumentos como éstos para justificar su negativa a los ministerios femeninos (se respeta la redacción): Fritz Imhof, ed., Cuando las mujeres dirigen las iglesias. Edición abreviada. Berna, Federación de Iglesias Protestantes Suizas, 2007, p. 26. 2 Ibid., pp. 77-130. 1

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[…] 2. Por no ser un asunto Escritural. Nosotros creemos en el principio reformado, llamado “Principio regulativo de la iglesia” que dice: “que solo se puede aceptar con la autorización de las Escrituras lo que ellas mismas digan”. […] 4. Con todo el peso de nuestra herencia reformada afirmamos, no encontrar evidencias contundentes a la ordenación de la mujer. […] 6. Por ser la ordenación el punto de arranque del gobierno eclesiástico. El roll de la mujer no es de gobierno, sino de complementación. (no que no tenga la capacidad, sino que su roll es otro.) Ef 5:21,22,23. 7. Por ser la ordenación un asunto Escritural y Teológico, según nuestros credos y confesiones, manifestamos estar en contra de cualquier postura e ideología que quiera acoplarse según la cultura y momentos circunstanciales. 8. Porque las Sagradas Escrituras, tanto A.T. como N.T. recurrentemente presentan a los varones para los oficios de la iglesia. Ex 18:25; Hechos 6;5,6; 13:1,2; 1ª Tim 3:1-13. 9. Partiendo desde el Señor Jesús no se incluyeron mujeres en el grupo de los discípulos y ni en el de los apóstoles. Marcos 3:13-19, Luc 8:1-3. Estos principios, aunque radicales, no son un atropello a la dignidad, ni a la igualdad, ni a los derechos humanos. Simplemente principios reguladores de un ministerio Escritural.

Pero del seno mismo de este cuerpo eclesiástico ha surgido la valiente reacción de alguien que ha cuestionado, desde la raíz, cómo este tipo de sofismas pervierte la voluntad de Dios expresada en su Palabra.3 De este modo, queda la impresión de que, para salvaguardar la unidad visible de la INPM no hay que vacilar en dejar de practicar la justicia hacia sectores completos de la misma, como en este caso lo son las mujeres. Tal como lo expresa Russell: “Si las iglesias no pueden encontrar una manera de traer unidad y justicia al interior de sus comunidades, su integridad como comunidades de Cristo queda cuestionada”.4 En otras palabras, el precio que hay que pagar para mantener la unidad es la humillación de las mujeres de la Iglesia. El motor que suscita los ministerios cristianos es, evidentemente, el Espíritu Santo, pero esa misma acción procede directamente del gran golpe divino contra el orgullo humano y patriarcal, la kénosis del Padre (Fil 2.7), el “vaciamiento” o la debilidad asumida abismalmente por el Creador, que consiste en una negación radical del poder autoritario.5 De semejante decisión proviene la exhortación y la llamada a la conversión, algo que rebasa con mucho el mero hecho de un debate teológico y llega al ámbito de las definiciones éticas y espirituales, pues el modelo supremo de renuncia al poder autocrático para convertirlo en la fuente de servicio y empoderamiento de las y los débiles. 2. El sueño de una comunidad cristiana incluyente: la praxis de Jesús como modelo normativo para las iglesias de hoy Aunque en el Testamento Griego posterior vemos los inicios del rechazo a la iconoclasia del liderazgo patriarcal de Jesús, su propio ejemplo profético de ministerio como servicio elegido libremente, de liderazgo como diakonía, demuestra una revocación de las expectativas patriarcales y lo absurdo de los privilegios patriarcales en las actuales instituciones eclesiales.6 LETTY RUSSELL

Apelar al contenido de las Sagradas Escrituras es una de los recursos y métodos mediante los cuales las iglesias reformadas han producido las doctrinas que constituyen el corpus de sus creencias básicas. Una de ellas es la doctrina bíblica de la ordenación para los ministerios de servicio en la Iglesia, extraída en buena medida del testimonio sobre el denominado llamamiento de los servidores, hombres y mujeres, escogidos/as por Dios en el Timoteo Velázquez, “Carta abierta a los hermanos presbiterianos con respecto a la ordenación de la mujer en la Iglesia Nacional Presbiteriana de México”, en Lupa Protestante, 15 de agosto de 2011, www.lupaprotestante.com/index.php/opinion/2468-carta-abierta-a-los-hermanos-presbiterianos-con-respecto-a-laordenacion-de-la-mujer-en-la-iglesia-nacional-presbiteriana-de-mexico. 4 Ibid., p. 112. 5 Cf. R. Radford Ruether, Sexism and God-talk. Toward a feminist theology. Boston, Beacon Press, 1983, pp. 1-11. 6 L. Russell, op. cit., p. 102. 3

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Antiguo y en el Nuevo Testamentos. Ciertamente, en el caso del primero, lo que más se acerca al tema que nos ocupa son los relatos del llamado de Dios a quienes establecería como profetas, a causa de que para ese oficio, Él recurrió a personas cuyo origen podía ser diverso y sin ninguna relación hereditaria con la profecía (como fue el caso de Amós), a diferencia de lo que sucedía con el sacerdocio, confinado a una tribu específica designada para dicha labor. Con todo, la memoria mutilada y condenada de algunas lideresas vetero-testamentarias, como María (Miriam), la hermana de Moisés, aparece en los textos como muestra de la lucha al servicio de Dios que realizaron en medio de un rechazo manifiesto a su esfuerzo, aunque el pueblo dirigido por ellas nunca las olvidó. En Números 12.2, Miriam confronta a Moisés con argumentos sólidos y le reprocha su actitud monopolizadora del don profético que Dios también le había otorgado a ella y su otro hermano, Aarón: “¿Solamente por Moisés ha hablado el Señor? ¿No ha hablado también por medio de nosotros?”. Habitualmente, la interpretación de este episodio ha consistido en una defensa de la autoridad mosaica, en vez de retomar el espíritu igualitario promovido por Miriam, cuyo canto de Éxodo 15 fue alterado para atribuir a Moisés la mayor parte del mismo, a pesar de que ella era reconocida como promotora de la alabanza, la poesía y, por supuesto, de la dignidad humana: Examinando el relato de Miriam en Números 12.2-14 y 20.1-2, descubrimos que su liderazgo también crea comunidad. A pesar de todo lo malo que los escritores patriarcales y Dios pudieron hacerle a esta mujer contestataria, la comunidad de Israel no la abandona. Aun cuando Miriam fue confinada fuera del campamento por siete días, el pueblo la esperó hasta que ella “fue traída de nuevo”. Miriam contrae lepra y continúa sufriendo esa muerte en vida. Sin embargo, su pueblo viaja y espera con ella y ella con su pueblo [“…y el pueblo no pasó adelante hasta que se reunió María con ellos”, Nm 12.15b], hasta que, al igual que Moisés y Aarón, muere antes de ver la tierra prometida. En la enfermedad y en el sufrimiento, la comunidad permanece con esta líder que contribuyó a construir tal comunidad.7

Hay que preguntarse, entonces: ¿fue solamente el supuesto “orgullo femenino” (hoy se le calificaría, satanizándola, de “creyente feminista”, como si eso fuese un delito o un crimen) lo que la impulsó a reclamar el reconocimiento de su liderazgo o más bien ella obedeció el movimiento del Espíritu que la proyectó a servir a Dios y al pueblo de esa manera? El inmenso legado de los liderazgos femeninos del Antiguo Testamento ha sido sepultado y evadido como modelo de vida y servicio para las cristianas de hoy. Su no-ordenación al ministerio que compartió con sus hermanos, aun cuando pertenecía a la misma tribu de sacerdotes, grita hoy desde las Sagradas Escrituras y su clamor se extiende más allá de las fronteras de las iglesias. En estos tiempos, las mujeres llamadas por Dios al servicio siguen confinadas y aquellas que se atreven a protestar son vistas como leprosas o se alejan de nuestra iglesia para encontrar su dignidad en otras confesiones hermanas, como ha sido el caso de Rosa Blanca González, Eva Domínguez Sosa, Martha Esther López o Karina García Carmona, especialmente esta última, quien dentro del luteranismo ha alcanzado recientemente el sueño de ejercer como pastora.8 ¿Cuándo serán, estas y otras muchas mujeres, “traídas de nuevo”, literal y metafóricamente para superar el ostracismo al que están condenadas? ¿Cuándo dejaremos de verlas como leprosas y aisladas del servicio a Dios? Así explica Russell el tránsito del Antiguo al Nuevo Testamento: En el Testamento Hebreo, se combatió el rol de la mujer como sacerdotisa, por su asociación con la religión rival de Aserá. Las mujeres eran reconocidas como profetas a través de las cuales Dios hablaba, pero su función principal era la de ser madres (2 reyes 22.14-20; Joel 2.28). En el templo, y más adelante en la sinagoga, las mujeres no podían ejercer liderazgo ni en el culto, ni en la enseñanza de las Escrituras. En el Testamento Griego, el rompimiento radical con las estructuras patriarcales instituye un nuevo orden de libertad, en el cual las mujeres, como seguidoras de Jesús, son bienvenidas a un discipulado de iguales. Se incorporan a las primeras comunidades y se convierten en líderes locales y evangelizadoras itinerantes. 9 L. Russell, op. cit., p. 121. Cf. Phyllis Trible, “Bringing Miriam out of the shadow” (Sacando a Miriam de las sombras), en Bible Review, 5, 1, febrero de 1989. 8 Cf. “Instalación de Karina García, despedida de María Elena Ortega”, 5 de junio de 2011, en Seminario Luterano Augsburgo, www.semla.org/?p=485. 9 Ibid., p. 105. 7

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Y agrega: “Dicho liderazgo comienza cuando las mujeres retoman su antigua herencia de líderes llenas del Espíritu en la comunidad cristiana”.10 Porque, si hemos de tomar en serio el mensaje de los Evangelios, resulta muy claro que en ellos se perfiló el proyecto de comunidad que deseó establecer Jesús de Nazaret, más allá de cualquier jerarquía o forma de superioridad marcada por la clase social, económica, racial o de género. Porque si algo caracterizó al grupo de hombres y mujeres que lo acompañó por los caminos de Palestina fue la pluralidad, ante la cual él entendió en profundidad que Dios manifestaba su disposición de superar las barreras que impedían la expresión plena del amor y del servicio para instalar las señales del Reino de Dios en el mundo. De ahí procedió su visión igualitaria de una comunidad que actualizara el designio divino para la humanidad, a contracorriente de las tendencias autoritarias, imperialistas y patriarcales de la época que conoció. La manera en que trató con los sectores sociales marginales, y especialmente con las mujeres, da pie para afirmar que muchas de las tendencias organizativas en las comunidades cristianas que se advierten ya en el Nuevo Testamento, entraban en contradicción con las líneas dominantes del movimiento que desarrolló Jesús. Russell comenta al respecto: “Porque su historia [la de Jesús], aun cuando está contada en lenguaje patriarcal, es la historia de un hombre que se opuso al liderazgo patriarcal, creó una nueva forma de vivir en la casa de Dios y pagó por ello con su vida”.11 Las comunidades actuales tienen la responsabilidad de recuperar el valor normativo de dicha praxis porque, si bien su reconstrucción y aceptación como modelo implica un esfuerzo histórico creativo, también una sana lectura de la vida y obra de Jesús dirigida hacia los sectores que poco a poco han perdido presencia y valor ayudará a devolver el impacto 3. De regreso hacia una Iglesia igualitaria: una nueva dinámica entre los espacios comunitario y doméstico El liderazgo eclesiástico es un don suscitado por el Espíritu Santo, según san Pablo (I Co 12.28). Kybernesis, la palabra griega para definirlo, significa “pilotear o manejar una nave” y, por extensión, se aplica “a la habilidad de mantener una posición de liderazgo en la edificación de la comunidad eclesial”.12 El concepto paulino no es individualista, precisamente por la orientación comunitaria del Espíritu. Algunas de las formas de discontinuidad asociativa, ideológica y doctrinal, marcadas por el deseo de adaptarse a la sociedad predominante, produjeron prácticas en donde el modelo patriarcal y clerical de liderazgo, autoridad y enseñanza se impuso como normativo, dejando de lado los impulsos iniciales del movimiento original, ante la presión de algunas variaciones que comenzaron a verse como peligrosas: En la era post-paulina, gran parte de la apelación a la jerarquía, como reflejo de la casa patriarcal y del orden patriarcal divino, surgió en respuesta a las visiones conflictivas de otras comunidades cristianas llenas de Espíritu, como las gnósticas y las montanistas. […] En el siglo segundo, los montanistas continuaron este ministerio profético y apelaron a Gálatas 3:28 como base para incluir mujeres como profetas principales que convertían, bautizaban y celebraban la eucaristía. […] En el segundo y tercer siglo, el liderazgo de las mujeres en la comunidad cristiana era un tema de discusión dinámico y controversial, en el cual ambas partes apelaban a la tradición apostólica para sustentar su punto de vista. […] El ministerio cristiano fue reemplazando gradualmente al antiguo sacerdocio romano, a medida que emergía el clero de la religión establecida en el imperio y el orden jerárquico. Para el cuarto siglo, una nueva casta sacerdotal había reasimilado la imagen hebrea del sacerdocio del templo, con sus tabúes respecto a la presencia de las mujeres en el santuario.13

Esa combinación entre elementos cristianos y los procedentes del “paganismo” hizo que la comprensión del ministerio tomara otros rumbos, muy distintos al énfasis igualitario. En la actualidad, la terminología eclesial coloca en el mismo nivel algunas realidades que han sido “contaminadas” por el uso. Eso le ha sucedido a Ibid., p. 109. Ibid., p. 102. 12 Ibid., p. 95. 13 Ibid., pp. 107-108. 10 11

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“ministerio”, “servicio” y también “liderazgo”, especialmente por las modas y tendencias misioneras empresariales. El servicio es la forma clave para la vida de toda persona que sigue a Cristo y una de las maneras de servir es como líder en la iglesia. La ordenación deja de ser un problema. El tema pasa a ser el estilo de liderazgo que es más útil para las congregaciones en sus contextos particulares. El ejercicio de la autoridad del liderazgo por medio de la dominación era muy común en los tiempos bíblicos y se ha mantenido así en todas las épocas, incluida la nuestra.14

Y eso es lo que se sigue practicando en nuestro medio eclesial: un liderazgo, en este caso, sancionado por la ordenación, basado en la dominación y la falsa idea de superioridad. Nada más inaplicable en el caso del servicio cristiano, si se recuerda una vez el modelo de Jesús, quien se abajó a sí mismo para servir únicamente. Por ello, lo que hoy se requiere son verdaderos cambios estructurales en la Iglesia, que tengan que ver con la despatriarcalización de todos los ministerios, y no solamente administrativos ni burocráticos. De otra manera, el dilema consistirá, ahora, de aceptarse la ordenación femenina, en cómo ser una ministra en un mundo patriarcal. Pero, por otro lado, y positivamente, “el liderazgo aún tiene que mucho que ver con la comunidad, pues ‘liderazgo’, básicamente, se refiere a la capacidad de motivar el seguimiento. La gente busca líderes o personas con autoridad, capaces de suscitar su consenso, porque necesitan un sentido de seguridad y dirección”.15 Porque debido a la separación entre espacios bien definidos mediante el dualismo entre la casa familiar y el ámbito público (hogar-calle), las mujeres siempre han estado como “de visita” en el templo, espacio privilegiado de los hombres porque su “zona de poder” es la casa, el hogar, es decir, la domesticidad y la invisibilidad, y el de los hombres, la calle, el poder público y visible. El lugar de ellas seguiría siendo “el atrio del templo”, las afueras, para estar a la vista y bajo la supervisión de sus señores. Los actos centrales de los primeros cultos cristiano, realizados en las casas, en particular el partimiento del pan (eucaristía), eran presididos por las mujeres, quienes actuaban en la cotidianidad de su espacio propio, sin presiones de ningún tipo (Col 4.15): “Los ‘Códigos domésticos’ en Efesios y en las Epístolas pastorales parecen reflejar una reacción patriarcal posterior a tal liderazgo, que trata de restablecer el orden de subordinación”.16 Al surgir los templos, ellas quedaron marginadas porque allí ya no era su espacio propio y fueron relegadas a la vida doméstica. Justamente, la idea de los órdenes bíblicos, presente en la defensa del poder eclesiástico patriarcal,17 es refutada por la superación del énfasis sacerdotal centrado en la figura única de la persona responsable a partir de la doctrina del sacerdocio universal de los creyentes, porque éste se aplica a la totalidad de los integrantes de la iglesia. En ese sentido, toca a los diversos sectores actuales de la iglesia desarrollar formas de ministerio que, sin violentar la koinonia estimule la diakonia en un contexto pleno de equidad entre los miembros de la Iglesia, todos y todas portadores/as de dones o carismas para que así los ministerios de hombres y mujeres verdaderamente contribuyan al crecimiento de la dignidad y de la personalidad de todos en el amor de Cristo, cuya presencia crece también en medio de sus seguidores/as. La presencia de Cristo, que crea koinonia, transforma el ejercicio del poder en ejercicio de la capacidad de sanar y en la reafirmación de la autoridad como manifestación de que Dios está en medio de nuestras hermanas y hermanos más humildes. Una concepción de koinonia en el Testamento Griego, como nuevo foco de vinculaciones con la historia común de Jesucristo que nos libera para servir a las demás personas, nos ayuda a comprender que el 14 Ibid.,

pp. 95-96. p. 96. 16 Ibid., p. 106. 17 Cf. Karl Barth, Church Dogmatics. Edimburgo, T & T Clark, 1960 (cit. por Robert E. Culver, “Una postura tradicionalista: ‘Las mujeres guarden silencio”, en B. Clouse y R.G. Clouse, eds., Mujeres en el ministerio. Cuatro puntos de vista. Terrassa, clie, 2005, p. 36), donde luego de 165 páginas dedicadas al tema de los hombres y las mujeres y de referirse a 1 Corintios 11:7-9, afirma: “Este orden básico del ser humano establecido por la creación de Dios no es accidental o aleatorio. No podemos ignorarlo ni minimizarlo. Está fundado sólidamente en Cristo… tan sólidamente centrado en el señorío y el servicio, la divinidad y la humanidad de Cristo que no hay ocasión ni para la exaltación del hombre ni para la opresión de la mujer… Es la vida de la nueva criatura que Pablo describe aquí diciendo que la cabeza de la mujer es el hombre. Gálatas 3:28 sigue siendo válido, a pesar de los exégetas cortos de vista, como los mismos corintios, quienes creían que se trataba de una contradicción” (III/2, pp. 311-12). Énfasis agregado. 15 Ibid.,

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verdadero ejercicio del liderazgo desde la perspectiva cristiana es un ejercicio de compañerismo. Es el don del Espíritu que forja liderazgo como vida en comunidad en Cristo. 18

Para todo esto es que anhelamos que el Dios de Jesucristo mueva los corazones de quienes aún se oponen a compartir los dones y la representación del único Dueño y Señor de la Iglesia.

18 Ibid., pp. 120-121. 10


LAS “DOCE TESIS DE XONACATLÁN” Tesis 1 La doctrina de la imago Dei (Gn 1), aplicada a hombres y mujeres, tiene implicaciones directas en los órdenes ministeriales de la Iglesia. Tesis 2 La igualdad originaria de los géneros, establecida por Dios, se desarrolla también en los dones y ministerios que Él mismo estableció (Gn 1-2). Tesis 3 La aparente excepcionalidad con que algunas mujeres ejercieron tareas ministeriales en el AT (Miriam, Débora, Hulda) obedeció más a la desobediencia del pueblo de Dios que a Su voluntad original. Tesis 4 No existe superioridad alguna ni subordinación que justifique la exclusión de las mujeres para los ministerios en el nuevo orden salvífico instaurado por Cristo (Gálatas). Tesis 5 Manipular los oficios de Cristo (sacerdotal, profético y real) en beneficio de un género contradice las enseñanzas del propio Jesús de Nazaret (Lucas). Tesis 6 Las llamadas "cartas pastorales" de Pablo (I y II Tim, Tito), con su énfasis limitado para la participación de las mujeres, deben ser leídas y aplicadas con base en la práctica incluyente del movimiento iniciado por Jesús y a la luz de sus circunstancias eclesiásticas, históricas y culturales específicas. Tesis 7 El "silencio ministerial" o "litúrgico" de las mujeres (I Co 11), promovido en circunstancias particulares en algunos pasajes del Nuevo Testamento, ya no se aplica actualmente porque el Espíritu Santo no hace acepción ni clasificación de las personas para manifestarse. Tesis 8 El sacerdocio universal de los creyentes (I Pe 2.9-10) no es solamente una opción para la vida de la Iglesia: es el horizonte y el perfil básico deseado por Dios para su pueblo en todas las épocas y responde a las expresiones de su llamamiento soberano sin ningún tipo de distinción humana. Tesis 9 Según la carta a los Hebreos (cap. 7), Jesús mismo ejerció un ministerio fuera de todo orden (u ordenación) sancionado por una jerarquía religiosa, puesto que perteneció al "orden de Melquisedec", es decir, al de la libre y amplia soberanía selectiva de Dios. Tesis 10 La tradición reformada, en obediencia la evidencia bíblica, siempre ha reconocido el llamamiento que Dios hace a las personas, sin distinciones de ningún tipo. Limitar la aceptación de este llamamiento a sus hijas bautizadas y redimidas es un atentado y una herejía contrarios a las enseñanzas centrales del Evangelio del Reino de Dios anunciado y hecho presente por el Hijo unigénito de Dios en el mundo. Tesis 11 Reconocer y formalizar el llamamiento de Dios a algunas de sus hijas (como a algunos de sus hijos varones) forma parte de la crítica profética que el propio Jesús de Nazaret practicó acerca de las diversas formas culturales de exclusión humana. 11


Tesis 12 Ordenar mujeres a los ministerios es una respuesta positiva a la acción del Espíritu que reparte dones y vocaciones para su servicio, libre y soberanamente (I Co 12). Negarles semejante bendición (y eventual derecho) significa interferir, como "pseudo-administradores de la gracia" en la acción divina de redimir a la humanidad en el sentido más amplio.

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TESIS BÍBLICO-TEOLÓGICAS SOBRE LOS MINISTERIOS DE LA MUJER EN LA IGLESIA Alberto Arenas Mondragón 17 de agosto de 2011 1. La aparente excepcionalidad con que algunas mujeres ejercieron tareas ministeriales en el Antiguo Testamento (Miriam, Débora, Hulda) obedeció más a la desobediencia del pueblo de Dios que a Su voluntad original. En Hechos 2, el día de Pentecostés, el Espíritu Santo llenó a los discípulos, capacitándolos para comunicar el mensaje del Reino de Dios. En el primer sermón apostólico, Pedro explicó que Dios había iniciado un nuevo período en la historia humana, cumpliendo la profecía de Joel: “Derramaré de mi espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán… y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré mi Espíritu, y profetizarán” (vv. 17-18). El pasaje enfatiza dos veces el propósito de la venida del Espíritu Santo, la labor profética, un ministerio perfectamente establecido por Dios. El A.T. se caracteriza por describir que el profetismo era un ministerio para unas cuantas personas y por lo general varones; pero no podemos dejar de mencionar algunos casos de ministerio profético, como la Juez Débora y la profetisa Hulda (Jueces 4:4; 2 Crónicas 34:22). En el reinado de Josías se generó una gran incertidumbre de interpretación de la ley, el sacerdote Hilcías (padre de Jeremías) da a conocer el fragmento de la ley para que el rey autorizara la intervención de un profeta reconocido y pudiera interpretar el texto bíblico. El sacerdote acude a Hulda quien era considerada como profetisa reconocida por la Institución, había estudiado en la escuela de profetas; tenía una función importante en el Templo, guardaba las vestiduras litúrgicas (en el lugar santo) para las celebraciones y vivía en el primer cuadro del Templo de Jerusalén. ¿Por qué Hilcías no acudió primero a su hijo Jeremías quien apareció seis años antes que Hulda? La profetisa era una mujer reconocida y respetada por la comunidad, era escuchada hasta por reyes. En esta época de luces, no había discriminación contra la mujer, ellas participaban en los ritos litúrgicos del Templo, asistían a los sacerdotes pero no en subordinación, sino en colaboración, estaban capacitadas en el conocimiento de la ley para instruir a niños, jóvenes y mujeres de la comunidad. La profecía de Joel es el reflejo de la desarticulación de las dicotomías sociales, por eso aboga que el ministerio profético ya no es de carácter privado o selectivo, sino universal; la acción del Espíritu Santo rompe con las estructuras de clases: es para hijos y siervos, y las estructuras de género: hijas y siervas. El poder del Espíritu Santo contribuye a restaurar lo que desde la caída en Génesis se desquebrajó: la igualdad del varón y la mujer. El apóstol Pablo afirma en Gálatas 3:27-28 que la igualdad es un componente esencial del evangelio: “porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. La igualdad no es sólo en esencia, también en vocación. Con base en lo anterior, Pedro considera el cumplimiento de la profecía de Joel con su visión del sacerdocio universal de los creyentes (2:4-5), desde la óptica reformada, se afirma que hombres y mujeres son llamados a ser sacerdotes o ministros de Jesucristo con la finalidad de proclamar la Palabra de Dios y ministrar todos los recursos espirituales de la fe. De esta manera el ministerio de la enseñanza y proclamación de la Palabra, así como la administración de los medios de gracia, los ejecutan hombres y mujeres, puesto que ambos recibieron la misma salvación y la misma fe en Jesucristo el Sumo Sacerdote el que llama a quien quiere. Si esto hemos sostenido desde hace siglos, ¿por qué en la práctica excluimos a las mujeres del sacerdocio? ¿Será que su salvación y fe son de segunda categoría? 2. Manipular los oficios de Cristo (sacerdotal, profético y real) en beneficio de un género contradice las enseñanzas del propio Jesús de Nazaret (Lucas). Se dice que Jesús no eligió entre las mujeres a los doce apóstoles. Es importante que consideremos que Jesús no escogió apóstoles, la Iglesia es la que los consideró apóstoles o dio a sus actividades el carácter de apostolado; Jesús estableció también otros ministerios y oficios que permanecen hasta hoy. Jesús escogió doce discípulos para que lo siguieran, pero su círculo se amplió hasta setenta, y en otros momentos de su ministerio se redujo a cuatro. 13


Muchas mujeres siguieron a Jesús entre toda la población de discípulos, encomendándolas a la misma misión que los doce (Juan 4:21-29; Mr. 16:7). Muchas mujeres le seguían y servían, de acuerdo con Mr. 15:4041: “Había allí muchas mujeres mirando desde lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, Salomé y María la madre de José y de Santiago el menor. Ellas habían seguido y ayudado (διηκονουν = diaconía) a Jesús en Galilea. Además, estaban allí muchas otras mujeres que habían acompañado a Jesús en su viaje a Jerusalén”. Algunas de ellas sostuvieron económicamente el ministerio de Jesús (Lucas 8:1-3); otras fueron capacitadas para el ministerio con el mismo método pedagógico de los rabinos de la época (Lc. 10:28-42, cf. Hch. 22:3). Los evangelios dicen de ellas que “servían”, “ayudaban” y “asistían” a Jesús con sus bienes. ¿Cómo interpretar estos términos? El sustantivo διηκονουν también tiene varias acepciones. De manera tradicional se ha identificado en la elección de siete varones denominados diáconos (Hech 6:1-6). Pero una correcta lectura del texto nos muestra que nunca denomina a los varones como diáconos, sólo indica que su trabajo es servir (διακονια) las mesas de las viudas, con la finalidad de liberar un poco la carga de los apóstoles porque su trabajo es estar al servicio (διακονια) de la Palabra y de la oración. El ministerio de los apóstoles es de diaconía, de servicio, pero no de manera doméstica, sino en forma espiritual, del ministerio. Por ello es que διακονια tiene el sentido de servir a la mesa (Mc. 1:31; Jn. 12:2) en el sentido de asistir a las personas (Mc. 15:41; Mt. 4:11; 25:44) y a la comunidad (2 Tim 1:18; He 6:10; 1 P 4). Pero διακονια también tiene el sentido de expresar la predicación del evangelio (2Co. 3:3; 1P. 1:12). El “servicio” (διακονια), lejos de la explicación anterior, ha sido visto en ocasiones como una función doméstica que la misma sociedad y cultura han establecido y, por supuesto, muy diferente de la de los discípulos-varones. En este tenor, se ha escrito recientemente que “estas mujeres asumían los papeles tradicionalmente femeninos de acogida y servicio… Seguían dedicándose a preparar las comidas, a amasar la harina para hacer el pan”. Nada de eso se dice en los evangelios; no es clara la afirmación que acentúa el papel doméstico de las mujeres. Siempre es grande la tentación de atribuir a las mujeres únicamente esos papeles “específicos”, pero Jesús tuvo toda la intensión de modificar esa concepción. Basta el episodio de Marta y María (Lc.10:38-42) para probarlo. Jesús da otro vuelco a las tradiciones familiares durante su visita a Marta y a María, aunque no seguían a Jesús desde los tiempos de Galilea, pueden ser consideradas como discípulas. Este texto debe ser considerado en estrecha cercanía con otros, con los que norman líneas tan convergentes que se puede percibir en ellas un propósito e intención de Jesús que hay que sacar a luz (Tunc, 1999). Explícitamente, Jesús reconoce que una mujer puede ser discípula, situación bien contraria a las costumbres establecidas. María estaba, en efecto, en la misma actitud que Pablo a los pies del gran rabino Gamaliel (Hch. 22:3). La tradicional función de “ama de casa” no es la única posible para una mujer. Jesús declara que es una función secundaria. Pone fin, no a la familia, a la rigidez de las tradiciones y de las atribuciones estereotipadas de “papeles”. Incluso es posible ver en este episodio de Marta y María un alcance más amplio, más allá de las relaciones familiares. Georges Wierusz Kowalski (Tunc, 1999) ha mostrado, en La ruta que nos cambia, que estas mujeres simbolizan en realidad a las Iglesias de nuestros tiempos. Así, Marta representaría a las iglesias domésticas, cuya tarea era acoger, poner orden en las cuestiones y en los conflictos internos, hacer realidad la unidad de las comunidades y, sin duda, presidir las reuniones de oración; mientras que María sería el símbolo de las iglesias misioneras, en las que los profetas son portadores de la palabra de Dios, después de haberla escuchado y meditado. Esta interpretación significaría que, desde los orígenes del cristianismo, las mujeres permanecieron “siguiendo a Jesús” en funciones de primera importancia, con un alto grado de servicio no doméstico. De esta forma, sin realizar una revolución espectacular, sin poder, sin modificar las costumbres establecidas ni las reglas sociales, la actuación de Jesús sugería, sin embargo, una transformación, cuya comprensión y realización paulatina es cosa que pertenece hacer a sus discípulos, tanto en la vida social como en la vida eclesial. Bastaría con escuchar a Dios, que crea los vínculos entre los seres y la fraternidad entre todos. Por añadidura, como las mujeres eran “excluidas” en aquella época, su aceptación en el círculo de los discípulos, la verdadera familia de Cristo, significaba que su Reino debía incluir a todos los excluidos. Otros gestos de Jesús pueden ser leídos en este mismo sentido.

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3. El sacerdocio universal de los creyentes (I Pe 2.9-10) no es solamente una opción para la vida de la Iglesia: es el horizonte y el perfil básico deseado por Dios para su pueblo en todas las épocas y responde a las expresiones de su llamamiento soberano sin ningún tipo de distinción humana. En la gracia de Dios, la autoridad ministerial, conlleva la autoridad espiritual, más que hablar de jerarquía, dominio o poder sobre el otro, debemos afirmar en todo momento que la función vocacional de cada creyente es de servicio y entrega a los demás (Montemayor, 2000). El ministerio es la expresión de una vocación (llamamiento) otorgada por Dios a cada creyente, cuyo objetivo es servir. La capacitación para ejercerlo se da con los dones y talentos, que hacen idónea a la persona para cumplir una función determinada. Así también, el ministerio no es individualista, sino comunitario, pues apunta siempre, hacia la edificación y el compromiso con los otros. Y todos y todas, en tanto el cuerpo de Cristo, respondemos por el ministerio de otro (Ef 4:16). Es multifacético, porque hay diversidad de funciones, que surgen de una vocación, con rostros distintos (Rom 12:68). Y es creativo, porque hay tantos ministerios, como necesidades que requiera de cuidado (1 Pe 4:10). No podemos determinar ministerios únicamente para hombres y otros para mujeres, no podemos decir que hay ministerio femeninos o masculinos; la Palabra nos enseña que hay diversidad de dones… diversidad de ministerios… diversidad de operaciones… “pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere” (Rom 12). Ante esto ¿quién puede limitar al Espíritu para que no llame a las mujeres para cualquier ministerio u oficio? La mujer es llamada por Dios a forjar una identidad ministerial, no en razón de su sexo, para que no la use ni como bandera de lucha, pero tampoco corona de lágrimas, sino por la vocación de Dios. La autoridad espiritual se gana, “si ministra conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo…” (1 Pe 4:11), pero también en el equilibrio de “andar digna de la vocación a la que fue llamada” (Ef. 4:1). La ordenación no es el acceso a la estructura de poder o de la institución. Es la admisión y autorización solemne y pública a aquellas personas que han sido llamadas y preparadas debidamente para el desempeño de un oficio o ministerio determinado y definido por la Iglesia (art. 311 de la Constitución de la INPM, vr. 2002). Es la respuesta de la comunidad cristiana al llamado soberano de Dios. Es el testimonio público que un siervo o sierva comparte ante su comunidad de fe y otras, su conversión, llamamiento, su declaración de fe, doctrinal y su genuino deseo de servir a la causa de Cristo y a su Iglesia. Es el reconocimiento de su Iglesia, a la autoridad e idoneidad espiritual del siervo o sierva para los oficios establecidos en la Iglesia Presbiteriana. Es unción y consagración, tal como Jesús fue ungido por su Padre y consagrado para ejercer la vocación (Lc. 4:18-19); y simbólicamente por la imposición de manos de la Iglesia y autoridad espiritual (Hech. 13:2-3; 1Tim. 1:6). En el pensamiento reformado se incluye en el “sacerdocio universal de los creyentes” (1 Pe 2:9-10) a quienes han alcanzado la misericordia de Dios y forman ahora parte del nuevo pueblo, que incluye tanto mujeres como hombres, gente de todas las etnias, edades, condición física, económica, cultura, redimidos por Jesucristo. El sacerdocio está caracterizado —desde la tradición del Antiguo Testamento— por las funciones de intercesión por el pueblo de Dios, la enseñanza de la Palabra de Dios, y el cuidado y servicio al pueblo (Dt 31:9-13; Os 4:48). Dios constituyó a todo Israel como un reino de sacerdotes y una nación santa (Éx 19:6) a cumplir un papel de intercesor para todas las demás naciones y también velar por el cuidado de las familias, del pueblo y aun de los extranjeros (Gn 18:18; Dt 4:9; 10:19; Lv 19:9-10). A los creyentes o sacerdotes del Nuevo Pacto Dios los ha constituido para ejercer una pastoral de acompañamiento en el cuidado de los demás, en la consolación de los afligidos, ayuda a los necesitados (Gál 6:2); y también, en la reflexión e interpretación de las Escrituras (Hch 17:10-12). Las mujeres al igual que los varones, son parte del pueblo de Dios y, por tanto, también están incluidas para ejercer el sacerdocio en cuidar, aconsejar, consolar a otros; tienen la viabilidad de ser capacitadas por el Espíritu para hacer teología; están dispuestas y preparadas a que nuestro mundo sea transformado, asumiendo con esperanza los desafíos presentados. Por tanto, una mujer llamada por su vocación de servicio a Dios para algún oficio debe ser respaldada por la ordenación para ese oficio ya que es el Espíritu que se derrama en hombres y mujeres (Jl. 2:28-29). Bibliografía 1. Coenen, Lothar, et al. (1987). Diccionario teológico del Nuevo Testamento, Vol. IV Salamanca, Sígueme. 2. Eusebio de Cesarea (1950). Historia eclesiástica. Buenos Aires, Nova 3. González, Justo L. (1994). Historia del cristianismo. Tomo 1. Colombia, Unilit. 15


4. Haubert, Katherine M. (1993). La mujer en la Biblia. Implicaciones para el liderazgo femenino en la iglesia. San José, Costa Rica, Visión Mundial. 5. Mackay, Juan A. (1993). El otro Cristo español. Un estudio de la historia espiritual de España e Hispanoamérica. México, CUPSA. 6. Madigan, Kevin y Carolyn Osiek (2005). Mujeres ordenadas en la iglesia primitiva. Una historia documentada. Estella, Verbo Divino. 7. MoltmanN, JÜrgen (1991). Hablar de Dios como mujer y como hombre. Madrid, PPC. 8. Montemayor, Rebeca (2000). Ministerio de la mujer, perspectiva de una pastora. II Simposio de los Bautistas del 12-14 de octubre de 2000, México. 9. Niebuhr, Richard (1968). Cristo y la cultura. Barcelona, Península. 10. Pérez Álvarez, Eliseo (1997). “Teología de la faena; un asomo a los ministerios cristianos desde la Iglesia Apostólica hasta la Iglesia Imperial”, en Tiempo de hablar: reflexiones en torno a los ministerios femeninos. México, STPM. 11. Scott, Luis (1992). Las mujeres, la iglesia y 1 Timoteo 2:9-15. México, Kyrios. 12. Stam, Juan (1995). Las buenas nuevas de la creación. Buenos Aires, Kairós. 13. Tamez, Elsa (2004). Luchas de poder en los orígenes del cristianismo. Un estudio de la I Carta a Timoteo. San José, DEI. 14. Tunc, Susanne (1999). También las mujeres lo seguían. Santander, Sal Terrae.

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TESIS A FAVOR DE LA ORDENACIÓN DE LAS MUJERES A LOS DIVERSOS MINISTERIOS ECLESIÁSTICOS Amparo Lerín Cruz

18 de agosto de 2011 ¿Hay alguna forma de hacerles ver que nuestro Dios nos considera a todos de igual valor, a pesar de la actitud de la iglesia, para la cual ciertamente no somos todos iguales? CARTA A JOHN A.T. ROBINSON

La gracia del llamamiento inclusivo pone fin al estado patriarcal Agradezco ante todo la invitación del Ministerio de Educación Cristiana de esta R. Asamblea para presentar esta ponencia, la cual tiene como fin exponer algunos elementos bíblico-teológicos y presentar una postura a favor de la ordenación femenina, tomando en cuenta las siguientes tesis: 1. No existe superioridad alguna ni subordinación de la mujer al varón que justifique la exclusión de las mujeres para los ministerios en el nuevo orden salvífico instaurado por Cristo según Gál 3:28. “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. 2. El “silencio ministerial” o “litúrgico” de las mujeres promovido en circunstancias particulares (I Co 11 y 14), se aplicó en un determinado momento histórico particular, porque el Espíritu Santo no hace acepción ni clasificación de las personas para manifestarse. 3. La praxis misionera del apóstol Pablo otorgó la misma importancia que Jesús a las mujeres, éstas pudieron desempeñar los ministerios que el Espíritu Santo les había encomendado con toda libertad, a pesar de la visión patriarcal judía tanto como griega que rodeaba a las iglesias de los primeros siglos. De igual manera hoy en día, las mujeres pueden ejercer los ministerios a los cuáles fueron llamadas por Dios con toda libertad. Sirva la presente para esclarecer algunos pasajes llamados “controversiales” e iniciar un diálogo bíblico, teológico y pastoral entre las posturas que existen actualmente en nuestra iglesia, buscando siempre el bienestar de la iglesia en su totalidad, para ser testimonio, luz y sal de esta tierra en medio de la gran comunidad mexicana de la cual somos parte. Que el poder transformador de Cristo nos permita vivir una vida en comunidad con igualdad, equidad, justicia y dignidad para todos los que formamos parte de su cuerpo. ¡Amén! Introducción Es posible que algunas personas nieguen la autoridad de la Palabra de Dios cuando contraviene sus intereses personales, eclesiásticos o sus valores morales, algunos pondrán su cultura y creencias personales por sobre la autoridad de la Palabra de Dios; pero a los siervos y siervas de Dios, a los/as que Él ha llamado a su servicio les toca por gracia, deber y privilegio obedecer a su Palabra aún a pesar de sus propios intereses, valores culturales y morales. Es por ello que los pastores ordenados prometen cumplir la Palabra de Dios en el acto de su ordenación, por lo cual, no pueden negar ni contradecir lo que dice ésta misma: “Ustedes han confiado en Jesucristo, y por eso todos ustedes son hijos de Dios. Porque cuando fueron bautizados, también quedaron unidos a Cristo y ahora actúan como él. Así que no importa si son judíos o no lo son, si son esclavos o libres, o si son hombres o mujeres. Si están unidos a Cristo, entonces son miembros de la gran familia de Abraham, y tienen derecho a recibir las promesas que Dios le hizo”. (Gál 3:26-29) La gran mayoría de Iglesias reformadas en el mundo ordenan mujeres al ministerio pastoral, ancianato y diaconado. En Latinoamérica se ordenan mujeres en las iglesias presbiterianas o reformadas desde 1967 en los siguientes países: Argentina, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Guatemala, República Dominicana, Uruguay, Venezuela, entre otros. En el resto del mundo: Alemania, Angola, Australia, Camerún, Canadá, China, Corea, España, Estados Unidos, Francia, Ghana, Guyana, Gran Bretaña, Hungría, India, Indonesia, Irlanda, Italia, Japón, Kenia, Lesoto, Liberia, Madagascar, Malasia, Mozambique, Nigeria, Nueva Zelandia, Países Bajos, 17


Rep. Checa, Rep. Del Congo, Rep. Eslovaquia, Rumania, Ruanda, Singapur, Sudáfrica, Suiza, Tailandia, Taiwán, Togo, Ucrania, Yugoslavia, Zambia, entre otros.19 Mientras en las iglesias presbiterianas y reformadas de todos los continentes se ordenan mujeres, en nuestra Iglesia Nacional Presbiteriana de México la ordenación de las mujeres a los ministerios reconocidos por la iglesia se ha constituido en un tema polémico. A la par, la Alianza Reformada Mundial ( ARM), ha creado el Departamento de la Colaboración entre Mujeres y Hombres no solo para promover la ordenación femenina sino también para promover las relaciones igualitarias de género.20 Por su parte, la Federación de Iglesias Protestantes Suizas, emitió un documento a favor de la ordenación de las mujeres y la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR) ha anunciado a sus iglesias miembros que la determinación de ordenar mujeres puede ser un factor determinante para la membresía de esta comunión, emitió un documento a favor de la ordenación de las mujeres y promete promover abiertamente la ordenación femenina entre aquellas iglesias que no la llevan a cabo.21 El ejercicio de los ministerios de las mujeres en el cristianismo tiene su origen en la predicación de Jesús. Jesús desafiaba las convicciones sociales de su época: trataba a las mujeres como a iguales, comía con todo tipo de personas y frecuentaba su trato por encima de las barreras de clase y de género, a la vez que atacaba los vínculos sociales que fortalecían la familia patriarcal, así fue como nació la iglesia, inclusiva y plural. Enseguida desarrollaré cada una de las tesis antes mencionadas. 1. No existe superioridad alguna ni subordinación de la mujer al varón que justifique la exclusión de las mujeres para los ministerios en el nuevo orden salvífico instaurado por Cristo según Gal 3:28. “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. La profecía del profeta Joel se cumplió, las discípulas presentes el día de pentecostés ya habían recibido la encomienda de Jesús y ahora son capacitadas y autorizadas por el Espíritu Santo, nace así una comunidad igualitaria entre hombres y mujeres. Porque eso es la Iglesia, una gran familia (Gálatas 6:10.) El presbítero José Luis Velazco Medina comenta acertadamente lo siguiente: Esta iglesia como comunidad de fe no depende de la voluntad de los hombres hablando estrictamente, sino de la voluntad de Dios. Es una realidad escatológica…la iglesia sobre todo es el cuerpo de Cristo… y este cuerpo está formado por todos los creyentes bautizados y recibidos, con todo y sus hijos (e hijas) quienes según la tradición reformada, están incluidos en el Pacto de Gracia. Este Pacto es inclusivo. Al ser recibidos en plena comunión por el sacramento del Bautismo, hombres y mujeres gozan de todos los derechos, privilegios y responsabilidades de la Comunión de los Santos. No hay margen para tener miembros de segunda clase.22

Si la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, ¿podremos excluir a algunos de sus miembros? ¿Podremos excluir de los ministerios de la iglesia a una parte del Cuerpo de Cristo que son las mujeres? No, no es posible hacer a un lado a las mujeres de la gracia de ser ordenadas, porque las mujeres somos parte del Cuerpo de Cristo y al hacernos a un lado están haciendo de lado a nuestro Señor y Salvador Jesucristo cabeza de esta Iglesia, no 19 Mundo

Reformado, vol. 49, núm. 1-2, marzo-junio de 1999, p. 86. 1992 la ARM creó el Programa para Afirmar, Cuestionar y Transformar (PACT), con el propósito de promover la plena cooperación de mujeres y hombres en la iglesia y en la sociedad. De 1994 a 1997, se organizó una serie de consultas regionales en todo el mundo. En la 23ª Asamblea General (1997), el Programa se convirtió en el Departamento de la Colaboración entre Mujeres y Hombres. La función del Departamento es ayudar a las iglesias miembros a que escuchen de nuevo el testimonio bíblico sobre la comunidad (koinonía) y la colaboración, erradicar el sexismo en la teología y la praxis y promover la sensibilización en materia de género, reconocer los dones y talentos de las mujeres para el ministerio y las funciones de dirección, y trabajar por la renovación y la transformación de la iglesia y la sociedad mientras luchan por suprimir los obstáculos que siguen dividiendo a las mujeres y los hombres. Moderadora: Rev. Dr. Henriette HutabaratLebang, Toraja Church (Indonesia), secretaria: Rev. Patricia Sheerattan-Bisnauth, Iglesia Presbiteriana en Guyana, auxiliar administrativa: Ms. Margaret Richard. 21 Leopoldo Cervantes Ortiz, “Teología y ordenación de las mujeres en la iglesia: Tradición, conversión y cambio”, en Lupa Protestante, enero de 2011. 22 José Luis Velazco Medina, “El lugar de la mujer cristiana en la iglesia. Consideraciones sobre la ordenación de la mujer con vocación al Santo Ministerio de la Palabra de Dios y al pastorado” (inédito), México, D.F. 2010. p. 11. 20 En

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podemos excluir a nadie, la Biblia dice en 1ª. Co 12:21 “Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies; No tengo necesidad de vosotros”. Gálatas 3.28 era una fórmula dominical pre-paulina, el apóstol Pablo la retoma a propósito de su carta a los Gálatas.23 El principal objetivo de San Pablo al escribir esta carta es dar a conocer a los Gálatas la libertad del Evangelio contra cualquier elemento que esclavizaba o discriminaba a otros. “Para ser libres nos liberó Cristo. Manteneos pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud” (Gál 5.1). Ha llegado a conocerse a Gálatas como la carta de la libertad cristiana. Los creyentes de Galacia habían escuchado la doctrina del apóstol pero tiempo después llegaron a esa región judeocristianos instruyéndolos sobre la necesidad de cumplir los mandamientos además de tener fe en Jesús. San Pablo llega al grado de llamarlos “¡Insensatos!” (Gál 3:5), por no haber entendido las enseñanzas cristianas que él mismo les había dado. En esta carta San Pablo muestra el significado del evangelio de Jesucristo, no es necesario obedecer la ley, en Cristo ha quedado superada.24 El problema en la iglesia de Galacia era que los judeo-cristianos no estaban de acuerdo con la igualdad entre las distintas realidades religiosas, políticas y sociales, y por supuesto la igualdad entre mujeres y varones. Por ello, San Pablo insiste; toda desigualdad es superada ante Jesucristo.25 Esta carta de la libertad entiende la libertad como un objetivo y un fin. Eleutheria (eleutheria) es el concepto teológico central que resume la situación de varones y mujeres en la nueva comunidad de fe. El apóstol se propone manifestar la abolición de las distinciones religiosas entre los judíos y griegos.26 En Cristo son superadas todas las diferencias sociales (“pues no hay esclavo ni libre”), culturales (ya que “no hay judío ni griego); de género (por tanto, “no hay varón ni mujer”). Este principio del evangelio, es un principio de igualdad, que fundamenta el ministerio ordenado de las mujeres. Todos los seres humanos sin distinción tenemos derecho a gozar de la gracia, privilegio y responsabilidad que significa su llamado. El libro de Gálatas hace énfasis al mostrarnos que las desigualdades entre los seres humanos por su raza, color de piel, posición económica y género son consecuencia del pecado y, como tal, deben ser combatidas y superadas. 27 Gálatas 3:28 es un argumento fuerte que da la idea de la nueva Creación en Cristo. Por supuesto que este pasaje se refiere a toda la vida de la iglesia que es su cuerpo; este pasaje se refiere a la salvación, pues en Cristo todas las cosas son hechas nuevas (2 Co 5.17) Nuestra cultura es transformada por el evangelio, por la nueva manera de vivir en Cristo y en él todos y todas hemos sido renovados, incluyendo nuestra cultura patriarcal. La carta a los Gálatas tienen por objeto defender este punto de vista. No es la circuncisión o la incircuncisión, lo que importa, sino la nueva creación…si el rito principal de iniciación no era la circuncisión sino el bautismo, las mujeres podían convertirse en miembros plenos del pueblo de Dios, con los mismos derechos y deberes que los hombres. Esto daba un cambio fundamental, no solo en su situación ante Dios, sino en su posición y función socio eclesial.28 El cristianismo nace siendo incluyente, a diferencia de la religión judía en donde se pertenecía por lazos consanguíneos y en el caso de los varones eran el pueblo de Dios por la circuncisión, ahora en el Cristianismo se forma parte del pueblo de Dios solo por el bautismo, dado que no había ningún tipo de diferencia el papel de la mujer cambiaba drásticamente, pues ahora puede ser considerada como Pueblo de Dios, es por eso que por medio del bautismo Gál 3:28 llegó a ser una declaración bautismal, pues ahora en Cristo los varones judíos: “Debían abandonar la idea del privilegio de ser el pueblo escogido por Dios, también los amos tenían que renunciar a su poder sobre los esclavos, y los maridos a los que tenían sobre sus esposas e hijos…la conversión al movimiento cristiano significaba también para los hombres la renuncia a sus prerrogativas religiosas”.29

Elsa Tamez, “Pautas hermenéuticas para comprender Ga. 3.28 y 1 Co. 14.34”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 15, 1993, pp. 9-18. 24 Introducción a la carta a los Gálatas, en Biblia Isha. La mujer según la Biblia. Sociedades Bíblicas Unidas, p. 1369. 25 Ibíd. 26 E. Schüssler Fiorenza, En memoria de ella: una reconstrucción teológico-feminista de los orígenes del cristianismo. Bilabao, Desclée de Brouwer, 1989, p. 259. 27 Leciane Goulart Duque Estrada, “Ocurre en Brasil”, en Mundo Reformado, op. cit., p. 31. 28 E. Schüssler Fiorenza, op. cit., p. 259. 29 Ibid. 23

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Los privilegios masculinos ya no eran válidos para los nuevos cristianos, en la medida en que los varones renunciaban a la exclusividad de algunos privilegios de religión, los gentiles y por supuesto también las mujeres podían ejercer distintas funciones de autoridad en la iglesia naciente. San Pablo habla en esta carta sobre la justificación por la fe lo cual abre un espacio a la libertad donde no hay más discriminación por la ley, afirma de esta manera la justicia sexual y social que surge en la nueva creación en Cristo, todo tipo de discriminación e injusticia llega a su fin con Cristo. “Dios no hace acepción de personas” (Gál 2.6). Esta buena noticia abre un panorama esperanzador para las mujeres desde el inicio del cristianismo hasta nuestros días, esta es la nueva vida en Cristo, la esperanza de la libertad en Cristo. Dios nos ha llamado a la salvación, nos ha llamado a ser parte de su cuerpo del cuál Cristo es la cabeza, Dios nos concede a todos hombres o mujeres los dones del Espíritu Santo, nos hace siervos y siervas y nos invita a proclamar el Evangelio del Reino de Dios. Si Dios no hace distinción de personas por su género ¿Por qué habremos de hacerla nosotros los seres humanos? Los seguidores de Cristo tenemos el deber de tratar con justicia a los demás, sin discriminar, sin excluir, no importa la raza, clase social o género, recordemos lo que dice Lamentaciones 3:36 (TLA): “Violar los derechos humanos es algo que Dios no soporta”. ¿Qué es necesario ser para poder participar de la gracia de recibir un don de Dios? El pasaje deja claro que no importa la raza, el status social y el género; el único requisito para poder tener acceso a los dones es ser parte del Cuerpo de Cristo, es decir, de la Iglesia por medio del bautismo cristiano. No es necesario ser varón para recibir la gracia de la ordenación, ¿Acaso lo que nos salva es que Jesús fuera masculino o el hecho de que asumiera nuestra humanidad?30 Para el apóstol Pablo “la igualdad radical de varones y mujeres se debe a que (somos) iguales ante Dios: (somos sus hijas e hijos) en el Hijo. La ley judía que establecía distinciones entre varones y mujeres ante Dios, y por tanto los hacía radicalmente distintos, ha quedado derogada por Dios en la muerte y resurrección de Jesucristo”.31 No podemos, ni debemos buscar el dominio de alguno de los géneros sobre el otro, al contrario, debemos sujetarnos mutuamente; varones y mujeres en amor, como dice Efesios 5:21: “Someteos unos a otros en el temor de Dios”, para que de esta forma el servicio a nuestro Dios sea en todo fructífero, prosperado y al vivir un evangelio inclusivo logremos ser sal y luz de esta tierra. No toca a los varones llamar al servicio a las mujeres, el llamamiento que desemboca en la ordenación es siempre y será una gracia, Dios mismo es quien la confiere a hombres y mujeres según su soberanía para que la ejerza según su voluntad y a los varones les corresponde reconocer el llamamiento que el Espíritu Santo confiere también a algunas mujeres para ser pastoras.32 Las mujeres y los varones somos parte de esta Iglesia que es el cuerpo de Cristo, ambas partes hemos sido rescatadas por la Sangre de Cristo y Dios nos ha bendecido con su Espíritu Santo, otorgándonos por gracia dones y ministerios por ejercer. “Gálatas 3.28 no ensalza la masculinidad, sino la unicidad del cuerpo de Cristo, la iglesia, (es el espacio) donde son superadas todas las divisiones y diferencias sociales, culturales, religiosas, nacionales y sexuales y donde todas las estructuras de dominación son rechazadas”.33 2. El “silencio ministerial” o “litúrgico” de las mujeres promovido en circunstancias particulares (I Co 11 y 14), se aplicó en un determinado momento histórico particular, porque el Espíritu Santo no hace acepción ni clasificación de las personas para manifestarse.34 Entre la carta de Gálatas y 1 Corintios existe una gran diferencia, pues mientras la primera afirma la libertad en Cristo, en la segunda el apóstol Pablo señala puntualmente algunos de los problemas morales y litúrgicos en los que los corintios se encontraban. La interpretación de estos pasajes debe hacerse en el contexto del conjunto del

30 Suzanne

Tunc, También las mujeres seguían a Jesús. Santander, Sal Terrae, 1999, p. 155. Véase el artículo de José Ramón Busto Saiz, “San Pablo y las mujeres de Corinto. ¿Fue Pablo antifeminista?”, en Sal Terrae, revista teológica pastoral, marzo de 1993. p. 220. 32 J.L. Velazco, op. cit., p. 12, énfasis agregado. 33 E. Schüssler Fiorenza, op. cit., p. 269. 34 Probablemente los capítulos 7 al 15 de 1 Corintios sean la respuesta de San Pablo a la carta que los de Cloé, Estéfanas, Fortunato y Acaico le llevaron a Pablo en Éfeso. Esta carta se perdió y solo tenemos la respuesta de S. Pablo. Véase el artículo de José Ramón Busto Saiz, San Pablo y las mujeres de Corinto. ¿Fue Pablo antifeminista? En Sal Terrae, op. cit. pp. 211-221. 31

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mensaje cristiano y, desde luego, en ningún caso, aislando el texto del contexto o tomando el texto como pretexto. San Pablo sostiene: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” 1Cor. 11.3 Muchas veces el vocablo kefalh se ha interpretado erróneamente usándolo como excusa para afirmar que la mujer está bajo las órdenes y autoridad del varón. Según nuestro contexto cultural mexicano “la cabeza” es aquel que da órdenes, es el principal y a quien se deben sujetar los subordinados, sin embargo, el contexto del N.T. es otro muy distinto kefalh es aquel quien ama hasta el grado de dar la vida por otros, es quien sirve en amor, es el que muestra un amor sacrificial. Lutero decía de Cristo como cabeza: “Yo soy la cabeza, yo quiero ser el primero que se entrega por vosotros, quiero hacer común para mi vuestro sufrimiento y vuestra desgracia, y llevarlo en vez de vosotros”.35 Efesios 5:23 y 25b lo confirma: “Porque el marido es la cabeza de la mujer, así como Cristo es la cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él su Salvador…así como Cristo se entregó así mismo por ella”. En este sentido: “…la figura retórica kefalh no indica que la mujer esté en una situación de inferioridad en cuanto al hombre, ni que su forma de honrar a Dios sea sólo a través de su marido como si sólo él tuviera relación directa con Dios…la figura retórica de cabeza se usa para señalar una relación que debe ser honrada y que sirve para ilustrar la exhortación a las mujeres en cuanto a su participación activa en el culto de forma digna y decente”.36 Katherine M. Haubert también le da el sentido de fuente de vida o naciente de río, menciona: “kefalh se usa metafóricamente en el N.T. en una variedad de situaciones que le dan cierta flexibilidad conceptual, pero siempre incluye la idea de servirle al cuerpo”.37 Es posible también que kefalh signifique origen, como comenta José Ramón Busto: “Cada una de las nueve veces que aparece…el término significa tres veces “origen” (v.3), tres veces “cabeza” (v.4, 5 y 7), y tres veces el conjunto de la persona (v.4, 5 y 10)…Lo que nunca ocurre en griego bíblico solo en el profano es que kefalh signifique autoridad. Es un semitismo del hebreo r’s. Aquí Pablo juega con las diversas acepciones de un término para dar una respuesta exegética que resuelva un problema, planteado en la comunidad de Corinto, que tiene algo que ver con la “cabeza” de las mujeres”.38 El texto no debería interpretarse como una cadena de mando, si se interpreta kefalh por una de sus acepciones que es “origen” el texto podría leerse o interpretarse de la siguiente manera: primero en la creación el hombre vino de Cristo (Jn.1.3, 10; 1Co.8.6). Después de la creación del hombre, la mujer se formó del varón (Gn.2.22). Luego más tarde, en el plano histórico, Cristo vino de Dios para vivir entre los hombres (Jn.1:14)…El origen del hombre fue Cristo; el origen de la mujer fue el hombre, y el origen de Cristo fue Dios…1ª. Cor. 11: 8 y 12 afirman explícitamente que la mujer vino del hombre enfatizando el origen. Otro tema que causa controversia es el uso del velo, avanzando sobre el texto encontramos que en todo el pasaje no se usa nunca la palabra kalumma (Velo). Es hasta el v.15 que aparece peribolaion, que puede significar, envoltura, manto, vestido y también velo. En el pasaje se utiliza con frecuencia akatakalupton, algunos traducen sin velo, pero como hace referencia José Ramón Busto, en griego bíblico también significa; despeinada, desgreñada o desmelenada,39 es decir que no lleva recogido el cabello con cintas o diademas lo cuál en el mundo judío era considerado como indecoroso. En la cultura griega las mujeres acostumbraban usar el cabello recogido con cintas o diademas, las seguidoras de Dionisio soltaban sus cabellos en las participaciones culticas a este dios griego.40 En la comunidad de Corintio, los nuevos creyentes al partir el pan o al realizar alguna liturgia desbordaban en manifestaciones del Espíritu como hablar en lenguas, durante este frenesí algunas mujeres de la comunidad se soltaban el cabello y se despeinaban, como ocurría en el culto a Dionisio. Debido a su tradición judía el apóstol Pablo piensa que el despeinarse no es decoroso en un culto. En cuanto a las expresiones de glosolalia San Pablo manifiesta: si no sirven para edificar a la iglesia no deben valorarse demasiado.

35 Véase

Dietrich Bonhoeffer, Sociología de la iglesia. Salamanca, Sígueme, 1969, p. 137. mujer y su autoridad en la nueva creación” en Vida y Pensamiento, vol. 6, núm. 2, 1986, p. 40. 37 K.M. Haubert, La mujer en la Biblia. Implicaciones para liderazgo femenino en la Iglesia. San José, Visión Mundial, 1993, pp. 50-51. 38 “San Pablo y las mujeres de Corinto. ¿Fue San Pablo antifeminista?”, en Sal Terrae, op. cit., p. 215. 39 “Según el Talmud de Babilonia (Gittin 90ª.) salir con los cabellos desgreñados es una inmoralidad del mismo nivel que salir con la espalda desnuda o bañarse con varones” Véase: Sal Terrae, ibíd. 40 Sal Terrae, op. cit., p. 213. 36 “La

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En cuanto al velo es necesario comprender que era una costumbre de las culturas judía y greco-romana, para las mujeres griegas era más decente salir a la calle con la cabeza velada, las solteras no usaban velo, las concubinas lo podían usar pero no en presencia de la primera esposa y las de la clase alta lo usaban en público. Las prostitutas y esclavas nunca lo usaban, las sacerdotisas del templo tampoco.41 Las mujeres casadas usaban el velo como señal de decencia para ser objeto de respeto de los demás hombres, al usarlo según las costumbres griegas se dignificaban a sí mismas y tenía la autoridad de participar en el culto.42 En este contexto debe entenderse que el velo es una forma de expresión cultural, era un atuendo apropiado en todo tipo de acto público que denotaba el estado civil de las mujeres, en nuestra cultura mexicana las mujeres casadas no necesitamos llevar un velo al hacer acto de presencia en público así que no podemos forzar el pasaje e interpretarlo literalmente a nuestra conveniencia. Cuando en 1 Corintios 11:10 San Pablo menciona “Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza”, José Ramón Busto Saiz hace una exégesis muy acertada y comenta: “No existe un solo pasaje en toda la literatura en el que exousia signifique signo de autoridad. Exousia quiere decir capacidad de hacer algo, de ahí que signifique autoridad y también libertad. Así pues, “ ecein epi thz kefalhz” quiere decir “libertad sobre su cabeza”, es decir, “control sobre sí misma”.43 En el contexto del problema de desorden litúrgico del pasaje debemos entender que Pablo se refiere al control que deben tener sobre sí mismas las mujeres que oran, profetizan o hablan en lenguas, pues esto es decoroso. “La exousia del creyente es la libertad de acción, porque la ley como prohibición, y las limitaciones han sido eliminadas por el acontecimiento redentor del espíritu Santo de la libertad;… porque después de la exaltación de Cristo, nada queda ya bajo el poder de los poderes”.44 En el v. 11, el apóstol afirma como parte de la conclusión del pasaje la igualdad entre varón y mujer: “Pero en el Señor ni el varón es sin la mujer ni la mujer es sin el varón” es decir que la mujer y el varón somos de igual condición ante el Señor. San Pablo continua v.12 “porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios”. De ahí pues, que la mujer fue formada de la costilla del varón y el varón nace de una mujer; su madre, entonces ni el varón está sobre la mujer ni la mujer sobre el varón, ambos son de igual condición en Cristo pues proceden de Dios. La subordinación de la mujer al varón es un tema totalmente ausente en este pasaje.45 De igual modo en todo el pasaje no encontramos un texto en donde el hecho de usar velo o el cabello recogido o con diadema se relacione con la subordinación de la mujer al varón[28] 46y mejor aún que esto sea una prohibición para la ordenación de las mujeres. De ninguna manera podríamos basarnos en estos pasajes para afirmar que la mujer es inferior al varón, todo está superado con Cristo, en él se inicia una nueva creación. El v. 16 reafirma: “Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre ni las iglesias de Dios” (énfasis agregado). Aunque en algunas ocasiones el apóstol Pablo les dijo a las mujeres que guardaran silencio como en (1 Cor 14:34-35)47 fue porque el trasfondo cultico de las mujeres de la Iglesia de Corinto era conocido por lo ruidoso, de sus expresiones religiosas, las personas interrumpían el servicio religioso, incluían gritos, había confusión y se necesitaba el orden divino,48 Pablo se vio en la necesidad de prohibir a las mujeres hablar o enseñar en la congregación debido a que las mujeres de ese lugar en particular no tenían la formación para hacerlo,. Otra hipótesis muy aceptada es la que presenta la teóloga mexicana Elsa Tamez: “Pablo al referirse a las mujeres gunaikez no se refiere a todas las mujeres, sino solo a las mujeres casadas… gunaikez…puede traducirse como esposas. Esto se deduce porque en el v. 35 ellas que deben guardar silencio en el culto, han de preguntarle a 41 Vida

y Pensamiento, op. cit., p.34 y Pensamiento, op. cit., p.40 43 Sal Terrae, op. cit., p. 217 44 L. Coenen, E. Beyreuther, H. Bietenhard, Diccionario teológico del Nuevo Testamento. Salamanca, Sigueme,1999, Vol. II, p. 393. 45 Sal Terrae, op. cit., p. 220. 46 Sal Terrae, op. cit., p. 216. 47 Es muy probable que el pasaje sea una interpolación, o sea una inclusión posterior que bien pudo ser una anotación al margen , hecha por algún lector al final del primer siglo, puesto que hay una contradicción entre este pasaje y 1 Co. 11:5 véase: RIBLA, op. cit., pp. 9-18. 48 K.M. Haubert, op. cit., p. 75. 42 Vida

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sus esposos en privado, si quieren aprender (y por supuesto solo a mujeres casadas cuyos esposos estén presentes en el culto)”.49 Pero este silencio era momentáneo mientras aprendían a comportarse litúrgicamente, no definitivo, incluso; el principal motivo de Pablo al escribirles es orientarles hacia la vida cristiana en libertad ordenada y testimonial.[32] 50Este grupo de nuevas creyentes deseaban aprender y adorar a su Señor y Salvador, para lograrlo debían momentáneamente guardar la compostura en el culto, controlar sus expresiones litúrgicas, autocontrolarse y discutir sus preguntas en casa con sus esposos (las que los tuvieran y fueran casadas). Lamentablemente se ha tomado esta porción de la escritura para prohibir la ordenación de las mujeres a los distintos ministerios y se dejan de lado textos como 1 Co.11.5 “Toda mujer que ora o profetiza”, v. 26 “Cuando os reunís cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación” o el v. 31: “Podéis profetizar todos”. Pablo resalta que para orar o profetizar solo es necesario hacerlo dignamente. El único requisito que marca el apóstol es el mismo para varones y mujeres “Hágase todo decentemente y con orden” (1 Co 14.40). En el caso de una mujer profeta de las comunidades paulinas, presidian la asamblea que se reunía en su casa y como menciona Suzanne Tunc: “¿No es lógico pensar que pudo presidir, en su calidad de presidenta de la asamblea, la acción de gracias eucarística de la comida del Señor?…Cuando las mujeres fueron convertidas, fueron también las que transmitieron el Memorial del Señor ¿Por qué no iban a presidirlo?… Todavía no existían los ministerios y pronunciar la acción de gracias (la eucaristía) debía parecer natural a los nuevos convertidos”.51 Es preciso resaltar que también el mismo Pablo junto con Priscila y Aquila fueron los fundadores de la Iglesia de Corinto en su segundo viaje misionero (Hechos 18) Si Pablo hubiera estado a favor del silencio de las mujeres en la congregación no hubiera permitido que una mujer colaborara con él levantando esta iglesia. San Pablo estaba a favor de los ministerios femeninos, llamó a las mujeres amigas, sustentadoras de la obra, apóstolas, colegas, evangelistas y les encargó ser portadoras de la autoridad profética, (Rom.16). A diferencia de Gálatas 3:28 que es un texto normativo, 1 Co.14.34-35 es un texto circunstancial y debe estudiarse de esta manera. En el v.34 San Pablo usa la palabra “sujetas”, aunque no se menciona a quién deben estar sujetas. Es muy posible que San Pablo se refiera a que las mujeres estén sujetas al orden en el culto, en el v. 32 les pide lo mismo a los profetas, que estén “sujetos”, ambos varones y mujeres sujetos para promover un ambiente cultico de respeto, de decoro y de orden. El apóstol continúa: “como también la ley lo dice”. ¿A qué ley se refiere? Es muy probable que se refiera a las leyes judías, griegas y romanas que existía en esa época para controlar las expresiones extáticas y litúrgicas de las mujeres.52 Ante estos pasajes controversiales, cabe también la pregunta: ¿cuál es la enseñanza total de la Palabra, y en específico de los evangelios? La discriminación que la mujer ha sufrido al ser relegada de los ministerios a los cuáles Dios le ha llamado a través del Espíritu Santo, es fruto de una interpretación torcida de las escrituras, una interpretación desde la óptica de los filósofos griegos como Aristóteles. Con tanta marginación ¿Qué habría dicho y hecho Jesús? Los evangelios nos muestran a un Jesús misericordioso, compasivo con los más débiles entre ellos las mujeres. Delante de una cultura que minimizaba, humillaba y cosificaba a la mujer, Jesús se presenta dándole un trato digno de igualdad. La igualdad, el amor, la ayuda mutua y el respeto entre hombres y mujeres que vivió la iglesia de los primeros era una clara respuesta de los primeros cristianos al evangelio de Jesús. El apóstol Pablo dice en 1 Co 12.13-14: “La iglesia de Cristo es como el cuerpo humano. Está compuesto de distintas partes, pero es un solo cuerpo…pero todos fuimos bautizados por el Espíritu Santo para formar una sola Iglesia y un solo cuerpo, a cada uno de nosotros nos dio el mismo Espíritu Santo”. ¿Qué pasa cuando a una parte del cuerpo de Cristo no se le permite ejercer los dones recibidos del Espíritu Santo? Tenemos entonces, un cuerpo que no funciona adecuadamente, un cuerpo atrofiado, cuyos miembros se desarrollan en desproporción. 1 Co 12.6-7, a la letra dice: “Se puede servir al Señor Jesús de distintas maneras, pero todos sirven al mismo Señor. Se pueden realizar distintas actividades, pero es el mismo Dios quién da cada uno la habilidad de hacerlas […] Cuando el Espíritu Santo nos da alguna capacidad especial, lo hace para que procuremos el bien de 49 RIBLA,

op. cit., pp. 9-18. y Pensamiento, op. cit., p. 8. 51 Suzanne Tunc, op. cit., p. 104 52 Katherine Haubert, op. cit., p. 78. 50 Vida

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los demás.” Cuando una mujer es llamada por Dios para desempeñar algún ministerio ordenado en la iglesia y Dios le ha dado ya los dones para servirle, debería ejercerlo con toda libertad pues es Dios mismo quién la está llamando y no los seres humanos, “Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Rom 11:29). 3. La praxis misionera del Apóstol Pablo otorgó la misma importancia que Jesús a las mujeres, éstas pudieron desempeñar los ministerios que el Espíritu Santo les había encomendado con toda libertad, a pesar de la visión patriarcal judía y griega que rodeaba a las iglesias de los primeros siglos. De igual manera hoy día las mujeres pueden ejercer los ministerios a los cuáles fueron llamadas con toda libertad. En ocasiones como comunidades cristianas no encarnamos los valores del Reino de Dios, entre ellos la igualdad y el respeto como lo hizo Jesús, se margina a las mujeres por ser mujeres cuando Jesús no lo hizo, él incluyó a las mujeres en su equipo de predicadoras, de sustentadoras económicas de la obra, las incluye como compañeras para andar con ellos por los pueblos y aldeas y con María Magdalena incluye a las mujeres en su equipo de apóstolas. “Los días siguientes, Jesús fue por muchos pueblos y ciudades anunciando las buenas noticias del reino de Dios. Con Jesús andaban también sus doce discípulos y muchas mujeres.” Lucas. 8:1-2 Los sectores marginados en los tiempos de Jesús eran los niños, los enfermos, lo extranjeros y las mujeres. Jesús durante su ministerio se acerca a estos grupos marginados y así les acerca el Reino de Dios. Los evangelios no dejan lugar a dudas, pues Jesús es, como le llama Gabriel María Otalora, “El mayor defensor de la mujer”. Si Jesús atacaba los vínculos sociales que fortalecían la familia patriarcal, entonces podemos preguntarnos: ¿cuáles son los argumentos que se manifiestan en contra del libre ejercicio de los ministerios femeninos? ¿Niega el texto bíblico tal ejercicio? ¿Es acaso la mujer un ser inferior, pecaminoso, al cual Dios no puede tomar en cuenta para cumplir su soberana voluntad en la Tierra? En el nuevo orden, en la nueva creación, en el tiempo pos pascual Dios escogió a mujeres como María Magdalena para comunicar la noticia del evangelio de la resurrección. Según la ley judía las mujeres no calificaban como testigos sin embargo, los cuatro evangelios coinciden, las mujeres son las primeras testigos de la resurrección, Dios las elige, les da credibilidad aun cuando para su sociedad, para su cultura patriarcal no la tengan, él si se las da y desafía así a los sistemas eclesiales y culturales de la época. “Mas ve a mis hermanos y diles” (Juan 20:17) El término apóstol, el cual se traduce como “apóstol, enviado”, se utiliza para designar a alguien que ha sido enviado directamente por Dios a cumplir con una misión muy importante. La vocación y la misión para el apostolado no provienen de los hombres, sino de Jesucristo y de Dios y es para toda la vida (Ga. 1:1, Ro. 1:5). Recordemos que María Magdalena es llamada Apostola apostolorum, no sólo por ser la primera persona en ver a Jesús resucitado, sino también por ser la primera en recibir la encomienda, el envío a dar la nueva de resurrección del Maestro. Su apostolado cobra aún más autoridad puesto que ella fue educada a los pies de Jesús, al igual que Pablo lo fue a los pies de Gamaliel. Una mujer es enviada a dar las nuevas de la resurrección. María Magdalena ya había caminado con Jesús, posteriormente es testigo de su muerte y resurrección y es enviada a la humanidad para dar la noticia del nuevo orden convirtiéndose así en la “apóstola-apostolorum”. Deberíamos preguntarnos por qué Dios no eligió a un varón para comunicar esta gran noticia, base de nuestra fe. En Hechos 1:21-22 se menciona el requisito para ser apóstol: haber acompañado a Jesús desde su bautismo hasta la ascensión, María Magdalena cumplió con estos requisitos y abre el camino para que muchas mujeres más ejerzan un ministerio al cual fueron llamadas. Las mujeres participaron con sus ministerios en la Iglesia de los primeros siglos, muchas de ellas nombradas en la lista de saludos de Romanos 16 redactada en el año 57 d.C. De las 26 personas citadas por su nombre, 7 mujeres son llamadas por su nombre y dos más por su parentesco, Elisabeth Schûssler menciona al respecto: “Los nombres son judíos, griegos, latinos, hay personas libertas, esclavos, libres, varones y mujeres; pero sobre todo la lista tiene una clara estructura, conforme al rango eclesial. Comienza con Priscila y Áquila y acaba con los saludos a todos los santos”.53 En esta lista tan plural encontramos a Febe a quien el Apóstol Pablo la llama ministra y líder, el término diakonon con que se le designa es un término masculino que denota un uso oficial en la iglesia. Si bien el vocablo diakonon puede tener tres sentidos: servir las mesas, trabajo diaconal, trabajo del ministro o pastor. Las dos

53 Ibid.,

p. 98. 24


primeras interpretaciones no presentan mayor problema. La gran dificultad aparece cuando se usa el vocablo para darle el sentido de ministro, dándole a Febe la función de una pastora o ministra de la Iglesia…54 Pablo usa el término diakonon para llamar a Febe al igual que lo hace con Apolo, Timoteo, Tíquico y Epafras, por tanto el trabajo que realizaba Febe era el mismo y al mismo nivel que el que realizaban estos varones, estimados por Pablo y las Iglesias. Febe fue comisionada por el mismo Pablo para viajar de Cencrea hasta Roma y explicar la complicada carta a los Romanos: “sólo una persona del alto rango, con funciones prominentes de dirección podía llevar a cabo esta importantísima misión. Según la costumbre de aquel tiempo las cartas que recomendaban al portador daban a entender que él o ella manejaban bien el contenido de la carta y podían explicarlo”.55 Febe era una ministra y como ministra ejercía todas las funciones ligadas al ministerio como predicar, enseñar56 y hasta ministrar los sacramentos, como lo menciona Eliseo Pérez Álvarez: “El diaconado en la Edad Apostólica no estaba limitado a las funciones materiales con las que estamos acostumbrados a entenderlo, por ejemplo, servir las mesas significaba nada menos que impartir la eucaristía, función que Febe tuvo a su cargo”.57 La palabra diakonon no aparece en Hechos 6 donde se habla del servicio a las mesas.58 Podemos observar que cuando aparece el nombre de una mujer asociado a un título eclesiástico, los traductores tienden a minimizar el oficio y en lugar de traducir por ministro como normalmente traducen cuando se trata de titulares varones, lo traducen por diaconisa. No debemos pasar por alto los hechos históricos, efectivamente existieron diaconisas ordenadas en la iglesia de los siglos I al III d.C. La Didascálica III, 12, 1-3[41] menciona que las diaconisas como ministerio ordenado existieron en la Iglesia de Oriente en Siria, su función era ayudar a los obispos en el bautismo de las mujeres y la instrucción de las mismas en las casas, se justificaba el ministerio ordenado recordando que Jesús también fue servido por mujeres, de esta forma les llamaron diaconisas a todas las mujeres que seguían y servían a Jesús. Suzanne Tunc59 en esta importante investigación señala que las diaconisas recibían una verdadera ordenación y formaban parte del clero como lo demuestran las constituciones apostólicas.60 Pablo también llama a Febe “sustentadora económica de la obra”, prostatiz, aunque esta es una traducción es muy débil según la teóloga Katherine Haubert,61 prostatiz sugiere también ser un tipo de líder de la iglesia o ser alguien a quien se le ha encomendado el rebaño y se preocupa y cuida de él con la autoridad y responsabilidad que esto conlleva; es decir Febe fue una pastora.62 Otra interpretación de prostatiz según la teóloga mexicana Elsa Tamez es: patrona o protectora “el término con sentido legal atribuido a quien defendía a los extranjeros privados de sus garantías. Este era un título de honor y autoridad en la antigüedad, y se refería a personas a las cuales otros se les subordinaban, Pablo reconocía su status de subordinado de Febe”.[46] Aunque también en el N.T. se ha traducido prostatiz por presidir o gobernar, cualquiera de las variantes de la palabra implica liderazgo en la iglesia. Podemos concluir que Febe “fue una mujer muy prominente en la Iglesia de Cencrea con responsabilidades y autoridad”.63 De igual modo encontramos a otra prominente mujer; Junia quien recibe el título favorito de Pablo; apóstol. Pablo la llama apóstol distinguida, compañera en las prisiones, a quien Pablo le reconoce ser mayor que él en el evangelio. Se ha violentado su nombre y se ha hecho una interpretación tendenciosa del nombre de 54 Mundo

Reformado, op. cit., p. 32 Tamez, Las mujeres en el movimiento de Jesús el Cristo. Quito, CLAI, 2003, p.120. 56 María J. Arana, María Salas. Mujeres sacerdotes ¿Por qué no?, reflexiones históricas, teológicas y ecuménicas. Madrid, Publicaciones Claretianas, 1994, p. 89 57 Eliseo Pérez-Álvarez, “Teología de la faena; un asomo a los ministerios cristianos desde la iglesia Apostólica hasta la iglesia imperial”, en Tiempo de hablar. Reflexiones sobre los ministerios femeninos. México, Presbyterian Women- Ediciones STPM, 1997 , p. 66. 58 María J. Arana, María Salas. Mujeres sacerdotes ¿Por qué no?, reflexiones históricas, teológicas y ecuménicas. Madrid, Publicaciones Claretianas, 1994, p. 89 59 Suzanne Tunc., op. cit., p. 118. 60 Eliseo Pérez-Álvarez, “Teología de la faena; un asomo a los ministerios cristianos desde la iglesia Apostólica hasta la iglesia imperial”, en Tiempo de hablar. Reflexiones sobre los ministerios femeninos. México, Presbyterian Women- Ediciones STPM, 1997 , p. 66. 61 K.M. Haubert, op. cit., p. 91. 62 M.J. Arana, op.cit., pp. 89-91. 63 Elsa Tamez, Idem. 55 Elsa

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Junia para traducirlo por el masculino Junias. En un estudio exhaustivo sobre el tema el Pbro. José Luis Velasco M.[48] expone la diferencia entre ambos nombres la cuál radica en el acento normal sobre la i, indicando que es femenino; Iounian y un acento circunflejo sobre la a indicando el masculino Iounian, “los manuscritos más antiguos no contienen ninguna puntuación ni acentos. La acentuación y puntuación empiezan a parecer hasta el siglo nueve o diez”.64 Cabe mencionar que el nombre de Junias no existe en el griego, según Bruce Metzger miembro del comité editorial del Nuevo Testamento en griego.65Lo interesante es que ese nombre masculino no existe en la onomástica griega y sin embargo Junia sí, pues era un nombre romano de mujer muy común, por lo tanto Junia es la lectura más acertada del texto.66 “Antes del siglo XII d.C. no se encuentran evidencias de que el nombre Iounian se haya manejado en los manuscritos del texto referido, mientras que no menos de 250 referencias mencionan el nombre de Iounian”.67 Aceptar que Junia fue una mujer apóstol nos remite a admitir que por lo menos hubo dos apóstolas en la Iglesia de los primeros tiempos; María Magdalena y Junia, sin olvidar la tesis de Abelardo la cual menciona que se consideran apóstolas a todas las discípulas de Jesús pues fueron testigos de su bautismo, muerte y resurrección, lo cual era requisito para ser llamado apóstol según el libro de Hechos.68 Este es el lugar que Jesús dio a las mujeres y el cual gozaron en los tiempos del primer cristianismo. La praxis misionera de Pablo otorgó la misma importancia que Jesús a las mujeres, éstas pudieron desempeñar los ministerios que el Espíritu Santo les había encomendado con toda libertad, a pesar de la visión patriarcal judía y griega que rodeaba a las iglesias de los primeros siglos. Conclusiones Las ideas aquí plasmadas nos ayudan a esclarecer las percepciones de los ministerios realizados por mujeres en la iglesia de los primeros siglos, podemos apreciar de cerca sus ministerios y apreciar la libertad que tenían de ejercerlos, de igual manera nos permite leer el texto bíblico desde otras perspectivas. Con toda humildad presento este ensayo a manera de diálogo y es un profundo deseo de mi corazón que pueda servir en la búsqueda de nuevos caminos para optar por una iglesia inclusiva, donde la discriminación de género sea cosa del pasado y todos y todas realmente seamos miembros del cuerpo de Cristo con los derechos y responsabilidades que esto conlleva. Históricamente hay muchos datos que nos revelan que las mujeres ejercieron la autoridad religiosa en las comunidades cristianas de los primeros siglos. Podemos encontrar inscripciones, epitafios, dedicatorias, pinturas al fresco, documentos lapidarios e iconográficos, etcétera. Ellas ejercieron funciones religiosas como: jefe de sinagoga, madre de sinagoga, ancianas, presbíteras, el sacerdocio y el obispado.69 Puesto que está demostrado que muchas mujeres ejercieron estos ministerios hoy día las mujeres también podemos ejercerlos. El motivo de las discrepancias entre las dos posturas sobre la ordenación de la mujer radica en la manera de interpretar el texto bíblico; una interpretación errónea del texto puede hacernos caer en el pecado de la discriminación, por otro lado ubicar el texto dentro de su contexto nos ayuda a conocer la verdad, a escudriñar las 64 La

Didascalica apostolorum es el nombre de una obra de la literatura cristiana del siglo III, escrita en siríaco, emparentada por su contenido con las llamadas Constituciones apostólicas y la Didaché. Tanto Galtier como Charles, consideran que la redacción original de la Didascálica data del siglo II. No se sabe nada de su autor. Trata principalmente de los deberes de los obispos, del rito de ordenación de los diáconos, de los trabajos encomendados a las diaconisas y los auxilios a dar a cristianos en dificultad. También aborda temas doctrinales como la resurrección, la Pascua, el bautismo y el perdón de los pecados. El texto polemiza con los cristianos que creen que deben seguir la Ley del Antiguo Testamento e invita a los cristianos convertidos del judaísmo a dejar tradiciones y legislación que no sea la del decálogo. 65 Suzanne Tunc., op. cit., p. 118. 66 Las Constituciones apostólicas, cima de las grandes Colecciones apostólicas, pueden datarse en una fecha muy cercana al 380 d.C. en la región de Antioquía de Siria. La obra consta de ocho libros de desigual extensión, que incluyen la Didascálica apostolorum, del siglo III (libros I-VI), la Didaché, del siglo I (libro VII), y la Tradición apostólica, de comienzos del siglo III, pseudoepigráficamente atribuida a Hipólito, así como una versión del siglo IV de los 85 cánones apostólicos/conciliares(libro VIII). Las Constituciones apostólicas son atribuidas a Clemente. 67 K.M. Haubert, op. cit., p. 91. 68 María José Arana afirma: “Ellas no contemplaron pasivamente estos misterios (bautismo, muerte y resurrección de Cristo), sino que, como dice Abelardo, estas santas mujeres, fueron constituidas como apóstoles para los apóstoles, enviadas por el Señor o por los ángeles, todas ellas y no sólo María Magdalena”, M.J. Arana, op. cit., p. 67. 69 M.J. Arana, op. cit., pp. 89-91. 26


escrituras y a alcanzar la libertad del evangelio para la bendición del Cuerpo de Cristo el cual en nuestra INPM representa más de un 80%. Por gracia divina las mujeres hemos sido llamadas a ser pueblo de Dios, bautizadas en nombre del Padre del Hijo y del Espíritu y recibidas también como miembros en plena comunión de la INPM. Por lo tanto al ser parte del cuerpo de Cristo debemos ser tratadas con equidad y justicia. Cristo libera nuestras culturas de prejuicios de tal manera que el patriarcalismo queda superado. Como cita la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas en la sección de Justicia y género de las resoluciones finales: “La verdadera unidad no puede realizarse en un contexto donde no es reconocido el llamado de Dios a las mujeres para actualizar sus dones en el ministerio de la Palabra y de los sacramentos”. Hacemos, pues, una llamado a los representantes de sínodos y presbiterios para reflexionar y guardar la unidad y la paz de la iglesia. Pretender que el Espíritu no puede jamás llamar a los ministerios ordenados a las mujeres ¿No significa acaso pretender imponer al Espíritu lo que debe o no hacer? Es Dios quien en su soberanía llama a hombres y mujeres a servirle. Y los seres humanos no pueden ignorar ni negar el llamado que a través del Espíritu Santo Dios hace a las mujeres. Que el Espíritu de Dios siga animando a las mujeres y varones que han sido llamados por él a servirle, que nos siga dando fortaleza, que nos siga dando fe en medio de la desesperanza y nos de sabiduría para seguir proclamando el evangelio del Reino de Dios y su justicia guiándonos siempre a la verdad (Jn.16.13). Dios nos llama a hombres y mujeres por igual a servirle plena y libremente, y nosotras como mujeres solo deseamos hacer su voluntad y que esta sea una realidad en nuestra amada INPM. Oponerse a la ordenación de las mujeres es oponerse a la voluntad Dios, esto significa estorbar y entorpecer los planes y designios del Señor, y la labor del Consolador. Dios nos guarde de cometer tal pecado. “El llamado de Dios al ministerio de la iglesia nadie lo puede evitar, nadie puede detener la obra del Espíritu Santo”.70 Por una iglesia reformada siempre reformándose. Bibliografía Libros AQUINO, María del Pilar. Entre la indignación y la esperanza. Teología feminista latinoamericana, Bogotá, Indoamerican Press Service, LTDA, 1998. AQUINO, María del Pilar y TÀMEZ, Elsa. Teología feminista latinoamericana. Quito, Pluriminor.1998. ARANA Ma. José, Salas María. Mujeres sacerdotes ¿Por qué no?, reflexiones históricas, teológicas y ecuménicas, Madrid, Publicaciones Claretianas, 1994. BONHOEFFER, Dietrich. Sociología de la iglesia. Salamanca, Sígueme,1969. COENEN, L. E., et al., Diccionario teológico del N.T. Salamanca, Sigueme,1999, Vol. II. HAUBERT Katherine M. La mujer en la Biblia. Implicaciones para liderazgo femenino en la Iglesia., San José, Visión Mundial, 1993. JO Torjesen Karen. Cuando las mujeres eran sacerdotes, El liderazgo de las mujeres en la Iglesia primitiva y el escándalo de su subordinación con el auge del cristianismo. Córdoba, El Almendro, 1996. MADIGAN, Kevin y OSIEK,Carolyn. Mujeres ordenadas en la iglesia primitiva, una historia documentada. Estella, Verbo Divino, 2006. PÉREZ-ÁLVAREZ, Eliseo, “Teología de la Faena; un asomo a los ministerios cristianos desde la iglesia Apostólica hasta la iglesia imperial”, en Tiempo de hablar. Reflexiones sobre los ministerios femeninos. México, Ediciones, STPM- Presbyterian Women, PCUSA, 1997. STEGEMANN, E.y W. Stegemann. Historia Social del cristianismo primitivo. Los inicios en el judaísmo y las comunidades cristianas en el mundo mediterráneo. Estella, Verbo Divino, 2001. SCHÜSSLER FIORENZA, Elisabeth, En memoria de ella: una reconstrucción teológico-feminista de los orígenes del cristianismo. Bilabao, Desclée de Brouwer, 1989. TAMEZ, Elsa. Las mujeres en el movimiento de Jesús el Cristo. Quito, CLAI, 2003 TUNC, Suzanne También las mujeres seguían a Jesús. Santander, Sal Terrae, 1999.

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Palabras de la Pbra. Miriam Ofelia Ortega. El Faro, julio-agosto, 1988. p.130. 27


Revistas Busto Saiz, José Ramón. “San Pablo y las mujeres de Corinto. ¿Fue Pablo antifeminista?”; en Sal Terrae, revista teológica pastoral, marzo de 1993. Cervantes-Ortiz, Leopoldo, “Teología y ordenación de las mujeres en la iglesia: Tradición, conversión y cambio”, en Lupa Protestante, enero de 2011. Rodríguez, Raquel, “La mujer y su autoridad en la nueva creación”, en Vida y Pensamiento, vol. 6, núm. 2, 1986, p. 40. Tamez, Elsa, “Pautas hermenéuticas para comprender Gá 3.28 y 1 Co 14.34”, en RIBLA, núm. 15, 1993, pp. 918. Velazco Medina, José Luis, “El lugar de la mujer cristiana en la iglesia: Consideraciones sobre la ordenación de la mujer con vocación al Santo Ministerio de la Palabra de Dios y al pastorado” (inédito), México, D.F., 2010.

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TESIS BÍBLICO-TEOLÓGICAS SOBRE LOS MINISTERIOS DE LA MUJER EN LA IGLESIA Emmanuel Flores-Rojas Tesis 1 La doctrina de la imago Dei (Gn 1), aplicada a hombres y mujeres, tiene implicaciones directas en los órdenes ministeriales de la Iglesia. Toda mi vida he oído que la aceptación de mujeres predicadoras era un tímido acomodo al feminismo. Sin embargo, la exclusión de la mujer del ministerio, es realmente un acomodo pecaminoso a una cultura que no difiere mucho de la judía, dominada por el varón, que Jesús vino a abolir. No es que el feminismo esté afectando a la iglesia, es que la iglesia ha permitido a la cultura privarle de la obra redentora de Cristo es pro de la mujer. DAVID JOHNSON71

Preámbulo Empezamos nuestra tarea teológica con ese epígrafe que nos permite dilucidar un tema que causa todavía hoy, mucha controversia dentro de las filas de la Iglesia Presbiteriana mexicana. Caminaremos en caminos sobre los que otros han andado ya, y en cuyo encaminamiento han dejado huellas indelebles. Pero este nuestro andar si bien es cierto que recorre las mismas sendas otrora andadas por aquellos que nos han precedido en el trabajo teológico y eclesiástico, significa también y por ello mismo, un enjuiciamiento que haga posible abrir nuevos horizontes de sentido sobre lo ya pensado y vivido. Caminar sobre caminos ya andados nos permite nutrirnos de la rica tradición que nuestros Padres en la fe, —a los que como bien dice Karl Barth, les debemos honra y respeto— han contribuido a forjar. Pero también y del mismo modo, nos permite recrear y repensar eso que ellos ya han dicho, para así responder en este nuestro presente, a este horizonte que se nos abre y demanda un compromiso de nuestra parte, horizonte que nosotros hemos de llenar de sentido. Por ello, dado que no se escoge ser ministro de Jesucristo, como escogeríamos ser licenciados en tal o cual materia, maestros, ingenieros, arquitectos, etc. Sino que se es ministro esencialmente por un designio de Dios, por un llamamiento santo de Dios; por una vocación personal, sí, pero operada por el Espíritu Santo; debemos preguntarnos si es verdad que el ministerio ordenado está reservado única y exclusivamente al varón; en tanto que a la mujer le está negado por completo “por designio divino”. Como Iglesia Presbiteriana perteneciente a la rica tradición reformada, debemos responder a la cuestión de si Jesucristo, en tanto, Señor de la Iglesia, escoge solamente a varones, a hombres, para que sean éstos quienes ministren dentro de la Iglesia de una forma ordenada, mientras que la mujer tenga un lugar secundario dentro de la misma. Aquí es importante resaltar que la deseada ordenación de la mujer no es buscada como un derecho, tampoco como una obligación de la iglesia para con las mujeres y ni siquiera como un privilegio, menos como resultado de la lucha a favor de la igualdad de las mujeres y los hombres, sino como una manifestación de “la multiforme gracia de Dios” (1 P 4:10). Porque todo en la iglesia es gracia. Von Allmen comenta acertadamente: “Se aborda muy mal el problema [de la ordenación de las mujeres] tratándolo desde el ángulo de los derechos que se reivindican. Nadie, ni hombre ni mujer, tiene el derecho de ser pastor. Esto es siempre una gracia…”.72 Puesto que las órdenes ministeriales son una gracia de Dios es importante que reflexionemos sin embargo, sobre lo siguiente: Dado que se es “llamado por Dios” al ministerio, no se elige ser ministro tal como se opta por una profesión. Se debe recibir el llamado y la iglesia debe confirmar el llamado. La cuestión es, pues, si Dios llama a las mujeres, tal como hace con los hombres, a ser ministros en su nombre… Dejemos que quienes tienen escrúpulos que sólo consideren lo que ha costado a la iglesia no servirse de los talentos de la mujer. Cualquiera puede consultar el libro de los himnos y ver lo que las poetas… han enseñado a cantar al pueblo de Dios. Que luego pregunte qué significaría si a

Cit. por Loren Cunningham, David Joel Hamilton y Janice Rogers, ¿Por qué no a la mujer? Una nueva perspectiva bíblica sobre a mujer en la misión, el ministerio y el liderazgo. Seattle, JUCUM, 2003, p. 23. 72 J.J. von Allmen, Ministerio sagrado. Estudios de teología ecuménica. Salamanca, Sígueme, 1968, p. 139. 71

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esas mujeres se les permitiera pasar del relativo anonimato de los himnos a la plena visibilidad de la que han gozado los hombres en la iglesia como evangelistas, predicadores y maestros.73

Las objeciones a la ordenación de las mujeres al santo ministerio, no son un asunto nuevo en la vida de la Iglesia, de hecho, ni siquiera son un capítulo cerrado al interior de la misma, y ciertamente es un asunto que enciende toda clase de sentimientos encontrados, desde los de rechazo obcecado, hasta los de plena aceptación. Unos y otros esgrimen pros y contras, unos y otros creen tener la razón, unos y otros fundan su conclusión —dicen— en la autoridad de las Sagradas Escrituras, unos y otros presentan ejemplos bíblicos, históricos, teológicos,74 etc. Sin embargo, todavía hoy en buena medida, la Escritura es leída desde una postura dogmática, que muchas veces la despoja de su verdadero sentido o se cometen anacronismos fatales en aras de un pretendido respeto al texto sagrado. Pero a pesar de eso, como Iglesia estamos llamados constantemente a repensar lo pensado, a reactualizar el mensaje bíblico y sobre todo, a responder de una forma eficaz y pertinente a las grandes transformaciones de nuestro tiempo. Sobre todo, porque una iglesia que no se reforma termina deformándose. En el pasado quizá no haya sido necesario abordar este tema del todo escabroso, pero ya va siendo hora de que en verdad nos cuestionemos sobre el papel secundario que le ha sido dado a la mujer dentro de la Iglesia, y si ese papel debe ser actuado del mismo modo por nuestras hermanas. Como Iglesia Reformada, estamos impelidos necesaria e indefectiblemente a entrar a una dinámica de constante reforma, buscando la voluntad de Dios también para nuestros días. Es bien sabido que la reforma de la iglesia no está del todo acabada, en tanto que la comunidad creyente está llamada constantemente a preguntarse no sólo sobre la eficacia de su actuar en el mundo, sino sobre todo, a responder acerca del testimonio que está dando de Jesucristo endógena y exógenamente, en medio de un mundo que cambia constantemente. Ahora bien, todo cambio, toda reforma, al interior de la Iglesia, debe hacerse necesaria y exclusivamente, sobre la base de que la Biblia es el canon, es decir, la regla que ha de normar necesariamente el ser de la Iglesia en el mundo. Es ella como palabra de Dios, la que nos ha de conducir a tomar los derroteros correctos en toda cuestión de fe y práctica. Ella ha de encaminarnos siempre por el sendero correcto. Por ello, nuestra dilucidación acerca del ministerio ordenado de la mujer ha de apelar necesariamente a la autoridad primaria y última de la Sagrada Escritura. Dejemos pues, que sea ella, quien nos hable, ya que el mensaje de la Biblia no está agotado. El texto bíblico se abre a nosotros dándonos la posibilidad de escuchar lo todavía no dicho y en espera de ser escuchado. Vayamos una vez más, a esa veta, para descubrir lo que ella tiene que decirnos en cuanto a la ordenación de la mujer a los tres oficios de la iglesia. Si es cierto que el hombre y la mujer, gozan del mismo favor y de la misma igualdad delante de Dios, debemos preguntarnos entonces por qué razón no hay igualdad de oportunidades en el liderazgo y en la toma de decisiones dentro de la iglesia presbiteriana de México para nuestras compañeras mujeres. 1. ¡Sola Scriptura! Quienes estamos convencidos de la ordenación de las mujeres a los tres oficios de la Iglesia (diaconado, ancianato y pastorado) reconocemos la autoridad suprema de las Sagradas Escrituras en cuestiones de fe y práctica, por lo que deseamos ser también nosotros fieles a la revelación divina. Asimismo, suscribimos las diversas y variadas Confesiones de fe calvinistas que configuran nuestro pensamiento reformado. En ese sentido, una de las notas características del confesionalismo reformado es aquella que sostiene que las Escrituras, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento son igual de autoritativas para los creyentes, en tanto que ambos Testamentos contienen la totalidad de la revelación bíblica. Por ello, en la presente ponencia se problematizara el tema de la ordenación de la mujer desde la doctrina veterotestamentaria de la imago Dei. No es necesario decir que casi la totalidad de la discusión en torno a la posible ordenación femenina se ha centrado básicamente en los estudios y análisis del Nuevo Testamento, como si el Antiguo Testamento no tuviera nada que decir en la actual coyuntura histórica y teológica. Así pues, es necesario acudir a los textos veterotestamentarios para encontrar también en ellos, las orientaciones que guíen nuestro estudio sobre lo Paul. K. Jewett, citado por Páraic Réamon en la Introducción de Mundo Reformado, vol. 49, números 1 y 2, “Las mujeres y el ministerio ordenado”, ARM, Ginebra, 1999, p. 1 74 Para un ejemplo en contra de la ordenación de la mujer, véase el libelo de Bernabé V. Bautista Reyes, La ordenación de las mujeres. Desde una perspectiva bíblica, histórica y teológica. México, Manantial, 1988. 73

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femenino y lo masculino; y, en última instancia sobre lo humano, puesto que el tema de la imago Dei cae invariablemente en el campo de la antropología teológica. Hay que rescatar por tanto el tema de la teología de la encarnación, ya que “una teología de la encarnación o embodiment, recupera para la agenda feminista y para el discurso teológico la importancia de la realidad material de las mujeres condenadas al olvido precisamente por ser objeto de seducción, encarnación del mal y fuente de innumerables tabúes y prohibiciones”.75 Uno de los lemas de la Reforma del siglo XVI fue Sola Scriptura, siendo uno de los principios fundamentales del protestantismo, que dicta que sólo la Biblia y solamente ella es el criterio de la verdad cristiana para los creyentes. Pero no debemos olvidar que los reformadores entendieron ese principio regulador también como Tota Scriptura, es decir, toda la Escritura como norma de interpretación, ya que ella es intérprete de sí misma. Ante esta realidad tenemos que preguntarnos con mucha seriedad cómo debemos resolver las cuestiones acerca esa verdad, sobre todo, cuando los textos bíblicos no son lo bastante claros al respecto, resultan controversiales, o cuando la Biblia habla con más de una voz sobre el mismo tema. En este sentido, los números 1 y 2 del volumen 49 de Mundo Reformado, revista oficial de la entonces ARM (Alianza Reformada Mundial), titulado Las mujeres y el ministerio ordenado, se comentaba lo siguiente: Cuando planteamos la cuestión de la ordenación de las mujeres para el ministerio de la palabra y el sacramento, o en sentido más general, de la relación correcta entre hombres y mujeres en la iglesia y en la sociedad, ¿escuchamos a Génesis 1, cuando Dios crea tanto al hombre como a la mujer a imagen de Dios? ¿o a Génesis 2, que al menos permite, si bien no implica, la subordinación de las mujeres a los hombres? ¿Estamos del lado de los gálatas, que rechazan las divisiones entre judíos y gentiles, varón y mujer, esclavo y libre? ¿o con la defensa de la “subordinación” hecha por los efesios, los colosenses y las epístolas católicas?76 Resulta que la ordenación de la mujer no debe rechazarse en torno a dos o tres textos paulinos controversiales, que tratan problemas eclesiásticos particulares, para luego universalizarlos sobre la totalidad de la cristiandad, sino que debemos contar con el testimonio general que nos da la Biblia en torno a este punto. 2. La igualdad primigenia Dado que el lugar secundario que tiene la mujer, dentro de la Iglesia, viene dado en buena medida por el trato que el propio varón le da a ésta dentro de la congregación, es razonable pensar, que esta situación se da, por la consideración-concepto que el varón tiene de la mujer. La forma en como el varón ve y considera a la mujer, se traduce en el trato que le brinda no sólo en el hogar, sino también en la Iglesia, y por supuesto en la sociedad. Esta visión particular que el varón tiene de la mujer, nace dentro de un contexto particular mediado por la matriz cultural de la que provenimos. Nuestro hablar y nuestro actuar está condicionado necesariamente por el contexto socio-cultural en el cual nos movemos y somos. Como latinoamericanos estamos condicionados por todo aquel cúmulo de experiencias ancestrales y actuales, de forma que nadie negará que somos el producto de la fusión de al menos, tres distintas culturas; tenemos por una parte toda aquella gama de culturas prehispánicas de la Mesoamérica precolombina, la cultura hispana de los conquistadores, y finalmente también la influencia árabe que llega a nosotros a través de los españoles que estuvieron sometidos a su dominio durante varios siglos. “De esta forma, nuestra propia comprensión está circunscrita en y por un x horizonte dado; en y por una tradición determinada: Occidente. Tal horizonte-tradición, y o bien historia “destinada”, cointegra modelos culturales de comprensión: griego, cristiano, moderno…, y, en la contemporaneidad de nuestro siglo, modelos de carácter existencialista, estructuralista y neomarxista…”.77 Nuestra realidad está articulada e íntimamente relacionada por el contexto latinoamericano en el que vivimos, pero insertados también, en el más amplio horizonte-tradición que es Occidente mismo. El impacto que la sociedad tiene sobre nuestras vidas es claro y evidente en el trato que la mujer recibe en todos los ámbitos de nuestro acontecer diario. Por supuesto, que esto se ve reflejado al interior de nuestras comunidades de fe, donde la Iglesia cual espejo viviente de la sociedad en que está insertada, refleja indefectiblemente usos y costumbres, normas, modelos, criterios, tradiciones y demás productos culturales propios del Occidente Latinoamericano en que estamos. De esta forma, muchas veces la Iglesia misma se ha constituido en cómplice de la injusticia que caracteriza a nuestra sociedad en relación con el estatus que las mujeres tienen al interior de la misma. En buena 75 Sonia

Villegas López, El sexo olvidado. Introducción a la teología feminista. Sevilla, Alfar, 2005, p. 93 Páraic Réamon, en la introducción de Mundo Reformado, p. 1. 77 Manuel Velázquez Mejía, Hermenéutica filosofía genealogía. 2ª ed. Toluca, UAEM, 2002, p. 28. 76

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medida, ese lugar que ellas ocupan está dado por el tipo de teologías que se desarrollaron y se desarrollan en nuestras comunidades cristianas. Teologías que las más de las veces, las han relegado a un segundo plano, donde tácitamente no se afirma ni se dice que sean creyentes de segunda clase, pero que en la práctica se susurra y se piensa. Dichas teologías alienantes-enajenantes, mantienen en un segundo plano a las mujeres, por considerarlas indignas de contar con los mismos privilegios que los varones. En buena medida esas teologías han permitido la proliferación de la injusticia de género para nuestras compañeras mujeres. En este sentido, tenemos un ejemplo clarísimo en el libro de MacDonald, titulado: Cristo amó a la Iglesia: Un Bosquejo de los Principios de la Iglesia Neotestamentaria, donde podemos notar muy bien, ese carácter sexista y machista que ese tipo de teologías-ideologías, le conceden a las mujeres. Dicha obra no es reformada, pero nos sirve para ejemplificar ese lado oscuro y obtuso de muchas de nuestras teologías. También resulta claro, que es una teología ciertamente no latinoamericana, pero cuya obra es leída y aplicada en ámbitos latinoamericanos. Entre sus postulados, esta obra afirma bien, el hecho de que la Iglesia es entre otras cosas: la esposa de Cristo, que es el cuerpo de Cristo, que todos los creyentes son miembros del cuerpo, que todos los creyentes son sacerdotes de Dios, etcétera[8].78 No bien acaba de decir esto último, cuando a continuación dice lo siguiente: “En el Antiguo Testamento sólo cierto grupo de hombres podía aspirar al sacerdocio: los de la tribu de Leví y la familia de Aaron (Éx. 28:1). En la actualidad no hay clase especial de hombres apartados de sus semejantes, con vestimentas señaladas y privilegios particulares. Todos los hijos de Dios son Sus sacerdotes y disfrutan de todos los privilegios y las responsabilidades que acompañan a tal nombre”.79 Parece un discurso “normal” dicho por cualquiera de nuestros pastores y/o líderes, pero el problema radica en el hecho de que, al parecer, el último enunciado designa únicamente a los hombres, como hijos de Dios, en tanto que varones. Este contenido sexista, parece confirmarse, por lo que él mismo escribe en una de sus notas aclaratorias, ahí, hablando de los dones espirituales menciona: “En 1 Corintios 12 los dones son investiduras o habilidades, que no necesitan estar limitadas a ciertos individuos, sino que el Espíritu Santo las puede otorgar a cualquier miembro del cuerpo de Cristo cuando así le plazca. Por ejemplo, cualquier varón cristiano puede “dar una palabra de sabiduría” o una “palabra de ciencia” bajo la dirección del Espíritu…”. 80 Nuevamente podemos notar, esta inclinación, por identificar cualquier miembro del cuerpo de Cristo con cualquier varón cristiano; bajo está lógica no podemos pensar en las mujeres cristianas. Como si las mujeres, no ejercieran también ellas el Sacerdocio Universal, o como si ellas no pudieran ser también utilizadas poderosamente por el Espíritu de Dios, que “sopla por donde quiere” (Jn. 3:8). Los ejemplos respecto al segundo lugar dejado para las mujeres podrían multiplicarse en dicha obra citada, pero basta con leer el apartado que habla sobre “El ministerio de la mujer”, pp. 141ss., para darse cuenta de la tremenda misoginia que caracteriza a estas teologíasideologías. Para efectos del presente apartado sólo tomaremos los ejemplos citados hasta aquí, sin embargo, más adelante abordaremos las ulteriores implicaciones que estas posturas sexistas, tienen para el actual desarrollo de la Iglesia de Jesucristo. Por ello mismo, en este apartado y en los subsiguientes, intentaremos mostrar que al menos desde el punto de vista bíblico-teológico, no es posible fundar cierto tipo de teologías que sigan el mismo camino de relegar a segundo plano a las mujeres. De entrada, en los dos relatos de la creación, el yahvista y el sacerdotal, encontramos siempre una igualdad de condiciones en las relaciones entre varones y mujeres. En ninguno de los dos relatos de la creación encontramos jamás una superioridad de alguno de los dos sexos. El primer relato de la creación (Gn 1:1-2:4a) es de la denominada tradición Sacerdotal (P), una de las características principales de esta fuente es que usa el nombre genérico del Dios de Israel, Elohim, además de que le atribuye el calificativo de El Shaddai, a menudo traducido como Dios Omnipotente, aunque tampoco hay que descartar “el Montañés”. El segundo relato (Gn 2:4b-3:24) es atribuido a la tradición Yahvista (J), esta fuente nombra a Dios Yahvé y lo presenta con rasgos más antropomórficos. La fuente P, puede ser fechada alrededor del siglo VI a.C. (período exílico y pos-exílico); mientras que la fuente J, podría datarse durante los siglos X o IX, en plena monarquía. Empecemos, pues, nuestro pequeño intento de reflexión teológica sobre los textos de la creación del libro de los orígenes por antonomasia, el Génesis. 78 Cf.,

pp. 5ss. El subrayado es mío. MacDonald, Cristo amó a la Iglesia: Un bosquejo de los principios de la Iglesia Neotestamentaria, p. 14. Nuevamente el subrayado es mío. 80 Ídem., p. 15. El subrayado en negritas es mío. 79

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3. Hombre-mujer en el diseño de Dios Si se hace una lectura atenta de los primeros capítulos de la Biblia, pronto se descubrirá que el Génesis narra la Creación en dos relatos particulares y específicos. La revelación divina quiso que la narración de los orígenes viniera dada en dos relatos con énfasis teológicos particulares, que lejos de oponerse entre sí, se complementan mutuamente. El primero de ellos nos trasmite la creación del ser humano como “hombre y mujer” desde el principio. El segundo nos presenta la creación o formación del hombre en etapas cronológicamente diferentes, primero como varón y luego como mujer. “Varón y mujer, son creados, según Génesis 1, en un único acto creador, mientras que en Génesis 2 describe en etapas –cronológicamente diferentes-, la creación primero del varón y posteriormente de la mujer (Gn 2:7-24). Si ambos pasajes se leen ambos (sic) literalmente parecen contradictorios. Sin embargo, la Biblia no se puede contradecir. ¿Cómo salir de esta aparente paradoja?”.81 Para Agustín de Hipona el relato del capítulo dos del Génesis era uno de los pasajes más oscuros de toda la Biblia.82 Con todo, él llegó a afirmar lo siguiente: “Según el Génesis la naturaleza humana en cuanto tal fue creada a imagen de Dios, naturaleza que existe en uno y otro sexo y no permite situar a la mujer aparte, cuando se trata de comprender lo que es imagen de Dios”.83 3.1 El relato sacerdotal (P) de los orígenes (Gen. 1:1-2:4a) Del llamado primer relato de la creación podemos sacar muchas enseñanzas importantísimas para profundizar sobre el tema de la ordenación femenina. Ya que la doctrina de la imago Dei (Gn 1), aplicada tanto a hombres como mujeres, tiene implicaciones directas en los órdenes ministeriales de la Iglesia, como veremos a continuación. La pareja-imagen: varón y mujer “desde el principio” Entonces dijo Dios: “Hagamos al hombre [ser humano] a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y tenga potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y las bestias, sobre toda la tierra y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra”. Y creó Dios al hombre [ser humano] a su imagen, A imagen de Dios lo creó; Varón y hembra los creó. Los bendijo Dios y les dijo: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sometedla; ejerced potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y todas las bestias que se mueven sobre la tierra”. Después dijo Dios: “Mirad, os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, así como todo árbol en que hay fruto y da semilla. De todo esto podréis comer…”. Y fue así. Y vio Dios todo cuanto había hecho, y era bueno en gran manera. Génesis 1:26-29, 30c-31.84 A partir de este primer relato de la creación, que nos habla del ser humano como imagen divina, constituido en la unidad indisoluble de la pareja primigenia, podemos partir para nuestra presente reflexión sobre el estatus de la mujer dentro de la familia, la iglesia y la sociedad. Esta porción de la Escritura, revela un tremendo paradigma de igualdad para el hombre de todos los tiempos, pero de forma especial para nosotros que estamos sumergidos en una sociedad machista y androcéntrica. En primer lugar, nos encontramos con la frase “Hagamos…”, muchos han querido ver en esta frase una revelación del ser de Dios en la Trinidad, como algunos Padres de la Iglesia lo intuyeron ya, en los albores del Blanca Castilla de Cortázar, ¿Fue creado el varón antes que la mujer? Reflexiones en torno a la antropología de la Creación. Madrid, Rialp, Madrid, 2005, p. 49. 82 Ibid., p. 32. 83 Cit. por B. Castilla de Cortázar, p. 40. 84 Es preferible la siguiente traducción, porque ella mantiene el plural “que ellos dominen” y no el singular “tenga potestad” de RV. “Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que ellos dominen los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los reptiles. Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios y les dijo Dios: Crezcan, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que reptan sobre la tierra” (Gn 1:26-28). L. Alonso Schökel y Juan Mateos. 81

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cristianismo, lo cual es posible; aunque también podemos encontrarnos ante un plural mayestático (pluralis maiestatis), un plural de realeza o majestad, digno desde el principio, para la majestuosa grandeza de Yahvé, como Dios cósmico. Aunque otros ven, no un plural mayestático, sino un plural deliberativo, donde Dios habla consigo mismo. Se han dado varias explicaciones para este uso, pero a la luz de Génesis 1.1-3, donde se describe a Dios como Padre diseñador del cosmos (v.1), como Espíritu sustentador y protector (v.2), y como Palabra creativa (v.3), los pronombres plurales que se usan para Dios parecen referirse a la multipersonalidad del Dios Trino. En otras palabras, Dios en la totalidad de su ser, con la participación activa de las tres personas de la Trinidad, se involucra en la creación del ser humano. Inevitablemente, algo de la pluralidad que caracteriza la naturaleza de Dios se reflejará en las criaturas que llevan su imagen. Que el ser humano aparezca como varón y hembra es el reflejo de un aspecto esencial de la Trinidad dentro del ser de Dios.85 Lo importante es resaltar que hasta aquí, Dios no había hecho nada semejante, ni dicho algo parecido. A partir de este momento se rompe el ritmo y la cadencia del texto bíblico: “dijo Dios, creó Dios, hizo Dios”; para introducirnos en una nueva perspectiva creacional. “El Dios bíblico no tiene evidentemente a quién dirigirse. De hecho, su primer “diálogo” será con este hombre que se dispone a crear. Notamos, por tanto, que esta forma de hablar revela algo pensado y reflexionado. Y siendo Palabra de Dios, es eficaz”.86 Es indudable que como el ser humano es demasiado enigma, ahora no puede darse una palabra imperativa, como anteriormente se había venido dando con el resto de la creación. Ahora hace falta más que una simple orden, es imprescindible que en la creación de los seres humanos medie más que aquella palabra imperativa de Dios, como se había venido desarrollando hasta aquí, en el relato bíblico. “El hombre es demasiado ‘enigma’ y ‘pregunta’ como para que satisfaga una fórmula como esta: ‘que exista el hombre sobre la tierra… y así sucedió’. El hombre necesita explicarse a sí mismo yendo más allá de un reconocimiento del poder creacional de la Palabra que lo pone en el mundo”.87 Entonces aparecen dos verbos en el pasaje bíblico en cuestión, asáh (hagamos) y bará (creó): Es interesante notar la combinación de los dos verbos. Generalmente se nos ha enseñado que bará es el verbo hebreo que se emplea exclusivamente para designar un acto exclusivo de creación divina. Pero en el texto original se complementan estos dos verbos asáh y bará. Pues Elohim determina “hacer” al hombre y a la mujer, luego los “crea”. No es posible encontrar diferentes niveles de calidad en esta distinción lingüística, pues siempre es Elohim el que actúa. Claro, en el v.27 aparece tres veces bará, pero la decisión es hacer al ser humano. Y esta decisión es la que nos interesa.88 Y todo, porque Dios está a punto de crear su obra maestra, un ser que sea imagen y semejanza de Él. Los dos vocablos hebreos que son traducidos así son: sélem (imagen) y dmut (semejanza), y es muy posible que constituyan un paralelismo sinónimo, ya que ambos términos se complementan. El ser humano no es la “imagen más semejante” de Dios, sino como el texto dice: “imagen y semejanza”. Que el autor los toma como sinónimos lo confirma el hecho de que más adelante en 5:3 son invertidos: “y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen”. Desde el punto de vista lexical, sélem se refiere más a la forma física, al cuerpo, y se entiende frecuentemente de la estatua; dmut orienta a algo más interior o espiritual. Sélem es más visual, como lo indica su posible etimología de “sombra”; tal vez los semitas no tenían una representación más concreta y plástica que la de la sombra, que “dibuja” espontánea y perfectamente al objeto y es inseparable de él; los dos términos se complementan en cuanto establecen una relación de unidad y “aproximación” entre dos seres u objetos. Podemos profundizar aún más estas significaciones; la “imagen” “viene” del primer analogado; no existe sin él (sin el árbol, por ejemplo, no existe su sombra); toda su realidad consiste en ser copia, y en una “contemporaneidad” con el paradigma; así, por tanto, sin Dios no existe el hombre-“imagen”, ni en su origen, ni en su presente; la imagen es un “existir” (más no como génesis, ya que no implica la idea del nacimiento o de proceso). La “semejanza” en cambio “sale” del segundo analogado, que “se acerca” al otro; es como un “ir” al Gilbert Bilezikian, El lugar de la mujer en la iglesia y la familia. Lo que la Biblia dice. Buenos Aires-Grand Rapids, Nueva Creación- Eerdmans, 1995, pp. 22-23. 86 José Severino Croatto. El hombre en el mundo. 1. Creación y designio. Estudio de Génesis 1:1-2:3. Buenos Aires, La Aurora, 1974, p. 170. 87 J.S. Croatto, op. cit., p. 170. 88 Heriberto Poganatz, Hombre y mujer imagen de Dios (Gen 1,26-31), p. 3, en http://escuelafieide.net/wpcontent/uploads/downloads/2011/06/Hombre-y-Mujer-Imagen-de-Dios-Gen-126-31.pdf 85

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arquetipo; pero éste no es su razón de ser; los dos analogados tienen su propia existencia, pero se descubre que “se dicen” mutuamente, o también que el “ser así” del segundo manifiesta al primero; la semejanza es un “encuentro” y, por eso, una clarificación y un “hacerse inteligible”, como cuando dos personas “sintonizan” profundamente en la amistad o en el amor. El pasaje de Génesis intenta definir al hombre por algo muy profundo, el ser “completado” por Dios, su origen, arquetipo de su ser y de su “modo de ser”; por su esencia, el hombre “sintoniza” con su Creador.89 A la luz de esto, la mujer no estaría impedida ni física ni espiritualmente hablando, para desarrollar el ministerio pastoral plenamente en igualdad de oportunidades y condiciones junto con el varón, como tampoco los otros dos oficios como anciana y diaconisa, porque ella también es “imagen” y “semejanza” de Dios. La mujer, igual que el hombre, son teomorfos. Se podría argumentar en contra de esta conclusión que el pecado borró, destruyó o minimizó esta imagen, pero la Biblia claramente enseña que eso no es cierto (Stg 3:9). “En Génesis 1:26s en cambio se afirma la semejanza divina de todo hombre y en 5:1ss. […] se deja bien claro que el pecado no la borra ni disminuye. No es un don, o un atributo accidental, sino que define la esencia misma del hombre. Dicho en dos palabras: el hombre, y todo hombre, es “imagen” de Dios. Es “teomorfo”.90 Con todo esto de por medio, afirmamos categóricamente que la imago Dei es tan sólo uno de los fundamentos veterotestamentarios de la ordenación femenina a los tres oficios de la iglesia (pastorado, ancianato y diaconado). No podemos menos que condenar una interrogante como la siguiente: “¿Cómo veríamos a una mujer embarazada de unos 7 meses subiendo a un púlpito para predicar? La realidad es que lo veríamos anti estético (sic), anti bíblico (sic), anti… todo”.91 Pero lo cierto es que lo antibíblico no es que una mujer embazada pueda predicar o administrar los sacramentos, porque aún en ese caso, la imago Dei está salvada, sino que lo antibíblico se encuentra en un argumento tan pobre como el de la pregunta y su respuesta. Una interrogante como esa, encuentra su condenación en la propia Escritura (Stg 3:7-9) que dice: “7Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana;8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. 9 Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios” (énfasis agregado). Por otra parte, hay que puntualizar que el ser humano que será creado, surge de la voluntad soberana del Trino Dios, y esto también tiene una importancia inusitada en la interpretación de los dos relatos de la creación porque “… si en Dios las [tres] Personas son co-eternas, es decir, su procedencia entre ellas no implica separación en el tiempo, ¿no ocurrirá algo analógico entre los dos seres humanos?”.92 Esta es la hipótesis de trabajo que guiará la ulterior interpretación de los textos de la creación. No hay que esforzarse mucho para ir aventurando una posible respuesta ante lo que San Agustín consideraba uno de los textos más oscuros de toda la Biblia (Gn 2). Por lo pronto, quedémonos con la siguiente intuición de la teóloga y antropóloga española Blanca Castilla: “Si Dios creó al ser humano varón y mujer, a imagen de Dios Trino, podría ser que el origen de Eva del costado de Adán estuviera revelando, que entre las personas humanas hay una diferencia parecida a la que hay entre las Personas divinas por las procesiones que hay en ellas”.93 Es decir, el hecho de que el Espíritu Santo “proceda” del Padre y del Hijo tal como fue formulado en el Credo Niceno-Constantinopolitano y en el Símbolo de Atanasio, nunca significa subordinación sino igualdad. El ser humano es tan importante dentro de la creación divina en tanto corona de ésta, que Dios decide en su ser más íntimo crear y dar forma a ese hombre, de una manera diferente al del resto de la creación. Esto le da ya, un estatuto distinto que lo llena pletóricamente de dignidad; y por eso mismo, de una responsabilidad más alta y sublime ante Dios: la de ser creador y formador. Esta palabra-designio de Yahvé coloca al ser humano delante de Dios mismo, como reflejo de sí. Ningún otro ser de la creación ocupa tan alto rango distintivo y semejantes rasgos característicos del ser que a continuación crea, nadie más ha sido investido de carácter tan particular y singular, entre todas las obras de la creación. El Salmo 8, por eso afirma contundente: “lo coronaste de gloria y de honra; lo entronizaste sobre la obra de tus manos, ¡todo lo sometiste a su dominio! (v. 5b-6, NVI). 89 J.S.

Croatto, op. cit., pp. 172-173. Croatto, op. cit., p. 175. 91 B.V. Bautista Reyes, op. cit., pp. 32-33. 92 B. Castilla, op. cit., p. 48. 93 Ibíd., pp. 47-48. 90 J.S.

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Sin embargo, es importante hacer notar que cuando el texto habla de hombre, no se está refiriendo únicamente al varón, sino que el texto bíblico se está refiriendo claramente a los seres humanos, a la humanidad toda; manifestada en el varón y la mujer; ellos en cuanto pareja,94 son la auténtica y completa imagen de Dios. No un hombre, en cuanto tal, sino el ser humano en la dualidad de varón-mujer. De que el texto está hablando en estos términos, no cabe la menor duda, por todos los plurales que el texto bíblico utiliza: varón y hembra los creó, los bendijo, y les dijo, os he dado, etc. Todos esos plurales designan ya, que se trata no de la creación del varón, y ni siquiera de algún hombre, sino de la creación del ser humano, en cuanto pareja. “El contexto dice que no se piensa en absoluto en un individuo. La continuación en 1:26b ‘(hagamos, ‘adam) para que ellos dominen’ indica que se trata de un plural. Indudablemente hay que entender ‘adam colectivamente: Dios quiere hacer una humanidad”.95 Nuestro texto “llama” ‘adam, al ser humano en la unidad de la pareja primigenia: “El hebreo pone de manifiesto que la forma verbal “para que dominen”, en plural, tiene un sujeto (hombre) colectivo: bien sea la humanidad, bien sea el varón y la mujer. Y al crearlo a su imagen (de Dios Trino) lo hizo varón y mujer (cfr. Gn 1:27)”.96 Más adelante el propio Génesis confirmará esta tesis: “Ésta es la lista de los descendientes de Adán. Cuando Dios creó al ser humano, lo hizo a semejanza de Dios mismo. Los creó hombre y mujer, y los bendijo. El día que fueron creados los llamó ‘seres humanos’” (Gn 5:1-2, NVI). El Génesis insiste en que “llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados” (Gn 5:1-2) En este sentido, no debe olvidarse que el término hebreo ‘adam, no designa únicamente un nombre propio, sino también un nombre genérico, hombre en el sentido de humanidad. La palabra hebrea ha’adam utilizada en el original hebreo no hace nunca alusión al sexo masculino (en el sentido de varón) sino a la especie humana en general, es decir, al ser humano. A la luz de todo lo anterior, podemos decir que la humanidad y no el hombre, es el punto cumbre de toda la creación. Humanidad que se manifiesta singular y completa en la unidad de la pareja humana. Nuestro texto, lejos de ser individualista, se coloca desde el principio como un texto comunitario, que presenta la igualdad del varón y la mujer delante del Dios Trino, compartiendo las mismas bendiciones y responsabilidades. Sin embargo, esta armonía primordial, se verá rota más adelante por el pecado, no de la mujer exclusivamente, sino de todos los seres humanos. El comentario de la Biblia Latinoamericana, confirma todo lo dicho hasta este momento: Hombre y mujer los creó. Aquí viene la dignidad de la pareja. Al que Dios crea no es el hombre solo ni la mujer sola, sino la pareja. Y, por más que esto nos sorprenda en una cultura machista, no hay desigualdad entre el hombre y la mujer. Con la Biblia escapamos de las imágenes simplistas de las teorías materialistas: la división de los sexos no sería más que el producto del azar en la mutación de los cromosomas, y luego el amor resultaría de aquella división de los sexos. En cambio afirmamos que el amor estuvo primero en el plan de Dios, y la larga evolución de la sexualidad fue su preparación.97 Desde el punto de vista de este primer relato de la creación no podemos fundar una supeditación de la mujer al varón, ni viceversa. Dios no estaba pensando en un hombre en solitario, sino en la fecundidad de la pareja humana, de ahí que inmediatamente a su creación, viene una bendición de fecundidad. Ellos, en cuanto pareja, reflejan “ambos” la imagen de Dios en el mundo. La imagen de Dios, siempre se manifestará en la unidad de la pareja, nunca en solitario. El varón no es más imagen de Dios que la mujer. Para este efecto, es también paradigmática la comunión de la Trinidad en el ser más íntimo de Dios. El ser humano ha sido creado para manifestar también él, en tanto imagen, esa comunión al igual que el Ser creador de donde proviene. Dios hizo tanto al hombre como a la mujer a su imagen. Ninguno de los dos fue hecho más a la imagen de Dios que el otro. Tanto el uno como el otro es la cumbre de la creación de Dios. Ninguno de los dos sexos es exaltado ni despreciado. Hombre y mujer comparten la imagen de Dios:  Su naturaleza espiritual  La capacidad de tener comunión con el creador 94 En

la dualidad humana bíblica, no se presenta algo parecido a lo descrito por Platón en el mito del andrógino, presentado en su famoso diálogo del Banquete. Cuando la Biblia presenta a la pareja-imagen, lo hace, entendiéndolo; en el caso de una persona, como alguien que hace par con ella, de ahí la paridad delante de Dios, del hombre y de la mujer, como iguales y semejantes. 95 Walter, Antropología del Antiguo Testamento, Sígueme, Salamanca, 1997, p. 218. 96 Blanca Castilla. Op. cit., p. 58. 97 La Biblia Latinoamericana, p. 5. 36


   

La capacidad de amarle y obedecerle Capacidad creativa Libre albedrío Eternidad en sus corazones98

Este relato del origen, al igual que el otro, no nos hablará de algo que aconteció en los orígenes, sino que ante todo, trata de explicar de una forma magistral la actual situación. Como palabra de Dios, es un relato que interpela al hombre de allí y entonces, pero que al hacerlo nos habla a nosotros, los seres humanos de aquí y ahora. Si habla del pecado del primer hombre, es para interpelar al Israel pecador en su condición de hijo infiel, frente a su siempre fiel Dios, Yahvé. Si habla de los peligros de la falsa “sabiduría” es para hacer notar que la fama de sabio que tenía Salomón, no era sino una insensatez, porque precisamente esa sabiduría debía reflejarse en el actuar fiel del impío rey Salomón. Así, deja traslucir una cierta estructura de la vida de todos los hombres, pero mejor aún, de la estructura de la historia como: Mhytos, Utopía e Ideología. Ante el resquebrajamiento del presente se hace necesario un reflexionar que explique el actual estadio de las cosas. Así, se mira al pasado (Mhytos) para encontrar la raíz de todos los males que aquejan el presente; pero también se pone la mirada en el futuro, en un mañana mejor que el presente (Utopía), las cosas no pueden seguir igual siempre; mientras tanto, en el acontecer actual se manifiesta una forma particular de concebir la situación (Ideología). Nuestro relato puede muy bien encajar en este tipo de estructura histórica. Como relato original, usa un lenguaje simbólico, no queramos ver en la narración una “historia” contada como efectivamente acontecieron las cosas. Nuestro relato no es un reportaje presencial; sino una forma de narrar, explicando la situación siempre presente, cuyo pasado ausente permite mirarlo como una edad de oro, donde las cosas seguramente no eran así. “Lo narrado no es entonces lo sucedido, sino la exploración del sentido de lo que sucede en otro lugar. (…) El hombre religioso siempre hablará en símbolos y siempre construirá mitos. Al teólogo toca ayudar a entenderlos, no a vaciarlos; a explorar su verdad, no ha malinterpretarlos como falsedad”.99 El lenguaje de lo religioso es siempre un lenguaje simbólico, no podría ser de otra forma, cuando lo que se quiere transmitir es algo intransmitible con otro tipo de lenguaje. La finalidad de nuestro relato es interpretar y de esta forma entender una realidad presente. Cómo hacerlo sino a través de la riqueza del lenguaje simbólico. También por ello, el hombre del que hablan los relatos bíblicos del origen-creación no es un hombre concreto identificado con un ser originario, sino que es un hombre arquetípico. Ese hombre de allí, somos todos nosotros; al menos aquí, Adán somos todos. No es acaso la experiencia de aquella pareja arquetípica la misma experiencia de todos nosotros. Acaso no seguimos escuchando muchas veces nosotros aquí, una voz que no es la voz de Yahvé, acaso no seguimos poniendo en entredicho esa misma Palabra. “Para resumir: Gn 1-2 no es “historia” de acontecimientos sucedidos en la forma como están contados. Lo histórico, que los relatos interpretan y dilucidan, está en la vida del pueblo de Israel de la época de la formación de estos. Se trata… de relatos de estructura mítica, al servicio de una cosmovisión que ya ha roto con el mito pero que no puede evitar su forma lingüística”.100 Dicho esto, podemos pasar ahora sí, a la consideración del estatus que nos presenta el relato J, en cuanto al papel de la mujer. Tesis 2 La igualdad originaria de los géneros, establecida por Dios, se desarrolla también en los dones y ministerios que Él mismo estableció (Gn 1-2). Quiérase o no, el menoscabo de la mujer en relación a su ordenación tiene resabios patriarcales veterotestamentarios, al apelarse al segundo relato de la creación para fundar a partir de él una supuesta sumisión femenina. Esta visión es reafirmada en el NT cuando se lee al apóstol Pablo (1 Tm 2:11-15) sin entenderle del todo, y tratando de aplicar una situación eclesiástica particular a toda la iglesia en general. Las instrucciones de Pablo contenidas en los vv. 11 al 15, tienen por ejemplo, “una interpretación de las Escrituras (Génesis) a favor de la preeminencia del varón (2:13-14) y una afirmación teológica para legitimar el mandato

98 Heriberto

Poganatz. Op. cit., p. 5. Crear y amar en libertad, p. 25. 100 Ibíd., pp. 27ss. 99 Croatto,

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(2:15)”.101 Dicha afirmación teológica recurre a la ideología patriarcal del AT para legitimarse. Ideología que sigue señalándose como la soberana voluntad de Dios para la mujer. 4. El relato Yahvista (J) de los orígenes (Gen 2:4b-24) 4.1 Hombre y mujer: el encuentro humano en la pareja Debido al hecho de que en buena medida, algunas interpretaciones se basan en el texto de Génesis 2 y 3, para fundar y otorgar un lugar secundario que supedita a la mujer a la autoridad del varón, nos parece importante revalorizar el sentido primario de este texto. Como antropogonía, el relato J, se centra más, no ya en la creación y constitución del mundo sino en la formación específica del ser humano. De entrada nos encontramos que si bien Yahvé ha creado y hecho los cielos y la tierra, el texto menciona que “no había aún en la tierra arbusto alguno del campo, y ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues Yahvé Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que labrara el suelo” (Gn 2:5, Biblia de Jerusalén). Nos encontramos ante una tierra desértica, no hay todavía nada sobre la faz de la tierra creada, ésta se encuentra completamente vacía, no sólo porque no ha llovido sobre ella; sino sobre todo, porque aún no existe un hombre que le dé pleno sentido a esta tierra. La tierra aparece en función del hombre y no viceversa, es él, el que puede darle pleno sentido a esa tierra deshabitada. Ella, la tierra, será la habitación del ser humano, ella será su casa. Aunque existe un manantial que hace regar la faz de la tierra, (v. 6) sin embargo, ésta todavía no está lista para producir, porque no existe el hombre; todavía no es fértil, porque el ser humano aún no entra en escena. Esta breve narración muestra la necesidad que tiene la tierra del hombre, para que éste le dé su sentido completo, sin él, la tierra no es más que un desierto. La Biblia Latinoamericana, traducirá por ello, los versículos 5 y 6 de la siguiente manera: “y tampoco había hombre que cultivara el suelo e hiciera subir el agua para regar toda la superficie del suelo”. El punto de focalización de nuestro texto, es ahora el de la tierra estéril porque no hay hombre que la labre, su fertilidad dependerá de la eficacia y del obrar del ser humano en relación con ella. El ser humano le da pleno sentido a la creación de la tierra: “Entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en su nariz aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente” (Gn 2:7, Biblia de Jerusalén). A la luz de estos textos, el trabajo del hombre, su función y su vocación primaria será desde siempre, “la de ser un colaborador de Dios en la tarea de hacer que la tierra produzca y alimente la vida. Dios creó la tierra y el agua que la fertiliza; pero, es el hombre quien debe crear las condiciones para que sea fértil y produzca lo necesario”[32].102 El trabajo, lejos de ser una maldición,103 es desde el principio, una hermosa bendición de Dios, que le permite al hombre transformar su entorno, y al hacer esto, transformarse el mismo. El texto continúa diciendo: “Luego plantó Yahvé Dios en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había formado” (v.8). El versículo 15, nos indica cuál fue la razón por la que Dios puso al hombre en el huerto recién plantado: “Tomó, pues, Yahvé Dios al hombre y lo dejó en el jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase”. Hasta aquí, el trabajo, tampoco se presenta como un castigo, sino como aquella actividad que le permite al ser humano cumplir con la alta responsabilidad en el mantenimiento y ulterior desarrollo del mundo, y por supuesto, en la plena realización de sí mismo. Dios quiere que el ser humano cultive el jardín para crear cultura y a través de esta actividad le rinda culto. La vocación del ser humano-imagen es la que en la teología reformada se ha llamado mandato cultural: La cultura es, pues, el resultado del cultivo o desarrollo de todo lo que el ser humano toca. El ser humano interactúa con el mundo y lo cambia, lo transforma, lo cultiva, y así aparece la cultura. Intrínseca a nuestra naturaleza está la inclinación a cultivar todo lo que está a nuestro alrededor. Además, Dios pone a Adán en el huerto para que “lo guardase”. Aquí este verbo tiene el sentido de “preservar, cuidar”. Esto indica que el mandato cultural no debe poner en peligro la integridad de la creación [ni mucho menos de la mujer]. Cuando Dios le dice al hombre que sojuzgue y señoree sobre la tierra, no le permite que la explote y oprima destruyendo el ecosistema. La imagen de Dios sólo se hace presente en aquellas actividades culturales que desarrollen el potencial de la creación en una forma que resalte su belleza, lozanía y vitalidad. Esto implica que las acciones de 101 Elsa

Tamez, Las luchas de poder en los orígenes del cristianismo. Un estudio de la Primera Carta a Timoteo, Santander, Sal Terrae, 2005 (Presencia teológica), p. 31. 102 Balancín y Storniolo, Cómo leer el libro de Génesis: origen de la vida y de la historia. Bogotá, Paulinas, 1993, p. 16. 103 Es sólo después de que el pecado se ha introducido, que el trabajo adquiere connotaciones difíciles, ya que sólo bajo el régimen del pecado adquiere las características de un penoso esfuerzo, cfr. Gn 3:17-19. 38


cultivar y de guardar necesitan la normativa ética que viene de Dios mediante su revelación natural y especial. Como criatura de Dios, el ser humano no es autónomo, no es ley para sí mismo, sino que debe ejercer su mandato cultural bajo la dirección de Dios. El papel del ser humano es uno de mayordomo bajo Dios, no de tirano absoluto (cf. Mt 25:14-30; Lc 12:41-48).104 Los dones y ministerios están estrechamente entrelazados con el mandato cultural que Dios encargó a los seres humanos, por ello, cuando a la mitad de la humanidad representada por las mujeres, no se le deja ejercer y desarrollar el mandato cultural, se está atentando con la igualdad originaria de los géneros. Esto lo encontramos no sólo aquí, sino también en el primer relato de la creación, el relato P, del que ya hablamos. En este sentido, la afirmación bergsoniana de que “Dios ha creado creadores para asociarse con ellos”, es apoyada por el Génesis (1:26-28; 2:5); porque precisamente, es hasta que Dios ha creado al hombre, que puede entrar en su reposo y descansar de toda la obra que había hecho en la creación (2:1-3). Ello, porque ahora ha creado a aquellos que pueden continuar creando: el ser humano imagen como varón y mujer. El será desde su creación-constitución, el único encargado, ahora, de transformar su entorno, de “labrar y cuidar” la tierra, y al hacer esto, mostrar también el ser imagen y semejanza de ese Dios creador. A la pregunta de por qué el hombre es creativo, el pensamiento bíblico responderá siempre, que es así, porque el hombre es imagen de Dios, y como tal está investido de la misma creatividad de ese Dios creador. Pero ante ese panorama desolador y deshabitado, Dios no se queda impávido, él tiene que actuar, para transformar las cosas. Dios responde a esa necesidad apremiante que tiene la adamah del adam. “Entonces Yahvé Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente” (v. 7). El hombre es formado de la tierra misma, ¿qué es el hombre, en la antropología bíblica, sino una casa de adobe, un ser frágil? (cfr. Job 4:19ss.). El hombre (ha`âdam) proviene del suelo, viene de la tierra (‘adâmah), a la cual dará sentido pleno, y a ella misma volverá tarde o temprano (3:19). Nótese como el texto bíblico, no nos está hablando todavía de Adán (como nombre propio), sino que está utilizando un término colectivo que sólo después y más adelante, adquirirá la connotación de nombre propio para el primer varón. De hecho será hasta el lejano versículo 4:25, que la palabra hebrea traducida como hombre o ser humano se usará también como nombre propio, ya que incluso 3:20 y 4:1 no debe traducirse como Adán, tal como no lo hacen las modernas traducciones bíblicas como la TLA. Es importante que no olvidemos el hecho de que “en la Biblia hebrea adam significa simplemente hombre, y se utiliza, en la mayor parte de los textos, como un nombre común. Sólo en textos tardíos (Sabiduría 2, 24; 10, 1; Eccli. 25, 23) y en la tradición judía posbíblica se utiliza la palabra Adán como un nombre propio, lo que ha dado lugar a las especulaciones sobre el primer Adán y el segundo Adán”.105 Bíblicamente hablando, Adán, pues, somos todos nosotros, hombre y mujer (Gn 5:1ss). 4.2 ¿Fue creado el varón antes que la mujer? En la tesis anterior dejamos asentada una intuición teológica, que como dijimos ahí, sustentaría la interpretación de esta segunda tesis. Esa intuición es la de que si el hombre fue creado como imagen del Trino Dios, entonces, eso significaría que la creación de la mujer de la “costilla” del hombre, no implica necesariamente sumisión, ni dependencia pero tampoco una especie de segunda clase o categoría. Expliquémonos por partes: a) El primer relato de la creación asienta que en el origen, el hombre-imagen fue creado desde el principio y en un primer acto creador como varón y mujer. b) El varón y la mujer comparten “igualmente”, la imago Dei en toda su plenitud. c) Si el ser humano (varón y mujer) son imagen del Dios Trino, analógicamente hablando, eso implicaría que el segundo relato de la creación no está enseñando “subordinación” de la mujer respecto del hombre. d) La interpretación del segundo relato de la creación debe estar sujeta a lo anteriormente afirmado en el primer relato, según lo cual el ser humano-imagen fue creado en un mismo acto como varón y mujer.

Humberto Casanova Roberts en el “Prólogo” de Principios teológicos y políticos del pensamiento reformado. Grand Rapids, Libros Desafío, 2001, p. 11. 105 Tresmontant, C., San Pablo, Salvat, Barcelona, 1986, p. 24. 104

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Siguiendo el principio protestante de que la Biblia es intérprete de sí misma, tenemos que recurrir a lo que el apóstol Pablo dice en 1 Tm 2:13, “Porque Adán fue formado primero, después Eva”. Una lectura superficial del texto alegaría que se trata ni más ni menos que de la correcta interpretación del relato bíblico de Génesis 2, sobre la subordinación de la mujer al varón. ¿Qué más prueba bíblica podríamos tener los que abogamos por la ordenación de la mujer, sino la contundencia apostólica para no hacerlo? Pero como ha mostrado Elsa Tamez, eso no se sigue de la lectura de dicho texto: “Para subordinar a la mujer el autor recurre a una lectura común y muy conocida sobre Gn 2, condicionada por la ideología patriarcal jerárquica: Adán fue formado primero, y después Eva. Es interesante que el texto de 1 Tm no diga que Eva fue formada del varón. Aquí el verbo plassein (“formar”, “moldear”) es utilizado para los dos, pues al autor le interesa el orden de la creación. La oración da a entender que Dios formó a ambos”.106 Aquí, el hecho de que la mujer haya sido supuestamente creada en “segundo” lugar, no implica dominación y sometimiento o superioridad e inferioridad. Porque siguiendo la lógica de este argumento, eso significaría que puesto que los animales fueron creados antes que el ser humano, aunque el mismo día sexto, entonces los hombres seríamos inferiores a los animales. Por supuesto ya sabemos la respuesta. Para quienes creen que segundo implica inferior, tienen que encontrar una justificación filosófica y no teológica o bíblica, porque desde una perspectiva filosófica “lo que es anterior es más valioso que lo que viene después; en consecuencia, puesto que la mujer fue creada después que el hombre y a partir de su cuerpo, está menos próxima a la fuente divina. Por tanto, en cierto modo es menos digna que el varón”.107 Para salvar este tipo de interpretaciones gratuitas, un criterio de interpretación que debemos seguir es que tenemos que leer Gn 2 a la luz de lo ya afirmado en Gn 1, de lo contrario, podríamos caer en una petición de principio y hacer aseveraciones erróneas como las siguientes: 1. La mujer ha sido sacada del hombre, después que él y para ayudarle. Por tanto, depende de él y sólo por su mediación es imagen de Dios. 2. La mujer es el cuerpo del hombre, el cual es la cabeza y, por ello, le debe estar sujeta en todo. […] 3. La mujer fue quién sucumbió a la tentación, como se relata en Génesis 3; ella es la “culpable” de la caída del varón, entonces, tenemos los presupuestos para proyectar –como se ha hecho en muchas ocasiones- el relato del pecado sobre el de la Creación y obtener una justificación bíblica de la misoginia.108 Lo cierto es que en este segundo relato de la creación tampoco podemos encontrar la subordinación querida por los que están en contra de la ordenación de la mujer. Porque si aplicamos el principio de interpretación que hemos señalado, este segundo relato deriva de lo que ya se asentó en el primer relato. Además, siguiendo la analogía trinitaria, aquí tenemos lo que bien podría llamarse: unidualidad.[39]109 Entonces, ¿cómo puede explicarse la no-contradicción entre los dos relatos bíblicos de la creación del ser humano? “Para explicar que no existe tan contradicción es preciso descubrir que Génesis 2 no anula lo afirmado ya en Génesis 1. Es decir, que no está revelando cronológicamente el modo en que acontecieron los hechos”.110 Además de todo esto, es importante que consideremos la temporalidad de los dos relatos; como hemos señalado anteriormente, los dos textos que relatan la creación, uno como cosmogonía y el otro como antropogonía, son de épocas distintas y llevan en sí su propia impronta. Resulta importante subrayar esto, porque el relato (P) que hoy aparece en “primer lugar” (Gn 1:1-2:4a), realmente es el más reciente cronológicamente hablando, y de hecho, es el teológicamente más elaborado; y el que aparece en “segundo lugar” (Gn 2:4b-3:24), relato (J), es de más antigua confección. Es decir, el primer relato de la creación fue escrito “después” del segundo, por lo menos 400 o 500 años más tarde. Y de un modo parecido a como el Nuevo Testamento aporta luz para penetrar en el sentido más profundo del Antiguo Testamento, en este caso se podría decir que el texto más antiguo, colocado en segundo lugar se aclara leyéndolo a la luz del primero. Hoy al poder determinarse con más precisión la relación que se da entre 106 Elsa

Tamez, op. cit., p. 80. Castilla. Op. cit., p. 39. 108 Ibíd., pp. 38-39. 109 El concepto es de Juan Pablo II en su Carta a las mujeres. 110 B. Castilla, op. cit., p. 52. 107 Blanca

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estos dos textos, se advierte que Génesis 1 indica cuál es la verdadera intención del texto más antiguo: debe entenderse, por tanto, como interpretación de Génesis 2.111 A través de esta interpretación que no olvida la polisemia del texto bíblico, se da un giro copernicano en nuestra lectura teológica de los relatos de la creación. “En consecuencia, para desentrañar adecuadamente el mensaje escondido en Génesis 2 es preciso leer este pasaje con las “claves” aportadas por Génesis 1”.[42]112 ¿Qué es entonces lo propio de Génesis 2? […] Hay otro aspecto de la imagen de Dios en el ser humano, que aunque constatado no está explicitado en Génesis 1 sino en Génesis 2. En Génesis 1, recordamos, Dios habla en plural: “Hagamos un hombre a nuestra imagen” (Gn 1:26). Interesa no pasar por alto estas sucintas palabras. Es Dios Trino quien plasma su imagen en el ser humano: varón y mujer. Dios en su intimidad no está solo, la intimidad del único Dios acoge la pluralidad en Personas, que al ser en cierto modo complementarias entre ellas son las Tres Uno. Por eso, Dios no quiere que el hombre esté sólo y lo hace varón y mujer (pluralidad de personas). En el segundo relato no se habla de la “imagen de Dios” expresamente, sin embargo, su contenido consiste en una explicitación de en qué consiste la “imagen de Dios” en el hombre, en el sentido de que la imagen de Dios en el ser humano, acoge, como en Dios, pluralidad de personas: al menos dos. […] Estas dos características son las dos reflejo de la “imagen de Dios” en el hombre. Reflejo no sólo de Dios Uno sino también de Dios Trino, en cuanto que en Dios se da Unidad de Naturaleza y Comunión de Tres Personas distintas. […] Pero la imagen no acaba en la común naturaleza, sino que llega hasta la pluralidad de personas. El ser humano también es plural, desde su inicio, en él hay pluralidad de personas: al menos de dos, desde el principio, varón y mujer.113 Todo esto nos lleva a concluir que Dios no tenía planeado que la mujer fuera inferior al varón, o que ella no pudiera ejercer en igualdad de condiciones algún ministerio u oficio. También se ha dicho erróneamente que la mujer es “ayuda idónea” del hombre, cuando en realidad lo que el texto bíblico es que el uno para el otro son esa ayuda idónea, no sólo la mujer frente al hombre, sino también viceversa. Aun cuando aceptáramos que la mujer exclusivamente es la ayuda idónea del varón, eso tampoco la colocaría en un lugar inferior respecto de él, porque hay que recordar que la palabra hebrea ‘ezer, traducida como “ayuda idónea” (2:18) nunca sugiere subordinación o inferioridad, dado que ese vocablo se usa frecuentemente en el texto hebreo para describir a Dios como el “ser superior” que crea y salva a Israel (cfr. Ex 18:4; Dt 26:29; 33:7; Sal 33:20; 115:9-11; 121:2; 124:8; 146:5, etc.), lógicamente eso no significa que Dios sea inferior al hombre, sino todo lo contrario. 4.3 Relación hombre-mujer bajo el régimen del pecado Ahora bien, las cosas cambiaron completamente después de que el pecado se introdujo en la creación a través de la desobediencia de los seres humanos, entonces las cosas ya no fueron las mismas. Todo cambio. La relación con Dios, con la naturaleza, y por supuesto, también la relación entre la primera pareja humana. Ese primer encuentro de gozo del hombre, ante el descubrimiento de la mujer, expresado en la locución, “¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Será llamada “Mujer”, porque del hombre fue tomada” (Gn 2:23); muy pronto, pero ya bajo el régimen del pecado, cambia por la de “la mujer que me diste por compañera…” (Gn 3:12). Cuando Yahvé –como el amigo del novio- presenta la mujer al hombre, este responde con una expresión de profunda alegría, “esta sí que es”, —los animales, no lo eran— y lo hace, equiparándola con él, él reconoce en ella a su verdadero complemento. Nadie puede llenar esa parte, que él necesita, sólo ella puede suplir el vacío, y viceversa. Adán, no muestra ningún rasgo de querer someter a la mujer, de ningunearla, rebajarla o menospreciarla por ser mujer, o por su aparente creación después de él. Todo lo contrario, él puede seguir reconociéndose en ella, porque ella es “hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Esta expresión en hebreo, designa consanguinidad: “En la antropología bíblica el cuerpo era considerado como manifestación exterior de la personalidad. […] Se puede entender, pues, “hueso de los huesos” en sentido relacional, como “ser del ser”;

111 Ibíd.,

p. 53. p. 57. Las cursivas están en el original. 113 Ibíd., pp. 60-61. 112 Ibíd.,

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“carne de la carne” significa que aun teniendo diversas características físicas, la mujer presenta la misma personalidad que posee el hombre”.114 ¿No está acaso esto, en consonancia con lo que el apóstol Pablo enseña a la iglesia de Éfeso, cuando les dice que “los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos” porque “el que ama a su mujer a sí mismo se ama, pues nadie odio jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida”? (Ef 5:28-29). ¿Dónde encuentran la inferioridad de la mujer, respecto del hombre, aquellos que siguen sustentando su visión del papel relegado de la mujer dentro de la Iglesia? ¿No es sólo cuando el pecado se ha introducido que esa relación cambia radicalmente? Es entonces, cuando el Adán dice de la mujer, para tratar de justificarse delante de Dios, que ella es la responsable de todo. Pero aún en medio de esa situación introducida en el mundo caído, el hombre puede reconocer en la mujer a su “compañera”. Aún bajo el régimen del pecado, el hombre puede todavía reconocer el importantísimo papel de la mujer como su auténtica compañera. ¿No es acaso esto, lo que se sigue demandando de la Iglesia de Jesucristo en la actualidad? Ese reconocimiento y estatuto de paridad, de igualdad y de compañerismo incluso también en los ministerios y oficios de la iglesia. 4.3 ¿Qué significa: “él se enseñoreará de ti”? Pero qué de la cita bíblica de Gn 3:16, ¿no constituye acaso, este versículo una clara superioridad del hombre sobre la mujer? ¿Acaso no ubico aquí Dios por debajo del hombre? Veamos que nos enseña este texto. “A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido,115 y él se enseñoreará de ti”. A partir del relato de la creación que cuenta que la mujer fue primero tentada para comer del fruto prohibido y después convido a su marido, se ha sacado la conclusión, de que ella es la verdadera culpable de la condición humana actual. Incluso Pablo apoya esa relectura (1 Tm 2:1314). Ello le ha valido numerosas vejaciones y un sinnúmero de acusaciones, así como chistes de humor francamente negro. Nuestro texto inicia diciendo: Multiplicaré en gran manera…, con lo cual se quiere decir que habrá un incremento o empeoramiento de la situación original. Con ello, vemos que el dolor sería más agudo de lo que podría haber sido en determinado momento. Resulta claro que una situación, no puede ser empeorada, a menos que haya algo previamente de esa misma situación. El dolor sin duda, se manifestaría, aunque no tan intensamente, ahora vemos un incremento. El texto continua diciendo, con dolor darás a luz los hijos… los hijos vendrían pero sin mayor dolor, ahora han de venir con un intenso dolor.116 El deseo del que se habla más adelante, sin duda, también existía previamente, pero bajo las nuevas condiciones de pecado, jugará un papel importantísimo. Ello, porque la traumática experiencia por la que tenía que atravesar la mujer, en medio de sus embarazos, pero sobre todo al momento de dar a luz, podría ocasionar que la mujer perdiera todo deseo sexual. Eso sería entonces un problema para la propagación de la especie, para el desarrollo de la bendición de Dios de multiplicarse. Al respecto, LaCocque, menciona que ante “tan graves condiciones impuestas a la “maternidad” podrían acabar quizás en una paralización de las relaciones sexuales… porque el resultado del acto amoroso no es para él [para el hombre] comparable con el resultado que supone para la mujer”.117 Así las cosas, el texto, lejos de ser un estatuto de superioridad del hombre sobre la mujer, es más bien un pasaje que intenta salvaguardar el mandato de Dios de fructificar, multiplicar y llenar la tierra con la especie humana. El argumento, va pues, encaminado a cumplir con la voluntad de Dios que ha concedido al ser humano (varón y mujer) el alto honor de ser su representante y mayordomo fiel, como señor de la creación. En este sentido, no debemos soslayar el hecho, de que dicho privilegio (el también llamado mandato cultural) fue concedido a ambos, varón y mujer, esto es, al ser humano en tanto pareja. Por ello, Génesis 3, 16d no constituye ninguna aseveración general y solemne del dominio masculino (y mucho menos de la “superioridad”) sobre la mujer. Más bien es una aseveración que debe ser leída dentro del contexto inmediato que le dan las líneas que anteceden. De máxima importancia es que el “dominio” del varón lo 114 Juan

Pablo II citado por Blanca Castilla de Cortázar en op. cit., pp. 76-77. tu voluntad será sujeta a tu marido. 116 Es interesante notar la presente afirmación de Shlain, quien en su obra, El alfabeto contra la diosa. Madrid, Debate, 2000, menciona lo siguiente: “… el creciente tamaño del cerebro de los recién nacidos hacía que el parto, muy sencillo en otros animales vivíparos, se convirtiese en una peligrosa prueba para los homínidos. El parto se fue haciendo cada vez más traumático. Por vez primera entre los mamíferos, el parto se convirtió en la primera causa de muerte de las hembras” (p. 29). 117 P. Ricoeur y A. LaCocque, Pensar la Biblia: estudios exegéticos y hermenéuticos. Barcelona, Herder, 2001, p. 48. 115 O,

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garantice la mujer misma en la relación sexual. No es que sea un acto de buena voluntad por parte de la mujer, pues el varón ejerce sobre ella (igual que ésta sobre el varón, pero con resultados muy distintos) una atracción irresistible, y la mujer es consciente de las posibles y poco gratas consecuencias tanto físicas como morales y emocionales que acompañan a la (deseada) preñes y parto. No hay tampoco aquí ninguna superioridad “natural” del varón que pudiera afirmarse chovinísticamente como de derecho divino por una sociedad patriarcal. El “dominio” en cuestión es aquí descrito como sumamente paradójico, pero es la única explicación –la única etiología sapiencial- que puede dar razón del supuesto riesgo asumido por la mujer en la relación sexual. Debería por tanto entenderse la frase bíblica de la siguiente manera: “pero él [y los peligros que representa su relación] prevalecerá sobre ti [y tus temores]”.118 Aunque las relaciones actuales, entre hombres y mujeres se dan ya no en el terreno de Gn 1 y 2, sino de Gn 3, en un mundo donde el pecado se ha introducido, sin embargo, la novedad evangélica introducida por la obra redentora del Señor Jesucristo viene a poner nuevamente las cosas en su justa dimensión. No hay que olvidar que: Aun la “cultura bíblica” está marcada por el pecado: la prostitución, la poligamia, el harén del jeque oriental, el patriarcado, el machismo basado en la teoría de la superioridad masculina y la subordinación de la mujer. Las leyes del Antiguo Testamento, dadas para fijar límites al pecado, y aun la religión judía, con la práctica del sacerdocio exclusivamente masculino, responden a las condiciones de vida bajo el pecado. Vivimos bajo Génesis 3, no Génesis 1.119 Empero, aunque es cierto que vivimos bajo las consecuencias del pecado, no es menos cierto, que se debe luchar para superar esa relación quebrantada por el pecado, porque Jesucristo apareció para deshacer las obras del diablo. La realidad evangélica introducida por Cristo, viene a redimir todo lo que el pecado amenazó. Y eso significa, que la Iglesia debe estar combatiendo hoy, contra todo lo que se oponga al atropello de la dignidad concedida por Dios a los seres humanos, y especialmente a la mujer. Esto es así, porque en la era del Reino, inaugurado por Jesucristo, “28Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. 29Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente descendientes de Abraham sois, y herederos según la promesa.” (Gal 3:28-29). Amén. Conclusión Sobre los argumentos antes expuestos a favor del ministerio ordenado de la mujer y ante la decisión que ha de tomar esta Asamblea General referente a la ordenación femenina, sería bueno que no soslayara la siguiente anécdota: “Pero un argumento nunca convirtió a nadie. En una célebre carta a la Asamblea General de la Iglesia de Escocia realizada en 1650, Oliver Cromwell suplicó así a la Asamblea: “Les imploro, por las entrañas de Cristo, piensen que es posible que estén equivocados.” Pero ni siquiera la elocuencia de Cromwell los conmovió”.120 Epílogo poético THEOTÓKOS Obed Juan Vizcaíno Nájera ¡Señor, ten compasión de mí! Sepultamos tu alma mujer, en la imposibilidad del diálogo, quienes hemos construido en ausencia de ti, la ideología de ser superiores por nuestro sexo, mejores por nuestra fuerza y violencia. “No está bien quitarles el pan a los hijos, y dárselo a los perros, a las perras”. 118 Ibíd.,

p. 49. F. de Padilla, La relación hombre-mujer en perspectiva cristiana. Buenos Aires, Ediciones Kairós, 2002, p. 17. 120 Citado por Páraic Réamon en la introducción a Mundo Reformado, p. 2. 119 Catalina

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Perdida quedó tu alma entre los olvidos de las bulas, de encíclicas infalibles y milenarias, te rebajamos a la condición de compañera sumisa y callada, objeto de uso con escaso valor comercial. Buscan pretexto en la biblia para invisibilizarte: “Dios nos ha enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel” Y el pueblo de Israel todavía sigue perdido entre el odio, la barbarie y el sionismo, condenando al pueblo palestino, a quienes ellos han arrebatado con la patria, toda esperanza posible da vida digna, felicidad y paz. Siguiendo principios inhumanos que les niega el alma al pueblo que lucha por su liberación, muchos en nuestras iglesias todavía oramos así: “Dios te doy gracias que no nací gentil, ni esclavo, ni mujer…” infamia de una religión Patriarcal y machista que desea predicar el amor hacia afuera, pero mantener la opresión hacia dentro, excusándonos delante de un Dios macho: “Las mujeres que nos diste por compañera, nos dieron de ese fruto del pecado”. Mujer, te culpamos todavía de la expulsión del paraíso, creemos que nos condenaste a una vida larga de trabajo. Vivimos en el siglo veintiuno con ideas medievales, sembradas en nuestras mentes por religiones muertas, por doctrinas que oprimen nuestro entendimiento con cadenas de desprecio. Nos olvidamos que eres madre Como la tierra, a la cual también maltratamos y ofendemos, perdiendo la ternura al creernos superiores a ambas. -¡Mujer, qué grande es tu fe!-Dice Jesús, Porque para Dios no importa el ser nacional o extranjero, esclavo o libre, hombre o mujer, unidos a Jesús, somos un solo pueblo, la iglesia. Mujeres, madres de la Humanidad, protagonistas de todo hecho salvífico. El Señor está con ustedes, como con la madre casi niña, también humana, que albergó en su seno al salvador, llena de la gracia infinita. Mujer cada día, intentamos sepultar tu alma, en la imposibilidad del dialogo, quienes hemos construido en ausencia de ti, Un mundo de odios y guerras, iglesias sin amor ni igualdad, carentes de sororidad, 44


sin solidaridad. Mujer de tus labios de madres, hermanas, esposas e hijas hemos oído el mandato divino de construir un mundo nuevo de confianza, fidelidad, apoyo y reconocimiento. Siempre escucharemos la voz de Jesús diciendo: —“Mujer, qué grande es tu fe, tu sacrificio, tu amor, hágase como quieres”— . (Maracaibo, Venezuela, 15 de agosto de 2011. Dedicado a todos y todas quienes somos miembros de AIPRAL, Con motivo de su XI Asamblea realizada en la ciudad de Guatemala del 8 al 14 de agosto del 2011)

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CARTA ABIERTA A LA ASAMBLEA GENERAL DE LA IGLESIA NACIONAL PRESBITERIANA DE MÉXICO Margarita Islas Marín RESPETABLES INTEGRANTES DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LA IGLESIA PRESBITERIANA MEXICANA Nos dirigimos a Ustedes con el debido respeto, manifestando que somos mujeres que pertenecemos a la Iglesia Nacional Presbiteriana, miembros de varias Iglesias, y pertenecientes a diversos Presbiterios pero a quien nos une una gran fe en nuestro Dios y como tales somos confesantes y firmes en nuestra doctrina por ello mismo nos sentimos agraviadas al darnos cuenta que las autoridades eclesiales que gobiernan la Iglesia a la que pertenecemos INPM actúan sin tomar en cuenta, el amor que tenemos de servir al Señor, sobre todo a sabiendas de que muchas mujeres cuentan con preparación en teología, aptitudes, dedicación y tiempo para trabajar en diferentes ministerios, como lo es enseñar, aconsejar, consolar, administrar. etc. y como consecuencia con derecho al llamado “sacerdocio universal”. Sabemos que el esfuerzo realizado por las mujeres no ha sido fácil, la historia puede describir las luchas que se han pasado para que la mujer adquiera dignidad tanto en el campo secular como en el campo eclesial, y damos Gracias a Dios por la vida de la gama de mujeres que sirven a la obra de Dios en diferentes aspectos, como es el pensar, escribir, ministrar, en igualdad con el hombre, felicidades por quienes hombro con hombro y al lado del varón engrandecen la obra del Señor aquí en la tierra; y más loable es que se haya logrado un reconocimiento a ese esfuerzo y que en esta dualidad se encuentran trabajando en la obra del Señor, saliendo de esa marginación que tristemente impera en muchas actividades tanto política, sociales, religiosas, que estamos viviendo. Dios formó al hombre y la mujer para ser unidad, ambos se someten a su voluntad, ambos han pecado, y para ambos cubre la Gracia de Dios, para ambos es la redención dada por el Señor Jesucristo, el hombre que vino a reivindicar a la mujer aquí en la tierra, en el mundo patriarcal que se vivía, por ello pedimos que tomen ese ejemplo y emitan su voz, a favor del derecho que tenemos de igualdad para poder desempeñar el trabajo de evangelización, de poder ser ancianas gobernantes y pastoras y escuchen nuestra protesta e inconformidad por esa desigualdad que algunos hermanos están propiciando; buscamos apoyo con un mensaje puedan enviar a la Asamblea General para buen desarrollo de su trabajo pidiendo a Dios no se les olvide reconsiderar a nuestros participantes en dicha asamblea, el derecho que tiene la mujer de ejercer el sacerdocio universal, para el engrandecimiento de la obra de Dios que tanto necesita en estos tiempos nuestra Nación. Hemos tomado “la bandera bíblica” de las “Hijas de Zelofehad” quienes protestaron, se inconformaron, y consideraron injusto ante Dios su petición (derecho a la heredad) máxime que pertenecían a un sistema patriarcal en donde la mujer se la trataba solo como objeto reproductor y no como sujeto. Esa valentía que asumieron, ese riesgo que corrieron al acudir ante Moisés, del sacerdote Eleazar, delante de los príncipes, y de toda la congregación a la puerta del tabernáculo, a formular su petición e inconformidad, siendo considerada por Dios JUSTA SU PETICION, por ello con tal fundamento bíblico formulamos respetuosamente nuestra petición. Aunado a ello contamos dentro del campo secular el fundamento que nos otorga la máxima ley que gobierna nuestro país en donde “todo individuo gozará de las garantías individuales que otorga la Constitución General de la República, concretamente, 2El varón y la mujer son iguales ante la ley” ( art- 4º. )…por lo que cualquier norma debe de sujetarse a los principios Generales de esta Constitución, respetando las garantías individuales, los derechos humanos y de manera relevante la dignidad e integridad de las mujeres. (Art.- 2o-, apartado A, II ) Artículos y disposiciones que de no tomarse en cuenta darían lugar a violaciones, ya que toda legislación de la índole que sea, debe de tomar en cuentas estas disposiciones que aun cuando pertenezcan a la vida interna de las Iglesias, deben estar acordes con la ley máxima: por lo que pedimos se acate la igualdad de derechos tanto para el hombre como para la mujer, ya que no existe impedimento teológico para considerarlas al margen de los planes de Dios. Oramos porque nuestra Iglesia crezca espiritualmente, que su obra se lleve a cabo de acuerdo a la voluntad de Dios en donde no exista interés político ni sectario, sino la unidad del amor que fue declarado por nuestro Señor Jesucristo y que el Espíritu Santo guíe la obra de evangelización y crecimiento de su Iglesia. 47


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ANEXOS

1. EN BUSCA DE ACEPTACIÓN Y RECONOCIMIENTO. LAS LUCHAS DE LAS MUJERES EN EL MINISTERIO Salatiel Palomino López Argumentos a favor del ministerio y la ordenación de las mujeres En 1993, un Presbiterio de la Ciudad de México inició un estudio acerca del ministerio de las mujeres entre sus iglesias afiliadas. Se hicieron circular dos documentos en que se abogaba por una aceptación amorosa, el reconocimiento debido y el apoyo caluroso a las mujeres que laboran en el ministerio. El asunto de su ordenación solamente se discutía de manera indirecta y con mucha precaución y respeto, como consecuencia de la aceptación y el reconocimiento de las mujeres como personas y como copartícipes junto a los varones en la obra del ministerio. Los argumentos presentados en dichos documentos se pueden resumir de la siguiente manera Dos perspectivas Los documentos presentados para estudio ofrecen dos directrices hermenéuticas diferentes pero complementarias. La primera promueve la aceptación y el respeto tanto para los hombres como para las mujeres delante de Dios; se sugiere que la investigación del tema debe evitar una actitud de rivalidad entre hombres y mujeres, una lucha por el poder, la búsqueda de posiciones de autoridad o dominio, o simplemente una guerra entre los sexos opuestos. Al contrario, tanto a la Biblia como al diálogo se los debe enfocar con la preocupación y el interrogante de ¿cómo podemos, hombres y mujeres, obedecer juntos la voluntad de Dios y participar codo a codo en la edificación del reino de Dios de acuerdo con su Palabra? Por consiguiente, el estudio debe orientarse hacia la ―cooperación, el apoyo mutuo, el amor fraterno, la interdependencia mutua que tenemos todos, y nuestra dependencia de Dios‖.121 Desde esta perspectiva podemos decir que, en el estudio y la discusión de la enseñanza bíblica en torno a la ordenación de la mujer, ―un argumento, independientemente de cuán ―lógico‖ sea, que se desvía de los valores bíblicos de igualdad, respeto mutuo, la dignidad y la interdependencia entre seres humanos y la dependencia de Dios, para enfatizar la superioridad y la dominación de un grupo de personas sobre otro, no es un argumento bíblico ni un argumento válido.122 La otra perspectiva asume un punto de vista mucho más incisivo con respecto a la forma en que hemos leído tradicionalmente la Escritura. Aquí se reconoce que la Biblia siempre ha sido ―leída e interpretada por el hombre, es decir, la lectura ha sido androcéntrica y, por ende, machista.123 En esta manera de leer la Palabra de Dios, el varón aparece como el ser dominante, en tanto que a la mujer se le considera un objeto. ―Incapaz de pensar, incapaz de participar con originalidad en las tareas de transformación de la sociedad.124 En contraste con este estereotipo, los Evangelios presentan a Jesús subvirtiendo el orden establecido, luchando contra las tradiciones farisaicas y rabínicas masculinizantes centradas en el varón y orientadas hacia él. Por lo tanto, evitando las lecturas tanto machistas como feministas, nosotros debemos aproximarnos a estos textos con una nueva perspectiva, ―no desde el punto de vista de la mujer, ni desde el punto de vista del varón, sino desde donde ambos se encuentran ampliamente identificados como primer núcleo social; en la familia.125 Principales motivos escriturales Además de referirse a ciertos pasajes bíblicos específicos, también se han propuesto varias ideas generales a modo de principios rectores para la discusión en torno a los ministerios femeninos. Uno de esos conceptos es la doctrina del sacerdocio universal de todos/as los/as creyentes (I Pedro 2.9-10), tema que agrada al cristianismo reformado. De acuerdo con esta doctrina, el cristianismo se manifiesta esencialmente como una fe de carácter incluyente; ―incluye tanto mujeres como hombres, gente de todas las razas, todas las edades, los sanos y los Laura Taylor de Palomino, “El papel de la mujer en la iglesia y en el reino de Dios: la nueva creación, el liderazgo y la ordenación de las mujeres”, inédito, documento de estudio solicitado por el Presbiterio Juan Calvino México, 1993, p. 2. 122 Ibid., p. 45. 123 Samuel Trujillo González, “Imágenes bíblicas de la familia” inédito, documento de estudio (B) solicitado por el Presbiterio Juan Calvino México, 1993, p. 1. 124 Ibid. 125 Ibid., p. 3. 121

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enfermos, los sencillos y los preparados… como hijos e hijas de Dios, todos somos pecadores, redimidos por la gracia divina y justificados por la fe en Jesucristo‖.126 Al convocarnos a todos a la salvación, al unirnos a todos en el Cuerpo de Cristo, al concedernos a todos los dones del Espíritu Santo, al llamarnos a todos a ser siervos y siervas de Dios, al enviarnos a todos a proclamar el Evangelio, Dios no ha hecho ninguna distinción en razón del género. El ministerio cristiano, por lo tanto, requiera o no la ordenación, ha de ser llevado a cabo por todos y todas las creyentes a favor de este mundo. Limitar el ministerio ordenado sobre la base del sexo de la persona es entonces contrario a esta enseñanza bíblica. Otra línea de pensamiento, estrechamente relacionada con la anterior, entresaca del pasaje de hebreos 6.20 a 7.28 la idea del sacerdocio según el orden de Melquisedec. Jesucristo es nuestro sumo sacerdote, sin embargo, él no fue un sacerdote levítico, es decir, no pertenecía a la tribu de Leví. El orden de Aarón era hereditario, circunscrito al linaje masculino de los levitas (limitado inclusive para los levitas por razones de perfección física; los funcionarios del templo tenían una lista de 42 defectos físicos que podían excluir del sacerdocio incluso a un levita legítimo); no había sacerdotisas. Pero Jesucristo anula y al mismo tiempo trasciende las limitaciones del sacerdocio aarónico, abriéndolo a la inclusividad aun más allá de las barreras nacionales o étnicas del pueblo hebreo. Se inaugura así con Jesucristo un nuevo sacerdote (y una nueva forma de sacerdocio) ―no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia‖ (7.16). Este dato bíblico coloca nuestro concepto del ministerio bajo una nueva luz llena de esperanzas prometedoras para quienes han sido sistemáticamente excluidos de la posibilidad de acercarse a Dios y a la administración de las cosas santas, especialmente las mujeres.127 El reino de Dios constituye otro rico motivo que amplía nuestra comprensión de lo que es el ministerio cristiano. El reino de Dios ha inaugurado en la tierra un orden de cosas totalmente nuevo en el que las relaciones humanas se ven desde una perspectiva diferente, orientadas al servicio, a la comunidad y al compañerismo, donde las barreras y las hostilidades tradicionales se transforman en oportunidades para el amor y el apoyo mutuo, donde a las personas se les reintegra su dignidad y su verdadera humanidad. Este concepto bíblico implica un giro radical en las relaciones sociales en el que los que detentan el poder son derribados y los débiles son exaltados (Lc 1.52). De acuerdo con el nuevo juego de valores, la idea misma del poder se transforma en el concepto del servicio y la humildad; como consecuencia, los oficios entre los miembros del reino no tienen como meta proveer oportunidades para enseñorearse sobre los demás, sino para servirles (Mr 10.42-45). En la forma en que Jesús nos ejemplificó vivamente lo que es el reino, quienes han sido excluidos de los lugares sagrados y de los privilegios litúrgicos son reintegrados al disfrute de las bendiciones que Dios les ha otorgado (Mt 21.14). La vida de obediencia que se desprende de los principios proclamados por el reino de Dios exige que entendamos que el ministerio cristiano debe vivirse generosamente, de manera que incluya a todas las personas, y debe llevarse a cabo en forma compartida. En esta nueva visión, las mujeres y los hombres se unen para compartir por igual en la experiencia y en la comunicación del regocijo y la bienaventuranza del nuevo estado de cosas que Jesucristo ha hecho posible. Un tema de perspectiva semejante es el de la nueva creación como alternativa a actitudes de predominio y rivalidad entre varón y hembra. Según el libro del Génesis, la creación original de Dios no estaba fracturada ni enajenada: se caracterizaba por una comunión perfecta entre Creador y criaturas y entre las criaturas mismas. Ser creadas a imagen de Dios significa, entre otras cosas, ser capaces de amar y de relacionarnos unos con otros en armonía sobre la base de la igualdad y del respeto y el apoyo mutuos.128 Los desastrosos efectos de la caída deberían solamente hacernos anhelar y encender la visión de recuperar la intención original de Dios y aguardar la nueva creación en Cristo, ―…si alguno está en Cristo, nueva criatura es‖ (II Co 5.17); la persona que es una nueva criatura ha sido llamada a un nuevo estilo de vida, cuya prioridad central es el ministerio de la reconciliación. Las relaciones humanas basadas en el predominio, la superioridad, la jerarquía, la enajenación, la exclusión, el separatismo o la esclavitud son contrarias a nuestra realidad como nueva creación. Como ministros o ministras de la reconciliación, necesitamos ―despojarnos de la vieja naturaleza‖ y ―revestirnos del nuevo ser‖ a fin de poder ser renovados ―conforme a la imagen de nuestro creador— (Col 3.9-10), lo cual significa que 126 Taylor,

p. 3. Samuel Trujillo González, “El nuevo orden de Melquisedec: la inclusividad del sacerdocio” inédito, documento de estudio (A) solicitado por el Presbiterio ―Juan Calvino‖, México, 1993. 128 L. Taylor, pp. 8-9. 127

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debemos modelar o ejemplificar en nuestras estructuras eclesiásticas la nueva creación que implica la cooperación mutua y la igualdad entre mujeres y hombres, incluyendo la ordenación al ministerio de la reconciliación. Otra fuente de argumentación a favor de la ordenación de la mujer ha sido el relato del derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés. La interpretación que hace Pedro acerca de los eventos del día de Pentecostés echa mano de la profecía de Joel, en la cual la presencia del Espíritu de Dios se hace accesible a toda clase de gente, no sólo a los profesionales de la religión, sino especialmente a quienes han sido tradicionalmente silenciados/as, excluidos/as o mantenidos/as a distancia de los lugares, objetos y oficios sagrados, esto es, a los/as más jóvenes, más viejos/as, las mujeres, los esclavos. Es precisamente a quienes no son adultos, sanos, varones o personas que ostenten poder religiosos a los/as que ahora se les otorgan plenos privilegios litúrgicos o religiosos y a quienes se les provee de los dones divinos de profecía, sueños y visiones para el ejercicio del liderazgo y el ministerio en la nueva era mesiánica inaugurada precisamente con el derramamiento del Espíritu. Los días en que nuestras ―hijas‖ ―profetizarían‖ y cuando aun sobre nuestras ―siervas‖ Dios ―derramaría el Espíritu‖, de hecho han llegado.129 Tal es el asombroso portento proclamado en Pentecostés mediante el cual los menores, los/as ancianitos/as, las mujeres, los pobres y los humildes reciben pleno estatus litúrgico en el pueblo escatológico de Dios, y actúan ya como sujetos de su propio encuentro con Dios.130 Pasajes bíblicos que se han usado en apoyo del ministerio de las mujeres Lucas 8.1-3. Aquí encontramos algunas mujeres que eran ―discípulas‖ de Jesús, viajaban con los ―doce‖ (un comportamiento por cierto muy escandaloso, ya que las mujeres no podían viajar más que con sus propios familiares), además, se nos dice que, de sus propios medios, ellas proveían para (diékonoun, ―servían‖) el sustento de ellos. Aquí tenemos unas mujeres que participaban activamente en el ministerio de Jesús: el verbo que describe la actividad de ellas es el mismo que la palabra diácono. Vemos que para Jesucristo era más escandaloso excluir a las mujeres del ministerio que viajar en compañía de ellas.131 Lucas 13:10-17. Jesús sanó a la mujer en la sinagoga en sábado; al hacerlo, quebrantó varias reglas: 1) violó el mandato sobre el sábado que prohíbe trabajar en él (sanar era considerado como trabajo); 2) quebrantó la regla referente a las personas pecadoras o enfermas (ya que tocó a una mujer encorvada y se consideraba que la enfermedad era castigo del pecado); 3) quebrantó la regla sobre la prohibición de hablar en público entre un hombre y una mujer; y 4) quebrantó la regla relacionada con el lugar de las mujeres y de los hombres (el maestro invitó a la mujer a pasar frente a la sinagoga, lugar reservado exclusivamente a los varones). Con todo esto, el Señor demostró que las mujeres tienen un lugar propio en la adoración y en la liturgia, y no solamente los hombres. A esta mujer se le restauró su derecho de acceso a los lugares ―sagrados‖ e incluso al propio Dios; asimismo, se le reintegró su dignidad personal al recibir la santidad y al llamarla ―hija de Abraham‖, mostrando de esa forma que ella era aún más digna que los animales a los que se les daba comida y agua incluso los sábados. Lucas 8.40-48. Otra pobre mujer aislada socialmente, rechazada, ritualmente impura, fue liberada de su flagelo. De acuerdo con Levítico 15.19-30, ella cometió una grave ofensa al tocar intencionalmente a Jesús, pero en lugar de recibir un castigo o de recibir el repudio y la vergüenza públicos, Jesucristo la aceptó y la afirmó dándole apoyo y reconocimiento y, finalmente, la liberó. Ni los procesos naturales ni las enfermedades impiden que las mujeres se mantengan en contacto con el Señor. Excluir a las mujeres sobre la base de ciertos tabúes físicos es algo contrario al Evangelio. Juan 4. La historia de la mujer samaritana en conversación con Jesús es otro ejemplo escandaloso de cómo el Maestro rompió las barreras y los prejuicios populares en contra de las mujeres (incluso contra las mujeres de mala reputación). En esta historia vemos cómo una mujer moral y racialmente reprobable es restaurada a su plena humanidad y a su merecida dignidad. De ser objeto del abuso y la explotación masculina, pasa a ser predicadora de las buenas nuevas y es transformada en participante activa del ministerio.

129 Salatiel

Palomino L., “I Corintios 14.33b-35 y el silencio de la mujer en la iglesia” en Tiempo de hablar…, p. 24. Sánchez Cetina, Fe bíblica: Antiguo Testamento y América Latina. Ensayos exegéticos del Antiguo Testamento. 131 Laura Taylor de Palomino, “Jesús y las mujeres: las implicaciones para la iglesia y la sociedad de hoy” en Tiempo de hablar…, pp. 11-12. 130 Edesio

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Lucas 10.38-42. Marta y María sirvieron al Señor de diferente forma, pero la parte de María sentada a los pies del Maestro y oyendo su enseñanza, constituye la mejor forma según explica Jesucristo. En una cultura en que los rabinos solían decir: ―Si alguno enseña la Torah a su hija, es como si la educara para ser lasciva y licenciosa‖ (Mishnah, Sotah 3.4), que una mujer recibiera instrucción de labios de Jesucristo resulta ser algo totalmente inesperado. Y aquí tenemos a Jesús proveyendo instrucción teológica formal a una mujer (―sentarse a los pies de…‖ resulta ser una frase técnica que se refiere a la enseñanza formal de los rabinos, cf. Hch 22.3) y, además, defendiéndola por ello, abriendo de esta manera el nuevo horizonte de los estudios teológicos a las mujeres de suerte que puedan servir mejor al Señor. Hechos 18.26. En este pasaje encontramos a una mujer (a Priscila se le menciona antes que a su marido; además, sabemos que fue una dama muy activa en el ministerio con el apóstol Pablo) por lo menos enseñando juntamente con su esposo a un ministro varón. Ella participó en la formación teológica de un elocuente predicador. Pasajes controvertidos Hay por lo menos dos pasajes bíblicos que han sido objeto de un estudio más detallado debido al peso o importancia que tienen entre los miembros de nuestras iglesias. Estos son los pasajes donde se prohíbe específicamente que las mujeres hablen en las asambleas litúrgicas. I Corintios 14.33b-35. En este texto, Pablo afirma claramente: “…vuestras mujeres callen en las congregaciones, porque no les es permitido hablar…”. Estas reglas se toman muy en serio, aunque literalmente, en nuestras iglesias; en ellas parece eliminarse toda participación de las mujeres en el ministerio oficial, como ya lo vimos más arriba. No obstante, para un sano entendimiento de las mismas se han hecho las siguientes aclaraciones: 1) el contexto muestra que se han de aplicar exclusivamente en un contexto litúrgico de confusión y desorden (por ejemplo, los frenéticos excesos carismáticos o entusiastas de algunas mujeres de extracción pagana); 2) el verbo (sigao, en griego) en este contexto no puede tomarse como un mandato absoluto, sino solamente en un sentido temporal y relativo; además, el mismo verbo también se aplica en el mismo capítulo a los varones profetas y glosólalos; se puede entonces concluir que 3) dada la estética pedagógica propia de la adoración cristiana, se debe imponer el silencio reverente a la asamblea litúrgica cristiana cuando el hablar inoportuno y vergonzante amenaza la comprensión, el buen orden y la adoración del Dios santo y de orden; 4) semejante silencio se impone tanto sobre las mujeres como sobre los hombres; en este contexto no es una norma exclusivamente dirigida a las mujeres; 5) Pablo aborda aquí un problema pastoral, no establece principios doctrinales de validez universal; 6) en consecuencia, esta regla es simplemente correctiva, es decir, relativa o referente a una situación temporal y local específica, no se trata de una regla prescriptiva para todos los casos y que deba ser impuesta en todas partes; 7) la aplicación de este pasaje en otros contextos debe tomar en cuenta las condiciones culturales contemporáneas pertinentes.132 I Timoteo 2.8-15. En este pasaje se insiste en que ―la mujer aprenda en silencio, con toda sujeción‖, y de inmediato se agrega: ―Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, son estar en silencio‖. Desconectado de su contexto, este pasaje parece imponer el silencio absoluto y permanente a las mujeres, sin mayor consideración ni excepción; sin embargo, se ha explicado y argumentado que el contexto histórico y cultural de Éfeso aclara el carácter de esta prohibición; se trata de un contexto influido por los cultos de misterio que practicaban la adoración de ciertas diosas-madres que se suponía eran las creadoras de los varones. Esta prohibición, entonces, debe entenderse en un sentido limitado y relativo por cuanto se refiere específicamente a algunas mujeres que habían sido seducidas por el engaño de ciertas formas de herejía gnóstica introducida por falsos maestros (I Tim 1.3-4; 6.3-5; II Tim 3.6-7). Ciertas mujeres débiles y vulnerables estaban siendo persuadidas a practicar el ascetismo y la abstinencia sexual, cosas que subvertían la cultura patriarcal. Dentro de este marco de combate contra una herejía muy probablemente promovida por algunas mujeres, es natural y comprensible que el autor de la epístola exigiera que las mujeres estuvieran en silencio y sujeción. El mandato, sin embargo, se refiere a mujeres que estaban bajo esas circunstancias particulares. Una vez resuelto el problema de la enseñanza herética, la reglamentación referida quedó sin efecto. De la misma manera, en los diferentes contextos históricos y culturales de hoy en día, este pasaje no debe leerse ni 132 S.

Palomino, pp. 23-41. 52


interpretarse como una exclusión absoluta de las mujeres de los oficios, de la educación y la predicación en la iglesia.133 Un capítulo inconcluso Las luchas de las mujeres, y en su contra, no han concluido en la Iglesia Nacional Presbiteriana de México. Este capítulo todavía no se ha cerrado pues una nueva ola de fiero conservadurismo de extrema derecha amenaza actualmente los esfuerzos de las mujeres para hablar con el apoyo decidido de un creciente número de varones conscientes en la iglesia. El capítulo sólo podrá concluirse cuando la denominación toda reconozca a las fieles mujeres, ministras del Señor, el derecho que Dios le ha dado de servirlo a Él en plena igualdad con los varones.

133 Véase:

Rebeca Montemayor, “I Timoteo 2.8-15: ‘No permito que las mujeres enseñen…’” en Tiempo de hablar…, pp. 87-

102. 53


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LA LUCHA POR EL MINISTERIO FEMENINO EN EL PRESBITERIANISMO MEXICANO (1973-2009) Ariel Corpus Actualmente, en las disciplinas sociales la perspectiva de género ha contribuido para mirar con otros lentes a las instituciones, incluidas las religiosas, y visualizar a sujetos sociales históricamente vulnerados. En los trabajos sobre el fenómeno religioso también estos estudios han tenido cabida en la discusión, desde la antropología algunos trabajos han tomado en cuenta el tema de las mujeres. Desde la historia, también textos recientes han visualizado a las mujeres en los procesos de constitución de las comunidades de fe. En las denominadas Iglesias históricas, la presbiteriana entre ellas, la mujer ha sido invisibilizada en prácticas domésticas o roles que preponderantemente exhiben algún papel de estos. Es decir, se les piensa a partir de ciertos parámetros de acción que involucran el quehacer doméstico: la cocina, la educación infantil, los quehaceres vinculados a limpieza, maternidad, etcétera. Sin embargo, poco a poco las mujeres han ido saliendo de la lontananza y se han puesto en un primer plano realizando acciones que habían estado cooptadas por los varones. De ese modo, salen del ámbito doméstico y se dedican, por ejemplo, a la teología. Al interior del presbiterianismo mexicano, en los últimos meses el tema de las mujeres ha vuelto a ser motivo de polémica a raíz de un movimiento al interior de la Iglesia que busca ser inclusivo y trata de distribuir los liderazgos de un modo equitativo. Tal situación se vive en algunos presbiterios del centro del país vinculados a la Iglesia Nacional Presbiteriana de México. Una iglesia que tiene sus raíces en el trabajo misionero de una mujer, Melinda Rankin, pero que su labor está opacada por otros personajes varoniles, como Arcadio Morales. Desde ese momento histórico podemos ver de qué manera la mujer ha sido invisibilizada de la historiografía protestante o relegada a un segundo plano. De igual modo, las lecturas bíblicas que se elaboran sobre ella quedan en roles de tintes domésticos, pero nunca en un primer plano donde en los hombres se encuentran. El tema de la ordenación de la mujer al ministerio pastoral dentro de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México, no es reciente. Por lo menos, desde la década de los 70‘, esta discusión se encuentra en los órganos oficiales de la Iglesia, lo que nos obliga a entender que los cambios dentro de las instituciones religiosas no son por un entusiasmo pasajero, ni, dicho coloquialmente, por subirse al tren de una moda. Si ahora se vuelve a retomar la discusión al respecto es porque ha existido un proceso que obliga a tal necesidad, ya que en la actualidad, más que nunca, las mujeres se han visibilizado en espacios que antes eran reservados a los hombres. El tema de la ordenación de mujeres es una lucha que debe entenderse desde un enfoque sociológico para comprender como se ha desarrollado. Si consideramos que la ordenación no es una credencialización, sino el reconocimiento legítimo que hace una comunidad de creyentes a un llamado divino, a una vocación ministerial en igualdad de condiciones, es necesario comprender cómo ha sido la lucha por obtener tal legitimidad. Por otro lado, vale la pena señalar que la intolerancia religiosa también se vive a nivel intraeclesial. No podemos pasar por alto que la institucionalización de las comunidades de fe lleva a poner ciertos criterios sobre su propia estructura, en la cual, siempre se viven procesos de exclusión. Si queremos, como protestantes, debatir la intolerancia contra nosotros, también debemos aceptar que esa intolerancia se encuentra en las propias comunidades de fe que no siempre exponen los valores del Reino de Dios, y forman, como se autoproclamo Monsiváis: cristianismos marginales. La presente ponencia se divide en dos partes. En la primera desarrollaré cómo ha sido la lucha por el reconocimiento del ministerio femenino en la Iglesia Presbiteriana. Me apoyaré para ello, principalmente en material hemerográfico de su órgano oficial, El Faro, que deja ver entre líneas no sólo el desarrollo del debate, también la tensión existente a causa de él. En segundo lugar, trataré de hacer una propuesta teórica para abordar este tema de un modo sociológico, donde sin duda es necesario aterrizar categorías que permitan implementar un dispositivo metodológico para abordar el tema. Con virtud y rebeldía: el debate sobre los ministerios femeninos En el debate sobre los ministerios femeninos, se encuentran cuatro episodios. El primero, donde se comienza a visibilizar a la mujer, es de 1973 a 1976; el segundo, donde el debate tiene cabida con argumentos sólidos, de 1981 a 1989; el tercero, donde se busca materializar el proyecto, de 1900 al 2004; y el cuarto, en el cual hay una clara reacción de intolerancia al respecto, callando a los actores de los medios oficiales, del 2004 al 2009. 55


La visibilidad de la mujer: 1973-1976 La convulsionada década de los ‘70 trajo a colación cambios radicales en las relaciones de género. Ante la severa dicotomía de dos modos de producción distintos y, a su vez, dos ideologías que competían entre sí, los movimientos sociales respondieron al demandar sus derechos negados por decenios. En esta década, también, se celebra el Año Internacional de la Mujer, por lo cual la reflexión sobre el papel impuesto por una sociedad que se piensa androcéntricamente estuvo presente. En esta misma coyuntura los debates eclesiásticos no se hicieron esperar, y, a lo largo de diez años, se empieza a prefigurar en el órgano informativo de la Iglesia Presbiteriana, El Faro. Esta primera etapa, que se sitúa de 1973 hasta 1976, es donde los textos que exponen el debate aparecen, aunque aún de manera incipiente y con poca elaboración argumentativa, siendo casi, sin afán de desprestigiarlos, panfletos. El primero de ellos, contrarresta directamente la búsqueda del liderazgo en la iglesia al preguntar sin temor: ¿Es bíblica la ordenación de la mujer?134 No obstante, el texto sigue el modelo paulino de familia sustentado en la antigua tradición hebrea de la creación, donde la mujer debe sujetarse en una posición de sumisión al hombre. Si bien, el artículo no tiene una posición radical ni sumamente elaborada, como otros estudios que se verán más adelante, sí comienza la discusión de un modo claro. Posteriormente se buscará contrarrestar esta polémica, ya sea enfatizando en el ministerio doméstico como el lugar de servicio de la mujer, o dándoles por su lado pero sin considerar el debate de un modo crítico. En esta categoría se encuentran textos donde se señalan que en el Antiguo Testamento la mujer fue creada como ayuda idónea del hombre, pero al ser la primera en pecar, se subordina al él. Lo único rescatables es que logran dignificar a la mujer como hijas de Dios.135 Pero siempre enfatizando que no debe renunciar a su vocación doméstica, ya que se equipara a un ministerio. No obstante se comienza a visibilizar a la mujer en ámbitos públicos.136 Es hasta 1975, a raíz del Año Internacional de la Mujer que se abre el tema de un modo diferente, ya que en los artículos se empieza a notar a la mujer fuera del ámbito doméstico o de los roles preestablecidos para ella. Por ello, en esta coyuntura se elaboran nuevas lecturas bíblicas que reconocen una mujer diferente en los textos bíblicos al aparecer en diferentes esferas y no tan sólo en la familiar: en la acción política y en la transformación radical buscando una igualdad de condiciones entre géneros.137 De igual modo, ante la oleada de la liberación femenina en el ámbito secular, las mujeres evangélicas también tuvieron una opinión al respecto, que la llevaron a un terreno donde espiritualizaban la liberación, reconociendo su marginación en el terreno de la práctica cúltica.138 Debates y coyunturas: 1981-1988 Con este telón de fondo, para la década de los 80‘ se verán cambios en los modos de pensar y trabajar el tema. También, habrá coyunturas que se materializarán en una política editorial más inclusiva, ya que arriba a la dirección de El Faro, en 1981, Eliseo Pérez Álvarez en cuya trayectoria se impulsará un nuevo proyecto editorial. En su tiempo como director, hubo sucesos importantes en el ámbito reformado que fueron cubiertos y que en las páginas de la revista ocuparon espacios. Uno de ellos fue el Centenario del Esfuerzo Cristiano en 1981, organización que agrupa a los jóvenes presbiterianos de México. Esta fecha épica llenó bastantes páginas con una discusión sobre la realidad de los jóvenes en México y revitalizó la vetusta organización en una generación que poco a poco se desgastaría. De igual modo, tuvo que cubrir el fallecimiento de dos intelectuales que con su pluma abrieron brecha en las letras protestantes: Gonzalo Báez Camargo y John Alexander Mackay en el año de 1983. Ambos, pioneros de una nueva forma de pensar el protestantismo en América Latina; uno metodista de tradición liberal, y el otro presbiteriano escocés que se destacó en una obstinada búsqueda por inculcar las raíces reformadas a una nueva generación de protestantes en este continente.

R. P. Shedd, “¿Es bíblica la ordenación de mujeres?”, en El Faro, (México), [¿año?], p. L. de Rodriguez, “El lugar de la mujer en la Iglesia” en El Faro (México), enero, 1973, p 11. 136 Alma Tamez de Trujillo, “El ministerio polifacético de la mujer” en El Faro, (México), agosto, 1973, p. 6; Jael Dimas C., “La mujer, presente en la Reforma Protestante”, en El Faro, (México), octubre, 1973, p. 6. 137 Samuel Trujillo, “La mujer en la Biblia y en la iglesia” en El Faro, (México), mayo, 1975, p. 2. 138 “La postura de la mujer cristiana ante la liberación femenina” en El Faro, (México), mayo 1976, p. 3. 134

135 Olga

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Pero también, en su trayectoria se encuentran documentos que visibilizan los debates sobre la Teología de la Liberación.19139 Mediante artículos y entrevistas, se deja ver esta discusión que entró en el presbiterianismo mexicano en el ámbito académico, más no en el pastoral. Ejemplo de ello, es el artículo de Ángel Reynoso que se mandó, literalmente, arrancar de las páginas de la revista, ya que a la par de una política editorial con un fuerte énfasis social, emergía con fuerza el conservadurismo protestante en algunos Presbiterios y poco a poco los presbiterianismos del sureste cobraban más fuerza. A la par, en las aulas del Seminario Teológico Presbiteriano de México también se vieron cambios, pues emergieron pastorados más acorde con la realidad y las exigencias latinoamericanas, ya que estando como rector Salatiel Palomino se organizó el Segundo Congreso de Teología Reformada que impulsó una relectura necesaria para la tradición calvinista en el país. En este contexto, en El Faro, la calidad de los argumentos sobre la ordenación de la mujer fueron a más y las páginas dedicadas al tema tuvieron más auge, dado que los procesos de formación así lo permitieron y la política editorial no tuvo reproche para apuntar el camino rumbo a un debate serio y organizado. De este modo, es que se empieza a reconocer la tensión latente en algunos textos al reprochar el espíritu antifeminista que existía en las comunidades de fe, con el cual hacían aparecer al apóstol Pablo como un tipo contrario a la mujer al utilizar determinados textos para oponerse al trabajo de la misma en la Iglesia.20 140Lo que vino a sumar a este debate fue el trabajo teológico de Irene de Foulkes, quien mediante una lectura académica, sociológica e impregnada de planteamientos de la Teología de la Liberación, empieza a discutir el problema que se experimentaba en contra de los ministerios femeninos en América Latina. Para ella, había dos características en contra en este contexto continental: ser mujer y se pobre. Situación que las iglesias no buscaban remediar.21 141 Para 1986 y con la coyuntura del Centenario de la Obra Femenil de la Iglesia Presbiteriana, se recobraron algunas figuras femeninas importantes. Una de ellas fue Melinda Rankin;142 la otra, la teóloga mexicana Elsa Tamez, a quien el director de la revista entrevistó y no dejar pasar la oportunidad de preguntarle sobre los ministerios femeninos en la Iglesia, y en cuya respuesta se comenzó a visualizar el problema de las interpretaciones bíblicas en torno al tema.23143 La entrevista con Elsa Tamez deja ver el telón de fondo por el cual se ha reprochado, hasta la actualidad, al movimiento que busca los ministerios femeninos: la influencia que la teología de la liberación. Como hipótesis, se puede plantear que esta teología fue influyente sobre la actividad académica de una generación de pastores. Sin embargo, Elsa Tamez es un caso aparte de la realidad mexicana, ya que toda su formación la realizó fuera de su tierra natal y al margen de la vida en el presbiterianismo mexicano. No obstante, estos años fueron vitales para los jóvenes estudiantes de teología ya que a finales de este año, 1986, estuvo en México la crema y nata de la teología de la liberación. Leonardo Boff, Frei Betto y Gustavo Gutierrez, entre otros, fueron escuchados por los jóvenes seminaristas. Por ello, a inicios de 1987 El Faro continuó con la campaña que ponía en la mesa de discusión el debate al publicar un estudio de Elsa Tamez,144 en donde realiza un trabajo para distinguir entre el marco histórico y la revelación divina, enfatizando en que el momento histórico del pastorado femenino, ha llegado.145 También, se pone en discusión el tema de la emancipación de las mujeres en la actualidad146 y en el mismo espíritu se comienzan a publicar estudios académicos sobre teología,147 sociología, e historia, en el cual se inserta un texto

Ángel Reynoso, “Análisis crítico de la teología de la liberación desde una perspectiva reformada en México” en El Faro, (México), julio-agosto, 1982, p. 35-40. 140 D.A.8.A.,”El lugar de la mujer en la obra de Dios”, en El Faro, (México), marzo-abril, 1980, p. 20. 141 Irene de Foulkes, “La mujer y la marginación en el culto”, en El Faro, (México), mayo-junio, 1985, p. 151. 142 Evelia M. de Chavarria, “Primer congreso femenino”, en El Faro, (México), enero-febrero, 1987, p. 35-36. 143 Eliseo Pérez Álvarez, “Elsa Tamez: sin la Iglesia presbiteriana no sé dónde estaría hoy”, en El Faro, (México), septiembre-octubre, 1986, p. 168. 144 Elsa Tamez Luna, “El lugar de la mujer en la Iglesia”, en El Faro, (México), enero-febrero, 1987, p. 4. 145 Ibid., p. 8. 146 Mirella Medrano Vizuet, “La emancipación de la mujer judía”, en El Faro, (México), marzo-abril, 1987, pp. 42-45; Cherie White de Velazco, “Mujer, iglesia y autonomía (La mujer sola)”, en El Faro, (México), noviembre-diciembre, 1987, pp. 202205. 147 Isabel de Vargas de Ramírez, “Mujer, biblia y libertad”, en El Faro, (México), septiembre-octubre, 1987, p. 162-165; André Biéler, “Hombre y mujer en la moral calvinista”, en El Faro, (México), septiembre-octubre, 1987, p. 168-171; Irene Foulkes, “Mujer, biblia y tradición”, en El Faro, (México), marzo-abril, 1987, p. 46-53. 139

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de Jean-Pierre Bastian que permite entender cómo se ha construido el modelo de mujer protestante a partir de cuatro principios: feminidad, nacionalismo liberal, ilustración y cristianismo.148 Para 1988 se radicalizará más la literatura, ya que la política editorial se propone presentar temas mariológicos, en el cual destaca una carta que el teólogo suizo, Karl Barth, envió a su colega Karl Rahner.149 El gran auge que esta línea editorial implementó abordando el tema de la mujer, e incluso anunciando encuentros teológicos de mujeres, causó controversia e inconformidad para diferentes creyentes. Por ello, el Presbiterio San Pablo mostró su malestar con una carta dirigida a la Asamblea General en la cual acusan a la revista de ser tendenciosa al difundir mediante ideas liberales y humanistas ajenas al espíritu del evangelio, tachándola de ecumenismo, liberacionismo y extranjerismo. Ante tal inconformidad, el comité editorial no se quedó callado y respondió oportunamente con su mismo método crítico.150 La polémica causó interés en ciertos círculos y, al siguiente número, los estudiantes del Seminario Teológico Presbiteriano de México también enviaron una misiva respondiendo a las acusaciones elaboradas por el Presbiterio San Pablo. Tal comisión encarnaba un espíritu de interés novedoso y de diálogo con nuevas tendencias.151 No obstante, y pese al apoyo, Eliseo Pérez dejó la dirección de la revista, no sin antes publicar un tema más sobre la mujer.152 Empero, con su salida los contenidos cambiaron y el debate sobre los ministerios femeninos volvió a un ambiente de clandestinidad, aunque apareciendo de modo esporádico en las décadas siguientes. En ese mismo año, salió a la luz un texto de quien figurará como un actor clave y opositor a esta búsqueda: Bernabé Bautista Reyes, quien escribirá un texto donde se mostrará en contra de la ordenación femenina.153 Buscando materializar el proyecto: 1990-2004 Ante este panorama, para los 90‘ el bombardeo editorial se relajaría y los esfuerzos se enfocarían, al menos en los primeros años, en informar sobre los cambios legislativos en materia religiosa. Sin embargo, para la primera mitad de la misma década se preparara el terreno, con los antecedentes de los ‘80, para el Primer Congreso sobre el Ministerio de la Mujer. El primer intento se realizó en el Presbiterio Juan Calvino, con la Primera Convención de la Unión de Sociedades Femeniles en donde se buscó dar lugar al papel de la mujer en la Iglesia y en la fe reformada.154 Mientras tanto en El Faro continuarían, de modo esporádico, los temas bíblicos sobre la mujer.155 A la par de una constante búsqueda por la identidad reformada y su constante aplicación en la vida eclesial, y en fraternidad institucional con otras organizaciones, el Seminario Teológico Presbiteriano de México contó con la presencia de Elsa Tamez,156 ya como una teóloga consolidada en el ambiente de América Latina. De igual modo, mención importante y alentadora para la materialización del proyecto debe ser la ordenación de Evangelina Corona como anciana de iglesia en 1995. Esta visita se puede interpretar como un último impulso a la organización del Primer Congreso Sobre el Ministerio de la Mujer en 1996, que se realizó en el mismo

Jean-Pierre Bastian, “Modelos de mujer: ideología religiosa y educación femenina 1880-1900” en El Faro, (México), mayojunio, 1987, p. 87. 149 Alfredo Tepox Varela, “María la mujer” en El Faro, (México), enero-febrero, 1988, p. 2-5; Karl Barth. ―Una carta sobre temas mariológicos (a Karl Rahner con motivo de una mariología que este mes me envió)‖, en El Faro, (México), enerofebrero, 1988, p. 6-7. 150 “Buzón editorial” en El Faro, (México), mayo-junio, 1988. Contraportada. 151 “Buzón editorial” en El Faro, (México), julio-agosto, 1988. Contraportada. 152 Irene de Foulkes, ―La mujer frente a la teología bíblica‖, en El Faro, (México), julio-agosto, 1988, p. 138-142. 153 Bernabé Bautista Reyes, La ordenación de las mujeres desde una perspectiva bíblica, histórica y teológica, México, Manantial, 1988. 154 Margarita Ojeda de Martínez, “Primera convención y aniversario de la Unión de Sociedades Femeniles del Presbiterio Juan Calvino”, en El Faro, (México), marzo-abril, 1990, p. 71-72. 155 José Luis Velazco. “El ministerio de la mujer en la (misión de la) iglesia: hacia una nueva dimensión”, en El Faro, (México), septiembre-octubre, 1994, p. 140-147; Luis D. Salem. “La mujer en el libro de Proverbios”en El Faro, (México), ¿año?, ¿página? Cherie White. “María: mujer sumisa, pero ¿a quién?” en El Faro, (México), noviembre-diciembre, 1994, p. 162-163. 156 “Elsa Tamez de paso por México”, en El Faro, (México), mayo-junio, 1995, p. 94; Eva Domínguez Sosa. “Elsa Tamez: una buscadora de rutas no transitadas”, en El Faro, (México), julio-agosto, 1995, p. 121-122. 148

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Seminario.157 Como documento final, se publicó Tiempo de hablar: reflexiones en torno a los ministerios femeninos,158 en donde aparecen las ponencias. A partir de esta publicación los nombres de pastores formados en las aulas de Seminario años antes, empiezan a ser una pieza importante para comprender esta lucha de reconocimiento, ya que tendrán repercusiones en el ámbito presbiteriano: Evangélica Corona, Salatiel Palomino, Laura Taylor, Eva Domínguez Sosa, Eliseo Pérez, Rebeca Montemayor, Sergio Ulloa y, entre otros, Leopoldo Cervantes-Ortiz. Un año más tarde, en 1997, se organizó otro congreso que también discutió el tema de la mujer en la tradición reformada, pero no tuvo mucho seguimiento.159 Sin embargo, en ese mismo año el Presbiterio de la Ciudad de México licencia como predicadora a Eva Domínguez Sosa (quien, posteriormente, será ordenada como pastora por la Iglesia Evangélica Española en febrero del 2010). A partir de este momento la búsqueda del reconocimiento al ministerio tomo otras rutas de difusión, ya que desde 1997 en adelante no se vuelve a tomar el tema de la ordenación femenina en El Faro, reduciendo los artículos a estudios bíblicos160 que no proponen abonar a la discusión. Sin embargo, el ambiente siguió tenso y se reflejó en dos trabajos donde el tema de la mujer salió a relucir; una de ellas pretende deconstruir las imágenes maternas de Dios;161 otra, la elaborada por Rubén Montelongo42162 quien hace una interpretación del presbiterianismo con una fuerte crítica, al referirse al presbiterianismo de la época como un protestantismo que glorifica y defiende la ignorancia. Esta tesis es un ataque directo a la teología conservadora que emergía en el núcleo de la iglesia, de ese modo señala la existencia de una corriente fundamentalista que hace frente a la alta crítica. Y de ese modo, critica abiertamente a Bernabé Bautista Reyes y se va duro y tupido contra la Asamblea General. De igual modo, Salatiel Palomino publica en la revista Mundo Reformado un texto sobre el mismo tema, dejando caer la pluma sobre Bautista Reyes.163 En este contexto, y en los últimos años de la década de los 90‘, también surgen cambios importantes en la institución de formación presbiteriana, ya que el Seminario, que se veía como un semillero de creencias tendenciosas, purgado, y con ello se da la salida de profesores como el mismo Salatiel Palomino, Mariano Ávila y Eliseo Pérez, comenzando así la primera diáspora de una camada de intelectuales protestantes. A los que se sumarían, posteriormente, otra oleada de jóvenes teólogos que no encontrarían espacios para desarrollar sus ideas dentro de la Iglesia Presbiteriana. Por ello, es hasta el 2004 que se publica en dos series el texto “Servir y sentarse a los pies de Jesús: Maria y Martha. Retrato de dos discípulas”,164 donde se vuelve hacer un ejercicio exegético pugnando por los ministerios de liderazgo femeninos en la iglesia primitiva. En el mismo año se presenta un estudio sobre el papel de las mujeres en la Iglesia Presbiteriana, ya que un trabajo de tesis abordó este tema al hablar sobre el ministerio pastoral de las mujeres.165 Tal trabajo es digno de mencionar ya que se encuentran entrevistas con algunas mujeres que fueron ordenadas como diaconisas y ancianas, o que tienen protagonismo dentro de algunas iglesias, mayoritariamente de Presbiterios del centro del país. Amparo Lerín Cruz, “Tiempo de hablar: reflexiones en torno a los ministerios femeninos” en El Faro, (México), mayo-junio, 1996, p. 91-92. 158 Tiempo de hablar: reflexiones en torno a los ministerios femeninos, México, Ediciones STPM/Presbyterian Women PCUSA, 1997. 159 “Conferencias y congresos especiales” en El Faro, (México), enero-febrero, 1997, p. 11. Tan sólo se publicó un breve resumen de las actividades con el título: “Analizando desde una perspectiva Bíblica Teológica-Reformada el ministerio de la mujer” mayo-junio, 1997, p. 83. 160 Patricia Montero H., “La identidad de la mujer presbiteriana” en El Faro, (México), noviembre-diciembre, 1998, pp. 191192. 161 Josué Reyes Cervantes Carrillo, Dios Padre-Madre: fundamentos antropológicos y biblíco-teológicos para el rescate de la imagen materna de Dios, México, Tesis de Licenciatura en Teología, 1999. 162 Rubén Montelongo, Cuatro rostros del presbiterianismo en México. Perspectivas, México, Tesis de Licenciatura en Teología, Seminario Teológico Presbiteriano de México, 1999. 163 Salatiel Palomino, “En busca de aceptación y reconocimiento‖. Las luchas de las mujeres en el ministerio‖, en Mundo Reformado, vol. 49, no, 1-2, 1999. 164 Judith VanOsdol, “Servir y sentarse a los pies de Jesús: María y Martha. Retrato de dos discípulas (1ª parte)‖, en El Faro, (México), mayo-junio, 2004, p. 21-23; Judith VanOsdol. “Servir y sentarse a los pies de Jesús: María y Martha. Retrato de dos discípulas (2ª parte)” en El Faro, (México), julio-agosto, 2004, p. 21-23. 165 Marco Antonio Meza Flores, El ministerio pastoral de las mujeres en la INPM, México, Tesis de Licenciatura en Teología, 2004. 157

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Este trabajo deja ver cómo, a pesar de la clandestinidad oficial, se realizaron estudios en diversos Presbiterios del centro del país e iniciaron procesos de ordenación. Como resultado en ese mismo año, el Presbiterio Juan Calvino elaboró una declaración en la cual señala la equidad que debe prevalecer en los ministerios como símbolo de igualdad ante Dios.166 Y una comisión de mujeres estudiantes de teología del STPM, elabora la “Declaración de la consulta nacional de la Unidad de la Iglesia ante la ordenación de las mujeres”,167 en donde enfatizan en el sacerdocio de la mujer como una forma de dignificación y hacen un llamado a la Iglesia para hacer frente a la coyuntura, reformándose continuamente a la luz del Kairos actual. La contrainsurgencia: 2004-2009 En esta coyuntura, el núcleo duro y conservador del presbiterianismo mexicano captará los lugares de decisión importantes, tanto en la Asamblea General como en el Seminario Teológico Presbiteriano de México. La directiva de la Asamblea General toma una serie de decisiones que tendrán consecuencias para el tema que abordamos. En primer lugar, turna al Ministerio de Educación para que, en su momento y cuando sea necesario, convoque a un Concilio general donde se discuta el tema sobre la ordenación de la mujer. En segundo lugar, delega como rector de su Seminario a Hilario González Torres, institución dónde se gestaban diversos movimientos de corte inclusivo para que evalúe al personal administrativo y docente.168 El nuevo rector, entablará un combate contra las formas de protestantismo más crítico al despedir a profesores que se encontraban en el Seminario por ser de “dudosa fe”. Con ello, cambió la planta de profesores por otros de bajo perfil académico. De igual modo, en vísperas de un Concilio sobre el tema de la ordenación de las mujeres, cometió el error de hacer comentarios negativos con respecto al tema, lo que ocasionó que el ambiente se volviera a tensionar, ya que en una entrevista a poco tiempo de entrar en funciones, dijo: “Hay cosas más importantes por las cuales la Iglesia debe preocuparse”.169 Por otro lado, el Concilio celebrado en 2006 para tratar el tema de las mujeres resolvió un acuerdo casi unilateral, al decir: “El acuerdo que se tomó por unanimidad aplastante fue que no se ordenaran mujeres”.170 Los resultados, causaron reacciones de inconformidad para algunas mujeres dentro de los espacios eclesiásticos,171 pero se buscó seguir impulsando la reflexión sobre los ministerios.172 Una nueva coyuntura atravesaba al presbiterianismo mexicano, ya que las inmediatas declaraciones del rector Hilario González le costaron una rápida salida del Seminario, ya que este atravesó una crisis institucional,173 ante lo cual se guardó silencio en los medios oficiales pero se montó una campaña de desprestigio contra ciertos pastores e instituciones. Esta nueva coyuntura obligó a cerrar filas a ciertos sectores del presbiterianismo y en una reunión bianual en el 2006, la Asamblea General propuso hacer reformas a la Constitución de la Iglesia Presbiteriana lo que traería cambios significativos en los avances que se habían establecido sobre el tema de la mujer. De igual modo, surgieron las críticas de algunos Presbiterios dado que ya algunas iglesias se encontraban ordenando mujeres.174 “Declaración del Presbiterio Juan Calvino sobre el tema: Los diferentes ministerios de las mujeres en la iglesia” en El Faro, (México), julio-agosto, 2004, p. 26. 167 “Declaración de la consulta nacional de la Unidad de la Iglesia ante la ordenación de las mujeres” en El Faro, (México), julio-agosto, 2004, p. 28-29. 168 “Relación de acuerdos emanados de la XXVII reunión ordinaria de la R. Asamblea General celebrara en el seno de la Iglesia El Divino Redentor de Puebla, Puebla” en El Faro, (México), septiembre-octubre, 2004, p. 30-31. 169 Rubén Hernández y Díaz, “Nuevos funcionarios de la directiva y seminario teológico”, en El Faro, (México), septiembreoctubre, 2004, p. 3. 170 “Reunión de Concilio 2006 de la R. Asamblea General, que se realizó en la Capilla del Seminario Teológico Presbiteriano de México‖, en El Faro, (México), enero-febrero, 2006, p. 10. 171 “Algunas reacciones” en Boletín Informativo, México, Centro Basilea de Investigación y Apoyo, no. 21, enero-marzo, 2006, pp. 15-17. 172 “Sugerencias para continuar la reflexión sobre la ordenación de la mujer en la Iglesia Presbiteriana‖, en Boletín Informativo, México, Centro Basilea de Investigación y Apoyo, no. 21, enero-marzo, 2006, pp. 11-12. 173 Alma E. Muñoz, “Huelga de hambre de alumnos del Seminario Teológico Presbiteriano”, en La Jornada, (México), 30 de abril, 2005. Disponible en red: http://www.jornada.unam.mx/2005/04/30/index.php?section=sociedad&article=042n2soc; “Los alumnos del Seminario Teológico Presbiteriano manifiestan”, en Boletín Informativo, México, Centro Basilea de Investigación y Apoyo, no. 17, enero-marzo 2005, pp. 48-50. 174 “Glosa de acuerdos de la XXVIII reunión bianual” en El Faro, (México), julio-agosto, 2006, pp. 24-28. 166

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Sin embargo, las posibilidades y los ánimos parecían subir con la ordenación de Rosa Blanca González, egresada del Seminario Teológico Presbiteriano de México, que encontró cabida en la estructura de la PCUSA, ordenada como pastora en el 2007.175 Lo cual se notificó por otros medios no oficiales, que siguieron abonando a la discusión sobre el tema con material informativo y temas de coyuntura sobre los ministerios femeninos, me refiero, al Boletín Informativo del Centro Basilea de Investigación y Apoyo. Con respecto a las reformas constitucionales, se juramentó por la mayoría de los Presbiterios la Constitución que desconocía el papel de las mujeres.176 A pesar de la posición de ciertos Presbiterios que se mostraron en contra. También, cerraron filas frente a la alta crítica, ya que un documento público, dirigido a los presbiterianos de México, la Asamblea General se apropia la pluralidad existente mediante una posición conservadora en materia teológica, desconociendo los avances en el ámbito académico. Lo que realizó mediante el documento publicado en 2009 llamado: “Lo que cree y confiesa la Iglesia Nacional Presbiteriana de México sobre la Alta crítica”.177 Institucionalización y exclusión: un abordaje teórico necesario Los procesos de institucionalización dentro de las comunidades religiosas han sido estudiados en las ciencias sociales. Carlos Garma, por un lado, y D. Jael de la Luz, por otro, ofrecen en sus respectivos trabajos excelentes maneras de comprender esos procesos dentro del pentecostalismo mexicano, ya que el líder, quien conservaba el carisma, se institucionaliza en un cuadro burocrático de administradores de lo sagrado. 178 Pero, sin duda, es Weber quien habla de estos procesos de rutinización del carisma179 al hablar de los tipos de dominación. Es precisamente en estos procesos de institucionalización que las Iglesias cobran forma y crean sus paradigmas. También, en ellos, se empiezan a construir los modelos de inclusión y exclusión. Con estas categorías podemos comprender de qué manera dentro del presbiterianismo mexicano las Iglesias han puesto en la lontananza a sus mujeres. Para abordar el tema de la ordenación de las mujeres en el presbiterianismo mexicano se deben tomar en cuenta diversos parámetros sociológicos. De ese modo, la primera categoría se puede trabajar desde los parámetros weberianos es concebir cómo el carisma se va rutinizando y se forman cuadros burocráticos que delimitan el ser y quehacer de las instituciones. En un segundo momento, estos procesos institucionales socializan a los creyentes180 al formar tipos, prototipos o modelos establecidos de antemano, de modo que no se alcanza a reconocer la exclusión. En un tercer momento, estas instituciones llegan a pensar por sí solas ya que se hacen estructuras despersonalizadas,181 de tal modo que crean dicotomías simbólicas sobre el sentido de pertenencia; o, dicho en otras palabras, sobre lo que es bueno y afín a ellas, y lo que no lo es.182 Para trabajar el tema de los ministerios femeninos, se propone entender dos cosas. Por un lado, el proceso de institucionalización que ha tenido la Iglesia Presbiteriana, ya que como cita Mary Douglas, las instituciones: “guían de manera sistemática a la memoria individual y encauzan nuestra percepción hacía formas

175 “La

esposa de un pastor presbiteriano mexicano será ordenada en la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos‖, en Boletín Informativo, (México), Centro Basilea de Investigación y Apoyo, no. 265, abril-junio, 2007, p. 28. “Carta de Rosa Blanca González sobre su ordenación al ministerio en la PCUSA”, en Boletín Informativo, (México), Centro Basilea de Investigación y Apoyo, no. 25, enero-marzo, 2007, pp. 28-29; “Moviendo la cerca: en celebración de Rosa Blanca González al Ministerio de la Palabra y los Sacramentos”, en Boletín Informativo, (México), Centro Basilea de Investigación y Apoyo, no. 27, julioseptiembre, 2007, pp. 24-26. 176 “Constitución juramentada en la XXIX Reunión ordinaria de la R. Asamblea General”, en El Faro, (México), julio-agosto, 2008, p. 29; “XXIX reunión de la R. Asamblea General de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México”, en El Faro, (México), septiembre-octubre, 2008, pp. 4-5. 177 “Lo que cree y confiesa la Iglesia Nacional Presbiteriana de México sobre la Alta crítica‖, en El Faro, (México), marzoabril, 2009, s/p. 178 Carlos Garma, op. cit; Jael de la Luz, op. cit. 179 Max Weber, Economía y sociedad, México, FCE, 2008. 180 Peter Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad, Buenos Aires, Amorrortu, 1995. 181 Mary Douglas, Cómo piensan las instituciones, Madrid, Alianza Universidad, 1986. 182 Jeffrey Alexander, ―Ciudadano y enemigo como clasificación simbólica: sobre el discurso polarizador de la sociedad civil‖, en Jeffrey Alexander, Sociología cultural. Formas de clasificación en las sociedades complejas, Barcelona-México, Anthropos-Flacso, 2000, pp.141-163. 61


que resultan compatibles con las relaciones que ellas autorizan”.183 Se debe entender que las instituciones, después de todo el proceso de rutinización, empiezan a generar sus percepciones sobre lo que es bueno para ellas, más aún, lo que es afín a su naturaleza, crean convenciones y crean lugares o espacios incuestionables a su propia razón de ser. La misma Douglas, señala que: “Cuanto más revista la organización social la forma de un grupo latente consciente de los problemas organizativos […] tanto más invocaran sus miembros una historia de persecuciones y resistencia. La sociedad competitiva honra a sus héroes; la jerarquía, a sus patriarcas, y a la secta, a sus mártires”184 Con una postura natural, el presbiterianismo, como institución, legitima su razón de ser. De ese modo se pueden encontrar discursos incuestionables o que no son afines con ella misma. De ese modo logran sobrevivir encausando todo un proceso de socialización al bloquear las curiosidades que salgan o que transgredan lo establecido. Dogulas, siguiendo a Weber, señala que “la idea que nuestras instituciones utilizan para estigmatizar a los elementos subversivos es que una vez hubo un periodo de legitimidad incuestionable. Mediante esta argucia tan astuta se difunde la impresión de que la incoherencia y la duda son adquisiciones recientes”.185 Por tal modo, se socializa a los feligreses diciendo que la búsqueda por la ordenación, es un tema nuevo, pasajero, fruto de luchas que no van con el carácter de la institución propia (por ejemplo, el feminismo); y continúan la campaña del trabajo doméstico y familiar de la mujer como un ministerio; en fin, descartan las nuevas lecturas ya que les resultan incompatibles con su propia naturaleza. Pero también, empiezan a crear lo negativo que puede surgir dentro de ellas y se dedican a construyen antitipos, o antihéroes, que encarnan maliciosamente en ciertos personajes indeseados. En términos de Durkheim, construyen lo que es sagrado y profano mediante los procesos de socialización con el fin de establecer parámetros acordes a su naturaleza. En el ámbito de la ciudadanía, esto se puede ver mediante procesos de inclusión y exclusión, ya que las sociedades también tienen su dimensión subjetiva y para estudiarla hay que reconocer, siguiendo a Jeffrey Alexander, los “códigos simbólicos distintivos que son extremadamente importantes en la constitución del sentido de la sociedad para aquellos que están dentro de él y al margen de él”.186 De este modo, los códigos proporcionan categorías estructuradas de lo puro y lo impuro haciéndoles imputaciones que son inducciones analógicas y metafóricas dentro de un código simbólico que conceptualiza entre aquellos que son merecedores de inclusión y aquellos que no lo son. Así, hay algunos actores que no son ni respetables, ni morales. Este abordaje de ciudadanía puede ser importante para el tema de las mujeres en la Iglesia –y de la intolerancia en general–, ya que en un nivel micro las instituciones recrean el modo de funcionamiento social. Con ello, aunque en un nivel discursivo las iglesias aparezcan como comunidades de fe y de inclusión, en la práctica, recrean modelos sociales macros al excluir de ciertos lugares a las mujeres. Jeffrey Alexander, tomando el caso de la política, diría que: “los actores pugnan por viciar al otro con la estrategia de la represión y agruparse, a sí mismos, con la retórica de la libertad”.187 De ese modo, quien no esté de acuerdo con lo establecido, se ven como personas que: “carecen de la capacidad de comportamiento voluntario y responsable, estos miembros marginales de la comunidad […] deben en última instancia, ser reprimidos”.188 Mary Douglas señala con claridad cómo hacen esto las instituciones, ya que después de un proceso de rutinización y al crear sus cuadros burocráticos, continúa el último paso: A continuación, la institución empieza a controlar la memoria de sus miembros; les hace olvidar experiencias incompatibles con la rectitud de su imagen y recordar hechos que respaldan una visión de las cosas complementarias consigo misma. La institución les suministra las categorías de pensamiento, fija las condiciones del autoconocimiento y establece las identidades. Mas todo esto no basta. También debe afianzar el edificio social socializando los principios de justicia.189 Ante tal panorama, y con una institución que suministra las categorías de pensamiento, que fija las condiciones del autoconocimiento, que establece las identidades, que guía de modo sistemático el desarrollo del 183 Mary

Douglas, op. cit., p. 137. Ibid., p. 119. 185 Ibid., p. 140. 186 Jeffrey Alexander, op. cit., p. 143. 187 Ibid., p. 158. 188 Ibid., p. 153. 189 Mary Douglas, op. cit., p. 163. 184

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individuo y que encauza la percepción a sus propios fines, ¿qué se puede esperar? Siguiendo al economista alemán Albert Otto Hirschman, quien tomando modelos de la economía y la política para indicar que toda empresa u organismo está sujeto a un deterioro del producto, se pueden considerar que tan sólo hay tres salidas que pueden tomar los individuos que se adscriben a estas instituciones: la voz, la salida o la lealtad.190

190

Albert Otto Hirscham, Salida, voz y lealtad, México, FCE, 1977. 63


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3. DOCUMENTOS Y CORRESPONDENCIA DEL MINISTERIO DE EDUCACIÓN DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LA INPM MINISTERIO DE EDUCACIÓN DE LA R. ASAMBLEA GENERAL DE LA IGLESIA NACIONAL PRESBITERIANA DE MÉXICO MINISTRO PBRO. BERNABÉ V. BAUTISTA R.

SECRETARIO EJECUTIVO PBRO. SAÚL PULIDO PÉREZ

SECRETARIA EJECUTIVA MAESTRA FRANCELIA CHÁVEZ R. A la R. Asamblea General de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México: PRESENTE. Respetables consiervos en la obra de Cristo. En la agenda que nos fue girada por la Secretaría de nuestro máximo cuerpo eclesiástico, para la Reunión Extraordinaria a efectuarse los días 23 al 25 de febrero de 2011, aparece el punto a tratar, para el viernes 25, en la tercera sesión, que dice: Próxima reunión de Concilio. Tomando como base lo anterior, y en mi carácter de Ministro de Educación de la R. Asamblea General, nombrado Coordinador de dicho Concilio, me permito informar algunos aspectos que considero debemos tomar en cuenta, además que he colocado al final, algunos cuestiona miento que deben hacer reflexionar, para que este máximo cuerpo eclesiástico tome los acuerdos pertinentes, que redunden para la gloria del Seiior y bendición de nuestra Iglesia Nacional Presbiteriana de México. 1.-INFORMACiÓN GENERAL: 1. Di cumplimiento al acuerdo 28 de la Reunión Ordinaria, enviando materiales, tanto en pro como en contra de la Ordenación de las Mujeres. A favor de la Ordenación, pedí al Pbro. Leopoldo Cervantes girara algún documento personal, si lo tenía, al campo nacional, él envió un documento suscrito por el Pbro. Salatiel Palomino L. que considero encierra un punto de vista de los que están a favor de la Ordenación de las Damas. Recientemente, el Pbro. Leopoldo Cervantes envió por Internet su punto de vista personal, en una Ponencia que presentó ante el H. Presbiterio del Edo. De México. Por el lado opuesto, por medio de la Hermana Secretaria de la R. Asamblea General, enviamos dos documento en contra de la Ordenación de la mujeres, suscritos por el Dr. Augusto Nicodemus L. lamentando que no haya llegado a algunos cuerpos eclesiásticos, porque, o no tienen correos electrónico o no han actualizado su directorio ante la R. Asamblea General. También recientemente, el Pbro. José Héctor Bautista N. envió al campo nacional, la ponencia que presentó ante el mismo Presbiterio del Edo. De México, en contra de la Ordenación de las mujeres. Entendemos que el enviar tanto unos como otros documentos, los cuerpos eclesiásticos harían un estudio a conciencia y se prepararán para el Concilio. 2. Como Coordinador del Concilio, aunque ya la R. Asamblea General conoce mi posición, sin embargo quise mantenerme IMPARCIAL, por lo que a pesar de que fui invitado por varios Presbiterios para asistir con ellos, como ponente, no acepté la invitación, debido al nombramiento que me fue conferido por este cuerpo eclesiástico, inclusive, ni en mi propio Sínodo acepté participar como ponente. 3. Desde que recibí el nombramiento por parte de esta R. Asamblea General, me di a la tarea de buscar personas que pudieran ser ponentes en el Concilio a celebrarse en el mes de julio de 2011, por lo cual conociendo a diversos pastores con ambas posiciones, hablé, por una parte, con el Pbro. Emmanuel Flores, quien recomendó que los ponentes a favor de la Ordenación de las mujeres fueran los Pbros. Alberto Arenas, Leopoldo Cervantes, el mismo Emmanuel Flores y Eliseo Pérez. Al conocer que este Pastor no vive en México y no sabía si pertenecía a algún Presbiterio, el Pbro. Emmanuel Flores me indicó que sí era miembro fraternal del 65


Presbiterio del Edo. De México y que él creía que sí estaría dispuesto a venir a México. Solamente quedaba el problema de los viáticos de dicho hermano de Estados Unidos de Norteamérica a México ¿quién los cubriría? Con los otros tres hermanos que radican en México, ya hable en forma personal, pero falta hacer la invitación formal, por medio de un documento. Por el lado opuesto, sobre la no ordenación de las mujeres, ya también están cuatro invitados que son los Pbros. Alfredo Narváez, Anastasio Hernández, José Ernesto García A. y José Héctor Bautista N. 4. PROBLEMAS QUE HE DETECTADO: 4.1. El tener una u otra postura, ha ocasionado que se tomen las cosas como asuntos personales, y se ha llegado hasta a ofender o descalificar a aquellos que no piensan de una u otra forma. (Anexo 1) y un Casete, de la entrevista en una estación de Radio, la cual ya obra en poder de la Mesa Directiva de la R. Asamblea General). 4.2. El acuerdo 25 de la R. Asamblea General sobre mujeres ordenadas, dice a la letra: "Se acuerda que los cuerpos eclesiásticos que han ordenado mujeres al Ministerio, revoquen esta ordenación y que los Presbiterios y Sínodos realicen una reflexión seria antes de la realización de un Concilio Teológico". Sin embargo, en documentos que obran en nuestro poder, algunas iglesias y cuerpos eclesiásticos no han acatado dicha disposición, ya que tanto en Boletines como en el Programa del Curso para Líderes del Presbiterio del Edo. De México, aparecen todavía damas con el Título de Diaconisas o Ancianas de Iglesia. (Anexos 2, 3 Y 4 ) Dichas damas son: Evangelina Corona de la Iglesia "Nazaret·, Martha Aguilar A. de la Iglesia "Ammi Shaday, Alma Tamez L. de la Iglesia Gethsemaní, Laura Cabrera B. de la Iglesia Ammi Shaday y Edith Martínez Vázquez, de la misma Iglesia, y otras. 4.3. La idea de prepararnos para la realización del Concilio Teológico fue que se hiciera una reflexión seria de ambas posturas, sin embargo, desde mi punto de vista, el Curso para Líderes 2011 en el Presbiterio del Edo. De México, es más bien con la mira a que los asistentes a los Talleres y Foros, se inclinen por la ordenación de las mujeres, según los temas y expositores que se han presentado y presentarán próximamente, como puede apreciarse. (Anexo 5). Entiendo que sólo en contra de la Ordenación de las mujeres fue invitado el Pbro. José Héctor Bautista N. para el debate, tendiendo como oponente al Pbro. Leopoldo Cervantes O. Los temas que se trataron o tratarán son: "Teología y ordenacíón de las mujeres en la Iglesia: Tradición, reivindicación y cambio", por el Pbro. Leopoldo cervante O.; "Identificando las barreras ideológicas y teo/ógicas contra el ministerio de la mujer", por el Pbro. José Luis Velasco; "Las hijas de Zelohefad y su lucha por sus derechos", por la Hna. Margarita Islas Marín; "Un acercamiento a la función de las mujeres en las comunidades juaninas", por la hermana Deniz Ramírez de Vilchez; "Inclusión y horizontalidad versus jerarquización en el ministerio", por el Hno. Charle White; "La universalidad de los dones y ministerios en la Iglesia", por el Hno. Eliseo Vilchez Blancas; "Textos controversiales para la ordenación de la mujer", por el Pbro. Alberto Arenas; "De la lontananza a la visibilidad: la lucha por el ministerio femenino en el presbiterianismo mexicano (1983-2010)", por el Hno. Ariel Corpus; y en el Foro Testimonial, el tema será: "Presencia y servicio de mujeres en el ministerio eclesial de la INPM", donde participarán las que figuran todavía con el título de Ancianas de Iglesia: Evangelina Corona C., Martha Aguilar A. y Alma Tamez Luna. Posiblemente mi apreciación sea incorrecta, pero lo que veo, es que los asistentes sean instruidos a favor de la ordenación de las mujeres. 4.4. Considero que el estar hablando por radio o estar enviando correos por la Internet, en ocasiones con frases hasta ofensivas o descalificaciones, deja mucho que desear, ante los paganos, e inclusive, ante los cristianos, y en lugar de dedicarnos a la propagación del evangelio, tal pareciera que es una lucha sin cuartel por el poder, y para ver quién el es el ganador en esta confrontación teológica, olvidándonos que tanto unos como otros, si ya tenemos a Cristo, somos hermanos, aunque difiramos en puntos de vista. Seguir en esa lucha es muy desgastante, más si seguimos con ataques personales. 4.5. No sé si a la fecha algunos habrán cambiado de posición, ya sea a favor o en contra de dicha ordenación, pero, desde mi perspectiva, considero que cada quien tiene ya fijada su postura, la cual muy difícilmente será modificada. A veces hemos escuchado, que si la R. Asamblea General vota en contra de la Ordenación de las mujeres, algunos Pastores no estarán dispuestos a acatar tales acuerdos, ya que eso está en contra de su conciencia, y esto ya lo hemos visto, en los documentos que se han anexado. Y por lo antes expuesto, presento las siguientes interrogantes para que como R. Asamblea General de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México, reflexionemos seriamente, para llegar si es posible en esta misma 66


reunión extraordinaria, a acuerdos que sean los mejores para gloria del Señor y el extendimiento del reino de Dios. PRIMERA: ¿Vale la pena seguir enfrascados en una lucha, a favor o en contra de la ordenación de las mujeres, cuando es muy difícil que tanto unos como otros cambiemos manera de pensar? SEGUNDA: ¿Conviene seguir enfrascados en una lucha, enviando correos electrónicos que dejan mucho que desear? TERCERA: ¿Vale la pena tener reuniones donde acordemos algo como R. Asamblea General y que cada quien haga lo que desee o mejor le parezca, sin respetar los acuerdos de nuestro máximo cuerpo eclesiástico? CUARTA: ¿Conviene que sigamos tomando una u otra posición, como algo personal, llegando hasta a ofender a nuestros hermanos que piensan diferente a nosotros? QUINTA: ¿Los Cuerpos Eclesiásticos y Pastores que hasta la fecha no se han sometido a los acuerdos de esta R. Asamblea General, si el Concilio votara en contra de la Ordenación de mujeres, estarían dispuestos a sujetarse a las decisiones de la mayoría? SEXTA: ¿Vale la pena sacrificar la verdad a favor de una paz superficial? OCTAVA. ¿Vale la pena seguir enfrascados en una lucha, en la que el ganador es el Diablo, porque está distrayéndonos de nuestra labor pastoral y evangelística? NOVENA: ¿Qué hará esta R. Asamblea General con Cuerpos Eclesiásticos y Pastores que no se sujetan a los acuerdos de este máximo cuerpo y a la Constitución de la Iglesia Nacional Presbiteriana, la cual hemos jurado? Esto es cuanto expongo como Ministro de Educación y Coordinador del Concilio Teológico, esperando que Dios nos ilumine para que sepamos lo que conviene hacer en estos tiempos tan difíciles. “La luz en las tinieblas resplandece” ATENTAMENTE Pbro. Bernabé V. Bautista R. Ministro de Educación de la R. Asamblea General

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MINISTERIO DE EDUCACIÓN DE LA R. ASAMBLEA GENERAL DE LA Iglesia nacional presbiteriana de México (sic) MINISTRO SECRETARIO Pbro. Bernabé V. Bautista R. (M.T.) Pbro. José Ernesto García A. (M.T.) SECRETARIA EJECUTIVA M.A.R. Francelia Chávez R. Tlalnepantla de Baz, 10 de agosto de 2011. A todos los poenente del Concilio: Presente. Respetables hermanos en Cristo: Sirva la presente para hacer de su conocimiento, algunos cambios en cuanto a la Logística para el Concilio a efectuarse los días 17 al 18 de agosto de 2011, en Xonacatlán, México, tomando en cuenta las siguientes consideraciones: PRIMERA: Que en forma definitiva la M.A.R. Francelia Chávez R. sí participará como ponente en contra de la Ordenación de la mujeres y anteriormente fue nombrada como relatora de dicho Concilio. SEGUNDA: Que los Ministros de la R. Asamblea General también asistirán a la reunión del Concilio, y mi deseo es que como equipo también participen en el mismo. TERCERA: Que el Secretario de este Ministerio será otro de los ponentes en contra de la ordenación de las mujeres, por lo cual no puede apoyar en ningún aspecto en el Concilio. CUARTA: Que tanto el Coordinador del Concilio, así como el Tesorero de la R. Asamblea General no deben distraerse en otra cosa, para que lleven con exactitud los tiempos de cada ponente, así como los tiempos de las preguntas y respuestas y recesos. Ante todo lo anterior, he realizado los siguientes cambios los cuales considero pertinentes: 1º. El responsable de la RELATORÍA, será el Ministro de Relaciones, Pbro. Agenor Pérez Archiva. 2º. Los hermanos que recibirán las preguntas de los asambleístas, las ordenarán y las darán a cada ponente, serán los Ministros de Recursos y Evangelización, Anc. De I. Jorge Alberto Téllez Rico y Pbro. Rafael Rodríguez de León (M.T.) respectivamente. 3º. El Coordinador, Pbro. Bernabé V. Bautista R. (M.T.) se concentrará en la Dirección del Concilio y junto con el Anc. De I. Juan José Manuel Maldonado llevarán los tiempos según el formato que se envió a los Ponentes y que está agendado. Sin otro particular, me suscribo como su hermano en Cristo. ATENTAMENTE Pbro. Bernabé V. Bautista R. (M.T.) Coordinador. “La Luz en las tinieblas resplandece”

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México, D.F., 14 de agosto de 2011 A la Directiva de la Respetable Asamblea General de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México Reciban saludos en el nombre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Por medio de la presente, deseo presentar mi inconformidad y una protesta formal y enérgica, ante este H. Cuerpo Eclesiástico ante la falta de seriedad y orden por parte del Ministerio de Educación, presidido por el Pbro. Bernabé Valentín Bautista Reyes, el cual en abierta y flagrante violación a las reglas establecidas de antemano, basadas en la neutralidad que los integrantes de este Ministerio debían guardar, acaba de anunciar, con fecha 10 de agosto de 2011 (se adjunta el comunicado), a una semana del inicio del Concilio Teológico sobre la ordenación de las mujeres en la INPM, que dos de los mismos, la secretaria ejecutiva, Maestra en Artes y Religión, Francelia Chávez, y el secretario, Pbro. Ernesto García, participarán como ponentes. Estas nuevas condiciones alteran sustancialmente los propósitos de dicho Concilio y vulneran sospechosamente la realización del mismo al dar la impresión de que la postura oficial, abiertamente, es contraria a la ordenación de las mujeres. Solicito expresamente, en mi carácter de ponente invitado por la R. Asamblea General, que este Ministerio reconsidere su postura y garantice la ecuanimidad y el equilibrio que debería caracterizar a su labor en este asunto tan relevante para la vida de nuestra Iglesia, pues con actitudes como éstas únicamente se demuestra la manera en que se desea conducir a la membresía por los rumbos de la oficialidad, sin dejar margen al debate auténtico y al díálogo entre creyentes deseosos de encontrar la voluntad de Dios en su Palabra y en la conducción del Espíritu Santo. Quedo a la espera de su amable respuesta. Fraternalmente, Pbro. Leopoldo Cervantes-Ortiz

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De: Amador López Hernández alohe1@hotmail.com Para: "lcervortiz@yahoo.com.mx" <lcervortiz@yahoo.com.mx> Enviado: Sábado, 13 de agosto, 2011 23:33:26 Asunto: RE: Protesta formal Guatemala, Guatemala, a 13 de Agosto del 2011 Pbro. Leopoldo Cervantes Ortíz (sic). Nos es grato saludarle en el amor de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Por este medio nos permitimos responder a su inconformidad y protesta ante la decisión tomada por el Ministerio de Educación respecto a los ponentes en nuestra próxima reunión de Concilio. Hemos analizado con seriedad su protesta y consideramos que efectivamente tiene usted razón, en virtud de lo cual hemos dado instrucciones al Ministro de Educación Pbro. Bernabé Valentín Bautista Reyes para que sustituya a los ponentes que son parte del Ministerio de Educación a fin de que se garantice la ecuanimidad y equilibrio de dicho Concilio. Agradecemos de antemano sus observaciones al respecto y tenga por cierto que estaremos atendiendo su inconformidad y que se garantice un debate auténtico de reflexión en busca de la voluntad de Dios a través de su Santa Palabra y la dirección de su Santo Espíritu. Por acuerdo de la Directiva Srio. Pbro. Amador López Hernández.

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