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María
vivía en Nazaret con sus padres. Estaba prometida a un hombre llamado José.
Un día, Dios envió al ángel Gabriel a María. El ángel le dijo a María: —El Señor te ha bendecido de una manera especial. Él está contigo.
María no entendía las palabras del ángel, pero el ángel le dijo: —¡No temas! Dios está contento contigo. Vas a tener un niño, y debes llamarle Jesús. Es el Hijo de Dios, y reinará para siempre.
María seguía sin entender, pero dijo: —Yo sirvo al Señor. Estoy contenta de hacer lo que él quiera.
El ángel también le habló a José del niño en un sueño. Le dijo que el Espíritu Santo había enviado al niño y que salvaría a su pueblo de sus pecados. José prometió cuidar de María y del niño.
El emperador quería hacer una lista de todos los habitantes de su imperio.
Así que todos tenían que ir a la ciudad donde siempre habían vivido sus familias. José y María fueron de Nazaret a Belén, porque pertenecían a la familia de David.
Belén estaba llena de gente que había venido a inscribirse en la lista del emperador.
José y María no encontraban dónde alojarse, pero al final alguien les dijo que podían quedarse en su establo.
Y el niño nació allí mismo, en el establo. María envolvió a su hijito en grandes tiras de tela y lo puso en un pesebre.
Al mismo tiempo, había pastores cuidando de sus ovejas en los campos cercanos al pueblo. De repente, apareció un ángel del Señor. Los pastores se asustaron, pero el ángel les dijo:
—No tengan miedo. Tengo buenas noticias; noticias que llenarán de gran alegría a todo el pueblo. Si van a Belén, encontrarán a un niño en un pesebre. Es el Salvador. Es el Señor.
Entonces apareció un gran grupo de ángeles.
Alabaron a Dios y dijeron:
—¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra a todos los que gozan de su favor!
Cuando los ángeles se marcharon, los pastores se dirigieron rápidamente a Belén. Querían ver al niño en el pesebre. Encontraron a María, a José y al niño, tal como había dicho el ángel. Comenzaron a alabar a Dios porque estaban entusiasmados con todo lo que había sucedido. También le contaron a todo el mundo lo de los ángeles y lo del niño en el pesebre, que era su Salvador.
María escuchaba a todos en silencio. Recordaba todo lo que había ocurrido aquel maravilloso día.
Mateo 1:18–25 Lucas 2:1–21