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Staff

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Edición Luciano Molina Sebastián Asegurado Lucas Lavítola Medios Juan José Bueno Exogeno.com Historieta Abelo Galdeano Corrección Gisela Morini Colaboración María Delia Colaneri Emmanuel Borao Gastón Garbarino Fernando Giaccone Valeria Paget Blas Rodriguez Salvador Roselli Mariana Tealdi Vecchio Luciano Toledo Silvina Torviso Impresión Imprenta Ready / INSITU + Información Avellaneda 437 - 02362 420656 Junín. Buenos Aires. Argentina info@revistanoumeno.com.ar www.revistanoumeno.com.ar

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Autorretrato, Maurits Cornelis Escher

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Editorial

El Virus Junín

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POR LUCIANO MOLINA


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s todo un logro que Nóumeno cumpla tres años, parecemos ser inmunes al virus Junín, que al decir de Sergio Rigazio, hace que esta ciudad mediocre no progrese y así quede estancada en su lodazal de eterna grandeza. Resistimos a ese virus porque no pensamos absurdamente que Junín es una ciudad para vivir, todos los lugares son aptos para ello. Y hablando de virus y de nuestra manera de ser juninenses, hasta podríamos jactarnos de que el virus Junín original, llamado mal de los rastrojos, fue utilizado como arma química en Chechenia: ¡somos internacionales! Junín es una ciudad

El egoísmo y la grandilocuencia de Junín contagian a los artistas; así, encontramos personajes narcisistas que usan una crítica de conventillo para propiciar la separación de sus colegas en un afán maquiavélico de divide y reinarás. Estos siniestros personajes debieran saber que sus nombres apenas se conocen en Junín y afuera no existen, porque crean sus propias barreras imaginarias, avivando, de esta manera, el virus Junín. No obstante, se regodean en él, no quieren salir de una ciudad que alimenta su complejo de superioridad. en la que la presunción y la indiferencia son dominantes y cuya gestión municipal, en lugar de trabajar para achicar esas diferencias, parece alimentarlas con prácticas incoherentes, como por ejemplo: destina fondos para la pintura de los grafitis que hoy adornan los paredones de los Talleres Municipales (y un colectivo que pertenecía a un particular con dominio en la localidad de Arenales – ver foto) en una jornada cultural (Graff II) ajena a nuestras latitudes, una cultura importada que poco tiene que ver con nosotros. ¿Por qué no apoyar otro tipo de emprendimientos


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con esa plata? Como la inversión en la edición de libros, premios literarios, proyectos fílmicos, discos, etc. No lo hacen porque ese tipo de cosas no se ven, sin embargo los hiperbólicos paredones maquillados tienen la vidriera de la Circunvalación. Vale la aclaración, festejamos la propuesta, porque en cada grafiti está el alma de un artista juninense, pero ¿cabía el gasto desmesurado? Es el virus Junín. El mismo que hace que tengamos una Escuela de Teatro que no presenta una función de relevancia, ¿hace cuántos años? Escuela en donde hoy se libra una batalla de egos entre algunos directivos, profesores y alumnos que no hace más que poner en peligro la continuidad de la institución. En donde el desgano, la ausencia permanente de profesores, la carencia de compromiso, deriva en la desorientación de sus alumnos y propicia la deserción masiva. Claro que los alumnos hacen lo que pueden ante tanta incapacidad. Sin embargo, y a pesar del virus que parece afectar a muchas instituciones, llegamos a los tres años, que no es poco decir, ya que en esta ciudad con más adversidades que oportunidades, es complicado mantener en circulación una publicación con nuestras características. Sin ir más lejos pensemos en los comercios y empresas que se niegan a invertir en una publicidad cultural, cuando sí abundan en el deporte, vemos nuevamente la importancia extrema de la apariencia y la vanidad. Con todo, tenemos un balance que compartir con ustedes. En un principio fuimos tímidos, estructurados, pecábamos de retórica, de

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escolasticismo, de presunción. La presunción de sabernos diferentes al resto, de ser muy jóvenes y pensar en proyectos que no nos pertenecían ya que eran de la gente mayor, de la elite. Pero como a todo joven nos gustaba soñar y nos lo permitíamos porque teníamos la convicción de estar haciendo algo bueno y, además, nos gustaban los desafíos. Hacía mucho tiempo no existía una revista de cultura en Junín, una revista de calidad que se amoldara a la época y que fuera verdaderamente plural, que se comprometiera. Para eso, la publicación debía ser gratuita, queríamos que llegara a todo el mundo, sabíamos que si la cobrábamos nadie iba a comprarla, pero siempre sostuvimos la premisa de distribuir cultura sin restricciones. Y hace nueve números que distribuimos un tiraje de 1000 ejemplares reales en forma gratuita. La pluralidad se da en la diversidad de voces que existen en nuestras páginas, conservadores, liberales, progres, abstemios… su antónimo. Por algo el spot publicitario de la revista en radio dice: Durante años los juninenses polarizaron la cultura entre naftalina y cannabis. Revista Nóumeno es aquel punto en el infinito en donde las paralelas convergen… digamos que Nóumeno sería la alquimia que mezcla ese punto en una pipa única. Por eso, humildemente, tenemos la intensión de unir generaciones e ideologías diferentes en un proyecto común: el de mostrar nuestra cultura, para así dejar atrás esa fragmentación al estilo guerra del cerdo entre jóvenes y viejos que lo único que consigue es perjudicarnos.

La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano.

San Agustín


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Más ambiciosos fuimos cuando creamos la página de Internet, que hoy cuenta con más de 5000 visitas mensuales. Nuestro lema original, Nóumeno, proyección cultural, que hace honor a un cuento homónimo de Bioy Casares y a un postulado filosófico de Kant lo real en estado puro se vio potenciado en este desembarco digital. Nunca nos desviamos de esa esencia primigenia. A partir de la web comenzamos a hacer entrevistas, publicamos cuentos, ensayos, poesía, con una libertad que no nos permite el formato impreso. En revistanoumeno.com.ar tenemos una agenda cultural digital sin precedentes en nuestra región. Somos el único medio que filma las presentaciones de libros de autores locales en forma completa (al Municipio la idea todavía no le maduró, o no les interesa –sí filman algunos paneos de cada presentación que después exponen en el micro paupérrimo de Canal 6-). Nuestras filmaciones y entrevistas pueden encontrarse en la sección multimedia de la página. Gracias a la web y en conjunto con el Instituto de Formación Docente Nº 129, estamos conformando una Base de Datos Digital de Libros de autores juninenses (Babel), realizando un trabajo colosal de escaneo, trascripción, catalogación, entrevistas

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y búsqueda de libros juninenses de todas las épocas. En la web, se pueden ver los avances. Y así empezó a llegar correo desde diversos puntos del país y del exterior, solicitándonos notas, entrevistas y ofreciendo colaboración. Siendo ése el reconocimiento que nos permite saber que vamos por el buen camino. Muchas veces quisieron hacernos creer que estábamos equivocados, que teníamos que vendernos, que cambiar el estilo de la revista, pero ¿Debemos cambiar un estilo que da lugar a gente de Junín, a bandas de rock de Junín, a fotógrafos de Junín, en fin, a contenido de Junín? No, porque somos inmunes al virus Junín, pero el antídoto a ese mal es creer desde la humildad, esperar, hacer las cosas bien, no vendernos y respetar nuestro estilo, esas cosas marcan la diferencia. Eso hace que estemos posicionando el arte de Junín, de todos los tiempos y de todas las índoles, de manera indiscriminada. Cumplimos 3 años. Gracias a todos nuestros colaboradores, auspiciantes, lectores. Gracias por rehacernos en cada publicación. ¶


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El Artista, de EL ARTE EN FUERA DE CAMPO

POR SILVINA TORVISO

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ndiferentes, impávidos y vacíos descubrimos los rostros de Alberto Laiseca, León Ferrari, Horacio González y Rodolfo Fogwill. Los sabemos viejos, adorables, brillantes. Los vemos decrépitos, abandonados, idos. Se trata de un fotograma de la película El Artista (2009), dirigida por Gastón Duprat y Mariano Cohn sobre un guión original de Andrés Duprat. La protagoniza un genial Alberto Laiseca, interpretando a Romano, un anciano institucionalizado (los otros tres traviesos sólo son extras, compañeros de geriátrico, no tienen una línea). El cantante retromelódico-camp (?) platense Sergio Pángaro es el enfermero Jorge Ramírez, que decide presentar en una galería de arte los dibujos de Romano como propios. Indudablemente, Ramírez no carece de olfato ya que alcanza un éxito inmediato con

los dibujos del viejo. Hay otro personaje interesante, el de Emilio, curador y crítico de arte (interpretado por el guionista Andrés Duprat, que en la vida real es el Director de Artes Visuales de la Secretaría de Cultura de la Nación) que apadrina inmediatamente a Ramírez. Es un buen tipo, sensible y realmente sabe de arte. Por eso de algo se percata. En un momento dice: “Encuentro una clara relación entre la obra de Jorge Ramírez y un movimiento que tuvo lugar en la primera mitad del siglo XX, que se llamó Art Brut o traducido, “arte de los locos”. Era un movimiento fogoneado sobre todo por Jean Dubuffet y que de alguna manera puso en escena un arte hasta ese momento inédito o soslayado, que tenía que ver con las producciones que realizaban los enfermos mentales, y eso tomó mucho interés en la intelectualidad, en este caso la europea, y digamos, en sintonía con las ideas freudianas de un arte capaz de evitar el filtro del artista, el filtro voluntario, o sea un arte que iba directamente del


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Cohn-Duprat inconsciente y se plasmaba en el papel. Aún hoy, digamos, es un movimiento muy reconocido y existen museos en este sentido. De ninguna manera quiero decir que Jorge es un enfermo mental y tiene problemas psíquicos… No vamos a decir cómo termina la peli, obvio, tenemos códigos. Pero el final es lo que menos importa; cada plano, cada diálogo y cada silencio apelan a la inteligencia y son suficientes por sí mismos. Salimos del cine en ese raro estado, un poco de ensoñación, un poco de excitación, en que nos dejan las buenas películas. Pasan horas, a veces días completos en que no podemos salir de ellas. Pero en este caso también hay una fricción, un rumor extraño, preguntas molestas: ¿los dibujos hubieran tenido éxito si se hubieran presentado como fruto de la demencia senil? ¿Somos un poco estúpidos los amantes del arte contemporáneo? ¿El arte contemporáneo es una gran farsa? ¿Cuál es la esencia del arte? ¿Hay algo esencial en el arte? ¿Dónde está el arte: en el artista, en la obra, en el espectador? Y siguen. Probablemente, a veces, el Arte no sea, sino que acontezca. Y si acontece, seguramente lo hace en los ojos de quien lo mira. Aunque lo haya producido un loco, un cuerdo, un niño, un marginal o un artista oficial. Andrés Duprat dice algo parecido, e incluso lo dice mejor: “El mundo del arte es per

se un territorio fangoso, lleno de incertidumbres y de intereses encontrados, un territorio abierto, dinámico y en eterna expansión. Un territorio que se repiensa y resignifica a cada instante. La película no pretende clausurar cuestiones; por el contrario, propone nuevas y viejas preguntas y lleva al espectador a reflexionar acerca del campo de la creación humana”. Y bueno, veánla, che! ¶


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POR LUCAS LAVÍTOLA

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e la misma forma que ese televisor al que miran los célebres viejitos del geriátrico, por cuya aletargada mirada inferimos su presencia más allá de los límites del cuadro (además de que se escucha, a modo de guiño, la presentación de Televisión Abierta, creación de los directores), el Arte permanece acertadamente en el espacio no visible pero imaginario que la formal y minuciosa ventana al mundo de El Artista nos presenta. Es que lo importante no es que veamos los dibujos de Romano (el impenetrable geronte que compone Alberto Laiseca) que el enfermero usufructúa (Jorge Ramírez, un tipo lo suficientemente ambiguo como para que su idiotez pueda pasar por genialidad y sus silencios por profundas meditaciones). Dejando a la obra fuera de campo, lo que cuenta el segundo film de la dupla Cohn-Duprat es una especie de colmo del arte contemporáneo que pone en evidencia sus absurdos. Y si bien asistimos a ellos desde el perplejo punto de vista del enfermero Ramírez -inmerso tan virginal en un mundo ajeno recuerda un poco al genial Peters Sellers de Desde el jardín-, de momentos parece que la subjetiva le pertenece a la mismísima obra de arte. Así sucede claramente cuando vemos en contrapicado a Jorge y al fotógrafo vecino y éste le comenta lo buenas que son mientras le hace las reproducciones de las mismas. Como si cobrasen vida, los dibujos de Romano-Ramírez, la obra de arte, pasan de ser un mero objeto manipulado por las personas a ser también un sujeto que, como si fuera un paciente parcialmente anestesiado, no puede hacer mucho con lo que hacen con ella pero nos permite observar con su mirada a todo a ese universo que le otorga

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sentido. Estas escenas permiten pensar a El artista como una especie de irónica venganza del arte contra sus usuarios o contra todo aquello que hace desvanecer en el aire todo lo esencial de una obra, sea ésta una canción, un dibujo o una película. Lo mejor de esta idea son las escenas en las que somos enfrentados los espectadores del film y los de la obra de RamírezRomano, realizando, como afirmó una crítica italiana que los realizadores reproducen orgullosos, un tajo en el cuadro. A través de él vemos por fin cómo son aquellos en cuya mirada –como bien dice la profe Torviso- el arte acontece. Siguiendo este sentido, aunque los realizadores pretendan, según sus dichos, no dar respuesta alguna a las múltiples preguntas que el film puede disparar, creo que al menos una es discernible y resulta bastante conocida: una obra de arte es tal si se encuentra en un contexto que la legitime. Lo cual le otorga la mitad de crédito sobre los dibujos a Ramírez por tener la osadía y el olfato de llevarlas a ese contexto, de lo contrario no hubieran pasado de ser meros garabatos de un viejo senil. Una cosa más para agregar: la extraña afectación que comporta el film resulta paradójica. Si bien es narrativo, da la sensación de que la forma no pretende seguir a la función, o al menos se hace evidente cuando debería ser invisible. Esto lo genera fundamentalmente el uso de planos fijos compuestos con absoluta formalidad, con más lógica pictórica que fílmica, e incluso en algunos pareciera citarse algún estilo histórico conocido -desde el comienzo mismo vemos un plano de una mancha de humedad que bien podría ser una obra informalista-. Si lo que pretende la propuesta estética es señalar el carácter artístico del film, afirmaría que El artista termina lamentablemente por morderse la cola. ¶


Emmanuel Borao Karkomido - FotografĂ­a estenopeica


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Tres personajes en busca de cordura POR GASTÓN GARBARINO

¡Salud, celebérrimos devotos de la Sandez, aplaudid, vivid y bebed! Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura

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mbición, dolor y venganza, tres estados comunes de alcanzar, por una sola vía: la locura. Sabemos lo que somos, pero no lo que podremos ser. En nuestro accionar desconocemos hasta dónde nuestra mente nos llevará, qué caminos secretos de nuestro profundo ser nos mostrará. Somos lo que nuestro espíritu desea, hacemos cuanto sea necesario para satisfacer los apetitos más bajos; pero dejamos que nuestro inconsciente se libere poco a poco, hasta que perdemos nuestro racional control y actuamos como la locura nos indica. Se ha dicho que los crímenes de Macbeth provienen del maleficio de tres brujas. El afán de poder y ambición llevará a Macbeth a eliminar todo ser que se interponga entre su realidad y su hado. Pero, además de esas tres voces del prominente futuro, una lo enceguecerá: la de su esposa. El final de Macbeth está signado por los hilos del destino, el de su mujer será marcado por la insania. Nada detendrá al torbellino enfermizo de Lady Macbeth, en sus manos, escrito con las letras de una devoradora locura, solo se podrá leer: culpa.

¡Fuera, mancha maldita! … ¡Fuera, digo! … Una, dos, vaya, llegó el instante de ponerlo por obra… ¡El infierno es sombrío!... ¡Qué vergüenza, dueño mío, qué vergüenza! ¿Un soldado, y tener miedo? … ¿Qué importa que llegue a saberse, si nadie puede pedir cuentas a nuestro poder! … Pero, ¿quién hubiera imaginado que había de tener aquel viejo tanta sangre? […] ¿No he de poder ver limpias estas manos? […] ¡Siempre aquí el hedor de la sangre! […] Lavaos vuestras manos; poneos vuestro vestido de noche; no estéis tan pálidos… Os lo repito…: Banquo está enterrado, no puede salir de su tumba… […] ¡Al lecho, al lecho! Llaman a la puerta. Venid, venid, venid, venid. Dadme vuestra mano. ¡Lo hecho no se puede deshacer! ¡Al lecho! ¡Al lecho! ¡Al lecho!

Hamlet, en cambio, decide fingir que está loco después de haber hablado con la Sombra de su padre. Pero venid, jurad, como antes, y así el cielo os ayude, que por muy rara y extravagante que sea mi conducta, puesto que quizá en lo sucesivo juzgue oportuno afectar unas maneras estrafalarias, jurad, digo, que, al verme en semejantes casos, nunca daréis a entender, cruzando así tus brazos, haciendo este movimiento con la cabeza o profiriendo alguna frase enigmática como: sí, sí, sabemos, si pudiese…, u otras cualesquiera ambigüedades; nunca, pues, daréis a entender que sabéis algo de mí. ¡Juradlo, y que la gracia y misericordia de Dios os asistan en vuestras tribulaciones! ¡Jurad!


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Su locura fingida es un instrumento, finge que está loco para esconder su verdadero objetivo: la venganza. Sin embargo, en su verdadera desesperación y tristeza absoluta, en el cruel modo en que trata a su amada Ofelia, en su ignorancia de que ella se vuelve loca y en su obsesión de venganza, puede existir una verdadera locura. Quizá esté más loco de lo que se cree en realidad y también es probable que su comportamiento esté motivado por un género de afección mental. Hamlet finge que está loco, que sufre de locura, y quizá por eso le falte el valor de llevar las acciones a cabo. Hamlet no puede soportar la realidad, por eso simula que se vuelve loco y por esa actuación, ha de morir. Ya vienen a la función. Vuelvo a hacerme el loco.

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Corrupción, necedad y negación de la realidad conllevan al poder de la locura. En el peregrinaje del Rey Lear, va desgranando sus pasiones y arquetipos humanos, basándose en una antigua leyenda celta y recordando con su estilo al inmortal Esquilo. Pasión, fuerza y absoluta vigencia en sus ideas nos conmueven llevándonos, en la pérdida de la razón, a una reflexión profunda acerca de la índole humana. Contra el mundo que su locura le ha descubierto; contra ese mundo que ha llegado a conocer por la miseria contenida en él mismo y en los demás, es en donde el dolor desgarra la condición natural del hombre. Más te valiera estar en la tumba que aquí con tus desnudos miembros expuestos al enojado cielo. ¡Mira lo que es el hombre! ¡Reflexiónalo bien, Lear! Tú no debes seda a los gusanos, lana a los carneros, perfume al gato de algalia, ni pieles a las bestias salvajes. ¡Ah! Tres estamos aquí con la razón extraviada; pero tú eres la locura misma. El hombre sin bienes de fortuna es un ser pobre desnudo, un verdadero bruto, como tú. Ea, lejos de mí, vestiduras extrañas al hombre, vanos disfraces de la triste humanidad, dejadme. La mente tiene dos facultades: el intelecto y la voluntad. La facultad propia del intelecto es conocer; la de la voluntad es elegir y hacer. Pero la voluntad en sí misma es ciega y el intelecto, entonces, debe marcar el camino. Ninguno de los tres soporta esta cruel realidad, y es por eso que la muerte es inevitable. Ésta tiene el mismo efecto: el cese de la conciencia cura los padecimientos de este mundo, en definitiva, se acaba la pasión. ¶


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Diálogo

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DIÁLOGO CON SALVADOR ROSELLI

“El cine nacional debe perfeccionar su mirada” POR LUCAS LAVÍTOLA Y MARIANA TEALDI VECCHIO

Salvador Roselli, a quién muchos conocerán por su actividad como programador del Cine Club local, es guionista y director de cine, nació en Junín y forma parte de la primera camada de graduados de la célebre Universidad del Cine, también conocida como la FUC, institución privada dirigida por el cineasta Manuel Antín, que desde que inició sus actividades en 1991 ha logrado jerarquizarse en gran parte gracias al mérito de que por sus aulas hallan pasado muchos de los exponentes del llamado Nuevo Cine Argentino.

En entrevista con Revista Nóumeno confiesa que ser guionista no fue su elección primaria: “Estudié cine con la intención de dirigir, sabía que para hacerlo todo conocimiento era útil, estudiaba la orientación de Dirección y la de Fotografía y Cámara. Guión, si bien lo tenía como materia, no me dedicaba a pensar qué escribir, sí lo que más hice al principio fue pensar cómo filmar lo escrito por otro, eso fue los dos primeros años.” Consultado acerca de qué relación mantiene con la literatura, tanto desde lo personal como a la hora de realizar un guión, Salvador explica que leer siempre le gustó pero que no se considera escritor u hombre de letras y señala didácticamente: “Un guionista debe ser un cineasta que escribe, tiene que tener en la cabeza los problemas y el lenguaje del cine, no los de la literatura, aunque hay herramientas en nuestro trabajo que son propias del lenguaje escrito, existen guiones mejores escritos que otros y eso no significa que la película con guión mejor escrito luego sea mejor, pero si se transmite mejor la idea y/o es de más grata lectura, esto siempre conviene a la hora de transmitir la película a posibles intérpretes, trabajadores, jurados o inversionistas”. Roselli considera que tiene motivos de sobra para estar agradecido a su casa de estudios. Entre las virtudes que de alguna manera influyeron en el recambio generado en el cine nacional él destaca el hecho de que


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produzcan o coproduzcan largometrajes realizados por estudiantes e incluso egresados. En 1995 los alumnos presentaron un proyecto para cerrar el ciclo universitario con un largo. El guión de Nicolás Saad, Mariano De Rosa, Rodrigo Moreno y Roselli fue el elegido. Así nació Mala época, film que se estrenó en 1998, en el que se cuentan cuatro historias, en una misma ciudad, Buenos Aires, y en un mismo momento. Roselli dirigió el tercer episodio, Está todo mal, que trata sobre un adolescente de clase media metido a estudiar en un sanisidrense colegio privado y de los complejos que esto le acarrea, sobre todo cuando se descubra enamorado de una compañerita de clase, hija de un político adinerado. Tras su estreno, una critica señaló favorablemente que “Está todo mal toma los personajes e incluso las locaciones que fueron tradicionalmente el terreno de tiras televisivas como Clave de Sol dándoles un giro realista y quitándoles el elemento melodramático, logrando en el camino un retrato minimalista y certero de un ambiente muy poco transitado por el cine argentino”. Luego de Mala Época trabajó como asistente de dirección en TV y publicidad, “pero con el tiempo me di cuenta que si me dedicaba a escribir iba a ser más dueño de mi tiempo y me parece además que está más cercano a dirigir en cuanto a que es

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pensar una película. En definitiva, creo que si hubiera podido dirigir mis guiones sin interrupciones jamás hubiera escrito para otros, creo que lo hice porque necesito vivir de algo y es una profesión que disfruto”. Hasta la fecha su labor como guionista incluye tres films co-escritos junto a sus respectivos directores: El perro (Carlos Sorín, 2004), Sofá cama (Ulises Rosell, 2006) y Liverpool (Lisandro Alonso, 2008). Tres cineastas diferentes entre sí, a los que llega de maneras también distintas. “Cuando uno escribe para otro debe meterse en la mirada del director que te convoca que, sí o sí, es diferente a la propia. Lo que trato de hacer es que mi opinión sobre el material que trabajamos se traduzca a la mirada del otro y de esa forma estemos todos contentos y sigamos adelante (…) no me pasó nunca que se cambie algo estructural o un cambio de intención en los personajes. No sé qué sentiría si un director alterara, según mi opinión, para mal un guión co-escrito conmigo”. Respecto a las diferencias entre estos directores, Salvador bromea acerca de la existencia de un Golem cinematográfico ideal que “visualmente se vería como una de Lisandro, dramáticamente se estructuraría como una de Ulises y comercialmente le iría como a una de Carlos.”


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Nuevo cine argentino Roselli se considera parte de este Nuevo cine argentino, y está bien que así sea. Dejando de lado las diferencias, a estos cineastas los une la necesidad de renovar el lenguaje. Las causas de su origen repetidas por muchos se centran en el apogeo de las escuelas de cine en la década de los ‘90, la reforma de la Ley de Cine, donde se establecen subsidios sin importar la cantidad de espectadores, la aparición de una nueva generación de críticos y los nuevos festivales como el Bafici. Lo cierto es que a partir de los ‘90 se da un quiebre, y surgen jóvenes realizadores con una estética y una producción que los diferencia. “Sucedió que veníamos de unos

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cuantos años con muy pocas películas argentinas producidas del ‘88 al ‘93, y las que se estrenaban casi ninguna era una ópera prima, generalmente eran estrenos de directores ya consagrados y muchos de ellos gozaban de una crítica que perdonaba importantes baches narrativos o de estilos. A mediados de los noventa se estrenaron un par de películas muy económicas como Rapado, de Martín Rejtman, o la compilación de cortos que fue Historias breves, donde se asomaba una forma de contar, en algunos de ellos menos solemne que los estrenos argentinos de esos años, y con recursos de estilo que de ser profundizados daba para esperanzarse con respecto a los largos de muchos de esos directores. Y como los medios de comunicación generalmente tienden a una rápida categorización a todo suceso que se repita dos veces (…) reaccionaron bautizando a todo lo que se estrenó de directores de menos de cuarenta años como Nuevo cine argentino. Algunos de estos nuevos cineastas quizás no tuvieron éxito entre el público argentino, pero sí en la crítica y en determinados circuitos. “Las películas de Lisandro Alonso y la de otros directores que tienen una forma de contar un poco más exigente con el espectador, generalmente no buscan tener masividad, ni la pretenden tampoco, seguro que les gustaría pero saben que sería infantil pensar que por ejemplo, Liverpool convocara los mismos espectadores que Carancho aunque invirtieras la misma cantidad de dinero e importancia en la publicidad. Estas películas llamadas por la prensa de Arte o de autor tienen igualmente su mercado y sus salas de exhibición. Generalmente son producidas con menos dinero que las películas de otros circuitos, entonces la plata que deben recuperar para que finalmente resulten un negocio también es menor. La política a aplicar para que un estilo de narración o de cualquier producto artístico minoritario se transforme en masivo generalmente es la de una política de mayor


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educación y de mayor posibilidad de difusión ¿Si eso se hace? No lo sé, sí creo que hay una intención de mayor difusión del cine argentino, eso no significa que no haya dificultades, pero me parece que estamos lejos de una época en que no se consideraba necesario producir o difundir películas argentinas (…) y en cuanto a lo que tiene que ver con representar al país en festivales internacionales estos films siempre dejan bien parado al medio cinematográfico nacional”. La discusión entre críticos y realizadores sobre el Nuevo Cine Argentino va desde que puede perder continuidad, que ya no es lo que era, que se repite, que se industrializó, o que se encuentra estancado. Contra esta teoría, Roselli cree que los directores fueron mejorando con cada película “quizás muchos no volvieron a sorprender pero, sorprender se sabe que es difícil dos veces”. “El cine, como casi todo arte o lenguaje, se aprende y se perfecciona practicándolo, es decir, haciéndolo. El relato cinematográfico, pese a que ahora es mucho más accesible conseguir materiales para hacer un registro, cuando se tiene la intención de que se convierta en una película a programar en los cines comerciales o editar en video, se mete sí o sí en muchas obligaciones legales y económicas que complican la realización en sí y la libertad creativa, entonces sucede que algunos directores que la mayoría de las veces son los motores de su proyecto, gastan muchísima energía en lograr producir y se pierde un poco el foco del porqué quería filmar una historia determinada o termina toda esta actividad extra creativa minando el rigor necesario en la mirada para lograr una buena película”. Para Salvador el cine nacional necesita de más trabajo intelectual y rigurosidad: “Son demasiado pocas las películas argentinas que traten sobre lo que traten, sean de un estilo o de otro, resultan películas contundentes, son muy pocas (…) lo necesario para mí es que (el cine nacional) perfeccione su mirada”.

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La liebre ciega Actualmente está trabajando en lo que será su nueva película La liebre ciega, guión que ganó un subsidio del INNCA, pero que no alcanza a cubrir los costos. Un proyecto con el que viene lidiando hace mucho tiempo “con idas y vueltas propias de las realizaciones que existen sólo porque uno es el motor. Si todo sale bien la filmaré este verano-otoño. La pienso filmar en un campo de acá cerca, quiero que participe mucha gente de Junín y es una película que, creo, pertenece a ese subgénero al cual se le llama comedia de crecimiento, pero me parece que el verdadero tema de la película es la mitificación del amor.” Hablando con Roselli queda claro que no existen fórmulas mágicas, que todo se logra con trabajo. Eso sí, la magia debe transmitirse en las salas. ¶


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Poesía

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La locura es la mejor poesía

¿

POR LUCIANO TOLEDO

El hombre que tiene el mayor uso de su razón, es porque ha sabido controlar su locura? Poéticamente es una pregunta hermosa. Pero se desvanece ante la realidad. Qué dirían acaso Jacobo Fijman, Alejandra Pizarnik o Leopoldo María Panero, que son solo algunos de los nombres paradigmáticos de la conjunción entre locura y poesía. ¿El arte nos conduce a la enfermedad o la enfermedad al arte? Si analizamos al delirio poético en las palabras de Platón, resultaría imposible llegar a las puertas de la poesía sin atravesar la locura de las Musas. O tal vez llegaríamos, pero a la imperfección. Y toda creación (del hombre cuerdo) quedaría opacada por la del enloquecido. Jacobo Fijman, poeta argentino nacido en Europa, que pasó sus últimos años recluido en un manicomio, nos habla de un delirio poético del que padecen los poetas y los artistas. Delirio es como salirse del surco... el delirio viene por vicios, o por manías, o por voluntades... el delirio son instantes. Puede durar toda la vida. Sus poemas autobiográficos retratan esa paranoia que envolvía sus pensamientos. El exceso (en sentido platónico de locura poética) la desesperación, el desprecio son los que conducen a esa pérdida de equilibrio, donde el resultado puede ser una obra poética inaudita, hermética y tildada de delirante como resulta en el caso de Antonin Artaud (Francia 1896 – 1948). Artaud vivió encerrado por años en instituciones mentales y fue sometido a electroshock y tratamientos con drogas. Y tal vez las enfermedades del alma,

Ahora el Otro está despierto se pasea a lo largo de mi gris corredor y suspira en mis agujeros y toca en mis paredes viejas un sucio desaliento frío esos dolores (a veces placeres) excesivos, más el hecho de ser marginado por una sociedad que no lo comprendía, hayan sido los que llevaron al creador de El pesa nervios a ser tildado de loco. En el texto escribe:

Estoy en el punto en que la vida ya no me concierne, pero con todos los apetitos y la titilación insistente del ser en mí. Sólo tengo una ocupación: rehacerme. Para Arthur Rimbaud, el precoz creador francés autor de Una temporada en el infierno, el poeta llega a su estado de creación y videncia después de haber atravesado un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos. Aunque Rimbaud nos habla


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Poesía

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Agnolo Bronzino, Alegoría con Venus y Cupido (detalle)

desde su propio infierno (infancia, religión, valores morales impuestos) puede asociarse al infierno propio, al que existe en cada uno. Y que funciona, no sólo en el caso de Rimbaud, como refugio e intemperie al mismo tiempo. Desde sus primeros poemas, Alejandra Pizarnik (Buenos Aires, 1936 - 1972) se veía obsesionada por las formas de la locura para evadirse de la realidad. Con tan solo veintiún años escribía en su diario: Ojalá enloquezca o muera pronto… Cierro los ojos y sueño la locura. Un estar para siempre con los fantasmas amados, llámese paraíso, vientre materno, o lo que el demonio quiera. Tras algunos intentos de suicidio y la delirante búsqueda del paraíso eterno, sus últimos poemas reflejan esa locura como un nuevo orden. En El infierno musical nos dice: Como parte del tratamiento de curación de su estado mental se le prohibió escribir. Y para Alejandra escribir un poema era reparar la herida fundamental, la desgarradura, porque todos estamos heridos. A los 36 años se quitó la vida: Las palabras hubieran podido salvarme...

Un nuevo orden musical / de colores de cuerpos de excedentes / de formas pequeñas / que se mueven gritan dicen nunca / la noche dice nunca / la noche me pronuncia en un poema El caso más cercano, entre poesía y locura, hoy puede ser el del poeta y ensayista contemporáneo Leopoldo María Panero –el último maldito- (España 1948) que tras atravesar la adicción por las drogas, dos intentos de suicidios y una esquizofrenia, y ser reconocido por la crítica mundial, decidió por propia voluntad, internarse en una unidad psiquiátrica. Panero no concibe otra belleza que la belleza del esquizofrénico, la que él llama La belleza del mal, porque, como escribe en uno de sus textos, la locura es la mejor poesía. ¶



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POR ABELO GALDEANO



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Locura

Soundtrack

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Ya sé que estoy piantao…

POR MARIA DELIA COLANERI

L

ocura, obsesión, demencia, un maldito estado de paz en medio del caos abrasivo. Sentirla significa a veces estar vivos, y otras, correr peligro de vida. Fluye y se abre paso; siempre encuentra para expresarse el bendito camino que surca entre nosotros, simples eslabones de lujo en su eterna cadena hacia el éxito; mediocres elementos a su servicio gentil, cuando tarde observamos el elevado costo con el que pagamos sus consecuencias.

En el siglo XIX se designó locura al comportamiento que rechazaba las normas sociales establecidas. Lo que se interpretó por convenciones sociales fue la desviación de la norma (del latín vulgar delirare que significaba originalmente en la agricultura “desviado del surco recto”), por culpa de un desequilibrio mental, por el cual se padecía de delirios enfermizos que se identificaban por la realización de actos extraños y destructivos.


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Soundtrack

El mundo de la música siempre ha sabido distinguirse por sus personalidades excéntricas, problemáticas y confrontativas con respecto a lo establecido por las sociedades. Personas que desconocen absolutamente lo que está bien o mal para la moral, ermitaños con tendencias a las grabaciones compulsivas, esquizofrénicos con hábitos de vida que ni una estrella de rock podría soportar como compañeros. Vale aclarar que en todos los tiempos estos locos hicieron de lo suyo. Empezando por Ludwig Van Beethoven (1770-1827), compositor y pianista alemán. Su legado musical se extendió, cronológicamente, desde el período clásico hasta inicios del romanticismo musical. Las contribuciones de Beethoven a la música fueron monumentales. Sin embargo, el famoso compositor tuvo una vida muy dura. Uno de los aspectos más trágicos de su vida fue su sordera, que se produjo a partir de los 30 años, como resultado de las palizas recibidas de su padre. Sorprendentemente, fue capaz de componer algunos de sus más apreciados y valiosos trabajos después de perder el oído. Varios autores han escrito que Beethoven sufrió un trastorno bipolar. Exámenes y pruebas través de su cabello han revelado recientemente un alto contenido de plomo. Esto podría haber provocado no sólo su enfermedad mental, sino también las enfermedades digestivas que lo afectaban. Salteando más de un siglo de inolvidables talentos pero continuando con la música internacional a través de varios estilos, es imposible no recordar a Ray Charles (1930-2004) pianista, vocalista y compositor de gospel, rock and roll, blues y country y Horacio Ferrer

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su lucha para triunfar en un mercado donde los “negros” no tenían acceso; Jimi Hendrix (1942-1969) considerado uno de los mejores guitarristas de la historia, cuyas alocadas presentaciones terminaron con su vida tempranamente; Jim Morrinson (19441971), uno de los músicos más polémicos y controversiales conocido por su rebeldía y problemas con la autoridad; Keith Moon (1945-1981), considerado uno de los mejores bateristas de rock de todos los tiempos y criticado por sus hábitos destructivos y gusto por romper muebles y diversos objetos en su casa y hoteles; Kurt Cobain (1967-1994) cantante, compositor y guitarrista de la prominente banda grunge Nirvana, que marcó el comienzo de un cambio dramático en la escena musical de los `90. Fueron muchos los que rompieron con los cánones musicales establecidos y exaltaron al público con nuevos estilos, coreografías, atuendos, escenografías, maquillajes y formas de vida. Entre ellos Elvis Presley (1935-1977), considerado el intérprete más influyente y sensual del siglo XX; Freddy Mercury (1946-1991), primera personalidad en aceptar públicamente que se encontraba enfermo de SIDA; John Lennon (1940-1980) quien revolucionó la música inglesa para luego conquistar al mundo con su himno pacifista Imagine.


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Locura

Revisando nuestras raíces propongo un paneo por Argentina. Rock del 60´ y el 70´, derrumbe de estructuras, nacimiento de una súbita libertad, desenfreno juvenil, bronca contra las injusticias gubernamentales. Músicos que aún escuchamos y otros muchos que ya no están escandalizaban a nuestros mayores al bailar sensualmente agarrados a una guitarra o un bajo, al cantar letras “obscenas” y dar cátedras de locos, drogadictos, enfermos y viciosos. Mucho de eso había en ellos, mejor reconocerlo, pero sin duda algo importantísimo no era percibido aún: su talento. En tal caso es necesario citar a Charly García, ícono viviente de nuestro rock nacional junto a Spinetta; Pappo (1950-2005),

Yo estoy al derecho. ¡Dado vuelta estás vos! El cieguito volador (Sumo) legendario guitarrista admirado hasta por B. B. King; Luca Prodan (1953-1987), cuya adicción a la heroína y con pocas perspectivas de vida viajó a Argentina siguiendo una imagen de las sierras cordobesas que lo había atrapado y fundó Sumo, banda que decoró la década del `80 con originalidad, carisma, presencia y mucha potencia; Miguel Abuelo (1946-1988), que harto del tenso clima social que se vivía bajo la dictadura de Onganía, viajó a Europa donde su personalidad pudo manifestarse de manera libre y realizadora: fiestas, orgías, viajes lisérgicos con todo tipo de drogas. Vivió encantado, libre, en un mundo donde la belleza de la filosofía de su poética recurrente, el hecho de ser libre y feliz, sin preocupaciones, puede ser realidad; Federico Moura (1951-1988), líder de Virus, que con

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Agujero interior, su tercer disco, dio un giro a la música nacional. Pero fue primero el tango con el inolvidable y alabado Astor Piazzolla (1921-1992), quien se encargó de renovarle estructuras, modernizar y provocar las primeras polémicas dentro del dos por cuatro, cuando comienza a desarrollar su impulso creador con composiciones y orquestaciones de mayor criterio armónico y dinámico. Con la obra Buenos Aires, compuesta en 1951, estalla el escándalo debido a la indignación que provocó en cierto sector culto del público la incorporación de dos bandoneones a una orquesta sinfónica. En 1969 junto a Horacio Ferrer, compone la “Balada para un loco” que tuvo fuerte impacto popular, presentada en el primer Festival Iberoamericano de la Canción, donde se le concede un polémico segundo premio. Su obra se caracteriza por un rasgo estético único, casi solitario. No se parece a ninguna otra música: al escucharla estamos obligados a cuestionar los géneros y empezar por decir: esto es Piazzolla. Impacta y fascina. Se trata de un lenguaje que ha conseguido un estilo inquebrantable con elementos dispares y rebeldes (el jazz, la música clásica, la exploración tímbrica) y produce una obra inigualable bajo el drástico pulso de su tango. De más está decir que “de poetas, genios y locos todos tenemos un poco”. Quizás de manera extraordinaria algunos dejan un legado inestimable que suma fanáticos a través del tiempo, pero asumen con su propia muerte la magnitud de sus vidas. Son seres con facultades exorbitantes, que a pesar de las dificultades propias que impone la vida han sabido honrar sus nombres y sus obras. ¶



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Loco un poco

IV Centenario de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha


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POR VALERIA PAGET

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os estás loco!, te dicen generalmente aquellos que no se atreven a nada, que critican actitudes diferentes, formas de pensar diferente, en fin, de aquellos que critican el actuar, el hacer, el construir, que yo resumiría en dos palabras: acto heroico. Sin embargo, ¿no son acaso los héroes quienes transforman la historia, aquellos que muchos tildan de locos, aquellos que se atreven a enfrentar los desafíos, a superarse? Todos sabemos que loco es una persona cuyas facultades mentales no son normales. Sin embargo, ¿qué es ser normal? ¿Significa acaso ser igual que todos los demás, actuar como todos lo hacen? ¿Quién establece qué es la normalidad?… loco un poco nada más, casi parecés normal, dice Turf. Y hablando de locura no puedo dejar de recordar la “absurda” lucha de Don Quijote contra los gigantescos molinos para concretar sus ilusiones. ¡Ah, Don Quijote! Un loco de remate si los hay, el exponente número uno de la locura. Pero él, aunque enloquecido, es un hombre de bien, no le gusta el mundo así como es y lo quiere mejorar, ¡esa es su locura! Cambiar el mundo para convertirlo en aquel que describen los libros de caballería. Esa obsesión o ilusión es lo que lo mantiene vivo y tal vez, también, lo que lo mata. Locura o simulación, eso nunca lo sabremos; seguramente él veía las cosas de forma distinta al resto de la gente, ahora bien, ¿por qué es de locos decir lo que uno ve? Así lo trataron desde el momento que dejó de hacer lo que todo el mundo hace, por ser distinto. Llegados a este punto podríamos comparar la locura con la obsesión, al estilo de la que tiene El Guasón, en quien su retorcido sentido del humor, su lógica oblicua y sus bromas de doble sentido completan un cuadro mental que se centra, única y exclusivamente, en Batman; pero esto no es algo que nos beneficie en esta vida, imagínense comportándose un día como un bufón y otro como un psicópata; sin embargo la locura, más que como obsesión como ilusión, es primordial y beneficiosa, ya que lo principal en esta vida es soñar, soñar con algo. Y así visto todos estaríamos locos, menos los que se dejan ganar por una rutina tenaz, los que no tienen aspiraciones, anhelos, los conformistas… Ahora bien, al hablar de locura deberíamos hablar de amor y establecer la diferencia entre una cosa y la otra, lo cual no puede resultarnos difícil ya que se ha llegado a aceptar que son dos cosas distintas, no obstante, van de la mano. Schopenhauer1 vio en la locura una gran capacidad imaginativa y de idealización, que también atribuyó a las cualidades del genio siguiendo tradiciones muy antiguas.


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Locura

El genio no ve al mundo como es, sino como le gustaría que fuera; lo mismo hace el enamorado y por supuesto el loco. Así, como dijimos, Don Quijote no logra ver el hombre viejo, frágil y flaco que es, sino que ve un caballero andante valiente, fuerte, dadivoso, justiciero; de igual modo, no ve a Aldonza Lorenzo, sino a Dulcinea del Toboso. Visto así, ¿puede haber un amor que no esté idealizado? Antes de leer Don Quijote pensaba que el amor era causa de la locura -quizá no en todos pero sí en muchos casos-; sin embargo, ahora también creo que puede ser al revés, porque en Don Quijote su enloquecimiento proviene, además de los libros de caballería, de la tristeza provocada por la ausencia de su “princesa”, Dulcinea del Toboso: él está loco de amor. Por algo se le llama “El caballero de la Triste Figura”, lo que dice mucho de su género de locura y nos hace relacionarlo con la melancolía. De esta manera vemos cómo la locura y el amor se entrelazan de manera constante, para llevar indefectiblemente a la muerte, como nos demuestra Horacio Quiroga en sus Cuentos de amor, de locura y de muerte;

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en ellos nos asoma el otro lado de la vida, el amor puede ser locura y la muerte puede ser amor. Las posibilidades de combinación de estas palabras parecen infinitas, ya que a fin de cuenta la locura también puede ser muerte, tal como en Atrapado sin salida, título en Argentina de una película estadounidense de 1975 basada en la novela Alguien voló sobre el nido del cuco de Ken Kesey. Dirigida por Miloš Forman y protagonizada por Jack Nicholson y Louise Fletcher, entre otros. Aquí, el hospital psiquiátrico simboliza la sociedad misma, apareciendo como un negador de la chispa de la vida, de la libertad, coartando toda espontaneidad. A pesar de ello, y aquí viene lo más sorprendente, la mayoría de los pacientes se encuentran allí por su propia voluntad, pues son personas que temen a la realidad social, que no se encuentran integradas en ella, autoexcluidas, apartadas y sin el valor suficiente para hacer frente a lo que les espera en la vida. Sin embargo, muchos otros sujetos, a los que llamamos locos, imprevistamente se han separado de las convicciones compartidas en su propia sociedad y grupo para reemplazarlas por otras que les son propias, pero sin estar dentro de ningún hospital o algo parecido, sino entre nosotros; sin hacernos mal alguno. Por todo lo expuesto sólo me queda decir que ya sea por las buenas intenciones de los locos que acaban causando dolor sin desearlo, o por las malas intensiones de los cuerdos, es muy difícil inclinarse a favor de alguno de ellos. ¶

Jack Nicholson Atrapado sin salida


Roque Sáenz Peña 196 Tel. (02362) 431959 lamoscaloca@infovia.com.ar 6000 Junín (B)


Noumeno #9

Locura

Es un poderoso día de verano en Misiones, con todo el sol, el calor y la calma que puede deparar la estación. La naturaleza, plenamente abierta, se siente satisfecha de sí. Como el sol, el calor y la calma ambiente, el padre abre también su corazón a la naturaleza. -Ten cuidado, chiquito -dice a su hijo, abreviando en esa frase todas las observaciones del caso y que su hijo comprende perfectamente. -Si, papá -responde la criatura mientras coge la escopeta y carga de cartuchos los bolsillos de su camisa, que cierra con cuidado. -Vuelve a la hora de almorzar -observa aún el padre. -Sí, papá -repite el chico. Equilibra la escopeta en la mano, sonríe a su padre, lo besa en la cabeza y parte. Su padre lo sigue un rato con los ojos y vuelve a su quehacer de ese día, feliz con la alegría de su pequeño. Sabe que su hijo es educado desde su más tierna infancia en el hábito y la precaución del peligro, puede manejar un fusil y cazar no importa qué. Aunque es muy alto para su edad, no tiene sino trece años. Y parecía tener menos, a juzgar por la pureza de sus ojos azules, frescos aún de sorpresa infantil. No necesita el padre levantar los ojos de su quehacer para seguir con la mente la marcha de su hijo. Ha cruzado la picada roja y se encamina rectamente al monte a través del abra de espartillo. Para cazar en el monte -caza de pelose requiere más paciencia de la que su cachorro puede rendir. Después de atravesar esa isla de monte, su hijo costeará la linde de cactus hasta el bañado, en procura de palomas, tucanes o tal cual casal de garzas, como las que su amigo Juan ha descubierto días anteriores. Sólo ahora, el padre esboza una sonrisa al recuerdo de la pasión cinegética de las dos criaturas. Cazan sólo a veces

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El hijo HORACIO QUIROGA


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un yacútoro, un surucuá -menos aún- y regresan triunfales, Juan a su rancho con el fusil de nueve milímetros que él le ha regalado, y su hijo a la meseta con la gran escopeta Saint-Étienne, calibre 16, cuádruple cierre y pólvora blanca. Él fue lo mismo. A los trece años hubiera dado la vida por poseer una escopeta. Su hijo, de aquella edad, la posee ahora y el padre sonríe... No es fácil, sin embargo, para un padre viudo, sin otra fe ni esperanza que la vida de su hijo, educarlo como lo ha hecho él, libre en su corto radio de acción, seguro de sus pequeños pies y manos desde que tenía cuatro años, consciente de la inmensidad de ciertos peligros y de la escasez de sus propias fuerzas. Ese padre ha debido luchar fuertemente contra lo que él considera su egoísmo. ¡Tan fácilmente una criatura calcula mal, sienta un pie en el vacío y se pierde un hijo! El peligro subsiste siempre para el hombre en cualquier edad; pero su amenaza amengua si desde pequeño se acostumbra a no contar sino con sus propias fuerzas. De este modo ha educado el padre a su hijo. Y para conseguirlo ha debido resistir no sólo a su corazón, sino a sus tormentos morales; porque ese padre, de estómago y vista débiles, sufre desde hace un tiempo de alucinaciones. Ha visto, concretados en dolorosísima ilusión, recuerdos de una felicidad que no debía surgir más de la nada en que se recluyó. La imagen de su propio hijo no ha escapado a este tormento. Lo ha visto una vez rodar envuelto en sangre cuando el chico percutía en la morsa del taller una bala de parabellum, siendo así que lo que hacía era limar la hebilla de su cinturón de caza. Horrible caso... Pero hoy, con el ardiente y vital día de verano, cuyo amor a su hijo parece haber heredado, el padre se siente feliz, tranquilo y seguro del porvenir. En ese instante, no muy lejos, suena un estampido. -La Saint-Étienne... -piensa el padre al reconocer la detonación. Dos palomas de

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menos en el monte... Sin prestar más atención al nimio acontecimiento, el hombre se abstrae de nuevo en su tarea. El sol, ya muy alto, continúa ascendiendo. Adónde quiera que se mire -piedras, tierra, árboles-, el aire enrarecido como en un horno, vibra con el calor. Un profundo zumbido que llena el ser entero e impregna el ámbito hasta donde la vista alcanza, concentra a esa hora toda la vida tropical. El padre echa una ojeada a su muñeca: las doce. Y levanta los ojos al monte. Su hijo debía estar ya de vuelta. En la mutua confianza que depositan el uno en el otro -el padre de sienes plateadas y la criatura de trece años-, no se engañan jamás. Cuando su hijo responde: “Sí, papá”, hará lo que dice. Dijo que volvería antes de las doce, y el padre ha sonreído al verlo partir. Y no ha vuelto. El hombre torna a su quehacer, esforzándose en concentrar la atención en su tarea. ¿Es tan fácil, tan fácil perder la noción de la hora dentro del monte, y sentarse un rato en el suelo mientras se descansa inmóvil? El tiempo ha pasado; son las doce y media. El padre sale de su taller, y al apoyar la mano en el banco de mecánica sube del fondo de su memoria el estallido de una bala de parabellum, e instantáneamente, por primera vez en las tres transcurridas, piensa que tras el estampido de la Saint-Étienne no ha oído nada más. No ha oído rodar el pedregullo bajo un paso conocido. Su hijo no ha vuelto y la naturaleza se halla detenida a la vera del bosque, esperándolo. ¡Oh! no son suficientes un carácter templado y una ciega confianza en la educación de un hijo para ahuyentar el espectro de la fatalidad que un padre de vista enferma ve alzarse desde la línea del monte. Distracción, olvido, demora fortuita: ninguno de estos nimios motivos que pueden retardar la llegada de su hijo halla cabida en aquel corazón. Un tiro, un solo tiro ha sonado, y hace mucho. Tras él, el padre no ha oído un ruido, no ha visto un pájaro, no ha cruzado el abra


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una sola persona a anunciarle que al cruzar un alambrado, una gran desgracia... La cabeza al aire y sin machete, el padre va. Corta el abra de espartillo, entra en el monte, costea la línea de cactus sin hallar el menor rastro de su hijo. Pero la naturaleza prosigue detenida. Y cuando el padre ha recorrido las sendas de caza conocidas y ha explorado el bañado en vano, adquiere la seguridad de que cada paso que da en adelante lo lleva, fatal e inexorablemente, al cadáver de su hijo. Ni un reproche que hacerse, es lamentable. Sólo la realidad fría, terrible y consumada: ha muerto su hijo al cruzar un... ¡Pero dónde, en qué parte! ¡Hay tantos alambrados allí, y es tan, tan sucio el monte! ¡Oh, muy sucio ! Por poco que no se tenga cuidado al cruzar los hilos con la escopeta en la mano... El padre sofoca un grito. Ha visto levantarse en el aire... ¡Oh, no es su hijo, no! Y vuelve a otro lado, y a otro y a otro... Nada se ganaría con ver el color de su tez y la angustia de sus ojos. Ese hombre aún no ha llamado a su hijo. Aunque su corazón clama par él a gritos, su boca continúa muda. Sabe bien que el solo acto de pronunciar su nombre, de llamarlo en voz alta, será la confesión de su muerte. -¡Chiquito! -se le escapa de pronto. Y si la voz de un hombre de carácter es capaz de llorar, tapémonos de misericordia los oídos ante la angustia que clama en aquella voz. Nadie ni nada ha respondido. Por las picadas rojas de sol, envejecido en diez años, va el padre buscando a su hijo que acaba de morir. -¡Hijito mío..! ¡Chiquito mío..! -clama en un diminutivo que se alza del fondo de sus entrañas. Ya antes, en plena dicha y paz, ese padre ha sufrido la alucinación de su hijo rodando con la frente abierta por una bala al cromo níquel. Ahora, en cada rincón sombrío del bosque, ve centellos de alambre; y al pie de un poste, con la escopeta descargada al lado, ve a su... -¡Chiquito...! ¡Mi hijo!

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Gustave Courbet Autoretrato

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Las fuerzas que permiten entregar un pobre padre alucinado a la más atroz pesadilla tienen también un límite. Y el nuestro siente que las suyas se le escapan, cuando ve bruscamente desembocar de un pique lateral a su hijo. A un chico de trece años bástale ver desde cincuenta metros la expresión de su padre sin machete dentro del monte para apresurar el paso con los ojos húmedos. -Chiquito... -murmura el hombre. Y, exhausto, se deja caer sentado en la arena albeante, rodeando con los brazos las piernas de su hijo. La criatura, así ceñida, queda de pie; y como comprende el dolor de su padre, le acaricia despacio la cabeza: -Pobre papá... En fin, el tiempo ha pasado. Ya van a ser las tres... Juntos ahora, padre e hijo emprenden el regreso a la casa. -¿Cómo no te fijaste en el sol para saber la hora...? -murmura aún el primero. -Me fijé, papá... Pero cuando iba a volver vi las garzas de Juan y las seguí... -¡Lo que me has hecho pasar, chiquito! -Piapiá... -murmura también el chico. Después de un largo silencio: -Y las garzas, ¿las mataste? -pregunta el padre. -No. Nimio detalle, después de todo. Bajo el cielo y el aire candentes, a la descubierta por el abra de espartillo, el hombre vuelve a casa con su hijo, sobre cuyos hombros, casi del alto de los suyos, lleva pasado su feliz brazo de padre. Regresa empapado de sudor, y aunque quebrantado de cuerpo y alma, sonríe de felicidad. Sonríe de alucinada felicidad... Pues ese padre va solo. A nadie ha encontrado, y su brazo se apoya en el vacío. Porque tras él, al pie de un poste y con las piernas en alto, enredadas en el alambre de púa, su hijo bienamado yace al sol, muerto desde las diez de la mañana.


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Poesía

Todo lo que uno recibe es pasión JACOBO FIJMAN No soy enfermo. Me han recluido. Me consideran un incapaz. Quiénes son mis jueces… Quiénes responderán por mí. Hice conducta de poesía. Pagué por todo. Sentí de pronto que tenía que cambiar de vida. Alejarme del mundo. Y me aislé. Me fui de todos, aun de mí… Hoy es la demencia un estado natural. Todas las palabras son esenciales. Lo difícil es dar con ellas. El delirio son instantes. Puede durar toda la vida. Mi poesía es toda medida. El arte tiene que volver a ser un acto de sinceridad.

Visión FEDERICH HOLDERIN Imágenes que la plenitud del día a los hombres muestran, En el verdor de la llana lejanía, Antes de que la luz decline en el crepúsculo, Y la tenue claridad dulcemente serene los sonidos del día. Oscura, cerrada, parece a menudo la interioridad del mundo, Sin esperanza, lleno de dudas el sentido de los hombres, Mas el esplendor de la Naturaleza alegra sus días Y lejana yace la oscura pregunta de la duda

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Poesía

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Noumeno #9

Dedicatoria LEOPOLDO MARÍA PANERO Más allá de donde aún se esconde la vida, queda un reino, queda cultivar como un rey su agonía, hacer florecer como un reino la sucia flor de la agonía: yo que todo lo prostituí, aún puedo prostituir mi muerte y hacer de mi cadáver el último poema.

El infierno musical ALEJANDRA PIZARNIK Golpean con soles Nada se acopla con nada aquí Y de tanto animal muerto en el cementerio de huesos filosos de mi memoria Y de tantas monjas como cuervos que se precipitan a hurgar entre mis piernas La cantidad de fragmentos me desgarra Impuro diálogo Un proyectarse desesperado de la materia verbal Liberada a sí misma Naufragando en sí misma


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Noumeno #9

Model: Trinidad Manueli



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