Danza Espa単ola todos los niveles
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Staff Dirección Medios Ilustración Colaboraron
Impresión + Información
Luciano Molina Sebastián Asegurado
Edición Diseño
Juan José Bueno Exogeno.com
Fotografía y video Hosting
Blas Rodriguez La Peste
Tapa Historieta
Pablo Albarello Luciano Bajo María Delia Colaneri Lautaro Ferrari Valeria Paget Rocío Martinez Silvina Torviso
Entrevista Ilustración Música Dibujo Opinión Literatura Arte
Imprenta Ready INSITU Press
Impresión Peliculado
Temática: Drogas Junín. Buenos Aires. Argentina revistanoumeno@gmail.com www.revistanoumeno.com.ar
Timothy Leary, John Lennon y Yoko Ono grabando “Give Peace A Chance”. Copyright © 2007-2010 Nóumeno Inc.
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Indice
Rocío Martinez Literatura § Vicios literarios
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Pablo Alvarello Diálogo
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Ilustración
SOMA DRUGS § Luciano Bajo
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Opinión
Las drogas y la sociedad § Valeria Paget
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Dibujo
Lautaro Ferrari
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Historieta
Campaña oficial § La Peste
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Cuento
La pipa § Rubén Darío
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Poesía
La canción de la Morfina § Julián del Casal
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Silvina Torviso Arte § Un poco más discretos (pero no tanto) María Delia Colaneri Soundtrack § Musas de la música
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La abolición del dogma Son estos, tiempos hipermodernos en los que el mundo se ve inmerso en un frenesí implacable de la tecnología, el progreso, la ecología, los derechos humanos, la justicia social, pero también el desengaño, la mediocridad, las promesas rotas; el desencanto que la modernidad proponía con su idealismo y evolución indefinida. Una profunda reflexión sobre la maquinaria económica, social y política nos deja mal parados para afrontar los desafíos que esta ciudad chiquita nos propone. En la última dictadura militar incontables periodistas, escritores, dramaturgos, músicos y artistas asediados por el temor de la represión nos dejaron en forma de metáforas documentos patentes de su época. A lo que le siguió el vaciamiento intelectual y creativo de los años noventa con el neoliberalismo. La palabra, una vez censurada por el estado, es hoy en día encarcelada por el Mercado. Diferencias aparte, nadie puede negar el poder del mercado para ensalsar o humillar a sus jugadores, y son quienes lo controlan los que deciden sobre el éxito de los artistas que se ven inmersos en este mal necesario. Como diría Borges en su poema Ajedrez: […] Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza […] Esta censura comercial de disqueras, editoriales y televisores hoy nos presenta un plano cartesiano; un plano que involuciona a los puntos que comprende a una bidimensión que no se aplica a los tiempos que corren, y siguiendo con la metáfora, es obsoleto a la tridimensionalidad de artistas, estilos, historias y mentes que hay en el universo de la construcción lineal del tiempo. El mercado desvirtua, hace nacer grandes franquicias de chicos que recién salen de la escuela, no necesita promover experiencias maravillosas, sino vender. Es por eso que un éxito medido en niveles de rating, en ganancia, en viles ventajas financieras nunca
Editorial podrá compararse al del saludo amable, al del reconocimiento y de la trayectoria bien ejercida. Quizá sea tiempo de reflexionar sobre la oportunidad latente de tener un mercado artístico en la ciudad y el peligro intrínseco que éste acarrea, para poder buscar soluciones en vez de culpables. Nadie está exento de su realidad y es esto lo que lleva a mentes brillantes en el campo de la música, las artes plásticas, la literatura a buscar oportunidades en las grandes ciudades en vez de ser un valor agregado en este suelo que un día los vio nacer. No sirve premiar bandas o escritores si no se les traza una oportunidad verdadera de desarrollar su arte para poder equipararse a los otros muchos que sin tanto talento y con una buena campaña de marketing ganan millones. Tampoco se trata sólo de mecenazgo, sino de apoyo moral e intelectual. Parafraseando: Tenemos lo que nos merecemos pero no lo que necesitamos. Los espacios de expresión artística son acotados, la promoción es escasa, el interés de la gente es efímero. No está en la mente de un bolichero pagarle a “unos pibes que la rompen”, no esta en nuestras costumbres comprar un disco “si lo puedo bajar de Taringa”, no podemos siquiera pensar que tal vez haya valor en “ese libro mal impreso”, no podemos pretender seguir con la mediocridad mientras miramos para otro lado cuando un artista nos pide su apoyo. Puede ser que ésa sea la mentalidad de muchos, pero por una vez podríamos hacer nuestro trabajo, desde el lugar que tengamos, interesarnos sin necesidad de que nos busquen, promover sin rédito, sin especular con el prejuicio, para algún día lejano poder contentarnos con lo bien que le va a nuestras amistades, colegas y conocidos, por el simple hecho que un Junín así estaría lindo. Sebastián Asegurado
SOMA DRUGS ยง Luciano Bajo
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Literatura
Vicios literarios ¿Es posible concebir a las drogas como fuente de inspiración artística?, ¿pueden pensarse ciertos vicios como modernas musas iluminadoras de los escritores? Y si así fuera, ¿qué impacto producirían en sus respectivas obras? En principio, dejaré en suspenso estas cuestiones para enfocarme en tres escritores argentinos que escriben sobre diversos vicios en sus textos. Las sustancias corrosivas. Carlos Gamerro tiene en su haber una serie de títulos en los que se exhibe el extraño y alucinado mundo de los mejunjes ilícitos. En su primera novela, Las islas, Felipe Félix, ex combatiente de Malvinas y hacker, nos introduce en ese universo, mientras descubre que la guerra entre la flota inglesa y la armada argentina continúa de manera solapada, aún diez años más tarde de su triste final. Así, los videojuegos de guerra se mezclan con las fantasías alucinógenas provocadas por diversas drogas en desesperados intentos de Felipe (y demás sobrevivientes) por obtener una venganza, un triunfo bélico. Si bien a mi entender Las islas es la novela del autor que mayor impacto produce en el lector, quien se ve arrastrado con violencia a un mundo caótico y cruel hasta la desmesura, y la que mejor da cuenta del carácter de un adicto a las drogas, también se
pueden encontrar en otras novelas de Gamerro este tipo de personajes, como en El secreto y las voces o en El sueño del señor juez. La veta etílica. Abelardo Castillo ha trabajado en numerosas oportunidades con la problemática del alcohol en sus textos. Crónica de un iniciado, notable versión argentina del mito fáustico, nos muestra un Esteban Espósito que coquetea con el demonio en territorio cordobés, ombligo geográfico argentino, a la vez que persigue a Graciela, su amada ausente, y va de copa en copa por distintos ambientes académicos. Del alcoholismo incipiente de este hombre abandonado en la selva oscura dantesca a la completa adicción sólo hace falta pasar de una novela a otra del mismo autor. El que tiene sed, publicada varios años antes que Crónica de un iniciado, da cuenta de un momento posterior: muerto Santiago, el poeta jujeño, Esteban se
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Literatura interna voluntariamente en un hospital neuropsiquiátrico para dialogar con un poeta místico, Jacobo Fiksler, en un digno paso de baile de Thomas Mann. Y esto no es todo: en la obra de teatro Israfel, Castillo delinea una admirable versión de Edgar Allan Poe, escritor norteamericano que, sumido en la pobreza más absoluta, a pesar de su arduo trabajo como escritor, se entrega paulatinamente al vicio etílico. Volutas de humo. Osvaldo Soriano es un escritor pródigo en personajes fumadores. Por nombrar sólo a algunos: Galván, el cantor de tango devenido en manager de Rocha, un boxeador casi retirado, en Cuarteles de invierno; o la gran pareja de fumadores compulsivos de Triste, solitario y final que se arroja a una aventura despampanante y tragicómica por calles estadounidenses: el mismísimo Soriano y su compañero, el detective escapado de la pluma
de Chandler, Philip Marlowe. Ignoro si alguna vez Soriano leyó a Ítalo Svevo, pero encuentro inevitable la asociación con el italiano, escritor – entre otras cosas – de La conciencia de Zeno, relato de un fumador que siempre está fumando su último cigarrillo y que a partir de ese hecho decide narrar su historia. Hasta este momento me ocupé ostensiblemente de hablar de los vicios en la literatura, a través de tres escritores argentinos que han relatado con maestría peripecias de personajes drogadictos, alcohólicos o fumadores compulsivos. Ahora bien, ¿qué ocurre con el nexo entre literatura y drogas, es decir, entre los escritores y sus adicciones personales? No voy a negar la existencia de vicios más o menos confesables por parte de distintos autores a lo largo de la historia. Sin embargo, tal vez la pregunta no se encuentra bien planteada: trazar una conexión directa entre un texto literario y el uso de estupefacientes por parte de un determinado escritor es reducir un producto cultural altamente complejo a un mero hecho cuasi-inconsciente y automático. Como si escribir Adiós a las armas o “La caída de la casa Usher” fuera consecuencia única y exclusiva del consumo de cualquier sustancia. De esta manera, cualquier borracho sería Hemingway; cualquier hombre asiduo a los bares de copas lograría escribir cuentos al estilo de Poe. Así, qué fácil sería, ¿no? Rocío Martínez
Arte
Un poco más discretos (pero no tanto) Cuando pensamos en la relación entre la droga y el mundo del arte generalmente asociamos con estrellas de la música destruyendo una habitación completa al mejor estilo del personaje de Pink en la película The Wall o a Sid Vicius apuñalando a su novia en el Chelsea Hotel de Nueva York. Una enumeración de celebridades y anécdotas sería larga y redundante; ya forman parte del imaginario público. Pero qué pasa en las artes visuales en relación con el consumo de estimulantes? El carácter elitista de las artes visuales hace que no conozcamos tanto de la vida privada de los artistas plásticos que, en general, no son estrellas mediáticas. Los seguidores de las artes visuales se suelen interesar más en interpretar el contenido de las obras o comprender sus aspectos formales y técnicos que en conformar un club de fans. La historiografía seria del arte no abunda, salvo excepciones, en información sobre el tema. El mundo de las artes visuales es un poco más discreto. Pero no tanto.
10 Fuentes menos confiables, sobre todo textos en la red, nos revelan la adicción de Van Gogh y Gauguin al absintio, el gusto de Manet, Picasso y los surrealistas por el opio, el éter y la morfina. Pero es en el arte contemporáneo cuando el fenómeno parece expandirse. Tal vez sea porque aparecen otras sustancias. O porque el mundo cambia. O porque el arte, simplemente, cambia junto al mundo. Entre los artistas contemporáneos más relacionados con las adicciones encontramos a Pollock y Bacon y, ya fuera del ámbito de la pintura, a los accionistas vieneses. Estos sometieron sus cuerpos a situaciones crueles o humillantes, como torturas físicas o crucifixiones. En sus performances incorporaron sangre, esperma, excrementos, cadáveres y vísceras de animales. También realizaron actos de mutilación, automutilación, sacrificio y castración. En estos casos, tanto las acciones como el consumo de drogas tuvieron un carácter ritual.
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Arte miento inferir que sólo los artistas provocadores consumen y que los otros no lo hacen. Estaría León Ferrari “drogado” cuando concibió la idea de ensamblar un cristo de santería sobre un cazabombardero norteamericano? O el médico alemán Gúnther Von Hagen cuando plastinó cadáveres y los expuso como obras de arte? O el fotográfo Andrés Serrano cuando fotografió magistralmente fluídos corporales2? No parece. Nos produzcan o no placer estético se necesita mucho pensamiento, habilidad o conocimiento técnico para concretar esas obras. 2 Carátula del disco Load de Metállica
En The Factory, el taller-industria de Andy Warhol, las drogas eran un elemento estructurante de todo lo que allí se hacía, aunque el mismo Warhol aparentemente no llegó a una adicción. Paternal, recriminaba a su protegido, el rápidamente célebre Jean-Michel Basquiat, su adicción a todo tipo de drogas. El pintor afroamericano finalmente murió de sobredosis de heroína a los 28 años1. En los noventas Damien Hirst, quien presenta tiburones, vacas o terneros en cajas vidriadas con formol, ha admitido la adicción por la cocaína y alcohol. La lista de las ¿rarezas?¿provocaciones? sería muy larga, pero también sería injusto reducir el arte contemporáneo a una lista de acciones bizarras o perversas fruto del uso o abuso de drogas. También hoy hay quienes producen obra plástica desde una poética de la belleza o de la reflexión, no sabemos si en total sobriedad o bajo efecto de narcóticos. Tal vez sea un lugar común de nuestro pensa1 En 1996 la vida de Jean-Michel Basquiat fue llevada a la gran pantalla, después de 6 años de rodaje, de la mano de su amigo y colega Julian Schnabel. El cantante David Bowie interpretó a Andy Warhol. La peli se llama simplemente Basquiat. Si alguien sabe en qué videoclub está, ¡que avise!
¿No será que cada artista es cómo es, provocador, reflexivo, tranquilo, combativo, emocional, impulsivo, poético, lírico, sensible, intuitivo, serio, politizado, obsesivo independientemente de que consuma o no alguna sustancia? Chi lo sá… Silvina Torviso
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Soundtrack
El Rey La cadencia desprolija del blues dirigiendo las piernas de las mujeres, sus caderas deslizándose por los compases y sus brazos marcando las frases que la voz grave de un negro aullaba en aquel bar, perdido en Londres. Desnudando con sus ojos tales bellezas, los caballeros con la cabeza en el whisky recorrían las mesas, saludándose. Sus manos se estrechaban con entusiasmo mientras una nueva copa era servida para el festejo. La noche les traía alegría, la noche y las ganas de demostrar su destreza frente a los blancos. Nadie más que ellos conocían el desenfrenado rhythm and blues. Nadie más que él, nacido en Seatle, Washington, en el 42’, desarmaría ese bar cuando tomara su guitarra con la mano izquierda. Con sus veintisiete años a cuesta, Jimi contaba con sólo cuatro de fama. Y era aquí, en Londres, donde lo habían consagrado el rey de las seis cuerdas de los 70’.
El baterista empieza a demoler los tambores, el tecladista expande una ola de sonido penetrante, la base del bajo se impone y él, único guitarrista en el universo, delira entre los tres tonos básicos del rock’n’roll, improvisando hasta su apellido: Hendrix. La tez oscura contrasta con los brillos de sus ropas: amplia camisa de colores chillones, excéntricos pantalones adheridos a sus piernas, collares, pañuelos y las manos moviéndose a su antojo. La banda para de tocar cuando Jimi desarma el último acorde en distorsiones disonantes y los gritos tiemblan en el escenario. A la hora de bajar del trono, éste rey se siente embriagado por una sed que ninguna bebida puede calmar, combina somníferos, prueba con otras drogas… Y en una de estas alocadas presentaciones nocturnas, deja su cuerpo sin el alma de músico genio que transformó para siempre la historia del rock’n’roll. Psicodelia
Musas de la música La droga evita la inhibición y libera la creatividad de la barrera del racionalismo. Quizás por esto en el mundo del arte y la cultura ha tenido muchos profetas, teóricos y practicantes. Droga y arte tienen una relación indirecta que poco a poco va perfilándose como una elección libre. Forma un binomio que puede ser estudiado a lo largo de la historia, desde la antigüedad, cuando el opio formaba parte de ritos religiosos. Músicos clásicos fueron aficionados a la morfina durante el siglo diecinueve. En las siguientes décadas la marihuana y la heroína se popularizó entre los músicos de jazz como Charlie Parker, John Coltrane o Ray Charles. A lo largo de los 60 y 70 se dio la explosión Material inédito § Hendrix tomando una pepa.
13 de los alucinógenos (LSD) dentro del mundo musical, lo que quedó reflejado en la música psicodélica que creaban bandas como Iron Butterfly ,Grateful Dead o Pink Floyd. Músicos como Eric Clapton o David Bowie hicieron uso extensivo de los tóxicos durante su juventud. Otros como Jimi Hendrix, Janis Joplin o Jim Morrison murieron de sobredosis. Durante los 80 y los 90 el consumo abusivo fue disminuyendo ligeramente. Pese a ello bandas como Nirvana o Motley Crue estaban claramente influenciadas por diversos narcóticos. En el nuevo milenio ha sido el pop con referentes como Pete Doherty y Amy Winehouse quien ha tomado el legado de estas sustancias en la música. En este breve repaso por la historia musical, se puede apreciar cómo las drogas han tenido simultáneamente un efecto positivo y negativo. Ha generado estilos como el rock psicodélico, un género que se ha desarrollado ostensiblemente y que se puede ver reflejado en bandas como Tool, y muchas veces han servido de catalizador de la evolución musical y, por el contrario, ha demostrado la mediocridad de un artista saliendo a escena intoxicado, sin noción de donde está, al borde de un desmayo, cuando no la muerte. El porqué la droga ha formado y forma parte de la música podría ser la clave en este punto. La falta de inspiración, la necesidad de encontrar estímulos de un modo artificial constituiría la hipótesis más acertada en la relación droga-arte. Desde el Renacimiento el artista, ya sea músico, poeta, escultor, etc. por su condición de creador ha sido considerado una persona con un “don único”. Sin embargo, con el uso de las drogas renuncia a ese proceso. Gracias a la droga ya no es un genio, un ser marcado por un don divino, sino un estrato más en la escala social que utiliza la tecnología para modificar su terreno somático en la producción de su arte. El caso de Beethoven es significativo. Se conoce que durante los últimos años de su vida sufría de terribles dolores. Sin embargo, decidió no tomar dro-
Soundtrack gas que comprometieran su capacidad como compositor. En conclusión, la unidad del universo, la absorción de lo que significan las cosas a nuestro alrededor, o la persuasiva aura de paz y satisfacción no constituyen el estado ideal de un artista, sino que tranquiliza la personalidad creativa, lo que entra en conflicto con la furia que debería suponer el nacimiento de las ideas. El artista debería buscar la trascendencia en su propio trabajo y no imponerse barreras artificiales entre él mismo y el motivo principal de su subconsciente. Dijo William Blake: “ Si las puertas de la percepción se abrieran todo aparecería al ser humano tal como es: infinito. El hombre se ha limitado a sí mismo, divisando las cosas a través de las estrechas hendijas de su propia caverna”. Tenemos dos preciados regalos para buscar la manera de abrir esas puertas: libertad y conciencia. De nosotros depende salir de la caverna. María Delia Colaneri
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Opinión
La cuestión de las drogas ha estado en boga desde hace varias décadas, pero esto no significa que el tema haya sido agotado ni que el asunto haya sido resuelto, sino todo lo contrario. Los eternos debates sobre la drogadicción dejan lugar para replanteamientos constantes que tienen que ver, en principio, y sólo en principio, con el hecho de que el problema está enfocado (y limitado), a una franja estrecha de la sociedad, ya de por sí estigmatizada: la de los adolescentes. Así, las políticas destinadas a “la guerra contra las drogas”, ya sean reduccionistas de daños o prohibicionistas, se orientan a un sector de la sociedad que parece haber perdido el rumbo.
En la actualidad, en el marco de esta sociedad posmoderna, los jóvenes se sitúan en el centro de la escena como los actores que promueven el principio del fin, el comienzo de una era apocalíptica; definidos como jóvenes sin futuro, sin ambiciones, sin intereses, descarrilados, “manejados por las drogas”, son acusados de ser los responsables de todo lo malo que ocurre en la sociedad, incluido, obviamente, el fenómeno de la drogadicción, pero aislado de toda la infraestructura requerida para extraer y proveer sustancias ilegales. De esta manera, lo que más llama la atención es que dicho problema y dicha población parecen vivir en un limbo social, ya que ningún debate incluye toda la estructura social, política y
Las drogas y la sociedad
económica que rodea a tal fenómeno. Ahora bien, ¿son los jóvenes portadores de un “gen” de la drogadicción? Pues no, ya que tal gen no existe. Por lo tanto es necesario reconocer que la drogadicción es esencialmente un problema social, hacerlo permite dar cuenta de una presencia no sólo masiva sino también muy diversificada de la problemática de la adicción a sustancias psicoactivas. No obstante, si ello no ocurre es porque la cuestión de la droga se enmarca en el orden de lo político, económico y moral, donde el tema del control social que la posmodernidad promueve adquiere importancia central, debido a que se ve amenazado como consecuencia de la desestructuración individual a la que, en algunos casos, la drogadicción conlleva, y en otros, “remedia”. Teniendo en cuenta esto, no podemos
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Opinión
dejar de entrar en la polémica de la legalidad e ilegalidad de ciertas drogas, haciendo en este punto referencia a las “drogas permitidas”, es decir, productos que procuran un equilibrio psicológico con efectos “reducidos” y que, gracias a los avances de la psicofarmacología y la neurobiología, han sido puestos en venta. Así, circulan en el mercado medicamentos, fármacos y demás que operan sobre la angustia, tienden a estabilizar los cambios bruscos de humor, calman conductas agresivas, estimulan la imaginación o la memoria, hacen desaparecer la ansiedad o la depresión, entre muchísimas posibilidades ¿El fin?
Establecer un “modelo” de ser humano, un individuo “normal” que no afecte el “orden social”; incluso, cada vez más, se tiende a convertir las “dolencias anímicas” (como el duelo), en enfermedades que se incluyen bajo el diagnóstico de “trastorno de adaptación” para las cuales, obviamente, existen remedios. Esta cuestión me hace recordar la sociedad perfecta propuesta por Aldous Huxley en “Un mundo feliz” publicado por primera vez en 1932, novela en la cual el autor describe una sociedad en la que la guerra y la pobreza han sido erradicadas y todos los habitantes son permanentemente felices, ya que todas sus necesidades
están satisfechas y porque en caso de sentirse mal tienen a su disposición el soma, una droga que es entregada por el Estado y permite a las personas evadir la realidad si sufrir efectos secundarios devastadores. De la misma manera, en esta sociedad real, posmoderna, la humanidad mejora artificialmente mediante el acceso a las “drogas permitidas” que satisfacen principalmente los intereses de empresas farmacéuticas, pero también de la economía neoliberal que gracias a este consumo irracionalizado de drogas legales no se ven en la necesidad de ampliar las infraestructuras sanitarias de carácter público.
Por ultimo ¿qué o quién determina que productos tan dispares y con efectos tan diversos sobre el sistema nervioso central hayan sido estigmatizados negativamente como “drogas” y, por lo tanto prohibidas, y otros, con los mismos efectos o parecidos, se hayan quedado fuera de esta estigmatización? La respuesta ya está contenida en estas líneas, no es la “toxicidad” que provoca, ni la adicción que genera lo que determina que una droga sea prohibida o legalizada, sino las normas culturales y los intereses neoliberales. Valeria Paget
Diálogo
Pablo Albarello Periodista, actor y dramaturgo juninense. Realizó estudios universitarios de periodismo en la Universidad Nacional de La Plata. Entre los años 1996 y 1999 escribió para la Revista Anteojito de la Editorial Manuel García Ferré. En 1997, en el marco de la Feria del Libro, recibió el Premio Edenor, Fundación El Libro en Literatura Infantil. En televisión participó como actor en 099 Central, Soy Gitano, Costumbres argentinas, Rebelde Way, 1000 millones, Abre tus ojos, Malandras y el Show de Videomatch. En teatro es autor de: Cuatro obras sanitarias, Premio Cavern a la mejor obra teatral del año 2003. ¡Guarda abajo!, premio Certamen de Dramaturgia Argentores 2003. Revolú, 2º premio Concurso de Teatro Breve, Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Córdoba. Lombrices, Mención Concurso de Obras Inéditas Fondo Nacional de las Artes 2004, Mención Tercer Concurso Nacional de obras de Teatro de Humor, estrenada en España, México, Chile, Bolivia, Uruguay y en varios puntos del país. Amarte, Mención Cuarto Concurso Nacional de Obras de Teatro de Humor 2006. Estocolmo, estrenada en 2008 por la Compañía mexicana El Cártel, en México D.F. Como escritor participó de la antología Un colectivo de Cuentos, Cuentos con buena onda (Premio Edenor Fundación El Libro -1997), Teatro de Humor III, Bicho Martínez ataca (Editorial Sudamericana - 2007) Premio Asociación Argentina de Literatura Infantil y Juvenil al mejor libro de cuentos publicado durante 2007, Teatro de Humor IV, Teatro de pequeño formato, Pensarás que estoy loca (Mención Fondo Nacional de las Artes 2008, cuentos, inédito) y Zona de obras - Teatro Argentino. Acaba de editar15 escenas de humor para el Taller.
Te definís como actor, escritor y periodista. ¿Cuáles de estas áreas creés que es tu vocación? ¿En cuál te sentís más cómodo? Lo de actor fue un accidente, comencé a estudiar actuación buscando “el otro lado” que me sirviese para la escritura dramática. Por un tiempo me entusiasmé y me quedé en el gremio. La actuación –sobre todo la teatral– tiene una cosa muy intensa, creo que no debe haber nada más fuerte que el contacto de un tipo subido a un escenario con otro que está viéndote ahí a un par de metros desde
16 una butaca. Después el fervor fue pasando y las cosas volvieron naturalmente a su lugar. Ahora ya hace varios años que no actúo y no lo extraño. El periodismo, por su parte, es mi medio de vida, estudié periodismo en la Universidad de La Plata y trabajo en Buenos Aires desde hace bastante tiempo en eso. Finalmente, la escritura es lo que hago con pasión, lo que me ocupa la cabeza la mayor parte del tiempo y con lo que disfruto, por lo que podría decirte que sí, que esa es mi vocación. En tu biografía hay un comienzo truncado en la carrera de Letras, luego te volcaste hacía el periodismo. ¿Por qué este cambio de rumbo? No, en realidad fue al revés. Cuando terminé el colegio secundario yo me fui a La Plata y me inscribí en Comunicación Social. Fue una carrera que fui estirando y en el medio pasaron muchas cosas: hice un par de años de Letras, también cursé un tiempo Psicología, preparé el examen de ingreso a Derecho, e hice un viaje a España con la idea de irme a vivir a Europa (de lo que me arrepentí al segundo día de estar en Madrid). En el medio de todo esto empecé a escribir y a leer literatura con una voracidad que después nunca más volví a tener. Visto a la distancia creo que en mí no hubo un cambio de rumbo, más bien la coexistencia de varios rumbos a la vez. Fue un momento de búsqueda, cosa con la que también colaboraba lo que se estaba viviendo, pensá que era la época del gobierno de Alfonsín, había una gran movida a todo nivel, incluso durante un tiempo -muy corto– milité en política. Sos autor de obras teatrales que han recibido buena repercusión de público y crítica, incluso algunas de ellas fueron presentadas en el exterior. ¿Cuál es el proceso de elaboración de los argumentos de las obras? Nacen de las formas más diversas: de una imagen, de una frase sacada de la calle, una noticia que escuchás en la radio, a veces de
17 un título. Parece una locura pero tengo un cuaderno con un montón de títulos, de los que pienso “están buenos, yo iría a ver una obra con cualquiera de esos títulos”, de ahí en más, por supuesto, no tengo la menor idea de lo que sigue. En otros casos hay una búsqueda más deliberada, por ejemplo tomo una relación común (por ejemplo madre/hijo) la saco de un contexto habitual (una casa) y la coloco en otro inesperado o insólito (un viaje interplanetario), pongo a los personajes ahí y veo qué hacen. De esos puntos de partida, comenzás a pensar, a delinear cada personaje, plantear las relaciones, la peripecia, fragmentar lo que sucede en escenas, esta es la parte más “intelectual” y trabajosa. Luego para mí viene el momento del puro placer, que es cuando los personajes comienzan a hablarse, a interactuar y a armar la historia. Es como si se soltaran solos y vos fueras una especie de testigo privilegiado que va tomando notas. ¿Destacás alguna de ellas que te haya traído una mayor satisfacción? Lombrices, sin dudas es la obra que más repercusión ha tenido. La escribí en 2004, se estrenó al año siguiente y ya tiene cerca de 40 puestas en el país y en el exterior. Lo que sucede con las obras es un misterio, hay textos en los que vos ponés todas las fichas y pasan desapercibidos y otros insospechados que logran una respuesta increíble. Con Lombrices me pasó eso. Después, Estocolmo es una obra que quiero mucho y me gustó lo que hicieron el año pasado en el Teatro del Pueblo, es muy difícil quedar conforme con una puesta porque nunca nada supera lo que vos ya tenés armado en tu cabeza y la verdad que lo que hizo Daniel Marcove me dejó más que contento. Luego tengo mucho cariño por Cuatro Obras Sanitarias, que fue mi primera obra formal (en la que también actué) y fue un lujo conocer, trabajar y aprender con Edda Díaz. Tus obras contienen historias disparatadas pero sus personajes viven entre la locura,
Diálogo la depresión y el suicidio ¿Por qué esta dualidad? Es una pregunta complicada, en principio diría que uno hace lo que puede, o escribe lo que le sale. Aunque suene a facilismo, en la creación yo estoy convencido de que el artista debe escuchar lo que le dicta su impulso natural y ahondar en él (quiero decir, si lo tuyo naturalmente es una comedia absurda y te sale más o menos bien una comedia absurda, no busques forzar la pluma con un drama victoriano, pues no es tu camino, no lo sentís y prueba de ello es que en un primer intento espontáneamente no te salió un drama victoriano) Después puedo decir que sí, hay un humor raro en las obras, son personajes bastante patéticos y desesperados que yo trato de encausar –quizás para que se puedan digerir– a través del humor. Un humor bastante oscuro, a veces perverso. No soy muy amigo de reflexionar sobre los mecanismos internos de lo que escribo, tengo el prejuicio de que al desarticularlos se va a cortar el chorro y no voy a poder seguir escribiendo, pero te podría decir que cuando alguien va a ver una obra y me dice “sabés, me pasó algo curioso, me reía y al mismo tiempo me preguntaba de qué me estaba riendo”, ese para mí es el mayor elogio, me digo “misión cumplida”. No advierto una dualidad entre las historias y los personajes, a mi modo de ver ambos van para el mismo lado y siempre los espera un final no muy grato. Creo que ninguna de mis historias termina muy bien. En el área de narrativa publicaste el libro de cuentos infantiles Bicho Martínez, ataca ¿Podés contar cuál fue la génesis de este libro? Bicho Martínez... nació de una carpeta con relatos que un día llevé a Editorial Sudamericana. Los cuentos les gustaron y me ofrecieron publicarlo en una colección de literatura juvenil, cosa que en principio me sorprendió pero que acepté gustoso. En realidad, salvo un par de concursos y la época en la que escribía relatos y obritas teatrales para la revista
Diálogo Anteojito, no volví a escribir literatura para chicos y yo creía que la carpeta que les había llevado contenía cuentos para adultos. El libro salió en 2007 y el primer relato, que es el más largo, es el que le da el nombre al libro y habla de una bestia bastante rara, rescatada por un tipo bueno de una veterinaria y que sufre la incomprensión y la discriminación del entorno. Bicho Martínez existe de verdad, es un amigo mío juninense que ahora vive en La Plata y yo le robé el nombre en una especie de chiste/homenaje. Participaste en el taller literario de Liliana Heker. ¿Qué experiencia rescatás de esa formación? Es una posición muy personal y tal vez quien lea esto puede no compartirla, pero yo creo que los talleres de escritura no sirven. Quiero decir, hice un taller con Liliana Heker, creo que es una escritora estupenda y además muy buena gente, pero basado en esa experiencia entiendo que si uno busca escribir desde una voz propia, un taller no es el camino. Se pueden armar grupos de lectura, juntarse con amigos, intercambiar material, leer y hacer devoluciones, pero que otro escritor (con un gusto, una estética y una búsqueda propios) te diga qué está bien y qué está mal y cómo tenés que escribir, no lo creo. Se me puede decir pero hay escritores que han surgido de talleres, mi respuesta es ya lo eran antes y más allá de los talleres. Pero, repito, es una opinión muy personal. ¿Cuáles son tus influencias tanto a la hora de escribir? Todo es influencia, mis historias transcurren en el presente, raramente me traslado a otras épocas, entonces todo es motivador, la calle, la gente, los personajes públicos, el discurso cada vez más enrarecido de los medios, la buena y la mala literatura, el buen y el mal teatro, todo sirve, y uno es como un infiltrado, un outsider que anda por ahí a la caza. .¿Cuáles son tus proyectos a corto plazo? En estos días está saliendo un libro que se llama 15 escenas de humor para el Taller, que
18 está orientado a escuelas y talleres de teatro, con escenas cortas para que se utilicen en la enseñanza teatral, lo edita Corregidor. En abril se va a estrenar en Montevideo Celular, con dirección de Marcelino Duffau, que ya hizo otra obra mía, en 2006. También en abril una compañía que hace teatro en español va a montar Lombrices en Houston, Texas. En cuanto a narrativa, en la segunda mitad del año voy a editar Pensarás que estoy loca, un libro de cuentos con el que obtuve una mención del Fondo Nacional de las Artes. En este número tratamos la droga como estímulo en el arte ¿Qué opinión tenés acerca de este tema? En principio de respeto a todas las opiniones, hay gente que cree que las drogas benefician a la creación artística y otras que no, por otro lado hay artes y artes, las drogas en el mundo de la música juegan un papel, en el mundo de la pintura, de la literatura otro, etc. Entiendo que es una cuestión polémica y que no está exenta de contradicciones. Hay tipos geniales que abusaron de las drogas y hoy siguen estando con nosotros, otros ya no lo están a raíz de las drogas, otros más sanos que el Nestum que son genios sin apelar a estímulos y otros supersanos que no tienen nada para decir. Desde mi experiencia, con la escritura yo intento hacer algo auténtico, quiero decir, nunca deseo ser más yo mismo que cuando escribo, por lo tanto no me convence mucho que sea otro (mi yo drogado) el que se ponga a garabatear en mis papeles. Y luego hay una cuestión práctica, la literatura tiene mucho menos de sublime inspiración dictada por las musas que lo que la gente se imagina y, en cambio, bastante más de trabajo de oficina. Y los oficinistas, se sabe, no pueden andar por ahí drogándose, sería vergonzoso. por Luciano Molina
Lautaro Ferrari § 16 años
Cuento
El Humo de la Pipa Rubén Darío Acabamos de comer. Lejos del salón donde sonaban cuchicheos tugaces, palabras cristalinas –habría damas-, yo estaba en el gabinete de mi amigo Franklin, hombre joven que piensa mucho, y tiene los ojos soñadores y las palabras amables. El champaña dorado me había puesto alegría n la lengua y luz en la cabeza. Reclinado en un sillón, pensaba n cosas lejanas y dulces que uno desea tocar. Era un desvanecimiento auroral, y yo era feliz, con mis ojos entrecerrados. De pronto, colgada de la pared vi una de esas pipas delgadas, que gustan a ciertos aficionados, suficientemente larga, para sentarle bien a una cabeza de turco, y suficientemente corta para satisfacer a un estudiante alemán. Gárgola mi amigo, la acerqué a mis labios. ¡en aquellos momentos me sentía un baja! Arrojé al aire fresco la primera bocanada de humo. ¡Oh, mi Oriente deseado, por quien sufro la nostalgia de lo desconocido! Pasó él a mi vista, entre aquella opacidad nebulosa que flotaba delante de mí como un velo sutil que envolviese un espíritu. Era una mujer muy blanca que sonreía con labios venusinos y sangrientos como una rosa roja. Eran unos tapices negros y amarillos, y una esclava circasiana que danzaba descalza, levantando los brazos con indolencia. Y érase un gran viejo hermoso como un Abrahán, con un traje rosa, opulento y crujidor, y un turbante blanco, y una barba espesa, más blanca todavía, que le descendía hasta cerca de la cintura. El viejo pasó, el baile concluyó. Solos la mujer de labios sangrientos y yo, ella me cantaba en su lengua arábiga unas como melopeas desfallecientes, y tejía cordones de crines de oro, echado cerca, miraba pensativo
22 la lluvia del sol que caía en un patio enlosado de mármol donde había rosales y manzanos. Y deshizo el viento la primera bocanada de humo desapareciendo en tal instante un negro gigantesco que me traía, cálida y olorosa, una taza de café. Arrojé la segunda bocanada. Frío. El Rhin, bajo un cielo opaco. Venían ecos de la selva, y con el ruido del agua formaban para mis oídos extrañas y misteriosas melodías que concluían casi al empezar, fragmentos de strausses locos, fugas wagnerianas, o tristes acordes del divino Chopin. Allá arriba apareció la luna, pálida y amortiguada. Se besaron en el aire dos suspiros del pino y de la palmera. Yo sentía mucho amor y andaba en busca de una ilusión que se me había perdido. De lo negro del bosque vinieron a mí unos enanos que tenían caperuzas encarnadas y en las cinturas pendientes unos cuernos de marfil. Tú que andas en busca de una ilusión – me dijeron-, ¿quieres verla por un momento? Y los seguí a una gruta de donde emergía una luz alba y un olor de violeta. Y allí vi a mi ilusión. Era melancólica y rubia. Su larga cabellera, como un manto de reina. Delgada y vestida de blanco, y esbelta y luminosa la deseada, tenía de la visión y del ensueño. Sonreía, y su sonrisa hacía pensar en puros y paradisíacos besos. Tras ella, la mujer adorable, creí percibir dos alas como las de los arcángeles bíblicos. La hablé y brotaron de mi lengua versos desconocidos y encantadores que salían solos y enamorados del alma. Ella se adelantaba tendiéndome sus brazos. -¡Oh –le dije-, por fin te he encontrado y ya nunca me dejarás! Nuestros labios se iban a confundir, pero la bocana se extinguió perdiéndose ante mi vista la figura ideal y el tropel de enanos que soplaban sus cuernos en la fuga. La tercera bocanada, plomiza y con amontonamiento de cúmulus, vino a quedar casi fija frente a mis ojos. Era un lago lleno de islas bajo el cielo tropical.
23 Sobre el agua azul había un lago lleno de islas bajo el cielo tropical. Sobre el agua azul había garzas blancas, y de las islas verdes se levantaba al fuego del sol como una tumultuosa y embriagante confusión de perfumes salvajes. En una barca nueva iba yo bogando camino de una de las islas, y una mujer morena, cerca, muy cerca de mí. Y en sus ojos todas las promesas, y en sus labios todos los ardores, y en su boca todas las mieles. Su aroma, como de azucena viva; y ella cantaba como una niña alocada, al son del remo que partiendo las olas y chorreando espumas que plateaba el día. Arribamos a la isla, y los pájaros al vernos se pusieron a gritar a coro: «¡Qué felicidad! ¡Que felicidad!» Pasamos cerca de un arroyo y también exclamó con su voz argentina: «¡Qué felicidad!» yo cortaba flores rústicas a la mujer morena, y con el ardor de las caricias las flores se marchitaban presto, diciendo también ellas: «¡Qué felicidad!» y todo se disolvió con la tercera bocanada, como en un telón de silforama. En la cuarta vi un gran laurel, todo reverdecido y frondoso, y en el laurel un arpa que sonaba sola. Sus notas pusieron estremecimiento en mi ser, porque con su voz armónica decía el arpa: «¡Gloria, gloria!» Sobre el arpa había un clarín de bronce que sonaba con el estruendo de la voz de todos los hombres al unísono, y debajo del arpa tenía nido una paloma blanca. Alrededor del árbol y cerca de su pie, había un zarzal lleno de espinas agudísimas, y en las espinas sangre de los que se habían acercado al gran laurel. Vi a muchos que delante de mí luchaban destrozándose, y cuando alguno, tras tantas bregas y martirios, lograba acercarse y gozar de aquella sagrada sombra, sonaba el clarín a los cuatro vientos. Y a la gigantesca clarinada, llegaban a revolar sobre la cumbre del laurel todas las águilas de los contornos. Entonces quise llegar yo también. Lancéme a buscar el abrigo de aquellas ramas. Oía voces que me decían: «¡Ven!», mientras que iban
Cuento quedando en las zarzas y abrojos mis carnes desgarradas. Desangrado, débil, abatido, pero siempre pensando en la esperanza, juntaba todos mis esfuerzos por desprenderme de aquellos horribles tormentos, cuando se deshizo la cuarta bocanada de humo. Lancé la quinta. Era la primavera. Yo vagaba por una selva maravillosa, cuando de pronto vi que sobre el césped estaban bajo el ancho cielo azul todas las hadas reunidas en conciliábulo. Presidía la madrina Mab. ¡Qué de hermosuras! ¡Cuántas frentes coronadas por una estrella! ¡Y yo profanaba con mis miradas tan secretas y escondida reunión! Cuando me notaron, cada cual propuso un castigo. Una dijo: -Dejémosle ciego. Otra: -Tornémosle de piedra. –Que se convierta en árbol. –Conduzcámosle al reino de los monos. –Sea azotado doscientos años en un subterráneo por un esclavo negro. –Sufra la suerte del príncipe Camaralzamán. –Pongámosle prisionero en el fondo del mar... Yo esperaba la tremenda hora del fallo decisivo. ¿Qué suerte me tocaría? Casi todas las hadas habían dado su opinión. Faltaban tan solamente el hada Fatalidad y la reina Mab. ¡Oh, la terrible hada Fatalidad! Es la más cruel de todas, porque entre tantas bellezas, ella es arrugada, gibosa, bizca, coja, espantosa. Se adelantó riendo con risa horrible. Todos las hadas le temen un poco. Es formidable. –no –dijo-, nada de lo que habéis dicho vale la pena. Esos sufrimientos son pocos, porque con todos ellos puede llegar a ser amado. ¿No sabéis la historia de la princesa que se prendó locamente de un pájaro, y la del príncipe que adoró una estatua de mármol y hielo? Sea condenado, pues, a no ser amado nunca, y a caminar en carrera rápida el camino del amor, sin detenerse jamás. El hada Fatalidad se impuso. Quedé condenado, y fuéronse todas agitando sus varitas argentinas. Mab se compadeció de mí. Para que sufras menos –me dijo- toma este amuleto en que está grabada por un genio la gran palabra. Leí: Esperanza.
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Cuento Entonces comenzó a cumplirse la sentencia. Un látigo de oro me hostigaba, y una voz me decía: -¡Anda! Y sentía mucho amor, mucho amor, y no podía detenerme a calmar esa sed. Todo el bosque me hablaba. –Yo soy amada –me decía una palmera estremeciendo sus hojas. –Soy amada –me decía una tórtola en su nido. –Soy amado –cantaba el ruiseñor. –Soy amado –rugía el tigre. Y todos los animales de la tierra y todos los peces del mar y todos los pájaros del aire repetían en coro a mis oídos: -¡Soy amado! Y la misma gran madre, la tierra fecunda y morena, me decía temblando bajo el beso del sol: -¡Yo soy amada! Corría, volaba, y siempre con la insaciable sed. Y sonaba hiriendo la áurea huasca y repetía: -¡Anda! La siniestra voz. Y pasé por las ciudades. Y oía ruido de besos y suspiros. Todos, desde los ancianos a los
niños, exclamaban: -¡Soy amado! Y las desposadas me mostraban desde lejos sus ramas de azahares. Y yo gritaba: -¡Tengo sed! Y el mundo era sordo. Tan sólo me reanimaba llevando a mis labios mi frío amuleto. Y seguí, seguí... La quinta bocanada se la había deshecho el viento. Floto la sexta Volví a sentir el látigo y la misma voz. ¡Anduve! Lancé la séptima. Vi un hoyo negro cavado en la tierra, y dentro un ataúd. Una risa perlada y lejana de mujer me hizo abrir los ojos. La pipa se había apagado.
La traición de las imágenes (1928-29) (La trahison des images) - René Magritte
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Poesía
La canción de la Morfina § Julián del Casal Amantes de la quimera, Yo calmaré vuestro mal: Soy la dicha artificial, Que es la dicha verdadera.
Ante la mirada fría Del que codicia un tesoro, Vierte cascadas de oro, En golfos de pedrería.
Isis que rasga su velo Polvoreado de diamantes Ante los ojos amantes Donde fulgura el anhelo;
Ante los bardos sensuales De loca imaginación, Abro la regia mansión, De los goces orientales,
Encantadora sirena Que atrae, con su canción, Hacia la oculta región En que fallece la pena;
Donde odaliscas hermosas De róseos cuerpos livianos, Cíñenle, con blancas manos, Frescas coronas de rosas,
Bálsamo que cicatriza Los labios de abierta llaga; Astro que nunca se apaga Bajo su helada ceniza;
Y alzan un himno sonoro Entre el humo perfumado Que exhala el ámbar quemado En pebeteros de oro.
Roja columna de fuego Que guía al mortal perdido, Hasta el país prometido Del que no retorna luego.
Quien me ha probado una vez Nunca me abandonará. ¿Qué otra embriaguez hallará Superior a mi embriaguez?
Guardo, para fascinar Al que siento en derredor, Deleites como el amor, Secretos como la mar.
Tanto mi poder abarca, Que conmigo han olvidado, Su miseria el desdichado, Y su opulencia el monarca.
Tengo las áureas escalas De las celestes regiones; Doy al cuerpo sensaciones; Presto al espíritu alas.
Yo venzo a la realidad, Ilumino el negro arcano Y hago del dolor humano Dulce voluptuosidad.
Percibe el cuerpo dormido Por mi mágico sopor, Sonidos en el color, Colores en el sonido.
Yo soy el único bien Que nunca engendró el hastío. ¡Nada iguala el poder mío! ¡Dentro de mí hay un Edén!
Puedo hacer en un instante Con mi poder sobrehumano, De cada gota un océano, De cada guija un diamante.
Y ofrezco al mortal deseo Del ser que hirió ruda suerte, Con la calma de la Muerte, La dulzura del Leteo.
Model : Cintia Rinaldoni
C贸rdoba 215 Vedia Facebook: Gon Dacunda Photographer