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CLAVO ETERNO

Ayer estuve en el cementerio. Me llevó allí un camino largo, Que se borraba en el lontanar.

Los muertos salieron <a verme.

Y yo dije: -Hermanos míos En el pecado original, Vengo a pediros resignación.

Dadme un poco de vuestra paz. El odio , la envidia y la maldad Se han conjurado contra mí.

Me acaban de matar un hijo

Mi casa ha sido quemada .

He perdido mi trabajo y mi voluntad.

Mi mujer se marchó con otro

Y me he quedado solo en el mundo , Solo en el mundo, amamantando La gran bestia de mi dolor.

Y una voz dijo: -Hermano mío, Has de tener resignación . Busca en ti mismo la paz. Comprendo y me aflige tú dolor.

Tu dolor, que al fin y al cabo, Si bien es grande, es pasajero Como tu propia sombra mortal. Tus males mucho te torturarán. Pero atiende co n calma, hermano mío En el pecado original:

¡Mucho más me tortura a mí este clavo Que olvidó en mi ataúd el carpintero, Y que ahí seguirá bajo mi espalda Por toda la eternida d!

¡QUE IDIOTA SOY!

¡Qué idiola soy ... ! Me lleno los bolsillos De piedras, y allá voy, campo lraviesa, Tirando hacia las charcas , y gastando De esta pobre energía

Que me sirve muy bien para olra cosa

¡Qué idiota soy!. .. Hablar a las espigas, Al sol , al vienw, al árbol, a la nube,

Y no decirles nada comprensible;

Y correr luego a locas por el paslü,

Y prelender hallar enlre las hojas

Alguna rima escrila por las hadas;

Y querer ser el sapo que se esconde Bajo la piedra oscura, o la cigarra Que cama sin saberse dónde canta . .. s

¡Qué idiota soy! ¡Y que reírme tanto De ti, y de aquél, y del que está lejos!

Y haber dicho: "Esto es mío; a ver, que salga Del fondo sosegado de esta fuente La ninfa que me espera hace mil años".

¡Oh, qué idiota! ¡Qué idiola! ¡Y qué de cosas Pensarían , al verme, los filósofos!

Cien millas de azul de frente por treinta y cinco de verde.

Fondo de montes que pueden bañarse en frescuras leves.

Hasta el festón de la Isla, por senderilos de yerba, le regalan a la ori-lla su agreste sabor las sierras.

La sal de dos oceanos se hace dulce en las entrañas de melcocha y de guarapo.

La tierra se nos levanta cuatro mil pies cielo arriba.

(¿O se da en metros la cifra?)

Quien te haya visto, Aconcagua, sabe que apenas si ensaya a empinarse nuestra vida.

¡Y tan lejos como alcanza! Todo en ella es tan pequeño como el dedal y el pétalo, como el pezón y Ja fibra, como el panal y el ala .

En unión limpia las manos y unidas aún más las almas para el amor a Ja tierra por más chica más amada .

Y juntos Jos corazones confunden todos sus bienes de paz y de esfuerzo noble.

Puerto Rico sin dobleces: como su cedro y sus robles: cien millas de azul de frente por treinta y cinco de verde.

Dimensión de dimesiones que no se mide : se siente .

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