Las Novelas de Gregario López Fuentes Por JULIA CORDOVA INFANTE Primeras proyeccione6
El dolor de la tierra
Estoy nnte un a1·tista que no. disimula su condición de hombre para proyectar la de su estética. Su ritmo humano es pedestal y engarce para su obra. La ecuación Ilrica <le su pensamiento vale por lo que tiene de realidad vivida, de contingencia depurada, de dolor humano hecho rumor de quintaesencia.
Como a Enrique González Martlnez en la poesía caracterizaban a Gregario López Fuentes en la novela los rasgos de sobriedad y mesura que definen la psicología del pueblo mejicano: emoción contenida, lenguaje depul'ado, precisión del vocablo. Y recogida, como legado precioso en el vaso hecho emoción cl o la palnbrn, el alma mejicana con todas sus rebeldías y todas sus mansedumbres, con su pesimismo austero, pero también con la esperanza viva de sus ensoñaciones. En cada una de sus novelas se adivina, s in mayor esfuerzo, el placer que le proporciona el estudio ele cualquier aspecto del alma mejicana, y a medida que avanzamos en la lectura, el entusiasmo del autor hace presa en nosotros, despertiindcnos el interés por lo desconocido. Los problemas que le preocupan encarnan diversas modalidades del complejo organismo en que palpitan las inquietudes del pueblo mejicano. En muchas de sus novelas, el tema, impaciente, se anticipa en el titulo, despertando la curiosidad dormida. Tierra, Mi General, El Indio, Campamento, Anicros. ¿Usó de mayor recato autor alguc no al titular sus obras? ¿Hubo jamás menor reclamo? Sin embargo cada uno de esos nombres cnciena una cantidad ilimitada de sugcrnncias. ¡Tierra! ¡Mi General!, ¡gl'ito m1g·uslioso el uno, slitirn amarga el otro! Tierra es un estudio sereno de la revolución a graTia. En ella, como afirma Abréu Gómez, "la conciencia de Méjico está en marcha". Zapata, apóstol de la causa, pasa por las páginas del libro como una inspirac1on divina, para quedar convertido en héroe semi-legenda rio al que esperan siempre las almas con!iadas jinete sobre su alazano: la cabeza erguida, el gesto soñador. Y mientras tanto, la tierra llamada a se1· bendición del cielo, es verdugo iiara el hombre que, porque ha hecho del sui·co su único horizonte, ha olvidado soñar. ;Tierra! Palabra que es símbolo de promesa hecha esperanza, y que de madre amorosa, se convierte, pol' capricho de un puñado de hombres, en la más cruel de las madrastras. Y es asi qu11
Gregorio López Fuentes es hoy, pam todo 1'uen mejicano· que desee conocer a fondo el perfil histórico de su tierra, guía generoso. Su nombre, sin estridencias, adelanta' la calidad pu1·1s1n.1a de su inejicanisn10, con1ún denominador de toda su producción liternria. Lu raíz humana que alient:i en toda su obra, junto a la nota de auténtico amor patrio, limpio de exóticos malabarismos literarios, contribuye a definir In tonalidad inconfundible de sus nal'l'aciones. Y cuando al inflexible rigor de lo his tórico se inco1·¡iora a la fina intuición lírica del artista; y la nota de amargo realismo se purifica con la mansedumbre es toica del indio o ln indiferencia sufrida del labriego, comprendemos la gracia que posee López Fuentes para elevar a planos de estética, motivos que autores menos hábiles podrían convertir en propaganda. Greg·ol'io López Fuentes ama su tiena y siente sere11am ente sin patetiúnos, pero con <10!01· honra<lo y rebelde, los problemas que la debilitan, malogrando sus posibilidades. Y es, - en su esfuerzo por dulcificar la vida triste del indígena ,- valiente en denunciar los errores que In tiranizan, inflexible en señalar correctivos que la rediman. Y todo, dentro ele un marco de sugestivo buen gusto, 11 tono con la supe1·ior calidad de su espíritu. En mi imng'inación bullen y se agitan con hormig·ueo nervioso mil impresiones diversas, :vigorosas unas, imprecisas otras, que en su nl'án por descubrir la estética del autor do Campamento y Tierra forman apretados grupos impacientes. Y es así como empiezo a esbozar unas cuantas ideas en torno a la obra <le este inte1·c3ante escritor al que vengo siguiendo los pasos.