Kimniekan

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KIMNIEKAN


Nütram / Kimniekan Esta publicación es resultado del proyecto “Imágenes y memorias fotográficas de un territorio en conflicto”. Colectivo Caja de Cartón y la comunidad de Mehuín. Investigación y ejecución proyecto: Rodrigo Méndez, Andrea Herrera, Carla Durán y Sebastián Rivas. Asesoría en diseño e impresión: Almacén Editorial Residencia de Arte Colaborativo. Programa Red Cultura. Subsecretaría de las Culturas y las Artes. Localidad de Mehuín, comuna de Mariquina. Región de Los Ríos. Año 2018 - 2019. Primera edición - 300 ejemplares. colectivofotografico.cc@gmail.com Link bitácora de residencia: http://bitacoraresidencias.cultura.gob.cl/ imagenes-y-memorias-fotograficas-de-un-territorio-en-conflicto/ Esta publicación puede ser reproducida y difundida, siempre y cuando se mencione a sus autores..


Recordar, saber todavĂ­a.


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Mi papá fue uno de los primeros niños que obligaron a ir al colegio. Un niño que decía que él era mapuche, un niño que castigaban por conocerse mapuche y decir “yo no soy chileno”. A los niños los humillaban, los castigaban, ellos saben la cantidad de castigos, ni siquiera cuentan todo por no recordar su dolor. Se guardan su propio dolor, y esa vida ellos tuvieron, a ellos los castigaron, los humillaron por decir “yo soy mapuche”. Las mismas imposiciones que hay, de ir al colegio, de un montón de cosas. Le sacaron todos los conocimientos. 5


Los viejitos sabían harto, lo que se escuchaba, veía, no había nada que no entendieran, todos los cambios, las tormentas, las lluvias, todo eso lo entendían y todos sabían cómo actuar. Uno de repente como que anda y no nota esos cambios pequeños que ellos veían. Mi abuelito en los sueños ya sabía más o menos lo que se venía, cuando estaba alguien enfermo o cualquier cosa, alguna novedad, soñaba y soñaba. Después llegaba alguien a confirmarlo más que nada, “sabes que tal está enfermo”, “falleció tal persona”. Ya sabía, si él lo había soñado. Y siempre, todas las mañanas mi 6

abuelito conversaba los sueños. Igual a los pájaros les conocían los gritos y ahí igual estaban los mensajes, cuando cantaba un pájaro, “ahí viene visita”, decía. Cada estero tiene su protector, cada planta tiene su espíritu, porque los espíritus o los ñenmapu es eso, es el protector, todo lo comparte, todo lo entrega, todo lo cuida, pero lo cuida para que se mantenga. Entonces, todo eso antes el mapuche lo sabía y respetaba todo ese espacio, eso es lo que se ha perdido, porque hoy en día que se contamine un estero a la gente le da lo mismo, porque no tiene el conocimiento en ese aspecto, ya es parte de la


modernidad, de los cambios, de lo que sea, como que y a lo justifican, como que es así, como que tiene que ser así, como. ¿Qué va a hacer uno?, pero no es así. Los esteros, en las noches no se iba a buscar agua, de noche anda otro dueño y de día andan las buenas vibras. Por eso que el cultivo se hacía en las mañanas, todo se hacía en la mañana, las siembras. Porque después va cambiando la energía a medida que va pasando el sol de lo alto, empieza a avanzar. Entonces en la tarde son las otras energías las que son libres de andar por donde quieran. Porque ellos también respetan al hombre, entonces, esos cambios eran los que los viejitos sabían y que no nos supieron enseñar a nosotros en este caso. De decir que es

malo por tal motivo, que a esta hora ustedes ya tienen que estar adentro de las casas, porque antes el mapuche llegaba a su ruka y no salía. Hay lugares que todavía no son invadidos y ahí todavía se mantiene la fuerza. Los dueños de esos espacios todavía están ahí. Cruzar los esteros en las tardes no se hacía, porque el día era para la persona, para el hombre, desde la madrugada hasta que se atardecía, y de ahí eran otros los hombres que habitaban afuera y que caminaban, por eso no se gritaba. Porque ahí venían las fuerzas negativas por decirlo de alguna manera, y no necesariamente malas, sino simplemente era el complemento de lo positivo, y por eso era que a uno le decían que no grite, porque eso era la hora de ellos, no de las personas, no del humano.

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Yo aprendí de mi abuelita, por que una siempre andaba pegada a la abuelita, a cuidar chanchos, a ir pal’ cerro, un montón de cosas. Entonces, las cosas las aprendía de manera natural, como el telar, que generalmente es de invierno, no de verano, porque en verano se trabaja la huerta, se trabajan otras cosas. En invierno,

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el mapuche le daba el tiempo al telar, por los días lluviosos, los días largos, los días donde no se salía para afuera, entonces ahí rendía el telar. Ese tiempo una lo pasaba en el colegio, después llegaba en la tarde y a esa hora ya no se hace telar, entonces, es el motivo por el que no pudimos aprender.


Antes no había lana, hasta los cueros nosotros los despelucábamos. Era difícil la vida de antes, ahora no po’ la comida anda de más. Para poder vender mantas, las íbamos a vender a Valdivia. De ahí salíamos un día, y al otro no llegábamos, a los dos días llegábamos. Aquí corría un vapor por el río y así llegaban las cosas, ahí encontraba para comer, si no, no había comida.

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Si se sembraba, iba toda la familia, no había nadie haciendo nada, era obligación, y era de todos. Había que limpiar pescados y todos limpiábamos, el que no sabía filetear, sabía sacar escamas. Cualquier parte de la función, pero alguna parte hacía. Y ahí, en medio de la conversa, todo lo que se hacía era algo entretenido,

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no un castigo. Mi papá nos decía “vayan a buscar los animales al cerro” o “vayan a buscar leña”, para nosotros siempre era un paseo. Era súper entretenido, veníamos al humedal, teníamos bote, veníamos a andar en bote. Era parte de un paseo nomás y después íbamos a rodear los animales, la andábamos pasando bien siempre.


Todos llevamos algo y se comparte, y todos compartimos. Así siempre lo hacemos. Es parte de retomar las costumbres que se hacen como pueblo mapuche. Para nosotros como mapuche es así, tenemos esa forma de vida, esa es nuestra idiosincrasia. Sí, son cosas tan pequeñas a lo mejor para ustedes, per o para nosotros son cosas muy valiosas, muy grandes, eso lo siente uno que es mapuche, sabe cómo sentir eso, porque es muy de adentro, entonces yo le digo al no mapuche “tiene que vivirlo para poder experimentar”. 11


Cuando miraban el tiempo, la gente que vivía en Mississippi miraba para allá y cuando en la punta de Nigue se veía como opaca, ahí venía lluvia, pero hay que afinar la vista para todas esas cosas, ellos sabían todos los cambios, aparte de la luna que te da la indicación de cómo va a estar. Los tíos que

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saben de los cambios de mareas y todo eso, de repente decían “va a estar todo el día así”, “no va a pasar esa lluvia”, porque el cambio de marea lo hace con esa lluvia y permanecía. Ellos saben más que uno, uno eso ya lo ha perdido, todos los cambios de marea ellos lo sabían y se guiaban de eso.


El viento puelche que le llaman, el Este, que viene de la cordillera, ese viento era igual que un motor, porque uno le levantaba la vela aquí en el río y pasaba la barra… estando calmita la barra, pasábamos a vela pa´ allá. Mi papá salía a pescar y decía que, cuando andaban en el mar se veía no sé qué cosa, en la piedra del Manquián, como un humito, con eso sabían que tenían que venirse rapidito, porque se venía un cambio brusco.

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Yo la primera vez que salí para aprender fui una noche y no me mareé, ahí un tío me dijo “vas a ser bueno pal’ mar, huacho, porque ya no te mareaste, así que mañana vamos a ir otra vez”. Al primer canto de diuca en la mañana, che, mi viejo a esa hora salía a andar en el bote, lo dejaba listo allí, yo llegaba y me embarcaba nomás. A las cinco de la mañana, a las seis, cuando el pescado estaba lejos, salíamos a las cinco, pero cuando estaba más cerca salíamos a las siete, eso era lo más tar de. Y claro como yo era cabro, a los diez, once años, me daba flojera levantarme a las cinco de la mañana. 14


Mi viejo me decía “hácele así, huacho, hácele así, hácele así nomás” y claro donde lo movía yo, de repente ¡zuas! que encontraba pescado y enganchaba enseguida los congrios. Yo le decía a mi papi “me enredé, papi, en una piedra parece. -¿Cómo te vas a enredar, hueón?”, me decía. “Afírmate, atríncalo”, me dijo, y claro, uno lo ponía firme, lo atrincaba, y la lienza no quedaba trabada. Y nada, que eran los pescados que estaban abajo. ¡Tremendos congrios!, el que anda aprendiendo más lo persigue el pescao’, más encima, yo les tenía

miedo en la noche. Y yo tiraba mi plomo abajo y rezaba “que no me enganche ningún pescado más”. Uno se acostumbra, yo me acostumbré, después me daba gusto ir al mar. A los hombros me llevaba mi viejo, yo me entusiasmaba, porque veía que sacaban pescados, tremendos los congrios po’, si algunos pesaban diez kilos, once kilos, doce kilos, los que pesaban menos eran tres kilos, dos kilos. A las tres, a las cuatro, cuando ya no picaba el congrio, nos veníamos a remo. Trescientos, cuatrocientos, quinientos kilos de congrio. 15


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Vivir en este territorio es sentirlo, es respetarlo, uno no puede vivir ahí pensando en destruirlo, en hacerle daño o permitir que otro vaya a contaminarlo, a dañarlo. Esa es la fuerza que a todos nos hizo unirnos, independiente de la edad que tuvieras cuando llegó el conflicto. Porque aquí no solamente fueron las personas adultas, o solo las mayores, o los niños. Aquí fuimos las familias enteras que nos levantamos frente a lo que fue la tremenda amenaza el año 96.

Hay partes que una recorre y son horas de pino, eucalipto, y es una tristeza, porque una sabe lo que pasa, toda la destrucción que hay. Y eso mismo es lo que nos ha mantenido hasta el día de hoy, todavía con eso latente, porque eso no ha terminado, esa amenaza sigue en tramitaciones por parte de ellos. Ya no están las muestras de estudio que antes necesitaban, falsificaron todo eso y lo presentaron. Y todos sabemos cuál es la legislación ambiental, por más que le llamen ambiental.

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Referencias de imágenes y textos

Portada Vista bahía de Maiquillahue. Colección Quitral Mayo. ´60. Pág 3 Cuadro con fotografías en exterior. Arch. Agapito Vallejo. S.f. Pág 4 Niños en faena. Colección Quitral Mayo. S.f. Pág 5 Niños bailando cueca. Arch. Héctor “Leto” Flores. S.f. Pág 6 Vista playa desde auto. Arch. Héctor “Leto” Flores. S.f. Pág 7 Vista caleta de Mehuín. Arch. Héctor “Leto” Flores. S.f. Pág 8 Retrato de mujer, tríptico. Arch. Héctor “Leto” Flores. S.f. Pág 9 Díptico, fotografía familiar con fondo de tejuelas. Arch. Héctor “Leto” Flores. S.f. Pág 10 Retrato familiar en huerta. Arch. Héctor “Leto” Flores. S.f. Pág 11 Comida al aire libre. Arch. Héctor “Leto” Flores. ´70. Pág 12 Procesión San Pedro, Arch. Héctor “Leto” Flores. ´80.

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Pág 13 Niños jugando con perro. Pirén. Archivo de Marta Nahuelpan. 1990. Pág 14 Bebé en bote. Arch. Héctor “Leto” Flores. S.f. Pág 15 Dagoberto Nahuelpán subiendo a bote. Río Lingue. 1995. Pág 16 Arriba: campo. Archivo familia Nahuelpán Pulquillanca. S.f. Abajo: detalle de estructura para tejer redes. Arch. Héctor “Leto” Flores. S.f. Pág 17 Traslado de bote con yunta de bueyes a río Lingue. Arch. familia Nahuelpán Guilitraro. ´90. Estos testimonios fueron recopilados en distintas conversaciones con miembros de la Asociación Weichafe Lafken Mapu durante el proceso de residencia y fueron transcritos de forma textual para conservar los relatos fidedignos de sus habitantes. Agradecemos a Teresa Nahuelpán, Rosa Nahuelpán, Dagoberto Nahuelpán, Isabel Paillán y a Elsira Quilamán.

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