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En una noche oscura donde el viento soplaba nace como el sentimiento mi querida Rinconada Con su mate a la orilla del brasero la familia se juntaba cuando habían aguaceros hasta las sopaipillas faltaban
De cahuines y pelambres las comadres se enteraban como un chisme chiquito la gente lo agrandaba Y avanzando la noche el sueño no llegaba el silencio se hacía eterno al llegar la madrugada
Si de algún discreto ellas quedaban preñadas prometiendo volver pronto pero de él ni luces se divisaban Pobre chiquilla que tenía que enfrentar a un padre furioso porque la flor fue a entregar
Y su vientre abultado crecía día tras día ¿Y si al momento del parto algo malo sucedía? Un niño nacía sin soltar el llanto y la madre lo cubría tristemente con un manto
Los niños iban al colegio con sacrificio y alegría para aprender algo nuevo día tras día. Descalzos los pies cansados de pisar piedras, espinas y barro para poder llegar Y en los recreos se ponían a jugar al trompo o las bolitas y las niñas a la cuerda saltar Al momento de revisar el cabello de los niños uno que otro piojo se dejaba pillar Los acompañaban del colegio a la casa por falta de agua los piojos reinaban
Y los callejones que transitaba la gente campesina lento caminar llevaban al clavarse las espinas Eran senderos oscuros los que tenían que cruzar a veces llenos de sustos cuando una bruja se veía al pasar Y de un momento a otro algo los hizo cambiar un accidente horroroso que nos hizo a todos llorar Un día lluvioso que nadie lo imaginó todos trabajando cuando en la mina algo estalló vino la pena y también el dolor de toda la gente buena que tanto sufrió.
Y hoy al pasar los años no pasa de moda que pasen los laceros a tomarse su piscola Las cervezas heladas sus cumbias y rancheras las parejas bailaban hasta que amaneciera Y la Sarita contenta al mirar su clientela que la hacía trabajar noches enteras Es el Voy y Vuelo que sigue y perdura y su yerna Jeanette lo atiende con premura
Un 27 de febrero algo sucedió vino un gran terremoto que a todos nos remeció Y los niños aturdidos no sabían que pasaba porque toda la gente corría y todo a su vez se meneaba
Toda la gente asustada le clamaba al señor para que se acabara este temblor El llanto y la pena que lo siguió a pesar de tanta tristeza la gente no durmió
Así es Rinconada de Parral como un capullo en flor como la mirada del campesino y la mujer del labrador Y para que no se pierdan nuestras costumbres y tradiciones para que nuevos vicios no destruyan a nuestros jóvenes
Para que Rinconada siga avanzando y los niños y niñas no crezcan olvidando Que los valores de la familia son los que importan más que el dinero en esta vida.
Rosa Catejo Rojas
Nacer mujer en Rinconada de Parral La historia de un lugar siempre esta sujeta a múltiples miradas. Múltiples subjetividades que en su mixtura, velos y desvelos, transforman un territorio en comunidad. En Rinconada de Parral existe hace quince años un grupo de mujeres que se reúnen cada jueves a compartir el té y organizar el paseo a Pichilemu en verano. Este día cada una lleva tres huevos los que se van agrupando para ser rifados y así juntar dinero para la estadía y olvidar las labores de la casa. Sus vidas están entrelazadas, como ellas a los saberes de la tierra que habitan. Algunas se conocen desde el vientre de sus madres, que fueron amigas, vecinas o parientes. Otras, porque el destino les hizo llegar de zonas cercanas a este cordón montañoso que serpentea el camino hacia el océano Pacífico en la región de O’Higgins de Chile.
por Andrea Herrera Poblete
La sexta región aún conserva rasgos de la vida colonial, los que no sólo se ven en sus antiguas edificaciones de adobe, sino también en costumbres que generaron cimientos en las relaciones familiares y sociales. Vivir en este contexto no ha sido de lo más fácil para las mujeres, que por decenas de generaciones han sido relegadas a las labores domésticas y el estar siempre dispuestas para atender a los demás. Destino que era irrefutable al nacer mujer.
La infancia alejada de los estudios para estar siempre cerca de la madre, tía o abuela, a las que tenían que asistir en las actividades cotidianas las llevó de niñas a lavar la ropa a mano; con diez años algunas trasladaban agua de las norias, otras de las laderas de las quebradas en donde estaban instaladas las bateas de madera. Tenían que hacer hervir la ropa y las sábanas con Paico, para ello iban a buscar previamente leña al cerro y bosta de vaca, que es lo mejor para generar calor. Antes la vida era bien difícil y muy diferente a la actual: las casas eran de quincha (1) y piso de tierra. Los alimentos que se consumían eran los que se sembraban y la vestimenta manufacturada con sacos de harina. Existía mucha pobreza, no había almacenes cercanos ni puentes ni caminos. Cuando llovía semanas enteras, daba mucho miedo escuchar el viento durante las oscuras noches de invierno, más aún cuando se oían retumbar las tralcas (2). La infancia era inventar juegos, recitar o cantar. Pasear por los caminos y hacer travesuras como comerse el encargo que iban a buscar o quedarse por ahí sentadas contemplando el paisaje. (1) Pared hecha de cañas o juncos recubiertos de barro, que se suele emplear para construir cercas, corrales y chozas.
(2) Truenos
De sus abuelas aprendieron sobre plantas y remedios naturales, siempre en la cocina con fuego en el piso, el que había que mantener encendido todo el día. Los secretos que les transmitían podían curar fiebres, dolores de estómago, aires y otros malestares. Salir al pueblo era caminar por pequeños senderos, horas y horas sobre grandes piedras, casi haciendo camino al andar. Muchas pasaban los días cuidando a sus hermanos y cumpliendo mandatos de los mayores. Lo mejor era no hacer enojar a los papás, porque eran guapos (3) y los castigos severos. La etapa de la pubertad fue un autodescubrimiento entre el espanto y el asombro. Un universo del cual no estaban enteradas. Cambios en el cuerpo que hoy son normales antes eran tabú, como muchas otras cosas que pasaban pero de las que no se podía hablar. Fueron creciendo, enamorándose y escondiéndose de los castigos por juntarse con los niños por ahí. El primer amor, inocente e inolvidable, fue casi imposible porque los papás y los hermanos les prohibían pololear y si las descubrían pasaban vergüenza porque a veces la fleta (4) le llegaba al pretendiente. Algunas aburridas de esta situación decidieron casarse y salir de la casa, ignorando que la vida que vendría no sería tan distinta para muchas de ellas. La mayoría se casó alrededor de los veinte años y comenzaron a formar sus familias, tuvieron algunos de sus hijos solas o con parteras en sus casas, para ello era indispensable tener a mano el mate, agua (3) Estrictos, castigadores. (4) Golpes
caliente y un cuero de oveja para hincarse y recibir a la guagua (5). Las familias eran muy numerosas, sólo algunas tuvieron entre tres y dos hijos y muy pocas ninguno. La vida en matrimonio no siempre estuvo fundada en el amor, fueron humilladas durante años por maridos celosos o abusadores: “peor era cuando llegaban curaos (6)”, los que continuaban perpetuando la dominación y desigualdad impuesta desde la colonización española. Con apoyo de amigas y familiares algunas (5) Bebé (6) En estado de ebriedad
escaparon del maltrato y se las arreglaron para salir adelante. Otras, tuvieron fortuna de encontrar a un hombre bueno, que se preocupara de ellas y sus hijos. Nacer mujer conllevaba el tener una vida trazada por estructuras culturales en la que el hombre es superior, el cuál se debe atender sobre todas las cosas. Era muy difícil poder sortear esta vida ligada a la servidumbre, en parte por la escasa valoración de los padres para educar a sus hijas. Ir a la escuela a aprender a escribir y leer fue un deseo que para muchas no se cumplió o quedó a medio camino. La educación era una práctica que en esos tiempos se hacía prescindible y que algunas pensaron no necesitarían más adelante. “Para qué voy a gastar plata educándolas si después se van a poner a tener hijos”, era uno de los argumentos de la época. Fueron pocas las familias que vieron en la educación una posibilidad de desarrollo para una vida mejor de sus hijas. La fortaleza de la mujer es un centro de poder inmenso, además de dar a luz y
criar a los hijos, saben sembrar, criar gallinas y hacer todo tipo de labores. Si el marido muere o les deja, ellas asumen su rol y se transforman en las sostenedoras del hogar. Algunas migraron a la ciudad para trabajar como empleadas puertas adentro o trabajando como temporeras en fundos cercanos o en el norte, dejando sus hogares para enviar dinero y alimentar a hijos y nietos. Salir adelante hizo relucir su ingenio y adaptación sin igual ante la adversidad. En la actualidad Sonia, Alicia, Yoli, Delia, Rosa, Chola,
Morelia, Inés, Yoya, Adriana, Chinda, Zoila, Rosa Elena, Picha, Doli, Raquel, Petita, Juana, María, Laura, Teresa y Anita con más de cinco y ocho décadas de camino en estas tie-
rras son las acumuladoras de saberes ancestrales que cada día se van perdiendo. Mujeres valientes que han sorteado la vida desde distintas resistencias y que hoy se saben libres. Los tiempos han cambiado y las comodidades de la vida actual son el paraíso. También saben que si la educación hubiera sido parte de su historia podrían haber tenido otra vida, otras herramientas para poder tomar otra decisión sobre su destino. Todos los jueves se les puede ver y escuchar a metros de la sede, mientras ríen y tejen. A las cinco y media de la tarde comienzan por grupos a retornar a sus casas, desplegándose en todas direcciones por los caminos, aún de tierra de Rinconada de Parral. Esa tierra que adoran, que las vio crecer y que hacen florecer cada primavera.
Historia de mi tierra
por Luis Soto Soto
En un lugar lejano donde habitaba el cacique Quillayquén: un hombre alto, fornido y gran cazador, entre los espesos bosques de Peumo, Litres, Pataguas, Robles, Lumas, Boldos y Quillay, vivía con su amada hija Rayén, una morena de ojos azules que siempre llevaba su caballera azabache tomada en una larga trenza, lo que la hacía ser la más hermosa de estos parajes y que estaba perdidamente enamorada del sol. En honor a este cacique, que salvó a su pueblo subiendo esta empinada montaña, se le da el nombre al cerro Quillayquén. En sus faldas nace Rinconada de Parral, en la cual se asentaron 8 familias, las que dan origen a nuestro querido pueblo con sus costumbres: la crianza de cabras, perros y aves, el sembrado de maíz y papas, fabricación de cantaritos de greda y la hechura de pan amasado en horno de barro. La distracción de los hombres en los días domingos era jugar “al monte” sobre una gran roca y lacear toros bravos en el cerro, montados sobre bestias muy bien domadas. Al son del canto y el sonido de la escobilla de rama, las mujeres lavaban en las quebradas y colgaban las sábanas al viento. Rinconada casi olvidada y donde no llegaban los doctores, las mujeres tenían a sus chiquillos en sus casas ayudadas por las parteras, las que traían hermosos bebés a Rinconada de Parral.
Entre las más famosas recordamos a Ana Fuentes e Isolina Salazar, “la Chulina”. Lamentablemente, algunos no lograban sobrevivir y eran velados como angelitos: sentados en una silla con alitas de papel volantín, rodeados de su familia y de los cantores a lo divino, entre los cuales debemos mencionar a don Juan Espinoza, Alberto Chandía y Horacio Cáceres. El canto campesino, tradición popular del campo chileno es conservado en la actualidad por el conjunto “Las Violetas”, compuesto por dos mujeres de nuestra comunidad: Sonia Vidal y Anita Fuentes. La educación llegó con la Escuela nº48, donde los habitantes aprenden sus primeras letras. La escuela de dos piezas, ubicada en un sector del fundo de don Pedro Osorio, fue construida con la participación de los primeros apoderados y trabajadores del fundo. En las oscuras noches los niños hacían sus tareas a la luz de la vela y el chonchón, para luego poder escuchar las historias de sus abuelos sobre brujos y seres mágicos: el Tue Tué, el Piuchén y duendes enamorados. El “Cabrito” Vidal, una noche de farra, en la cual había tomado mucha chicha junto a su pariente Rogelio, se marchó a su casa y en el camino le cantó el Tue Tué, un pájaro, y el cura’o le dice: “anda mañana a mi casa y te espero con pan amasado y un queso’e cabra”. Él se durmió y al otro día, al amanecer, después que cantó el gallo escuchó una voz que decía: “¡levántate hombre!”. Se levantó y vió en su puerta a un anciano con una barba que le llegaba hasta el ombligo y cabello blanco. El Cabrito
le dijo: “¿qué busca amigo?”. El anciano dijo: “vengo por lo que me ofreciste anoche”. Rápidamente el Cabrito buscó en su cocina pan y queso, lo que no había. Luego, fue donde su vecino Pedro y él se los prestó. Cuando se lo entregó al anciano, este le dijo: “cuando alguien vaya por su camino no lo moleste amigo, porque yo voy tranquilo sin hacerle daño a nadie, no lo haga nunca más porque podrías perder la vida”. En un segundo el hombre desaparece y el Cabrito, con tremendo susto, estuvo un mes sin tomar. ¡Que alegría sentimos con la llegada de la locomoción!, exclamó don Manuel Adille, presidente de la primera Junta de Vecinos, después de tanto esfuerzo de arreglar la cuesta de Purén para la llegada de la micro a Rinconada de Parral, que pasaba dos veces al día. En esos mismos años don Gonzalo Vial trae la electricidad a sus gallineros y le da luz al negocio de la Sra. Fidela, fundadora del comercio en Rinconada, y a don Juan Catejo, quiénes traen la novedad del momento: la televisión en blanco y negro. La apertura de la Mina de cuarzo llamada “El Creador” le da trabajo a muchos hombres de Rinconada. Pero la noche del fatídico 18 de junio del año 1975, cuando aún trabajan los mineros, un ruido estrepitoso puso la alerta que algo pasó. Un minero salvado llega a la casa de la señora Fidela, donde algunos pobladores estaban viendo un clásico del fútbol. Samuel, con sus pies sangrando, empapado porque estaba lloviendo y
con sus ojotas pegadas a las canillas porque se le habían soltado de tanto correr y correr. Ya no podía hablar de tanto gritar: “¡Accidente en la Mina! ¡Accidente en la Mina!”. La gente y familiares de los trabajadores se dirigieron rápidamente al yacimiento en el cerro. Era algo estremecedor como lloraban la pérdida de sus vecinos y seres queridos que quedaron atrapados bajo tierra. Para la extracción de los cuerpos de los caídos, Wilson, que trabajaba en el cargador frontal exclamó: “No me bajo de esta máquina hasta sacar a mis amigos”. Y cumplió su promesa, ya que la labor de rescate duró cuatro días. El multitudinario velatorio fue en la escuela y duró varios días. La prensa nacional estuvo presente trasmitiendo para todo el país. Era emocionante y conmovedor a la vez entrar y ver los diez féretros puestos en fila en una de las salas. La pena y congoja ante tanto sufrimiento nos unió como pueblo y nos hizo más humanos y solidarios. En el año en que Chile celebraba su bicentenario un caluroso verano ya estaba terminando, historias de amores y anécdotas de playa y campo. Era la madrugada del 27 de febrero, se oyó un ruido subterráneo seguido de un suave movimiento, el que fue aumentando hasta que nadie pudo mantenerse en pie. Muebles y casas se empezaron a caer y todo quedó a oscuras y sin comunicación. Nuestro país había sufrido un gran y devastador terremoto y tsunami que afectó a la zona centro sur, con gran destrucción material y que cobró muchas vidas humanas.
Petronila Orellana Zúñiga “Petita” María Inés Guzman Suarez Yolanda Labraña Vargas “Yoli” Isolina Cerda Ibarra “Inés” María Raquel Zúñiga Zúñiga
Laura Soto Bustos Rosa Santander Fuentes Delía Zúñiga Sánchez
Zoila Cerda Silva Morelia Cifuentes Rojas Raquel Vergara Peréz
Elisa Vidal Soto “Picha” Luzmira Gaona Madrid “Cholita”
Rosa Catejo Rojas Soy nacida y criada en Rinconada de Parral. A los quince años descubrí la poesía y desde ahí escribo. Soy poeta autodidacta, me gusta escribir sobre los temas cotidianos y acontecimientos reales del lugar donde vivo. A medias con mi marido, tenemos dos hijos: Pablo y Nicolás. Constantemente participo en misas familiares, donde escribo palabras dedicadas a seres queridos que ya no están. Me interesa escribir sobre lo que va pasando en mi pueblo, en rimas que nacen desde la honestidad y que reflejan desde la espontaneidad una poesía cotidiana.
Luis Soto Soto Me presento soy Luchito Soto, historiador, santiguador, narracuentos, hierbatero y coleccionista de antigüedades. Desde niño siempre me interesó escuchar las historias de las personas mayores, las que conservo en mi memoria y he recopilado en escritos. La mitología y los cuentos de invierno siempre han causado en mí una gran impresión, porque retratan las tradiciones de mi pueblo y se traducen en mi oficio de narracuentos. Otra faceta de la cultura popular que rescato es la de santiguar a niños y adultos, la cual aprendí a los ocho años de parte de la abuelita Helena Ramírez. Parte de mi trayectoria ha sido participar en diversos documentales y concursos literarios.
LAS VIOLETAS
Ana Fuente Riquelme Sonia Vidal Soto
agradecimientos Alejandra Grandon / Colectivo Caja de Cartón Agradezco a todo el bello equipo femenino detrás de esta publicación, por haber sido el motor de un proyecto que articula frescamente tantas miradas y talentos diferentes. Agradezco además el permitirme desde tierras muy lejanas aportar en esta conjunción maravillosa de historias y saberes sobre las que se construye Raíz.
Verónica Garay / Diseño - Maceteros Producciones Infinitas gracias a las mujeres del Club de Adulto Mayor “Las Violetas” por abrir su corazón y depositar su confianza en nosotras. Por dar la apertura a nuevas generaciones del cotidiano efímero, para no dar por perdido lo aprendido y lo vivido, desde la humildad y el coraje ante las frustraciones, penas, logros y alegrías.
Andrea Herrera / Colectivo Caja de Cartón Agradecer por la confianza y el cariño recibido durante los tres meses de estadía en Rinconada de Parral, y ser parte de un grupo maravilloso de mujeres. Gracias por permitirme ser una de ustedes y transmitir su historia a las nuevas generaciones. A Rosa Catejo y Luis Soto por crear desde la diferencia, llevando a cabo un proceso de escritura colectiva sin igual. A la comunidad de Rinconada de Parral, a todas aquellas personas que me contaron sus historias, a todas ellas que soportaron las indicaciones de un entusiasta grupo de fotógrafas que no les olvidarán.
Marcela Bruna, Pilar Díaz, Macarena Peñaloza / Colectivo Las Niñas Agradecemos a Colectivo Caja de Cartón por la invitación a ser parte de este proceso de arte colaborativo. Fue una experiencia enriquecedora para nosotras el trabajar con mujeres de la comunidad de Rinconada de Parral. Agradecemos por su cálida acogida y disposición a todas las integrantes del Club “Las Violetas”, cada una nos deja un recuerdo muy especial. A Rosita por compartir su poesía, a Luchito y su hijo por todos los paseos e historias. A toda la comunidad que de alguna forma colaboró en este bello proyecto.
En nombre de Caja de Cartón, agradecer a María José Muñoz y al programa de Residencias Artísticas – Red Cultura, por permitirnos por segunda vez desarrollar un proceso de creación colaborativa en un territorio maravilloso y desconocido.
Raíz Saberes de Rinconada de Parral Dirección proyecto: Andrea Herrera Poblete Fotografía: Macarena Peñaloza, Marcela Bruna, Pilar Díaz / Colectivo Las Niñas Andrea Herrera / Colectivo Caja de Cartón Edición general: Colectivo Las Niñas - Colectivo Caja de Cartón Diseño editorial: Andrea Herrera, Marcela Bruna, Verónica Garay Diseño gráfico: Verónica Garay Corrección de texto: Alejandra Grandon, Carolina Rivas Ilustraciones: Alejandra Grandon Textos: Rosa Catejo Rojas, Luis Soto Soto, Andrea Herrera Bordado: Yolanda Labraña Vargas basado en un dibujo de Eduardo Cabezas Ibarra Fotografías Archivo: Adriana Santander, Ramón Vidal Esta publicación es el resultado de la Residencia Artística desarrollada por Colectivo Caja de Cartón, en la comunidad de Rinconada de Parral, VI región de Chile. Convocatoria 2016 del Programa Red Cultura del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes Fue impreso en los talleres de Ediciones Ondemand. En el interior se utilizó la fuente Baskerville - en sus variantes regular, bold e italic sobre papel bond 90 gramos. La portada impresa en cartulina dúplex de 250 gramos. Encuadernación costura al hilo.
© Colectivo Caja de Cartón / Concepción, Chile Primera Edición - Marzo 2017 http://bitacoraresidencias.cultura.gob.cl/ https://manualdesaberes.wixsite.com/raiz colectivofotografico.cc@gmail.com colectivo.las.ninas@gmail.com ISBN 978-956-368-389-9 Este libro puede ser reproducido y difundido, siempre cuando se mencione a sus autores.