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Vuelo sin escalas: “La línea del destino” que conecta a Óscar Muñoz con Chile | Artishock y SACO
VUELO SIN ESCALAS: “LA LÍNEA DEL DESTINO” QUE CONECTA A ÓSCAR MUÑOZ CON CHILE
Artishock y SACO
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En un vuelo directo y sin escalas entre Cali y Antofagasta llegó a la Bienal de Arte Contemporáneo SACO1.0 el artista colombiano Óscar Muñoz para presentar la exposición La línea del destino y ofrecer un recorrido por sus obras. Esta invitación se materializó después de años de gestiones y fue propicia para que él diese su primera y única conferencia en Chile.
Para Dagmara Wyskiel, directora de SACO, que la obra de Óscar Muñoz se montara en el norte “construye simbólicamente un puente entre estas dos ciudades estigmatizadas por diversas razones dentro de sus respectivos países”.
La línea del destino se instaló en una sala a oscuras de la Fundación Minera Escondida, en Antofagasta, como una suerte de recreación del cuarto de revelado que sumerge a los visitantes en la intimidad del trabajo de Muñoz. “Narciso”, “Biografías”, “Sedimentaciones” y “Línea del destino” fueron las cuatro obras de la muestra, que nos recordaron la efímera y frágil condición humana.
A través de proyecciones audiovisuales, cuyas imágenes se deforman hasta desaparecer, pero que vuelven a aparecer al invertirse el tiempo del video, el artista nos invitó a reconfigurar conceptos tales como la presencia y la ausencia. Puso en su centro también la representación de la muerte como tiempo suspendido utilizando retratos de seres anónimos olvidados que regresan brevemente a la vida, en una conceptualización que se mueve entre lo perdurable y lo perecedero, el reconocimiento y la marginación, la memoria y el olvido.
Muñoz utiliza el método análogo como ejercicio artístico en tiempos de expansión de las nuevas tecnologías en el arte contemporáneo, creando un espacio de reflexión a través del cual invita sutilmente a cuestionar la comunicación cotidiana a través de la imagen. ¿Será que cada vez estamos más conectados y con más información al alcance, que ya no nos cuestionamos, en medio de la saturación de una producción continua, el valor del momento en una imagen?
Sobre estas y otras cuestiones nos habla aquí el artista: su visita a Chile en el marco de la Bienal SACO, qué ha significado para él el retorno a la presencialidad en el arte y cuáles serían los puntos de encuentro y desencuentro entre la imagen digital y la análoga en un mundo cada vez más virtual. También relata cómo ha sido la experiencia pandémica de Lugar a Dudas, el mítico espacio de residencias que cofundó en Cali en 2005, junto a la hoy coordinadora general Sally Mizrachi, quien se sumó a la segunda parte de la conversación.
Tu participación está marcada por dos hitos importantes: tu primera exposición individual en Chile y la conferencia magistral que culminó en un recorrido presencial por la sala. ¿Cómo fue la experiencia del encuentro entre el público, tú y tu obra, más aún después de dos años de encierro?
No había dado una charla hace bastante tiempo. Yo tenía pensado leer un texto, pero dada la oportunidad de encontrarme con personas interesadas en escucharme, consideré más importante conversar con ellas y mirarlas a los ojos, es decir, tener una cercanía más especial en estos tiempos de tanta distancia.
Eso me gustó. Poder hablar de cosas que me interesan mucho como son los procesos que llevan mis trabajos, cómo los hago y poder contarle al público que está ahí. Luego, obviamente recorrer la exposición, que era pequeña, de solo cuatro obras, pero que muestra un grupo que abarca desde el 2004 al 2010 en obras de video, proyecciones y videoinstalaciones.
La presencia y ausencia, la memoria, lo efímero de la vida y el paso del tiempo en la conformación de la imagen son ejes fundamentales de tu trabajo, pero ¿cuál es el rol del olvido?
La exposición de cuatro obras abarca del 2004 al 2010 en proyecciones y videoinstalaciones.
Me parece importante resaltar que nosotros estamos constantemente en una dinámica de recordar y de olvidar. Recordamos porque olvidamos, y viceversa. Es un poco como la respiración, una acción dual. Si hablamos de respiración, hablamos de la dualidad: inhalar y exhalar.
Mi trabajo se interesa en ese instante crucial, donde se puede consolidar o no el documento, la imagen, la impresión o la huella; y por esto resultan dos posibilidades: el del recuerdo o el del olvido. Un momento crítico parecido al instante en que estamos a punto de recordar algo que hemos olvidado, o en que estamos a punto de olvidar algo que recordamos. Es en esa franja crítica donde yo quiero situar mi trabajo.
Como el problema del “memorioso” que no olvida y no vive nuevas experiencias, porque cada minuto del día de hoy está recordando el de ayer: necesitamos olvidar para tener experiencias hoy. Es un vehículo impulsado por dos fuerzas, como en tándem.
El acercamiento que hace tu obra a la volatilidad de la imagen, a su temporalidad y su huella en nuestra percepción se inserta hoy con mucha pertinencia en los discursos sobre la imagen en la esfera virtual. Hay demasiadas imágenes circulando, un exceso que no alcanzamos a procesar y que por su velocidad no nos permite cuestionar o reflexionar. La gran mayoría de las imágenes se han vuelto prescindibles, desechables. Ya ni siquiera se imprimen para la posteridad, sólo se viralizan y flotan en el ciberespacio. ¿Cuál es tu postura frente a la imagen digital, cuál es su papel y su valor hoy?
Mi trabajo se ha desarrollado dentro de procesos mecánicos y análogos más que en los digitales. De hecho, lo apliqué descubriendo la mecánica de la fotografía análoga. Sin embargo, tengo trabajos recientes que de alguna manera se mueven un poco en ese campo de la inmaterialidad y reflexionan sobre la imagen digital, de la virtualidad.
Estos sistemas nos bombardean y nos abruman cada día con una innumerable cantidad de imágenes que nos llegan por diversas vías y diversos tiempos y lugares. Y cada día hacemos una gestión de selección de lo que desechamos, de lo que retenemos en nuestros cerebros. Este proceso rutinario hace que las imágenes de ayer se mantengan o se cubran por las imágenes de hoy. Por eso considero que las imágenes son frágiles y perecederas. Pero a la vez, desde el recuerdo hay un interés por retomar ciertas imágenes, por reencontrarles su sentido o resignificarlas.
En este sentido, y tomando en cuenta que siempre te ha interesado el “revelado” como concepto –en tanto una imagen se “revela”–, ¿qué deberíamos rescatar, o reconocer, de los métodos fotográficos análogos?
El método análogo de la fijación de la fotografía es un instante crítico que hace que esa imagen sea pasado una vez congelada y detenida, no solamente siendo la imagen que se revela, sino que cuando se fija se convierte en pasado, en historia.
La imagen digital está flotando y solo se salva, como dice Derrida en Mal de archivo, cuando se pulsa la tecla save, es decir, se fija en un disco duro que la retiene. Es en el fondo la misma mecánica de la fijación química en la fotografía análoga. Si estamos escribiendo con tinta sobre papel y se moja, se borrará, pero si la tinta se seca en el papel, se consolida el documento.
Otra técnica ocupada en tu trabajo es el loop, que pasa de ser una herramienta meramente técnica a un método ¿Cuál es el objetivo de su utilización y cómo se relaciona con las ideas que buscas transmitir al espectador?
En muchos casos la repetición es la misma, pero en muchos otros no, por lo tanto, no es una repetición. Me parece interesante el acto de volver a traer una imagen, pues no somos los mismos cuando recordamos, ni la imagen es la misma cada vez que la recordamos. En este sentido, la imagen no es fija, es inestable, balbuceante, cambiante y alterada por muchas cosas y recuerdos. Por ejemplo, no vemos lo mismo cuando vemos una película en dos momentos distintos, de alguna manera no es una acción repetida.
En varias de las piezas que mostré en la conferencia ocurre esto, como en “Narciso”, donde la imagen está impresa pero cuando la ves algún día será distinta a cuando la ves otro día: hay micromovimientos, eventos que pasan en el proceso de la evaporación que hacen que la imagen no sea la misma, debido a que está en un movimiento imperceptible, pero que la hace cambiante. Algo así me parece que funcionaría con la memoria. Hay piezas aquí que precisamente proponen que, aunque la imagen “impresa” está expuesta a una transformación en el tiempo, está afectada por el tiempo.
¿Cuáles fueron sus motivaciones para fundar el espacio de residencias y experimentación Lugar a dudas en Cali, y cómo ha sido desarrollar este trabajo desde una ciudad no metropolitana?
Sally Mizrachi: Las residencias las abrimos unos años después de inaugurada la sede de Lugar a dudas, un programa de residencias que se insertaba perfectamente en nuestra idea de establecerla como una plataforma de encuentros. Las residencias facilitaban eso: la interacción y la relación de la ciudad y la comunidad artística local con los visitantes residentes. A su vez, la posibilidad de circulación de artistas locales en otros ámbitos de Latinoamérica. Creo que estos encuentros enriquecieron la escena local a través de los artistas que venían y la misma comunidad, la ciudad, pudiendo entrar en diálogo con los que llegaban.
No somos los mismos
El programa inició cuando el director de Triangle Arts en Nueva York vino a Cali a conocer Lugar a dudas y nos propuso crear una red. Fue algo muy importante, porque hicimos la primera red de residencias con organizaciones similares en Suramérica. Somos países vecinos, pero no tenemos mucho intercambio ni conocimientos del otro. Establecimos un programa de convocatorias permanente con Capacete en Brasil, Kiosco en Bolivia y el Basilisco de Buenos Aires.
Entre esas cuatro organizaciones comenzamos la red e hicimos intercambios, fue también muy significativo que a los tres años otra organización, la Fundación AECID, agencia española en Brasil, se interesara por esta primera red que habíamos conformado y quiso ampliarla a muchos otros países latinoamericanos e hispanohablantes. Por cuatro años trabajamos con el apoyo de AECID, conformando una red mucho más amplia de 20 organizaciones; se realizaron proyectos que venían de diferentes organizaciones y se alojaban en otras de la red, lo que fue muy importante por el aporte al programa de residencias locales. El foco no era llevarlo a la capital sino poder crear otro centro descentralizado de la capital, ser centro en la provincia.
En conversaciones junto a los fundadores de ISLA, el programa de residencias de SACO, surgieron reflexiones en torno a cómo afectó la crisis sanitaria sus respectivas residencias y cómo ven las transformaciones y nuevos desafíos. Desde sus experiencias, Sally, ¿qué tan indispensable es la presencialidad?
S: Como lo dije antes, Lugar a dudas basa su actividad en el encuentro, en convocar y estar con otros, y la residencia es eso mismo. Es el lugar de la experiencia, el encuentro de la ciudad con los otros, el diálogo. Por este motivo, para nosotros ha sido muy difícil entender cómo puede ser una residencia de formato virtual… uno siente que se está perdiendo algo. La experiencia de verte, ver tu cara, tus gestos, sentirte ahí y no a través de una pantalla con un cuadrito arriba y otro abajo. Creo que residir es estar en un lugar, y siempre propone salir a un contexto nuevo, y si estás en tu misma silla y tu computador, ¿cuál sentido tiene “residir”? De pronto debería llamarse de otra forma, un intercambio por Zoom o Meet.
Ó: Digamos al menos que es un punto de vista desde nuestra perspectiva, partiendo de nuestras experiencias, el concepto de residir puede mutar o ser repensado, puede ser, pero para nosotros sigue siendo muy importante el hecho de estar, presencialmente; como se suele decir ahora.
S: He conocido gente, artistas que dicen que han estado en residencias online y dicen que es otra forma, pero también he escuchado otras maneras de hacer una investigación, conectando con personas que están en esa disciplina, hacer una previa recopilación de información por Zoom y luego llegar al territorio para vivir la propuesta y realizarla. Es una forma muy diferente que puede ir funcionando y se puede complementar. Ahora, para nosotros en Lugar a dudas, pensado como un lugar de encuentro y contacto, la presencialidad tiene mucha potencia para desarrollar un proyecto. Además, porque nunca desde Lugar a dudas pedíamos una propuesta pensada previamente, sino que fuera la misma ciudad, la relación con el otro y la estadía del artista lo que permitiera germinar o hacer crecer una idea.
el rol de las bienales
¿Cómo fueron sus experiencias y apreciaciones recorriendo el circuito museo sin museo de la Bienal SACO? Según Lugar a dudas, ¿cuál es el rol de las bienales en el mundo y más específicamente en Latinoamérica?
Ó: Es un formato de Bienal muy interesante y con mucho potencial… En la medida que vaya desarrollando proyectos encajados o que se desprenden de la vida local, del contexto, del aire, de la temperatura, de la materialidad, del espacio, de las historias, de la vida política. Me parece que allí hay algo que puede llegar a ser potente en ese sentido. Son el espacio público y la historia, o los acontecimientos, los elementos que le dan una dinámica especial y una particularidad al evento.
S: Lo importante es el formato de lo que dice Óscar: la ciudad y cómo el recorrido por diferentes puntos integra las propuestas artísticas, que pueden estar en cualquier espacio. Una Bienal podría ser un gran recinto al que uno ingresa y están todas las obras ahí en un solo lugar, pero aquí lo bonito es esa propuesta de recorrer la ciudad, lo cual me parece más difícil, pero aborda muchos puntos de “tomar la ciudad” y crear ese diálogo con las propuestas artísticas y la gente. Esa relación es super valiosa, brindarle esa oportunidad a la ciudad de suscitar un diálogo entre los artistas y los habitantes. La movilidad de los recorridos –la biblioteca, el museo, entre otros– tienen esa posibilidad en la Bienal. Como dice Óscar, cada obra tiene su creatividad, pero el tema de movilizar es muy inspirador también, y lograrlo en una provincia y no en una ciudad centro es una propuesta potente.
Ó: También me parece importante la escala local. Me gusta que no tenga la monumentalidad de las grandes bienales. Tampoco es un recorrido turístico sin sentido, está bien engranado en la vida cotidiana de la ciudad y ese es un logro fuerte, más allá de ser un ritual de turismo cultural. Me parece que es más la posibilidad de conectarse con los ciudadanos, con sus conflictos, su pasado.
S: Propiciar esos encuentros, entre los ciudadanos y las propuestas artísticas quizás agite, provoque o suscite dudas y reflexiones entre los ciudadanos. Y es muy valioso posibilitarlos.
La Bienal tiene mucho potencial en la medida que desarrolla proyectos que se desprenden de la vida local, del contexto, del aire, de la temperatura, de la materialidad, del espacio, de las historias, de la vida política.