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El lenguaje de las piedras y El lenguaje de las rocas me habla en forma de dibujo de Sebastián Riffo
EL LENGUAJE DE LAS PIEDRAS Y EL LENGUAJE DE LAS ROCAS ME HABLA EN FORMA DE DIBUJO DE SEBASTIÁN RIFFO
El video en blanco y negro nos muestra diferentes encuadres del borde costero de Antofagasta. No hay sonido y el ojo debe escuchar el viento y las rompientes con atención. Es un ejercicio de mirada que viene acompañado de un conjunto de dibujos realizados por el artista chileno Sebastián Riffo. Realizado en el contexto de la Residencia Arte & Arqueología de la Bienal SACO1.0, el video representa un esfuerzo por plegarse al territorio que el artista ha venido a interpretar como un diálogo con las texturas rocosas, con el vaivén del agua marina, con las espumas y sedimentos. La disposición de estos ingredientes de un paisaje en formación, son parte del trabajo expuesto en ISLA y cuyo propósito general se encamina a una conversación local que el artista poco a poco comenzaría a descubrir entre el 21 de mayo y el 11 de junio de 2021. Esta incursión exploratoria durante su residencia también lo llevaría a elaborar un meticuloso trabajo de observación que quedaría albergado en la sede de la Fundación Minera Escondida, en San Pedro de Atacama. Meses más tarde, nos acercamos a conversar con el propio Riffo para saber más sobre su experiencia al interior del desierto.
“Taira está vivo todavía”, advierte sin vacilar. Taira refiere al conjunto de pictograbados inscritos sobre los roqueríos ubicados en el curso superior del río Loa. El desprotegido grupo de pinturas rupestres conforma un yacimiento arqueológico único que el artista investigó con ahínco. “Bastaría con que cualquier insensible lo rayara o que sigan llevándose piedras, para terminar destruido. Hay una profunda, profunda fragilidad. Para mí como artista contemporáneo, establecer este diálogo en el tiempo me sirve para sacar la foto hoy. Pero dentro de sesenta años no sé cómo va a estar ese espacio”. Sus palabras muestran que la exposición El lenguaje de las piedras es parte de un diálogo que rescata el tiempo profundo de estas expresiones culturales del neolítico que, por otra parte, dejan a la vista la fragilidad humana de nuestra historia grabada en piedras. Como pintor, Riffo busca vincularse, entonces, mediante un regreso posible al gesto de aquellas manos que hace más de 2.400 años pintaron animales y llamas.
¿Hago yo arte rupestre?
Pero al interrogar el tiempo histórico, también la ciencia le sale al paso. Nuestros discursos del saber sobre estos yacimientos arqueológicos formalizan una serie taxonómica de abstracciones figurativas. Riffo toma entonces la cámara y vuelve a mostrarnos en video la indagación de una mirada que permanece en el cuerpo visible del lugar donde se despliegan los antiguos pictograbados. Sus imágenes en blanco y negro se acercan y se alejan de las rocas en busca de detalles, como si palparan visualmente las superficies de las representaciones antiguas. Al suprimir el color en el registro, la relación con la textura que ofrecen las rocas resalta con mayor fuerza. “Cuando la ciencia representa estas pinturas, lo hace típicamente mediante el blanco y negro de alto contraste y elimina el relieve de las rocas y el espacio original”, explica Riffo. De alguna manera, su reacción ahora como pintor al dialogar, siglos más tarde, con esas expresiones, consiste en restituirles la irregularidad real del soporte rocoso. Ya no se trata entonces de extraer el dibujo como simple diseño para su desciframiento sino, más bien, de un diálogo donde se reconoce un parentesco de oficio tan real como distante. “En los libros y papers que pude revisar siempre
se habla del ‘arte rupestre’ de Taira y de los ‘artistas’. Me pareció muy interesante instalarlos como arte sin mayor complejidad. Pero, ¿por qué llamarlo ‘arte’? ¿Cómo situarlo en el campo del arte?”, se pregunta.
La ciencia ha insistido en ver estas antiguas pinturas como un caso de lo que el artista llama “magia simpática”. Riffo desea desterrar cualquier propósito funcional como el que le atribuyen los científicos a estas expresiones, y opta por retornar al gesto pictórico más esencial, aquel donde el pigmento se despliega sobre la superficie. Por eso realiza pinturas que acompañan el video en San Pedro, donde exhibe retratos frontales de los pictogramas de Taira con todos los detalles e irregularidades propias del soporte en piedra. El uso de pigmentos naturales, por otra parte, enlaza con su investigación al principio de la residencia, cuando conoció el espacio La Tintorera, conducido por Verónica Moreno. Desde la fundación instalada en San Pedro de Atacama, ella recupera el uso de tintes naturales extraídos de vegetales, tierras e insectos. Como parte de la investigación en terreno que desea reconocer una senda antigua de trabajo con los elementos del entorno, Riffo encuentra entonces un vínculo con lo ancestral en esos tintes. La tensión entre la historia de la pintura y la realidad de la técnica se convierte en un componente complejo y estimulante en este viaje en el tiempo y en el espacio y lo lleva a una pregunta gravitante: “¿Hago yo arte rupestre? Bueno, lo que hago es una pintura contemporánea conceptual que dialoga con estos imaginarios a través de las escalas y los soportes”.
Al cerrar nuestro diálogo con Riffo, volvemos a pensar en la desprotección de los pictograbados de Taira, lo que subraya en su trabajo la acción de rescate de una expresión humana en absoluto riesgo. “Este saludo que yo hago desde una disciplina pictórica a esta antigua cultura, también es un llamado de atención tanto a nivel pedagógico, como patrimonial”, señala Riffo resignado. Sabe de la fragilidad que asola esas llamas grabadas y pintadas sobre ese conjunto de rocas. Finalmente, haberlas retratado es un intenso esfuerzo por proclamar la unión original que conecta la expresión pictórica de una cultura desaparecida con su gesto solitario en el siglo XXI. “Taira es para mí una lección de pintura”, remata.